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Channel: grandes relatos – PORNOGRAFO AFICIONADO
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Relato erótico: «La decadencia: 2. El nacimiento del dolor» (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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Sin títuloEl coche miraba al lago. Las luces apagadas, la noche en ciernes, la ciudad bulliciosa e iluminada al fondo. Aun resonando en el eco del manto de estrellas el canto de los cisnes, aun se dibujaba el rastro rosáceo del vuelo de los flamencos al atardecer. La luna me mira pícara extendiendo su luz plateada, mientras Lorena me besa dulce y su mano acaricia mi paquete, muy crecido. Se ajusta las gafas y se recoge el pelo. Se desabrocha la camisa y suelta su sostén. Le agarro las peras y las lamo, noto endurecerse los pezones en mi boca y lamo, entorno a ellos, su piel de gallina.

Lorena desabrocha mi bragueta y libera a mi polla de su prisión. Está gorda, la siento juguetona. La masturba un poco. Se agacha y escupe en el capullo, bajando del todo el pellejo. Ahora la masturba con más facilidad, preparándola. Sus manos saben moverse, y no necesita dignidad pues sabe lo que hace. Sonríe íntima mientras voy cogiendo ritmo.

–        Solo hay tiempo para esto, mi marido llegará en media hora a casa y quiero estar allí. Le dije a Bea que salía a comprar al desavío.

Eché hacia atrás mi butaca y ella se acomodó de lado en la suya. Me disponía a vivir una de las buenas mamadas de Lorena. Mi amada Lorena, por la que estaba perdiendo la cabeza. O tal vez ya perdida, igual me daba. Lo único importante era sentir que podía cambiar mi mundo, retar a Dios y a las leyes. Galopar al ser humano y al destino a mi antojo.

Acomodado, mientras Lorena se recogía el pelo con una horquilla para comerla mejor, miré al espejo retrovisor. Me sobresalté, juro que estaba ahí. Dos ojos ensangrentados y cejas fruncidas en una mueca de orgullo maligno. Desapareció y el espejo salió ardiendo espontáneamente. Sacudí la cabeza alterado. Al volver a mirar ya no había nada. El espejo en su sitio y Lorena mirándome preocupada.

–        ¿Estás bien?. ¿Qué te ocurre?.

Sonreí y regresé a mi cómoda postura.

–        Nada. Tú a lo tuyo.

–        Ummmmmmm.

Se inclinó hacia mi paquete. Su lengua la recorrió entera, acompañándolo de besos. Mientras me daba placer su mirada acudía a la mía coqueta y tímida. A veces se sonreía cuando nuestras miradas se cruzaban más de un segundo. Yo me limitaba en buscar esperanza en su mirada. Algo que me dijera que una vida mejor es posible.

Sus labios se pegaron y su cabeza inició el movimiento mágico de descenso y ascenso. A ritmo de masturbación. Notaba la presión de su boca al llegar al capullo, y su lengua jugando con la punta, sorbiendo levemente en la rajita. Luego vuelta a bajar hasta el final. De vez en cuando una pequeña arcada al meterla entera; hasta me parecía notar su campanilla. Me preguntaba si también se la comía así de bien a su marido. Me quité de la mente la posibilidad de no ser yo su único amante, celoso solo con pensarlo.

Cuando me vino, ella se pegó más todavía. Noté fluir mi leche a través de su boca, noté el movimiento de su garganta al tragarlo; hasta oí el glup glup. Luego la lamió suave hasta dejarla bien limpia. La abandonó justo en el momento en el que empezaba a ponerse muy dura de nuevo.

La bese durante un minuto, notaba su impaciencia por irse. Estuve tentado de decirle “te quiero”. Arranqué el coche y charlamos sobre frío y las próximas navidades, hasta que la dejé en un rincón discreto, a dos manzanas de su casa.

Esa noche tampoco pude dormir. Así que seguí diseñando mi macabro plan. La sensación de no estar solo me acompañó durante toda la madrugada.

–        ¿Estás ahí?

Silencio espeso.

Odio la navidad, aunque Lorena lleva dos años cambiándome la percepción. En nochebuena cenamos en su casa, junto a mi hermana Luisa, seis años menor que yo; la “peque” de la familia. Tuve que aguantar las rebeldías de Luisa y la pesadez de mis padres. Pero lo peor de todo fue ver a la familia feliz de mi hermano, con su impoluto pisito de trescientos metros cuadrados.

“Las viviendas grandes arden bien”.

¿Quién me dijo eso?. Un susurro, solo uno. Como una ráfaga de viento que erizó mi piel y dejó ese mensaje en mi oído. Me sonreí hacia dentro. Pasé la lengua por mis dientes, no estaban afilados. Me sentí defraudado, si el Diablo quería poseerme, cuanto antes mejor. Sufría demasiado esa enfermedad humana llamada sentido común.

Lo mejor de la funesta noche fue, que me perdone Lorena, ver a mi sobrina Bea. Hacía ya semanas que no la veía, y cada vez estaba más guapa. Cerca de los 18 años, melena morena, extremadamente guapa, cuerpo de quitar el sentido. Muy pechugona, al contrario que su madre, pero muy bien puestas y apetitosamente proporcionadas como las de su madre. Estilosa, más que su madre; y también algo más alta. Sangre de mi sangre, sí, pero torres más altas cayeron. Su feminidad, unido al amor que siento por la que la parió, son motivos suficientes para usurpar el trono de cabeza de familia. Matar a mi hermano es algo necesario, y de la forma que voy a hacerlo será una obra maestra. La vida es así, solo se vive una vez.

Decidí beber mucho y hablar poco. Había llevado deberes relacionados con mi plan, así que se me ocurrió cómo hacerlo antes de estar demasiado borracho. Tras la cena esperé pacientemente a que mi hermano fuera al cuarto de baño; solo tenía que estar pendiente de entrar cuando él saliese.

Una vez dentro cerré el pestillo y me centré en la tarea. Días antes había visitado una ciudad cercana, donde había comprado algunos encargos a la mafia rusa. No fue fácil dar con ellos, ni convencerles que no era un policía. La lista de la compra fue completa, y en ella desembolsé dos mil euros en todo lo que me podría hacer falta. Extraje el ladrón de huellas dactilares e intenté pillar las de mi hermano en el botón de la cisterna y el grifo del lavabo. El resultado fue frustrante, pues al trasluz pude ver varias marcas. Decidí desecharlas. Solo me valdrían las del vaso donde fuera a tomar las copas.

Al salir del baño me topé con mi cuñada.

–        Vaya, vaya, vaya, pero si es la tía más buenorra del universo.

–        Tsss, intenta calmarte un poco, ¿quieres?, aquí ni en broma te dirijas a mí en estos términos.

Me quedaban muchas copas por delante, pero me sentía valiente. Y ella estaba preciosa con aquel traje azul marino, con el que mostraba espalda y piernas; y con un escote que enamoraba al más desentendido, y que tan bien disimulaba el tamaño discreto de sus pechos.

–        ¿No te cansas de esconderte?. Mi hermano no merece mantener a una mujer que le engaña. Si fueras íntegra le abandonarías por mí. Huyamos.

Miró en derredor, nerviosa por mis voces. Estábamos solos pues todos hablaban a voces en el salón.

–        No sabes lo que dices. Más te vale controlarte un poco. Si comienzas a dejar de ser discreto tendremos que dejar de vernos.

Me acerqué hasta rozar su cuerpo; la miré fijamente.

–        Ni lo sueñes, te quiero.

Me sorprendió el ver que estuvo a punto de responder “y yo también”. Me lo dijo con la mirada,  y voto al diablo que me acecha que no lo esperaba. Suspiró medio sonriente, medio indignada, y se fue. Mi polla intentó ir tras ella, pero topó con la bragueta.

Desde atrás apareció mi hermana. Me sobresalté demasiado; su cara mostraba indiferencia, dudé si había escuchado algo.

–        ¡Luisa!, que susto me has dado. ¿De donde vienes?

Me miró tan pasota como siempre. Sus 25 años eran suficientes para haber dejado de ser una adolescente insoportable; hasta su sobrina Bea parecía más adulta.

–        Vengo de hablar por teléfono.

Hizo un gesto señalando el final del pasillo, dándome a entender que venía de la habitación de matrimonio de mi hermano y su eterna mujer. Titubeé, mirándola con el ceño fruncido. Me aterraba la idea de que hubiera escuchado la conversación; pero lo que más me aterraba es que mi hermanita hubiera entrado de lleno en esta historia; a cuyos testigos no se les avecinaba un final feliz.

–        ¿Con quien has hablado?

–        Con uno, ¿y tú?, escuché voces en el pasillo.

Examiné su mirada, si sabía algo era muy buena actriz, porque aparentaba máxima inocencia.

–        Con la tita Lorena, le preguntaba por las bebidas.

–        Claro, debe ser eso.

Tal como lo dijo se fue. Algo en mi interior quedó intranquilo, su fría naturalidad siempre heló mi corazón, tanto para lo bueno como para lo malo. Sentía cariño paternal por ella, siempre intenté protegerla de todo.

“Es una puta, como todas”.

Respiración agitada, frío por la espalda; de nuevo el susurro en forma de ráfaga de viento. Me esforcé en relajarme. Dedos índices en cada ojo, ambos cerrados. Inspiré profundamente y dejé salir el aire quemado despacio. Relax.

Pasé el resto de la noche bebiendo, eludiendo a Lorena y dándole vueltas a la cabeza a lo de mi hermana.  Aproveché un descuido para coger las huellas de mi hermano, pero mi mente estaba vacía; no sabía si dar marcha atrás a todo. Fue la visión de Lorena, sonriéndome cómplice después de besarle, la que me empujó a tomarlas.

Me disculpé y me fui. Me sentía muy borracho. Lorena quiso despedirme pero no la dejé, necesitaba pasear y no pensar en nada.

Cuando llegué a casa eran las dos y media da la madrugada. Busqué el papel donde tenía apuntado el teléfono de Inés y la llamé. A las tres y cuarto sonó el timbre de mi casa.

Vestía traje estampado con falda y taconazo que disimulaban su estatura. Como mujer estaba muy lejos de Lorena y Carolina; pero creía recordar que follaba bien y yo le gustaba. Motivos suficientes para reclamar su compañía.

 La hice pasar y le ofrecí una copa. Bebimos mientras charlábamos en el sofá. Estimé conveniente aclarar lo del asesinato; “Me acosté con las dos, así que objetivo cumplido”. Ella rió y pidió más alcohol, se la veía nerviosa. Yo estaba muy empalmado así que me pareció que sería un error seguir bebiendo.

–        ¿Follamos?

Ella se sonrojó. Me levanté y bajé mis pantalones,  quedando desnudo de cintura para abajo. Me acerqué a ella masturbándome. Sentada en el sofá y relamiéndose la recibió sonriente. Dientes muy blancos, pude observar.

Después de un par de frases sin sentido, la agarró y la empezó a lamer. Me dio la sensación de que esperaba hablar más antes de hacer nada. Yo no estaba para bromas, necesitaba sexo. Le agarré la cabeza y la metí en su boca, ella la recibió sorprendida. La metí hasta el fondo, ella tuvo una seria arcada y los ojos le lagrimearon. Su boca no era muy grande, y la imagen de mi pollón dentro resultaba tan excitante como rara. La saqué y la volví a meter, iniciando una follada. Ella se dejaba hacer, sorprendida por mi iniciativa, ni sentía su lengua ni sus dientes, solo el hueco cálido de su boca. Acompañaba con ruidos onomatopéyicos y arcadas ocasionales.

Se la saqué, ella se forzó en sonreír, y volver a mostrar sus dientes blancos, como si no hubiera pasado nada. Entonces la cogí en brazos y la llevé a mi cama.

La desnudé cuidadosamente para no destrozar demasiado la ropa. Inés se dejaba hacer. Cuando la tuve totalmente desnuda dije una pequeña mentira, apoyada por mi pene; el cual andaba en plenitud, deseoso de descargar y encontrar relax.

–        Eres bellísima.

Me dio las gracias susurrando. No estaba mal de todos modos: cuerpo pequeño y manejable. Piernas cortas con muslos regordetes, pechos normales, rondaría la noventa. Cuerpo algo relleno pero bien proporcionado; rubia natural, de poco pelo aunque perfectamente afeitada. Un único hilo fino de pelusillas castañas recorrían su coño con elegancia; coño de aspecto frágil y pequeño, pero bonito y, doy fe, muy tragón.

Decidí lamérselo con calma, decidí tener sexo relajado y sin prisas con aquella chica. Mi lengua lamió sus pies, recorriendo empeine y tobillos. Besos por la zona interior del muslo hasta lamer en su sexo. La lengua lo recorrió lentamente, notando como reaccionaba abriéndose como una rosa. Ella gimió y se abrió más, dejando sus piernas algo levantadas. Su ano era claro y limpio, me animé a meter la lengua mientras dos dedos jugaban arriba y abajo medio palmo más hacia mí. Ella levantó un poco las caderas, facilitándome la labor.

Con el coño y el ano trabajados y bien húmedos, decidí follarla un poco tal y como estaba. Ella me recibió buscando mi lengua con la suya, cerrando sus piernas tras de mí. La penetré hasta coger medio ritmo, mantenido. Ella pedía más fuerte, pero quería que la cosa empezara calmada. Se lo trabajé sintiendo cada centímetro de polla, acariciando sus muslos y sin dejar de lamer su lengua.

Tras unos cinco minutos se la saqué y me tumbé masturbándome despacio.

–        ¿Qué tal?. Trabájala un poco, anda.

–        Vamos cielo.

Buena compenetración, al tumbarme boca arriba ella empezó a besarme el cuello mientras sus pezones se refregaban, muy duros, por mi pecho y abdomen. Masturbó un poco mientras me miraba de abajo arriba, estando a cuatro patas. Su pequeño cuerpo reacomodaba bien entre mis piernas, y más allá su culo era el punto de mayor altitud de su cuerpo, el cual movía lentamente de lado a lado; como una perra mueve el rabo ante un hueso que comer.

Tras una larga y bastante buena mamada, con masturbación y comida de huevos incorporada, decidí cambiar. Necesitaba follarla mientras la abrazaba. Mi mente sucia, mi mal día; necesitaba cariño además de sexo, y la enamoradiza Inés estaba en perfectas condiciones de darme ambas cosas. Ciertamente no me importaba nada jugar con sus sentimientos.

Me senté y le hice señas. Ella se acopló, a la vez que yo echaba ligeramente la espalda hacia atrás para que pudiera clavarse bien. Una vez metida volví a sentarme y nos abrazamos. Iniciamos así un movimiento en balanceo, besándonos y acariciándonos, mientras entraba poco más que el capullo en el coño de Inés. Aunque poca, el roce le provocaba gemir cada vez más interrumpiendo sus besos, los cuales comenzaban a saber a sudor.

Se levantó y me empujó hacia atrás. Me dio la espalda y me dio una cabalgada inversa. Luego se dio la vuelta y me clavó con movimientos pélvicos.

Cuando no pude más me zafé y derramé sobre su cuerpo una buena cantidad de leche.

Le di un beso y fui a darme una ducha. Ella se coló tras de mí y me pidió pis al oído. Abrí el grifo y comencé a orinar, aun con la polla crecida. Ella se arrodilló y la acercó a su boca, bebiendo cuanto pudo.

Nos enjabonamos mutuamente y acabamos follando sobre la placa de ducha. Ella se agachó como pudo y yo se la clavé en el culo, donde finalicé por segunda vez.

No puse pegas y se quedó a dormir. Por la mañana del día de navidad desayunamos y estuvimos toda la mañana follando.

Cuando se fue, encendí el móvil. Tenía un mensaje de mi cuñada Lorena.

“Te echo de menos, ¿podemos vernos?”.

Lo borré y apagué el móvil. No necesitaba sexo y me sentía enfadado con ella. Pero sobre todo me apetecía estar todo el día solo e incomunicado, trabajando para mi plan.

Tras el almuerzo tomé una copa de whisky. Esperé paciente observando la ciudad, la cual parecía más triste con el alumbrado navideño. Por fin llegó, su presencia era cuanto necesitaba para seguir tejiendo el plan.

–        Has tardado.

Como respuesta un jarrón cayó al suelo justo tras de mí. Me sentía aterrado y feliz.

Sonreí y coloqué sobre la mesa las huellas dactilares de mi hermano.

Próximamente continuará…….


Relato erótico: “Women in trouble 03” (POR TALIBOS)

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Women in trouble 3 – Odio al imbécil del novio de mi hermana

Sin títuloUna y media de la tarde, centro de la ciudad. 40o a la sombra. Aunque a mí el calor de la calle me daba igual, sentadito en mi Audi, con el aire acondicionado puesto al máximo, contemplando por la ventanilla cómo la ciudad se derretía a mi alrededor, mientras circulaba a paso de tortuga atrapado en el atasco de cada día.

Aunque, a pesar de los 22o que marcaba el climatizador del coche, mi cuerpo estaba ardiendo. No, no estaba enfermo, se trataba únicamente de la reacción natural de mi organismo cada vez que tenía que reunirme con Ricardo, Ricky para los amigos. El capullo con el que mi hermana llevaba liada 3 años.

Mi hermana, Malena. Como siempre que pensaba en ella, algo se agitó dentro de mí.

Malena.

Por más vueltas que le daba, no me explicaba cómo una chica como ella, linda, dulce e inteligente, había acabado enrollada con un parásito como Ricardo. No había explicación. Era un misterio. Ni Iker Jiménez podía dar respuesta a ese enigma.

– Mierda – exclamé – Hablando del rey de Roma…

Mi móvil había empezado a zumbar e, inmediatamente, la conexión Blue Tooth hizo que conectara con el altavoz del coche, que emitió el tono de llamada. En la pantalla del salpicadero apareció el odioso nombre de mi “cuñado”, provocando el rechinar de mis dientes.

Antes, lo tenía almacenado como “Ricardo el cabronazo”, pero, por temor a que Malena lo leyera y se cabreara, opté por cambiarlo.

– Dime, Ricardo – respondí con desgana.

– Hola, cuñado – dijo él, clavándome un cuchillo en las tripas – Perdona que te llame con tan poca antelación, pero es que me ha surgido un problema y no puedo quedar para comer.

No hay mal que por bien no venga. Me alegraba de no tener que ver a ese tipejo durante el almuerzo, pero, aún así, le solté sin poder contenerme:

– No me jodas, Ricardo. Con todo el por culo que diste para que quedásemos hoy y ahora me dejas tirado. Tío, te juro que si no fuera por mi hermana…

– Lo siento, Lucas, lo siento – dijo el cretino, con voz de plañidera – El coche me ha dejado tirado en un pueblo, donde Cristo perdió el zapato. He hablado con los del seguro y por lo menos van a tardar una hora en venir a por el coche. Y eso con suerte.

– Joder – exclamé mientras me regocijaba por dentro de que se hubiera quedado tirado – Pues entonces, no sé. ¿Por qué no almuerzo con Malena y que ella me vaya poniendo en antecedentes?

– ¡NO! – respondió él con excesiva premura – Verás… tu hermana está… Me ha llamado hace un rato y tampoco va a llegar a tiempo… Hemos quedado, si no te importa, en cambiar el almuerzo por una cena… Esta noche, en casa…

– ¿En casa? – pensé en silencio, sin llegar a pronunciar palabra – ¡En mi casa querrás decir, maldito cabrón!

En cambio, lo que dije fue:

– Vale, vale, como sea. Esta noche entonces. Espero que lo tengas todo bien preparado. Y que conste, no te prometo nada, me da igual que estés saliendo con Malena, si la cosa no me parece interesante, pasaré olímpicamente…

– Sí, sí, claro – dijo él, con voz temblorosa – Tú tranquilo, verás cómo te va a parecer una oportunidad cojonuda de inversión. Tengo todos los papeles listos en casa. Lo tengo todo ordenadito y dispuesto. Esta noche te pongo al día.

– Venga, lo que sea – dije, deseando dejar de escuchar su odiosa voz – Me paso sobre las 9, ¿está bien?

– Perfecto.

– Pues nada. Nos vemos a la noche.

Y colgué sin esperar su despedida.

– A tomar por culo… Cabronazo – le espeté al teléfono ya colgado.

Resoplé enfadado. Menuda mierda. No debería haberme dejado convencer por Malena. Sólo de pensar en prestarle pasta al imbécil ése para que pusiera en marcha un negocio… se me revolvían las tripas.

Pero qué iba a hacer. Malena me lo había pedido y yo era completamente incapaz de negarle nada a mi hermanita. La quiero con locura. Es la mujer más maravillosa del mundo y su único defecto… es Ricardo.

Pero he empezado la historia por la mitad. Ni siquiera me he presentado. Los que hayan estado atentos, sabrán ya que mi nombre es Lucas (por favor, guárdense los chistes de Chiquito, estoy hasta los cojones de ellos) y, aunque de la lectura del texto parezca desprenderse que soy un tío maduro (de edad), lo cierto es que soy bastante joven, 19 añitos tan sólo.

¿Cómo es eso? ¿Cómo un niñato de 19 años tiene pasta para invertir y conduce un Audi? ¿Es heredada? ¿Te tocó la primitiva?

¡Nah! Nada de eso. Yo soy uno de esos hombres hechos a sí mismos. Es sencillo. Seguro que muchos de vosotros tenéis en vuestro móvil alguna de las APPs que yo he diseñado. Venderlas y forrarse es todo en uno.

No quiero caerles mal, no piensen que soy el típico ricachón que mira a los demás por encima del hombro y que por eso odio tanto a Ricardo. Nada de eso. De hecho, cuando empezó a salir con mi hermana, hace ya 3 (largos y dolorosos) años, yo era más pobre que una rata y ya le detestaba entonces. El éxito vino después.

Malena siempre ha cuidado de mí. Es dulce, cariñosa, un verdadero encanto de chica. Y se merece algo mejor que Ricardo, desde luego que sí.

Es mayor que yo, 5 años, o sea que en este momento cuenta con 24, en plena flor de la vida. Y, la idea de que esté pasando sus mejores años al lado de un cenutrio sin oficio ni beneficio, es demoledora. No sé cómo ha acabado con él, quizás sea cierto que las chicas acaban buscando como pareja a alguien que se parezca a su padre.

Papá. Otro elemento bueno. Nos abandonó hace 10 años, al parecer incapaz de sacar a su familia adelante. Buena solución la suya, maricón el último, como se dice vulgarmente. Si hay problemas, lo mejor es largarse y que los resuelva otro.

Por lo menos a ése no he vuelto a verle desde entonces y espero que sea así por siempre jamás. Cuando empecé a ganar dinero, hablé con mamá y contratamos a un abogado, que se encargó de localizarle y conseguir que firmara los papeles del divorcio. Estuvo habilidoso el picapleitos, al parecer lo amenazó con años de pensión alimenticia impagados y el cabrito firmó inmediatamente, sin pararse a pensar el por qué mi madre había decidido divorciarse después de tanto tiempo.

Fácil. Para que así no tuviera ni por asomo la posibilidad de presentarse en casa a pedir pasta, porque, cuando vendí la primera APP, todavía era menor de edad.

Pero he vuelto a hacerlo. Sigo contando las cosas por la mitad.

¿Por qué quiero tanto a mi hermana? Porque es maravillosa.

Como decía, mi padre nos abandonó cuando yo tenía 9 años y Malena 14. Mi madre, la pobre, tuvo que matarse a trabajar para sacarnos a los dos adelante, con lo que apenas tenía tiempo para estar en casa atendiendo a sus hijos y tampoco tenía dinero para contratar a alguien que se encargara de la tarea, así que Malena se encargó de cuidarme.

Yo era un chico debilucho, un tanto enfermizo, blanco seguro de los niñatos del colegio primero y del instituto después. Malena se esforzaba todo lo que podía en protegerme y recuerdo que una vez llegó incluso a salir con Carlos, uno de los garrulos del insti, sólo para conseguir que los de su pandilla dejaran de meterse conmigo. Lo hacía todo por mí.

No hice muchos amigos en esos años, aunque, la verdad, tampoco los eché mucho en falta. No me gustaba el fútbol, ni los deportes, lo que automáticamente te convertía en un bicho raro. Así que, todos los días, en cuanto salía de clase, me iba disparado a casa, a ayudar a Malena en todo lo que podía.

Esos años fueron maravillosos para mí. Estábamos increíblemente unidos. Lo hacíamos todo juntos.

Luego fuimos creciendo y nuestra relación se hizo incluso más estrecha.

Para ese entonces, yo tenía ya 14 años y estaba en plena pubertad y ella, casi 19. Nuestros cumpleaños están muy próximos.

Al acabar el instituto, Malena se puso a trabajar para ayudar en casa. Tuvo suerte y consiguió trabajo como camarera en una cafetería del barrio, la del señor Gómez, un buen hombre que siempre la trató muy bien.

Male trabajaba de lunes a sábado en horario de mañana, pero, por las tardes, estaba conmigo en casa, insistiéndome siempre y apoyándome para que me esforzara en los estudios.

Durante esa época, salió con algunos chicos (como el tal Carlos), pero nunca hubo nada serio, lo que en el fondo me alegraba muchísimo. Sí, es verdad, lo admito, mis sentimientos por Malena no eran los habituales entre hermanos y yo, aún un chiquillo, fantaseaba con llegar a casarme con ella algún día.

Por mi parte, aunque las chicas empezaban a interesarme (y mucho), no obtuve experiencia alguna, pues siempre me faltó valor para pedirle a una chica salir. Pero no me importaba, pues tenía a Malena.

Hacía tiempo que no tenía ojos más que para ella. Gracias a Internet, había descubierto el porno, así que no me faltaban fotos y vídeos de tetas y culos para machacármela tanto como me apeteciera, pero, comparado con las veces que lo hacía pensando en ella… el porno no era nada.

Empecé a fantasear con ella a todas horas. Y no, no eran sólo fantasías de sexo, sino también románticas. Hubiera matado porque fuera mía.

Y Malena lo sabía, se dio pronto cuenta de que su hermanito sentía una fuerte atracción por ella, pero, en vez de afearme mi conducta, decidió simplemente ignorarla, sabiendo que aquellas fantasías eran mi única válvula de escape en la pubertad.

No es que ella hiciera nada para alentarme, simplemente es que no hacía nada… para lo contrario.

Recuerdo el día en que comprendí que ella lo sabía. Esa mañana, en el insti, un capullo me hizo la zancadilla y me caí de boca, haciéndome un esguince en una muñeca y un chichón en la frente. Nunca supe quien fue. Sólo recuerdo las risas de la gente en el pasillo.

Esa tarde Malena me vendó con fuerza la muñeca, tras haberse asegurado de que no era más que una torcedura.

Como no podía apañarme, mi hermana se ofreció para ayudarme en la ducha, a lo que accedí inmediatamente mientras el corazón me saltaba en el pecho. Parecía una de mis fantasías.

No, no voy a contarles una escabrosa sesión de sexo con mi hermana en el baño, ojalá.

Simplemente, pasó lo que tenía que pasar. Lo lógico. Me empalmé.

Recuerdo que, al principio, pasé mucha vergüenza, pero luego, empecé a fantasear con que mi hermana… se animara, así que procuré que mi erección fuera bien patente. Ella la vio, sin duda alguna, pero, como dije antes, se limitó a ignorarlo, dedicándose a asearme, poniendo mucho cuidado en evitar la zona de conflicto.

Fue la última vez que se ofreció a ayudarme en la ducha, aunque nunca me reprochó nada.

Me pasaba la vida babeando detrás de ella, como un perrito faldero. Más de una vez la espié mientras se cambiaba, o en la ducha, hasta que los bíceps del brazo derecho se me pusieron como los de Popeye. Y ella como si nada.

Siempre dulce, siempre atenta, la mujer ideal.

Y entonces llegó Ricardo.

Joder. El hijo de puta ya era conocido en el barrio, un perla bueno como habitualmente se dice. Un chulo de mierda, como digo yo. Al principio, pensé que una chica como Malena no duraría mucho con un tipejo semejante, pero qué va, supongo que es verdad lo del atractivo de los chicos malos.

El tío no duraba ni un minuto en ningún trabajo, siempre acababan por despedirle por no aparecer o por tocarse los huevos de sol a sol.

Y, sin embargo, Malena parecía creer que era una especie de advenimiento de Rodolfo Valentino cruzado con James Dean. De Paquirrín con Berlusconi más bien.

El comportamiento de mi hermana cambió. De pronto, pasaba todo su tiempo libre con Ricardo, ya no pasaba las tardes conmigo. Sí, ya sé que es normal que una joven esté tanto como pueda con su novio, pero les aseguro que no era por eso por lo que odiaba tanto al tipejo.

Fue porque mi hermana se convirtió literalmente en otra persona.

De un día para otro, empezó a discutir con mamá por nimiedades, rebelándose contra todo lo que ella le decía, especialmente cuando a mi madre se le ocurría mencionar a Ricardo.

Hasta la gente del barrio se dio cuenta y pronto empezaron las murmuraciones. Que si los habían visto liándose en el parque, que si los habían pillado en el portal, que si en los servicios de una discoteca…

Y lo peor fue que pude constatar que los rumores tenían fundamento, pues una noche, de las pocas en que salí por ahí un rato a tomar algo, me tropecé al llegar a casa con el coche de Ricardo aparcado cerca del portal. Como me pareció ver movimiento, me acerqué con cuidado y lo que vi dentro… háganse una idea. Sólo les diré que, de haberme acercado a saludar, mi hermana no podría haberme respondido por tener la boca llena.

Esa noche me quería morir.

Con el tiempo, Malena logró introducir paulatinamente a Ricardo en nuestras vidas, convenciendo a mamá de que le invitara a cenar de vez en cuando. Mi madre cedió, aunque creo que lo hizo más bien para que pasaran más tiempo en casa, en vez de andar liados por los rincones del barrio, donde cualquiera podía verlos.

Así que me encontré de pronto con el capullo aquel a todas horas en mi hogar. No lo soportaba.

El muy cerdo, tardó poco en coger confianza, así que se pasaba las tardes allí metido con Malena, mientras mi madre seguía deslomándose en el trabajo. Y no pasó mucho antes de que el cabronazo decidiera que mi presencia no era obstáculo para hacer cositas con su novia.

Y mi hermana no le decía no a nada.

La primera tarde en que la tomó de la mano y la sacó casi a rastras del salón, está grabada a fuego en mi memoria. Yo no podía creerme que fuera a atreverse a follársela conmigo allí. Pero sí que lo hizo.

La llevó a su cuarto, cerró la puerta y pronto empecé a escuchar gemidos y suspiros mucho peores que los de cualquier peli porno.

Y lo peor no era que se la tirara sin importarle que yo les escuchara, no, lo peor era cómo la trataba.

No, no me refiero sólo a que le estuviera dando órdenes constantemente, que si tráeme una cerveza, que si prepárame un bocadillo, que si ponme esta ropa a lavar, con la tonta de mi hermana obedeciéndole en todo con una sonrisa estúpida. No, como ya digo, verla rebajarse de esa forma era malo; pero no era lo peor.

Nuestro piso era humilde, en ese entonces no podíamos pagar nada mejor, así que las paredes estaban hechas de cartón, digo… de pladur de ése (sí, ya sabéis de qué hablo), así que podía seguir con bastante detalle las sesiones de sexo que se celebraban en el cuarto de mi hermana.

Sí, lo admito, reconozco que, al principio, me excitaba mucho cuando escuchaba a Malena gemir y relinchar como una yegua, pero, cuando empecé a escuchar constantemente cómo la trataba Ricardo, me ponía literalmente enfermo.

“Chúpamela, puta”, “trágatelo todo”, “ábrete el coño”, “no derrames ni una gota de leche, zorra”… eran expresiones que escuchaba todos los días, mientras la rabia me consumía por dentro y las ganas de plantarme en el cuarto y abrirle la cabeza con una lámpara se hacían inaguantables.

Traté de hablar con Malena, de hacerle ver que no se merecía que la trataran así, que Ricardo era un cerdo y que no era yo el único que lo decía… Como lavarle la cabeza a un burro. Ni puto caso.

Así que, amargado, opté por la solución más lógica. Dejé de venir a casa por las tardes, refugiándome en la biblioteca para estudiar. Y a trastear con el portátil (que en realidad pertenecía al instituto, ni siquiera era mío).

Mi madre, por su parte, acabó claudicando y aceptando a Ricardo en nuestras vidas, ya que comprendió que seguir enfrentándose a su hija no la llevaba a ninguna parte. Supongo que, en su decisión, influyó el hecho de que desconocía por completo las actividades a que se dedicaba por las tardes su hija en la “intimidad” de su dormitorio.

No las conocía o, simplemente, prefería no conocerlas.

Y la familia también se enteró de cómo estaba la cosa y además, lo hizo de forma bastante espectacular.

Nos invitaron a la boda de mi primo Juan y, queriendo tener las cosas en paz, mi madre accedió a que Malena le llevara como pareja. Craso error.

Durante el convite, eché en falta a mi hermana, lo que no me inquietó demasiado hasta que vi un corrillo de gente cerca de la puerta de los baños, chismorreando entre sí y riendo con disimulo.

El corazón se me paró. Recé para que no fuera lo que estaba imaginándome.

Y un mojón.

Minutos después, un bastante satisfecho Ricardo salía del baño con un aire de suficiencia tal que me dieron ganas de calzarle dos hostias. Mi hermana regresó poco después a la mesa, un poco sofocada y avergonzada.

Aunque ni punto de comparación con la vergüenza que pasó mi madre, cuando se dio cuenta de que su hijita llevaba en el pelo un pegote de cierta sustancia blancuzca y pegajosa.

La pobre tuvo que acercarse a su hija a murmurarle unas palabras al oído que hicieron que Malena enrojeciera hasta la raíz del los cabellos, excusándose para regresar al baño con premura, mientras los chismorreos se disparaban por toda la sala.

Y Ricardo allí, con cara de no haber roto un plato en su vida.

Bueno, ya se hacen una idea de lo mucho que quiero a mi cuñado, ¿no?

Poco después de la jovial celebración de la boda, vendí mi primer programa y empecé a ganar dinero, con lo que los apuros financieros de la familia disminuyeron al entrar tres sueldos en la casa, a pesar de tener que mantener a un parásito.

Pasó el tiempo y todo siguió igual. No soportando el seguir viendo a ese tipejo, alquilé un piso en cuanto cumplí los 18 y me largué, aunque seguí dándole dinero a mi madre.

Hace unos meses, cerré un nuevo contrato que me hizo ganar mucho dinero. Tanto que, siendo hombre de gustos sencillos, decidí invertir en comprar una casa mejor para mi familia. Consideré la idea de adquirir un chalet o casa grande, para volver a vivir de nuevo todos juntos, pero entonces Malena anunció su intención de irse a vivir con Ricardo y ni muerto hubiera consentido yo en compartir techo con él.

El muy capullo había conseguido conservar un trabajo (en la empresa de un familiar) durante unos meses y, contando con cierta seguridad económica, querían irse a vivir solos.

Pero, por mucho que odiara a aquel cretino, la idea de separarme de Malena era enloquecedora, así que encontré una solución ideal.

En un bloque del centro, se vendían tres pisos en una misma planta y yo los adquirí los tres. Uno para mí, otro para mamá y otro (aunque fuera como clavarme un puñal al rojo en las tripas) para Malena y su satélite.

Intenté que mamá dejara de trabajar, pero no logré convencerla, logrando tan sólo que dejara las horas extra. Cabezona como ella sola.

Intenté que Malena mandara a tomar por culo a Ricardo, ofreciéndole un buen fajo de billetes si lo hacía, pero sólo logré que se cabreara y amenazara con no volver a hablarme en la vida. Cabezona como ella sola.

Y así seguimos hasta la semana pasada, cuando Male, sabiendo cómo manipularme a su antojo, me convenció para escuchar la maravillosa idea de inversión que tenía Ricardo, con la que podríamos ganar mucha pasta y tener así el futuro asegurado.

Ya. Y yo me lo creo.

Por más que lo intenté, no logré sacarle prenda a mi hermana, que insistía en que todo era idea de Ricardo y que él me daría los detalles.

Me convenció. Me puso carita de pena y no supe decirle que no. Y ahora, dando muestras de lo extraordinariamente responsable que es el tipo, Ricardo me llama para aplazar la reunión de negocios. Capullo.

¿Y qué cojones querría proponerme? ¿Cuál sería ese negocio tan increíble?

No, no me malinterpreten, no es que quisiera saber si el negocio era bueno o no, era que quería tener argumentos suficientes para echar abajo las estupideces que hubieran podido ocurrírsele al mentecato.

Y entonces se me ocurrió una idea.

La documentación del “proyecto” estaba en su (mi) piso, ¿no? Y yo tenía una llave…

– Bien – me dije, sonriéndole al retrovisor – Vamos a obtener información “privilegiada” y así estaré preparado para rechazar cualquier cosa que haya podido ocurrírsele.

Me sentí bien. La idea me seducía. Si me enteraba ahora de qué iba la cosa, tendría hasta la noche para idear argumentos para mandarle a tomar viento, dijera Malena lo que dijera.

Y no me preocupaba que pudieran notar que alguien había entrado en su piso, ni siquiera tendría que poner mucho cuidado en dejarlo todo como lo encontrara, pues sabía que Ricardo había dado llaves del piso a varios de sus “amigos” que se paseaban por allí como Pedro por su casa.

Justo entonces, la circulación pareció aclararse y me libré por fin del atasco. Pisé el acelerador.

……………………….

Un rato después, estaba en mi piso buscando la llave en un cajón. Me sentía tranquilo, mi plan no tenía fallos.

Si por un casual aparecía Male y me pillaba, le diría la verdad, que quería enterarme de qué coño iba la idea de su novio. Y, si aparecía Ricardo, comprobaría que me había mentido, que no estaba en ningún pueblo tirado con el coche y los mandaría a tomar por saco a él y a su idea.

Estaba deseando que apareciera.

……………………..

A pesar de todo, aun sin saber muy bien por qué, puse mucho cuidado en no hacer ruido cuando abrí la puerta de su piso, entrando con sumo sigilo y cerrando tras de mí.

Me asomé a la cocina, encontrándome con los restos del desayuno abandonados sobre la mesa. Meneé la cabeza, apesadumbrado. Desde luego, mi hermana era otra persona.

Yo sabía que Ricardo había convertido la habitación del final del pasillo en su despacho, lo que en su idioma quería decir, un cuarto donde reunirse con sus amigotes a beber cerveza y a jugar a la consola.

Como allí tenía un escritorio (que seguro no había usado nunca), pensé que los documentos del proyecto estarían allí con seguridad.

Caminé tranquilamente por el pasillo, sin sentirme en absoluto incómodo por la flagrante invasión de intimidad que estaba cometiendo, pues, al fin y al cabo, aquel piso era mío.

Entonces me detuve, súbitamente sobresaltado. Al pasar junto a la puerta abierta del salón, me pareció escuchar una especie de zumbido, un ruidito mecánico que no supe identificar.

Me acojoné un poco. A pesar de lo dicho, en el fondo me daba vergüenza que me atraparan en su casa.

Con mucho cuidado, moviéndome con todo el sigilo de que fui capaz, retrocedí sobre mis pasos y me asomé a salón.

El corazón se me detuvo. Malena estaba allí.

………………………

Antes dije que me pasé la pubertad fantaseando con mi hermana. Sí, lo hice. Soñé con follármela de todas las maneras que se me ocurrieron. Me montaba películas, en las que siempre acabábamos en la cama. Bueno, en la cama o en cualquier parte.

Pero, lo que había en aquel salón…

Sin darme cuenta, absolutamente hipnotizado por la impactante imagen, sin acabar de creerme lo que estaba viendo, di un paso, entrando en la sala.

Malena estaba en el sofá, completamente desnuda, amarrada con una maraña de cuerdas que aprisionaban su cuerpo y le impedían cualquier movimiento, en una pervertida postura de bondage que yo había visto alguna vez en mis correrías por Internet, sin sospechar siquiera que aquello se hiciera en la vida real, fuera de las revistas y las películas porno.. Por fortuna, Malena llevaba los ojos vendados, con lo que no se había apercibido de mi presencia. Además, para impedirle pedir ayuda, estaba amordazada con una pelota roja de goma, sujeta por una correa que se anudaba en su nuca.

La postura en que estaba atada era increíblemente perversa y lasciva. Estaba acuclillada, con los pies encima del sofá, atada de forma que sus piernas permanecieran completamente abiertas y separadas, exhibiendo impúdicamente sus intimidades. Además, sus brazos estaban atados a su espalda, bien sujetos, con lo que era completamente imposible escapar o desatarse.

Para rematar el cuadro, me di cuenta de que asomaban dos consoladores de entre sus piernas, uno gordo, de látex, bien hundido en su vagina y apoyado en el mismo sofá para que no se saliera y otro, un vibrador, introducido en su ano, agitándose frenéticamente de un lado a otro gracias al motor de que estaba dotado, origen obvio del zumbido que había atraído mi atención al pasar por el pasillo.

No podía creer lo que veían mis ojos. No podía respirar, la cabeza me daba vueltas.

Me acerqué un poco, tratando de asegurarme de que aquello era real y no un sueño. Al aproximarme, me di cuenta de que en la piel de Malena se notaban perfectamente las marcas de las cuerdas, que le habían provocado marcas enrojecidas, con lo que comprendí que llevaba un buen rato allí sujeta.

Además, de su boca escapaba un hilillo de saliva por la comisura de los labios, que caía directamente sobre el sofá, manchando el cojín de babas. Mareado, di un pequeño traspiés, haciendo ruido, con lo que Malena, que parecía desmayada, alzó bruscamente el rostro y miró a su alrededor, moviendo la cabeza hacia todos lados, como un pajarillo asustado.

– Mmphfffmmm – farfulló, con la mordaza impidiéndole decir nada inteligible.

Estaba alucinado. Sabía que mi cuñado era un hijo de puta, pero aquello era demasiado. ¿Cómo se le había ocurrido tratar así a mi hermana? ¿Qué clase de mente enferma había podido idear algo así? ¿Qué habría hecho ella? ¿Quemarle la comida? ¿No tener cerveza en la nevera?

Apreté los dientes y me prometí a mi mismo que iba a matar a ese cabrón. Mi pobre hermana…

Mi mente era un torbellino, pensando en mi próximo enfrentamiento con Ricardo; se iba a acordar de aquel día el resto de su vida, lo iba a machacar, lo iba a arruinar, lo iba…

En realidad, lo que estaba haciendo era comerme con los ojos a Malena, recorriendo hasta el último centímetro de su piel con la mirada, incrédulo por tenerla allí, indefensa, a mi alcance…

Sacudí la cabeza, librándome de esos pensamientos. ¿Estaba enfermo? ¡Mi pobre hermana estaba allí, atrapada desde Dios sabía cuándo!

– MPHPPPHHHHFFFF – gimoteó Male, en voz más alta, suplicando.

Estiré la mano y enganché con un dedo la mordaza, tirando para apartarla de sus labios. Al hacerlo, un borbotón de saliva escapó de su boca, impactando en el sofá con un ruido sordo. Malena respiró hondo, llevando aire a sus congestionados pulmones.

Me disponía a quitarle la venda, a ayudarla a librarse de las cuerdas, a ofrecerle mi ayuda para vengarnos del bastardo que le había hecho eso, pero entonces me di cuenta de la situación y que su desnudez podía resultarle embarazosa, así que me detuve y miré a mi alrededor, buscando algo con lo que cubrirla. Bastante vergüenza pasaría la pobre al descubrir que su hermano la había visto en semejantes circunstancias.

Y justo entonces, mi mundo se derrumbó.

– Por fin, mi amor – siseó Male cuando recuperó el resuello – Tu zorrita ha sido muy buena y lleva esperándote toda la mañana. Pero ya no puedo más Ricky, me voy a volver loca, necesito tu polla ya, por favor, te lo suplico, dámela, dame tu gorda y dura verga, necesito besarla, necesito que me la metas en el coño, o en el culo, haz lo que quieras con tu puta, pero, por favor, no me tortures más, fóllame… ¡FÓLLAME!

Di un paso atrás, horrorizado. ¿Quién era aquella mujer? ¿Cómo era posible que se pareciera tanto a Malena? ¿Dónde estaba mi hermana?

– Ricky, por favor, fóllame ya, dame tu verga, la necesito…

No podía creerlo, esa puta… Sin darme cuenta, mi polla empezó a crecer dentro del pantalón, endureciéndose a toda velocidad. La sangre se agolpó en mi cerebro, el corazón me latía en los oídos, dejé de ser consciente de mis actos.

Aquella puta, aquella golfa no podía ser mi hermana, era otra mujer que se le parecía. Y, si no era mi hermana, entonces… no pasaba nada por follármela, ¿verdad?

Sin darme cuenta, llevé una mano hasta su cuerpo y le agarré un pecho, con brusquedad, estrujándolo con ganas.

– Sí, mi amor – gimoteó Malena al sentir mi contacto – Estrújame las tetas, son tuyas…

Le hice caso. Llevé mi otra mano hasta el pecho libre y empecé a apretarlos sin compasión, amasando los exquisitos globos de carne con lujuria, la cabeza completamente ida.

Pellizqué con saña sus pezones, retorciéndolos, queriendo hacerle daño, pero ella, lejos de quejarse, gimoteó de placer y se mordió los labios, con una expresión de golfa tal en el rostro, que jamás imaginé fuera capaz de esbozar.

– Sí, cariño, así, pellízcame. Úsame, soy tuya – gemía Male, enervándome.

Sin pensar, eché las caderas hacia delante y apreté mi ya durísimo bulto contra su cara, frotándolo con fruición; ella, por su parte, en cuanto notó el contacto, apretó el rostro contra mi erección, acariciándola con la mejilla con lascivia, literalmente frotando la cara contra mi entrepierna.

– Qué dura está ya, mi amor, qué dura… por favor, tu zorrita ha sido buena, dámela ya, por favor…

Me aparté de ella bruscamente, jadeando y excitado como jamás antes. Con rapidez, me bajé la cremallera y, tras un frenético forcejeo, logré extraer mi rezumante verga del pantalón, volviendo inmediatamente a estrujarla contra el rostro vendado de mi hermana.

– Sí – gimió ella, al notar la palpitante carne apretándose contra su mejilla – Sí, mi amor, tu polla, dame tu polla…

Mientras frotaba el rostro contra mi verga, Malena, poseída por la lujuria, movía la cabeza intentando atraparla con los labios. Yo, sintiéndome juguetón, me agarré el tronco por la base y empecé a restregársela por la toda la cara, pringándole los labios, la frente y las mejillas de jugos preseminales, mientras ella intentaba, a ciegas, atrapar mi polla con sus libidinosos labios de zorra.

Cuando me cansé del jueguecito y su cara estuvo convenientemente embadurnada de jugos, decidí complacerla y, apoyando mi enhiesto falo en sus labios, presioné ligeramente para deslizarlo en el interior de su boca. Ella, feliz como una niña con un caramelo, lo absorbió lascivamente, echando a la vez la cabeza hacia delante, hasta tragárselo por completo, quedando su cara apretada contra mi ingle.

Permaneció así unos segundos, permitiéndome deleitarme con el calor y la humedad de su boca, sintiendo cómo la punta de mi verga rozaba en su campanilla y se introducía parcialmente en su laringe, rumbo a su esófago. Cuando no pudo más, retiró lentamente la cabeza, apretando con fuerza los labios, deslizándolos así sobre mi estaca de forma enloquecedora.

– Me encanta tu polla – dijo, con gruesos pegotes de saliva y otros líquidos resbalando de su boca – Es deliciosa. Me vuelves loca.

Y eso me pasó a mí. Enloquecí.

Verla allí, desnuda, atada, diciendo obscenidades, el calor de sus labios… No pude más.

Sin poder contenerme, agarré su cabeza con ambas manos y, echando bruscamente la pelvis hacia delante, volví a enterrarle la polla hasta las amígdalas, obligándola a echarse hacia atrás, atrapando su cabeza entre el respaldo del sofá y mi ingle.

– Mpfpppfpfffhhhh – gorgoteó Malena, agitando la cabeza, tratando de extraer mi rígida estaca de su garganta.

– Y una mierda – pensé.

Para afianzarme, aferré el respaldo del sofá con ambas manos, inclinado hacia delante sin perder el equilibrio. Cuando estuve seguro de no caerme, eché el culo un poco para atrás, sacándole una porción de rabo, permitiéndole respirar.

Y empecé a follarle la boca. Usando el respaldo como asidero, empecé a bombear en su garganta, hundiendo una y otra vez la polla entre sus carnosos labios, deleitándome con el contacto de su lengua sobre mi excitado nabo.

Esperaba que Malena se resistiese y que, a pesar de estar atada, forcejeara para escapar de mi presa. Pero qué va, la muy zorra, sin duda acostumbrada a aquel tipo de tratamiento, se limitó a relajarse, permitiéndome hundírsela una y otra vez hasta el fondo.

Cada vez que le sacaba una porción de rabo, un chorreón mezcla de saliva y fluidos salía disparado, resbalando por su barbilla y pringándole las tetas. Además, las arcadas que le provocaba mi verga hacían que fuera incapaz de contener las lágrimas, que formaban un reguero continuo deslizándose por sus mejillas.

Me conmoví. Jamás fui capaz de ver llorar a Malena sin que se me partiera el alma. Me detuve, súbitamente consciente de la locura que estaba haciendo.

Me quedé quieto, jadeante, incrédulo de haber sido capaz de cometer semejante aberración, con media polla dentro de la boca de mi hermana y la otra media fuera, brillante y pringosa por sus babas.

Entonces Male gimió, protestando. Como yo no me movía, ella solita se encargó de volver a tragarse mi polla enterita, echando el rostro hacia delante y hacia atrás, follándose la boca con mi verga de motu propio.

Y ya no tuve más dudas.

Con un rugido de rabia, la embestí de nuevo, con ganas, con ansia, odiándola y deseándola a la vez, a punto de volverme loco.

De repente, sentí un indescriptible placer y mis testículos entraron en erupción. Al sentir cómo la corrida estaba lista para brotar, clavé con fuerza las manos en el respaldo del sofá, hasta que los nudillos empalidecieron y eché las caderas por completo hacia delante, enterrándole la polla hasta el fondo, manteniéndola atrapada contra el respaldo mientras mis pelotas se descargaban a placer.

Con un berrido, me derramé directamente en su garganta, disparando semen en su esófago, en su estómago, como complemento proteínico para antes del almuerzo. Ella no se resistió, ni pareció incómoda por tener que tragarse la corrida, sino todo lo contrario. Cuando quise darme cuenta, noté cómo estaba chupando mi pene, como si fuera un bebé prendido a un pezón, tratando de absorber y tragarse hasta la última gota de lefa.

Cuando acabé de correrme, me retiré jadeante de su boca y ella, nuevamente, apretó los labios con fuerza, deslizándolos sobre mi todavía rígida estaca, dejándola perfectamente limpia y presta para la acción.

Cuando la saqué por completo, mi hermana se relamió los labios, en un gesto tan de putilla satisfecha, que mi polla dio un brinco, azotada por un ramalazo de placer provocado por lo morboso de la situación.

– Tu zorrita ha sido buena y se ha bebido toda la lechita, Ricardo. Estaba deliciosa, pero ahora, por favor, dámela, métemela te lo suplico.

¿Es que aquella puta no tenía límites? Pues, si quería polla… ¡YO SE LA IBA A DAR!

Me recorrían un sinfín de sensaciones distintas, me sentía excitado, por supuesto y deseando que aquello no se acabase, pero también me sentía rabioso, enfadado, sin acabar de aceptar que mi dulce hermana se hubiera convertido en aquella ninfómana lujuriosa y perversa.

Sus palabras lascivas, suplicándome que me la follara, me mantenían loco de calentura, pero, sobre todo, estimulaban mi ira. Me quedé mirándola un segundo, de arriba abajo y me di cuenta de que la muy furcia estaba moviendo las caderas ligeramente, intentando que el consolador que tenía hundido en la vagina se agitara en su interior, mientras su compañero a pilas seguía dando vueltas y vueltas en su ano. La deseé y la odié a partes iguales en ese momento. No quería seguir escuchándola, tenía que hacerla callar o iba a volverme loco.

Con un gruñido, apoyé una mano en una de sus rodillas y, dándole un brusco empujón, la derribé encima del sofá. Ella dio un gritito por la sorpresa, que quedó inmediatamente ahogado por el cojín, ya que cayó boca abajo y, al estar atada y no poder moverse, su rostro quedó aplastado contra el asiento del sofá, sin tener siquiera la posibilidad de respirar.

Malena forcejeaba, tratando de levantar la cabeza y poder llevar así aire a sus pulmones, pero con escaso éxito, pues su propio peso la mantenía pegada al cojín. Yo la miraba, en silencio, acariciándome el falo con aire distraído, pensando en cómo iba a follármela a continuación. Me quedé mirando el vibrador de su culo, que giraba y zumbaba sin parar, lo que resultaba incluso hipnótico.

Por fin, desperté de mi ensoñación y, aferrando a Malena por los cabellos, tiré con fuerza levantando su cabeza, con lo que la pobre pudo por fin respirar profundamente, recuperando el resuello.

Pero ni por esas protestó.

– Lo siento, amor – dijo – He sido mala. No me he corrido mientras chupaba tu polla. Me merezco el castigo, pero es que las cuerdas duelen… llevo atada horas…

Joder. Hasta a que le hiciera esas cosas estaba acostumbrada.

Mi polla volvía a ser una roca, seguía deseando con locura follármela. Y ella no dejaba de suplicármelo, así que me dispuse a complacerla.

Me levanté del sofá, con mi rabo como una lanza agitándose entre mis piernas. Me arrodillé en el asiento, detrás de Malena, que seguía boca abajo. La aferré por las caderas y la atraje hacia mí, sorprendiéndome la facilidad con que la manejaba, pues pesaba muy poco.

Me moría por gritarle que iba a follármela, por decirle lo zorra que era y que iba a tirármela hasta reventarla. Pero el poco juicio que aún me quedaba me lo impedía, no podía permitir que reconociera mi voz, tenía que seguir pensando que era Ricardo quien estaba con ella.

Con una mano, aferré el consolador que rellenaba su coño y, tirando con firmeza, fui extrayendo el trozo de látex de su interior. No era tan grande como esperaba, era de tamaño digamos que estándar, lo que me agradó, pues así su coño no quedó excesivamente dilatado al sacárselo.

Quería sentirla bien.

Con una mano, seguí aferrando el pelo de mi hermana, tirando para evitar que su cara volviera a enterrarse en el sofá; con la otra, me aferré la polla, que estaba al rojo vivo y la situé en posición. Malena, al notar mis maniobras, gemía como una perra y me suplicaba que se la metiera de una vez, moviendo el culo a los lados con el estrecho margen que sus ataduras permitían. Apreté los dientes y empujé, clavándosela de un tirón. Cipotazo al canto.

– ¡SÍIIIIII1 ¡DIOS, CARIÑO SÍ! ¡CLÁVAMELA! ¡FÓLLAME HASTA EL FONDO! ¡NO PUEDO MÁS, FÓLLAME, RÓMPEME EL COÑO!

Con rabia, tiré con más ganas de sus cabellos, haciéndole saltar las lágrimas, pero ella no se quejó, sino que siguió gritándome obscenidades que me excitaban y me enfadaban en idéntica proporción.

Usando ambos sentimientos, inicié un mete y saca demencial, martilleando la vagina de mi hermana con ferocidad, follándomela como una bestia. Su interior era maravilloso, justo como siempre había imaginado que sería, un coñito caliente, jugoso y apretado, que daba realmente gusto de follar.

Y, además, podía sentir sobre mi polla las sacudidas procedentes del vibrador que seguía enfundado en su recto, con lo que el placer se incrementaba todavía más.

El jodido vibrador. No podía evitarlo, pero los ojos se me iban invariablemente hacia el dichoso aparatejo. Yo seguía bombeando en el coño de Malena, hundiéndome en ella una y otra vez, pero el maldito vibrador… ¿Por qué iba a disfrutar él de su culito y no yo?

Le solté los cabellos, con lo que su cara volvió a estamparse contra el sofá, ahogándose sus gemidos y jadeos y aferré el vibrador, que dio un salto en mis manos, sin dejar en ningún momento de clavársela hasta el fondo a mi hermana una y otra vez.

Sorprendido por la intensidad del movimiento del puto chisme, empecé a juguetear con él, moviéndolo dentro del culo de Malena, a la vez que seguía penetrándola sin compasión. Malena, a pesar de tener la cara apretada contra el asiento, empezó a rugir como una leona, moviendo el cuerpo a los lados como loca.

Finalmente, di un tirón y lo extraje por completo, quedándome con el insidioso juguetito moviéndose en todas direcciones en mi mano. Con un dedo, encontré el botón de encendido y lo apagué, dejándolo a un lado sobre el sofá.

Miré entonces el ano de mi hermanita, que muy lentamente, iba cerrándose y recuperando su tamaño habitual, una vez libre del intruso artificial. Decidí impedir el fenómeno, empleando una herramienta más… natural.

Malena dio un gruñido de insatisfacción cuando le saqué la verga de golpe, pero no le dejé demasiado tiempo para quejarse, pues rápidamente, con ansia, ubiqué mi estoque en su entrada trasera y, con un fuerte culetazo, la empitoné hasta las bolas, consiguiendo esta vez sí, que aullara como una bestia.

Y empecé a follarle el culo, con las mismas ganas y bríos que había empleado en machacarle el coño. Y si su vagina era buena… su culito era excepcional.

Joder, lo admito. Era mi primera vez porculizando a una chica. Como dije antes, durante mi adolescencia había tenido pocas (ninguna) experiencia con chicas, pero ahora, gracias al dinero, había adquirido bastante experiencia, aunque fuera de previo pago.

Sin embargo, la sodomización era para mí como un mito. Una meta inalcanzable. Nunca me había atrevido a pedirle a ninguna de mis acompañantes que me permitiera la práctica del griego. Es más, ni siquiera había sido capaz de pedirles presupuesto, ya saben, con factura para desgravar luego a Hacienda.

Y allí estaba yo, follándole con toda el alma el culo a mi propia hermana. Me prometí que, después de aquel día, no iba a dejar puta sin sodomizar en toda la ciudad. Aquello era la hostia.

– ¡Coño, que se ahoga! – dije para mí con alarma, al darme cuenta de que había dejado a Malena un buen rato sin poder respirar.

Y dudaba mucho que, a pesar de no parar de bombearla, eso estuviera llevando aire a sus pulmones.

Volví a tirarle del pelo y a levantar su rostro, un poco acojonado por si estaba medio asfixiada, pero que va, la muy golfa seguía gozándolo al máximo, gritando y aullando como loca que le rompiera el culo.

– ¡SÍ, RICKY, ASÍ CARIÑO, FÓLLALE EL CULO A TU PUTA! ¡MÉTEMELA HASTA EL FONDO, QUIERO QUE ME LLENES EL CULO DE LECHE HASTA ARRIBA! ¡FÓLLAME!

Y lo hice. Vaya si lo hice, me clavé en aquel culo a lo bestia, como si fuera una perforadora buscando petróleo; enrabietado, martilleé el esfínter de mi hermana, queriendo incluso hacerle daño, furioso por haber descubierto por fin la clase de mujer que en realidad era.

Ella seguía gimiendo y gritando barbaridades, lo que, aunque me excitaba un montón, también me enojaba muchísimo. No quería seguir oyéndola.

Pero claro, con lo entusiasmado que estaba sodomizándola, si volvía a dejarla sin poder respirar era capaz de olvidarme del tema y que acabara asfixiándose.

Así que decidí darle la vuelta.

– A ver si soy capaz – dije para mí.

Como un desafío, me propuse voltear el cuerpo de mi hermana sobre el sofá sin sacarle la polla del culo, como si fuera un pollo en un espetón. Una vez más, me sorprendió lo fácilmente que podía manejarla, era ligera como una pluma. Si es que las plumas pudieran ser tan putas, claro.

Lo conseguí con bastante facilidad. Alzándola a pulso, la hice volverse sobre el asiento sin desclavarla en ningún momento, sintiendo en mi polla cómo su ano se retorcía y me mantenía bien sujeto. Cuando estuvo boca arriba, la dejé de nuevo sobre el sofá y, echando las caderas hacia delante, volví a enterrarle en el culo la porción de rabo que había extraído para facilitar mis maniobras.

– ¡SÍIIII, AMOR MÍO, SÍ, CLÁVAMELA HASTA EL FONDO, QUIERO SENTIR TUS HUEVOS EN MI CULO, MÉTEMELA, MÉTEMELA HASTA EL… PHHHHFFFF!

Enrabietado, ahogué sus gritos simplemente aferrando la mordaza y devolviéndola a su lugar, cerrando su boca de furcia con la pelotita de goma. Aunque eso tampoco la molestó lo más mínimo, pues continuó gimiendo y gritando como loca, aunque al menos logré que no se le entendiera nada de lo que decía.

Seguí follando, bombeé y bombeé. Me sentía pletórico, mi sueño por fin se había hecho realidad. Ahora que no la escuchaba diciendo obscenidades, cerré los ojos e imaginé que, en realidad, estaba tirándome a la dulce Malena que yo tanto quería y no a aquella especie de súcubo sometida por el cabronazo de Ricardo.

Miré a un lado y nos vi reflejados en el cristal del mueble de la televisión. Me encantó lo que vi, me sentí poderoso, importante, un macho aniquilador que estaba convirtiendo a una mujer en su esclava a base de darle placer.

Me fijé en el oso de peluche que Malena tenía en la estantería, que parecía estar disfrutando del espectáculo de ver cómo le rompían el culo a su dueña. Sonriendo, saludé al osito con la mano, redoblando mis empellones en el culo fraterno.

Y me corrí. Como un animal. No importó para nada lo intenso de mi anterior orgasmo. Si era para Malena, mis cojones eran capaces de fabricar litros de leche. La llené hasta arriba, tal y como ella me había pedido.

Resoplando agotado, le saqué el nabo del culo a mi hermana, con lo que un borbotón de semen brotó de su ano, manchando todavía más el sofá. Malena no se movía, parecía haberse desmayado por el placer y su cabeza colgaba a una lado, desmadejada e inmóvil.

Me senté a sus pies, recuperando el resuello. Había sido el mejor día de mi existencia. Reí, feliz y contento, mirando al techo, agradecido por primera vez en mi vida a Ricardo.

Poco a poco, fui serenándome. Malena empezó a despertar, moviendo la cabeza a los lados, sin poder ver por la venda, gimoteando cosas ininteligibles debido a la mordaza. Divertido, aparté nuevamente la bolita roja, para escuchar lo que mi hermana tuviera que decirme.

– Ha sido increíble, amor. Nunca me habías follado así. Creí que me iba a volver loca de gusto.

Mi ego estaba a punto de estallar al oírla.

– Pero ahora suéltame, Ricardo, ya no puedo más. Me duele todo. No voy a ser capaz de preparar nada para comer, tendremos que comer algo precocinado. O mejor, pide unas pizzas…

Y entonces sucedió. Una vez recuperada la calma, al escuchar a Male hablar de cosas tan triviales, las consecuencias del crimen que acababa de cometer se abatieron sobre mí como una tonelada de ladrillos.

Pero, ¿cómo había podido? ¿Me había vuelto loco? ¡Había violado a mi hermana!

Al borde del infarto, me puse en pie de un salto, devolviendo mi completamente mustio pene al encierro del pantalón. El corazón se me iba a salir por la boca. ¿Qué iba a pasar cuando volviera Ricardo y Malena descubriera que no había sido su novio el que se la había follado?

Entonces me detuve. Un momento. Quieto parado. ¿Y por qué iba a sospechar que había sido yo? No había razón alguna. Yo era su hermano. Y ellos no sabían que tenía llave de su piso. Lo lógico era que sospecharan de alguno de sus amigos, de esos a los que el capullo de Ricardo les había dado la llave. Y lo mejor era que no sabrían quien había sido.

Si Ricardo era capaz de tratar así a su novia, no me extrañaría lo más mínimo que, no queriendo implicar a ninguno de sus amigos, no denunciara el suceso a la policía.

Todavía podía salir con bien de todo aquello.

Frenéticamente, volví a colocar la mordaza a Malena, que ésta vez sí protestó extrañada, forcejeando un poco. Tras asegurarme de que la venda seguía en su sitio, fui corriendo al baño a por una toalla, que usé para limpiar lo mejor que pude el desastre que había en el sofá.

Al estar Malena de nuevo en posición erguida, mi semen no había dejado de brotar de su culo, que yo limpié briosamente hasta eliminar la mayor parte, mientras mi hermana protestaba y se agitaba enfadada, quizás pensando en que su novio se disponía a dejarla allí atada un rato más.

Estaba a punto de marcharme, cuando vi el consolador de látex tirado en el suelo. Pobrecito, iba a coger frío. Me incliné y lo cogí, arrodillándome de nuevo frente a los muslos abiertos de mi hermana, deleitándome una vez más con el exquisito aroma de su coñito.

Con una sonrisa diabólica en el rostro, separé bien los labios de su vagina y, colocándolo en posición, retorné el trozo de látex a su ubicación original, mientras mi hermana se retorcía y gimoteaba.

Sin dejar de sonreír, aferré el otro aparatejo, que seguía tirado en el sofá, y, con cuidado de no hacerle daño, volví a metérselo en el culo, para volver a encenderlo a continuación. En cuanto el cacharro empezó a zumbar y a retorcerse, mi sonrisa se hizo todavía más ancha y, sintiéndome completamente satisfecho, me levanté y salí de la sala, abandonando el piso a continuación, mientras Male seguía chillando y forcejeando en el salón.

Me largué del bloque inmediatamente, procurando que nadie me viera y conduje hasta un restaurante en la otra punta de la ciudad, confiando en que todo saliera como esperaba.

Y, si no era así… Al menos me habría follado a mi hermana.

EPÍLOGO:

En cuanto la puerta del piso se cerró tras Lucas, se abrió otra en el interior de la vivienda y Ricardo, tras asegurarse de que no hubiera moros en la costa, caminó tranquilamente por el pasillo, rumbo al salón.

Allí le esperaba su novia, convenientemente atada y empaquetada, con los dos consoladores bien enterrados en sus tiernos agujeritos.

– Fiuuuuu – silbó Ricardo al ver a su chica – Menudo cabronazo está hecho tu hermano. Menuda bestia.

Al oír la voz de su amante, Malena se agitó, indignada. Sonriendo, Ricardo avanzó hacia ella mientras metía la mano en el bolsillo, de donde sacó una pequeña navaja. Con habilidad, usó el instrumento para empezar a librar a la mujer de las cuerdas que la atenazaban, hasta que por fin, sintiéndose libre, la agarrotada chica se derrumbó sobre el sofá, librándose ella misma de la venda y la mordaza.

Tras hacerlo, alzó la vista, encontrándose con la mirada divertida de su novio, que la miraba de pie, junto al sofá.

– Jo, cariño, estoy hecha polvo – dijo Malena – Menudo palizón me ha dado.

– Ya lo he visto – dijo Ricardo sin dejar de sonreír – No esperaba que el julay de Lucas llevara tanto dentro.

– Te lo dije – dijo Malena devolviendo la sonrisa – Ya te conté que lleva toda la vida babeando por mí. No iba a ser capaz de resistirse.

– Punto para ti – dijo él – Lo admito. Todo ha salido como lo habías planeado.

Malena se encogió de hombros, en un gesto condescendiente, mientras su novio hacía el signo de ok con el índice y el pulgar.

– Anda, tráete el aceite para masajes. Estoy hecha polvo.

Obediente, Ricardo salió de la sala, regresando instantes después con la botella de líquido. Acostumbrado a esas cosas, se sentó en el sofá, junto a su novia, que no tardó ni un segundo en tumbarse boca arriba en su regazo, con las tetas apuntando al techo.

– Sé delicado, que me duele todo – dijo Malena.

Sonriendo, Ricardo extendió una generosa capa de aceite sobre el torso de su chica y empezó a extenderlo con las manos, aliviando la piel de las rozaduras de las cuerdas y relajando los músculos tras haber estado tanto tiempo inmovilizados.

Especial atención dedicó a los pechos de la muchacha, que le volvían loco, entreteniéndose en juguetear con los sensibles pezones, como sabía le gustaba a ella. Pronto estuvieron enhiestos, como también lo estaba su polla, que se apretujaba contra la espalda de la chica, que sonreía con lascivia al notar la presión que ejercía la entrepierna de su novio.

– Vaya, vaya, cómo estamos… Se ve que te ha gustado el espectáculo – dijo con voz insinuante la chica.

– No ha estado mal. Pero tu hermano es un bestia.

– Lo sé. Ya te dije que no tiene ni puta idea de mujeres.

– ¿Te has corrido?

– ¿Con él? ¡Ni de coña! Aunque reconozco que el puto vibrador daba un gustirrinín que…

Siguieron charlando un rato, con Ricardo masajeando a su novia, devolviendo la tonificación a sus músculos. Cuando Malena estuvo satisfecha, se dio la vuelta sobre el sofá, permitiendo a su novio masajearle la espalda, el cuello y los hombros, recreándose especialmente en los soberbios glúteos de la muchacha.

– ¿Lo has grabado todo? – preguntó Malena.

– ¿Tú qué crees? Tres tomas diferentes, una cámara ahí y otra ahí – dijo señalando dos puntos de la habitación – Y la última, la de nuestro amigo Teddy.

El oso de peluche pareció devolverle la sonrisa a Ricardo. También se lo había pasado bien con el espectáculo.

– ¿Sabes? Me muero por ver la cara que va a poner esta noche tu hermanito cuando le hablemos de nuestro “negocio”. No sabes la de tiempo que llevo queriendo borrar esa expresión de suficiencia y desprecio con que me mira siempre – dijo Ricardo.

– Tranquilo, que vas a quedar satisfecho.

– ¿Cómo se siente ahora, señorita Malena, al saber que no va a tener que volver a trabajar en su vida?

– Fenomenalmente, señor Ricardo. Y ahora, déjate de tonterías y fóllame de una puta vez antes de que te meta dos tortas. Odio quedarme a medias – dijo Malena con tono imperioso.

– Como usted ordene, mi ama – dijo el chico poniéndose tenso, respondiendo inmediatamente a las órdenes de su dueña.

Y las obedeció al pie de la letra.

FIN

PD: Querido lector, si conoces algún otro caso de Woman in trouble, házmelo saber y, si es interesante, podría animarme a contar su historia (aunque no prometo nada). Un saludo y gracias por leerme.
Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un e-mail a:
ernestalibos@hotmail.com

Relato erótico:”Jane IV” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 24

Sin títuloJane despertó, vio una cara oscura, arrugada y curiosa, reculó asustada a toda velocidad, perdió pie y cayó fuera del nido. Un segundo después notó un tirón en el tobillo y quedo suspendida boca abajo a quince metros del suelo con el corazón en la boca. Levantó la vista y vio la cara del chimpancé asomándose por el borde del nido enseñándole su dentadura con una mueca sardónica.

-¡Joder! –dijo Jane por primera vez en su vida.

Respiró profundamente dos veces y reuniendo las fuerzas que le quedaban, logró doblarse sobre sí misma y agarrar la liana de la que estaba suspendida. Poco a poco fue trepando los cinco metros de liana que le separaban del nido bajo la atenta mirada del chimpancé que sonreía y se hurgaba la nariz disfrutando del espectáculo. Tras un par de minutos de agónico esfuerzo logró agarrarse al nido e izándose en un último esfuerzo logró pasar la cabeza por encima del borde. Ver la cara de un hombre blanco de pelo largo y enmarañado y sonrisa salvaje le hizo perder el equilibrio de nuevo cayendo otra vez al vacío.

-¡Joder! –Dijo Jane por segunda vez en su vida mientras escuchaba furiosa las risas provenientes de arriba –me estoy empezando a cansar de hacer el idiota.

Jane se dobló de nuevo pero no pudo repetir la hazaña anterior y solo logró ver como hombre y mono la observaban y parecían compartir algún tipo de broma. Jane cada vez más enfadada les hizo señas para que la izasen, pero ellos divertidos se lo tomaron con calma y estuvieron viéndola balancearse un rato antes de empezar a tirar de la liana.

Cuando llegó arriba la cara de Jane estaba como la grana, más por el enfado que por haber estado suspendida varios minutos boca abajo. El chimpancé se apartó instintivamente al ver el gesto de ira de la joven, pero el hombre la miraba con descaro y curiosidad infantil. Era un hombre joven, alto, vestía un minúsculo taparrabos de cuero con lo que Jane pudo admirar su cuerpo musculoso, sus hombros anchos y su pecho profundo. Tenía el pelo largo y negro atado con descuido y los ojos marrones, unos ojos que la escrutaban como si fuese una especie de jeroglífico que aquel hombre intentaba desentrañar. Sacando los labios hacia fuera y emitiendo un sonido parecido a un suspiro acercó la mano al rostro de Jane y le tocó la melena. Jane primero intentó apartarse pero como solo percibió un gesto de curiosidad le dejó hacer. Parecía no haber visto una persona de su raza en toda su vida. Cogió un mechón de pelo y se lo llevo a la nariz olisqueándolo ruidosamente.

-¡Hey!, ¡Cuidado! –grito jane cuando el salvaje tiro del pelo para que la mona también lo oliera.

La chimpancé no fue tan comedida y después de aspirar el perfume del champú de Jane empezó a dar gritos y saltos y acabó encaramada en una horquilla dos ramas por encima de ellos. El salvaje observó las evoluciones de la mona unos segundos y luego continuó examinando a Jane. Palpó su ropa e intento tirar de ella para ver lo que había dentro pero Jane se lo impidió con una sonora palmada.

-¿Hablas mi idioma? –Le preguntó Jane esperanzada.

-¿Parlez-vous français? –repitió en francés recibiendo el mismo silencio por respuesta.

-¿tu parli italiano?

-¿Sprechen du deutch?

El salvaje se dedicó a mirarla sin decir una palabra. Jane, maldiciendo su suerte suspiró y empezó por el principio:

-Yo Jane, -dijo señalando su pecho con el índice –¿y tú? –dijo tocando su pecho.

El hombre respondió con una mirada interrogativa así que armándose de paciencia repitió otras dos veces hasta que finalmente el hombre respondió:

-¡Jane! –dijo señalándose no muy convencido.

-No, no, no –dijo ella perdiendo la paciencia y pensando que aquel tipo era más tonto que una piedra –Yo Jane, tú…

-¡Tarzán! –dijo con una sonrisa de iluminado.

-Tú Jane –dijo el salvaje hincando su dedo dolorosamente en una teta de Jane –yo Tarzán, tu Idrís –dijo señalando a la mona que seguía observándolos desde arriba.

-No, -dijo sacudiendo la cabeza –ella Idrís. Yo Jane, tú Tarzán, ella Idrís.

-Yo Tarzán, tu Jane, el-la Idrís. -Dijo el señalando correctamente con una sonrisa de satisfacción.

-Ahora sigamos con la lección –dijo arremangándose la blusa –tu y yo dijo señalándose a ambos -humanos, ella –dijo señalando a Idrís – mono.

-Tú, yo, humanos, ella mono.

-Yo, nosotros –dijo señalando a ambos –humanos. Idrís mono…

Cuando se dio cuenta el sol estaba alto en el cielo y un rugido de sus tripas le recordó que no tenía ni idea de cuando había comido algo por última vez. Moviendo su mano sobre su estómago y haciendo el gesto de echarse algo a la boca le pidió algo de comer. El salvaje pareció entender, se irguió, se golpeó varias veces el pecho con los puños y desapareció en la espesura. Mientras volvía y siempre bajo la vigilante mirada de Idrís se sacó la bota para examinarse el tobillo que le había salvado la vida. Estaba magullado y tenía una pequeña escoriación en él pero podía moverlo con libertad y apenas le dolía. Probó a ponerse de pie pero toda la frágil estructura del nido se estremeció y con mucho cuidado volvió a dejarse caer en el lecho de hojas. Cuando miró por el borde vio que el suelo estaba a más de veinticinco metros de altura y por primera vez fue consciente de la fuerza que debía tener aquel hombre para haber logrado subirla hasta allí.

Mientras el hombre volvía Jane se dedicó a observar a Idrís, jamás había estado tan cerca de un animal salvaje y su ausencia de miedo ante su presencia le desconcertaba un poco. Con una señal inequívoca le animó a la chimpancé a que se acercase. Idrís pareció dudar unos momentos pero luego pudo más la curiosidad y se bajó de la rama en la que estaba encaramada dejándose caer con habilidad sobre el nido. Por su aspecto con pelos blancos en la barbilla y algunas calvas distribuidas por todo el cuerpo daba la impresión de ser bastante anciana, pero sus ojos grandes y verdes expresaban vitalidad y curiosidad.

Con deliberada lentitud para no sobresaltar al animal fue acercando una mano hasta poder acariciar la mejilla de la mona. Idrís se giró un poco y olfateó la mano de Jane mientras emitía unos cortos suspiros. Jane sonrió por la calidez y la inteligencia con la que se expresaba el animal sin tener que decir una sola palabra. Durante unos instantes Jane consiguió olvidarse de su precaria situación; perdida en la selva, sin armas ni pertrechos y a merced de los caprichos de un salvaje incivilizado. Cuando Tarzán llegó con una selección de frutas entre los brazos Idrís estaba espulgando amorosamente el largo y rizado pelo de Jane.

Diez minutos después Jane estaba tumbada en el nido sintiéndose atiborrada de plátanos y unos frutos amarillos y blandos que le dieron una ligera sensación de mareo. Ante la atenta mirada del salvaje se quedó rápidamente dormida.

Cuando despertó, el sol empezaba a caer y atendiendo a los gestos de Tarzán se levantó y se puso en movimiento tras él. Durante unos doscientos metros no le pareció tan difícil moverse por la bóveda forestal a pesar de que su ropa se enganchaba y sus botas resbalaban en la corteza húmeda constantemente. Al igual que en el suelo, los animales tendían a moverse siempre por los lugares más accesibles y hacían pequeños senderos en el ramaje. Sin embargo, cuando llegaron al final del sendero y sus dos acompañantes se lanzaron con naturalidad al vacío para agarrar una liana y poder acceder al árbol siguiente se quedó congelada mirando al suelo treinta metros más abajo. Desde el otro lado Tarzán le hizo señas y la llamó por su nombre para que hiciese lo mismo pero rápidamente se dio cuenta de que Jane no era capaz, saltó de nuevo a la liana y con una naturalidad asombrosa, se acercó a ella la cogió por el talle y la deposito en el otro árbol. Fueron unos pocos segundos pero la sensación de ingravidez y el fuerte brazo del hombre ciñendo su talle contra el despertaron en Jane una punzada de deseo. Durante todo el viaje se repitió la situación. Ella avanzaba a trompicones entre un ramaje más o menos espeso y cuando llegaban a un obstáculo que a Jane se le antojaba insalvable, él la cogía por la cintura y ella entrecerraba los ojos, se dejaba llevar y humedecía su ropa interior con el deseo. Cuando volvía a poner el pie en un lugar más o menos seguro recordaba a Patrick y su compromiso y la culpabilidad y la vergüenza se apoderaban de ella.

Al llegar a su destino las botas sucias, la ropa ajada y el pelo revuelto merecieron la pena. A su derecha una cascada de veinte metros de altura desaguaba en un estanque de aguas frescas y cristalinas. En el claro que lo bordeaba una familia de gorilas remoloneaba entre la hierba verde y frondosa junto con un par de elefantes y unos antílopes parecidos a las jirafas pero con rayas blancas y negras en las ancas como las cebras. Por los árboles que rodeaban al claro, jugaban, peleaban y gritaban los compañeros de Idrís ahogando los trinos de miles de pájaros.

Sin mirar a Jane Tarzán no se lo pensó y con el alarido que había escuchado cuando estaba en manos de los bandidos se lanzó al estanque desde lo alto del árbol. Jane ayudada de una liana bajo hasta el suelo, se quitó la ropa sucia detrás de un pequeño arbusto bajo la atenta mirada de los dos elefantes y con un movimiento furtivo se metió en el agua disfrutando de su frescor.

Al darse la vuelta vio como Tarzán observaba con curiosidad su cuerpo distorsionado por las ondas del agua. Jane se tapó los pechos y el sexo con las manos con una sensación de vergüenza pero también de emoción al ver el deseo en los ojos del hombre.

Llevaban días buscando y se les acababa el tiempo. Cada hora que pasaba las posibilidades de Jane disminuían y cada hora que pasaba sus ánimos decrecían. Con las primeras tormentas el suelo se embarró y los rastros, de haber existido, habrían desaparecido, así que tuvieron que retirarse derrotados antes de que la temporada de lluvias los dejase aislados. El padre de Jane parecía haber envejecido diez años de repente .Cuando llegaron a la aldea, Patrick estaba tan furioso que mató a los dos guías y aunque no cumplió su promesa de matar a todos los habitantes de la aldea, le dio una soberana paliza al jefe jurándole que si volvía a enterarse de que le tocaban un pelo a otro hombre blanco volvería para cumplir su promesa.

El viaje de vuelta a Ibanda fue triste por la ausencia de Jane y penoso por la lluvia que no dejaba de caer empapándolo y embarrándolo todo.

-Lo siento Avery –dijo Patrick con el refugio de caza ya a la vista –debí ser fuerte y negarme a llevarla conmigo. Es mi culpa, soy su prometido y debí imponer mi criterio.

-No te culpes Patirck, -respondió Avery –ambos sabemos que si adorábamos a Jane, en parte era por su atrevimiento y su independencia. Nada en el mundo le habría disuadido de acompañarnos.

-Yo… la amaba sinceramente. No sé qué voy a hacer ahora sin ella. –dijo Patrick hundido.

-Debemos seguir adelante, volver a Inglaterra y continuar con nuestra vida, aferrándonos a su recuerdo. –replicó el anciano con la voz temblando.

-No, -dijo con una mueca de tristeza –no me iré de aquí sin encontrar al menos su cuerpo. Eso se lo debo. Cuando termine la estación de lluvias volveré y la encontraré.

En el refugio les esperaba Lord Farquar lo bastante recuperado para poder viajar gracias a los cuidados de Mili, aunque la mirada esperanzada que lanzó a los dos compañeros se veló rápidamente ante el gesto de tristeza y derrota que portaban los dos hombres cuando traspasaron el umbral.

A la mañana siguiente cogieron el tren con destino a Kampala y llegaron a la mansión de Lord Farquar ya avanzada la noche.

El ánimo en la mansión era el de un funeral. La casa permanecía en un silencio sólo roto por los ocasionales sollozos de Mili. Henry y Avery permanecían en el salón, sin hablar, fumando puros y bebiendo una copa de coñac tras otra. Patrick se dedicó a disparar su rifle practicando su puntería hasta que dejo de pensar en nada, cargar, apuntar, disparar, extraer el casquillo, cargar… continuó bajo la lluvia hasta perder la noción del tiempo. Cuando oscureció se retiró a su habitación totalmente indiferente a lo que ocurría a su alrededor.

Avery se sentía totalmente vacío, su hija y única heredera, a la que amaba hasta el punto de dedicarle toda su vida, había desaparecido y ni siquiera tenía un cuerpo que llorar. Estaba bebido, pero el coñac tampoco ayudaba. A las dos de la madrugada Henry se disculpó y poniendo su mano vacilante sobre el hombro de Avery y apretándolo suavemente se retiró a sus aposentos. Avery siguió bebiendo y fumando en la oscuridad hasta que se sintió lo suficientemente borracho como para caer inconsciente en la cama.

Una vez en su habitación se quedó sentado con la cabeza dándole vueltas pero incapaz de pegar ojo, los ojos verdes de Jane le miraban acusadores desde el fondo de su mente. Se acercó al equipaje y revolviendo entre las armas sacó su revólver, el viejo Colt Peacemaker le había acompañado fielmente por todo el mundo. Acarició el cañón y con los ojos llorosos se lo metió en la boca. El sabor a hierro y lubricante invadió su boca. Apretando los dientes amartillo el arma y puso el pulgar en el gatillo… Unos suaves toques en la puerta interrumpieron sus pensamientos y acabaron con su determinación. Con un suspiro apartó el arma y lo puso bajo la cama.

-Adelante –dijo Avery con la voz entrecortada mitad por efecto del alcohol, mitad por la emoción.

-Hola señor –dijo Mili atravesando el umbral con pasos vacilantes. –he oído ruidos en mi habitación y pensé que podría necesitar ayuda.

-Gracias, eres muy amable, pero no necesito ayuda –replicó Avery arrastrando las palabras. –nada puede ayudarme ahora.

-Entiendo perfectamente por lo que está pasando señor. He sido la doncella y confidente de Jane desde su juventud y la quise como como a una hermana. He sacrificado todo, incluso parte de mi felicidad por ella y nunca me he arrepentido. Jane era la criatura más valiente y generosa que nunca conocí.

-Lo sé y sé que ella también te quería y valoraba tu amistad y tus consejos. En fin, estoy convencido de que ahora está en un lugar mejor.

-Yo también, -dijo ella mientras se acercaba y le ayudaba a Avery a quitarse las botas. –Ahora debe acostarse e intentar dormir un poco. Yo le ayudaré.

Con manos hábiles fue quitándole la ropa a un Avery ausente hasta que este quedó en ropa interior. Le ayudó a acostarse en la cama y se tumbó junto a él.

-¡Oh! Avery cuanto lo siento –dijo Mili apretándose contra él procurando que el hombre sintiese la tibieza de su cuerpo a través del tenue camisón.

Avery se removió pero no se apartó de aquel cuerpo generoso, cálido y acogedor. Mili alargó el brazo y rozó los calzoncillos con sus manos regordetas. La polla de Avery reaccionó ante el contacto pero lentamente por el alcohol que corría por sus venas. Mili introdujo sus manos bajo la tela y empezó a sacudir el pene de Avery con suavidad notando como crecía poco a poco. Avery gimió y se revolvió de nuevo pero no apartó a la doncella.

Con una sonrisa, Mili apartó el calzoncillo, se metió el pene semierecto de Avery en la boca y comenzó a chuparlo con fuerza. Poco a poco el pene de Avery fue creciendo en la boca de Mili hasta llenarla por entero. En ese momento empezó a acariciarlo con su lengua con más suavidad, haciéndole disfrutar y embadurnándolo con su saliva, Avery gemía suavemente y acariciaba el pelo de la mujer con torpeza.

Mili se irguió y se quitó el camisón mostrando al hombre su cuerpo blando y generoso con unos pechos grandes y unos pezones rosados e invitadores. Avery alargó la mano y la introdujo en el triángulo de oscuro vello que había entre las piernas de Mili. La mujer se estremeció ligeramente al notar los dedos de Avery acariciar su clítoris y penetrar en su húmedo y cálido interior. Excitada y deseosa por acoger el brillante miembro de Avery en su interior se agacho y le dio al hombre un largo y húmedo beso. Su boca sabía tan fuerte a una mezcla de Whisky y tabaco que le hicieron vacilar pero rápidamente se puso a horcajadas y sin darle tiempo a Avery a reaccionar se metió su polla hasta el fondo. Había dedicado tanto tiempo a Jane que hacía años que no yacía con un hombre. La sensación de tener de nuevo un miembro vivo, caliente y palpitante en su interior fue tan deliciosa que no pudo evitar un grito de placer y satisfacción. Las sensaciones irradiaban desde su vagina y se difundían por todo su cuerpo despertándolo de un largo sueño. Comenzó a moverse con movimientos lentos y profundos mientras dejaba que Avery manoseara y pellizcara sus pechos y sus pezones volviéndola loca de deseo. Cuando se dio cuenta estaba saltando con furia sobre el hombre empalándose con su miembro duro y ardiente. El orgasmo interrumpió el salvaje vaivén unos segundos mientras Mili jadeaba con su cuerpo crispado y sudoroso pero inmediatamente siguió subiendo y bajando por su pene con su coño aun estremecido hasta que notó como Avery se corría dentro de ella inundando su vagina con su semen espeso y caliente.

Mili se derrumbó agotada sobre Avery y sintió el miembro del hombre decrecer lentamente en su interior. Cuando recuperó el resuello depositó un beso en la frente del hombre que ya roncaba ligeramente, se levantó de la cama y salió sigilosamente de la habitación.

Se tumbó en su cama agotada pero satisfecha. Alargo su mano y recogió un poco de la leche de Avery que había escurrido por el interior de sus muslos. La observó a la luz de la luna y la acarició entre sus dedos. En ella residía su futuro, aunque sabía perfectamente que no era una jovencita, aún era fértil y pretendía aprovecharlo.

Relato erótico: “Jane X” (POR ALEX BLAME)

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Esa mañana Jane comió algo de fruta y se marchó a dar un paseo sola. Sin títuloTenía mucho en que pensar. Necesitaba hacer planes. Ahora ya se desplazaba con bastante facilidad por la bóveda forestal y Tarzán la dejó ir sabedor que ella podía arreglárselas.

Todo había empezado hacia tres semanas pero aquella mañana, después de su segunda falta estaba totalmente convencida, se había quedado embarazada. En el fondo se lo esperaba, había estado follando como una gata en celo durante semanas. Lo que le extrañaba es que hubiese tardado tanto en pasar.

No es que le disgustase el hecho de quedarse embarazada, de hecho cuando se dio cuenta se sintió tan feliz que sintió que el corazón no le cabía en el pecho. Le iba a dar un hijo al hombre que amaba.

Pero junto con la alegría también llegó el temor. Una de sus compañeras en la escuela era la hija de una comadrona y las historias que la chica le contaba eran escalofriantes. Naturalmente sabía que en la mayoría de los casos, los partos, aunque dolorosos, no entrañaban un grave peligro para la madre, pero aún así Jane era consciente de la necesidad de que su hijo viniese al mundo con ayuda de alguien experto en el tema.

El problema era como podía planteárselo a Tarzán. El salvaje sólo había visto parir a las monas y estas, por lo que ella había podido ver hasta el momento, no tenían demasiados problemas para dar a luz. No necesitaban ayuda y como mucho en cuatro o cinco horas tenían un monito precioso agarrado a su pecho…

Y esa era otra. Cuando su bebé naciese iba a estar totalmente desvalido un año o dos como mínimo. Realmente no tenía ni idea de cómo podría arreglárselas para que el niño sobreviviera en un lugar tan paradisíaco pero a la vez tan peligroso.

Siguió deambulando sin rumbo fijo durante cerca de una hora sumida en sus pensamientos hasta que unas risas femeninas llamaron su atención. Picada por la curiosidad y por ver otro ser humano después de tanto tiempo se dirigió hacia el lugar de donde provenía el alboroto.

A sus pies una pareja de jóvenes nativos se besaban y charlaban animadamente.

A pesar de que Jane no entendía nada, el lenguaje de la atracción y el sexo era universal y con deleite observó como el hombre fuerte y alto acorralaba a la joven menuda y bonita y le regalaba los oídos con dulces palabras mientras ella se hacía la remolona fingiendo querer escabullirse.

Jane se sintió identificada con la chica y las imágenes del sexo desenfrenado con Tarzán le asaltaron haciendo que un latigazo de excitación azotase sus ingles.

Finalmente la joven se rindió y dándole un largo beso al joven comenzó a acariciar su miembro por encima del taparrabos. El taparrabos comenzó a hincharse hasta alcanzar un tamaño respetable, pero cuando la mujer le quitó la prenda al guerrero, Jane se quedó patidifusa al ver aquel gigantesco miembro.

La joven en cambió no pareció amilanarse y agarró con seguridad aquella gigantesca porra de más de un palmo de longitud y gruesa como una pitón y se la metió en la boca.

Jane no pudo evitar acariciar sus pechos cuando la joven abrió su mandíbula hasta casi desencajarla para dejar entrar semejante miembro. El hombre resopló de placer y le metió la polla hasta el fondo de la boca.

Jane pudo ver horrorizada y excitada al mismo tiempo como la polla del hombre hacía relieve en la delicada garganta de la joven. Después de unos segundos la joven se separó jadeando y con los ojos llorosos comenzó a lamer y chupar la verga del hombre embadurnándola a conciencia con su saliva.

El hombre gemía y agarraba las finas trenzas de la joven empujando suavemente con su pelvis.

Con un ligero tirón obligó a la joven a incorporarse y le dio un largo beso mientras metía la mano entre sus piernas y comenzaba a acariciarle el sexo.

Jane metió a su vez la mano en el taparrabos y se acarició unos segundos antes de quedarse helada por la sorpresa. Al levantar la cabeza hacia el cielo acuciada por el placer vio con preocupación cómo no era la única espectadora. Por encima de ella, a unos treinta metros a su derecha, Blesa observaba a la pareja con curiosidad.

Jane se quedó helada sin saber qué hacer. Si intentaba avisar a los chicos quizás provocase el ataque de la pantera. Probablemente la fiera no se atreviese a atacar a los dos y se retirase aburrida después de un rato. De todas maneras decidió no quitarle el ojo de encima.

Mientras tanto el hombre había acorralado a la mujer contra un árbol besándola y chupando y mordisqueando sus pechos y sus pezones para seguidamente levantarle una pierna y penetrarla. Increíblemente, el hombre fue enterrando poco a poco su polla en el coño de la joven hasta que sólo sobresalieron sus huevos. La mujer suspiro satisfecha y sonrió comenzando a mover sus caderas. El joven no se hizo esperar y empezó a moverse, primero con suavidad, y luego al ver los jadeos y las muestras de placer de la joven con más rapidez y violencia. La joven no tardó en correrse con un grito que hizo huir a monos y pájaros de los alrededores mientras el guerrero seguía bombeando sin piedad.

Tras recuperarse ligeramente la joven apartó al hombre con suavidad lo suficiente para poder darse la vuelta. Durante unos segundos Jane se quedo extasiada viendo el espectáculo de aquella polla gigantesca y la joven desnuda con sus manos apoyadas contra el árbol y moviendo su cuerpo sudoroso y su culo grande y prieto para excitar a aquel hombre. El joven la penetró de nuevo con tal fuerza que los pies de la mujer dejaron de tocar el suelo por un momento. La joven gritó y comenzó a moverse al ritmo de los empeñones del hombre, dando pequeños saltitos para acomodarse a su ritmo.

Con las manos en su sexo y la vista nublada por el placer que sentía Jane apenas vio como el hombre le daba unos últimos y violentos empujones para luego sacar su polla y eyacular gruesos chorreones de semen sobre el cuerpo de la joven que temblaba de placer y excitación.

Cuando se recuperó del orgasmo Jane abrió los ojos y vio como Blesa tensaba su cuerpo y se relamía. Los jóvenes se estaban despidiendo.

Con horror pudo ver que el joven guerrero se iba y la mujer quedaba allí relajada haciendo dibujos con el semen que el hombre había depositado sobre su piel.

Blesa no esperó mucho y cuando estuvo segura de que el hombre no volvería, de dos saltos se plantó ante la joven que quedó inmediatamente paralizada por el miedo.

Movida por un instinto que desconocía, Jane se movió por el ramaje hasta encontrar un sitio adecuado y sin pensárselo pegó un salvaje alarido, agarró una liana y se dejó caer con los pies por delante impactando en el flanco de la pantera con la fuerza de un ariete. El cuerpo entero de Jane vibró y perdió la liana cayendo de espaldas con el choque, pero la pantera salió despedida y chocó contra un árbol a más de tres metros de distancia con un ominoso crujido. Blesa soltó un rugido de dolor y escapó rápidamente con un par de costillas rotas.

Jane se levantó con la espalda dolorida y esperando que no le hubiese ocurrido nada al bebé. La joven la miraba alucinada y después de decir unas palabras inteligibles escapó corriendo.

Jane iba a dejarla marchar pero luego lo pensó mejor y decidió seguirla para saber a dónde iba. La joven era ágil pero Jane había vuelto a subir a los árboles y la seguía sin dificultad. Tras unos minutos la joven se calmó y cambió la carrera por un trote más cómodo.

Cuando llegaron al riachuelo Jane lo reconoció al instante y ya no necesitó seguir por más tiempo a la joven, iba a la aldea de la que había partido meses atrás antes cuando intentaron secuestrarla.

-¡Querido amigo! -exclamó Lord Farquar abrazando a Avery. – No sabes lo que me alegra verte tan recuperado. Lamento haberte arrastrado de nuevo hasta aquí, tan cerca de recuerdos desagradables pero creo que la situación es crítica. Patrick ha desaparecido.

-¿Cómo que ha desaparecido? -preguntó Avery alargándole el equipaje al sirviente y subiéndose a la calesa que había traído Lord Farquar.

-Lamento que no puedas tomarte un merecido descanso tras este largo viaje pero el señor Hart me contó que hace tres días Patrick le abordó y le pregunto cuál era el mejor lugar para abastecerse para una expedición de caza. Al parecer antes de ayer salió sólo, acompañado de la hiena con destino desconocido. Varios negros lo vieron marchar en dirección sur camino de Ibanda.

-¡Ha salido en busca de Jane!

-Eso me temo. -replicó Lord Farquar -me he tomado la libertad de hacer los preparativos necesarios y partiremos mañana con el amanecer hacia Ibanda y luego a Rukungiri. Me temo que pueda perpetrar allí una carnicería si no encuentra lo que busca… sólo tú puedes detenerlo.

Patrick partió con lo imprescindible. Una manta, una mochila con agua, galletas, municiones y su rifle. Con la hiena abriendo camino comenzaban la jornada al atardecer y se desplazaban durante toda la noche. Los sentidos de Patrick eran ahora tan agudos que no necesitaba luz para desplazarse por la sabana y corría sin apenas cansarse durante horas. Antes del amanecer cazaba algún animal con ayuda de Damu, hacia una fogata y se daban un atracón antes de descansar todo el día con la tripa llena.

Tardaron diez días en llegar a Rukungiri. Durante el camino Patrick pensó en Jane. Aunque pareciese absurdo Subumba no la había encontrado en el reino de los muertos. Ella lo había achacado a que era blanca, pero la sospecha de que Jane seguía viva había ido creciendo en el corazón de Patrick y aunque después de poseer la salvaje sensualidad de la hechicera no estaba seguro de lo que sentía por Jane todo lo que le había ocurrido había sido por su causa y necesitaba terminar lo que había comenzado.

Recordaba a Jane como una joven cariñosa y sensual pero no emanaba poder por todos sus poros como Subumba. Cada vez que pensaba en la hechicera recordaba las salvajes sesiones de sexo, los desinhibidos gritos de placer de la joven y las perlas blancas de su semen adornando su cuerpo oscuro y satisfecho. Hasta ese momento no se había planteado lo que iba a hacer si encontraba a Jane con vida pero durante el viaje tuvo tiempo y llegó a la conclusión de que debía romper su compromiso, África se le había metido en la sangre.

Cuando llegó a la aldea una mezcla de temor y devoción rodearon a hombre y hiena. El viejo hechicero se les acercó. La diferencia entre la actitud servil de este y la majestad de Subumba le indicaron que no tenía nada que temer de él.

Ignorando los cánticos del viejo se dirigió a la choza del jefe y le indicó por señas que quería hablar con él. Con una orden y sin quitarle ojo a la afilada sonrisa de la hiena, el jefe hizo traer a un intérprete.

-¿Que desear?-preguntó el jefe temeroso.

-Información -dijo Patrick mientras se sentaba colocando despreocupadamente el rifle en su regazo. -supongo que recordaras quién era, y reconocerás quién soy ahora.

-Se quiñen eres, eres el diablo que viene a castigarnos por nuestros pecados pasados y presentes.

-Pues este diablo -dijo Patrick señalándose -destruirá esta aldea hasta los cimientos si no contestas a mis preguntas con total sinceridad.

-Haré lo que esté en mi mano. -dijo el jefe dando unas palmadas.

En pocos minutos un modesto montón de comida estaba servido en el suelo entre ambos. Las mujeres que lo habían servido se retiraron inmediatamente sin atreverse a mirar a los ojos de ninguno de los dos.

-¿Ha pasado algún hombre blanco por aquí desde que nos fuimos?

-No, ninguno Bwana.

-De acuerdo -dijo satisfecho con el tratamiento que le prodigaba el jefe.

-¿Habéis tenido noticias de la mujer desconocida?

-No pero hace poco tiempo una de nuestras mujeres salió a recolectar miel y volvió con una extraña historia sobre un espíritu del bosque que la había salvado del ataque de una fiera.

-¿Y?

-Dice que el espíritu se le apareció en forma de mujer con la piel blanca como la leche y el pelo del color del fuego.

-Traedme a la mujer, -dijo Patrick- deprisa.

Al poco llego un hombre arrastrando a una joven que evidentemente temblaba de miedo.

-Dime todo lo que sepas y no te pasará nada.

La joven habló durante unos minutos y atemorizada por la hiena fue totalmente sincera hablando de su cita a escondidas y todo lo que ocurrió después. Cuando terminó Patrick se quedó meditando unos segundos y luego cogiendo a la joven por el brazo la saco fuera de la choza.

-Me llevarás al lugar exacto donde ocurrió todo ¿Entendido? -dijo él recogiendo la mochila y saliendo del pueblo con la joven y la hiena.

Relato erótico: “Jane XII” (POR ALEX BLAME)

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12

La luz de la luna se colaba en el claro dando a la escena un aire de irrealidad. Cuando irrumpió en el claro y vio a Jane semidesnuda con el pelo rojo brillante y alborotado le dio un vuelco el corazón y por un momento pensó en volver con ella y olvidar todo lo pasado en los últimos meses. Pero cuando instantes después un hombre de aspecto indómito la abrazó por detrás dispuesto a atravesar con ella el claro colgados de una liana todo se volvió rojo.

Jane lo vio y le dedicó una amplia sonrisa que se convirtió en una mueca de terror cuando Patrick levantó el fusil y apuntó a Tarzán con él.

-¡No! -grito Jane poniéndose delante del salvaje.

Patrick no veía a la joven con la que se había prometido. Sólo veía a un furcia que se había reído de él y que ahora intentaba evitar que matase a aquel salvaje. La hiena reía y enseñaba los dientes sedienta de sangre. Percibía el peligro en Tarzán y animaba a Patrick con sus risas y gimoteos, levantando la cola y erizando su pelaje amenazadora.

Patrick levantó el percutor del rifle y apuntó a la cabeza del salvaje. Procuraría no herir a la joven. La vista de su cuerpo, joven y turgente apenas tapado por un par de bandas de cuero despertó su deseo, pero tampoco estaba dispuesto a que el salvaje se le escapara. Empezó a acariciar el gatillo con su dedo cuando Avery y Lord Farquar penetraron en el claro.

La hiena se giró y enseñó los dientes a los dos intrusos dispuesta a atacarlos. Patrick sintió el peligro y bajando el arma agarró al animal por el pescuezo y la tranquilizó contrariado. Deseaba más mantener con vida a Damu que matar a aquel idiota.

Los dos hombres bajaron las armas poco a poco lanzando miradas preocupadas a hombre y hiena alternativamente.

-Vamos Tarzán -dijo Jane llamando la atención de todos y deslizándose por una liana hasta el suelo del bosque.

Avery que se había olvidado por un momento de la joven se volvió y se dirigió corriendo hacia su hija fundiéndose con ella en un largo abrazo. La alegría de Avery era inconmensurable su hija había vuelto de entre los muertos sana y salva. Sin poder reprimirse la levantó en el aire y dio una pirueta con ella en brazos como hacía siempre que llegaba a casa de vuelta de un lago viaje.

Lord Farquar se acercó renqueando y saludó a la joven efusivamente. No podía explicarse el origen de aquel milagro.

-Y ese hombre ¿Quién es?

-Papá, Henry, este es Tarzán, -dijo ella con un deje de incertidumbre en su voz -él me salvo la vida.

-Encantado joven -dijo Avery ofreciéndole la mano- es un plac…

Sin dejarle terminar Tarzán asió a su padre por las axilas y ante las miradas divertidas de los presentes imitó la pirueta a la perfección.

-…er. -terminó Avery una vez que estuvo de nuevo en el suelo.

-Papá tengo muchas cosas que contarte pero creo que con quién primero tengo que hablar es con Patrick…

Todos se giraron hacia el lugar donde estaba Patrick, pero hombre y hiena habían desaparecido. Jane le llamó un par de veces pero solo los pájaros y los monos contestaron a sus llamadas. Tarzán sintió que aquel hombre no era del todo dueño de sí mismo y aunque no les deseaba ningún mal, el lado salvaje que lo unía a la hiena le azuzaba e intentaba imponerse. No dijo nada pero siguió manteniéndose alerta por si volvía. Si lo hacía, no sería para darles un abrazo.

Con un gesto de tristeza Jane se volvió y sintió como un calor y una alegría inmensos le envolvían al ver a los dos hombres que más amaba en el mundo juntos, sonriendo y mirándola con adoración.

Tarzán se acercó a Lord Farquar dispuesto a repetir el saludo pero este mediante gestos y unas pocas palabras le explicó divertido como saludaba un caballero.

-Papá hay algo más que debes saber. -dijo ella armándose de valor cuando todos se hubieron calmado un poco.

-Dime hija mía.

-Me temo que debo romper mi compromiso con Patrick… Estoy enamorada de Tarzán.

-Tú y ese joven salvaje. ¿Qué sabes de él?

-Lo sé todo -dijo ella un poco a la defensiva- Fue abandonado o se perdió en la selva cuando era pequeño, no lo recuerda. Lo criaron un grupo de chimpancés de la selva no muy lejos de aquí y se ha convertido en el hombre más sabio y dulce que jamás he conocido exceptuándote a ti.

-Interesante -dijo Lord Farquar pensativo sin decir nada.

-Tranquila cariño -dijo Avery al oír el tono de voz de la joven que tanto conocía y que solía preceder a una tormenta.- Si no hubieses roto tú el compromiso lo hubiera hecho yo. Patrick esta cambiado.

-Hombre con hiena ser peligroso, estar en parte dominado por espíritu de animal. Mejor lejos. -sentenció Tarzán.

-Hay algo más, estoy embarazada.

En ese momento Avery se dio cuenta que su joven princesita había crecido y ahora era una mujer, que por cierto, no había visto tan ligera de ropa desde que la había parido su madre.

Las luces del alba les sorprendieron charlando animadamente en el claro. Jane les contó lo que había vivido desde que el ataque de los nativos les hubiese separado, evitando obviamente las escenas más subiditas de tono.

Impacientes por salir de allí tomaron un rápido refrigerio y cogieron el camino de vuelta. Los nativos habían desaparecido pero eso no les inquietó ya que sólo tenían que seguir sus huellas para volver a Rukungiri. A pesar del cansancio la alegría y el frescor de la mañana hicieron que avanzaran a buen paso.

-¿No recuerdas nada de cuando eras pequeño? -preguntó Lord Farquar a Tarzán cuando en un momento dado se quedaron un poco rezagados.

-No, Tarzán no recordar. Primer recuerdo en brazos de Idrís.

-Ajá. ¿Sabes que hace unos diecisiete años…?

-¿Años?

-Mmm, diecisiete temporadas de lluvia.

-Ah, sí, mucho tiempo… -dijo Tarzán.

-El caso es que los Lynney, unos hacendados que tenían una gran plantación al sur de Ibanda, cerca de mi pabellón de caza, salieron a dar un paseo y desaparecieron misteriosamente. Su hijo también desapareció y cuando todo ocurrió tenía entre tres y cinco años, coincide con la edad que debías tener cuando desapareciste…

La conversación se interrumpió por un grito de Jane. Tarzán tan protector como siempre se adelantó de dos saltos y se colocó a lado de Jane dispuesto a repeler cualquier agresión. Pero lo que vio no representaba ninguna amenaza. Bajo un enorme árbol, rodeados de un charco de sangre yacían los cuerpos inertes de los dos nativos salvajemente mutilados por las mandíbulas de una fiera.

Por un momento Tarzán pensó en Blesa pero al ver el fémur del hombre partido en dos por un mordisco como si fuese un palillo le convenció de que sólo podía ser la hiena.

Con un suspiro de tristeza hicieron un pequeño hoyo en la tierra con los pocas herramientas de las que disponían y les dieron sepultura. Era lo único que podían hacer con ellos. Mientras los enterraban, Jane no pudo evitar recordar los besos y el amor con que habían llenado aquel claro la pequeña mujer que yacía bajo tierra y su prohibido amante.

Tras dejar la macabra escena atrás, avivaron el paso con las armas dispuestas y cuando llegaron a Rukungiri las más terribles suposiciones se habían hecho realidad.

En la calle principal, frente a la cabaña del jefe, yacían trece cadáveres más, entre ellos el jefe y el hechicero de la aldea. Los supervivientes se habían reunido en torno a ellos llorando gritando y arañandose la cara en señal de dolor.

Un rápido vistazo a los cadáveres no dejó lugar a dudas. Las heridas de bala y los salvajes mordiscos señalaban claramente a los autores.

Lord Farquar intentó interrogarles con lo poco que sabía de swahili pero ajenos a él repetían una y otra vez “castigo” y “hombre hiena”.

Todos quedaron atónitos. Jane no podía creer que el dulce Patrick fuese capaz de cometer una masacre semejante. Dejaron sobre los cadáveres unas pocas guineas que llevaban encima y abandonaron la aldea con un gran peso sobre los hombros.

Al llegar la noche montaron el campamento bajo una acacia. Tarzán subió al árbol y tras insistir un poco se llevó a Jane a una cómoda percha a unos cuatro metros de altura del suelo.

Tarzán no durmió nada aquella noche alertado por la cercanía del hombre hiena. Se limitó a vigilar y a velar los agitados sueños de Jane.

Patrick se despertó con la luna, con sus ropas salpicadas de sangre. Al principio no recordaba nada, pero poco a poco los flases de la masacre en el pueblo y el asesinato de los dos guías le fueron asaltando con toda crudeza. Se irguió casi presa del pánico. La idea del suicidio se paseó por su mente pero al posar la mano sobre Damu todos los remordimientos desaparecieron. Aquellas gentes eran unos traidores asquerosos y todo lo que había ocurrido era culpa suya. Todos los actos tienen consecuencias. La hiena rio satisfecha y se incorporó estirándose. Patrick imitándola se levantó, se acercó a un arroyo donde sació su sed, se enjuagó un poco las manchas de sangre y comenzó, acompañado de Damu, el largo camino de vuelta a Kampala.

-Arboles sabana ser malos. tener pinchos y hojas pequeñas. Tarzán no poder hacer cama -dijo bajando del árbol cuando el sol despuntaba.

Tarzán se estiró y oteó el paisaje. El repugnante aroma de la hiena y el olor de Patrick ya no se detectaban en el ambiente. Patrick se había marchado. Tarzán pensó en todas esas personas muertas por la locura de un hombre y le entraron ganas de llorar.

-¿Qué vamos a hacer ahora con Patrick? -dijo Avery expresando en voz alta lo que todos estaban pensando.

-No hay mucho que podamos hacer. -respondió Henry mientras cojeaba por la sabana en dirección a Ibanda. -¿Recuerdas cuando el cabo Martins perdió la cabeza en Bengala y exterminó medio pueblo? Esto es algo parecido. Un montón de negros que a nadie le importan, para más inri cazadores de esclavos, mueren en el culo del mundo a manos de un blanco con motivos de sobra para matarlos. Ningún tribunal le condenaría. Sólo podemos rezar para que no lo repita.

El ánimo de Jane era como un tiovivo, por una parte estaba rebosante de alegría porque iba a volver a casa con Tarzán e iba a tener un hijo y por otro no paraba de recordar los cuerpos muertos pulcramente alineados en el suelo de la aldea.

Hablaron poco y caminaron mucho, de forma que al segundo día pudieron llegar a Ibanda. Una vez allí descansaron lo imprescindible y Jane intentó sin éxito hacer dormir a Tarzán en la cama.

Tres días después estaban en la mansión de Lord Farquar. Una vez allí decidieron tomarse un tiempo para aclimatar a Tarzán a la sociedad y enseñarle unas normas básicas de comportamiento antes de partir para Inglaterra.

Su padre decidió que Jane y Tarzán debían dormir separados para mantener las apariencias. Jane no tenía ni idea a que se refería con eso de mantener la apariencias, así que la primera noche, en cuanto tuvo la oportunidad se coló en la habitación de Tarzán. La cama estaba desecha, era obvio que había estado saltando en ella pero él estaba tumbado, totalmente desnudo en el suelo encima de una manta.

Cuando Jane entró sus ojos se iluminaron y antes de que la joven pudiese abrir la boca el hombre se le echó encima.

Esta vez no fue tan fácil. Hasta que hubieron llegado a Kampala la única ropa de Jane había sido la escueta prenda de cuero y un asfixiante capote militar que había traído Lord farquar. Pero ahora llevaba un camisón y un batín de seda color turquesa. Tarzán la besó e intentó acariciar su cuerpo pero terminó liándose con el cinturón del batín.

Jane le devolvió el beso y se quitó la bata dejando a la vista un camisón de seda que se ceñía a su cuerpo mostrando ya una incipiente barriga.

Tarzán la arrinconó contra la pared y agarró sus pechos estrujándolos con fuerza.

-Cuidado bruto. -susurró ella al sentir las manos del hombre en sus pechos aumentados e hipersensibles con el embarazo.

-Tarzán querer hacer amor, querer dar placer a Jane toda la noche.

Jane sonrió excitada, se quitó el camisón antes de que Tarzán se lo arrancara y se quedó desnuda ante él. Tarzán se separó un poco y se quedó quieto acariciando el cuerpo grácil y sinuoso de la joven.

Jane ardía por dentro con sus pechos aun calientes y doloridos por el restregón. Con una seña le dijo a Tarzán que se acercara y guió su boca hasta sus pezones.

Punzantes relámpagos de placer casi doloroso le atravesaron el cuerpo cuando Tarzán rodeó sus pezones con la boca y chupó con fuerza. Jane jadeó, se mordió los labios reprimiendo un grito y se abrazó al cuerpo duro y moreno de Tarzán.

Tarzán levanto la cabeza de los pechos temblorosos de Jane y besándola separó sus piernas y empujándola contra la pared la penetró. Jane notó como la polla dura y caliente resbalaba en su húmedo interior y gimió satisfecha agarrándose con sus piernas a la cintura de Tarzán.

Con cada empujón Tarzán la aprisionaba contra la pared restregando su cuerpo contra ella aplastando sus pechos y su pubis ultrasensibles y asfixiando sus gemidos con largos y húmedos besos.

-Vamos, siéntate en la cama -dijo ella jadeando.

Tarzán obedeció y se sentó con su polla aún dentro de su amada. Jane se agarró al cuello de Tarzán y comenzó a subir y bajar con movimientos cada vez más amplios y violentos. Subía hasta que la polla casi se le salía de su coño y luego se dejaba caer empalándose con el miembro rico y caliente y sintiendo como sus senos pesados se estremecían y bamboleaban aumentando su placer.

Tarzán le agarraba el culo y con sus brazos le ayudaba a subir mientras observaba el cuerpo cremoso de Jane con sus pechos grandes vibrando y bamboleándose con cada penetración. Jane gemía jadeaba y le sonreía con su cara arrebolada y su pelo rojo oscuro pegado a la frente por el sudor.

Con un movimiento brusco Tarzán la levantó en el aire y la tumbó en la cama. Su polla protestó con un espasmo de indignación al sentir que aquel sabroso coño se le escapaba. pero Tarzán no hizo caso y hundió su cara entre las piernas de Jane. El hombre cariñoso y rudo a la vez, comenzó a chupar y mordisquear el clítoris de la joven que no pudo evitar un grito de placer.

Con todo el cuerpo hormigueándole, Jane sintió como los dedos del hombre entraban en su coño y comenzaron a moverse rápidamente hasta que todo el cuerpo de Jane se quedó paralizado por el orgasmo. Tarzán excitado por la vista de aquel cuerpo sudoroso y tenso jadeando y gimiendo siguió acariciando y chupando sin misericordia. Jane notó como sin terminar las oleadas de placer del primer orgasmo se acercaba otro. De nuevo gritó y su cuerpo se combó sudando profusamente. La sensación de placer no fue tan fuerte pero la perseverancia de Tarzán en su vientre hizo que se prolongara. Jane se agitaba apretando su sexo contra la boca de Tarzán y pellizcándose los pezones buscando el contraste y la mezcla de placer y dolor que casi la vuelve loca.

Cuando el segundo orgasmo pasó Jane se tumbó bocarriba unos segundos tomando deliciosas bocanadas de aire. Tarzán estaba de pie ante ella con su cuerpo musculoso y reluciente por el sudor acariciándose el pene mientras la observaba jadear.

Jane le acercó y se metió la polla entre sus pechos pesados y sudorosos. Tarzán empezó a empujar entre ellos. Con cada embate Jane sentía como se agitaban sus tetas arrancándole relámpagos de dolor y placer al mismo tiempo.

Con un último empujón Tarzán se corrió y gruesos chorreones de leche se esparcieron por el cuello y la cara de Jane.

Jadeantes y bañados en sudor se tumbaron en la cama.

-¿Cómo te encuentras? -le preguntó ella cuando sus respiraciones se calmaron.

-Tarzán estar bien.

-¿No echas de menos la selva?

-No tanto como echar de menos a ti si tu no estar conmigo. Tarzán querer a Jane y querer al hijo que crecer dentro de Jane. Gente ser ruidosa gritona y maloliente pero si Jane aguantar Tarzán también poder. No tener miedo.

-¿Ni de casarte?

-Tarzán hacer rito de brujería como tu padre querer para que nuestros espíritus queden unidos para siempre, pero Tarzán saber que no necesitar eso. Tarzán amar a Jane.

Jane no pudo evitar abrazar a aquel hombre. Aquellas palabras valían más para ella que el diamante más grande del mundo.

Con satisfacción notó como la polla de Tarzán volvía a crecer con el contacto de su cuerpo y se preparó para una nueva sesión de sexo.

-Buenos días. -saludo Lord Farquar al ver aparecer a la pareja en el porche agarrados de la mano. -¿Habéis dormido bien?

-Perfectamente, Henry, muchas gracias. Por fin he conseguido que Tarzán duerma en una cama…

-Gracias, por la información querida -dijo el hombre un poco abochornado – pero me temo que ayer no pude evitar oír sus… ejem…

-¡Oh! Lo siento Henry -dijo Jane con una sonrisa avergonzada -¿Mi padre también se enteró?

-No creo el duerme en el otro ala de la casa. Madrugó y marchó temprano a Kampala. Dijo que tenía que ir a correos.

Queridísima Mili:

Espero que os encontréis bien el niño y tu cuando leáis estas frases.

Ardo en deseos de volver a Inglaterra y enterrar mi cuerpo en tus abrazos.

Tengo noticias maravillosas. ¡Jane está viva! y está con nosotros. Le han ocurrido cosas maravillosas durante este tiempo y está deseando contártelas todas. Me ha comentado que te ha echado mucho de menos y que esta desando volver a verte.

Vamos a descansar una semana en Kampala y partiremos para allá. Calculo que estaré en casa con tiempo suficiente para ver nacer a nuestro hijo.

Estoy rodeado de buenas noticias, me siento tan feliz que creo que me va a estallar el corazón.

Tu hombre que te quiere y te echa de menos:

Avery

Una lágrima cayó sobre el papel emborronado un par de palabras. Mili arrugó la carta hasta hacer una pelota y la tiró al fuego con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Ahora que estaba tan cerca, con su hijo a punto de nacer volvía a aparecer Jane y su hijo volvería a ser un pobre bastardo sin ningún derecho. Avery le compraría una modesta casita en la ciudad y le daría un pequeño estipendio para vivir pero se olvidaría de ellos y se dedicaría a cuidar de su adorada hija.

Pero no lo pesaba permitir, no se dejaría vencer sin ofrecer resistencia. Quería un futuro para su hijo.

Patrick no podía dormir. Los recuerdos de la Aldea volvían durante su sueño perturbándolo. Subumba le había dicho que el espíritu de la hiena era muy poderoso y que durante esos momentos había tomado el control.

La joven hechicera en cambio, respiraba suavemente a su lado satisfecha después de haber hecho el amor.

Patrick estiró el brazo y acarició su muslo oscuro y brillante recordando el aplomo con el que se había tomado lo sucedido. Sólo notó un leve gesto de asentimiento al descubrir que Jane estaba viva, debía haberlo supuesto al no descubrirla en el reino de los muertos.

Jane… durante un segundo Patrick pensó que todo volvería a ser igual, pensó que podía recuperar lo perdido, pero ambos habían establecido nuevos vínculos y el de él con Damu era tan fuerte que sólo una poderosa hechicera podía contrarrestarlo.

Miró al techo insomne acariciando a Subumba y buscando un nuevo objetivo en su vida.

Fin del libro 1

Relato erótico: “Las profecías se cumplen?” (POR AMORBOSO)

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No se si ha sido un sueño, una vivencia extrasensorial o he viajado realmente através del tiempo. Cuando se lo conté a mi madre, pensó que algo me pasaba en la cabeza. Las revisiones neurológicas no han detectado ningún problema. Me ha llevado al psiquiatra, que ante el relato atropellado y desordenado de mi historia, me ha mandado escribirla en el ordenador, organizarla cronológicamente y entregársela en la próxima visita.

Esta parte no irá en la historia que entregaré, pero la incluyo porque quiero publicarla en sitios donde alguien que le haya ocurrido lo mismo o algo parecido, se ponga en contacto conmigo antes de que me vuelva loco de verdad.

Me llamo Rodrigo, tengo 18 años, estudio Económicas, practico varios deportes y vivo con mi madre, Marta, de 36 años y mi hermana María de 2 años. Mi padre no vive con nosotros y casi no lo vemos. Se casaron muy jóvenes, porque mi madre ya estaba embarazada. Los diez primeros años de matrimonio fueron bien, con tendencia a decaer. A los doce se divorciaron cuando mi madre descubrió algunos devaneos de él. A los 15, ante la insistencia de mi padre mi madre se avino a aceptarlo de nuevo, pero sólo duraron un año quedando como recuerdo mi hermana María y un rechazo de mi madre hacia los hombres.

Mi historia tiene un principio en las noticias que aparecen desde hace unos meses en prensa y televisión. El incremento de los ataques terroristas por parte de grupos yihadistas en ciudades de todo el mundo, el gran movimiento de personas que, desde los países árabes, se reparten por todo el mundo en busca de refugio, escapando de la guerra que los masacra. Los comentarios de las tertulias hablando de los terroristas que se camuflan en esos movimientos, etc.

En una de esas tertulias, que escuchaba de fondo mientras hacía algunos trabajos, estuvieron hablando sobre estos problemas y su relación con las profecías de Nostradamus. Los escuchaba hablar, pero sin prestar demasiada atención, pero al día siguiente fui a una librería especializada en libros usados, donde compro los que necesito para mis estudios, ya que, aunque no vivimos mal gracias al trabajo de mi madre, procuro gastar lo menos posible. En ella encontré una edición antigua de dichas profecías, con comentarios y traducciones, y la compré por curiosidad.

Tengo que decir que me resultó un peñazo enorme. Leía una página y me saltaba cuatro (o veinte), hasta que llegué a las que se supone afectan a nuestros días o días de un futuro cercano. Entre ellas se habla de una guerra del mundo árabe contra Europa que me llamó la atención y otras cosas más de las que no había bases por las que pensar que eso estaba sucediendo ya.

El libro terminaba con una serie de poemas sin traducir, con algunos títulos que hablaban del amor, de la guerra, del futuro, del dinero…, etc. Estaban en su idioma original, un italiano antiguo, con mezcla de latín y alguna versión de otro idioma. En días sucesivos, cuando tenía tiempo, me acostumbre a declamarlos dándole toda la pompa que se me ocurría, pues me divertía por lo gracioso que sonaba.

El 23 de marzo pasado, fue un miércoles festivo en mi localidad. Me desperté sobre las nueve, desayuné y, como no tenía nada mejor que hacer, me puse a declamar un rato, sentado en la cama y con la espalda apoyada en la cabecera.

A eso de las once, debí quedarme dormido. Me despertaron unas manipulaciones en mi cabeza y dolor en la parte posterior de la misma. Cuando abrí los ojos, me encontré con una mujer de unos 40 años que me quitaba una venda de la cabeza con manchas de sangre en algunos puntos, pero lo más extraño era que llevaba ropas normales, con varios remiendos. Es decir, no era ni mi madre ni una enfermera.

-¿Qué ha pasado? ¿Qué me ha pasado? –Pregunté, al tiempo que desistía de levantarme al sentir un fuerte mareo y tener que contener una náusea que se acercaba a mi garganta.

-Shhhhsssss. No hables ni te muevas. Recibiste un fuerte golpe en la cabeza que te podía haber matado. ¿Te acuerdas?

-No, no recuerdo nada de eso. ¿Cómo sucedió? ¿Y quién eres tú? ¿Dónde está mi madre? …

-Shhhhhsss. Espera. Vamos poco a poco. Yo te contaré. El doctor dijo que por el lugar del golpe, podrías perder la memoria cercana, pero que será algo pasajero. ¿Qué es lo último que recuerdas?

-Que es el 23 de marzo de 2016 y que me he quedado dormido sobre las 11 de la mañana para despertarme así… Pero … ¿Qué día es hoy? Y ¿Quién es usted?.

-Dios mío, debe ser peor que de lo que pensaba el doctor. Hoy es 23 de marzo, pero de 2036. ¿No recuerdas nada de los últimos días, meses o años?

-No. No recuerdo nada posterior a esa fecha. Puedo contar mi vida con todo detalle hasta ese momento.

-Pffffff. –Soltó aire y continuó.- Te haré un poco de historia hasta que recuperes tu memoria:

“Estamos en un pueblo oculto entre montañas. Vivimos en cuevas o casas de madera ocultas entre los árboles. Desde hace diez años estamos en guerra contra los árabes, que invadieron y ocuparon nuestro país. Hace dos días salisteis a una incursión contra uno de los poblados enemigos que nos rodean y, al parecer, recibiste un golpe de maza, que por suerte no te alcanzó de lleno, pero que te hizo una buena herida en la cabeza y te dejó sin sentido.

Estuvieron a punto de dejarte por muerto, pero por suerte se dieron cuenta y te trajeron. Llevo estos dos días cuidándote. Yo soy Eva, una de las pocas mujeres que van quedando y que al ser viuda y en edad no fértil, como algunas otras, nos dedicamos a atender las necesidades de los hombres sin pareja.”

La miré detenidamente, aunque en algunos momentos no podía fijar la vista. Vi a una mujer que mostraba las huellas de haber pasado por un gran sufrimiento, que todavía no lo había superado del todo. Resignada a su suerte, pero con ganas de vivir y de compartirlas con los demás era lo que me transmitía. Llevaba el pelo rapado por los lados y detrás, con la parte superior más larga, tipo cepillo.

No se apreciaba una gran figura, ni era una belleza. De haberla cruzado por la calle no la hubiese mirado ni por guapa ni por fea. Su cara era muy corriente, con algunas arrugas en sus ojos y labios, su culo era grande y tenía algo de tripa. Las tetas no se apreciaban altas, sino más bien grandes y caídas. Aparentaba unos 45 ó 48 años, luego me enteré de que tenía 51.

-¿Por qué no hay más mujeres? ¿Y qué pasó con mi madre y mi hermana?

“A veces, cuando los hombres está fuera, peleando, las patrullas enemigas encuentran algún poblado, compuesto en su mayoría de mujeres, niños y ancianos. A los ancianos los matan y a las mujeres y niños los llevan prisioneros. Nos han dicho que, a las mujeres que son jóvenes y bonitas, las destinan a los harenes o a los prostíbulos de los soldados, las que no lo son pero pueden procrear, las destinan a tener hijos y las que no valen para una cosa ni otra, las destinan a trabajos junto con los hombres prisioneros.

Yo me uní a este campamento hace seis años, cuando atacaron nuestro pueblo y conseguimos escapar mi marido, mi hijo y yo. Hace dos años y medio me quedé viuda y ahora atiendo a cinco hombres, uno de ellos tú. Mi hijo Ramón, que vive con una muchacha, cumplirá 20 años el día 30 y es uno de tus soldados. Vive al otro lado del pueblo. No nos hablamos porque piensa que estoy mancillando la memoria de su padre con lo que hago.

Tu madre y hermana fueron capturadas al poco de llegar yo, y no sabemos nada de ellas hasta el día de hoy”.

Permanecí… o permaneceré… No se cómo decirlo. Lo pondré en pasado. Permanecí una semana en descanso y recuperación, enterándome de cómo había sucedido todo.

Los problemas económicos y sociales fomentaron la conversión al islamismo radical de muchos jóvenes, unido a la expansión por las guerras entre los extremistas radicales y el resto de los creyentes, que crearon una trama de terroristas suicidas en la sombra, esperando órdenes

En un momento dado, no se sabe quién la dio, surgió la orden de ataque. Primero fueron misiles contra Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y Francia. Lo tenían organizado para hacer coincidir que, en todos los puestos de control de ataques en estos países, hubiese mayoría de terroristas que se encargaron de eliminar a los que podían dar el aviso. Luego, durante el ataque, se inmolaron en una serie de explosiones atómicas de las bombas que habían sabido ocultar a las inspecciones de la ONU. También arrasaron las zonas de producción de China, Japón, Taiwan, etc. Así como las fábricas de armas.

Fue una operación perfectamente planeada y ejecutada. Desaparecidas las principales potencias y sin posibilidad aumentar su armamento las demás, atacaron los países en una expansión sin parangón, nutriéndose de los simpatizantes y terroristas durmientes para ir colonizando el mundo.

Sólo tuvo un fallo. Destruyeron las fábricas de armas para dejar al enemigo sin ellas, pero no contaron que ellos mismos carecían de esas mismas fábricas y que las que tenían procedían del contrabando de esos mismos países que estaban destruyendo, por lo que, conforme aumentaban las batallas y escaramuzas, disminuían las municiones y conforme aumentaban los soldados, faltaban las armas, hasta el punto de tener que volver a utilizar espadas y lanzas, como antaño, ante la imposibilidad de destinar recursos para montar nuevas fábricas. Había petróleo, pero no vehículos en condiciones de funcionar, y si alguno lo hacía, dejaba de hacerlo en medio de una lucha entre ellos. Nosotros no teníamos ninguno, por supuesto.

Como consecuencia de su rápida expansión y las constantes batallas, su número de soldados no crecía lo suficiente, por eso las guarniciones de los poblados eran pequeñas, de todas formas, nosotros pocas veces atacábamos y casi siempre eran grupos desordenados en busca de comida, y ese detalle me había sugerido días atrás, la idea de atacarlas de forma bien planificada y liberar a los prisioneros ya que eso, además de poder contar con más gente, nos permitiría saber el por qué no se rebelaban contra ellos cuando eran muchos más.

Descubrimos que tenían una técnica quirúrgica mediante la cual, actuaban en partes del cerebro, anulando la capacidad de decisión, volviéndolos a educar para que realizasen las tareas que les encomendaban.

Así, los destinados al campo, eran entrenados para sembrar, regar, limpiar malas hierbas y recolectar, los destinados al ganado, a sus funciones propias, y todos lo hacían como autómatas, bajo la dirección de un jefe que se encargaba de decirles la tarea a realizar.

De ése primer ataque, rescatamos a 40 hombres y 15 mujeres, todos ellos idiotizados además de animales, semillas y alimentos, a los que reubicamos en las mismas tareas que tenían: el campo, los animales y la cocina, eso nos permitió recuperar para la lucha a los hombres que lo hacían hasta entonces, al no tener que dedicarlos a estas tareas.

Mi convalecencia terminó cuando nuestros puestos de vigilancia nos informaron de que había salido una patrulla con bastantes hombres, lo que dejaba bastante indefenso al pueblo del que partían. Partimos a caballo en su busca. Me extrañó lo bien que manejaba mi montura y lo seguro que me sentía con la espada en mi cintura. Luego me enteré de que era uno de los mejores espadachines del grupo, si no el mejor. Además de ser uno de los principales jefes del grupo. Descubrí también que mis recuerdos volvían conforme los iba necesitando.

Acostumbrados a la falta de resistencia marchaban confiados realizando su ronda, hasta que llegaron al lugar que consideré que podíamos establecer una trampa. Tras comentarlo con los compañeros, decidimos el cómo hacerlo y nos distribuimos en las laderas de un estrecho paso. Estábamos todos decididos a luchar, a pesar de que eran más que nosotros. La trampa era simple. Ningún militar, por muy tonto que fuese, hubiese caído en ella, pero nos enfrentábamos a fanáticos sin otro pensamiento que matar a los no creyentes o morir en nombre de su Dios y casi ninguna formación militar.

Cinco hombres aparecieron ante ellos, a prudente distancia, como sorprendiéndose de un inesperado encuentro, volviendo grupas y escapando a toda velocidad hacia la cañada, siendo seguidos por la patrulla hasta que penetraron en la trampa y una lluvia de flechas, lanzas, piedras y troncos los fueron eliminando en cuestión de segundos.

Envalentonados por la hazaña, segunda de nuestra época, decidimos atacar el poblado también. Éste era bastante importante, así que decidimos montar otra trampa. Una parte de los hombres se vistió con las ropas de los enemigos muertos para actuar como escolta, los demás actuaron como prisioneros y todos partieron hacia la población. Los que hacían de prisioneros iban andando, los soldados a caballo y el resto de las monturas en reata tras nosotros.

Hicimos coincidir nuestra aparición en el horizonte del poblado con los últimos rayos del sol frente a nosotros, que nos hacía destacar con nuestras cotas de malla brillantes como soldados amigos ante los guardias del poblado. Así conseguimos llegar y cruzar la empalizada de madera que la rodeaba cuando ya había oscurecido, lo que facilitó la eliminación de la vigilancia y todos los que formaban el cuerpo de guardia.

Desde allí, guiados por uno de los soldados que dejamos vivo y que no era de los que querían morir por su dios, aprovechando que no había luz por falta de electricidad; que la gente los mandaban a sus barracones y no se movían y que los propios soldados no salían del acuartelamiento si no era necesario, nos repartimos peinando el pueblo y degollando a cuantos encontrábamos, para confluir todos en el cuartel principal, un barracón donde dormían la mayoría y donde entraron los disfrazados de soldados primero, llegando al fondo y empezando a matar a todo el que se ponía delante mientras los empujaban a la salida. Al mismo tiempo entraron los demás, pillándolos en una pinza y eliminándolos a todos.

No podíamos llevarnos a los hombres y mujeres esclavizados, así que los reunimos a todos y me presenté como nuevo jefe, dando instrucciones de que debían obedecer a dos de los nuestros que se quedarían allí y al retén de 10 hombres de vigilancia.

Aquel poblado era muy grande, había unos mil hombres y seiscientas mujeres, doscientas de ellas destinadas al placer de la tropa. También recuperamos a 150 hombres y 80 mujeres, prisioneros capturados no hacía mucho, pendientes de enviar al lugar donde los reeducarían.

Nuestra vuelta al campamento, casi amaneciendo, fue muy celebrada por todos. Querían organizar una fiesta, pero aconsejé dejarlo para el día siguiente, para estar descansados y no dejar abandonada la guardia.

Yo fui a la que era mi casa, donde me encontré a Eva, a la que pedí que me preparase un baño. Cuando quedó listo, me desnudé y me metí en la bañera. Me quedé atónito al ver que ella se desnudaba también y se metía tras de mí, haciéndome encoger para permitir que se metiese y poniendo una pierna a cada lado mío. Seguidamente, tomó un paño, lo mojó y enjabonó para frotar mi cuerpo dejarme completamente limpio.

Mientras lo hacía, sentía sus tetas frotándose por mi espalda al tiempo que sus manos lo hacían por mi pecho. Los pelos de su coño me hacían cosquillas en mi culo y cuando sus manos bajaron a limpiar mi polla, que ya se encontraba a media asta, saltó como un muelle y se puso como el tronco de un árbol.

Me pajeó un momento, antes de seguir con su limpieza, al tiempo que empecé a sentir cómo frotaba su coño contra mi culo y se incrementaba el roce de sus tetas. Excitado por la situación, di por terminada la limpieza poniéndome de pie, seguido por ella, que tomó una gran toalla que previamente había dejado al lado, procediendo a secar mi cuerpo empezando por la espalda. Cuando terminó, me rodeó para seguir por delante, pero no le di tiempo, aparté la toalla dejándola caer y abracé su cuerpo, con una mano en la espalda y otra en su culo, presionándolo contra mí, y sobre todo contra mi enhiesta polla.

A mi memoria vinieron recuerdos, como destellos, de otras veces que habíamos hecho lo mismo, como si fuese una liturgia a realizar siempre que volvía a casa, antes de fundirnos en un morreo lujurioso acompañado de manoseos mutuos por todo el cuerpo mientras nos empujábamos hacia la cama.

En ese momento no me di cuenta, pero luego pensé que jamás me había acostado con una chica o mujer, mi experiencia sexual era tan dilatada que no pasaba de unos besos, mejor dicho, piquitos con una ex novia y alguna frotación bailando con amigas o conocidas. Sin embargo, parecía que había nacido besando, sabía lo que tenía que hacer para excitarla, cuando estaba preparada para penetrarla… Era algo extraño que me producía excitación y miedo a la vez. Conforme iba actuando sabía qué era lo siguiente que tenía que hacer.

Sabía lo excitada que estaba y la obligué a detenernos cuando nuestras piernas rozaron la cama. Me moví para retirar sus manos y que abrazase mi cuello. Hice que mi polla se metiese entre sus piernas y me puse a magrear su culo. Tenía un culo grande, aunque no tanto como me había parecido al principio. Su coño sin depilar dejaba resbalar mi polla por su centro, empapándola hasta hacerme sentir cómo goteaba por la punta su flujo, casi convertido en rio, y que yo recogía con la punta de mi dedo para humedecer su ano, acariciándolo con la yema y presionando ligeramente.

Emitía gemidos de placer, mientras nuestras lenguas estaban enzarzadas en una lucha sin cuartel. Por fin, se separó lo suficiente para decir:

-Métemela ya! No aguanto más.

Entonces la ayudé a recostarse en la cama, pero no le hice caso. Me extendí a mamar sus pezones, cortos y gordos, que estaban duros ya. Sus pechos estaban algo caídos y aplanados pero el conjunto resultaba muy excitante a mis ojos.

Saltaba de sus pechos a su boca y cuello, haciendo que mi polla puntease la entrada de su coño, resbalando hacia arriba, sin dejar que la penetrase, a pesar de los movimientos que ella hacía para que le entrase.

A los pocos minutos de estar en esa situación, empezó a darme puñetazos en la espalda mientras decía:

-¡Cabrón! ¡Fóllame de una puta vez, que hace rato que estoy apunto y siempre me cortas en el último momento!

Entonces si. En el siguiente punteo, no la dejé subir y se la clavé hasta el fondo, deteniéndome cuando nuestros pubis chocaron. Ella emitió un grito de placer y deseo, al tiempo que ponía sus talones en mi culo y forzaba su cuerpo para intentar meterla más, cosa ya imposible.

-Siiiiiiiiiiiiiiiiii. Aaaaaaaahhhh.

Ella misma, forzando la presión entre nuestros cuerpos, empezó a mover el suyo frotándose contra mí, no tardando ni medio minuto en alcanzar su placer, en un intenso y largo orgasmo. Curiosamente no gritó. Solamente resopló con fuerza aspirando y soltando aire.

– Ufffff Psssss Ufffff Psssss Ufffff Psssss Ufffff Psssss.

Nada más recuperarse, volvió a mover su cuerpo muy despacio, como aprovechando unos últimos coletazos de su orgasmo, pero poco a poco fue acelerando de nuevo, lo mismo que su respiración, yo me salí de ella y volví a chupar y lamer sus pezones. Ella seguía moviendo su cuerpo buscando mi contacto.

-Quieres más?

-Siiiiii. Necesito máaaassss. Mucho máaaassss.

Bajé hasta su coño y me dediqué a pasar la lengua recorriendo los bordes en un círculo infinito ella seguía moviendo su pelvis buscando colocar su clítoris ante ella, cosa que evitaba constantemente.

-Ohhhhh. No me hagas esooo. –Me decía.

Tenía el coño empapado, a pesar de la cantidad de flujo que se llevaba mi lengua, y empezó a soltar más cuando hice un recorrido desde abajo hacia arriba, por el centro, entrando ligeramente en ella y dando rápidos lengüetazos entre su vagina y la base del clítoris.

Los movimientos de su pelvis se hicieron más rápidos a la vez que gemía y pedía más.

-Aaaaaaaaaaahhhhhhhh Maaaasssss. Por favoooorrr.

Dejé mi tarea y la hice ponerse a cuatro patas, me coloqué tras ella y le hice bajar la cabeza hasta que chocó con la cama. Entonces mojé la punta de mi polla en su coño, al tiempo que me pajeaba para que recuperase la poca dureza que había perdido. Eso la puso frenética y volvió a insultarme pidiendo que la penetrase.

-Métemela de una vez, cabrón. No aguanto más.

Y se la metí…

-Waaaauuuuuu. Siiiiii.

Primero empecé despacio. La metía hasta que chocaban nuestros cuerpos, para volverla a sacar hasta que la punta quedaba en la entrada. La volvía a meter y de nuevo la sacaba. Cuando la tenía dentro, ella apretaba y aflojaba los músculos de la pelvis, lo que aumentaba mi placer y me estaba acercando a mi orgasmo.

Antes de que no pudiese seguir, aceleré mis movimientos, a la vez que me inclinaba sobre ella y llevaba mi mano para acariciar su clítoris. Sus gemidos eran cada vez más fuertes. Se acercaban más al grito que al gemido en si.

-AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH.

Pronto anunció:

-No pares ahora. Estoy apuntoooo. Me voy a correr otra veeeez.

Esas palabras fueron mi detonante. Se la clavé hasta el fondo, moví mis dedos con rapidez sobre su clítoris mientras soltaba mi leche en su interior. No se la cantidad que solté, pero debió de ser mucha por lo largo que fue. Ella también alcanzó su orgasmo, y esta vez lo anunciamos ambos.

-Aaaaaaaaaaa. Toma lecheeeeee. Me vas a dejar secooooo.

-Oooooohhhh. Siiii AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH.

Caímos rendidos uno a cada lado, recuperándonos de la corrida. Me dijo:

-No se qué te pasa últimamente, pero te noto distinto. Hasta la forma de follar es distinta.

No pensé en ello, solo dije: “Creo que igual que siempre”. No había follado nunca, pero al fin y al cabo hasta hacía un par de semanas estaba harto de ver películas porno y leer historias y relatos sobre sexo mientras me pajeaba. Teoría mucha, práctica ninguna.

Poco después se levantó.

-¿Dónde vas? –Le pregunté.

-Te recuerdo que tengo otros cuatro hombres que atender.

-¿Por qué no me la chupas un poco para ponérmela dura otra vez y te hago ese culo que tienes y que está pidiendo polla?

-Ya te dije la primera vez que ni la chupaba ni me la dejaba meter por el culo, y menos una polla tan grande y gorda como la tuya. Pero si quieres, dentro de una media hora habré acabado con ellos y podemos continuar.

-¿Con los cuatro en media hora?

-Si. Bueno, solamente son dos, los otros dos los he atendido antes. ¿No lo recuerdas tampoco? Viven juntos en la misma casa pero no duran casi nada a la hora de follar. Solo sirven para calentarme. Seguramente podré venir incluso antes.

-Es igual, déjalo para mañana. También estoy cansado y me vendrá bien un sueño reparador.

-Cabrón. –Me dijo

Fue a la bañera, se lavó allí mismo, se vistió y marchó. Yo también fui para lavarme la polla y luego en el aguamanil, la cara y las manos. Después me acosté y me quedé dormido.

Desperté a media tarde. Se oía a Eva limpiar y trastear por la casa y la cocina. Mis ojos se posaron en un viejo libro, muy manoseado, que reconocí como el de las profecías. Eso me creó la necesidad imperiosa de reflexionar. Me quedé un rato en la cama pensando en lo que me había sucedido e intentando aclarar ideas.

En una escaramuza había resultado herido en la cabeza y como consecuencia de ello había perdido la memoria de los últimos veinte años. En mi cabeza creía que tenía la edad de 18 años y que acababa de leer el libro que descansaba junto a mi cama. Era un gran guerrero, muy hábil con la espada y con muy buenas ideas para la batalla, por lo que me habían nombrado presidente del consejo y jefe de las escasas tropas del poblado. Mi madre y hermana habían sido hechas prisioneras más de un año atrás. Estaba atendido por una mujer que a su vez atendía a otros cuatro hombres a la que me follaba desde no se cuando ni con qué frecuencia, pero que creía que era desde hacía tiempo y muchas veces. Y además, ¿cómo tendrían las pollas los otros, para decir que la mía era grande y gorda, cuando en las duchas después de los partidos y en el gimnasio era de los más normalitos… Y tenía 38 años… 38 años…

Salí desnudo y corriendo a la habitación que hacía de baño, donde había un espejo grande y algo roto. Cuando me puse ante él, me devolvió un imagen de un hombre mayor (de 38 años, como debía ser) con una poblada barba de la que no me había dado cuenta que llevaba porque debía ser habitual. Una cicatriz pequeña en el nacimiento del pelo y tres más en el torso. Al no tener agua corriente y lavándome en el aguamanil de la habitación, no había pensado en afeitarme, pues a los 18 años no tenía prácticamente barba y lo hacía muy de tarde en tarde. Eso propició que no hubiese visto mi imagen actual.

-Ah, ya estás levantado? Venía despertarte yo. Han venido dos miembros del consejo en tu busca para que vayas cuanto antes, pues hay noticias importantes.

Eva había entrado sin que me diese cuenta, ensimismado en mis pensamientos.

-Si, me visto y voy inmediatamente.

-No. Te vistes, comes algo y te vas después.

Cuando llegué, ya estaban todos los miembros del consejo, además de los oficiales y los hombres importantes del pueblo.

Fuimos informados de que una columna de soldados se dirigía al asentamiento más grande y cercano a nosotros. Esperaban su llegada en unos diez días. Era el relevo de la guarnición de la ciudad.

Los hombres y mujeres rescatados eran prácticamente gente con estudios o buenos profesionales. Al parecer intentaban recuperar algo de la cultura anterior para disponer de armas y máquinas con las que derrotar a los grupos que, desperdigados por las montañas, les hacíamos frente y robábamos sus alimentos en las incursiones, causando últimamente bastantes bajas entre sus filas.

Una vez escuchada esta información, pregunté qué podían hacer por nosotros. Uno dijo que podría fabricar bombas, que lo llevaba pensado desde tiempo atrás, pero no le habían dado oportunidad. En las proximidades había material suficiente para preparar pólvora, aunque no de buena calidad, pero que resultaría suficiente para causar grandes daños si sabíamos usarla.

-Pero para hacer bombas necesitamos recipientes que se rompan en mil pedazos cuando estallen. ¿Qué vamos a usar?

-Yo he trabajado en una cerámica. Puedo hacer recipientes que se rompan en pequeños trozos. –Dijo otro.

-También podemos meter clavos y tuercas. Vi muchos en viejas tiendas en el pueblo conquistado.-Dijo un tercero.

-A mí me llamó la atención unas alas delta en una tienda de deportes que podríamos usar para lanzarles las bombas. ¿Alguien sabe utilizarlas? –Dijo un soldado

Nadie dijo nada.

-Necesito voluntarios para aprender. –dije yo- e id ahora mismo a buscarlas. Buscad y traed también los libros y manuales que encontréis sobre su uso. Tenéis diez días para dominarlas.

El oficial y un soldado, que resultó ser Ramón, el hijo de Eva, fueron a buscarlas trayendo cinco de ellas y gran cantidad de manuales. De los voluntarios que se presentaron, elegimos a veinticinco de los cuales, a los tres días quedaban diez sanos, los demás estaban llenos de roturas y descalabros. Al quinto día hubo uno más espabilado que consiguió acertar con el ángulo de ataque y supo controlar las corrientes, manteniéndose mucho tiempo en el aire.

Pronto los demás asimilaron las enseñanzas del nuevo maestro se incorporaron otras diez personas más con lo que conseguimos veinte pilotos capaces de recorrer largas distancias volando, sobre todo de noche.

Por su parte, los alfareros hicieron unas ollas de cerámica con muchos cuadrados en su superficie, para crear unas zonas fuertes y otras débiles, así, al explotar, romperían por la parte débil y saldrían despedidas las fuertes.

Los químicos elaboraron pólvora, mejorando incluso la primera fórmula. Los resultados de las pruebas de las ollas con pólvora fueron espectaculares, tanto en efectos como en heridos entre los manipuladores. No eran las clásicas granadas de mano que estaba acostumbrado a ver en las películas, sino más bien algo más grande que balones de fútbol, pero cumplían los requerimientos que necesitábamos.

Se planteó un problema. Cada piloto solamente podría llevar dos bombas, tanto por manejo y encendido de la mecha como por seguridad, por lo que se organizaron los pilotos para que saliese un grupo, arrojase sus bombas y volviese. Un segundo grupo ya preparado, tomaría el ala y volvería al ataque. Así los cuatro grupos.

Con algunos oficiales estuvimos observando al ejército que se acercaba. Era una gran columna central, con patrullas en cabecera, flancos y retaguardia, lo bastante separadas para no poder resultar sorprendidos.

Hicimos algo parecido a la última vez. Algunos hombres vestidos de soldados se acercaron a la vista de las patrullas laterales cuando no podían verlos desde la columna, distrayendo su atención y permitiendo que ellos y otros hombres escondidos los sorprendieran y mataran. Después hicieron lo mismo con la retaguardia. Así, con ese sistema, nos hicimos con los flancos, retaguardia y avanzada. Todas patrullas fueron sustituidas por mis hombres en el último tramo de la marcha, antes de la llegada a la ciudad.

Cuando la columna principal ya tenía a la vista la ciudad, fueron atacados y bombardeados por las alas delta, pillándolos desprevenidos y muriendo o resultando heridos en su mayoría, pues cuando divisaron las delta que volaban una tras otra, no pensaron en un ataque ni consideraron el peligro que podían suponer cinco hombres volando contra una columna de varios cientos. Incluso les pareció curioso y se pararon a mirarlas.

Las bombas cayeron, unas explotaron en el suelo, otras cerca de él, pero todas mataron hombres y reventaron caballos. Los que consiguieron escapar se dirigieron hacia sus compañeros en las patrullas laterales, resultando muertos por mis hombres.

Las delta volvieron a recargar, mientras mis hombres reagrupados y ya sin enemigos, cabalgaban despavoridos hacia la ciudad, desde donde habían visto el ataque en la lejanía. Todavía espolearon más los caballos cuando aparecieron las delta y empezaron a soltar algunas bombas más tras ellos, simulando que seguía el ataque.

La guardia de la ciudad abrió las puertas y entramos en desbandada. Inmediatamente subimos a la empalizada para controlar un posible ataque enemigo, y nos distribuimos lo más posible, a la espera de que llegase pronto la noche, con ello intentábamos hacer algo de tiempo y evitar preguntas incómodas.

Solamente cuatro hombres que escaparon y se juntaron a nuestro grupo no subieron a la empalizada, y cuando fueron preguntados por sus oficiales, tuvieron que responder que debían de haber muerto, porque no se encontraban entre nosotros. Fue una suerte, porque aunque los entendíamos se hubiese notado nuestro acento al hablar.

Entre preguntas y búsquedas inútiles se hizo de noche, permitiendo que eliminásemos a los guardias “oficiales”, al cuerpo de guardia y dejásemos abiertas las puertas. También íbamos eliminando a los soldados que se acercaban a la empalizada.

Esa noche, multiplicaron la vigilancia en muchos puntos del poblado y tuvimos que organizar patrullas que con la excusa de control, se acercaban a los puestos y eliminaban y sustituían a los vigilantes.

Gran parte de esos puestos de vigilancia se encontraban en los acuartelamientos donde dormían las tropas, con el fin de alertarlas rápidamente en caso de ataque. Los sustitutos, una actuación perfectamente sincronizada, colocaron antorchas en los edificios que albergaban tropas o que era necesario eliminar.

Las deltas iniciaron un ir y venir destructivo que mató a muchos de los soldados. Los barracones de madera se incendiaron y también más soldados perecieron en el incendio, unos por el fuego y otros en las luchas entre ellos para escapar de él. Los que consiguieron escapar, pelearon y fueron abatidos por mis hombres camuflados, y los pocos que escaparon a ellos, cayeron a manos de los demás que entraban en la ciudad.

Diez horas después, la ciudad era un lago de sangre de los enemigos. Habían muerto también algunos esclavos, pocos, y resultado heridas tres mujeres de la cocina de los soldados. Los cadáveres de los soldados fueron sacados fuera por los esclavos, que en cantidad de varias decenas de miles estaban en la ciudad, lo que aceleró el proceso.

Era una de las ciudades grandes de la zona y gran productora agrícola, sobre todo de cereal, por eso y por su docilidad, había esclavos en gran cantidad. Unos los amontonaron y otros trajeron mucha madera. Cuando terminaron, prendimos fuego a la pira, mezcla de cadáveres y madera, liberamos a los prisioneros no esclavizados y partimos hacia el campamento, dejado unos cuantos al cargo de los esclavos, un retén de guardia y llevándonos a las esclavas heridas.

Al llegar, me fui directamente a casa. Pasé del jolgorio que se montó en el campamento. Por suerte, nuestro campamento había sido antiguamente una población importante, por lo que había cientos de casas vacías que pudieron ser ocupadas por los nuevos liberados.

En mi casa estaba Eva. Se repitió la situación anterior. Mientras ella llenaba la bañera con varios cubos yo me metí en el dormitorio y me masturbé hasta correrme. Cuando la bañera estuvo preparada, Eva, se desnudó y esperó a que me metiese yo.

Se colocó detrás de mí nuevamente y empezó a frotar mi cuerpo. Esta vez mi polla no reaccionó como esperaba, pero ella sí. Se fue calentando a base de frotamientos conmigo, pero yo pude aguantar estoico, con gran dolor de corazón. Cuando ya me consideré limpio, salí de la bañera y ella se puso a secarme, solo que esta vez no le hice nada. Me secó por detrás, luego por delante, insistió en mi polla sin conseguir nada.

-¿Qué te pasa hoy que no se te pone? ¿Has estado con otra?

-No, pero estoy cansado, ha sido un día muy duro. Debo necesitar mucho más estímulo.

-Déjame hacer y verás cómo te pongo en forma.

Me hizo recostar en la cama y ella se subió a caballo sobre mí. Su coño sobre mi polla acariciaba con sus pelos mi glande. Se inclinó para darnos un beso salvaje que anuló parte de mi concentración e hizo que, ayudado por la presión de su coño sobre ella, mi polla creciese ligeramente.

-Mmmmm. Esto promete. –Dijo al notarlo.

Seguimos besándonos, mientras ella continuaba frotándose conmigo. Yo intentaba recrear en mi mente las escenas más truculentas e impactantes de la batalla para hacer que mi polla bajase, sin conseguirlo, aunque tampoco aumentaba.

Bajó a lamer mis pezones al tiempo que acariciaba mi pecho y vientre. Poco a poco fue bajando hasta llegar a mi pubis, donde descansaba mi polla, que mantenía floja a consta de un gran esfuerzo y a cuyo alrededor repartió besos, además de frotarla con su mano.

Tras varios recorridos por el cuerpo, me dio un beso en el glande, cosa que agradecí con un pequeño gemido de placer, que no me costó soltar, para animarla a seguir por ese camino. No se dio cuenta o no quiso hacerlo. Siguió por mi cuerpo, sin obtener nada de mí, hasta que volvió a darme otro y yo también le correspondí con un nuevo gemido. Esta vez si se dio por enterada, por lo que empezó a repartirme besos por toda la polla.

El aumento de mis gemidos le dio nuevos ánimos y se metió el glande en la boca. Mi polla se descontroló y quedó a media asta, mientras un largo suspiro escapaba de mi boca.

-Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh.

Empezó metiendo y sacando solamente el glande, mientras mantenía los labios presionando alrededor. Poco a poco fue metiendo más trozo, hasta que llegó a la mitad. Entonces la hice colocarse sobre mí para hacer un 69.

Volví a recorrer los bordes con mi lengua, metí la punta en su vagina y azoté con ella moviéndola a gran velocidad desde la base del clítoris hasta el perineo. Solo se oía el chapoteo de mi lengua en su coño y sus bufidos y sonidos casi ininteligibles.

– Pffff. Pffff. Pffff. Pffff. Pffff. Mmziiiimmmmm.

Yo mojaba el dedo pulgar en su coño y con él acariciaba su ano. Daba vueltas alrededor de su apretado agujero, consiguiendo que fuese cediendo poco a poco.

Cuando mi dedo entró en su culo puse mis labios alrededor de su alargado e hinchado clítoris y moviendo mi cabeza arriba y abajo para hacerle una mamada en su botoncito. Eso la descontroló y le hizo presionar su coño sobre mi cara, con mi boca apresando su clítoris y mi nariz incrustada en su agujero. Se empezó a mover frotándose contra mí, mientras yo atacaba su clítoris con la lengua.

Aguanté la respiración hasta casi la asfixia, mientras ella se corría, derramando líquidos que mojaban mi cara y escurrían por los lados. Por fin disminuyó su presión y siguió con la mamada, incorporando su mano para pajearme cuando se la sacaba y retirarla cuando se la metía.

Cuando sentí que mi orgasmo llegaba, subí las piernas sobre su cabeza para hacerle presión e incrustársela hasta la garganta, donde solté toda mi carga. Cuando terminé y la solté, se separó tosiendo y con arcadas, poniéndose en pie inmediatamente. Gruesos hilos de babas y semen caían desde sus labios y mojaban sus pechos mientras yo trataba de extraer cualquier residuo que hubiese quedado en mi polla.

Cuando pudo hablar, empezó a insultarme y a vestirse.

-¡Cerdo! ¡Cabrón! ¡Eres un maldito hijo de puta! Te has corrido en mi boca y me lo has hecho tragar. Eres un asqueroso… -Y un montón de improperios más.

Cuando me dejó hueco, le dije:

-Pero ¿has disfrutado?…

Y ella se calló un momento y dijo:

-No volveré más por aquí. ¡Cerdo! Mejor dicho, como tengo que seguir atendiendo tu casa, lo haré mientras no consiga liberarme, pero no volverás a tocarme nunca más. –Y se marchó.

Yo me recosté bien en la cama con la satisfacción de haber conseguido una parte de lo que deseaba y que había sido inspiración en mis masturbaciones cuando lo leía en los relatos o veía en los vídeos porno. Y pensando que, a partir de ese momento, debería ir buscando la forma de hacerme con su culo, me quedé dormido.

Relato erótico: “Las profecías se cumplen? 2” (POR AMORBOSO)

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El día siguiente lo pasé entre reuniones con el consejo y entrevistas con los presos recuperados, me informaron de que el gobernador de la ciudad y varios oficiales se habían rendido y eran interrogados por el consejo.

Fui informado de que habían obtenido toda o casi toda la información del funcionamiento de las ciudades, sus tropas y administración. Lo que nos vendría muy bien en el futuro.

Pasé un momento por los almacenes que hacían de hospital, donde se encontraban encerrados en sendos barracones los esclavos y esclavas recuperadas para que no saliesen vagando por el campamento. Solo eché una ligera mirada, con la que pude apreciar que estaban todos desnudos, llevaban la cabeza rapada y en ella podía apreciarse la cicatriz de la intervención que los convertía en dóciles.

Me comunicaron que, a falta de hacer más comprobaciones, habían visto que la operación les había anulado la voluntad, pero no sus conocimientos. Al parecer, uno de los médicos, mientras comprobaba el estado de un herido, mandó que se le cambiase el vendaje, sin mirar a nadie en especial. Uno de los esclavos que estaba en una cama al lado, se puso a cumplir la orden con gran maestría, por lo que el médico impidió que lo interrumpiesen y mandó que le facilitasen material.

Al final verificaron que había hecho una cura perfecta y querían comprobar si todos podían realizar trabajos relacionados con sus antiguas profesiones. Yo los dejé con su labor y marché a comer.

En casa tenía la comida preparada, pero ni rastro de Eva. Por la tarde volví a reunirme con el consejo, donde nos interrumpió uno de los mensajeros que diariamente viajaban entre el sitio uno y sitio dos (les dimos esos nombres para identificarlos, hasta que se convirtiesen en asentamientos definitivos y les diésemos otra denominación. Mientras tanto, decidimos darles un número según el orden de reconquista).

El mensajero de sitio dos, nos informó de los problemas que se habían presentado con un grupo de esclavas. Concretamente con 19. Cuatro del harén del gobernador, cinco de las reservadas a oficiales y diez de la tropa. Al parecer las esclavas de los harenes estaban condicionadas para excitar y follar a todos los hombres que veían, sintiéndose mal, con fuertes dolores si no lo conseguía ninguna. Solamente con que el hombre eligiese a una o varias para follar, las demás se calmaban. Cuando alguna llevaba varios días siendo rechazada, le empezaban los dolores, y no se les calmaba hasta que alguien se la follaba. Eso hacía que cada vez se pusiesen más ansiosas y provocadoras.

Era una forma de tenerlas ansiosas para quien quisiera follarlas y poder hacer con ellas lo que quisiera. Nuestros hombres, la mayoría viviendo en pareja, no querían hacer nada con ellas. (O no lo querían decir). De cualquier manera, eran seis contra diecinueve.

Hubo que traerlas al campamento, donde estuvieron unos días sedadas para que, por lo menos mientras dormían, no tuviesen dolores. Para luego ser atendidas únicamente por mujeres.

Los tres días siguientes fueron iguales, reuniones, comida yo solo, más reuniones, cena solo y a dormir.

Al cuarto día, me despertó una extraña sensación en mi polla. Me había acostado de madrugada y no tenía prisa por levantarme. Una boca le estaba dedicando su atención, y lo hacía con ganas, y parecía que hasta con experiencia. No me resultó difícil imaginarme que era Eva la que lo hacía. Al final era ella la que se había rendido primero.

Seguí con los ojos cerrados, en un intento de parecer dormido, que no engañaba a nadie, entre otras cosas, porque lo hacía con gran maestría y era difícil permanecer impertérrito ante sus acciones.

Sentía su lengua recorrer mi polla desde los huevos al glande, deteniéndose en el para darle rápidos toques de lengua en el borde, meterse la punta y volver a bajar haciendo el recorrido inverso por otro lado hasta llegar de nuevo a mis huevos. Repetía el proceso con su lengua y boca, mientras su dedo recorría mi perineo con una ligera presión.

“¡Mira que es puta!, pensé. El otro día se hacía la estrecha y hoy parece una profesional”

No podía evitar mi fuerte respiración y algún que otro gemido, que hacían más increíble mi simulación de sueño, pero ella siguió recorriéndola con la lengua por todos los lados y chupando mi glande con toques de la punta para seguir lamiendo hasta tenerla toda bien ensalivaba.

Cuando estaba dispuesto a correrme otra vez en su boca, la muy puta se separó de mí, dejándome con el rabo tieso y las ganas, pero solamente fue algo temporal. Al momento noté que se subía, montándose a caballo, sobre mí y manipulaba mi polla para empalarse en ella. Supe por los roces con mi cuerpo y la posición de sus manos, que estaba dando la espalda.

No sentí los pliegues de su coño antes de entrar, mientras la apoyaba en su agujero, sino que la sensación era de dos masas carnosas que luego separaba con sus manos antes de empezar a presionar para penetrarse. Eso, unido a la estrechez del agujero por donde la estaba metiendo, me hizo deducir que no era el coño por donde entraba sino por el otro agujero cercano.

“Ni chuparla ni por el culo” Me había dicho y no solo la chupaba de maravilla, sino que le entraba por el culo despacio, pero la más mínima preparación. ¡Cómo me había engañado!

Abrí los ojos un poco, solo para ver el espectáculo, pudiendo contemplar su hermoso culo y sus redondeces. Estaba inclinada hacia adelante, por lo que veía su espalda y algo de su pelo rapado, que debía haberlo recortado recientemente.

Movía su culo arriba y abajo a buena velocidad, al tiempo que su mano, al parecer colocada sobre su coño, se movía a ritmo frenético.

Volví a cerrar los ojos para dedicar toda mi atención a sentir los movimientos que su culo hacía con mi polla, subía y bajaba, se movía adelante y atrás, era capaz de cerrar más su ano para ejercer mayor presión y todo ello me estaba llevando al camino sin retorno del orgasmo.

-Siiiiii. Me corroooooo.

Y le llené el culo de leche. Nada más salir mi primer chorro de leche, empezó a contraer y soltar su ano exprimiéndome como si me ordeñase, al tiempo que gritaba su propio orgasmo.

-AAAAAAAHHHHHH.

Durante un rato quedó plegada sobre sí misma, recuperándose de lo que tuvo que ser un intenso orgasmo. Luego quedó ligeramente incorporada, con mi polla en el culo, supongo que mientras esperaba que se me bajase la erección y se saliese.

Le di dos palmadas en el culo con suavidad, lo que le arrancó un gemido de placer. Al no seguir, se retiró de encima de mí, quedando de pie junto a la cama, mirándome. Yo la miré y…

¡No era Eva! El pelo rapado por detrás y sus formas más o menos parecidas, además de no esperar a nadie más, me habían confundido. Se trataba de una de las esclavas rescatadas. Era mayor, aunque tenía un cuerpo muy bien formado. Pechos grandes, poco caídos, caderas redondeadas sin ser gordas, culo amplio, sin depilar coño ni axilas, la cabeza con el pelo recortado corto y una cara que me resultaba conocida…

-¡Coño! ¡Si es mi madre! ¡Mamá!

Exclamé al reconocerla. No me lo podía creer. ¡Le había dado por el culo a mi madre! En mi defensa podía decir que no la había conocido, que creía que era otra persona, pero… ¡Había enculado a mi madre!

-¿Mamá? ¿Eres tú? ¿De dónde has salido? ¿Dónde has estado?

Mientras hablaba, ella se dejó caer de rodillas, con las piernas bien abiertas, la cabeza pegada al suelo y las manos apoyadas a ambos lados de la cabeza, con los dedos apuntando al frente.

-Estoy lista para el castigo, señor.

-¿Qué castigo?

-Llevo tres días sin satisfacer a los hombres y hacerles conocer el paraíso.

-Es igual, no pasa nada. Pero contéstame ¿Dónde has estado?

-¡Pero señor, me duele todo mi interior! ¡La ley dice que tiene que castigarme!

Y se puso a llorar. Fuertes espasmos sacudían su cuerpo, mientras repetía “Señor, tiene que castigarme”. Yo me quedé paralizado. No entendía nada. Por fin pregunté:

-¿Qué castigo debo aplicarte?

-Los 15 azotes, cinco por cada uno de los hombres que, como mínimo, no he llevado al paraíso cada día.

-¿y cómo debo dártelos?

-¿Tengo su permiso, señor?

-Sí, claro.

Entonces se levantó, fue hacia donde estaba mi ropa y tomó el cinturón, volvió a mi lado, se arrodilló y me lo ofreció con la mirada baja, sobre sus manos abiertas y situadas por encima de su cabeza. En cuanto lo retiré de sus manos, volvió a la postura anterior y a sus súplicas.

Doblé el cinturón por la mitad y le di un golpe en las nalgas, sin fuerza. Ella siguió con su petición y espasmos. Volví a darle otro algo más fuerte sin que se callara. Por fin, harto ya de la cantinela, le di un golpe con fuerza que dejó una marca sonrosada sobre sus nalgas y parte del muslo.

-Uno, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

Le di un segundo golpe

-Dos, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

En mis ojos hicieron aparición las lágrimas, mientras azotaba con fuerza su culo y espalda, hasta completar los 15. Al terminar, con su culo totalmente rojo y cruzado por líneas rojo intenso, se incorporó a cuatro patas y se acercó a mí para levantarse hasta mi polla, que se encontraba medio enhiesta, y besarla.

-Gracias, señor. La comida está preparada. Si lo deseas te serviré ahora.

Asentí con la cabeza y se levantó en dirección a la cocina. No me lo podía creer. Azotar el culo de mi madre y ver su color rojo, las cintas oscuras que lo cruzaban y haber vuelto a sentir su boca, me habían excitado. Volvía a tener la polla dura otra vez. Solamente se me ocurrió decir:

-Mamá…

Ella se giró y me miró. Inmediatamente vino corriendo hacia mí, con una enorme sonrisa en los labios y con cara de gran alegría, haciéndome recostar de nuevo en la cama y saltando sobre mí para metérsela polla entera en la boca. Pero no era eso lo que pretendía.

-Ponte a cuatro patas.

Ella se colocó sobre mi como le había dicho, dejando que eligiese el agujero por dónde meterla. Una gota cayó desde su coño a mi pubis. Yo tampoco quería eso. Salí de debajo de ella y me coloqué detrás. Ella bajó la cabeza y se puso como en la posición de castigo. Sus dos agujeros quedaron disponibles y ofrecidos para seleccionar el que quisiese. Sin más dilación, se la clavé en el coño con la intención de lubricarla bien antes de atacar el objeto de mi interés.

Comenzó a emitir gemidos de placer cada vez más fuertes.

-Te gusta eh!

-Sí, señor. Me follas muy bien. Estoy disfrutando como nunca. Me tienes apunto ya.

-Pues córrete ya, cuando quieras.

-AAAAAAHHHH. Siiiii. Maaaaasssss

Cuando terminó su orgasmo siguió pidiendo más y más. Seguía chorreando y parecía que se iba a correr, pero no lo alcanzaba. Volví a preguntar.

-¿Estás apunto otra vez?

-Siiii.

-¿Y por qué no te corres?

-Porque usted no se ha corrido ni me ha dado permiso para hacerlo.

-Pues córrete cuando quieras.

Y nuevamente, en menos de tres minutos, volvió a correrse sin dejar de pedirme que siguiera. Quise hacer una prueba y antes del medio minuto le dije: ¡Córrete! Y volvió a tener un nuevo orgasmo, que por sus gritos debió de ser mayor y más intenso que el anterior. Me pareció que cada vez que alcanzaba un nuevo orgasmo, era más intenso que el anterior.

Con la polla empapada de sus líquidos, la saqué y la puse a la entrada de su ano, haciendo presión. Entró con mucha facilidad hasta que mi pelvis chocó contra sus glúteos y mis huevos contra su coño. Ella hizo presión con sus músculos, haciéndome sentir su estrechez. Se la saqué hasta la punta, le di una palmada en cada cachete mientras admiraba su culo y se la volví a meter hasta el fondo. Ella gemía de placer con todo esto. Decidí probar nuevamente:

-¡Córrete!

-AAAAAAAAAAHHHHHHH Siiiiiiii No pare, no pareeeee.

La cantinela era siempre la misma, pero mis huevos ya goteaban de los líquidos que escurrían de su coño, lo que me hacía pensar que sus orgasmos no eran fingidos.

Seguí un buen rato metiendo, sacando y dándole azotes. Mi polla estaba dura como nunca y a punto de reventar. Cada medio minuto la hacía correrse, lo que hacía cada vez con más agotamiento, hasta que ya no pude más y me vacié de nuevo en su interior. Mi orgasmo precedió al suyo, sin que le hubiese indicado nada.

Yo me dejé caer sobre la cama a un lado y ella se desplomó en el sitio. Me despertaron unas suaves manipulaciones en mi polla. Cuando abrí los ojos, allí estaba mi madre acariciándomela.

-La comida está en la mesa.

Me levanté, me lavé un poco, me vestí, saboreé una estupenda comida (mi madre era muy buena cocinera) y me fui directo al hospital.

Antes de salir, volví a preguntarle dónde había estado, de dónde venía.

-Estaba en un hospital, nos han sacado a la calle un rato y luego nos han dicho que volviésemos a la casa, y yo he venido.

-¿Y por qué te has puesto a chupármela y me has follado con el culo?

Con una cara de total extrañeza por mi ignorancia, me respondió

-¡Es mi obligación, señor! Tengo que hacer la comida para los señores y hacerles disfrutar para que conozcan el paraíso. Lo dice la ley.

-¿Y tiene que ser por el culo?

-Principalmente sí. La ley dice que tengo un buen culo, pero me pueden pedir y debo ofrecer cualquier parte de mi cuerpo.

Después de esto, salí rápidamente de casa, no sin antes advertirle que no se moviese de allí, y me dirigí al hospital.

No la habían echado de menos, no lo harían hasta la noche, al contar las camas. Me reuní con médicos, enfermeras y personal que no estaba ocupado en ese momento, preguntando cómo estaba la situación con las mujeres.

Teníamos 32 mujeres, 31 quitando a mi madre, más las 19 del harén Éstas últimas no daban problemas estando encerradas solas y atendidas por mujeres, pero no ocurría lo mismo con las otras. Me contaron que todas tenían fuertes dolores de vientre que las hacían ir dobladas, a pesar de ser atendidas solamente por mujeres también, las dos doctoras que las habían mirado, no encontraron nada y que la situación se les estaba yendo de las manos.

Esa mañana las habían separado en tres grupos, a uno de ellos, diez jóvenes se habían acostado con ellas, calmándoles los dolores durante unas cinco horas, a otro grupo las estuvieron masturbando sin conseguir que alcanzaran su orgasmo y no solamente eso, sino que se encontraban peor todavía. El tercero lo habían dejado de control.

Expliqué lo que había pasado en mi casa y cómo lo había solucionado. Hubo algunos comentarios por ser mi madre, pero fueron acallados al haber conseguido una solución, independientemente de la forma de conseguirlo.

Mandé llamar a 31 hombres voluntarios y solteros, los mandé desnudar y que retuviesen en sus manos los cinturones. Luego mandé a las mujeres situarse en posición de castigo, una delante de cada hombre y ante la cara de asombro de todos, incluyendo el personal del hospital, tomé el lugar de uno de ellos y le di cinco fuertes azotes en el culo, con la consabida respuesta de la azotada. Luego dije que les diesen los quince azotes a cada una, con fuerza, pero procurando no causarles grandes daños y que luego se las follaran, pidiéndoles, de vez en cuando, que se corrieran.

Volví una hora después y ya estaba el problema solucionado. En una nueva reunión con los médicos y personal, hablamos mucho en busca de soluciones, pero no podíamos tener a los soldados follándose a las mujeres todos los días, así que se me ocurrió traer a 183 esclavos o más, de la última ciudad para que colaborasen en el mantenimiento del campamente y que cada día, 31 de ellos se las follasen hasta que las fuésemos colocando en algún lugar.

Al día siguiente solicité el permiso del consejo e hicimos un nuevo ataque a otra de las poblaciones de cierta importancia que nos rodeaban. Había muchos más soldados y estaban más nerviosos y alerta. Luego nos enteramos de que era porque los mensajeros que habían salido en dirección a las ciudades y campamentos conquistados, no habían regresado y no había noticias de ellos y eso los ponía nerviosos.

Desconocedores de ello, esperamos a que saliese un mensajero, que fue interceptado fuera de la vista de la ciudad. Por la noche, los hombres se fueron camuflando cerca de la puerta de la ciudad, para lo que cortamos el agua que bajaba por los canales de riego para que pudieran esconderse.

A la mañana siguiente, apenas asomado el sol, volvió el mensajero al galope, al que unos guardias cansados y somnolientos, después de una noche de guardia, abrieron las puertas inmediatamente. Cuando pasó por ellas a toda velocidad, dejó caer dos bombas que explotaron un momento después, cuando empezaban a cerrar, sacando las puertas de sus goznes y matando a los que las cerraban.

Inmediatamente después, los hombres salieron de sus escondites y entraron en la ciudad, que todavía no había despertado, eliminando a todos los soldados que encontraban y que habían salido al oír el ruido.

En una acción coordinada, las delta bombardearon los cuarteles, creando una gran confusión. Mis hombres llevaban las ropas de los soldados capturados, y se identificaban por un trocito de tela en las mangas. Cuando se encontraban con grupos numerosos, los dirigían hacia la zona donde había más de los nuestros gran parte como soldados y unos cuantos más sin uniforme, pareciendo que luchaban entre ellos. Los recién llegados se incorporaban a la lucha, donde eran masacrados sin piedad al quedar totalmente rodeados.

Por suerte, en los primeros minutos de lucha, dimos con una prisión que se encontraba a la entrada y donde se hacinaban cientos de hombres y mujeres a la espera de ser procesados. Cuando abrimos las puertas y les explicamos quienes éramos, como nos identificábamos y lo que hacíamos, se incorporaron a la lucha tomando las armas de los caídos, palos, piedras y lo que encontraron a mano.

He de reconocer que si no hubiese sido por ellos, creo que no hubiésemos vencido. Al finalizar la tarde, los que no habían muerto eran prisioneros. Hubo que organizar varias piras para quemar los muchos cientos, quizá miles, de cadáveres, pero gracias a los liberados, los esclavos y nosotros, conseguimos deshacernos de ellos.

Entre otras muchas cosas, conseguimos hacernos con un equipo completo, incluyendo el personal, para lobotomizar personas y convertirlos en dóciles corderitos. Nada más informarme de ello, vino uno de mis oficiales y preguntó.

-Hay cerca de 800 soldados prisioneros. ¿Qué hacemos con ellos?

Estuve pensando en ello, reuní a los oficiales que pude y tuvimos un intercambio de ideas y pros y contras de cada una de ellas, al final, resumí todo ello y di la orden:

-No podemos almacenar prisioneros. Eso nos quitará personal y aumentará el riesgo de ser derrotados, por tanto, el equipo capturado se dedicará a convertir a los prisioneros en obedientes esclavos.

Cuando volví a casa, habían pasado tres días. Mi madre daba vueltas encorvada y dolorida, pero se le alegró la cara al verme. Mientras entraba, ya iba desabrochándome los pantalones, dejándolos caer pero retirando el cinturón.

Mi madre, desnuda como era su obligación en lugares cubiertos, se situó inmediatamente a mis pies en situación de castigo. Mi polla ya empezó aponerse dura antes de empezar.

-Uno, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

-Dos, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

– …

-Ocho, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

Su culo ya empezaba a tener una tonalidad roja y mi polla amoratada de la presión.

-Diez, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

Y estaba rojo, con tiras bien marcadas. Mi polla goteaba.

-Córrete.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Hice la prueba y funcionó. Tuvo un orgasmo brutal, incluso en medio de un castigo. Su condicionamiento era impresionante…

-Catorce, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

-Quince, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

-Chúpamela ya, rápido. Venga.

Se incorporó rápidamente y se la metió en la boca. Sujeté su cabeza con ambas manos y empecé a follarla con furia. Escondía los dientes y la presionaba entre la lengua y el paladar. Era algo súper excitante. Sentía mi polla entrar resbalando por su lengua y rozando su paladar, hasta alcanzar su garganta y sentir la contracción de su arcada perfectamente controlada, la volvía a sacar despacio, recreándome en el roce, para volverla a meter con rapidez.

Viéndome a punto de vaciarme, le di la orden de ir a la cama y de acostarse de espaldas. Me arrodillé entre sus piernas y coloqué la almohada bajo su culo para levantarla poder metérsela por el coño desde abajo, pero teniendo el cuerpo erecto, como si estuviese de pie. Eso me dejaba su clítoris disponible para manipularlo.

Sabiendo que no podía correrse hasta que lo hiciese yo o que se lo ordenase, me dediqué a follarla despacio, haciendo que mi polla, por la postura, recorriese bien su punto G, al mismo tiempo que aumentaba el rozamiento de mi glande.

Con una mano, alternaba caricias en sus pezones y con la otra, recogía con dos dedos sus pliegues dejando en medio el clítoris, para moverlos alternativamente, imprimiendo un sentido de cuarto de giro, además de masturbarlo ligeramente.

-AAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGG

Ya no gritaba. Berreaba. No podía correrse, pero eso no significaba que no se excitase. Es más, su condicionamiento la sobreexcitaba. Se puso como loca, como fuera de sí. Grataba, gemía, bufaba, hacía de todo. Me compadecí y le ordené:

-¡Córrete!

-AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHhhhhhhhhhhhhh

Su fortísimo grito se perdió en la afonía, para terminar en una relajación total. Yo seguí follándola un poco más y me corrí en su coño, soltando toda mi carga en un orgasmo de los más largos que recuerdo. Me extrañó que no se volviese a correr, pero tenía una causa justificada, había perdido totalmente el sentido.

Me preocupó momentáneamente, pero al ver que su respiración era normal, la dejé descansar y me fui a comer algo. Cuando se recuperó, tuve que volver a castigarla porque, según me dijo, había cometido dos pecados, el dormirse y no atenderme en mi comida. Evité un tercero al decirle que me había corrido a la vez que ella, porque también tenía que correrse conmigo.

Recuerdo que mi pensamiento fue: ¡Hay que joderse. Lo que hacen esos condicionamientos!

Por otro lado, Eva no me había dicho nada sobre sexo desde el día de la mamada. Seguía viniendo para dar las instrucciones a mi madre sobre la comida que tenía que hacer y organizar y mandarle las tareas de limpieza. Por supuesto, estaba al tanto de la situación, pues había entrado mientras estaba con mi madre, tanto durante los castigos como las folladas, aunque eso sí, discretamente, sin manifestarse directamente. De esto me enteré después.

Al día siguiente, no había salido de casa cuando llegó ella. Había mandado a mi madre que hiciese limpieza, no tenía nada urgente y estaba relajándome con la lectura del viejo libro de Nostradamus, lleno de anotaciones mías de los últimos años. En sus páginas descubrí que había llegado gracias al eclipse de luna y desde ese día me acostumbré a recitar el poema todas las noches.

-¡Qué solo estás!

Me sorprendió la voz. Cuando levanté la vista, pude ver a Eva apoyada en el marco de la puerta.

-Ah! Hola Eva. No te he oído llegar. ¿Qué tal estás? Para venir todos los días, hace mucho que no coincidimos ni nos vemos.

-De salud, bien, de sexo muchísimo peor que tú.

-¿Peor que yo? ¿Qué sabes tú?

-Porque desde que está tu madre contigo, o llego cuando estás en plena faena o estoy en otra habitación y me tengo que retirar discretamente.

-Ah! Ya te has enterado.

-Y quién no. Dais unos gritos que os oye todo el vecindario. Cuando vienes tú, creo que todos en este barrio se ponen a follar de lo calientes que los ponen vuestros gritos.

-Vaya. ¿Y a ti, también te pone? ¿Agotas a los otros cuatro que te compartimos?

-Eres un cabrón. Sabes que ni estando con ellos un mes entero disfrutaría tanto como una hora contigo.

-Eso tiene solución, siempre puedo sacar tiempo para ti. ¿Por qué no me la chupas un poco para ponerla en forma y estrenamos tu culo? –Quise tensar un poco la situación

-Hijo de puta. Te dije que ni te la chupaba ni te daba el culo. Me jodiste la otra vez llenándome la boca con tu corrida, pero no volverá a pasar más. –Saltó con furia.

-Mira Eva, no te hagas la estrecha, que se te notó que te enfadabas para quedar bien, pero que no te había disgustado tanto. Verás como también disfrutas lo mismo o más que por el coño.

-Eso no lo verás nunca.

-Muy bien. Cuando estés dispuesta puedes venir a mi cama. Te estaré esperando.

Y dio media vuelta, y se marchó bufando y murmurando en busca de mi madre para organizar las cosas.

Esa noche, le di cinco azotes de castigo a mi madre porque me apetecía y luego la follé con calma por el coño. Me corrí pronto y ella me acompañó con otro orgasmo, como era su obligación, y me fui a la cama pronto.

Aquel día organizamos un ataque a una pequeña guarnición, de unos 20 hombres, que era un puesto avanzado de vigilancia, y custodiaba un paso entre las montañas un poco alejado de nosotros.

La incursión fue un paseo. Sin noticias de los puestos, pueblos y ciudades cercanas, no sabían lo que ocurría y se encontraban totalmente relajados. Se veía que carecían totalmente de disciplina. De noche, solamente cerraban la puerta, sin dejar vigilancia la mayoría de ellas. Tampoco se molestaban en izar y arriar la bandera. Además había 22 mujeres de harén para ellos 20. Cuando llegamos, solamente había un soldado en la puerta, con una mujer desnuda arrodillada a sus pies, haciéndole una mamada.

Camuflados entre la maleza cercana esperamos el momento oportuno. Cuando cogió la cabeza de la muchacha con las dos manos y cerró los ojos, uno de mis hombres se desplazó hasta la empalizada y se acercó pegado a ella, sin hacer ruido.

Cuando clavó la polla hasta el fondo para correrse, no solamente soltó la leche en la garganta de la muchacha, sino que la bañó en sangre cuando le cortó el cuello sin que se diese cuenta. Rápidamente, la mano de mi hombre sustituyó a la polla del muerto para tapar la boca de ella y que no gritase. Algo inútil porque era una de las esclavas y ni gritan, ni huyen, ni nada, si no se les ordenas.

Entramos en silencio y recorrimos estancia por estancia degollando a los que dormían, estaban borrachos, jugaban o follaban.

Desde que vi a la muchacha haciendo la mamada, con la cabeza rasurada y desnuda, no pude evitar pensar en mi madre, poniéndoseme dura al instante, y creo que fue esa distracción, el estar pensando en ella, lo que hizo que uno de los defensores, además borracho, descargase su espada e hiciese un corte en mi pantalón de cuero, desde la ingle a la rodilla, toda la parte delantera. El roto del pantalón me daba problemas. Tenía dos opciones, quitarme los pantalones o sujetar el roto. Opté por atarme un pañuelo para mantener todo junto.

Ni que decir tiene que su cabeza duró pocos segundos más sobre su hombro.

Acabada la lucha, con casi todos los soldados muertos, procedimos a quemar sus cadáveres, como siempre, enviamos a los pocos prisioneros para someterlos, después de interrogarlos concienzudamente, y partimos hacia casa. Como a la vuelta de las batallas íbamos bañados en sangre de nuestros enemigos, no me di cuenta de que la espada no solo había cortado mi pantalón, sino que me había hecho una herida, aunque no muy profunda, pero muy larga.

Llegué a casa, me desnudé y vi la herida. El pañuelo la había mantenido bastante cerrada con un sangrado bajo, pero al quitarlo volvió a abrirse. Envié a mi madre a buscar a Eva, que había trabajado en un hospital hasta que se casó, y estuve lavándome. La herida no era grave, pero sangraba mucho y en cantidad por su longitud. Tuve que hacerme un torniquete y acostarme porque no podía mantenerme en pie.

Eva limpió y desinfectó todo, me vendó la herida y se quedó parada un momento mirándome. Increíblemente, con las manipulaciones entre mi ingle y rodilla me la habían puesto dura. Se arrodilló entre mis piernas, me sonrió y se la metió en la boca. No tenía nada que ver su mamada con las de mi madre, pero ponía interés. Al poco rato consiguió que me corriese, sin que se retirase, a pesar de haberle avisado que lo iba a hacer. Se tragó todo, incluyendo unas gotitas que salieron a sus labios y que recogió con su dedo para chuparlo sensualmente, me sonrió otra vez y se fue.

A partir de ese momento, caí en un sopor que me mantuvo dos días en semi-inconsciencia. Dijeron que era por la pérdida de sangre y la infección que sobrevino, a pesar de la experta cura de Eva.

En ese periodo oía hablar a varias mujeres, una de ellas mandaba y se enfadaba. Creo que alguien me la estuvo chupando, pero no sé si llegué a correrme. Hubo más gritos, pero tampoco sé si todo eso fue consecuencia de la fiebre.

Desperté al segundo día, cuando Eva terminaba su cura y comenzaba a volver a vendar la herida.

-¡Por fin despiertas! Llevas dos días con fiebre de caballo. Tenía ganas de que lo hicieses para darte una sorpresa: ¡Está aquí tu hermana!

-¿Mi hermana? ¿De dónde ha salido?

-Estaba en el último campamento que asaltasteis. Por lo visto, era un sitio de paso y descanso de tropas y tenían más concubinas para atenderlos. Una de ellas era tu hermana. En cuanto la reconocieron, la trajeron aquí y lo primero que hizo fue ponerse a chupar tu polla. Por lo visto, está condicionada para hacerse elegir por cualquier hombre que vea y su pecado es el no ser aceptada por ninguno.

Y continuó

-He tenido que llamar a los cuatro abuelos que tengo (eran cincuentones) para que las entretengan y no se lancen como locas a por ti. No sé si estos sobrevivirán a una semana con ellas. –Esto último lo dijo riéndose.

Dos días después tenía la herida lo bastante bien como para levantarme y poder acudir a las reuniones del consejo. Y desde ese momento y durante los días siguientes planeábamos los ataques, estudiando todas las posibilidades, para que luego Darío, el hijo de Eva, actuase en mi lugar dirigiendo a la gente, consiguiendo en todos ellos nuevos éxitos.

Eva tenía a María encerrada en una habitación, por lo que, entre eso y que no estaba muy despierto cuando me lo dijo, no volví a acordarme de ella.

Ya esa primera salida marcó el cómo iba a ser el futuro. Cuando termine la jornada de mañana, fui a casa a comer, mi madre me sirvió la comida. Seguidamente, se metió bajo la mesa, me desabrochó los pantalones y me los bajó, junto a calzoncillo, hasta los talones, obligándome a levantar el culo de la silla para ello.

No había llegado excitado pero, solamente de bajarme los pantalones, mi hasta entonces minimizada polla empezó a crecer. Se la metió en la boca todavía reducida y floja y empezó a aspirarla e ir sacándola y estirándola poco a poco, echando la cabeza hacia atrás, hasta que se salía de su boca. Ese gesto iba llenándola de la sangre necesaria para conseguir una potente erección en pocos minutos.

Una vez alcanzada, comenzó a metérsela hasta la garganta y sacarla hasta la punta, con lamidas en el glande y vuelta a repetir.

-Hazlo despacio. Tómate tu tiempo.

Ella cambió. Se la sacó y empezó a recorrerla con la lengua, tanto en su longitud como en circunferencia. Acariciaba mis huevos y su dedo presionaba la base de mi polla en el perineo. Cuando había lamido toda mi polla, se la metía entera en la boca y la volvía a sacar, mientras estrechaba el cerco de sus labios.

Lo hacía tan bien, que pronto me tuvo a punto de correrme y no lo consiguió por mis esfuerzos en contra. Por suerte, pronto terminé mi plato de comida y le hice ir a buscar el segundo. Eso me dio el tiempo de recuperarme y bajase mi excitación. A su vuelta la hice seguir con la mamada, volviendo a empezar. Nuevamente lamidas a lo largo y ancho, penetraciones profundas y problemas para mantenerme sin llegar al orgasmo.

Como en los combates de boxeo, cuando estaba a punto de caer, sonó la campana. Terminé mi plato y le pedí algo de postre. Me sacó fruta y eché de menos los plátanos. En esta zona no se producen, siempre son de importación y los negocios no estaban muy por la labor, pero la hice acostarse boca arriba sobre la mesa, con los pies sobre dos sillas y traje de la cocina un buen pepino.

Le hice ensalivarlo bien para metérselo por el coño, haciéndole sentir sus rugosidades y bultos. Empecé a moverlo entrando y saliendo, al tiempo que masturbaba su clítoris con la otra mano. No tardó en gemir de placer y retorcer su cuerpo para aumentar las sensaciones.

Me detuve un momento masajeando mi polla, para luego escupirme en ella y metérsela por ese culo que tanto me ponía. Le estuve machacando durante un buen rato, al tiempo que movía ligeramente el pepino insertado en el coño, sin dejar su clítoris desatendido.

El trabajo anterior sobre mi polla y el angosto espacio que dejaba su coño lleno, presionándomela con fuerza, haciéndome sentir con intensidad el placer de la enculada, hizo que no aguantase y me corriese como un burro dentro de su culo, lo que hizo que ella se corriese también.

Gracias a su condicionamiento no quedé mal, pues estoy seguro que si en lugar de ser mi madre hubiese sido Eva, ella se hubiese quedado con las ganas.

Cuando termine, le hice limpiarme la polla, me vestí y me fui realizar mis tareas.

Cuando volví por la noche, había una muchacha joven, con la mirada perdida, sentada en un sillón. Nada más entrar, se le iluminó la cara y saltó hacia mí, directa a mi cuello, que envolvió con sus brazos mientras clavaba sus labios en los míos y su lengua entraba hasta lo más profundo. A la vez, pegó su cuerpo al mío, haciéndome sentir, a pesar de la ropa, sus pechos grandes y duros, que se clavaban como estacas, su coño restregado por mi entrepierna y sus piernas que se intercalaban con las mías y me aprisionaban como un cepo.

Puse mis manos en su culo. Un culo redondo y duro, pero menos que lo que se había puesto mi polla al sentirla. Ella misma hizo los movimientos que la liberaron, soltando y dejando caer pantalones calzoncillos, para seguidamente arrodillarse ante mí y empezar a metérsela en la boca.

Fue muy excitante. Empezó lamiendo el glande por todas partes. Solamente con eso ya pensaba que iba a correrme. Luego puso sus labios rodeándolo y fue metiéndoselo despacio. Lo metía un par de centímetros más o menos y lo sacaba uno aproximadamente, para volver a meter otros dos y retroceder uno. Así hasta que se la metió toda entera.

Para alguien que estaba ansioso desde el primer momento, eso fue un auténtico martirio, que no mejoró con sus siguientes atenciones. Todavía estuvo un rato sacándolo hasta la punta, lamiendo el glande y volviendo a meterla hasta la garganta, despacio pero sin pausa.

Por fin comenzó a aumentar la velocidad del vaivén, combinando con acciones que no sabría definir en su totalidad. Creo que era combinación de succión y movimientos de lengua, en cadencias rápidas.

No se cómo detectó que estaba a punto de correrme, pero momentos antes, se la sacó y me hizo agacharme hasta quedar tumbado en el suelo. Montó a caballo sobre mí y ella misma se empaló.

Estuvo un momento detenida, con ella dentro, mientras realizaba contracciones con los músculos dándome un masaje que me tenía a instantes de mi orgasmo pero que no era suficiente para contrarrestar mis esfuerzos por dilatarlo y hacerme llegar.

Cambió a movimientos con la pelvis adelante y atrás. Adelante la clavaba completamente y masajeaba, hacia atrás, mantenía compresión hasta llegar a sacársela y dejarla recorrer su coño rozando su clítoris, tanto cuando salía como cuando volvía, hasta iniciar una nueva penetración. Había momentos en que pensaba que pasaría de largo, sin entrar, pero con habilidad conseguía la suficiente desviación para que entrase y pudiese llegar hasta el fondo.

La situación se me hizo inaguantable. Yo no gemía, daba auténticos gritos de placer mientras sentía sus movimientos

-OOOOOOHHHH. Siiiiii. Muévete asíiiiii.

Llegó a mover sus piernas hasta ponerse en cuclillas sin sacársela completamente, siguiendo una serie de botes sobre mi polla que más parecía una estación de bombeo de petróleo que una follada, por la cantidad de líquido que bajaba por mis huevos al suelo.

-¡Quiero correrme en tu boca YA! –Grité poco después.

Saltó hacia atrás hasta que quedó a la altura conveniente y se lanzó a una mamada que me hizo ver el cielo y lanzarle toda mi carga directa a su garganta, donde desapareció convenientemente engullida. También ella tuvo su orgasmo en cuanto sintió mi corrida.

Si bien había disfrutado como nunca, aunque mi experiencia sexual era escasa, no terminaba de gustarme que se corriesen solamente porque lo hacía yo, pero mis reflexiones fueron cortadas por la entrada de Eva.

-Veo que, por fin, has conocido a tu hermana. ¿Qué te ha parecido?

Gracias por sus comentarios y valoraciones.

Relato erótico: “Las profecías se cumplen? 3” (POR AMORBOSO)

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-Veo que, por fin, has conocido a tu hermana. ¿Qué te ha parecido? –Me dijo Eva

-¿Mi hermana? ¿Esta es mi hermana? ¿De dónde ha salido?

Por supuesto, no la conocía, puesto que para mí era un bebé de dos años, pero como ocurría ya habitualmente, la luz fue penetrando en mi memoria y recordé todos los años anteriores, sus estudios, los chicos que la perseguían y mi fuerte control para que llegase virgen al matrimonio, las discusiones con mis amigos que querían llevársela a la cama, incluso dispuestos a pagar, lo que me costó una pelea. Y ahora me encontraba que no solamente no era virgen, sino que hasta yo mismo me la había follado.

-Era una de las esclavas sexuales del último campamento. Las tenían para divertimento de las tropas que acampan allí cuando pasan de una ciudad a otra y tienen que hacer noche. Por eso había tantas.

-Pero… ¡No me jodas! Si me la acabo de follar.

-¡Y las que lo tendrás que hacer!

-¿Es otra como mi madre?

-No, esta no tiene la obligación de follar todos los días, pero debe ofrecerse a cualquier hombre que vea, y ser castigada si no hay por lo menos uno, de entre los que se haya ofrecido, que la tome. Si no ve a nadie, no tiene que hacer nada. Por eso estaban encerradas en salas sin ventanas, solo con salida a un recinto vallado por altos muros.

-Pero no puedo dejarla encerrada siempre.

-La puedes tener encerrada o juntarla con tu madre para follarlas a las dos. Con tu madre tienes que correrte, pero con tu hermana es suficiente con que participe en la follada y que tú te corras. Está condicionada para participar en orgías de varias mujeres con el mismo hombre.

-¿Serás tú una de ellas? Me gusta mucho más hacerlo contigo. Y… me debes tu culo.

-Nunca he participado en orgías, pero por ti estoy dispuesta a probar. Pero de mi culo… NADA DE NADA.

Sus ojos estaban brillantes y eso, unido a la facilidad con la que había aceptado, me hizo pensar que estaba excitada, así que, desnudo como estaba, me acerqué a ella, la abracé sin que mostrase ningún rechazo y le di un beso en la boca que se convirtió en frenético nada más empezar.

Empecé a desnudarla despacio, pero ella misma terminó de hacerlo con rapidez, haciéndome acostar sobre el suelo, donde antes había estado con mi hermana, para lanzarse sobre mi polla, metérsela en la boca y comenzar una mezcla de pajeo y mamada hasta que me la puso lo suficientemente dura.

Montó a caballo sobre mí se puso a frotar mi glande de un extremo a otro de su coño, empapándola de sus cada vez más abundantes líquidos. Sentir sus labios, su clítoris y su coño, pasando seguidos durante el recorrido rozando mi glande por ellos, mantenía mi polla con la suficiente dureza para que poco después fuese descendiendo y pudiera empalarse directamente, para terminar recostada sobre mí.

Después de la mañana con mi madre y, sobre todo, la follada de poco antes con mi hermana, no tenía suficientes fuerzas para conseguir una dureza normal, pero sirvió para que, con los movimientos de su pelvis atrás y delante, el roce fuese mayor por ambas partes, sobre todo en su clítoris.

Al poco de ponerse empezó a gemir con fuerza y a gritar su orgasmo.

-Oooooohhhhhh. Me corrooooo.

Se detuvo unos segundos con mi polla dentro, realizando ligeros movimientos para disfrutarlo y luego continuó con nuevas energías y más rápido en busca del siguiente.

-Se ve que vienes muy caliente. ¿Verdad? –Le dije.

-Mmmmm. Siii. Ver cómo follabais me ha dejado chorreando. MMMMMM. Y no te voy a dejar hasta que me quede seca. –Me respondió sin dejar de moverse.

Metí la mano entre nosotros para sacar sus pechos hacia los lados y acariciarlos, frotar sus pezones, recorrer con mis manos su cuerpo hasta acariciar su culo, bajando mi dedo medio por la raja, cuando se acercaba, hasta llegar a su ano, al que rodeaba con suaves caricias a la vez que presionaba ligeramente para ir abriendo hueco. Luego seguía el camino contrario mientras lo alejaba, sacando mi polla de su coño. Ella frotando su clítoris en el movimiento y yo la raja de su culo.

Entre grandes gemidos y gritos, alcanzó su segundo orgasmo que le llegó con intensidad, se mantuvo unos segundos y la dejó desmadejada sobre mi cuerpo.

Tras recuperarse, continuó moviendo su cuerpo atrás y adelante, buscando que yo alcanzase mi placer. Acariciaba mi pecho frotando sus tetas contra él, mientras me follaba al ritmo lento.

Hubo un momento que se incorporó, poniendo su cuerpo vertical, con mi polla incrustada hasta lo más profundo e inició una serie de movimientos circulares. Yo coloqué mi pulgar en el punto de unión, justo sobre su clítoris. Al principio, sus movimientos siguieron lentos, pero poco a poco fue acelerando, al tiempo que alternaba movimientos circulares con subidas y bajadas, siempre con el último roce de su clítoris contra mi dedo.

Nuestros gemidos llenaban la habitación. Yo había empezado sin fuerzas, pensando que no llegaría a correrme, pero cada vez me sentía más metido en ese placentero camino sin retorno, hasta que ya no pude más y al grito de “Me corrooooo”, solté todo lo que me quedaba dentro del coño de Eva.

Ella, al oírme, hizo más presión y movimientos más rápidos con su clítoris sobre mi dedo y también lanzó su grito “Y yo tambieeeeeén” Cayendo desfallecida sobre mí.

Cuando poco después me recuperé, la tomé en brazos y la llevé a mi cama, donde nos quedamos dormidos al instante.

Al día siguiente, lo primero que hice fue entrevistarme con los acondicionadores de esclavas capturados, para conseguir que mi madre no tuviese la obligación de follar cada día y que si no follaba con nadie, no fuese necesaria castigarla. También a mi hermana tenían que quitarle la necesidad de satisfacer a los hombres y de sufrir castigo si no lo conseguía. Me dijeron que era un proceso muy largo pero posible. Les mandé que fueran a casa a buscarlas y empezasen inmediatamente. Estarían todo el día con ellas y por las noches las devolverían a casa de nuevo.

Más tarde, en el cuartel general, con el consejo reunido, aconsejé el aprovechar las circunstancias y el hecho de que todavía no habría corrido la voz de nuestras conquistas, para liberar más ciudades, ahora que tenían guarniciones pequeñas, más dedicadas a capturar esclavos huidizos que a defenderlas, debido a nuestra falta de lucha y defensa. Serían presa fácil para nosotros, y una vez capturadas, el avance y expansión podría ser exponencial, ya que las poblaciones del interior solamente tenían algunos soldados para mantener el orden.

Sería un avance rápido, hasta que llegásemos a las principales ciudades donde se acuartelaban importantes cantidades de tropas y armamento.

Ya anochecido, los dejé deliberando y me fui a casa, donde me encontré a las tres esperándome. Dudé en si salir corriendo o quedarme, pero el culo de mi madre, las tetas de mi hermana y el morbo de Eva, me retuvieron.

Mi madre y hermana estaban desnudas, y Eva llevaba una camisa mía, donde se marcaban sus pezones y que dejaba entrever su coño peludo. Tengo que reconocerlo, la escena me la puso bastante dura. La cena estaba sobre la mesa, así que la hice retirar para hacerlo más tarde. Mientras lo hacían, retiré la silla, sustituyéndola por un banquito más bajo.

Cuando terminaron, mandé a Eva recostarse sobre la mesa, boca arriba, con los pies colgando. Yo me senté en el banquito, quedando mi cara a la altura de su coño. Pedí a mi hermana que me la ensalivase bien, cosa que hizo inmediatamente.

Se metió bajo la mesa, soltó y retiró mis pantalones y calzoncillos con algo de ayuda por mi parte y se la metió completamente en la boca, para luego ir sacándola poco mientras hacía rápidos movimientos con la lengua. Luego cogió con la mano mis huevos y la base del pene y se puso a lamerlo y ensalivarlo bien.

Yo me dispuse a atender a Eva con intención de follarme su culo, pero sin saber muy exactamente ´como lo iba a hacer, pero al meter mi cara entre sus piernas abiertas y ver sus labios ligeramente abiertos y brillando de humedad, recorrí con mi lengua los bordes, empezando desde abajo, lamiendo su ano y acariciándolo con un dedo, para luego subir poco a poco, sintiendo como se abrían cada vez más conforme eran recorridos, hasta que llegué al borde superior, donde me encontré su clítoris sobresaliendo ligeramente entre los pliegues. No le hice caso. En su lugar, me detuve y pedí a mi madre que se pusiese a cuatro patas y se empalara por el culo, y a mi hermana que se colocase debajo para que lamiese mi polla al tiempo que se comían el coño mutuamente.

La mesa era de cristal, obtenido de un escaparate de tienda, sujeto por un marco y cuatro patas. Eso me permitía ver lo que ocurría debajo, mientras le metía dos dedos en el coño a Eva o se lo repasaba con la lengua. Se notaba que mi madre no era muy experta en comer coños

El trabajo de mi hermana con mi polla fue excelente. La había ensalivado perfectamente, entrando en el culo de mi madre, que ella misma había estado dilatando, con mucha suavidad y rapidez. Cuando se puso en posición y se dedicó a lamer mi polla y el coño de su madre, también hizo un trabajo excelente. Me lamía el tronco mientras lo metía para pasar luego a las bolas, recorrer el coño de ella y volver a mi polla. Nuestra madre gritaba de placer, pues su condicionamiento la excitaba rápidamente. La mandé correrse tres veces antes de terminar con ella

Mientras me dediqué a meter primero un dedo, luego dos y más tarde tres dedos en el culo de Eva, sin dejar de atacar su coño con boca, lengua y dedos para excitarla al máximo, pero sin tocar su clítoris. Cuando ya la tenía como quería, le dije:

-María, sube a la mesa y que te coma el coño Eva.

-Pero… Yo nunca he estado con una mujer. No sé si sabré hacerlo.

-Verás como sí. Tú hazle lo que a ti te gusta que te hagan y verás…

Y así lo hicimos. Una vez que mi hermana colocó una pierna a cada lado de su cabeza, impidiendo que se moviera, yo dejé su coño y culo en paz, para ponerme en pie. Se la metí varias veces en su encharcado coño para mojarla bien, agarré sus piernas bajo mis brazos y puse mi glande sobre su ano, empujando suavemente. Dos dedos en su coño y el pulgar rodeando clítoris sobre la piel, ayudaban haciendo que soltase gran cantidad de flujo, que escurría hasta mi polla y su ano, facilitando la entrada.

Tras varios intentos, dilató lo suficiente para que entrase la punta. La mantuve un rato para acostumbrarla, sin dejar su coño desatendido, luego empecé un suave vaivén en la entrada de su ano. Cuando ya entraba con comodidad, bien lubricada con flujo que caía constante, di un golpe de riñones, metiéndola hasta el fondo de su culo al tiempo que acariciaba su clítoris aprisionado por los labios que sujetaba entre mis dedos.

Dio una especie de bote. No sé si por la entrada de la polla en su ano o por mis caricias en su coño, pero fue ella la que adelantó los movimientos de su culo, en lugar de que fuese yo el que me moviese cuando ella se hubiese acostumbrado.

A los pocos minutos, su cuerpo se tensó víctima de un orgasmo violento, cuyos gritos quedaron apagados por el coño de María sobre su boca.

Las hice montar un 69, pero con el coño y culo de mi hermana delante de mí. Se la clavé por el coño, mientras Eva lo recorría con su lengua hasta mis huevos. Los gemidos de placer de mi hermana destacaban por encima del ruido de la sala. Empecé a follarla despacio, disfrutando tanto de su coño como de la lengua que lo recorría. Poco a poco fui necesitando más, sobre todo, después de la segunda interrupción de las lamidas, por causa de su correspondiente orgasmo.

Me lancé a follarla duro. Cada vez más duro, animado por sus gritos de placer.

Poco después anuncié mi corrida y llené su coño de leche.

Aún mantuve mi polla en su interior, disfrutando de sus contracciones, hasta que perdió tanta dureza que dejé de sentirlas.

Puse la silla en su sitio, mandé limpiar la mesa de la amalgama de flujo y esperma que había caído sobre ella y ordené poner de nuevo la cena. Ante mi sorpresa, mi madre y mi hermana los lamieron hasta dejar la mesa impecable, lo que quitó casi todo el trabajo a Eva cuando vino con un paño húmero para limpiarla.

Cenamos Eva y yo en la mesa y mi madre y hermana en el suelo. Luego me fui a la cama con Eva.

A los pocos minutos entró mi madre con el cinturón para su castigo por no haber conseguido que alguien se corriese dentro de ella. La hice ponerse sobre la cama y procedí a darle los azotes mientras ella, siguiendo mis instrucciones, iba comiéndole el coño a Eva, interrumpiéndolo con sus frases correspondientes que yo procuraba fuesen lo bastante separadas, distanciando los azotes, para que Eva lo disfrutase.

Su culo rojo y liso, ya sin marcas de heridas gracias a la práctica, me volvió a empalmar, por lo que nada más terminar, la despaché y sustituí en el coño, esta vez con mi polla, dándole un frenético folleteo que la hizo alcanzar dos orgasmos antes de derramarme en su interior.

-¿Te pone azotar a tu madre? –Me preguntó Eva.

-Me pone su culo, y sobre todo cuando está rojo después de un castigo.

-¿Más que el mío?

-Te lo diré más adelante. Cuando le dé el tratamiento adecuado con la correa.

-Hoy me lo has estrenado. Nadie me lo había hecho hasta hoy.

-Ya te dije que lo haría. ¿Te ha gustado?

-Mmmmm. Siii. No sé por qué he tardado tanto. Ha sido una experiencia y un orgasmo increíble.

Enseguida nos dormimos sin hacer nada más hasta el día siguiente.

Por la mañana, volví al consejo para conocer el resultado de sus deliberaciones. Me hicieron caso y en el siguiente mes cayeron al ritmo de una ciudad o campamento cada dos días. El número de hombres y mujeres liberados, sin contar esclavos, creció exponencialmente y se añadieron más de otros campamentos.

La noticia fue corriendo por los campamentos enemigos, hasta el punto de que en alguno de ellos llegaron a escapar y dejar todo abandonado, en cuanto nos vieron aparecer por el horizonte.

Entre mis compañeros comenzaron a llamarme “el nuevo Cid”, en recuerdo del luchador y conquistador del siglo XI en la reconquista contra los árabes, con el que coincidía en nombre. Aunque no me gustaba, no podía impedir el rumor, aunque a mí no me lo dijesen directamente.

Hubo que emplear hombres para organizar nuevas compañías de soldados y darles formación militar básica, preparar pilotos, armas y bombas, organizar nuevos asentamientos militares y empezar a definir la nueva estructura de país. Fue agotador, eso sin contar que cuando llegaba a casa tenía que follarme a mi madre o darle cinco azotes, follarme a mi hermana y, a veces, a Eva, ya que no estaba dispuesto a que cualquier otro lo hiciese también.

Poco a poco las exigencias fueron bajando, gracias a la reeducación y enseguida pasé follarme a mi madre y Eva o a mi hermana y Eva, aunque también montábamos alguna orgía entre los cuatro, sobre todo cada vez que celebrábamos una victoria.

La suerte y ventaja no podía durar eternamente. La noticia de la rebelión, a pesar de que no dejábamos escapar a nadie, llegó hasta la capital, donde se encontraba el gobierno, el cual mandó tres compañías, formadas cada una por dos secciones de 9 pelotones de 12 hombres dirigidos por otro, equivalente al cabo o sargento, un equivalente a sargento o teniente por cada tres pelotones y un capitán al mando de todo. En total más de 600 hombres, enviados para eliminar el levantamiento.

Llevaban un cañón militar ligero y un carro tirado por bueyes y esclavos, con munición. Uno de los pelotones llevaba fusiles de asalto y todos los oficiales, pistolas.

Cuando recibimos la información, cayó como un jarro de agua fría sobre el consejo y los oficiales reunidos. La primera idea fue de huir y salvar a los hombres y mujeres del campamento, pero se me ocurrió una idea que si salía bien, podría hacer que, además de eliminar a todos, nos quedásemos con las armas.

Entre las montañas, a gran profundidad, bajaba un río que en un punto determinado se dividía en dos, dejando en el medio una isla como si fuese una alta torre en medio del cauce. Con los siglos, el agua había ido desgastando el terreno hasta convertirla en una montaña elevada cuyo contorno eran altos farallones inaccesibles de unos cientos de metros, y separada del resto por un canal de algo más de la anchura del río por cuyo fondo seguía discurriendo.

Pensábamos utilizar la plataforma para construir una población que quedase protegida por el foso natural del río y con suficiente tamaño alrededor para cultivar, en cuanto solucionásemos el problema de subir el agua necesaria.

Habíamos construido dos puentes de madera en lados opuestos, que, de momento, nos facilitaban el paso cuando regresábamos de viajes del este.

El plan era sencillo. Dirigiríamos al enemigo hasta la plataforma y una vez que estuviesen en ella, volaríamos los puentes, dejándolos aislados y listos para ser acribillados. Habría que tomar precauciones con sus armas, y sobre todo con el cañón, pero era factible.

Reunimos a todos los hombres que podían luchar, dejando los pueblos y plazas fuertes abandonados, preparamos grandes escudos que nos cubriesen por los flancos, frente y parte de arriba, basados en la formación en tortuga de los romanos, que portarían los esclavos recuperados para que los soldados tuviesen más libertad de movimientos en el ataque.

Empezamos a parecer descuidados, mostrándonos ligeramente a sus exploradores, en nuestras rutas de regreso al campamento, por lo que poco a poco, la columna fue tomando la dirección que nos interesaba para acceder por el lado Este de las montañas.

El continuo trasiego de mis hombres por la zona marcaba un rastro fácil de seguir hasta por un niño. Los soldados lo siguieron hasta el pie de las montañas, donde tenía que entrar por un estrecho barranco con abundantes rocas. Hubiese sido maravilloso si hubiesen entrado en fila por él, pero el capitán mandó a un par de pelotones por cada lado, que subiesen a lo más alto para evitar emboscadas.

Pero no todo fue en contra. Cuando llegó el cañón, el carro de las municiones y los de intendencia, no podían pasar, por lo que optaron por que quedase un retén de cuatro pelotones para desmontar el cañón y cargarlo en caballos, con una parte de las municiones y alimentos suficientes para todos.

La vigilancia era férrea. Un tercio de los hombres vigilaba, otro descansaba y el tercero preparaba municiones para su transporte. Rápidamente preparamos una estrategia de ataque.

Sacamos algunos de los uniformes del enemigo y se los pusieron mis hombres, otros se desnudaron y, tras un rápido afeitado de su cuerpo y cabeza, formaron una columna de presos esclavos, con las manos a la espalda, sujetando sus armas y una cuerda que los unía entre ellos. Se les añadió un abundante grupo de esclavos reales para camuflar mejor a los soldados, estos atados correctamente. Parecían un transporte de esclavos de una ciudad a otra.

Luego, confiando en que la información que tenían los enemigos no fuese mucha, me puse al frente del grupo y partimos, dando un rodeo para aparecer desde otra dirección cuando ya atardecía, pues habíamos descubierto que el atardecer y la noche eran los mejores momentos para los ataques. Uno de los soldados enemigos se acercó a caballo y otro de los nuestros, liberado y reconvertido del enemigo y que por tanto se expresaba bien para que no sospechasen, hizo lo mismo para que no pudiesen comprobar lo que era el grupo.

Cada uno dio sus explicaciones y recomendaron a nuestros hombres volver atrás, al no ser aquella parte zona segura.

Acordaron acampar cerca de ellos esa noche y partir ambos por la mañana, ya que ellos habían terminado. Y así se hizo. Se formaron dos campamentos y cada uno montó su guardia alrededor.

Pronto, nuestro guardia en el punto más cercano entre campamentos, se acercó a su homólogo en el otro para, tras cruzar unas palabras y aprovechar un descuido, cortarle el cuello o apuñalarlo. Pasando a sustituirlo y viniendo dos más, un soldado y uno de los que hacían de esclavos, que se vestía con la ropa del muerto.

Estaban organizados para que diesen cortos paseos de un lado a otro, teniendo que coincidir en ambos lados con el guardia del otro tramo, así que, ambos partieron, uno para cada lado, a esperar a su contrario y eliminarlos sin ruido, mientras otros acudían a ocupar sus lugares.

Poco después, toda la vigilancia era nuestra. Esperaron al cambio de guardia, cuyos hombres eran eliminados y sustituidos por uno de los nuestros, que previamente habíamos camuflado convenientemente, mientras el pelotón iba convirtiéndose en “nuestro pelotón” al final, tras eliminar al oficial en el último cambio, habíamos sustituido a dos tercios de sus hombres.

El resto fue sencillo. Eliminamos a los que quedaban, que dormidos no ofrecieron mucha resistencia, y nos hicimos con todo. Algunos se despertaron por el ruido, pero al entrar como si fuésemos el cambio de guardia, volvieron a cerrar los ojos, para no abrirlos más.

Partimos al amanecer, siguiendo a las tropas regulares. Habíamos conseguido cuatro pistolas, el cañón y las municiones. Con alegría nos dirigimos hacia la montaña, por otras cañadas más fáciles y rápidas. Cuando llegamos, habían entrado en la plataforma y los hombres habían volado los puentes, quedando los enemigos atrapados en ella.

Habían formado un enorme círculo, cubriéndose como podían de posibles flechas, lanzas o piedras y dejado los caballos en el centro.

-El cerco promete. -estuve pensando- No tienen comida, solamente tienen el agua que puedan llevar en sus cantimploras y si llevan algo más para los caballos. ¡Los caballos! ¡Podían matarlos para comer, e incluso beber su sangre!

-¡A ver! –Grité- Los que sepan o se atrevan a montar el cañón, que lo haga.

Nadie se movía, pero un rumor entre mis hombres me hizo volverme para encontrarme con que varios de los antiguos esclavos se habían puesto a ello. Cuando les pregunté si habían sido soldados y estaban familiarizados con el armamento, respondieron simplemente: sí. Por supuesto que ordené a varios de mis hombres que les ayudasen y aprendiesen.

Cuando estuvo montado, perfectamente anclado y dispuesto para disparar. Volví a solicitar hombres que supiesen manejarlo, pero esta vez a todos en general. Se añadieron dos hombres más. Les di instrucciones:

-Quiero que matéis a todos los caballos.

Los hombres protestaron por lo que pensaban un sacrificio de animales y gasto de munición inútil, ahora que lo habíamos conseguido. Opinaban que era mejor tirar sobre los soldados. Tuve que explicarles que si los dejábamos vivos podrían alimentarse durante bastante tiempo y beber su sangre cuando les faltase agua. Con eso podrían sobrevivir mucho tiempo, incluso hasta recibir ayuda.

Si los matábamos, tendrán que comerse la carne ya y la que no puedan, se les pudrirá. Quedarán sin comida ni bebida, además de cadáveres en putrefacción, moscas, olores e incluso alguna enfermedad.

Por otro lado, no podíamos matar a más de quinientos hombres, uno a uno, a cañonazos, ni las flechas eran efectivas a la distancia a la que estaban. Ni teníamos puntería ni munición.

Los caballos estaban atados en filas de unos 50 a cuerdas extendidas por el suelo y atadas a grandes hierros clavados en la tierra, formando un gran rectángulo

Los artilleros tomaron medidas, hicieron sus cálculos y dispararon. No sé si fue porque eran buenos o por casualidad, pero el obús cayó en uno de los lados, haciendo una masacre entre los animales. El resto empezaron a encabritarse y tuve que dar orden de disparar a discreción. Hicieron varios disparos seguidos, matando a cientos de ellos. De los que no murieron ni quedaron heridos, hubo algunos que corrieron alocadamente hacia el borde de la plataforma y cayeron al barranco. Otros se frenaron a tiempo en el borde y fueron acribillados a flechas. Otros se volvieron locos y ellos mismos los tuvieron que sacrificar.

Mientras, el resto de hombres y esclavos se apresuraban a montar catapultas que nos sirvieron para enviarles grades bolas de hierba, madera, tela y trozos de neumáticos de vehículos, restos de tubos de pvc y fundas de cables eléctricos, que íbamos recogiendo porque al quemarlos producen un humo negro que se pega a la garganta y además es tóxico y venenoso. Todo ello iba bien impregnado de aceite, que llenaron de fuego y humo la llanura.

Procurábamos que los lanzamientos se hiciesen a la parte que soplaba una mínima brisa, lo que hizo que toda la plataforma quedase cubierta por el humo.

Los pocos caballos que les quedaban, se lanzaron enloquecidos y cegados por los barrancos y los soldados que se acercaron al borde para respirar, fueron eliminados por las flechas.

Nos quedamos sin munición incendiaria a altas horas de la madrugada e interrumpimos el ataque. Antes de salir el sol, ya habíamos colocado unos puentes provisionales para que los hombres pudiesen cruzar. Fue un momento peligroso, pues tenían que cruzar de uno en uno y con separación, para no hundirlos y si los hubiesen estado esperando, hubiese sido su muerte.

Cuando amaneció, los soldados deambulaban sin rumbo fijo. Algunos habían muerto por los gases tóxicos y los demás tenían los ojos irritados y tosían. Ninguno llevaba máscara antigás. Nosotros tampoco, porque no teníamos, pero cuando entramos, ya estaban todo despejado o casi despejado.

Cuando volvimos a casa íbamos rojos de sangre. De nuestros enemigos y propia. Hubo muchísimos heridos, pero muy pocos muertos de nuestra parte, escasamente una decena. Fue una gran victoria, aunque las balas nos hicieron mucho daño. Les quitamos todas las armas, el cañón, las municiones y las provisiones.

Cuando llegué a casa, pedí a Eva y a mi madre que llenasen la bañera para lavarme bien. Mientras tanto, me desnudaba y lavaba cara y manos.

Cuando estuvo preparada, me metí en ella, pero Eva quiso meterse conmigo, como hizo la primera vez y otras más. Me hizo dejarle hueco detrás de mí y recorrió mi cuerpo lavando y quitando las manchas de todo tipo que me cubrían.

Durante todo el tiempo no dejó de frotar sus tetas contra mi espalda y su pubis contra mis nalgas. Recorría mi cuerpo con sus manos enjabonadas, recorriendo mi pecho, mi vientre y llegando hasta mi polla, descapullándola y limpiándola a fondo para luego pajearla un poco y seguir recorriendo mi cuerpo.

Las respiraciones de ambos sonaban agitadas. Nos estábamos calentando mucho. Sobre todo yo. Me giré poniéndome de rodillas y haciéndola sentarse en el borde de la bañera e inclinándome para saborear su jugoso coño, empapado de algo más que agua.

Empecé lamiendo sus pezones para seguir bajando y lamiendo su tripita, sin dejar de acariciarla, hasta llegar a su pubis, allí con un dedo le acaricié su coño de arriba abajo, acelerando progresivamente los movimientos. Conforme iba acelerando ella lanzaba gemidos de placer cada vez más fuertes. Se encontraba ya abierto, su clítoris sobresalía entre los pliegues de su vulva y sobre él puse mis labios. Ella gimió:

-Ooooh Siiii. Sabes lo que me gusta.

Metí a la vez un dedo en su coño y luego un segundo, follándola con ellos en un doble ataque por dentro y por fuera que convirtieron sus gemidos en gritos.

Mi mano se llenó de sus jugos, que eran muy abundantes, y resbalaban por ella hasta caer al agua. Utilicé uno de los dedos por los que escurrían, para ir lubricando y dilatando su ano. Cada vez le chupaba y lamía con más fuerza y eso le gustaba, la excitaba y le hacía gritar de placer. En medio de grandes gemidos, anunció su corrida, animándome a no parar.

-No pares. No pares ahora. Me voy a correr en tu cara, ahhhh joder como me gustaaaaaa, ohhh ya viene, ohhh me corrooooooooo.

Su cuerpo se estremeció con el orgasmo y lo movió hacia adelante para presionar más su sexo e incrustar mi boca en él. Yo no dejé de chupar hasta que terminó y comenzó a relajarse.

Cuando se calmó, me hizo ponerme de pie y fue ella la que se arrodilló en el agua para tomar mi polla, que mi cerebro ansioso de placer mantenía dura como una estaca, y metérsela en la boca. Primero se metió la mitad, luego se la sacó y lamió para ensalivarla, a pesar de la humedad del baño, y volvió a metérsela entera en la boca.

La sacaba, dejando un rastro de babas, la recorría con la lengua, deteniéndose en el glande un momento y se la volvía a meter entera. Llevaba haciéndolo varias veces y yo estaba que no aguantaba más. Agarré su cabeza para follarle directamente la boca hasta correrme y empecé a meterla y sacarla de tan delicioso agujero. Ella colaboraba haciendo presión con la lengua y a mí me estaba dando un gusto exquisito, creando sentimientos encontrados. Por un lado, no deseaba que acabase nunca, por el otro, estaba deseoso de soltar toda mi carga.

Un alboroto en la entrada de casa me hizo interrumpir el momento y, cabreado, insultando al imbécil que daba gritos en la entrada y con ideas asesinas sobre él, fui a ver qué pasaba. Venía buscando a Eva como enfermera. Al parecer los heridos eran muchos y necesitaban ayuda para atenderlos, así que ella se fue y yo me quedé con las ganas.

Mi madre me sirvió la cena en silencio, que yo comí sin prestar atención, ni a ella ni a lo que comía, cabreado por la interrupción y cuando terminé, me fui a la cama directamente, no tenía intención de nada, pues el sexo sin Eva no era lo mismo. Pero las mujeres de mi casa no eran de la misma opinión. A estas alturas ya habían recuperado una buena parte de su control, y podían tomar alguna iniciativa, y eso fue lo que hicieron ellas.

No había hecho más que acostarme y entró mi madre totalmente desnuda –también hay que decir que se habían acostumbrado a ello y solamente se ponían algo cuando hacía mucho frio- Me destapó y se subió a la cama, se colocó a caballo sobre mis piernas y, cogiendo mi polla flácida, comenzó a realizarme una descomunal mamada.

Primero se metió y sacó varias veces el glande en la boca, además de repasarlo con la lengua, consiguiendo que mi polla, que se había bajado en ese tiempo, se pusiese medianamente dura, bajó por el tronco recorriéndolo con la lengua, hasta llegar a los huevos, los cuales se introdujo sucesivamente su boca, luego volvió a recorrer con su húmeda lengua mi polla ya dura, para ponerse a chuparla de nuevo, cuando ya la tuvo el tronco bien ensalivado. Lo hacía con calma y delicadeza, como el que se come un caramelo y no quiere que se le acabe pronto, hasta que, por fin, se la tragó toda, llegando hasta el fondo de su garganta.

No se las veces que repitió esos gestos, pero consiguió llevarme casi al orgasmo, y se lo dije:

-Sigue, sigue, me voy a correr ya.

Pero en contra de lo esperado, se dio la vuelta y retrocedió hasta meterse mi polla en el coño e inclinarse totalmente hacia adelante, dejando ante mis ojos un primer plano de su coño penetrado, su ano y su culo completo. Empezó a moverse metiendo y sacando mi polla y lanzando gemidos casi de inmediato. De pronto, oí que me decía suplicante:

-He sido mala. Castiga mi culo. Oooohhhhh.

Aprovechando la posición, se solté una palmada en cada cachete del culo, lo que le hizo gemir de placer. Ensalivé mi dedo medio y se lo metí en el ano para hacer presión sobre mi polla, al tiempo que volví a azotar sus cachetes con la otra mano.

La extrema sensibilidad que le habían inducido hizo el resto, y se corrió con grandes gritos.

-AAAAHHHH SIIII. QUE GUSTOOOOOO.

Solo detuvo el movimiento unos segundos. Luego siguió moviéndose. Lo hacía en todos los sentidos. Yo seguía con mi dedo en su culo, sintiéndolo rodeado y presionado por su intestino y la polla entrando y saliendo bajo la presión de la yema y su anillo cerrándose al compás de mis azotes

Pronto se añadió una nueva sensación. Era una presión intermitente sobre mi polla desde el otro lado. Enseguida descubrí que ella se estaba masturbando y rozaba mi polla con sus manipulaciones.

Cuando nuevamente estaba próximo a mi orgasmo volvió a correrse de nuevo con más gritos y más fuerte si cabe, bajando el ritmo y dejándome a las puertas.

– OOOHHH, OOOHHH, OOOHHH, AAAAAAAAHHHHHH…

Después de unos segundos de recuperación, se movió hacia adelante, sacándose la polla y mi dedo, se dio la vuelta y se sentó sobre ella, pero clavándosela despacio por el culo hasta que la tuvo toda dentro.

Empezó a botar al tiempo que apretaba su anillo y con sus manos trabajaba su clítoris y tetas. El espectáculo a esas alturas no era para aguantar mucho, así que, a los pocos minutos de este tratamiento sentí que me llegaba el orgasmo que anuncié con un grito cuando soltaba mi leche en su culo. Ella, al sentirlo, también volvió a correrse de nuevo, cayendo desmadejada sobre mí.

Mientras acariciaba su espalda, vi a mi hermana en la puerta, desnuda, con una mano en el coño y otra en sus tetas, masturbándose furiosamente.

Mi madre se retiró, quedando a mi lado, y fue el momento que mi hermana aprovechó para saltar sobre mí y ponerse a chupar y lamer mi verga para ponerla dura de nuevo

La agarró con la mano y la acercó a su boca. Lamió el glande y luego se lo metió en la boca apretándolo entre sus labios fuertemente. Su boca estaba caliente, la chupó varias veces y luego empezó a pajearla otras tantas. Volvió a meterse la punta otra vez, mi cuerpo había reaccionad de nuevo, y sentía como mi pene crecía en su boca y se lo iba introduciendo cada vez más adentro. Comenzó a recorrerlo, de arriba abajo, llegando hasta mis huevos, a los que prestaba también su atención, metiéndolos en su boca y acariciándolos con su lengua, al tiempo que me pajeaba, luego la recorría de abajo arriba para llegar a glande y metérselo en la boca para chuparlo y lamerlo de nuevo.

Pronto noté que, si seguía así, no aguantaría mucho más sin correrme. Por eso, la hice soltar mi polla y ella misma se la metió en el coño.

Lo tenía chorreando, por lo que entró sin problemas. Inició un movimiento atrás y adelante cada vez más rápido cambiando poco a poco de posición, hasta que sus movimientos se convirtieron en subidas y bajadas sobre mi polla. Si no lo supiera, hubiese pensado que hacía años que no follaba, tal era su excitación y las ganas con las que lo hacía.

No paraba de subir y bajar por mi polla. Sus tetas se movían de arriba abajo. Alargué mis manos y se las cogí para apretarle los pezones. Jadeaba sin cesar, gemía e incluso gritaba, pero no paraba de moverse. La ayudé a moverse sujetándola por las caderas y poco después se corría con ganas. Tras su corrida, se dejó caer sobre mí, agotada. Su respiración era agitada, pero poco a poco se fue calmando. Mi polla todavía seguía dentro de su coño. La corrida anterior me hacía aguantar más y el morbo me la mantenía dura.

Cuando se calmó un poco, se dejó caer a mi lado con los ojos cerrados. Yo esperé unos minutos para colocarme arrodillado entre sus piernas abiertas y con las rodillas dobladas. Separé las mías haciendo que su culo se levantase apoyándolo sobre ellas, así mi polla descansaba en su perineo y podía recorrer su raja con mi polla.

Fui moviéndola de abajo arriba y viceversa, despacio, recreándome en la sensación que producían los labios de su coño frotando mi glande en el movimiento. Mis manos fueron a sus tetas para acariciarlas, rozar sus pezones y recorrer su cuerpo, acariciándolo también con un suave masaje.

Sentí la necesidad de chupar sus pezones, pero la posición de su cuerpo no me dejaba doblarme lo suficiente así que la dejé resbalar un poco hacia abajo y me incliné hacia adelante hasta alcanzarlos. Eso hizo que mi polla resbalase y entrase en su coño como un obús, haciéndole soltar gemidos de placer.

Bombeaba alternando con movimientos circulares de mi pelvis mientras chupaba, lamía y estiraba entre mis labios sus pezones.

Deseoso ya de alcanzar mi placer, aceleré mis movimientos, aumentando nuestros gemidos a la par, hasta que ya no pude más y con un fuerte grito me corrí dentro de ella, que también alcanzó su orgasmo al sentir el mío.

Tras esto, me dejé caer a su lado, quedando mi hermana entre mi madre y yo. Observé de reojo que mi madre se acercaba a mi hermana y se abrazaban y acariciaban, pero el cansancio del día y lo agitado de la noche pudieron conmigo y me quedé dormido.

Desperté en medio de la noche sobresaltado, sin saber por qué. Intenté volver a dormirme, pero me había quedado desvelado. A la espera del nuevo sueño, tomé el libro de Nostradamus, que leía todas las noches y recitaba el poema final, quedándome dormido al poco tiempo.

Por la mañana, cuando me desperté, me levanté sediento y somnoliento y me fui hasta la cocina para beber agua y allí me encontré a mi madre terminando de preparar el desayuno, con mi hermana pequeña sentada en la sillita alta que utilizaba para comer.

-¿Qué ha pasado aquí? -Pregunté

-Nada. ¿Qué tenía que pasar?

-No sé, ha debido ser una pesadilla. He soñado que habían pasado 20 años….

Le conté mi sueño, sin sexo, y se echó a reír, poniendo una mano sobre mi cabeza y alborotando más si cabía mi pelo.

-Pero ¿qué te has hecho en la cabeza? ¿Cuándo te has hecho esa herida?

Entonces yo me miré la pierna y pude comprobar que llevaba una cicatriz desde la cadera a la rodilla.

-Mira, mamá, igual que lo que he soñado.

Después de mucho hablar, fuimos al médico de cabecera, que, tras contarle la historia atropellada y desordenadamente, nos dijo que era más algo de tipo psicológico que de la medicina de familia, aunque me mandó hacer unos análisis.

Por lo que nos dijo, también fuimos al psiquiatra, que me mandó escribir todo lo que recordase en un orden más o menos correcto, sin omitir detalles y que se lo llevase.

Tras escribirlo, y no permitir que lo viese mi madre, volvimos a la consulta y, tras la lectura por parte del médico, dedujo que era un sueño muy vivido y que no tenía importancia. Las heridas las achacó a estigmas surgidos a raíz de ese sueño de apariencia tan real.

Cuando salíamos, e médico nos devolvió la historia, que por estar más cerca, recogió mi madre y metió en su bolso. No me atreví a pedírselo y más tarde se que la leyó. No sé si es que me fijo más en ella y era así antes ya, pero desde entonces parece distinta. Me gusta su culo más que en mi sueño, también es veinte años más joven, y me da la impresión de que lo mueve más, lleva más escotes, se preocupa más por mí y se arregla más.

Ya pensaba que efectivamente era todo un sueño, cuando el día 30 fui a recoger el resultado de mis análisis, mientras esperaba que una de las enfermeras que me había atendido localizase los resultados, oí que la otra enfermera decía:

-Hola, me alegro de verte por aquí. ¿Ya es la hora?

Y una voz conocida decía:

-Sí. Ya he salido de cuentas y estoy dilatando. Espero que sea rápido…

Me volví diciendo:

-¿Eva?

-Sí. ¿Nos conocemos?

Me quedé en blanco. Sin saber qué decir. Las piernas me temblaban y no me salían las palabras. Al fin pude decir, creo que de una forma ridícula:

-Nnno. Es que… Me ha recordado a alguien.

En ese momento, me entregaron los análisis y salí corriendo sin decir nada más.

Ya tengo decidido mi futuro. Voy a ser militar y por el momento me he apuntado a una escuela para extras de cine, donde enseñan a montar a caballo, a luchar con espada y manejo de armas.

Me gustaría conocer sus críticas y comentarios y espero buenas valoraciones.


Relato erótico: “Intercambio de madres (Parte 1 de 2)” (POR TALIBOS)

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INTERCAMBIO DE MADRES (Parte 1/2):

Hace un par de meses, leí una noticia en el periódico que me causó un profundo malestar. En ella se contaba la historia de una mujer, estadounidense, de unos 40 años y relativamente famosa por haber sido animadora en la NBA, que se había declarado culpable del delito por el que estaba siendo juzgada para obtener una reducción de pena. Dos años le cayeron.

¿Su crimen? Haber mantenido relaciones íntimas con un amigo de su hijo, un chaval de 17 años y, por tanto, menor de edad.

Y yo me pregunto… ¿En serio un chico con esa edad es tan inocente como para dejarse “pervertir” por la mujer? O más bien podría decirse que el chico había “triunfado”, obteniendo sexo con una bella mujer (ex-cheerleader, insisto) y, una vez descubierto el pastel, la pobre era la que acababa pagando el pato…

Estoy de acuerdo con que los corruptores de menores, los pederastas y demás, deberían acabar en la cárcel y, después, tirar la llave bien lejos, pero, ¿es así éste caso en particular? ¿En serio somos tan inocentones que pensamos que un chico de 17 años no sabe dónde meterla?

Espero que no juzguen a la animadora yanqui con excesiva dureza porque, si es así, seguramente pensarán que a mí deberían fusilarme.

Por eso me sentí mal al leer la noticia. Porque mi historia… es muchísimo peor.

—————————————-

Todo empezó hace 6 meses… Bueno, no. La verdad es que la cosa venía de antes.

Ahora que lo pienso, lo mejor sería hablarles primero un poco de mí, para ponerles en antecedentes.

Mi nombre es Elvira y soy un poco más joven que la mujer del periódico. Nací en el 80, así que tengo 35 años recién cumplidos. Soy madre de Borja, un chico estupendo, alto, guapo, estudioso, buen deportista… qué les voy a decir, es mi hijo.

El mejor amigo de Borja es Sergio, el origen de todos mis desvelos. También es muy guapo, un poco más bajo que mi Borja, que mide 1,90, también buen estudiante, aunque no tan aficionado a los deportes como su amigo.

Son inseparables desde párvulos y siempre se les ve juntos. Sergio llegó incluso a apuntarse al equipo de baloncesto donde juega Borja, a pesar de que no es lo suyo, sólo para pasar más tiempo con él. Como no se le daba muy bien, dejó el equipo muy pronto pero, como es un chico serio y responsable, consiguió que el entrenador le diera permiso para participar (cuando le apetecía) en la parte física de los entrenamientos.

Los chicos se criaron como hermanos, repartiendo el tiempo entre mi casa y la de Úrsula, la madre de Sergio, madre soltera como yo.

Bueno, decir que soy madre soltera no es del todo correcto, ni tampoco divorciada, pues, en realidad, mi matrimonio fue declarado nulo por un juez, gracias a la intervención de mi tío Elías, el abogado. Les cuento.

En mis años de instituto yo era (supongo que como todas) una jovencita bastante estúpida y con la cabeza llena de pájaros. Eso me llevó a colarme por un compañero, Rogelio, quien, a pesar de su horrible nombre (él también lo odiaba, haciendo que todo el mundo le llamara Charlie), estaba buenísimo, con su pinta de malote y su actitud desafiante. Nos tenía a todas loquitas.

Pero fui yo la que acabó llevándose el gato al agua, logrando que me pidiera para salir empleando algunas técnicas de seducción muy poco sutiles. Me sentí la reina del instituto cuando logré mi objetivo, gozando al sentir cómo las miradas de odio de las demás chicas se clavaban en mi espalda, cuando se descubrió que Charlie estaba saliendo conmigo.

No pasó mucho tiempo de noviazgo antes de que Charlie anunciara que estaba ya “hasta los cojones de tanta paja” así que, temerosa de que me dejara tirada y se fuera con otra que le diera lo que deseaba (candidatas no le iban a faltar) consentí en que se metiera dentro de mis bragas una calurosa tarde primaveral en su dormitorio, donde habíamos quedado para “estudiar”.

No fue bonito, no, no tuve una primera vez placentera y maravillosa como he leído en otras historias; fue bastante sórdido e insatisfactorio. Yo había visto su verga ya muchas veces y la había sopesado manualmente en más de una ocasión (como ya habrán deducido de su comentario anterior), pero, que te metan esa cosa dura y pringosa cuando tú, en el fondo, no estás preparada… boba de mí.

Alguna vez he escuchado la estupidez de que una no puede quedarse preñada cuando lo hace por primera vez. Y un jamón. Chicas, no os lo creáis, que es mentira. Doy fe.

Aún recuerdo a mi padre, descalzo, vestido únicamente con el pantalón del pijama y una camiseta de tirantes, aullando en el salón como un poseso, con el arma reglamentaria de la benemérita en la mano, intentando escapar de la presa que le hacía mi madre, para ir en busca “del hijoputa que le había desgraciado a la niña y volarle los huevos”.

Así, sin comerlo ni beberlo, el pobre Charlie (que lejos de ser el tipo duro que aparentaba, era un ceporro de cuidado) se vio obligado a casarse conmigo, por lo civil, porque el cura del barrio, en cuanto se corrió la voz del bollo que estaba cocinando, se negó en redondo a celebrar la ceremonia para aquellos pecadores.

Con semejantes precedentes, no es de extrañar que mi matrimonio fuera un éxito. En honor a Charlie, hay que reconocerle que aguantó como un campeón casi dos meses cambiando pañales y trabajando de repartidor en el curro que mi padre le había buscado y luego… se quitó de en medio.

Bien pensado, tan ceporro no debía de ser el muchacho, porque lo cierto es que desapareció sin dejar rastro, a pesar de los intentos de mi padre (con la ayuda de la guardia civil, no lo olvidemos) de localizarle para cumplir por fin su amenaza. No sé, quizás se metió en la Legión Extranjera, vete tú a saber.

Los siguientes años fueron bastante jodidos. Vivía en casa de mis padres, con mamá ayudándome en todo lo que podía y papá lo mismo, aunque haciéndose el duro y simulando seguir enfadado conmigo, mientras le pasaba dinero a escondidas a mi madre para que me lo diera a mí, para ayudarme con los gastos.

También me ayudaron mucho mis tíos, Elías y Carmen. Como dije antes, fue mi tío el que logró, unos meses después de la desaparición de Charlie, que mi matrimonio fuese declarado nulo.

Mi tía Carmen me pagó un curso de administrativa por correspondencia y me ayudó a conseguir trabajo como secretaria en una inmobiliaria. Pero pronto me di cuenta de que, como se ganaba dinero de verdad, era con la venta de inmuebles, así que me preparé a conciencia y conseguí que el dueño (caída sugerente de ojos mediante) me pusiera a prueba como vendedora. Y me fue muy bien.

El trabajo se me daba de miedo y pronto empecé a ganar lo suficiente como para abandonar el hogar familiar (aunque no me fui muy lejos, alquilando un piso en el mismo edificio). Ya sé que pensarán que fue una tontería por mi parte, total, mudarme para irme justo al lado, pero mis padres se sintieron mejor viendo que su hija era capaz de abrirse camino por si sola, así que no dudé.

Un par de años más tarde abandoné mi trabajo en la agencia, cambiándola por otra más importante, especializada en viviendas de lujo y la cosa me fue todavía mejor. No hice muchas amistades en el trabajo, pues, a esos niveles, el negocio es bastante competitivo, así que de compañerismo mejor ni hablamos. Como se me daba bastante bien, desperté envidias y recelos, pero a mí me daba exactamente lo mismo, pues yo estaba allí sólo para ganar pasta y darle la mejor vida posible a mi hijo, no para caer simpática.

Reconozco que un poco perra sí que fui, pisándoles ventas a los demás cada vez que me surgía la oportunidad sin cortarme un pelo, exactamente igual que hacían ellos en cuanto podían, no crean, sólo que… a mí se me daba mejor.

Por eso me gané fama de cabrona (merecida) y también de puta (inmerecida), extendiéndose el rumor entre mis compañeros de que no me cortaba a la hora de follarme a un comprador, si con eso conseguía cerrar una venta.

Les juro que eso es del todo falso. Sólo en una ocasión salí con un cliente y fue sencillamente porque nos gustábamos, sin segundas intenciones. Pero la gente se enteró y la fama permaneció.

Me daba igual. Que murmuraran cuanto quisieran. Lo único importante para mí era Borja.

Yo ponía el alma en cada venta, currándomelo de verdad y usando todos los recursos que tenía disponibles. Mi inteligencia, mis conocimientos, mi don de gentes… y sí, por qué no decirlo: mi atractivo físico.

Sé que soy una mujer seductora. Siempre lo he sabido y he procurado sacar el mejor partido de ello. Nadie me censuraría por utilizar mi inteligencia para hacer bien mi trabajo así que: ¿por qué no iba a usar el atributo de mi belleza, si al fin y al cabo también me la había suministrado la naturaleza?

Me consta que soy sexy y he usado esa ventaja tanto como he podido. Unas veces salía bien, como cuando lograbas una venta poniendo de buen humor al cliente, simplemente por llevar un botón de más en la blusa desabrochado y otras veces salía el tiro por la culata, como cuando un imbécil te hacía un bombo a ti en vez de a otra, sólo porque te escogió por ser más guapa que las demás.

Así que veo mi aspecto físico como un factor útil en mi trabajo, una herramienta más y, por supuesto, las herramientas hay que cuidarlas, por lo que acudo al gimnasio al menos dos veces por semana, para mantener los muslos firmes, el culo prieto y las tetas apuntando al frente.

Vale, vale, ya sé que lo que quieren ustedes es que sea un poco más concreta. De acuerdo, les diré que soy de cabello castaño, ojos azules, 1,70 de altura, peso 54 kilos y mis medidas son 94, 61, 90, un poquito tetona, pero no está nada mal ¿eh?

Desde luego, a Sergio sí que le parecía atractiva, eso puedo asegurarlo.

Sergio y Borja. Borja y Sergio. Siempre juntos. Dos de los tres mosqueteros. Siempre por casa, me acostumbré a verle si no como un hijo… al menos como un sobrino muy querido. Y Úrsula veía igual a Borja.

Por el título de la historia, habrán deducido que Úrsula también tiene un papel protagonista en todo esto, ¿verdad? Os hablaré un poco de ella.

Madre soltera, como yo, también se había visto obligada a criar a su hijo casi sola (con la única ayuda de sus padres), pues el tiparraco que la preñó no quiso saber nada de ella (lo que, bien mirado, fue una suerte), por lo que su vida se parecía bastante a la mía, aunque, en su caso, siendo maestra, el sueldo no le daba para demasiadas alegrías, por lo que seguía viviendo en un pequeño apartamento junto a su vástago, mientras que yo había comprado a través de la agencia una preciosa casa mata de enorme patio, junto al parque, abandonando años atrás el edificio en que me crié.

Era por eso (y sobre todo por la piscina que teníamos en dicho patio) que los chicos, de pequeños, preferían estar en nuestra casa antes que en su piso, aunque, a medida que fueron haciéndose mayores, equilibraron los ratos que pasaban en ambos hogares, prácticamente alternando las visitas en casa de uno o del otro.

Úrsula había sufrido una experiencia similar a la mía; chica tonta (un par de años mayor que yo), novio universitario salido y preñez al canto, sólo que sus padres se habían mostrado más comprensivos que los míos, no obligándola a matrimonios glamurosos, encargándose además de criar a Sergio mientras ella lograba terminar magisterio.

Curiosamente y a pesar de los claros paralelismos de nuestras vidas, nunca llegamos a congeniar por completo. Nos apreciábamos, por supuesto y ambas confiábamos la una en la otra a la hora de encomendarnos a nuestros respectivos retoños, pero la amistad no acabó de cuajar.

No sé, quizás fue que, en el fondo, las dos nos sentíamos un poco molestas cuando estábamos juntas, pues sentíamos que, por una vez, las miradas que los hombres nos dedicaban habitualmente se repartían entre dos, en vez de ser sólo para una.

Lo admito. Úrsula está muy buena.

Como he dicho, ya ha cumplido los 37, pero he de reconocer que se conserva muy bien. Sé que también va al gimnasio, aunque no al mismo que yo, cosa que creo es a propósito, pues el mío queda bastante cerca de su casa.

Rubia, tetona y con un culo que hasta yo le he dedicado un par de miradas apreciativas y eso que las mujeres no me atraen en absoluto. No es de extrañar pues, que mi Borja no se conformara en pasar todas las tardes en mi casa y quisiera estar de vez en cuando donde pudiera regalarse la vista con la jamona mamá de su amigo. Menos mal que Úrsula es profesora de primaria, porque, de haber sido maestra de instituto, apuesto a que sus clases, rodeada de mozos en plena pubertad, habrían sido un auténtico espectáculo.

Y Sergio… exactamente igual… pero conmigo.

Como dije antes, los acontecimientos que voy a narrar tuvieron su inicio hace seis meses, pero ya desde mucho antes había observado el franco interés que Sergi sentía hacia mí. Bueno hacia mí exactamente no, más bien hacia mis tetas y mi culo.

Qué quieren que les diga, yo sabía perfectamente que el chico me encontraba atractiva y lo cierto es que jamás le di importancia.

Ya tengo 35 años, sé que todavía soy joven, me mantengo en forma y aún me quedan por delante muchos buenos años; pero, aún así, reconozco que, cuando me miro en el espejo y descubro alguna arruguita aquí o algún centímetro de más allá, me siento un poco mal y el hecho de que un jovenzuelo imberbe, que debía de estar rodeado de guapas jovencitas de instituto, me echara disimuladas miraditas cada vez que podía… me halagaba profundamente.

Aún recuerdo cuando los niños eran pequeños, 7 u 8 años y Úrsula o sus padres los traían a casa para que pasaran la tarde. El pequeño Sergio, que era un torbellino, entraba disparado para abrazarme y darme un beso entre risas. Era un niño abierto y extrovertido, una alegría de chaval…

Pero… cuando llegó la pubertad… los besos y abrazos desaparecieron como por ensalmo y, a cambio… aparecieron los rubores, las miraditas culpables y el azoramiento al hablar. La edad del pavo, vaya.

Yo sabía perfectamente que el pobre chico se me comía con los ojos, más de una vez le sorprendí mirándome el escote, o deleitándose con mi trasero en cuanto me daba la vuelta.

Por cierto, permítanme que haga un inciso; no sé qué les pasa a los hombres, no importa la edad que tengan, se creen que pueden mirar a una mujer con las babas colgando y que nosotras, aquejadas de algún tipo de ceguera selectiva, no nos enteramos de nada.

Sois gilipollas. Nos damos cuenta siempre, lo que ocurre es que no puedes pasarte la vida pegándoles gritos a los tíos que se asoman en tu canalillo y montando broncas con todos. Además, como ya habrán deducido antes, cuando les hablaba de mis “técnicas de venta”, lo justo es reconocer que no me molesta precisamente que me miren.

Y, si el que me mira, es un guapo jovencito… admito que hasta me agrada.

No, no me malinterpreten, no estoy diciendo que fuera provocando al chaval para ponerlo cachondo y sentirme guapa, eso no es verdad. Yo no hacía nada especial para acentuar su interés; simplemente… no le hacía caso.

– Si quiere mirar… que mire – me decía a mí misma.

Sabía que el chico estaba en plena pubertad y era obvio que yo le gustaba, así que… ¿qué tenía de malo si, cuando estaba dándole a la manivela, (seguro que varias veces al día, como mi Borja) tenía en la mente la imagen de mi escote en vez del de la actriz, cantante o compañera de clase de turno? Yo no veía nada de malo en ello.

Y de hecho, nada malo pasó. Los chicos siguieron pasando por casa con tranquilidad, Sergio se mostraba amable y con confianza cuando yo estaba presente, sólo que un poquito más tímido que cuando era un crío y eso era normal ¿no?

Hombre, tampoco voy a decir que no me gustara provocarle un poquito, ya saben, por darle gusto al ego. Pero siempre eran cosas inocentes, como ponerme a tomar el sol en bikini cuando estaban los dos en la piscina, o preguntarles a ambos su opinión sobre cómo me quedaba la minifalda que pensaba llevar por la noche en la cita con el galán de turno, mientras me regocijaba interiormente al leer la franca admiración en los ojos del chico. Ya ven, cosas sin importancia, lo justo para satisfacer mi vanidad.

Hasta el día de la torcedura.

Por si no lo saben, ese día aconteció hace 6 meses, ja, ja, como si no lo hubiese dicho ya. Perdonen la broma, ahora que voy a meterme en materia, me he puesto incomprensiblemente nerviosa.

Ese día empezó con intensidad, con una sorpresa imprevista, pero, contrariamente a lo que esperan si han leído desde el principio, el origen de mi turbación no fue Sergio, sino Borja, mi hijo.

Aunque, supongo que el sobresalto que tuve yo, no tuvo ni punto de comparación con el suyo.

A ver, mamás que tenéis o habéis tenido hijos adolescentes y que estáis leyendo esta historia, estoy segura de que más de una os habréis visto envueltas en situaciones similares.

Me levanté un poco antes de lo habitual, sin que el despertador llegase a sonar y, como todos los días, me di una ducha rápida. Tras hacerlo, me medio vestí y, estúpida de mí, al no haber escuchado a Borja levantarse (como digo, era temprano, aunque yo no era demasiado consciente de ello) fui a buscarle a su cuarto, olvidándome de llamar mientras terminaba de secarme el pelo con una toalla.

Seguro que ya se barruntan el espectáculo que me encontré.

Borja estaba sentado frente a su escritorio, con los boxers bajados hasta los tobillos, aferrando con su mano derecha una bastante respetable erección, agitándola frenéticamente mientras no se perdía detalle de la pareja que follaba despendolada en el monitor de su ordenador.

Bueno, en realidad es más correcto decir que eso estaba haciendo hasta la milésima de segundo precisa en que la tonta de su madre entró en su cuarto sin llamar y le sorprendió en plena paja, pues, en cuanto la puerta se abrió, el pobre chico pegó un bote en su asiento y, a la velocidad de la luz, se agachó y se subió de golpe los calzones, tapándose el asunto como buenamente pudo mientras gritaba enojadísimo:

– ¿Se puede saber qué haces? ¿Es que no sabes llamar?

Yo estaba estupefacta, patidifusa, de pie en el umbral, con una mano aferrada al pomo de la puerta y con la otra sosteniendo la toalla sobre mis húmedos cabellos, paralizada bruscamente en su tarea de secarme el pelo.

– Pe… perdona, Borja – balbuceé – Creí que te habías quedado…

– ¿Te quieres largar ya? – aulló el pobre, colorado como nunca antes le había visto.

– Sí claro, perdona… me voy – dije, reaccionando por fin.

Salí del dormitorio, sintiéndome avergonzada y, en el fondo, un poquito divertida por la situación. En cuanto cerré, se escuchó un golpe sordo contra la puerta y pude imaginarme perfectamente a mi hijo arrojando un cojín hacia donde estaba segundos antes la tonta de su madre.

Poco a poco, fui despertando del shock y entonces le encontré el lado cómico al asunto. Me eché a reír, pero, temiendo que Borja me escuchara y echar así más aceite al fuego, me tapé la boca con la mano para sofocar las carcajadas y regresé a mi cuarto para terminar de vestirme.

– ¿Seré idiota? – me regañé en silencio mientras me miraba al espejo para maquillarme – Desde luego… a quien se le ocurre.

Meneé la cabeza, divertida.

– Por lo menos, el chico está en forma. Quemando energías ya de buena mañana.

Y me reí de nuevo.

Supongo que todas las madres de adolescentes me entenderán; no soy estúpida y desde años atrás era plenamente consciente de que, sin duda, Borja se dedicaba a darle al manubrio siempre que podía; pero, una cosa es saberlo y otra muy distinta enfrentarte con la confirmación visual de que tu hijito anda ya muy… despierto.

Obviamente, había tenido muchos indicios antes, duchas más largas de lo normal, clave en el ordenador para que su mami no pudiera fisgar donde no debía, algún rastro pegajoso en sábanas o ropa interior… pero coño, encontrarse de bruces con tu querido hijo meneándosela… tiene su aquel.

Un rato después, un bastante serio e indignado Borja se reunía conmigo en la cocina, donde le esperaba su desayuno ya preparado. Queriéndome hacer perdonar, le había preparado tortitas, su desayuno favorito y no me había andado con melindres en cuanto a la cantidad.

Cuando entró en la cocina, pude calibrar perfectamente que estaba molesto, pero, sobre todo, avergonzado, así que decidí intentar quitarle hierro al asunto, usando un poquito de humor.

– Toma, cariño – le dije ubicando un gran plato de tortitas frente a él – Tienes que recuperar energías, después de tanto esfuerzo…

Se quedó atónito, mirando a su madre con la boca abierta sin saber qué responder. No aguantando más, me eché a reír y le abracé, besándole el cabello.

– Anda, que… ya te vale – dijo enfurruñado en cuanto le liberé de mi abrazo – Podías llamar a la puerta, leñe. ¿No has oído hablar de la intimidad?

– Perdona, cariño – le dije todavía sonriente – Comprendo que te dé vergüenza que tu madre te pille haciendo esas cosas. Te pido perdón, ya sabes que siempre llamo, pero iba pensando en la reunión de hoy y no me di cuenta…

– Sí, ya, lo que sea. ¿A ti te gustaría que yo entrara en el baño sin llamar cuando te estás duchando?

– Ay, nene – dije juguetona – ¿Es que quieres ver a tu mami desnudita?

– Déjate de bromas – dijo un poco cortado – Que estoy cabreado.

– Y te pido perdón, Borja. Tendré más cuidado de aquí en adelante. Ahora que sé que mi niñito practica ese tipo de… actividades – dije burlona.

– Mamá… – me reconvino él.

– No sé, cariño. Podías colgar una corbata en el pomo de la puerta cuando vayas a ponerte en faena… – seguí con la broma.

– Mamá – dijo él juntando las manos como si rezara – Te lo suplico, déjalo ya. Bastante vergüenza he pasado…

– Vale, vale – concedí – Perdona. Pero no seas tonto, no tienes nada de qué avergonzarte. Es la cosa más natural del mundo. Todo el mundo lo hace. Hasta yo lo hago – admití sin cortarme, tratando de restablecer la confianza.

– Sí, ya lo supongo. Pero, reconoce que es un palo que tu madre te pille… haciendo eso.

– Que sí, que sí. Mea culpa. Lo admito. Te pido mil disculpas.

– Ya está bien. Dejémoslo ya.

– ¿En serio? – dije riendo – ¡Vaya! Y yo que creía que por fin había llegado la hora de tener la charla de las abejitas y las florecitas. ¡Vaya chasco!

– Tranquila, mamá – dijo Borja, mucho más relajado – Esa charla es innecesaria. Soy autodidacta.

– Ja, ja. Muy gracioso. Claro, con tanta Internet, películas y demás, los jóvenes de hoy en día os enteráis de estas cosas bien pronto. Pero ten cuidado, que todo lo que puedes encontrar así son tonterías. Ya sabes, si tienes alguna duda…

– Hablaré con el consejero que nos da las charlas de educación sexual. Gracias, mami.

– ¡Tonto! Lo que digo es que puedes preguntarme lo que quieras.

– ¡Claro! Y aguantar tus cachondeítos hasta que me vaya de casa. Además, mamá, no sé si tú eres la más apropiada para darme una charla sobre planificación familiar y eso, ¿no? – dijo sonriente, guiñándome un ojo.

Yo jamás le había ocultado su origen a mi hijo, ni cómo fue concebido, ni quién era el imbécil de su padre. Él, acostumbrado a ello, no se cortaba en hablar del tema conmigo, bromeando incluso, sin ninguna clase de problemas.

Viendo que empezaba a hacerse tarde, me levanté de la mesa y, tras dejar mi taza en el fregadero, me acerqué de nuevo a mi hijo y volví a abrazarle.

– En eso tienes razón. Y, además, con todos los años que faltan para que me dejes solita. Porque, tú no vas a irte nunca ¿verdad?

– En cuanto cumpla los 18, me piro – respondió él, continuando con una broma que nos traemos desde tiempo atrás.

– De eso nada, monín. Tú te quedas aquí conmigo.

Recogí el bolso y salí de la cocina. Pero, en el último momento, se me ocurrió otra cosa y, volviéndome a asomar desde el umbral le dije:

– Oye, Borja, por cierto. ¿Tú eres virgen? Y no, haberlo hecho con tu manita no cuenta…

Y me largué disparada de allí tras verle enrojecer de nuevo, sin darle tiempo a que me arrojara la tortita que se estaba comiendo, como estaba a punto de hacer.

Como les he dicho, el día empezó con sorpresa. La anécdota no tenía mayor importancia, era una tontería propia de la convivencia, seguro que muchos de ustedes tienen historias similares, pero, esa mañana… no sé que me pasó, pero lo cierto es, que la visión del pene erecto de mi hijo… me perturbó un poco.

No sé. Quizás influyó en mí que llevaba ya algún tiempo sin una cita, pues, últimamente había estado tan liada con el trabajo que había rechazado todos los intentos de acercamiento masculinos, así que llevaba una buena temporada sin sexo (descontando el que me procuraba yo solita, como Borja).

Mientras conducía, rememoraba divertida la anécdota matutina, pero centrándome más de lo apropiado en la erección, que parecía haber quedado grabada en mis retinas, pues bastaba un simple parpadeo para poder verla de nuevo en toda su plenitud.

– Bueno, parece que mi hijo no está nada mal armado – dije en voz alta en la soledad de mi coche.

Por fortuna, pronto llegué a la casa donde estaba citada con mis futuros (así lo esperaba al menos) clientes y pude concentrarme en el trabajo. Se trataba de un matrimonio más o menos de mi quinta, padres de 2 hijos, el mayor de los cuales tendría la edad de Borja. El hecho de que hubieran traído a los chicos a ver la casa, haciéndoles faltar al colegio, me indicó que la venta estaba muy próxima.

Mientras les enseñaba (ya por tercera vez) la vivienda, me fijé en que el chico, el jovencito, literalmente me devoraba con los ojos, lo que me recordó a Sergio. Y a Borja y su…

– Vaya, vaya, amiguito – pensé en silencio mientras el chico me miraba las tetas con disimulo – Mira cuanto quieras guapín, pero no te olvides de decirle a tus papás que la casa te encanta, así podrás verme más veces, cuando quedemos para firmar el contrato, por ejemplo.

Pero claro, no dije nada, limitándome a dedicarle una cálida sonrisa al chico, que le hizo ruborizarse.

– ¡Qué mono! – pensé – Pero, apuesto a que no la tienes tan gorda como mi Borja…

Dejé al chico solazarse la vista cuanto quiso, fingiendo no darme cuenta de nada. Su papi también me dedicó un par de miradas apreciativas, pero con mucho más cuidado, para que no se diera cuenta la parienta.

Yo, experta en esas lides, me había vestido ese día con bastante recato, con falda por debajo de la rodilla y una blusa correctamente abrochada, debajo de una chaqueta a juego con la falda, pues no es buena idea lucir demasiada carne cuando la esposa del comprador le acompaña en la transacción.

Así que, sabiendo cómo manejarme perfectamente en esas situaciones, procuraba estar en todo momento con la mujer, bromeando y charlando con ella, para que viera lo simpática y atenta que era yo y que en modo alguno iba a intentar flirtear con su marido. Y, de paso, al mantenerla distraída, permitía que el buen hombre se regalara la vista como hacía su hijo.

Si sois vendedoras, os voy a dar un consejo: no cabréeis a la mujer tratando de mostraros demasiado simpáticas con el marido. La venta se os cae seguro (obviamente, se aplica lo mismo a los vendedores y las esposas).

Pues bien, la cosa salió a pedir de boca y sellamos el compromiso de compra esa misma mañana.

Contenta porque todo hubiera salido tan bien, decidí tomarme el resto del día libre y, pensando en resarcir un poco a Borja, se me ocurrió llamarle para invitarle a almorzar. Como sabía sus horarios de clase, le di un toque justo durante el último de sus descansos.

– Dime, mamá – resonó su voz en el coche a través del manos libres.

– Hola, tesoro. Te llamo porque he terminado antes de lo que esperaba y he pensado en invitarte a comer. Dile a Sergio que se venga.

– Vaya, pues vienes que ni pintada – dijo mi hijo.

– ¿Por qué?

– Verás. Este idiota ha tropezado antes en un escalón y se ha torcido un tobillo. Me iba a saltar la última hora para ir a casa a por la moto para llevarle, pero si tú vienes a por nosotros, de coña.

– ¿Sergio? – dije preocupada – ¿Qué le ha pasado? ¿Es grave?

– ¡Nah! No es nada. Una torcedura. Pero le duele al apoyar el pié.

– Vale. Quedaos ahí a la hora de salir y yo os recojo.

Una hora más tarde y tras haber aprovechado el rato para llevar el coche a lavar, recogí a los dos jóvenes en la puerta del instituto.

Sergio, efectivamente, iba a la pata coja apoyado en el hombro de mi hijo, que cargaba además con las mochilas de ambos.

– Hola, Elvira – saludó tímidamente Sergio cuando detuve el auto frente a ellos.

– Hola guapo. Qué mala pata, ¿eh? – dije riéndome mientras miraba su pie alzado.

– Muy graciosa mamá – dijo Borja con la voz un poquito tensa por el esfuerzo – Anda, sube atrás, mandril y pon el pie en el asiento, que irás más cómodo.

Ayudado por mi hijo, Borja se ubicó en el asiento trasero, apoyando la espalda en la puerta detrás del pasajero y estirando la pierna sobre el acolchado.

– ¿Y cómo te has apañado? – pregunté mirando hacia atrás, asomándome entre los dos asientos.

– Porque es imbécil – intervino Borja entrando en el coche y saludándome con un beso en la mejilla – Iba mirando lo que no debe y claro…

– ¿Lo que no debe? – pregunté divertida, barruntándome por donde iban los tiros – Adónde irías mirando tú, alma de cántaro, a alguna chica guapa, sin duda.

– Y tanto – continuó con la burla Borja – Celia, que iba hoy en minifalda, venía bajando las escaleras… éste que subía…

– Calla, idiota – farfulló Borja, intentando darle a su amigo un coscorrón.

– No te preocupes. Déjale que se ría. – intervine – Luego, en el almuerzo, te cuento una cosa que ha pasado esta mañana…

– ¡MAMÁ!

Esto es una especie de poder que tenemos todos los padres, no importa lo seguros en si mismos que sean nuestros hijos, todos tenemos la capacidad de avergonzarles a poco que nos lo propongamos.

Y así, entre risas, conduje a los dos jóvenes hasta un restaurante que nos gustaba mucho, donde comimos estupendamente.

Al terminar, me ofrecí a llevar a Sergio a su casa, pero Borja me dijo que habían pensado estudiar un rato, así que era mejor que fuéramos a casa y luego él mismo llevaría a Sergio en la moto.

Pero la cosa no salió así.

………………………………………………

Cuando llegamos, los chicos se ubicaron en el salón, en la mesa grande, con un montón de libros encima, con el aire acondicionado puesto a toda hostia, pues, a pesar de ser un día primaveral, hacía bastante calor.

Yo, que no tenía nada mejor que hacer, pensé que era buena idea relajarme un rato tomado el sol y dándome un bañito en la piscina, así que, tras anunciar mis intenciones, dejé a los chicos liados con sus estudios y, una vez vestida con el bikini, me fui a una de las hamacas, acompañada de un refresco bien frío y de un buen libro.

Y no, no hice lo que están pensando. No me paseé luciendo palmito por el salón, salí al patio directamente por la cristalera del despacho, sin que los chicos me vieran.

Me quedé allí un buen rato, poniéndome morena con calma, con el cuerpo bien embadurnado en aceite solar; no leí mucho, pues enseguida me quedé adormilada, hasta que Borja vino a sacarme del amodorramiento en que me había sumergido.

– Mamá – dijo mientras se acercaba – Tengo un problema…

– Dime, hijo – respondí, quitándome las gafas de sol y mirándole fijamente.

– Acaba de llamarme Paco. Por lo visto el entrenador nos había convocado esta tarde y a él se le ha pasado avisarme. Tengo que salir disparado.

– Vale. ¿Y dónde está el problema?

– Ahora mismo no me da tiempo a llevar a Sergio, pero no pasa nada, él se va a quedar estudiando un rato más y luego vuelvo y le llevo en la moto. Pero, si la cosa se alarga…

– Tú tranquilo – respondí, pillándola al vuelo – Con el pie así no se va a ir andando. Si ves que no vas a poder venir, dame un toque al móvil y yo le llevo.

– ¡Gracias, mamá! – dijo Borja sonriéndome.

– Antes de irte, tráeme mi teléfono que lo he dejado en la mesita. Aquí se está estupendamente y no tengo ganas de moverme.

– Claro.

Un par de minutos después, mi hijo regresó, vestido ya con la ropa de deporte y, tras entregarme mi móvil, me dio un beso de despedida y salió como alma que lleva el diablo.

Yo, sin alterarme lo más mínimo, volví a tumbarme en la hamaca, pero la charla y el saber que probablemente no iba a poder pasarme toda la tarde remoloneando, pues era casi seguro que me iba a tocar hacer de chófer, consiguieron que se me pasara el sueño por completo, con lo que permanecí bien despierta. Y claro, me puse a darle vueltas al coco.

Y, a mi mente, regresaron las intensas imágenes de la mañana.

Releyendo estas líneas, me doy cuenta de que no me he expresado bien y estoy acabando por dar la impresión de que estaba un poquito cachonda por haberle visto la polla A MI HIJO. Y no es así. Estaba un poquito cachonda porque había visto UNA BUENA POLLA y nada más. En ese momento no albergaba en mí ningún tipo de pensamiento incestuoso.

Sacudí la cabeza, tratando de librarme de esas imágenes, pero, como no lo conseguía, pensé que era una buena idea ir a por otro refresco y, de camino, dedicar un par de minutos a actuar como buena anfitriona.

Cogí el pareo que había dejado a un lado y me lo lié a la cintura a modo de falda, caminando de regreso a la casa, fantaseando medio en broma sobre si sorprendería a Sergio haciendo lo mismo que por la mañana su amigo.

Pero qué va, el chico era super aplicado, así que le encontré en el salón bien concentrado en sus libros y nada en su actitud me indicó que hubiera estado haciendo ni pensando nada raro.

Al menos hasta que entré en el salón en bikini.

– Oye, Sergio, me ha dicho Borja que si va a volver tarde, te lleve yo a tu casa.

El chico, que no me había oído llegar, se puso colorado rápidamente cuando alzó la vista y se encontró con la mamá de su amigo, medio desnuda, hablándole como si tal cosa.

– ¿Có… cómo dices? – dijo el chico, mirándome con timidez a los ojos, temeroso de que me hubiera dado cuenta de adónde había mirado primero.

Lo que dije antes. Pensáis que estamos ciegas.

– Que luego te llevo yo a casa, si Borja no viene a tiempo.

– ¡Ah! Sí, bueno, eso me ha dicho. Pero no hace falta que te molestes. Puedo llamar a mi madre o coger el bus…

Sacudí la cabeza. El chico seguía siendo demasiado educado.

– Sergi, hombre, déjate de tonterías. Que hay confianza, leñe. Vas a molestar a tu madre estando yo aquí tirada a la bartola. Yo te llevo luego y punto. Tu madre haría lo mismo si fuera al revés, ¿o no?

– Sí, claro… – dijo el chico, poniendo todo su empeño en seguir mirándome a la cara.

– Pues ya está. Me vuelvo a la piscina. Voy a coger un refresco de la cocina, ¿quieres algo? Que con ese pié, si te entra sed…

– Sí, vale – asintió Sergi, más tranquilo – Te lo agradezco.

– Enseguida te lo traigo.

Como sé perfectamente la marca que le gusta a él, fui a la cocina y cogí dos latas, regresando al salón y dándole una al muchacho.

– Aquí tienes.

– Gracias.

– Oye, se me ocurre que… – dije de pronto – Hace calor. ¿No te apetecería darte un bañito? Si quieres subo a por tu bañador, te cambias y te ayudo a ir a la piscina.

– ¡OH! Gracias, Elvira, pero me queda un rato todavía. Estoy liado con esto – balbuceó el pobre chico, aferrando todos los papeles a la vez, sin acabar de decidirse por ninguno.

– Bueno, como quieras. Me voy… solita… – bromeé – A aburrirme… sin nadie con quien charlar…

Le conozco como si le hubiera parido y sabía perfectamente que bromear era la mejor forma de conseguir que se relajase y se le pasase la vergüenza.

– Vale, vale, Elvira. Tú ganas. – dijo riendo – Mira, tráeme el bañador y dentro de un rato, cuando haya acabado con estos ejercicios, te hago compañía un rato.

– ¡Eso! ¡Compadécete de esta pobre vieja! ¡Eres un buen chico! ¡Tu madre estará orgullosa!

– ¿Vieja tú? – dijo Sergio sin pararse a pensar – ¡No digas tonterías! ¡Ya quisieran las demás estar como tú! ¡Eres guapísima!

Y se quedó callado de golpe, súbitamente azorado por lo que acababa de decir. Yo me sentí igual. No queriendo avergonzarle, decidí que ya estaba bien de juegos.

– Vaya, Sergio, te agradezco el piropo – dije, un poquito turbada, pues era la primera vez en la vida que Sergio me decía algo semejante – Y, ya fuera de bromas, te traigo el bañador y, cuando quieras, me das un toque al móvil y vengo a ayudarte. Si te apetece, claro…

– Vale – asintió.

Así lo hice. Subí al cuarto de Borja y, de un cajón, cogí uno de los bañadores de Sergio, que había dejado en casa para cuando los dos usaban la piscina.

Se lo llevé al salón y, sin intercambiar más que una nerviosa sonrisa, regresé a mi hamaca, dejando al chaval con sus estudios.

Y claro, en cuanto me encontré de nuevo a solas, me puse a darle vueltas al coco, pensando en las palabras que se le habían escapado al chico.

A ver, yo sabía que le gustaba, pero nunca antes se había atrevido a expresarlo abiertamente. Me había dicho guapa en otras ocasiones, claro, como cuando les pedía opinión a mi hijo y a él sobre cómo me quedaba alguna prenda o sobre si estaba bien arreglada para una cita, pero siempre había sido corroborando las palabras de Borja, diciéndolo más bien de compromiso.

Pero, esta vez… le había salido de dentro… había dicho abiertamente que me encontraba atractiva. Estando los dos a solas, que no se nos olvide. Y eso… me ponía nerviosa.

– Jo, vaya día llevo – dije en voz alta, en la soledad de la piscina – Esta mañana pillo a mi hijo en plena faena y ahora consigo que su amigo diga que estoy muy buena.

Me sentía alterada, un poquito turbada por la posibilidad de que el teléfono sonara y Sergio me pidiera que fuera a ayudarle. A medida que los minutos fueron pasando y el móvil seguía mudo, fui sosegándome un poco, pensando que, lo más probable, al chico le dieran corte sus palabras y no se atreviera a venir, lo que me parecía estupendo.

Bueno, del todo no. Una parte de mí sí que quería que aquel teléfono sonara.

Y claro, por culpa de aquel rollo… no podía apartar mis pensamientos de Sergio.

¿Estará estudiando? ¿Estará avergonzado por haber admitido que la madre de su amigo le pone? ¿Pensará venir? ¿Se habrá olvidado del tema?

Como ven, mi cabeza era un auténtico batiburrillo, dándole vueltas a todo lo que se me ocurría, hasta que, de pronto, un pensamiento penetró en mi cabeza acallando todos los demás…

¿Se habrá puesto cachondo? ¿Estará aprovechando que está solo para masturbarse pensando en mí?

No sé cómo se me ocurrió aquello, supongo que el recuerdo del incidente con Borja había provocado que la imagen de jovencitos haciéndose pajas estuviera latente en mi cerebro. Pero, lo cierto es que, a partir de ese instante, sólo pude pensar en si Sergio estaría meneándosela en el salón o no.

Y empecé a fantasear.

– ¿Se estará tocando? – pensaba – ¡Joder, a ver si se me ha ido la mano…! ¿Te imaginas? A lo mejor ahora mismo está en el salón, con los ojos cerrados, dale que te pego mientras piensa en mí.

Sacudí la cabeza, tratando de expulsar esos pensamientos.

– No seas estúpida, Elvi. Sergio es muy buen muchacho. Vale que, en la intimidad de su casa, haga sus cositas, pero seguro que ahora mismo está estudiando tan tranquilo y no está pensando en mí para nada.

Pero no conseguía calmarme.

– ¡Qué tonta eres! – me dije – Si quieres comprobarlo, levántate y ve a mirar. Sí claro, muy buena idea… Y si le pillo en plena paja, como a Borja, ¿entonces qué? ¿Le pido disculpas y espero a que me arroje un cojín? Y a lo mejor… ¿Y si no está en el salón, sino que me está observando desde el despacho, escondido tras la cortina, machacándosela como un mono mientras me mira aquí medio desnuda?

Aquel pensamiento era todavía peor. ¿Y si me estaba espinado? Tragando saliva para armarme de valor, me incorporé sobre la hamaca y, con disimulo, miré hacia la cristalera que comunicaba el patio con mi despacho.

La cortina estaba abierta de par en par. Allí no había nadie.

– ¡Serás gilipollas! – me dije dándome una palmada en la frente – Elvi, necesitas salir por ahí y que te echen un polvo. Se te está yendo la cabeza.

Avergonzada y deseando alejar por fin aquellas ideas, me levanté y me arrojé de cabeza a la piscina, poniéndome a nadar un rato, tratando de dejar de pensar en tonterías.

Hice unos cuantos largos y, cuando empecé a sentirme cansada, decidí salir del agua, pero, en vez de usar la escalerilla, me apoyé en el borde e, impulsándome con los brazos, salí trepando.

Entonces fue cuando le vi. Sergio había venido él solito y estaba echado en otra hamaca, vestido con el bañador y una camiseta, sin mirarme directamente, aunque se veía, por el rubor de sus mejillas, que no se había perdido detalle de mi surgimiento de entre las aguas.

– Estupendo – pensé en silencio – Y encima le das al chico el espectáculo de la tía en bikini chorreando saliendo de la piscina. Como en un anuncio.

Y, por la cara que ponía, se veía que a Sergi le había gustado la publicidad.

Simulando no darme cuenta de nada, caminé hasta mi hamaca y, aferrando la toalla, me sequé, procurando quedar bien tapada por la tela.

– ¿No habíamos quedado en que ibas a llamarme al móvil? – le dije mientras me secaba.

– Lo he hecho – dijo él, mirándome de nuevo – Como no contestabas, he venido yo solo. A la pata coja.

– Perdona – respondí – No lo habré oído por estar en el agua.

– Tranquila. No hay problema. Mientras no apoye el pié, no me duele nada.

– ¿Quieres otro refresco? – le dije de repente, por decir algo – Yo voy a ir a por uno. Con este calor…

– Bueno… vale – asintió.

– Enseguida vuelvo.

Un poquito azorada, regresé a la casa intentando caminar con normalidad. No paraba de repetirme que no debía mirar atrás, pues, si lo hacía y le pillaba mirándome el culo, no sabría ni qué cara ponerle.

Por fin, atravesé la cristalera y, en cuanto estuve segura de que no podía verme, me giré y le espié desde el interior del despacho. Sergio seguía en su hamaca, de espaldas a mí y no parecía haberse movido ni un centímetro.

– Anda, que… menuda película te estás montando – me dije.

Desde luego, me hacía falta echar un polvo como el comer.

Más tranquila, fui al baño (beber tanto refresco es lo que tiene) y después a la cocina a por las latas. Entonces se me ocurrió que, para quitar un poco de hierro al asunto, lo mejor era mostrarse un poco más discreta, así que pillé una camiseta de algodón y me la puse encima del bikini, en un intento de exhibir menos carne.

Se me ocurrió que, quizás Borja, al ver la camiseta, adivinaría el motivo por el que me la había puesto y pasaría vergüenza por ello, pero concluí que mejor que la pasara él a que la pasara yo, como sin duda sucedería si le sorprendía mirándome las tetas cubiertas tan sólo por el bikini.

Me reuní de nuevo con el joven y, tras darle la lata, me eché de nuevo en mi hamaca. No pareció en absoluto sorprendido o avergonzado porque yo hubiera ocultado un poco la mercancía, lo que me serenó un poco.

– Qué bien se está aquí – dijo Sergio tras abrir su refresco.

– Sí que es verdad. Como estamos cerca del parque, no hay coches y esto es muy tranquilo.

– Me encanta venir aquí. Mi casa está bien, pero ésta…

– Se entiende. Con la piscinita…

Sergio me miró, como si fuese a decir algo más. Pero optó por quedarse en silencio, aunque yo sospechaba qué había estado a punto de decir.

– Y cuéntame – dije tratando de cambiar de tema – ¿Cómo te las has apañado para caerte?

– ¿No te lo ha dicho ya Borja? Me he quedado mirando a una chica, me he despistado…

– Ay, todos los tíos sois iguales… – dije riendo.

– Leñe, Elvira, que no hacía nada malo. Me he distraído mirando una chica guapa y he pisado mal un escalón.

– Si es que sólo pensáis en una cosa…

– No digas eso. A cualquiera podría pasarle. Si tú ves a un tío atractivo, ¿no lo miras?

– Vale, vale, tienes razón – admití, tratando de evitar que la conversación siguiera por esos derroteros.

Por fortuna, Sergi no insistió en el tema, así que seguimos hablando tranquilamente durante un rato, de los estudios sobre todo. Pero claro, una adulta hablando con un joven, siempre tiene que acabar por meter la pata.

– Bueno, dime. ¿Y de chicas qué tal? ¿Estás saliendo con alguna?

– ¿Yo? ¡Qué va! – dijo poniéndose súbitamente serio – Las tías no me hacen ni caso.

– ¡Venga ya! – exclamé sin pensar – ¡Eso no me lo creo! ¡Con lo guapo que eres! Buen estudiante, guapetón… ¡Seguro que las tienes haciendo cola!

¿Pero qué estaba diciendo? ¡Me estaba metiendo yo solita en la boca del lobo! Mi cabeza iba por un lado, pero mi boca no le hacía ni puñetero caso, diciendo lo que le daba la gana.

– Gracias – dijo él simplemente – Te agradezco el cumplido, pero sé que lo dices por compromiso, porque soy amigo de Borja…

– ¡Anda, no seas tonto! – exclamé de nuevo sin pensar – Si te digo que eres guapo es porque lo eres. Si yo tuviera quince años menos, te ibas a enter…

Me quedé petrificada. Pero, ¿qué coño me pasaba? ¿Me había vuelto loca? ¿No decía yo que nunca hacía nada para alentar al chico? ¿Y no se me ocurría otra cosa que decirle que me lo montaría con él si fuese un poco más joven?

Por suerte, Sergi, muy inexperto con las mujeres, no entró al trapo y no dio la respuesta obvia a mis palabras, limitándose a ponerse colorado y a beber de su lata en silencio. Le encontré hasta mono.

– No me malinterpretes… – dije azorada, tratando de arreglar el asunto – Lo que digo es que, como mujer que soy, puedo asegurarte que eres un chico atractivo y eso…

Entonces mi teléfono móvil se puso a sonar, mientras yo, mentalmente, le daba las más profundas gracias a quien quiera que fuese. Era Borja.

– Dime cariño – dije poniéndome en pié para charlar, más que nada para apartarme un poco de Sergio, pues su cercanía me ponía nerviosa.

– Hola, mamá. Mira, que al final no hay problema. Sólo era una reunión sobre el calendario. En un rato estoy en casa.

– ¡Uf! Menos mal… – pensé – Me ahorro de llevarle.

Alcé la mirada y miré de reojo a Sergio, pillándole in fraganti deleitándose con la visión de mi cuerpo. Fue entonces cuando fui consciente de mi aspecto: definitivamente, ponerme la camiseta había sido un error.

Al ponérmela sobre el bikini mojado, el algodón se había empapado, transparentando que daba gusto, cosa que, como es bien sabida, resulta tremendamente sexy. Además, la camiseta me llegaba sólo un poco por debajo de la cintura, tapando mis nalgas parcialmente, lo que, sin duda, había permitido al chico gozar de un buen primer plano de mi culo, cuando le di la espalda para hablar por el teléfono.

– Sí, tú sigue echando aceite al fuego… ya verás – pensé, simulando no haber visto la mirada lujuriosa del chaval.

– ¿Qué decías cariño? – dije al teléfono – No te oigo bien.

– Que, si no te importa, que Sergio se quede a cenar y luego le llevo en un momento con la moto.

– Sergio – dije apartando el teléfono – Borja dice que viene para acá. Que te quedes a cenar y luego te alarga él.

– Vale.

Y en eso quedamos.

Nerviosa por la charla con el chico y no queriendo animarle a nada más, me excusé diciendo que iba a darme una ducha antes de ponerme con la cena. Le pregunté si quería que le ayudara a regresar al salón, pero él (para mi alivio), dijo que esperaría allí a Borja.

Cinco minutos después, me encontraba bajo el chorro de agua fría de la ducha del baño de mi dormitorio, tratando de ordenar mis pensamientos. Seguía inquieta, nerviosa, algo se agitaba dentro de mí.

Pero, ¿qué me pasaba ese día? ¡Si no había ocurrido nada! Sergio se había comportado como siempre, educado y tranquilo.

Y total, ¿podía culparle si me había mirado un poco? Era normal ¿cómo no iba a mirar a una tía en bikini por la que se sentía atraído? Y él no había hecho nada más, el resto de la película me la había montado yo solita.

Sus ojos… aún podía sentirlos clavados en mí… mirando mi trasero, que asomaba bajo el borde de la camiseta… desnudándolo, acariciándolo…

¿Es que me estaba volviendo loca?

Muy agitada, pero sabiendo perfectamente cuál era la solución a mis desvelos, decidí que tenía que hacer algo para calmarme. Andaba un poco necesitada, ése era el problema, así que, como había hecho mi hijo por la mañana… tenía que aliviarme un poco.

Me eché sobre la cama, desnuda, empapando la colcha, pues aún estaba medio mojada de la ducha. Pensé en buscar mi consolador en la mesita, pero decidí no hacerlo, pues me apetecía más usar mis inquietos deditos.

Separé los muslos y, como hago siempre, abrí bien los labios vaginales usando dos dedos, pues me gustaba abrirme bien el coñito antes de empezar a masturbarme.

En cuanto mis dedos rozaron la trémula carne, un estremecedor gemido se escapó de mis labios, mientras una oleada de placer recorría mi cuerpo de la cabeza a los pies.

– ¡Joder, qué cachonda estoy! – exclamé, sorprendida por el efecto que había tenido el ligero contacto.

Pero, al escuchar mi propia voz resonando en la habitación, recordé que no estaba sola en casa.

– ¡Leñe! ¿Y si Sergio ha entrado? ¿Me habrá oído desde abajo?

Acojonada, me levanté de un salto de la cama y, completamente desnuda, caminé hasta la ventana, que daba directamente a la piscina. Ocultándome tras la cortina (no fuera el chico a mirar hacia arriba y me pillara en pelotas) me asomé con mucho cuidado, soltando inmediatamente un suspiro de alivio.

– Vaya, ya veo que has sido buen chico y sigues ahí traquilito – dije de nuevo en voz alta.

Efectivamente, Sergio seguía exactamente donde yo le había dejado, tumbado en su hamaca, sólo que, para tomar un poco el sol, se había quitado la camiseta, quedando vestido únicamente con el bañador.

– Vale – me dije – Voy a darme prisita y termino con esto…

Me disponía a regresar a la cama, para reanudar mi sesión masturbatoria, cuando una pícara idea asaltó mi cerebro.

Sin darme cuenta de lo que hacía, volví a asomarme por la ventana y a mirar a Sergi, que seguía tumbado tranquilamente. Me quedé un segundo admirando su torso desnudo, bien formado, apetecible, terso… Y un poco más abajo… el bulto en su bañador… ¿La tendría como Borja?… algo se agitó dentro de mí.

– ¡Qué coño! – exclamé – Él se pasa la vida mirándome el culo, así que… por una vez que mire yo…

Cuando quise darme cuenta, había empezado a masturbarme, allí de pié, junto a la ventana, asomándome al patio con cuidado desde detrás de la cortina, deleitándome con el cuerpo semidesnudo del amigo de mi hijo… haciendo precisamente lo mismo que él había hecho en mis fantasías de un rato antes…

Madre mía, cómo me puse de caliente. Cuando quise darme cuenta estaba literalmente chorreando entre las piernas… mis dedos chapoteaban en mis jugos, que se deslizaban voluptuosamente por la cara interna de mis muslos, haciéndome hervir de placer, sin apartar ni un instante la mirada del cuerpo adolescente de Sergi.

Me mordí los labios con lujuria, tratando de ahogar el grito que pugnaba por escapar de mi garganta, apreté los muslos, atrapando mi mano en medio, sintiéndola con intensidad, mientras mis dedos acariciaban y jugueteaban por todas partes.

Mi otra mano, sin ser apenas consciente de ello, se había aferrado a mis pechos, amasándolos y acariciándolos con lujuria, deleitándose con su dureza, estimulando los sensibles y durísimos pezones, haciéndome gemir de placer.

El orgasmo llegó rápidamente, con intensidad, tanta que me costó horrores no ponerme a gritar como loca. Sentí que las fuerzas me fallaban, así que, instintivamente, me agarré con fuerza de la cortina, arrancando varios ganchos de la barra, aunque, por suerte, los restantes fueron capaces de aguantar mi peso.

La corrida fue bestial, nunca lo había pasado tan bien masturbándome a solas. Entonces, me di cuenta de que, al desprender parcialmente la cortina del riel, ésta ya no me ocultaba. Asustada, me asomé a la ventana, pero, por fortuna, Sergio seguía quietecito, ajeno por completo a que la guarra de la madre de su amigo acababa de hacerse una paja en su honor.

– Te has perdido el espectáculo, amiguito – dije sonriendo tontamente, mientras regresaba a la seguridad del dormitorio – Joder, voy a tener que darme otra ducha.

Era verdad, me había puesto a sudar y olía un poco a transpiración… y a otras cosas.

Cuando acabé por fin de ducharme (otra vez) y, tras vestirme adecuadamente con un pantalón corto (por encima de la rodilla) y una camiseta, regresé al patio, donde me encontré con que mi hijo había vuelto ya.

Más calmada (sobre todo porque nada en el comportamiento de Sergi mostraba que se hubiera siquiera imaginado lo que había pasado en mi cuarto), les dejé tranquilos repasando unos libros (que supongo había traído Borja desde el salón) y me retiré a la cocina a preparar algo de cena.

Como aún era temprano, antes vi un rato la tele, pero me cansé enseguida de hacer zapping, así que acabé por ir a la cocina.

Iba a hacer algo sencillito, un poco de pasta, acompañada de albóndigas, que tenían un poco más de tarea.

Me tomé las cosas con calma, a mi ritmo, sin pensar para nada en los sucesos de la tarde. Se ve que la corrida que me había pegado era justo lo que me hacía falta y una vez aliviada, ya no tenían cabida en mi mente los lúbricos pensamientos de antes.

Puse la radio y, acompañada de música, me puse a hacer bolas de carne con entusiasmo, canturreando las canciones que me gustaban.

– ¡Mamá! – escuché de repente a Borja gritando desde el patio – ¡Ven y échame una mano! ¡Date prisa!

Sorprendida, dejé la albóndiga que estaba haciendo en el plato, junto a sus compañeras y, tras enjuagarme en el fregadero, salí a ver qué pasaba.

– ¡BROOOMMMM! – restalló un trueno en las alturas.

– ¡Leñe! – exclamé sorprendida – ¡Pues no se ha puesto a llover!

Efectivamente, de forma inesperada el tiempo había cambiado y, tras nublarse con rapidez, había empezado a descargar un chaparrón primaveral.

– ¡Mamá, ayuda a Sergi! ¡Yo recojo todos los papeles!

Miré a mi alrededor y me di cuenta de la magnitud del desastre que había acontecido. Por todos los rincones del patio se veían volando hojas de papel, desparramadas por una súbita ráfaga de viento, mientras mi hijo las perseguía desbocado.

Medio riendo, ofrecí mi hombro a Sergio, que también miraba divertido a su amigo. Tras ayudarle a entrar en casa, regresé junto a mi hijo y le socorrí en la caza de los folios fugados.

– ¡Mierda! ¡Joder! – se quejaba Borja – ¡La mitad se han caído en la puta piscina!

Demasiado ocupada persiguiendo hojas voladoras como para regañar a mi hijo por su lenguaje, miré al agua, donde, agitados por el aire y por la lluvia, vi flotando un buen montón de papeles. Enfurruñado, Borja me entregó los que había cogido y, tras descalzarse, se arrojó al agua, pescando tantos como pudo.

Minutos después, Sergio y yo nos partíamos de risa, mientras un muy enfadado Borja (muy enfadado y muy mojado) nos asesinaba con los ojos mientras se secaba como podía con la toalla que le había dado.

– Sí, tú ríete – me espetó mi hijo – Pero ahora te va a tocar a ti llevar el culo de éste hasta su casa. No voy a coger la moto si está lloviendo.

Mierda. Era verdad.

……………………………..

Un rato después de cenar y tras haber recogido la mesa (tarea de la que Sergi se libró en virtud de su lesión) los chicos se pusieron a tratar de ordenar el desastre de papeles mojados.

Yo, por mi parte, me senté en el sofá a leer tranquilamente, acompañada por el sonido de la lluvia repiqueteando en la ventana. Cuando quise darme cuenta, eran más de las once.

– Oye, Sergi – dije, sintiéndome muy perezosa – ¿Por qué no te quedas a dormir?

– Te lo agradezco Elvira, pero mi madre está esperándome. La llamé antes y le dije que luego me llevabais a casa. Además, mañana hay clase, tengo que ducharme, cambiarme de ropa…

Podría haber insistido (no hubiera sido la primera vez que uno cogía prestada ropa del otro), pero no quería quedar como una vaga desnaturalizada, incapaz de mover el culo del sofá una vez aposentada en él, así que lo dejé correr.

– Pues entonces será mejor que nos vayamos ya. Venga, moved el trasero.

Entonces habló Borja y sus sencillas palabras cambiaron para siempre mi destino.

– Mamá, ¿te importa si no os acompaño? Tengo que arreglar este desastre – dijo señalando el montón de hojas empapadas – Y tengo que repetir los deberes para mañana.

– No, claro – asentí – Pero ayuda a tu amigo a llegar al coche. Voy a coger el bolso.

Instantes después, me reunía con los chicos en el garaje. Sergio estaba ya en el asiento del pasajero y, en ese momento, mi hijo le decía algo en voz baja.

– Venga, despedíos que nos vamos. Vuelvo en un rato – le dije a Borja.

– Vale. Nos vemos mañana, capullo – le dijo mi hijo a su amigo.

– En serio, tío. No hace falta que te molestes en venir a por mí. Ya pillaré el bus.

– Calla ya, idiota.

Comprendí que Borja se había ofrecido a llevar a Sergi al insti. Sintiéndome interiormente orgullosa de la amabilidad de mi hijo, accioné el mando a distancia de la puerta y conduje el coche a las calles mojadas. Seguía lloviendo, aunque había bajado bastante la intensidad.

Al encontrarme de nuevo a solas con el chico, encerrados juntos en el reducido espacio del coche, los recuerdos de lo sucedido aquella misma tarde regresaron con fuerza, lo que provocó que me pusiera nerviosa.

Sergi, por su parte, parecía tranquilo, si acaso un poquito más taciturno de lo habitual en él, mirando ensimismado la lluvia a través de su ventanilla.

No queriendo tentar a la suerte, decidí respetar su silencio, dedicándome a conducir (nunca está de más ir atenta cuando llueve), aunque, en el fondo, estaba un poco extrañada porque Sergi no hubiera dicho ni mú.

Pronto averigüé en qué iba pensando.

– ¿Antes dijiste en serio eso de que soy guapo, que debo de ser atractivo para las chicas? – me preguntó inesperadamente, poniendo fin al silencio.

– ¿Cómo? – exclamé un poco sorprendida – Sí, sí claro que lo dije en serio – afirmé rehaciéndome rápidamente – Eres un chico atractivo.

– ¿Lo dices de veras? O es en plan: “le digo que sí para que no se sienta mal”

– A ver, Sergi – dije mirándole muy seria, aprovechando que nos habíamos detenido en un semáforo – No sé lo que les gusta a las chicas de hoy en día… No sé si todas buscan un Cristiano Ronaldo, o qué demonios. Sólo sé que eres un chico atractivo, por supuesto que sí y si alguna chica no piensa así… es que es tonta… o ciega.

Sergi me sonrió cálidamente, mirándome a los ojos por primera vez, lo que acentuó un poquito mi nerviosismo, aunque no sabía por qué. Quizás porque se le veía un tanto más sereno, seguro de sí, como si hubiera tomado una decisión sobre algo.

– Gracias. Significa mucho para mí que digas eso. Pero, entonces, aclárame una cosa… ¿Por qué no ligo? ¿Qué tengo que hacer para que las chicas se fijen en mí?

Le miré, de nuevo, sonriendo al comprender que el pobre chico estaba pidiéndome consejo. Me sentí más tranquila.

– Una pregunta, Sergi… Pero, ¿tú intentas ligar? ¿Le has pedido salir a alguna chica del insti?

Tardó un segundo en contestar.

– Hace un par de años… A Sonia… Me dijo que no… que le gustaba otro…

– ¿Y ya está? ¿Esos son todos los intentos que has hecho?

– Bueno…

– Pues ahí tienes la respuesta. Tú no ligas simplemente… porque no intentas ligar. ¿Qué te crees? ¿Que las chicas van a acudir a caer rendidas a tus pies? ¿Que ellas te van a pedir salir? Sé realista, Sergi, sois adolescentes, tenéis 17 años. Con esa edad, las chicas también son tímidas y sería raro que alguna diera el primer paso. Pero seguro que hay por ahí unas cuantas a las que les encantaría que las invitaras al cine o a dar una vuelta.

– ¿Tú crees?

– Estoy segura. Sonará un poco machista, pero a las mujeres nos gustan los tíos seguros y echados para delante. Y, si alguna te rechaza… no te preocupes, son cosas de la vida. Te aseguro que te esperan un buen número de relaciones fracasadas antes de encontrar la adecuada…

Allí estaba yo, la reina de los consultorios sentimentales, dándole lecciones gracias a mi dilatada experiencia en relaciones (hijo de penalti y matrimonio anulado mediantes), sintiéndome extrañamente eufórica, porque Sergi había acudido a mí para que fuera su confidente, en vez de hablar con su madre. En ese momento, no me acordaba para nada de las miraditas, las pajas en el dormitorio, ni de nada por el estilo.

Pero Sergi sí que se acordaba. Y entonces, hice la pregunta del millón.

– Y dime, ¿no hay por ahí ninguna que te haga tilín?

– Sí, sí que la hay.

Sergi me contestó en tono muy calmado, mirándome fijamente. Sin embargo, tonta de mí, no me di cuenta de lo que allí se cocía por ir concentrada en la calzada. Justo entonces, nos pilló un nuevo semáforo y yo detuve el coche, volviendo mi rostro sonriente hacia él.

– Y, ¿a qué estás esperando? ¡Lánzate, idiota! Habla con esa chica e invítala a sal…

Inesperadamente (o quizás no tanto, si hubiera estado un poco más atenta a las señales), Sergi se abalanzó sobre mí y me besó. Mis ojos se abrieron como platos por la sorpresa, sintiendo cómo sus labios se apretaban contra los míos mientras su lengua, torpe e inexperta, pero increíblemente ansiosa, pugnaba por abrirse paso al interior de mi boca.

En completo estado de shock por la situación, mis manos siguieron aferradas al volante, pues al parecer mi cerebro había olvidado los mecanismos precisos para mover los dedos y soltarlos de allí, mientras el joven seguía besándome con ansia.

Estaba alucinada, con una profunda sensación de irrealidad; sentía como que no estaba allí, sino que me encontraba fuera del coche, observándolo todo, testigo mudo de la lujuria y el deseo del jovencito, viéndolo como si no me estuviera pasando a mí, sino a otra mujer que iba sentada en mi coche…

Y, sin embargo, tengo que reconocer que no era del todo inmune a las atenciones del chico; una pequeña parte de mí había estallado de júbilo cuando Sergi me besó, sintiéndome hermosa, deseada y sí… un poquito lasciva…

De repente, sentí cómo una de sus manos se deslizaba bajo el borde de mi camiseta y subía, acariciando mi piel hasta posarse directamente en mis senos, que fueron acariciados y estrujados con ganas, sin que la barrera del sostén supusiera obstáculo alguno.

Aquello me hizo reaccionar por fin.

– ¡Sergi! – exclamé, liberando por fin mis labios de los suyos – ¿Te has vuelto loco?

Mis manos soltaron por fin el volante, intentando apartar de mí al chico, pero, estorbada por el cinturón de seguridad (él había soltado el suyo, aunque yo no me había dado cuenta de cuándo) y porque, de repente, Sergi parecía tener 4 manos en vez de dos, era incapaz de lograrlo.

Sergio intentaba volver a apoderarse de mis labios, pero eso no le impedía seguir explorando con su insidiosa mano bajo la camiseta, estrujando mis tetas con avidez.

Yo, nerviosísima y sin acabar de creerme que aquello estuviese pasando, intentaba liberarme de su tenaza, pero él era mucho más fuerte, hasta que, a punto de caer presa de la histeria, decidí ponerle punto y final al incidente por las bravas: le abofeteé con fuerza.

Mano de santo. El tortazo resonó con intensidad en el habitáculo y, un instante después, Sergi me miraba incrédulo desde su asiento, frotándose la mejilla con la misma mano que había estado magreando mis pechos segundos antes. Parecía un cachorrillo asustado, incluso me sentí mal por haberle pegado.

– Pero, ¿se puede saber qué te pasa? ¿Cómo se te ocurre hacer eso? – le espeté, tratando de recuperar el control.

– Yo, yo… – balbuceaba el pobre chico – Creí que tú… Como decías que…

– ¿Qué decía? – grité, sintiéndome cada vez más furiosa – ¿Que eres guapo? ¿Y eso te parece suficiente para abalanzarte sobre mí y meterme mano? ¿En qué estabas pensando?

Sergi apartó la mirada, avergonzado, lo que me hizo sentir mejor pues volvía a dominar la situación. Mi corazón, que latía disparado en mi pecho, fue serenándose poco a poco, mientras mi mente intentaba asimilar lo que había pasado.

Y la verdad, es que era muy sencillo. Tanto va el cántaro a la fuente…

– Yo… – dijo el chico, mirándome con ojos de cordero degollado – Lo siento. Te pido perdón.

– Sí, más te vale. ¿Será posible el niñato de las narices? – exclamé, dejando que hablara por mí la ira.

– Te pido mil perdones, Elvira. Entenderé que no quieras volver a verme… – dijo alzando tímidamente los ojos hacia mí – Lo siento…

Y entonces, antes de que acertara a reaccionar, Sergio abrió la puerta del pasajero y salió del coche, cerrando tras de sí y alejándose (cojeando ostensiblemente) en medio de la lluvia. Me quedé con la boca abierta.

– ¡Sergio! – grité, aunque el chico no dio la menor muestra de haberme oído, continuado su renqueante avance por la acera.

Nerviosa, comprobé por el retrovisor que no tenía ningún coche detrás y, con brusquedad, orillé el coche a un lado, montándolo parcialmente sobre el bordillo. Abriendo mi puerta, salí en persecución del chico bajo la lluvia.

– ¡Sergio! – volví a gritar, mientras me acercaba a él a la carrera – ¡Quédate ahí!

Él miró por encima de su hombro y, viendo que yo me aproximaba, intentó sin mucho éxito acelerar el ritmo.

– ¡No! ¡Déjame, te lo suplico! – rugió cuando le alcancé y, sujetándole por un hombro, le obligué a volverse hacia mí.

– ¡No seas loco! ¡Cómo te vas a ir solo, lloviendo y con ese pié! Tu madre me mataría ¡y con razón!

La mención de su madre hizo que el chico se pusiera rígido y me mirara con los ojos desencajados.

– Mi madre… No, por favor, Elvira, te lo ruego… No le digas nada a mi madre… ni a Borja, me moriría de vergüenza…

El chico a medias hablaba, a medias balbuceaba. Parecía estar a punto de echarse a llorar.

– ¿Estás tonto? – dije, tratando de tranquilizarlo – Puedes estar tranquilo, que no le voy a contar a nadie lo que ha pasado. Para mí es suficiente con que veas que has actuado mal y que me prometas que no vas a volver a hacer nada parecido…

– ¡PERO ES QUE NO PUEDO! – gritó desesperado, soltándose de mí con un brusco tirón.

Sorprendida, me quedé mirándolo atónita, allí los dos, bajo la lluvia, mojándonos como imbéciles.

– ¿Es que no ves lo que siento por ti? – me espetó – ¡Estoy enamorado de ti desde hace años! ¡Te quiero! ¡Te deseo! ¡Las demás chicas me importan una mierda, para mí sólo existes tú!

Estaba con la boca abierta. No podía creerme lo que estaba escuchando. Sabía que le gustaba al chico, pero… ¿amor?

– Sergi… cariño – dije, con voz suave, tratando de que recobrara la cordura – No sabes lo que dices…

– ¡Claro que lo sé! ¡Hace años que lo sé! Pero nunca me hice ilusiones. Nunca se me ocurrió intentar nada. Pero hoy, con las cosas que me has dicho… pensé… pensé…

Y se echó a llorar. Sé que hay mujeres a las que ver a un hombre llorando les revuelve las tripas, pero no es mi caso. Me sentí profundamente conmovida y, lo único que se me ocurrió fue… tratar de consolarle.

Cuando quise darme cuenta, le había rodeado con mis brazos y le estaba abrazando, atrayéndole hacia mí. Sergi se resistió sólo un instante, pero enseguida sucumbió y permitió que le abrazara, hundiendo el rostro en mi cuello y deshaciéndose en lágrimas.

Yo, aún profundamente turbada y sin acabar de creerme que aquello estuviera pasando, le dejé desahogarse cuanto quiso, susurrándole al oído que no pasaba nada y acariciándole la nuca suavemente, tratando de calmarle.

Sentí cómo los brazos de Sergio me rodeaban, estrechándome contra si, pero no hice nada para evitarlo, pues sus manos estaban apoyadas castamente en mi espalda, sin hacer nada inapropiado.

Su cuerpo temblaba entre mis brazos, dejando escapar la vergüenza y el miedo que sentía, conmoviéndome hasta el alma.

Conmoviéndome… y algo más. Algo extraño se agitaba dentro de mí… Tener entre mis brazos a un guapo joven… que decía que me amaba… que me deseaba…

Y, desde luego, al menos lo del deseo era verdad, porque pronto empecé a notar cómo algo se endurecía contra mi cadera, demostrando muy a las claras que, aunque el chico estuviese arrepentido, su libido no opinaba lo mismo.

Pensé en apartarme un poco, para separar mi cadera de su dureza, pero me di cuenta de que eso avergonzaría todavía más a Sergio, así que no hice nada, permitiendo que su erección se apretara contra mí sin decir ni pío.

La situación tenía mucho de emotiva, pero también de morbosa y excitante. Allí, bajo la lluvia, tratando de consolar a un joven que acababa de declarárseme, sintiendo cómo su joven masculinidad crecía contra mí…

Deseaba tranquilizarle. Deseaba consolarle. Deseaba… no sé qué. Seguí susurrándole que se calmara, diciéndole que no pasaba nada, que todo estaba bien… Ni siquiera me di cuenta de cuando le di el primer beso. Y luego vino otro y otro y otro. Aferré su rostro lloroso con las manos, empapado de lágrimas y de lluvia y besé sus mejillas, su frente, sus pómulos… y de repente… sus labios.

Tenía la mente en blanco, no era consciente de nada de lo que había a mi alrededor. Mi único deseo era calmarle, consolarle, demostrarle lo feliz que me sentía por lo que me había dicho antes…

¿Feliz? ¡Sí, feliz! Tenía que admitirlo. Su declaración me había llegado al alma y me sorprendí al descubrir lo mucho que me había alterado que aquel jovencito me dijera que me deseaba… y que me amaba.

Al sentir mis labios contra los suyos, Sergi por fin reaccionó. Dando un bufido, me besó con ansia, estrechándome entres sus brazos y apretándome contra si. Su erección se oprimió contra mí con más ganas y por primera vez me pregunté qué secreto encerraría el pantalón de aquel chico. Empezaba a caldearme.

Sus manos empezaron a acariciar mi espalda, recorriendo la empapada tela de la camiseta con deseo, describiendo curvas sinuosas sobre mi espalda, bajando cada vez más…

Cuando por fin sus manos se apoderaron de mi culo, no pude reprimir un gritito de emoción, lo que pareció enardecer todavía más al chaval. Ya rendida a sus caricias, permití que su lengua se introdujera entre mis labios, en busca de la mía, que la aguardaba deseosa.

Nos fundimos en un tórrido beso, ajenos a la lluvia que nos empapaba y al hecho de que estábamos en plena calle, donde, de no ser por el chaparrón, cualquier transeúnte podría haber disfrutado del espectáculo de un jovencito literalmente devorándole la boca a la mamá de su amigo… y al revés.

– Elvira… ¡Oh! – siseaba Sergio – Te deseo tanto… Yo…

– Shhh – siseé poniéndole un dedo en los labios – No hables, no digas nada. No dejes que me pare a pensar en la locura que estamos cometiendo, no…

Y él selló mis labios con los suyos, impidiéndome acabar la frase…

Justo entonces pasó un coche por la calzada, a escasos metros de donde estábamos. Ignoro si los ocupantes nos vieron siquiera, pero, cuando la luz de los faros nos iluminó, fui súbitamente consciente de donde estábamos y de lo que estábamos haciendo.

– No… Sergi… Para – gimoteé, mientras el chico no me hacía ni caso y seguía besándome… – Aquí no… Estamos empapándonos… Y nos van a ver…

– Me da igual – susurró él sin dejar de amasar mis nalgas y de besarme por todas partes.

– No… Aquí no… – repetí – Vamos al coche…

Como pude, logré zafarme de la presa del chico y, agarrando su mano, tiré de él de regreso al coche. El pobre se dejó conducir, cojeando lastimosamente bajo la lluvia, pero con una mirada de éxtasis tal en los ojos que consiguió hacerme estremecer.

Le ayudé a subir al asiento del pasajero y luego tuve que hacer un verdadero alarde de fuerza de voluntad para rodear el coche caminando normalmente, en vez de hacerlo a la carrera, como me pedían mis instintos.

En cuanto me dejé caer en mi asiento, (concediéndome únicamente un segundo para desplazarlo hacia atrás para que el volante no estorbara) Sergi volvió a abalanzarse sobre mí y a estrecharme entre sus brazos, besándome. Esta vez, cuando su mano se perdió bajo mi camiseta y empezó a jugar con mis senos, gemí temblorosamente de placer, dejándole que me metiera mano a su antojo.

Sus manos eran torpes e inexpertas, notaba cómo temblaban sobre mi piel, a medias por la excitación, a medias por el frío por estar empapados. Gemí como una colegiala cuando su mano logró apartar por fin el sostén como pretendía, sin llegar a soltar el broche y sus inquietos dedos encontraron el rígido pezón y lo pellizcaron suavemente…

– No… para – gimoteé, deseando con toda mi alma que no parara.

Por suerte, Sergi no me hizo ni caso y siguió besándome y jugando con mis senos tanto como quiso. Tras un par de minutos de intenso morreo, el chico pensó que no era mala idea subir las apuestas y, apartándose de mí (lo que me obligó a reprimir un bufido de insatisfacción) me miró con ojos ardientes de lujuria…

– Quítate la camiseta – me pidió – Por favor…

No fue una orden. Más bien una súplica. Lo encontré tierno y excitante al mismo tiempo. Sin poder contenerme, mis ojos miraron hacia abajo, deseosos de comprobar el estado en que se encontraba su paquete. Sentí un inmenso regocijo al comprobar que su pantalón parecía a punto de estallar. Y aquello estaba así por mí.

Sergio sonrió al ver la dirección mi mirada e hizo un pequeño gesto levantando ligeramente la pelvis del asiento, exhibiéndose para mí, lo que me encantó. Mordiéndome el labio, para aguantarme las ganas de abalanzarme esta vez yo sobre él, llevé mis manos al borde de la camiseta y empecé a quitármela.

La tela, de algodón, estaba adherida a mí como si fuera una segunda piel por el agua y me resultó extrañamente placentero sentir cómo iba despegándose a medida que tiraba de la prenda. Por fin, me la quité por completo y la dejé a un lado, quedando medio desnuda ante los admirados ojos del chico.

El sujetador, movido por las inquietas manos de Sergio, ocultaba únicamente uno de mis pechos, mientras que el otro, duro y excitado como yo no recordaba hubiera estado nunca antes, apuntaba con descaro hacia mi compañero de viaje.

El pobre, no aguantando más, profirió un gemido y se echó sobre mí, agarrando mis pechos con las manos, mientras yo, deseando dejarle que hiciera lo que le viniera en gana, me echaba hacia atrás, recostándome contra la puerta y permitiendo que el chico se apoderara del enhiesto pezón con sus labios y empezara a chuparlo y lamerlo con desespero…

Se notaba su inexperiencia… se notaba su ansia… pero qué entusiasmo le ponía, Dios mío, qué ganas… enseguida me encontré gimiendo como una perra, sintiendo cómo Sergio literalmente devoraba mi pezón, mientras sus manos, descontroladas, intentaban sobarme los pechos al mismo tiempo que buscaban el cierre del sujetador.

– Espera – siseé – está por detrás.

Sergio, a pesar de lo entregado que estaba a su tarea, la pilló al vuelo y sus manos se perdieron inmediatamente tras mi espalda poniéndose a forcejear con el cierre del sostén sin mucho éxito.

No pude evitar sonreír al percibir su inexperiencia, pues era incapaz de soltar el dichoso broche, aunque eso no quería decir nada, pues he conocido a muchos hombres que, a pesar de sus años, jamás han aprendido a desabrochar un sujetador, especialmente si están cachondos.

– Déjame a mí – susurré.

Y Sergio se incorporó como un resorte, apartándose de mí lo justo para permitirme librarme de la prenda de lencería. Tras quitármela, la dejé junto a la camiseta mojada y fue entonces cuando me di cuenta de que, tras ducharme por la tarde, me había puesto unas braguitas y sostén de encaje, en vez de ropa interior cómoda de algodón, como habría sido lo lógico para estar por casa.

En ese momento, me alegré por ello, pero luego me pregunté si esa elección por mi parte… no encerraba algo más.

Pero en ese momento no tuve tiempo de preguntarme ninguna de estas cosas, pues Sergio, en cuanto tuvo delante mis domingas desnudas, se arrojó sobre ellas como un león y empezó a sobarlas y magrearlas, con tantas ganas que me hizo hasta daño.

Sin embargo, yo no me quejé.

– Así, cariño, así – susurré, mientras me comía las tetas.

Y él, chico obediente, redobló sus esfuerzos sobre ellas, mientras bufaba y resoplaba como un toro.

Pero claro, el chico no se iba a conformar con aquello nada más. Y yo lo sabía. Y lo esperaba. Ahora que por fin tenía a su disposición una hembra dispuesta a enseñarle, el chaval quería aprender más, así que, cuando una de sus manos abandonó mis pechos y se deslizó hacia abajo, tratando de colarse por la cinturilla de mi pantalón, yo no me resistí en absoluto, apretando un poco la barriga para facilitarle el acceso.

Su mano se coló en mis bragas como un huracán, plantándose en mi coño con tantas ganas que di un bote sobre el asiento, cosa que a Sergi le tenía sin cuidado. Sin perder un instante, sus impúdicos dedos empezaron a bucear en la humedad entre mis piernas, palpando y explorando por todas partes, mientras yo tenía que morderme un nudillo para no ponerme a aullar de placer.

– Espera – gimoteé – Más… más despacio… con cuidado…

Y Sergi me obedeció, deteniendo inmediatamente los bruscos movimientos de su mano dentro de mis bragas.

– Hazlo más lentamente – le indiqué – Acaríciame más despacio, con mimo… Así…

Su mano empezó a moverse más delicadamente, palpando y acariciando con más delicadeza, siguiendo las indicaciones que yo le daba.

Sergio alzó entonces la cabeza, clavando sus ojos en los míos. Pude ver que le brillaban intensamente, a pesar de estar iluminados únicamente por la tenue luz de las farolas a través de la lluvia. Supongo que los míos brillaban igual, pues Sergi sonrió, feliz. Me encantó.

– Muy bien… Así… Por ahí – le indicaba yo – Muy bien. Ahí, justo ahí… Un poco más rápido…

Sergi, buen estudiante, era muy aplicado, así que obedecía todas mis indicaciones sin dudar, poniendo en ello todo su entusiasmo, así que pronto me encontré disfrutando enormemente de la paja que me estaba haciendo el chico.

– ¡AAAAAH! – gemí cuando sus dedos rozaron una zona especialmente sensible – Muy bien, cariño… Ahora… Ahora, por ahí… mete un par de dedos, pero no dejes de acariciar… ¡AAAAHHHH!

Sus dedos se enterraron en mi interior, haciéndome bufar y retorcerme de placer. Estaba allí, despatarrada en mi coche, con la espalda apoyada en la puerta del conductor, con las tetas al aire, disfrutando de la mejor paja que me habían hecho en mi vida (mías incluidas). Aquel chico tenía talento…

A esas alturas, Sergi había aprendido ya qué partes de mi entrepierna eran más sensibles, así que, sin esperar más instrucciones, un travieso dedito empezó a juguetear con mi clítoris, que estaba enhiesto como nunca antes.

– ¡NOOOOOOOO! – aullé en el interior de coche – ¡NO TOQUES AHÍIIIIIII!

El orgasmo llegó, arrasador, dejando mi mente momentáneamente en blanco. En el universo no había nada más que el placer, como un fuego abrasador que se desparramaba en mis entrañas. Mi cuerpo temblaba y mis caderas se movían de forma incontrolada, frotándose contra aquellos maravillosos dedos que tanto goce me habían dado. Sin darme cuenta de lo que hacía, había empezado a golpear rítmicamente mi cabeza contra el cristal de la ventanilla, tratando de sofocar las oleadas de placer.

Sergi impidió que siguiera haciéndolo, simplemente atrayéndome hacia si y volviendo a besarme, mientras yo le correspondía con entusiasmo. Rodeé su cuello con mis brazos y le estreché contra mí, hundiendo esta vez yo mi lengua en sus labios, agradeciéndole el éxtasis que me había brindado.

– Elvira – gimió Sergi cuando nuestros labios se separaron, en un tono que me hizo comprender inmediatamente lo que quería.

No me hice de rogar. Sabía de sobras lo que necesitaba el muchacho. Iba a ser buena y agradecida, devolviéndole todo el goce que me había ofrecido. Aunque, bien pensado, en realidad iba a ser mala… muy mala…

– Shsssss – le callé, poniendo de nuevo el dedo en sus labios, como había hecho antes, en la acera, aproximadamente mil años atrás – Déjame a mí.

Con una cara de ilusión que resultaba cómica, Sergi regresó a su asiento y se sentó muy tieso, con la espalda recta, expectante por lo que iba yo a hacer.

Como quiera que su espalda no era lo único tieso en aquel asiento, decidí no hacerle sufrir más e, incorporándome, me arrodillé sobre mi asiento, mirando golosamente el bulto en el pantalón del chico, mientras el pobre admiraba extasiado cómo mis tetas quedaban colgando, gordas y jugosas.

– Vamos a ver qué tenemos por aquí – dije juguetona, llevando mi mano a su entrepierna y palpando el bulto por encima de la tela.

Lo que teníamos allí era un pedazo de polla, dura como un leño, que parecía un cohete a punto de despegar. En cuanto la rocé, Sergi (como había hecho yo antes), dio un brinco sobre el asiento y me miró con ojos suplicantes, implorándome que siguiera y no le dejara así.

Como si yo tuviera intención de parar…

Con habilidad, bajé la cremallera y, en pocos segundos, extraje la orgullosa y durísima verga del chico de su encierro. No pude evitar que el recuerdo del incidente de la mañana se colara en mi mente, constatando que, por lo que había visto, el calibre de las dos armas era más o menos el mismo.

– Joder. Hasta en esto se parecen – musité.

Sin pensármelo más, aferré el rígido instrumento y lo apreté con la mano, ciñéndolo, haciendo que su dueño bufara y se encogiera. Sintiéndome a la par poderosa y excitada, como me pasa siempre que estoy con un hombre, cuando me doy cuenta de que, en ese instante, podría lograr que hiciera lo que me diera la gana, sopesé aquella dura polla con la mano, pajeándola suavemente mientras me deleitaba con su dureza y volumen.

Como Sergi estaba excitadísimo, los jugos preseminales brotaban sin parar, deslizándose por la rígida carne, procurándole a la piel un aspecto brillante bajo la tenue luz de las farolas.

Seguí deslizando la mano habilidosamente, apretando en los lugares apropiados, imprimiendo un ritmo tal, que el chico disfrutaba como un enano, pero sin llegar a precipitar “los acontecimientos”.

Pero Sergi había estado fantástico… y yo deseaba darle su premio.

A esas alturas, me había olvidado de todo, de la diferencia de edad, de que era el amigo de mi hijo, de Úrsula, de mi trabajo, de mi casa… Atrás habían quedado las dudas y la vergüenza. Para mí sólo existía Sergi.

– Déjame a mí – le susurré al oído, para a continuación besarle suavemente – No vas a olvidarte de esta noche en tu vida…

Muy despacio, me incliné hacia su regazo, aproximando lentamente su erección a mi boca. Cuando el chico se dio cuenta de mis intenciones, se puso tenso como un cable, aunque, obviamente, no hizo nada para detenerme. Qué raro, ¿verdad?

Sintiéndome juguetona, lamí el sobreexcitado glande, que se veía hinchadísimo en la penumbra del coche, provocando que Sergi profiriera un gemido que me hizo sonreír.

No queriendo hacerle sufrir más, la agarré con fuerza con la mano y, golosamente, empecé a lamerla por todos lados, mientras mi otra mano jugueteaba con la bolsa de las pelotas, provocando que su dueño se derritiera literalmente en su asiento.

Por fin, me animé a meterme un trozo en la boca, engullendo una buena porción de rabo de un tirón, permitiéndome constatar que, efectivamente, aquella era una de las pollas más notables que había probado (literalmente).

Sin prisa pero sin pausa, comencé un suave sube y baja con la cabeza sobre la entrepierna del chico, absorbiendo en cada viaje una porción de carne mayor. Sentir su dureza entre mis labios me enardecía, poniéndome cachonda al máximo, mientras me afanaba en lograr lo mismo con el chaval.

Pero claro. No sé cómo no me di cuenta. Ni siquiera me paré a pensar que Sergio era muy inexperto y aquel tratamiento cinco estrellas no era apto para cualquiera.

Desde luego, no lo era para un chico de 17 años, virgen y completamente encoñado con la mamá de su amigo.

Ni un minuto duró el pobre. Cuando quise darme cuenta, su polla entró en erupción y un verdadero torrente de semen se desparramó en mi boca, llenándola hasta arriba. Creo que hasta me salió por la nariz.

Sorprendida y medio ahogada, aparté la boca de aquella fuente, tosiendo y dando arcadas por el tremendo lechazo que acababa de llevarme en la garganta.

Casi asfixiada, manoteé con la guantera hasta lograr abrirla y sacar de su interior un paquete de pañuelos, usando uno para escupir todo el semen que pude, plenamente consciente de que buena dosis había ido a hacerle compañía a la cena en mi estómago.

Sergi, sorprendido por la situación, no decía ni mú mientras su polla, como manguera descontrolada, efectuaba los últimos disparos, pringando de leche el asiento, el salpicadero y hasta la alfombrilla del suelo.

– Cof, cof – tosí con los ojos llorosos – ¿Se puede saber qué coño haces? ¿Por qué no avisas?

Le miré un poquito molesta, pues no es una experiencia agradable que te peguen un lechazo inesperado en la boca ¿verdad chicas?

– ¿Qué? – preguntó Sergio, con un aire tan de absoluta inocencia que me desconcertó.

– ¿Cómo que qué? ¡Que avises, joder! – respondí un poco enfadada – ¡Tienes que avisar antes de correrte! ¡Por poco me ahogo!

Sergi me miraba con la boca abierta, sin comprender de qué le estaba yo hablando. Resultaba una estampa bastante curiosa, allí sentado, mirándome sin saber qué decir, con la todavía rezumante chorra fuera del pantalón, empapando su entrepierna.

– Pero, ¿es que no te lo tragas? – preguntó con total seriedad.

– ¿Cómo?

– Sí. En las películas, la chica siempre se lo traga. O se lo echan en la cara…

Entonces comprendí. El chico estaba más verde que una lechuga. No tenía idea de sexo, más allá de lo que había visto en las pelis porno. Era justo lo que le había comentado a Borja por la mañana, que los chicos de ahora aprenden estas cosas donde no deben.

– No, Sergi no – dije sonriendo, mientras se evaporaba mi enfado – Tienes que avisar a la chica. No nos gusta que se corran en nuestra boca así, por las buenas. Vale que algunas lo hacen para complacer al chico, pero es algo de mutuo acuerdo. No así… a traición.

– Lo siento – dijo con aire compungido – Te pido disculpas. No lo sabía. Creía que…

Me eché a reír.

– Anda, que no te queda nada que aprender.

Sonriendo, me incliné hacia él y le besé, sintiéndome bastante feliz, sin acabar de darme cuenta de la locura que acababa de cometer.

– Esto sigue en pié de guerra, ¿eh? – dije señalando su polla que, si bien no completamente erecta, presentaba todavía un volumen más que apetecible.

Y entonces sonó su móvil.

– ¡Mierda! – exclamó el chico – ¡Seguro que es mi madre!

Efectivamente. Era Úrsula, que, siendo ya casi las doce de la noche, llamaba a su retoño para ver dónde narices se había metido.

Consciente de que aquello se había acabado (y pensando por primera vez que quizás fuese mejor así), recogí el sostén y me lo puse como pude, mientras Sergi me miraba con infinita tristeza, mientras improvisaba una excusa para su madre (algo de un pinchazo le dijo).

A continuación, me puse con gran dificultad la camiseta, que era un auténtico pingajo empapado, coloqué bien el asiento y, justo cuando Sergi se despedía de su madre diciéndole que estaría en casa en un par de minutos, arranqué y reanudé la marcha.

Ni siquiera sabría decirles si, en el rato en que estuvimos parados, había pasado algún otro coche a nuestro lado. Así de concentrada estaba en mis “tareas”.

Efectivamente, llegamos al bloque de Sergi poco después. Aunque ya tan sólo lloviznaba, Úrsula estaba esperándole en el portal con un paraguas. Estacioné el coche y, pensando en cómo me sentiría yo si fuese mi hijo el que había tardado tanto en aparecer, me bajé a saludarla y a darle explicaciones.

– Mil disculpas, Úrsula. Si vieras qué mala pata. Hemos pinchado ahí atrás y mira cómo nos hemos puesto con la lluvia cambiando la maldita rueda. Tu Sergio está hecho un tiarrón; ha insistido en ayudarme a pesar de tener el tobillo torcido…

Y menos mal que la lluvia nos había empapado, si no, las manchas pegajosas que había en el pantalón de Sergi hubieran resultado de lo más sospechosas.

Curiosamente. Úrsula no puso mala cara ni nada, sino que me dio las gracias por traer a su hijo y tan sólo le reconvino un poco por no haberla avisado por el móvil.

No sé cómo se tragó aquel cuento. Debía de ser más ingenua de lo que yo creía, pues, a poco que me conociera, sabría perfectamente que yo no tenía ni puñetera idea de cambiar una rueda (para eso está la ayuda en carretera, ¿no?).

Tras rechazar amablemente la invitación de subir para secarme un poco, me despedí, dirigiendo una última mirada a Sergi, que me miraba con una cara de cachorrito que… qué joven que era.

Y entonces me di cuenta. Al verle allí, junto a su madre, preocupada simplemente porque el chico se había retrasado un poco, la realidad de lo que había pasado se abatió sobre mí como una tonelada de ladrillos. Las rodillas me flojearon y me costó horrores volver a meterme en el coche y arrancar, mientras Úrsula abría su portal y llevaba a su hijito de vuelta al calor de su hogar.

Su hijito… el mejor amigo del mío… le había chupado la polla al mejor amigo de mi hijo… Pero, ¿qué coño pasaba conmigo? ¿Estaba enferma? ¿Me había vuelto loca? Pero, ¿cómo se me ocurría?…

Ahora que por fin me encontraba sola, lejos de la lujuria y el desenfreno a que me había arrojado con el adolescente, empezaba a darme cuenta las consecuencias que iba a traer el haberme dejado arrastrar por la locura.

– ¡SERÁS PUTA! – me insulté a mi misma mientras golpeaba el volante con rabia – ¿Cómo has podido hacer eso?

Y lo peor no era la vergüenza y el remordimiento, no… lo peor era que, en realidad, tenía que admitir que seguía cachonda y me lamentaba de no haber dispuesto de más tiempo para haberme quedado con la virginidad del muchacho. Si Úrsula no llega a llamar, probablemente a esas horas estaría con los zapatos apoyados en el techo del coche, recibiendo con entusiasmo la vibrante verga del chico.

Me abofeteé yo misma. Con fuerza, poniéndome la mejilla bien colorada. ¿Qué pasaba conmigo? ¡Era un crío! ¿Qué clase de puta asaltacunas era yo en realidad? ¿Cómo había podido?

Me daba asco de mí misma, me sentía fatal y, el hecho de que, a pesar de todo, siguiera bastante cachonda, me provocaba más asco todavía.

Y Borja… Dios mío… ¿Y si se enteraba? Esos dos se lo contaban todo… ¿Y si Sergio le contaba cómo se la había chupado su madre en el coche? ¿Y si lo contaba en el instituto?

Pero no. Eso era imposible. Sergio no era así. Era un buen chico. Aunque, bien pensado, hasta hacía poco más de una hora, yo jamás hubiera pensado que estuviera tan salido. Lo que, pensando en su edad, tampoco era tan raro…

Pasé con el coche por delante de un bar y estuve a punto de parar para tomarme una copa. O dos. Si no lo hice, fue porque me di cuenta de que, si me plantaba en medio de un bar, con la camiseta mojada transparentando y con un calentón de mil demonios, lo menos que podía pasarme era terminar encerrada en los lavabos con algún maromo que sacara provecho de las ganas que tenía.

Por suerte, la poca cordura que me quedaba se impuso y logré conducir hasta casa.

En cuanto entré, me topé con mi hijo, que me aguardaba un poquito inquieto.

– ¿Cómo has tardado tanto? – me preguntó tras saludarme.

– ¡Oh! Hemos tenido un pinchazo – le mentí sin pensar – Y como los del seguro iban a tardar mucho, la hemos cambiado nosotros. Me voy a dar una ducha y me acuesto, que estoy reventada.

– ¡Ah, vale! Buenas noches.

Ni siquiera me paré a pensar que Borja era perfecto conocedor de cuales eran mis habilidades como mecánica de coches. Sin embargo, no dijo nada, así que no me preocupé más del asunto.

Más adelante descubriría que no se había creído ni una palabra.

CONTINUARÁ

Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un e-mail a:
ernestalibos@hotmail.com

Relato erótico: “De plebeyo a noble” (POR AMORBOSO)

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Quiero que esta historia sea un homenaje a mi amigo Peter. Sin él no habría conseguido nada de lo que tengo y, lo que es peor, probablemente estaría muerto.

Desde que tengo uso de razón y guardo recuerdos, el nombre por el que todos me conocen y por el que me han llamado es John. Sin embargo, mi apellido, Smit, no es el mío original. Nunca conocí a mis padres. Fui criado por una prostituta del barrio más pobre de Nottingham, mejor dicho, por las tres únicas putas que había, aunque la que me controlaba siempre era Edwina (curioso nombre para alguien que nunca tuvo un penique, en inglés antiguo, significa “amiga rica”), a la que llamaba madre.

Mi amigo Peter vivía en una casa donde acogían a niños huérfanos para educarlos y hacerles hombres y mujeres de provecho, aunque la realidad era que se dedicaban a iniciarlos en la mendicidad y la delincuencia. Les enseñaban a leer, escribir y algo de números. Lo justo para poder realizar mejor su trabajo.

Ambos estábamos siempre en la calle, donde pasábamos los días peleando entre nosotros y con los otros muchachos del barrio. Yo le ayudaba a conseguir las cantidades de monedas que le exigían sus benefactores, a pesar de los castigos que me aplicaba Edwina cuando se enteraba, y él me enseñaba las letras y números.

Se nos daba muy bien robar la bolsa a los borrachos, pero resultaba poco productivo, ya que solían llevarla casi vacía, pero por lo menos, conseguíamos que no fuese castigado.

Yo dormía en un rincón de la habitación en la que vivíamos y que mi madre también utilizaba para trabajar con sus clientes. Mi obligación era estar dormido o hacer que lo estaba, lo que me permitía ver lo que ocurría entre mi madre y los hombres que la visitaban.

Un día, oí que uno de los clientes le decía:

-Acuéstate bocarriba y levanta el culo, que te la voy a clavar en él.

Oí los movimientos, mientras permanecía con los ojos cerrados, haciéndome el dormido.

-Ooooohhhh. Qué estrecho lo tienes para ser puta. ¡Cómo lo voy a disfrutar!

Luego los sonidos y ruidos habituales, hasta que empecé a oír golpes. Abrí los ojos y vi a mi madre con las piernas abiertas y separadas, a su cliente que, mientras la enculaba, le daba puñetazos en las tetas y en la cara, hasta hacerle escupir sangre.

-Maldita zorra. Toma lo que te mereces… por puta… -Le decía mientras golpeaba.

Sin pensarlo, me levanté y fui corriendo hasta ellos, mordiendo con fuerza al castigador, hasta marcarle los dientes en su muslo.

Él se volvió rápidamente y con el mismo impulso, me dio una tremenda bofetada que me arrojó de la cama al suelo, hasta que choqué con la pared.

Eso originó un tremendo lío. El cliente se quería ir sin pagar, alegando que no se había corrido. Mi madre no se lo permitía después de lo que había tenido que soportar. Yo llorando e intentando aferrarme a mi madre…

Al final, me sacaron a la puerta con orden de esperar allí hasta que terminaran. Yo me senté en el suelo, con la espada pegada a la pared y seguí llorando durante mucho rato, hasta que me quedé dormido. Por la mañana, desperté en mi saco de paja.

Mi madre me explicó que había hombres que disfrutaban pegando a las mujeres y mujeres que disfrutaban siendo golpeadas y humilladas. Que el cliente de la noche, era de los que les gustaba pegar, y pagaba buenos chelines por ello, lo que contribuía a mejorar nuestra forma de vida.

Yo le dije que quería trabajar para llevar ese dinero a casa y que ella no tuviese que aguantar a esas personas. Ella solo me abrazó y la sentí llorar.

El caso es que esa escena me marcó para el futuro. Desde entonces, cuando robábamos a los borrachos, siempre se me escapaba algún golpe, junto con algún otro de mi amigo Peter, que también se aficionó.

No sé si fue por eso o por el afán de dinero, el caso fue que desde los ocho años (puestos a ojo, porque nadie supo cuando nací, y por eso celebraba mi cumpleaños el 1 de enero), mi madre Edwina, me alquilaba a los campesinos de la zona para ayudarles en el campo: retirar hierbas, amontonar heno, llevar a las vacas u ovejas a pastar, etc.

Unas veces, el trabajo resultaba agradable y descansado, otras era penoso y me castigaban duramente, golpeándome con cinchas de caballerías, palos o lo que tuviesen más a mano, para “animarme” y que me cundiese más.

Unas veces, el trabajo era de un día y volvía a casa a dormir, donde tenía que esperar a que mi madre o alguna de las otras se desocupase para poder acostarme en mi rincón. Otras veces duraba varios días o era tan tarde al terminar que tenía que dormir en las cuadras, pajares, o a la intemperie, cubierto por la paja o el heno de los montones que tenían los granjeros.

Algunas veces, las mujeres de los campesinos, me daban ropa vieja de sus maridos para que me la arreglase mi madre. O de sus hijos, que ya no se podía estirar más y se les había quedado pequeña.

Para mí, después de vivir siempre entre putas, el sexo no tenía secretos y tampoco el desnudo me producía pudor. Por eso, cuando las mujeres me hacían quitarme los pantalones o desnudarme delante de ellas, no tenía inconveniente, mostrando mis partes sin sonrojo, ya que la ropa interior me resultaba algo totalmente desconocido. Realmente, hace poco que he sabido de su existencia.

El caso es que muchas veces aprovechaban para acariciar y manipular disimuladamente mi sexo hasta ponerme el pene como una piedra, que siempre ha sido de buen tamaño, (según decían mis madres), para luego hacer bromas y reírse con la cara totalmente roja. ¡Cuántas veces me he pajeado después pensando en ellas!

De mis tres madres, Margaret, que estaba enferma desde hacía años, decían que del mal francés, y que no podía curarse por no tener dinero para el médico, murió cuando yo tenía quince años. Bebía mucho, y a veces se quedaba dormida por las esquinas. Cuando despertaba, solía estar con las faldas levantadas, medio desnuda y cubierta de esperma. Tosía mucho y a menudo echaba sangre. Los últimos días había permanecido en cama, con problemas para respirar y gran debilidad.

Fue al anochecer. Cuando volví del trabajo, me enteré que acababa de fallecer. Estuve horas llorando mientras la velaba, hasta que me quedé dormido. Por la mañana tuve que volver a trabajar, pues me tocaba ir durante dos días a una de las granjas, porque el marido iba a otra ciudad a vender unas cabezas de ganado y los productos del campo. Mientras tanto, yo tenía que ayudar a la esposa con los animales, sacarlos a pastar y recogerlos después, limpiar cuadras, ordeñar vacas, … En fin, todas las tareas que hay que hacer y él no podía. Por eso me dolió mucho no poder asistir a su entierro para darle el último adiós. Aunque tampoco fue algo muy sonado. La envolvieron con una sábana, la llevaron al cementerio y la echaron en la fosa de los pobres, según me contó mi madre.

Yo pasé el día entre triste y lloroso. La mujer, que se llamaba Candy, se interesó por mis penas y le conté lo que ocurría, apiadándose de mí y procurando, desde ese momento, consolarme con una sonrisa o acariciando mi cara cuando me veía más apenado.

Llegó la noche, cené en la casa y me dispuse a marchar a la cuadra para dormir mientras ella acostaba a sus dos hijos pequeños.

-No te vayas. No quiero que duermas solo en un día tan triste para ti. Como no está mi marido, duerme conmigo en nuestra cama, así estarás acompañado y yo no echaré de menos su falta. –Me dijo

-Como usted mande. De todas formas, voy a dar una vuelta por los animales, como me mandó su marido. –Le dije yo, saliendo hacia los establos y corrales.

Tras dar la vuelta y comprobar todo, volví a la casa, coloqué la tranca en la puerta y me dirigí al dormitorio. Realmente, solo había dos habitaciones, el salón, comedor, cocina, a la que se accedía directamente al entrar, y el dormitorio, donde estaba la cama de matrimonio y otra más pequeña donde dormían los dos niños.

Ella se encontraba ya en la cama. Yo me desnudé a la luz de la vela que alumbraba el cuarto y me metí bajo la sábana. Estaba totalmente desnudo, ya que, como he dicho antes, no usaba ropa interior.

La mujer me estuvo mirando todo el rato mientras lo hacía. Luego, me situé a un lado de la estrecha cama, casi en el borde.

-Te vas a caer. Ven un poco más cerca de mí. –Me susurró.

Yo me acerqué a ella pero sin tocarla.

-Te importa que te abrace. Con mi marido duermo abrazada a él, y si no lo hago me cuesta mucho alcanzar el sueño.

-No, señora, no me importa. –Le dije

Pasó su brazo por mi pecho y nos quedamos en silencio, aunque por mi parte, mi silencio se debió a que me había quedado dormido.

No sé cuánto tiempo pasó, pero algo me despertó en medio de la noche. Cuando me di cuenta de qué era, una mano acariciaba mi pene, mientras una vibración de la cama, junto a gemidos de ella me hizo darme cuenta de lo que pasaba.

-¿Le ocurre algo, señora? –Pregunté, aunque sabía lo que estaba pasando.

-¡Hey! ¿Qué? ¡Oh! ¡Qué vergüenza! …. Perdóname, pero soñaba que estaba con mi marido y no sé lo que he hecho. –Me dijo soltando mi pene.

-Por mí, puede seguir. Me estaba resultando muy agradable.

Quedó callada unos segundos, imagino que pensando.

-¿Has estado más veces con alguna mujer? –Me interrogó.

-No, la verdad es que esta es la primera.

-Entonces, déjate llevar, que yo te enseñaré.

Yo alargué mi mano para tocarla, topándome con un vasto camisón que me obligó a bajar la mano hasta más abajo de sus rodillas, para meterla por dentro y empezar a subirlo.

-¿Qué estás haciendo? –Me dijo.

-Quitarte la ropa esta.

-¿Cómo se te ocurre? ¡Ni mi marido me ha desnudado nunca! Eso es pecado.

-Bueno… Es que… Mi madre siempre lo hace desnuda.

-Pero tu madre es una puta. ¿Pretendes que yo lo sea también?

-No, claro, pero es lo que yo he visto siempre. Si no está desnuda, los hombres se van. Deben de disfrutar más.

Tras un momento de silencio, apagó la vela y deduje por sus movimientos que se estaba sacando el camisón. Volviendo a acostarse, pero ahora en el otro extremo de la cama.

Me acerqué a ella, dispuesto a poner en práctica lo mucho que había visto con mis madres.

Pasé mi mano por su vientre, subiendo hacia sus pechos. Mi otra mano y mi brazo, los pasé bajo su cuello para girarla hacia mí y besar sus labios. Hoy sé que ninguno de los dos sabíamos besar, pero hizo su efecto. Besé su cuello (a mi madre era lo que más le gustaba, según decía a sus amantes) y acaricié sus pezones, que también le gustaba.

-MMMMMM –Ella gemía de gusto.

Yo tenía el pene totalmente erecto, y a ella, cuando bajé mi mano hasta su sexo, una gran humedad lo inundaba. En ese punto, mi madre solía decir a su amante del momento: ¡Métemela ya, tengo el coño totalmente empapado! Y era cuando se abría de piernas y el hombre de turno se la metía.

Yo me coloqué entre sus piernas y se la metí. Entró sin problemas.

-Aaaaaaahhhhh. No es como la de mi marido, pero está muy bien. Por lo menos, no me hace daño.

Yo empecé un lento mete saca que solamente le hacía emitir suaves gemiditos. Entonces recordé algunas de las frases que mis madres decían a veces: ¡Súbete un poco más arriba para que me roces bien! Y cuando lo hacía, se la oía gritar hasta en la calle.

Hice lo mismo, me subí ligeramente y mi pene recorrió toda su raja.

-Oooooooohhhhh. ¿Qué me haces? ¡Qué gusto me das! No pareeeeeees.

Yo seguí dándole, mientras chupaba, lamía, besaba y mordía sus pezones.

-Sigue, sigue. –Era su frase más repetida, alternada con: ¡Más, más!

De repente exclamó:

-¡Dios mío! ¿Qué es esto? AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.

Estallando en un tremendo orgasmo, con tal grito, que ambos niños, de muy corta edad, se despertaron asustados.

-Buaaaa. Mamaaaaaa. Buaaaaa. –Gritaban ambos a la vez.

Ella, agotada, se encontraba incapaz de hacer nada, por lo que tuve que ser yo el que empezase a calmar a los niños hasta que ella se recuperó lo suficiente.

-¿Qué me has hecho? –Me preguntó mientras acunaba a uno de ellos y yo al otro.

-¿No sabes lo que es un orgasmo? ¿No has tenido ninguno nunca?

-Pues… Esta ha sido la primera vez que he sentido esto.

-¿Tu marido no te hace llegar? ¿O tu cuando te tocas?

-Con mi marido solamente la mete por el agujero de mi camisón, se mueve un poco y alcanza su placer. Luego se da media vuelta y se duerme. Yo suelo tocarme un rato más para disfrutar, pero eso es un gran pecado, y me da mucha vergüenza de que me pueda pillar, por eso nunca llego tan lejos. Así ha sido durante los cuatro años de matrimonio.

Luego recapacitó.

-Dios mío, ¿no me habrás echado tu semilla dentro? ¡No quiero quedarme embarazada!

-Tranquila, no he llegado todavía. Volvamos a la cama.

Seguimos acariciándonos un rato más. Yo estaba con la polla a reventar. Fui besando su cuerpo ya excitado nuevamente hasta bajar a su sexo, donde intenté meter mi lengua como había visto hacer, pero no lo hacía bien, porque ella me agarró del pelo y empezó a mover mi cabeza arriba y abajo.

-Oooooooooooohhhhhhhhh ¡Qué maravilla! Sigue ahí, sigue ahí. Aaaaaa ¡Que gusto! –Decía conteniéndose para no despertar a los niños.

Ahí descubrí una protuberancia que era sobre la que ella quería que pasase mi lengua. Me dediqué a lamerla y chuparla, hasta que nuevamente alcanzó su orgasmo. Esta vez mordiendo la ropa de cama y solamente dejando oírse:

-MMMMM. Fuuu. Fuuu. –Sus gemidos y su fuerte resoplar.

No tardó en reponerse y pedirme que la follara como al principio, cosa que hice de inmediato.

-Pero no llegues dentro. –Me suplicó.

-No te preocupes, que no lo haré. –Dije con un convencimiento que no tenía.

La estuve follando despacio, recorriendo su raja con mi pene y metiendo y sacándolo, en un juego que duró mucho rato. Cuando sus gemidos aumentaron, también aumentaron mis movimientos, hasta que volvió a correrse con una mano mía en su boca, mi boca en su pezón y mi pene machacando su sexo hasta que terminó.

Entonces, la saqué, me la menee un poco y me corrí abundantemente sobre su vientre,

Estuvimos durante muchas horas, hasta que, ya de madrugada, quedamos dormidos abrazados. No sé cuántas veces disfrutó, yo lo hice tres, pero a la tercera no solamente no me salió nada, sino que sentí un cierto escozor.

Nos despertaron los niños. El sol ya estaba alto, los animales pedían a su manera la comida y bebida que debían haber recibido varias horas antes.

Yo salí corriendo a atenderlos, mientras ella lo hacía con los niños para luego venir a ayudarme. Estábamos repartiendo heno en los pesebres cuando me dijo.

-Esta noche he hecho, me has hecho y he disfrutado de cosas de las que jamás en mi vida había pensado que pudiesen existir. Muchas gracias John.

-No tienes por qué dármelas. Es más, podemos repetirlo cuando quieras.

-¿Hoy también? –Me dijo.

-Ahora, si quieres.

Ella se colgó de mi cuello y empezó a darme besos, mis manos fueron a su cuerpo para desnudarla, pero no me dejó hacerlo.

-No podemos desnudarnos. Tengo que controlar a los niños que están sentados en la puerta de la casa y, además, podría venir alguien y sorprendernos.

Enseguida encontramos la solución. La puerta del establo estaba dividida en dos mitades. Cerramos la inferior y abrimos la superior. Ella se situó apoyada con los brazos cruzados sobre la inferior, mientras se asomaba hacia fuera y observaba a los niños y el camino hacia la casa.

Yo me situé detrás. Levanté su falda, saqué mi pene ya erecto y la hice separar las piernas. Luego comencé a recorrer su raja frotando bien el glande por todas partes, pero sin meterlo.

-MMMMMMMM. Siiiiiii. ¡Qué bueno! –Decía conteniéndose.

-Te gusta, ¿verdad?

-Siiiii.

-¿Quieres que te la meta ya?

-Siiiiii. ¡Por favor, métela ya!

Así que se la metí todo lo que pude y empecé a darle con fuerza. Solamente se oían mis jadeos, los golpes de mi pelvis contra su culo y sus gemidos acallados por su mano situada en su boca.

-Uufffffff, uuffffff, uuffffff.

Plas, plas, plas.

-MMMMM. AAAAAAA. SIIIIIII.

Poco tardó en alcanzar su orgasmo, que resaltó con un grito apagado y contracciones de su cuerpo.

-Aaaaaaaagggggggggggg. Mmmmmmmmmmmmmmmmmm.

Yo no detuve mis movimientos. Cuando quiso enderezarse, la tomé del pelo para obligarla a mantener la postura, mientras me inclinaba sobre su espalda para que no se moviera, como había visto hacer, y llevaba mi otra mano a su coño, buscado su protuberancia, que ahora sabía por qué le metían mano a las mujeres por delante, para tocarla, presionarla y hacerle una paja.

Con estos procedimientos, aún alcanzó dos orgasmos más, hasta que sentí que me iba a correr y, sacándola, me la meneé un poco y eché toda mi lefa sobre sus glúteos, riñones y parte del vestido.

Después de esto, preparamos un carrito tirado por una cabra, que el marido había hecho y colocamos en él a los niños, saliendo todos con el ganado hacia los pastos.

Siendo los niños tan pequeños, correteaban con el ganado, se cansaban y los acostaba en el carrito a dormir, momento que aprovechábamos nosotros para volver a follar, hasta que los despertaba con sus gritos. Aún conseguí sacarle un par de orgasmos más, sin que yo pudiese alcanzar el mío.

A última hora de la tarde, cuando regresamos, volvió el marido, algo pasado de bebida y probablemente con sus deseos de sexo ya calmados. Recogimos a los animales, me pagó y volví a mi casa.

En los días y meses siguientes, parecía que me habían puesto un letrero en la frente de “desvirgado” y “follador”, porque empecé a recibir invitaciones de casi todas las mujeres de la zona. Curiosamente, todas necesitaban ayuda cuando sus maridos se iban a otra ciudad.

Yo las hice disfrutar a todas. Luego me enteré que dos vecinas que iban a Nottingham nos vieron a Candy y a mí follando. Sobre todo, la oyeron a ella gritar y pedir más. Fue la comidilla entre las mujeres durante bastantes días. Todas lo comentaban entre risitas pícaras y comentarios maledicentes, pero todas empezaron a sentir curiosidad y a buscarme para que les hiciese sentir lo mismo.

Yo procuré dejarlas bien contentas a todas, al fin y al cabo, todas me pedían algo que yo sabía hacer bastante bien. Pero hubo una que me pidió algo distinto: Quería que se la metiese por el culo.

No era nada nuevo, pues a mi madre se lo pedían a menudo. La frase: quiero metértela por el culo, era una de las más oídas. Y la de mi madre diciendo: voy por la manteca, la siguiente.

Era la esposa, aunque las malas lenguas decían que había trabajado en un burdel hasta que él la retiró, de un campesino bastante bien situado. Las tierras y el ganado eran suyos y todo le resultaba muy productivo, lo que les generaba buenos beneficios, parte de los cuales gastaba en la taberna y parte con mi madre.

Estaba follándola por delante, cuando tuvo un nuevo orgasmo, que no sé qué numero hacía, pero en vez de dejarme seguir, me hizo sacarla, se puso a cuatro patas y fue cuando me dijo.

-Métemela por el culo. Fóllame el culo y podrás correrte dentro. –Me había prohibido correrme en su coño.

-Si señora. ¿Y la manteca?

-¿Manteca? ¿Para qué coño quieres la manteca? Métemela de una puta vez y olvídate de la manteca. Mójala en mi coño y adentro.

Yo la mojé con los líquidos que salían de su raja, pero mi falta de experiencia hacía que no supiese metérsela. Todos mis intentos fallaban y mi pene terminaba dentro de su coño.

-¿Nunca se la has metido a nadie por el culo?

-No, señora, es la primera vez.

Cambiamos de lugar, acostándome yo bocarriba, con mi pene como un árbol, y poniéndose ella a caballo sobre mí. Tomó mi pene y se lo puso en la entrada de su ano, metiéndoselo poco a poco hasta encajarlo todo.

-Uffff. ¡Hacía mucho tiempo que no sentía esto!

Y empezó a moverse, acelerando cada vez más. Era tal el ritmo, que se salía muchas veces y tenía que parar para volver a meterla. La presión sobre mi pene era mucho mayor, y me costaba no correrme, a pesar de que el roce me estaba irritando el glande. Llevó una mano a su clítoris y se estuvo masturbando al tiempo que se enculaba. Cada vez me resultaba más difícil aguantar. Por suerte, ella se corrió pronto, y yo a continuación.

Me dijo que le había gustado mucho, que su marido no quería pero a ella, ya desde muy joven, siempre le había gustado.

Cuando volví a casa, se lo conté a mi madre y, sobre todo la irritación que tenía en el pene. Primero me aplicó una pomada, y mientras me hacía efecto, fue contándome cómo había que hacerlo y otras muchas cosas sobre el sexo. Durante bastantes días, cuando no estaba ocupada, ampliaba mis conocimientos.

Repetí muchas veces más, y gracias a ellos, conseguí dejarla completamente satisfecha por todos sus agujeros. No solamente a ella, sino también a otras más que, aunque no lo pidieron, yo se les insinué y convencí.

Cuando cumplí los 18 años, ya habían muerto las dos madres que me quedaban y veía que mi futuro era muy incierto, por eso le di muchas vueltas a los comentarios que se oían por las tabernas:

Al parecer, en las nuevas tierras del sur, exploradas por un tal James Cook, se estaban haciendo grandes negocios con la cría de ovejas en grandes explotaciones. Había mucho trabajo y muchas posibilidades de hacer fortuna.

Mi amigo Peter, que venía de vez en cuando y desaparecía durante largas temporadas, vino por aquella época, y también me habló de las nuevas tierras. Él se había embarcado muchas veces y recorrido mares y océanos, y en cada puerto que recalaban, se oía lo mismo. Estuvimos fantaseando durante varios días con enrolarnos como marineros, viajar hasta ellas y hacernos ricos, mientras dábamos cuenta de unas buenas jarras de cerveza, hasta terminar totalmente borrachos.

Por fin, el mismo día que Peter se marchaba, me decidí y nos fuimos a Southampton, ciudad junto al mar, con uno de los puertos de donde salían los barcos hacia las nuevas tierras, generalmente llevando convictos y trayendo madera.

Cuando llegamos, nos enteramos que el barco había salido dos días antes y que teníamos que esperar al siguiente, seis meses después.

Para las primeras semanas, no tuvimos problemas. Alquilamos una habitación que nos resultó muy barata, cerca del puerto y comíamos en una taberna justo en frente de la casa. Llevábamos dinero para comer y dormir, pero nuestros gustos por la bebida y las putas hicieron que antes de un mes, nos quedásemos sin un penique, por lo que tuvimos que buscarnos trabajo.

Gracias a Peter, que tenía contactos y conocimientos de otras veces, conseguimos enrolarnos en barcos pesqueros, lo que nos permitía ahorrar una o dos semanas para gastarlo en la siguiente. Cuando no podíamos enrolarnos, nos dedicábamos a algo que conocíamos bien, robar a los borrachos o salir de la ciudad a realizar labores en el campo.

A los tres meses de espera, tuvimos la suerte de coincidir en la entrada con un hombre, al parecer acaudalado, al que seguimos hasta la posada donde se iba a alojar. Estuvimos controlando todo lo que hizo hasta que se fue a dormir. En ese momento, forzamos la puerta de la habitación, entramos coincidiendo cuando se quitaba el jubón por la cabeza, por lo que nos resultó fácil sujetarlo y sacudirle un fuerte golpe en la cabeza, que lo mató sin emitir más que un quedo gemido.

Buscamos entre sus ropas y en la habitación, encontrando bajo el colchón un par de bolsas llenas de monedas. Bastantes libras y muchos chelines. Lo terminamos de desnudar, le pusimos su camisón y lo dejamos en la cama como dormido.

De allí nos fuimos a la casa de putas más cara y de mejor género de la ciudad, en la que ya habíamos estado alguna vez y donde teníamos echado el ojo a un par de putas que eran lo mejor de la casa.

Bebimos y follamos hasta caer rendidos. Cuando nos despertamos por la mañana, no recordábamos nada, y nos fuimos hasta la posada donde nos alojábamos, y donde poco después apareció el sheriff para detenernos, acusados del asesinato de un rico prohombre de Londres que iba de paso hacia su casa.

Nos cachearon, encontrándonos solamente unas monedas, nos colocaron cadenas y nos llevaron ante el juez para tomar declaración.

Nosotros negamos nuestra culpabilidad, alegando que habíamos pasado el día trabajando en el campo y la noche con las putas. El juez, conocedor de lo que costaban, nos preguntó de dónde habíamos sacado el dinero, porque también sabía que el muerto llevaba una buena cantidad. Ahí Peter estuvo rápido, respondiendo que habíamos cobrado trabajos de los campesinos, que también era cierto, dando un par de nombres cuya paga bastaba para cubrir el gasto de las putas, para que pudiesen comprobarlo, y que apenas nos quedaban las monedas que nos habían encontrado.

Tras el interrogatorio, el juez nos envió al calabozo hasta realizar las comprobaciones oportunas donde nos encerraron en celdas separadas sin contacto con nadie durante toda la mañana y casi toda la tarde.

Poco antes del anochecer, el ruido de la cerradura me hizo pensar que me traían algo para comer, después del ayuno desde la noche anterior. Cuando se abrió la puerta de mi celda, entraron los dos ayudantes del carcelero, que sin decir nada me tomaron uno de cada brazo y me llevaron fuera.

-¿Qué pasa? ¿Dónde me lleváis? ¿Me vais a soltar? Tengo sed. Dadme agua.

Ellos no hablaron. Me llevaron a un habitáculo, directamente a una mesa que había en el centro, colocándome boca abajo, con el pecho sobre ella y los pies en el suelo, quedando ellos delante, mientras me sujetaban las manos para que no me moviese.

-¡Por favor, no me peguéis! ¡No he hecho nada! ¡Lo juro! ¡Yo no tengo nada que ver! ¡Si ni siquiera lo conocía! No me peguéis. Por favor…

Había oído de las palizas que les daban a los presos para que hablasen. En ese momento entró el carcelero.

-Bueno, buenoooo, ¿a veeeer que tenemos aquíiiii? ¡Pero si es un jovencito asesino!

-Señor, yo no he hecho nada, todo esto es un error.

-Pchst, pchst. El guarda de la puerta ha dicho que os vio entrar siguiéndole. Ibais en busca de su dinero, ¿no?

-No, señor, solamente coincidimos en la entrada, pero no lo conocíamos de nada. Nosotros no hemos hecho nada, solamente nos fuimos de putas…

-Vaya, vaya, ¿así que sois puteros, os gustan las putas? ¿Sabes?, a mí sin embargo me gustan más los jovencitos como tú, de culo respingón y apretadito. Me va a encantar rompértelo.

-¿Cómo dice? No lo entiendo. –Nunca había conocido el sexo entre hombres, mis madres sí que se acostaban con hombres y yo siempre lo había hecho con mujeres.

-No te preocupes, que lo entenderás enseguida.

Se situó a mi espalda y bajó de un tirón mis calzones hasta los tobillos. Yo intenté revolverme, pero los carceleros eran más fuertes y no me permitieron más que un leve forcejeo.

Él ya se había bajado los suyos y debía estar ya muy empalmado, pues sentí su polla que estaba como una piedra mientras iba recorriendo la raja de mi culo y dejando un rastro húmedo.

Debía tener un pollón enorme y gordo, pues se encontraba separado de mí, y sin embargo, sentía un buen trozo rozándome. De repente, se acercó hasta quedar pegado, encajando su polla entre mis cachetes, forzando su separación.

Con ella encajada a lo largo de mi raja, sentí como su mano manipulaba mi polla, a la vez que también movía la suya que asomaba bajo mis cojones. Estuvo haciéndolo un buen rato, hasta que consiguió ponérmela algo morcillona.

-Verás cómo te va a gustar y lo que te voy a hacer disfrutar. –Me dijo.

Seguidamente, retiró su polla de mi culo, colocando su punta justo bajo mi ano. Entonces, lanzó un gran salivazo, que restregó por él y que le sirvió para empujar y abrirlo ligeramente. Otro escupitajo para presionar un poco más.

-Ahora viene lo bueno. Prepárate a sentir como nunca lo has hecho.

Y dicho eso, dio un fuerte empujón que clavó el tablero de la mesa en mi vientre, pero que fue lo que menos noté. Su polla entró en mi ano produciéndome un dolor terrible.

En el primer momento, no conseguí articular ningún sonido. Cuando fui consciente de todo el dolor, un terrible grito escapó de mi boca:

-AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG.

-NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO DÉJEMEEEEE. ES HORRIBLEEEE.

-Relájate, disfruta. Me encanta ver como disfrutáis de la follada. –Decía en respuesta a mis gritos.

Con mis movimientos intentaba retirarme de la mesa y sacar la polla de mi culo pero con ello, además de no conseguirlo, estaba haciendo disfrutar más a mi violador.

-Siiiii. Muévete más, putita. Me estás dando mucho placer. –Repetía constantemente.- Cómo me gusta esta visión. Cada vez me excitas más.

Mis movimientos cesaron conforme el dolor disminuyó y mi ano se acostumbró a la invasión. Entonces inició un movimiento de entrada y salida que me hizo gritar nuevamente.

-¿Estás disfrutando? –Me decía el cabrón.

Yo no podía hablar del dolor, solamente gritar e intentar quitármelo de encima, cosa imposible, mientras el añadía al dolor fuertes palmadas en mis glúteos.

No sé cuánto tiempo duro. Pero el martirio se me hizo eterno. Al fin, sentí que me la clavaba hasta el fondo, se quedaba quieto unos instantes y soltaba un gemido de placer, mientras me llenaba el culo con su asquerosa lefa.

-MMMMMMMMMMMMM AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH.

Cuando su erección bajó, se salió de mi culo, dejando un dolor sordo, un fuerte escozor y una extraña sensación de vacío. No sé cómo ocurrió, pero en un instante, me habían vuelto boca arriba y mi cabeza colgaba por un lado. El carcelero colocó un cuchillo en mi cuello y metiendo su asquerosa polla en mi boca, me dijo.

-Como intentes algo o no me la dejes bien limpia, vas a llenar este suelo con tu sangre. –Y presionó ligeramente el cuchillo.

En ese momento, la sensación de mi ano dilatado, dio paso a unas fuertes ganas de defecar, que no pude contener, y solté lo poco que llevaba dentro entre grandes explosiones y dejando un terrible hedor.

Los carceleros se reían y hacían comentarios jocosos, mientras yo chupaba la polla, recogiendo el sabor de su corrida y de mi mierda.

Cuando se cansaron, me dieron un cubo con agua y un trapo y me hicieron limpiarlo todo, sin dejarme subir los calzones. Cuando quedaron satisfechos con la limpieza, volvieron a dejarme en mi celda, donde pude vestirme y recostarme como pude.

Esa noche no pude dormir. Cualquier movimiento me daba fuertes latigazos de dolor y el escozor estaba implantado permanentemente. Increíblemente, mi polla se puso dura la mayor parte del tiempo.

Solamente me toqué la parte dolorida un par de veces, sintiendo la sensación de que se me había salido el intestino y retirándola manchada de sangre.

A pesar de todo, al día siguiente me encontraba bastante mejor. A mediodía, se abrió de nuevo la puerta, acurrucándome, entre grandes dolores, en el rincón más alejado, de nuevo pensando que volvían para repetir la experiencia.

Por suerte no fue así, me sacaron de la celda y me colocaron junto a Peter, que también lo habían sacado.

-Preparaos que vais a ir de nuevo ante el juez. –Nos dijo el carcelero.

Una vez ante él, nos informó que nuestra coartada era correcta y, aunque dijo no creernos, nos dio la libertad.

Conté a mi amigo la amarga experiencia que había tenido y que él no había pasado, pero que lo habían dejado justamente para ese día. Él se encargó de ir a la botica a por cremas y mejunjes, que todos los días repartía con mucha suavidad y risas sobre mi ano, consiguiendo que poco a poco recuperase su apariencia y desapareciese el dolor.

No obstante, lo primero que hicimos nada más ser puestos en libertad fue visitar a las putas. Nada más vernos, empezaron a balbucear frases inconexas excusándose e intentando decirnos que nos habían guardado el dinero, que no habían dicho nada y otras cosas más.

-Por no haber dicho nada, no os mataremos, -dijo Peter- pero entregadnos todo el dinero ahora mismo.

Subimos a la habitación y nos entregaron el dinero que tenían escondido bajo el colchón. No pudimos reprimir la tentación de darles unas fuertes bofetadas y algún puñetazo.

-Ha… Habéis dicho que no nos matarías.

-Y no os mataremos, esto solamente es para que aprendáis.

Seguidamente, Peter se folló a una de ellas y, pese a mi dolor anal, yo conseguí correrme estando de pie, mientras la otra, arrodillada, me hacía una mamada con tal pasión que no he vuelto a tener otra igual.

Les dejamos una buena cantidad por sus molestias y en agradecimiento por sus servicios y nos fuimos de allí.

Peter me dijo que había estado pensando en la cárcel sobre qué hacer si recuperábamos el dinero, y me dijo que debíamos comprar unos pasajes en el barco, así iríamos como pasajeros, en vez de como marineros, que era nuestra primera intención.

Sacamos nuestros pasajes y con lo que quedó, encargamos unas vestiduras que nos hiciesen aparecer como acaudalados, todo esto, siguiendo las instrucciones de Peter. Las ropas las guardamos en nuestra habitación, una vez que nos las entregaron confeccionadas. Todos los días nos las poníamos un rato, sin salir de la habitación, para que no resultasen demasiado nuevas en su momento.

El resto de los días, seguimos trabajando y actuando como hasta entonces, con la salvedad de que no nos emborrachábamos y nuestras visitas a las putas disminuyeron drásticamente, hasta el punto de que llegamos a ahorrar algunos chelines.

Y por fin vino el barco…

La salida fue fijada para un mes después, nosotros hicimos varios trabajos y dejamos la última semana para otro trabajo que me tenía obsesionado: La venganza sobre el carcelero. Matarlo.

El carcelero vivía en una casa adosada al edificio de piedra donde se ubicaba el juzgado y casa del juez en la planta superior y los calabozos y cárcel en la planta calle y sótano. Esta casa estaba hecha de madera, de una sola planta y en ella vivía el carcelero, su mujer y su hija.

Actuamos la noche antes de partir. Abrir la puerta sin ruido, no fue problema para nosotros. Llegar hasta su habitación y sacudirle unos golpes en la cabeza mientras Peter sujetaba a la mujer, tampoco. El problema surgió cuando la mujer, forcejeando, se soltó de Peter e intentó escapar gritando. Tuve que soltar el palo y sujetarla, tapando su boca para silenciarla.

-Como emitas un solo sonido sin que nosotros te lo hayamos pedido, te retuerzo el cuello y te dejo seca. ¿Entendido?… -Al no decir nada, le grité: ¡ENTENDIDO!

Asintió con la cabeza. El carcelero intentó levantarse, pero cayó pesadamente al suelo una brecha en su cabeza hacía que la sangre machase su cara. Estaba bastante más muerto que vivo como consecuencia de los golpes.

En ese momento, apareció la hija en la puerta, alertada por los gritos de la madre.

-¡Papá! ¡Mamá! ¿Qué ocurre? ¿Quiénes son estos…?

Peter estuvo rápido y cayó sobre ella, inmovilizándola y tapando su boca.

Me dirigí a un armario que había y, tras avisarle que cualquier movimiento extraño significaría la muerte de su hija y de ella, solté la mano de su boca, lo abrí y extraje el cinturón de un vestido, que me sirvió para atar sus manos. Un par de pañuelos silenciaron su boca y otro par sujetaron sus pies.

Libre de ella, busqué nuevas prendas para sujetar a la hija y dejarla en la misma posición, quedando libres para rematar al carcelero. Cuando tomé el palo, Peter me interrumpió.

-¡Espera! Se me ha ocurrido una idea.

-¿Qué has pensado?

-Sentir el cuerpo de esa jovencita presionado contra mi cuerpo y desnudo bajo su camisa de dormir, me la ha puesto dura…

-A mí la madre me ha producido el mismo efecto.

-¿Por qué no nos las follamos delante de él, antes de acabar con su vida?

-Me gusta la idea. Adelante.

-Vamos a curarle primero la herida y lo atamos a una silla en la cocina. En cuando se recupere un poco, empezamos con ellas.

Y eso hicimos. Buscamos y encontramos cuerdas con las que atamos en una silla de la cocina al hombre, curamos de cualquier manera la herida de su cabeza y nos dispusimos a esperar a que se recuperase. Mientras tanto, cogimos a la madre, desatamos manos y pies y la llevamos también a la cocina, le quitamos su camisa de dormir, dejándola totalmente desnuda y la tumbamos sobre la mesa, boca arriba, las manos las atamos a las patas de un lado, y las piernas, las atamos dobladas, muslo con tobillo y luego, bien abiertas a las otras patas, quedando totalmente expuesta.

La verdad es que estaba muy bien. Sus tetas grandes, pero no en exceso, sin tripa, un hermoso culo y un coño escondido bajo una suave pelambrera. Sus rodillas y manos evidenciaban las horas de fregar suelos, platos y lavar ropas, pero no afeaban el conjunto.

Yo me dediqué a lamer su cuello, sus pechos y chupar los pezones, mientras mi amigo acariciaba sus muslos y besaba los labios de su coño. Los pezones empezaron a crecer y ponerse duros, al tiempo que coño empezó a abrirse también poco a poco.

-MMMMMmomimto. Djmme pfooo –Se le oía decir mientras las lágrimas recorrían su cara.

No le hicimos caso, siguiendo con lo nuestro. Peter se chupaba el dedo y se lo iba metiendo por el ano. Pronto lo mojaba metiéndoselo en el coño para seguir dilatando su ano, cosa que no le resultó nada difícil.

-Pffff. Pffff. –Eran los nuevos sonidos de ella.

De repente empezó a gemir más fuerte y a tensarse como si tuviese convulsiones.

-MMMMMMMMMMMM. MMMMMMMMMMMMMMMMMMM

-Ja, ja, ja. Se ha corrido. –Dijo Peter.

La dejamos recuperarse y mientras nos volvimos a mirar a nuestro prisionero. Se había recuperado bastante su boca tapada también emitía sonidos apagados que no habíamos escuchado mientras estábamos entretenidos.

-Bueno, bueno, mi querido carcelero. Como sé que te gusta ver cómo disfrutan los demás, te vamos a ofrecer un espectáculo que te va a encantar: Nos vamos a follar a tu mujer y tu hija por todos sus agujeros.

-NNNNNNNNNNN HIMPTA NNNNNNNNNNNNNNNN –Decía él.

-NNNNNNNNNNN MMMHA NNNNNNNNNNNNNNN. Decía ella.

Nos desnudamos y Peter me cedió el primer turno, por lo que me acerqué a ella, la forcé a colocar su culo en el borde de la mesa y me decidí a metérsela por su ano, que se encontraba lubricado por las manipulaciones anteriores y por el flujo que escurría de su coño.

Primero apoyé la punta, haciendo una ligera presión, mientras con mi mano acariciaba su coño por encima de su pelambrera. Poco a poco fue entrando, mientras sentía como ella se iba excitando nuevamente, a pesar de los esfuerzos que hacía para que no se le notase.

No buscaba hacerle daño, al contrario, quería que disfrutase y que el cerdo de su marido la viese hacerlo para humillarlo al máximo.

Poco a poco ella fue relajando su ano, a la vez que su coño volvía a soltar líquidos y ella gemía de nuevo.

-MMMMMMMMMMMMM.

-Peter, quítale la mordaza. Y tú, si se te ocurre gritar, os matamos a los tres.

Una vez con la boca libre, ya no se cortó lo más mínimo.

-AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH SIIIII AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH.

-Por favor, Peter, ciérrale la boca. Se va a enterar toda la ciudad.

Peter se subió a la mesa, se arrodilló sobre ella, sentándose sobre sus tetas y le metió la polla en la boca. Los sonidos cambiaron nuevamente.

-MMMMMMMMMMM GLLLLLUPPPP

Yo empecé a follar su culo, sin dejar mis caricias sobre su coño, pero también sin permitir que su orgasmo llegase por mi acción sobre su clítoris.

A pesar de todo, no tardó mucho en alcanzar su segundo orgasmo, y poco después me corría en su culo.

Peter siguió follándosela por la boca un rato más, hasta que, debiendo estar a punto de correrse, se bajó de la mesa, la volvió a ajustar al borde y se la metió por el coño, encharcado desde hacía rato.

Yo me incliné sobre ellos y estuve dando lengüetazos en el clítoris de ella y rozando la polla de él en algunos momentos. Un nuevo y largo orgasmo la sacudió, al sentir la corrida de mi amigo en su interior.

Tras esto, llevamos a la hija a la cocina, soltamos a la mujer y nos dispusimos a descansar, pidiendo a la mujer que preparase algo rápido de comer y beber. Intentó ponerse su camisa de dormir, pero se lo impedí.

Preparó algunos embutidos y salazones, de las que dimos buena cuenta a la vez que las acompañábamos de unas pintas de cerveza, mientras contábamos a la mujer y a la hija las actividades del cabrón en la cárcel con los presos, todo ello ante la mirada de odio del carcelero.

Cuando terminamos me acerqué al carcelero y, con el mismo cuchillo que había cortado la comida, corté de abajo arriba su camisa de dormir dejando su cuerpo descubierto.

-Chúpasela hasta que esté a punto de correrse, pero que no lo haga. –Le dije a la mujer.

-No sé hacerlo. No la he chupado nunca, me da mucho asco.

-Pues empieza ahora y verás cómo aprendes rápidamente y se te pasa el asco.

-No, por favor, dejadnos ya. Ya os habéis divertido bastante. Marchad por favor.-Dijo con voz suplicante.

-Todavía nos queda tu hija. –Le dije.

-Noooo. Mi hija nooo. Haced conmigo lo que queráis, pero dejad a mi hija.

-Ponte a chupársela y procura que se le ponga bien dura.

Se arrodilló entre sus piernas e intentó meterse la polla en la boca. Lo hizo con torpeza, y dado el descomunal tamaño de la polla, tanto en longitud como en grosor, no le resultaba fácil.

-Pásale la lengua lamiéndola en toda su longitud, y recréate en la punta, métetela en la boca y acaríciala con la lengua. –Le dije.

Poco a poco fue lamiendo la polla, se metía la punta en la boca y se veía mover la lengua dando vueltas a su alrededor. La polla de su marido, que inicialmente estaba dormida, fue despertando poco a poco hasta que alcanzó todo su tamaño y ya no cabía en la boca de la mujer.

En ese momento, le pedí que se lo follase. Ella se situó frente a él, colocó una pierna a cada lado y, sujetando la polla y apuntando a su ano, fue metiéndosela poco a poco.

Con la polla encajada completamente, empezó un movimiento circular con el culo.

-¡Detente! No te muevas. Abrázalo y pégate bien a él.

Hizo lo que le pedía. Su abrazo incluía la silla, a la que procedí a atar sus manos para que no pudieran separarse. Hecho esto, forcé y sujeté las piernas de él para que quedasen abiertas al máximo…

-¿Qué estás haciendo? –Me pregunto Peter.

-Voy a capar a este cabrón. No quiero que vuelva a follar a nadie más. Así que tú –dirigiéndome a ella- aprovecha los últimos momentos.

-NNNNNNNNNNNNNNNNNNN NNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN

Intentaba gritar él al tiempo que se movía lo poco que le permitían las sujeciones.

-¿Pero sabes hacerlo?

-He ayudado a hacerlo con muchos animales. Este no es otra cosa que un cerdo más.

Con la ayuda de Peter, tomé el cuchillo y lo acerqué a la parte del escroto donde resaltaba el testículo que Peter sujetaba.

Con el cuchillo, hice una incisión en la piel hasta que pude soltar el testículo. Luego hice lo mismo con el otro. Luego, viendo que goteaba sangre y no queriendo acabar con él tan pronto, busqué por la casa y encontré una madeja de lana preparada para hacer jersey, de la que tomé un trozo con el que até fuertemente el escroto para que no sangrase.

Fue una suerte que estuviese amordazado, porque no hubiésemos podido aguantar sus gritos.

Una vez terminado solté a la mujer y le pedí que me la chupase para seguir follando, ella lo hizo entre lágrimas y acciones torpes, pero consiguió el objetivo. La hice colocarse boca abajo sobre la mesa, pero dejando sitio para llegar a su clítoris.

Se la metí despacio, hasta que los cuerpos chocaron. Estuve un buen rato follándola despacio, al tiempo que acariciaba su clítoris. Cuando nuevamente excitada empezó a gemir, aceleré mis envestidas y las caricias buscando que alcanzase su placer porque yo estaba al límite de mi aguante.

Pronto me recompensó con su explosión y pude correrme de una vez ya.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

-SIIIII. Yo también me corrooo.

Después de mí, Peter, que volvía a estar excitado, le pidió que terminase de ponérsela dura con la boca, para luego colocarla en la misma posición y encularla.

-Tiene el culo más abierto que he visto nunca, casi no la siento. –Dijo.

La hicimos apretar fuerte las piernas y así consiguió follarla. Le hacía aflojar y apretar las piernas, según su excitación, hasta que ella obtuvo otro orgasmo más y el acabó en sus intestinos.

A ella la vimos agotada, por lo que la dejamos sentada en el suelo, donde poco a poco fue resbalando hasta quedar tumbada, de lado y con los ojos cerrados.

Entonces, tomé a la hija, la desnudé y coloqué boca abajo en la mesa, situándome tras ella. El padre intentaba gritar para que la dejásemos. Estábamos colocados de forma que él nos veía desde atrás, pero sin detalle, por lo que, no queriendo hacer más daño del necesario, me dediqué a frotar mi polla por el exterior de su raja, en movimientos atrás y adelante, mientras la presionaba con mi mano, haciéndome una paja con su coño y clítoris. Indiqué a Peter que se la fuese follando por la boca, porque dudaba de que ella supiese chuparla.

Los apagados gemidos y lloros del padre se escuchaban de fondo. Pronto se unieron los gemidos de la hija, también apagados por la polla que amordazaba su boca y contenidos cuando tosía y expulsaba babas, hasta que con un último gemido, la recorrió un temblor, señalando su orgasmo.

Entonces pedí a Peter cambiar para que hiciese lo mismo que yo. El siguió masturbándose con el coño de la niña y yo follándole la boca. Ninguno de los dos tardó mucho, pero la niña nos ganó alcanzando otro que hizo que nos corriésemos casi conjuntamente.

Nos retiramos dejándola sobre la mesa, tosiendo, escupiendo leche, que también le escurría de su pubis junto a sus propios líquidos que caían por sus piernas.

Ya empezaba a amanecer, por lo que dejamos a las mujeres y nos encaramos con él.

-Has tenido mucha suerte, cabrón. Había venido a matarte sin que llegaras a enterarte de lo que había pasado, pero todo ha salido distinto a lo planeado. –Le dije.- pero de esta no te libras. Voy a cortarte la polla, y espero que mueras desangrado. Y si sobrevives, por lo menos no podrás violar a más hombres y mujeres.

Y eso hice, con el mismo cuchillo le corté la polla a poca distancia de la base, corté también las cuerdas que lo sujetaban, lo que le hizo llevar sus manos rápidamente a la tremenda hemorragia y nos fuimos rápidamente a nuestra habitación. Nos lavamos y cambiamos de ropa, poniéndonos las nuevas y con nuestro pequeño equipaje ya preparado anteriormente, nos fuimos al barco, al que subimos por separado con un breve intervalo.

Escasos minutos después, terminaron la carga de provisiones, mercancías y prisioneros y comenzó la maniobra de desatraque. Estábamos a unos pocos metros cuando se acercaron los hombres del sheriff preguntando a gritos si habían subido una pareja de delincuentes, a lo que el capitán respondió que abordo solamente había un matrimonio y dos importantes comerciantes que habían llegado por separado.

Los soldados se fueron y el barco partió hacia las nuevas tierras.

Relato erótico: “De plebeyo a noble 2” (POR AMORBOSO)

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El barco tenía dos camarotes de pasajeros, con seis literas cada uno, como solamente éramos cuatro y dos de ellos eran matrimonio, el capitán los puso en uno y a nosotros en el otro.

Tuvimos buen viento y buena mar casi todo el camino, sin grandes cosas que comentar, salvo las vistas maravillosas de las costas francesas, españolas, portuguesas, toda la costa africana, la bulliciosa ciudad de Port Elizabeth, donde recalamos para cargar provisiones y agua, la costa de Madagascar, que vimos algo alejados a indicaciones del capitán, porque ya nos estábamos internando en el océano y sería la última costa que viésemos hasta llegar al nuevo continente.

Durante el trayecto, establecimos buena relación con los otros pasajeros, con el capitán y los marineros, sobre todo con uno que había viajado mucho y contaba amenas historias de los lugares donde había estado o de los trabajos que había realizado.

Tras varios días de navegación, el viento cesó de repente, hablando preocupados con el capitán, le quitó importancia, avisándonos que esto era frecuente y que en un par de días, como mucho, volvería a soplar. Y efectivamente, así fue, al atardecer del día siguiente, empezó a soplar una nueva brisa que hinchó las velas y nos puso nuevamente en marcha.

La brisa fue convirtiéndose en fuerte viento y derivó a una tormenta con vientos huracanados. De madrugada, el capitán nos envió a los pasajeros, que habíamos salido a cubierta, a nuestros camarotes con orden de no movernos hasta que pasase el temporal, animándonos diciendo que eso no era nada, que habían soportado temporales mucho peores.

Durante todo el día siguiente se oyeron gritos, batir de olas contra el barco, crujidos por todas partes. Legó un momento que ya no vomitábamos porque no había nada en nuestros estómagos. Hacia la noche, alguna de las arboladuras debió de caer, a juzgar por los gritos y ruidos que se oían. Nuestro camarote tembló y quedó inclinado hacia el costado del barco. Nosotros estábamos sentados juntos en la litera inferior de ese lado, lamentando el momento en el que se nos había ocurrido la idea de viajar y nos agarrábamos con desesperación a los postes de la misma. De repente entró nuestro amigo marinero para saber cómo estábamos, pues el palo de mesana había caído justamente sobre nosotros, y no había terminado de contarlo, cuando se abrió una brecha vertical por el costado de babor que se desplazó hasta popa, dividiendo nuestro camarote en dos y arrojándonos sentados en las literas al mar, junto al trozo de casco desgajado y a nuestro amigo que se encontraba agarrado a uno de los postes.

Rápidamente, las olas nos separaron del barco. Pasamos una noche horrible. El casco hizo de balsa, solo que, cuando venía alguna ola grande, le daba la vuelta, dejándonos debajo y teniendo que salir para volver a subirnos, hasta que llegaba la siguiente, que hacía lo mismo y nuevamente teníamos que repetir el proceso.

El ruido de los truenos y las descargas de rayos y relámpagos nos tenían aterrorizados. Uno de esos rayos pareció caer a nuestro lado, aunque no fue así, pero sentimos erizarse nuestro bello y una extraña sensación nos recorrió el cuerpo.

Al amanecer, apunto de desfallecer agotados por el esfuerzo, el cielo se calmó y pudimos descansar. Afortunadamente, la parte de las literas había quedado encima por lo que disponíamos de sábanas, colchones y mantas que se encontraban sujetos a las camas por correas de cuero.

A partir de ahí, la suerte ya no nos abandonó… Si se puede decir así.

Estuvimos dos días sobre la balsa, cubriéndonos del sol con unos toldos hechos con mantas y sábanas, que también nos protegían del frío de la noche. Sin comida, sin agua. Mirando constantemente al mar para ver si se veía alguna vela y poder llamar la atención. Solamente veíamos trozos de madera que iban y venían a nuestro alrededor.

Al amanecer del tercer día, apareció a nuestro lado un tonel de agua, con la inscripción de nuestro barco, lo que nos dio una idea de lo que había sucedido con él. Conseguimos subirlo a la balsa, con gran esfuerzo quitamos el tapón y bebimos hasta saciarnos. Más tarde, decidimos racionar el agua por si tardábamos en encontrar ayuda.

Aproximadamente una semana después, pues estábamos tan debilitados que no sabíamos cuando pasaban los días, seguíamos sin recibir ayuda, el hambre corroía nuestros estómagos, y yo me encontraba ya debatiéndome entre matar a nuestro nuevo amigo para comérnoslo o esperar un poco más, cuando Peter, que vigilaba en ese momento, comentó:

-Creo que tenemos tierra ahí delante.

Y efectivamente, ante nuestros ojos había un gran trozo de tierra, que el agotado Peter no había visto hasta que casi chocamos con ella.

Tomamos las tablas que habíamos quitado de las literas para que sujetasen el entoldado y las utilizamos como remos para acercarnos a la orilla.

Una vez en la playa, arrastramos un poco nuestra improvisada balsa, lo justo que nuestras escasas fuerzas permitieron para que no se la llevase el mar y nos dirigimos a la sombra de los primeros árboles que vimos cerca, dejándonos caer bajo su sombra.

-¡Dátiles! –Exclamó Robert, que así se llamaba nuestro nuevo amigo.- ¡Son dátiles!

-Y eso ¿qué es? –Pregunté yo, pues no los conocía.

-Comida. ¡Son frutos que se comen!

Como si ya hubiésemos comido, nos pusimos en marcha y comenzamos a tirar piedras para hacerlos caer, también buscamos una rama larga (la palmera no era excesivamente alta) para usarla con el mismo propósito.

Comimos con avaricia todo lo que cayó, hasta que no pudimos más, bebimos más agua de la poca que quedaba y nos quedamos dormidos hasta el día siguiente.

Debimos dormir más de veinte horas, pues calculamos poco más de medio día cuando llegamos y nos empezamos a despertar avanzado el nuevo día.

Lo primero que hicimos fue recorrer los alrededores, encontrando más árboles con fruta y arbustos con alguna parte comestible, todo esto bajo la supervisión de Robert, pues a nosotros, casi todas aquellas plantas desconocidas, nos parecían iguales.

Al día siguiente, tercero de nuestra llegada, recogimos mejor nuestra balsa y nos hicimos un pequeño parapeto para las posibles inclemencias del tiempo y contra posibles animales que pudiese haber.

Explorando uno de los lados de la playa, encontramos un campamento derruido por las inclemencias del tiempo, donde se veían signos de que una persona había vivido algún tiempo.

Constaba de restos de una choza y un estropeado vallado que delimitaba un amplio espacio. Eso nos dio ánimos, pues significaba que alguien había naufragado y sobrevivido hasta su rescate. Pero pronto se echaron por tierra nuestras esperanzas, pues entre las ruinas de lo que había sido la choza, encontramos los restos de un cadáver que enterramos un poco más lejos. Por lo menos, nos dejó un pequeño cuchillo muy estropeado.

También descubrimos un canalillo pequeño de agua dulce, más bien un hilillo, que venía del interior y que acababa en la playa absorbido por la arena, donde nos podíamos aprovisionar de agua.

Reconstruimos y mejoramos la choza con ramas y hojas, así como la valla que rodeaba el recinto con cañas y más ramas, quedando un espacio protegido del sol y los fuertes vientos que, esperábamos, habría en la zona.

Una semana después, decidimos explorar, pues no nos habíamos movido más de unos metros a derecha e izquierda y hacia el interior. Así nos dimos cuenta, y Robert nos informó, que estábamos en una playa ubicada al sur sur-oeste de algún lugar, probablemente una isla. Que estaba bastante resguardada de los vientos dominantes y delimitada por un farallón a cada extremo, que dejaba un espacio de cerca de una milla de playa de arena blanca y limpia.

Dirigiéndonos hacia el norte, pasado el primer farallón con grandes grietas y piedras sueltas, encontramos más playa, pero ya no estaba tan limpia. Algas en la casi primera milla y luego restos de maderas, restos de cajas y dos esqueletos blanqueados por el sol, medio enterrados y todavía con ropas.

-Estos no tuvieron suerte. -dijo Robert, desenterrando el primero.

-¿Pero qué haces? ¿No sabes que no se debe molestar a los muertos? Luego se aparecen sus espíritus en busca de tu alma. –Dijo Peter.

-Eso son tonterías. Vamos a desenterrarlos para ver si llevan algo que nos pueda servir.

Con gran aprensión nos pusimos a la tarea de desenterrarlos y desnudar sus esqueletos de sus ya podridas ropas. Uno de ellos llevaba una bolsa con monedas, que habían quedado sueltas al deshacerse las prendas, y otro de ellos un buen cuchillo.

Decidimos guardarlo todo. Los esqueletos los llevamos a lo alto del farallón y los arrojamos a una de las grietas. Recogimos toda la madera seca que pudimos y volvimos a nuestro campamento, donde Robert nos enseñó a encender fuego con un palo duro y una madera blanda. De ahí salió nuestra primera hoguera y esa noche pudimos dormir junto a ella.

A la mañana siguiente echamos de menos a Robert, encontrándolo al pie de uno de los acantilados con una especie de lanza que había hecho con el cuchillo y un palo, moviéndose despacio y arrojando la lanza de repente. Le vimos sacar un pez, que arrojó junto a varios que tenía en la playa.

-Bueno, ya vale. Hoy vamos a mejorar nuestra comida con un par de peces para cada uno.

No me lo podía creer cuando un rato más tarde me estaba comiendo un suculento y desconocido pez, asado en el fuego, y con otro esperando a que diese cuenta de él.

En sucesivos días, nos fue explicando lo que podíamos hacer y lo que no, cómo pescar, cómo subir a los árboles altos con los pies atados y una liana a la cintura para recoger fruta, cómo preparar lianas para atar palos y ramas y conseguir tener una choza donde resguardarnos. En fin, muchas cosas.

Probamos a hacer una balsa con la madera y cañas que teníamos, pero no conseguimos hacer algo que flotase en condiciones sobre el agua. Sobre todo, cuando nos subíamos, siempre se hundía hasta que el agua nos llegaba al tobillo y visto que no podíamos salir sin disponer de un espacio seco, desistimos de la idea y esperamos a que pasase algún barco, mientras tanto, aprovechamos para mejorar lo que llamábamos nuestra casa.

Incluso decidimos hacer un calendario, que consistió en utilizar una zona de la playa donde clavaríamos una estaquilla por cada día, separándolas por meses con un pequeño espacio, comenzando en el mes de mayo, calculando que sería, creo recordar sobre el 27 ó 28.

También un reloj de sol, para tener referencia de horas, y ya que no sabíamos dónde estaba exactamente el norte, pues allí no se veía la estrella polar como referencia, tomamos como tal la salida del sol y su puesta y tomamos la mitad. Con eso calculábamos periodos de tiempo que llamábamos horas.

Sucesivas expediciones de reconocimiento nos confirmaron que se trataba de una isla, eso si, bastante grande, al darle la vuelta completa al cabo de varios días.

En todas las playas y acantilados de la zona norte y noreste, había gran cantidad de restos de naufragios, esqueletos y cadáveres en avanzada descomposición que algunas aves y animales marinos iban limpiando.

Nos hicimos con una buena cantidad de monedas, dos sables mohosos que afilamos y limpiamos con unas piedras que parecían de las utilizadas para afilar cuchillos. Un cofrecito con una cruz en la tapa que contenía dos copas de oro y piedras incrustadas, y una pasta blanca como papel, irreconocible, pero que comprobamos que ardía bien cuando teníamos que encender un fuego, un baúl con ropajes de mujer y un par de pistolas de duelo, todo totalmente inutilizable. Y… ¡sorpresa! Sobresaliendo en la arena, el mango metálico de una tenaza, y que al escarbar salió acompañada de alicates, clavos, la cabeza de un martillo, el metal de unas gubias sin mango y unos trozos de alambre entre trozos de madera desechos.

A partir de entonces, cada semana aproximadamente, uno de nosotros daba la vuelta a la isla. En muchas de ellas no encontrábamos nada, y en alguna, nuevos trozos de madera o cadáveres recientes.

A los cadáveres les quitábamos todo, ropas, zapatos, monedas, joyas y cualquier cosa que llevasen, procurando darles la mejor sepultura que se podía. Íbamos desnudos y descalzos, pues no resultaban cómodas las ropas encontradas, además de no servirnos la mayoría y resultar problemáticas si nos mojábamos. Las utilizábamos para taparnos por las noches o hacer antorchas untándolas con resinas de árboles.

En un montículo cercano hicimos una hoguera en la que, entre la madera seca, poníamos plantas verdes y húmedas para que hiciesen abundante humo, incluso conseguimos que con tres visitas diarias, se mantuviese encendida todo el día, gracias a las ideas de Robert, rodeándola de piedras y dejando un agujero como tiro regulable. Hasta llegamos a fabricar un licor a base de frutas, con alto grado de alcohol.

Y pasó más de un año en aquél lugar, viviendo en armonía, hasta que Robert, pescando un día, dio un grito para llamar nuestra atención. Cuando llegamos corriendo a su lado, vimos que salía gran cantidad de sangre de la planta de su pie.

-He debido pisar un pez-roca y me he hecho una herida en el pie.

-¿Un qué…? –Dijimos Peter y yo a la vez.

-AAAGGG Un pez roca, es un pez que tiene unas espinas afiladas y duras en la parte superior que inyecta veneno. He perdido el equilibrio y he echado el pie encima con todo mi peso. La herida debe ser profunda. Debéis intentar sacarme todo el veneno que podáis.

Lo llevamos a la playa y utilizamos el cuchillo para abrir las heridas y dejar salir la sangre envenenada.

Cuando empezó a perder color, vendamos su pie con trozos de una camisa recuperada y que habíamos lavado, como toda nuestra ropa, con el agua del mar.

Estaba tan débil que los quejidos apenas se oían. Luego caímos que la tela llevaría algo de sal y le escocería.

-Pero también le desinfectará la herida.-Dijo Peter.

Estuvo cuatro días debatiéndose bajo terribles fiebres. Nosotros no nos separamos de su lado, siempre estaba uno de nosotros aplicando paños húmedos y refrescando su cuerpo. Al quinto día, estando ambos a su lado, pareció recuperarse, nos miró y dijo:

-Adiós, amigos gracias por lo que habéis hecho por mí.

-Tú has hecho más por nosotros, que nos has enseñado a sobrevivir en esta isla.

Creo que no oyó la frase. Quedó quieto, con la cabeza hacia mí, los ojos abiertos y un momento después exhaló el último suspiro.

Lo enterramos en lo alto de la montaña, en la ladera que daba más al norte, para que su tumba estuviese iluminada por el sol desde el amanecer al oscurecer.

Pasadas las primeras semanas de dolor, nuestra vida volvió a la rutina: Pescar, esta vez utilizando calzado recuperado, pero desnudos para después no tener que soportar la humedad de la ropa, recoger fruta y hierbas comestibles, cazar algún ave o pequeños reptiles, y recolectar huevos.

Para mantener la cordialidad y rebajar las tensiones, de vez en cuando hacíamos competiciones de lucha, ya desde los tiempos de Robert, cosa que mantuvimos Peter y yo. Un día, en medio de una de esas peleas en la hierba, quedamos: yo de espaldas al suelo y Peter sobre mí haciendo un 69, pero sus muslos estaban uno a cada lado de mi cara y él sujetaba los míos abiertos, quedando mi polla a la altura de su cara y la suya por detrás de mi cabeza.

-¿Y si te muerdo ahora la polla? –Me dijo cogiéndomela seguidamente entre sus labios.

-¡Cabrón!, como se te ocurra te arranco la tuya. –dije llevando mi mano atrás y cogiéndosela como pude.

El movimiento hizo que entrase y saliese ligeramente de su boca, despertando en mí algo que hacía tiempo que no sentía, y que hizo que mi polla creciese y engordase a marchas forzadas hasta llenarle la boca.

-Vaya, vaya. Parece que te gusta, eh! –Me dijo.

-A ti parece que también. –Le dije yo haciendo referencia al crecimiento de la suya en mi mano.

-¿Quieres que siga?

-Si, por favor.

-Pues ya sabes. Haz lo mismo.

Nos colocamos como mejor nos encontrábamos y me metí la punta en la boca. Primero con precaución, pues nunca había chupado una polla, si exceptuamos la del carcelero, y pensaba que su sabor sería igual de asqueroso, pero enseguida cambié de opinión. La primera sensación de sabor era a salado. Sabía a sal de mar con algo de arena. Con el glande entre mis labios giraba la cabeza en movimientos cortos, para que los labios rozasen el borde a la vez, luego con la lengua, lo recorrí en círculos para ir metiéndomela todo lo que podía, igual que me hacían las putas.

Peter también me hacía disfrutar con su boca. Igualmente recorría toda mi polla con la lengua, para luego engullirla totalmente. Ambos duramos poco. Tanto tiempo sin sexo nos pasó factura. Enseguida sentí el primer chorro en mi garganta, que tragué casi sin enterarme, luego fueron cuatro más. Parte de ellos se escurrió de mi boca, pero el resto fue a mi estómago. Luego pude saborearlo cuando me dediqué a limpiar su polla. Me gustó el sabor.

Peter se afanó más en su mamada, no tardando yo un segundo en correrme también, y tragando el todo mi esperma.

Más relajados, nos metimos en el mar para lavarnos y divertirnos un poco más.

Durante los dos años siguientes, seguimos con la misma vida: pescar, cazar, frutas, sexo y vueltas a la isla. Aunque Peter lo propuso, no consentí nunca que me la metiese por el culo. El recuerdo del cabrón del carcelero estaba muy presente en mí.

El sí que me pidió que se la metiese alguna vez, y lo hice con gusto, dilatando con paciencia y follándolo despacio, al tiempo que lo pajeaba. Lo hacíamos acostados de lado, porque a mí me resultaba más cómodo. Nunca hubo ningún sentimiento amoroso entre nosotros. Era puramente sexo.

Después de más de tres años en la isla, según nuestras cuentas en las que nos saltábamos algunos días, al dar la vuelta habitual de reconocimiento, un hecho me dejó anonadado.

Estaba cambiando de una playa a otra, pues cada ciertos tramos solía haber grandes grupos de piedras que las separaban, cuando subido en lo alto del promontorio de separación, divisé una barca, al parecer vacía y cerca de la playa.

Cuando me repuse, fui corriendo hasta quedar frente a ella, tiré al suelo todo lo que llevaba y me lancé al mar en su busca. Era una barca que algunos veleros suelen llevar atada a popa para casos de naufragio. Cuando subí a ella, vi que no llevaba remos, por lo que tuve que arrojarme al mar y agarrar la cuerda que se encontraba atada a la proa, me la até a la cintura e intenté nadar hacia la costa. Tuve suerte y la marea me ayudó, aunque eso no significó que fuese sencillo. Despacio y con mucho esfuerzo, conseguí llegar a hacer pie y ya fue más fácil. Cuando la proa rozó la arena, me dejé caer para recuperarme. Por suerte, mi forma física estaba en plenitud, porque segundos después de dejarme caer, un ruido de pasos acercándose a la carrera me hizo girarme a tiempo de ver una rama que caía sobre mí. Mis reflejos, entrenados por la lucha, consiguieron que me hiciese a un lado antes de ser duramente golpeado.

-Pero… ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando?

Tuve el tiempo justo para ver venir nuevamente la rama, pero esta vez pude sujetarla y dar un fuerte tirón, como consecuencia del cual, cayó un cuerpo sobre mí. Hacía mucho tiempo que no sentía esa sensación, pero no la tenía olvidada. Sentir unos pechos de mujer presionando contra mi pecho hizo que se me pusiese dura al instante.

No me costó mucho dominarla, mi fuerza y su debilidad me permitieron hacerlo en un instante, sin problemas. Me coloqué a caballo sobre ella y sujeté sus manos sobre su cabeza.

-¡Por favor, no nos haga daño! –Dijo.

-¿Nos? ¿Cuantos sois y cuándo habéis llegado?

-Dame tu palabra de que no nos harás ningún daño.

-Nunca he pensado en hacer daño a nadie. Solamente me he defendido de tu ataque, que no sé por qué lo has hecho. Te doy mi palabra de que no haré daño a nadie. Ahora cuéntame cuantos y quienes sois.

-Soy Caitlin SaintJames, la esposa del gobernador de la colonia penal de Botany Bay, y viajaba con mis dos hijas a reunirnos con mi marido, su padre. Fuimos atacados por otro barco al que la tripulación consiguió hundir, pero no sin antes sufrir grandes desperfectos.

-Para reparar el barco, tuvieron que echar mano de los presos para que ayudasen y no sé si fue uno de ellos o alguien de la tripulación, que intentó deshonrar a mi hija menor. Por suerte fue impedido y para que no hubiese más problemas ni sufriésemos más molestias de las necesarias, botaron ésta barca y nos embarcaron en ella a mí, a mis hijas, a cuatro muchachas que iban al mismo lugar para casarse con presos liberados y convertidos en granjeros y a una religiosa que las acompaña para presentarlas.

Había oído comentarios sobre esas mujeres, huérfanas o delincuentes menores, que eran vendidas a los campesinos como esposas y que luego eran auténticas esclavas, recibiendo continuos castigos y llegando incluso a matarlas para conseguir otra joven.

Y prosiguió.

-Los presos debieron rebelarse, pues oímos gritos y lucha de espadas, hasta que alguien cortó la cuerda que nos unía al barco y nos separamos. Cuando se perdía por el horizonte, vimos una alta columna de humo y no hemos sabido nada más del barco y la tripulación, ni de lo que pasó con ellos.

Hemos pasado varios días de gran oleaje. Hemos vomitado hasta que lo que no teníamos en nuestros estómagos. El agua que nos habían dejado se acabó a los pocos días y hemos estado a la deriva no sé cuánto tiempo. Por fin el mar nos acercó a esta costa, donde llegamos ayer. Bajamos y nos metimos bajo los árboles, donde se encuentran ahora las demás totalmente agotadas. Cuando te he visto, he pensado que querrías hacernos daño y he intentado defendernos. ¡No nos hagas daño, por favor!

Mirándola con detenimiento vi su cara quemada por el sol, los labios agrietados, su escote quemado. Se encontraba en ropa interior, de un estilo que demostraba buen gusto y riqueza, y se había quitado las medias, por lo que también tenía quemaduras del sol por las piernas.

Me levanté y fui a por mis cosas, que se encontraban cerca, tomé el recipiente donde llevaba el agua y le di de beber un poco, le pedí que me llevase con sus compañeras, a las que repartí el agua y la comida que llevaba, mientras contaba rápidamente nuestra odisea y situación.

Enseguida identifiqué a cada una. Las hijas de Elizabeth, también iban en ropa interior de calidad, las cuatro muchachas llevaban una especie de escueto y basto camisón, con mayores quemaduras y en estado de mayor debilidad. Al parecer se habían quitado los vestidos para soportar mejor el calor y habían terminado en el mar. La tutora llevaba un vestido y sombrero, aunque se notaba que no llevaba nada bajo él. Casi no tenía quemaduras ni estaba tan débil, pero también se encontraba en mal estado. Más tarde, nos enteramos de que las habían utilizado para que se interpusiesen entre el sol y ella para darle sombra.

Recogí toda la fruta que pude en los alrededores y se la dejé junto a ellas, avisando de que iba a ir a buscar a mi compañero para trasladarlas a nuestro campamento. Todas estaban con las cabezas gachas, aunque me lanzaban miradas furtivas de vez en cuando y no había terminado de decirlo, cuando la tutora pidió a una de las agotadas muchachas que le acercase la fruta que parecía más sabrosa, al tiempo que impedía que las cuatro fuesen a coger alguna para ellas y obligándolas a servir primero a la señora y a sus hijas.

De mal humor salí de allí volviendo al campamento, ante la extrañeza de Peter al verme por el mismo sitio por donde me había ido.

-¿Qué te pasa? ¿Te has puesto cachondo y quieres que te solucione?

Lo miré extrañado por sus palabras, hasta que, siguiendo la dirección de su mirada, vi la tremenda erección que llevaba. Eso me hizo darme cuenta de que había estado desnudo delante de las muchachas y comprendí el porqué de sus miradas furtivas.

Entonces le expliqué lo sucedido y cómo estaba la situación, cogimos algunas tablas de las antiguas literas, nos pusimos algo para cubrirnos y volvimos donde estaban las mujeres.

Cuando Peter vio la barca, daba saltos de alegría.

-¡Por fin podremos salir de aquiiii!

-Peter, ¿qué te parece si la aseguramos primero y atendemos a las mujeres?

-Sí, perdona John, pero me pueden las ganas de marcharme.

Después de amarrar bien la barca, acompañamos a todas a nuestro campamento-casa. Mejor dicho, yo ayudaba a la madre y Peter a la tutora, las hijas iban por libre y las otras muchachas cargaban con todo lo que tenían, que no era mucho. No pude evitar fijarme en la mayor de las hijas, de nombre Jessy.

Las prendas que llevaba resaltaban sus pechos, estrechaban su cintura y marcaban sus caderas. Unido a una cara preciosa, eran motivo de mis constantes miradas atrás. El concepto sobre ella mejoró cuando, al entrar en nuestra playa y verse el campamento al fondo, las dos hermanas aceleraron el paso para llegar antes, ante las reprobaciones de su madre avisándoles que las señoritas no deben correr, y mi gozo viendo el magnífico culo de Jessy.

Cuando llegamos al campamento, tanto la madre como la tutora despreciaron la construcción, tachándola de precaria, máxime sabiendo que llevábamos más de cuatro años allí. Nos reprocharon no tener una casa en condiciones, nos desalojaron de nuestra choza, donde se quedaron la madre, las dos hijas y la tutora, diciéndonos que preparásemos otra en condiciones y más grande para ellas, y un techo para las muchachas. Se dio por entendido que cuando estuviese hecho recuperaríamos nuestra choza.

Al día siguiente, después de preparar comida suficiente para todos, fuimos a buscar la barca, que llevamos hasta nuestra playa remando con las tablas.

Hicimos la propuesta de estar todos desnudos para conservar nuestras ropas el mayor tiempo posible, por si venían a rescatarnos.

Cerdo. Degenerado. Guarro. Indecente y otras lindezas similares zanjaron la propuesta. También nos prohibieron acercarnos a cualquiera de ellas si no era estrictamente necesario o para llevarles agua y comida. No obstante, cuando salíamos de su entorno, nos desnudábamos y nos movíamos así hasta la vuelta.

A partir de ese día, nos tuvimos que multiplicar, hasta que volvimos a hablar con ellas (siempre hablaban la madre y la tutora) para proponer que trabajasen todas, cada una en las tareas que pudiese y estuviese preparada.

Fue una discusión de varias horas. Por fin llegamos a un acuerdo, consintiendo la tutora que trabajasen las pupilas, pero ellas y las hijas, nada de nada. Pero no por eso nos rendimos.

Otra discusión fue la de celebrar el día del señor, cosa que a nosotros no nos importaba ni teníamos interés, por lo que les dijimos que hiciesen lo que quisieran pero que no nos molestaran. Ellas mismas montaron lo que dijeron que era el altar y cada semana iban a rezar todas allí, dirigidas por la borde de la tutora. Yo me entretenía mirando el culo de Jessy mientras rezaban alrededor del altar.

Recolectábamos comida, controlábamos el fuego, construíamos otra vivienda, discutíamos con la tutora, a la que cada vez teníamos más odio, y preparábamos la barca para hacernos a la mar. Hicimos unas nuevas chozas y ampliamos la cerca, para que estuviesen más cómodas y a cubierto del sol y de los vientos. Dispusimos una hoguera central con grandes piedras alrededor para sentarnos, aunque luego no nos dejaban estar con ellas “por decencia”.

Todos las mañanas teníamos la misma discusión: Nosotros decíamos que allí tenían que colaborar todos trabajando, las mujeres, que eran las discutidoras, se empeñaban en que ellas eran demasiado mayores para ello, la madre decía que sus hijas no debían realizar esas labores para no estropear sus manos y sus cuerpos, pues tenían que conservarse para poder hacer buenos matrimonios y la tutora decía que trabajasen las jóvenes para que se fuesen preparando para su vida futura, junto a agricultores y ganaderos. Así que siempre eran las jóvenes y nosotros los que teníamos que trabajar y mantener a las otras en su situación ociosa.

Y no solamente eso, también teníamos que soportar las impertinencias que se les ocurrían, sobre todo por cuenta de la tutora, aunque con poco éxito, ya que las respuestas eran siempre las mismas: háztelo tú. Todo esto mantenía una guerra constante entre ellas y nosotros.

Ambos empezamos a odiar a la tutora por su despotismo al tratar a las muchachas y la prepotencia con la que nos trataba a nosotros. A las muchachas, además, les solía pegar y castigar, cosa que todavía nos cabreaba más.

Cuando íbamos a pescar, nosotros nos desnudábamos, por la incomodidad de ir vestidos al meternos al agua y el tener que soportar la humedad después, y las muchachas que nos acompañaban en la pesca, o bien se tenían que remangar las faldas de los camisones o las hacíamos quedarse en la orilla cuando las aguas eran profundas. No tocábamos a ninguna de ellas, resultando normal que nosotros nos desnudásemos y que ellas, en sus movimientos, mostrasen su culo o su coño, o que se les transparentasen las tetas cuando se mojaba su camisón. De vez en cuando, pero más a menudo que antes, nos alejábamos para satisfacer nuestras necesidades discretamente.

Dos meses más o menos después, estaba con Judith, una de las muchachas, pescando junto a la playa y las rocas. Se encontraba tirando de la red de lianas que utilizábamos, cuando pareció quedar enganchada, poniéndose a tirar de ella con fuerza. Yo me acerqué a ayudarle cuando perdió el equilibro, apresurándome a sujetarla, agarrándola entre mis brazos y presionando contra mi cuerpo.

Por mi posición, ligeramente más baja que la de ella, y su vestido muy remangado, mi polla quedó por debajo del borde del vestido, rozando sus muslos. Cuando me quise dar cuenta, mi polla se había levantado y estaba clavándose entre los cachetes de su culo.

Mantuve la situación unos segundos para disfrutar de algo que hacía muchos años que no lo hacía. Luego, avergonzado, me separé de ella diciendo:

-Perdona Judith, ha sido algo inconsciente, no he podido controlarlo. Y…

-No te preocupes, lo comprendo. Yo también tengo necesidad y solamente llevo aquí unos meses. Imagino la que debéis tener vosotros después de estos años. Si queréis, podemos ayudarnos…

Me quedé tan sorprendido que no supe cómo reaccionar. Me aparté de ella y me quedé pensando.

La verdad es que, por la sorpresa, no controlé la situación y no recuerdo bien la conversación, pero si recuerdo algunas frases.

-¿Eres virgen? –Le solté de repente.

-No. En Inglaterra tenía un novio con el que me iba a casar cuando nos apresaron. Hacíamos el amor todas las semanas al mientras los demás estaban en la iglesia.

-Mañana tengo que dar la vuelta a la isla. Vente conmigo. –Y totalmente cortado por la situación, recogí la pesca y volví con el grupo. Por la noche, a solas, comenté a Peter lo ocurrido, empalmándonos los dos al momento.

Al día siguiente, salí para realizar mi ronda y pedí delante de todas que Judith me acompañase. Hubo reticencias por parte de la tutora, apoyada por la madre. No podíamos ir juntos un hombre y una mujer que no estuviesen casados.

Nueva discusión con ellas, sobre todo con la tutora que no había forma de convencerla, pero con el apoyo de Peter, aconsejando que alguien debería aprender las cosas por si en algún momento teníamos problemas o nos pasaba algo a nosotros, para que pudieran seguir subsistiendo y encontrar ayuda, conseguimos que aceptara.

Partí con las provisiones, seguido por Judith, recorriendo un buen tramo del camino hasta que empezó a oscurecer. De tantas vueltas realizadas, ya teníamos establecidos campamentos para descansar durante nuestra ronda, que duraba tres días (dos noches) si no había novedades o cuatro días o más, si se encontraba algo.

Cuando llegamos al punto de descanso todavía era pronto, no habíamos encontrado nada nuevo y eso nos había hecho avanzar más rápidamente. Me quite la tela que llevábamos en la cintura para cubrirnos y que no protestaran las mujeres y fui a darme un baño en el mar, apareciendo Judith enseguida, totalmente desnuda y cubriendo sus pechos y su sexo con las manos.

No se puede decir que fuese muy guapa de cara, más bien corriente. Sus pechos puntiagudos tirando a pequeños, muy delgada y una suave pelusa rubia en su coño que ya anticipaba la larga cabellera de su cabeza. De culo más bien liso, acompañado de unas piernas delgadas también. A mí me pareció que era la más maravillosa del mundo. Solamente unas marcas de golpes o latigazos, que aparecían como finas líneas, estropeaban su imagen. Más por lo que significaban que por la estética.

Todo el día lo había pasado con la polla tiesa, solamente con pensar lo que me esperaba, pero al aparecer a mi lado, casi me corro. Nos bañamos, jugamos en el agua, frotamos nuestros cuerpos, los acariciamos, hasta que muy excitados, sobre todo yo, nos fuimos a la choza.

Nos besamos, mientras acariciaba su cuerpo recorriendo sus pechos y sus muslos. Bajé a succionar sus pezones, que ya estaban duros, y tras comprobarlo, probé a poner mi mano sobre su raja. La encontré abierta y totalmente mojada y ya no pude continuar esperando. Más de cuatro años sin mujeres me empujaban. Me puse sobre ella y recorrí su raja con mi polla, pasando la punta de arriba abajo, disfrutando de la sensación que me producía su humedad en mí glande y dejando que entrase ella sola al llegar a su vagina, gracias a su lubricación.

Su gemido de placer me detuvo en la entrada, pero ella levantó sus caderas para intentar metérsela de una vez, sin conseguirlo. Seguí entrando poco a poco, con movimientos de vaivén, sintiendo como ella se iba excitando cada vez más. Una vez dentro, esperé a que se acostumbrase y, cuando ella empezó a mover sus caderas a los lados, para que mi polla frotase su clítoris, empecé mi bombeo. No duré mucho, no por acumulación de ganas, sino por la excitación de volver a estar con una mujer. Al poco tiempo tuve que sacarla a toda velocidad para correrme sobre su vientre.

-OOOOOOOHHHHHHHH No puedo más. Me corrooo.

Cuando solté todo, que era mucho, ella me dijo:

-Me ha gustado mucho, pero mi novio estaba más tiempo metiendo y sacando.

Acepté el reproche y me excusé con el tiempo que llevaba sin estar con una mujer. Me bajé hasta su coño y empecé a lamerlo, haciendo hincapié en su clítoris y metiendo primero uno y después dos dedos, para follarla con ellos.

-AAAAAAAAAHHHHH. Qué buenooooo. Nunca había sentido nada como estooo. Siiiiiiii.

Su coño me supo a gloria. Su juventud y el tiempo que hacía que no me comía uno hicieron que me pareciese todo un manjar, sin menospreciarlo ni dudar que también fuese un manjar en cualquier otro momento que me pillase con menos ganas. Ella no dejaba de gritar su excitación mientras pedía más.

Y poco después.

-OOOOOOHHHHHHH Me corroooooo. No pareeeeeess. AAAAAAAAHHHHHH.

Se corrió con un intenso orgasmo.

Luego preparamos y comimos algo. Después de comer, acostado sobre la hierba, le pedí que se acostase a mi lado, y hablamos de lo que había pasado, de mi necesidad de una mujer, de mi tremenda excitación de todo el día y de que si quería repetir.

Ella me contó que con su novio disfrutaba mucho cuando se la metía y sacaba, que estaba más tiempo que yo entrando y saliendo hasta que se él corría, que luego también la hacía llegar a ella con el dedo, pero que no había ni punto de comparación con lo que yo le había hecho.

Mientras hablábamos, iba acariciando su cuerpo desnudo, repasando sus pechos, su vientre, sus muslos. Acariciaba su coño y depositaba besos por su cuello hombros.

Los efectos no tardaron en notarse. Su coño volvió a abrirse totalmente mojado, mi polla se había puesto dura desde el principio, así que, poco apoco, me fui colocando sobre ella para ir metiéndosela suavemente hasta que le entró entera.

-OOOOOOOHHHHHHH. ¡Qué gusto! Nunca me habían hecho esto tan seguido.

Le apliqué todas las formas de follarla que sabía, tanto boca arriba como a cuatro patas, pero siempre por el coño. Se corrió dos veces hasta que ya no pude más y me corrí yo también sobre su vientre.

De nuevo acabé su última excitación con mi boca, dejándola rendida.

Cuando se recuperó, reanudamos la marcha. Ella iba pegada a mí, con cara de felicidad, mientras me contaba lo distinto que era hacer el amor conmigo o con su novio y otros relatos de su vida sexual.

Cuando le pregunté el por qué la habían enviado a las nuevas tierras, me contó que era huérfana y estaba en una institución regida por el pastor de una de las tres iglesias de la ciudad, y su mujer, una persona sádica, que disfrutaba castigando a todos.

Su novio era un muchacho, hijo del panadero cercano, que traía el pan todos los días, y que se veían porque ella siempre estaba en la cocina. Los sábados, cuando el pastor celebraba los oficios, ella se tenía que quedar para tener lista la comida y era el momento que aprovechaban para tener sus relaciones íntimas.

El pastor y su esposa desconocían la relación, pero él también tenía interés en ella y le solía hacer proposiciones para llevarla a su cama, como había hecho con alguna de las pupilas. Un día, se descuidaron después de hacer el amor y quedaron dormidos, siendo descubiertos por el propio pastor que, encolerizado, les reprochó sus pecados, su impudicia y la falta de respeto al hacerlo en la casa de Dios.

A los gritos acudió su mujer, que también puso su parte de gritos, insultos y golpes. La encerraron en un cuarto, anunciándole que sería enviada a las nuevas tierras como castigo. Estuvo seis meses encerrada, sin ver a nadie, excepto a las horas de trabajo en la cocina y el último día, que entró el pastor en su celda y le dijo apremiándola, al tiempo que sacaba su polla:

-Venga puta, hazme una mamada si no quieres que te muela a palos.

Ella se negó y él le dio una bofetada que la tiró al suelo, donde le pegó un par de patadas. La tomó de los cabellos para levantarla hasta ponerla de rodillas y volverle a decir:

-O chupas o sigo hasta romperte todos los huesos.

Como se volvió a negar, empezó a darle bofetadas a diestro y siniestro, hasta que fueron interrumpidos por la mujer, que los sorprendió, a ella de rodillas y a él con la polla fuera y pegándole, al tiempo que le decía:

-Puta, más que puta. Yo te voy a enseñar a obedecer.

-¿Qué está pasando aquí? –Preguntó la mujer.

-Esta puta, que se me ha ofrecido para hacerme una mamada y estoy disciplinándola.

La mujer la hizo ponerse de pie y desnudarse. Como no fue lo bastante rápida, el pastor la ayudó desgarrando alguna de las prendas. Una vez desnuda, mientras intentaba taparse y ocultar sus partes a la asquerosa y lujuriosa mirada del pastor, la mujer tomó una vara que llevaba siempre a la cintura y le pidió que la sujetase.

El pastor la sujetó por debajo de los hombros, de cara a él, y la apretó contra su cuerpo, quedando su polla entre las piernas de ella. Cuando la mujer comenzó a golpear, ella intentaba escapar moviéndose hacia adelante, lo que hacía rozar la polla del viejo contra su raja y los pechos contra la basta tela de su ropa.

Conforme la iba golpeando, a él se le ponía dura cada vez más rápido, hasta que eyaculó sin llegar a meterla. Entonces la soltó y recogió su flácido pene, al tiempo que la mujer dejó de golpearla.

Judith pensaba que debía estar preparado, porque la mujer disfrutaba torturando y él debía tener gustos perversos.

Mientras me contaba la historia, íbamos avanzando hacia nuestro siguiente destino. La llevaba de la mano, aunque a veces, coincidiendo con los pasajes más escabrosos, donde ella estaba a punto de romper en llanto, la tomaba de la cintura, la apretaba contra mí y depositaba besos en su cuello y cara hasta que se calmaba.

Ya de noche, llegamos al segundo campamento, donde teníamos que dormir. Cenamos ligeramente para acostarnos en el lecho de ramas y hojas, donde volví a acariciar su cuerpo hasta conseguir que se excitase.

Levantaba su cara ofreciéndome sus labios, que eran apresados por los míos, mientras mi lengua recorría su boca y jugaba con la suya. Fui acompañando su cabeza poco a poco, mientras repartía besos por mi pecho y vientre, hasta llegar a mi polla, nuevamente dura, para que empezase una mamada, que no solamente no rehuyó, sino que se dedicó a ella con pasión.

La hice ponerse a caballo sobre mí para hacer un 69, haciéndole abrir las piernas al máximo, para recorrer su coño con la lengua mientras lo mantenía abierto con mis dedos.

Recorrer su raja con mi lengua, desde el clítoris hasta la entrada de su vagina, para saborear todo lo que soltaba, me resultó tan excitante que tuve que presionar las piernas sobre su cabeza para que no la moviese y poder retener mi inminente corrida.

Yo le daba un par de vueltas a su clítoris con la lengua para luego recorrer su raja hasta llegar casi hasta su culo. Le metía un par de dedos, la follaba con ellos un poco y volvía a quitarlos para seguir recorriéndola con mi lengua. Al llegar a su botón, de nuevo lo rodeaba un par de veces con mi lengua para volver hasta su culo.

Cada vez su humedad era mayor, a pesar de que la mayor parte me la llevaba yo con mi lengua. Por eso poco después noté la fuerza de sus muslos sobre mis brazos, al tiempo que dejaba su mamada para lanzar sus gemidos de placer, pero sin dejar de pajearme.

-AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH MMMMMMMMMMMMMMMM.

Eso provocó mis espasmos, soltando mi corrida sobre su nariz, boca y cuello.

Cayó sobre mí, quedando un momento relajada, para pasar al sueño de inmediato. La desperté mientras la colocaba a mi lado y dormimos abrazados.

Al día siguiente, me desperté empalmado, pero Judith tenía el coño irritado, por lo que nos dimos un baño ligero, ella menos por el escozor, y partimos para seguir el viaje. Follamos esa noche y al día siguiente, nos detuvimos para volver a follar otra vez, apareciendo en el campamento un día más tarde de lo habitual.

Nada más llegar, Peter pidió ayuda a Judith y desaparecieron entre los árboles, mientras que yo, con otra muchacha, fuimos a pescar.

Desde ese momento, cada día nos llevábamos a Judith para alguna tarea en lugares escondidos. Nuestras discusiones con las mujeres disminuyeron. Nuestro rendimiento también.

Las mujeres no son tontas, aunque a veces lo simulen, y todas estaban en el secreto o al menos, se imaginaban lo que pasaba. Así que también recibimos disimuladas ofertas del resto de las chicas, que habíamos decidido no tocar, por lo que las rechazamos alegando inocencia y respeto.

Uno de los días que volvía yo de recoger fruta y que Peter estaba revisando las trampas de caza, me encontré con que la tutora golpeaba a Judith con una vara.

Me lancé sobre ella deteniendo su mano, al tiempo que le soltaba una bofetada que la lanzó al suelo.

-¿Qué pasa aquí? ¿Por qué te está pegando?

-Quiere que suba a la montaña a atender el fuego, pero Peter me ha dicho que lo espere que me necesita. Y me pegaba porque me niego hasta que venga él y me lo diga.

-¿Por qué no mandas a otra? –Le dije a la tutora que se levantaba, primero sorprendida, pues era la primera vez que uno de nosotros intervenía en un castigo, y segundo, hecha una furia y con intención de agredirme a mí también.

-Las otras tienen que atendernos a nosotras. Y ella lleva mucho tiempo haraganeando. –Contestó acercándose.

-¡Y tú no tienes por qué meterte en esto, y menos golpearme a mí. Cabrón! –Continuó a la vez que levantaba la mano con la vara y la intención de golpearme.

No necesité ser muy rápido para soltarle un puñetazo en el estómago, pues lo estaba viendo venir, y quitarle la vara para darle cuatro fuertes golpes mientras caía al suelo echa un ovillo.

Nadie se movió ni dijo nada. Fue una escena violenta que dejó a todas anonadadas, mientras que a mí daba un subidón por las ganas que le tenía a la mujer.

-A partir de ahora, se hará lo que nosotros digamos. Si queréis algo, nos lo pedís a Peter o a mí, pero nadie dará órdenes sin nuestro consentimiento. ¿Entendido?

Todas asintieron con la cabeza, menos la tutora, que se retorcía de dolor encogida en el suelo. Entonces llegó Peter que al ver la situación, preguntó que pasaba y tras explicárselo y contarle mi resolución, con las correspondientes interrupciones de la tutora alegando que nos estábamos metiendo en su forma de disciplinar a sus pupilas y que no era de nuestra incumbencia, Peter me dio la razón y confirmó además, que no se volverían a aplicar castigos que nosotros no hubiésemos aprobado.

Desde ese día, las relaciones con la madre y la tutora fueron de mal en peor, por lo que las evitábamos en lo posible.

En ese mal ambiente de convivencia, pasamos unos seis meses, hasta que por fin terminamos la barca para salir de allí.

Relato erótico: “De plebeyo a noble 3. LA ISLA” (POR AMORBOSO)

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Gracias a la tensa relación, pudimos dedicar más tiempo a terminar nuestro proyecto de salida de la isla.

Sobre la barca original, construimos una plataforma de cañas fuertemente atadas con troncos ligeros pero fuertes para darle consistencia. A ambos lados colocamos troncos ligeros y cañas para que actuasen de flotadores y estabilizadores, tal como nos había comentado y dibujado Robert tiempo atrás, según modelos que había visto en sus viajes. En el centro, un mástil que sujetaba una vela de hojas trenzadas y tela que podía rollarse en caso de tormenta. La barca original hacía de almacén, donde metimos toda la comida y agua que pudimos, además de la que cabía en la plataforma.

Todos no podíamos ir, puesto que no sabíamos la duración del viaje y podíamos quedarnos sin comida y agua antes de encontrar ayuda. Primero nos planteamos ir los dos hombres porque tendríamos más fuerza para manejar vela, timón o remos, si fuese necesario.

Más tarde lo pensamos mejor, y caímos en la cuenta de que dejábamos desprotegidas a las mujeres, que escasamente podrían alimentarse de frutas, por lo que sería mejor ir un hombre con dos mujeres.

Reunimos a todas y explicamos la situación, terminando diciéndoles que Peter sería el que iría como hombre con más experiencia en navegación y que las muchachas que podían acompañarle, podían ser Judith y Helen, las dos pupilas.

No puedo explicar el lío que se armó tras nuestras palabras. A las muchachas les daba miedo y no querían ir. Caitlin, la madre, dijo que ella estaba dispuesta a ir, pero deberían ir también sus dos hijas. La tutora no estaba de acuerdo en que se fuesen ellas no fuera que luego no enviasen ayuda.

Después de ver cómo discutían durante un buen rato, les dijimos que se pusiesen de acuerdo y nos comunicasen su decisión, pero que si no elegían a dos, nos iríamos Peter y yo, dejándolas solas para que se buscasen la forma de sobrevivir. Inmediatamente nos marchamos de allí y las dejamos solas para que decidiesen.

Por nuestra parte, comuniqué a Peter que, si se quedaba la tutora, estaba dispuesto a matarla antes de que la barca desapareciese en el horizonte. Peter, por su parte, también tenía claro que no iba a hacer el viaje con ella.

Al anochecer volvimos con ellas y nos informaron que irían la tutora con las pupilas Helen y Judith, quedando las otras dos a cargo de Caitlin.

Ultimamos los preparativos, comprobamos toda la carga de comida y abundante cantidad de monedas y una semana después de esto, partieron los cuatro.

Los que quedamos, reanudamos nuestra vida, aunque poco a poco, muy sutilmente, empezó a haber cambios.

Sin apenas darme cuenta, las mujeres empezaron a poner excusas para evitar ayudarme, hasta que llegó un momento en el cual, solamente trabajaba yo para alimentar a las cinco. Volví a reunirme con ellas y tuvimos nueva discusión la madre y yo, pues ella y sus hijas no debían trabajar y las pupilas que quedaban, tenían que atenderlas a ellas.

-Muy bien. –Dije yo.- Entonces os buscáis la comida vosotras. Yo me marcho.

Y eso hice. Sin prestar oídos a sus protestas, recogí mis cuatro cosas y marché al otro lado de la isla. A pesar de que el camino era sencillo, como ninguna de ellas había venido en las rondas que realizábamos, eran incapaces de encontrarme.

No dejé de hacer las rondas por la isla, pues siempre aparecía algo, y sobre todo, en días de tormentas: cadáveres con armas y dinero o cajas con los objetos más diversos. Aquellos días eché de menos unos barrilitos de ron que guardábamos en el antiguo campamento y que no me había podido llevar. Volví a vivir desnudo, como antes, disfrutando de la naturaleza.

Unos días después de separarme, encontré un cadáver en la playa, que resultó ser el de la tutora, al que me limité a enterrar como venía haciendo con los que había encontrado durante todos aquellos años, sin la menor emoción ni pesar, sino que más bien con desprecio y felicitando a Peter.

Esperé más de un mes, casi dos, para volver a aparecer por la playa donde estaba el campamento, y fue más por las ganas de estar con una mujer que por otra cosa. Ahora que no tenía a Judith ni a Peter, tenía que espabilar para seguir follando.

Unos días antes de aparecer, estuve observando lo que ocurría, viendo que tenían problemas con la comida. Se peleaban por pequeñas piezas de fruta que todavía no había madurado siquiera. Las trampas de caza estaban abandonadas, el fuego de la montaña apagado.

Eché de menos a Sandy, pero pensé que estaría dando alguna vuelta o buscando comida.

Las observaba un tiempo y luego retrocedía a un sitio donde no pudiesen localizarme, para pensar en lo que tenía que hacer.

En previsión, me hice con suficiente cantidad de alimentos que guardé convenientemente, me puse una prenda encima y fui hacia ellas como si estuviese dando la ronda habitual, con la idea de lo que quería perfectamente clara.

Encontré a la madre, las dos hijas y a una de las muchachas intentando pescar algún pez, pero sin éxito al parecer.

En cuanto me vieron, vinieron hacia mí como podían, pues parecían débiles. Se habían cambiado de ropas. Entre las prendas rescatadas debieron encontrar unos camisones abrochados hasta el cuello y se vistieron con ellos

-Por favor, queremos comer. Danos algo de comer. –Dijo la madre, que fue la primera en hablar.

-Si por favor, tenemos hambre. –Decían las demás.

Yo me hice el duro, sabiendo que tenía todos los triunfos en mi mano.

-Lo siento, no estoy dispuesto a trabajar como un esclavo para vosotras. Tenéis toda la fruta que queráis, y en la orilla tenéis cangrejos y moluscos comestibles.

-Pero no sabemos distinguirlos. Sandy murió hace 5 días con muchos dolores, porque comió algo que la envenenó. Tenemos mucho miedo a envenenarnos también. De las frutas que conocemos, solamente quedan las altas que no podemos alcanzarlas, y las bajas ya las hemos consumido. Haremos lo que tú quieras. Te ayudaremos.

Me hice rogar un buen rato, hasta que la madre repitió por segunda vez:

– Seremos lo que tú quieras.

-Pues así será. Desde ahora trabajareis todas para mí. Me serviréis y haréis lo que yo diga. Yo me limitaré a hacer las cosas que vosotras no podáis. Las que no sepáis, yo os enseñaré.

-Lo que tú digas. –Dijo la madre.- ¿Pero puedes darnos algo de comer?

-¡Ah!, otra cosa más. Todas las noches una de vosotras dormirá conmigo, y cada tres días cambiará por otra. Vosotras mismas decidiréis los turnos, pero todas deberéis pasar por mi cama.

Sin decir nada, me desnudé, quedándome mirándolas fijamente.

-Qu… ¿Que quieres? –Dijo la madre.

-Os quiero desnudas desde ahora y mientras estemos en la isla… A todas.

-Mis hijas no pueden ir desnudas por ahí como…

-Si no lo hacen, no comerán. –Corté yo.

No solo era el morbo lo que me hizo pedírselo, sino que también era para que cuando viniesen a buscarnos, no tuviesen las ropas destrozadas y por la misma que lo habíamos hecho nosotros: que tuviesen que ir con la ropa mojada cada vez que se metiesen en el agua.

Rachel, la muchacha que quedaba, fue la primera en desnudarse, levantando su camisón, sacándolo por su cabeza y dejándola caer al suelo. Tenía cuerpo de ánfora, culo respingón, casi sin tetas, pero con unos pezones como enormes cacahuetes con cáscara incluida. Seguida a ella, empezó a desnudarse la hija segunda.

-¡Diana!, pero ¿qué estás haciendo? –Exclamó la madre

-Me preparo para comer, mamá. –Y siguió quitándose la ropa, y dejándola caer también.

La madre, viendo la situación, optó por desnudarse también, pero la mayor no hizo mención. Al contrario, dio media vuelta y se fue al campamento. Todas iban tapándose con las manos como podían. Estaban sonrojadas hasta lo indecible, por lo que, con el fin de ponérselo más fácil, di media vuelta y tras decir: “vestíos y seguidme”, me encaminé al lugar donde había dejado la comida y allí pudieron reponer sus fuerzas. Después volví a recordarles las condiciones. Deberían estar desnudas todo el día. Solamente podían cubrirse por las noches, a la hora de dormir. Además, recalqué que “todas” deberían pasar por mi cama. Y que la que no quisiera, debería salir del campamento y buscarse la vida.

Poco a poco, fueron quedando todas desnudas. Empezó Rachel, le siguió Diana y poco más tarde, lo hizo la madre.

Había llegado por la mañana, y permanecimos allí hasta la noche, comiendo cuando y cuanto tenían ganas. Dormimos todos sobre la hierba y al día siguiente muy temprano, tras acabar con las existencias, volvimos al campamento.

Encontramos a Jessy, la hermana mayor, acurrucada en un rincón y parapetada con todo lo que había en la choza. En cuando aparecimos, salió corriendo y llorando a los brazos de su madre.

-Mamáaaa. ¡Qué miedo he pasado! No he dormido en toda la noche. Por favor, no me dejes sola nunca.

Su madre la estuvo calmando un buen rato hasta que se serenó. Cuando ya estaba más relajada, le hablé yo.

-Como comprenderás, aquí no puedes estar si no acatas mis órdenes, así que deberás marcharte y buscar tu propio lugar en la isla. Puedes irte tranquila, con la seguridad de que si alguien viene a buscarnos, te buscaremos y volverás con nosotros.

Nuevamente se puso a llorar abrazada a su madre que la consolaba con suaves palmadas en la espalda. Por fin volvió a calmarse y se volvió hacia mí, comenzando a desnudarse. No quise hacérselo más difícil, por lo que pedí a Rachel que me enseñase dónde habían enterrado a Sandy, la enterré en condiciones, a pesar de terrible hedor, y luego fuimos a buscar más comida para todos.

A nuestra vuelta, ya iniciada la tarde, estaban todas esperando tanto para comer como para recibir órdenes.

Dejé la comida y pase mi mirada sobre ellas. Cuando mis ojos se posaron en Jessy, no pude menos que detenerme a admirarla. Ya el día anterior, a pesar el amplio camisón, se marcaban sus pechos bien desarrollados, de pezones grandes que pujaban por hacer un agujero en la tela. Las piernas bien torneadas se mostraban al trasluz de la prenda, así como su cintura de avispa… Pero en ese momento, al verla desnuda, no pude reprimir que mi polla se pusiese dura y apuntase al cielo.

Sus pechos se mostraban desafiantes, apuntando al frente. Las aureolas grandes, así como los pezones, que marcaban el centro como flechas clavadas en una diana. Su cintura estrecha hacía resaltar unas caderas redondeadas que daban paso a unos muslos blancos, proporcionados en grosor y que por un lado enmarcaban un coño rodeado de pelo castaño, tirando a rubio y por el otro, daban soporte a un culo redondeado y respingón que me volvía loco.

-¿Eres tú la designada para compartir los tres próximos días? –Pregunté con la esperanza de que fuese la elegida.

-No, la designada es Rachel. –Dijo la madre rápidamente.

-Rachel, chúpame la polla hasta que me corra. Las demás no os mováis para que vayáis aprendiendo lo que me gusta. Desde ahora, la intimidad no existe.

La muchacha se apresuró a cumplir con la orden, mientras todas se daban la vuelta avergonzadas.

-¡He dicho que miréis cómo se hace! No lo repetiré

Todas ellas rojas hasta lo increíble, miraban cómo lo hacía. Jessy lo hacía llorando.

Rachel no era buena haciendo mamadas, pero ponía gran interés. No obstante, no tardé mucho en correrme debido a los días que llevaba de abstinencia. Cuando lo hice, sujeté su cabeza haciéndole tragar toda mi corrida. Mientras retiraba su cabeza de mi polla entre toses y babas, informé a todas de que debían tragar todo y dejarme la polla limpia con su boca. Rachel, chupó y lamió mi polla entre arcadas, hasta que le di orden de parar.

-Espero de todas vosotras que pongáis interés en todo lo que hagáis, especialmente en lo que se refiere a mí. Rachel no lo ha hecho mal del todo, pero tiene que mejorar bastante. Las que tengáis poca práctica o ninguna, probad con alguna fruta para ir aprendiendo.

Y ya más relajado, empecé a distribuir tareas entre ellas, que serían las mismas durante tres días, cambiando, una vez transcurridos, la que quedase libre por la que fuese a ser mí compañera. La compañera saliente, ocuparía el trabajo liberado.

A Jessy la dejé para que me acompañase a encender de nuevo el fuego y dejarla cargo del mismo, teniendo que estar pendiente día y noche. No habló en todo el camino de subida. Solamente sollozaba y se abrazaba con las manos cuando me volvía a mirarla. Harto de tanto lloriqueo, tomé la mala decisión de hacerla situarse delante de mí. Al ir de subida, tenía una perfecta visión de su culo y su coño. Cuando se inclinaba más para subir algún tramo difícil y abría las piernas, me dejaba una perfecta visión de su coño que se abría y de sus pechos. Todo eso sirvió para inflamarme más y subir el resto del camino con mi polla como una piedra y con ganas de follarla. Y lo hubiese hecho allí mismo, pero hubiese sido contra su voluntad y quería que ella consintiese, aunque fuera a disgusto.

Ella era consciente del espectáculo que me estaba dando. Al principio hacía las cosas más extrañas para evitar enseñarme nada, pero pronto se tuvo que concentrar en la subida, a la que no estaba acostumbrada, y se olvidó de mí, o de esconderse de mí.

Al llegar a la cima, junto a la hoguera apagada, tuvimos que recoger madera seca y húmeda, ir apilándola para organizar la pira y dejar suficiente para ir alimentándola. La hoguera estaba montada dentro de un pequeño torreón o chimenea, donde metíamos la madera seca en la parte baja y la verde y húmeda arriba. Conforme se iba secando, caía en la parte baja y se seguía alimentando, aunque la producción de humo no fuese tan grande.

Le expliqué que la seca debía ir abajo y que la húmeda tenía que ser menor cantidad e ir situada encima, le enseñé cuales eran las ramas y hojas que tenía que recoger, en fin, todo lo que necesitaba para mantener la pira.

Durante el tiempo que estuvimos allí, noté que me miraba con atención, lo cual me agradó, pues era síntoma de que tenía interés por aprender.

Recogía madera y hojas a mi lado, preguntando cuando tenía dudas. Nuestros cuerpos se rozaban cuando nos desplazábamos de un lado a otro. Unas veces intencionadamente por mi parte, buscando frotar mi polla por su culo, y otras me pareció que era por parte de ella. Se la veía hasta más alegre.

Cuando terminamos, la bajada de la montaña le resultó más complicada al no estar acostumbrada, por eso, cometiendo un nuevo error por mí parte, la hicimos agarrándola por la cintura y ella con una mano sobre mi hombro. Mientras trabajábamos, no me preocupé de nada, pero durante la bajada, el baile de sus tetas y su cuerpo pegado a mío, volvió a ponérmela dura. Cuando ella se daba cuenta de mí estado, enseguida se las cubría con la mano libre al tiempo que se sonrojaba.

Cuando llegamos al campamento, ya estaba anocheciendo. Yo había recogido algunas frutas y bayas comestibles por el camino, y esa fue nuestra cena. Después de comerlas, nos fuimos a dormir. Rachel y yo a mi choza y las demás a la otra.

Al día siguiente, el fuego se había apagado porque Jessy no había querido hacer nada. Estaba enfadada, sin decir el porqué.

-Jessy. Te has dejado apagar el fuego y eso supondrá un castigo. Ahora sube inmediatamente y vuelve a encender la hoguera.

-¡No me da la gana! ¡No tengo necesidad ni obligación de obedecerte! Si quieres fuego, ve y enciéndelo tú. –Y dando media vuelta, se metió en la choza.

-Por favor, Rachel, sube tú que sabes cómo funciona y llévate a Diana.

Ambas hicieron gesto de partir rápidamente hacia la montaña, pero se detuvieron curiosas cuando yo me dirigí a Caitlin:

-¿Qué crees que debo hacer ahora?

-Por favor, déjala tranquila, ya entrará en razón. Mientras tanto, yo haré sus labores.

-¿Y quién hará las tuyas? Si quieres entra e intenta convencerla. Si se somete, la castigaré y no pasará nada más, si no, la expulsaré del campamento y no volverá aunque lo pida de rodillas.

La madre entró en la choza y no sé qué le diría, pero poco después salían las dos. Jessy con la cara llorosa y una imagen desvalida que la hacían parecer más bella.

Si antes me había impresionado, ahora me dejaba sin habla. Cada segundo me gustaba más, hasta el punto de pasar por alto el castigo prometido.

-Id cada una al trabajo que tenéis encomendado.

Cuando Jessy se dio la vuelta para encaminarse con Diana hacia la montaña y vi su culo, no me pude reprimir.

-Espera. Que Diana y Rachel suban juntas y tu Jessy, ven aquí.

Tuve que apresurarlas, pues todas querían enterarse de lo que iba a pasar. Cuando nos quedamos solos, me senté en una de las piedras más grandes que teníamos alrededor del fuego, para sentarnos a comer, y le indiqué, con un gesto, que se recostase sobre mis piernas.

-¡Estás loco! ¿Cómo se te ocurre semejante barbaridad? …

-Te he prometido un castigo. O lo aceptas o… -Y le señalé la salida.

Llorando, totalmente roja y muerta de vergüenza, se arrodilló a mi lado y se recostó sobre mis piernas. Cuando sentí sus tetas rozando mi muslo, se me puso dura al instante y rozando su vientre.

-Eres un cerdo. –Dijo ella, al tiempo que yo empezaba a pasar mi mano, despacio, por su hermoso culo, en una suave caricia.

ZASSSS. Mi mano cayó con fuerza medida. Ni mucha ni poca, mientras con la otra la sujetaba presionando contra mis pernas

-AAAAYYYYYYYYYYYY.

Repetí los golpes varias veces, hasta completar cinco fuertes palmadas.

Seguidamente acaricié los cachetes golpeados, bajando hasta sus muslos y subiendo de nuevo a su culo. Pensé que me iba a correr sin tocarme, solamente por acariciarla y sentir mi polla contra su cuerpo.

Al principio gemía dolorida, pero poco a poco sus gemidos cambiaron de tono.

Seguí con las caricias, contento porque al bajar el tono de su queja, me daba a entender que estaba aceptando el castigo. Lo que no me esperaba fue que mi pierna, que quedaba bajo su coño, se empezase a mojar. Al bajar mi dedo por su culo y llevarlo hasta su coño, descubrí que estaba totalmente empapado, al tiempo que un gemido escapaba de su boca.

-MMMMMMMMMMMMMMM

¡Estaba excitada!

Seguí recorriendo con movimientos circulares, desde la base de su clítoris, duro e hinchado, hasta la entrada de su vagina, donde metía ligeramente la yema de mi dedo. Sus gemidos fueron aumentando poco a poco.

-MMMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMMMMMMMMMM

La mano que apoyaba en su espalda, la sustituí por el antebrazo completo, haciendo que ésta quedase sobre su culo, para seguir con el suave masaje en sus glúteos y su ano.

Unos pocos segundos más bastaron para que su respiración, movimientos pélvicos y gemidos me avisasen de que estaba al borde del orgasmo.

Solo tuve que tomar su clítoris entre mis dedos, haciéndole una mini masturbación, para que saltase en un fuerte orgasmo, creo que el primero de su vida.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Sus piernas atraparon mis dedos en su coño durante un buen rato, hasta que pasaron los efectos del orgasmo, momento en el que se relajó, dejando caer su peso sobre mis piernas. Dos suaves palmaditas sobre su culo hicieron que quedase arrodillada y sentada sobre sus piernas a mi lado. Su mirada no se levantaba del suelo. Su cara estaba totalmente roja.

-Ahora irás a la montaña, junto a tu hermana, para hacer el trabajo que te corresponde y que Rachel baje para ayudarme a pescar. Hoy te quedarás sin comer. No bajarás para hacerlo. ¿Alguna pregunta?

-He… He dejado de ser virgen, ¿verdad? Ahora soy una mujer marcada.

-Sigues teniendo tu virgo intacto. Otra cosa es que hayas perdido la inocencia al conocer el placer del sexo, pero eso no lo notará nadie si tú no quieres. ¿Algo más?

No dijo más, se levantó y fue a la montaña, mientras yo me dirigía a la playa con los instrumentos de pesca.

Cuando vino Rachel, me encontraba en la playa, junto a las rocas, preparando la red, después de haber capturado algunas piezas con el arpón. Todavía tenía la polla dura, a pesar de estar trabajado sin descanso para que me bajase la calentura. Se arrodilló en la arena, ante mí y se metió la polla en la boca para hacerme una mamada, sin que yo le hubiese insinuado nada.

Primero se metió la punta, pero luego se dedicó a lamerla, recorriéndola en toda su longitud y circunferencia, y haciendo lo mismo con mis huevos. Yo la urgí a que fuese más rápido.

-Venga, métetela ya y hazme una buena mamada.

-Espera un poco. -Me dijo- La tienes mojada del mar y tengo que quitarle primero el sabor a sal.

-Pues date prisa que estoy que no puedo más.

Todavía siguió un rato lamiéndola por todos los lados, hasta que por fin, volvió a meterse la punta en la boca, realizando una suave succión intermitente que hacía que el borde del glande entrase y saliese de sus labios, haciéndome una caricia todo alrededor que me hicieron soltar las primeras gotas de mi corrida.

Entonces se la metió hasta o más profundo de su garganta y continuó con sucesivas salidas y entradas al tiempo que la iba acariciando con su lengua.

No pude resistirme nada a su experto trabajo y mi gran excitación, corriéndome a los pocos minutos tras meterla hasta lo más profundo, tragando ella y volviendo a limpiarla como hacía siempre.

Pero no por eso bajó mi excitación. La recosté sobre la arena, junto a la orilla, y me puse a comerle el coño. Lo hubiese hecho con avaricia, pero no quería que se corriese demasiado deprisa para que disfrutara más.

Me dediqué a pasar la punta de mi lengua por la entrada de su vulva, húmeda también por el agua del mar y algo de su incipiente excitación, pero a mí me gustaba el sabor y la estuve recorriendo un buen rato, incluso después de que sus labios se abriesen y estuviese recorriendo su interior, desde la entrada de su vagina al clítoris.

Luego, empecé a meterle la lengua todo lo que podía y a follarla con ella en movimientos rápidos de entrada y salida. Al mismo tiempo, presionaba con mi nariz sobre su clítoris y la movía ligeramente de lado a lado y con rapidez.

-Siii. Me voy a correeeeerrr. Siiii. Siiii. Me vieneeeee. Me corrooooo.

A pesar de su corrida, no dejó que apartase mi cabeza de su coño, pidiendo más y más y que no parase.

Seguí con el mismo tratamiento un rato más, pero me faltaba e aire y tuve que subir mi boca a su clítoris y meter dos dedos en el coño para follarla con ellos.

Cuando ya estaba a punto de correrse otra vez, me detuve, la hice ponérmela dura otra vez, cosa que consiguió rápidamente, y la follé allí mismo, sobre la arena húmeda, con las olas que iban chocando contra mis cojones y un morbo que a los dos nos excitaba.

A los pocos minutos, Rachel lanzó un fuerte gemido, anunciando su orgasmo, que fue seguido del mío cuando me dejé llevar al sentirlo.

Trabajamos hasta que el sol se situó en la posición del reloj que considerábamos de medio día y nos fuimos a comer con todo lo que habíamos pescado. A la comida no bajó Jessy, pero si su hermana que observé que ocultaba algo de comer y se lo llevaba, pero hice como que no lo había visto.

Por la noche, cenamos todos juntos. A Jessy se la veía natural, conversando animadamente con todos, pero evitando mirarme directamente y poniéndose roja cuando nuestras miradas coincidían.

Cuando ya el fuego eran solamente brasas, tomé de la mano a Rachel y nos fuimos a mi choza, donde volvimos a follar nuevamente.

Al terminar, le pregunté y me contó algo de su vida. Era prostituta desde los 16 años, cuando su padre la vendió al prostíbulo para sacar algo de dinero que luego gastó en borracheras. Había hecho de todo, incluso su padre vino a follársela unas cuantas veces, cuando tenía dinero suficiente.

Su madre no se atrevió a discutir su venta. No salía de casa, siempre con heridas y dolores de las palizas que le daba el padre cuando llegaba borracho, que era un día sí y otro también. Un día recibió a un joven cliente que se corrió antes de meterla, le cayó bien y lo entretuvo hablando, mientras manipulaba su polla, hasta que se le puso dura otra vez y follaron tranquilamente, como dos enamorados. Ahí tuvo su primer orgasmo y él fue su primer amor.

Unos meses después, el muchacho le pidió al dueño que la dejara libre y como era hijo de una familia influyente, la dejó marchar, pero no pasó un día para que se presentaran los guardias a detenerla por haber robado dinero al dueño. Aunque ella lo negó, la llevaron al prostíbulo y buscaron en su habitación, encontrando una bolsa de monedas que el dueño reconoció como suya.

Luego ya fue todo seguido, cárcel, juicio y condena a más cárcel, de donde la sacaron la congregación para enviarla a las colonias a trabajar.

A la mañana siguiente, Jessy no estaba para desayunar. Me dijeron que había madrugado y había subido pronto. No bajó a comer y su hermana le llevó comida. A la noche estuvo totalmente en silencio, y se retiró a dormir nada más cenar.

Esa noche tocaba cambio de pareja y cuando me iba a dormir, pregunté:

-Hoy toca cambio de turno. ¿A quién le toca ahora?

-A mí. –Dijo rápidamente la madre al tiempo que se ponía en pie.

Le hice un gesto con la mano para que fuese a mi choza y… Vuelta a empezar.

Entramos. Ella delante, yo la seguía. Tenía buen cuerpo, los pechos grandes algo caídos y el culo sorprendentemente duro. En general, todavía tenía una figura capaz de excitar a muchos. Me coloqué tras ella, con mi polla, que empezaba a crecer, apoyada en la raja de su culo. Puse mis manos en sus costados y fui subiendo hasta rodear sus pechos, Mientras, con mi boca besaba su cuello, su hombro y mordisqueaba su lóbulo.

Sus generosos pechos, descansaban en mis manos, mientras con las yemas de mis dedos rozaba los pezones. Cuando yo esperaba un suspiro, me dijo:

-Tenemos que hablar, antes de nada.

-¿Hablar? ¿De qué?

-De mis hijas.

-¿Qué les pasa?

-Como sabes, soy la esposa del gobernador de Botany Bay y mis hijas son hijas suyas también y por tanto, somos una familia importante. Tanto Jessy como Diana están destinadas a casarse con hombres importantes, de las mejores familias del territorio, por eso es muy necesario e imprescindible que ambas permanezcan vírgenes y puras hasta su matrimonio. Para ello, quiero hacerte una propuesta.

-Tú dirás- -Respondí intrigado.

-Cuando les toque el turno a ellas para estar contigo, yo las sustituiré. Conmigo podrás tener las relaciones que quieras y calmar tú necesidad, pero no arruines su futuro. ¿Estás de acuerdo?

-No. Yo no estoy calmando mi necesidad con tus hijas y contigo. Estoy abusando de vosotras, igual que abusasteis de mí, y al igual que vosotras, de la forma más placentera para mí.

Pasaréis todas por aquí, y yo haré lo que me dé la gana. Y como siempre, si estáis conformes perfecto, si no, solamente tenéis que marchar, construir vuestra vivienda en otro lugar y buscar vuestra comida. No obstante, si consigues encandilarme para que no tenga necesidad de otra…

-Mi marido nunca ha tenido queja de mí. Siempre he estado dispuesta cuando él ha querido hacer uso del matrimonio.

Me acordé de los gustos violentos de algunos clientes de mi madre y le dije:

-Mis gustos son algo extraños y violentos. Me gusta infligir castigos a las mujeres con las que follo. Dudo que tú puedas aguantar eso.

-Sí, ya he oído hablar de eso. El marido de mi amiga Catherine Collingwood, el conde de Wiltshire tiene tus mismos gustos. Alguna vez nos ha contado algunos detalles en nuestras reuniones semanales y, al parecer, debe gustarle mucho. Estoy dispuesta a que hagas conmigo lo que quieras.

No entendí mucho de lo que me decía, por lo que le respondí:

-Pues veamos qué sabes hacer. –Dije mientras alargaba las manos para seguir acariciando su cuerpo, pero ella, se dio la vuelta entre ellas e inmediatamente se subió a la cama, colocándose a cuatro patas y abriéndose el culo con las manos.

-Te pido que tengas cuidado, porque no tengo aceite para que entre más suave.

Yo me quedé mirando la situación, reconozco que como un tonto, porque no entendía nada. Contaré que la cama la hicimos clavando tres ramas profundas en la cabecera y otras tantas en los pies, formando un cuadrado y uniendo todas ellas con ramas atadas sobre las que colocamos cañas también atadas, con lo que creamos una plataforma con tres patas en la cabecera y otras tres a los pies que cubrimos con hojas, trozos de lona de las velas y telas de hamacas de barcos naufragados. Era una cama grande, diseñada para los tres y donde dormíamos después Peter y yo.

-¿Qué haces? –Le pregunté.

-Estoy preparada para que hagas uso de mí.

-Pffffffsssssss. Baja de la cama y ven a mi lado.

Ella, desconcertada, hizo lo que le mandé. La hice colocarse de espaldas a mí, para poder acariciar sus pechos con tranquilidad y tener su coño a mi alcance. La abracé por la cintura, haciendo presión con mi polla en su culo, volviendo a situarnos como al principio. Nuevamente recorrí su hombro con suaves besos, subí por su cuello hasta el lóbulo de su oreja. Al tiempo, una mano recorría su costado hasta llegar de nuevo a sus pechos para estimularlos con suaves caricias y frotar sus pezones con las yemas de los dedos.

-¡Que sensación más extraña! –Dijo.

Yo seguí, sin prestar atención a sus palabras, acariciando su vientre y bajando poco a poco la otra mano hasta su coño.

-MMMMMMMMMMMM No sé qué me pasa. Tengo sensaciones extrañas.

Cuando sus pezones estaban duros como piedras, su coño bien húmedo y mi polla lista para follarla, le pedí que se acostase en la cama.

-OOOOHHHH. ¿Ahora es cuando te pones violento?

-¿Cuándo qué…? ¡Ah!. Eso luego, ahora voy a follarte.

Se subió nuevamente a la cama, colocándose de rodillas, con la cara sobre el grueso mullido, y separándose los cachetes del culo con las manos.

Yo me coloqué tras ella y recorrí con la punta desde su culo hasta su clítoris.

-MMMMMMMMMM Me gusta tu forma de tratarme.

-Pues todavía no he empezado.

Llevé la punta a la entrada de su coño y se la metí con un ligero empujón. Entró con mucha suavidad, pero ya no pude meter el resto.

-AAAAAAAAAAAYYYYYYYY. PERO QUE HACES. TE ESTÁS EQUIVOCANDO.

Me dijo mientras saltaba hacia adelante.

-¿Cómo? ¿En qué me estoy equivocando?

-Me la estas metiendo por donde me dejarás embarazada. Tienes que meterla por detrás.

Yo me eché a reír y la hice acostar boca arriba, tendiéndome a su lado.

-Cuéntame cómo follabas con tu marido. –Le pregunté, mientras recorría su cuerpo acariciando sus pechos y su coño por encima.

-Antes de casarnos, mi madre y sus amigas y también alguna tía, me aconsejaron que fuese sumisa y complaciente ya que mi marido era el que llevaría todas las iniciativas durante la noche de bodas y por siempre jamás. También me hablaron de que siempre debería utilizar el camisón en nuestras relaciones, y de las obligaciones matrimoniales que tenía una esposa. El mismo día de la boda, mi madre me dijo que, cuando mi marido me pidiese sus derechos, tenía que acostarme boca arriba y abrir bien las piernas, que él ya sabía lo que tenía que hacer y solo tenía que hacerle caso. Pero que, sobre todo, siempre conservase la decencia y llevase el camisón puesto. MMMMMMMM. Me gusta lo que me haces.

-Sigue contando

Y continuó:

-Cuando llegó la noche de bodas y mi reciente marido vino a mi habitación con una botellita que dejó en la mesilla, yo me coloqué como me había dicho mi madre, pero él me dijo que así todavía no. Esa era la postura para dejarme embarazada, pero que esperaríamos unos días para ello. Me hizo poner de rodillas con la cabeza apoyada en el colchón y levantó mi camisa de dormir hasta los riñones…

-OOOOOOHHHHHHH… ¡Cómo me gusta lo que me haces…!

-Recuerdo que le pregunté.

-Esposo mío, ¿esto es decente? Te estoy mostrando mi cuerpo desnudo.

-Todo lo que hagas con tu marido, es decente. –Me respondió

-Después se puso a untarme en el ano un aceite que era el contenido del frasquito, metiendo los dedos a pesar de mis quejas por el dolor. –No te quejes tanto ni te preocupes, que solamente duele al principio. Luego te gustará. – me decía, pero el dolor era horrible…

-UFFFFFFFF… Mmmmmm.

-Sigue, no te pares. –Tuve que pedirle.

-Es que siento unas sensaciones que no había tenido nunca.

-Ya lo sé, pero no te pares.

– Por fin, introdujo su sexo en mi ano, produciéndome todavía mayor dolor. Yo enterraba la cara en el colchón y mordía la tela para amortiguar los gritos y que no le molestasen. Esa vez me pareció que estuvo horas, pero realmente no debió de ser más de un minuto. Suuuuu…. MMMMM… fri mucho esa noche, mientras él entraba y salía de mi culo, hasta que, por fin, la metió todo lo que pudo y descargó toda su esencia en el interior. Inmediatamente se salió y se fue a su habitación, mientras yo me quede llorando durante toda la noche, AAAAAAAAAHHHHHH ¿Qué me has hecho? ¿Qué me pasa? AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH.

Con sus últimas frases, me había dedicado a frotar y presionar alrededor de su clítoris hasta que le vino un orgasmo intenso.

La dejé recuperar y cuando lo hizo, le volví a pedir que siguiera contándome su historia y prosiguió.

-¿Qué es lo que me has hecho? Nunca había sentido esto.

-Te ha disgustado.

-No. Todo lo contrario. Me ha encantado. ¿Puedes hacer que lo sienta otra vez?

-Sigue contándome y veremos. –Dije volviendo a acariciar su cuerpo.

-A la mañana siguiente permanecí en mi habitación todo el día, poniéndome paños de agua caliente en el ano. Por la noche vino otra vez y me hizo el mismo daño o más que la anterior y eso se repitió durante toda la semana. Mientras entraba y salía de mí, no paraba de decir –OOHHH Que estrecha eres. Cuanto voy a disfrutar contigo. – y aumentaba la velocidad de sus movimientos, incrementando a la vez mi dolor.

-Todo eso duró una semana, al final de la cual ya soportaba bastante bien el acto. Prácticamente no tenía dolor, pero tampoco el placer que me anunció el primer día. A la semana siguiente me encontré indispuesta y tuve que informarle muerta de vergüenza. Me dejó tranquila todas las noches de la semana siguiente, pero al sábado, a medio día, al volver de los oficios religiosos me preguntó si ya se me había pasado, y no teniendo valor para negarlo, dije que sí.

-Me acompañó a mi habitación y llamó a mi doncella, diciéndole que me preparase para acostarme, y a mí, que le esperase que venía enseguida. Al rato vino con su camisa de dormir y me hizo subirme a la cama, pero en lugar de arrodillada, acostada boca arriba.

-MMMMMMMMMM. Estoy sintiendo otra vez esas placenteras sensaciones.

-Sigue con tu relato. –Le dije yo.

-Esa vez se situó entre mis piernas separadas, ajustó el agujero del camisón a mi entrepierna y se levantó el suyo mordiendo el borde para que no cayese. En ese momento pude ver su enorme cosa. Era como un dedo o un poco más de larga y algo más de gruesa. Con eso era con lo que me había hecho tanto daño.

-Le pregunté si me iba a doler como por el otro lado, contestándome que un poco, pero mucho menos que por el culo. Mientras lo decía, se la sujetó con la mano, la apuntó a mi interior y se dejó caer sobre mí. Yo grité como nunca y maldijo varias veces. Volvió a levantarse, escupió y embadurnó de saliva su cosa y realizó la misma operación, volviendo a gritar yo de dolor cuando laaaaaaaaaaaahhhhhhhhh Qué gustooooo.

-Si no sigues tú, yo tampoco.

-Sentí mucho dolor cuando entraba, hasta que hizo tope y él se detuvo un momento, para seguidamente volver a dar un fuerte empujón que me hizo volver a lanzar un largo grito, teniendo que decirme que me callara, que no me estaba matando, aunque yo pensaba que sí. MMMMMM.

-Durante todo el acto, estuvo haciéndome un daño horrible, más que por detrás, además de soltarme sus resoplidos y su frase favorita sobre lo estrecha que era, en la oreja, hasta que resopló más fuerte, la metió todo lo que podía y soltó su esencia, tras lo cual, acarició mi cara mojada por las lágrimas, me dijo: “buena chica, que duermas bien” y se fue a su cuarto. UFFFFFFF

-El resto del mes, fue casi peor que la primera semana, pues vino todas las noches a mi dormitorio durante seis semanas exactas, haciéndome mucho daño todos ellas, a pesar de que me había hecho con un frasquito del aceite que él había utilizado para mi culo y me untaba bien mi sexo con él, lo que me aliviaba algo, sin embargo, no sé por qué le hizo pensar que a mí me estaba gustando y que lo esperaba ansiosa. Luego siguió pero una o dos veces por semana, lo que me resultó más llevadero, pues me daba tiempo para recuperarme. OOOOHHHHHH

-Al mes siguiente, ya no estuve indispuesta y al segundo ya sabía que estaba embarazada. Cuando le di la noticia, una mañana en la que fui al galeno, se alegró mucho y me hizo ir a mi habitación para prepararme, viniendo él al poco rato. Desde ese día pasó a metérmela por detrás, volviendo a hacerme mucho daño, aunque menos que al principio. Siguió así durante todo el embarazo, pero por suerte, a mí dejó de dolerme, pasando a ser una simple molestia. A su tiempo, nació Jessy, después de dos días de parto. SIIIIIIII. NO PAREEEEES. ME GUSTAAAAA.

-Pa… Pasé los quince días de recuperación en la cama y una semana más. Después, cuando estaba en el salón del té amamantando a mi Jessy antes de acostarnos, entró él. Venía de pasar dos días en el club de la ciudad, cosa muy habitual en él desde el tercer mes de casados alegando negocios con otros propietarios. Se quedó mirando como mi hija mamaba de mis pechos, y cuando el ama se la llevó, me hizo ir a esperarle en la habitación, donde reanudó las sesiones por detrás y volviendo a aparecer en mi las molestias, pues lo pechos me pesaban y tenía la parte de abajo dolorida, por la herida que me había hecho el parto al ser Jessy muy grande y todavía no estaba cicatrizada. OOOOOOOOHHHHHHHH

-Cuando metió su cosa en mi ano, empezó a resoplar cada vez más fuerte, hasta que cayó agotado a mi lado. Fue la vez que más tiempo estuvo penetrándome mientras yo sufría tremendos dolores y molestias. Empezó a roncar, pero lo sacudí hasta que se despertó y se fue a su habitación. El resto de mi vida fue igual, excepto que cuando dejaba de estar indispuesta, me la metía por delante durante dos o tres días y luego por detrás hasta el mes siguiente. MMMMMMMMMM

-Solamente tenía descanso los días que tenía reuniones en el club, que duraban un par de días, tres a lo sumo. Y así fue hasta que hace algo más de un año fue nombrado gobernador de Port Elizabeth, puesto que aceptó como inicio de la carrera política que pretende llevar. Dejó a su hermano al cargo de nuestra casa y tierras y, cuando estuvo asentado en su nuevo puesto, nos mandó llamar, con el resultado que ya conoces. MMMMMMMMM.

Cuando terminó su historia, me puse a lamer sus pezones, mientras seguía acariciando su vientre y su pubis.

Relato erótico: “De plebeyo a noble 4 – La madre y las hijas” (POR AMORBOSO)

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Procuraba acariciar despacio pero manteniendo su excitación, lamí y chupé sus pezones, que crecieron hasta duplicar su tamaño.

-MMMMMMM Megustaaaa.

-Pues aún te va a gustar más. –Me atreví a decir a tenor de lo que me había contado, que me indicaba una falta total de experiencia.

Y fui bajando hasta su pubis besando y lamiendo. En ese punto, me giré para situarme entre sus piernas ya abiertas y me puse a rodear su clítoris con la lengua y lamer su coño.

-OOOOOOOOOHHHHHHHH No seas guarro. Como puedes hacermeeeeee eeeesooooo. Saaal de ahíiiiiiii. AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH NO PARES, SIGUEEE, SIGUEEE AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH.

Nada más dedicarle mi atención a su coño, que se encontraba empapado de las estimulaciones anteriores, se corrió con grandes gritos de placer en un potente orgasmo.

La dejé reposar un rato para volver a acariciar su cuerpo y besar y chupar sus pezones. Estaba más receptiva y pronto volvió a excitarse con mis caricias, por lo que volví a colocarme entre sus piernas y pasar mi lengua recorriendo su raja. No paraba de emitir fuertes gemidos:

-MMMMMMMMMMM. SIIIIIII. ME GUSTAAAAAAA –Repetía una y otra vez.

Cuando consideré que estaba suficientemente excitada, me incorporé para que mi polla rozase bien al entrar, puse la punta en su coño y se la fui metiendo poco a poco, mientras aumentaban sus gemidos.

-OOOOOOOHHHHHHH SIIIIIIII.

Aumenté mis movimientos, entrando y saliendo cada vez con mayor rapidez.

-SIIII, SIII, SIII. –Y de repente…

-NOOOOO. NOOOO. PARAAAAA. PARAAAAA. No puedo quedarme embarazada. No puedo ir embarazada ante mi maridooo.

-OOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHH AAAAAAAAAAAAHHHHHHHH.

Mientras se quejaba, un nuevo orgasmo la sacudió. Yo le di la vuelta, la coloqué de rodillas y se la metí por el culo. Todavía conservaba la elasticidad y con la ayuda del propio y abundante flujo de ella que lo impregnaba todo, entró con mucha facilidad.

Con una mano acariciando el clítoris y otra las tetas fui aumentando su excitación de nuevo, hasta que volvió a gemir y gritar.

-SIIIIII. SIGUEEEE. OOOOOOOHHHHHH.

Estuve un buen rato dándole. Intenté aguantar mucho, pero todo tiene un límite y acabé con una corrida que descargó abundantemente mis huevos en su culo, alargada por las contracciones del orgasmo de ella que le sobrevino cuando sintió mi corrida.

-OOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHHHH. Me corrooooooo.

-SIIIII. TE SIENTOOOOOO. AAAAAAAAHHHHHHHH. YO TAMBIEEEN.

Después caí a su lado y me quedé dormido hasta el día siguiente, que con el sol ya alto, desperté, mientras Caitlin seguía dormida. Al salir de mi choza, vi que no había actividad, el fuego no había sido encendido ni se habían recogido las presas de las trampas, cosa que se hacía a primera hora.

Cuando me asomé a la otra choza, estaban las tres dormidas. Al tocar el hombro de Rachel, abrió los ojos y miró alrededor. Sorprendida, por la luz, se levantó rápidamente y salió a encender el fuego. Al salir tras ella, no me dejó hablar.

-Perdona, pero anoche armabais al escándalo que no podíamos dormir. Yo tuve que tocarme tres veces, incluso después de os callaseis, antes de poder dormirme. Ha sido una noche horrible, y todavía no ha acabado. ¿Podemos apartarnos un momento? Estoy otra vez excitada.

Mientras se iniciaba un buen fuego, nos internamos entre la arboleda hasta llegar a un pequeño claro que teníamos preparado con Peter para nuestros juegos con Judith. Cada pocos metros, parábamos para besarnos y poder acariciar su cuerpo, hacer presión con él contra mi polla semi-erecta, acariciar su culo y mordisquear sus pechos.

Cuando llegamos, pasado ya un buen rato, a pesar de la escasa distancia, nos dejamos caer sobre la hierba besándonos y acariciándonos. Besé sus pechos, chupé sus pezones y fui bajando hasta su coño, que estaba encharcado, pasándole la lengua por toda la raja y deteniéndome en su clítoris, que tomé entre mis labios para succionarlo y lamerlo.

Estaba tan caliente que se corrió al momento. Cuando se recuperó, me hizo dar la vuelta y se lanzó sobre mi polla.

Costó tiempo que se me pusiese dura, a pesar de la excelente mamada que me hizo, pero luego pude cumplir como un hombre proporcionándole tres orgasmos, aunque yo estaba seco y no conseguí alcanzar el mío.

El día transcurrió con normalidad. Mientras trabajábamos, Caitlin me contó que nunca había sentido sensaciones como esa noche, y que pensaba y creía con certeza, que sus amigas tampoco las habían sentido nunca, pues estaban contentas cuando sus maridos no se acercaban a ellas. Si ella hubiese sentido eso con su marido, ella misma hubiese ido cada día a buscarlo y me daba las gracias por ello, esperando repetir las siguientes noches.

Esa noche, una fortísima tormenta arruinó nuestros planes. Enormes truenos, múltiples relámpagos y rayos que caían con gran estruendo, acompañados por fuertes vientos y gran cantidad de lluvia, asustaron a las muchachas, que pasaron a nuestra choza asustadas, mientras me encontraba comiendo el coño de Caitlin y se corría por segunda vez.

Las tres se metieron entre nosotros y, aunque la cama estaba hecha holgada para tres, los cinco no cabíamos bien, por lo que tuvimos que ponernos de costado. Yo quedé en un lado y Jessy junto a mí. No sé si fue por azar o premeditado. En aquel momento pensé que fue el azar, pero hoy ya no estoy tan seguro. El caso es que todas se daban la espalda, y Jessy me la daba a mí. Estando tan apretados, mi polla, que ya estaba medio dura, terminó de ponerse como una piedra e instalarse entre los cachetes de su maravilloso culo.

Esa noche no pegué ojo, pero lo hice con gusto. La pasé frotándola despacio por la raja de ese culo divino cuando oía su suave ronquido, y parando cuando este cesaba.

De madrugada debió de sentirse molesta, pues alargó su mano, cogió mi polla como si nada y la bajó sacándola de sus cachetes, con el resultado de que quedó entre sus muslos juntos. En un momento, con ligeros empujoncitos, mi polla quedó rozando su perineo y tras moverme un poco, quedó rozando su coño. Me hubiese corrido en ese mismo momento.

El resto de la noche la pasé frotando mi pene en cortos movimientos por su coño. Durante el sueño llegó a excitarse, incluso creí detectar un par de orgasmos al hacerse más fuerte su respiración durante unos momentos.

A la mañana siguiente, las desperté a todas al salir el sol y las mandé a sus trabajos, para luego follarme a Caitlin por coño y culo hasta que terminé agotado. Ella no se las veces que se corrió también. Por fin, me quedé satisfecho y dormí hasta la tarde.

Por la noche, volvimos a follar, pero esta vez con calma, estuve disfrutando de sus grades tetas, conseguí que me hiciese una mamada, dirigiendo en cada momento sus movimientos porque no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Al siguiente día tocaba Diana. La madre volvió a decirme que ella se sacrificaría con gusto para que sus hijas no perdiesen su virginidad. Me lloró y suplicó, pero no le hice caso.

-Esta noche quiero a tu hija en mi cama, u os vais todas fuera.

Aceptó. Estábamos en mi choza, dio media vuelta y salió.

Esa noche, cuando me levanté después de la cena entorno al fuego, Diana se levantó también, situándose ante mí, en dirección a la choza.

-¡Por favor…! -Dijo con voz quejumbrosa su madre.

Si algo me enseñaron mis madres, sobre todo Edwina, fue a respetar a las mujeres. Nunca me pasó por la cabeza deshonrar a las muchachas, pero si era mi intención que sufrieran el castigo de pensar que lo iba a hacer.

Una vez dentro, comencé a acariciarla igual que lo había hecho con su madre. Pegado a su espalda, acaricié su cuerpo que temblaba, sus pechos, sus pezones y llegué hasta su pubis, donde me entretuve frotando por encima hasta que su respiración se aceleró, entonces la hice sentar al borde de la cama y acostarse dejando los pies en el suelo. No colaboraba, pero se dejaba hacer.

Me arrodillé ante ella y le hice separar las piernas. Al principio se negó manteniéndolas juntas con toda su fuerza.

-¿Prefieres que lo haga con violencia y luego os eche a las tres del campamento o lo hacemos con tranquilidad? Tú decides…

Tras unos segundos de indecisión, fue cediendo a mi empuje, hasta que sus piernas se abrieron completamente y ella, en un último gesto de pudor, colocó las manos sobre su coño. Yo me acerqué y comencé a pasar mi lengua por ellas, mientras mis manos acariciaban sus pechos, comprimidos entre sus brazos.

Tomé sus pezones erectos y los froté presionando. Ella retiró sus manos para llevarlas a las mías y aproveché para darle unas pasadas de lengua en el clítoris lo que la desarmó por completo.

-MMMMMMMMM –Fue su respuesta. – Por favor, no… No sigas, respeta mi honor… Por favor…

Seguí atacando su coño sin piedad, chupando su botón, que cada vez era mayor, y pasando la lengua a lo largo de todo el recorrido. Ella puso las manos sobre su vientre, al no poderlas mover estando sujetos los brazos por los míos.

Pronto sus se empezaron a oír sus gemidos de placer

-MMMMMMMMMM. SIIIII.

Me subí a chupar sus gordos pezones y acariciar sus pechos con una mano, mientras con la otra recorría su raja y metía el dedo en busca de su himen, pero sin pasarlo. Sus pechos eran más bien pequeños, a diferencia de su madre y hermana, pero sus pezones destacaban por su grosor y tamaño cuando estaba excitada. Y en ese momento, lo estaba, ¡vaya si lo estaba!

-OOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHH SSSIIIIIIIIII. ME GUSTAAAAAAA.

Sus gritos, tan escandalosos o más que los de su madre, así lo anunciaban. Seguí un buen rato sacándole gemidos de placer, hasta que le llegó el orgasmo que no sé si esperaba.

-OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. MMMMMMMMMMMMMMFFFFFFFFFFFFSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS.

Después, cayó rendida. Subí sus pies a la cama y la coloqué en posición recta, pasando directamente al sueño. Yo dormí mal. Tenía una enorme excitación, tanto interior como exterior.

De madrugada sentí que estaba despierta y se movía frotando sus muslos, pero me hice el dormido porque no estaba seguro de respetar su virginidad.

A la mañana siguiente, no había dormido casi, pero nos levantamos juntos y desayunamos con las demás. Todas fueron a sus obligaciones y yo lo organicé para que Caitlin viniese conmigo.

Cuando llegamos a las rocas de playa, aprovechando que estábamos solos, me dijo:

-Estarás contento. Por lo menos, parece que no ha sufrido tanto como yo y lo ha disfrutado desde el principio…

-Voy a follarte. Dóblate, apoya las manos sobre esa piedra y abre bien las piernas.

Se quedó parada un momento, sin entender lo que le decía, hasta que vio la erección que tenía.

-¿Mi hija no te dejó satisfecho anoche? ¿La deshonraste para nada?

-¡Cállate y ponte como te digo!

Viendo mi mal genio, se colocó como le había dicho, poniendo a mi disposición su maravilloso culo, no tanto como el de su hija, pero muy excitante también, y dejando ver tanto su ano como la suave pelusilla dorada que decoraba su coño.

La admiré un momento, mientras me pajeaba con suavidad. La hija tenía a quién salir.

Iba a metérsela directamente de la excitación que tenía, pero no quise producirle dolor, por lo que empecé recorriendo su coño con la punta de mi polla, que resbaló rápidamente de lo mojada que estaba. Si yo estaba caliente, ella era un volcán en erupción

En el momento que empezaba el recorrido, ella también empezó a hablar:

-Si hubieses aceptado mi propuesta, ahora mi hija estaría intacta y tú satisfecho… MMMMMMMM.

Y se me ocurrió una maldad. Le dije:

-Sí, tienes razón. Además, el acuerdo es de tres días con cada una. Si tu hija no me satisface, me aguantaré.

Y me retiré de ella, que rápidamente se giró y me dijo.

-No por favor John, no te quedes así. Te prometí que podrías usarme y puedes hacerlo. Por favor, sigue. Si mi hija no es capaz de satisfacerte, yo estoy dispuesta a hacerlo.

-Vuelve a colocarte. –Le respondí.

Su coño estaba entreabierto y brillante, me acerqué e hice resbalar, nuevamente, mi polla por su raja. No pudo evitar o no quiso, un leve gemido.

-MMMMM

Hice el recorrido una y otra vez, haciendo que su gemido fuese haciéndose más fuerte y largo, hasta que se abrió totalmente y mi polla resbaló por sí misma y se metió directamente:

-OOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHH.

Su exclamación, mientras entraba a ritmo lento hasta el fondo, me confirmó su calentura. Mis movimientos fueron lentos, entrando y saliendo despacio para evitar correrme rápidamente.

-SIIIII. MAAAASSS. SIIII.

Repetía cada vez más fuerte.

-OOOOOOOHHHHHHH. CÓMO ME GUSTAAAAAA.

Mi excitación estaba en el límite previo al punto sin retorno, pero intentaba que fuese ella la primera en llegar al orgasmo.

Al tiempo que la sacaba, aprovechaba para meter el pulgar, bien ensalivado, en su elástico ano, lo que la debía calentar más, porque sus gritos de placer aumentaban con ello.

-OOOOOOOHHHHHHH. SIIIII.

-¿Te gusta, verdad?

-SIIIII. SIIIII. No pareeeees

-Así no te ha follado nunca tu marido, ¿eh? No te ha follado nunca como te estoy follando yo.

-Nnnnnooo. Mi marido no sabe follaaaaar. Me estas matandoooo.

Por suerte se corrió al poco rato con un fuerte alarido de una forma que me asustó:

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Resbaló hasta caer de rodillas en la arena. Yo puse mis manos a cada lado de su culo levantándoselo, lo que hizo que reposara su cabeza de lado también sobre la arena. Sus ojos estaban cerrados, disfrutando de los últimos retazos de placer. Yo aproveché y le metí la polla en el culo, aprovechando la lubricación anterior y su elasticidad. Allí no tuve que aguantarme le di una fuerte follada y anuncié mi orgasmo.

-OOOOOOAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH. Me corroooo.

Mi primer chorro entró en su culo, al tiempo de que una ola un poco más fuerte que las demás, alcanzaba la cabeza de ella, casi ahogándola, pues no nos habíamos percatado de que la pleamar estaba alcanzando su punto máximo. Eso hizo que se incorporase y mi polla se saliese de su culo, cayendo las siguientes lechadas sobre su espalda.

Unas fuertes carcajadas me hicieron mirar al borde de la playa. Allí, a la sombra, se encontraban Jessy, Diana y Rachel. Rachel se reía hasta caerse, Diana se reía con una mezcla de alegría y desilusión y Jessy lloraba. Debía de querer marcharse, pero las otras dos la sujetaban y nos señalaban para reírse más y más.

-¡FUERA DE AQUÍ! –Exclamé cabreado- Como no volváis a vuestro trabajo, os dejo una semana sin comer.

Eso las hizo callar y salir corriendo a sus obligaciones.

Yo recogí a Caitlin, que estaba llena de arena, esperma y con más arena y agua en los ojos y la acompañé hasta el hilillo de agua que llamábamos río en el que habíamos hecho una poza para acumular agua y donde pudo lavarse.

Yo la dejé allí y volví a la pesca para aprovechar la marea alta y hacer las capturas con arpón. Luego vino ella y me ayudó con la red que poníamos para recoger la pesca cuando bajaba la marea y atrapar más peces.

Recogido todo, la tomé en brazos y la subí en una roca en la que me había fijado, que tenía una zona en la parte superior bastante plana y la parte que daba al mar, que en algún momento debió de ser algo recta, había sido desgastada por las olas, formando un entrante, ideal para colocarle el culo, lo que me facilitaba mis intenciones. Le hice doblar las rodillas, colocar los pies en mis hombros y abrir las piernas, quedando entre ellas y colocando mi cara delante de su raja… Acerqué mi boca a su coño y me dediqué a darle lengüetazos y jugar con los bordes de los labios. Sacaba la lengua y le daba unos lengüetazos rápidos durante un par de segundos en cualquier parte de su coño, desde el clítoris hasta el perineo, para luego volverla a recoger y cambiar más tarde a un recorrido de arriba abajo y de abajo arriba.

-MMMMMMMMMMMMMMM ¡QUE BUENO! SIGUEEEE PERO DAME MAAAAASSSS.

Ella intentaba hacer presión con sus pies, o soltar alguna de sus manos con las que apoyaba su cuerpo para presionar mi cabeza contra su coño, pero la postura no le permitía hacer fuerza y las manos no le llegaban.

-ME ESTAS MATANDOOOOO.

Le metí dos dedos y la estuve follando con ellos, mientras seguía dándole golpecitos con la lengua en el clítoris.

-AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH. Más fuerte, más fuerte.

La mantuve al borde del orgasmo un buen rato, subiendo y bajando el ritmo, incluso parando, hasta que arto de sus gritos, le dejé que lo alcanzara. Cuando lo hizo, presionó mi cabeza entre sus piernas, cortándome hasta la respiración, mientras lanzaba un grito como salvaje.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Al borde de la asfixia, aflojó la presión y pude respirar, recogiéndola entre mis brazos, bajándola y depositándola en la arena húmeda. La dejé mucho rato para que se recuperase, mientras miraba el bosque para comprobar que no estaban las chicas por allí.

Mi polla estaba nuevamente dura, por lo que me senté a su lado y la hice empalarse por el culo, pero sentada de espaldas a mí. En esa posición me presentaba su culo cuando sacaba mi polla, y me permitía darle fuertes palmadas en sus cachetes, dejándoselos completamente rojos mientras ella emitía gemidos de placer y pedía más.

Ella misma se estimulaba el clítoris, a indicación mía, y cuando le anuncié mi corrida, aceleró sus movimientos, alcanzando un nuevo y potente orgasmo, cayendo sobre mis piernas con los últimos restos del mismo.

Cuando se recuperó, se sentó en la misma arena y, sin darle tiempo a más, le coloqué polla ante su cara y le dije:

-Chupa.

Inmediatamente se la metió en la boca e hizo lo que pudo hasta que me corrí en ella.

La noche, empezó de manera algo similar. Acaricié a Diana para ir excitándola, pero ella me interrumpió.

-Todavía soy virgen, ¿verdad?

-Sí. Todavía lo eres.

-¿Y cuándo me vas a hacer lo mismo que a mi madre?

-Nunca, no voy a estropear tu futuro de una buena boda por eso.

-Pero yo quiero que me trates igual que a las demás. Quiero que me uses igual que a ellas.

-No. Tú harás lo que te diga. Disfrutarás igual y permanecerás virgen hasta que volvamos o hayamos perdido la esperanza. Por ahora me vas a hacer una mamada.

-¿Qué es eso?

-Chuparme la polla hasta que me corra.

-¿Cómo hizo Rachel el otro día?

-Sí, eso mismo.

-No, no puedo hacer eso, me da mucho asco.

-No te preocupes, que te acostumbrarás. Por ahora lo dejamos para más tarde.

Y me dediqué a acariciarla, lamer y chupar sus pezones y rozar su coño. Pronto respondió a mis acciones, empezando a gemir suavemente. Entonces nos acostamos, me metí entre sus piernas y le empecé a pasar la lengua suavemente hasta que sus labios se abrieron por si mismos de la excitación. En ese momento, me moví para ponerle mi polla ante su cara y le dije:

-Prueba a besarla y pasarle la lengua.

Entonces se decidió. Empezó a pasarle los labios, sacando la lengua tímidamente para luego ir metiéndose la punta poquito a poco. Yo me giré para posicionarme en un 69 conmigo encima y seguir lamiendo su coño. Ella mantenía el glande en su boca y no hacía nada, solamente emitía sonidos amortiguados por mi polla.

-Mmmmmmmm. Mmmmmmm.

Yo empecé a moverme para follarle la boca haciendo coincidir los tiempos para conseguir que cuando se la metía, le daba lengüetazos en el clítoris y cuando la sacaba, dejaba de hacerlo. Eso nos llevó un buen rato, hasta que ella empezó a gemir más fuerte y mi cara se llenó con su corrida. Seguí follándole la boca un segundo más y le advertí que me iba a correr y que tragase mi corrida.

Cuando lo hice, lo poco que eché, se atragantó y le salió por las comisuras y la nariz. Para la siguiente noche, pedí a Rachel que viniese cuando las demás estuviesen dormidas para enseñarle a hacer mamadas. Y aprendió. Ambas se hicieron expertas mamadoras.

Y llegó el día deseado y temido por mí. Hubo cambio de mujer y me tocaba con el objeto de mi devoción: Jessy.

Hacía días que no dábamos la vuelta a la isla, por lo que decidí dar una en compañía de ella.

A ninguna le gustó, y mucho menos a la madre, que intentó convencerme para llevarla a ella en lugar de a su hija, hasta que me dijo:

-Si luego no te satisface, no me tendrás a mí para hacerlo.

-Me aguantaré. Fue mi decisión cuando empecé todo esto. Podéis hacer lo que queráis. Pero si vienes tú ella se va, cuando volvamos ya no deberá estar aquí

Y dicho esto, tomé las cosas que había preparado para llevarme y me puse en marcha. Oía a alguien unos pasos detrás de mí, pero no volví la cabeza en todo el recorrido de nuestra playa de casi una milla. Cuando llegamos al primer grupo de rocas, empecé a subir y me volví para ayudar a quien fuese, pudiendo comprobar con placer que era Jessy. Me agradeció la ayuda y continuamos en la misma situación por el otro lado.

Cuando llegamos al primer lugar de descanso, al volverme después de dejar las cosas en el abrigo, vi como Jessy se retorcía las manos y daba pequeños saltitos.

-¿Qué te ocurre?

-N… Nada.

-¿Por qué estás tan inquieta?

-Tengo… una necesidad… -Dijo al tiempo que se ponía totalmente roja.

-¡Ah! Bueno. Métete entre los árboles, que no me voy a marchar.

-Es que… Tengo miedo de que me ataque algún animal.

En nuestro campamento habíamos preparado unas letrinas aisladas y protegidas para respetar la intimidad de las mujeres, pues a nosotros nos daba igual cualquier lugar.

-¿Quieres que vaya contigo?

-¡NOOOOO!

-Entonces, metete en el mar y hazlo allí.

-¡Pero ahí estaré a la vista de todos!

-Bueno… Todos, todos… No hay muchos, solamente yo.

-Pe..Pero ¡No puedo hacer eso delante de ti! Me da mucha vergüenza.

-Qué más te da. De cualquier forma, van a ser tres días. En algún momento vas a tener que hacerlo, y quizá la situación sea peor. Así que… ¡HAZLO YA!

Algo asustada por mi orden, se dio la vuelta y se dirigió hacia el agua. Su culo quedó ante mis ojos… ¡Que culo tan maravilloso! La concentración de todo el día sobre mi polla para que no se disparase, se fue inmediatamente al garete. Se me puso dura de golpe.

Avanzó hasta meterse en el agua y que esta le llegase a la cintura, entonces se agachó hasta que le llegó al cuello y se giró. Yo me retiré hasta los árboles para intentar que se bajase mi erección, saqué una de las prendas que llevábamos en previsión de frío y se la acerqué a la orilla, luego volví y estuve limpiando y preparando todo para comer. Poco después llegó ella ya vestida.

Comimos en silencio y casi sin mirarnos. Lo justo para pasarnos las cosas. Ella sonrojada y yo temeroso de que se me volviera a disparar. Tras descansar un rato reemprendimos la marcha igual que antes: yo delante y ella unos pasos detrás.

A media tarde apareció ante nosotros un barco encallado en el arrecife, totalmente desarbolado y partido en varios trozos. Me faltó tiempo para dejar las cosas en la arena y nadar hasta él e ir recorriendo los distintos trozos del mismo donde fui de sorpresa en sorpresa. Había toneles bien cerrados con contenido desconocido, pero que sería comida seguramente. Distintas armas, de entre las que me hice con una hermosa espada. Velas de repuesto y prendas de distintos tipos. En una bodega encontré 4 ovejas y un carnero vivos, además de varias más muertas. También había un caballo que estaba totalmente loco. No había forma de acercarse a él. Mordía, daba coces y no paraba quieto un segundo. Buscando el mejor momento, clavé mi espada en dirección a su corazón, muriendo por suerte rápidamente, pues había alcanzado a morderme en el hombro.

Recogí toda la madera que pude y armé una balsa bastante consistente, donde subí a las ovejas y el carnero atados de patas y bien sujetos. Aprovechando la luna llena fuera y la luz de una linterna dentro, estuve trasladando cosas a la playa hasta altas horas de la noche. Descuarticé el caballo y trasladé todos los trozos con gran esfuerzo a la orilla también. Utilicé alguna vela para cubrirlos. Cuando ya quedaba poco, una fuerte ola movió el barco y debió hacer caer la linterna, que se rompió y se inició un incendio. Todavía conseguí sacar un par de pesados toneles antes de que fuese imposible acercarse a las grandes llamas que se produjeron.

Me dormí agotado, viendo las llamas contrastando con el amanecer. Cuando desperté, unas pocas horas después, según la posición del sol, le dije a Jessy que quedase al cuidado de aquello y me fui en busca de ayuda para trasladar todo.

Poco después de mediodía, me encontré con las mujeres que venían corriendo. Al parecer, Caitlin se había levantado temprano y había visto la columna de humo. Pensando que teníamos problemas, se habían lanzado para ayudarnos, de modo que a última hora de la tarde estábamos de nuevo todos juntos. Como por unas cosas o por otras, estábamos cansados, dormimos como pudimos para empezar el traslado de las cosas a primera hora de la mañana siguiente.

Lo primero fue preparar parihuelas para transportar todo y luego organizar grupos para llevarlas, puesto que no todas tenían fuerza suficiente para moverlas.

Ellas se llevaron las cosas de menos peso, quedando yo solo para ahumar y preparar la carne y que no se nos estropease. Volvieron al día siguiente por la tarde, volviendo a cargar lo que les había preparado, sobre todo carne, que todavía quedó para un tercer viaje. Por último, el cuarto día se llevaron otra parte, quedando las cosas muy pesadas allí, con intención de volver para llevarlas por partes, siguiéndolas yo con las ovejas.

Llegamos ya de noche, porque el cansancio acumulado nos obligaba a frecuentes paradas y a viajar más despacio.

A la llegada, recogimos rápidamente, dejando para el día siguiente el hacerlo mejor, y nos fuimos a dormir. Yo fui a mi choza, sin decir nada por el cambio de pareja, siendo seguido por Jessy, después de un rato de susurros que no escuché. Me tumbé en la cama y semi en sueños me di cuenta de que ella se acostaba a mi lado.

Cuando me desperté, el sol ya estaba alto. Me levanté y fui a comprobar lo que habíamos traído. Entre los grandes de poco peso, había forraje seco para los animales, en otros había manteca, diversos cereales, etc. Había utensilios de cocina que nos vinieron estupendamente. Velas de lona que utilicé para proteger nuestras viviendas y hacerlas más impermeables a la lluvia y los vientos, además de otros útiles.

Había guardado unos buenos trozos de carne sin ahumar y ese día comimos carne asada hasta hartarnos. Fue una grandísima fiesta.

Por la noche, llamé a Rachel a mi cama, pues era su turno, cuando saltó Jessy.

-Me toca a mí. El turno es mío.

-No. Le toca a Rachel. Tu turno ha pasado con creces.

-Pero no me has usado…

-Eso no tiene nada que ver. Tú tenías que estar conmigo tres noches y has estado cuatro. Ahora le toca a Rachel.

Follamos como posesos hasta el amanecer, momento en que nos dormimos agotados, no sin antes agradecer a Rachel lo que me había hecho disfrutar.

-No tienes nada que agradecerme. Yo también disfruto mucho contigo y me tienes a tu disposición para lo que quieras durante todo el tiempo que estemos aquí. –Y me soltó de golpe:- Por cierto, no te has dado cuenta, pero Jessy está enamorada de ti.

No supe que decir. La mujer de mis sueños me correspondía. Y con ese pensamiento me quedé dormido.

Al día siguiente todos nos levantamos tarde. Nosotros por habernos dormido tarde y agotados, ellas por haberse dormido más tarde y excitadas.

Durante los dos días siguientes seguimos trayendo lo que quedaba. Una tenía que quedarse al cargo de los animales, para que no se fuesen y decidió quedarse Jessy, que no había dicho una palabra desde la noche del cambio, y solamente la había visto llorar, pero no estaba por la labor de aguantar sus problemas. Los dos días hubo que salir a recoger a los animales porque se le habían escapado.

Los días siguientes pasaron con normalidad organizando todo, volviendo a pescar, aunque ahora teníamos la alimentación muy mejorada, hasta que llegó el segundo día de estar con Diana, en el que, a la hora de la cena, hice el comentario de que al día siguiente comenzaríamos otra ronda alrededor de la isla, ya que la otra había quedado incompleta.

-¡No puede ser! –Saltó Jessy hablando por primera vez en los últimos días.

-¿Cómo? ¿Por qué no puede ser?

-Pueees. Porque mañana es el último día con Diana y al otro toca cambio de turno. Con el tiempo que cuesta dar la vuelta, van a ser muchos días sin tener a nuestra madre o a Rachel para desfogarte.

La otra noche, después de la confidencia de Rachel, llegué a dudar de que fuese cierto, pues su actitud hacia mí era de como que no me soportaba, pero en este momento me pareció que había algo de celos por su hermana, lo que me hizo pensar que quizá fuese cierto.

-Bueno, está bien, iremos cuando cambie el turno.

-Pero a mí no me importa ir. –Saltó inmediatamente Diana.

-Es mejor que te quedes tú. Tu hermana puede ayudarle mejor si lo necesita, como ocurrió el otro día.-Dijo la madre.

Me dio la impresión de que algo sabía o que tenía alguna otra intención. Mucho después me enteré de que sabía lo de su hija, que entre nosotros había distanciamiento y que no la había tocado para nada, a diferencia de la pequeña, por lo que prefirió enviar conmigo a Jessý, pensando que tenía menos posibilidades de “desgraciarla” (fue lo que me dijo) que con la pequeña, con la que había tenido más intimidad.

Así quedó la cosa. Al día siguiente, la madre hizo que nos apartásemos de todas para que la follara, “para que no vengas con tantas ganas”. Por la noche, estaba comiéndole el coño a la hija, cuando entró la madre.

-¿Qué quieres? –Le pregunté.

-Vengo a complacerte de nuevo para que tengas un viaje tranquilo.

-Muy bien. Sube a la cama y ponte fóllate tú misma. –Le dije mientras hacía dar la vuelta a Diana, quedando a cuatro patas y me colocaba entre sus piernas, bocarriba para seguir comiendo su coño y dejando mi polla a disposición de la madre.

-No sé si sabré. Nunca lo he hecho. ¿Por dónde me la meto?

-Seguro que sabrás. Haz como el otro día en la playa. Busca tu placer y todo irá estupendamente. Y métetela por donde más te guste. De momento, chúpamela un poco y pónmela bien dura.

Sin perder un segundo, se puso a mamarla y ensalivarla bien, para enseguida empalarse por el coño si esperar más. Lo tenía más mojado que mi polla recién chupada.

Se la fue metiendo despacio. Sus suspiros indicaban que disfrutaba de cada milímetro que entraba.

Yo me dedicaba a recorrer con mi lengua los labios del coño de Diana, mientras sujetaba su culo para evitar lo que ella quería: clavar su coño en mi cara y frotarlo bien para correrse.

La madre, una vez tuvo toda la polla dentro, comenzó a subir y bajar sobre mi polla, cada vez más rápido, hasta que se desequilibró en uno de los movimientos y lo hizo echando el culo para atrás, lo que hizo que mi polla rozase y presionase con fuerza el clítoris.

A partir de ahí, di gracias a que los hombres no tenemos hueso en la polla, porque estoy seguro de que me lo hubiese roto. Sus movimientos frenéticos atrás y adelante, doblando mi polla para que rozase bien, llegaban a producirme dolor, lo que hacía que aflojase la erección permitiéndole un mayor roce y más excitación para mí, con un nuevo dolor y nueva flojedad.

Se corrió con grandes gritos, como siempre, pero no por eso detuvo su marcha. Me estaba matando sin dejarme llegar a mí, pero estaba disfrutando como nunca.

Yo seguía castigando a la hija con mi lengua, dando vueltas a su clítoris, pero sin atacarlo a fondo, recorriendo su raja pero por los bordes, con algún suave latigazo con la punta en el centro. Poco después, la madre alcanzaba un segundo orgasmo, y coincidiendo con su grito, la hija alcanzó el suyo confundiéndose ambos.

La madre se detuvo un momento y la hija se dejó caer a mi lado. Yo le dije a la madre:

-Venga, haz que me corra de una vez, ¿O tendré que follarme a tu hija?

Se puso en marcha de nuevo, aunque esta vez seguía mis indicaciones para que se pudiese frotar sin hacerme daño y poder llegar yo.

La hice inclinarse sobre mí para poder coger los pezones de sus grandes tetas y estirarlos unas veces y acariciar otras, mientras ella imprimía un movimiento más rápido cada vez. Estaba frotándolos cuando volvió a lanzar un nuevo grito.

-ME CORROOOOOO. AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Y yo ya no pude más.

-SIIIIII. Y YOOooooo.

Quedamos en la cama tendidos. Yo esperaba volver a empezar, pero me quedé dormido con ellas una a cada lado y así amanecimos.

Por la mañana me levanté temprano, preparé provisiones y agua, -aunque en el camino había tres sitios donde beber, siempre llevábamos agua en unos recipientes hechos con caña de bambú- y mientras se fueron levantando todas.

Desayunamos y di orden de partida a Jessy, saliendo yo primero y ella varios pasos detrás, como siempre, y sin decir ni una palabra. Llegamos al punto donde solíamos parar a medio día para comer. Yo mismo saqué las provisiones y preparé las raciones de ambos. Ella tomó la suya y fue a comérsela a la orilla del mar, mientras yo me quedaba a la sombra de los árboles.

Comidos y descansados reanudamos la marcha sin que la situación cambiase hasta el lugar donde dormimos. En todo el camino hice algunos comentarios que no recibieron respuesta. Encendí fuego y mientras ella preparaba algo para cenar, yo colgué las hamacas de los árboles, dejó mi cena a un lado y la comimos separados, acostándonos pronto sin que me dijese nada.

El segundo día amaneció nublado y empezamos temprano nuestro camino. Tras la comida, mientras cruzábamos un grupo de rocas, se desató un diluvio con fuerte viento que hacía imposible caminar al golpearnos las gruesas gotas de agua con mucha fuerza. La tomé del brazo y la arrastré hasta una oquedad junto al mar, donde nos pudimos guarecer del viento y la lluvia, pero no contaba con el mar. Una enorme ola entró en la pequeña oquedad, terminando de mojarnos y arrastrando nuestras pertenencias hacia fuera. Por suerte mi agilidad me permitió recuperarlas antes de que el agua se las llevase lejos, aunque no pude evitar que todo quedase tan empapado como nosotros.

El temporal duró toda la tarde, hasta casi el anochecer, que se convirtió un fuerte y frío viento. Aproveché la última luz para reunir un buen montón de madera frente a otra oquedad más segura y estrecha. El fuego quedo en la entrada, pero resguardado. Coloqué todo lo que llevábamos en la bolsa alrededor de las llamas, sujetando las telas con piedras para que no se las llevase el viento y se secase, vacié la bolsa donde llevábamos la comida y pertenencias, tirando la carne salada y mojada, separando la fruta y poniendo todo el resto, puesto que estaba hecho de tela, a secar también.

Jessy, sentada junto al fuego me veía hacer pero sin colaborar.

Cuando terminé, avivé bien el fuego y cenamos tranquilamente con parte de las viandas que nos habían quedado. Luego me dediqué a retirar a un lado toda la arena seca que pude, haciendo una cavidad en el suelo. Al terminar, la hoguera estaba baja, por lo que tomé gran cantidad de cenizas y rescoldos, las extendí por el hueco y puse nuevamente la arena encima.

Eso nos dejó un lecho caliente, que cubrí con hojas bastante secas que había recogido junto a la madera.

-Vamos a acostarnos antes de que tengamos más frío. –Le dije.

Ella se puso en un lado, de costado y espaldas a mí. Yo también tuve que ponerme de costado, pues el espacio no daba para mucho. Le hice levantar la cabeza y pasé mi brazo bajo ella.

-Recuéstate sobre mí y estarás más cómoda.

No dijo nada. Se quedó un rato pensativa, pero lo hizo, quedando uno de sus cachetes sobre mi polla.

Con la otra mano esparcí hojas prácticamente secas y algunas ramas para cubrirnos y terminé colocándola sobre su vientre y acariciándola con suave masaje mientras mi otro brazo cruzaba su cuerpo y mi mano tomaba posesión de su pecho y lo acariciaba.

No pude evitar el presionarla contra mí, para disfrute de mi polla.

-¿Me vas a hacer gritar?

-¿Por qué lo preguntas? ¿Quieres? –Le dije suavemente junto a su oreja.

-…

-Ssí. Bueno… No.

Retuvo mi mano que bajaba a su coño.

-Por favor, no. No quiero que sea así. Quiero que sea con alguien que me quiere y al que yo quiera. Y, además, ese hombre será solo mío. No quiero compartirlo con nadie.

-Entonces, ¿yo estoy excluido?

-Mientras sigas con mi madre, mi hermana y Rachel, sí.

-¿Por qué no les preguntas qué les parece a ellas cuando volvamos?

-Porque si quieres algo conmigo, debes ser tú el que decida no estar con ellas y dedicarte a mí en exclusiva.

No respondí a eso. Notaba los latidos de su corazón acelerados e imagino que esperaba que siguiese hablando y aceptar sus condiciones, cosa que no hice.

A pesar de tener mi mano sujeta, no dejaba de acariciar su vientre hasta el borde de su pubis, mientras mantenía la otra inmóvil sobre su pecho. Al terminar de hablar, me quedé quieto y poco después me dormí.

Al rato, me desperté por la bajad de temperatura como consecuencia de que se había ido consumiendo la madera, por lo que me incorporé para echar más leña al fuego y volví a mi sitio. Indudablemente, mis movimientos tuvieron que despertarla, pero no lo demostró, y eso que volví a meterme en el hueco, presionarla contra mí, pasar mi brazo bajo su cuello y coger su pecho.

Lo único que la delató fue el ligero movimiento que hizo para encajar mi polla en su culo.

Como si fuese sin querer, fui metiendo mi pierna entre las suyas, abriendo un ligero hueco poco a poco. Debía de estar impaciente, pues movió la pierna para facilitar mi objetivo. Estaba disfrutando como nunca.

Hice un movimiento de pelvis hacia atrás para cambiar la dirección de mi polla y que dejase de apuntar a sus riñones para pasar a apuntar al frente, rozando su coño. Una inspiración-expiración un poco más fuerte me indicó que iba por buen camino.

Una mano la llevé a su monte de venus, justo en el borde de su coño y la moví en círculos, presionando ligeramente para que se moviese su piel al tiempo que mis dedos e hiciese mover su clítoris encerrado entre los labios. Con la otra, acaricié su pecho y pezón, y con mi polla realizaba ligeros movimientos de frotación.

Al momento empecé a notar que mi polla resbalaba con mayor suavidad y un poco más tarde la tenía totalmente mojada. Entonces, hice un movimiento de pelvis hacia atrás, dejando mi polla fuera del roce con su coño y detuve todos los movimientos, buscando dormirme otra vez, y poco después simulé un breve ronquido que fue respondido por un quejido de ella.

La escena la repetí tres veces, hasta que el sol escasamente se había despegado del horizonte. Me levanté y comprobé que las prendas y la bolsa estaban secas y me la puse, también comprobé la de ella y la coloqué a su lado. Ella seguía simulando dormir. Avivé el fuego y salí a pescar algo y recoger fruta para desayunar.

Después de reponer fuerzas, partimos nuevamente para continuar nuestra ronda. A media mañana, otra vez estaba amenazando temporal lluvia comenzando a llover cuando comenzábamos a cruzar el siguiente bloque de rocas, por lo que aprovechamos la primera oquedad para guarecernos. Pensamos que sería algo breve, pero a cada momento era más fuerte, hasta el punto que se hizo de noche sin poder salir, bloqueados por la fuerza del viento y la lluvia que azotaba el cuerpo como si fuesen agujas, como pude comprobar cuando desnudo, intenté salir en busca de algo para comer y leña seca para encender fuego y no pude hacerlo.

En esa salida, los escasos cinco pasos que di fuera, me quedó el cuerpo cubierto de agua como si me hubiese metido al mar, además de aparecer gran cantidad de manchas rojas donde el agua había golpeado con dureza.

Empecé a secarme con cuidado para no sufrir más de lo necesario al tocar las zonas golpeadas.

-Deja que lo haga yo. –me dijo Jessy tomando de mis manos el paño que utilizaba.

Fue secándome con cuidado toda la espalda, bajó por mi culo y secó mis piernas, arrodillada. Entonces pidió que me diese la vuelta. Cuando lo hice, mi polla enhiesta quedó a la altura de su boca.

-¡Oh! –Exclamó

-Sí. Está así porque necesito una mujer, y como tú no quieres… Por lo menos, podías aliviarme un poco. Eso no te perjudicará y a mí me solucionará muchas molestias.

-¿Y qué tengo que hacer?

-Cógela con tu mano, así, y muévela adelante y atrás, así. –Le enseñé cómo hacerlo. – Puedes darle besos también, pasar la lengua o simplemente, dejar tus labios alrededor de esta parte mientras mueves la mano. –Le dije mientras señalaba el glande.

Resultó ser bastante torpe. Le estuve dando indicaciones todo el tiempo y si no hubiese sido porque estaba enamorado de ella y su cuerpo me excitaba de cualquier manera, la hubiese dejado allí mismo.

Por fin, después de un buen rato, sentí la llegada de mi orgasmo, por lo que le dije que metiese el glande en la boca y lo acariciase con la lengua, al tiempo que movía la mano.

-AAAAHHHHHH. Me corroooo. No te separeeess.

No me hizo caso y se la sacó de la boca con intención de decir algo. Por ello, la primera lechada se repartió entre el interior de su boca, sus labios y barbilla. Soltó mi polla y el resto cayó sobre su ojo, cara y pelo.

No pude evitar un juramento al sentir abandonada mi polla al principio de la corrida. Me separé bruscamente y me alejé de ella.

-Lo he hecho muy mal, ¿verdad?

Con cara y gesto de disgusto me volví hacia ella y le dije:

-Digamos que tienes mucho que aprender si quieres saber cómo complacer a un hombre. Y como no aprendas, llevarás el mismo camino que tu madre. Te encontrarás casada con alguien como tu padre, un hombre que pasará la mayor parte de las noches en el club, rodeado de putas y solo irá a tu cama para preñarte porque no encontrará otro aliciente en ti.

Reconozco que fui algo duro, pero tenía que convencerla para poder follarla. Se puso a llorar, y entre sollozos me dijo:

-Pero a mi madre la oigo gritar, y son gritos de placer…

-Eso es cuando está conmigo, que la he enseñado a disfrutar del sexo, y todavía tiene mucho que aprender. Creo que cuando volvamos iniciaré una nueva ronda con ella para comprobar si estos temporales han traído algo más que agua, y de paso resarcirme de ésta.

Esta vez, el hueco en que nos encontrábamos, no daba para acostarnos. Durante el día habíamos permanecido apoyados y sentados en rocas laterales, pero al llegar la noche, no podíamos descansar así, ni podíamos tumbarnos en el suelo, pues los pies quedaban muy afuera y estaba lleno de piedras, algunas puntiagudas.

Le propuse poner la bolsa en el suelo, sobre la que me sentaría yo y ella se pondría uno de los camisones y lo haría en mi regazo. Luego ambos nos envolveríamos con las hamacas para no pasar frío e intentaríamos dormir hasta el día siguiente.

Ella aceptó y así lo hicimos. Intentamos dejar las piedras más planas, quitando las puntiagudas, conseguimos una postura cómoda dentro de las posibilidades, y nos cubrimos bien, dispuestos a dormir.

Yo, sentado sobre la bolsa de viaje llena de distintas prendas de tela, con las piernas juntas y la espalda apoyada en la parte más lisa de la roca y con un buen rollo de hamaca entre medias. Ella sentada sobre mi pelvis, las piernas abiertas, una a cada lado de las mías, su espalda sobre mi pecho, su cabeza junto a la mía y mis manos sobre su regazo, sujetándola, y ambos cubiertos por la hamaca. De esa forma intentamos dormir.

Relato erótico: “De plebeyo a noble 5 – Jessy” (POR AMORBOSO)

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“Yo, sentado sobre la bolsa de viaje llena de distintas prendas de tela, con las piernas juntas y la espalda apoyada en la parte más lisa de la roca y con un buen rollo de hamaca entre medias. Ella sentada sobre mi pelvis, las piernas abiertas, una a cada lado de las mías, su espalda sobre mi pecho, su cabeza junto a la mía y mis manos sobre su regazo, sujetándola, y ambos cubiertos por la hamaca. De esa forma intentamos dormir.”

No tardó mucho en hacer ligeros movimientos para conseguir que mis manos bajasen hasta su pubis. Yo la dejé hacer y seguí su juego, hasta que las coloqué sobre su coño, sobre la tela, pero sin mover absolutamente nada.

-John. ¿Duermes?

-Humm. ¿Qué pasa?-Disimulé.

-¿Tienes calor? Yo tengo mucho.

-No. Yo no tengo, estoy bien. Pero podemos abrir un poco la hamaca…

-Creo que sería mejor que me quite el vestido. Así tú no tendrás frío y yo estaré mejor. Si luego tengo frío me lo pondré por encima. –Me interrumpió.

Y así lo hicimos. Se puso de pie ante mí y se quitó el vestido, quedando su culo desnudo, su precioso culo, ante mis ojos, lo que hizo que mi polla se pusiese como una piedra, echando al traste todos los esfuerzos que había hecho hasta ese momento para que no ocurriese. Rápidamente volvió a sentarse y nos colocamos como al principio.

Sentir la piel de su espalda sobre mi pecho y la de su vientre bajo mis manos me la puso más dura si era posible, pero contuve mis deseos. Ella volvió a sus movimientos hasta que mis manos quedaron sobre su coño.

-¿Estás incómoda? –Le pregunté.

-No. Ya no.

-Como te mueves tanto…

-E… Estaba buscando la mejor posición, pero ya no me moveré más.

-El problema es que con tanto movimiento, me has excitado otra vez y me está molestando la polla.

-Lo siento… ¿Qué puedo hacer? ¿Lo mismo que antes?

-Casi mejor que no. No tienes ni idea, y para dejarme a medias, prefiero aguantarme hasta que volvamos al campamento. Haz el favor de no moverte tanto y evita frotar tu culo con mi polla.

-¡Pero… si no me enseñas! ¿Cómo voy a aprender? –Dijo entre sollozos.

-A ver si te aclaras. Quieres aprender pero yo no valgo porque quieres un hombre en exclusiva y yo estoy con todas, sin embargo quieres que te enseñe pero que no te haga nada. ¡Cuando sepas lo que quieres realmente, dímelo, pero no me hagas perder el tiempo con tantas tonterías! Tampoco tengo interés en estar con mujeres que no sepan complacerme. –Le respondí enfadado, aunque distaba mucho de estarlo.

-¡Tú sí que vales. Lo que no me gusta es compartirte! Enséñame por lo menos a hacer bien lo de esta tarde.

-¿Qué más te da? Si volvemos, que volveremos, te casaras con un idiota rico que te follará por compromiso y que al terminar se irá al club con su amiguita.

-Por favor, John. Yo no quiero eso. Quiero disfrutar y gritar como lo hacen mi madre, mi hermana o Rachel y quiero que lo hagas tú, no un idiota rico.

Yo hice como que me lo pensaba y acepté. Me puse de pie, ayudándola a levantarse y coloqué la bolsa delante de mí y le di las instrucciones.

-Arrodíllate y hazme una mamada hasta que me corra. Trágate todo y déjamela bien limpia cuando termine. ¿Lo has entendido? –Le dije.

-Sí. ¿Qué tengo que hacer? –Dijo mientras se arrodillaba sobre la bolsa.

-Coge mi polla y recórrela con la lengua, ensalivándola bien… Sí, eso es… Vas bien, muy bien.

-Lame también los huevos cuando bajes… Si, así… Vuelve a subir hasta la punta.

-Esa parte es el glande. Es muy sensible. Dale pequeños lengüetazos alrededor. Así no, abre la boca, saca la punta de la lengua y aproxímate más… Ahora muévela rápidamente… Eso es…

-Ve metiéndote la punta en la boca, rodeándola con tus labios… Sí… Recoge los dientes… Eso es.

-Ve metiendo y sacándola. Hazlo cada vez más profundo… Presiona con la lengua… Así… Acaricia con la lengua cuando tengas la punta entre los labios… Siiii. Aaasii…

-Acaricia con tu mano los huevos… Eso es, pero no dejes de chupar… Oooohhhhh… Asiiii

-Métetela entera en la boca.

-Es muy grande y no me cabe. Me dan arcadas

-Sigue y no te pares. Si te dan arcadas, aguanta.

Tuve que coger su cabeza y guiar sus movimientos, clavándola cada vez más.

-¿Ves cómo? Así lo tienes que hacer. Pero sigue acariciando mis huevos.

-Oooogggggg Puaaggg.

Le follaba la boca sacándola y metiéndola a fondo, mientras ella emitía sonidos de náuseas que acallaba al volverla a meter. Al rato ya se había acostumbrado y pudo dedicarse a hacerme gozar de la mamada.

-Me voy a correr. Quiero que te tragues todo y me la dejes bien limpia.

-Mmmmmiiiii.

-OOOOOhhhhhhh. Me corroo.

Y le solté todo dentro. Hizo mención de apartar la cabeza, pero se la estaba sujetando por detrás y no le quedó más remedio que tragar, aunque tosió y algo salió por la nariz y las comisuras.

Cuando solté su cabeza, se apartó rápidamente, dejando un hilo de saliva y esperma que colgaba desde su boca a mi polla.

Me costó un momento recuperarme, porque a pesar de todo, la corrida había sido muy buena, pues no en vano llevábamos mucho rato con las enseñanzas.

-Otra vez la has cagado al final. Creo que te va a costar mucho aprender. Cuando volvamos, pide a Rachel o a cualquiera de las otras que te enseñe bien. –Le dije solamente para herir su amor propio.

-La próxima vez lo haré mejor, te lo aseguro.

-Ya veremos. Vamos a colocarnos otra vez para ver si podemos dormir unas horas.

Volvimos a colocarnos en la misma posición, solo que esta vez mi polla ya no estaba dura.

-Yo… Yo… -Tartamudeó.

-Qué te pasa.

-Me da vergüenza decirlo. –Yo me imaginaba ya qué era.

-Es queeee… Tengo una sensación extraña.

-Qué sientes.

-Me da mucha vergüenza…

-Bueno… Si prefieres me lo cuentas mañana.

-Nooooooo… Creo que es mejor ahora… -Hizo una pausa.- Cre… Creo qqqque yo también estoy excitada.

-¿Cómo dices? –Había hablado muy bajo, pero yo me regodeé en su vergüenza.

-Queee… Cre… Creo qqqque yo también estoy excitada.-Repitió

-¿Cómo? –Insistí

-Que yo también estoy excitada.

-¡Ah! Bueno. Ya me había dado cuenta, pero como no quieres nada conmigo…

-¡Sí que quiero! –Dijo rápidamente y con voz exaltada. Luego continuó más flojito:- Me… Me podrías hacer como el día que me castigaste.

Yo llevé una mano a sus pechos, tomando uno y acariciándolo, mientras la otra la bajé a su coño, colocándola encima e imprimiéndole movimientos circulares.

-¿Te gustó que te castigase el culo?

-MMMMMMMM. Siii. Me excitó mucho, sobre todo las caricias.

-¿Disfrutaste? ¿Te corriste?

-AAAAHHHH. No lo sé. Solo sé que me gustó mucho y que desde entonces, estoy deseando repetir.

-¿Y ahora te gusta?

-OOOOOHHHHH. SIIIII.

-¿Qué te gusta que te haga?

-Lo que quieras, pero no pareees. SIIII

Disfruté acariciando sus preciosos pechos coronados por gruesos y largos pezones, consecuencia de su excitación.

Disfruté también de su excitación cuando pasaba los dedos recorriendo los bordes de su coño ya abierto y encharcado.

-Uffffff. AAAAAAHHHHHH.

Emitía sonidos que remarcaban su placer y me animaban a seguir con mis caricias. Pronto empezó a mover el culo para sentir más fuertes mis caricias, yo lo evitaba, pero el movimiento de ese precioso culo no me resultaba indiferente. Mi polla se puso morcillona, sin llegar a una erección importante.

La levanté lo suficiente y me moví para poder pasar mi polla hasta su coño, desde atrás y masturbarla con ella mientras me la masajeaba metida entre sus pliegues, en contacto directo con su clítoris.

Entre el tiempo que llevaba excitándola, la excitación anterior y el ataque directo a su coño, no tardó en correrse con un gran escándalo, mientras yo aceleraba la frotación sobre mi polla.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH. ¿QUÉ ES ESTOOOO?

Fue un orgasmo intenso, que la dejo desmadejada sobre mí. Apenas se recuperó, seguí con el masaje sobre mi polla que, a su vez, se transmitía a su coño y clítoris, volviendo a recuperar ella la excitación máxima y que a mí también me estaba gustando, hasta el punto de que poco después, ella tuvo otro escandaloso orgasmo y que me hizo alcanzar el mío, retirándola antes de su coño y echando todo sobre las piernas de ambos.

-Gracias. –Me dijo. Yo besé su cuello, recompuse nuestro abrigo, la abracé nuevamente como al principio y nos dormimos hasta entrada la mañana.

Recuerdo que casi no me pude levantar, anquilosado por la postura, sin embargo ella había dormido estupendamente y se levantó sin problemas. Cuando pude ponerme en pié, comprobé que el temporal había desaparecido, el sol brillaba de nuevo y anunciaba un día espléndido.

Buscamos y encontramos un poco de fruta que compartimos para calmar el hambre, pues llevábamos desde la mañana anterior sin comer nada, y partimos siguiendo nuestra ruta.

Estuvimos andando todo el día. De vez en cuando parábamos un momento para coger algo de fruta y comer, o para beber, incluso seguimos andando una vez anochecido, aprovechando la luna llena y la larga playa de varias millas en la que estábamos, hasta llegar a otro grupo de rocas, donde terminamos la noche durmiendo.

El amanecer del nuevo día nos encontró andando de nuevo y puesto que al igual que en días anteriores no encontramos nada importante, al anochecer estábamos ya en el campamento, donde reunidos alrededor del fuego y comiendo en condiciones, contamos la historia de las fuertes tormentas que habíamos encontrado, he hice el comentario de que tendríamos que salir pasada una semana o diez días para ver si había llegado algo.

Esa noche me fui a la cama con Rachel, que si bien no gritó tanto como las otras, empezaba a dejarse llevar y demostrar su placer con gemidos bastante más fuertes que al principio.

Al día siguiente y los sucesivos Jessy estaba totalmente distante. Cuando le tocó el turno a ella, fueron un día cada una de las otras las que repitieron, porque ella se encontraba indispuesta.

Quince días después tocaba el cambio de Rachel a Caitlin al día siguiente, y anuncié un nuevo viaje, lo que significaba que sería la madre la que me acompañase y por tanto le dije que estuviese preparada temprano.

-No puedes ir con ella, tienes que ir conmigo. Me lo dijiste. –Saltó Jessy.

-Yooo. Cuando te dije eso.

-Cuando me dijiste que me enseñarías y todavía no has empezado.

-También me dijiste que quieres dedicación exclusiva y aquí hay otras opiniones a tener en cuenta. De todas formas, aunque prefiero a tu madre, si ella no tiene inconveniente, yo tampoco. Habla con ellas y expón tus deseos, pero debes saber que si vienes, no volverás virgen y que seré de todas las que lo deseen. Poneos de acuerdo y mañana, que una de vosotras esté preparada.

Y le dije a Rachel que fuese con ellas a discutir el tema como interesada.

Las oí hablar durante mucho rato, hasta que me quedé dormido pensando que no volvería. Pero volvió y me despertó con una mamada y ambos impedimos el sueño de las demás durante un buen rato con los gemidos, suspiros y algún grito de la follada que nos pegamos.

Por la mañana no pregunté. Desayunamos y prepararé el equipaje con todo lo necesario, incluida un poco de manteca. Al terminar dije:

-¿Quién viene?

-Yo. –Dijo Jessy.

-¿Ya habéis solucionado todo?

-Sí. Hemos acordado que solamente yo pasaré la noche contigo. Cuando terminen de follar, se marcharán, y entonces entraré yo y pasaremos la noche juntos. Pasarás una noche con cada una y la siguiente conmigo. La noche que estés conmigo, no me iré de tu lado.

-Y por qué no lo hacéis de otra forma: En la cama cabemos tres y tú Jessy, puedes venir a la cama y estar a mi lado cuando venga alguna de las demás y luego dormimos los tres juntos.

-No sé si podré soportarlo.

-Verás como sí. A la vuelta lo probaremos y decides.

Después de eso partimos a una nueva ronda.

En ese viaje, había muchos restos de madera y telas. Anteriormente lo habíamos notado porque llegaban hasta nuestra playa, cosa que no era habitual, y habíamos acumulado gran cantidad. Ahora, al pasar a la siguiente playa, había más acumulación y pasamos mucho tiempo sacando madera y llevándola a la zona seca, así como prendas y algas. Yo saqué dos arcones de ropa, cuyo contenido pusimos a secar y de donde saqué una buena cantidad de monedas, junto a una caja de latón sellada, que guardé por si tenía algo importante.

Conseguí sacar varios toneles de agua, ron, harina y manteca que no se habían destrozado, como otros muchos cuyos restos aparecían diseminados.

Cuando terminamos, estábamos agotados y hambrientos, por lo que nos pusimos a la sombra de los árboles para comer y descansar. Durante el día no habíamos hablado otra cosa que no fuera: “ayúdame con esto”, “recoge aquello”, etc. Durante la comida no hablamos nada, por eso me extrañó que poco después de terminar dijese:

-¿Tenemos tiempo para que me enseñes algo más?

Yo, que me encontraba acostado sobre la hierba y con los ojos cerrados, le dije:

-Desnúdate, sácame la polla y demuéstrame lo que aprendiste la otra vez. A ver si me haces una buena mamada por fin.

Al sonido de deslizamiento, abrí los ojos y… Se me puso dura de golpe. Mientras trabajábamos n le había prestado la debida atención, pero ahora que se encontraba junto a mí…, no era una mujer que me ayudaba. Era ella. Su preciosa cara, sus hermosas tetas, ni grandes ni pequeñas, su cuerpo escultural, su coño cubierto por un ligero bello rubio…

Cuando agarró mi polla, se infló y puso como un duro mástil al que se aplicó a lamer con gran interés. Se repartía entre el recorrido en toda la longitud con lametones al glande o los huevos.

Cuando la tuvo bien ensalivada, se la metió en la boca. Al principio solamente le entraba hasta la mitad, pero ella misma se esforzó hasta que consiguió que le entrase entera. Había aprendido con rapidez. Puso todo su empeño y al poco tiempo, me tenía al borde del orgasmo.

-Me voy a correeerrr. Ooooohhhhh.

Ella forzó más la penetración y acarició mis huevos. De repente, hizo presión sobre mi perineo y…

-OOOOOHHHHH. ME CORRROOOOO.

Y solté toda mi carga directa a su estómago. Cuando terminé de soltarlo todo y se me bajó la erección, ella siguió chupándomela hasta que quedó totalmente limpia, y me la dejó con una media erección.

-¿Lo he hecho bien?

-Sí, muy bien. Pero has hecho cosas que yo no te había enseñado. ¿Quién te las explicado?

-Rachel. Durante todos estos días atrás me ha estado dando explicaciones de cómo hacer muchas cosas.

-Está bien. Lo iremos viendo estos días. Esta noche probaré tu culo.- Sólo de pensarlo se me puso casi dura otra vez.

-¿No me vas a hacer nada a mí ahora?

-No. Espera a la noche.

Me pareció observar un mohín de disgusto, pero no dijo nada más. Nos vestimos y seguimos la ronda.

Fue un viaje muy penoso. En la playa larga, la siguiente, nos encontramos muchos restos y cadáveres. La tormenta debió de ser horrible en alta mar, y debió afectar a algún barco grande o a más de uno. A ella le mandé recoger las telas y maderas, mientras yo me dedicaba a enterrar a los tres hombres y cinco mujeres, dos de las cuales eran muy jóvenes, probablemente hijas de los otros.

Procedí como siempre, recuperé las cosas que podían valernos y enterré sus cuerpos. Recuperamos todo lo que pudimos y lo almacenamos para recogerlo en otro momento y usarlo cuando hiciese falta.

Al anochecer tras organizar el campamento y comer algo, me senté en la hierba, con la espalda apoyada en un árbol y la manteca en la mano.

-Vamos a empezar dilatando tu culo, que es lo próximo que te voy a follar. Ponte a cuatro patas delante de mí y acerca bien el culo.

Así lo hizo. Colocó una pierna a cada lado mío y se arrodilló, dejando su maravilloso culo ante mi cara, incluso dejó la cara sobre mis piernas, con lo que, además, me ofrecía su coño. Yo tomé la grasa y fui untando mi dedo y metiéndosela por el culo, a la vez que con la otra acariciaba su raja, recorriéndola de una punta a la otra. Me sorprendió la facilidad de entrada y más tarde lo rápido que dilataba y lo que parecía gustarle.

-¿Te la han metido por el culo alguna vez?

-No, nunca. ¿Por qué?

-Porque mis dedos (tenía tres metidos ya) entran con mucha facilidad.

-Es porque… Rachel me lo ha dilatado estos días con una… una fruta gruesa y alargada. Mmmmmm.

El roce sobre su coño la estaba excitando, como demostraba su humedad, y mis dedos en su culo no le desagradaban. Cuando consideré que mi polla cabía en su culo, me deslicé un poco hacia abajo, le hice darse la vuelta y metérsela ella misma en el culo, al tiempo que seguía acariciando su coño suavemente.

Arrodillada frente a mí, subía y bajaba además de añadir algunos movimientos que estimulaban más su placer. Sus pechos, a la altura de mi boca, eran poseídos alternativamente por mis labios y mi lengua, que los chupaban y lamían con ganas.

Mi excitación iba en aumento rápidamente y mi orgasmo se encontraba a punto de saltar cuando ella anunció el suyo:

-Siiii. Siiii. Maaaassss.

-AAAAAAAAAAAAHHHHHHH

Agradecido de no tener que aguantarme más, la seguí con el mío, llenando su culo con mi leche.

En la posición en la que estábamos, la abracé durante largo rato, besé sus hombros, su cara y sus labios muchas veces. Mi polla perdió su vigor y se salió de su culo, dejando salir un continuo goteo que la fue cubriendo poco a poco. Por fin, nos separamos, fuimos de la mano hasta el mar, donde nos lavamos mutuamente y, tras secarnos, nos quedamos dormidos, abrazados sobre la hierba.

Al día siguiente fue más de lo mismo. La siguiente playa estaba plagada de todo tipo de cosas, que fuimos recogiendo y apartando del mar, para ponerlas a secar y enterrando algunos cadáveres esta vez, no solo de persona, sino también de algunos animales que su estado de putrefacción los hacía inservibles para comer.

Evité en todo lo posible que se acercase a los cadáveres, pero a pesar de todo, no comió nada. Por la tarde ultimamos la recogida de objetos y a la noche preparé una grande y cómoda cama a base de hojas y prendas secas, cubiertas por las hamacas.

-¿Por qué preparas esa cama y no dormimos colgados de las hamacas, como siempre?

-Porque hoy va a ser tu gran noche. Mañana ya no serás una mujer virgen, esta noche dejarás de serlo.

Antes de la cena, la invité a un baño en el mar, donde estuvimos jugando un rato. Yo la intentaba coger y ella que no lo hiciese, cuando lo conseguía, la besaba y acariciaba su cuerpo, mientras ella se resistía sin mucho interés, para luego permitir que huyese de mí y así volver a empezar.

Una vez estuvimos más relajados, cenamos y nos acostamos. Desde que le hice el comentario se la veía nerviosa, retorcía sus manos cuando no llevaba nada en ellas y, en contra de lo habitual, hablaba. Hablaba mucho. Sobre su infancia, su juventud, los vecinos que tenía, su hermana, su madre, su padre,… de todo.

Yo mantenía la conversación como podía, o simplemente la dejaba hablar.

Una vez acostados, estando ligeramente incorporado, comencé a besar su cara, sus labios, su cuello. Acaricié su cuerpo, desde el nacimiento de sus firmes tetas hasta su pubis. Ella no respondía a nada. No estaba receptiva.

-¿Qué te pasa?

-No lo sé. Estoy muy nerviosa.

-No te preocupes, no tengas miedo. Hoy solamente vamos a jugar como otros días y ya lo haremos cuando estés preparada. –En realidad, esperaba que no amaneciese virgen todavía.

Poco a poco se fue relajando y dejando paso a una ligera excitación. Aproveché y la hice ponerse de costado, de espaldas a mí, pasando un brazo bajo su cuerpo, otro por encima y, metiendo mi pierna entre las suyas, puse mi polla plana sobre su raja.

Ella volvió a tensarse, por lo que le dije

-Sujétala contra tu coño, quiero hacerme una paja rozándolo a lo largo. Tú controlarás que no te entre.

Más relajada, hizo lo que le pedía y así, mientras yo acariciaba uno a uno, sus pechos, ella presionaba mi polla contra su coño, y yo la movía atrás y adelante.

Poco a poco empezó a excitarse. Sus pezones fueron poniéndose duros. Mis manos se apropiaron de ellos para acariciarlos, presionarlos y estirarlos ligeramente.

– Mmmmmmmm. Mmmmmmmm. Mmmmmmmm.

Pequeños gemidos estimulaban mis avances, llegando incluso a acariciar su clítoris por encima cuando mi polla se retiraba en su roce continuo sobre su raja, mientras ella la acompañaba con su mano.

Al principio, la presión de su mano era muy suave, pero poco a poco fue aumentando, sobre todo, cuando el glande llegaba a la altura de su clítoris.

-Mueve tu mano a lo largo de mi polla, como si me hicieses una paja. –Le dije.

Ella lo entendió enseguida y en cada recorrido adelante o atrás me la frotaba por lo menos dos veces. Pronto todo esto empezó a surtir efecto. Lo noté porque levantaba su pierna para conseguir que su coño se abriese un poco más y sentir el roce más intenso, pero eso tuvo otra consecuencia: Empezó a mojarse hasta convertirlo en un manantial de flujo y eso facilitaba que mi glande, ayudado por su presión, puntease la entrada de su coño, entrando cada vez un poquito más, hasta que encontré su himen, al que daba también pequeños toques.

– MMMMMMMMM. MMMMMMMMM. MMMMMMMMM.

Sus gemidos empezaron a ser más fuertes. Yo alargaba el juego aumentando su excitación, pero sin dejarla llegar al orgasmo.

-Maaaaaassss. Quiero máaaaaaasssss. Por favooooorr.

Repetía ya constantemente. No le hice caso, y al final fue ella la que tomó la decisión. Una de las veces que estaba rozando su himen, me hice un poco para atrás con el fin de sacarla del agujero, aflojando ella la presión ligeramente, pero en el momento que inicié el avance de nuevo, presionó con fuerza para metérsela ella misma, rompiéndolo con ese gesto y dejando que mi polla entrase libremente.

Yo me detuve inmediatamente, primero por la sorpresa, luego para que se acostumbrase.

-Venga, sigue, Sigueee. –Me dijo varias veces.

Yo continué con las mismas acciones que antes, solo que ahora eran lentas entradas y salidas en su coño. Llevé mi mano entonces para acariciar su clítoris con suavidad, sin tocarlo.

-Ohhhhhh. Sigueeee. –Repetía.

Aceleré los movimientos de mi pelvis convirtiéndolos en un vaivén de viajes cortos pero rápidos. Al momento, sus fuertes gritos anunciaron su orgasmo.

-AAAAAAAAHHHHHHHH SIIIIIIII. AAAAAAAAHHHHHHHH.

Su orgasmo fue tan escandaloso como el de su hermana y madre. Debe ser algo que le viene de familia.

Estuvo unos segundos quieta, con la respiración fuerte y acelerada, al cabo de los cuales, fue ella la que comenzó a mover su pelvis para que mi polla, dura como una piedra y metida alrededor de una pulgada, rozase su interior.

Yo por mi parte, reanudé mis caricias sobre su clítoris y pechos, al tiempo que, desde atrás, mordía el lóbulo de su oreja y besaba su cuello.

– Mmmmmmm. Mmmmmmm. Mmmmmmm. Mmmmmmm. –Gemía de nuevo.

Cambié mis movimientos para poner la mano sobre su clítoris y presionar hacia mí al tiempo que introducía mi polla en su coño, dejando de hacerlo al sacarla para repetir la operación. Cada vez entraba un poco más y pronto tuve que hacer que se colocase boca arriba, quedando yo transversal y sus piernas por encima de mi cuerpo para poder acoplarme mejor y que le entrase más adentro, continuando con mis acciones, solo que ahora era mi dedo pulgar el que se movía en círculos sobre la zona de su clítoris

– Siiiiiiii. Siiiiiiii. Siiiiiiii. Siiiiiiii. Siiiiiiii. Siiiiiiii. No pareeeesss

Mis movimientos pausados y el roce contra su estrecho coño, unido al deseo que tenía por ella, me hacían disfrutar como nunca, como no había disfrutado con ninguna otra mujer. Pero era ella la que debía aprovecharlo más, porque empezó a mover su pelvis arriba y abajo, obligando a mí polla a que le presionase más contra la parte superior de su útero.

-Ooooooooh. ¡Qué gustoooo! ¡Qué gustoooo! ¡Qué gustoooo! –Repetía

Pronto cambió anunciando su inminente orgasmo.

-Me corroooo. Me corroooooooo.

-AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH AAHH AHHH AAAAAAAAAAAAHHHHHHH

Creo que su segundo orgasmo fue más fuerte que el primero, o por lo menos lo fue el grito que emitió.

Tras dejarla recuperarse un rato, saqué mi polla de su coño con un sonido “plof”, como cuando se destapa una garrafa de ron y esperé para ver su reacción.

-Tú todavía no has terminado, ¿verdad?

-No, todavía no.

-Lo siento, pero no podemos repetir. Ahora siento una molestia ahí abajo, pero ¿Quieres por detrás?

-Me has adivinado el pensamiento.

-¿Qué quieres que haga?

-Quédate así, bocarriba, que te voy a preparar.

Me puse de rodillas entre sus piernas, me incliné sobre su coño y empecé a lamer los bordes, subiendo y bajando desde su clítoris hasta el perineo. De su coño todavía encharcado, resbalaba un líquido denso, mezcla de su flujo y mi saliva. Fui mojando dedos en él y metiéndoselos por el ano para lubricarlo. Primero uno, luego dos y más tarde, tres.

A pesar de los dos orgasmos, enseguida se excitó, volviendo a gemir con fuerza ante mis ataques.

-Ooooooh ¡Que gusto me das! Me gusta cómo me preparas.

Le hice un recorrido de lengua entre su clítoris y la entrada de su coño, moviéndola con rapidez, pero sin tocar su botón u follándole el culo con tres dedos.

– Siiiiiii. Siiiiiii. Siiiiiii. Me gustaaaa. Siiiiiii. –Gritaba.

Seguí follándole el culo con los dedos, pero cambié mi boca poniendo los labios alrededor de su inflamado clítoris y le di unos lametazos y giros alrededor, retirándome después.

-Oooooooooh. Siiiiiii. Por favor, métemela ya. Quiero sentirla dentro.

La hice ponerse a cuatro patas y, tras frotar mi polla por la entrada de su coño para embadurnarla bien, la puse en la entrada de su ano y se la fui metiendo poco a poco.

Tras algún gemido de molestia, por no haberla dilatado bien, la metí hasta el fondo dejándola reposar un rato. Ella misma inició el movimiento, que yo continué, inclinándome sobre ella y acariciando con una mano sus tetas y con la otra su clítoris.

Después de la presión de su coño sobre la punta de mi polla, el meterla en el culo, más estrecho todavía, me estaba descontrolando. Sentía el orgasmo a las puertas y tenía que contenerme para no correrme antes que ella.

-Dame más. Más. No te pares. Sigue, sigue. –Eran sus frases repetidas.

Por fin, sus gemidos fueron gritos y se corrió nuevamente. Lanzó un grito largo, que se convirtió en un estertor, para volver a gritar cuando recuperó aire.

Yo ya no me retuve más. Me corrí en su culo, con la doble satisfacción de mi orgasmo propio y de haber hecho mía a la mujer que más deseaba.

Pasamos la noche durmiendo abrazados. Por la mañana la desperté con suaves besos por su cara, cuello y cuerpo.

-Mmmmmm. Buenos días. –Me dijo cuando abrió los ojos.

-¿Has dormido bien?

-Mejor que nunca. Aunque ha habido veces que me despertaba por una ligera molestia ahí abajo.

-¿Te hizo mucho daño?

-Prácticamente ni me enteré. Es ahora cuando siento un poco de escozor.

-Vamos a curarlo al mar.

Después de bañarnos, desayunamos y seguimos nuestro camino. Ya no hicimos nada hasta volver al campamento. No quise que se resintiera y preferí dejarla que cicatrizase todo bien.

Nuestra llegada fue a primera hora de la mañana, por lo que nos pusimos a trabajar en las tareas de cada día. Ella debía de haber comentado algo con las otras, o con su madre y se lo fueron transmitiendo de una a otra, el caso es que al anochecer, después de una buena cena todas estaban expectantes, hasta el punto de que no me quedó más remedio que afrontar el tema y hablarles. Más o menos les dije:

-Bien, como os habréis dado cuenta, Jessy y yo estamos enamorados y vamos a ser pareja hasta que podamos casarnos…

-BIEEEENNN. –Me interrumpieron.

-…Estamos enamorados y por tanto nuestras relaciones en común tienen que cambiar. A partir de ahora iréis a mi cama, que ya es la nuestra, una cada día, en días alternos, y siempre estará Jessy presente. Si alguna no quiere, se saltará su turno y lo ocupará Jessy. Bien, ¿Quién será la primera?

Ya debían haberlo hablado, porque todas miraron a Caitlin, la madre, y ella misma se señaló.

Nos fuimos todos a dormir. Jessy y yo solos. A su madre le quedaba algo por hacer y fue a terminarlo. En nuestra cama me puse en el centro y Jessy a un lado, dejando el otro para su madre.

No perdí el tiempo. La acaricie suavemente, besé y lamí sus pechos y fui bajando hasta su coño, donde me esmeré en una buena comida, jugando con la lengua por todos los rincones, pero sin tocar la parte que ella más deseaba.

En ningún momento busqué que alcanzase su orgasmo, a pesar de que hacía cualquier movimiento que le hiciese sentir más los excitantes roces. Por fin, vino la madre y se acostó al otro lado. Yo me dejé caer en el medio para dedicarle también mi atención.

La madre me puso enseguida la mano en el pecho, acariciándome. Yo me volví hacia ella y puse mi atención en su boca, cuello y pechos, para seguir luego con caricias por sus muslos ya separados por ella, deseosa de que alcanzase su sexo ansioso de placer después de tantos días de abstinencia.

Ella misma separó mi boca de sus pechos y empujó mis hombros para bajarla hasta su coño. Me coloqué entre sus piernas y me puse a pasar mi lengua por su empapada raja. Me detuve un momento para mirar a Jessy, en la que, a la luz de la luna, pude observar su ansiosa cara de deseo.

-Jessy. Pon el coño en la boca de tu madre y que te lo coma hasta que yo diga basta.

La madre enseguida dijo:

-Nooooo. Me da mucho asco. No puedo hacerlo.

-Todas decís siempre lo mismo. Estoy harto de oír que os da asco todo. Pero a ti bien que te gusta que te lo coma yo. ¿Verdad? Si no te pones a ello y le sacas dos corridas por lo menos, me la follaré yo hasta que las consiga y tú te irás a tu cama.

Tímidamente comenzó a besar el coño de su hija, mientras yo me colocaba entre sus piernas y le pasaba la lengua por toda su raja.

-MMMMMMM. –Gimió

-Quiero oír gemir también a tu hija, si no quieres que te eche.

No tardó la hija en empezar a soplar y emitir sus gemidos.

-Uffffssss Aaaaaahhhhhh.

Estaba ya excitada. Y yo también. Llevaba un buen rato comiéndole el coño y jugando para que no se corriese pronto, pero yo estaba a reventar. Así que, viendo su excitación, las hice cambiar de posición, quedando la hija acostada y la madre a cuatro patas. Le dije que siguiera comiéndole el coño a la hija, mientras que yo, la coloqué en la entrada de su coño y se la fui metiendo poco a poco.

-Oooooohhhhh.

Una vez dentro y tras una espera, empecé a meter y sacar, dando un suave empujón cuando la metía del todo. Eso hacía que la cara chocase con el coño de la hija. No podía ver si le hacía algo además, solo el coro de gemidos que surgió me hizo excitarme como nunca.

-MMMMMMM, MMMMMM, MMMMMM.

– AAAAAHHHH, AAAAAHHHH, AAAAAHHHH.

Jessy duró poco, pues la había dejado muy excitada. Se corrió con un fuerte grito, que proclamaba su intenso orgasmo.

-AAAAAAAAAAHHHHHHHHHH

Cuando se recuperó, se giró, saliendo de debajo de su madre y quedando encogida a un lado.

Yo hice ponerse a la madre acostada boca arriba y me dediqué a machacárselo con fuertes envestidas hasta que se corrió con sus habituales gritos, llevándome a mí a mi propio orgasmo.

-SIIIIIIIIIII. AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH. SIIIIIII.

Unos segundos después, me dejaba caer entre ambas, pudiendo observar que desde la entrada nos miraban Diana y Rachel. Esta última tocándose su sexo. Les hice una señal para que se marcharan.

Las escenas se repitieron con todas, aunque cada una de ellas tuvo sus diferencias. Yo disfruté mucho con todas ellas, pero cuando me encontraba más feliz era cuando me tocaba la noche a solas con Jessy.

Eran noches de caricias, de besos, de sexo suave. Llenas de ternura. Todavía las recuerdo y me emociono al hacerlo.

Relato erótico: “MELODY” (PUBLICADO POR MALEANTE)

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Salud y buena fortuna! Lo primero dar las gracias a los que tan esperanzadores comentarios me han ejado con la saga de “Las tres reinas”. ¡La verdad ni me lo esperaba! La tercer entrega está en camino (he estado liadillo últimamente y ahora mismo estoy fuera del país). Aun así me las he apañado para hacer este pequeño relato independiente con una de las ideas locas que rondaban por mi cabeza. Espero que lo disfrutéis. Os prometo que trabajaré más en la tercera entrega. He intentaré publicarla pronto. Agradezco el feedback que me podáis dar. Si queréis contactar conmigo podéis hacerlo en lemaleante@gmail.com. Qué os vaya bonito y muchísimas gracias!

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No voy a mentir diciendo que fue una tarde especial. Es decir… Sí lo fue. Pero no había en la atmosfera nada que advirtiera de ello. Ni había pajaritos cantando una melodía feliz, ni bajó un ejército de ángeles tocando trompetas ni un grupo de hermosas jóvenes arrojaba pétalos de rosa ami paso. En vez de eso el día comenzó como siempre. Una mañana gris, en una ciudad con calles tristes y gente sin rumbo para ir a un trabajo de mierda. Según tenía entendido era muy común que la gente se suicidara allí. A estas alturas ni me sorprendía. Quizá yo hubiera hecho lo mismo. Si no fuera por lo único que me ata a este mundo. Dicen que los objetos no traen la felicidad. Pues es mentira. O al menos en mi caso lo es. No es que viva en una pocilga pero tampoco es para tirar cohetes. Lo poco que me puedo permitir con un sueldo minúsculo. Pero en fin. Siempre que me levanto veo mis razones para vivir. Una guitarra eléctrica con algunos golpes y arañazos junto con un amplificador pequeño bastante viejo que no recuerdo como conseguí y un par de guitarras clásica y acústica en similar estado. Un teclado que a veces le da por funcionar, una batería que he arreglado varias veces, un violín que hay que agarrar con cuidado, un cello al que no le queda mucho… ¿Qué si soy músico? Lo intento. ¿Que si me gusta la música? Yo no definiría eso con gustar. Digamos que es lo que me mueve y mi perdición al mismo tiempo. Mi punta de lanza y mi mayor debilidad. Desde crío. Mientras todos los niños correteaban y jugaban por todas partes yo parecía incapaz de apartarme de la radio del abuelo que siempre sintonizaba música clásica. Luego vino la necesidad de aprender un instrumento. ¿Pero de donde sacaba yo dinero para adquirir uno y pagarme las clases? De mis padres no. Aunque fuera un niño sabía que tenían lo justo para llegar a fin de mes. ¿Y quién era yo para joderles aún más con un deseo egoísta? Me conformaba con escuchar todo vinilo, casete, cd o lo que fuera que callera en mis manos y que tuviera un mínimo de ritmo y una combinación armoniosa de voces y/o instrumentos. He escuchado de todo. Música clásica de grandes autores gracias a mi abuelo, como, Beethoven, Haydn, Mozart, Schubert…  Jazz gracias a mi padre. Así conocí a soberbios músicos como Louis Armstrong, Miles Davis, Charlie Parker… El salvaje y liberador  rock gracias a la rebelde de mi madre. Así conocí a Led Zeppelin, Queen, Elvis, Red Hot Chili Peppers, Pink Floyd… El políticamente incorrecto rap con sus complicadas letras gracias a mi amigo negro Marcus. Me enseñó a Eminem, Snoop Dogg, 50 cent, Lil Wayne, Ice Cube… El brutal y oscuro metal cunado una curva estrecha me arrebató a mis padres teniendo solo once años. En esa época, Metallica. Iron Maiden, System Of A Down, Slipknot, Machine Head, Joe Satriani, Mike Portnoy, Van Halen, Nightwish, Allowance, Diabulus In Musica y muchísimas bandas legendarias y desconocidas fueron mis compañeras de viaje y me  ayudaron a sobrellevar un poco mejor. Mis abuelos al principio decían que esa música era ruido y violenta. Pero a día de hoy creo que esos solos interminables de guitarra y esas brutales y agresivas baterías les perdían. Hasta llegaron a escucharlo a escondidas. Es divertido pillar a las personas que te han cuidado cuando tus padres ya no están y que te dicen que la música que escuchas tal y cual, escuchando esa misma música e intentando justificarse como si les hubieras pillado viendo porno. Internamente me meaba y mis amigos también cuando se lo contaba. Y sí. Lo habéis adivinado. Me encanta el metal. Lo encuentro muy… liberador así como el rock. Con el punk tuve contacto con la primera follamiga que me eché. Una chica que vestía de negro llevaba botas militares, púas e imperdibles, se teñía el pelo y follaba de miedo. O al menos esa era la impresión de un jovencito imberbe de dieciséis años. El pop y las canciones modernas… Tampoco hizo falta que nadie me introdujera en ellas. Están en todas partes. En la radio, las películas, los anuncios… Tampoco me vuelven demasiado loco. Como que soy algo clásico para eso. Pero para que mentir. Alguna sí que hay que me haya gustado mucho. Luego están la música electrónica y el reggaetón. Puedo entender que a la gente le guste para salir de fiesta y tal. Pero ya ha quedado demostrado que socialmente no soy lo que se dice un genio. Y no sé. Normalmente es música hecha por máquinas. A veces da la impresión de que no tiene espíritu. Pero quien sabe. Igual lo que me pasa es que soy un anticuado. A todo esto: Me llamo James.

Así es. Igual que James Hetfield, el líder de Metallica. Pero menos rico, famoso, aclamado y supongo que también menos talentoso. No lo sé, nunca me ha gustado decir que soy mejor que nadie. Y mi tendencia solitaria tampoco me ha ayudado a medirme con nadie. Debido a mis pocos fondos siempre que he querido agenciarme algún instrumento o disco o lo que sea nuevo he tenido que regatear, buscar los sitios con ofertas más bajas y adquirir material de dudosa calidad. Todo el mundo tiene su vicio. Algunos son fanáticos del futbol y se ven todos los partidos con los colegas su cerveza sus aperitivos y su televisión gigante. Otros aman la caza. Y van todos los días de temporada con la esperanza de abatir alguna fierecilla, tienen varias armas que cuidan como sus hijos y muestran sus trofeos con orgullo. Otros emplean todo su tiempo, dinero y esfuerzo en buscar drogas y drogarse. Lo mío era la música. Ahora que lo pienso quizá fuera un poco enfermizo. Si había un concierto de un grupo local en un pub iba. Me pateaba todos los mercadillos callejeros en busca de un vinilo o cd que no tuviera a buen precio. Todos los de las tiendas de segunda mano me conocían ya por ir a buscar artículos a un precio asequible. Siempre procuro hacerle un arreglo a mis instrumentos. El como he aprendido a interpretar algo que no suene a rallos con ellos es aún un misterio. ¿Dedicación insana tal vez? Probablemente. Y las maravillas de internet. Hoy día encuentras d todo desde porno en cuatro dimensiones a cómo construir una casa con chicles y palillos. Resulta que hay información útil que su tiempo ha costado clasificar y recopilar. Sí. La música es mi vicio. Es posible que algunas veces haya pasado un poco de hambre por no haber usado el dinero en lo que debía. Vale. Han sido unas cuantas. De hecho mi casa está más llena de discos, libros y parafernalia musical que bien amueblada. Pero en fin. Sin esta pequeña adicción… ¿Qué me queda? ¿Familia? Ninguna. ¿Amigos? O casados, o en otras ciudades, o muertos o yo que sé. Tampoco es que me sobraran. ¿Amor? Nunca se me ha dado muy bien la gente. He conectado con muy poca gente. Y menos mujeres. Y lo de entablar una relación amorosa… He tenido mis chascos. ¿Sexo? Alguna canita al aire sí que he echado. Mi primera vez fue con mi amiga la “punky”, Nina. Con ella al menos hubo algo más que sexo. Es algo parecido a una amiga que he tenido. La última vez que hablé con ella creo que se había casado o estaba estudiando algo o no sé qué. Pero si recuerdo que era feliz. ¿Trabajo? ¡Oh sí! Aquella cálida y gris oficina como administrador de una empresa de seguros, donde todo es tan alegre el compañerismo está a la orden del día y tu jefe no es un amargado hijo de puta al que odias. Es tan divertido que todos los días tengo ganas de pegarme un tiro en la polla y saltar por la ventana. Tampoco me gusta el sarcasmo.

Bueno. Era una  mañana normal. Gris y estaba lloviendo. ¡Estupendo! ¡Otra vez calado al trabajo! Por fin era viernes. Sería genial si no supiera que iba a pasar todo el fin de semana rumiando mi soledad con mis instrumentos. Me gustaría tener un perro o un gato que me hiciera compañía. Pero no sé si se me daría bien y tampoco tengo mucho tiempo. Me dirigí al baño a asearme y allí el mismo tío de siempre me devolvió la mirada. Altura media. Ni algo flaco (de las muchas insensateces que he hecho con mi dinero), y fibroso de cuerpo. Pelo castaño y corto y con una barba de unos días. En el espejo podía ver unos ojos castaños, cansados y tristes. Tengo veintiocho años. Y la verdad en ese momento me sentía viejo. Después de un frugal desayuno me preparé para un tedioso día laboral.                                 ……………………        

Las cinco de la tarde. Por fin salí del tajo. Solo faltaba que tuviera que quedarme de sol a sol. El día había sido una mierda. A parte de tener que lidiar con un caso de lo más aburrido mi jefe me había llamado a su despacho. Nada más entrar despotricó contra mí y toda mi familia diciendo por ponerlo de forma fina que era un vago, que no rendía y que le hacía perder dinero(a él no a la empresa). Para rematar la faena amenazó con despedirme. Sabía que no era un farol. Últimamente habían hecho recorte de personal. Y sin trabajo no había alquiler. Y sin alquiler no había más que fría calle para mí. Y a ese bastardo solo le interesaban tíos gente que trabajara hasta deslomarse para luego deshacerse de ellos o a hermosas jovencitas inseguras a las que comerse con los ojos. Cerdo asqueroso. Hacía oído rumores de como algunas trabajadoras habían tenido que mantener su puesto de trabajo. Pobres chicas. Mientras me estaba dando la bronca me fijé en su oficina. ¿Con cuál de aquellos objetos podría cargármelo y después suicidarme? ¿Con esas tijeras tan afiladas? ¿Metiéndole ese caro abrecartas por toda la cavidad ocular? ¿Destrozándole la cabeza con esa geoda gigantesca que tenía? ¿Arrojándonos los dos por la ventana del veinteavo piso? En fin no pasó nada por el estilo. Por fin había pasado el día. No quería volver a casa. Así que me puse a deambular. No sé si fue azar o desino. Pero llegué a las puertas de un pub.  El “Hardnote”. Supongo que me hizo gracia el nombre así que entré. El garito era un poco oscuro pero sonaba “Low Man’s Lyrics” de Metallica así que el ritmo pausado me tranquilizó un poco. ¡Por fin! ¡Un poco de miel en la mierda de día! Me senté en la barra y le pedí al camarero un Jack Daniel’s seco.

-Empezamos fuerte ¿eh?-me dijo con guasa el camarero, un simpático hombre de unos cincuenta y tantos, complexión fuerte, pelo y barba gris y manos fuertes. Parecía un buen tipo, de los que mutaban si le tocabas las narices.

Me limité a encogerme de hombros y esperar a mi consumición. Cuando ya tuve mi vaso de Daniel’s empecé a beber intentando saborearlo lo mejor posible.

-¿Un día duro?-preguntó una voz a mi lado.

En ese momento no quería hablar con nadie así que me dispuse a girarme para contestar secamente y seguir a lo mío. Y cuando lo hice… Bueno, se me olvidó el por qué me había girado.

Decir que ante mi estaba la diosa de la belleza sería quedarse corto. Debía ser un ser extra dimensional. Su pelo era más negro que un abismo. Seguro que la blancura de su piel no podía encontrarse ni en la cima del Everest. Demasiado puro. Medirá uno setenta. Vestía un vestido gris en el que se veía un escote nada despreciable y unos pequeños tacones que le daban una gracia inmejorable. No parecía que fueran monumentales pero tampoco eran garbanzos. Recuerdo muy bien sus ojos. Eran unos ojos verdes algo oscuros preciosos. Eran muy cálidos y bondadosos. Si esa chica me dijera que iba a cortarme la cabeza teniendo un hacha en la mano no le habría creído. No imaginaba a ese ser haciendo daño a nadie. Y su sonrisa era cautivadora. La más bonita que he visto nunca.

-¿Es a mí?-no pude más que preguntar como un tonto.

-Bueno… Yo no veo a nadie más-dijo con una musical carcajada que me dejó desarmado.-No pareces muy tranquilo.

-Nada del otro mundo.- contesté intentando quitarle hierro al asunto.- Cosas del trabajo.

-No parece tan simple como lo dices-dijo sin más.

-Sí me has pillado. Pero bueno no es un tema muy agradable que digamos-no quería aburrir a aquella beldad con mis problemas y mi posible despido.

-Lo siento. No pretendía entrometerme.-se disculpó.

-¡No pasa nada!-me apresuré a decir sintiéndome… ¿culpable por haber hecho algo que la hubiera hecho disculparse?

-¿Puedo saber al menos a que te dedicas?-prosiguió ella.

-Eh… Vendo seguros.- ¿una mujer hermosa quería saber a qué me dedicaba? Eso me olía a peligro.

-No tienes las manos de alguien que vende seguros.-dijo cogiéndome las manos con delicadeza. ¿Eres músico vedad?

No sé si a alguna vez  alguien se ha puesto cachondo con que le cogieran las manos. Pero a mí me pasó eso. ¡Que suavidad! ¡Que belleza! Su tacto era amable pero firme. Tenía unas manos preciosas y delicadas. Debían de ser unas manos especiales para realizar una tarea que solo ella podía hacer como pegar las flores a los árboles en primavera.   

-Bu…bueno…-balbuceé como si tuviera un severo retraso mental.- Lo intento.

Esa chica me había calado pero bien.

-Veo tres guitarras- dijo sin soltarme las manos- un violín y un cello, un teclado una batería… ¡Vaya! ¡Desde luego eres muy habilidoso! Y tienes buenos pulmones. Seguro que no tienes problema con los instrumentos de viento. Pero también veo algo de… frustración.

Vale alto ahí. Eso no estaba bien. Ahí había gato encerrado.

-No quisiera ser grosero pero:-dije lo más calmadamente posible- ¿Esto es una broma de la tele? Porque sí es así empieza a no tener gracia.

-Para nada.-soltó sosegada.- ¿Esa frustración es por no poder dedicarte a lo que te gusta verdad? Deberías deshacerte de ella cuanto antes. Si no te hará daño.

Ahora lo entendía todo. Ese era el tema central. Mi frustración. Tenía una frustración que me pesaba como un ancla y tenía que deshacerme de ella cuanto antes. Suponía que a continuación iba a proponerme el ayudarme con eso. Intervine antes de que tuviera la oportunidad.

-Eres muy guapa. Y te agradezco la compañía. Pero ahora mismo no estoy buscando eso. Además no tengo mucho dinero para pagar a una normal. Y menos a una como tú.-le dije con rotundidad y pena a partes iguales. A todos nos jode saber que no puedes alcanzar a un ángel. Lo que no me esperaba es que se riera de nuevo con esa maravillosa risa suya. Creo que nunca me cansaría de escucharla.

-No soy una prostituta.-me dijo cuando dejó de reírse.- Pero es halagador que me hayas considerado una de lujo.

¿Pero dónde demonios estaba la trampa? Acababa de llamar a esa preciosidad puta y hasta le había hecho gracia. Debía estar enferma terminal y yo debía ser la única persona en el mundo con un órgano específico que podía salvarla. Porque sino es que no me lo explicaba. Lo mejor era tantearla.

-Bueno-empecé intentando obviar la lindeza que le había dicho antes.- ¿Y tú a que te dedicas? Sabiendo tanto de instrumentos debes de ser música.

-¡Sí! ¡Exacto!-dijo ella sonriendo mientras se le iluminaba la cara.

Pues sí que debía gustarle su trabajo. ¿Sería profesora? Si fuera así seguro que su agenda estaba a reventar de estudiantes masculinos (y femeninos también fijo). ¿Quizá tocaba en una orquesta? No sé si sería buena pero algo me dice que a los demás miembros les costaría concentrarse con ella al lado. ¿Una artista famosa? Imposible. A juzgar por su risa su voz debía ser una delicia. Y con esa belleza que tenía me extrañaba que ningún caza talentos se le hubiera echado encima. ¿Qué uno? ¡Cientos!

-Pues que bien.-dije contestando a lo que había respondido.- ¿Qué tocas?

-Oh de todo un poco, cundo hace falta.-me respondió.

¿Multiinstrumentista? Porque demonios no estaba en lo más alto.

-¿Con quien tengo el placer de hablar?-me preguntó con un gracioso mohín.

-¿Qué?- otra vez embobado por su belleza. Viva yo.

-Es de mala educación que un caballero no se presente ante una dama.-me dijo bromeando.

¿Me estaba tirando los tejos? Imposible.

-Perdón…-me disculpé torpemente por mi falta de educación.- Me llamo James.

-James…-dijo estrechando la mano que le había extendido.- ¿Cómo el líder de Metallica?

Esta vez fui yo el que se rió.

-¡Sí eso es!-dije risueño.

Debía haber dicho algo bonito. Porque sonrío como quien espera al sol tras una noche oscura.

-Me gusta tu risa-me dijo con una mirada sincera.

-“Y a mí me gusta todo de ti”-pensé para mis adentros.

-Yo soy Melody.-me dijo con una sonrisa como para derretir un glaciar.

-“El nombre le viene ni que pintado a su profesión.”-me dije a mi mismo.

Estuvimos hablando de banalidades. Ella siempre mostraba esa actitud cálida y abierta, que no terminaba de creerme (no es que pensara que tenía segundas intenciones. Es que simplemente no me creía que a una mujer como le importara una mierda mi vida.) Para que mentir. Estaba en la gloria. No sabía que se traía entre manos. Pero para los pobres diablos como yo poder gozar de una mujer (si es que era una mujer…) así era impensable. Hasta que llegó lo inevitable. La separación.

-Ha sido muy agradable señor Hetfield-dijo bromeando-  Por desgracia tengo que irme. Tengo… cosas que hacer. Pero espero que nos veamos pronto de nuevo.-me dijo estrechándome la mano y mirándome con esos preciosos ojos que tenía. Igual era la luz pero parecía que habían pasado de ese precioso verde a un negro intenso de lo más misterioso y atractivo.

-“Y yo lo espero aún más”-pensé.

-Hasta pronto James-me puso la mano en el hombro y se dio la vuelta alejándose con pasos decididos y elegantes. Lo cual me permitió poder admirar el movimiento de sus nalgas. Tenía un culo prieto y un poco respingón. Pero era bello. No un culazo, ni un culito para comérselo, ni un buen pedazo de carne. Era una parte bella de su anatomía. Todo en ella era belleza.

-Adiós… Melody- pude decir como un bobalicón.    

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Y ahí me quedé. Más solo que la una. Solo acompañado, por una canción que no recuerdo y por el barman que había seguido a lo suyo y no nos había interrumpido ni una sola vez.  

-Hermosa muchacha, ¿eh?- me dijo por fin el camarero con tono animado.

-¿Qué?-yo seguía atontado.

-Tu acompañante. Era muy guapa.-me repitió.

-Oh… No era mi acompañante. No la conozco de nada.

-Se nota chico.-me dijo el hombre.- La mirabas como quien ve la nieve por primera vez. ¡O como un borracho mira la cerveza!-se rió estruendosamente.- Aunque he de reconocer que aunque la conociera de hace diez años yo seguiría mirándola igual que tu chico.

-¿Usted la conoce?-pregunté curioso.

-La primera vez que la veo chico. Pero no creo que la olvide en mi vida. Si mi mujer se enterara… Parece que le interesas chico. Si yo estuviera en tu lugar me aseguraría de que siguiera siendo así. Esa chica es especial. Es como la música en el aire. Algo maraviloso y difícil de atrapar y comprender. Créeme chico, lo sé. Soy irlandés. Y los irlandeses tenemos la música en la sangre. Eso y… ¡Mucha, muchísima Guinness!-me dijo riendo socarronamente y golpeándose la tripa.

-Irlandés, ¿eh?-yo ya había estado en Irlanda y disfrutado de sus excelentes músicos callejeros.- Si lo llego a saber le pido una Guinness.

-¡Pues deberías haberlo hecho chico! ¡Sirvo la mejor de la ciudad!

-Pues para ser a mejor el local está un poco vacío.-bromeé

-¡Bah, has venido muy pronto!-dijo quitándole importancia con un ademán de su enorme mano.- A las ocho de la noche  esto empieza a llenarse. Y a las diez empieza la magia. Si te gusta la buena compañía, la buena cerveza y la buena música pasa por aquí.

-Creo que lo haré. El pub me gusta.-le dije con sinceridad.

-¡Así me gusta chico! ¡Alguien que sabe apreciar las buenas cosas!

-¿Cuánto le debo por lo de antes?-le pregunté sacando mi maltrecha cartera.

-¡Corre de mi cuenta chico!-me dijo palmeándome el hombro.- A condición de que vengas otro día. Pero antes vamos a compartir una deliciosa Guinness. No temas. También invito yo.

-Pero…-quise protestar.

-¡Nada de peros! Me has caído bien chico. Ya verás. Nunca has probado nada semejante. Además será solo un poquito.

-Bueno…-me iba a negar pero ponía tanto empeño… También me sabía malo que me invitara a tragos. Es como si me aprovechara de él.

-Bueno…-dijo el hombre que había servido un par de vasos que nada tenían que ver con el “poquito” que él había dicho.- Brindemos. ¡Por la buena cerveza, compañía y las mujeres hermosas!

-Salud.-me limité a decir mientras daba un trago. El condenado tenía razón. Estaba estupenda.- Gracias señor…

-Patrick. Patrick Sweeney.-se presentó él.

-¿Cómo el Santo?-dije yo algo achispado por el alcohol. Desde luego el apellido era de lo más irlandés.

-¡Exacto!-dijo dándole otro largo sorbo a su vaso.

-Yo soy James.-le dije.

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No pretendía volver a casa en ese estado. Solo quería tomar algo e irme. Pero entre el Danniel’s y esa gigantesca Guinness estaba un poco “contentillo”. Volví a casa sin dejar de pensar en esa curiosa tarde. Y sobre todo en Melody. Enigmática muchacha. Al parecer sentía cierto interés por mí. Tampoco estaba demasiado seguro. Era muy malo para estos temas y si tenía interés por mi… ¿a qué se debía?

No era por mi portentoso físico. Tampoco soy el tío más elocuente que conozco. Podría pasar por alguien con pasta. Si quitábamos el hecho de que mis ropas no pasaban por las de un millonario y que obviamente no parecía alguien que estaba forrado. Ella decía que esperaba que nos volviéramos a ver. Pero no me había dejado nada para contactar con ella. Ni un teléfono, ni un correo, ni una dirección… Era como si alguien les dijera a unos constructores que quería ayudarles pero que no se pusiera hacerlo. Así que llegué a casa. Dejé las llaves, mis cosas me puse cómodo… y fui a tocar. La música es mi droga. Ya lo he dicho. Así como alguien que acostumbra a beber un Martini, o un Manhattam o un Gin Tonic, yo hacía igual con los instrumentos. Hoy había sido un día agridulce. Tocaba guitarra eléctrica. Lo bueno de la guitarra, es que pega con casi cualquier instrumento. Y su versatilidad. Las baladas más lentas o los solos más agresivos son posibles con ella. Ese día solo quería improvisar. Así que empecé suave con unos punteos y acodes suavitos. Pero la guitarra es como un vehículo rápido. Cuando lo dominas empiezas despacio pero necesitas el chute de adrenalina que te da la velocidad. Y le das más al acelerador. Ahí estaba yo. Tocando a una velocidad endiablada con los dedos como poseídos. Daba la impresión de que si me equivocaba me los rompería. Toqué furiosa y velozmente. Normalmente me olvidaba de todo en ese estado. Pero hoy no. Esa condenada chica se me había metido bien hondo. Cuanto más rápido tocaba más clara la veía. Al final dejé de oírla música. Solo estaba su imagen. Me faltaba el aire. Solo ella estaba ella. Mis dedos se movían solos sin emitir ningún sonido. La veía frente a mí. Perfecta y hermosa como si me observara. Llegó un momento que la vi sonreír. En ese mismo instante algo se rompió con mucho ruido y abrí los ojos. Estaba sudando y jadeando como un caballo de carreras. Los dedos me ardían. No sabía que se había roto hasta que lo encontré. Una de las cuerdas de mi guitarra acústica se había roto. Atrapado entre las cinco restantes había un papelito doblado. Eso no era mío. Y no estaba ahí antes. Con pasos temblorosos me acerqué a recogerlo aun respirando con dificultad. No era del todo consciente de mi cuerpo. Cuando lo tuve en mis manos lo desdoblé.

“Deseando compartir una velada agradable con un músico frustrado. Llámame.

M.

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¿Qué coño hacía eso ahí? ¿Cómo había llegado eso ahí? Estaba asustado. Eso parecía una broma. Pero también había algo que me molestaba en los pantalones. ¿Una erección? ¿Yo, con una maldita erección? ¿Cómo había llegado a eso?  Solo estaba tocando, y después me puse a pensar en Melody y luego su nota con… Tenía que llamarla. Necesitaba respuestas.

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Música relajada. Ambiente sosegado. Camarero solicito. Tapicería de cuero.  Melody. Parejas y amigos. Risas en el ambiente. Vaso de whisky con hielo. Melody. Mis mejores galas, vestido vaporoso. Pendientes en forma de corcheas. Melody. Lámparas de cristal. Música en directo. Hielo sonando. Cristal vibrando… Y Melody. Melody. Melody, Melody, Melody, Melody…

Mi cabeza era un hervidero. Y tenía un nudo  en el estómago. No yodos los días encuentras en tu casa una misteriosa nota con el número de una misteriosa chica que has conocido hace un rato, la llamas y te dice de “quedar para tomar una copa”. Es algo inesperado. Y lo es más que te lleve a un buen bar de copas. ¡Por dios me sentía un paleto! 

-No pareces contento.-me dijo ella viendo que estaba en la inopia.

-Es solo que esto es… Demasiado repentino y nuevo para mí.-le dije.

Ella en cambió estaba tan radiante y hermosa… Parecía un pez en el agua. Totalmente en su elemento.

-Es decir-continué- eres preciosa. Y no te ofendas pero no te conozca de nada. No es que no me agrade tu compañía. Al contrario. Me encanta. Pero no sé adónde llevo esto. Tengo la impresión de que en cualquier momento te irás y yo me quedaré aquí como un idiota. Y ya he tenido algunas decepciones. Además hay cosas de ti que me intrigan y no comprendo…

¿Por qué demonios me había abierto a ella tan de repente? Supongo que sentía debilidad por las chicas buenas y bonitas. Esperaba no abrumarla con mis dudas.

En vez de eso sonrío como una madre me agarró la mano con ese toque tan gentil que tenía.

-Lo entiendo. Tienes dudas. Adelante. Puedes preguntarme lo que quieras.

-¿Por qué te pusiste a hablar conmigo en el pub?

-Porque me intrigabas.

-¿Por qué te intrigaba?-pregunté interesado e incrédulo.

-Porque hay algo en ti que me atrae. Sé que puedes ser distante y solitario. Pero también sé lo amable y sincero que eres. Te dedicas a lo que amas. Eres leal a la gente que se gana tu aprecio y procuras vivir dejando vivir a los demás siempre y cuando ellos actúen igual. Pero sobre todo la enorme soledad que te rodea. Sé que te han hecho daño. Se te nota. Y me da pena. Creo que podrías dar mucho.-me dijo serena pero firme.

-Sé que te llamas Melody. Pero no se mucho más de ti. Sea que te dedicas. Pero nada más. Y tú pareces saber leer dentro de mí. ¡Dios ni siquiera me creo que seas real! Eres hermosa, lista carismática, amable… Eres todo lo que nadie podría desear. Podrías tener a cualquier hombre o mujer a tus pies. Y estas conmigo. Un amargado que se dirige hacia los treinta y siente que su vida ha acabado. Eres tan perfecta y misteriosa. ¡Eres como la música en el aire!-se me escapó la cita que Patrick dijo hacía unos días.

Ya estaba. Ahora sí que la había cagado. Se levantaría, se iría y no la volvería a ver. En vez de eso sonrió como si hubiese escuchado lo más bonito del mundo.

-Y además observador y sagaz-dijo con una risita.- Eso es precisamente lo que soy.

Ahora sí que estaba confuso.

-¿Qué eres qué?

-Música.-soltó sin más.

-Pero eso ya lo sabía-dije yo- Eres multiinstrumentista y…

-No me entendiste bien. No es que me dedique a la música. Es que soy Música. 

-¿Música? – ¿Tendría mi copa algún psicotrópico? Porque estaba alucinando.

-Eso es.

-Entonces a ver si o entiendo… -estaba de lo más confuso- ¿Me estás diciendo que tu…no te llamas Melody? ¿Te llamas Música?

-No. Me llamo Melody. O al menos es el nombre que más me gusta ahora. Pero soy música. Bueno… Para ser precisos soy “la” Música.-me dijo como quien te da la hora.

Mi cabeza era un hormiguero.

-Y antes de que vuelvas a preguntar lo mismo otra vez… Sí. Has entendido bien. En la antigüedad me han llamado, Inspiración, Musa, Euterpe, Jazz, Rock, Blues… Pero ahora soy Melody.

Me quedé  de piedra. Por fin reaccioné.

-Lo sabía. Esto es una broma televisiva y estoy siendo un primo- hice un ademan de levantarme pero ella me detuvo y con una de sus manos me hizo mirarla.

-Mírame a los ojos James-su voz no tenía expresión.

Al principio solo vi unos preciosos ojos verdes. Pero después fue como saltar a un gran estanque sin fondo. Y ahí lo vi. Lo vi todo. La música. Desde el principio. La explosión del Big-Bang, la materia moviéndose, los astros formándose. La formación de la tierra. La explosión de la vida. El primer primate entrechocando dos objetos y haciendo un burdo sonido. Los primeros instrumentos. Todas las civilizaciones con sus instrumentos canticos y bailes. Beethoven, Mozart, Tchaikovski, Lenon, Elvis, Marley, la muerte de Kurt Cobain, Marilyn Monroe cantando cumpleaños feliz a Kennedy… Lo vi todo del pasado al presente. Cientos… No… Miles de millones de conciertos que ocurrían ahora mismo, madres cantándole a sus bebes, locos cantando en su manicomio, gente con talento y sin el cantando y tocando, gente intentando triunfar, discos que se grababan… Y el presente, todos los conciertos que había y habría, todos los talentos que surgirían, los nuevos estilos, los nuevos viejos estilos… Pero siempre y en todas partes… Melody estaba presente. Como un ser invisible o una reina o una geisha, música, una joven extasiada disfrutando en un concierto o incluso una forma no definida. Pero ella estaba ahí

Cuando volví estaba abrumado. Melody seguía ahí. Pero esta vez su mirada era cautelosa. Como si yo fuera un animal salvaje que pudiera atacarla en cualquier momento.

-Veo que lo has visto todo.-dijo simplemente.

-Vale.-decidí ir con cuidado. Pero estaba acojonado.- Supongamos que te creo. ¿Dónde entro yo en todo esto?

En ese momento pude fijarme mejor en Melody. Y pude ver que detrás de toda esa amabilidad y candidez había mucho más.

-Como ya has visto existo desde el principio.-continuó con voz pausada- Yo siempre he estado aquí. Desde el principio. He visto muchas cosas. Quizás te hayas dado cuenta con estas… visiones. Yo no me limito al sonido que puede hacer un tubo con agujeros o una cuerda tensada. Soy más que eso. Estoy en todas partes y en ninguna. Puedo estar en una filarmónica pero también en un bosque, una cascada el mar… Incluso en una ciudad o un campo de batalla.

-Entonces…-me atreví a interrumpir-¿…eres una especie de diosa?

-Por favor no me interrumpas. En cuanto a si soy una diosa… Yo no diría tanto. Pero estoy por encima de los humanos. Esta… “persona” con la que estás hablando no es más que una manifestación física de mi ser, de manera que pudiéramos hablar y pudieras entenderme. Mi existencia sería como La Nube y este cuerpo no es más que una terminal mediante la cual se puede acceder a ella. Igual que lo puede ser un CD o un instrumento.-su discurso era pausado y claro. Como si lo hubiera preparado. Palabra por palabra.

-¿Ósea que tu conciencia está en todas partes? ¿En este cuerpo, en el aire, en la mesa de al lado y en la otra punta del mundo?-pregunté viendo que se había callado. ¿De verdad le había preguntado eso?

-Sí, más o menos.

-Decías que querías hablar conmigo y conocerme. ¿Por qué?-se acercaba el momento de la verdad.

Melody estuvo callada por un momento.

-Me pareces… intrigante.-me dijo.

Debía haber oído mal. Pero siguió hablando.

-Te conozco desde que eras un niño. Desde pequeño parecías sentir una fascinación fuera de lo común por mí, aún recuerdo tu expresión la primera vez que escuchaste música clásica de la radio de tu abuelo. Te he visto en todos los conciertos, cuando diste tus primeros pasos en la música, tirado en tu cama escuchando cientos y miles de canciones… Componiendo esas cancioncillas tan adorables que te inventabas de niño… He sentido tu euforia al conseguir tocar una canción complicada o la primera vez que fuiste a un macro concierto. Escuchando heavy en tu habitación en un intento de aliviar tu dolor por la pérdida de tus padres… He visto toda tu vida y se lo mucho que has sufrido. Siempre me has visto tu apoyo y tu salvavidas. Y creo que tu entrega ha hecho… que me enamore de ti.

Nunca me he atragantado tanto en la vida. Tosí como un tuberculoso hasta que todo el alcohol salió de mis pulmones. Cuando mi respiración se normalizó pude procesar la información del todo.

-¿Qué te has… enamorado de mí?- para que decir que desde que la conocía ahí es donde más sorprendido me hallaba.

-Sí. Aunque no lo parezca existir desde siempre cansa. Me he pasado desde “El Principio”  conquistándolo todo y viendo como los humanos ibais descubriéndome y conociéndome más. Pero nunca he podido interactuar con vosotros. ¿Sabes lo triste que es llamar a alguien y que no te oiga? Imagínatelo durante 13.810 millones de años. Y eso que vuestra especie empezó como hace unos 2 millones de años atrás. ¿Te imaginas estar solo tanto tiempo? Es como para volverse loco ¿verdad?

 Melody no lloró en ningún momento. Pero pude ver la tristeza y soledad que le había tocado experimentar. Y solo pude sentir lastima por ella. ¿Cómo habría superado esa soledad? ¿Y qué era eso de que se había enamorado de mí? No tenía sentido.

-Y si no podías manifestarte físicamente… ¿Por qué lo has hecho ahora?-pregunté queriendo encontrarle sentido a la situación.

-No lo sé. Solo sé que cuando empecé a observarte me enamoré de ti. Y también te veía sufrir. Llegó un momento en el que no pude soportarlo más. Si no podía estar contigo al menos quería conocerte. Lo desee con todas mis fuerzas. Y de repente… ¡puf! Aquí estaba.

Y de nuevo silencio. Este fue largo.

-¿En qué piensas?-me preguntó ella.

-En que todo esto es muy raro.-contesté sincero.- La verdad no esperaba encontrarme a alguien como tú. Tampoco puedo creer que te hayas enamorado de mí. Es decir… Si te fijas en mí y luego en ti… ¡Las diferencias son enormes!-dije intentando ser gracioso.

Lo cual funcionó por cierto. Se rió con esa potente y musical y potente risa que tenía. Pude ver su pena desaparecer de sus ojos. Con un sutil movimiento me agarró la mano con cariño acariciándome con su pulgar. Por mi podía pegarse así toda la eternidad.

-Aun así…-continué-…desde el momento en que te vi hace una semana algo cambió en mí. No fue solo porque quizá seas la mujer más bella que he visto en el mundo. De alguna manera me sentía fatalmente atraído hacia ti. Y cuando te conocí eras mejor de lo que parecías. Me he hecho ilusiones con muchas personas y he acabado dolido. Pero contigo tengo la impresión de que sí ahora no volviera a verte para mí sería una gran pérdida. Más que ninguna otra que haya sufrido. En resumen… creo que también estoy enamorado de ti.

Ya está. Ya estaba hecho. Lo había dicho. Y otra vez el maldito silencio. ¿Qué coño hacía ahora? ¿La besaba con violencia? ¿Le tendía mi mano? No. Ella ya la tenía agarrada. ¿Le decía algo bonito?

-Bueno… ¿te compongo un soneto?-dije intentando romper el hielo. Muy agudo macho. Muy agudo.

Por respuesta se lanzó a mis labios con pasión. ¿Qué era eso? ¿Un beso? Imposible. No es que fuera virgen hasta para eso. Pero los besos no sabían tan bien. Era una especie de proceso que se había activado al juntar nuestros labios. Era como si todo mi cuerpo vibrara. De repente hacía más calor. Creo que ninguno de los ligues y “novias” había tenido me había hecho sentir tanto placer. Ósea… ¿Tanta agitación por un beso? Y yo que creía que el que me cogiera la mano era increíble. No sé cuánto duró. Sé que parece un tópico, pero como comprobaría más tardes esos besos tenían la capacidad de abstraerme totalmente de la realidad. Cuando nos separamos (que fue una eternidad) yo estaba jadeando. Cómo si acabará de finalizar una maratón. Y lo peor. No sabía que decir.

-¿Te ha comido la lengua el gato?-me dijo con una sonrisa traviesa. Lo cual la hacía aún más bella. Si seguía así seguramente mi cabeza explotaría por no poder asimilar tanta belleza.- Pues parece que sí.

Reaccioné por fin. Podría haberle dicho que a su lado la luna y las estrellas no eran nada. Que en verdad creía que era una diosa. Que podía hacer conmigo lo que quisiera. Que si me amaba me haría el hombre más feliz del mundo. Pero en vez de eso le pregunté lo siguiente:     

-Por cierto… ¿Cómo llegó tu número a mi casa?-la verdad es que tenía curiosidad.

-Oh…-dijo como si le hubiera preguntado cuanto era dos más dos. Estabas tocando y deseando volver a verme. Eso en mi idioma es como un mensaje de texto. Pero como quería que me llamaras dejé la nota por medio de una dimensión inmaterial.

-Ah vale.-dije yo.- Tiene sentido.

O al menos lo tenía cuando la chica que tenías delante era ni más ni menos que la “Música”

-Y ahora…-dijo ella- ¿Me vas a llevar a tu apartamento o vas  seguir preguntando gilipolleces?

……………………………………………………………………………………………………………………..           

No recuerdo muy bien los momentos entre la salida del local y la llegada a mi casa. Es decir… No sé si pillamos un taxi, o ella tenía un coche o caminamos, o un bus, o vino un carro de oro con caballos alados tirando o hicimos un salto cuántico a través de la octava dimensión… Lo que sí que recuerdo es lo que hicimos en el trayecto. Miradas que derriten caricias tenues pero intensas… Y esos besos que podían derretir hasta un glaciar y que parecían sacudir el mundo. Pues eso. No sé cuándo lo hicimos y cuanto nos costó pero para cuando me di cuenta ya estaba metiendo la llave en la cerradura con un poco de nerviosismo. Hacía mucho que no traía a una mujer a casa. Y mucho menos una como aquella. Cuando la puerta se abrió Era como si los ardientes momentos que habíamos pasado juntos se hubieran evaporado. Solo éramos un pobre mortal y la mujer más maravillosa del mundo entrando en un cuchitril. Nada más entrar se podían ver los muchos posters, una caja de galletas que tenía llenas e entradas de conciertos anteriores, mis instrumentos esparcidos por cada rincón, estanterías, estanterías y estanterías llenas de discos vinilos y cintas, un reproductor de música con CD y USB que en su día fue de última generación, un reproductor de cintas y un tocadiscos del seiscientos antes de cristo que conseguí en un mercado callejero…y desorden. A parte de músico también soy un tío. No siempre tengo tiempo y/o ganas de recoger. Estoy trabajando en ello. Lo que se suele hacer en estos casos es ofrecerle algo de beber. Pero claro. Uno viviendo solo y no ganando mucho… pues tampoco tenía nada decente que ofrecerle a semejante dama.

-Perdona el desorden-empecé a disculparme.- No esperaba recibir a nadie hoy.

-No importa.-dijo ella paseándose con soltura por el piso.- Tienes una casa encantadora.

Empezó a curiosear mi colección de música. Miraba los títulos y si uno le llamaba la atención lo sacaba lo observaba con cuidado y lo volvía a poner en su sitio. Yo mientras tanto me peleaba con mi casa buscando algo decente que ofrecerle. Pero claro. No había mucho. Un refresco de burbujas sin gas, un mejunje que olía a rayos y sabría peor, y cerveza. Pero de la mala. Creía recordar que tenía te pero a saber dónde estaba y en qué estado. En esas estaba cuando de repente empecé a escuchar una canción. “Somebody to Love” de Queen. Habría encontrado alguno de los discos de Queen que tenía y lo habría puesto. Me gustaba mucho la canción.  A decir verdad me encantaba Queen. Fui a ver que hacía Melody. Y por enésima vez me quedé sin habla. En efecto. Estaba sonando Queen. Pero Melody estaba en mi teclado tocando y cantando a la vez. Perdón. Quizás no me he explicado bien. Melody tocaba. Y cantaba… ¡con la jodida voz de Freddy Mercury! Y era como si las paredes le hicieran los coros y tocaran los otros instrumentos. Y ningún reproductor de música estaba encendido. ¡Lo juro! Nada más verme dejó lo que estaba haciendo y todo se paró.

-¿Qué tal en la cocina?-preguntó jocosa

-¿Qué…?-estaba alucinado.

-¡Ay! ¡Estás tan mono cuando te quedas en blanco!-me dijo como si le hablara a un bebe o a un adorable gatito.

-Estaba sonando Queen… pero cantabas tú. Y podía oír todos los instrumentos, pero solo estabas tú… Y…-intentaba encontrarle sentido.

-Relájate James. Soy la Música ¿recuerdas? Por ello es normal que conozca todas las canciones del mundo y pueda reproducirlas nota por nota e instrumento por instrumento, exactamente como la interpretan sus autores.-me explicó.

-“Exactamente no-pensé para mí.- Cien veces mejor. Ni en un estudio se conseguía esa pureza”

-La verdad me gusta mucho el trabajo del pequeño “Freddy”. Supo aprovechar y desarrollar muy bien su talento. Qué pena que muriera tan joven.

¿Acababa de llamar a Freddy Mercury, “pequeño Freddy?”

-Cuando te oí cantar como él…

-…pensaste que era un hombre. ¿Verdad?-dijo riendo maravillosamente.- ¡Lo siento! No quería asustarte. Pero también puedo cantar como cualquier mujer.

Los siguientes minutos fueron una sucesión de muestras mejoradas de grandes voces femeninas como, Amy Lee, Celine Dion, Whitney Houston, Beyonce, Miley Cyrus, Anastasia…

-Es… Impresionante.-no tenía palabras.- Es como sí todas esas artistas hubieran cantado aquí mismo con las gargantas llenas de miel.

-¿Eso crees?-me miró juguetona- Pues no has visto nada.

Y de repente todas esas voces que había cantado sonaron a la vez cada una con su tono su ritmo y potencia generando una melodía algo agobiante y caótica.

Tras unos segundos tuve que gritar para que me oyera y parara.

-Entonces… -dije cuando me hube recuperado.- ¿Cuándo cantas solo puedes reproducir la voz del artista o los artistas en cuestión?

Ella se calló un momento y cogió mi guitarra eléctrica. Se sentó y se la puso en el regazo.

-Bueno…-empezó a hablar mientras empezaba a hacer un espectacular solo sin mirar siquiera lo que hacía.- Como ves estoy hablando contigo con una voz normal. Sí que tengo mi propia voz. Pero no la uso mucho… me da vergüenza.-dijo sonrojándose.

Mi atención estaba dividida. Por una parte en lo que ella decía. ¿La Música tenía… vergüenza? Por otra parte sus dedos no habían parado de moverse. Ya ni los veía de lo rápido que se movían. Creí ver algo de humo saliendo del mástil de mi pobre “hacha”.    

-Mmmmmm…. Melody…-dije yo temiendo por la integridad física de mi propia guitarra.

-¿Qué? ¡Oh dios! ¡Lo siento!- dijo al haberse dado cuenta de lo que hacía y soltando la guitarra.- ¡Ni me he dado cuenta! Perdón. Es que es un tic nervioso. Me pasa cuando estoy insegura o no sé muy bien que hacer. ¡Ni me doy cuenta!

¿La música también tenía tics nerviosos? Examiné mi pobre guitarra y vi con horror que el mástil estaba algo quemado y que las cuerdas se habían fundido con él. Casi me echó a llorar.

-Lo siento James. Te lo compensaré. Te lo prometo.-dijo poniendo su mano en mi hombro a modo de disculpa.

Cuando vi su carita compungida se me pasó el cabreo al instante. Le dije que no pasaba nada. De repente recordé  donde estaba el té. Y le ofrecí una taza, que aceptó gustosa.

Fui a la cocina nervioso y empecé a prepararlo todo. Cuando estuvo todo listo fui a la sala de estar con dos humeantes tazas. Que casi dejo caer al suelo. Melody me miraba con ternura exponiendo su perfecto cuerpo desnudo.

-Adelante James. La orquesta está lista y solo falta el director.

……………………………………………………………………………………………………………………..

Voracidad. Voracidad es una buena palabra para describir como me abalancé contra ella. Con voracidad la atrapé en mis brazos, con voracidad devoré su boca, con voracidad palpé y sopesé todo lo que pude de ella, dudando a veces si lo hacía queriendo comprobar si era real y no se desvanecería en cualquier momento o si estaba decidiendo que parte de su cuerpo era digna de recibir el primer bocado.  Este comportamiento podría recordar a un depredador devorando a una inocente presa. Pero ella no era la presa. Correspondía a mis besos con tal violencia que parecía muy sedienta y debía creer que mi saliva calmaría su sed. Y su lengua se parecía a una criatura furiosa que pugnaba por salir del encierro de mi boca. Yo llevaba un tiempo sin follar y Melody era alguien que me atraía demasiado. Pero ella parecía estar realmente necesitada. Como si su vida dependiera de ello. Si aquello fuera una pelea no estaba quien ganaría. Y de haber habido algo frágil por ahí ya estaría roto. Aunque ella me llevaba ventaja ella estaba desnuda y yo totalmente vestido. Sin saber muy bien cómo, me las apañé para llevarla en volandas a mi habitación. La sala de estar estaba bien pero el sofá era un poco incómodo para acurrucarse y moverse y votar… La verdad es que no me costó nada llevarla a la cama. No sé si porque era muy liviana o por que el subidón del momento me había dado un extra de energía. Pero me las apañé para llegar a la cama. Una vez estuvimos los dos sobre ella aquello se convirtió en una especie de baile de anguilas. Ambos estábamos ansiosos del otro. Mientras yo me entretenía acariciándola y besándola ella hacía lo imposible por quitarme la camisa. En una de estas oí un rasgado y antes de darme cuenta estaba desnudo de cintura para arriba y mi camisa estaba hecha girones. Cabe recalcar que era una de las mejores que tenía, ¿pero a quien le importaba eso en aquel momento? Entonces ella se aferró a mi espalda como si n quisiera soltarme nunca o pensara que mi piel era otra prenda de ropa que había que desgarrar. Pasados unos segundos intentó quitarme los pantalones pero como esa era una zona comprometida preferí  quitármelos yo para evitar accidentes y de paso para salvar la prenda.  Y, ya estaba. Me hallaba desnudo como el día en el que nací. A la vista quedaba pues todo mi fibroso cuerpo y también mi erguido miembro, que tiraba más a tamaño estándar. Estando los dos desnudos nos pusimos de nuevo a la faena. Esta vez, saciado como estaba de besarla me pareció que iba siendo hora de prestarle atención a otras partes de su cuerpo. Sus pechos por ejemplo. La primera vez que me fijé en ellos estaban cubiertos. Y por aquel entonces me dio la impresión que estaban muy bien. Una vez al descubierto me di cuenta de la verdad. Eran perfectos. No sé cómo describirlos. Simplemente tenían el tamaño y la forma adecuados. Eran preciosos. Redondeados y plenos. Como muchos amantes yo era amante de los pechos enormes y orondos. Pero estos no se podían comparar. Eran delicadeza y sensualidad al mismo tiempo. Me enamoré de ellos nada más verlos. ¿Quién no podría resistirse a esas bellezas blancas como la nieve y esos preciosos pezones que tenía? Exacto: nadie. Ni siquiera las mujeres, homosexuales, y toda aquella persona que prefiera el sexo contrario o se abstuviera de él. No sé si alguna vez he visto unos pezones tan bonitos. Así que empecé a besarlos lamerlos, morderlos, estrujarlos y tirar de ellos. Lo hice con el mayor respeto y dedicación del mundo como si lo que estuviera haciendo fuera el ritual religioso más sagrado que existiera. No sé si lo hice bien o no. Pero desde luego los gemidos suspiros y algún que otro alarido de placer que daba Melody lo animaban a uno a seguir. La verdad nunca pensé que una mujer se pusiera tan cachonda por que le trabajaran las tetas. Ni tampoco que un hombre pudiera ponerse igual o más excitado en el proceso. Así estaba yo. Ansioso. No por pasar al evento principal ni de meterla. Estaba ansioso por más. ¿Qué iba a ser lo siguiente? ¿Más besos? ¿Un masaje? ¿Masturbación mutua? El solo pensarlo era excitante de por sí. Y entonces lo vi claro. El sexo de Melody. Tan precioso. Tan perfecto. Tan blandito. Tan tentador. Tan húmedo… Parecía tan acogedor. Y parecía estar muy lubricado. Además se mostraba sin ningún solo pelo (parecía que a la Música le iban las tendencias modernas).  Su simple visión me hacía sentir una mezcla de ternura, deseo, conmoción, alegría… Se dice que las apariencias engañan. Pero si era igual de sabroso y acogedor que el aspecto que presentaba esto iba a estar bien. Así pues bajé poco a poco hacia su sexo, como un cachorro de lobo que sale de la madriguera por primera vez y observa todo con cautela y curiosidad. Me acerqué con cuidado, cerré los ojos y aspiré el dulce aroma que salía de su coño.  Era delicioso. Un festín olfativo. Con dos dedos separé sus labios mayores dejando al descubierto su rosado interior como una rosa floreciendo. Melody estaba tensa y expectante. Como si cualquier mínima acción que hiciera en su sexo la pusiera en jaque. Por fin me atreví a sacar la punta de mi lengua y saborear mínimamente aquel manjar. No me decepcionó. Era delicioso. So sabría describir el sabor. Una forma de acercarse podría ser el mejor día de tu vida, con el sabor de tu plato favorito. A besos tiernos. A un abrazo reconfortante. A ilusiones infantiles. Eso multiplicado por el número de veces que te diera la gana. En resumidas cuentas. Quería más. Y devoré aquel manjar como si fuera mi última cena. Succioné, lamí, mordí y soplé. De alguna manera me recordaba al cuento de los tres cerditos. “¡Soplaré y soplaré y tu casa derribaré!”. Solo que en un giro inesperado de los acontecimientos los cerditos esperaban ansiosos al lobo. Con la puerta abierta de par en par tumbados en una bandeja en el horno llena de verduritas y patatas, con una manzana en la boca y embadurnados de salsa barbacoa. He estado en conciertos donde los altavoces eran enormes y la música sonaba a todo volumen. Pues los alaridos de Melody eran algo así. ¡Dios, si hasta llegué a pensar que la policía iba irrumpir de repente pensando que la estaba despellejando viva! O eso, o algún productor o productora porno maravillado por mi compañera. Estando como estaba en la faena sentí un bultito. Ahí estaba el clítoris de Melody. Erecto y desafiante.

-“¡Vaya! ¡Hola bandido!”-le dije mentalmente maquinando una idea diabólica.

Y sin previo aviso empecé a darle caña a su botoncito, haciendo que gritar aún más si eso era posible. Parecía que le gustaba. Y a mí. Succionar lamer y morder ese bultito era agradable a par que divertido. Puede que hasta adictivo. Inspirado por los muchos videos porno que había visto en mi juventud (temprana), se me ocurrió la idea de meterle un dedo mientras le daba caña con la lengua. Uno, dos, tres… Al tercer dedo pasó lo inevitable. Se corrió. No me avisó exageradamente de ello. Fue repentino. Solo soltó un alarido más fuerte de lo normal su cuerpo se tensó y acabé con la cara empapada y una cara de sorpresa que debía ser de lo más ridícula. Mientras tanto Melody se recuperaba jadeando y con los ojos cerrados. Estaba preciosa. Me quedé un momento observándola. Cuando se recuperó abrió los ojos, y empezó a disculparse.

-Lo siento mucho. Debí haberte avisado.

-No pasa nada. Ha estado bien. Y ha tenido su gracia.-dije yo sinceramente.

-Pero debí haberte avisado y…-siguió ella pero la acallé cogiéndola de ambos lados de la cabeza y depositando un suave beso en sus labios. Fallo mío por no pensar que quizás no le agradara mucho estar en contacto con mi boca después de tenerla donde la había tenido.

-Nada de lo que hicieras podría molestarme.

Se sonrojó un poco lo que hizo que estuviera monísima. Y después a así sin más soltó…

-Me toca.

-¿Te toca el que?-pregunté un tanto perdido

-Devolverte el favor.

-No, no hace falta-dije dubitativo.

-No seas ridículo. Tengo que encargarme de eso. ¿O prefieres hacerlo tú?-me sonrío pícara señalando mi potente erección.

Así que con una fuerza que hasta ahora desconocía en ella, me sentó en la cama se arrodillo y se encargó de mi polla.

Primero escupió un poco en su mano para lubricarla y empezó a masturbarme a un ritmo lento mientras daba pequeños lametones y mordiscos que me sabían a gloria. La verdad es que estaba maravillado de la destreza que mostraba. Me parecía increíble que una chica así, que destilaba bondad y buenas intenciones se le dieran tan bien las artes amatorias. Si ya estaba alucinando en colores y en el séptimo cielo con esos simples lametones y mordiscos es difícil imaginar lo que sentí  cuando toda mi polla desapareció en su boca. ¡Qué gozada! No es por ser vulgar pero su boca parecía hecha para albergar mi herramienta. Era acogedoramente cálida y agradablemente húmeda. Y cuando una hilera de dientes perfectos hace la presión justa en el lugar adecuado y una lengua aterciopelada masajea y acaricia tu falo como un gato mimoso uno  llega a unos niveles de placer que deben ser insanos. En ese momento consideré el atar a Melody a un radiador de mi casa para que no se fuera nunca (es coña). Yo llevaba un tiempo sin estar con nadie. Y ella me gustaba mucho y lo hacía muy bien. Entonces sentí unas ganas locas de correrme. Pero cuando estás hablando una mezcla de arameo antiguo, hebreo, latín y sanscrito debido al inmenso placer decir palabras simples como “Me corro” es imposible. Así que en un intento de ser considerado la empujé hacia atrás para que mi polla saliera de su boca. No sé. No me parecía correcto correrme en su boca. Aun así exploté como nunca. Ella estaba sentada en el suelo a escasos centímetros de mí, así que mi carga le impactó de lleno en su pelo, cara y perfectos pechos. Cuando recibió los impactos en la cara cerró los ojos para protegerse de una manera bastante graciosa. Por una parte estaba en la gloria. Jamás me había corrido tanto ni tan a gusto. Por otra estaba muy avergonzado. ¡Qué poco había durado! Era hacerme cuatro cosas y correrme como un adolescente. Y luego estaba preocupado. Sé por experiencia propia y porque me lo han contado (sobre todo esto último) que a algunas mujeres no les va eso de que te corras en su cara. Al menos había tenido la decencia de intentar no hacerlo en su boca.

-Lo siento mucho.-dije avergonzado- Debí haberte avisado.

-No pasa nada. Ha estado bien. Y ha tenido su gracia.-dijo ella con una de sus sonrisas que siempre conseguía derretirme.

-Pero debí haberte avisado y…-seguí intentando disculparme, pero ella me agarró de ambos lados de la cabeza y depositó un suave beso en mis labios. Tampoco me importó mucho que supieran a mi polla. No si el beso era suyo.

-Nada de lo que hicieras podría molestarme.-me dijo ella.

Me reí mentalmente. Hablando de “Deja vu”.

-Y ahora vamos.-dijo ella como si nada.

-¿A qué?-¿pero cómo podía ser tan lento? 

-¿A por qué va a ser?-dijo ella como si fuera lo más obvio del mundo.- ¡A por el plato principal!

Bien pensado, sí que era obvio.

-¿Estas de coña?-dije incrédulo- Esa mamada que me has dado me ha dejado hecho una birria. Necesito tiempo para descansar y…

No me dejó terminar porque me agarró la polla con una firmeza que creí que me iba a estrujar los huevos, la llevó a sus preciosos pechos y empezó a hacerme una cubana mientras decía con algo de enfado:

-¡Ni descanso ni hostias!-ese cambió de humor repentino me asustó un poco.- ¡Hemos venido a follar y eso vamos a hacer! ¿Sabes cuánto tiempo llevo sin estar con nadie? El solo oír la cifra te haría enloquecer. Así que tú y yo vamos a follar y lo vamos a disfrutar. Y si tengo que estar toda la noche reanimándote para pasar a la acción… ¡Oh… ten por seguro que eso haré!  

No sé si fue porque ese repentino cambio de humor que me asustó, la disposición y ansiedad que mostraba porque echáramos un polvo o que estar entre sus tetas era increíble. Pero me puse duro como una roca en tiempo record. Me hacían gracia los cambios de humor de Melody. Pero de alguna manera los entendía. Ella era la música. Podía pasar de placida y serena a rápida y violenta en dos segundos. No sé por qué, eso me gustaba en ella. Cuando mi miembro estuvo lo suficientemente duro para su gusto se separó de mí y se tumbó en  la cabecera de la cama abierta de piernas y separando su húmedo sexo. Esa silenciosa invitación fue suficiente. Me acerqué a ella gateando con algunas dudas. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca no estaba muy seguro de lo que iba a hacer. Es decir… Me iba a follar a la “Música”. Para mí era como si fuera la Virgen María. Como que moralmente era un poco fuerte. Es decir. Tenía a una especie de ente superior en mi cama que me invitaba a pasarlo bien.

-“¡Claro!-empezó mi conciencia- Y si fuera una niña de quince años igual de cachonda invitándote a que te la follaras también lo harías ¿verdad?” Aunque fuera consentido me sonaba a algo que no debía hacer bajo ningún concepto. Sin embargo miré a sus ojos y pude ver aquella mirada bondadosa que tanto me gustaba diciéndome “Adelante”. Y eso me bastó. Y al parecer a mi conciencia también.  Me di cuenta de que Melody era una adulta varias millones de veces mayor que yo (literalmente). Y también que esos temas no le incomodaban para nada. A fin de cuentas… ¿Quién no ponía música a la hora de echar un polvo?

-“En fin: vamos a ello James”-me dije a mi mismo agarrando mi pene y dirigiéndolo hacia el interior de mi querida Melody.

Por un momento creo que morí. Hoy, creo que mi cuerpo no pudo soportar tanto placer y que no supo cómo reaccionar así que creo que como medida de seguridad todos mis sistemas se desconectaron por unos escasos segundos. Cuando “volví” el placer era abrumador. Otra vez pensaba  en que hacía unas horas el que me cogiera la mano me parecía increíble. Y creía que lo mejor que me había pasado era la mamada que me había regalado antes. Entonces ella empezó a moverse poco a poco aumentando el ritmo progresivamente así como el de sus jadeos y el volumen de sus gemidos y gritos. Me costó pillarle el ritmo. En parte porque estaba en shock. El cielo debía ser algo así. Una especie de placer constante que no hacía más que aumentar a niveles sobrehumanos. Y entonces lo entendí. Melody era un ángel, o una valkiria o una shinigami. Mi hora había llegado. Y pretendía darme el mejor polvo de mi vida antes de que la palmara de tanto placer y me llevara a la otra vida. Sí. Quizás ahora suene estúpido pero cuando todos tus receptores sensitivos están fritos de tanto placer como que uno es capaz de decir cualquier tontería sin sentido. Para mi sorpresa conseguí pillarle el ritmo y pronto ella y yo éramos como una maquina bien lubricada. Recalco lo de “lubricada”. Era una maravilla. Era como si su sexo estuviera moldeado para albergar el mío. O que mi polla estuviera hecha para entrar en ella. Yo que sé. El peligro de correrme era inminente. Procuré pensar en otra cosa para durar más pero en esos momentos solo podía pensar en ese momento. Todo lo demás me daba igual. Sorprendentemente el pensar en Melody, sus, envites, sus jadeos y aullidos, su cuerpo sudoroso, el cómo cerraba los ojos de placer y en mi propio placer me ayudaron a durar más. Melody estaba preciosa como siempre. Llegó un momento en el que correrme era inminente. Y esta vez no creía que pudiera apartar a Melody sobre todo porque ella me había atrapado con sus esculturales piernas como un cepo para osos.

Exploté. La mamada de antes no era nada. El semen salía en copiosos y furiosas ráfagas inundando el coño de la que en esos momentos era mi amante. Me costó lo suyo reponerme de aquella liberación. Me sentía genial pero… Insatisfecho. Quería más en un acto consciente o inconsciente Melody se volteó dejándome ver su precioso culo. Lo que se me ocurrió después no hace falta contarlo. Lo siguiente era ingeniármelas para pedirle a una mujer que apenas conocía a ver si me dejaba metérsela por detrás, siendo una práctica que muchas mujeres evitan.  

-¿A qué coño esperas?- soltó de la nada Melody.-Ya te he dejado bien clarito que estoy abierta a ti. Así que métemela por el culo de una vez o haz lo que quieras. Pero no se te ocurra dejarlo ahora.   

Lo normal era que si sabía que mi compañera, no era por llamarlo de alguna manera “mortal” y tenía habilidades como producir música de la nada o cantar con múltiples voces no era de extrañar que pudiera intuir o adivinar mis pensamientos. Pero era nuevo en esos asuntos así que  no terminaba de acostumbrarme. Así que con cuidado cogí mi miembro y lo dirigí a la entrada de su ano. Empecé metiendo la punta poco a poco, pues tenía entendido que forzar los músculos anales demasiado bruscamente dolía horrores. Ahora que lo pensaba ¿no debería haberla preparado antes? ¿Lubricarla? ¿Masajear su recto  hasta que se relajara? Lo mejor sería sacar la punta de ahí y preparar el terreno. Pero Melody parecía tener otros planes y más prisa. Así que dando un suspiro de frustración dio un empujón con sus seductoras caderas y se enfundó mi polla de golpe. Lo siguiente que recuerdo son un montón de estrellas de colores debido a la estrechez y rugosidad de su recto,  palabras ininteligibles por parte de ambos y una corrida no tan copiosa como la anterior pero aun así sorprendente.    

……………………………………………………………………………………………………………………..

Nunca he estado tan cansado. Si creía que Melody se iba a contentar con ese anal que le hice me equivoqué. Aún probamos un montón de posturas y prácticas un tanto perturbadora que de alguna manera, yo conseguía llevar a cabo a pesar de lo cansado que estaba.

Ahora Melody dormía abrazada a mí. Yo no. Tenía mucho en lo que pensar. Amaba a Melody. Es normal que un tío diga eso después de que una mujer le eche el polvo de su vida. Pero me gustaba todo de ella. Era simpática, inteligente, misteriosa, divertida, cariñosa, amable, bondadosa… y estaba como un tren. Eso ayudaba mucho. Antes de que se durmiera le había preguntado si éramos una pareja. Ella dijo que podíamos ser lo que yo quisiera. Lo cual me hacía muy feliz. ¿Tendría casa? ¿Si era así nos iríamos a vivir a la suya o la mía? ¿O a una diferente? ¿Quizá era un poco precipitado vivir juntos? ¿Le gustarían los paseos por el parque y esas cosas? ¿Tendría que regalarle flores y tal? No ganaba mucho con mi curro de mierda. Hablando de mí curro de mierda. Creo que iba a mandar al señor Dalton (el imbécil de mi jefe) a la mierda. Por robarme varios años de mi vida y joder a todo el mundo. Quizá podría demandarle por acoso o condiciones de trabajo abusivas. En eso el tío estaba servido de ese tipo de asuntos. Si ganaba podría sacarle un buen pellizco. Ya encontraría otro trabajo. Melody era la música. Quizá podríamos montarnos algo entre los dos. Me había corrido mucho dentro de ella. ¿Y si la dejaba embarazada? Se lo comenté pero ella dijo que estaba bien. ¿Tomaría la píldora? No estaba seguro de sí estaba listo para ser padre. Pero Melody con barrigón… ¡Dios que sexy estaría! También le había entrado muy fácil por detrás. ¿Le habrían dado otras veces? ¿Habría tenido más amantes? ¿Estaría un rato conmigo y se iría? ¿O esta era solo una de las muchas versiones de la música que había venido para estar conmigo? ¿Y cómo estaría Melody vestida de blanco? Sabía que no iba a encontrar a nadie como ella. Quizá debería casarme con ella. O igual me precipitaba de nuevo. En fin. Esas cuestiones podían esperar. De momento tenía al amor de mi vida durmiendo a mi lado y eso de por sí era perfecto. Me dispuse a dormir pero entonces algo me despertó. Lo oía perfectamente. Era “Can’t Help Falling in Love” de Elvis. Pero no era Elvis. Cantaba una mujer. Y era el sonido más precioso que había oído nunca. Era como si me llegara al alma. Cualquiera que oyera esa voz podía tener por seguro que nada le pasaría y que todo iría bien. No era ninguno de mis discos. Los conocía todos. ¡Todos! Tenía que ser la radio. Tenía que saber quién era aquella intérprete para ver si podía volver a disfrutar de ella. Pero la radio estaba apagada. Y el sonido venía de muy cerca. Y entonces averigüé la fuente de tal prodigio. Era Melody. Estaba cantando en sueños. Pero no con cualquier voz. Aquella era SU voz. La voz de la Música. El sonido más bello del mundo y la fuente de toda belleza acusica. Si ya estaba enamorado de ella ese momento fue decisivo para quererla con locura. Así que me incliné sobre ella la besé con dulzura en la frente y le susurré:

-Buenas noches, mi musa y mi vida.

-“¡Que cursi eres a veces James Wanderer!”- me reproché a mí mismo antes de caer dormido con el amor de mi vida a mi lado.

 

 FIN.


Relato erótico: “De plebeyo a noble 6 – Rescatados (final)” (POR AMORBOSO)

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Así estuvimos tres o cuatro meses, pues perdimos la cuenta al resultar inútil hacerlo si nos acordábamos de actualizar el calendario un día cada tres o cuatro.

Sobre ese tiempo, salimos Jessy y yo a dar la vuelta a la isla (ya sólo salía con ella) cuando encontramos el cuerpo de un hombre sobre la arena, que al acercarnos pudimos comprobar que estaba vivo, aunque muy mal. Estaba helado y con gran cantidad de agua en su cuerpo. Le hice soltar toda el agua que pude y lo abrigamos con todo lo que teníamos, permaneciendo ambos uno a cada lado de él, dándole calor con nuestro cuerpo.

Cuando recuperó la temperatura, hice unas parihuelas y lo subimos en ellas, llevándolas yo de un extremo y arrastrando el otro, quedando libre Jessy para prestarle atención. Por la arena no era difícil llevarlo, pero por las rocas, tenía que ayudarme.

Ya en el campamento, fue atendido por las mujeres durante varios días en los que la fiebre lo dominaba. Cuando ya pensábamos que iba a morir, desapareció la fiebre y en pocos días se encontró lo suficientemente bien como para moverse por todos los sitios.

Ante este hecho, recomendé a todas que se pusiesen alguna prenda encima, hasta que conociésemos mejor al hombre. Hasta yo me puse una.

Nos enteramos de que se llamaba Tasos y era marinero en un barco hundido durante una tormenta. Que consiguió asirse a unos maderos y que las corrientes le habían traído a la isla.

Su físico no era muy agraciado, bajo, gordo de barriga prominente, calvicie superior y pelo largo hasta los hombros del que le salía por los lados y bajo la coronilla. Le faltaban dientes, y los que le quedaban estaban negros, se adornaba con una nariz aguileña y su cuerpo estaba cubierto de pelos negros a corros.

A él le había asignado un pequeño cobertizo que hicimos en su momento pero que lo teníamos en desuso, y desde donde observaba el trajín nocturno en mi choza.

Durante bastantes días, no hubo problemas. Colaboró en las tareas de pesca, recogida de fruta y arreglos de nuestro campamento. También salí con él a varias vueltas a la isla, donde recogimos mucha madera que dejamos secando.

Como casi toda ella se encontraba en el primer tramo, hicimos varios viajes para llevarla al campamento, que dejamos aprovisionado para mucho tiempo.

Un día, me encontraba preparando una pequeña presa en el hilillo de agua que era nuestro río para acumular más cantidad cuando oí fuertes gritos.

-Maldita puta. Estate quieta que vas a saber lo que es un hombre, no ese maricón de mierda con el que os acostáis cuando él quiere.

-Zassss. Zasss –Se oían golpes.

-No, por favor. No me pegues…

En ese momento estaba intentando sujetar uno de los apoyos en los que se enganchaban los laterales y dudé un momento entre dejarlo o sujetarlo antes de ir a ver lo que ocurría.

-AAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGG.

El grito me decidió, solté todo, que cayó y se desmoronó y fui corriendo a la playa para ver qué pasaba.

Cuando llegué, Rachel estaba, tumbada en el suelo, las ropas rasgadas, con la cara ensangrentada y con este elemento sobre ella, con los pantalones bajados y violándola.

Salté sobre él y lo agarré del pelo, tirándo fuertemente hacia atrás. Aunque al principio ofreció resistencia, terminó separándose de ella y revolviéndose contra mí, se puso en pié, con los pantalones en los tobillos y amagó un puñetazo que esquivé con facilidad. No en vano había practicado la lucha, aunque hacía tiempo que no lo hacía, pero seguía en forma gracias al trabajo diario.

Le solté una patada en los cojones, que si llega a pillarle de lleno, lo mata directamente, sin embargo, le pilló con las piernas cerradas y solo fue un golpe frontal, que aunque doloroso, no es lo mismo que si le hubiese dado de lleno. No obstante, el golpe hizo que se doblase por el dolor, recibiendo un puñetazo en la barbilla que lo echó al suelo sin sentido.

Mientras habían aparecido todas las mujeres y entre todas la tendieron primero y luego yo la llevé hasta su lecho donde lavaron sus heridas y la dejaron descansando.

Como era cerca de medio día, nos pusimos a comer y en ello estábamos cuando apareció Tasos con un cuchillo en la mano y medio corriendo y renqueando hacia mí, a la vez que murmuraba “Maldito cabrón. Te vas a acordar, pero en el otro mundo…” y cosas parecidas.

Cuando llegaba ya a mi lado, me puse de pie, tomé su brazo con rapidez elevándolo al tiempo que le daba la espalda, haciendo que el brazo quedase más alto sobre mi hombro y bajándolo de golpe con intención de partírselo.

No lo conseguí, pero el terrible dolor que le produjo, le hizo soltar el cuchillo. Un nuevo giro con el puño preparado me permitió darle otro en su mejilla que hizo crujir su mandíbula y al apartarme, le volví a soltar otra patada en los cojones, con mejor fortuna, que lo hizo caer redondo al suelo totalmente sin sentido.

-¿Lo has matado? –Pregunto Jessy.

-Todavía no…

Até sus manos a la espalda y los pies juntos, mientras tomaba una decisión.

-¿Alguna de vosotras está dispuesta a ser su pareja o queréis compartirlo entre varias?

Todas dijeron que no.

Eso planteaba unos grandes problemas: si todas se acostaban conmigo y ninguna con él, íbamos a estar en peleas continuas. También implicaba que correríamos riesgos. Las peleas y ataques podrían derivar en muertes intencionadas o accidentales. Y sobre todo, el riesgo lo corría yo. Para él, lo mejor sería deshacerse de mi, por lo que podría matarme en cualquier momento que me encontrase distraído o durmiendo.

Decidí que no iba a vivir el resto de los días con la espalda pegada a un árbol y las noches con un ojo cerrado y otro abierto.

Cuando terminamos de comer, preparé la mochila de viaje, mientras todas me miraban expectantes.

-¿Vamos a salir a dar otra vuelta ahora? –Preguntó Jessy extrañada.

-No, solamente voy a llevar a Tasos a otro lugar de la isla y le prohibiré venir por aquí si no quiere que lo mate.

Cuando me volví, vi que me estaba mirando con gran odio que se veía reflejado en sus ojos y cara, también vi que me había oído.

-Pero es tarde ya. ¿No sería mejor que salieseis mañana? –Dijo Caitlin.

-Cuanto antes me libre de él, mejor para todos. Podría soltarse y atacarnos a cualquiera.

Solté la cuerda de sus pies y se la até al cuello. Lo hice levantarse y partimos. Durante todo el camino no paró de insultarme, rogarme y hasta proponerme que no tocaría a ninguna si le dejaba mirar solamente. No le hice caso

Estuvimos andando toda la tarde y parte de la noche, aprovechando la luna, hasta que consideré que estábamos lo suficientemente lejos para que no se nos oyera. Entonces, me desvié hacia la espesura y me preparé el cuchillo y un machete, que utilicé para ir abriendo camino varios metros entre la maleza.

Cuando me pareció suficiente, me giré con rapidez y clavé el cuchillo en el pecho de Tasos, a la altura del corazón. Sólo tuvo tiempo de mirar sorprendido el mango sobresaliente de su pecho y levantar su mirada hacia mí, que ya estaba preparado otra vez.

-Lo siento, amigo, pero eres tú o yo.

Y descargué el machete con fuerza sobre su cuello, cortándolo hasta la mitad o algo más. Cayó al suelo como un pesado objeto.

Me retiré a un lado, busqué un sitio donde colgar la hamaca y dormí hasta el día siguiente. Cuando desperté, cubrí el cadáver con arena y piedras, comí algo y volví al campamento, al que llegué a media tarde.

Me preguntaron, pero solamente contesté que lo había dejado lejos y que no volvería.

Todavía pasaron como unos dos meses más, hasta que una mañana vimos un barco en el horizonte. Rápidamente encendimos la hoguera que teníamos preparada y la estuvimos alimentando con todo lo que pudiese producir más humo y más fuego.

El barco vino hacia nosotros y ancló cerca de la costa, arriando un bote que trajo a varias personas hasta nosotros, que nos habíamos reunido en la playa para esperarlos con el corazón en un puño por la emoción, la alegría de que venían a rescatarnos y un cierto miedo de no saber si serían buena o mala gente.

Nuestra alegría se desbordó cuando vimos que en el bote venía Peter haciéndonos gestos con las manos, a los que respondíamos con gritos, saltos y agitar de manos también.

Cuando desembarcaron, la madre y las hijas se abrazaron a un hombre, ya mayor, al que no conocía y que adiviné era el marido y padre por las lágrimas que derramaban todas. Iba escoltado por un negro enorme y un blanco demasiado pálido para mi gusto y muy amanerado.

Peter y yo nos fundimos en un abrazo emocionado, sobre todo por mi parte, que no podía decirle una sola palabra porque mi garganta estaba cerrada, como las de las mujeres, según contaron más tarde.

Rachel, tímidamente y llorando, se fue acercando a nosotros hasta que abrimos los brazos para que se uniese a nosotros. Luego, ya más tranquilos, fueron las presentaciones y una sustanciosa comida con víveres del barco y frutas y pescado nuestro, durante la cual Peter contó su historia.

Salieron de la isla sin problemas los cuatro. Cuando llevaban como medio día de viaje, les pilló algo de viento y la mar se puso bastante picada, sacudiendo la barca, aunque aguantó bastante bien. Allí perdieron a la tutora.

-Si, ya vi que te habías deshecho de ella. Apareció su cadáver en la playa.

Todas me miraron extrañadas, pues no les había informado de este hecho, pero Peter me rebatió.

-No, no le hice nada. Hubo un momento en que tuvimos muy mala mar, con grandes olas y con temor a que nuestra balsa no aguantase. Ella anduvo moviéndose por la balsa, a pesar de mis recomendaciones y de los vaivenes. De repente escuché sus gritos entre el ruido de las olas, pero no podía dar la vuelta si no quería que nos ahogásemos todos si nos pillaba una ola de costado. Tenía que mantener la balsa frente a las olas, que aunque no eran grandes, si podía destrozarnos. En mi descargo, también tengo que decir que las chicas no me avisaron en ningún momento, aunque tampoco tengo muy claro si fueron ellas las que la ayudaron a caer.

Transcurrida la comida, plagada de risas y anécdotas, cargamos el barco con todo lo que habíamos recogido de valor en estos años, joyas, un montón de barriles llenos de monedas y un cofre con unos papeles que resultaron ser pagarés por varios miles de libras y abandonamos la isla.

Una vez elevadas anclas y con proa a nuestro destino, vino corriendo Caitlin para avisarme de que nos habíamos olvidado de Tasos.

-No te preocupes-le dije- él está descansando…, y qué mejor lugar que ese. –Y no le di más explicaciones, pero ella debió de imaginar lo que pasaba.

De los días siguientes, tengo pocos recuerdos, aunque si los más importantes. Peter tenía alquilada una casita pequeña, donde nada más desembarcar, llevamos todo lo acumulado durante los años de la isla. Hicimos recuento de la mitad de lo que habíamos recogido y nos encontramos con más dos millones de libras en monedas, billetes y pagarés, sin contar el resto de barriles con monedas, que repartimos a medias.

Al día siguiente envié un mensajero anunciador de mis intenciones y fui a casa de Jessy a pedirle formalmente su mano a su padre, acompañado de una buena botella de whisky. Me recibieron en una gran sala, donde el padre estaba sentado en un sillón y Caitlin en uno doble junto a él. Cuando el mayordomo salió, me invitaron a sentarme junto a ella, en el espacio libre. No tuve ningún problema con la petición. Me la concedió encantado y empujado por su mujer. Lo celebramos con la botella de whisky, de la que mi futuro suegro dio buena cuenta casi en su totalidad.

En la misma petición manifesté el deseo de Peter y mío de adquirir tierras, a lo que me informó de unas concesiones cercanas, pendientes de asignar propietarios y que, en nombre del gobierno, nos las cedía al precio oficial de 1 libra, siempre que las explotásemos al menos durante 25 años, cosa que acepté sin dudar.

Cuando mi futuro suegro terminó la botella, se puso a alabar, con voz pastosa, las tierras, el ganado, la familia, sus maravillosas hijas, su mujer hasta que poco a poco fue bajando la cabeza y se quedó dormido soltando potentes ronquidos.

Caitlin no perdió tiempo. Se abalanzó sobre mí, desabrochó mis pantalones y liberó mi polla, que solamente vio la luz un instante, porque se la tragó entera de una sola vez.

-MMMMMMM Estabas con ganas eh! –Le dije.

Se sacó la polla de la boca, lo justo para decirme:

-No sabes cuantas, pero me voy a desquitar.

-¿Y si no llego a traer la botella?

Se separó un poco de mí y, señalando la repisa de las bebidas dijo:

-Tenía preparadas esas dos.

Y siguió chupándomela y poniéndomela como una piedra. Cuando la tuve totalmente dura, la hice levantarse y la llevé hasta una mesita redonda, donde dejaban el correo y algunas otras cosas, que fueron al suelo directamente, para acostarla boca abajo sobre ella y remangar faldas y refajos, echándolos por su cabeza.

No llevaba calzones ni nada, A mi disposición quedaron su culo y su coño, brillante hasta los muslos de los líquidos de su excitación.

Froté mi polla, recorriendo su raja de un extremo a otro, un par de veces, pero ella directamente me interrumpió diciéndome:

-Vamos, métemela ya. Estoy caliente desde que esta mañana me han anunciado que venías. No pierdas más tiempo.

Sin esperar más, se la metí de golpe hasta que nuestros cuerpos chocaron. Ella emitió un gemido de placer y dolor por la rápida dilatación, siendo ella la que empezó a mover su cuerpo atrás y adelante para follarse, sin esperar a que yo lo hiciera.

Unos azotes en su culo volvieron a hacerla gemir y detenerse, pasando a ser yo el que se movía dentro de un coño cada vez más rezumante.

Poco después se corría con fuertes espasmos y un grito que acalló los ronquidos de su marido. Tras unos segundos, la saqué para metérsela por el culo, aprovechando la abundante lubricación. La apoyé en su ano y fui empujando despacio, a pesar de que entraba con mucha facilidad. Una vez toda dentro, empecé a moverme con suavidad, y llevé mi mano a su coño donde unas veces metía un poco los dedos y otras acariciaba su clítoris, al tiempo que también aceleraba mis movimientos.

De vez en cuando, dejaba caer un buen churretón de saliva para seguir moviéndome con comodidad, aunque ella no se quejó en ningún momento. Y no solo eso, sino que pedía más y más.

Un buen rato después y creo que con un par de orgasmos más, anuncié mi corrida inminente, pidiéndome que aguantase un poco más por que estaba a punto. Aguanté como pude hasta que me anunció su corrida, acompañándola con la mía.

Tras unos segundos de relajo, yo me subí los pantalones que estaban en mis tobillos y ella se acomodó faldas y refajos.

Ambos salimos de la habitación como si nada y Caitlin mandó llamar a Jessy para que la informase del resultado de la entrevista y pasear por los alrededores de la casa como una pareja de novios normal, siempre a la vista de los criados para evitar maledicencias.

En ese paseo, fijamos las visitas a su casa y las salidas de ella a caballo hacia puntos de encuentro más íntimos.

Cuando volví casa, informé a Peter de la adquisición, imaginando que la concesión sería de unos pocos acres de tierra, donde podríamos hacernos casas y vivir, mientras adquiríamos otros terrenos donde criar ganado.

Cuando nos enteramos de lo que habíamos comprado, casi nos desmayamos del susto. ¡Más de 20.000 acres cada una! ¡Eran mayores que muchos condados de Inglaterra! Las habíamos elegido al azar y la mía resultó algo más grande que la de Peter.

Estaban separadas por otra gran finca, perteneciente a Mr. Mcgregor, un hombre autoritario, de nariz ancha y roja, jugador, borracho, putero y pendenciero. Casado con una mujer delgada y plana, con una cara angelical que pocas veces dejaba entrever las penas y disgustos de su matrimonio.

Los Mcgregor tenían una hija de unos 17 años, a la que el padre tenía totalmente sometida y del que recibía algunas de las palizas de las que conseguía escapar su madre. Hablándolo con Peter, comentamos que sería un buen partido para él, pues era la heredera del terreno entre ambos, prácticamente tan grande como los nuestros, y podría tener una de las más grandes fincas de allí.

Al principio, Peter alegó la diferencia de edad, pero después de hablarlo, considerar las ventajas y hacerle ver que también había diferencia de edad entre nosotros y las pupilas, sin que fuera un problema para acostarnos con ellas, cambió de opinión y se propuso cortejarla.

Como buenos futuros vecinos, pasamos a visitarlos una mañana, cerca de mediodía, para presentarnos y entablar buenas relaciones. Mcgregor, que ya llevaba alguna copa, nos presentó y obligó a comer con la familia, empujándonos con fuertes palmadas en la espalda y los hombros que nos hacían a avanzar más rápido para evitar que nos partiese algún hueso.

Durante la comida, sentados en el extremo de una larga mesa, fuimos atendidos por la madre, Martha y la hija Eloise, pues como nos comentó nuestro anfitrión, no consentía que los criados lo hiciesen, porque la obligación de las mujeres era estar a disposición de los hombres y servir la mesa.

Cuando nos despedimos, besamos las manos de ambas mujeres. Como puestos de acuerdo, yo primero besé la mano de la hija y Peter la de la madre, cambiando después y permaneciendo Peter más rato de lo normal sujetando la mano de la hija, mientras alababa su belleza con la sonrisa más seductora.

Los nervios de la muchacha evidenciaron que había hecho efecto, lo que nos hizo marchar con alegría, al ver que había posibilidades.

El momento del cortejo fue un mes después, en la fiesta de anuncio de mi compromiso con Jessy. Como es normal, todas las familias importantes de la zona estaban invitadas a la fiesta, incluidos los Mcgregor, durante la cual, tanto Caitin y Jessy, que estaba informadas de todo, como yo, estuvimos pendientes del matrimonio. Yo sacando a bailar a la madre, ellas con el padre, a pesar de los múltiples pisotones, con breves descansos cuando lo acompañaban junto a su padre para que bebiesen juntos.

Pronto ambos hombres se retiraron a una de las salas dela casa para dar buena cuenta de un par de botellas y quedarse dormidos en los sillones.

La madre, libre de su marido y agasajada por mí, Caitlin y Jessy, que la llevaban de uno a otro de los corrillos que formaban las otras mujeres, donde podía escuchar los cotilleos del momento y participar sin ser importunada por su marido, estaba radiante de alegría, eufórica más bien, incluso más que si hubiese bebido.

Con todo esto Peter tuvo vía libre para cortejar a Eloise, que no tenía la más mínima oportunidad de escapar.

Una mujer maltratada por un padre que tampoco la dejaba relacionarse con nadie, que por tanto no tenía amigos entre los hombres de la sociedad, y acosada por un hombre guapo como Peter y con facilidad de expresión para adular y conquistar, no le quedó más remedio que rendirse cuando, acabando la fiesta, le pregunto si le daba permiso para pedirle a su padre la autorización para visitarla.

Según me contó después, no le salían las palabras, y tuvo que asentir con la cabeza. Tras la declaración y aprovechando que se habían situado fuera de la vista de todos, la tomó de la mano, se la besó y, aprovechando la cercanía, dejó otro beso sobre sus labios.

Ella, sofocada, vino corriendo hasta el grupo donde se encontraba su madre con otras mujeres y yo.

-¿Qué te pasa, que estás tan sofocada? –Le preguntó.

– … Es que he bailado mucho…

La fiesta terminaba ya y uno de los invitados, amigo de la familia, fue a buscar a los maridos durmientes que salieron poco después dando tumbos. Durante la espera, Martha y Eloise cuchichearon en un aparte, echando miradas fugaces a Peter.

Al día siguiente enviamos a un criado con una nota para el padre, solicitando que Peter fuera recibido con la intención de pedir relaciones con la hija. El padre aceptó, pues le habíamos caído bien, porque éramos familia del Gobernador, teníamos mucho dinero y grandes extensiones de tierra. Lo que se dice un buen partido.

No sé lo que le contó, pero fijaron fecha de la boda para seis meses después. Pero la alegría duró poco, pues una semana después, el gobernador anunció la boda de Diana con un viejo rico y tan borracho como los demás de 75 años. Viudo hacía años, había hecho una gran fortuna negociando con todo, legal o no, y que quería una mujer que le diese un hijo.

El disgusto de la muchacha fue tremendo. Estuvo varios días llorando, hasta que, entre su hermana y yo, pudimos convencerla de que a un hombre tan mayor, no tendría que aguantarlo mucho y sería la heredera de su fortuna. Mientras, podría formar parte más activa en nuestros juegos de cama.

-¡Pero tendré que darle un hijo! -Alegó

Dudábamos que se le levantase, por lo que le propusimos que fuésemos Peter o yo quienes la dejásemos embarazada. Por fin asumió su futuro y todo volvió a la normalidad.

El día de mi boda llegó y la pequeña iglesia se llenó de gente importante de la ciudad y otra venida desde sitios lejanos. El vicario que nos casó ni se quién era, ni de qué religión, ni lo he vuelto a ver.

Se celebró una fiesta por todo lo alto en la finca del gobernador. A la salida de la iglesia nos esperaba un carruaje descubierto para llevarnos hasta ella, donde nos montamos mi flamante esposa, sus padres y yo.

De camino, nos cruzamos con una cordada de presos que acababan de llegar e iban pasando por mi lado, sin que les prestase atención. De repente, uno de ellos, saltó al carruaje, echando sus manos a mi cuello e intentando ahogarme.

Su debilidad y mi mayor fuerza me permitieron retirar sus manos sin esfuerzo y sin que llegara a hacerme daño. Los guardias se abalanzaron sobre él y lo redujeron a culatazos con sus fusiles.

Cuando estaba en el suelo, sin sentido, el oficial ordenó que le clavasen las bayonetas hasta que muriese. Entonces lo miré y supe que lo conocía. Era el carcelero de Southampton. Extrañado por su presencia, pedí que no lo matasen y que lo encerrasen porque quería interrogarlo. El gobernador convirtió mi petición en orden y se lo llevaron mientras nosotros seguíamos nuestro camino.

Cuando llegamos ya estaban la mayoría de los invitados. Comimos, bailamos, hubo juegos para damas y caballeros, cenamos, bailamos y seguimos bailando hasta agotarnos.

A altas horas de la noche, nos escabullimos y nos fuimos a lo que sería nuestra casa temporal, pues había mandado construir una casa pequeña, de madera, para vivir mientras nos construían la nuestra, mucho más grande, de tres plantas, la superior para el servicio, la intermedia para las amplias habitaciones y la inferior, con grandes salones que nos permitiesen dar fiestas y otros más pequeños y más acogedores para diario, además de la cocina.

Cuando llegamos a nuestra casa, Rachel nos recibió levantada. Nos había estado esperando despierta hasta entonces. La mandé acostarse, abracé a Jessy y entre besos y caricias, la llevé hasta la habitación. Nos detuvimos un momento en la puerta para darnos un largo beso. Al separarnos, echó mano a mi pantalón, notando mi polla dura ya como una estaca. Jessy me tomó de la mano y riendo me arrastró hasta la cama.

-Pensaba ser yo el que te trajese hasta aquí, pero parece que tienes prisa en estrenar nuestro matrimonio.

-Por lo que he tocado hace un momento, más bien parece que seas tú el que tiene prisa.

Nos besamos. Primero con suavidad, pero poco a poco fuimos incrementando la pasión, hasta que mis manos empezaron a soltar sus botones.

-¿Desea la señora que le ayude a quitarse el vestido?

No me había dado cuenta, pero Rachel había entrado tras nosotros y esperaba cumplir con su misión de doncella personal de mi flamante esposa.

-Sí, le dije, ve desnudándola.

Y seguí besándola, sujetando su cara para evitar la ligera oposición inicial, mientras la doncella soltaba enganches y cintas a su espalda.

Cuando ya estaba en ropa interior, me desnudé yo y terminé de quitarle las últimas prendas. La abracé y caímos sobre la cama. Estuve un rato besándola y disfrutando con las caricias a su cuerpo, pasando mi mano por su cuello, sus hombros, su costado, sus brazos, sus muslos, su cuerpo desde su pubis hasta el borde de sus pechos. Luego me dediqué más a fondo a su excitación.

Colocado sobre ella, con sus piernas abiertas y mi polla sobre su vientre, cambié sus labios por su oreja, bajé por su cuello sin dejar de besar cada milímetro, mientras mi mano estrujaba su pecho. Recorrí su hombro, bajé por su canalillo a tiempo que bajaba también mi cuerpo y mi polla quedaba apoyada en su coño. Su respiración era agitada, y sus manos no dejaban de acariciar mi pelo.

Mientras mi mano seguía acariciando su pecho, fui besando el otro, recorriendo su contorno en círculos cada vez más pequeños hasta llegar a su pezón donde, además de depositar mi beso, abrí mis labios para darle un ligero toque con la lengua que le arrancó un gemido.

De ahí pasé a darle el mismo tratamiento al otro pecho, cruzando con mis besos el valle que los separa. Mientras ella hacía movimientos con la pelvis para que mi polla recorriese su raja, cosa que yo evitaba todo lo que podía.

Chupé sus pezones y lo fui lamiendo alternativamente, arrancando gemidos de deseo y más movimientos de su pelvis. No dejé sus pechos hasta que consiguió colocar bien mi polla, señal de que se estaba abriendo. Entonces continué mi camino bajando hasta su coño, al que di un primer repaso recorriendo los bordes, bajando por un lado, subiendo por el otro para meterle un recorrido central de arriba abajo y de abajo arriba con rápidos lengüetazos durante el trayecto.

-Mmmmm. Siiii. Sigueeee. –Decía entre gemidos.

Puse bajo su culo un par de almohadones para levantar su pelvis y sujeté sus piernas bien dobladas y abiertas. Su coño y debajo su ano, quedaron expuestos a mi vista y se ofrecían palpitando al ritmo de las contracciones pélvicas de su dueña.

No me hice esperar mucho, y me lancé a lamer desde su clítoris a su ano, donde deposité abundante saliva. Subí a su clítoris de nuevo, lo rodee con mis labios y lo chupé y lamí. Ella gemía muy fuerte y pedía más.

-Mmmmmmm. No pareees. Ohhhh. Siiii.

Bajé varias veces recorriendo toda su raja, metiendo la lengua en su coño y mojando su ano, para luego subir de nuevo a su clítoris, hasta que ya no pudo más y cuando se lo estaba chupando empezó a gritar.

-No pareees. Me voy a correeer. Más fuerte, más, máaasss. Siii. Me corrooo, me estoy corriendoooo.

Yo dejé su clítoris cuando acabó su corrida, pero seguí pasando la lengua desde la base hasta meterla en su vagina todo lo que podía, hasta que volvió a recuperar la excitación. Entonces dejé que apoyase sus talones sobre mi espalda y dejando que siguiera bien abierta, volví a lamer y chupar su clítoris, al tiempo que metía dos dedos en su coño y la follaba con ellos. Sus gemidos eran tan fuertes que parecía casi gritos.

Retiré mi boca de su clítoris para sustituirla por mi pulgar, con el que lo frotaba en círculos a distintas velocidades, extrayendo más gemidos de ella.

Me pareció oír eco en ellos, y cuando miré por la habitación vi que Rachel se encontraba a los pies de la cama, con la mano bajo sus faldas, masturbándose furiosamente. No dije nada y seguí con mis manipulaciones sobre Jessy, consiguiendo que se volviese a correr poco después.

Cuando se recuperó, intenté metérsela por el coño, pero estaba muy sensible y tuve que desistir. Pero ella se puso a cuatro patas y me ofreció su culo, moviéndolo en círculos ante mí. Ensalivé bien mis dedos y eché más saliva sobre su ano, para ponerme a dilatarlo con suavidad, un dedo, dos, tres. Mientras se dilataba, hice una señal a Rachel para que me la chupase y ensalivase bien.

Una vez dilatado, procedí a metérsela con calma.

-Agggg Duele un poco, pero me gusta.

Detuve mi avance y le iba a preguntar si lo dejaba cuando insistió.

-Pero no pares, hazlo con cuidado, pero no pares.

Y seguí avanzando hasta que entró entera y me detuve a esperar. Ella misma fue moviendo su cuerpo adelante y atrás para ir follándose, al tiempo que me decía:

-Muévete de una vez. Dame fuerte.

Comencé mis movimientos entrando y saliendo, entre tanto, Rachel se metió desde atrás entre mis piernas para ir lamiendo y chupando mis huevos, cada vez que sacaba la polla.

Jessy llevó la mano a su coño y noté que se lo acariciaba. Primero con suavidad, pero poco a poco fue creciendo en ritmo, transmitiendo a su vez fuertes sensaciones a mi polla. Cuando anunció su corrida, ya estaba preparado para hacerlo en cualquier momento, por eso, sus gritos coincidieron con los míos en un orgasmo común

-Aaaaaaahhhhh. Siiii. Me corroooo.

-Aaaaaaahhhhh. Siiii. Yo tambieeeen.

Rachel se retiró rápidamente y nosotros caímos rendidos en la cama. Hice una señal para que se retirase Rachel y nos quedamos dormidos.

A la mañana siguiente, fue una boca la que me despertó, lamiendo y chupando mi pene. Era Jessy, que cuando consiguió ponerla dura, se subió encima de mí y ella misma se empaló y empezó a moverse en una cabalgada unas veces con movimientos circulares de cintura y otras moviendo la pelvis atrás y adelante conseguía unas veces rozar su clítoris contra mi pelvis y otras el roce continuo de mi polla cuanto entraba o salía.

Acaricié sus tetas, froté sus pezones, recorrí su cuerpo y acaricié su culo, que tanto me gustaba, mientras ella me iba llevando al orgasmo. No obstante se corrió dos veces antes de que le anunciase que estaba a punto y pidiese que la esperase para corrernos juntos más tarde.

Ese día fuimos a casa del gobernador, donde comimos todos juntos, incluido Peter y por la tarde, mientras las mujeres se encerraban en una habitación para hablar, los tres nos fuimos hasta el cuartel para interrogar al ex carcelero. Nos llevaron hasta su celda, donde se encontraba encadenado de pies y manos, pero que permitían su movilidad. Nada más verme, volvió a abalanzarse sobre mí gritando:

-Maldito cabrón, hijo de puta. Por tu culpa estoy aquí…

Cuando llegó a mi altura le solté en plena cara, el puñetazo que llevaba preparado, haciéndolo caer al suelo, sangrando profusamente por la nariz.

-Te haré unas preguntas y quiero que contestes rápido y con la verdad. Si abres la boca para otra cosa que no sea responderme, vas a pasar un mal rato. ¿Me has entendido?

-Zii –Contestó sujetándose la nariz para evitar el sangrado.

Le pregunté por lo que había ocurrido al marcharnos y contó que nada más irnos, su esposa mandó a la hija que contuviese la hemorragia con un paño, mientras avivaba el fuego y ponía al rojo el atizador.

Cuando lo estuvo, cauterizó su herida y el perdió el sentido.

-Dezpedte cuato diaz despuéz, zin polla, zin huevos. ¡Maddito hijo de puta. Te matadé aunque zea lo utimo que haga!

Toda la conversación se produjo con las dificultades propias de pronunciación al tener la nariz tapada. En respuesta a su salida de tono, le di una fuerte patada en las tripas que lo hicieron doblarse de dolor.

-Te he dicho que solo respuestas. Si quieres más, ya sabes lo que tienes que hacer. ¿Por qué estás aquí?

-Al principio mi mujer se comportaba normalmente conmigo. Me decía que no le importaba si no podíamos hacer el amor plenamente, que se conformaba con que le siguiese comiendo el coño y follándola con los dedos, pero poco a poco fue gustándole cada vez menos hasta que llegó un momento que dejamos de hacerlo.

Un día, le quité a un preso un medallón de oro y decidí regalárselo a ella cuando iba a salir de la prisión, vi por la ventana que ella salía de casa. Dudé entre esperar para dárselo o ir a buscarla y cuando decidí ir, ella ya había avanzad mucho.

La seguí, pero antes de alcanzarla entró en la posada. Cuando entré yo, no la vi y cuando pregunté al posadero, me dijo la habitación donde estaba y que lo hacía en compañía de un oficial de la guarnición militar.

Entré en tromba encontrándolos desnudos, cogí lo primero que encontré, que fue el sable del oficial y los traspasé a los dos con él. Al oficial le llegó al corazón y murió en el acto y a mi mujer le traspasó el pulmón y aún vivió algunas horas. A mí me detuvieron, me juzgaron y enviaron aquí.

Cuando terminó su historia, decidí comprarlo y enviarlo a mi finca, donde su misión es recibir cualquier polla que quiera encularlo. Estuvo encadenado al principio, pero luego asumió su situación y ahora disfruta siendo la puta de los obreros.

Los días fueron pasando y dos meses después se celebró la boda de Diana. El viejo fue tan desconfiado que, antes de la boda, mandó a unas mujeres a comprobar su virginidad, porque quería una mujer pura.

Durante la fiesta procuramos que bebiese, y antes de irse a la cama con su esposa, Jessy le ofreció una última copa que llevaba mezcladas unas gotas de un fuerte somnífero, mientras nosotros nos escondíamos en su habitación.

Cuando entraron, la llevó directamente a la cama, se desnudó él y más que desnudarla a ella, le arrancó la ropa. Se acostaron y la estuvo besando y acariciando, sin darse cuenta de los gestos de asco que hacía ella, esperando que se le pusiese dura.

Al no conseguirlo, la cogió del pelo y llevó su cabeza hasta su maloliente polla y la estuvo chupando entre arcadas hasta que consiguió una dureza suficiente. Entonces la hizo acostarse y abrirse de piernas para colocarse entre ellas y metérsela sin ninguna preparación.

No hizo más que colocarse y apuntar su polla con la mano, cuando empezó a cerrar los ojos, dejándose caer sobre ella, aplastándola con su peso y poniéndose a roncar desaforadamente.

-Por favor, ayuda. Quitadme a este cerdo de encima.

Enseguida salimos Peter y yo y se lo quitamos de encima.

-Joder, como huele. Además de alcohol, no se ha debido lavar en años.

-Pues si queréis algo asqueroso, tenéis que chuparle esa mierda de polla. Huele y sabe a orines y suciedad.

Dejamos entrar a Jessy, que venía con una botella y cuatro vasos, y le dimos una buena dosis para quitarse el mal sabor de boca.

Nos pusimos a besarla y acariciarla, uno a cada lado, quedándose Jessy mirando. Mientras yo me dedicaba a un pecho, Peter atendía al otro y ambos alternábamos para compartir su boca. Cuando empezó a gemir, Jessy se situó entre sus piernas y empezó a comerle el coño.

Al momento estaba gimiendo de placer y poco más tarde se retorcía de gusto. Pronto sujetó la cabeza de Jessy contra su coño mientras alcanzaba su primer orgasmo. Ella misma impedía que Jessy se separase, para que siguiese comiéndole el coño y mantener su excitación.

Cuando sus gritos y gemidos avisaban de la proximidad de un nuevo orgasmo, pedí a Peter que se la follase. Dudó al principio entre ser él el primer que la desvirgara o que fuera yo, pero le dije que era mi cuñada y que como éramos familia, le correspondía a él.

Jessy se retiró y Peter ocupó su lugar. Se arrodillo ante ella y puso una almohada bajo su culo. Con el coño más levantado y aprovechando que tenía lo tenía encharcado de flujo y saliva, puso su polla a la entrada y fue metiéndola poco a poco. Yo alternaba entre sus pechos y Jessy se puso a pasar la lengua por su clítoris y la polla de él.

-Mmmm. Qué apretadita está. –Comentó.

Cuando encontró el obstáculo de su himen, pidió que nos aplicásemos más a fondo y se la clavó con un golpe de riñones.

Diana emitió un grito de sorpresa y dolor, que volvió a ser de placer al empezar a moverse. Dos orgasmos después, Peter se corrió en su coño coincidiendo con el tercero de ella. Mantuvo su polla dentro hasta que quedó totalmente flácida. Ella quedó rendida sobre unas sábanas manchadas por su virginidad perdida y la lefa que escurría de su coño, por lo que decidimos marcharnos, no sin antes lavar bien la polla del viejo cerdo y darle instrucciones para que le hiciese beber mucho durante el día siguiente y el otro para que, al llegar la noche, estuviese dormido. Al tercero, tenía que prohibirle la bebida hasta media tarde con la excusa de que si no, no rendía en la cama.

Entre el viaje a nuestra casa y desahogar nuestra calentura, era cerca de mediodía cuando nos quedamos dormidos.

Dos días después, repetimos la operación. Ella lo llevó a la cama con la bebida complementada con las gotas de somnífero correspondientes, y nos abrió cuando estaba dormido. Repetimos la operación, la excitamos entre los tres, y cuando se corrió, Peter la folló por el coño, solo que añadimos algo más, la pusimos boca abajo y volvimos a excitarla de nuevo, al tiempo que dilatábamos su culo.

Cuando estuvo preparada, la mojé con un par de envestidas en su coño para ponerla en su ano e ir metiéndola poco a poco. La follé despacio, mientras acariciaban sus tetas y su coño. Jessy estaba muy excitada, y al darse cuenta Peter, me pidió permiso con su mirada y tras dárselo, se dedicó a comerle el coño hasta que le sacó dos orgasmos.

También Diana se corrió un par de veces, casi seguido a las de su hermana, hasta que le dije que le iba a llenar el culo de leche y se corrió de nuevo, siendo seguida por mí a los pocos segundos.

El viejo aceptó que cuando estaba bebido, rendía más que un joven en la cama, aunque no se acordase de nada, pero las sábanas manchadas y su pollita reluciente le hacían creer que se había portado mejor que a los 20 años.

Esta escena se repitió todos los días, hasta que Diana anunció que estaba embarazada de dos faltas. Después de a nosotros, se lo dijo al feliz cornudo, que se fue al club a celebrarlo y tardó una semana en volver. Y encima borracho hasta la inconsciencia.

A partir de entonces, Diana prohibió relaciones al vejete de su marido, con la excusa de podría malograrse el embarazo y perder a la criatura. Así, fue Peter el que la visitaba de vez en cuando, mientras el marido estaba emborrachándose.

El cornudo no llegó a conocer a su hijo. Falleció mes y medio antes del parto, ahogado con uno de sus propios vómitos, una noche de borrachera hasta la inconsciencia.

Entre unas cosas y otras, llegó la fecha de la boda de Peter, celebrada por todo lo alto durante el día y en la intimidad por la noche. A los pocos días, me contó que su esposa era sumamente obediente. Hacía cualquier cosa por extraña, rara o cualquier otra cosa que pudiese parecer.

Le había dicho de participar en sesiones de sexo con nosotros, y había aceptado, si era lo que él quería.

A los nueve meses de estar casados, Eloise dio a luz un bebé. Un precioso y grande varón, que su orgulloso padre nos ha ido mostrando cada vez que podía. Ahora, mientras espero a que sea mi mujer la que dé a luz a mi heredero, porque las mujeres que entienden de esto dicen que es niño y muy fuerte y grande por las patadas que da, voy acabando este relato, que empecé después de la boda de Peter, porque quiero enviarlo a Londres para que lo conviertan en un libro.

Termino ya, porque me acaban de anunciar que he sido padre de una preciosa niña. Si no continúo, espero que le haya gustado a quienes lo lean, y comprendan que si son valientes y arriesgan, y sobre todo, si tienen un amigo que les ayude, pueden triunfar en la vida y llegar a donde quieran. Tampoco me importaría que me enviasen comentarios sobre mi libro y su valoración

John Smit

Relato erótico: “MI DON: Raúl – EL CAMINO AL CIELO ES TORTUOSO.(29)” (POR SAULILLO77)

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No habrá descripción, solo una advertencia, SI LO QUE QUIERES ES UN RELATO CORTO Y SEXUAL PARA UNA PAJA, NO ES TU RELATO.Para no haceros perder el tiempo, pero si lo leéis, os prometo disfrutar de una buena historia.

No se que mierda me pasaba a mis cumpleaños, los 18 los cumplí en la cama de un hospital, los 19 dejando a mi 1º novia y los 20 habían empezado con un desastroso intento de Ana por regalarme a Alicia, rompiendo la pareja de mi mejor amigo y enfadándome de tal manera que abandoné la habitación con Ana , Lara y Alicia desnudas suplicando sexo, la sensación ahora, visto con espacio y tiempo de por medio, es que desaproveché una grandísima oportunidad, como la gente que aparece en los telediarios “un joven se encuentra un maletín con 1 millón de € y la devuelve a su dueño”, sin duda un ejemplo de honradez, carisma y sobriedad, pero os aseguro que ese chico se pasará el resto de su vida soñando con que hubiera hecho con ese dinero, ese era mi caso, después de curarme la mano, (al romper el armario de un puñetazo, era una herida mas importante de lo que pensaba, en el ambulatorio me dieron 5 puntos en el dorso), y hablar con Ana, me di cuenta de que no podíais seguir viviendo todos juntos, después del esfuerzo y el trabajo que me costó esa casa, sin llegar a hacer el año dentro, ya tenia que marcharme, era por el bien de Teo y Alicia, mi forma de vivir con Ana no era compatible con mujeres emparejadas, quería tanto a Alicia y respetaba tanto a Teo que estaba dispuesto a sacrificarme por ellos, e irme de esa casa. Ana y yo lo hablamos , largo y tendido, me quería convencer de que Alicia y y Teo iban a dejarlo, ¿que mas daba irnos?, pero para mi no había vuelta atrás, me creía culpable e iba a evitarlo a toda costa, y si yo me iba Ana dejó claro que me seguiría, pese a que el piso le venia perfecto para las universidad, aunque fuera debajo de un puente o volver a casa de mis padres, lo hablábamos solos, sin que Lara supiera nada, era otra a la que le debíamos devolver su vida, era un mero coño para mi, y quizá imponiendo mi criterio groseramente, decidí que ella también merecía tener una relación normal y debía dejarlo con ella, era demasiado joven para conformarse con las migajas. No se por que pensaba que mi forma de pensar era la correcta y daba igual la opinión de ellos, si Alicia quería dejar a Teo o si Lara quería seguir siendo el perro al que le das las sobras, ¿quien era yo para decidir por ellos?

Pues era el causante, el fallo de base de toda la estructura, mientras las mujeres pudieran verme, oírme o intuir como follaba y como la tenia de grande, era una provocación imposible de evitar, no quiero dármelas de chulo o prepotente, aunque por aquel entonces creo que lo era, pero había un hecho innegable, Alicia era la mujer mas sensata, lista y recta que había conocido, amaba y quería con locura a Teo y le había sido fiel hasta cuando muchos tíos de mejor porte o físico la habían intentado separar de el, Teo era mono y muy divertido, pero físicamente no era nada del otro mundo, un tío normal, y si analizamos la belleza exterior de ambos, Alicia eran un 8, y Teo un 6 raspado. Y si ella, después de todo eso, en menos de 11 meses viviendo juntos, había sucumbido, cualquiera lo haría.

El plan era claro, Ana y Lara se volvían a Granada en unos días a pasar el final del verano con sus familias antes de volver para el inicio de la universidad, para cuando volvieran yo debía encontrar algo donde vivir con Ana, a ser posible no muy lejos de allí por su cercanía a la universidad donde Ana iba a seguir estudiando, también quería seguir manteniendo a mis amigos cerca, evitar la tentación de vivir bajo el mismo techo, pero no cortar de raíz la relación con mis mejores amigos. Aparte debía buscar gente para ocupar la habitación vacía que íbamos a dejar, y así cubrir el piso, aunque de eso se podían ocupar ellos mismos, el piso se vendía solo y habría cientos de estudiantes desando pagar por esa habitación. Pero todo eso era prematuro, nadie sabia nada aun, y así debía ser, hasta que tuviera al menos un principio de idea de lo que demonios fuera ha hacer.

Estudié la 1º opción, volver a casa de mis padres, la idea original al saber que Ana vendría a estudiar a Madrid, pero era inviable, era a las afueras, mas de hora y media en transporte publico a mis amigos y la universidad para Ana, y aunque ahora tenia coche y moto, era un gasto en combustible casi peor, sin nombrar que en casa de mis padre no podríamos follar como ya estabamos acostumbrados, rechazada esa idea, sopesé mirar pisos de 1 dormitorio o estudios por la zona, pero todo se iba de precio y las condiciones eran horribles, la verdad, acostumbrados ya a nuestra gran y cómoda casa, meternos en una caja de zapatos con goteras no nos atraía, Tenia los casi 50.000€ que me quedaban de Madamme, pero si tiraba de ello ¿cuanto duraríamos? ¿y que pasaría cuando terminara el dinero? Ni yo ni Ana queríamos eso, así que me puse a buscar ideas, ¿pisos compartidos solo de chicos?, ¿volver a la prostitución ?, ¿pedir dinero?, todo nos sonaba o muy mal, o rematadamente mal, hice llamadas, sacando la vieja agenda, pero nadie me daba soluciones, hasta mi leona, a la que después de tantos meses llamé para quedar, se presentó con un hombre a la cita, su actual marido, por aquel entonces prometido, me pillo de sorpresa, pero tampoco esperaba que una mujer ya de unos 38 años estuviera en su casa encerrada esperándome de por vida, había hecho su vida como cualquier mujer y tenían planes de casarse pronto, bastante lío tenían como para ayudarnos. Eso si, en un momento a solas me susurró.

-MERCHE: tranquilo, sigo siendo tu leona, lo seré siempre, solo tu me dominas, el solo me hace el amor, tu me follas como jamas el soñaría.- nada que no supiera ya.

La sonreí por cortesía, su mirada echaba fuego al palpar mi polla por encima de la ropa, pero fue fugaz, y yo no estaba para fiestas, llevaba 1 semana follando a desgana, Ana me mataba y hasta Lara se sentía poderosa ante mi, no recuerdo ni si llegué a tirármelas de nuevo juntas. Mi ultima bala, la que seria el suicidio, era llamar a Madamme y que me ayudara en lo que fuera, pero eso conllevaría varias cosas, lo 1º volver a la prostitución, seguro, y lo 2º y peor, sacar a Zeus del abismo donde le dejé, y eso era lo ultimo que quería, pero aun había un halo de esperanza, acudí a la única persona con dinero y recursos que nos podía ayudar, Eleonor, la madre de mis colombianas, era la mujer florero de un magnate millonario, a la que me folle junto a su hija en su día, desde que me las tiré a ambas justo antes de la mudanza, dejándolas una nota, no había tenido contacto con ella, si con Yasmine, que había encontrado un buen chico y según tenia entendido les iba bien. La llamada la pilló por sorpresa, y nos invitó encantada a su casa, a Ana y a mi, la comenté un poco de que iba la historia pero insistió en quedar para vernos, así que quedamos en ir a verla el viernes previo a que Ana se marchara a Granada el lunes, ni tuvimos que coger el coche, la casa de Eleonor estaba a 2 o 3 paradas de metro, no mas de 20 minutos andando como comprobamos al ir. Al subir Ana alucinaba con el edificio, era de alto copete, y nos dirigíamos al ático donde Eleonor vivía, opulencia y clase por donde miraras, al abrir la puerta nos recibió con una sonrisa enorme y pidiéndome un abrazo dándome una serie de besos en la mejilla, totalmente ilusionada, Ana fingió cortesía saludando, al recibir también una serie de halagos protocolarios de Eleonor, Ana sabia mi historia con ella y al verla tenia motivos para andar celosa, seguía siendo una diosa latina, embutida en un vestido azul brillante, ceñidísimo, elástico, que no pasaba de medio muslo y poco escotado para lo que la recordaba, de cóctel casi, totalmente arreglada, incluso demasiado maquillada para mi gusto, y con unos buenos tacones, como si estuviera grabando un anuncio o una telenovela.

-ELEONOR: venga pasen, no se queden ahí como pasmarotes, por favor, que delicia de joven, mire que Yasmine me hablo de usted, pero Ana, sois hermosa y venís preciosa.- su forma de hablar y de tratar a al gente siempre era así de abierta y extrovertida

Tampoco mentía, sabiendo donde íbamos, Ana se puso un traje blanco, con pantalones algo ajustados en su culo pero de campana en las perneras, con un chaqueta abierta a juego, y una de sus blusas rosas chillonas escotadas, con unos buenos tacones, bien peinada, con un ligero maquillaje y un bolso de mano que le daban un aire a hija de famosa, no se si es que no quiso desentonar o pretendió no desmerecerse ante Eleonor, pese a no verla mas que en alguna foto, mis palabras sobre ella siempre fueron de respeto hacia una mujer con clase, elegancia y bien arreglada, puede que hasta la sobre estimara, o que al hablar de ella me brillaran los ojos, Ana no quería ser menos. Las 2 eran un escándalo de bellezas, cada una a su manera, mientras que yo…..bueno, digamos que no iba preparado, en bermudas y una camiseta vieja y zapatillas, siempre he tenido mucho calor y en pleno verano no iba a arreglarme para sudar como un pollo, siempre he sido mas practico que coqueto. Nos hizo pasar hasta pasar al gran salón donde nos sentó ofreciéndonos algo fresco de ver que aceptamos gentilmente, sedientos de la caminata bajo el sol, y sentándose enfrente, cruzándose de piernas y cogiendo una postura tan elegante como sensual, empezamos ha hablar.

-ELEONOR: mírenlos, que parejita mas bonita, agarrados de la mano como primerizos jajaja, ¿que tal les va todo?

-YO: bien, la verdad es que estamos en un momento precioso y la quiero con locura- mirando a Ana a los ojos queriendo hacerla ver que aunque estibaremos allí, con Elonor, en mi cabeza solo estaba ella.- y quiero pensar que ella a mi también, aunque no se por que si soy un desastre.- rieron ambas.

-ANA: es un bobo, pero es mi bobo, le quiero mas cada día, cuando creo que no me puede enseñar mas, me sorprende, y me hace mejor persona.- me la quedé mirando, no parecía una frase hecha, si no algo que realmente sentía, la besé la mano con ternura.

-ELEONOR: ainns que gusto da ver que el amor sigue en este mundo.

-YO: ¿y tu que tal?. No he hablado mucho con Yasmine, y no suelta prenda de tu vida jajajaja.

-ELEONOR: bien, muy contenta por que mi hija por fin tenga a un chico tan amable y tal dulce, es un cielo de hombre y la esta haciendo feliz, – se abrió de ojos mirándome -aunque no quiero decir que…….- me miró y a Ana, sin saber muy bien como seguir, yo la entendí.

-YO: tranquila, Ana sabe todo, y cuando digo todo, es todo lo que ocurrió entre nosotros- Ana asintió con una medio sonrisa mientras Eleonor tenia su risa de cara de póker, le sorprendería que le hubiera hablado de todo, de hecho estaba sentada en el sofá contra la que la folle por 1º vez.

-ELEONOR: bueno, pues sin querer parecer muy atrevida, tu hombre nos dio mucho cariño a las 2 cuando mas lo necesitábamos, y la verdad es que lamentamos mucho su marcha.- vaya forma mas dulce y delicada de decir que me las había follado hasta reventarlas, que fueron tan sodomizadas hasta ser su macho dominándolas con la mirada, y que echaba de menos mi polla abriéndola en 2.

-ANA: jajajaja ya supongo, es muy especial cuando se pone.- se había dado cuenta perfectamente de lo que quería decir.

-YO: la verdad, ha sido un placer volver a verte, pero tengo que ser sincero contigo, no he venido por placer, tenemos una situación delicada donde vivo y necesitamos ayuda para encontrar piso, he intentado mil cosas pero no se a quien mas acudir- siendo en parte cierto, la acentué para dar algo de pena.

-ELEONOR: ¿y puedo saber el motivo?

-ANA: la verdad es que es Raúl el que insiste en irnos de donde estamos, vivimos bien pero han surgido algunos problemas de convivencia con las demás chicas del piso y quiere irse de allí.

-ELEONOR: entiendo.

-YO: no te molestaría si no lo creyera importante, me conoces, solo quiero tener un sitio donde poder hacer mi vida sin molestar a nadie por culpa de mi……….carácter.- me salió esa palabra como podía haber salido cualquier otra, en realidad me refería a mi polla, y ambas lo sabían, pero manteníamos las apariencias.

-ELEONOR: ¿y que se supone que puedo hacer por ustedes?

-YO: no lo se, se que eres una mujer rica y con influencias, quizá si fueras tu quien va buscando el piso y no 2 críos como nosotros, podrías encontrar algo mejor de precio o yo que se, la verdad es que he venido con las manos vacías, estoy desesperado.

-ELEONOR: ay cariño, ojalá pudiera ayudarte, pero estoy atada de manos, no soy rica ni tengo influencias, soy la esposa del hombre rico y con influencias, vivo en este palacio encerrada y atormentada por un esposo que ya ni pasa por casa.

-YO: lo siento, no sabia que hubiera ido a peor.

-ELEONOR: jajaja no se preocupe, son cosas de adultos que gracias a dios ustedes no conocen – me levanté y me arrodillé frente a Elonor, a quien se le humedecían los ojos, tratando de aguantar el tipo.

-YO: ¿sigue saliendo de juerga?

-ELEONOR: si solo fuera eso, antes al menos disimulaba en casa, pero ya ni eso, bebe mucho y se pasa meses sin venir, y cuando viene………..déjenlo, son cosas de mayores.- me dio tanta lastima que la fui a acariciar la cara con dulzura, pero ella reaccionó con un gesto reflejo apartando la cara con susto, había visto demasiadas películas y anuncios contra la violencia domestica, que lo reconocí al instante.

-YO: tranquila, no quería asustarte.- me miró a los ojos a punto de echar a llorar, dándose cuenta de que yo me había dado cuenta.

-ELEONOR: no por favor, perdónenme, ando muy tonta jajaja- quiso disimular, pero ya era tarde, hasta Ana se percató y se sentó a su lado abrazándola.

-YO: Eleonor, se que no es de mi incumbencia, pero dime, ¿te ha puesto la mano encima?

-ELONOR: no……….. por dios……….como se le ocurre, jajaja……… no es así – balbuceaba sin admitirlo, tenia que saber la verdad, saqué al macho que ella recordaba en mi tono de voz.

-YO: ¡¡ELEONOR, MÍRAME Y DIME LA VERDAD!!- me observó como un cachorro al que riñen.

-ELEONOR: no es culpa suya………….- le levanté mordiéndome el puño-……..no se enfade con el, es culpa mía, yo el provoco y le hago enojar – sonaba demasiado irreal y típico como para ser cierto.

-ANA: no entiendo, es como cuando estabas con Raúl, ¿algún azote o cachete de mas?- suspiré por que fuera eso.

-ELEONOR: no, bueno, no es esa forma, Raúl es fuerte y viril, mi marido no lo hace en la cama o para jugar, solo quiere que le respete, y le entiendo.

-YO: una cosa es respeto y otra que te pegue, ¿que te ha hecho?

-ELEONOR: nada, si casi no esta por casa, son solo broncas que tenemos, y yo le enfado por que quiero que este mas conmigo y se comporte mejor, pero el me tacha de mantenida y de estúpida, que donde estaría yo sin el, cuantos hombres me estrían montando por unas monedas en Colombia, si no fuera gracias a el, y tiene razón.

-YO: como vuelvas a justificarle el que te cruza la cara soy yo, ¿como permites que ese mierda te pegue? Si se va de putas y todo.

-ELEONOR: es mi marido, no puedo hacer otra cosa.

-ANA: dejarle.

-ELEONOR: cielo, ya lo he pensado miles de veces, pero mi niña necesita tener una buena vida y solo la tendrá si yo sigo con el.

-YO: pero puedes divorciarte, y sacarle algo de dinero, ¿no?

-ELEONOR: ya lo miré, pero al casarnos me obligó a firmar un acuerdo prematrimonial muy estricto, si yo le dejo no veré un solo €, y todo esta a su nombre.

-YO: pero eso es una locura, si se va meses de casa, se va de fulanas y ahora llega a casa ¡¡y te pega!! ¿Me dices que no se puede hacer nada?

-ELEONOR: ya lo hablé con un abogado pero todos le tiene mucho miedo a mi marido, es muy poderoso y controla transacciones de miles de millones, tiene un ejercito de abogados, y nadie se va a enfrentar a el sin tener algo sólido en la mano con lo que poder presentarse.

-YO: vaya mierda de justicia.

Ana fue la lista y desvió un poco la atención, rebajando la charla, usando el piso como objeto para que se lo enseñara y al distrajera, alucinando con el, la verdad, mientras ellas deambulaban por allí yo estaba sentado en el sofá mirando como Elonor se mantenía entera, con su elegancia y su clase intacta pese a su situación. Eleonor se disculpo cortésmente para ir al baño a retocarse, unas pocas lagrimas habían hecho perder la posición a su rímel, se metió en unos de los baños, dándola algo de tiempo prudencial me metí a buscarla, estaba de pie frente al espejo retocándose con algún tipo de esponja con polvos, se dio prisa en terminar al verme, para que no me percatara de su morado, me acerqué y con cuidado ante su silencio me dejo, desmaquillar todo el ojo, no me equivocaba, es increíble lo que logran las mujeres con esos botes y polvos, tenia todo el contorno del ojo morado ligeramente hinchado, con el aspecto de haberlo estado mucho mas grande, y a simple vista no se le notaba nada, al verlo Ana, que entró detrás de mi, lloró, y yo por poco no reviento otra puerta de armario, me calme y fui fuerte por ellas.

Ahora, tan cerca de ella y siendo algo mas baja que yo, vi si exiguo escote, ahora me preocupaba, así que sin mucho disimulo la bajé uno de los hombros del vestido hasta ver como desde su hombro hasta uno de sus pechos había una marca larga, con un dibujo claro, un cinturón de hombre. La tapé con cuidado y respeto, no se si tenia mas marcas pero con eso era suficiente, mis problemas habían quedado en 2º plano, ni prioridad ahora era ayudar a Eleonor a quitarse a aquel hombre de encima, y con una simple mirada Ana no solo me encendió, si no que me dio su apoyo y consentimiento, le brillaban los ojos de rabia mientras acariciaba la gargantilla que le regalé. Puse a Eleonor mirando al espejo, para que se viera, con el ojo hinchado.

-YO: ¿que necesitas para hundir a ese carbón?- se miraba en el espejo empezando a darse cuenta de lo que ocurría de verdad, ese golpe no era un accidente.

-ELEONOR: no lo se, un abogado con valor.

-YO: le tengo, el padre de Teo es abogado y de los buenos.- nos había llevado el tema de Ana con su profesor y pertenecía a un bufete bastante respetable.

Nos quedamos unas horas mas charlando animándola un poco, distrayéndola, me enteré que Yasmine casi no pisaba esa casa ya, harta de que su madre fuera tan pasiva ante su padre, no se había emancipado por no dejar sola a su madre, pero estaba con el novio todo el día, me contó que se enfada mucho con su padre y una vez tuvo que mediar, lo que entendí fue que recibir golpes, para que su padre no pegara a la hija, no se soportaban y discutían gravemente hasta irse de casa días seguidos mientras su padre estuviera en casa. Eleonor se sentía sola y q el marido volvería en unas semanas a casa, no necesitaba mas, nos despedimos con un saludo y la dije que sabría pronto de mí.

La verdad, ese fin de semana fue raro, hice el amor y folle con Ana, era la despedida antes de su marcha, fueron sesiones ambiguas, los 2 con la mente en Eleonor y su problema, hablando mas que teniendo sexo. Incluso me desahogué con Lara un par de veces como despedida, iba a echar de menos aquellas tetas, y hasta Alicia volvió a intentar meterse por medio al oírme con Lara, entró en la habitación pero la saqué sin un ápice de duda. Pero siendo todo erótico, lo dejo pasar sin narrarlo, no era nada que no lleve 2 relatos contando, y me parece mas entretenida la consiguiente trama.

Según me despedí de Ana en el coche del tío que las fue a buscar el lunes a ella y a Lara, con Ana dejándome claro que me quería y que sin ella no me acostara con nadie, incluso Eleonor estaba vetada por mal que estuviera, algo que pese a que me parecía ridículo recordármelo, me pareció correcto y un bonito detalle. Comencé a maquinar, lo 1º fue hablar con Teo, el cual se vio menos enfadado al verme centrado en otras cosas, y con su padre, el cual conocía el nombre y vivencias del esposo de Eleonor, por seguridad y por lógica todos los nombres y detalles son ficticios e irreconocibles, pero por esos azares del destino, resultaba que el bufete del padre de Teo le tenia ganas al esposo de Eleonor, mas que por otra cosa, por que el era principal activo de la empresa de exportaciones que estaba dejando molestos al resto de exportadores, clientes del bufete. No solo aceptaron llevar el caso, si no que contrataron a un par de asesores de divorcios, ya que su bufete no llevaba esas cosas, le pedí una copia de todos los papeles firmados de Eleonor de su boda y los estuvieron trabajando durante días, el resultado era el esperado, no había por donde meterle mano, todo estaba atado y bien atado, Eleonor no podía dejarle sin tener nada en contra suya, y los abogados no se iban a meter en medio de una guerra de ese tamaño sin tener nada sólido, me trataban como si fuera un crío de 13 años, y si, tenia 20 y era un niñato a sus ojos, pero siempre he parecido mas tonto o lento de lo que soy en realidad, así que pregunté, ”¿que necesitáis?”, “pruebas fehacientes de infidelidades o maltrato, el acuerdo prematrimonial esta tan bien cerrado de su lado, que no se preocuparon del lado de el, es tan simple que podemos usarlo en su contra, si le pillan con otras o pegándola, no solo puede divorciarse de el, si no que le podría arruinar y quedarse con todo su patrimonio y su dinero.”. Me dejaron claro que hasta que no tuvieran esas pruebas no moverían un solo dedo. Todo lo llevé yo y a espaldas de Eleonor, no podían relacionarla directamente viéndola pasar por allí, alguien podía irse de la lengua, es un mal ejemplo, pero las horas de cine y series me habían llevado a aplicar conocimientos ficticios a la vida real, no quería que Elonor “desapareciera” el ida que encontramos pruebas y me llamara diciéndome que tenia algo gordo y al acudir no encontrarla. Lo iba a hacer bien y por lo visto, lo iba a hacer solo, los abogados no ayudarían a encontrar pruebas, y no podían contratar a detectives, podrían venderse a la 1º de cambio o hacer ruido que llegar a los oídos de gente no deseada, prácticamente me insinuaron que me buscara la vida yo solito.

Pues así seria, me fui a la tienda donde compré el boli sepia de Ana cuando me temí que su profesor la tiraba los trastos, y me hice con todo un equipo, grabadoras de vídeo y audio disimuladas en bolígrafos, flores, osos de peluche, cajas de cigarrillos……me dejé una buena pasta pero todo merecía la pena, y la verdad, la sensación de 007 gusta bastante, fui a visitar a Elonor con todo aquello, y sin explicarle demasiado fui colocando las cosas, no quería que supiera mucho, si no podía desmoronarse, sobre actuar o mirar a cámara, y eso, no solo podía echar al traste cualquier intento, si no que podía ponerla en peligro si su marido se daba cuenta. Lo dejé todo listo y preparado para la llegada de su marido al día siguiente, dejando en la habitación de matrimonio, el salón y la cocina, gran parte de los aparatos, pero al final tenia toda la casa cubierta de alguna u otra manera, sobretodo con las cámaras que aparte de gravar, emitían en directo a un PC portátil enlazado, no eran tan pequeñas como podía esperarse de cámaras espía, así que las ubiqué bien alto, el marido no llegaba al 1,78, no las vería encima de un armario o de la nevera. Esa era la parte del maltrato, si se daba quería tenerlo documentado, demasiado trabajo para algo que puede que no pasara, según decía Eleonor, pero un instructor de yudo en su día, me enseñó una frase de marketing que se me quedo grabada, “Ten en cuenta todos los escenarios, y una vez analizados empieza preparándote para el peor, así siempre estarás listo si se da.”, así lo hice.

Ahora tocaba la parte del adulterio, menos sufrida en caso de darse, pero mucho mas complicado de probar, pensé e ideé como ponerle escuchas o videos encima todo el tiempo, peor eso no me aseguraba nada.

1º tendría que serla infiel, que podía no serlo, y estar 3 o 4 días detrás de el sin lograr nada.

2º tener aparatos de vigilancia encima, pensar en como ponérselos y que los llevara todo el tiempo.

3º tenía que recuperarlos sin que se diera cuenta, algo difícil si logras que lleve algo encima.

4º lo peor es que yo no podía saber donde y cuando pasaría como para poder reaccionar, tenia mucho tiempo libre y solo trabajaba los fines de semana por la mañana, pero no podía estar encima siempre, inicialmente por que soy un ser humano, necesito comer o dormir, y principalmente por que el podía reconocerme si me ve mas de 3 o 4 veces.

Soluciones, la mas obvia, darle algún regalo que llevara encima siempre, duplicado, así al darle el cambiazo no lo notaria, o bien meter vigilancia en algo que llevara siempre, aposté por los 2, compré 2 plumas bastante elegantes, a una la llevé a la tienda espía para que la modificaran y le pusieran una grabadora de larga duración con enlace a mi PC, la otra idéntica la guardé. Eleonor me contó que el siempre iba con traje, la ropa podía cambiársela, pero su maletín no, llevaría muchos documentos importantes y siempre llevaba el mismo, incluso esposado a la muñeca, tenia que hacerme con el las horas suficientes como para ponerle algo y devolverlo sin percatarse. Eso era lo “sencillo”, ahora tocaba pensar en como pillarle, el principal problema es que no podía saber cuando seria infiel, hasta que me di cuenta de que si podía, como cuando invité a mis chicas a la fiesta donde Madamme me hizo el examen, si bien no podía controlarle a el, si podía controlar con quien, o al menos tentarle en entornos controlados, solo necesitaba a una mujer dispuesta a ligárselo y tirárselo sin reparos.

Tenia claro que 1º obtendría las pruebas y se las llevaría a los abogados y ellos decidirían si eran suficientes antes de descubrirnos, no podía arriesgar a Eleonor antes de estar seguros, presentarnos en mitad del polvo o cosas así no era una opción. Tenia una larga lista de mujeres a las que podía llamar y pedirles que lo sedujeran, pero todas lo harían si me las follaba, o hasta podía formar a una cualquiera de la calle hasta tenerla tan sumisa que aceptara aquello, pero Ana me dejó claro que nada de sexo para mi, eso complicaba las cosas, necesitaba putas, y no había otra mejor que Madamme para ayudarme, de hecho, si era tan putero y adinerado apostaría un dedo a que ya se conocían .Me debatí internamente, mucho, si quería y precisaba de su ayuda debía de hacerlo como Zeus, ordenando, no pidiendo, pero no quería volver a ser el, así que probé con mensajes de texto, si la llamaba me notaria en la voz que no era el.

-“Te necesito”- un mensaje corto y claro.

-“Soy tuya, ¿que puedo hacer?”- parecía que seguía a mi servicio, ni pregunto nada de mi adiós, ni mi tardanza, ni de mi regreso.

-“Tengo que pillar a un marido poniéndoselos a su mujer, necesito un puta que lo seduzca, se lo folle y se vaya, necesito saber donde y cuando con antelación, y el no debe enterarse de nada,”

-“alguna preferencia respecto a al chica”

-“no lo se, ¿conoces a xxxxxxxx?”

-“si, tengo a su chica preferida, de hecho nos ha llamado para decirnos que estaría por la ciudad y que la preparemos, te avisaré con los detalles”

No me extrañó que estuviera en la cartera de clientes de Madamme, pero si la facilidad con la que obtuve lo que buscaba, como era lo que pretendía, no le di mas vueltas.

Preparando un maleta con todo, me fui a casa de Elonor, y me instalé en la habitación de invitados, nunca la habían usado, y el marido jamas entraba allí, solo tenia que hacer poco ruido y ni se enteraría de que estaba allí, así tenia buena conexión con los dispositivos y me daba margen para intervenir si el marido se pasaba de la raya y llegaba a pegarla demasiado, de hecho Eleonor me dio la llave para que cerrara por dentro y evitar sustos, y otra del piso para poder salir y entrar. Conecté todo y me prepara para el show advirtiendo a Eleonor de que no dijera ni actuara de ningún modo distinto, yo no estaba allí a todos los efectos, para bien o parta mal, si queríamos que saliera bien no podía descubrirme, incluyendo Yasmine , que vendría con el novio a ver a su padre los días que estuviera allí.

Llegó la tarde y Yasmine entró en casa con el novio, yo, pertrechado en la habitación de invitados, veía y oía todo desde las cámaras y los micros, con unos grandes cascos puestos en el portátil que tenia todo conectado, después llegó su padre, con una actitud socarrona y de felicidad, la verdad, me sorprendió la farsa de actuación de Eleonor, saludándole como una esposa devota, a Yasmine le costó disimular mas, se sentaron a charlar de trivialidades con algún amago de bronca entre Yasmine y su padre, sofocada por su madre y el novio, las horas fueron pasado, hasta la hora de cenar, todo iba bien, hasta que a Yasmine le dio por levantarse de la mesa antes de que terminara su padre, que habiendo bebido ya alguna copa de vino de mas, elevaba la voz a cada frase, llevándolo a una discusión que no se pudo calmar, Eleonor trataba de sosegar a su marido y solo lograba enfurecerlo mas, dando golpes en la mesa sobre que el era el hombre y se le iba a respetar, me mordía la lengua y me contenía las ganas de salir y darle de hostias, mi padre me enseñó muchas cosas de la vieja escuela, una de ellas era que el respeto se ganaba, no se imponía, y su forma de tratarlas me ponía muy nervioso.

Al final Yasmine se fue al cuarto con el novio y no se supo de ellos hasta el día siguiente por la mañana, vi como retozaban en la cámara que puse en su cuarto, ver su trasero de nuevo desnudo me animo la noche, pero estaba centrado en Eleonor, seguía charlando acaloradamente con su marido, que estaba harto de llegar a casa y que le trataran así, sin dejar de beber, ahora ya pasando al whisky en el salón, se puso algo sobón con su mujer, la bebida y el hecho de que Eleonor era una belleza y su mujer, le daban completo derecho, pero su forma de tratarla era poco delicada y muy burda, la cogió de la mano y metiendo la otra pro debajo des u vestido la subió al piso de arriba casi a la fuerza rebuznando palabras calientes que no encendían nada. Vi la 1º oportunidad, se había dejado el maletín abajo, pero dude en salir, lo que le dio al marido a pedir a Eleonor que bajara a por el, ciertamente no se separaba de el antes de dormirse, al bajar salí a hurtadillas.

-ELEONOR: ¿que haces?

-YO: necesito el maletín y un par de horas para meterle una cámara y un micro.

-ELEONOR: imposible, lo quiere en la habitación ya.

-YO: súbeselo, pero tienes que lograr distraerlo y que se duerma profundamente, me tienes que dejar margen.

-ELEONOR: ¿y como quiere que lo haga?, si se despierta y le ve, nos mata.

-YO: eres su mujer, algo se te ocurrirá, sube ya antes de que sospeche.

Se llevó el maletín andando con dudas, en el PC vi como lo dejaba en una silla cerca de la puerta, ante la mirada de su marido algo tambaleante ante el alcohol ingerido, Eleonor se rascaba la cabeza pensando, hasta que sin mas se bario el vestido y lo dejo caer ante la mirada atónita de su marido y la mía, se echó encima de su marido y comenzó a besarlo como parecía que no hacían hace tiempo, en la cara de su marido se notaba, pero poco le importó, se centro en acariciar y desvestir de ropa interior a su mujer y haciendo lo mismo comenzaron a follar, de inicio con una mamada de escándalo de ella que se la puso dura, era difícil con la posición y la cámara averiguar el tamaño, por las manos de ella deduje que serian entre 14 o 17 centímetros, me costaba ver el capullo ya que estaba siendo engullido con pasión, de eso pasaron a follar, y allí ya no había otra, era mi oportunidad, Yasmine y el novio dormían cansados de su amor y el maletín estaba sin vigilancia, subí como el rayo hasta pegarme al marco de la puerta, e intuyendo los mayores momentos de pasión en los gemidos que oía, abrí la puerta con cuidado, solo un poco, vi a Eleonor montando a su marido que estaba tumbado en la cama boca arriba disfrutando de su mujer mejoro de lo que recordaría, estando de lado a la cama la puerta, no podía hacer mas sin que me viera, así que esperé, Eleonor ayudo, su cadera era fuego y se recostó en al cama, echándose a su marido encima, ahora, dándome la espalda, llevando el ritmo de su cadera. En un instante abrí la puerta cogí el maletín y cerré despacio, creo que Eleonor me vio, pero me daba igual, aquel hombre estaría ocupado unos minutos al menos, baje a mi habitación y allí comencé el bricolaje del maletín, haciendo un fondo falso imperceptible pegándole una especie de grabadora con membrana muy fina y atornillando en uno de los laterales una mini cámara espía diminuta, disimulada metida dentro del forro de piel, quise darme prisa, pero Eleonor llevó a su marido a correrse antes de lo previsto, y sabiendo que el maletín no estaba, se dedicó a chuparle la polla a su marido mas de 40 minutos hasta volver a ponérsela dura, la bebida y su edad no ayudaban a rápidas recuperaciones, pero lo mantuvo distraído una hora mas, Eleonor lo mato, dejándolo destrozado en el final del 2º polvo, cayó dormido y ya no me preocupe, estaría así hasta el día siguiente, su cara me era familiar, de agotamiento al follar.

Para cuando pasaron unas hora y Eleonor bajo, ya tenia el maletín listo, en peso y forma no se notaba nada, había ensañado y visto muchos tutoriales, se lo di advirtiéndole que lo dejara igual y que no actuara de forma diferente, me dio un beso en la mejilla y luego otro en los labios, casi instintivo.

-YO: toma, regálale esto a tu marido mañana, es un pluma de buena factura, invéntate lo que sea pero logra que la lleve encima – asintió sin entender mucho, estaba algo avergonzada y perdida, pero confiaba en mí.

Nos fuimos a dormir, por ahora no pasaría nada mas, lo hice con los cascos puestos, así que con los primeros ruidos de la mañana, desperté con ellos, Eleonor y su esposo hablaban del espléndido sexo que habían tenido, allí aprovechó para regalarle la pluma, algo que le encantó a su marido, ella se invento un historia bastante creíble de por que le quería tanto y de que esa pluma seria su amuleto, y que no se separara de ella, así al menos una parte de ella le acompañaría siempre. Una vez hecho, el día paso largo, se fueron a comer fuera para celebrar algo, aproveche para comprobar el vídeo y audio del maletín que se llevó consigo, perfecto, yo comí también y volví a mi cueva, por la tarde la verdad es que parecían una familia querida y cordial, pero a la hora de la cena otra discusión, mayor que la noche anterior, llegando a agarrar de malas maneras a Yasmine que gracias a su novio se liberó, siguieron gritándose hasta que Yasmine se fue arriba, pero su padre la siguió, empezando a beber de mas otra vez, tanto la gritó que al final se fueron de casa Yasmine y el novio, llorando y llamándole de todo, eso dejo a Eleonor sola con su maltratador, el cual comenzó a gritarla a ella por no poder hacerlo con la hija, bebiendo e increpando a partes iguales, Eleonor esta vez no se cayó al ser su hija la acusada, elevando el tono también, eso chocó con un macho herido que quiso volver a dominar, de forma grosera y animal se echó encima de Eleonor en el sofá, forzándola a besarlo, Eleonor se resistía pero no poda mas que ceder, yo casi me até mentalmente a la cama para no salir disparado a matarlo, la había bajado las bragas e intentaba follársela sin siquiera bajarse los pantalones, le costó un mundo poder tener una erección por la bebida y por que Eleonor no quería, pero estaba aprisionada, entonces levantó la mano con toda la intención de pegarla, ella reaccionó instintivamente, dejando de forcejear, sintiéndose poderoso gritaba que solo era una zorra mas a la que le gustaba que la pegaran para demostrarle quien mandaba, no podía quitarle razón, eso mismo había usado yo con ella, pero el encuadre era distinto, ella quería ser dominada por mi, ahora estaba siendo violada, bueno, no, forzada a follar o la pegaría, aceptando su destino y sabiendo que yo no podía acudir en su ayuda sin descubrirnos, se colocó y dejó hacer al hombre, que seguía intentando follar sin quitarse la ropa, al final logró penetrar y mal follar, puede que ni 10 minutos, antes de correrse, con gestos torpes y mal llevados, daba azotes en el culo pidiéndola que se moviera, que por que no era la puta de la noche anterior y se la comía un rato, esta se negó increpándole groseramente, pero ahora no hubo amenaza, levantó su mano y la dejó caer sobre la cara de Eleonor, ahora si se quiso quitar de encima a ese hombre gritando pero este solo respondía con continuos amagos de bofetadas, tanto insistió que una la dio de lleno, mientras ella temblaba de miedo, el reía jocoso moviendo su polla flácida como si de verdad la tuviera tiesa, no se a vosotros pero a mi me estaba costando un mundo no salir, ni miraba ya a la pantalla, pero era peor oír a Eleonor suplicar que no la pegara, al otro lado de la puerta y no salir, claro que podría haberlo hecho, pero eso desencadenaría muchas preguntas y lo mas probable que hubiera sido peor para todos a la larga, a eso me aferraba como un clavo ardiendo.

Cuando volví a mirar el marido agarraba del pelo a Eleonor y tiraba de el con violencia, gritándola la zorra que era, muchos términos colombianos que no entendía pero el contexto era claro, la agarró el cuello y la soltó un puñetazo que la dejo medio ida, me arrepentiré toda mi vida de no salir en ese momento y descuartizarlos lentamente, tenia lo que había ido a buscar, nadie que viera esas imágenes podría opinar diferente pero hasta tener el si de los abogados no podía actuar sin generar represalias. El marido siguió jugando ahora con el cuerpo medio inerte de Eleonor hasta que se cansó una hora mas tarde, en la que no dejé de llorar de impotencia, el subió la escalera como pudo totalmente borracho y se quedó dormido en la habitación sin llegar a tumbarse del todo. Salí de inmediato y atendí a Eleonor, hasta que recobró el sentido, echándose a llorar, mas que por lo ocurrido, por verme la cara a mi, no se que pinta tendría pero la mezcla de rabia, odio y vergüenza propia de mi cobardía, me llenaba. Fui a por algo de frío para la hinchazón de la cara, le había dado en el mismo ojo que la ultima vez, que tino tenia el carbón, la dejé mas descansada y serena en el sofá de abajo y volví a mi cueva.

Los siguientes 2 días pasaron igual, Yasmine no regresó y su madre pagaba las consecuencias, fueron los dais mas duros que recordaba, discusiones continuas, golpes, sexo forzado y una violación, clara y contundente, no la voy a relatar, se que por aquí gusta, hasta he leído varias muy excitantes en “no consentido”, pero esta no es de esas violaciones, de esas en que la mujer no quiere, se ve forzada por la fuerza o la situación, pero con el paso de los minutos y la excitación ante lo desconocido, una buena polla, un excelente follador o la necesidad de sexo de ella, disfruta de el polvo, aunque se odie, no amigos, la verdad es mucho mas cruda y brutal que eso. Lo que vi no me excitó, no hubo erotismo ni sensualidad por ningún sitio, era su marido pero no había afecto, amor y complicidad, fueron 90 minutos de una mujer pidiendo clemencia, rota de dolor y humillación, y eso cambió algo dentro de mi ser, algo murió, la decisión de no salir a socorrerla me costó tan poco, que me dolió mas que lo que estaba presenciando.

Ya tenia material de sobra para el maltrato, e igual que me quito el sombrero ante la actitud sobria y serena de Eleonor durante aquello, soportando solo sabiendo que yo estaba con ella, confiando en mi ciegamente, me hierve la sangre de pensar cuanto tiempo podría haber aguantado eso si no llego a intervenir, quizá siempre, esto se puede extrapolar a todas esas mujeres que sufren abusos a diario, peores que estos, y aun así se mantienen calladas. Si odio al maltratador, jamas entenderé a la maltratada sumisa, no hablo de sexo ni de que a un le guste un tío con carácter que la haga sentir segura, o sucia, humillada y le ponga cachonda, hablo de mantener una relación en la que eres un saco de boxeo y poco mas, pero contra toda lógica, lo defiendes.

Dejemos ese tema parte, no es el lugar, llegó la parte del adulterio, al 4º día Madamme me mando un mensaje, les había llamado para concertar una cita, me dio fecha, hora, lugar y acceso, una conferencia de Latinoamérica en un hotel, una de la plantas totalmente reservada para putas, o comúnmente conocida, “zona vip”, a la que tenia acceso, me coló como seguridad de las chicas, había 4 o 5 como yo, no era raro, aunque si el único que no era de Europa del este.

No quiero alardear ni alargar, así que simplemente os diré que salió de cine todo, ni hecho aposta, tan predecible como sencillo, según acabó la conferencia medio salón se subió a las habitaciones y casi como en un supermercado elegían chica y follar a la habitación reservada. El marido había ido solo, tenia preferencia y eligió a la chica que Madamme me mostró en una foto, ya se conocían según noté en su forma de hablar, la chica cogió el maletín y guiñándome un ojo pasaron a la habitación, estaba en el ajo y se iba a ocupar de tener un buen 1º plano. Salí disparado a una habitación reservada a mí, y con el portátil lo vi todo.

La chica no podía ser mas distinta de Eleonor, una rusa de 1,80, rubia platino y exageradamente delgada y sin curvas para mi gusto, aun así tenia su aquel, con 2 bonitos ojos azules y buenas piernas. Casi como de cine, sentó al esposo de cara a la cámara y se arrodilló delante a chuparle la polla con gestos tan hábiles como imperceptibles, lograba que se viera claramente la cara de el bebiendo, su polla y como se la comía, luego le tumbó boca arriba y se metió su miembro medio flácido por el alcohol, estuvo casi 50 minutos follándose una polla floja hasta que le hizo correrse casi por aburrimiento, entonces hábilmente le sacó unas cuantas frases, “eres mejor cada día” “la ultima vez lo hiciste mas largo” ”con esta van 4 veces que lo hacemos” “eres la mas guapa de las 3 que me he tirado el ultimo año”, todas admitiendo mas infidelidades y con mas chicas. La sesión de sexo no duró mas, la chica se vistió preparándose para irse, no comprendía, ni lo hago ahora, como ese capullo podía ponerle los cuernos a la pedazo de diosa latina que tenia en casa, por mal follar 1 hora con un puta sin moverse, sabiendo como follaba Eleonor, es mas sangrante aun.

De vez en cuando dios, el universo o como querías llamarlo nos da un premio, merecido o no, nos da la oportunidad de reivindicarnos o nos da justo lo que necesitamos o queremos, esta fue una de esas veces, cuando la chica salía el se puso en pie y se fue a por ella como un poseso, con la mirada de atacar a Eleonor, usando las mis mismas armas y palabras, de nuevo impotente ante aquello viendo como la chica pasaba de quitárselo con clase a pedir ayuda, hasta que me di cuenta de que podía entrar a partirle al boca, era el gorila que vigila a las chicas ¡¡¡estaba para eso!!!. Me levanté como el diablo y corrí hasta abrir al puerta de golpe pillando a la chica suplicando ayuda ante aquel capullo que la estaba azotando, quizá un gorila normal lo hubiera hecho de otra manera, pero preocupándome de tirar el maletín al suelo para que no se me viera, los separé y con toda mi rabia contenida de varios días cerré el puño y lo estampé en su cara, sujetándole de la pechera, dejándole tonto, el 2º le dejo inconsciente, el 3º provocó que la chica me parara el brazo por miedo a que el 4º lo matara, le había abierto una brecha en la ceja, le partí el labio y le estalle 3 dientes, le rematé dándole una patada en los huevos que lo despertó, para luego hundir mi puño en la boca de su estomago, dejando que cayera al suelo sin aire, dándole el cambiazo de la pluma.

Toda mi educación y adiestramiento en arte marciales de crío, me habían enseñado a no empezar peleas, a no cebarme y a ser honorable con el rival, pero fallé, estrepitosamente, durante esos poco mas de 30 segundos no hubo nada de aquello, solo hubo castigo, dejo en manos de ustedes si hice bien o no, lo que se es que sentí como una losa enorme caía por mi pecho dejando de asfixiarme, una sensación que me acompañó esos días y que en ese momento se desvaneció.

Volví a su casa y recogí todo, tenia mas que suficiente y su esposo saldría de viaje en un par de días, que paso en el hospital, cuando se marchó, magullado con la cara hinchada y morada, con la boca mellada y heridas mal curadas, llevé todo a los abogados, me dijeron que me llamarían en unos días, les di lo principal, cortando horas de vacío o escenas innecesarias, como a Yasmine follando con el novio o a mi correteando por la casa o la paliza, Teo ayudó, era muy bueno con los PC.

Madamme me mandó un par de mensajes diciéndome que ya se ocuparía ella de que a su agencia no le afectara y de que a mi tampoco, por la paliza, por la cual me felicitó, no era la 1º vez que se ponía tonto con las chicas, pero si la ultima.

Lo mejor fue que se llevó el maletín tal que estaba, y si bien tenia un numero de horas de gravado seguido limitadas, cuando se llenaba, me mandaban un mensaje el portátil, yo las veía y si no había nada reiniciaba de nuevo, a las 4º o 5º vezes empezaron a aparecer putas, alcohol y drogas duras, algunas reuniones de alto copete con mandatarios de la zona de centro América, no todas muy licitas , todo copiado y pegado, enviado a los abogados, que a la semana me llamaron frotándose las manos, tenían todo lo necesario, maltratos, abusos, evidencia de infidelidades y delitos varios, incluyendo una sorpresa final, siendo consumidor de drogas duras, llevaba cierta cantidad siempre encima, y eso cambiando de país con la valija diplomática, le podían meter un puro por contrabando de drogas, se pasaron otras 2 semanas preparando el caso, no ya de divorcio, el cual hasta contrataron mas personal especializado como recompensa y agradecimiento, es que tenían material para hundirlo en la miseria de por vida si le llevaban a juicio y se sabia todo aquello.

Pero como es la justicia, mucha de esa información, no referente a Eleonor, acabó en manos de la competencia, que le chantajeó y manipuló desde ese día en adelante como le dio la gana, le daba pánico acabar en una cárcel de algún país del 3º mundo como escarmiento. Así que no se llegó a saber nada de eso, ni hubo juicio ni denuncias, en parte me parecía horrible, pero la verdad, si le arruinaba la vida la competencia, no quedaría nada para Eleonor, así que cuando todo estaba por estallar, le plantó la demanda de divorcio, sonó bastante en medios latinos, con los videos y grabaciones el juicio duro 3 días, aun sin ser consentidas por el, al ser ella consciente, se aceptaron como pruebas.

(Algo que nunca entendí de los juicios, si te gravan matado a alguien, ¿no es una prueba valida por que no sabes que te están grabando?, ”liberemos a ese asesino, pobrecillo, no sabia que había una cámara”…………….justicia. )

Resumiendo, para cuando volvieron Ana y Lara de Granada, regalándome un desahogo descomunal de 1 día entero sin salir de la habitación con ellas 2, después de 1 mes y medio sin follar dejando a Ana otro día completo sin poder moverse y a Lara 1 semana ida, Eleonor era la dueña de todo el patrimonio y dinero de su marido, nunca llegué a saber cuanto exactamente, no me importaba, algunos medios decían que cerca de 200 millones, otros que solo 50, algún medio le sumó le dinero negro escondido en suiza o en paraísos fiscales, algunas ciertas y otras falsas, y la cifra llegaba a los 900 millones. Eso solo en dinero, la “pobre” hombre le dieron una paga mínima al mes, lo que entendían ellos, casi 4.000€ al mes, un sueldazo vamos, pero acostumbrado a su mega vida, una miseria, se llegó a pedir cárcel de mas de 6 años por abusos y lesiones, evitó la cárcel por que cedió todo su patrimonio y bienes a Eleonor. El padre de Teo se esmeró, representándonos pero dejando al mando a una abogada despiadada de divorcios, en dejarle en la absoluta ruina, en quitárselo todo, casi hasta parecía disfrutar humillándolo, a esa abogada le gustaba su trabajo.Al final le quedó al esposo una de las casas que tenían en España, en el norte, creo que en Asturias, lo suficientemente lejos como para obedecer la orden de alejamiento de 10 kilómetros, y otra de las casa en Colombia, donde creo que se fue a vivir, el resto fue a parar a Eleonor.

A saber:

3 casas en Madrid

10 en España.

6 repartidas por todo el mundo, la mayoría en Sudamérica, pero 1 en NY y una mas en Japón.

8 coches de alta gama, 1 yate, una lancha motora, un pequeño avión, y ya por meterlo en medios de locomoción, un par de caballos pura sangre.

Obras de arte por valor de millones, y hasta vendió los derechos de su historia a un canal Colombiano que hizo una película y una telenovela, mas una serie de entrevistas y reportajes a prensa rosa latina.

Literalmente estaba podrida de dinero y lujo, pero todo era secundario, aunque parezca tonto, lo mejor fue volver a ver sonreír de forma sincera a Eleonor, cuando pasó un poco todo el boom, volvimos Ana y yo a su casa, nos recibió Yasmine que se me tiró al cuello abrazándome hasta casi ahogarme, llorando a moco tendido dándome las gracias por todo y dándome una bofetada suave por no decirla nada, sabiendo que iban mal en casa ella no sabia hasta que punto la maltrataba hasta ver los videos del juicio, Yasmine casi odiaba a su madre por aguantar a ese hombre sin saber por que, pero viendo como mientras la forzaba, la sometía amenazando con dejar a su hija en la calle, comprendió su error y volvieron a ser uña y carne. Eleonor le había contado lo que sabia de mi actuación, que no era ni la mitad de lo que paso, las dejé solo los detalles bonitos de la trama, ocultando mi trampa con Madamme, por ejemplo. Detrás de Yasmine su novio agradecido aunque mas comedido y al entrar Eleonor se alejó de un par de abogados que reconocí del juicio, se plantó en mitad del salón con los brazos abiertos y los ojos humedecidos, acudí a su petición encantando rodeando su cuerpo con mis brazos, algo apabullado por su actitud, y unos aplausos fríos de los abogados que me ofrecieron suculentas ofertas para trabajar para ellos como detective, “Lo que has hecho por esta mujer no tiene palabras”, repetían como un slogan barato. Aun así la di un fuerte abrazo rodeando su trasero, la levanté del aire dando una media vuelta con ella sonriendo, para evitar mas lagrimas, ya no merecían la pena, ni aunque fueran de jubilo.

-ELEONOR: eres un ángel, me has salvado la vida y la de mi hija.- la bajé al suelo con suavidad.

-YO: solo he ayudado. – ahora se dirigió a Ana, que permanecía en silencio con su eterna sonrisa, agarrándola de la mano.

-ELEONOR: no sabes la suerte de hombre que tienes, ojalá os vaya todo bien siempre.

-ANA: se perfectamente la suerte que tengo.- sonrío torciendo el gesto, de forma dulce, al mirarme.

-ELEONOR: por favor, pasada y sensatos, estamos con los abogados terminando de aclarar las cosas, es un lío del carajo.

Nos pasamos un par de horas por allí, charlando, hablando y distrayéndolas un poco, Yasmine y Ana hicieron buenas migas subiendo a las habitaciones o saliendo a la terraza a tomar el sol, Ana estaba negra, si de por si, su tono de piel era moreno, y en la piscina en verano se había tostado mas, en Granada se acentuó, el contraste con sus ropas de colores vivos y chillones la hacían hasta………..feo. Mientras Eleonor y yo charlábamos con los abogados de temas ya algo mas distendidos, por lo visto el proceso, aunque rápido en las decisiones, aun llevaría su tiempo, unos 6 o 7 meses hasta tener todo bien resuelto, en los cuales, Eleonor debería vivir en esa casa hasta tener el control de todo el patrimonio.

Ya charlando todos juntos en el salón.

-ELONOR: la verdad, no babes cuanto le aprecio, nos has sacado de un agujero, no se como pagárselo.

-YO: no hace falta, solo hice lo correcto, solo espero que ahora que no tienes a su marido encima, puedas echarnos una mano con el tema de ayudarnos a vivir juntos.- pese a que mi motivación inicial era ayudar, tampoco quería perder la oportunidad de lograr mi objetivo de estar con Ana en una casa sin peligro de romper parejas. No ambicionaba más.

-YASMINE: no sea bobo, puede pedir lo que quiera, ahora somos millonarias jajajaja.- que pronto se arrepentiría de esas palabras.

-YO: muchas gracias, pero solo con un poco de ayuda para encontrar piso nos vale.

-ANA: hombre, tampoco vamos a conformarnos, has hecho mucho por ellas.- me miró teniendo algo en la cabeza, la lejanía de ese tiempo separados no cortó el vinculo mental que nos unía, mirándola a sus grises y verdes ojos intuí que tramaba algo.

-ELEONOR: claro que si, no se ponga tímido ahora después de todo jajajaja, pidan.- los abogados la miraban con risa estudiada pero sus ojos echaban fuego temiéndose lo peor.

-YO: en serio no hace falta…..- Ana saltó y me cortó.

-ANA: quiero una de tus casas.- la miré horrorizado por su atrevimiento.

-ELEONOR: hecho, ¿cual?- miré a Eleonor sorprendido de la facilidad con la que aceptó, a ciegas.

-YASMINE: ¡¡¿mama?!!

-YO: no, esperad….- volvió a cortarme Ana apretándome el brazo queriendo que la dejara hablar.

-ANA: no lo se, solo conozco esta.- su desvergüenza iba a mas.

-YO: calla por dios- la agarré la mano con fuerza, volviendo la cabeza al resto – que no hace falta, esto es una locura…..- ahora me interrumpió Eleonor.

-ELEONOR: pues es vuestra, si Raúl la quiere.- Ana casi da un brincó, a la vez que Yasmine, pero por motivos diametralmente opuestos.

-YO: no.

-ELONOR: si.

-YASMINE: que no.

-ANA: ¿por que?

-ELEONOR: que si.- esto empezaba a marearme, una sonrisa tonta se me escapaba, por la situación de teatro cómico, casi dirigido por guión, y por la fugaz idea de quedarme con esa casa.

No voy a ir de buenazo tontorrón, no lo era, y la idea de pedirle algo así, se me había pasado por la cabeza, joder eran estrepitosamente ricas, un diablillo en mi interior quería pedir sin descanso, sabiendo que Eleonor, quizá, no se negaría a nada, por descabellado que fuera, y por lo tanto, un solo piso no seria problema. Uno de los abogados interrumpió el carrusel de afirmaciones y negaciones.

-ABOGADO1: no puedes.

-ELEONOR: ¿por que no?, ahora es mi dinero y mis propiedades, puedo hacer con ellas lo que quiera.

-ABOGADA1: en realidad, aun no es nada suyo, pese a que su marido renunciara a todo, las propiedades son del estado hasta que se tramiten todos los traspasos y el papeleo, por ahora, como vivíais aquí, solicitamos que este piso fuera “alquilado” por vosotras, para residir durante ese proceso.

-ABOGADO1: por lo tanto, aunque quieras, no puedes alquilar o vender el piso.

-ELOENOR: no voy a hacer ninguna de esas cosas, se lo voy a regalar.

-YO: por dios, pensa lo que dices es demasiado.- quería ser correcto, pero la idea me estaba empezando a gustar.

-YASMINE: si, ya pensaremos otra cosa.

-ELONOR: ¡¡ se acabó!! – soltó con voz autoritaria poniéndose de pie- he estado soportando casi 20 años a ese carbón y en los últimos 9 meses me ha follado, forzado, pegado y violado cuanto le ha dado la gana, amenazando a mi hija y llegando a hacerme plantearme el suicidio, solo lo evitó pensar en dejar sola a mi hija con ese mal nacido…… este chico…….- me señaló con mirada firme- ….este hombre, me ha dado todo, y no hablo de burdo dinero o propiedades superfluas, me ha devuelto las ganas de vivir, de seguir soñando y la esperanza de un futuro mejor para mi y mi familia, aquí y ahora decido yo, se acabó ser la tonta y guapa que solo obedece, ahora mandamos nosotras, hija mía, y si lo 1º que hago, no es agradecérselo como es debido a quien nos ha concedido eso, ¿para que quiero esta libertad? Déjenme ser feliz, déjenme hacerlos felices.

(El discurso esta mejor hilado y mas compacto de lo que ella dijo, y aun así no lograré alcanzar el nivel de emotividad y sinceridad que ella alcanzó).

Se hizo un silencio definitivo en la sala, no había reproche alguno ni argumento posible para ninguno, ni siquiera yo encontré palabras, aunque fuera excesivo, quien era yo para negarla su deseo.

-ELEONOR: ¿que puedo hacer? – mirando a los abogados con ojos altivos y resolutiva.

-ABOGADO1: tienes que vivir en esta casa hasta que se solucione todo, una vez que lo este, puedes hacer con las propiedades lo que quieras.

-ELONOR: pues id preparando todo para que cuando sea así, la casa pase a nombre de Raúl, ¿oyeron?- asintieron los abogados apuntándoselo bien claro.- por descontado puedo invitar a mi casa durante ese tiempo a quien yo quiera, ¿no?

-ABOGADA1: claro, eso no tiene nada que ver.- Eleonor se giró a nosotros, como una modelo de concurso de TV, se cuadró en mitad del salón extendiendo uno de su brazos mientras el otro se apoyaba en su cadera.

-ELEONOR: bien, pues bienvenidos a su casa, si Raúl quiere, solo el puede decidir, tampoco les voy a obligar.

Ana casi atraviesa el techo del saltó de alegría, conteniéndose al momento al verme sentado, mirando fijamente a Eleonor, con una sonrisa de……no se muy bien que, que no se me quitaba.

-YO: no esta bien.- chorrada que me salió sin sentido ni concordancia, no sabia que hacer.

-ELEONOR: no estaba bien que mi marido me pegara y solo tú lograste hacer que lo viera, déjame devolver el favor.

-ANA: vamos amor, piénsalo, es la solución a todo, seguiremos viviendo juntos en una casa, incluso mejor, no molestaremos a nadie de tus amigos y viviríamos muy cerca de ellos, de la Universidad y de tu trabajo.

-YO: pero están Elonor, y Yasmine con su pareja.

-NOVIODE YASMINE: bueno, en realidad……- Yasmine lo mató con la mirada, que no tuviera argumentos en contra no significaba que le gustara la idea, el era un chico callado pero buena gente.

-ELEONOR: es cierto, han planeado un año sabático de viajes por todo el mundo, no pasaran por aquí mucho.

-YO: pero estas tu, no quiero molestarte.- Yasmine y Eleonor me miraron con la misma cara desganada con que lo hizo Ana, las 3 conocían de mi pasado sexual con ellas, y que lo que acaba de decir era un jilipollez, si hasta era probable que Eleonor quisiera volver a mi cama. Agachando la cabeza sin más salida, Ana se arrodilló delante de mi, acariciando mi cabello.

-ANA: amor, no quiero empujarte en una dirección que no quieres, pero estamos aquí, y ahora, por que tu has decidido que no puedes mantenerte en esa casa, por Teo y Alicia.

-YO: pero esto no es real, estas cosas no le pasan a la gente, son sueños, aspiraciones inalcanzables, nunca me planteé esto, siempre supuse que trabajaría toda mi vida para mal vivir.

-ANA: todavía puede pasar eso, no te preocupes- levanté la cabeza sonriente ante su genuina sinceridad catastrofista.- pero buscábamos una salida, la que fuera y se nos ha presentado esta gran oportunidad, tu decides.

No había mas que decir, todo mi ser quiera y desea saltar gritando que si, pero una barrera moral que no entendía me lo impedía, me la jugué, miré a Yasmine que me observaba ansiosa, nos entendimos rápidamente, la pregunté con los ojos, era la mas reacia, había sido su casa mucho tiempo, me escudriñaba con la mirada, con cara de enfado y cruzada de brazos, moviendo una pierna de forma nerviosa y moviendo la lengua dentro de su boca de forma pensativa.

-YASMINE: esta bien, toda tuya, a ver si así olvido lo que hizo el cerdo de mi padre aquí.- levantó los brazos con algo mas de animo dándome su consentimiento con un abrazo, me levanté y la rodeé con los brazos dándola un suave beso en la mejilla, mientras Ana aplaudía ligeramente con las palmas de las manos pegadas a sus labios, mientras reía nerviosa dando pequeños botes de emoción.

-YO: pues ya esta, joder, ahora otra mudanza……. ¿y como se lo explico a mis padres?

CONTINUARA…………
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Relato erótico: ” Jane VII” (POR ALEX BLAME)

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7

El señor Hart estaba disfrutando como siempre de su puro y su coñac vespertinos cuando Patrick entró en el salón con su rifle aún humeante. Lo apoyó abierto y descargado sobre uno de los sofás orejeros y se sirvió una copa.

-Es usted afortunado –dijo el Señor Hart con una sonrisa–la Sra. Bowen ha ido al mercado y eso le libra de una buena reprimenda.

-Sabía que esa vieja bruja no estaba, por eso lo he hecho y haz el favor de tutearme así podré hacer yo lo mismo.

-¿Ha habido suerte hoy?

-Desde luego Philip, mañana habrá estofado de facóquero para comer. –respondió Patrick.

-Estupendo, me muero por algo parecido a unas chuletas de cerdo. –dijo el funcionario abriendo un ejemplar del London Times que sólo había llegado con nueve días de retraso.

-Tengo entendido que conoces a todo el mundo aquí en Kampala –intervino de nuevo Patrick antes de que el hombre se enfrascara en la lectura de la crónica política de la capital.

-Tarde o temprano todos los habitantes de este lugar dejado de la mano de dios necesitan pasar por mi oficina para pagar los impuestos o pedir alguna ayuda gubernamental. ¿Hay algo que desees saber?

-Mi pistero me ha contado una entretenida historia sobre hechizos y brujos y ha despertado mi curiosidad. Me gustaría averiguar un poco más. Este lugar es bastante aburrido y no voy a estar constantemente de caza.

-La verdad es que es un tema fascinante. La religión de esta zona, antes de que viniéramos a enseñarles lo equivocados que estaban, –dijo el funcionario mitad en serio mitad en broma – era una mezcla de animismo e islamismo. Es sorprendente la capacidad que tiene esta gente para asimilar cultos nuevos y adaptarlos a sus creencias.

-Ya lo creo Philip, el caso es que me gustaría tener datos de primera mano. Quizás pueda escribir algo sobre ello cuando vuelva a Londres. ¿Conoces a algún brujo que viva por aquí?

-Tienes suerte, no la conozco personalmente pero el dueño de una plantación me habló de ella. La encontró por medio de uno de sus criados y la contrató para encontrar agua y en dos días tenía tres pozos manando agua a menos de dos metros de profundidad. –dijo Hart apartando el periódico.

-¿Una mujer? –preguntó Patrick extrañado.

-Joven y preciosa, por lo que dijo el hombre. Y con un gran poder según el criado del hacendado.

-¿Sabes algo más de ella?

-Algo sé. –Dijo Philip sacándose las lentes y limpiándolas con un pañuelo no muy limpio -Sé que nació en Etiopia, que escapó de allí cuando era adolescente para evitar la ceremonia de la ablación. Vago por la sabana medio muerta de hambre y sed, pero sobrevivió y llegó a una aldea al norte de Uganda. El viejo hechicero de la tribu reconoció inmediatamente su poder, las bestias y la sabana la habían respetado, así que la acogió bajo su tutela. En pocos años se convirtió en la hechicera más importante de Uganda. Hace un par de años se instaló en Kampala y aprendió el inglés. Sirve tanto a los negros como a nosotros, solo que a nosotros nos cobra diez veces más por sus servicios.

-¿Sabes dónde puedo encontrarla?

-Los negros la adoran y la temen a la vez. Acuden a ella siempre que tienen un problema pero no se acercan a ella ni entablan relación ninguna más allá de la profesional. –continuó Philip. Vive en una pequeña cabaña a unos seiscientos metros de la ciudad en el camino de Nairobi. Allí realiza sus ritos sin que nadie la interrumpa.

-¡Vaya yo que creía que la única mujer temida de Kampala era la señora Bowen! –replicó Patrick dejando la copa vacía y recogiendo el rifle al oír entrar a la dueña del hotel en el edificio…

La cabaña estaba justo donde le había dicho el funcionario. Era más amplia y sólida que las habituales chozas de las afueras de Kampala, estaba hecha a la manera tradicional con arcilla y estiércol pero el tejado era sólido y tenía un par de amplias ventanas cosa inusitada en la vivienda de un nativo.

Antes de que Patrick llamase a la puerta una voz femenina le invitó a entrar en la casa.

-Bienvenido –dijo una mujer con la piel del color del ébano y una belleza felina.

Patrick esperaba que fuese joven, pero no tanto. No podía creer que esa chica de apenas diecinueve años fuese la hechicera más poderosa de los alrededores. Ella notó la duda del hombre en sus ojos e hizo un mohín pero no dijo nada.

El interior de la choza era amplio, tenía dos estancias, la más grande hacía de cocina salón y oficina y estaba separada por lo que debía ser el dormitorio por una cortina de vivos colores. Tenía un hogar con una especie de trébede donde estaba cocinando algo a fuego lento, una mesa con cuatro sillas y un par de cómodos canapés. Los muebles eran cómodos y vistosos, nada que ver con las toscas sillas de madera y los jergones de paja habituales.

Subumba era casi tan alta como el, vestía una túnica y un turbante color índigo que resaltaba sus cuerpo esbelto y grácil. Sus ojos oscuros, almendrados y un poco separados, junto con su nariz pequeña y ancha, sus pómulos salientes y sus labios gruesos y oscuros le daban el aspecto de una pantera esquiva y enigmática.

Sin decir palabra se dio la vuelta , con movimientos elásticos e insinuantes se reclinó sobre el canapé y quitándose las sandalias subió los pies al tapizado mientras invitaba a Patrick a sentarse.

-En que puedo ayudarte –dijo ella en un inglés casi perfecto.

-Dicen que eres una bruja poderosa, -dijo él yendo al grano -¿Es eso cierto?

-Dicen que el Dios del hombre blanco es poderoso, sin embargo, cuando estáis en problemas no recurrís a él, me llamáis a mí. –dijo ella desdeñosa. –El poder es relativo. Dime lo que quieres de mí y te diré si puedo complacerte. –sentenció la joven moviéndose en el canapé haciendo que Patrick se fijase en sus pechos firmes, que se movían libremente sin la prisión de un corsé o un sujetador.

-Quiero domesticar una hiena –dijo él sin tapujos.

La hechicera se le quedo mirándole, un ligerísimo rubor se adivinaba en su suave piel color café. Sin decir nada se le quedó mirando con intensidad unos momentos valorando la situación hasta que finalmente habló.

-Puedo hacerlo, pero no es tan sencillo. Una Hiena no se domestica, se forja una alianza con ella. Tú la modificas a ella, pero ella también te modifica a ti. Ya no serás el mismo, serás un hombre hiena. Se necesita un temple especial para lograrlo, no todo el mundo es capaz. –dijo ella acercando la mano y cogiendo la barbilla perfectamente rasurada del hombre con sus dedos largos y suaves para escrutar su rostro.

-Veo que eres un hombre con el corazón roto… -dijo ella con una voz extraña –Eso está bien. La ausencia de vínculos emocionales hará más fácil la transición.

-¿En qué voy a cambiar? –dijo él sintiéndose desnudo ante aquella mirada.

-No temas, no es nada físico. Ella se llevara la peor parte, la tendrás totalmente dominada y estará bajo tus órdenes. Tus cambios, sin embargo serán más sutiles, pero no dejan de entrañar cierto peligro. Tu olfato y tu vista nocturna mejoraran en incluso si te concentras podrás ver lo que vea tu acólita, pero también reaccionaras de forma más brutal e instintiva a los estímulos que te exciten o te irriten. Si no te controlas puedes cometer actos salvajes, impropios de un ser incivilizado.

-Entiendo los riesgos pero quiero seguir delante de todas formas. –Dijo él sin apenas intimidarse por las palabras de la mujer.- ¿Qué tengo que hacer?

-Lo primero que debes hacer es capturar una hiena. –Dijo ella –una hembra preferiblemente, son más grandes y más seguras de sí mismas, además la atracción entre sexos opuestos ayudará en el proceso.

-De acuerdo, mañana mismo volveré con una.

-¡No! –dijo ella levantando la voz. –Es importante que la captures de la forma adecuada. Las hienas van a comer a los basureros todas las noches. Debes ir allí y ofrecerles comida hasta que te ganes su confianza y logres establecer un vínculo con ella. Una vez lo hayas conseguido impregnarás la comida con una droga que voy a preparar y me la traerás para realizar el resto del ritual.

-De acuerdo, vendré mañana por la poción. –Dijo él echando la mano al bolsillo -¿Una guinea será suficiente por tus servicios?

-De momento bastará –dijo ella acercándose con una sonrisa enigmática para recoger la moneda de las manos del inglés. El aroma de Subumba, una mezcla de sándalo y sudor despertó por un momento en él deseos aletargados desde la desaparición de Jane. Patrick rompió el contacto apresuradamente y salió de la cabaña sacudiendo la cabeza intentando concentrarse en su nuevo objetivo.

Le encantaba moverse por la selva, atravesar la espesura y jugar con los monos. En pocas semanas había conseguido establecer una relación de confianza con los chimpancés. La relación que mantenía con ellos no era tan íntima como la que tenían con Tarzán pero casi. Con los gorilas era diferente. Su tamaño le intimidaba y aunque no temía que la atacasen prefería mantener las distancias.

Una tarde Tarzán desapareció y volvió con pedazos de piel curtida que según le contó había “recogido” en una aldea de pigmeos cercana. Con ayuda de un cuchillo que siempre llevaba consigo el salvaje, Jane recortó una banda alargada de unos veinte centímetros de ancho y otra en forma de reloj de arena.

Aprovechando una ausencia del salvaje, se quitó la ropa sucia y ajada y se colocó la banda en torno a los pechos para sujetarlos y protegerlos de golpes y arañazos y luego se puso la otra pieza en las ingles cerrándola con dos lazos en ambas caderas. El uniforme era escueto pero mucho más práctico y la suave piel evitaba que se le produjesen escoceduras o erupciones.

Al fin las tormentas les dieron una tregua y los chimpancés lo celebraron con una ininterrumpida serie de juegos y gritos. Aquel día incluso Jane se atrevió a participar tímidamente en los juegos. Ahora ya se movía con bastante soltura y no necesitaba la constante ayuda de Tarzán para avanzar aunque aún no podía seguir el ritmo de los más jóvenes. Era ya casi de noche cuando un ligero chasquido puso a toda la tribu en alerta. En dos minutos todos salieron disparados en dirección contraria al origen del ruido y desaparecieron. Jane más curiosa que atemorizada se quedó intentando escudriñar entre la espesura.

En ese momento apareció un gatazo grande y oscuro moviéndose en total silencio. Cuando la detectó, fijo su mirada en la joven y con un rugido se lanzó sobre ella. Jane pegó un grito de pánico y salió corriendo. Atravesaba la espesura con la rapidez que le proporcionaba el miedo, pero la pantera, segura de que iba a cobrar su presa, recortaba la distancia que la separaba poco a poco. Finalmente llegó a un claro y con la fuerza que le daba la desesperación pegó un salto asiéndose a una liana que estaba a más de tres metros de distancia. Esta vez se sujetó sin problemas y aprovechando el impulso aterrizó en la seguridad de los brazos de Tarzán que le esperaba al otro lado del claro.

-Nunca quedar sola en la oscuridad –le dijo Tarzán – la noche ser el reino de Blesa.

-¿Temes a la pantera? –preguntó ella aún temblando en los brazos de él.

-No, Blesa temer a Tarzán –dijo antes de dar un fuerte alarido y golpearse el torso con sus puños como lo hacían habitualmente los gorilas.

La pantera había bajado al claro con la evidente intención de continuar la persecución pero al oír el grito y ver a Tarzán, soltó un rugido de frustración y agachando las orejas huyó internándose en la espesura.

Jane suspiró y se apoyó en el torso del salvaje, el efecto de la adrenalina había pasado y se sentía exhausta. Tarzán la cogió en brazos y ella se dejó llevar apoyando su cabeza, agradecida, en el pecho del hombre .

Cuando llegaron al claro, Tarzán hizo rápidamente un nido y le trajo a Jane un poco de fruta. Jane mordió el jugoso fruto y poco de jugo rezumó escurriendo por su barbilla y su pecho. Tarzán la miró a los ojos, acerco su mano y con su dedo índice recogió varias perlas del dulce líquido de su pecho y se lo llevó a la boca. El suave vello de la joven se erizó inmediatamente.

Jane suspiró quedamente y le devolvió la caricia excitada.

-A Tarzán gustar Jane. –dijo el hombre con una mirada en la que se mezclaba la excitación y la inocencia.

Jane sonrió y metió la mano en el taparrabos de Tarzán acariciando suavemente su polla. El miembro reaccionó instantáneamente y se puso duro entre sus dedos como una piedra.

A partir de ese momento Jane no tuvo ningún control sobre la situación.

De un tirón Tarzán le arrancó la banda que sujetaba, sus pechos. Estos libres rebotaron excitando aún más al salvaje que los magreó con dureza. Jane notó como sus pezones se endurecían y todo su cuerpo se enardecía ante la brusquedad con la que el hombre le estaba tratando.

Con un aullido ronco levantó a Jane en vilo y la tumbó de cara al suelo del nido. Con dos tirones le arrancó el taparrabos y poniéndole el culo en pompa la penetró sin contemplaciones.

Jane gritó y notó como su cuerpo reaccionaba con lujuria ante el maltrato. Sin darle tiempo a colocarse, Tarzán la agarró de las caderas y comenzó a penetrarla con tal fuerza que con cada empujón todo su cuerpo, estremecido de placer, se separaba unos centímetros de la superficie del nido. Los movimientos del hombre se hicieron más rápidos y sus gemidos roncos enmascaraban los más débiles de Jane. En pocos segundos con un último empujón brutal, dejó su polla incrustada en lo más profundo de la vagina eyaculando con fuerza e inundando su coño mientras erguía su torso pegaba un ensordecedor alarido y se golpeaba satisfecho el pecho con los puños.

Antes de que pudiese darse cuenta Tarzán se separó de ella y empezó a correr y a dar saltos desapareciendo en la espesura dando alaridos de satisfacción, mientras ella se quedaba allí tumbada con el sexo rebosante de semen y frustrada por no haber sido capaz de retener al hombre hasta que le llevase al clímax.

Jane se acarició la vulva aún excitada por la salvaje cabalgada de Tarzán. Cerró los ojos y sin cambiar de postura introdujo sus dedos en su coño rebosante con la leche del salvaje. Saco sus dedos y saboreó el semen de Tarzán mientras seguía masturbándose con la otra mano libre. Un sabor intenso a fruta invadió su boca haciendo que se corriese. Jane se acurrucó con una mano en la boca y la otra en su coño mientras todo su cuerpo se agarrotaba con las sucesivas oleadas de placer que la recorrieron.

Cuando abrió los ojos, Idrís la observaba desde una rama unos dos metros por encima de ella y se acariciaba imitando los movimientos de Jane. Tras ella el viejo macho, Shuma, apareció, se acercó y comenzó a copular con ella. En unos pocos minutos Jane se vio rodeada de dos docenas de monos envueltos en una orgía desenfrenada.

Relato erótico: “Marieta” (PUBLICADO POR DOCESTRANGE)

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Marieta por aquí, Marieta esto…Marieta lo otro. Como el lector ha adivinado, la protagonista de esta historia se llama Marieta. El motivo por el que se llama así es algo con lo que podemos vivir si lo conocemos. Marieta es la típica niña buena, de ir a misa los domingos, tener buenas notas y preocuparse por ser obediente, buena hija y mejor hermana. Trabajaba de funcionaria en la consejería de agricultura de una pequeña ciudad de provincias que tampoco viene al caso. Ella es buena compañera, ayuda a todo aquél que se lo pide de manera desinteresada, además de llevar a cabo su trabajo, nunca le han reprendido.

Tiene un novio formal con el que lleva saliendo desde el instituto, nunca ha tenido sexo, siempre ha decidido esperar al matrimonio como manda la iglesia. Tampoco sabe lo que es un orgasmo, porque masturbarse es pecado. Todo en su vida es orden, control y obediencia. En el aspecto físico, nuestra protagonista no es nada del otro mundo, bajita, pelo castaño, ojos color miel y no destaca ni por tener unas tetas de infarto ni por un culo rocoso, aunque no lo sabemos, siempre viste con ropa holgada y rara vez la han visto maquillada, es una mujer normal que pasa desapercibida por donde va. A excepción de una cosa, le encantan las motos. Su padre era un motero empedernido, recuerda cómo se escapaban los domingos a limpiar la moto, su padre le enseño a conducirlas y cómo estuvieron castigados los dos un mes cuando su madre se enteró. Quizá por eso ella se sacó el carnet de moto a escondidas y quizá por eso a su madre le dio un soponcio cuando su hermano se chivó que se había comprado una vespa de 250cc. La cual tuvo que vender por imposición materna pese a las súplicas, al final ella como hija obediente accedió. Poca gente sabe que esa es su pasión y que de vez en cuando alquila una para quitarse el gusanillo.

Nuestra historia sería anodina, si no fuera por una serie de catastróficas desdichas que afectaron y de qué manera a nuestra protagonista. Marieta, sufrió mucho ese año, su madre murió de manera fulminante mientras compraba naranjas en el Mercadona, su padre al que quería más que a nadie en el mundo sufrió un colapso durante el entierro y murió abrazado al féretro de su madre, ella siempre dijo que murió de pena. Marieta tenía dos hermanos que vivían fuera de España y decidieron vender la casa de sus padres,  que valía un buen dinero, con lo que ella en poco menos de un par de meses se vio sola, sin casa y sin familia. Con su parte y el dinero que tenía ahorrado, su novio que trabajaba en Bankia, la convenció para que invirtiera en acciones preferentes de su banco, con la intención de venderlas cuando saliera a bolsa y que de esa manera pudieran comprar un chalet adosado en aquella urbanización que a ella tanto le gustaba junto al campo de fútbol. Marieta cedió como buena niña obediente que era accedió pensando que su novio sabía bien lo que le convenía a ambos.  Mientras tanto ella se iría a vivir a un pisito que los padres de Pancho le alquilarían a un “módico” precio, estaba en su barrio y eso era lo que más le gustaba.

Aún se le erizan los pelos de la nuca cuando recuerda aquél día, esa misma mañana se había levantado con molestias en la garganta, no se encontraba demasiado bien y además notaba la cabeza muy embotada. No obstante, decidió que se iría a trabajar. Nada más verla su jefa de servició, le obligó a irse a casa, no quería una epidemia de gripe en plena campaña de tramitación de la P.A.C. Marieta como obediente que era accedió a irse a casa de mala gana. Nada más llegar a casa, la chica se tomó un paracetamol, una sopa caliente con tropezones de pan y se dejó caer rendida en la cama. Sudó tanto que tuvo que cambiar las sábanas y el pijama más de tres veces. La fiebre alta hizo que tuviera un sueño de lo más raro, ella iba montada en una moto, se notaba que disfrutaba como nada en este mundo, pero de repente el manillar de la moto se transformaba en una polla enorme, ella la lamía como en aquella película que vio a escondidas con su prima, dejando un reguero de esperma caliente en su boca, que no acababa y a Marieta no le importaba, succionaba y succionaba hasta que se le salía por las comisuras de los labios inundando su pequeño pecho cubierto por una chupa de cuero de lo más motera, momento en el que ella se despertó sobresaltada. Con la respiración entre cortada, decidió hacerse una infusión y darse un baño templado para bajar la fiebre. Eran las seis de la mañana y resultó que llevaba más de dos días seminconsciente en la cama. El baño templado, le gustaba, era una sensación de relajo que le hacía sentirse bien consigo misma, miró por debajo de su cintura y encontró un coño oscuro y lleno de vello. Sus tetas eran pequeñitas como manzanas pero firmes. Entonces se tocó y notó un ligero escalofrío que recorrió su espina dorsal hasta la nuca. Jugó con el pequeño botoncito que salía de su vulva, lo acarició suavemente en pequeños circulitos para intentar reproducir esa nueva sensación que tanto le había gustado, su respiración se fue entrecortando hasta que se produjo el milagro, Marieta había tenido su primer orgasmo, se había hecho de esperar porque ella ya había sobre pasado los treinta años, pero le dejó una sensación de relajo y de felicidad que nunca antes había experimentado. «Si eran así de buenos, había perdido el tiempo», pensó.

Nada más salir del baño, se secó y se hizo un buen desayuno, con zumo de naranja un café con leche y unas rebanadas de pan con aceite de oliva. Lo había decidido; ¡Ya era hora de que tuviera relaciones con su novio! Eran las siete de la mañana cuando decidió conectar la radio para saber que se había perdido, la noticia no podía ser más desalentadora. Bankia estaba siendo intervenida por el Banco de España, todas las noticias iban por ese palo, ella estaba preocupada porque había invertido toda su herencia en eso que se llamaban preferentes y que su novio le había dicho que era una inversión segura. Ni corta ni perezosa, se fue para la casa de su Pancho, pensando en que aún no había ido a trabajar. A pesar del gripazo, a ella le daba lo mismo, se vistió y salió corriendo para la casa de este que estaba muy cerca de su casa. Abrió la puerta con la llave que tenía. Nada más entrar, se encontró a su novio empotrando a una mujer contra la mesa del desayuno, se quedó ensimismada viendo cómo su novio totalmente desnudo la penetraba por detrás mientras ella decía “esto no te lo da la tonta de tu novia”. Ella se quedó atónita ante tal espectáculo, los amantes no se habían percatado de su presencia por lo que ella se fue dando un portazo, corrió escaleras abajo llorando como una niña.

Marieta deambuló como un zombi durante horas, sin rumbo fijo, cuando se quiso dar cuenta, estaba en un barrio de la periferia. Estaba anocheciendo y no se fijó hasta que alguien le preguntó si quería comprar coca. Entonces salió de su trance, cuando alguien le puso la navaja en el cuello, no tenía dinero, pero no sabía el motivo por el que no gritaba, y no lo hizo hasta que el agresor le echo la mano a la entrepierna y entendió que no era precisamente pasta lo que quería. Gritó como una condenada, nadie le hizo mucho caso, en esos barrios todos van a su bola, estaba a punto de desvanecerse cuando alguien acudió en su auxilio, fue rápido y efectivo dos sopapos y el tío salió huyendo en un mar de amenazas y maldiciones. Marieta se quedó flaseada cuando vio que la persona que lo había salvado era una mujer.

Su salvadora, se arrodilló junto a ella interesándose por su bienestar. No podía dar crédito, ¿cómo una mujer menuda como ella pudo doblegar a su asaltante?

        ¿Seguro que estás bien?, ¿te ha hecho algo ese cabrón?…

        Seguro, ahora sólo quiero ir a casa…no me encuentro muy bien la verdad.

        Si quieres te acerco, espero que no te de miedo ir en moto. Por cierto, soy Quina.

        Marieta, encantada y no, no me da miedo he tenido moto. De hecho tengo el carnet, pero hace mucho tiempo que no conduzco una. – Dijo Marieta mientras se subía en la moto de su salvadora.

El hecho de subirse de paquete en la moto de la chica hizo que recordara, con lágrimas en los ojos cómo su padre la subía en su vieja Sanglas 500 y se iban a dar una vuelta y tomar un helado, su madre siempre se enfadaba pero no mucho la verdad. La chica la dejó en el portal de su casa. Una vez en la casa, Marieta casi se desvaneció, lo que le hizo darse cuenta de que su estado había empeorado bastante, aún se sentía con fuerzas para calentarse un poquito de caldo para luego darse una ducha con agua tibia y descansar.

Durante su sueño intranquilo, volvió a tener el sueño raro muy parecido al de la otra noche, durante el cual, el asiento de la moto se convierte en una polla enorme sobre la que Marieta, bota y grita mientras se pellizca los pezones. Esta vez se despierta con la respiración entre cortada y con la respiración entrecortada. Todo su cuerpo está impregnado de un sudor frío, está desconcertada, no sabe cuánto tiempo ha pasado, el timbre de su puerta suena sin parar. Se pone un pijama seco y abre la puerta, desconcertada al ver que es su novio que fuera de sí le dice:

        ¿Cómo puedes estar durmiendo tan tranquila?… ¡De verdad que lo tuyo tiene cuajo!

        ¿Qué pasa?…

        ¿Aún preguntas? ¡Eres idiota!…Bankia ha sido intervenida por el Banco de España, ¡Lo he perdido todo!

        ¿Y mi dinero también?…

        Sobre todo tu dinero, la verdad es que yo no llegué a comprar preferentes. No me gustó mucho.

        Y a pesar de todo, ¿invertiste mi herencia?…

        Yo tenía el dinero en otras cosas, si hubiera tenido lo hubiese hecho…así son las inversiones…– Dijo su novio mientras se servía un café.

        ¿Y ya está?, ¿Sólo se te ocurre decir esto?… ¡Me has dejado en la ruina, hijo de la grandísima puta! No sólo eso, ayer supe lo que pasó…fui a tu casa y te vi…

        ¿Qué viste? – Dijo Pancho con cara de pocos amigos. – ¿Viste que me follaba a una mujer de verdad?, no me jodas, me voy a quedar en el paro y tú sólo piensas en tu puto dinero y en que me he follado a una mujer. Eso normal, estoy seguro que lo hacía hasta tu padre.

        A mi padre no lo mentes, para hablar de mi padre te lavas primero la boca ¡Hijo de  mala madre! –Hasta la misma Marieta se sorprendió de usar ese lenguaje, pero la suerte estaba echada.

        ¡Mira tía, Estoy harto de ti!…

        ¡Yo sí que estoy harta!… ¡Eres infiel, me estafas y encima te lo tengo que agradecer!… vete que no te quiero ni ver.

        ¡Te recuerdo que vives en casa de mis padres!, ¡La casa es mía!…

        No te preocupes, mañana me iré a una pensión…pero no quiero volver a verte en mi vida, así te podrás follar al putón verbenero sin tener que interrumpirte… ¡Desgraciado!…–Dijo Marieta antes de echarse a llorar.

        ¡Eso es mentira!….– Pancho viendo que se le acababa el chollo intentó cambiar de estrategia. –Marieta, mira cariño…estás enferma, no montemos un escándalo. Descansa un poquito, mañana lo hablamos, seguro que ha sido algo que has soñado con fiebre y te ha parecido un sueño…Vamos mi amor.

        ¡No!…no lo soñé. En cuanto me cure la gripe, me iré a vivir a otra casa, no quiero volver a verte. En cuanto al dinero, vete haciendo a la idea que te llegará una demanda al banco y a ti por estafa…Ahora si me permites, déjame tranquila, no quiero volver a verte.

        ¡Estúpida!… ¿De verdad piensas que te vas a salir con la tuya?, ¡Sal de mi puta casa ya!…eres una ocupa que te has quedado con ella… ¡FUERAAAAA!–Dijo Pancho mientras la empujaba a la puerta de la calle.

        ¡Y una mierda!…¡ZAS!…–Dijo Marieta mientras le daba una patada en los huevos una hábil maniobra para conseguir el propósito buscado por ella que no era otro que echarle a la calle mientras le empujaba con una fuerza sobre humana fuera del piso.

Marieta, sabía que tenía que actuar rápido, sabía que el padre de Pancho tenía buenos amigos en la policía, y más pronto que tarde la echarían de la casa. No tenía muchas cosas que guardar, su ropa, su portátil y poco más. Los recuerdos de casa de sus padres estaban almacenados en un trastero que había alquilado, cuando se quedó huérfana. En cuanto al dinero, lo tenía repartido en dos cuentas, una en el banco de su ex con unos cinco mil euros, en la otra, cerca de treinta mil. Esa era su hucha, cuando empezó a trabajar, su madre la convenció para que tuviera una cuenta a parte en la que ingresara unos trescientos euros al mes con la intención de poder atender casos de emergencia. El problema era la otra, y es que aun siendo ella la titular, su novio tenía firma y poder para bloquearla si fuera preciso. No se equivocó, cuando se metió en internet para trasferir el dinero a su cuenta “hucha”. El muy hijo de puta ya la había vaciado, demostrándole, una vez más,  que lo de hoy era algo calculado.

Se sentía estafada, ahora notaba cómo se reía con aquella tiparraca, de hecho no estaba segura de que toda su herencia se hubiera perdido con la mala inversión de la preferentes, no había firmado nada y la documentación de haber comprado esa mierda no estaba en su poder. La conclusión fue demoledora, su novio la había estado robando y ella no se había dado cuenta. Se sentó en la cama y lloró desconsoladamente. Su mundo se terminaba de derrumbar, ¿por qué? Se decía, ¡Soy buena persona!…

Después de la llantina, se fue a ver a su párroco, ¡Eso es!, ¡Don Eusebio le entendería! Después de recoger sus cosas, se fue para su parroquia con la intención de contarle al cura lo que había pasado. La conversación fue bizarra a más no poder, porque su párroco enseguida se puso de parte, que si eso era imposible, que era un error, que su familia era intachable, que no podía ser. Terminó la conversación llorando desconsoladamente, no tenía a nadie a quién acudir y no quería parecer una refugiada por lo que se alojó en un hotel, una vez en la habitación lloró desconsoladamente sola sin familia y amigos a los que acudir. ¿Qué había hecho ella? Se preguntaba sin parar. Se metió en la cama y lloró silenciosamente durante varias horas. Hasta que se hizo de madrugada. Se sentía mal, y se duchó por hacer algo, cuando estaba enjabonándose recordó las sabias palabras de su padre «Cuando te caes de la moto, sólo tienes que levantarte y subirte en ella otra vez, si no, le cogerás miedo y así no puedes ir por la vida. Lo único que tienes que hacer es analizar lo que has hecho mal en la trazada para intentar no volverte a caer». Esa frase le vino a la cabeza como una revelación, no puedo seguir así, tengo que ser más fuerte. Se notó que no tenía ganas de nada pero tenía que seguir adelante. Con las mismas se vistió y se fue para el trabajo.

Cómo había faltado sin avisar un par de días, su jefa le echó una bronca tremenda, que no pudo más que echarse de nuevo a llorar y contarle lo que había ocurrido. Pepa, que así se llamaba, no pudo más que abrazarle y ofrecerle su apoyo. Marieta se lo agradeció, era la primera vez que alguien se había puesto de su lado y declinó la oferta de coger una baja por depresión, sabía que caería en ella si no mantenía la mente más ocupada.

Al terminar su jornada, se acercó Pepa y le dijo que la acompañara, quería presentarle una persona, ella la acompañó un tanto extrañada, bajaron hasta el sótano donde estaba el departamento de informática. Aunque bajaba con frecuencia, no le gustaba ir. Los informáticos suelen ser bastante reservados y en la zona en concreto era donde controlaban que se cumpliera con los cultivos mediante imágenes de satélite. Sólo quedaba una persona allí. Era relativa alta, llevaba puesta una cazadora de cuero una camiseta de los Ramones, unos jeans rotos y botas militares. Todo ello aderezado con una ausencia de higiene bastante preocupante. Ella miró a Marieta de arriba abajo, fueron unos segundos incómodos hasta que Pepa, con cara divertida les presentó:

        Marieta, ella es Francisca, pero todo el mundo le llama Paka, con “k” ojo. Es la jefa del servicio de informática y una buena amiga mía.

        Encantada…–Dijo Marieta.

        Igualmente…¿Es lo mejor que me has encontrado?– Dijo Paka con muy mal estilo.

        Sí, Marieta, ¿Te estarás preguntando qué haces aquí? –Le preguntó Pepa.

        Pues sí la verdad…

        Como ya te he dicho, Paka es una vieja amiga mía, hace unos días me preguntó si conocía a alguien fiable para compartir su piso. Esta mañana cuando me has contado lo que ha pasado me he acordado y te ofrezco la oportunidad de conseguir un alojamiento barato. Y no conozco a nadie más honrada que tú, además te vendrá bien estar acompañada, tragos como el tuyo son difíciles de tragar y más si lo haces sola.

        Ya, entiendo. ¿Dónde vives?

        En el polígono sur, aunque imagino que es un sitio que a ti no debe gustarte mucho, pero no es mala zona.

        No es mala zona, un poco alejada, pero no me disgusta. ¿Cuánto cuesta?

        El piso es mío…por trescientos euros al mes puedes quedarte, como usuaria de pleno derecho, tengo WIFI de banda ancha. Hay dos habitaciones grandes con cuarto de baño individual cada una, salón y trastero. Puedes usar la cocina y los electrodomésticos a tu antojo, aire acondicionado y calefacción. Los gastos de luz y gas van a medias, el garaje lo uso yo, pero la zona es muy buena y puedes aparcar en la calle. ¿te interesa?– Preguntó Paka.

        Eso no es problema, me puede interesar la verdad… ¿Cuándo puedo trasladarme?

        Por mí hoy, mi antigua compañera se largó hace dos meses y tengo la habitación vacía. –Respondió Paka un pelín más relajada. –Si vienes recomendada por Pepa siempre eres bienvenida, ¿a las siete te viene bien?

        Pues no se hable más esta tarde a las siete me paso con mi maleta y me instalo. Si vienes recomendada por Pepa, para mí está bien. –Dijo Marieta mientras le estrechaba la mano a su nueva compañera de piso.

Al salir de la consejería Marieta se encontraba sorprendente bien, expectante ante los nuevos cambios. «No puede ser peor» se decía a sí misma. Marieta comió en un bar, estaba cansada y se fue a dormir un rato al hotel hasta la hora a la que había quedado. Tuvo otro sueño extraño en la que una vez más iba montada en la moto, una moto negra tipo custom, se sentía poderosa encima de ella, en un momento dado, la moto se paró y ella bajó del vehículo. Sorprendentemente, se convirtió como por arte de magia en un hombre totalmente desnudo con una polla enorme, ella incompresiblemente se arrodilló para chuparla. Marieta succionaba con gula, la polla se puso dura y más grande, tanto que a duras penas le cabía en la boca. El tipo le abrió la chaqueta de motera en un brusco movimiento y dejó sus pequeños pechos al aire con unos pezones marrones en punta debido a la excitación del momento. Para empezar a succionarlos, mientras ella se desabrochaba el pantalón. Su amante no era nada delicado pero a ella le gustaba que fuera así de rudo, tanto que la giró sobre sí y la empaló desde atrás. El macho, se la había ensartado de golpe, empujaba con fiereza mientras ella berreaba como una perra en celo sólo quería más ya a cuatro patas. Cuando ella se corrió en el sueño despertó de manera súbita. Estaba sudando y jadeando de excitación, notó como sus bragas estaban empapadas de puro sexo, había tenido un orgasmo de puro placer. Aturdida por esa nueva sensación se dio una ducha que la reconfortó en cierta medida.

Eran las cinco de la tarde cuando salió de la habitación para darse un paseo y relajarse un poco. Así que vagabundeó un rato por las calles alrededor del hotel. Entonces paró en una tienda de motos y la vio, no podía creerlo, era la moto de su sueño, una Kawasaki Vulcan S. Pasó a la tienda para verla más de cerca, era idéntica, en color negro mate. Se quedó muda nada más verla. El comercial de la tienda se acercó y le dijo:

        ¿Es bonita verdad?

        Sí…muy bonita, ¿Cuánto cuesta? –Dijo ella sorprendida por preguntarlo.

        Ahora la tenemos en oferta, lleva un motor de 650cc de dos cilindros y cuatro tiempos, está limitada para el A2 y trae el ABS. Por 6.999€ te la puedes llevar puesta y te regalamos el seguro y un casco de regalo.

        ¿Si te la pago con una transferencia bancaria, cuándo la podría tener?

        Pues si es del mismo banco yo recibo el dinero en el acto, me dejas la documentación y te la transfiero mañana, pero si quieres te dejo un certificado de la gestoría y te la puedes llevar ya. ¿Con qué banco trabajas?

        Con la Caja Rural…

        Con ellos tenemos cuenta…si quieres te dejo un ordenador y me haces ya la transferencia. –Dijo el vendedor en broma porque no pensaba que alguien de la pinta de Marieta le pudiera comprar una moto así.

        Vale…si me regalas una chupa, unas botas moteras y unos guantes, me la quedo, déjame el ordenador que te hago la transferencia ahora mismo. –Respondió Marieta sin pensarlo.

        ¿Seguro?…mira que esta moto es fácil de llevar pero requiere ciertos conocimientos.

        Si no la quieres vender, dímelo…

        ¡Nooo!, tranquila, déjame que lo consulte con mi jefe y te digo algo.

Al cabo de un rato, vino el jefe del concesionario, que enseguida reconoció a Marieta, era Luis, un viejo amigo de su padre de cuando iban a la sierra en moto los domingos. Se alegró de verla tanto de verla que aceptó las condiciones sin más. Mientras hacían el papeleo, recordó la venta de su vieja Sanglas y un par de anécdotas graciosas. De la ropa que tenía el señor eligió una Belstaff liberator lady cruzada de cuero y unas botas negras, el casco era un NZI modular negro mate, se portó bastante bien, porque lo que había elegido era bastante caro.

Una vez comprobado que estuviera el dinero ingresado en su cuenta, salió montada en su flamante moto, nada más arrancarla, sintió como la vida se reactivaba en su interior y la sangre fluía con más rapidez que nunca. Su maleta era muy grande para llevarla en la moto, pero no le importó, como no sabía dónde estaba la casa exactamente contrató un taxi para que se la llevara. El hecho de moverse con libertad por la carretera con su moto le hizo sentir poder, por primera vez en mucho tiempo era feliz y sentía como la independencia se apoderaba de ella. Marieta estaba satisfecha con la locura que había hecho.

Al llegar a la casa de Paka, le estaba esperando en el portal, no pudo dar crédito a lo que vio, cuando Marieta se quitó el casco y pagó al taxista. Se quedó alucinando viendo la moto y sólo acertó a decir.

        Jamás lo hubiese imaginado, ¡vaya moto!, no está mal para una mojigata.

        La acabo de comprar, sé que es una locura… ¿Subimos? –Dijo Marieta sonriente, pero pronto desapareció cuando abrieron la puerta de la casa.

        Sé que soy un poco guarra pero la verdad es que no había tenido mucho tiempo para limpiar. – Dijo Paka.

La casa estaba llena de mugre, la suciedad hacía que los pies se pegaran a su paso, «Esta tía no limpia la casa desde los noventa», pensó Marieta, que no sabía si vomitar o salir corriendo. A pesar de la mierda, era coqueta. Su habitación era amplia, el hecho de tener un cuarto de baño propio le convenció porque la verdad no le hacía gracia compartir cuarto de baño con esa gorrina. Una cocina llena de cacharros, restos de comida y grasa, el sofá y el salón parecía sacado de una película de torrente. Por último la inquilina llegó a una puerta que estaba cerrada con llave y que Paka la justificó como un trastero que no quería que tocaran, como era una especie de hacker, Marieta pensó en una habitación con ordenadores y pantallas. Después de meter la maleta en su habitación, su compañera le dijo que se iba al gimnasio de aquí al lado, para que se pudiera instalar tranquilamente, al tiempo que le daba un juego de llaves.

Marieta estaba hecha muy cansada, pero no podía vivir allí con tanta suciedad, aunque el precio era muy barato y estaría alejado de su temible novio. Revisó lo que había de limpieza, la verdad es que no había gran cosa, por lo que bajó a la droguería de al lado a comprar limpiadores, escobillas, estropajos, lejía y demás utensilios. Gracias a Dios que el piso era más bien pequeño. Se puso manos a la obra, para no ensuciarse se quedó en bragas y una camiseta de algodón y se puso manos a la obra, empezó con su habitación y su cuarto de baño. Eso fue relativamente sencillo, la cocina era más bien enana pero tenía más mierda que el rabo de una vaca. Frotó, llenó diez bolsas de basura y dejó para el final el salón. Serían las doce de la noche cuando apareció Paka y se encontró el culo de Marieta en primer plano que estaba frotando una mancha de algo irreconocible en el suelo. Pero lo que más le llamó la atención era la frondosa mata de pelo que asomaba por los flancos de su ropa interior de algodón. Pensó, «La monja esta debe de tener telarañas en el coño ¿Cómo puede hoy alguien llevar el coño rebosante de pelo». Pero también se sorprendió de ver cómo lucía su piso limpio y ordenado, nunca pensó que los azulejos volverían a ser blancos. Ver la panzada de currar le hizo sentir cargo de conciencia, por ver a la pobre chica enfangada en la limpieza nada más llegar. Con cara de pocos amigos, Marieta se volvió hacia ella y le regañó:

        ¿Cómo puedes vivir así?…

        Eso me pregunto yo todos los días, pero al final siempre lo voy dejando…, siento llegar tan tarde, pero es que me he liado en el gimnasio y al final se me ha ido el santo al cielo. ¿tienes hambre? Si quieres bajo al bar de la esquina y traigo unos bocadillos para cenar.

        No suelo cenar, la verdad, pero tanto trajín me ha dado hambre…mejor me ducho y bajamos para que no pongamos en medio, ¿te parece?

        Perfecto yo invito.– Contestó Paka que todavía no podía imaginar cómo se podía limpiar tanto en tan poco tiempo.

Marieta fue rápida se duchó, se vistió con unos pantalones y una blusa negra, a pesar de las ojeras se vio guapa. Tomaron unas tapas y poco más en el bar de Frasquito, se dieron una vuelta por el barrio cuando ocurrió algo inesperado, un asaltante quiso atracarlas, sin saber cómo, Paka agarró al tipo que cuando se quiso dar cuenta, estaba en el suelo con la bota de su amiga en el cuello, le dejó de regalo una fractura en uno de los dedos con la advertencia de que no volviera por ahí. La joven, había alucinado con la acción tan rápida y precisa de su compañera, aunque lo había visto la noche anterior, seguía pensando que era imposible que una mujer fuera capaz de hacer esas cosas, y la miraba con una mezcla de recelo e incredulidad, además, le había excitado en exceso lo que había visto. Una vez en casa y acomodadas en el sofá, su casera le preguntó:

        ¿Qué te pasa?, ¿te he asustado?…

        No, que va…estoy más bien impresionada. ¿Dónde has aprendido a hacer eso?…

        En la legión…

        ¡Venga ya!… – protestó. ¡No te burles de una tonta como yo!

        Es cierto, yo no vengo de una familia normal, mi vida no ha sido sencilla, me tuve que alistar en el ejército para escapar de la miseria de un padre borracho y una madre puta. Del primero aprendí a esquivar los golpes, de la segunda a controlar a los hombres. Con dieciocho años me largué de casa y nunca más he vuelto, no les debo nada, ni ellos a mí. No les guardo rencor, ni nada por el estilo, no tuvieron suerte en la vida. Aunque no te lo creas los sigo queriendo, están internados en una residencia de ancianos que pago yo, no les visito nada más que un par de veces al año, pero los gastos los pago yo, con mi sueldo no puedo mantener la hipoteca y la residencia por eso alquilo una habitación.

        Y el judo lo aprendiste en el ejército…

        No es judo, son ejercicios de defensa personal, es una mezcla de todo un poco, de hecho complemento mis gastos dando clases a en el gimnasio y en la parroquia los viernes a mujeres que son víctimas de sus parejas. Al agresor de esta noche, lo conozco y le tenía ganas…es un desgraciado que pega a su pobre madre.

        Alucino contigo Paka, legionaria, informática…eres una caja de sorpresas. –Dijo Marieta con verdadera devoción.

        En el ejército hay mucho tiempo libre, estudié ingeniería informática durante los diez años que serví. Podía haber accedido al cuerpo de oficiales al ser licenciada, pero estaba cansada y pero no quería perder el tiempo libre del que disponía, así que me preparé la oposición…mientras era stripper los fines de semana y me coloqué como informática en la junta.

        Espera…¿fuiste stripper?..–Preguntó una Marieta cada vez más alucinada.

        Sí, claro entiendo que para alguien tan mojigata como tú sea algo sucio, pero yo con veintiocho años estaba realmente buena, el sexo es algo normal tan necesario para el ser humano como el respirar o comer. – Dijo la ex-legionaria

        No lo sé, el día que me decidí a tener sexo con mi novio…lo pillé follándose a una rubia. No sé lo que se siente, aunque últimamente mi cuerpo no está para alegrías…–Contestó Marieta entre sollozos.

        Ahora entiendo todo, en mi departamento siempre hemos pensado que eras opusina o algo así, tus formas de vestir, tu eterno novio. No sé pero siempre pensé que eras una gilipollas estirada.

        Bueno, yo siempre pensé que eras una lesbiana castradora, o eso me dijo mi ex la primera vez que te vio.

        Soy bisexual, disfruto del sexo en todas las perspectivas posibles, soy ama, sumisa, amante, querida…puta. Cuando cumplí los quince, mi madre me llevó a su lugar de trabajo para que supiera lo que hacía. Al principio la odié, pero ella me dijo que no lo odiara, ella ganaba dinero y sustentaba a la familia mejor que si fuera limpiando escaleras. Me preparó para disfrutar del sexo, si le hubiese tocado vivir hoy sería una blogera de éxito y tendría millones de seguidores ávidos de aplicar las enseñanzas que tenemos hoy. Fíjate y una mujer así está en una residencia sometida al yugo del Alzheimer.

        Entiendo, yo me crie en una familia acomodada, mi madre era muy estricta en lo que a la moralidad se entiende, mi padre era el guay de la casa, me iba con él a montar en moto, la afición la heredé de él, con quince me dejó manejar su moto por primera vez, con dieciocho ya me iba a hacer rutas con él. Soy buena conduciendo motos, no me llevo bien con mis hermanos, ellos viven fuera de España, los veo cada cierto tiempo. Yo cuidé de mis padres, hasta que murieron casi seguidos hace ya tres años. Mi novio me estafó, me ha robado el dinero de la cuenta conjunta, me ha echado de la casa que alquilaba a sus padres y tengo mucho miedo…gracias a Dios, que tenía mi cuenta secreta. Hoy he cometido mi primera locura, me he comprado la moto. Siempre he sido la tonta de todo el mundo. –Se sinceró Marieta.

        Marieta, no puedes vivir con miedo, ¿Qué años tienes? ¿cuarenta?

        Noo que va, llevo trabajando en la junta desde los veintidós, me preparé las oposiciones mientras estudiaba la carrera y entré a la primera.

        Yo tengo treinta y cinco años, aparentas ser mucho mayor. Hoy es el primer día de tu nueva vida, hoy te pienso acoger bajo mi tutela para que seas una nueva mujer. Y de momento ahora vas a irte a dormir y a descansar. Mañana tenemos que madrugar, que tenemos muchas cosas que hacer. Te preparé una infusión que tomábamos en Ceuta para conciliar el sueño, al día siguiente verás las cosas con una perspectiva distinta.

Marieta no sabía lo que tenía la infusión, pero es cierto que hacía años que no se levantaba tan descansada y reconfortada, pero no había tenido sueños raros como los de estos últimos días, eso le desagradó más. Cuando despertó, se dio una ducha rápida y salió a elegir su ropa, de repente se dio cuenta de que toda ella era…digamos que viejuna a pesar de ser buena, sería lo que se pondría una señora de sesenta años. Paka la sorprendió mirando a su armario totalmente desnuda. Ella con una sonrisa, le dijo. –Tienes mucho potencial, sólo necesitas un par de retoques y serás una auténtica fulana, como yo. Marieta se dio la vuelta y se tapó con lo primero que vio. Paka, se quitó el albornoz delante de ella y le dijo mientras le que la puso delante de un espejo. –Aprende a quererte, los cuerpos desnudos son hermosos, a partir de ahora, iremos desnudas por la casa, ¡mírate y mírame!… ¿Qué ves?…

Paka totalmente desnuda era una mujer hermosa, tenía unas tetas bonitas redonditas, firmes y rematadas con unos pezones rosas preciosos, Marieta nunca antes había visto una mujer desnuda tan cerquita, sus piernas eran rocosas y marcaba unas abdominales impresionantes. Jamás pensó que debajo de toda esa ropa se escondía un cuerpo tan perfecto. Seguramente, debido su preparación militar. Cuando se dio la vuelta, tenía un culo perfecto con un tatuaje, pero hubo algo que le llamó más la atención, su pubis terso y ausente de vello, nada que ver con el de Marieta cubierto hasta la cintura de una espesa mata de color oscuro. En

        Tócame, sin miedo…eres muy guapa, hay que quitarte un par de capas de vello, cambiar ese look y comprarte ropa nueva. – Dijo Paka mientras ponía las manos de Marieta en sus pechos.

        ¡Son duras!…¿puedo tocarte ahí abajo?.

        ¡Claro, tontita! – Contestó Paka mientras se abría de piernas para le pudiera tocar mejor. –Se me ocurre algo…y tenemos mucho trabajo que hacer mientras salía corriendo y cogió el teléfono…marcó un número diciendo; – Pepa, Marieta y yo no vamos a ir a currar, danos cobertura porfa, la pobre está hecha una mierda y total hoy es viernes tampoco tenéis mucho que hacer…si ya lo sé, pero va, somos las más eficientes en nuestros departamento, ayer vi que ella lleva más de mil horas regaladas al estado y yo llevo otras tantas, va…no seas así, muchas gracias…adiós preciosa.

Paka colgó ante la mirada incrédula de su compañera de piso. ¿Ves como no es tan difícil?…ahora vamos a trabajar, que como te he dicho hoy tenemos mucho que hacer.

        ¿Qué vamos hacer?…

        Pues primero ir a comprar ropa, vamos a ir en mi coche porque en tu moto no puedes llevar tanta cosas que necesitas, pero antes, voy a raparte el chichi, tengo todo lo necesario yo me lo hago.

        No sé, eso de depilarme ahí abajo…me da cosa, no lo veo muy higiénico, además debe de doler bastante. No sé no me veo…

        Tú déjame hacer…te voy a cuidar con cariño, además mira que desastre tienes ahí abajo, ¿cómo puedes tener todo ese matojo?, ¿Qué haces en verano cuando vas a la playa?…¡mírate! si te rebosa por todos los lados…

        Yo me pongo en tus manos, pero no me lo recrimines más, demasiado mal estoy por lo mío para que encima me pongas a parir….¡jolines!…

        ¿Jolines?…¿Qué coño es eso? A ver, grita conmigo ¡JODER!…–Gritó Paka, de tal manera que no dejó lugar a dudas su paso por la legión.

        ¡joder!…–Dijo Marieta sin convicción alguna.

        ¡ASÍ NO! – Gritaba Paka.– ¡JODER!, ¡HOSTIA!, ¡ME CAGO EN LA PUTA!…¡ASÍ SE BLASFEMA!…Si no lo gritas así, nunca podrás salir del bucle en el que estás, la vida exprime a pringadas como tú, expuestas a que el primer listo le robe hasta el ajuar de sus padres…y ahora ¡GRITAAAAA!.

        ¡JODER!, ¡HOSTIA!….¡PANCHO ME CAGO EN TU PUTA MADRE!, ¡HIJO DE PUTA!, ¡CABRÓN!…¡CHORIZO DE MIERDA!…¡TE METERÍA UN PALO ROMO POR EL CULO Y TE LO SACARÍA POR LA BOCA, HIJO DE LA GRAN PUTA!….–Marieta se vino abajo después de decir esto y se echó a llorar, al tiempo que Paka la abrazaba con cariño, Marieta lloraba diciendo…–¡Enseñame!….¡quiero ser una mujer libre!.

        Por ahí se empieza cariño, hoy vamos a arreglar tu aspecto, acabas de realizar el primer paso de mi plan personalizado de defensa personal. No sólo hay que ser fuerte físicamente, nada de lo que aprendas de defensa física vale si tu mente es débil. Ahora, túmbate en la cama sobre una toalla, te voy a dejar el coño como el de una Nancy.

Su compañera resultó ser una esteticién bastante buena, según ella, fruto de su época de stripper, en vez de cera usó el sistema que usan las  mujeres de los países árabes y que había aprendido en su estancia en la Legión, es barato y menos agresivo que la cera. Primero recorto con paciencia todo el vello con tijeras, juntando una bola de pelo bastante grande. Luego volvió a lavar e hidratar la zona, otro truco que ella tenía era aplicar en las zonas más sensibles un gel anestésico para evitar los dolores típicos de la depilación, como ella dijo, –te dolerá pero menos. – Aun así dolió y mucho, pero nada, comparado con la humillación que Marieta sentía el ver a una mujer manipulando sus intimidades, sobre todo, cuando la puso a cuatro patas para dejarle el cerete limpio de polvo y paja. Cuando terminó, le lavó la zona con agua tibia y le puso una crema hidratante de manera abundante. Al absorberse, Paka le enseño el resultado con un espejo, la verdad es que tuvo que darle la razón a su compañera, era precioso lo que veía, ni punto de comparación con aquella mata de pelo inmunda que tenía. Una vez terminada esa parte, la legionaria, siguió con las piernas, axilas, cejas…Marieta pasó por un pequeño calvario, pero alabó los resultados positivos, se veía como una mujer nueva y feliz.

Después de este paso, Paka le eligió lo que según decía era lo menos malo de su vestidor, unos vaqueros y una camiseta blanca que con la cazadora motera le daban a Marieta un aire totalmente distinto a lo que ella pensaba, se vio como una mujer atractiva.

Una vez arregladas, bajaron al garaje para una vez allí encontrarse con una sorpresa, sabía que su amiga era una mujer distinta a todo, pero nunca pensó hasta qué punto cuando vio que su coche era un viejo pero impresionante Mitsubishi 3000GT. Se subieron y sólo el estruendo del arranque de su motor de seis cilindros con doble turbo, hizo que Marieta se estremeciera en lo más íntimo de su cuerpo. Paka por su parte, no dejó nada a la improvisación, había confeccionado una lista con todo lo necesario y desde luego no era en la ciudad donde iban a ir, encaró el coche hacia Madrid, a un famoso Outlet donde comprarían todo alejado de las miradas curiosas de la gente. En la lista había desde calzado, pasando por ropa íntima, así como ropa deportiva, algo para salir…De todo un poco, pero suficiente para una mujer de hoy día, lo peor fue convencer a su pupila de la necesidad de usar sujetadores con algo de relleno y lo imprescindible que es el uso del tanga, para que los comprara.

Llegaron casi a las doce de la noche a casa, el día había sido muy productivo, Marieta había gastado una cantidad importante de dinero en renovar su armario, pero no sentía ningún remordimiento al respecto. Se notaba que hoy había soltado parte del lastre que le había estado ahogando durante años. Cuando se desnudó, volvió a mirar en el espejo el cambio tan radical que había sufrido su cuerpo, pero sobre todo observó que había algo que había desaparecido totalmente, las ojeras de sufrimiento que había arrastrado durante los últimos días. Decidió probarse un conjunto de la perla, en color crema y bordados en negro que junto al liguero, le daban un aspecto de mujer fatal, se puso para realzar su culo unos zapatos de tacón que la hacían verse espectacular, se sentía poderosa como nunca antes.

De esa guisa se presentó en la habitación de Paka que solo pudo expresarse con un silbido de aprobación, se levantó de la cama totalmente desnuda como estaba y la agarró de los cachetes del culo mientras le besó en la boca metiéndole la lengua hasta la campanilla. –Eres bella…–Le dijo mientras le desabrochaba el sujetador. Marieta se quedó sólo con el liguero y las medias, mientras Paca se puso encima de ella para lamerle sus preciosas tetas, toda su cuerpo se estremeció cuando le succionó los pezones, pero nada comparado a cómo se los mordisqueaba mientras su dedo jugaba con un clítoris sin uso. La gloria la alcanzó con el orgasmo que le proporcionó cuando su lengua bajó a las profundidades del deseo. Marieta asió la cabeza de Paka con fuerza para que no dejara de comérselo todo, nadie antes había jugado. Con él con el tercer orgasmo se arrepintió de haber dejado escapar todos esos años de placer, entonces le rogó a su amante que la hiciera mujer de una vez.

Paka hurgó en su armario y sacó un Strapon que untó de un gel lubricante, se puso encima de ella y empujó con fuerza para atravesar la frontera entre la antigua y la nueva Marieta. Grito mezcla de placer y de dolor, pero su dolor se transformó en poco tiempo dándole una perspectiva de lo que siempre había denostado por ser algo sucio y pecaminoso. Los envites de su amada le llenaban sus entrañas con aquél artefacto de goma, las gotas de sudor que le caían encima de su cara y poder jugar con las tetas de su amiga mientras era follada como una mujer hecha y derecha, hasta que se corrió de una manera inimaginable retorciéndose como una culebra, sus piernas le temblaron, liberándose de todos los malos rollos de su mente.

Marieta quería corresponder a su amante y siguiendo sus enseñanzas le correspondió con una comida de coño si bien no tan espectacular como la de su compañera, lo suficientemente buena como para correrse en su cara, los jugos de su vagina le sabían a ambrosía celestial. Paka cogió esta vez un nuevo juguete un consolador dual enorme por el que se ensartaron mutuamente, se follaron la una a la otra hasta alcanzar la verdadera dimensión del placer muto. Terminaron tan complacidas que durmieron juntas hasta las tantas abrazadas en su amor recién descubierto.

A la mañana siguiente Marieta se levantó más radiante que nunca, necesitaba gritar a los cuatro vientos que era una mujer nueva, se visitó sigilosamente, dejó una nota a su querida Paka y salió a dar una vuelta en su moto. Se sentía bien, pero tenía una necesidad imperiosa de salir en la moto, necesitaba la sensación de libertad que le daba montar en moto. Lo de la noche anterior había sido genial, pero su cuerpo le pedía salir a dar una vuelta en la Vulcan.

Conforme empezó a recorrer kilómetros, su cuerpo empezó a integrarse en la moto como si fuera un centauro mecánico. Las curvas y las vibraciones de la carretera le aceleraban el corazón, sobretodo porque se dio cuenta de que la ausencia de vello, hacían que su coñito estuviera muchísimo más receptivo. Cuando llegó al fin del camino, estaba mojada de gusto. Paró en el viejo bar donde solía hacerlo con su padre. Al entrar todos se giraron hacia ella como si hubiese entrado una tía impresionante, le gustó el hecho de sentirse deseada, le hizo sentirse poderosa, entró al cuarto de baño para secarse el tanga con el secador de manos, rezando para que nadie entrara en ese momento.

Al salir, notó una punzada en el estómago, llevaba mucho tiempo sin comer como es debido, se sirvió una ración de huevos fritos, patatas a lo pobre y dos tajadas de tocino con un vaso de vino con casera, sabía que no puede beber alcohol pero con esa comida un vaso de casera con un dedito de vino tampoco le iba a perjudicar en exceso. La comida le supo a gloria, pero recordó que cuando era pequeña hacían postre que le llamaban pijama que era algo impresionante. Estaba pagando en la barra, cuando se le acercó un motero que estaba tomando algo, se le quedó mirando y le dijo:

        ¿Eres tú Marieta?…¡No puede ser!…–Dijo el motero extrañado.– Eres tú…¡Cuánto tiempo!…¿No me reconoces?…¡Soy Iván!.

        Sí te he reconocido enseguida, ¿Qué tal, cuánto tiempo no? – Dijo Marieta con desdén al reconocer al  amigo de Pancho.

        Demasiado, ¿Qué haces aquí?…

        Pues lo mismo que tú, dar un rulo con mi moto, es la Vulcan que hay aparcada fuera.

        Si, la hemos visto es una moto chula, nunca imaginé que tú ibas a ser capaz de manejar semejante monstruito.

        ¿Por qué? – Preguntó Marieta entre molesta y extrañada.

        No te ofendas, pero siempre has sido muy buena, demasiado quizás. Los amigos de la pandilla siempre pensamos que ibas para monja. Y Pancho, ¿Cómo está?…– Preguntó Iván.

        Pues, no lo sé, hace unos días que rompimos… ¿sabes una cosa?, tu viejo amigo no era tan buena gente como me pensé.

        Lo sé, yo me alejé de él por eso, hace más de diez años que no nos hablamos…le recriminé lo que te hacía y el me correspondió con una hostia y haciendo que la cuadrilla me hiciera el vacío. Imagino que nunca te lo dijo…¿pero mírate?…¡Veo que lo llevas bien!, ¿Sigues en la consejería?.

        Sí, ahí sigo… ¿Tú seguirás con tu bufete de éxito?…–Le preguntó Marieta deseando irse.

        No, vendí mi participación gané un buen dinero, pero al divorciarme de Matuca ella se llevó casi todo mi dinero, ahora tengo un pequeño bufete y soy feliz sin tanto ajetreo. El dinero está bien, pero cuando te das cuenta que para hacer bien tu trabajo tienes que atiborrarte de antidepresivos, es mejor dejarlo a un lado. Dejé de defender a traficantes y cosas así para dedicarme a defender a mujeres maltratadas, reclamar impagados y algún divorcio, vamos lo que viene a ser un bufete de provincias. Madrid está bien pero no me gustó nunca para vivir en él.

        Bueno, Iván tengo que irme, si eso ya te llamaré si necesito un abogado. Me alegro de verte…–Dijo Marieta mientras se despedía después de haber pagado.

El regreso fue tranquilo, recordó que de la pandilla de Pancho, Iván era el más cabrón de ellos, no tenía escrúpulos, o al menos eso le parecía, puede que fuera una coraza para aparentar algo que no era. Fue curioso encontrarse con él de esa manera. El viaje de vuelta fue una delicia, estaba tan contenta con su moto que el viaje se le hizo corto. Había salido relativamente temprano, la ruta no era excesivamente larga, cuando regresó a casa, todo estaba tal y como se lo había encontrado. Paka seguía durmiendo, entró en su habitación y la encontró dormida totalmente desnuda, era un ser hermoso además de divertido e inteligente y sobre todo bueno. Cerró la puerta y decidió hacerle una comida casera, después de la limpieza de ayer sacó una cosa en claro, su compañera llevaba demasiado tiempo a base de comida basura.

Compró en un súper cercano lo necesario para hacerle un arroz al horno, así como los ingredientes de su postre estrella, un monte nevado. Antes de ponerse manos a la obra se quitó los pantalones que estaban chorreando por culpa de las vibraciones del paseo en moto. Se quedó sólo con el delantal dejando el resto de su anatomía al descubierto. Al cabo de una hora, tenía su comida preparada, había abierto una botella de Viña Ardanza, de entrantes había preparado una tabla de ibéricos. Sabía que no había mucho de glamour en lo referente a la mesa, pero en la compra había añadido un mantel, servilletas, una vajilla, cubiertos y un set de vasos con copas para vino de una tienda de menaje cercana.

Había preparado todo con cariño, estaba terminando de limpiar la cocina cuando Paka apareció totalmente desnuda. El hecho de ver a Marieta vestida sólo con un delantal trajinando en la cocina, despertó en ella un deseo irrefrenable de meter su mano entre las piernas de esta, que enseguida se giró sobresaltada, para plantarle un beso de tornillo a modo de buenos días. La legionaria le deshizo el nudo del delantal, dejando ver a su compañera totalmente desnuda. Esta a su vez se arrodilló entre sus piernas para limpiarle el coño a modo de saludo. Terminando la dos liadas en el suelo de la cocina haciendo un sesenta y nueve.

Cuando terminaron con la sesión de sexo, el arroz se había enfriado, pero no pareció molestarle a ninguna de las dos, sobre todo después de haber disfrutado de un par de orgasmos tan agradables. Aun así, las dos estaban tan hambrientas que dieron buena cuenta de todos los manjares, en especial el postre, las natillas con la clara de huevo a punto de nieve le daban una textura tan rica que Paka repitió tres veces.

Marieta se fue a la ducha para asearse después de un par de jornadas de sexo tan intenso, pero no había empezado a enjabonarse cuando apareció Paka con el Strap on puesto y una sonrisa muy maliciosa,  la empujó contra la pared y le comió el culo con la intención de dilatarle el esfínter. La chica no se negó, a pesar de que le aterraba la idea de que le hicieran daño, le pudieron más las ganas de  experimentar. La polla de látex, le horadó las entrañas sin ninguna misericordia, ella aguantó como una valiente mientras se masturbaba hasta que se corrió berrando, pero estaba tan flojita de fuerzas que dejó que la mierda se le derramara entre las piernas. Estaba muy avergonzada, no se hacía caca encima desde que era un bebé. Su amante le restó importancia cuando le dio un morreo y salió con aires de John Wayne.

Marieta salió después de asearse completamente, un poco desconcertada por la actitud de Paka, había sido particularmente bestia esta última vez. Tenía todos los orificios de su cuerpo totalmente devastados por el ataque de la polla mutante de látex. Estaba jodida sobre todo porque le había gustado la experiencia, tener sexo está bien, pero no quería que se le fuera la pinza. Estaba secándose ensimismada en sus pensamientos cuando su compi le gritó. –Vístete con el chándal que te he dejado encima de tu cama.

Cuando salió al salón, Paka la esperaba vestida con un viejo chándal del ejército. No entendía las intenciones de esta pero ella sumisamente obedeció. La acompaño hasta el gimnasio donde ella daba clases y cuando pasaron al tatami, la legionaria le presentó a Nino, un muñeco de prácticas con voz severa le dijo:

        ¡Pégale una hostia!

        No sé, yo nunca….

        ¡Ahora! O te la doy yo a ti…eres una mierda de tía que se deja dar por culo por la primera que pasa, quieres ser una mujer o una funda para pollas. –Le dijo Paka con una voz propia de un sargento de la legión.

Marieta pegó al muñeco, pero este apenas se movió. Paka con cara de mala hostia le dio un empujón y le dio un puñetazo a la cara del muñeco que casi lo tira al suelo. Le volvió a exhortar a que le hiciera lo mismo, esta vez con un tono más cabreado si cabe. Pero el resultado era igual de lamentable. – Eres una putita débil, si quieres hacer daño piensa que debes pegar a alguien que está detrás del muñeco… ¡ASÍ! La hostia que le dio al muñeco tronó en la sala. Marieta volvió a repetir la acción, pero no sonó. – ¡MAL!, ¡REPITE!. Marieta repitió y repitió hasta que los nudillos le empezaron a sangrar. Empezó a llorar de pura impotencia, Paka se rio de ella, – No me extraña que un mierda seca de novio te haya hecho lo que te ha hecho, eres una guarrilla que no sabe defenderse, ¡te mereces lo que te ha pasado! –Marieta sacó una rabia impropia de ella al ver la cara de su ex reflejada en la del muñeco y le metió un puñetazo que esta vez sí le hizo sentirse bien. Había descargado toda la mala leche acumulada durante los últimos días por culpa del cabrón de Pancho. Entonces Paka le dijo…– ¡BIEN!…¡Repite! – Estuvo repartiendo estopa durante más de media hora, no sentía las manos por culpa del dolor, pero aun así Paka le obligó a repetirlo al menos diez veces más. Cuando terminaron le dijo:

        Tienes que aprender a defenderte. La defensa personal, te dará una confianza en ti misma que nunca antes has experimentado. Si mañana un tío quiere darte por culo y te garantizo que lo harán, debes saber zafarte de él. No debes dejarte hacer como hoy has hecho conmigo. Si follas es para darte el gusto a ti no a ellos. ¿lo entiendes?

        Sí…pero el tío no se estará quieto como el muñeco.– Contestó la chica.

        Es verdad, pero esto es sólo un pequeño aperitivo, a partir del lunes vendrás conmigo al gimnasio después del trabajo. Yo te daré clases de auto defensa, aprenderás a doblegar a un tío más grande que un toro. No soporto a la gente complaciente, las cosas las debes hacer porque te apetezcan, no porque te las pidan. Ahora ponte a hacer sentadillas.

Al terminar la tarde, Marieta tenía agujetas en partes de su cuerpo que nunca antes pensó que podían existir. Hizo sentadillas, flexiones, abdominales, saltó corrió, tenía que estar fuerte física y mentalmente. Al llegar a casa, para colmo, su entrenadora le hizo ir corriendo y que subiera y bajara las escaleras del edificio al menos tres veces. Vomitó nada más llegar, se duchó, curó sus nudillos y se cayó rendida sobre la cama.

Cuando se despertó, estaba con las manos hinchadas y a duras penas podía cerrar los nudillos. Pasó a la habitación de Paka, pero se quedó sorprendida cuando vió que estaba acompañada de otra mujer. Marieta se sintió engañada y frustrada por lo que había visto. Se sentó en el sofá y se puso a ver una vieja película en un canal local, hasta que el sueño le volvió a vencer y se quedó dormida de nuevo por culpa de un sollozo silencioso, una vez más se sentía víctima del desamor, no entendía el motivo. Sería medio día cuando Paka la despertó con un beso en la mejilla:

        Despierta cariño…–Le dijo su compañera con un susurro.– Es muy tarde, y tenemos visita.

        ¿Quién es?…–Dijo Marieta cuando vio a las dos mujeres vestidas sólo con un pantalón corto, dejando las tetas al aire.

        Tina, digo Ernestina…es una antigua compañera de armas, anoche llegó sin avisar, la muy cabrona y como estabas cansada no quise despertarte.

        Encantada Marieta, le dijo la chica, Paka dice que eres un encanto. Espero que no te moleste mucho el haber llegado sin avisar, pero es que me han echado de mi casa y no tengo donde quedarme.

        No, por favor, estoy encantada de conocerte Ernestina. – Dijo Marieta todavía más aturdida si cabe.

        Llámame Tina, espero que seamos buenas amigas.

        Estabas dormida cuando llegó, por eso ha dormido conmigo. Ahora íbamos a preparar el cuarto libre para ella. Es una legionaria acostumbrada a pocos lujos, no te preocupes es legal.

        Vale si tú lo dices, por mí vale.

Marieta se levantó del sofá tambaleándose y dolorida con agujetas. Quería darse una ducha y sus tripas zurrían del hambre que tenía. Su cuerpo estaba hecho trizas, pero mentalmente se sentía muy relajada a pesar de todo. Para su sorpresa, las chicas habían bajado a comprar algo de comida y estaba la mesa puesta. Se puso una nota mental en la que debía terminar la limpieza general que había dejado aparcada desde el día que vino. Por otro lado, le apetecía darse una vuelta con la moto, pero su maltrecho cuerpo le aconsejó lo contrario por lo que decidió guiarse por el sentido común. Ni siquiera se vistió, se sentó a comer con el albornoz puesto.

La comida fue tremendamente divertida, Tina era la mujer más graciosa que había conocido nunca. Contaba unas anécdotas increíbles, entre risa y carcajada, Marieta la observaba con sigilo, era una mujer muy guapa, pero curiosamente le notaba algo que no era excesivamente femenino, era muy alta, mediría más de metro ochenta, unas espaldas y brazos fuertes. Las manos eran grandes. Pero era muy guapa y sobretodo divertida, contaron anécdotas de la legión, sobre todo aquella vez que fueron de maniobras a Chinchilla  y se escaparon a Albacete para irse de copas con un URO y les pillaron al volver, Paka le tuvo que hacer una mamada al soldado de reemplazo que estaba en la garita para que no avisara al sargento de guardia. – Para ser un crío, tenía un buen rabo…– Reía Paka. Marieta se imaginaba la escena en la que un pobre chaval que no había salido de su pueblo, estaban en la garita comiéndole la polla y no podía más que sentir envidia por el morbo que le despertó la situación.

Después de terminar la comida, Tina sacó una botella Laphroaig que le había robado a su antiguo jefe, a modo de venganza cuando la despidió del bar en el que trabajaba. El cabrón no le había dado de alta en la seguridad social más que un par de días a la semana y pagaba una mierda, por eso se llevó la botella. Marieta, nunca antes había probado el wisky, pero este en concreto le supo bien, tenía un sabor mezcla a mitad de camino entre madera, ahumado y turba que le gustó bastante. Se lo sirvieron en una copa ancha con mucho hielo y lo disfrutó como nunca imaginó que le podía gustar este licor. Siguieron las anécdotas, pero después de la tercera copa, Marieta estaba bastante achispada como para distinguir nada. La desinhibición del alcohol, le hizo bailar totalmente desnuda y tuvieron que pararla porque quería salir de esa guisa a la calle. Le dio besos a Paka, diciéndole cuanto la quería, hasta que vinieron las arcadas y empezó a vomitar, sobre todo cuando se acostó y la cama le daba vueltas, vomitó hasta que echó la bilis, entonces su cuerpo estaba mal muy mal y por fin se quedó dormida.

Al día siguiente su cabeza le dolía, las agujetas le dolían, estaba echa una pena, para colmo de males, tenía que ir a currar esta vez sin escusas. Al despertarse, Tina le había preparado su remedio milagroso contra la resaca, o al menos ella lo definía así. El desayuno consistía en té de jengibre, una pasta rara que consistía en dos plátanos machacados con el zumo de un limón y miel y por último dos pastillas de ibuprofeno. La jornada laboral se le hizo eterna y gracias a Dios que sus compañeros pensaron que era por culpa de la ruptura, si no se hubiesen cebado con ella pero bien. Al final todo termina, y la jornada laboral también, pero lo peor estaba aún por llegar, después de comer Paka volvió a convertirse en el sargento de hierro. Esta vez practicaron las patadas y par de llaves que le serían útiles para autodefensa. Otra vez la obligó a subir y bajar escaleras, flexiones y demás historias. Terminó tirada en la cama una vez más, pero ha de reconocer que al día siguiente se sentía como fenomenal, estaba menos maltrecha y se fue en moto al trabajo. Algo que dejó a más de uno patidifuso, puesto que nunca imaginaron que debajo del casco se encontrara la “monjita”.

La semana, siguió con la misma rutina, trabajo y ejercicio. Algo a lo que poco a poco Marieta se iba acostumbrando, iba notando como su cuerpo se endurecía por el duro trabajo físico al que se sometía. El sábado, tenía pensado madrugar para darse una vuelta con la moto, pero se encontró a Tina limpiando a fondo la casa. Algo que la chica le dio cargo de conciencia y decidió ayudarla. Se quitó la ropa y se dejó una camiseta y una braguita para no ensuciarse mucho, se puso con los cuartos de baño mientras que Tina limpiaba los azulejos de la cocina vestida sólo con un pantalón de deporte y un delantal.

Estando las dos arrodilladas fregando  el suelo de la cocina, Marieta observó un bulto raro en la entrepierna de su compañera, lago que llamó la atención, algo sospechoso que le hizo levantar la cabeza y preguntarle:

        Tina, ¿Te ocurre algo?…

        No, ¿por qué?..

        No, es que tu…¡Nada déjalo!

        Nooo. ¿qué? ¡arranca! – le exhortó Tina.

        Que tu vulva, se ve abultada, ¿tienes la regla o estás enferma? – Le dijo Marieta.

        Joder Marieta, Paka me había advertido sobre lo poquito que sabes del mundo, pero veo que se quedó corta. Llevas viviendo una semana conmigo, ¡me has visto en ropa interior y todavía no te has dado cuenta de que soy trans!… ¡Eres la hostia! Jajajajaja.

        No, si algo raro te había notado, pero como habías estado haciendo ejercicio y tal, no pensé más que eras más bien del tipo marimacho. – Respondió la pobre mojigata, bastante avergonzada.

        Y tan marimacho, como que nací hombre. – Se descojonó Tina. – Ese bulto que ves entre mis piernas es mi pene, no me lo he operado porque francamente me da bastante miedo, tengo algunas amigas que lo han hecho y no han terminado bien que digamos.

        Entiendo, debe de ser una putada estar encerrado en un cuerpo de hombre una mujer tan femenina como tú.

        Bastante, imagina lo que era estar en la legión, con todos los rabos por ahí colgando en las duchas y yo soñando que eran todos para mí.

        Y ¿por qué te alistaste en la legión nada menos? –Le preguntó Marieta.

        Bueno, yo de jovencito ya tenía mis dudas, mi padre era un pobre hombre cargado de prejuicios y convencionalismos que había servido en la legión. Así que no sé quizá fuera mi última cesión ante él. Me alisté, serví en combate, me dieron un par de medallas por ser un soldadito valiente y cuando me licencié, de aquella época Paka y yo nos hicimos amigos inseparables, y más cuando ella supo mi secreto. Mi padre estaba totalmente orgulloso de su hijo, al año murió de un infarto. Ya no tenía nada que me retuviera como hombre y fue cuando empecé el tratamiento.

        Y tu madre…¿Qué dijo? – Preguntó Marieta.

        Mi madre se piró con un tío cuando tenía quince años, no he vuelto a saber de ella. He sido chica de compañía, tele operadora, vendedora del tuppersex y con la crisis me quedé en camarera de un bar. Como no quería hacer la calle,  llamé a Paka y le pedí ayuda.

        Tenéis unas historias impresionantes, yo en cambio ya ves he sido una pazguata gilipollas toda mi vida…que he sido virgen hasta hace cuatro días. Mi novio me estafó, toda la gente se ha reído de mí y todavía no sé ni lo que quiero. Me siento bien con Paka, pero no sé lo que es un hombre…de hecho no he visto una de verdad en mi vida.

        ¿Me estás vacilando?..– Preguntó Tina mientras se despojaba del delantal y se bajaba en short, dejando ante Marieta una de las imágenes más impactantes y bellas que jamás puede ver una persona.

        Eres realmente bella. – Dijo Marieta totalmente impactada por ver a su amiga totalmente desnuda.– Nunca antes había visto algo semejante, además es más grande de lo que nunca había imaginado.

        ¿En serio lo parece?…yo mataría por tener uno como el tuyo, joven y lozano pero con más uso desde luego. ¿Te gustaría probarlo?…Vamos, no seas tonta una polla así no se ve todos los días, no me gustan las mujeres pero contigo voy hacer una excepción. Reconoce que te gustaría tenerla entre las piernas.

        Bueeeeno…a lo mejor, no sé nunca he probado una de carne y hueso.

        Ni la vas a probar ¡So zorrona! –Tronó la voz de Paka sorprendiendo a las dos chicas.–Esta polla es un privilegio que tienes que ganarte y hasta que no me demuestres que eres merecedora de ella, vas a estar a pan y agua. ¡Vístete que nos vamos para el ginmasio!..¡A esta guarra le voy arreglar el cuerpo!

        ¡Cómo eres tan hija de puta!…¡Mira a mí como me has dejado! – Protestaba Tina mientras se señalaba a una polla dura de más de veinte centímetros.

        ¡Que se joda la mosquita muerta!…Vámonos si tienes ganas de follar, tienes ganas de pegarle al muñeco.

        ¡No!…¡yo me quedo con Tina! ¡Estoy hasta el coño de tus mierdas de defensa personal!, de que no limpies y encima de que me machaques en el gimnasio no seas capaz ni de recoger un plato. ¡Yo me quedo a follar con Tina!.– Dijo Marieta de manera firme, su cuerpo temblaba pensando en lo que estaba haciendo, sobre todo cuando vio que Paka iba para ella con cara de pocos amigos, sabía que le iba a caer una hostia pero supo evitarla con una finta que le había enseñado esa semana y había sabido contratacar con un golpe seco en los riñones, golpe que gracias a su formación la legionaria pudo esquivar, al tiempo que la mojigata decía. –Paka, no te enfad…– No pudo decir más, su compañera le estaba estampado un morreo bestial.

        ¡Enhorabuena cariño!…acabas de aprender a decir no y me acabas de poner brutísima. –Dijo Tina a una Marieta que no estaba para muchas enhorabuenas mientras Paka le estaba metiendo la lengua hasta la garganta.

Marieta, se encontró siendo el jamón del bocata, mientras Paka estaba comiéndole la boca, Tina estaba besándole el culo y jugando con su coño semi nuevo. La compañera la empujó contra el suelo, mientras le ponía el coño en la cara, Tina encaró el coño de Marieta con su estaca que previamente había enfundado en un preservativo. La sensación era lo más agradable que ella nunca había podido imaginar el rabo estaba caliente por la circulación de la sangre y por fin sabía lo que era una polla de verdad dentro de sus entrañas, en su vida podría pensar que pudiera entrar algo tan grande en un orificio tan diminuto, milagros de la naturaleza supongo.

La presión del pubis de Paka sobre su boca y los embites cada vez más fuertes de Tina sobre su cuerpo, así como la visión de la primera sobándose y besándose los pezones mientras disfrutaba de su lengua, le hacían estar al borde del climax, pero el travestí le hizo cambiar de postura y la puso a cuatro con el coño de su amada delante para que no perdiera ripio. Un par de azotazos la pusieron más a tono, como si eso fuera posible. No tardó mucho en derrumbarse entre berridos y respiraciones entrecortadas, «Qué lástima que no quiera saber nada de las mujeres», estaba pensando Marieta entre gemidos, cuando vio que Paka estaba ya encima de su otra amiga saltando como una bestia sobre su miembro. «Son realmente hermosas, -pensaba Marieta mientras se empezaba a tocar de nuevo. – ¡Dios, como las amo!».

Paka no tardó mucho en correrse y Tina reclamó el culo  de Marieta para rompérselo, petición que le aterraba porque, por un lado le apetecía, pero algo tan grande le aterraba por si le desgarraba. La cabrona de la legionaria había salido a mear y cuando volvío, lo hizo con el arnés puesto y un bote de lubricante dispuesta a todo. Con maestría lubricó la polla de Tina, mientras que Marieta iba adaptando tan pequeño espacio para el nabo descomunal del travelo.

La chica se puso a cuatro y Tina metió un poquito muy lentamente, pero un acto reflejo hacía que su ano expulsara el rabo de su amante. Ella quería pero no había manera, por lo que cambiaron de estrategia y volvieron al griego “clásico”, en la que ella se tumbó y puso un cojín para elevar sus nalgas. Y se obró el milagro, la chorra de la chica se deslizo suavemente y sin resistencia por el esfínter de Marieta, mientras se miraban mutuamente a los ojos y sin pensar en nada más que en lo guapa que estaba la monja cuando le petaban el culo. Tina dejó reposar un poco cuando la metió toda ella, esperando a que la anatomía de su compañera se adaptara, pero para su sorpresa notaba algo nuevo en ella. Paka estaba haciendo lo propio con el arnés puesto y la estaba sodomizando con el consolador King Size que ella misma le había regalado por su cumpleaños, ahora el travestido era el centro de la ecuación, consiguiendo lo que siempre ha definido como el placer máximo, penetrar y ser penetrado, era esta una de las razones por las que no había llevado a cabo el cambio completo. Le encantaba esta posición y Paka los sabía, con la polla a punto de reventar debido al masaje prostático que le había dado su amiga, y su polla libre de fundas había inundado el culo de esperma.

La sensación de tener algo tan espeso y caliente por su cuerpo excitó a la chica, era algo que nunca antes había visto, sabía la teoría pero ver como la lefa de su amante se salía por su culo dilatado la puso más cachonda si cabe, y más por el roce de las tetas de ambas. Se sentía como si se hubiese tomado la poción mágica de los galos, su cuerpo era fuerte, su mente ágil e incorruptible a los estúpidos convencionalismos con los que se había criado. Los dos se derrumbaron y veían con risas como Paka hacía un signo de victoria poniendo un pie sobre ellas y juntando las manos como si de un luchador se tratara.

Marieta tenía el ojete destrozado tras la experiencia, pero algo le decía que la cosa no iba a quedarse así, y que poco se equivocaba, con ganas de otro asalto, chupó y limpió la polla de su amiga, el sabor amargo de las heces no le asquearon en absoluto, al fin y al cabo era suyas.

Las chicas estaban durmiendo profundamente, pero Marieta estaba muy sobre excitada por todo lo que había ocurrido, las pollas de látex están bien pero ni punto de comparación con las naturales, estaba escocida de la sesión que había mantenido pero no podía descansar, necesitaba salir a tomar el aire, la mejor solución fue pillar el casco y darse una vuelta con la moto, encaró la primera salida que vio. No había nada que comparara esa sensación de libertad, su cabeza estaba confundida y el hecho de montar en moto le servía para poner en orden sus ideas. Paka le estaba llevando a unos límites que nunca antes había podido imaginar, le gustaba el orden en la vida, pero las sensaciones que había disfrutado estos últimos días eran grandiosas, había descubierto el sexo y la libertad de decidir por su cuenta sin importarle los demás. El problema era que todavía no lo había asimilado del todo y no dejaba de asustarle la celeridad de los cambios.

La moto se movía por iniciativa propia, cuando se quiso dar cuenta habían pasado más de dos horas y necesitaba repostar, no sabía era tal su desconcierto que hasta que no paró a repostar no se había dado cuenta de que estaba cerca del mar. Hacía mucho tiempo que no pisaba una playa, le preguntó en la gasolinera por una cala tranquila y el señor le indicó que no muy lejos había una que era virgen y que no tendría problema porque no solía ir nadie y menos en las fechas en las que estábamos.

El sitio le entusiasmó a Marieta, era un paisaje lunar con playa, la arena era blanca y no le habían engañado, no había nadie, en parte por lo alejada que estaba, había sido previsora y compró crema bronceadora para no quemarse, sabía que su piel sufría en exceso con el sol, aparcó la moto, se quedó en bragas. Nunca antes había hecho topless pero era algo que le apetecía, tomar el sol con el mínimo de ropa. Se sentó sobre la arena y tras mirar que había nadie, se despojó también de la braguita. Ahí se había quedado Marieta como su madre la trajo al mundo, decidió meterse en el agua, estaba fría, pero la sensación de bañarse desnuda en el mar lo mejor del mundo, el agua fluye por todo su cuerpo era tan buena la sensación de ver sus pezones reaccionando por culpa del agua y cómo se estremecía, era profundamente relajante y muy agradable.

Cuando salió del agua, habían llegado un grupo de jóvenes que estaban como ella desnudos, era algo genial, todo el mundo en pelotas sin que nadie le importara lo más mínimo lo que pensara el de al lado. Se secó con la camiseta de algodón que se había puesto y la dejó a secar al sol. Necesitaba protegerse del sol, se acercó al grupo de gente y les pidió que les echaran crema, eran alemanes, pero todos se pudieron apañar más o menos con el inglés. Había tanto hombres como mujeres, todos ellos en pelota picada, a ellas les chocó toda la anatomía depilada de Marieta, porque algunas de ellas llevaban los sobacos llenos de pelos. Ellas eran tetonas y grandes, ellos delgados atléticos muy rubios. Todos eran encantadores, generosos, habían terminado sus estudios y estaban pasando un año sabático, prácticamente con lo puesto y un billete de vuelta a casa. Marieta se integró con ellos como uno más, bailaron desnudos y cuando hubo que comer, ella se encargó de comprarlo y compartirlo. Estaba tan feliz que no reparó en la hora que era y la noche se le echó encima. Vestida únicamente con una cazadora se arropó con el resto alrededor de una pequeña hoguera donde se fumaron un par de porros. Marieta no quiso probarlo, a media noche todos se metieron en el mar, Hans, uno de los más divertidos cogió a Marieta y empezaron a hacer tonterías, cosquillas aguadillas y otras tontunas. Al salir, el chaval empezó a besarle el cuello mientras otro compañero le besaba la boca, le dijeron algo sobre una MILF. Algo que no entendió bien hasta que se lo explicaron sus amigas unos días después.

Marieta no quiso negarse, quería follar estar todo el día rodeada de gente desnuda le había vuelto a poner a tono, pero le daba miedo no tener a una chica cera. Alguna de ellas debió leerle la mente porque se había arrodillado para comerle el ciruelo a los alemanes. « From lost to the river»– Pensó Marieta, y la ayudo con las felaciones a la joven teutona, aunque más bien era tetona. Alrededor sólo veía gente besándose y follando, en relaciones hetero, bi y homsexuales. Era una orgía en toda regla, todos gritaban todos disfrutaban y ella no iba a ser menos, empujó al jovenzuelo para subirse a horcajadas de él y comenzó una cabalgada. Las comparaciones son odiosas, pero Marieta no podía evitar hacerlas, mientras que Tina era una amante experta, Hans era un joven impetuoso que suplía con su juventud y ganas la falta de experiencia. El chaval se corrió lazando una serie de exabruptos en su idioma, justo antes de que Marieta hicera lo mismo, pero no se vino abajo ni mucho menos, la colocó a lo perrito y siguió empujando, ahora sí, con cada embestida del chaval ella se sentía más cerca de conseguir su objetivo mientras el esperma resbalaba por su coño.

Marieta disfrutaba a lo que alcanzaba la vista y se encontró con una polla frente a su cara mientras el chavalín le perforaba, era una invitación más a comer, sabía cómo hacerlo le había enseñado su Tina. Chupó en una posición un poco incómoda para ella, es difícil comer pollas y ser follada a lo perrito, pero el sabor a mar que tenía la minga del chaval le hacía ser una experiencia jugosa. Le gustaba ser follada por dos hombres que la deseaban. El follador paró, de perforar, el cabrón le empezó a comerle el ojete como antesala de lo que estaba por ocurrir, Marieta quería follarse a otro chico. Lo tumbó y se subió otra vez a horcajadas, si bien su polla era más pequeña, el chaval era mejor amante que el otro, le agarró de los gajos del culo mientras el otro se lo seguía devorando, hasta que un momento notó como la abrazaba para decirle al oído, –Relax, baby. – El otro chaval le estaba metiendo su estaca lentamente por el culo, haciendo algo que ella no había imaginado en sus sueños más calenturientos: Una doble penetración.

Notar dos pollas jóvenes y fuertes dentro de su cuerpo era algo que es inusual, pero que no le gustó realmente, demasiado empacho de carne, pero había que seguir experimentando. No pudo más se corrió blasfemando contra las vírgenes y los santos que se sabía. La habían destrozado, estaba chorreando esperma por los dos agujeros. Marieta, no salió de su asombro cuando dos de las chicas le limpiaron con la lengua el más mínimo rastro de esperma de su cuerpo, mientras ella besaba al bueno de Hans.

Todos terminaron la juerga de madrugada durmiendo como angelitos, Marieta se despertó al amanecer, se lavó en el mar y se vistió sin avisar a nadie. Había hecho el amor con dos hombres de verdad, dos hombretones de armas tomar que le habían hecho que se sintiera deseada por chavales que podían elegir a otras más guapas y jóvenes. Su Vulcan arrancó como si nada y emprendió el regreso a casa.

Nada más llegar se encontró al par de golfas de sus amigas follando con dos tíos que habían conocido la noche anterior. Ella no dijo mucho, se limitó a ducharse y a quedarse dormida. No quería saber nada del mundo hasta el día siguiente. La semana concurrió normal, salvo por la llamada de Iván. No era difícil localizarla, bastaba con llamar a la consejería y preguntar por ella. En la misma, le pidió tomar un café con ella, necesitaba una cara amiga y en la ciudad no le quedaba ninguna le dijo. Marieta estaba a punto de declinar la invitación, pero noto un deje de amargura en su voz, tanto que le dio pena. Quedaron a comer en una cafetería cercana a su bufete. La mañana fue de locos cuando terminó, agradeció que al menos la jornada hubiera terminado sin mayores consecuencias. Aunque todavía quedaba la tarde con la práctica de defensa personal. Reconoció que al principio era una jodienda, pero esta mañana se había sorprendido de lo bien que se le estaba torneando la figura gracias a este. Después había que limpiar un poco aunque Tina en eso es bastante buena y deja la casa como los chorros del oro y por último se había comprometido con esta a que le iba ayudar a hacer un buen currículum. Algo que le sorprendió, habiendo sido ella furriel en la legión. –«¡Jó!, yo quiero volver a mi playa secreta». – Pensó Marieta con cierta amargura, las compañeras no le habían preguntado nada al respecto de su escapada, pero ella seguía teniendo ensoñaciones de esa playa, la gente en pelotas y comiendo el coño de las chicas mientras un jovenzuelo cachitas la penetra.  Sólo de pensarlo un escalofrío recorre su cuerpo, su culo sigue un poco magullado pero a ella le da igual, era una experiencia que no sabe si repetirá por lo doloroso, pero que a buen seguro recordará toda la vida.

La jornada terminó con la misma algarabía que montan los chavales al salir del colegio, ya era casi junio y se notaba. Salir con su moto era algo que no dejaba de llamar la atención, pero llegar a una terraza atestada de gente, ver como se bajaba de la de su vulcan luciendo un pantalón ajustado, era algo digno de ver, sobre todo cuando algunos de los parroquianos se dieron un codazo y siseaban entre ellos quién era la que había llegado. Era sencillo, el bar donde quedó con Iván, era una cervecería que solía frecuentar con Pancho. No había vuelto desde la movida que tuvo cuando la echó de casa, no le apetecía encontrarse con su ex, pero había resuelto a que era una mujer valiente y decidida. Además, en una ciudad tan pequeña, se iban a encontrar más pronto que tarde. Iván la saludó desde una de las mesas del interior, con una sonrisa, a Marieta se le cayó el alma al suelo, a él que siempre lo había recordado como un hombre que vestía de manera impecable y con buena percha, se lo encontraba con un traje pasado de moda y arrugado, una barba y un pelo descuidado y los zapatos sucios. No podía ser Iván, aquél que se llevaba de calle a todas las chicas, el más chulo, el más guapo y el más divertido de toda la cuadrilla. Se levantó con una sonrisa y le dijo:

        ¡Qué bien que hayas venido!– Le dijo a modo de saludo mientras le daba un beso en la mejilla.

        Bueno, has sido insistente, la verdad es que he estado a punto de no venir. No quiero saber nada de la gente, pero me ha inquietado tu llamada.

        Lo sé, estoy un poco jodido. Ayer recibí una llamada de Arturo, ¿Te acuerdas de él?.

        Sí, Arturo era otro de la cuadrilla.

        Pues, me ha llamado porque el cabrón de Pancho, ha cumplido con la amenaza que me hizo hace un par de años. – Dijo Iván llevándose las manos a la cara. – Tu novio me ha jodido pero bien.

        Ya no somos novios, ya no le tengo ningún afecto. Durante años me ha estado engañando, la última es que se ha quedado con casi todo mi dinero lo que me dejaron mis padres en herencia y no sé si lo voy a poder recuperar. Estoy en la calle gracias a él, tengo más cuernos que un miura y todos los sabíais. Para mí está muerto.

        Pues tu querido ex te va poniendo de puta y lesbiana para arriba, eso me dijo Arturo, pero lo peor es que el cabrón me la ha vuelto a jugar.

        ¿A ti también te estafó? – Le preguntó Marieta.

        ¡Claro!, como a todos. El caso es que yo no quería darle ni un duro, pero me enseñó esto. – Iván lloraba mientras le mostraba un vídeo en el que era enculado por un mulato guapísimo. – Fue durante la despedida de soltero de Santi, estábamos en Ibiza yo conocía al chaval del video de otras veces, digamos que era uno de sus clientes habituales.

        ¿Eres gay?…–Preguntó Marieta con cara de incredulidad.

        Sí, lo soy. Marieta, tu ex es una alimaña, me estuvo chantajeando con el dichoso vídeo por lo menos durante dos años. Cuando me planté, me destrozó la vida, le mandó el video a Julia mi ex mujer. Su padre era mi jefe, el dueño del bufete de abogados, me despidió. Se lo dijo a mi familia que también me han repudiado. Soy un buen abogado, me gano la vida no es como antes pero tengo una casa y el despacho en propiedad, trabajo no me falta, pero el cabrón me ha convertido en un paria, sólo me queda salir en moto como única distracción. Ayer recibí una llamada de un par de clientes que han cancelado mi relación con ellos, por lo mismo. Me está quitando la vida, esta noche la he pasado en vela pensando de qué manera le podía joder. Nunca le gustó que fuera mejor que él en todo, es un amargado y envidioso. ¡Soy buena persona! ¿por qué a mí? Yo sólo le he ayudado cuando le ha hecho falta, ¿sabías que defendí a su padre para que no fuera a la cárcel y no le cobré un duro?, y aquella vez que moví cielo y tierra para conseguir unas entradas para la final de la champions…son tantas y así me lo agradece el hijo puta.

        Estamos jodidos por el mismo cabrón, no sé cómo podíamos joderle, pero tiene que haber alguna manera de joderle…no sé, vamos a comer ya se nos ocurrirá algo, por cierto a ver si cuidas un poco más tu imagen que con lo bien arreglado que has ido siempre te estás abandonando…jajaja.

        Tienes razón Marieta, pero es que no tengo tiempo para nada, a pesar de los clientes que se han marchado, tengo que hacerlo todo y  a nadie que me arregle las cosas, necesito una secretaria y una mujer que me arregle la casa, si pudiera juntar las dos cosas sería la hostia, pero creo que eso es poco menos que imposible.

        ¿Sabes Iván? A lo mejor tengo la persona idónea para los dos puestos, pero le tienes que pagar bien y darle de alta en la seguridad social.

        Gano lo suficiente para poder pagar unos mil ochocientos euros netos con las extras ya prorrateadas. Y si es buena puedo pagar un bonus a final de año si ganamos lo suficiente.

        Vale llamo a mi amiga y si te gusta la contratas, ya verás es ideal. Ahora invítame a comer.

La comida fue bastante divertida para Marieta, recordaron anécdotas del instituto, de los antiguos profesores, de cómo se las llevaba de calle. Descubrió en Iván una faceta que no conocía, era encantador. Ahora que se había quitado la careta, salía a relucir una personalidad unas formas deliciosas. Al terminar Marieta le llevó a su despacho en su moto, él se quedó impresionado por la forma en que ella dominaba una moto de ese tamaño y que por su peso no era la mejor para conducir en ciudad. Pero como le había indicado era un amor a primera vista.

A la tarde ya en casa, Marieta le dio la buena noticia a Tina que celebró dando saltos de alegría ¡Un trabajo bueno!, con su ayuda le eligió una ropa adecuada para la entrevista de trabajo, entre sus obligaciones estaba en ser su secretaria y su asistenta, pero a Tina le daba lo mismo. Ella sabía de trabajo administrativo, había sido furriel en la legión y tenía un curso de contabilidad y auxiliar administrativo que había hecho en el INEM. Tras la alegría, Paka le dispensó una sesión doble de desgaste en el gimnasio. Por la noche durante la cena, Tina le dio una sesión de agradecimiento personalizado, dándole una comida de coño y una follada bestial, que terminó con el coño todo relleno de crema masculina. Había que pensar en ponerse algo que le evitara un embarazo no deseado. Por lo que anotó en la agenda mental que debía visitar a un ginecólogo para que le recomendara algún método efectivo.

La semana fue a mejor, al día siguiente, Tina entraba a trabajar con Iván. Marieta le había dicho la condición sexual de su jefe, por lo que su amiga fue sincera con él y le dijo la suya. A Iván le gustó mucho su sinceridad y enseguida la puso a trabajar. Paka y ella estaban todo el día currando y todas las tardes practicando artes marciales. El sábado Marieta preparó una pequeña mochila con algo de ropa y desapareció hacia su pequeño paraíso, pero esta vez no había nadie, pudo relajarse en la playa con su nueva afición el nudismo. Por la noche decidió volverse a casa un poco triste por no encontrar a sus amigos ya en ella. Llegó a casa cansada del ajetreo del viaje, pero no pudo ocultar su sorpresa cuando se encontró a sus amigas en mitad de una orgía en las que había al menos otras dos parejas. Paka con cara sonriente dijo – ¡qué sorpresa¡ chicos esta es mi compañera Marieta, anda lávate bien y únete. –nuestra protagonista estaba caliente por culpa de no haber colmado sus expectativas de sexo en grupo que no se hizo mucho de rogar. Nada más salir de su cuarto, había una mujer de mediana edad que enseguida reconoció como Pepa, su jefa y amiga. Estaba espatarrada comiéndole el rabo a un negrito que era amigo de su compañera, ella se acercó y sin disimulo le comió su almeja viejuna que ya babeaba por tener sexo.

La sesión fue divertida cuatro hombres y Tina para tres mujeres. Pero Marieta se quedó prendada del negro, se llamaba Félix y era un tío altísimo, guapísimo y tenía una sonrisa que le cautivó pero lo que más le dejó prendada era una polla que no le cabía en la boca. La levantó en vilo mientras la atravesaba con su lanza zulú, tener todo su coño que le tocaba el fondo de su vagina. Pepa estaba con su marido, Juan que era un semental de mediana edad, repartiendo la tarea de follarse a su esposa mientras Tina le taladraba su culo peludo. Al tiempo, Paka estaba dominando a los otros dos hombres que honestamente no se acuerda de sus nombres y tampoco le importó mucho. Ella tenía bastante con Felix. La juerga terminó todos durmiendo en una especie de cama redonda donde todos acabaron follando con todos. Afortunadamente, esa misma semana Marieta su ginecólogo le había colocado un DIU y bueno ya estaba en condiciones de poder usarlo, por eso quería ir a la playa a estrenarlo como por todo lo grande. Agradeció con creces que no hubiera nadie porque la verdad le hubiese privado de conocer al bueno de Félix.

Marieta se había quedado prendada de un tiparraco de casi dos metros de altura, al día siguiente, mientras limpiaban los desperfectos de la noche anterior, era incapaz de quitárselo de la cabeza, sólo pensaba en él, su voz grave su cuerpo fibroso y el olor corporal tan distinto al nuestro, mucho más fuerte, pero que le hacía una presencia varonil. Como diría un cursi, era un Dios de ébano. Quería conocerlo, por eso insistió a Paka durante todo el día, necesitaba saber cosas sobre ese hombre, durante la comida ella insistió tanto que su compañera de piso se dio por vencida y le contó lo que sabía. Se relajaron con un refresco y ella empezó a contarle lo que sabía.

Félix era de Liberia, por culpa de la guerra civil de finales de los ochenta se quedó huérfano enseguida, no sabe exactamente la historia, pero fue criado por unas monjas. Entre ellas había una que era española y fue como una madre para él. En vez cantar canciones religiosas y cuatro cosillas se dio cuenta de que era especial. Sobre todo porque al cabo de un año hablaba español correctamente, se encargaba de reparar todo lo que caía en sus manos, Sor Rosa había estudiado pedagogía y sabía que el chaval tenía sobredotación. Como pudo contactó con gente en España para que el muchacho tuviera una oportunidad que le llegó con catorce años. La orden salesiana le concedió una beca completa al chaval para que pudiera estudiar y alojarse en un seminario de una ciudad pequeña.

Allí enseguida asombró a sus maestros por la capacidad de aprendizaje, siempre sonriente, siempre era feliz desmontando y montando cosas. En el instituto destacó no sólo como cerebrito sino con sus dotes para el deporte, en especial el baloncesto. Con sus capacidades, no tardó en conseguir una beca para estudiar una ingeniería informática. Se pagó sus pequeños gastos dando clases particulares, programando y diseñando páginas web…al final fue seleccionado por una multinacional para trabajar con ellos, fueron cinco años viviendo en Estados Unidos, pero no era feliz y decidió salir de allí y montar una pequeña empresa para funcionar por su cuenta. Con sus capacidades, enseguida fue creciendo y desarrolló una serie de programas de gestión que enseguida fueron adquiridos por multinacionales. Ahora trabaja como asesor externo para mejorar procesos informáticos. Paka le conoció en una de esas reuniones de asesoramiento como jefa de la sección informática de la consejería, podría estar muy forrado, pero una buena parte de sus ganancias lo enviaba al orfanato de las monjas que lo criaron, se justifica que cuando uno se cría sin nada, necesita bien poco para vivir.

La primera noche se enrollaron y descubrió su otra gran pasión que desarrolló en América; el sexo en grupo. Desde entonces suelen quedar de vez en cuando. Son buenos amigos, pero no esperes que te coma el coño, dice que es la manera que tenemos las mujeres para arrebatar la hombría a los hombres. Por último, se asustó con lo que le dijo su compañera, sonó como una amenaza. – Marieta, Félix, al igual que tú sois amigos que quiero y respeto, si quieres tener algo con él,  seré la persona más feliz del mundo, pero no le hagas daño porque te juro que te arrancaré los ojos y te los haré comer.– Era una amenaza a tener en cuenta, porque el tono con el que la hizo no dejaba ninguna duda en que iba totalmente en serio.– Por otro lado, –dijo Paka,– Nada en el mundo me haría más feliz que veros juntos.

Marieta se quedó asombrada, digiriendo la historia tan grande que acababa de escuchar, lloraba silenciosamente, cuando siempre se había quejado de su mala suerte, lo suyo comparado con lo de Félix era una mierda. Estaba sumida en su tristeza cuando salió de la habitación en bolas y sonriendo, demostrando que a pesar de todo siempre hay salir adelante. Marieta, le devolvió la sonrisa y le preguntó si tenía hambre, la respuesta de él le sorprendió más aún si cabe, si pero tenía prisa por ir a la iglesia, al parecer era una persona bastante devota. Marieta se levantó de un salto y le dijo que si no tenía inconveniente le gustaría ir con él a misa. Cosa que divirtió bastante a Paka y a Tina que riéndose a carcajadas se metieron con los dos imitando los gestos de una bendición de un sacerdote.

Marieta, salió tan contenta del brazo de su nuevo amigo, querían ir dando un paseo hasta la iglesia, pero se les echaba la hora encima. Ella le invitó a ir en su moto, cosa que le dejó bastante atónito ver que una mujer tan pequeña manejaba una moto de una cilindrada grande con tanta habilidad. La iglesia estaba en una barriada más bien pobre, pero la misa no tenía nada que ver con la solemnidad que ella estaba acostumbrada. Al salir de la iglesia, él le invitó a tomar algo en una terraza del centro, Marieta quedó horrorizada cuando se quitó el casco y lo primero que vio fue a su ex tomando cañas tan ricamente con algunos de sus amigos. Se iba a ir, pero se dijo « ¡qué coño!, yo no he hecho nada malo» y se sentó en una esquina con Félix, mientras Pancho la miraba con cara de mala leche, lo que nunca pudo imaginar fue que el haber hecho eso destaparía una caja de truenos de terribles consecuencias.

Marieta, estaba enamorada locamente de su negrazo, pasó el siguiente mes flotando entre bambalinas, nunca antes había sentido algo tan fuerte por una persona. Era un buen hombre, generoso y amable, siempre se interesaba por sus cosas, estaba segura que habría hecho buenas migas con su difunto padre, incluso le habría hecho tilín a su pobre madre, nada en comparación con el cabrón de Pancho. Siempre quiso ser feliz y al lado de su nueva familia lo había conseguido, su hombre, sus nuevos amigos y su fiel moto. Nadie le importaba una mierda sus aficiones, de hecho volvió a reencontrarse con su fe. Pero con una visión distinta que le había dado el cura de la parroquia cercana, que era la antítesis del anterior. Su cuerpo había sido esculpido y sometido a una disciplina impuesta por compañera, gracias a todo esto había pasado de ser una mosquita muerta a un cañón de tía. No es que fuera el cambio del patito feo al cisne, ni mucho menos, todo estaba en su sitio, sólo había que sacarlo con una dosis de auto estima. Ahora os podéis imaginar, una tía montada en una custom con un pantalón ajustado y una chupa de cuero, o a una chica con ropa holgada, falda pantalón y con la cabeza gacha.

La filosofía de vida de la gente como nuestra protagonista suele ser bastante negativa, sabe que es imposible ser plenamente feliz en la vida y que cuando mejor estás, el destino te da una hostia que hace que tengas que empezar peor de lo que empezaste.

El ocaso de Marieta empezó con una de sus salidas a la montaña con su moto, quería a su novio, pero de vez en cuando necesitaba salir con su moto para sentirse más auténtica si cabe. Salir por la sierra era digamos la concesión que tuvo que hacer Félix a cambio de no comerle su almejita. Su moto es como montar a un caballo castrado con fuerza pero fiable. Sabe que no le va hacer ningún feo, de todas maneras está fabricada para disfrutar, no para llevarla al máximo, si hubiese querido, se hubiese comprado una deportiva pero esta fue amor a primera vista. Estaba absorta en lo suyo, pensando en el polvo que iba a echarle a su novio esa tarde después de comer, quizá podían hacer una pequeña orgía con Tina y Paka, o quizá podía tenerlo para ella sola. Su lascivia se interrumpió cuando vio que delante de ella, alguien pedía auxilio desde un lateral de la carretera.

Cuando una es buena persona, no puede hacer más que parar y ver cómo puede ayudar a la gente. Eso es lo ella que hace, parar su moto y preguntar en qué puede ayudar. La señora le dice que iban paseando y que su marido se has desvanecido. Marieta se quita el casco para poder ver mejor si el hombre respira, acto seguido lo que nota es un golpetazo en la sien y cae desmayada.

Se despierta en lo que parece ser un cajón, con sus agujeros para respirar, el traqueteo y el ruido sabe que va en un camión pero no sabe cuánto tiempo lleva allí, se tiene que hacer sus necesidades encima, está amordazada y tienen las extremidades encadenadas. Está asustada, tanto que su corazón le late a mil. El tiempo a oscuras y el sitio cerrado hediendo y revuelta en sus propia inmundicia, le hace estar peor si cabe, le pasa por la cabeza de todo desde la trata de blancas, pasando por tráfico de órganos, o peor una snuff movie. Esa es una experiencia que a ella le hace llorar amargamente, le vienen a la cabeza sus padres, sus amigos, está realmente jodida, reza todo lo que sabe, le pide a Dios que la ayude, aunque sabe que no va a ser así, intenta zafarse, pero lo único que consigue es lastimarse más si cabe. Con el tiempo en una nueva parada escucha a alguien rociando algo por uno de los agujeros de la caja, al cabo de un rato nota como su mente la abandona y se deja llevar por un letargo del que no saldrá hasta llegar a su destino.

Lo peor está todavía por llegar, cuando se despierta está atada a una cama de hospital, se nota rara, llora de rabia al notar como le han extirpado todos los dientes y no nota pelo en su cabeza, además siente como un hormigueo por debajo de su tripa, siendo una pista más de que han estado hurgando en su vagina, se ve una vía por la que se alimenta y nota una sonda saliendo de su uretra. Está desesperada y llora de puro dolor, grita, pide ayuda, pero nadie aparece hasta que no pasa un rato. Al abrirse la puerta aparece una mujer como ella con el pelo rapado y vestida con una especie de hábito de color pardo, no habla, sólo se limita en cambiar una botella del gotero en el que está asida y revisa los puntos de una cicatriz en su vagina, ella le pregunta donde está pero la mujer no le dirige ni una mirada. Lo que inyecta en el suero es un opiáceo que la vuelve a sumergir en un sueño que hace que tenga más pesadillas y le alteran más. Entra en un sueño lisérgico que le hace tener pesadillas duras, donde las es sometida contra su voluntad por gente vestida de blanco y con caretas blancas que parecen más bien androides. Aunque se resiste con todas sus fuerzas es imposible zafarse de ellos son muchos, la violan sin parar en lo que parecen ser horas, al final todo acaba como un bukake donde los asaltantes la cubren de esperma y de obligan a bebérselo.

Marieta se despierta gritando, se ve desnuda en la cama atada de pies y manos, nota un dolor intenso en la cara y como una especie de vendaje no le deja ver lo que ocurre. Grita tanto que se queda afónica. Al cabo de un buen rato alguien entra en la habitación y le retira los vendajes menos el de los ojos, escucha una voz masculina diciendo que todo va bien. No recuerda más porque volvió a sumergirse en un sueño en el que esta vez no veía nada se notaba carente de sentidos, como si estuviera suspendida, se sentía bien, pero sólo durante un rato, al cabo de un tiempo su cuerpo se tensó, como si de la vieja tortura del potro se tratara, quería gritar, pero una mordaza en la boca se lo evitaba. Su respiración se aceleraba pero sólo conseguía que se ahogara más por culpa de la dificultad que tenía para respirar. Entonces notó cómo algo le aprisionaba los pezones, fustazos en su pubis, en las plantas de los pies hasta que cayó desmayada por culpa de la ausencia de aire,

Se despertó de repente, estaba en una cama de hospital en una habitación con tal blancor que le hacía daño a la vista. Trató de incorporarse, pero se desmayó, poco a poco la sangre empezó a llegarle a la cabeza, se levantó aturdida, notó un picor en la cabeza y ser la rascó, no le molestó la ausencia de pelo, era como una autómata extrañada de estar ahí, cuando se vio en el espejo, simplemente no se reconoció, estaba delante de una extraña. En la imagen del espejo había una mujer con la cabeza rapada y sin dientes a la que nunca antes había visto. Trató de recordar qué le había pasado, pero no sabía nada, no recordaba ni su nombre ni cómo había llegado hasta allí. Estaba asustada, su corazón palpitaba, pero no sabía el porqué estaba tan aterrorizada, su instinto le quería decir algo pero ella no sabía leer a su instinto.  Entonces se abrió la puerta y una mujer sin pelo ya mayor y vestida con una especie de túnica en color marrón claro portando una bandeja a algo parecido a un puré, lo dejó en la mesa y salió de la estancia sin decir nada. Ella se sentó en la mesa, pero no había ningún cubierto, por alguna razón a la que se le escapaba, era incapaz de comer. No probó bocado, su estómago rugía preso del hambre, pero no probaba bocado hasta que escuchó tres toques de bocina, entonces como liberada de una especie de cadena invisible, Marieta comenzó a comer ese puré que le habían puesto, le hubiese gustado masticar algo pero al no tener dientes era algo impensable. Al cabo de diez minutos se escuchó una frase rara, ella guiada por alguna fuerza invisible, se puso a cuatro patas y ofreció su ano abriéndose bien las cachas de lo que le quedaba de su bonito culo. Estuvo así no sabe cuánto tiempo, pero fue bastante. Entonces sonó un sonido muy raro de un instrumento musical raro, cuando sonó esa melodía, notaba como el cuerpo se le incendiaba, mientras tenía un orgasmo tan intenso que la dejó temblando.

Salieron dos hombres de la habitación contigua, con cara de satisfacción uno de ellos decía:

        Nunca imaginé que con su cóctel de narcóticos pudiera conseguir semejantes resultados…

        El estudio de la mente es algo maravilloso, yo llevo haciéndolo durante más de cinco lustros y cada vez me asombro más de lo que descubro…Como puede ver, la individua está sometida totalmente a una terapia conductista, ahora mismo sólo responde a una serie de estímulos, es proceso muy largo y muy costoso, en esta en concreto hemos tardado algo más por tratarse de un favor hecho a un amigo de la organización, su umbral del dolor era demasiado alto, su grado de sumisión era una especie de cobertura para tapar algo más, una especie de complejo de Electra que hace su estudio más complejo si cabe. Al final podía haber salido por una ultra violenta versión femenina del Alex de la naranja mecánica, o lo que ha salido que es una Heidi sumisa – Decía el más alto de los dos.— Además del lavado de cerebro, le hemos quitado los dientes, por razones obvias, se le ha hecho una reducción de labios vaginales, le hemos puesto implantes mamarios y por supuesto, le hemos hecho una ligadura de trompas para evitar problemas.

        ¿ De veras aguanta bien el dolor?.

        Sí, es un caso curioso, casi se me cae la mano de tanto darle de hostias con la fusta y ella a penas se retorcía.

        ¿Puedo?…

        Comprenderá que no puedo dejarle que se me dañe la mercancía, con moretones me pagan bastante menos…bueno que me dice:  ¿hay o no hay trato?

        Es más vieja de lo que yo estaba buscando, pero por otro lado, usted está tan recomendado que puedo fiarme.

        Es vieja de edad, pero por el estado de sus genitales he de decir que no han sido muy usados están muy por debajo de la media de otras más jóvenes. Además está bien domada gracias a mi terapia lisérgico-conductual. Tener una esclava con tal nivel de adiestramiento lleva años de duro trabajo, ahora la podrá amoldar a sus gustos, es la parte dura y tediosa la que quitamos.

        Entiendo….pues no se hable más, ¿cómo le hago llegar el dinero?.

        Es muy sencillo, nosotros le haremos la entrega en dos semanas, ahora exigimos una fianza de cien mil, para la entrega será el resto. Sé que no es barato pero está bien empleada, tengo un ratio del 100% en cuanto a efectividad y obediencia ciega. Hago en un año lo que otros tardan más de cinco y no dejo marcas que afeen…sólo las propias del borrado de huellas dactilares. El reseteado de la memoria es completo aunque en un momento quisiera escapar, no sabría ir a ningún sitio, no recordaría nada de su pasado, tendría que ser algo muy metido dentro de su cabeza para poder salir del estado de olvido en el que se encuentra.

        Bueno, póngale una dentadura perfecta cueste lo que cueste…y otra cosa, ¿lo del pelo es reversible?..

        Claro, sólo le afeitamos la cabeza, lo del pubis no es definitiva pero puede serlo si lo desea. Ahora, si quiere podemos pasar a mi despacho y proceder con el papeleo de entrega, con el precio tendrá una semana de entrenamiento gratuito impartido por mí, para que pueda sacarle el máximo partido a su nuevo juguete. Una última cosa, se llama Marieta, pero si quiere le puedo incrustar el nombre que desee.

Marieta escuchaba la conversación ajena a todo, no le molestaba nada y su mente no luchaba por salir del estado en el que se encontraba, entre otros motivos por lo placentera que encontraba su vida ahora mismo, no entendía nada, no sabía quién era ni de dónde venía sólo sabía que debía portarse bien y hacer lo que su amo dijera en todo momento. Se había convertido en una especie de humanoide controlada por una inteligencia superior que le decía que hacer en todo momento. Lo peor de todo es que todo aquello que debería aterrorizarla, le reconfortaba de sobremanera. El cabrón del médico había hecho bien su trabajo, con la anulación de su libre albedrío, había que añadirle un añadido que era la nula constancia del paso del tiempo.

Cuando Marieta volvió a despertar, lo hizo en una habitación distinta no era tan blanca, pese a que no había ventanas, si notaba que había una ventilación constante que evitaba el olor a cerrado. Estaba muy limpia se notaba algo más grande y agradable. Sin ningún lujo pero estaba bien, la cama era grande y había un armario donde se encontraban tres vestidos sin ninguna gracia, una chaqueta de punto y ropa interior de color blanco y de algodón. Había un cuarto de baño pequeño con una ducha un inodoro y un lavabo todo de loza blanca. Se sentó en la cama y se quedó mirando a la puerta que había sin ningún picaporte, sin pensar en nada y fijando la vista, podía estar así por horas y no necesitar más entretenimiento, pero no fue el caso.

A los diez minutos de estar embobada, se abrió la puerta y ella por algún acto reflejo incomprensible se puso de rodillas y con la mirada hacia abajo. Entraron dos personas, a una de ellas la recordaba de haberla visto con anterioridad, la otra era una especie de monstruosidad, enorme lleno de pelo y olía fatal.

        Hijo este es tu nuevo juguete, espero que te dure un poco más que el último, no tengo ganas de volver a tener que trocear y alimentar cerdos.

        Gracias Papá, a esta la cuidaré mejor, te lo prometo.

        Te dejo solo con ella, acuérdate que responde a una serie de impulsos adquiridos, las órdenes han de ser tajantes y precisas.

        Padre soy un genio, aunque no lo parezca, te recuerdo que el dinero sale de mis patentes.

        Si, y por culpa de tus patentes te encuentras así que te pareces más a King Kong que a un científico.

        ¿Te ha costado muy cara Papá?

        No, no es una jovencita y el buen doctor quería quitársela del medio porque le había hecho un favor a un amigo de un amigo que le tenía una inquina especial a la muchacha…ahora puedes follarla sin miedo, he visto su aguante y es bastante alto.

El padre se largó por la puerta y la bestia se bajó los pantalones sacándose una polla que debía de medir como el antebrazo de Marieta. Y de gorda mejor no hablar, le colgaban dos pelotas grandes como bolas de tenis, prácticamente tenía vello corporal por todo el cuerpo, parecía un gorila más que un hombre. Con unos ojos que daban miedo, inyectados en sangre, por la lujuria que le transmitía el momento el humanoide se limitó a decir — Chupa. —La pobre chica se afanó como meramente pudo, su mente le obligaba a realizar algo que no le apetecía lo más mínimo, pero su cuerpo no le obedecía, parecía como si los hubieran dos personas en una. Era algo asqueroso no por el pelo, sino más bien por el olor, olía mal pero ese olor hacía que su coño estuviera bien encharcado, quizá por las hormonas o quizá por la enseñanza conductual a la que había sido sometida, sabe Dios durante cuánto tiempo. Luego la colocó a cuatro y la empaló durante tanto tiempo que tuvo que lubricarse la polla media docena de veces. Lo odiaba, era sucio y mal oliente, pero era peor con el misionero, al menos a lo perrito no tenía que verle la cara ni olerle siquiera. Generalmente era con el “gorila” con el que tenía que follar, alguna noche venía el anciano y la follaba aunque no más de media hora, luego el hombre se vestía y salía sin decir más. Al principio todo iba relativamente bien, además podía librarse del suplicio de ser follada por el mono durante algunas horas, porque la verdad es que el tío la reventaba cuando le venía en gana, hasta que descubrió otra faceta de él.

Como nuestro lector es inteligente, sabe ya que el velludo amante de Marieta debía de ser una especie de genio, de hecho lo era en química y vivía muy bien gracias a unas cuantas patentes. Que le habían proporcionado una pasta. De joven era pequeño y acomplejado por dos cosas, una era el tamaño de su polla, la otra, es que quedó calvo con veinte años. Nadie sabe bien lo que hizo, pero el genio consiguió superar sus problemas al principio, su polla fue incrementada químicamente, así como los problemas de alopecia. Pero como dijo Newton, toda acción lleva aparejada una reacción, en su caso fue una vellosidad excesiva por todo el cuerpo y una agresividad llevada al extremo que sólo controla cuando folla, pero cuanto más folla, más se relaja pero se vuelve más agresivo follando. Al principio podía hacerlo con prostitutas, pero ni las más yonkis quisieron yacer con él a pesar de lo que pagaba. Por ello empezaron a comprar esclavas cada vez más sumisas y más caras, el problema era que al cabo de un año estaban tan destrozadas que muchas de ellas debían ser “sacrificadas” para evitarles más sufrimiento. Cuando esto ocurría el viejo las descuartizaba y se las daba a comer a los cerdos que criaban en una explotación de su propiedad. El experimento de esta vez consistía en buscar a alguien con el umbral de dolor demasiado alto y alternarlo con alguna esclava para para que se pudiera recuperar físicamente de sus heridas. Ahí es donde entra nuestra protagonista, como había demostrado anteriormente, su resistencia al dolor era tan alta que hacía sospechar de si tenía o no terminaciones nerviosas en su cuerpo.

Por su parte, Marieta, seguía la vida como si nada, las relaciones salvajes con el monstruo de su amo, no le condicionaban en absoluto, a veces era algo más normal y otras simplemente se pasaba de tueste y veía como de la noche a la mañana su cuerpo estaba cubierto de moratones y arañazos sin que no sintiera la más mínima molestia. Tal era su resistencia que era el propio animal el que se daba los días de descanso. No es menos cierto que había días mejores y peores. Unos días se limitaba a tumbarse y el bombeaba por el agujero que había elegido ese día, otros, estaba desatado y la reventaba a base de puñetazos, arañazos o simplemente le destrozaba el ano al follársela sin lubricar. No sabía cuánto tiempo llevaba así, pero el paso este era algo que francamente le importaba poco. Descubrió que una rutina de ejercicios le hacía sentir bien, no sabía el motivo pero sentía que era algo que había hecho anteriormente. Su preocupación por su cuerpo alagó a la bestia, por lo que la trasladó a una habitación más grande donde le había hecho instalar un par de máquinas de pesas y una cinta para que corriera, haciendo que su cuerpo se volviera muy musculoso, algo que excitaba más al amo.

Al ser su dueño un científico, le pudo la curiosidad por encontrar el umbral del dolor de Marieta. A sus sesiones se le añadían azotes, arañazos, puñetazos y algún que otro garrotazo, pero ella nunca daba su brazo a torcer y no gritaba ni se quejaba. Otro día, le puso un hierro candente en las plantas de los pies, pero ni por esas. De hecho llegó a construir una réplica del potro de tortura de la inquisición, pero cuando vio que le iba a sacar los brazo y las piernas de cuajo, desistió y el fracaso le enfurecía cada vez más, le llegó a despellejar varias tiras de en la espalda. Marieta no se quejaba, no lloraba, nada…y le enfureció de tal manera que la arrastró de los brazos hasta una especie de taller, allí arrancó la moto que tenía sobre un banco de rodillos, fijó una velocidad  de giro. Cuando el primate le acercó la cara a la rueda girando, pudo ver una inscripción en la moto que decía “Sanglas”. Marieta lloró.

En un gesto de victoria el mono folló a la pobre por todos los agujeros posibles, golpeándola, mordiéndola, mientras ella lloraba en silencio, porque  empezaba a recordar y le venían a la cabeza cosas sobre ella. Por fin sabía cómo se llamaba, de dónde era, a qué se dedicaba, conocimiento que estaba allí y que nunca se había ido, simplemente había salido del estado semi-catatónico en el que se encontraba. Sabía que el monstruo le hacía daño, pero no entendía el motivo por el que no lo sentía y aunque lo sintiera hubiese sido mínimo en comparación con las, y el olor era tan desagradable que le provocó arcadas. Se sentía en la peor de sus pesadillas, tan realista tan duro, su cabeza volaba a la época en la que se iba con su padre en una moto idéntica, y Marieta volvió a llorar por el mismo motivo, que no era otro que acordarse de su querido padre. El cerdo se corrió llenándola de su pringue todo el cuerpo. Luego ella se dirigió a su cuarto como lo había estado haciendo hasta hacía bien poco. Se lavó a conciencia frotando todo su ser, se vistió con una especie de vestido de algodón más propio de una cárcel de Dickens y se miró en trozo de chapa que hacía de espejo, su cuerpo estaba lleno de cicatrices y moratones fruto de las ciencia empírica del mono, había marchas de hierros incandescentes, cortes, despellejamiento quemaduras, rozaduras y todo aquello que nuestro lector es capaz de imaginar. Había más zonas dañadas que sanas, su cara era un poema, curiosamente sus dientes no estaban rotos. Su pelo estaba rapado al cero de una manera grotesca por lo que pudo intuir que debía hacerlo ella misma durante su cautiverio. Pero estaba bien alimentada y bien ejercitada a tenor de su tono muscular.

Sus captores no debieron pensar en ella como una amenaza porque pudo ver que no se molestaron en cerrar su habitación con llave. Así que una vez vestida, salió a inspeccionar. La casa era más bien una pesadilla estilo 2001, porque la verdad tanto blanco y el diseño futurista de sus muebles, la hacían parecer muy anticuada o excesivamente hortera. Estaba en un sótano, no había ventanas ni nada que delatara su ubicación. Había más habitaciones pero estaban vacías algunas tenían muebles igual de espartanos y escuetos que los de ella. Encontró otra puerta cerrada con un pulsador de emergencia, la abrió sin problemas y se dio de bruces con la moto que le había hecho llorar. Efectivamente era una vieja Sanglas 500 de color negro, la moto más bonita que se fabricaba en la España de finales de los setenta, remataban el garaje algunas joyas como una Bimota, dos MV Augusta, una Benelli y una Guzzi MGX 21, un modelo que enamoró a nuestra chica. El taller, estaba tan pulcro que se podría operar a la gente en él. Todo en su sitio no había manchas. Las herramientas estaban colocadas y había un montacargas por el que se accedía a un piso superior.

Agarró un desmontable y se subió en el montacargas, con la idea de seguir con su exploración, nada más salir, se encontró un garaje lleno de todo tipo de automóviles, desde un sencillo dacia hasta un lujoso Hispano Suiza T56 torpedo de los años treinta, un Bugatti tipo 57 de los años treinta, un Talbot Lago y un Duesemberg j, lo más moderno era un Pegaso 102z. Todo en ese  garaje hacía suponer que la casa era habitada por un amante del motor multimillonario y muy mañoso a juzgar por el trabajo que había realizado con las motos. Al salir del garaje, se dio de bruces  con algo que no había visto en mucho tiempo, la luz del sol.

La luz solar es perjudicial si se toma en exceso, pero no lo es menos si no se toma, Marieta notaba cómo una especie de bienestar recorría su cuerpo al ser bañado por el sol. Por el ventanal enorme se distinguía una ventana enorme que daba a un jardín precioso rematado por una piscina en la que podía ver al enorme mono haciendo largos en ella. Nada más verlo en la piscina se dio cuenta de lo bestia que era. A pesar de las ganas que le tenía, no tendría una oportunidad con él si se enfrentaba cuerpo a cuerpo, necesitaba ser más lista y reconocer el terreno por el que se movía. En la planta en la que se encontraba, había un salón enorme todo ello rematado con ventanales que bañaban la estancia con iluminación natural. El salón tenía una televisión enorme un mini bar con todo tipo de bebidas y una mesa de comedor de cristal y sillas de cuero. Los sofás de cuero negro y una mesa de café, también rematada en cristal. Los suelos eran de madera seguramente algún tipo carísimo. Siguió con sus investigaciones, le llamó la atención que todo estuviera tan limpio, no había ni pelos ni dada por el estilo por ahí tirado, como pudiera imaginar.

Procuró evitar la cocina cuando escuchó voces en ella, pero pudo observar que habían dos mujeres de mediana edad cocinando. Siguió la incursión por la casa, en la parte de arriba se encontraban la mega suite del dueño, con todo tipo de caprichos, sauna, jacuzzi al aire libre, gimnasio, solárium, las vistas de la casa a un viñedo inmenso, siguió observando todo lo que había, nada reseñable. Marieta entró en pánico cuando salió por la puerta de la habitación y se dio de bruces con una de las señoras de la limpieza. Que le hizo una señal de silencio y le invitó a que le siguiera. Por una escalera angosta destinada al servicio, la llevó hasta la puerta del garaje. Al bajar otra vez a su habitación, pudo respirar con tranquilidad.

Estaba decidida a escapar, pero primero debía trazar un plan que le permitiera salir de allí de manera definitiva y que no le siguieran. Para ello, debía saber si se encontraba en España o no, desde luego el hombre viejo y el mono hablaban en español sin acentos extraños por lo que serían más bien castellanos, pero las señoras de la limpieza parecían asiáticas, no lo sabía a ciencia cierta. Los viñedos, no significaba nada, los había en Sudáfrica, Chile, Argentina, Francia, Alemania, Rumanía, etc…por lo que no significaba que estaba en España y si estaba en el extranjero iba a tener problemas para saber cómo cruzar las fronteras. Otra cosa era que tenía que curar las heridas, ponerse fuerte, coger pasta y conseguir un modo de transporte. Pero sobre todo saber quién le había hecho esto, sabía que la bola de pelo, no era más que el cliente final. Con rabia, sacó el colchón de la cama y empezó a golpear tal y cómo le había enseñado Paka, combinando piernas, rodillas, puños y codos. La saña con la que pega hace que sus nudillos se queden despellejados, se imagina a la cosa y busca dónde puede hacerle más daño. Combina sus golpes con gimnasia.

Durante al menos tres semanas siguientes se dejó vejar por parte de su captor, procuraba complacerle, además ya había logrado hacerle llorar y había dejado de tener interés en hacerle daño. En su entrenamiento, optó por amagar y golpear cuándo fuera preciso, a saber lo que le pasaría si el bicho le pillaba bacineando. Por eso se fijó un único objetivo, estar fuerte para poder escapar, cada vez soportaba menos la dieta a la que le sometían sus captores a base de quinoa, fruta, legumbres sólo cocidas, pescado y carne. Pero tampoco era cuestión de joderlo todo por comerse un helado, ya se hincharía cuando se pudiera.

Todo se precipitó la noche en la que el peludo apareció más cabreado que un mono (valga la redundancia). Marieta estaba durmiendo cuando él entró en la habitación aporreándolo, con la peor rabieta que había visto desde que tenía uso de razón. Agarrándola de la pierna la tiró al suelo, se puso sobre ella, de manera que se sacó la polla y empezó a mearle encima. Marieta, se dijo a sí misma «Ahora o nunca». Se desplazó poco ayudada por sus pies y sus codos, mientras la bestia seguía meándola, hasta que estimó que estaba bien colocada para una patada desde abajo sobre el escroto de la bestia. La patada le dio el tiempo necesario para incorporarse y darle un codazo en la garganta, para darle una última patada en la cara mientras se desplomaba en el suelo sin conocimiento. Ella corrió hasta el taller donde había preparado, desde hacía ya unos días, la cinta americana y una cinta de amarre hecha de nylon. Con la primera ató de pies y manos a la bestia y con la otra, movió la bestia hasta el radiador y lo amarró hasta que escuchó como le crujía una costilla.

Con mucha calma, Marieta se duchó y así sin taparse accedió por el pasadizo del otro día a la zona noble. No había nadie, síntoma de que las señoras del otro día sólo estaban durante el día. Ya sin miedo a ser descubierta, se permitió el lujo de hacer una incursión en toda regla por toda casa. Llegó a la suite de la bestia, al igual que el otro día no halló nada del otro mundo, había ropa de hacía tiempo y que dudosamente le podía venir a la bestia, eligió un pantalón vaquero y una camiseta blanca, nunca antes le había importado tanto buscar algo de ropa interior, un pálpito la llevó a la zona dedicada a las chicas de servicio, a lo mejor había suerte. Bingo unas bragas enormes y de algodón blanco estaban perfectamente limpias y dobladas en la taquilla de las señoras de la limpieza. Se las puso volviendo a tener una sensación de empezar a ser una persona. Buscó entre los armarios de la cocina y encontró una tableta de chocolate que trató como si hubiese encontrado un tesoro. Comiéndola a bocados, terminó dejó la ropa doblada sobre una silla y después de una inspección de la casa más a fondo, llegó a una conclusión: Marieta no sabía dónde estaba. Todavía desnuda decidió bajar y preguntar a la fuente.

El mono estaba despierto cuando ella bajó, todavía desnuda a la estancia. Se sentó delante de él y le quitó la mordaza que había hecho con cinta americana, ella esperó pacientemente a que terminara los segundos de improperios y amenazas. Mientras terminaba su jugosa tableta de chocolate. Entonces se levantó y le dijo:

        Bueno, voy a ser muy franca, quiero irme, pero para ello necesito saber un par de cosas…que me digas dónde estoy y cómo he llegado.

        ¡Vete a la mierda!

        Mala elección…te dejaré un par de minutos mientras lo piensas, creo que no estoy siendo muy convincente. —Dijo Marieta mientras salía de la habitación para buscar herramientas para convencer al bicho y daba la casualidad que había unas pocas en el taller, pero decidió hacer algo más en la cocina fundió unas velones que encontró en el comedor. Bajó a la sala con un cazo de cera hirviendo y sin más aviso lo echó por encima del pecho y los huevos de la bestia, mientras sin inmutarse le dijo — sé que no me tomas en serio, pero esto duele, pero más te va a doler cuando te lo quit….—¡ZAASSS! Marieta de un tirón seco y sin avisar había sacado la cera vertida en el cuerpo del peludo….—¿Duele? —Dijo ella con una media sonrisa en la cara.

        ¡Jódete, puta!, ¡no pienso decirte una mierda!…—Le dijo el mono con una respiración cortada.

        No lo entiendes verdad, a mí me han jodido pero bien, no tengo nada que perder, si eres un buen monito, te dejo y punto, no eres más que un peón de la historia. Si te pones en plan chulito como ahora puedo hacerte mucho daño, llevo acumulando la mala hostia durante demasiado tiempo. Lo de la cera es por pura gracia,—dijo mientras sin avisar, le dio un martillazo en la rodilla con toda su fuerzas. —Sé que duele, sé que tú has estado buscando mi umbral del dolor y por ello desperté de mi estado zombi, no sé ni dónde, ni cuándo y ni mucho menos cómo he aparecido por aquí. Por las marcas de mi cuerpo te lo has debido pasar de puta madre conmigo…empieza a hab…—Plas…no había terminado de hablar cuando Marieta ya le había dado un leñazo con el martillo en la otra rodilla y esta vez si que había crujido de verdad…

        ¡Está bien, está bien pero no me pegues más! por favor…—Decía el monstruo llorando. — Mi nombre es Héctor Gonzaga, soy ingeniero químico, durante muchos años me he dedicado a crear compuestos ilegales para todo el mundo, drogas sintéticas, sueros de la verdad, te juro que es verdad….hace unos años un proveedor de esclavas me pidió un inhibidor de voluntad, el resultado fue tal y como se esperaba, en vez de domar durante años tienes una esclava en cuestión de meses. Después de unos años acudí a él a comprarme una y así tener el sexo que quisiera sin más.

        Eso está muy bien…pero no me responde a casi nada…quiero saber más…— ¡Boom! Dijo ella al tiempo que le arreaba un martillazo en la tibia que debió romper algo.

        Tu dosier está en mi despacho en la caja fuerte que se oculta tras los paneles de madera junto al cuarto de baño…te lo juro…no me hagas más daño….

        Sabes que tienes un taladro y lo que podría hacer con él…dame la clave de la caja y dime dónde está la llave. —Dijo ella mientras le estampaba otro martillazo en la mano.

        Está en la mesilla de noche en un falso fondo que hay en el primer cajón.

        Sabes que si me mientes estás jodido, ahora dime, ¿dónde estamos?…y en qué fecha.

        Estás en la República de Georgia, en el valle de Alazani, es de los pocos sitios donde un tío con mis pintas y con dinero puede más o menos vivir. Aunque no salgo mucho, sniff— Decía Héctor sorbiéndose los mocos. — Hoy es día diez de octubre del año dos mil diecisiete.

        ¿Qué año?…

        Dos mil diecisiete…

        ¡Noooo!, ¿me dices que llevo aquí casi cuatro años?.— Grita Marieta, con rabia y desesperación.

        Aquí llevas tres, antes estuviste donde te recogimos mi padre y yo. Mi padre vivía aquí hasta que murió hace medio año.

        ¿Por qué tienes esta pinta de mono?…

        No soy un mono…

        ¡Hueles como ellos, follas como ellos y te comportas como ellos!…¡Eres un puto mono! — Gritó Marieta mientras le daba una patada tras otra en la cara hasta que le saltó un par de dientes y el primate volvió a perder el sentido. —Momento que ella aprovechó para ir a buscar algo de comida, encontró una par de refrescos, en el congelador helado y jamón en el frigorífico. Se dio una comilona refregando su coño en ese sofá tan caro que había en el salón. Una vez se dio el festín, bajó al taller a encontrar algo más que ayudara con su tortura y allí lo encontró…un soplete. Nunca antes había usado uno, pero la verdad tampoco debía de ser tan difícil, sería más bien como abrir un fogón en una concina de butano de toda la vida. Volvió a su habitación y se colocó encima del mono y le meó encima para que este volviera en sí lo antes posible.

        Ahora quiero me digas la verdad, ¿dónde guardas el dinero y las cosas de valor?…

        Aquí no tengo mucho, normalmente lo guardo en una caja de seguridad en el banco de Tiflis.

        Y yo me lo creo….díme donde guardas la pasta, te vas arrepentir si no me lo dices…

        Es verdad, aquí sólo tengo un par de millones para mis caprichos, lo demás está repartido por ahí y en una caja de seguridad.

        ¡Un millón!… ¿pero cuánta pasta tienes Amedio?…

        Mucha, como te he dicho hago de todo y vendo mis fórmulas, da igual que sean cárteles de droga que fertilizantes o como en tu caso…anuladores de la consciencia…

        Y si eres tan listo cómo coño vas así como si de un mono se tratara…

        Bueno, yo era mentalmente brillante, pero físicamente un desastre. Estaba gordo, con granos. Mi mente me daba el dinero pero las tías sólo me querían por la pasta, llega un momento en el que tú quieres al bombón pero también quieres una compañera, era muy feo y repulsivo, de hecho mi olor corporal sigue siendo el mismo. Una noche viendo la película “El profesor Chiflado”, se me encendió una bombilla, si conseguía una pastilla que a los gordos como yo nos pusiera atractivos, sería mucho más rico de lo que ya era. Poco a poco fui terminando los encargos y me retiré de mis negocios sucios, ya había ganado suficiente para vivir a todo trapo durante diez vidas. Investigué incansablemente durante un par de años hasta que di con lo que debía ser una fórmula infalible que alterara la secreción de testosterona. Los datos al principio eran impresionantes, pero quise correr más, sólo quería fuera una toma, la cosa se fue de madre y acabé así como si fuera la bestia de la patrulla X.

        Bueno, pues vas a ser un buen monito y me vas a decir donde guardas todo…y cómo desactivar las alarmas.

        No hay sistema…te lo juro.

        Claro y yo me lo creo— Decía Marieta, mientras sacaba el soplete que había encontrado y lo encendía. – No me mientas…no estás en disposición de mentirme o te depilaré como a los gorrinos. –Amenazó mientras acercó la llama a las piernas….Héctor gritó como un animal por el dolor. Un olor asqueroso inundó la habitación, pero Marieta no estaba dispuesta a ceder. Y una vez más acercó el soplete a la otra pierna…mientras él gritaba y lloraba como una nena. Marieta volvió a preguntar. –¿Dónde están las alarmas?…

        Hay que acceder a un teclado que está justo detrás del espejo del cuarto de baño, teclea la secuencia ÑASpt784z79. Entonces podrás abrir la caja fuerte, la combinación es cuatro vueltas a la derecha y ochenta y cuatro, tres a la izquierda  diecisiete, dos a la derecha y ocho. Prueba y verás que no te miento…

        No me lo creo, – Dijo Marieta accionando otra vez el soplete, y esta vez pasándolo cerca de las  pelotas…

        Te lo juro…por favor. No me hagas daño.

        Otra cosa, ¿Tienes tranquilizantes?…necesito descansar.

Marieta salió de la habitación, estaba alterada y excitada por lo que estaba haciendo, con los datos que le había dado, efectivamente pudo abrir la caja y encontró unos fajos de billetes nuevecitos de quinientos, cien y cincuenta euros y varias joyas. Al coger el primer fajo de billetes de cincuenta hizo algo que instintivamente hacía siempre, comprobó la rugosidad de una parte determinada. El billete era falso, probó todos y cada uno de ellos con el mismo resultado. No podía creerlo el idiota del mono había estado a punto de engañarle. Con muy mala leche, Marieta bajó al sótano y sin mediar palabra le metió una hostia con un cucharón de sopa en toda la boca que hizo que su rehén perdiera una vez más el conocimiento, poniendo al bicho sobre una silla con ruedas, lo llevó hasta al taller donde lo ató a un elevador de tijera con alambre. Acto seguido lo elevó de manera que estaba de pie y despertó a la bestia.

        ¡Monito, despierta!….¡Vamos monito!…– Mientras le pateaba le daba palmaditas en el culo.

        ¿Qué me vas hacer? – Dijo su prisionero mientras se intentaba girar sobre sí…–¡Te lo he dado todo!..

        No me lo has dado, me has querido engañar y sólo por eso, te voy hacer una pequeña demostración de mi nuevo poder. –Sin mediar aviso, Marieta hizo una pasada de soplete sobre la espalda de su cautivo mientras el lloraba y moqueaba pidiendo perdón. – Esto es sólo el principio… ¿Duele?…pues creo que nada comparado a cuando te alcance zonas digamos que sensibles. –Sin mediar más conversación, Marieta le quemó una oreja. – ¡Esto me duele más que a ti!…Dame lo que quiero, no lo quiero todo, sólo lo que creo que me pertenece… ¡Dime donde está la pasta!…– Chilló Marieta, mientras le taladró una rodilla al mono.

        ¡Te lo digo!…¡Pero, pero no sigas,  por favor…no sigas! ¡Diosss!…– Marieta había seguido echándole sal en toda la herida. – Sube al gimnasio, en el cuadro de luces encontrarás una palanca que pone activación jacuzzi, enciende y apaga seis veces…entonces se levantará una plataforma hidráulica que girará la sauna…allí está la caja del dinero, la tienes que abrir con una lectura de mi iris y una nota de voz junto a la palma de mi mano. Dentro está lo que quieres…

Marieta, realizó una simple estrangulación sanguínea que hizo que la bestia volviera a perder el sentido al no llegarle sangre al cerebro. Algo sencillo y rápido que había aprendido de sus prácticas con Paka. Al desatarlo cayó a plomo sobre la silla con la que lo había trasladado al taller. Lo ató con alambre y cinta americana. Con cuidado, como pudo hasta el gimnasio, fue un trabajo duro, porque se encontraba fuera de la casa y no era un camino de rosas. El mono tampoco fue de mucha ayuda aunque la verdad el pobre estaba para poquitas alegrías. Una vez dentro encontró la caja de luces que accionó seis veces hasta que la sauna giró sobre sí misma y mostrar el panel que el mono le había dicho. Con un sencillo “procede, por favor”. Héctor, que no debemos olvidar que así se llamaba el peludo, acercó su ojo al lector de iris, puso la mano sobre el panel y dijo la palabra “Salvany” (N.A. buscar el nombre del médico español y os sorprenderéis). Un ruido metálico y giró la manecilla para encontrar el gran tesoro que había dentro.

Una bolsa con diamantes de 6 quilates, fajos de billetes de quinientos euros que posteriormente sumaron cinco millones de euros. Bonos al portador, por valor de más de cinco millones de dólares y lo que más le gustó una agenda curiosa donde encontró todas las claves para acceder a las cuentas ocultas en paraísos fiscales con las cantidades en ellas, sumando más de cien millones, siguió indagando y se llevó una sorpresa mayúscula cuando encontró un pasaporte venezolano a nombre de Patricia Pardal, levantando las cejas preguntó – ¿y esto?, a lo que el hombre respondió – Me gusta viajar con mis “cosas”.

Entonces Marieta apuntaló la puerta con unas mancuernas, dándole unas palmaditas en la espalda y sin mediar palabra, le clavó un cuchillo en la yugular, y esperó pacientemente a que se muriera. Dicen que es difícil, pero Marieta encontró lo encontró sumamente fácil después de lo cabrón que había sido. Encontró varias bolsas de viaje donde metió el tesoro, se duchó y se quitó todos los restos de ropa, se terminó el helado de la cocina y se cocinó un buen filete de ternera. Se vistió, agarró el coche más discreto que había, que era un viejo pero fiable Lada Niva. Se quedó con las ganas de llevarse la Guzzi, pero llamaría demasiado la atención. Hacía años que no cogía un coche, pero no se le había olvidado. Intentaría llegar a Tiflis como fuera, el depósito estaba lleno, una vez cargado el vehículo, arrastró al muerto hasta uno de los coches y uno a uno les prendió fuego, no sin antes haber dejado abierto el gas en la cocina. Un error que casi le cuesta caro, porque se libró por los pelos de ser víctima de su propia chapuza. Pero dejó tras de sí los tres años que había estado cautiva en ese sitio tan repugnante.

La casa tenía un camino asfaltado hasta una carretera, la forma que tienen de conducir en ese país asusta hasta al más experimentado, pues os podéis imaginar lo que puede ser a alguien que no había conducido durante al menos diez años. Pero como ella se dijo «Esto no me va a detener». Justo a unos quince kilómetros, la carretera terminaba en una población llamada Telavi. Marieta estaba cansada necesitaba dormir y comer algo.  Tuvo un pálpito cuando vio lo que parecía una estación, Marieta aparcó en el parking y cogió las maletas. Su intuición no le defraudó, efectivamente había una oficina de cambio de moneda. Sacó del bolsillo mil euros que le cambiaron en Laris georgianos, tuvo que enseñar su pasaporte y  sin muchas más tenía el cambio en su mano. Compró una guía turística de Georgia en un quiosco, era una estación de autobús y nuestra protagonista no le apetecía lo más mínimo pasar tres horas en un autobús. Resolutiva como nunca, indagó en la guía mientras se tomaba un refresco. Salió a la calle en busca de un taxi, había un viejo mercedes ranchera de esos que se ven en las noticias de oriente medio y que andan a pesar de estar atados con alambres, pero era este o un viejo lada con la carrocería del SEAT 124.

Con la guía en la mano mostró al taxista lo que parecía, era el hotel más lujoso de la capital. El taxista un hombre mayor y bigotudo, le dijo con una sonrisa…–Radison is better. – A lo que Marieta accedió de buena gana no tenía ganas de discutir, sólo quería descansar. El conductor llevó por una carretera de montaña preciosa, en la que pudo ver a lo lejos viejos monasterios y algún castillo medieval, ella se hizo un una nota mental en la que se animaba a visitar el país cuando se hubiera calmado un poquito, entre otras razones porque le pareció hermosa la campiña y sobre todo lo amable que era todo el mundo. Georgia es un país que sin ser próspero se empeña en serlo y que todavía está curando las heridas de una guerra civil. Poco a poco, fue prisionera del sueño, no quería por la paranoia típica del llevar tanto dinero encima, pero estaba cansada y después de la tensión había dado lugar a un bajón que hizo que Morfeo triunfara.

Despertó sobresaltada cuando, cuando el hombre le zarandeó indicándole que había llegado a su destino. Marieta estaba aturdida, le había pedido el equivalente de cien euros, pero ella agradeciendo su honestidad, le recompensó dándole dos billetes de quinientos euros. El taxista alucinó de tal manera que casi tuvo que quitárselo de encima con fórceps para entrar al hotel. Sin separase de sus maletas, se registró en la mejor suite del hotel. Al principio con cierta reticencia por parte del recepcionista, pero todo se olvidó cuando pagó una semana por adelantado de la suite.

Cuando se instaló, pudo ver una perspectiva preciosa de la ciudad, ante ella. Marieta dejó el dinero en la caja fuerte menos un fajo con el que salió dispuesta a fundírselo, llevaba demasiado tiempo sin darse un capricho y el hotel tenía una galería comercial más que decente, se dio una ducha rápida y se metió en la primera tienda de ropa que vio. En ella se compró un pantalón vaquero elástico unas converse blancas, una camiseta, unas bragas y un sujetador deportivo. Pagó y volvió a la habitación del hotel.

En la soledad del hotel se desnudó por completo y se fijó en la cantidad de cicatrices que había en su cuerpo. Se palpó su ano, que gracias a Dios no había sido dañado hasta el punto de necesitar pañales durante el resto de su vida. Miró que estaba cubierta de vello corporal, su pelo, eso sí estaba rapado al cero y le hacía parecer un poema de sí misma. Se durmió, su sueño fue reparador, estaba muy cansada, demasiado para que los fantasmas le jodieran. Puso el cartel de no molestar en la puerta, no sabía ni la hora ni el día que era cuando se despertó por un retortijón de hambre.

Con un lápiz y un folio, empezó a trazar un esquema de todo lo que recordaba que le había pasado en los últimos diez años, desde la muerte de sus padres, la estafa de Pancho y cómo la echó, se acordó de Paka, de Tina y de su Félix, cómo le iba a querer así con este cuerpo hecho una pena, necesitaba tiempo para reponerse de sus heridas tanto físicas como psíquicas y por eso quería estar sola. Se aseó, pidió hora en el Spa para depilarse, pues se notaba que no lo había hecho desde su cautiverio, lo que no entendía el motivo por el que le rapaban la cabeza pero no le rasuraban el resto del cuerpo. Allí le hicieron un tratamiento precioso, seguía sin sentir el dolor corporal, cosa que agradeció. Desnuda ante el espejo, se arrepintió en un principio, sin vello sus cicatrices se notaban más. Pero se observó lo fuerte que estaba físicamente, podría presumir, diría a todo el mundo que se las hizo en un accidente de moto. Se echó a reir como una loca. Ahora con ropa decente de mujer y aseada parecía otra cosa, llamó a recepción y pidió que le contrataran un vehículo con conductor. Al bajar a recepción, le esperaba un tipo de dos por dos trajeado con el pelo cortado a cepillo, respondía al nombre de Boris. Hablaba un inglés bastante decente y Marieta le pidió que le diera un paseo por la ciudad.

La visita cultural fue rápida, sobre todo cuando vio una enorme calle comercial con tiendas de lujo que hizo las delicias de nuestra amiga, compró mucha ropa, sexy y menos sexi, además disfrutó cuando le pedía opinión a su acompañante y este se moría de vergüenza. Cuando terminó con las compras, invitó a Boris a cenar, pero él declino la oferta, –No soy un gigoló señora. –Se limitó a decir, ella lo entendió y le gustó que supiera cual era el sitio de cada uno, además a Marieta le empezó a gustar el estatus que le daba el dinero.

Entre sus compras incluyó un portátil, para realizar una serie de comprobaciones, entre ellas las cuentas que acaba de heredar de su captor. Todo estaba en su sitio, necesitaba comprender de qué manera podría disponer del dinero. Pero eso lo arreglaría otro día, se metió buscando datos de sus amigos. Se metió en su cuenta de Facebook y para suerte suya seguía activa, en ella pudo saber que Tina se había casado con Iván, que Félix también se había casado, eso le llenó de dolor, pero al fin y al cabo ella era una recién llegada a su vida. Lo que más le mosqueó fue una foto de Tina que decía “en la boda de Paka”, pero no se veía más que ella abrazada a Iván y este con cara de mala hostia. Entonces para su dolor, se encontró otra foto que le aclaró la postura, se había casado con Pancho. Estaba claro, ellos eran quienes le habían traicionado, la muy zorra hija de puta, tenía que calibrar su venganza.  Necesitaba tiempo, la foto era de hacía un par de años, por lo que no era cuestión de ponerse a correr. Quería preparar una venganza fría y severa contra el par de hijos de puta más grandes que pisan la tierra.

Lejos de amedrentarse, quería pensar un plan de venganza, pero primero, debía llegar a casa con todo el dinero y luego ya vería. Para solucionar una serie de problemas, para ello, ideo un sistema cuando menos hilarante de cómo salir con todo el dinero, los diamantes podría esconderlos dentro de un bote de crema, pero el dinero era más complicado. Podría alquilar un barco e intentar llegar a Grecia atravesando el Mar Negro. Otra opción era intentar hacerlo con el coche, podría jugármela atravesando Turquía, pero al final le obligaría a hacer alguna pequeña modificación en los coches, que además teniendo pasaporte Venezolano es un problema añadido. Pero cómo narices entras en una embajada y le explicas a la gente que has entrado en el país de incognito, que has estado retenida en contra de voluntad durante más de tres años. No se lo creerían ni locos. Por otro lado, está la posibilidad de simplemente ir y no dar mucha más información, a lo mejor si tienes suerte…

Marieta llamó a Boris, para que le recogiera en el hotel. Una vez allí, le pidió que le llevara  al consulado. Al llegar, pidió ser recibida por algún funcionario español. Marieta se identificó con su nombre completo y número de carnet de identidad ( N.A. para los lectores no españoles este carnet también es conocido como D.N.I. o documento nacional de identidad). Para su sorpresa, fue atendida por el cónsul. Nada más entrar al despacho, el señor fue tremendamente directo:

        ¿Qué has hecho con tu dueño?.

        No era mi amo, me tenía drogada, con lo que fui sometida en mi contra…pero digamos que el mono dejará de ser un problema. ¿Cómo es que conoce de mi existencia señor?.

        Eso es un tema jodido, si está muerto, bien hecho está. ¿Qué ha hecho con la documentación?

        La guardo… en una caja de seguridad. –Esto último fue inventado por Marieta.

        Digamos que ese hombre, tenía una documentación que me pertenece, unas fotos digamos que algo peliagudas, ¿Qué tendría que hacer para poder quedármelas?–Dijo el cónsul mientras Marieta veía el cielo abierto de par en par.

        Primero, quiero mi pasaporte. En segundo lugar, tengo entendido que a los diplomáticos no se les registra la llamada valija diplomática. ¿Es cierto?.

        Así es…

        Tengo unas cosillas que me llevé que tengo que introducir como sea…

        Vamos que se ha llevado el dinero en efectivo.

        Efectivamente, no hay mucho unos quinientos mil. –Mintió Marieta. –No tenía tanta pasta como pensaba.

        Bueno, además de la documentación que le pido, hacerle ese favor le costará un billete de ida y vuelta en primera y cien mil euros de ese efectivo.

        Si a lo primero, en cuanto a lo segundo diez mil y va arreglado. – Regateó ella.

        Setenta mil y lo dejamos. – Contra ofertó él.

        Le doy treinta más el valor del billete en efectivo, a cambio, quedamos en el aeropuerto, lleva la valija con todos los abalorios con sobres y papelotes, una vez allí me la da junto con una carta en la que me acredita como correo consular. Cuando vaya a subir al avión usted recibirá un sobre con su dinero y la documentación qué está buscando.

        Eso le costará cincuenta mil y no bajo ni un duro. – Volvió a decir el cónsul.

        Vale, cincuenta…no me la juegue o el matón de la mafia rusa que tengo abajo se encargará de que usted acabe como alimento de los peces.

        Señorita, yo soy un hombre de palabra, ahora mismo, le preparo la documentación para que usted misma pueda ser acreditada para llevar la valija y ejercer como correo diplomático, no le va a tocar nadie se lo garantizo. Espero que usted también lo sea.

Marieta regresó al hotel encantada de la vida, había conseguido la manera más eficaz de meter todo el dinero en efectivo sin levantar sospechas. No había revisado la documentación que se había llevado de la caja, y la conversación con el cónsul despertó en ella una curiosidad insana, abriendo una de las cajas con documentación variada que se llevó consigo. Se lo primero que se encontró fue una carpeta con su nombre, lloró de alegría cuando encontró un sobre con su D.N.I. y su carnet de conducir, no está todo perdido, junto a la documentación, estaba el dosier que debió adjuntar el cabrón que la convirtió en una autómata durante tantos tiempo. Lo dejó apartado a la espera de que tener la intención de hacer algo en un futuro. Siguió investigando, hasta que dio con la documentación de la que hablaba, era él siendo sodomizado por el peludo mientras ella le estaba chupando los huevos, ciertamente no era lo más atractivo para guardar, pero entendía el miedo del cónsul. Buscó y rebuscó en toda la documentación, encontró otro cuaderno, esta vez con las fórmulas químicas que había suministrado.

Había varias escrituras de propiedad, lo que la dejó alucinada es que tenía un ático en Madrid y una casa en Sotogrande que estaban a su nombre, no paraba de estar asombrada cuando vio un libro de familia en el que decía que estaba casada con el Monstruo. Significaba que ahora todo era de ella, o al menos eso pensó. Debía conseguir más información sobre el asunto, no quería hacerlo pero debía obtener la máxima información sobre el asunto. Llamó al cónsul y le invitó a cenar en su hotel.

Durante la cena, divagó un poco sobre el país y sobre España. Estaban degustando del postre cuando el invitado se destapó diciendo:

        Imagino que la invitación a cenar viene a colación de que acaba de descubrir un libro de familia. ¿Es cierto?

        Así es… ¿Es auténtico?

        Sí. Su difunto esposo, era muy meticuloso con ciertas cosas y descubrió que a veces, es mejor casarse por interés y así evitar preguntas innecesarias.

        ¿Folló usted conmigo?…–Preguntó Marieta a sabiendas de no querer saber la respuesta.

        No, como imagino que ya habrá visto mis fotos, lo habrá adivinado. Soy un hombre ambicioso, quiero ser embajador por eso me vine aquí. Pero si se descubre esa foto, me veo pegando sellos en alguna embajada cutre de por vida.

        Ha sido sincero y yo lo seré con usted. Él está muerto, si me hace un certificado de defunción, le puedo dar esto.– Dijo Marieta enseñando un Jaeger-Lecoultre de más de doce mil euros. – Como muestra de buena voluntad.

        Es usted muy amable, ahora estoy seguro que no me iré con las manos vacías. – Mientras se lo ponía en la muñeca.

        Ahora si me permite debo de terminar mis cosas, mañana tengo que coger un avión, otra cosa…el número de vuelo de la valija lo ha de ir en blanco así como los demás datos que serán rellenados por mí, mañana a las nueve le recogeré camino del aeropuerto y me realizará la entrega de todo. La valija será devuelta por UPS en un par de días.  Buenas noches y que descanse.

Marieta había comprado tres billetes de avión, uno que iba directamente a Ámsterdam, otro para Frankfurt y el último para Londres. No quería que le pasara lo de la última vez, estaba totalmente asustada de volver a la civilización. Pero no quería volver a España hasta que estuviera totalmente segura de poder afrontar con éxito el trabajo que quería realizar. No era fácil pero necesitaría trabajar duro para conseguir hacerlo, había pensado que debía entrenarse para terminar de aprender a defenderse y así evitar que le volvieran a coger y si lo hicieran que al menos se pudiera llevar a alguno por delante. Había rellenado un formulario para una escuela militar en Omaha, en ella le enseñaban desde el uso de armas de fuego, hasta conducción evasiva. Para el curso completo estaría durante más de tres meses en ese sitio. Tiempo suficiente para ir dando forma a su trama y conseguir alguna ventaja del dinero en las cuentas opacas.

Tal y cómo había quedado, Marieta recogió al cónsul en su coche, dentro de él le dio una especie de saco de lona identificado como tal un candado y su llave. Junto a él una hoja sellada con la documentación que había de ser rellenada. Así como la documentación que la certificaba como persona autorizada como correo consular. Marieta sacó una bolsa en la que se hallaba el dinero. Dejó al cónsul esperando en el coche, mientras que Boris le ayudó con su equipaje. Al despedirse, ella le volvió a ofrecer trabajo, pero él declinó la oferta de manera educada. Le regaló uno de los relojes y entró en la zona de viajeros sin ningún contratiempo, paseó un poco hasta estar segura de que no le seguía nadie y entró en el avión elegido.

De los tres aeropuertos que había elegido para salir Georgia, se decantó por el holandés. No sabía el motivo pero le agradaba la idea de ir a Flandes. Por supuesto había elegido viajar en primera y para no ir pensando mucho se tomó un par de somníferos que hicieron de su viaje un suspiro. Nada más aterrizar, pudo salir de allí sin contratiempos. Había hecho bien los deberes y ya le esperaba un coche para llevarle directamente a Luxemburgo donde había concertado una reunión en un pequeño banco de inversiones. No es que supiera de blanqueo ni nada por el estilo, simplemente es, que le llamó la atención que dicha entidad salía demasiadas veces en la documentación que había encontrado.

Antes de llegar la esperaban en el hotel, una ducha rápida y se vistió con arreglo a lo que debía ser ir a un banco de inversiones. El resultado un traje de chaqueta con pantalón en un color gris de cuadritos, una blusa de seda en color blanco roto y como colofón unos zapatos a juego con el cinturón que adornaba el pantalón y un bolso-portafolios. Como su pelo no había crecido lo suficiente, decidió cubrirse la cabeza con un sombrero negro y cubrir su cara con unas enormes gafas de sol. Finalmente remataba todo con una gabardina clásica, haciendo del conjunto algo bastante aceptable.

Justo en ese momento, avisaron de que había un conductor esperándola en recepción. Para su sorpresa el banco había mandado a un empleado a recogerla. El vehículo que utilizaron para el traslado, al contrario de lo que se puede pensar, es un discreto Mitsubishi. Durante el trayecto que no duró ni un cuarto de hora pudo observar el casco antiguo de la ciudad. Las oficinas del banco estaban en una calle adyacente a la Rue du Marché-Aux-Herbes, que es el centro del poder del ducado.

Como no podía ser menos, el edificio era uno más sin sobresalir con respecto al resto, sólo una placa en la entrada te decía que estabas en las oficinas del PPS Bank. Una vez entras por una antigua puerta de carruajes, un guardia de seguridad muy bien vestido te toma tus datos y te pide que esperes hasta que una secretaria de acompaña hasta una sala de juntas que está en la última planta del edificio, antes de dejarla sola en esa mole de acero y cristal le pregunta si quiere tomar algo. Marieta con educación le responde que no, mientras se queda mirando las vistas que le proporciona la sala, toda acristalada con muebles de cuero ultramodernos y una mesa de cristal al centro. Nada hacía presagiar que en un continente tan clásico podía albergar un contenido tan moderno y funcional. No se ve gran cosa desde allí, la gente va y viene no pudiendo evitar las miradas curiosas de los empleados desde su puesto.

No espera mucho hasta que entran la secretaria con una bandeja con vasos y una jarra de agua y detrás un señor de unos cincuenta años impecablemente vestido con un traje de raya diplomática, alto con el pelo blanco, con unas gafas y un bigote que le dan una imagen entre un descendiente de Bismarck y Gepetto, pero ella no se deja guiar por la imagen de este último, sabe que si trabaja aquí debe de ser cabrón de armas tomar. Es educado y presenta a su acompañante una chica grande, ahora les llaman “gordibuenas” si bien está entradita en carnes tiene una cara y ojos preciosos, viste elegante y sobria al mismo tiempo. Marieta imagina que el código de vestimenta debe de ser muy estricto en la empresa porque se da cuenta que todas las mujeres visten muy por el estilo, todas van con traje de chaqueta y apenas van enjoyadas un anillo, una cadena pendientes y desde luego si llevan maquillaje debe de ser muy ligero, a penas los labios y algo de sombra. Sobriedad ante todo.

La chica va cargada con un Ipad, mientras conecta una pantalla de televisión enorme, el hombre hace las presentaciones:

        Señora de Gonzaga, es un placer conocerla – Dice en un español más que correcto. –Soy Dieter Schmidt, vicepresidente ejecutivo de inversiones atípicas de este banco, me acompaña la Señorita Leopolda Venet, jefa de cuenta del señor Gonzaga. Antes de empezar permítanos darle nuestro más sentido pésame por la muerte de su esposo, era uno de nuestros mejores clientes.

        Muchas gracias, si no le importa y le agradecería que utilizara mi apellido, Maltés, en España es costumbre que las mujeres no pierdan su apellido cuando se casan.

        Por supuesto, como usted dese. Tal y como le he mencionado señora Maltés, la Señorita Venet es la persona que gestionaba la cuenta de inversión de su marido, imagino que estará aquí para ir transfiriendo a su nombre los bienes de él. Al no existir un testamento que corrobore lo contrario, todos sus bienes pasarán a formar parte de su patrimonio. Para ello, es obligatorio por parte de nuestros clientes que depositen una copia de este si lo hubiera. En el caso de su difunto marido, siempre rehusó a esta práctica, con lo que con la documentación aportada por usted, para nosotros pasa a ser nuestra cliente. Como primera toma de contacto le recomiendo que lea el dosier que le hemos preparado, en él se le dice donde se haya el dinero y los procedimientos para poder sacarlo.  Además de nuestros honorarios, claro está. Ahora si me disculpa le dejo con ella para que le soluciona las dudas, en cuanto al idioma no se preocupe, es española por parte de madre y creo que lo habla bastante mejor que yo. – Se acercó y haciendo una reverencia con una ligera inclinación de cabeza abandonó la sala.

        Bueno, al fin solas. –Dijo Leopolda para romper el hielo.– Como soy medio española, desea que le llame por su nombre o seguimos con las formalidades germanas.

        Marieta está bien, ¿Leopolda?…

        Mi padre era fan de Clarín, si quiere me puede llamar Leo como todo el mundo. Ahora si le parece bien empecemos con la reunión. Como ha dicho mi jefe, aquí tiene un dossier donde le explicamos nuestro modus operandi muy por encima. Lo más importante lo tiene conmigo, mi teléfono y mi dirección de correo electrónico, puede llamarme cuando lo desee, en cuanto al estado de cuentas….

        Leo, si me perdona, estoy cansada del viaje y la verdad con todo lo relativo a la muerte de mi marido estoy un poco mal, si no le importa podría echar un vistazo al dossier en mi hotel y tener una reunión cuando a usted le venga bien.

        Mucho me temo que hoy ya es viernes y que no podremos reunirnos hasta el martes, el lunes es fiesta aquí y no trabajamos.

        ¿No podríamos hacerlo durante el fin de semana?

        Lo lamento, pero mi hermano viene desde Alemania y se quedará en casa conmigo, entiéndalo llevamos más de seis meses sin vernos y eso es mucho para nosotros que somos gemelos.

        Ya veo, ¿hay algo interesante para hacer este puente?…– Preguntó Marieta, sonriéndose al pensar la de años que no había usado esa expresión. – Me refiero a algún sitio al que ir, no sé, se me ocurre alquilar una moto y salir de excursión, hacer algo por no estar encerrada en el hotel.

        ¿Es usted motera?…–Preguntó Leo con asombro.

        Hace un tiempo que no monto pero en España me movía con una Vulcan…no soy Pedrosa pero me apaño.

        ¿Una Vulcan?…¿está de broma?…yo tengo una, el plan de mi hermano y yo era hacer una ruta con algunos amigos…la idio..digo su…novia se ha caído de la lista. El concesionario de Yamaha es un buen amigo mío podría llamarle a ver que nos puede conseguir.

Leo hizo una llamada y habló durante más de media hora en francés, parecía que estuvieran discutiendo y colgó con un “Au-revoir”. Con una sonrisa de triunfo le dijo a Marieta,

        Le he conseguido una moto, la moto no es muy allá, es una vieja Sanglass 500S2. La mala noticia es que no la alquila, sólo la vendería el precio es algo caro, pero le garantizo que la ha restaurado de principio a fin. El precio es de cuatro mil euros, el papeleo corre de su cuenta. ¿le sigue interesando? Se me olvidó contarle que la ruta es en motos de época, yo por ejemplo iré en una vieja BMW R80 de mi tío y mi hermano irá en una Triumph de finales de los setenta. Si se atreve a ir con unos locos de las motos antiguas es bienvenida a la concentración.

        ¡Claro que sí! Acabas de hacerme una mujer feliz, llevo años queriendo comprar una Sanglas, mi padre tenía una y yo aprendí en su vieja 500. Dile que sí, necesitaré casco botas y ropa adecuada, ¿me da tiempo a comprarlo todo?.

        Marieta, ya he pensado en ello, mi amigo nos espera en su tienda, allí podrá encontrar de todo, ahora si quiere, podemos dejar todo aquí, ¿lleva bastante dinero en efectivo o debemos ir a algún sitio?.

        Pensé que podríamos hacer una transferencia desde aquí.

        Marieta, este no es un banco normal…ya se irá dando cuenta.

        Pues no se hable más y sí, llevo efectivo para comprar el equipo y mañana cuando recoja la moto le podré dar el resto si a él le parece bien. – Respondió Marieta con chulería.

        No creo que le suponga un problema.

Con las mismas, las dos mujeres salieron del banco, mientras eran observadas por Schmidt, quería quitarse de encima el marrón de Marieta a toda costa, y a lo mejor una buena amistad con alguien de dentro podría hacerlo mucho más fácil. A pesar de ello, sabía que Leo tenía un toro difícil de lidiar.  De momento había ganado unos días hasta que pudiera borrar las huellas que le estaban incomodando y a lo mejor si se portaba bien con ella podría dejar pasar la ocasión de tener que hacer algo peor, su antiguo mentor siempre le decía que la sangre mancha y que por mucho que se limpie siempre deja alguna salpicadura, pero que a veces también era no sólo inevitable, sino imprescindible.

Marieta y Leo llegaron a una tienda de motos donde le esperaba su bellísima burra, nuestra chica casi se ahoga de aguantarse el llanto cuando la vio, estaba prácticamente nueva. Eran las siete de la tarde, que para un Luxemburgués es casi trasnochar, pero vender una moto que tenían en stock de hace ni se sabe, más un equipo completo para el cual no se reparó en gastos. Digamos que al pollo le mereció la pena llegar a casa un poco más tarde de lo habitual.

Para la ocasión, nuestra chica fue una elección doble, por un lado un traje de agua por si acaso y bien aconsejada por Leo, pero la otra elección fue un conjunto en cuero negro que hacía de Marieta alguien muy deseable y lo notó en la mirada de su acompañante, sobre todo porque no pudo evitar mirarle el culo, mientras ella se reía viendo reflejada la imagen en el espejo del probador.

Marieta siguió las indicaciones de su nueva amiga y llegó al hotel en su nueva moto, no sin antes mirar de un lado a otro como si de una histérica se tratara, recordaba muy bien lo último que había pasado la última vez que subió, pero la pasión pudo más, además dudaba mucho que sus acompañantes le quisieran tender una trampa. No obstante, guardaba el regalito que había traído escondida en la valija diplomática. Boris le había conseguido un revólver Taurus, pequeñito y que le había enseñado a usar en un día de práctica, por lo menos para disuadir a alguien que se le acercara. La noche pasó volando, sobre todo debido al cansancio y la tensión que tenía de tantos días, Marieta se metió en la bañera, se miró las citarices, se las fue palpando una a una, la relajación hizo que probara a darse un chorro de agua en su coño, aunque debido al mal uso de los últimos años, no creyó que le volviera a dar gusto nunca más. Recuerda que cuando le vino la consciencia, estaba más pendiente de que el bicho no se diera cuenta que del placer que le proporcionaba el rabo que tenía. Ella se relajó y abriendo las piernas lo más que pudo, comenzó a acariciar su sexo con una mano, mientras con la otra enfocaba el chorro de agua tibia que salía del mango de la ducha. Poco a poco los músculos de su espalada se estaban destensando, sus dientes no apretaban su mandíbula y su respiración se iba acompasando con los movimientos circulares, lentamente su espalda se fue arqueando y su respiración se entrecortaba, sus movimientos eran más agresivos y los dedos que acariciaban su clítoris estaban entrando y saliendo de su ser a todo trapo con movimientos firmes y frenéticos. Chilló y se retorció de puro gusto, desde que aquella vez en la soledad de su casa, no se había sentido tan viva, ahora en una bañera de lujo había sentido como si su cuerpo hubiese vuelto a descubrir el placer carnal que por culpa de un hijo de puta había dejado de sentir. Se quedó relajadísima en su bañera, escuchando el rumor del agua correr, mientras que le dio una risa floja que le hacía sentirse viva, y cada vez que se acordaba se reía más todavía, salió del agua y se miró completamente desnuda, estaba físicamente muy fuerte, su cuerpo estaba cubierto de cicatrices y sus tetas eran algo más grandes de lo que recordaba.

Un retortijón le recordó que no había comido nada en muchas horas y desde luego nada decente desde el día anterior, descolgó el teléfono y al cabo de un rato tenía ante sí un plato típico de la zona un cordon bleu al estilo luxemburgués y una buena cerveza de la zona. Y de postre una tarta de manzana con una bola enorme de vainilla, su postre favorito.

Estaba todo bastante bueno tanto que se quedó dormida en la cama, con ese pijama de algodón tan cómodo que había comprado en la galería de Georgia. Se despertó sobresaltada por el sonido del teléfono, era la hora de despertarse. Siempre había sido muy previsora y había dejado todo preparado la noche anterior, se duchó y se vistió corriendo para poder desayunar a gusto. Como es la comida más importante, fue de lo más bestia,  a base de  tostadas con aceite de oliva y huevos revueltos con bacón y salchichas. Comió como una salvaje, dejando a todo el mundo atónito, cuando se puso como una cerda con los pasteles de canela y la fruta, además cogió unos panecillos con salchichas y los envolvió en servilletas por si tenía hambre.

Estaba chequeando la moto ya fuera del parking cuando vio llegar a Leo en su vieja BMW y a su hermano en una Triumph. Marieta sonrió cuando vio lo bien que le quedaba a Leo un traque de motera ajustado que a pesar de estar un poco gordita le quedaba bastante bien. Nada más apearse de la moto, se saludaron con un beso en la mejilla e hizo las presentaciones:

        Leo, este mi hermano gemelo, Jano.

        Encantado de conocerte, muchas gracias. – Dijo el melgo, mientras que se quitaba el casco y dejaba a la vista un hombre con una barba larga y pelo a lo vikingo, afeitado por los lados y el resto recogido en una coleta. Tenía una complexión muy fuerte, con barriga pero sus brazos enormes decían que estaba muy tocho. Al tiempo, a Marieta le entró la risa floja al escuchar el nombre y venirle la memoria la gracia que hacían sus amigas de niña…”¿qué es un jano?…una mierda como las dos manos”.

        Lo mismo digo, es una alegría que los dos seáis medio españoles, a veces me pierdo un poco con las conversaciones en inglés y eso no es muy agradable en mi situación.

        Bueno, salgamos…–dijo el vikingo, –no quiero que se nos eche la noche encima con estos cacharros, ¿has traído sólo este equipo?..

        Si, ¿hay algún problema?…–Preguntó nuestra chica.

        No, pero al sitio donde vamos, digamos que hay pocas comodidades. ¿Qué le has contando hermanita?

        Que nos íbamos con las motos de excursión.

        Desde luego, hermana, eres un genio dando explicaciones. Lo siento, pero no te ha dicho que íbamos de acampada…

        Hermanito de acampada vas tú, yo he alquilado una cabaña del camping para nosotras, tu vete con tu puta manía de ir Rambo por la vida, nosotras dormiremos en una cama.

        Uff, muchas gracias Leo, ahora si no os importa, mi cuerpo me está pidiendo marcha, me he tomado la libertad de encargar un refrigerio para el camino, espero que no os moleste.– Dijo Marieta.

        ¡Gracias a Dios!..– Exclamo Jano. – Mi hermana es una gran economista, pero como cocinera…Uff, la cena de navidad tardé una semana en digerirla…

        Eres un capullo, hermanito. – Dijo Leo dándole un golpe en el antebrazo. – ¡Vámonos antes de que….!– Le gritó leo mientras le daba una colleja.

Con una sonrisa en la cara, Marieta arrancó su vieja Sanglas y salió picando rueda con ganas de volver a experimentar algo de libertad y divertirse a cualquier coste, si algo le apetecía era hacer un viaje en moto. El viaje hasta Kiel duraría más de ocho horas, en parte a que no se puede forzar tanto unas máquinas clásicas y en parte porque había que disfrutar del viaje. La idea era hacer el primer día la etapa hasta el lago Constanza en la frontera con Suiza cruzando la Selva Negra. El viaje no podía ser más bonito, todo tan verde y bien organizado.

No llegaron al hotel del lago Constanza, porque en plena Selva Negra les cayó un turbión de agua bestial. De puro milagro, consiguieron una habitación para los tres en una fonda asquerosa. Estaban empapados y helados de frío, con los dientes castañeteando se desnudaron rápidamente y se metieron por turnos en una ducha enana, en la que poco apoco fueron entrando en calor. A los dos hermanos no les pasó desapercibido las cicatrices que marcaban todo el cuerpo de Marieta. Algunas eran verdaderamente escalofriantes.

La sensación de ver a una mujer que era muy guapa, pero con el pelo rapado y con cicatrices por todo su cuerpo, les hizo pensar en una prisionera Auschwitz. Pero en especial a Leo que estuvo toda la noche rumiando sobre lo que había estado sufriendo Marieta durante tanto tiempo. Sabía lo que le caería encima si no le avisaba, pero por otro lado, era consciente de lo que se jugaban tanto ella como su hermano. Marieta entretanto se despertó y vio cómo su amiga estaba hipnotizada la luz del amanecer. El reflejo de la luz de la calle hacía que se pudieran adivinar las curvas que había visto esa tarde mientras se desnudaron a toda pastilla. Sus anchas caderas y sus pechos carnosos, le habían despertado un deseo carnal que creía extinto.

        ¿No tienes sueño? –Le susurró Marieta al oído mientras le agarraba por la cintura.

        No…es que nunca imaginé…–Contestó Leo mientras empezó a sollozar.

        Está bien…está bien, tranquilízate. Mis cicatrices son recuerdos del pasado, pero son sólo eso. En cuanto me lleve la pasta, tengo decidido irme a vivir lejos del mundo y esperar mi muerte de manera tranquila.

        No lo has entendido. Tu dinero se lo quedará el banco, ya se guardará bien en mandarte más pronto que tarde un asesino a sueldo que acabe contigo antes de transferirte ni un céntimo. Es la operativa estándar. –Dijo Leo a sabiendas de que esto le podía costar un disgusto serio.

        Entonces que hago, ¿me voy por donde he venido sin reclamar el dinero?…

        Sería lo más factible la verdad. Tienes las propiedades, el dinero en efectivo y alguna cosilla más que te encontraras. Sé que hace unos años le gestionamos un cobro en diamantes limpios por valor de treinta millones, que a fecha de hoy deben de valer más de sesenta, si los malvendes puedo sacarte cincuenta millones y colocártelos en una cuenta opaca en Gibraltar en menos de una semana, tienes bastante dinero en efectivo y algo más. Para el banco eso es calderilla y no lo va a buscar, pero si insistes en quedarte con los más de mil millones que tenemos repartidos en cuentas de blanqueo te van a joder pero bien.

        Es lo factible, si renuncio a ello, pero me gustaría hacer un trato con tu jefe, dile que quiero una reunión con él de manera urgente, yo renuncio al dinero de las cuentas pero que debe hacerme un par de favores, veo que eres buena en lo tuyo, la reunión todo esto ha sido una encerrona para joderme más si cabe, dime estabas dispuesta a cualquier cosa con tal de conseguir cuanto de comisión dos, tres millones de euros. Por lo menos podrías agradecérmelo de una manera más placentera.

        Eres muy lista y observadora…, mi jefe quiere todo y por eso ha contratado a mi hermano, un accidente de moto y nos quedamos con todo. Si quisiera, lo hubiéramos hecho mientras dormías. De verdad pensabas que éramos tan amables. Te jodieron tus amigos vendiéndote a un tratante de esclavos y ahora te terminamos de joder nosotros. – Dijo la gorda con una sonrisa maliciosa.

Marieta noto la presión de algo puntiagudo en la base del cráneo, era Jano. La hermana hizo un gesto de decir no con la cara. Momento en el que al ceder la presión Marieta aprovechó para desarmarlo y romperle el brazo de un giro brusco. – Sois patéticos. – Dijo Marieta, mientras sacaba el revólver que había dejado escondido bajo su almohada. –Ahora  me gustaría que te desnudaras por completo tanto tu como tu hermano, si es que lo es. Si apartar la mirada, volcó el contenido de sus mochilas, – ¡Qué preparaditos veníais! Cinta americana, esposas y lo que parece ser una jeringuilla con algo poco recomendable. Con las esposas, ató y amordazó a los hermanos. Se aseguró que el dueño del hotel no estuviera allí dándole una buena propina, no hizo preguntas, pero le enseñó una especie de mazmorra, pensando que se trataba de algo erótico. Cuando se fue el hombre, los desató y los condujo hasta la habitación secreta, donde los amarró a una especie de equis de madera.

Aún tardaron un rato en volver en sí, tiempo que ella empleó en observar la anatomía de los dos hermanos, ella era bastante mona de cara y con muchas curvas, algo rellenita pero muy atractiva, su coño tenía un vello abundante y descuidado, de hecho hacía tiempo que no se depilaba ni siquiera sus axilas, algo que hizo que Marieta se acordara de cómo puteó al mono. Se le había ocurrido una idea para obtener información más rápido. En cuanto a Jano, era muy parecido a su hermana, solo que su sobre peso se reducía a una pequeña tripa cervecera que bien se disimulaba con una americana sin más problemas al contrario que su hermana, su cuerpo era muy lampiño, se nota que se arreglaba hasta las cejas. Un estudio más pormenorizado, reveló que su ojo del culo estaba bien dilatadito dando una buena información sobre su condición sexual. En cambio el de ella estaba cerrado a cal y canto.

Marieta cogió un cazo con el que había derretido la cera de unas velas y con una paleta, la extendió sobre una axila de la chica, esta con cara de espanto intentaba zafarse, pero estaba bien amarrada, ya no pudo ver más porque le tapó la cabeza con una funda de almohada. Mientras Marieta, con una calma escalofriánte, se limitó a decir –Estáte tranquila porque te va a doler. – Y Marieta, comenzó con un ritual parsimonioso donde al cabo de dos horas dejó a la chica sin un rastro de vello corporal en el cuerpo. Leo lo pasó mal, sobre todo, cuando la cera tocaba zonas tan sensibles como su pubis o su ano, fueron dos horas interminables. Su piel estaba levantada por todo su cuerpo, pero el miedo le impedía sentir nada. El no poder ver nada hacía que su atacante le pudiera pillar por sorpresa en todo momento. Cuando terminó, Marieta se sentó y le dijo, –Ahora que has recibido una pequeña dosis de dolor, puedes empezar a contármelo todo. O puedo seguir haciéndote daño, tu hermano puede que no tenga tanta suerte y que se muera ahogado en el lago por culpa de un accidente de moto. Ahora vas a empezar a hablar verdad, asiente con la cabeza si lo has entendido. – Leo Asintió con la cabeza y fue liberada de su máscara, la visión de los ojos llorosos y la cara llena de mocos contrastaba con el rictus frío de Marieta. Con gran serenidad, le soltó la mordaza de la boca y la prisionera empezó a gritar pidiendo auxilio. Algo que Marieta sabía a ciencia cierta que nadie escucharía, en parte por el aguacero que seguía cayendo. Pero el puñetazo que le soltó en la boca de estómago si lo noto y mucho, tanto que estuvo faltándole el aliento un buen rato.

Cuando se serenó, Leo miró alrededor y vio a Jano. Había esposado uniendo los tobillos a las muñecas de manera que si se portaba mal una patada en el escroto le haría pensarse las cosas de otra manera. Su captora adivinó su pensamiento y le dijo:

        Tu hermano está bien, de momento, pero si no colaboras dejará de estarlo. Ahora te vas a portar bien y empezarás a responder las preguntas. Esos cabrones no te deben nada y te garantizo que no se enterarán. Ahora dime, ¿por qué me querías matar? ¿Te han mandado ellos? Y lo más importante, ¿quién está detrás de mi secuestro y mi posterior venta como esclava?…empieza si no quieres que te aplique unos voltios.

        ¿Pero a ti que cojones te pasa?…es que no lo entiendo, ¿por qué me haces esto?…yo no te hecho nada.

        ¡Que no has hecho nada!, pero si me has intentado matar hace un rato, ¿te parece poco?

        Eso ha sido el imbécil de mi hermano. Pero te juro que el banco no tiene nada que ver con esto, es un banco que blanquea y nada más, no hay nada. Mi hermano tiene problemas, está enfermo y como tal no puede ver el cuello de una mujer sin intentar hacer algo al respecto. Te lo juro, en cuanto ve una zona libre de vello corporal se arranca a morderle. Acaba de salir de la cárcel y quería hacer una ruta con él para celebrarlo. Te juro que es un idiota, después de que lo violaran en la cárcel no pensé que volvería a las andadas. Ahora por favor suéltame y te contaré lo que sé.

Marieta salió de la habitación, estaba acabar con la ansiedad que le corroía, por eso se puso a subir y a bajar las tres plantas de la casa durante un rato muy largo. No había terminado de calmarse cuando entró en la habitación cogió al hermano y arrastrándolo del pelo lo llevó ante la otra Leo. Conectó las pinzas en los bornes de la batería y engancho una de las mordazas al escroto, algo de por sí doloroso. Cuando la pobre chica vio lo que le iba hacer a su hermano, empezó a gritar a chillar de una manera tal, que hizo que ese Marieta volviera a conectar el fusible que le hace ser una persona digamos que normal.

Marieta salió del trance en el que estaba sumida por culpa de la violencia y lo que vio no le gustó mucho la verdad, una chica desnuda con la carne irritada de sobre manera y que imploraba por la vida de su hermano, que estaba desnudo con una pinza de batería en el escroto. Y esas caras de pánico. Soltó a los hermanos, entre lágrimas y diciendo entre dientes –Lo siento, lo siento…. – El hecho de intuir el sufrimiento que les había infligido a esas personas, lo dolía más que cualquier otra tortura. Salió corriendo de allí, sin mirar atrás y  sin importarle lo más mínimo la lluvia torrencial que caía constantemente, tenía dinero en efectivo y joyas más que suficientes para pasar inadvertida el resto de su vida si sabía administrarse.

No miró atrás, y no paró hasta llegar a España, tres días de moto en los que sólo paró para repostar y poco más. Paró al encontrar su playa, a pesar de todo allí estaba sin cambios, se apeó de su moto y sintió la necesidad de bañarse al solo, volver a sentirse libre en un lugar que era sólo de ella y en el que podía estar a su aire. Por ese motivo, se desnudó completamente al Sol, no había sentido calor desde que recuperara la consciencia en Georgia. Y ese clima del mediterráneo árido del sur obró un pequeño milagro, poco a poco notaba como las vitaminas de la luz solar la invadían dándole una sensación de bienestar que había perdido desde hacía años. Estaba decidido, se quedaría allí por un tiempo mientras decidía que hacer. Así, desnuda sobre la arena meditó profundamente sobre la mierda de vida que había llevado, ella sólo había ambicionado tener un marido, un par de hijos que cuidar y un chalet adosado donde hacer barbacoas los domingos. Se había quedado sola, no tenía familia, ni amigos, además dudaba que fuera capaz de quedarse embarazada. Su alma estaba más cubierta de cicatrices que su cuerpo. Nunca sería ya una mujer inocente y temerosa de Dios. Además se había convertido en una psicópata incapaz de sentir empatía alguna. El haber confiado en la gente, le había traído consecuencias desastrosas. Una persona en su situación, se hubiese quitado la vida. Pero ella no era así, al final siempre afloraba una moral adquirida con el paso de los años que se lo impedía.

Los pensamientos se diluyeron por culpa de una tormenta de verano que la obligó a buscar refugio en un cortijo abandonado. A pesar de la suciedad y de estar como una sopa, se acurrucó en un rincón sobre un colchón lleno de mugre y se quedó profundamente dormida. Se despertó con las primeras luces, al ver la porquería que había allí acumulada se sintió muy sucia y bajó al mar a lavarse. Cuando llegó a la calita se encontró con una señora muy mayor y completamente desnuda en la posición del loto y con un rosario en la mano. Marieta se quedó sorprendida de ver a alguien rezar el rosario de esa guisa, se sentó a su lado y empezó a rezar con ella, las dos totalmente desnudas. Nada más terminar la señora se presentó:

        Me llamo Salustiana, ha sido un placer rezar contigo en este sitio, ¿Cómo te llamas?

        Marieta, ha sido un placer también además hacía tiempo que no rezaba y desde luego nunca he rezado el rosario de esta guisa.

        Soy demasiado excéntrica, quizá por ello me echaron del convento.

        ¿Eres monja?

        Así es…¿qué vas hacer ahora?

        Tenía pensado darme un baño, anoche me pilló la tormenta aquí y he tenido que pasar la noche en aquél caserón abandonado.

        Si hubieses levantado la vista, hubieses visto mi casa a cincuenta metros, hubieses dormido seca y caliente…pero no solemos ver más allá de nuestros pies.

        Lleva usted razón, pero está hecho, tampoco vamos hacer un drama de esto. ¿no cree?

        Eres una joven muy práctica, me gusta…te gustaría quedarte unos días conmigo, estoy sola y cada vez se me hace más cuesta arriba vivir así.

        Doña Salustiana…

        Salus, sólo Salus…mi madre se quedó descansando con el nombrecito…jajaja

        Doña Salus, no me conoce de nada lo mismo soy una asesina violadora de ancianas…

        No lo creo Marieta…pero no te voy a insistir te vienes o ¿qué?.

        Si…acepto, pero sólo por unos días.

        Sólo el tiempo que quieras.

La casita de Salustiana era preciosa, muy pequeña, pero adecuada a sus pocas necesidades. La casa tenía un buen porche con una del que colgaba una hamaca. Un viejo Galloper Santamo estaba estacionado en la puerta. Y una huerta al lado del aljibe. En el tejado de la casa había varias placas solares, las suficientes para la poquita electricidad que podía consumir una persona tan austera. Nada más entrar se veía un salón lleno de libros con una pequeña mesa camilla y un sillón junto a un enorme ventanal, la cocina era muy pequeña con lo meramente imprescindible y una habitación tremendamente austera con un armario enano y un cuarto de baño con ducha. Por una pequeña puerta se allegaba al piso de arriba donde se hallaba un desván lleno de más libros y con una pequeña cama – Aquí es donde vas a dormir, puedes leer los libros que quieras, pero por favor no me los desórdenes, ahora si quieres darte una ducha, puedo dejarte algo de ropa– le dijo Salustiana mientras le acompañaba nuevamente hasta el aseo.

A pesar de que caía un pequeño hilo de agua, la ducha fue la mar de reconfortante, hacía días que no se sentía tan limpia. Cuando salió de su aseo, su anfitriona le esperaba con café con leche y unas galletas maría a modo de desayuno. Marieta las devoró con gula, llevaba un día entero sin comer y hasta que no las vio no se acordó de no haber comido nada.

        Lo siento, no tengo nada más, si quieres podemos bajar al pueblo y compramos algo más de tu gusto. De todas maneras deberías comprarte alguna ropa más acorde. –Dijo Salustiana a modo de disculpa.

        Es más que suficiente, perdone los modales pero es que no he probado bocado desde ayer. Si quiere la invito a comer en el pueblo a modo de agradecimiento.

        Pues si no tengo que cocinar ni fregar me parece estupendo. Acepto la invitación. Ahora si quieres bajemos ya al pueblo que hoy hay mercadillo y podrás comprar algo de ropa si quieres.

Dejaron la moto aparcada y bajaron el coche de ella hasta el pueblo, si no estuviera cerca de la playa no dejaría de ser un pueblo como cualquier otro. Y el mercadillo más de lo mismo, con sus vendedores ambulantes ofreciendo sus productos, Marieta compró dos pares de bambas un par de pantalones vaqueros y multitud de bragas, sujetadores, camisetas de algodón y un par de bikinis unas chanclas, calcetines un pijama, vamos lo que vienen siendo un ajuar en toda regla. A la hora de comer, se fueron a un chiringuito que según Salustiana, hacía el mejor caldero del mundo, y bien seguro que lo era, un caldero de langosta, con un caldo tan rico que podía resucitar a cualquiera, todo ello regado con un vino blanco de la manchuela que estaba muy fresquito y rico.

Era una hora temprana y el restaurante estaba todavía medio vacío, pero no quitó que una pareja empezara a discutir, la discusión subió de tono y el hombre le dio una bofetada a la señora, cosa que hizo que Salustiana saliera en defensa de la chica. El maltratador empujó al pobre señor y la tiró al suelo. El resto quedó en blanco en la memoria de Marieta, cuando volvió en sí, estaba en el suelo con unas esposas y al maltratador se lo estaban llevando en camilla con un collarín y llorando como un bebé. La cara de su amiga lo decía todo, mezcla de miedo y preocupación por lo que acababa de ver. La guardia civil se la llevó al cuartelillo en el coche, una vez allí prestó declaración y le dijeron que figuraba en el listado de personas desaparecidas. Así que tenían la obligación de reportar su aparición, pero ella estaba a otra cosa. Allí le leyeron los cargos que le imputaban, al parecer le había roto dos costillas, un brazo y la mandíbula al maltratador y probablemente tendría que beber en pajita durante bastante tiempo. Al final el dueño del restaurante y cinco camareros la redujeron mediante una descarga eléctrica provocada por un taser.  Cuando llegó la guardia civil, estaba atada contra el suelo.

A la mañana siguiente, compareció ante el juez para que prestara declaración, momento en el que apareció Salustiana, acompañada por una abogada que había conseguido en una asociación en defensa de las mujeres maltratadas. La declaración se saldó con una puesta en libertad, la abogada alegó que la respuesta fue tan contundente porque Marieta también había sido víctima de abusos y que se estaba siendo tratada por Salustiana que presentó un informe como psiquiatra colegiada. El juez siendo consciente de la que le podía caer encima, dejó marchar a Marieta no sin antes decirle que no puede hacer esas cosas.

Al salir, se despidió de la abogada y le agradeció a Salustiana el haberle sacado de ahí. Indicándole que se iría hoy mismo de su casa. La anciana, miró a Marieta con cara muy apenada y le dijo:

        ¿Sabes que tienes un desorden muy grave?…tú no puedes ir así por la vida, en conciencia no puedo dejarte ir, quédate conmigo y al menos trataré de aliviarte la carga tan pesada que arrastras.

        No me fío de mí, temo por la vida de las personas, salí huyendo cuando me pasó algo por el estilo, mi mente está hecha una mierda…no creo que tenga arreglo.– le dijo Marieta mientras le caían dos lagrimones como puños de la cara.

        Si no lo intentamos no lo vamos a saber nunca…por lo que veo no tienes a nadie esperándote, por lo que no vas a perder nada. Te advierto que va a ser muy difícil, y que vas a escuchar cosas que no te van a gustar, pero que al final te va ayudar seguro…un año, sólo un año te pido. Ahora aséate y vamos a preparar tu habitación. – Dijo Salustiana ya con un talante totalmente distinto al de una anciana adorable.

Durante el resto del día, no volvieron a tratar del tema de la terapia. Marieta se limitó a instalarse en una casa. Después de comer, Salustiana, le entregó dos cuadernos en blanco y un bolígrafo. –Quiero que escribas en uno tu biografía, para mañana quiero que me hables de tus padres. El otro cuaderno es para que anotes tus sentimientos, cómo te sientes ahora. Mañana quiero que al menos me escribas tu biografía, por la mañana cuando te despierte quiero que la dejes encima de mi mesa camilla. Ahora ponte a ello.– Marieta tan diligente, empezó a contar su pequeña biografía, su infancia los recuerdos de su padre y su relación tan especial, la relación tan compleja que tenía con su madre y la forma tan castrante que tenía sólo con ella. Y cómo juntarse con su padre le suponía una auténtica liberación. Cuando quiso darse cuenta, su cuidadora le estaba subiendo una pequeña cena, miró con satisfacción que había escrito más de veinte páginas, aunque había bastantes tachones. En cambio en la otra libreta no había escrito nada. Algo que no le preocupó en exceso, pues era normal que la gente tan castigada como Marieta le costara abrir sus sentimientos.

A una hora indeterminada, las luces de la casa se apagaron en una clara alusión a que era hora de acostarse. Marieta se tumbó en la cama pero no consiguió ni siquiera un leve pestañeo. Su mente se inundó de recuerdos que quería recoger. Ayudada de una vela que había en la habitación siguió con su escritura hasta que alba. En el momento que Salustiana vino a despertarla, había completado el primer cuaderno de su biografía. Esta no dijo nada se limitó a decirle que se vistiera y que le acompañara. En ayunas llegaron a una cala abandonada donde la invitó a desnudarse y a meditar. Las dos desnudas empezaron con unos ejercicios de meditación, en los que iba poco a poco explicándole cómo debía controlar su respiración. Marieta se sintió fenomenal, al cabo de un rato relajada y sorprendentemente feliz como hacía mucho tiempo. Ya de camino a la casa, su compañera le acompañó al viejo caserón donde había dormido la noche anterior. En la casa había material de limpieza y albañilería. Con una sonrisa socarrona su  psiquiatra le dijo que ella era partidaria de tener la mente y el cuerpo ocupado para ser sometida a una terapia correcta, y por ese motivo iban a restaurar esta casa. Con un escueto “ora et labora”. Le tendió un mono azul y empezaron a currar.

Trabajaron durante varios meses en una incesante actividad, no le preguntaba nada, pero ella seguía escribiendo en sus cuadernos, el trabajo físico le sentaba bien. Con su dinero compró un viejo Volvo 850 ranchera, con un carro para su moto. Hizo varios cursos de formación a desempleados de mecánica de motos y se dedicaba a comprar viejos hierros y a restaurarlos, para luego venderlos. Con el tiempo, decidió comprar la vieja que había restaurado durante aquél verano. Salustiana, se apenó el día que dejó su casa pero al fin y al cabo eran vecinas, por la noche seguía escribiendo sus diarios y dándoselos a su amiga para analizarlos. El que no dijera nada, dejó de sorprenderle. Hasta que un día le dijo:

        Marieta, llevas aquí conmigo dos años y llevas demasiado alejado de tus amigos, ya va siendo hora de que te enfrentes a tus fantasmas y que termines tu proceso, hasta que no lo hagas, no estarás sanada.

        Tengo miedo…Salus.

        Lo sé Marieta, pero es preciso que lo hagas. Te necesito aquí conmigo, necesitas terminar esta mierda, necesitas echar un polvo y verlo como algo normal y para ello, tienes que salir esta rutina y enfrentarte a ellos. Si no lo haces, puedes dejar de hablarme, que no pienso estar contigo nunca más en la vida. Tú decides.

Esa noche Marieta salió de casa con una pequeña mochila, para ir a su vieja ciudad natal, cuando llegó, notó todo bastante raro, como si ya no perteneciese a ese sitio. Seguía con su pelo cortado muy corto y llevaba unas gafas de sol que le ocultaban la cara, cuando se quiso dar cuenta, estaba en el apartamento que compartía con Paka. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez. Cuando llamó a la puerta se encontró con que ninguna de sus amigas vivía allí. Buscó un hostal cercano a su antiguo trabajo y esperó a ver a alguien conocido.

La espera mereció la pena cuando apareció Paka por la puerta, estaba muy cambiada, tanto que le costó trabajo reconocerla, se había convertido en una mujer aburguesada, lejos de la imagen que recordaba de ella. Lo que le rompió el alma fue ver el conductor que la llevaba, era Pancho. Marieta, salió de allí llorando, eran los dos los que le habían jodido de verdad. Pero la terapia de Salustiana había hecho su efecto, en condiciones normales podría haber saltado sobre ella y haberle partido en dos a base de hostias, en cambio, se limitó a buscar el bufete de Iván. Sabía que él podría darle las respuestas.

El bufete ahora se encontraba en un edificio nuevo de oficinas y ocupaba una planta, cuando entró, se encontró a Tina de recepcionista. Iván había salido del armario y había resultado ser muy rentable para él puesto que su clientela eran todos del colectivo LGTB y confiaban en él para llevar sus asuntos. Cuando se quitó las gafas y saludó, Tina se quedó con la boca abierta y no daba crédito a lo que sus ojos veían. Se levantó de su silla y se fundieron en un abrazo sincero mientras que su amiga se la comía a besos, la agarró de la mano y entró en el despacho de Iván como un vendaval. El abogado cuando la vio lloró de la emoción y los tres se abrazaron llorando. Una vez más calmados, él pidió a su ayudante que le cancelara todas las visitas para poder hablar tranquilamente con su amiga desaparecida durante tanto tiempo.

Durante más de una hora, Marieta les contó todas sus peripecias ante la mirada aterrada de sus amigos. Tina e Iván lloraban ante la triste historia de su amiga. Al terminar, Iván le enseñó su expediente, cómo ellos se habían encargado de presentar la denuncia de desaparición y cómo había ganado el juicio de las preferentes y había recuperado su dinero que estaba depositado en una cuenta corriente. Demostrando una vez más que ellos sí habían portado como amigos. Marieta les preguntó por Paka, había pasado por el ministerio y había visto pasar a una mujer muy envejecida que se parecía bastante a ella pero no podía ser que ese trasunto de mujer anticuada fuera su amiga. Tras un breve e incómodo silencio, Tina le dijo:

        Nuestra Paka, se pasó al lado oscuro.

        No te entiendo…– Dijo Marieta.

        Paka…se casó.– Dijo Iván.

        Eso es una buena noticia…¿Por qué dices lo del lado oscuro? –Dijo Marieta.

        Se casó con tu ex…viven en un chalet adosado y digamos que es como eras tú antes de romper con Pancho. –Contestó el abogado.

        No puede ser posible, Paka era una mujer inteligente e independiente ¿Qué pudo pasar?…¿Cómo se ha jodido la vida de esta manera?…y vosotros, ¿cómo no le avisasteis? ¡En especial tú, Iván!..–Dijo Marieta.

        Marieta, Paka y Pancho se veían ya antes de desaparecer, al parecer…–Dijo Tina.

        ¡Calláte Tina! No le hagas sufrir más…– Le recriminó Iván.

        ¿Qué pasa?, por favor no lo ocultéis…necesito saberlo, me lo debéis. –Preguntó Marieta.

        Estaban ya liados antes de que secuestraran, no descartaría que fuera algo preparado por ellos dos. Tu amiga fue una idiota, se dejó vender a cambio de que Pancho moviera hilos para que sus padres fueran a una residencia de ancianos pública y no tuviera que gastar el dineral que se gastaba en la privada, a cambio…–Tina hizo una pausa para coger fuerzas. – A cambio, él cumplió su palabra y la obligó a acostarse con ella bajo la amenaza de que podía echarlos de la residencia cuando quisiera. Por eso se tuvo que casar con ella y mantener sexo a diario con él. Me consta que le ha prohibido vernos, al principio, nos veíamos en secreto, pero debió enterarse porque desde la última vez, que hace ya más de un año, no la hemos vuelto a ver.

        ¿Estás segura de eso Tina?…– Preguntó Marieta.

        Sí, además creo que la maltrata, le ha lavado el cerebro y tiene una dependencia hacia él fuera de lo corriente. La obliga a vestirse como una monja y creo que le hace mil tipos de perrerías. Sus amigos van a casa y juegan a las cartas mientras ella les tiene que servir la comida desnuda sólo cubierta con un mandil, otras veces le ha obligado a follarse a alguien para poder cerrar un trato. No me lo han contado, lo he visto yo, la he estado expiando un montón de tiempo. – Dijo Tina.

        Pancho se dedica ahora a ser una especie de conseguidor, todo lo que necesites de los políticos, él lo consigue. Es poderoso, hay que tener cuidado, tiene a toda la ciudad bajo su mando, es el poder en la sobra y lo ejerce con mano de hierro. Félix tuvo que salir de aquí por patas e irse a vivir a Londres ante el acoso de este cabrón. Lo mejor que puedes hacer es volver y no mirar atrás. – le aconsejó Iván.

        No quiero, es hora de enfrentarme a mi demonio particular, he necesitado muchas horas de terapia y mucho trabajo para darme cuenta que no me liberaré de mis problemas hasta que rompa del todo con mi pasado. Necesitaré el dinero para hacer una serie de pesquisas. – Dijo Marieta. – Y necesito que me acompañes a comprar ropa cara, debo de hacer un plan para que el bicho este pague de una vez por todas todo el mal que ha hecho.

        Ya veo…pero debes tener cuidado.– Dijo Tina.

        Yo ya no tengo nada que perder, pero Paka está bien jodida si le han hecho lo mismo que a mí. Gracias a una buena amiga he podido desprogramarme, pero ella está sola, se lo debo.– Contestó Marieta.– Por eso voy a necesitar de tu arte para poder acercarme al cabrón de Pancho, tengo una idea pero voy a tener que acercarme a él, ¿Dónde está el dinero?.

        ¡Estás loca…! – Le recriminó Iván. – No lo vas a contar…¡Olvídalo, no pienso ayudarte!

        No te necesito, sólo quiero saber dónde atiende sus chanchullos, tengo un plan interesante. Nos vemos en un par de días, necesito hacer preparativos.

Marieta agarró su viejo coche, y salió como alma que lleva el diablo hasta su vieja casa en la playa, desenterró el dinero en efectivo que aún le quedaba, los bonos al portador y su fiel pistola. Se vistió de motera y salió en una vieja Yamaha V-Max, aunque la moto tenía más de veinte años, era la más moderna y rápida que tenía. Dejó una nota a Salustiana, no sabía si a modo de disculpa o de despedida, pero tenía claro lo que iba a hacer, lo tenía claro, tanto que sabía que tendría que ir hasta las últimas consecuencias para poder salvar a su amiga.

Llegó al hostal casi por la noche, estaba rendida y se durmió justo al minuto siguiente de pedir hora para el día siguiente en una peluquería. Nada más llegar pidió que le pusieran extensiones y le tiñeran de rubia. Al terminar una compra de ropa esencial para la misión y salió para oficina del cabrón de Pancho con la intención de actuar de una vez por todas.

El despacho era más fachada que otra cosa, tampoco es que fuera nada del otro mundo pero para un cateto como Pancho sería lo máximo, era todo lo que él representaba un quiero y no puedo. Ciertamente había gastado dinero en él, pero al final…se notaba que rascando la superficie era cutre. Una secretaria, sorprendentemente muy mayor, le atendió y le pidió que le esperara. Marieta llevaba para la ocasión un traje ajustado que dejaba su escote a la vista y unos tacones con plataforma la mar de atrevidos, dándole en conjunto, el tipo de mujer que hacía perder la razón a su ex.

Lo tenía todo claro en la cabeza, pero cuando entró en el despacho y lo vio, había engordado bastante y el pelo lo estaba perdiendo a marchas forzadas. Lleva un traje azul marino que le estaba estrecho. En poco tiempo se había convertido en una sombra de sí mismo, quizá era el odio que le hacía ver todo más claro, o quizá fue la realidad sin más, pero lo cierto es que él estaba hecho una auténtica mierda. Al entrar él se levantó y le ofreció un asiento mientras que decía a modo de saludo:

        ¡Señora!, soy una persona ocupada, pero tratándose de una dama en apuros siempre estoy dispuesto a hacer una excepción. – Dijo el muy baboso.

        No esperaba menos de usted, pero necesito que alguien me aconseje que hacer con esto. – Dijo Marieta mientras abría su cartera y le enseñaba los bonos al portador además de una porción generosa de su escote.

        Es algo poco habitual, pero no es problema, puedo saber de dónde los ha sacado. –Preguntó él.

        Me los ha dejado mi viejo amante en herencia, yo le di bastantes cosas buenas y él correspondió con esto, necesito hacerlo efectivo, para poder tapar agujeros. Ya me entiende. – Respondió mientras se ponía una cara entre pícara e inocente, que le hacían francamente deseable, mientras se sentaba en el confidente dejando a la vista una buena parte de sus piernas.

        Claro, por lo que veo la tenía en un alta estima, entienda que tengo que hacer unas consultillas pero creo que puedo hacerlos convertibles, o bien si quiere conozco a gente que se lo pagaría en efectivo sin más siempre que no se declare nada, como puede entender…– Respondía él totalmente encendido.

        Claro que me interesa, –Dijo Marieta mientras pensaba hacia sus adentros, «te llevas  al menos un veinte por ciento seguro por blanqueo fijo».

        Permítame que la invite a cenar a mi casa esta noche si quiere.

El ofrecimiento pilló a Marieta en fuera de juego pero se arriesgó, sabía que un personaje de su estilo podría intentar llevarse todo y a ella volverle a joder, pero por otro lado se le abría la posibilidad de sacar a Paka de allí. Al menos necesitaba aclarar si le estaban haciendo lo mismo que le hicieron a ella. Aún había cierta esperanza, puesto que había visto que era bastante autónoma, no como ella que estaba totalmente catatónica.

        Acepto encantada, pero no quiero ser una molestia para su familia…

        No tengo familia, sólo una chacha que me cuida.

        Espero que sea guapa. – Dijo ella. –Me ponen mucho las chachas con el uniforme clásico.

        Sus deseos son órdenes para mí, le mandaré un coche a recogerla a su hotel.

        No hace falta, dígame la dirección yo siempre conduzco y no me gusta nada que me lleven. – Respondió Marieta, sabiendo que debía limitar al máximo la capacidad de él.

        Bueno si insiste….

        Hoy me entregan mi nuevo descapotable y quiero estrenarlo a toda costa, espero que lo entienda, quizá podamos estrenarlo en todos los “sentidos”. – Dijo ella giñándole un ojo.

        Por supuesto señorita…esta es mi dirección…, nos vemos a las diez. – Se despidió Pancho mientras le besaba la mano.

        Estoy deseando…– Le respondió sensualmente al oído.

Cuando Marieta salió, de allí asqueada. El cabrón de Pancho se la estaba machacando en el cuarto de baño. Había cosas que hacer, entregó una caja a Iván y un sobre para que lo abriera si a ella le pasara algo. Además les hizo comprometerse a no decir nada. Con un buen fajo de billetes de quinientos, fue a la boutique más cara de la ciudad y compró un traje tan sensual que a duras penas podía dejar indiferente a nadie, sea hombre o mujer. Se depiló todo su ser, y pasó por un compraventa de segunda mano, donde llevaban años vendiendo un Morgan plus 8 verde botella con la tapicería en color caramelo. Era el coche que él siempre  había ambicionado pero tan rastrero que sabía que nunca se lo compraría. Cuando lo pagó en efectivo sólo puso de condición que le pusieran a punto para llevárselo esa tarde a una cita.

Acto seguido, pasó por una tienda de defensa personal, donde compró un teaser y un espray pimienta, que metió en su bolso con una sonrisa. La hora había llegado, estaba preparada para salvar a su amiga y si todo salía como había planeado, podrían volver a estar juntas. Pero sabía que iba a ser difícil. Un repaso en la peluquería, un abrigo de visón precioso y un cochazo descapotable hacían la ecuación más sensual que un hombre podía imaginar. Sobre todo cuando Pancho la recibió en la puerta del chalet con un smoking blanco, que a ella le dio por pensar, «Míralo, parece un puto camarero». Mientras sonreían, ella le dio un beso sensual cerca del oído y le decía. – Está realmente deseable, –Mientras, deslizaba sobre el suelo del chalet su abrigo, dejando a la vista una espalda sin apenas ya cicatrices. Y un vestido de seda que le  marcaba un culo que daba por hecho la ausencia total de ropa interior.

Dicho esto, ella se quedó totalmente descolocada cuando vio a su amiga atada a una especie de cruz, totalmente desnuda y amordazada. Cuando se volvió, un tío enorme, la había ya inmovilizado, de manera que sólo podía ver la cara burlona de su ex novio, mientras decía – ¿De verdad pensabas que no me había dado cuenta que eras tú Marieta? Has sido muy tonta, en venir aquí. La verdad es que te creía muerta o algo por el estilo, ¿acaso no te gustó el marido que te busqué?

El gorila la colocó en una especie de potro que la dejaba totalmente vulnerable y el cabrito de su captor la desnudó por completo complacido de observar que no llevaba ropa interior alguna. Mientras desataba a Paka que paseó por la estancia como si fuera una perrita. Una vez delante de ella se bajó la bragueta y su amiga obediente le comenzó a comer la polla. El gorila a su vez se había sacado un pollón enorme. A la espera de poder recoger las migajas que el jefe dejara. Una vez tiesa la polla, acercó a la pobre mujer al culo de Marieta para que lo lubricara. Estaba más que claro que la idea de él era follársela por donde quisiera e iba a empezar por el culo. Notó como la polla de él entró de una sola vez, pero no gritó ni protestó aguantó estoicamente mientras Pancho le decía que gritara. Marieta se negó, sabía que lo estaba haciendo a posta, pero necesitaba que se desgañitara, para intentar conseguir una oportunidad, además era demasiado pequeña en comparación con otras que ya habían pasado por ahí. El seguía gritándole – ¡Puta de los cojones, quiero que grites!…– Al tiempo que le azotaba. Pero no se dejó vencer, él no sabía que eso era poca cosa para lo que había sufrido con su antiguo “marido”.  – ¡Vas a gritar por mis huevos! Pero Marieta se reía, porque, a pesar del dolor, sabía que eso a él le jodía mucho más. Y se reía, la risa se terminó de golpe cuando Pancho encolerizó de tal forma, hizo algo inesperado, en un ataque de cólera, agarró una porra que estaba allí y la mató a base de golpes en la cabeza. Cuando cayó al suelo Marieta entró en el trance.

Lo que pasó, sigue siendo un misterio, lo único que sabe es que el ruido de sirenas le hizo volver en sí. En la mano tenía una barra de hierro, y en el suelo yacía en gigante con los sesos esparcidos y Pancho abierto en canal con la polla del otro en la boca. Miró por la ventana del garaje y la casa estaba rodeada. Sabía que había sido ella, y sabía que no había nada que hacer. Miró alrededor y allí estaba, su vieja Vulcan. El cabrón de Pancho, no sólo no se había deshecho de la moto, sino que aparentemente estaba impecable y conectada a un cargador de baterías. Junto a la moto había una especie de vitrina con su ropa de motera, sabía que su ex era raro pero que guardara esto a modo de trofeo era el colmo. Se vistió con su vieja ropa y arrancó su moto….«Música celestial», pensó.

Dos coches de policía estaban apostados en la puerta principal del chalet, cuando la puerta del garaje se abrió. En ese momento, uno de los coches del garaje, salió disparado contra los “Z”  de la policía, siendo acribillado a tiros por estos. Cuando el viejo Mercedes los embistió, este siguió como tal cosa, debido  su empuje y peso. El coche paró cuando se estrelló contra un árbol. Al acercarse vieron que dentro sólo había una barra apoyada contra el acelerador y el volante sujeto por unas tiras de tela. Momento que aprovechó Marieta para salir rugiendo con su moto. Cuando estos quisieron reaccionar ya era difícil acertarle con sus pistolas. La persecución estaba servida, ella sabía que tenía el depósito lleno, la había sacado del depósito del vehículo usado como distracción.

Salió con todo lo que daba la Kawasaki, que a pesar de todo no era suficiente y pronto se vio perseguido por un par de  unidades de la Guardia Civil. Entonces al pasar por una sierra lo vio claro, serenamente se despidió mentalmente de Salustiana, Iván, Tina y Felix. Dio gas a su fiel compañera y salió disparada por el viaducto. Por primera y última vez había tomado una decisión por sí sola y se sintió feliz.

FIN 

Relato erótico: “Jane VIII” (POR ALEX BLAME)

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8

Jane se despertó al día siguiente con un ligero escozor en su sexo y la sensación de haber traicionado a Patrick. Sabía que estaba en lo más profundo de una selva que apenas conocía. No sabía el camino a casa y las probabilidades de volver a Inglaterra eran remotas, aun así no dejaba de pensar en que Patrick probablemente le seguía siendo fiel.

Tarzán se despertaba con el alba, así que cuando subió a tomar un poco el sol, él ya había conseguido algo de fruta y estaba comiendo un par de plátanos.

Se acercó a ella con una sonrisa y un sospechoso bulto en el taparrabos pero Jane lo rechazó con un gesto cansado. Estaba un poco enfadada con él. No por el hecho de haberla follado. El salvaje no había hecho nada malo. En tal caso ella había sido la zorra infiel, pero la forma tan bruta y egoísta de hacerle el amor le había enojado.

Sin embargo la reacción de Tarzán encogiéndose de hombros, dándole una fruta y quedándose a su lado tranquilamente sin decir nada la desarmó. Como un adolescente timorato fue acercándose poco a poco hasta que le paso un brazo sobre su hombro. La sensación de protección y de calor que le transmitió el salvaje fue tan intensa que no pudo evitar temblar ligeramente.

Para disimular su turbación Jane cogió un pequeño peine, lo único que había salvado de su vida anterior y comenzó a cepillarse su melena.

Tarzán observo a aquella deliciosa criatura atusarse el pelo. El sol de la mañana, aún bajo, arrancaba chispas de aquella melena roja como el fuego de la sabana. La deseaba tanto como la noche anterior. La sensación de poseerla, de unirse a ella, como hacían sus compañeros de tribu entre ellos, le hizo sentirse completo. No había dormido en toda la noche concentrado en el aroma a sexo que había dejado Jane en él y masturbándose varias veces para descargar la intensa excitación que le producía.

Jane notó como Tarzán se acercaba un poco más y le cogía el pequeño peine de las manos. Imitando sus gestos el hombre metió el peine en la melena y tiró hacía abajo. El peine tropezó con un nudo y Jane se quejó al sentir el tirón.

-Más suave Tarzán –dijo ella –con suavidad, poco a poco y cuando encuentres un nudo demasiado fuerte coge de la melena por encima antes de tirar más fuerte.

El hombre no respondió fascinado como estaba por el brillo que adquiría el pelo con las sucesivas pasadas. En pocos minutos le cogió el tranquillo a la tarea y Jane empezó a disfrutar, sintiendo como las manos del hombre dejaban rastros de fuego en su cuello y como los suaves y repetitivos tirones le producían una sensación de placer y serenidad.

Pronto hizo demasiado calor para permanecer allí arriba así que todos bajaron de las copas de los árboles y se pusieron a comer. A medida que avanzaba el día las malas sensaciones de la mañana se fueron disipando hasta quedar totalmente olvidadas. El encuentro con Blesa había terminado con su inseguridad a la hora de moverse por la selva, pero no se lo dijo a Tarzán que seguía acompañándola en su desplazamiento por las lianas abrazándola amorosamente.

Era tarde y el estanque ya estaba casi vacío, solo dos esquivos sitatungas, que desparecieron en cuanto ellos llegaron, estaban bañándose en el agua.

Tarzán se tiró sin ninguna ceremonia mientras que Jane, olvidado todo su pudor se desnudó y se metió poco a poco en el agua. Tarzán, no pudo evitar mirar y quedar hipnotizado al ver como los pezones rosados de Jane se endurecían por efecto del agua fría. Se acercó a Jane dispuesto a follársela como había hecho la noche anterior pero ella escapó nadando con una sonrisa.

Tarzán intentó atraparla, pero la fuerza de él, la suplía ella con una técnica depurada manteniendo las distancias. Cuando finalmente la atrapó, ella se dio rápidamente la vuelta impidiendo que la penetrase por la espalda y colgándose de su cuello le beso.

Tarzán abrió los ojos sorprendido cuando Jane le metió la lengua en la boca.

-Esto es un beso –dijo ella volviendo a besarle.

-A Tarzán gustar beso –dijo introduciendo violentamente la lengua en la boca de Jane hasta dejarla sin respiración.

-Buff ¡No seas bruto! -Dijo ella jadeando -¿recuerdas esta mañana con mi pelo? Pues esto es lo mismo. Si lo haces con suavidad es más placentero.

-Placen…tero. –repitió él besándola esta vez con más suavidad.

El beso fue largo, sus lenguas se acariciaron con suavidad y se exploraron sin tregua. Jane cogió una de las manos de Tarzán y la puso sobre su pecho. El hombre había aprendido la lección y se la estrujó con suavidad, acarició sus pezones y les dio suaves pellizcos haciéndola suspirar y gemir poseída por un deseo irrefrenable.

Cogiéndola en brazos, la llevó hasta la orilla del estanque. Jane se sentó en el borde y cogiendo la cabeza de Tarzán se la guio con suavidad hacia su sexo. El salvaje se sumergió entre sus piernas y le besó su sexo. Jane se mordió los labios y soltó un largo gemido. El hombre siguió acariciando y chupando el sexo de la joven y disfrutando con las contorsiones que provocaba en ella cada vez que descubría una parte especialmente sensible.

Jane sufrió en sus propias carnes lo rápido que aprendía Tarzán. En pocos minutos se encontró gritando y jadeando con todas sus fuerzas con un orgasmo descomunal crispando todos los nervios de su cuerpo.

Tarzán se detuvo y observo con curiosidad y excitación el cuerpo de Jane caliente y jadeante tensarse con el placer. Jane salió del agua y tumbándose en el suave césped de la orilla invitó a Tarzán a acercarse.

El hombre se acercó y siguiendo sus instrucciones se tendió sobre ella. El peso del hombre sobre su cuerpo menudo la excitó de nuevo y cogiendo el miembro duro y caliente del salvaje lo guio hacia su coño. Tarzán, como un alumno aplicado, le metió su polla y se fue abriendo paso lentamente en el húmedo coño de Jane, empujando con suavidad y acompañando sus penetraciones con suaves suspiros.

Con las piernas de Jane entorno a sus caderas Tarzán se deslizaba con deleite en el interior de la joven aprovechando para sobar y chupar los pechos de la joven.

-Más rápido… –dijo Jane jadeando-

Con suavidad Jane tiro del pelo de Tarzán para acercárselo a su boca y lo besó mientras los movimientos se volvían más urgentes. Cuando deshicieron el beso se miraron a los ojos y los movimientos de él se volvieron más rápidos y violentos hasta que eyaculó en su interior.

La sensación de correrse dentro de la mujer mientras ella le miraba y sonreía abrazada a él fue indescriptible y tan excitante que acentuó aún más su deseo. Olvidándose de lo aprendido comenzó a penetrarla rápida y violentamente haciendo saltar el cuerpo de la joven con cada embate, estrujando sus pechos y retorciendo sus pezones haciéndola chillar jadear y gemir a la vez.

Está vez Jane no se quejó, sólo podía gritar descontroladamente mientras él la follaba llevándola al orgasmo y llenando su coño con su leche de nuevo hasta hacerlo rebosar.

Cuando acabó, Tarzán se derrumbó sobre ella sin fuerzas para gritar. Jane se limitó a sonreír disfrutando con el peso del hombre sobre ella y su miembro mermando lentamente en su interior.

Lo primero que hizo Patrick fue alquilar una pequeña plantación en las afueras, lejos de las miradas curiosas de la gente. Sabía que un hombre con una hiena por mascota no debía exponerse en público así que se despidió de la señora Bowen dándole las gracias y prometiéndole que seguiría abasteciendo su cocina regularmente.

La mansión era más pequeña aún que la de Lord Farquar, pero era más que suficiente para él. Además los anteriores inquilinos se habían dedicado a cazar fieras para circos y zoológicos así que había un cercado bastante grande donde podía tener a la hiena sin llamar la atención.

A la noche siguiente de instalarse cogió un trozo de hígado de su última presa y se dirigió al basurero.

Del lugar emanaba una peste inmunda, pero cuando pasaron unos minutos el olor se volvió soportable y cesaron las náuseas. En cuanto encontró un lugar adecuado apagó la linterna y se quedó acuclillado esperando una señal de sus invitadas.

No tuvo que esperar mucho para que apareciese la primera atraída por el olor de la víscera fresca. La noche era oscura y tras acostumbrar sus ojos a la oscuridad apenas podía distinguir las esquivas siluetas de la hienas moviéndose en la distancia.

El no saber cuántos animales había y que era lo que querían, le resultaba desasosegante pero no estaba dispuesto a tirar la toalla tan fácilmente y palmeando el revólver que colgaba de su cadera llamo a los animales para que se acercasen.

El primero en aproximarse fue un joven macho. Le sorprendió su fuerte olor a carne podrida. Pegó un mordisco apresurado al trozo de hígado que Patrick le ofrecía y se largó rápidamente tragando su trofeo antes de que nadie pudiese reclamarlo.

Pasaron los minutos y parecía que no iba a acerarse ninguna hiena más hasta que se acercó por fin una hembra. Iba a coger un buen trozo de carne cuando un soberbio ejemplar le dio un fuerte mordisco en el cuello para ahuyentarla y hacerse con un gran trozo de hígado. Patrick no opuso resistencia y dejo que se llevase toda la pieza. Mientras, la hiena se separó unos pocos metros y devoró su premio con fruición.

Patrick ya sabía lo que quería.

La siguiente semana volvió puntualmente todas las noches al basurero a alimentar a las hienas. Aunque otros ejemplares se acercaban a comer la primera en hacerlo era siempre la gran hembra. Tras uno pocos días era capaz de acariciar su pelo áspero y mugriento mientras la hiena devoraba carne y trituraba huesos como si fuesen palos de cerillas.

La cercanía con esos animales le permitió descubrir que las hembras eran más grandes y fuertes y eran las que mandaban y mantenían la disciplina en el grupo que podía llegar a ser muy grande. También descubrió que veían perfectamente en la oscuridad y tenían un olfato finísimo ya que en cuanto llegaba al basurero tardaban unos pocos minutos en llegar.

Siguiendo las instrucciones de Subumba no le dio un pedazo de carne impregado con la poción que le había dado hasta que estuvo totalmente seguro de que la hiena confiaba en él. El animal olfateó la carne intentando descubrir el origen del extraño olor pero finalmente se lo tragó. En pocos segundos comenzó a tambalearse y en menos de un minuto la hembra estaba inconsciente en el suelo. Patrick desenfundó el revólver y se acercó al cuerpo dormido vigilando la reacción de las otras hienas. Un viejo macho gruño y les enseño los dientes, pero un disparo al aire y la falta de una líder que les guiase provocaron una rápida retirada.

Patrick cogió el cuerpo inerte y se lo echó al hombro, su cuerpo vaciló ante los casi setenta quilos que debía pesar el animal pero aguantó lo suficiente para poder depositarlo en una carretilla que había dejado fuera del vertedero. Con un suspiro de satisfacción empujó la carretilla y se dirigió a la casa de la hechicera.

Cuando Mili puso el pie en su amada Inglaterra lo hizo del brazo de Avery. Una fina llovizna les recibió recordándoles que estaban en casa. El tren resultó tres veces más cómodo y rápido que el africano y demasiado atestado como para tener un compartimento para ellos solos. Una vez en Londres Mili tuvo que mantenerse de nuevo en segundo plano para mantener las formas. El viaje empezaba a convertirse en un sueño lejano.

Pasaron la noche en casa de los Brown, una familia de ricos comerciantes que habían ganado su fortuna con la compañía de las indias y que le habían hecho ganar mucho dinero a Avery. James Brown no había perdido las esperanzas de casar algún día a su hija de mediocre belleza pero tremendamente joven y rica con él y cuando se enteró de la desaparición de Jane le dio su más sincero pésame y le ofreció solapadamente la compañía de su hija para consolarle.

Para alivio de Mili, Avery rechazó agradecido la oferta y se limitó a cenar y pasar la noche en casa de su amigo. Al día siguiente se levantaron pronto por la mañana y envió a Mili con su equipaje por delante a Hampton House mientras él iba a visitar el London Times y hacía todos los preparativos para hacer una discreta ceremonia por su hija desaparecida. Terminó con el tiempo justo para coger el último tren y llegó a la estación del condado de Lansing poco después de medianoche.

Cuando traspaso la puerta Mili le estaba esperando.

-El resto del servicio quería quedarse a esperarle –dijo ella dejando de tutearlo desde el momento que atravesó el umbral –pero les he dicho que entendías que debían levantarse pronto para cumplir sus tareas y agradecerías lo mismo que la recepción fuese mañana por la mañana.

-Has hecho bien –dijo el acariciando su cara –y sigo siendo Avery, para ti he dejado de ser el Conde de Lansing, por lo menos cuando estemos solos.

-El servicio también ha querido expresarte lo mucho que sienten su pérdida. –respondió ella suspirando con alivio –No son capaces de imaginarse Hampton House sin las risas y las carreras de la señorita Jane.

-Lo sé, a mí también se me va a hacer difícil.

-Quizás yo pueda hacer algo para aliviarte mi señor –dijo ella apretándose a Avery y acariciándole con suavidad la bragueta.

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