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Channel: grandes relatos – PORNOGRAFO AFICIONADO
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Relato erótico: “La decadencia: 2. El nacimiento del dolor” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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SOMETIENDO 4

Sin títuloEl coche miraba al lago. Las luces apagadas, la noche en ciernes, la ciudad bulliciosa e iluminada al fondo. Aun resonando en el eco del manto de estrellas el canto de los cisnes, aun se dibujaba el rastro rosáceo del vuelo de los flamencos al atardecer. La luna me mira pícara extendiendo su luz plateada, mientras Lorena me besa dulce y su mano acaricia mi paquete, muy crecido. Se ajusta las gafas y se recoge el pelo. Se desabrocha la camisa y suelta su sostén. Le agarro las peras y las lamo, noto endurecerse los pezones en mi boca y lamo, entorno a ellos, su piel de gallina.

Lorena desabrocha mi bragueta y libera a mi polla de su prisión. Está gorda, la siento juguetona. La masturba un poco. Se agacha y escupe en el capullo, bajando del todo el pellejo. Ahora la masturba con más facilidad, preparándola. Sus manos saben moverse, y no necesita dignidad pues sabe lo que hace. Sonríe íntima mientras voy cogiendo ritmo.

–        Solo hay tiempo para esto, mi marido llegará en media hora a casa y quiero estar allí. Le dije a Bea que salía a comprar al desavío.

Eché hacia atrás mi butaca y ella se acomodó de lado en la suya. Me disponía a vivir una de las buenas mamadas de Lorena. Mi amada Lorena, por la que estaba perdiendo la cabeza. O tal vez ya perdida, igual me daba. Lo único importante era sentir que podía cambiar mi mundo, retar a Dios y a las leyes. Galopar al ser humano y al destino a mi antojo.

Acomodado, mientras Lorena se recogía el pelo con una horquilla para comerla mejor, miré al espejo retrovisor. Me sobresalté, juro que estaba ahí. Dos ojos ensangrentados y cejas fruncidas en una mueca de orgullo maligno. Desapareció y el espejo salió ardiendo espontáneamente. Sacudí la cabeza alterado. Al volver a mirar ya no había nada. El espejo en su sitio y Lorena mirándome preocupada.

–        ¿Estás bien?. ¿Qué te ocurre?.

Sonreí y regresé a mi cómoda postura.

–        Nada. Tú a lo tuyo.

–        Ummmmmmm.

Se inclinó hacia mi paquete. Su lengua la recorrió entera, acompañándolo de besos. Mientras me daba placer su mirada acudía a la mía coqueta y tímida. A veces se sonreía cuando nuestras miradas se cruzaban más de un segundo. Yo me limitaba en buscar esperanza en su mirada. Algo que me dijera que una vida mejor es posible.

Sus labios se pegaron y su cabeza inició el movimiento mágico de descenso y ascenso. A ritmo de masturbación. Notaba la presión de su boca al llegar al capullo, y su lengua jugando con la punta, sorbiendo levemente en la rajita. Luego vuelta a bajar hasta el final. De vez en cuando una pequeña arcada al meterla entera; hasta me parecía notar su campanilla. Me preguntaba si también se la comía así de bien a su marido. Me quité de la mente la posibilidad de no ser yo su único amante, celoso solo con pensarlo.

Cuando me vino, ella se pegó más todavía. Noté fluir mi leche a través de su boca, noté el movimiento de su garganta al tragarlo; hasta oí el glup glup. Luego la lamió suave hasta dejarla bien limpia. La abandonó justo en el momento en el que empezaba a ponerse muy dura de nuevo.

La bese durante un minuto, notaba su impaciencia por irse. Estuve tentado de decirle “te quiero”. Arranqué el coche y charlamos sobre frío y las próximas navidades, hasta que la dejé en un rincón discreto, a dos manzanas de su casa.

Esa noche tampoco pude dormir. Así que seguí diseñando mi macabro plan. La sensación de no estar solo me acompañó durante toda la madrugada.

–        ¿Estás ahí?

Silencio espeso.

Odio la navidad, aunque Lorena lleva dos años cambiándome la percepción. En nochebuena cenamos en su casa, junto a mi hermana Luisa, seis años menor que yo; la “peque” de la familia. Tuve que aguantar las rebeldías de Luisa y la pesadez de mis padres. Pero lo peor de todo fue ver a la familia feliz de mi hermano, con su impoluto pisito de trescientos metros cuadrados.

“Las viviendas grandes arden bien”.

¿Quién me dijo eso?. Un susurro, solo uno. Como una ráfaga de viento que erizó mi piel y dejó ese mensaje en mi oído. Me sonreí hacia dentro. Pasé la lengua por mis dientes, no estaban afilados. Me sentí defraudado, si el Diablo quería poseerme, cuanto antes mejor. Sufría demasiado esa enfermedad humana llamada sentido común.

Lo mejor de la funesta noche fue, que me perdone Lorena, ver a mi sobrina Bea. Hacía ya semanas que no la veía, y cada vez estaba más guapa. Cerca de los 18 años, melena morena, extremadamente guapa, cuerpo de quitar el sentido. Muy pechugona, al contrario que su madre, pero muy bien puestas y apetitosamente proporcionadas como las de su madre. Estilosa, más que su madre; y también algo más alta. Sangre de mi sangre, sí, pero torres más altas cayeron. Su feminidad, unido al amor que siento por la que la parió, son motivos suficientes para usurpar el trono de cabeza de familia. Matar a mi hermano es algo necesario, y de la forma que voy a hacerlo será una obra maestra. La vida es así, solo se vive una vez.

Decidí beber mucho y hablar poco. Había llevado deberes relacionados con mi plan, así que se me ocurrió cómo hacerlo antes de estar demasiado borracho. Tras la cena esperé pacientemente a que mi hermano fuera al cuarto de baño; solo tenía que estar pendiente de entrar cuando él saliese.

Una vez dentro cerré el pestillo y me centré en la tarea. Días antes había visitado una ciudad cercana, donde había comprado algunos encargos a la mafia rusa. No fue fácil dar con ellos, ni convencerles que no era un policía. La lista de la compra fue completa, y en ella desembolsé dos mil euros en todo lo que me podría hacer falta. Extraje el ladrón de huellas dactilares e intenté pillar las de mi hermano en el botón de la cisterna y el grifo del lavabo. El resultado fue frustrante, pues al trasluz pude ver varias marcas. Decidí desecharlas. Solo me valdrían las del vaso donde fuera a tomar las copas.

Al salir del baño me topé con mi cuñada.

–        Vaya, vaya, vaya, pero si es la tía más buenorra del universo.

–        Tsss, intenta calmarte un poco, ¿quieres?, aquí ni en broma te dirijas a mí en estos términos.

Me quedaban muchas copas por delante, pero me sentía valiente. Y ella estaba preciosa con aquel traje azul marino, con el que mostraba espalda y piernas; y con un escote que enamoraba al más desentendido, y que tan bien disimulaba el tamaño discreto de sus pechos.

–        ¿No te cansas de esconderte?. Mi hermano no merece mantener a una mujer que le engaña. Si fueras íntegra le abandonarías por mí. Huyamos.

Miró en derredor, nerviosa por mis voces. Estábamos solos pues todos hablaban a voces en el salón.

–        No sabes lo que dices. Más te vale controlarte un poco. Si comienzas a dejar de ser discreto tendremos que dejar de vernos.

Me acerqué hasta rozar su cuerpo; la miré fijamente.

–        Ni lo sueñes, te quiero.

Me sorprendió el ver que estuvo a punto de responder “y yo también”. Me lo dijo con la mirada,  y voto al diablo que me acecha que no lo esperaba. Suspiró medio sonriente, medio indignada, y se fue. Mi polla intentó ir tras ella, pero topó con la bragueta.

Desde atrás apareció mi hermana. Me sobresalté demasiado; su cara mostraba indiferencia, dudé si había escuchado algo.

–        ¡Luisa!, que susto me has dado. ¿De donde vienes?

Me miró tan pasota como siempre. Sus 25 años eran suficientes para haber dejado de ser una adolescente insoportable; hasta su sobrina Bea parecía más adulta.

–        Vengo de hablar por teléfono.

Hizo un gesto señalando el final del pasillo, dándome a entender que venía de la habitación de matrimonio de mi hermano y su eterna mujer. Titubeé, mirándola con el ceño fruncido. Me aterraba la idea de que hubiera escuchado la conversación; pero lo que más me aterraba es que mi hermanita hubiera entrado de lleno en esta historia; a cuyos testigos no se les avecinaba un final feliz.

–        ¿Con quien has hablado?

–        Con uno, ¿y tú?, escuché voces en el pasillo.

Examiné su mirada, si sabía algo era muy buena actriz, porque aparentaba máxima inocencia.

–        Con la tita Lorena, le preguntaba por las bebidas.

–        Claro, debe ser eso.

Tal como lo dijo se fue. Algo en mi interior quedó intranquilo, su fría naturalidad siempre heló mi corazón, tanto para lo bueno como para lo malo. Sentía cariño paternal por ella, siempre intenté protegerla de todo.

“Es una puta, como todas”.

Respiración agitada, frío por la espalda; de nuevo el susurro en forma de ráfaga de viento. Me esforcé en relajarme. Dedos índices en cada ojo, ambos cerrados. Inspiré profundamente y dejé salir el aire quemado despacio. Relax.

Pasé el resto de la noche bebiendo, eludiendo a Lorena y dándole vueltas a la cabeza a lo de mi hermana.  Aproveché un descuido para coger las huellas de mi hermano, pero mi mente estaba vacía; no sabía si dar marcha atrás a todo. Fue la visión de Lorena, sonriéndome cómplice después de besarle, la que me empujó a tomarlas.

Me disculpé y me fui. Me sentía muy borracho. Lorena quiso despedirme pero no la dejé, necesitaba pasear y no pensar en nada.

Cuando llegué a casa eran las dos y media da la madrugada. Busqué el papel donde tenía apuntado el teléfono de Inés y la llamé. A las tres y cuarto sonó el timbre de mi casa.

Vestía traje estampado con falda y taconazo que disimulaban su estatura. Como mujer estaba muy lejos de Lorena y Carolina; pero creía recordar que follaba bien y yo le gustaba. Motivos suficientes para reclamar su compañía.

 La hice pasar y le ofrecí una copa. Bebimos mientras charlábamos en el sofá. Estimé conveniente aclarar lo del asesinato; “Me acosté con las dos, así que objetivo cumplido”. Ella rió y pidió más alcohol, se la veía nerviosa. Yo estaba muy empalmado así que me pareció que sería un error seguir bebiendo.

–        ¿Follamos?

Ella se sonrojó. Me levanté y bajé mis pantalones,  quedando desnudo de cintura para abajo. Me acerqué a ella masturbándome. Sentada en el sofá y relamiéndose la recibió sonriente. Dientes muy blancos, pude observar.

Después de un par de frases sin sentido, la agarró y la empezó a lamer. Me dio la sensación de que esperaba hablar más antes de hacer nada. Yo no estaba para bromas, necesitaba sexo. Le agarré la cabeza y la metí en su boca, ella la recibió sorprendida. La metí hasta el fondo, ella tuvo una seria arcada y los ojos le lagrimearon. Su boca no era muy grande, y la imagen de mi pollón dentro resultaba tan excitante como rara. La saqué y la volví a meter, iniciando una follada. Ella se dejaba hacer, sorprendida por mi iniciativa, ni sentía su lengua ni sus dientes, solo el hueco cálido de su boca. Acompañaba con ruidos onomatopéyicos y arcadas ocasionales.

Se la saqué, ella se forzó en sonreír, y volver a mostrar sus dientes blancos, como si no hubiera pasado nada. Entonces la cogí en brazos y la llevé a mi cama.

La desnudé cuidadosamente para no destrozar demasiado la ropa. Inés se dejaba hacer. Cuando la tuve totalmente desnuda dije una pequeña mentira, apoyada por mi pene; el cual andaba en plenitud, deseoso de descargar y encontrar relax.

–        Eres bellísima.

Me dio las gracias susurrando. No estaba mal de todos modos: cuerpo pequeño y manejable. Piernas cortas con muslos regordetes, pechos normales, rondaría la noventa. Cuerpo algo relleno pero bien proporcionado; rubia natural, de poco pelo aunque perfectamente afeitada. Un único hilo fino de pelusillas castañas recorrían su coño con elegancia; coño de aspecto frágil y pequeño, pero bonito y, doy fe, muy tragón.

Decidí lamérselo con calma, decidí tener sexo relajado y sin prisas con aquella chica. Mi lengua lamió sus pies, recorriendo empeine y tobillos. Besos por la zona interior del muslo hasta lamer en su sexo. La lengua lo recorrió lentamente, notando como reaccionaba abriéndose como una rosa. Ella gimió y se abrió más, dejando sus piernas algo levantadas. Su ano era claro y limpio, me animé a meter la lengua mientras dos dedos jugaban arriba y abajo medio palmo más hacia mí. Ella levantó un poco las caderas, facilitándome la labor.

Con el coño y el ano trabajados y bien húmedos, decidí follarla un poco tal y como estaba. Ella me recibió buscando mi lengua con la suya, cerrando sus piernas tras de mí. La penetré hasta coger medio ritmo, mantenido. Ella pedía más fuerte, pero quería que la cosa empezara calmada. Se lo trabajé sintiendo cada centímetro de polla, acariciando sus muslos y sin dejar de lamer su lengua.

Tras unos cinco minutos se la saqué y me tumbé masturbándome despacio.

–        ¿Qué tal?. Trabájala un poco, anda.

–        Vamos cielo.

Buena compenetración, al tumbarme boca arriba ella empezó a besarme el cuello mientras sus pezones se refregaban, muy duros, por mi pecho y abdomen. Masturbó un poco mientras me miraba de abajo arriba, estando a cuatro patas. Su pequeño cuerpo reacomodaba bien entre mis piernas, y más allá su culo era el punto de mayor altitud de su cuerpo, el cual movía lentamente de lado a lado; como una perra mueve el rabo ante un hueso que comer.

Tras una larga y bastante buena mamada, con masturbación y comida de huevos incorporada, decidí cambiar. Necesitaba follarla mientras la abrazaba. Mi mente sucia, mi mal día; necesitaba cariño además de sexo, y la enamoradiza Inés estaba en perfectas condiciones de darme ambas cosas. Ciertamente no me importaba nada jugar con sus sentimientos.

Me senté y le hice señas. Ella se acopló, a la vez que yo echaba ligeramente la espalda hacia atrás para que pudiera clavarse bien. Una vez metida volví a sentarme y nos abrazamos. Iniciamos así un movimiento en balanceo, besándonos y acariciándonos, mientras entraba poco más que el capullo en el coño de Inés. Aunque poca, el roce le provocaba gemir cada vez más interrumpiendo sus besos, los cuales comenzaban a saber a sudor.

Se levantó y me empujó hacia atrás. Me dio la espalda y me dio una cabalgada inversa. Luego se dio la vuelta y me clavó con movimientos pélvicos.

Cuando no pude más me zafé y derramé sobre su cuerpo una buena cantidad de leche.

Le di un beso y fui a darme una ducha. Ella se coló tras de mí y me pidió pis al oído. Abrí el grifo y comencé a orinar, aun con la polla crecida. Ella se arrodilló y la acercó a su boca, bebiendo cuanto pudo.

Nos enjabonamos mutuamente y acabamos follando sobre la placa de ducha. Ella se agachó como pudo y yo se la clavé en el culo, donde finalicé por segunda vez.

No puse pegas y se quedó a dormir. Por la mañana del día de navidad desayunamos y estuvimos toda la mañana follando.

Cuando se fue, encendí el móvil. Tenía un mensaje de mi cuñada Lorena.

“Te echo de menos, ¿podemos vernos?”.

Lo borré y apagué el móvil. No necesitaba sexo y me sentía enfadado con ella. Pero sobre todo me apetecía estar todo el día solo e incomunicado, trabajando para mi plan.

Tras el almuerzo tomé una copa de whisky. Esperé paciente observando la ciudad, la cual parecía más triste con el alumbrado navideño. Por fin llegó, su presencia era cuanto necesitaba para seguir tejiendo el plan.

–        Has tardado.

Como respuesta un jarrón cayó al suelo justo tras de mí. Me sentía aterrado y feliz.

Sonreí y coloqué sobre la mesa las huellas dactilares de mi hermano.

Próximamente continuará…….sex-shop 6

 

Relato erótico: “Women in trouble 03” (POR TALIBOS)

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portada narco3Women in trouble 3 – Odio al imbécil del novio de mi hermana

Sin títuloUna y media de la tarde, centro de la ciudad. 40o a la sombra. Aunque a mí el calor de la calle me daba igual, sentadito en mi Audi, con el aire acondicionado puesto al máximo, contemplando por la ventanilla cómo la ciudad se derretía a mi alrededor, mientras circulaba a paso de tortuga atrapado en el atasco de cada día.

Aunque, a pesar de los 22o que marcaba el climatizador del coche, mi cuerpo estaba ardiendo. No, no estaba enfermo, se trataba únicamente de la reacción natural de mi organismo cada vez que tenía que reunirme con Ricardo, Ricky para los amigos. El capullo con el que mi hermana llevaba liada 3 años.

Mi hermana, Malena. Como siempre que pensaba en ella, algo se agitó dentro de mí.

Malena.

Por más vueltas que le daba, no me explicaba cómo una chica como ella, linda, dulce e inteligente, había acabado enrollada con un parásito como Ricardo. No había explicación. Era un misterio. Ni Iker Jiménez podía dar respuesta a ese enigma.

– Mierda – exclamé – Hablando del rey de Roma…

Mi móvil había empezado a zumbar e, inmediatamente, la conexión Blue Tooth hizo que conectara con el altavoz del coche, que emitió el tono de llamada. En la pantalla del salpicadero apareció el odioso nombre de mi “cuñado”, provocando el rechinar de mis dientes.

Antes, lo tenía almacenado como “Ricardo el cabronazo”, pero, por temor a que Malena lo leyera y se cabreara, opté por cambiarlo.

– Dime, Ricardo – respondí con desgana.

– Hola, cuñado – dijo él, clavándome un cuchillo en las tripas – Perdona que te llame con tan poca antelación, pero es que me ha surgido un problema y no puedo quedar para comer.

No hay mal que por bien no venga. Me alegraba de no tener que ver a ese tipejo durante el almuerzo, pero, aún así, le solté sin poder contenerme:

– No me jodas, Ricardo. Con todo el por culo que diste para que quedásemos hoy y ahora me dejas tirado. Tío, te juro que si no fuera por mi hermana…

– Lo siento, Lucas, lo siento – dijo el cretino, con voz de plañidera – El coche me ha dejado tirado en un pueblo, donde Cristo perdió el zapato. He hablado con los del seguro y por lo menos van a tardar una hora en venir a por el coche. Y eso con suerte.

– Joder – exclamé mientras me regocijaba por dentro de que se hubiera quedado tirado – Pues entonces, no sé. ¿Por qué no almuerzo con Malena y que ella me vaya poniendo en antecedentes?

– ¡NO! – respondió él con excesiva premura – Verás… tu hermana está… Me ha llamado hace un rato y tampoco va a llegar a tiempo… Hemos quedado, si no te importa, en cambiar el almuerzo por una cena… Esta noche, en casa…

– ¿En casa? – pensé en silencio, sin llegar a pronunciar palabra – ¡En mi casa querrás decir, maldito cabrón!

En cambio, lo que dije fue:

– Vale, vale, como sea. Esta noche entonces. Espero que lo tengas todo bien preparado. Y que conste, no te prometo nada, me da igual que estés saliendo con Malena, si la cosa no me parece interesante, pasaré olímpicamente…

– Sí, sí, claro – dijo él, con voz temblorosa – Tú tranquilo, verás cómo te va a parecer una oportunidad cojonuda de inversión. Tengo todos los papeles listos en casa. Lo tengo todo ordenadito y dispuesto. Esta noche te pongo al día.

– Venga, lo que sea – dije, deseando dejar de escuchar su odiosa voz – Me paso sobre las 9, ¿está bien?

– Perfecto.

– Pues nada. Nos vemos a la noche.

Y colgué sin esperar su despedida.

– A tomar por culo… Cabronazo – le espeté al teléfono ya colgado.

Resoplé enfadado. Menuda mierda. No debería haberme dejado convencer por Malena. Sólo de pensar en prestarle pasta al imbécil ése para que pusiera en marcha un negocio… se me revolvían las tripas.

Pero qué iba a hacer. Malena me lo había pedido y yo era completamente incapaz de negarle nada a mi hermanita. La quiero con locura. Es la mujer más maravillosa del mundo y su único defecto… es Ricardo.

Pero he empezado la historia por la mitad. Ni siquiera me he presentado. Los que hayan estado atentos, sabrán ya que mi nombre es Lucas (por favor, guárdense los chistes de Chiquito, estoy hasta los cojones de ellos) y, aunque de la lectura del texto parezca desprenderse que soy un tío maduro (de edad), lo cierto es que soy bastante joven, 19 añitos tan sólo.

¿Cómo es eso? ¿Cómo un niñato de 19 años tiene pasta para invertir y conduce un Audi? ¿Es heredada? ¿Te tocó la primitiva?

¡Nah! Nada de eso. Yo soy uno de esos hombres hechos a sí mismos. Es sencillo. Seguro que muchos de vosotros tenéis en vuestro móvil alguna de las APPs que yo he diseñado. Venderlas y forrarse es todo en uno.

No quiero caerles mal, no piensen que soy el típico ricachón que mira a los demás por encima del hombro y que por eso odio tanto a Ricardo. Nada de eso. De hecho, cuando empezó a salir con mi hermana, hace ya 3 (largos y dolorosos) años, yo era más pobre que una rata y ya le detestaba entonces. El éxito vino después.

Malena siempre ha cuidado de mí. Es dulce, cariñosa, un verdadero encanto de chica. Y se merece algo mejor que Ricardo, desde luego que sí.

Es mayor que yo, 5 años, o sea que en este momento cuenta con 24, en plena flor de la vida. Y, la idea de que esté pasando sus mejores años al lado de un cenutrio sin oficio ni beneficio, es demoledora. No sé cómo ha acabado con él, quizás sea cierto que las chicas acaban buscando como pareja a alguien que se parezca a su padre.

Papá. Otro elemento bueno. Nos abandonó hace 10 años, al parecer incapaz de sacar a su familia adelante. Buena solución la suya, maricón el último, como se dice vulgarmente. Si hay problemas, lo mejor es largarse y que los resuelva otro.

Por lo menos a ése no he vuelto a verle desde entonces y espero que sea así por siempre jamás. Cuando empecé a ganar dinero, hablé con mamá y contratamos a un abogado, que se encargó de localizarle y conseguir que firmara los papeles del divorcio. Estuvo habilidoso el picapleitos, al parecer lo amenazó con años de pensión alimenticia impagados y el cabrito firmó inmediatamente, sin pararse a pensar el por qué mi madre había decidido divorciarse después de tanto tiempo.

Fácil. Para que así no tuviera ni por asomo la posibilidad de presentarse en casa a pedir pasta, porque, cuando vendí la primera APP, todavía era menor de edad.

Pero he vuelto a hacerlo. Sigo contando las cosas por la mitad.

¿Por qué quiero tanto a mi hermana? Porque es maravillosa.

Como decía, mi padre nos abandonó cuando yo tenía 9 años y Malena 14. Mi madre, la pobre, tuvo que matarse a trabajar para sacarnos a los dos adelante, con lo que apenas tenía tiempo para estar en casa atendiendo a sus hijos y tampoco tenía dinero para contratar a alguien que se encargara de la tarea, así que Malena se encargó de cuidarme.

Yo era un chico debilucho, un tanto enfermizo, blanco seguro de los niñatos del colegio primero y del instituto después. Malena se esforzaba todo lo que podía en protegerme y recuerdo que una vez llegó incluso a salir con Carlos, uno de los garrulos del insti, sólo para conseguir que los de su pandilla dejaran de meterse conmigo. Lo hacía todo por mí.

No hice muchos amigos en esos años, aunque, la verdad, tampoco los eché mucho en falta. No me gustaba el fútbol, ni los deportes, lo que automáticamente te convertía en un bicho raro. Así que, todos los días, en cuanto salía de clase, me iba disparado a casa, a ayudar a Malena en todo lo que podía.

Esos años fueron maravillosos para mí. Estábamos increíblemente unidos. Lo hacíamos todo juntos.

Luego fuimos creciendo y nuestra relación se hizo incluso más estrecha.

Para ese entonces, yo tenía ya 14 años y estaba en plena pubertad y ella, casi 19. Nuestros cumpleaños están muy próximos.

Al acabar el instituto, Malena se puso a trabajar para ayudar en casa. Tuvo suerte y consiguió trabajo como camarera en una cafetería del barrio, la del señor Gómez, un buen hombre que siempre la trató muy bien.

Male trabajaba de lunes a sábado en horario de mañana, pero, por las tardes, estaba conmigo en casa, insistiéndome siempre y apoyándome para que me esforzara en los estudios.

Durante esa época, salió con algunos chicos (como el tal Carlos), pero nunca hubo nada serio, lo que en el fondo me alegraba muchísimo. Sí, es verdad, lo admito, mis sentimientos por Malena no eran los habituales entre hermanos y yo, aún un chiquillo, fantaseaba con llegar a casarme con ella algún día.

Por mi parte, aunque las chicas empezaban a interesarme (y mucho), no obtuve experiencia alguna, pues siempre me faltó valor para pedirle a una chica salir. Pero no me importaba, pues tenía a Malena.

Hacía tiempo que no tenía ojos más que para ella. Gracias a Internet, había descubierto el porno, así que no me faltaban fotos y vídeos de tetas y culos para machacármela tanto como me apeteciera, pero, comparado con las veces que lo hacía pensando en ella… el porno no era nada.

Empecé a fantasear con ella a todas horas. Y no, no eran sólo fantasías de sexo, sino también románticas. Hubiera matado porque fuera mía.

Y Malena lo sabía, se dio pronto cuenta de que su hermanito sentía una fuerte atracción por ella, pero, en vez de afearme mi conducta, decidió simplemente ignorarla, sabiendo que aquellas fantasías eran mi única válvula de escape en la pubertad.

No es que ella hiciera nada para alentarme, simplemente es que no hacía nada… para lo contrario.

Recuerdo el día en que comprendí que ella lo sabía. Esa mañana, en el insti, un capullo me hizo la zancadilla y me caí de boca, haciéndome un esguince en una muñeca y un chichón en la frente. Nunca supe quien fue. Sólo recuerdo las risas de la gente en el pasillo.

Esa tarde Malena me vendó con fuerza la muñeca, tras haberse asegurado de que no era más que una torcedura.

Como no podía apañarme, mi hermana se ofreció para ayudarme en la ducha, a lo que accedí inmediatamente mientras el corazón me saltaba en el pecho. Parecía una de mis fantasías.

No, no voy a contarles una escabrosa sesión de sexo con mi hermana en el baño, ojalá.

Simplemente, pasó lo que tenía que pasar. Lo lógico. Me empalmé.

Recuerdo que, al principio, pasé mucha vergüenza, pero luego, empecé a fantasear con que mi hermana… se animara, así que procuré que mi erección fuera bien patente. Ella la vio, sin duda alguna, pero, como dije antes, se limitó a ignorarlo, dedicándose a asearme, poniendo mucho cuidado en evitar la zona de conflicto.

Fue la última vez que se ofreció a ayudarme en la ducha, aunque nunca me reprochó nada.

Me pasaba la vida babeando detrás de ella, como un perrito faldero. Más de una vez la espié mientras se cambiaba, o en la ducha, hasta que los bíceps del brazo derecho se me pusieron como los de Popeye. Y ella como si nada.

Siempre dulce, siempre atenta, la mujer ideal.

Y entonces llegó Ricardo.

Joder. El hijo de puta ya era conocido en el barrio, un perla bueno como habitualmente se dice. Un chulo de mierda, como digo yo. Al principio, pensé que una chica como Malena no duraría mucho con un tipejo semejante, pero qué va, supongo que es verdad lo del atractivo de los chicos malos.

El tío no duraba ni un minuto en ningún trabajo, siempre acababan por despedirle por no aparecer o por tocarse los huevos de sol a sol.

Y, sin embargo, Malena parecía creer que era una especie de advenimiento de Rodolfo Valentino cruzado con James Dean. De Paquirrín con Berlusconi más bien.

El comportamiento de mi hermana cambió. De pronto, pasaba todo su tiempo libre con Ricardo, ya no pasaba las tardes conmigo. Sí, ya sé que es normal que una joven esté tanto como pueda con su novio, pero les aseguro que no era por eso por lo que odiaba tanto al tipejo.

Fue porque mi hermana se convirtió literalmente en otra persona.

De un día para otro, empezó a discutir con mamá por nimiedades, rebelándose contra todo lo que ella le decía, especialmente cuando a mi madre se le ocurría mencionar a Ricardo.

Hasta la gente del barrio se dio cuenta y pronto empezaron las murmuraciones. Que si los habían visto liándose en el parque, que si los habían pillado en el portal, que si en los servicios de una discoteca…

Y lo peor fue que pude constatar que los rumores tenían fundamento, pues una noche, de las pocas en que salí por ahí un rato a tomar algo, me tropecé al llegar a casa con el coche de Ricardo aparcado cerca del portal. Como me pareció ver movimiento, me acerqué con cuidado y lo que vi dentro… háganse una idea. Sólo les diré que, de haberme acercado a saludar, mi hermana no podría haberme respondido por tener la boca llena.

Esa noche me quería morir.

Con el tiempo, Malena logró introducir paulatinamente a Ricardo en nuestras vidas, convenciendo a mamá de que le invitara a cenar de vez en cuando. Mi madre cedió, aunque creo que lo hizo más bien para que pasaran más tiempo en casa, en vez de andar liados por los rincones del barrio, donde cualquiera podía verlos.

Así que me encontré de pronto con el capullo aquel a todas horas en mi hogar. No lo soportaba.

El muy cerdo, tardó poco en coger confianza, así que se pasaba las tardes allí metido con Malena, mientras mi madre seguía deslomándose en el trabajo. Y no pasó mucho antes de que el cabronazo decidiera que mi presencia no era obstáculo para hacer cositas con su novia.

Y mi hermana no le decía no a nada.

La primera tarde en que la tomó de la mano y la sacó casi a rastras del salón, está grabada a fuego en mi memoria. Yo no podía creerme que fuera a atreverse a follársela conmigo allí. Pero sí que lo hizo.

La llevó a su cuarto, cerró la puerta y pronto empecé a escuchar gemidos y suspiros mucho peores que los de cualquier peli porno.

Y lo peor no era que se la tirara sin importarle que yo les escuchara, no, lo peor era cómo la trataba.

No, no me refiero sólo a que le estuviera dando órdenes constantemente, que si tráeme una cerveza, que si prepárame un bocadillo, que si ponme esta ropa a lavar, con la tonta de mi hermana obedeciéndole en todo con una sonrisa estúpida. No, como ya digo, verla rebajarse de esa forma era malo; pero no era lo peor.

Nuestro piso era humilde, en ese entonces no podíamos pagar nada mejor, así que las paredes estaban hechas de cartón, digo… de pladur de ése (sí, ya sabéis de qué hablo), así que podía seguir con bastante detalle las sesiones de sexo que se celebraban en el cuarto de mi hermana.

Sí, lo admito, reconozco que, al principio, me excitaba mucho cuando escuchaba a Malena gemir y relinchar como una yegua, pero, cuando empecé a escuchar constantemente cómo la trataba Ricardo, me ponía literalmente enfermo.

“Chúpamela, puta”, “trágatelo todo”, “ábrete el coño”, “no derrames ni una gota de leche, zorra”… eran expresiones que escuchaba todos los días, mientras la rabia me consumía por dentro y las ganas de plantarme en el cuarto y abrirle la cabeza con una lámpara se hacían inaguantables.

Traté de hablar con Malena, de hacerle ver que no se merecía que la trataran así, que Ricardo era un cerdo y que no era yo el único que lo decía… Como lavarle la cabeza a un burro. Ni puto caso.

Así que, amargado, opté por la solución más lógica. Dejé de venir a casa por las tardes, refugiándome en la biblioteca para estudiar. Y a trastear con el portátil (que en realidad pertenecía al instituto, ni siquiera era mío).

Mi madre, por su parte, acabó claudicando y aceptando a Ricardo en nuestras vidas, ya que comprendió que seguir enfrentándose a su hija no la llevaba a ninguna parte. Supongo que, en su decisión, influyó el hecho de que desconocía por completo las actividades a que se dedicaba por las tardes su hija en la “intimidad” de su dormitorio.

No las conocía o, simplemente, prefería no conocerlas.

Y la familia también se enteró de cómo estaba la cosa y además, lo hizo de forma bastante espectacular.

Nos invitaron a la boda de mi primo Juan y, queriendo tener las cosas en paz, mi madre accedió a que Malena le llevara como pareja. Craso error.

Durante el convite, eché en falta a mi hermana, lo que no me inquietó demasiado hasta que vi un corrillo de gente cerca de la puerta de los baños, chismorreando entre sí y riendo con disimulo.

El corazón se me paró. Recé para que no fuera lo que estaba imaginándome.

Y un mojón.

Minutos después, un bastante satisfecho Ricardo salía del baño con un aire de suficiencia tal que me dieron ganas de calzarle dos hostias. Mi hermana regresó poco después a la mesa, un poco sofocada y avergonzada.

Aunque ni punto de comparación con la vergüenza que pasó mi madre, cuando se dio cuenta de que su hijita llevaba en el pelo un pegote de cierta sustancia blancuzca y pegajosa.

La pobre tuvo que acercarse a su hija a murmurarle unas palabras al oído que hicieron que Malena enrojeciera hasta la raíz del los cabellos, excusándose para regresar al baño con premura, mientras los chismorreos se disparaban por toda la sala.

Y Ricardo allí, con cara de no haber roto un plato en su vida.

Bueno, ya se hacen una idea de lo mucho que quiero a mi cuñado, ¿no?

Poco después de la jovial celebración de la boda, vendí mi primer programa y empecé a ganar dinero, con lo que los apuros financieros de la familia disminuyeron al entrar tres sueldos en la casa, a pesar de tener que mantener a un parásito.

Pasó el tiempo y todo siguió igual. No soportando el seguir viendo a ese tipejo, alquilé un piso en cuanto cumplí los 18 y me largué, aunque seguí dándole dinero a mi madre.

Hace unos meses, cerré un nuevo contrato que me hizo ganar mucho dinero. Tanto que, siendo hombre de gustos sencillos, decidí invertir en comprar una casa mejor para mi familia. Consideré la idea de adquirir un chalet o casa grande, para volver a vivir de nuevo todos juntos, pero entonces Malena anunció su intención de irse a vivir con Ricardo y ni muerto hubiera consentido yo en compartir techo con él.

El muy capullo había conseguido conservar un trabajo (en la empresa de un familiar) durante unos meses y, contando con cierta seguridad económica, querían irse a vivir solos.

Pero, por mucho que odiara a aquel cretino, la idea de separarme de Malena era enloquecedora, así que encontré una solución ideal.

En un bloque del centro, se vendían tres pisos en una misma planta y yo los adquirí los tres. Uno para mí, otro para mamá y otro (aunque fuera como clavarme un puñal al rojo en las tripas) para Malena y su satélite.

Intenté que mamá dejara de trabajar, pero no logré convencerla, logrando tan sólo que dejara las horas extra. Cabezona como ella sola.

Intenté que Malena mandara a tomar por culo a Ricardo, ofreciéndole un buen fajo de billetes si lo hacía, pero sólo logré que se cabreara y amenazara con no volver a hablarme en la vida. Cabezona como ella sola.

Y así seguimos hasta la semana pasada, cuando Male, sabiendo cómo manipularme a su antojo, me convenció para escuchar la maravillosa idea de inversión que tenía Ricardo, con la que podríamos ganar mucha pasta y tener así el futuro asegurado.

Ya. Y yo me lo creo.

Por más que lo intenté, no logré sacarle prenda a mi hermana, que insistía en que todo era idea de Ricardo y que él me daría los detalles.

Me convenció. Me puso carita de pena y no supe decirle que no. Y ahora, dando muestras de lo extraordinariamente responsable que es el tipo, Ricardo me llama para aplazar la reunión de negocios. Capullo.

¿Y qué cojones querría proponerme? ¿Cuál sería ese negocio tan increíble?

No, no me malinterpreten, no es que quisiera saber si el negocio era bueno o no, era que quería tener argumentos suficientes para echar abajo las estupideces que hubieran podido ocurrírsele al mentecato.

Y entonces se me ocurrió una idea.

La documentación del “proyecto” estaba en su (mi) piso, ¿no? Y yo tenía una llave…

– Bien – me dije, sonriéndole al retrovisor – Vamos a obtener información “privilegiada” y así estaré preparado para rechazar cualquier cosa que haya podido ocurrírsele.

Me sentí bien. La idea me seducía. Si me enteraba ahora de qué iba la cosa, tendría hasta la noche para idear argumentos para mandarle a tomar viento, dijera Malena lo que dijera.

Y no me preocupaba que pudieran notar que alguien había entrado en su piso, ni siquiera tendría que poner mucho cuidado en dejarlo todo como lo encontrara, pues sabía que Ricardo había dado llaves del piso a varios de sus “amigos” que se paseaban por allí como Pedro por su casa.

Justo entonces, la circulación pareció aclararse y me libré por fin del atasco. Pisé el acelerador.

……………………….

Un rato después, estaba en mi piso buscando la llave en un cajón. Me sentía tranquilo, mi plan no tenía fallos.

Si por un casual aparecía Male y me pillaba, le diría la verdad, que quería enterarme de qué coño iba la idea de su novio. Y, si aparecía Ricardo, comprobaría que me había mentido, que no estaba en ningún pueblo tirado con el coche y los mandaría a tomar por saco a él y a su idea.

Estaba deseando que apareciera.

……………………..

A pesar de todo, aun sin saber muy bien por qué, puse mucho cuidado en no hacer ruido cuando abrí la puerta de su piso, entrando con sumo sigilo y cerrando tras de mí.

Me asomé a la cocina, encontrándome con los restos del desayuno abandonados sobre la mesa. Meneé la cabeza, apesadumbrado. Desde luego, mi hermana era otra persona.

Yo sabía que Ricardo había convertido la habitación del final del pasillo en su despacho, lo que en su idioma quería decir, un cuarto donde reunirse con sus amigotes a beber cerveza y a jugar a la consola.

Como allí tenía un escritorio (que seguro no había usado nunca), pensé que los documentos del proyecto estarían allí con seguridad.

Caminé tranquilamente por el pasillo, sin sentirme en absoluto incómodo por la flagrante invasión de intimidad que estaba cometiendo, pues, al fin y al cabo, aquel piso era mío.

Entonces me detuve, súbitamente sobresaltado. Al pasar junto a la puerta abierta del salón, me pareció escuchar una especie de zumbido, un ruidito mecánico que no supe identificar.

Me acojoné un poco. A pesar de lo dicho, en el fondo me daba vergüenza que me atraparan en su casa.

Con mucho cuidado, moviéndome con todo el sigilo de que fui capaz, retrocedí sobre mis pasos y me asomé a salón.

El corazón se me detuvo. Malena estaba allí.

………………………

Antes dije que me pasé la pubertad fantaseando con mi hermana. Sí, lo hice. Soñé con follármela de todas las maneras que se me ocurrieron. Me montaba películas, en las que siempre acabábamos en la cama. Bueno, en la cama o en cualquier parte.

Pero, lo que había en aquel salón…

Sin darme cuenta, absolutamente hipnotizado por la impactante imagen, sin acabar de creerme lo que estaba viendo, di un paso, entrando en la sala.

Malena estaba en el sofá, completamente desnuda, amarrada con una maraña de cuerdas que aprisionaban su cuerpo y le impedían cualquier movimiento, en una pervertida postura de bondage que yo había visto alguna vez en mis correrías por Internet, sin sospechar siquiera que aquello se hiciera en la vida real, fuera de las revistas y las películas porno.. Por fortuna, Malena llevaba los ojos vendados, con lo que no se había apercibido de mi presencia. Además, para impedirle pedir ayuda, estaba amordazada con una pelota roja de goma, sujeta por una correa que se anudaba en su nuca.

La postura en que estaba atada era increíblemente perversa y lasciva. Estaba acuclillada, con los pies encima del sofá, atada de forma que sus piernas permanecieran completamente abiertas y separadas, exhibiendo impúdicamente sus intimidades. Además, sus brazos estaban atados a su espalda, bien sujetos, con lo que era completamente imposible escapar o desatarse.

Para rematar el cuadro, me di cuenta de que asomaban dos consoladores de entre sus piernas, uno gordo, de látex, bien hundido en su vagina y apoyado en el mismo sofá para que no se saliera y otro, un vibrador, introducido en su ano, agitándose frenéticamente de un lado a otro gracias al motor de que estaba dotado, origen obvio del zumbido que había atraído mi atención al pasar por el pasillo.

No podía creer lo que veían mis ojos. No podía respirar, la cabeza me daba vueltas.

Me acerqué un poco, tratando de asegurarme de que aquello era real y no un sueño. Al aproximarme, me di cuenta de que en la piel de Malena se notaban perfectamente las marcas de las cuerdas, que le habían provocado marcas enrojecidas, con lo que comprendí que llevaba un buen rato allí sujeta.

Además, de su boca escapaba un hilillo de saliva por la comisura de los labios, que caía directamente sobre el sofá, manchando el cojín de babas. Mareado, di un pequeño traspiés, haciendo ruido, con lo que Malena, que parecía desmayada, alzó bruscamente el rostro y miró a su alrededor, moviendo la cabeza hacia todos lados, como un pajarillo asustado.

– Mmphfffmmm – farfulló, con la mordaza impidiéndole decir nada inteligible.

Estaba alucinado. Sabía que mi cuñado era un hijo de puta, pero aquello era demasiado. ¿Cómo se le había ocurrido tratar así a mi hermana? ¿Qué clase de mente enferma había podido idear algo así? ¿Qué habría hecho ella? ¿Quemarle la comida? ¿No tener cerveza en la nevera?

Apreté los dientes y me prometí a mi mismo que iba a matar a ese cabrón. Mi pobre hermana…

Mi mente era un torbellino, pensando en mi próximo enfrentamiento con Ricardo; se iba a acordar de aquel día el resto de su vida, lo iba a machacar, lo iba a arruinar, lo iba…

En realidad, lo que estaba haciendo era comerme con los ojos a Malena, recorriendo hasta el último centímetro de su piel con la mirada, incrédulo por tenerla allí, indefensa, a mi alcance…

Sacudí la cabeza, librándome de esos pensamientos. ¿Estaba enfermo? ¡Mi pobre hermana estaba allí, atrapada desde Dios sabía cuándo!

– MPHPPPHHHHFFFF – gimoteó Male, en voz más alta, suplicando.

Estiré la mano y enganché con un dedo la mordaza, tirando para apartarla de sus labios. Al hacerlo, un borbotón de saliva escapó de su boca, impactando en el sofá con un ruido sordo. Malena respiró hondo, llevando aire a sus congestionados pulmones.

Me disponía a quitarle la venda, a ayudarla a librarse de las cuerdas, a ofrecerle mi ayuda para vengarnos del bastardo que le había hecho eso, pero entonces me di cuenta de la situación y que su desnudez podía resultarle embarazosa, así que me detuve y miré a mi alrededor, buscando algo con lo que cubrirla. Bastante vergüenza pasaría la pobre al descubrir que su hermano la había visto en semejantes circunstancias.

Y justo entonces, mi mundo se derrumbó.

– Por fin, mi amor – siseó Male cuando recuperó el resuello – Tu zorrita ha sido muy buena y lleva esperándote toda la mañana. Pero ya no puedo más Ricky, me voy a volver loca, necesito tu polla ya, por favor, te lo suplico, dámela, dame tu gorda y dura verga, necesito besarla, necesito que me la metas en el coño, o en el culo, haz lo que quieras con tu puta, pero, por favor, no me tortures más, fóllame… ¡FÓLLAME!

Di un paso atrás, horrorizado. ¿Quién era aquella mujer? ¿Cómo era posible que se pareciera tanto a Malena? ¿Dónde estaba mi hermana?

– Ricky, por favor, fóllame ya, dame tu verga, la necesito…

No podía creerlo, esa puta… Sin darme cuenta, mi polla empezó a crecer dentro del pantalón, endureciéndose a toda velocidad. La sangre se agolpó en mi cerebro, el corazón me latía en los oídos, dejé de ser consciente de mis actos.

Aquella puta, aquella golfa no podía ser mi hermana, era otra mujer que se le parecía. Y, si no era mi hermana, entonces… no pasaba nada por follármela, ¿verdad?

Sin darme cuenta, llevé una mano hasta su cuerpo y le agarré un pecho, con brusquedad, estrujándolo con ganas.

– Sí, mi amor – gimoteó Malena al sentir mi contacto – Estrújame las tetas, son tuyas…

Le hice caso. Llevé mi otra mano hasta el pecho libre y empecé a apretarlos sin compasión, amasando los exquisitos globos de carne con lujuria, la cabeza completamente ida.

Pellizqué con saña sus pezones, retorciéndolos, queriendo hacerle daño, pero ella, lejos de quejarse, gimoteó de placer y se mordió los labios, con una expresión de golfa tal en el rostro, que jamás imaginé fuera capaz de esbozar.

– Sí, cariño, así, pellízcame. Úsame, soy tuya – gemía Male, enervándome.

Sin pensar, eché las caderas hacia delante y apreté mi ya durísimo bulto contra su cara, frotándolo con fruición; ella, por su parte, en cuanto notó el contacto, apretó el rostro contra mi erección, acariciándola con la mejilla con lascivia, literalmente frotando la cara contra mi entrepierna.

– Qué dura está ya, mi amor, qué dura… por favor, tu zorrita ha sido buena, dámela ya, por favor…

Me aparté de ella bruscamente, jadeando y excitado como jamás antes. Con rapidez, me bajé la cremallera y, tras un frenético forcejeo, logré extraer mi rezumante verga del pantalón, volviendo inmediatamente a estrujarla contra el rostro vendado de mi hermana.

– Sí – gimió ella, al notar la palpitante carne apretándose contra su mejilla – Sí, mi amor, tu polla, dame tu polla…

Mientras frotaba el rostro contra mi verga, Malena, poseída por la lujuria, movía la cabeza intentando atraparla con los labios. Yo, sintiéndome juguetón, me agarré el tronco por la base y empecé a restregársela por la toda la cara, pringándole los labios, la frente y las mejillas de jugos preseminales, mientras ella intentaba, a ciegas, atrapar mi polla con sus libidinosos labios de zorra.

Cuando me cansé del jueguecito y su cara estuvo convenientemente embadurnada de jugos, decidí complacerla y, apoyando mi enhiesto falo en sus labios, presioné ligeramente para deslizarlo en el interior de su boca. Ella, feliz como una niña con un caramelo, lo absorbió lascivamente, echando a la vez la cabeza hacia delante, hasta tragárselo por completo, quedando su cara apretada contra mi ingle.

Permaneció así unos segundos, permitiéndome deleitarme con el calor y la humedad de su boca, sintiendo cómo la punta de mi verga rozaba en su campanilla y se introducía parcialmente en su laringe, rumbo a su esófago. Cuando no pudo más, retiró lentamente la cabeza, apretando con fuerza los labios, deslizándolos así sobre mi estaca de forma enloquecedora.

– Me encanta tu polla – dijo, con gruesos pegotes de saliva y otros líquidos resbalando de su boca – Es deliciosa. Me vuelves loca.

Y eso me pasó a mí. Enloquecí.

Verla allí, desnuda, atada, diciendo obscenidades, el calor de sus labios… No pude más.

Sin poder contenerme, agarré su cabeza con ambas manos y, echando bruscamente la pelvis hacia delante, volví a enterrarle la polla hasta las amígdalas, obligándola a echarse hacia atrás, atrapando su cabeza entre el respaldo del sofá y mi ingle.

– Mpfpppfpfffhhhh – gorgoteó Malena, agitando la cabeza, tratando de extraer mi rígida estaca de su garganta.

– Y una mierda – pensé.

Para afianzarme, aferré el respaldo del sofá con ambas manos, inclinado hacia delante sin perder el equilibrio. Cuando estuve seguro de no caerme, eché el culo un poco para atrás, sacándole una porción de rabo, permitiéndole respirar.

Y empecé a follarle la boca. Usando el respaldo como asidero, empecé a bombear en su garganta, hundiendo una y otra vez la polla entre sus carnosos labios, deleitándome con el contacto de su lengua sobre mi excitado nabo.

Esperaba que Malena se resistiese y que, a pesar de estar atada, forcejeara para escapar de mi presa. Pero qué va, la muy zorra, sin duda acostumbrada a aquel tipo de tratamiento, se limitó a relajarse, permitiéndome hundírsela una y otra vez hasta el fondo.

Cada vez que le sacaba una porción de rabo, un chorreón mezcla de saliva y fluidos salía disparado, resbalando por su barbilla y pringándole las tetas. Además, las arcadas que le provocaba mi verga hacían que fuera incapaz de contener las lágrimas, que formaban un reguero continuo deslizándose por sus mejillas.

Me conmoví. Jamás fui capaz de ver llorar a Malena sin que se me partiera el alma. Me detuve, súbitamente consciente de la locura que estaba haciendo.

Me quedé quieto, jadeante, incrédulo de haber sido capaz de cometer semejante aberración, con media polla dentro de la boca de mi hermana y la otra media fuera, brillante y pringosa por sus babas.

Entonces Male gimió, protestando. Como yo no me movía, ella solita se encargó de volver a tragarse mi polla enterita, echando el rostro hacia delante y hacia atrás, follándose la boca con mi verga de motu propio.

Y ya no tuve más dudas.

Con un rugido de rabia, la embestí de nuevo, con ganas, con ansia, odiándola y deseándola a la vez, a punto de volverme loco.

De repente, sentí un indescriptible placer y mis testículos entraron en erupción. Al sentir cómo la corrida estaba lista para brotar, clavé con fuerza las manos en el respaldo del sofá, hasta que los nudillos empalidecieron y eché las caderas por completo hacia delante, enterrándole la polla hasta el fondo, manteniéndola atrapada contra el respaldo mientras mis pelotas se descargaban a placer.

Con un berrido, me derramé directamente en su garganta, disparando semen en su esófago, en su estómago, como complemento proteínico para antes del almuerzo. Ella no se resistió, ni pareció incómoda por tener que tragarse la corrida, sino todo lo contrario. Cuando quise darme cuenta, noté cómo estaba chupando mi pene, como si fuera un bebé prendido a un pezón, tratando de absorber y tragarse hasta la última gota de lefa.

Cuando acabé de correrme, me retiré jadeante de su boca y ella, nuevamente, apretó los labios con fuerza, deslizándolos sobre mi todavía rígida estaca, dejándola perfectamente limpia y presta para la acción.

Cuando la saqué por completo, mi hermana se relamió los labios, en un gesto tan de putilla satisfecha, que mi polla dio un brinco, azotada por un ramalazo de placer provocado por lo morboso de la situación.

– Tu zorrita ha sido buena y se ha bebido toda la lechita, Ricardo. Estaba deliciosa, pero ahora, por favor, dámela, métemela te lo suplico.

¿Es que aquella puta no tenía límites? Pues, si quería polla… ¡YO SE LA IBA A DAR!

Me recorrían un sinfín de sensaciones distintas, me sentía excitado, por supuesto y deseando que aquello no se acabase, pero también me sentía rabioso, enfadado, sin acabar de aceptar que mi dulce hermana se hubiera convertido en aquella ninfómana lujuriosa y perversa.

Sus palabras lascivas, suplicándome que me la follara, me mantenían loco de calentura, pero, sobre todo, estimulaban mi ira. Me quedé mirándola un segundo, de arriba abajo y me di cuenta de que la muy furcia estaba moviendo las caderas ligeramente, intentando que el consolador que tenía hundido en la vagina se agitara en su interior, mientras su compañero a pilas seguía dando vueltas y vueltas en su ano. La deseé y la odié a partes iguales en ese momento. No quería seguir escuchándola, tenía que hacerla callar o iba a volverme loco.

Con un gruñido, apoyé una mano en una de sus rodillas y, dándole un brusco empujón, la derribé encima del sofá. Ella dio un gritito por la sorpresa, que quedó inmediatamente ahogado por el cojín, ya que cayó boca abajo y, al estar atada y no poder moverse, su rostro quedó aplastado contra el asiento del sofá, sin tener siquiera la posibilidad de respirar.

Malena forcejeaba, tratando de levantar la cabeza y poder llevar así aire a sus pulmones, pero con escaso éxito, pues su propio peso la mantenía pegada al cojín. Yo la miraba, en silencio, acariciándome el falo con aire distraído, pensando en cómo iba a follármela a continuación. Me quedé mirando el vibrador de su culo, que giraba y zumbaba sin parar, lo que resultaba incluso hipnótico.

Por fin, desperté de mi ensoñación y, aferrando a Malena por los cabellos, tiré con fuerza levantando su cabeza, con lo que la pobre pudo por fin respirar profundamente, recuperando el resuello.

Pero ni por esas protestó.

– Lo siento, amor – dijo – He sido mala. No me he corrido mientras chupaba tu polla. Me merezco el castigo, pero es que las cuerdas duelen… llevo atada horas…

Joder. Hasta a que le hiciera esas cosas estaba acostumbrada.

Mi polla volvía a ser una roca, seguía deseando con locura follármela. Y ella no dejaba de suplicármelo, así que me dispuse a complacerla.

Me levanté del sofá, con mi rabo como una lanza agitándose entre mis piernas. Me arrodillé en el asiento, detrás de Malena, que seguía boca abajo. La aferré por las caderas y la atraje hacia mí, sorprendiéndome la facilidad con que la manejaba, pues pesaba muy poco.

Me moría por gritarle que iba a follármela, por decirle lo zorra que era y que iba a tirármela hasta reventarla. Pero el poco juicio que aún me quedaba me lo impedía, no podía permitir que reconociera mi voz, tenía que seguir pensando que era Ricardo quien estaba con ella.

Con una mano, aferré el consolador que rellenaba su coño y, tirando con firmeza, fui extrayendo el trozo de látex de su interior. No era tan grande como esperaba, era de tamaño digamos que estándar, lo que me agradó, pues así su coño no quedó excesivamente dilatado al sacárselo.

Quería sentirla bien.

Con una mano, seguí aferrando el pelo de mi hermana, tirando para evitar que su cara volviera a enterrarse en el sofá; con la otra, me aferré la polla, que estaba al rojo vivo y la situé en posición. Malena, al notar mis maniobras, gemía como una perra y me suplicaba que se la metiera de una vez, moviendo el culo a los lados con el estrecho margen que sus ataduras permitían. Apreté los dientes y empujé, clavándosela de un tirón. Cipotazo al canto.

– ¡SÍIIIIII1 ¡DIOS, CARIÑO SÍ! ¡CLÁVAMELA! ¡FÓLLAME HASTA EL FONDO! ¡NO PUEDO MÁS, FÓLLAME, RÓMPEME EL COÑO!

Con rabia, tiré con más ganas de sus cabellos, haciéndole saltar las lágrimas, pero ella no se quejó, sino que siguió gritándome obscenidades que me excitaban y me enfadaban en idéntica proporción.

Usando ambos sentimientos, inicié un mete y saca demencial, martilleando la vagina de mi hermana con ferocidad, follándomela como una bestia. Su interior era maravilloso, justo como siempre había imaginado que sería, un coñito caliente, jugoso y apretado, que daba realmente gusto de follar.

Y, además, podía sentir sobre mi polla las sacudidas procedentes del vibrador que seguía enfundado en su recto, con lo que el placer se incrementaba todavía más.

El jodido vibrador. No podía evitarlo, pero los ojos se me iban invariablemente hacia el dichoso aparatejo. Yo seguía bombeando en el coño de Malena, hundiéndome en ella una y otra vez, pero el maldito vibrador… ¿Por qué iba a disfrutar él de su culito y no yo?

Le solté los cabellos, con lo que su cara volvió a estamparse contra el sofá, ahogándose sus gemidos y jadeos y aferré el vibrador, que dio un salto en mis manos, sin dejar en ningún momento de clavársela hasta el fondo a mi hermana una y otra vez.

Sorprendido por la intensidad del movimiento del puto chisme, empecé a juguetear con él, moviéndolo dentro del culo de Malena, a la vez que seguía penetrándola sin compasión. Malena, a pesar de tener la cara apretada contra el asiento, empezó a rugir como una leona, moviendo el cuerpo a los lados como loca.

Finalmente, di un tirón y lo extraje por completo, quedándome con el insidioso juguetito moviéndose en todas direcciones en mi mano. Con un dedo, encontré el botón de encendido y lo apagué, dejándolo a un lado sobre el sofá.

Miré entonces el ano de mi hermanita, que muy lentamente, iba cerrándose y recuperando su tamaño habitual, una vez libre del intruso artificial. Decidí impedir el fenómeno, empleando una herramienta más… natural.

Malena dio un gruñido de insatisfacción cuando le saqué la verga de golpe, pero no le dejé demasiado tiempo para quejarse, pues rápidamente, con ansia, ubiqué mi estoque en su entrada trasera y, con un fuerte culetazo, la empitoné hasta las bolas, consiguiendo esta vez sí, que aullara como una bestia.

Y empecé a follarle el culo, con las mismas ganas y bríos que había empleado en machacarle el coño. Y si su vagina era buena… su culito era excepcional.

Joder, lo admito. Era mi primera vez porculizando a una chica. Como dije antes, durante mi adolescencia había tenido pocas (ninguna) experiencia con chicas, pero ahora, gracias al dinero, había adquirido bastante experiencia, aunque fuera de previo pago.

Sin embargo, la sodomización era para mí como un mito. Una meta inalcanzable. Nunca me había atrevido a pedirle a ninguna de mis acompañantes que me permitiera la práctica del griego. Es más, ni siquiera había sido capaz de pedirles presupuesto, ya saben, con factura para desgravar luego a Hacienda.

Y allí estaba yo, follándole con toda el alma el culo a mi propia hermana. Me prometí que, después de aquel día, no iba a dejar puta sin sodomizar en toda la ciudad. Aquello era la hostia.

– ¡Coño, que se ahoga! – dije para mí con alarma, al darme cuenta de que había dejado a Malena un buen rato sin poder respirar.

Y dudaba mucho que, a pesar de no parar de bombearla, eso estuviera llevando aire a sus pulmones.

Volví a tirarle del pelo y a levantar su rostro, un poco acojonado por si estaba medio asfixiada, pero que va, la muy golfa seguía gozándolo al máximo, gritando y aullando como loca que le rompiera el culo.

– ¡SÍ, RICKY, ASÍ CARIÑO, FÓLLALE EL CULO A TU PUTA! ¡MÉTEMELA HASTA EL FONDO, QUIERO QUE ME LLENES EL CULO DE LECHE HASTA ARRIBA! ¡FÓLLAME!

Y lo hice. Vaya si lo hice, me clavé en aquel culo a lo bestia, como si fuera una perforadora buscando petróleo; enrabietado, martilleé el esfínter de mi hermana, queriendo incluso hacerle daño, furioso por haber descubierto por fin la clase de mujer que en realidad era.

Ella seguía gimiendo y gritando barbaridades, lo que, aunque me excitaba un montón, también me enojaba muchísimo. No quería seguir oyéndola.

Pero claro, con lo entusiasmado que estaba sodomizándola, si volvía a dejarla sin poder respirar era capaz de olvidarme del tema y que acabara asfixiándose.

Así que decidí darle la vuelta.

– A ver si soy capaz – dije para mí.

Como un desafío, me propuse voltear el cuerpo de mi hermana sobre el sofá sin sacarle la polla del culo, como si fuera un pollo en un espetón. Una vez más, me sorprendió lo fácilmente que podía manejarla, era ligera como una pluma. Si es que las plumas pudieran ser tan putas, claro.

Lo conseguí con bastante facilidad. Alzándola a pulso, la hice volverse sobre el asiento sin desclavarla en ningún momento, sintiendo en mi polla cómo su ano se retorcía y me mantenía bien sujeto. Cuando estuvo boca arriba, la dejé de nuevo sobre el sofá y, echando las caderas hacia delante, volví a enterrarle en el culo la porción de rabo que había extraído para facilitar mis maniobras.

– ¡SÍIIII, AMOR MÍO, SÍ, CLÁVAMELA HASTA EL FONDO, QUIERO SENTIR TUS HUEVOS EN MI CULO, MÉTEMELA, MÉTEMELA HASTA EL… PHHHHFFFF!

Enrabietado, ahogué sus gritos simplemente aferrando la mordaza y devolviéndola a su lugar, cerrando su boca de furcia con la pelotita de goma. Aunque eso tampoco la molestó lo más mínimo, pues continuó gimiendo y gritando como loca, aunque al menos logré que no se le entendiera nada de lo que decía.

Seguí follando, bombeé y bombeé. Me sentía pletórico, mi sueño por fin se había hecho realidad. Ahora que no la escuchaba diciendo obscenidades, cerré los ojos e imaginé que, en realidad, estaba tirándome a la dulce Malena que yo tanto quería y no a aquella especie de súcubo sometida por el cabronazo de Ricardo.

Miré a un lado y nos vi reflejados en el cristal del mueble de la televisión. Me encantó lo que vi, me sentí poderoso, importante, un macho aniquilador que estaba convirtiendo a una mujer en su esclava a base de darle placer.

Me fijé en el oso de peluche que Malena tenía en la estantería, que parecía estar disfrutando del espectáculo de ver cómo le rompían el culo a su dueña. Sonriendo, saludé al osito con la mano, redoblando mis empellones en el culo fraterno.

Y me corrí. Como un animal. No importó para nada lo intenso de mi anterior orgasmo. Si era para Malena, mis cojones eran capaces de fabricar litros de leche. La llené hasta arriba, tal y como ella me había pedido.

Resoplando agotado, le saqué el nabo del culo a mi hermana, con lo que un borbotón de semen brotó de su ano, manchando todavía más el sofá. Malena no se movía, parecía haberse desmayado por el placer y su cabeza colgaba a una lado, desmadejada e inmóvil.

Me senté a sus pies, recuperando el resuello. Había sido el mejor día de mi existencia. Reí, feliz y contento, mirando al techo, agradecido por primera vez en mi vida a Ricardo.

Poco a poco, fui serenándome. Malena empezó a despertar, moviendo la cabeza a los lados, sin poder ver por la venda, gimoteando cosas ininteligibles debido a la mordaza. Divertido, aparté nuevamente la bolita roja, para escuchar lo que mi hermana tuviera que decirme.

– Ha sido increíble, amor. Nunca me habías follado así. Creí que me iba a volver loca de gusto.

Mi ego estaba a punto de estallar al oírla.

– Pero ahora suéltame, Ricardo, ya no puedo más. Me duele todo. No voy a ser capaz de preparar nada para comer, tendremos que comer algo precocinado. O mejor, pide unas pizzas…

Y entonces sucedió. Una vez recuperada la calma, al escuchar a Male hablar de cosas tan triviales, las consecuencias del crimen que acababa de cometer se abatieron sobre mí como una tonelada de ladrillos.

Pero, ¿cómo había podido? ¿Me había vuelto loco? ¡Había violado a mi hermana!

Al borde del infarto, me puse en pie de un salto, devolviendo mi completamente mustio pene al encierro del pantalón. El corazón se me iba a salir por la boca. ¿Qué iba a pasar cuando volviera Ricardo y Malena descubriera que no había sido su novio el que se la había follado?

Entonces me detuve. Un momento. Quieto parado. ¿Y por qué iba a sospechar que había sido yo? No había razón alguna. Yo era su hermano. Y ellos no sabían que tenía llave de su piso. Lo lógico era que sospecharan de alguno de sus amigos, de esos a los que el capullo de Ricardo les había dado la llave. Y lo mejor era que no sabrían quien había sido.

Si Ricardo era capaz de tratar así a su novia, no me extrañaría lo más mínimo que, no queriendo implicar a ninguno de sus amigos, no denunciara el suceso a la policía.

Todavía podía salir con bien de todo aquello.

Frenéticamente, volví a colocar la mordaza a Malena, que ésta vez sí protestó extrañada, forcejeando un poco. Tras asegurarme de que la venda seguía en su sitio, fui corriendo al baño a por una toalla, que usé para limpiar lo mejor que pude el desastre que había en el sofá.

Al estar Malena de nuevo en posición erguida, mi semen no había dejado de brotar de su culo, que yo limpié briosamente hasta eliminar la mayor parte, mientras mi hermana protestaba y se agitaba enfadada, quizás pensando en que su novio se disponía a dejarla allí atada un rato más.

Estaba a punto de marcharme, cuando vi el consolador de látex tirado en el suelo. Pobrecito, iba a coger frío. Me incliné y lo cogí, arrodillándome de nuevo frente a los muslos abiertos de mi hermana, deleitándome una vez más con el exquisito aroma de su coñito.

Con una sonrisa diabólica en el rostro, separé bien los labios de su vagina y, colocándolo en posición, retorné el trozo de látex a su ubicación original, mientras mi hermana se retorcía y gimoteaba.

Sin dejar de sonreír, aferré el otro aparatejo, que seguía tirado en el sofá, y, con cuidado de no hacerle daño, volví a metérselo en el culo, para volver a encenderlo a continuación. En cuanto el cacharro empezó a zumbar y a retorcerse, mi sonrisa se hizo todavía más ancha y, sintiéndome completamente satisfecho, me levanté y salí de la sala, abandonando el piso a continuación, mientras Male seguía chillando y forcejeando en el salón.

Me largué del bloque inmediatamente, procurando que nadie me viera y conduje hasta un restaurante en la otra punta de la ciudad, confiando en que todo saliera como esperaba.

Y, si no era así… Al menos me habría follado a mi hermana.

EPÍLOGO:

En cuanto la puerta del piso se cerró tras Lucas, se abrió otra en el interior de la vivienda y Ricardo, tras asegurarse de que no hubiera moros en la costa, caminó tranquilamente por el pasillo, rumbo al salón.

Allí le esperaba su novia, convenientemente atada y empaquetada, con los dos consoladores bien enterrados en sus tiernos agujeritos.

– Fiuuuuu – silbó Ricardo al ver a su chica – Menudo cabronazo está hecho tu hermano. Menuda bestia.

Al oír la voz de su amante, Malena se agitó, indignada. Sonriendo, Ricardo avanzó hacia ella mientras metía la mano en el bolsillo, de donde sacó una pequeña navaja. Con habilidad, usó el instrumento para empezar a librar a la mujer de las cuerdas que la atenazaban, hasta que por fin, sintiéndose libre, la agarrotada chica se derrumbó sobre el sofá, librándose ella misma de la venda y la mordaza.

Tras hacerlo, alzó la vista, encontrándose con la mirada divertida de su novio, que la miraba de pie, junto al sofá.

– Jo, cariño, estoy hecha polvo – dijo Malena – Menudo palizón me ha dado.

– Ya lo he visto – dijo Ricardo sin dejar de sonreír – No esperaba que el julay de Lucas llevara tanto dentro.

– Te lo dije – dijo Malena devolviendo la sonrisa – Ya te conté que lleva toda la vida babeando por mí. No iba a ser capaz de resistirse.

– Punto para ti – dijo él – Lo admito. Todo ha salido como lo habías planeado.

Malena se encogió de hombros, en un gesto condescendiente, mientras su novio hacía el signo de ok con el índice y el pulgar.

– Anda, tráete el aceite para masajes. Estoy hecha polvo.

Obediente, Ricardo salió de la sala, regresando instantes después con la botella de líquido. Acostumbrado a esas cosas, se sentó en el sofá, junto a su novia, que no tardó ni un segundo en tumbarse boca arriba en su regazo, con las tetas apuntando al techo.

– Sé delicado, que me duele todo – dijo Malena.

Sonriendo, Ricardo extendió una generosa capa de aceite sobre el torso de su chica y empezó a extenderlo con las manos, aliviando la piel de las rozaduras de las cuerdas y relajando los músculos tras haber estado tanto tiempo inmovilizados.

Especial atención dedicó a los pechos de la muchacha, que le volvían loco, entreteniéndose en juguetear con los sensibles pezones, como sabía le gustaba a ella. Pronto estuvieron enhiestos, como también lo estaba su polla, que se apretujaba contra la espalda de la chica, que sonreía con lascivia al notar la presión que ejercía la entrepierna de su novio.

– Vaya, vaya, cómo estamos… Se ve que te ha gustado el espectáculo – dijo con voz insinuante la chica.

– No ha estado mal. Pero tu hermano es un bestia.

– Lo sé. Ya te dije que no tiene ni puta idea de mujeres.

– ¿Te has corrido?

– ¿Con él? ¡Ni de coña! Aunque reconozco que el puto vibrador daba un gustirrinín que…

Siguieron charlando un rato, con Ricardo masajeando a su novia, devolviendo la tonificación a sus músculos. Cuando Malena estuvo satisfecha, se dio la vuelta sobre el sofá, permitiendo a su novio masajearle la espalda, el cuello y los hombros, recreándose especialmente en los soberbios glúteos de la muchacha.

– ¿Lo has grabado todo? – preguntó Malena.

– ¿Tú qué crees? Tres tomas diferentes, una cámara ahí y otra ahí – dijo señalando dos puntos de la habitación – Y la última, la de nuestro amigo Teddy.

El oso de peluche pareció devolverle la sonrisa a Ricardo. También se lo había pasado bien con el espectáculo.

– ¿Sabes? Me muero por ver la cara que va a poner esta noche tu hermanito cuando le hablemos de nuestro “negocio”. No sabes la de tiempo que llevo queriendo borrar esa expresión de suficiencia y desprecio con que me mira siempre – dijo Ricardo.

– Tranquilo, que vas a quedar satisfecho.

– ¿Cómo se siente ahora, señorita Malena, al saber que no va a tener que volver a trabajar en su vida?

– Fenomenalmente, señor Ricardo. Y ahora, déjate de tonterías y fóllame de una puta vez antes de que te meta dos tortas. Odio quedarme a medias – dijo Malena con tono imperioso.

– Como usted ordene, mi ama – dijo el chico poniéndose tenso, respondiendo inmediatamente a las órdenes de su dueña.

Y las obedeció al pie de la letra.

FIN

PD: Querido lector, si conoces algún otro caso de Woman in trouble, házmelo saber y, si es interesante, podría animarme a contar su historia (aunque no prometo nada). Un saludo y gracias por leerme.
Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un e-mail a:
ernestalibos@hotmail.com

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Relato erótico:”Jane IV” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 24

Sin títuloJane despertó, vio una cara oscura, arrugada y curiosa, reculó asustada a toda velocidad, perdió pie y cayó fuera del nido. Un segundo después notó un tirón en el tobillo y quedo suspendida boca abajo a quince metros del suelo con el corazón en la boca. Levantó la vista y vio la cara del chimpancé asomándose por el borde del nido enseñándole su dentadura con una mueca sardónica.

-¡Joder! –dijo Jane por primera vez en su vida.

Respiró profundamente dos veces y reuniendo las fuerzas que le quedaban, logró doblarse sobre sí misma y agarrar la liana de la que estaba suspendida. Poco a poco fue trepando los cinco metros de liana que le separaban del nido bajo la atenta mirada del chimpancé que sonreía y se hurgaba la nariz disfrutando del espectáculo. Tras un par de minutos de agónico esfuerzo logró agarrarse al nido e izándose en un último esfuerzo logró pasar la cabeza por encima del borde. Ver la cara de un hombre blanco de pelo largo y enmarañado y sonrisa salvaje le hizo perder el equilibrio de nuevo cayendo otra vez al vacío.

-¡Joder! –Dijo Jane por segunda vez en su vida mientras escuchaba furiosa las risas provenientes de arriba –me estoy empezando a cansar de hacer el idiota.

Jane se dobló de nuevo pero no pudo repetir la hazaña anterior y solo logró ver como hombre y mono la observaban y parecían compartir algún tipo de broma. Jane cada vez más enfadada les hizo señas para que la izasen, pero ellos divertidos se lo tomaron con calma y estuvieron viéndola balancearse un rato antes de empezar a tirar de la liana.

Cuando llegó arriba la cara de Jane estaba como la grana, más por el enfado que por haber estado suspendida varios minutos boca abajo. El chimpancé se apartó instintivamente al ver el gesto de ira de la joven, pero el hombre la miraba con descaro y curiosidad infantil. Era un hombre joven, alto, vestía un minúsculo taparrabos de cuero con lo que Jane pudo admirar su cuerpo musculoso, sus hombros anchos y su pecho profundo. Tenía el pelo largo y negro atado con descuido y los ojos marrones, unos ojos que la escrutaban como si fuese una especie de jeroglífico que aquel hombre intentaba desentrañar. Sacando los labios hacia fuera y emitiendo un sonido parecido a un suspiro acercó la mano al rostro de Jane y le tocó la melena. Jane primero intentó apartarse pero como solo percibió un gesto de curiosidad le dejó hacer. Parecía no haber visto una persona de su raza en toda su vida. Cogió un mechón de pelo y se lo llevo a la nariz olisqueándolo ruidosamente.

-¡Hey!, ¡Cuidado! –grito jane cuando el salvaje tiro del pelo para que la mona también lo oliera.

La chimpancé no fue tan comedida y después de aspirar el perfume del champú de Jane empezó a dar gritos y saltos y acabó encaramada en una horquilla dos ramas por encima de ellos. El salvaje observó las evoluciones de la mona unos segundos y luego continuó examinando a Jane. Palpó su ropa e intento tirar de ella para ver lo que había dentro pero Jane se lo impidió con una sonora palmada.

-¿Hablas mi idioma? –Le preguntó Jane esperanzada.

-¿Parlez-vous français? –repitió en francés recibiendo el mismo silencio por respuesta.

-¿tu parli italiano?

-¿Sprechen du deutch?

El salvaje se dedicó a mirarla sin decir una palabra. Jane, maldiciendo su suerte suspiró y empezó por el principio:

-Yo Jane, -dijo señalando su pecho con el índice –¿y tú? –dijo tocando su pecho.

El hombre respondió con una mirada interrogativa así que armándose de paciencia repitió otras dos veces hasta que finalmente el hombre respondió:

-¡Jane! –dijo señalándose no muy convencido.

-No, no, no –dijo ella perdiendo la paciencia y pensando que aquel tipo era más tonto que una piedra –Yo Jane, tú…

-¡Tarzán! –dijo con una sonrisa de iluminado.

-Tú Jane –dijo el salvaje hincando su dedo dolorosamente en una teta de Jane –yo Tarzán, tu Idrís –dijo señalando a la mona que seguía observándolos desde arriba.

-No, -dijo sacudiendo la cabeza –ella Idrís. Yo Jane, tú Tarzán, ella Idrís.

-Yo Tarzán, tu Jane, el-la Idrís. -Dijo el señalando correctamente con una sonrisa de satisfacción.

-Ahora sigamos con la lección –dijo arremangándose la blusa –tu y yo dijo señalándose a ambos -humanos, ella –dijo señalando a Idrís – mono.

-Tú, yo, humanos, ella mono.

-Yo, nosotros –dijo señalando a ambos –humanos. Idrís mono…

Cuando se dio cuenta el sol estaba alto en el cielo y un rugido de sus tripas le recordó que no tenía ni idea de cuando había comido algo por última vez. Moviendo su mano sobre su estómago y haciendo el gesto de echarse algo a la boca le pidió algo de comer. El salvaje pareció entender, se irguió, se golpeó varias veces el pecho con los puños y desapareció en la espesura. Mientras volvía y siempre bajo la vigilante mirada de Idrís se sacó la bota para examinarse el tobillo que le había salvado la vida. Estaba magullado y tenía una pequeña escoriación en él pero podía moverlo con libertad y apenas le dolía. Probó a ponerse de pie pero toda la frágil estructura del nido se estremeció y con mucho cuidado volvió a dejarse caer en el lecho de hojas. Cuando miró por el borde vio que el suelo estaba a más de veinticinco metros de altura y por primera vez fue consciente de la fuerza que debía tener aquel hombre para haber logrado subirla hasta allí.

Mientras el hombre volvía Jane se dedicó a observar a Idrís, jamás había estado tan cerca de un animal salvaje y su ausencia de miedo ante su presencia le desconcertaba un poco. Con una señal inequívoca le animó a la chimpancé a que se acercase. Idrís pareció dudar unos momentos pero luego pudo más la curiosidad y se bajó de la rama en la que estaba encaramada dejándose caer con habilidad sobre el nido. Por su aspecto con pelos blancos en la barbilla y algunas calvas distribuidas por todo el cuerpo daba la impresión de ser bastante anciana, pero sus ojos grandes y verdes expresaban vitalidad y curiosidad.

Con deliberada lentitud para no sobresaltar al animal fue acercando una mano hasta poder acariciar la mejilla de la mona. Idrís se giró un poco y olfateó la mano de Jane mientras emitía unos cortos suspiros. Jane sonrió por la calidez y la inteligencia con la que se expresaba el animal sin tener que decir una sola palabra. Durante unos instantes Jane consiguió olvidarse de su precaria situación; perdida en la selva, sin armas ni pertrechos y a merced de los caprichos de un salvaje incivilizado. Cuando Tarzán llegó con una selección de frutas entre los brazos Idrís estaba espulgando amorosamente el largo y rizado pelo de Jane.

Diez minutos después Jane estaba tumbada en el nido sintiéndose atiborrada de plátanos y unos frutos amarillos y blandos que le dieron una ligera sensación de mareo. Ante la atenta mirada del salvaje se quedó rápidamente dormida.

Cuando despertó, el sol empezaba a caer y atendiendo a los gestos de Tarzán se levantó y se puso en movimiento tras él. Durante unos doscientos metros no le pareció tan difícil moverse por la bóveda forestal a pesar de que su ropa se enganchaba y sus botas resbalaban en la corteza húmeda constantemente. Al igual que en el suelo, los animales tendían a moverse siempre por los lugares más accesibles y hacían pequeños senderos en el ramaje. Sin embargo, cuando llegaron al final del sendero y sus dos acompañantes se lanzaron con naturalidad al vacío para agarrar una liana y poder acceder al árbol siguiente se quedó congelada mirando al suelo treinta metros más abajo. Desde el otro lado Tarzán le hizo señas y la llamó por su nombre para que hiciese lo mismo pero rápidamente se dio cuenta de que Jane no era capaz, saltó de nuevo a la liana y con una naturalidad asombrosa, se acercó a ella la cogió por el talle y la deposito en el otro árbol. Fueron unos pocos segundos pero la sensación de ingravidez y el fuerte brazo del hombre ciñendo su talle contra el despertaron en Jane una punzada de deseo. Durante todo el viaje se repitió la situación. Ella avanzaba a trompicones entre un ramaje más o menos espeso y cuando llegaban a un obstáculo que a Jane se le antojaba insalvable, él la cogía por la cintura y ella entrecerraba los ojos, se dejaba llevar y humedecía su ropa interior con el deseo. Cuando volvía a poner el pie en un lugar más o menos seguro recordaba a Patrick y su compromiso y la culpabilidad y la vergüenza se apoderaban de ella.

Al llegar a su destino las botas sucias, la ropa ajada y el pelo revuelto merecieron la pena. A su derecha una cascada de veinte metros de altura desaguaba en un estanque de aguas frescas y cristalinas. En el claro que lo bordeaba una familia de gorilas remoloneaba entre la hierba verde y frondosa junto con un par de elefantes y unos antílopes parecidos a las jirafas pero con rayas blancas y negras en las ancas como las cebras. Por los árboles que rodeaban al claro, jugaban, peleaban y gritaban los compañeros de Idrís ahogando los trinos de miles de pájaros.

Sin mirar a Jane Tarzán no se lo pensó y con el alarido que había escuchado cuando estaba en manos de los bandidos se lanzó al estanque desde lo alto del árbol. Jane ayudada de una liana bajo hasta el suelo, se quitó la ropa sucia detrás de un pequeño arbusto bajo la atenta mirada de los dos elefantes y con un movimiento furtivo se metió en el agua disfrutando de su frescor.

Al darse la vuelta vio como Tarzán observaba con curiosidad su cuerpo distorsionado por las ondas del agua. Jane se tapó los pechos y el sexo con las manos con una sensación de vergüenza pero también de emoción al ver el deseo en los ojos del hombre.

Llevaban días buscando y se les acababa el tiempo. Cada hora que pasaba las posibilidades de Jane disminuían y cada hora que pasaba sus ánimos decrecían. Con las primeras tormentas el suelo se embarró y los rastros, de haber existido, habrían desaparecido, así que tuvieron que retirarse derrotados antes de que la temporada de lluvias los dejase aislados. El padre de Jane parecía haber envejecido diez años de repente .Cuando llegaron a la aldea, Patrick estaba tan furioso que mató a los dos guías y aunque no cumplió su promesa de matar a todos los habitantes de la aldea, le dio una soberana paliza al jefe jurándole que si volvía a enterarse de que le tocaban un pelo a otro hombre blanco volvería para cumplir su promesa.

El viaje de vuelta a Ibanda fue triste por la ausencia de Jane y penoso por la lluvia que no dejaba de caer empapándolo y embarrándolo todo.

-Lo siento Avery –dijo Patrick con el refugio de caza ya a la vista –debí ser fuerte y negarme a llevarla conmigo. Es mi culpa, soy su prometido y debí imponer mi criterio.

-No te culpes Patirck, -respondió Avery –ambos sabemos que si adorábamos a Jane, en parte era por su atrevimiento y su independencia. Nada en el mundo le habría disuadido de acompañarnos.

-Yo… la amaba sinceramente. No sé qué voy a hacer ahora sin ella. –dijo Patrick hundido.

-Debemos seguir adelante, volver a Inglaterra y continuar con nuestra vida, aferrándonos a su recuerdo. –replicó el anciano con la voz temblando.

-No, -dijo con una mueca de tristeza –no me iré de aquí sin encontrar al menos su cuerpo. Eso se lo debo. Cuando termine la estación de lluvias volveré y la encontraré.

En el refugio les esperaba Lord Farquar lo bastante recuperado para poder viajar gracias a los cuidados de Mili, aunque la mirada esperanzada que lanzó a los dos compañeros se veló rápidamente ante el gesto de tristeza y derrota que portaban los dos hombres cuando traspasaron el umbral.

A la mañana siguiente cogieron el tren con destino a Kampala y llegaron a la mansión de Lord Farquar ya avanzada la noche.

El ánimo en la mansión era el de un funeral. La casa permanecía en un silencio sólo roto por los ocasionales sollozos de Mili. Henry y Avery permanecían en el salón, sin hablar, fumando puros y bebiendo una copa de coñac tras otra. Patrick se dedicó a disparar su rifle practicando su puntería hasta que dejo de pensar en nada, cargar, apuntar, disparar, extraer el casquillo, cargar… continuó bajo la lluvia hasta perder la noción del tiempo. Cuando oscureció se retiró a su habitación totalmente indiferente a lo que ocurría a su alrededor.

Avery se sentía totalmente vacío, su hija y única heredera, a la que amaba hasta el punto de dedicarle toda su vida, había desaparecido y ni siquiera tenía un cuerpo que llorar. Estaba bebido, pero el coñac tampoco ayudaba. A las dos de la madrugada Henry se disculpó y poniendo su mano vacilante sobre el hombro de Avery y apretándolo suavemente se retiró a sus aposentos. Avery siguió bebiendo y fumando en la oscuridad hasta que se sintió lo suficientemente borracho como para caer inconsciente en la cama.

Una vez en su habitación se quedó sentado con la cabeza dándole vueltas pero incapaz de pegar ojo, los ojos verdes de Jane le miraban acusadores desde el fondo de su mente. Se acercó al equipaje y revolviendo entre las armas sacó su revólver, el viejo Colt Peacemaker le había acompañado fielmente por todo el mundo. Acarició el cañón y con los ojos llorosos se lo metió en la boca. El sabor a hierro y lubricante invadió su boca. Apretando los dientes amartillo el arma y puso el pulgar en el gatillo… Unos suaves toques en la puerta interrumpieron sus pensamientos y acabaron con su determinación. Con un suspiro apartó el arma y lo puso bajo la cama.

-Adelante –dijo Avery con la voz entrecortada mitad por efecto del alcohol, mitad por la emoción.

-Hola señor –dijo Mili atravesando el umbral con pasos vacilantes. –he oído ruidos en mi habitación y pensé que podría necesitar ayuda.

-Gracias, eres muy amable, pero no necesito ayuda –replicó Avery arrastrando las palabras. –nada puede ayudarme ahora.

-Entiendo perfectamente por lo que está pasando señor. He sido la doncella y confidente de Jane desde su juventud y la quise como como a una hermana. He sacrificado todo, incluso parte de mi felicidad por ella y nunca me he arrepentido. Jane era la criatura más valiente y generosa que nunca conocí.

-Lo sé y sé que ella también te quería y valoraba tu amistad y tus consejos. En fin, estoy convencido de que ahora está en un lugar mejor.

-Yo también, -dijo ella mientras se acercaba y le ayudaba a Avery a quitarse las botas. –Ahora debe acostarse e intentar dormir un poco. Yo le ayudaré.

Con manos hábiles fue quitándole la ropa a un Avery ausente hasta que este quedó en ropa interior. Le ayudó a acostarse en la cama y se tumbó junto a él.

-¡Oh! Avery cuanto lo siento –dijo Mili apretándose contra él procurando que el hombre sintiese la tibieza de su cuerpo a través del tenue camisón.

Avery se removió pero no se apartó de aquel cuerpo generoso, cálido y acogedor. Mili alargó el brazo y rozó los calzoncillos con sus manos regordetas. La polla de Avery reaccionó ante el contacto pero lentamente por el alcohol que corría por sus venas. Mili introdujo sus manos bajo la tela y empezó a sacudir el pene de Avery con suavidad notando como crecía poco a poco. Avery gimió y se revolvió de nuevo pero no apartó a la doncella.

Con una sonrisa, Mili apartó el calzoncillo, se metió el pene semierecto de Avery en la boca y comenzó a chuparlo con fuerza. Poco a poco el pene de Avery fue creciendo en la boca de Mili hasta llenarla por entero. En ese momento empezó a acariciarlo con su lengua con más suavidad, haciéndole disfrutar y embadurnándolo con su saliva, Avery gemía suavemente y acariciaba el pelo de la mujer con torpeza.

Mili se irguió y se quitó el camisón mostrando al hombre su cuerpo blando y generoso con unos pechos grandes y unos pezones rosados e invitadores. Avery alargó la mano y la introdujo en el triángulo de oscuro vello que había entre las piernas de Mili. La mujer se estremeció ligeramente al notar los dedos de Avery acariciar su clítoris y penetrar en su húmedo y cálido interior. Excitada y deseosa por acoger el brillante miembro de Avery en su interior se agacho y le dio al hombre un largo y húmedo beso. Su boca sabía tan fuerte a una mezcla de Whisky y tabaco que le hicieron vacilar pero rápidamente se puso a horcajadas y sin darle tiempo a Avery a reaccionar se metió su polla hasta el fondo. Había dedicado tanto tiempo a Jane que hacía años que no yacía con un hombre. La sensación de tener de nuevo un miembro vivo, caliente y palpitante en su interior fue tan deliciosa que no pudo evitar un grito de placer y satisfacción. Las sensaciones irradiaban desde su vagina y se difundían por todo su cuerpo despertándolo de un largo sueño. Comenzó a moverse con movimientos lentos y profundos mientras dejaba que Avery manoseara y pellizcara sus pechos y sus pezones volviéndola loca de deseo. Cuando se dio cuenta estaba saltando con furia sobre el hombre empalándose con su miembro duro y ardiente. El orgasmo interrumpió el salvaje vaivén unos segundos mientras Mili jadeaba con su cuerpo crispado y sudoroso pero inmediatamente siguió subiendo y bajando por su pene con su coño aun estremecido hasta que notó como Avery se corría dentro de ella inundando su vagina con su semen espeso y caliente.

Mili se derrumbó agotada sobre Avery y sintió el miembro del hombre decrecer lentamente en su interior. Cuando recuperó el resuello depositó un beso en la frente del hombre que ya roncaba ligeramente, se levantó de la cama y salió sigilosamente de la habitación.

Se tumbó en su cama agotada pero satisfecha. Alargo su mano y recogió un poco de la leche de Avery que había escurrido por el interior de sus muslos. La observó a la luz de la luna y la acarició entre sus dedos. En ella residía su futuro, aunque sabía perfectamente que no era una jovencita, aún era fértil y pretendía aprovecharlo.

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Relato erótico: “jane V” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 25

Sin títuloJane espero pacientemente en el agua hasta que Tarzán perdió momentáneamente el interés por ella y salió del estanque. La joven sólo tuvo unos instantes para admirar su cuerpo musculado e imaginar lo que escondía bajo el taparrabos. Se mordió el labio con un gesto de indecisión y se dirigió al arbusto donde había dejado la ropa. Cuando llegó descubrió a Idrís y otros dos colegas haciendo girones sus bloomers y poniéndose sus bragas de sombrero. Jane cogió el sujetador y se lo puso antes de que los chimpancés lo intentasen e intentó quitarle las bragas de la cabeza al compañero de Idrís, un joven macho, obviamente sin conseguirlo. El chimpancé la esquivó con facilidad y se subió al árbol más cercano sin dejar de hacerle muecas y tirándole pequeñas ramas y hojas. Afortunadamente Idrís estaba despistada observando las monerías de su compañero y se dejó arrebatar lo que quedaba de los bloomers con facilidad, de las botas no había ni rastro. Cuando se los puso, observó con desesperación que ambas perneras estaban rajadas y mordisqueadas y la izquierda estaba descosida casi hasta la cintura. Con un suspiro de resignación se puso la prenda y se arregló las perneras provisionalmente ciñéndoselas al muslo con los restos de la blusa. Con la cara roja de vergüenza se incorporó y buscó a Tarzán. Sorprendida vio como estaba peleando con un viejo gorila macho, bastante más grande que él. Tarzán lo azuzaba y le daba sonoros golpes en el pecho y la espalda mientras eludía los gigantescos puños del simio. Al principio se asustó, pero pronto se dio cuenta que tanto los golpes de uno como del otro eran controlados y no pretendían hacer daño de verdad. Tras unos minutos terminaron por abrazarse y espulgarse mutuamente ajenos a lo que pasaba a su alrededor.

Jane los observó largo rato, totalmente confundida, incapaz de asumir que la relación entre un hombre y un animal pudiese llegar a ser tan íntima. Jane había tenido perros y recordaba con especial afecto a Jack, un viejo terrier al que quería con locura. Era listo y parecía anticiparse a los pensamientos de su ama pero perro y ama sabían cuál era su lugar. Ella mandaba y el obedecía. Sin embargo, lo que estaba viendo en ese momento, era a dos individuos de especies distintas relacionándose en un plano de igualdad…

-¡Joder! –exclamo Jane por tercera vez en su vida dándose un golpe en el cuello.

Cuando se miró vio su mano decorada con los restos de un mosquito de considerables dimensiones. Tarzán levantó la cabeza y se acercó curioso a ella para ver lo que pasaba. Acercó su nariz al cuello de Jane y la olisqueó interesado. La joven notó como el suave vello que cubría su cuello se erizaba ante la sensual caricia del aliento del salvaje. Tras unos segundos Tarzán retiró su aliento y le indicó por señas que la siguiera hasta una zona fangosa cerca de la orilla sur del estanque donde estaban los elefantes. Con un gesto con los brazos y un par de gritos les hizo retirarse y acercó a Jane hasta el borde fangoso.

Cuando Tarzán cogió un buen montón de barro y se lo extendió por el cuello ella hizo el amago de protestar. El fango era de color claro, casi blanco y olía a vegetación en descomposición pero enseguida notó el frescor y un inmediato alivio de la picadura. El hombre no se limitó al cuello sino que empezó a untar el resto del cuerpo con el barro haciéndole entender a Jane mediante señas que evitaría la picadura de los mosquitos. Las manos de Tarzán acariciaron su cara dejando una fina capa de barro que rápidamente se endureció formando una costra impermeable a las picaduras de los insectos. Jane cerró los ojos disfrutando del cálido contacto de las manos del hombre. Tarzán cogió un poco más de barro y comenzó a bajar por el pecho untando sus hombros y sus clavículas y la parte del escote que dejaba al descubierto su sostén. Cuando Tarzán recorrió sus costillas y juntó sus manos en su vientre Jane no pudo contener un corto suspiro de placer. El salvaje pareció no advertirlo y siguió con su tarea lenta y metódicamente embadurnando su espalda hasta la cintura de los bloomers. A continuación continuó con sus pies. Untó su empeine y el puente, siguió con el talón y terminó en sus dedos donde se demoró acariciándolos uno a uno y recorriendo toda su longitud. Jane abrió los ojos respirando agitadamente. Tarzán la estaba mirando de una manera que la hacía temblar. Sin dejar de mirarla a los ojos comenzó a masajearle las pantorrillas y lentamente empezó a subir por las piernas arriba, electrizando todo su cuerpo, hasta introducirse en las perneras de los destrozados pantalones. Afortunadamente las manos chocaron contra el arreglo provisional que había hecho Jane y el hombre no pudo pasar de la parte baja de los muslos.

Contrariado, Tarzán intentó deshacer los nudos pero Jane se separó y cogió un puñado de fango con su mano –ahora me toca a mí –pensó mientras acercaba la mano al pecho del hombre.

Tarzán no se apartó y Jane pudo acariciar el pecho del salvaje. El pecho era amplio, duro y musculoso, mientras hacía dibujos en el con el barro que había cogido de la charca recordó el de Patrick más pálido, más blando y con más pelo y con una punzada de remordimiento apartó la mano y se retiró un par de metros confundida y arrepentida. Tarzán hizo el amago de acercarse pero pareció pensárselo mejor y terminó el sólo de cubrir su cuerpo de barro.

Avery se levantó tarde, la cabeza le estallaba y se sentía aún mareado por el efecto de los excesos de la noche anterior. Se dirigió al porche dónde ya le estaba esperando Henry con los restos de su desayuno, viendo como las nubes descargan sin piedad millones de litros de agua sobre la arrasada llanura.

-Dentro de un par de semanas, el paisaje habrá cambiado tanto que no lo reconocerías –dijo Lord Farquar con un deje de tristeza en la voz -¡ojalá estuviese Jane para verlo!

-¿Y Patrick? –preguntó Avery.

-Se levantó al amanecer y le dijo al mayordomo que iba a ver si encontraba algo de caza por los alrededores. Yo que las hienas me escondería, ese hombre está guardando mucha rabia en su interior.

-Me vuelvo a Inglaterra. Jane está muerta, no quiero saber nada más de este continente. En cuanto tenga listo el equipaje me iré.

-A la tarde sale un tren con dirección a la costa, me ocupare de que todo esté listo para que lo cojas.

-Gracias Henry. Patrick se quedará aquí, ¿Podrías hacerme el favor de acogerle en tu casa? –Preguntó Avery a su viejo amigo –necesito saber que hay alguien pendiente de él.

-Descuida, eso ya lo tenía en mente. –Respondió Henry –Lo que necesita Patrick es desahogarse. Los jóvenes son fuertes y poco a poco ese dolor se irá suavizando y podrá volver a su vida.

-Eso espero, Patrick estaba totalmente prendado de mi hija, pero su vida debe continuar, ya no puede hacer nada por… ella.

La visión de Mili con un traje oscuro y discreto pero incapaz de disimular sus generosas formas despertó en Avery vagos e inquietantes recuerdos de la noche anterior. Entre las brumas alcohólicas las imágenes de Mili desnuda cabalgando desaforadamente sobre él le provocaron una sensación de desazón. Por un momento se sintió un miserable pero la cara de Mili serena y su gesto de ternura hacia él le tranquilizaron un poco.

Intentando no pensar en todo lo que estaba ocurriendo, se inclinó sobre los huevos revueltos y el zumo de fruta y durante la siguiente media hora se dedicó a engullir comida sin decir absolutamente nada. Pasado un rato Henry se disculpó y los dejó solos y sólo entonces Avery se atrevió a apartar la vista de la comida y dirigirla a Mili.

-Respecto a lo que ocurrió anoche, espero no haber…

-Tranquilo –le interrumpió Mili aparentando serenidad –no ocurrió nada que yo no desease. Quizás te parezca un fresca al decir esto pero nunca comprendí eso que dicen de que la desgracia une a las personas hasta anoche.

-Me alegro, si te soy sincero anoche bebí demasiado y desde que apareciste por la puerta he empezado a recordar fragmentos de lo que pasó.Temí haber abusado de ti por la fuerza. Por experiencia sé lo que un hombre borracho puede llegar a hacer y temía haberme dejado llevar por mis impulsos más primitivos. –Replicó Avery aliviado –de todas formas este no es el lugar adecuado para hablar, durante el viaje tendremos intimidad suficiente y tiempo para pensar. Prepárate, nos vamos esta misma tarde.

Mili asintió sin decir nada pero obviamente parecía satisfecha. Probablemente esperaba que él la tratase como a una puta que le había seducido en un momento de debilidad con el cuerpo de su hija aún caliente pero Avery no era de esa clase de hombres. Si de algo estaba seguro era de que si se había cometido un error la noche pasada era un error compartido, una culpa compartida…

Avery apuró lo que quedaba del zumo y despidiéndose educadamente se retiró para ultimar su equipaje.

Afortunadamente Patrick ya estaba de vuelta de su excursión para el mediodía y pudieron despedirse. Llegó cansado y cubierto de barro pero con un aspecto más tranquilo después de haber abatido un par de impalas. Se despidieron con un abrazo no antes de recordarle que sus puertas siempre estarían abiertas para él. El joven lo agradeció educadamente pero sus ojos le decían a Avery que probablemente no lo volvería a ver.

La tarde empezaba a decaer cuando el tren llegó finalmente a la estación de Kampala con tan sólo un par de horas de retraso. Avery y Mili tomaron posesión del único vagón de primera clase que había en el tren y que estaba totalmente vacío.

Entraron en uno de los compartimentos y se sentaron uno frente el otro aliviados por estar al fin en movimiento. Protegida de los insectos y de la persistente lluvia, Mili se quitó la pesada capa que la cubría mostrando un vestido cómodo y sencillo de un discreto color beige. Avery intentó mirar el paisaje que se deslizaba ante él con desesperante lentitud pero no podía evitar mirar de vez en cuando a Mili con la que mantenía un incómodo silencio. Ella no demasiado incómoda se mantenía sentada en el asiento muy erguida mirando a través de la ventanilla. De vez en cuando una pequeña pela de sudor brotaba de detrás de su oreja y resbalaba despacio por su cuello abajo para terminar perdiéndose de vista entre los generosos pechos de la mujer.

En esos momentos Avery lamentaba no poder recordar nada más de la noche anterior, lamentaba no atreverse a seguir con sus labios el recorrido de la gota de sudor hasta que el escote de su vestido se lo impidiera…

Un camarero interrumpió sus pensamientos sirviéndoles una cena fría y poco apetitosa. Ambos comieron poco y en un obstinado silencio. El camarero terminó de servirlos rápidamente y se despidió deseándole que pasaran una buena noche. Ambos se recostaron en sus asientos y se acomodaron como pudieron para pasar la noche lo mejor posible. Con el rabillo del ojo vio como Mili metía la mano en su escote e intentaba aflojar un poco su corsé para estar un poco más cómoda.

Avery oyó un ligero suspiro de alivio y en pocos minutos la respiración de la mujer se tornó suave y acompasada. Cerró los ojos dejándose mecer por el movimiento del tren e intentando dormir, pero estaba demasiado turbado. Ahora que Jane no estaba con él su vida había perdido sentido. Al morir su esposa había dejado el ejército y se había dedicado en cuerpo y alma a la educación de su hija. Muchos de sus familiares le habían aconsejado que se casara con una mujer joven y guapa, y no le faltaron proposiciones de padres interesados por procurarle una buena situación a sus hijas, pero siempre se mostró reacio y al final le dejaron por imposible. Ahora que se había quedado sin ella, no se sentía con fuerzas para ir de fiesta en fiesta con una joven y activa esposa del brazo. Todo lo que deseaba era una tranquila vida en familia, pero lo único que le quedaba era un yerno loco de dolor y Mili. En cuanto pensó en ella los recuerdos de la noche le asaltaron, las imágenes del rostro de Mili crispado por el placer le excitaron y deseo tenerla de nuevo en sus brazos.

Cuando Jane alcanzó la adolescencia, Avery descubrió que había cosas de las que no podía hablar con su hija, así que habló con el padre de Mili un primo lejano que había arruinado a su familia con toda clase de excesos y le había sugerido que la joven, que tenía unos diez años más que Jane, fuese su dama de compañía. Las dos jóvenes congeniaron casi de inmediato. Mili resultó ser inteligente y avispada y constituyó una inestimable ayuda para Avery. Pero a pesar de su figura exuberante, sus ojos azules, su pelo negro y brillante, sus facciones suaves y su sonrisa dulce nunca había pensado en ella de manera lasciva.

Un relámpago sobresaltó a la mujer que abrió los ojos y descubrió a Avery observándola.

-¿No duermes? –Preguntó Mili.

-No puedo… -dijo Avery turbado sin saber que decir.

-Has estado muy callado durante el viaje.

-Sí, lo siento pero me temo que no soy una alegre compañía.

-Tranquilo, lo entiendo –dijo ella con dulzura –son demasiadas cosas en las que pensar. Quizás sea un buen momento para charlar sobre lo que te preocupa…

-Cómo traducir en palabras la confusión que se ha adueñado de mí. –replicó él – Hecho de menos a Jane y sé que hago bien en volver a Inglaterra pero a partir de aquí no sé qué más hacer. El futuro que tan claramente se mostraba hace unas semanas ahora es un vacío negro y turbador.

-Te entiendo perfectamente, yo he perdido a mi mejor amiga y confidente, ahora sólo me quedas tú –dijo Mili acercando su mano a la cara de Avery.

-Mili, no deberíamos… -dijo él sintiendo como todo su cuerpo respondía ante una sencilla caricia.

Mili se incorporó y sin hacer casó de la débil protesta del hombre deslizó su mano por su pecho mientras acercaba sus labios a los de él. El beso fue violento y húmedo, como la tormenta que había estallado en el exterior, pero mucho más placentero. Avery no podía apartar los ojos de los enormes pechos que se insinuaban bajo el escote del vestido. Mili se dio cuenta y desabrochándose la parte superior del vestido y aflojándose el corsé los liberó para que él pudiera admirarlos.

Avery los cogió entre sus manos y los estrujó con fuerza sin dejar de besarla, Mili gimió excitada, metió la mano por debajo de los pantalones de Avery y cogió su paquete. Está vez su polla se irguió inmediatamente. Mili le quitó los pantalones y los calzoncillos dejando el pene de Avery a la vista. Con una mirada traviesa lo agarró y lo enterró entre sus pechos. Su polla reaccionó palpitando con fuerza al sentir el calor y la blandura de los grandes pechos de Mili. Usando sus manos para apretarlos entorno a su verga comenzó a subir y bajar haciéndole estremecerse de placer. Mientras lo hacía, la mujer mantenía la vista baja con las mejillas arreboladas por el deseo y la vergüenza. Avery alargó el brazo y cogiéndola suavemente por la barbilla le hizo levantar la vista. Avery observó la cara de mujer, sus ojos azules y sus pestañas largas y rizadas unos segundos antes de besarla de nuevo. Con los ojos brillando de deseo, aparto sus labios y se concentró de nuevo en su miembro.

Empezó acariciarlo con sus manos y a besar la punta con sus labios. Avery gimió de placer y hundió sus manos en el largo y suave pelo de la mujer. Cuando Mili se metió el miembro en su boca creyó que su polla iba a estallar pero se contuvo y cerrando los ojos disfrutó de la boca y la lengua de la joven recorriendo su miembro con suavidad. Unos segundos después apartó a Mili con brusquedad y se derramó sobre sus pechos. Cuando abrió los ojos vio que Mili se estaba acariciando bajo el vestido. Sintiéndose un poco culpable por no haber pensado en él placer de la mujer le levantó la falda y apartándole la mano comenzó a acariciar su sexo por encima de las ligeras bragas de algodón. El tejido estaba empapado por una mezcla de flujos vaginales y sudor volviendo el tejido casi transparente. La visión del coño de la mujer junto con sus gemidos anhelantes hicieron que la polla de Avery se endureciese de nuevo. Con un movimiento rápido la levantó y la puso de cara contra el cristal. Apartando faldas y enaguas apresuradamente logro bajarle las bragas lo suficiente para poder penetrarla. Ante las súplicas de ella comenzó a penetrarla empujando con todas sus fuerzas y notando como llenaba su coño húmedo y caliente haciéndola vibrar. Mili apoyaba las manos en el cristal para aguantar las embestidas de Avery mientras observaba como la tormenta arrasaba la sabana. Avery levantó la falda de la mujer por encima de su cintura y hundiendo dos dedos en su ano le propinó dos salvajes empujones provocando que se corriese. El cuerpo de Mili tembló y ella gritó mientras Avery continuaba follándosela hasta correrse en su interior, llenando aquel coño ya rebosante de flujos con su leche. Con su polla aún en el interior de la joven tiro de su pelo para volverle la cabeza y le dio un largo beso mientras la luz de los relámpagos y el estruendo de los truenos les envolvía.

-Esta vez procuraré no olvidarlo –dijo Avery separándose jadeante.

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Relato erótico: “Jane VI” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 26

Sin títuloLo bueno de la lluvia era que los mosquitos habían desaparecido, lo malo era que no se había sentido totalmente seca desde que empezó a llover. La lluvia llegaba todas las tardes puntualmente y lo empapaba todo. Ni siquiera el techo improvisado que Tarzán construía todos los días encima de su nido resistía durante mucho tiempo la intensa cortina de agua. Mientras duraba el chubasco aprovechaba para enseñarle los rudimentos del inglés al salvaje y éste se mostraba como un alumno aplicado. En pocos días sabía nombrar casi todo en su entorno y pronunciar frases simples. Eso sí, había sido incapaz de hacerle comprender el concepto del pasado y el futuro. Debido a su convivencia con los animales, sólo vivía y entendía el tiempo presente y sus tiempos verbales se reducían al infinitivo.

Cuando cesaba el chaparrón, normalmente ya entrada la noche, Tarzán hacía un nuevo nido con ramas y hojas más o menos secas y se dormía abrazado a Jane. La joven agradecía el calor que el hombre le proporcionaba pero la excitación que sentía al verse envuelta en aquellos brazos fuertes e ingenuos la sumía en sueños confusos calientes y preñados de culpabilidad.

Los días amanecían cargados de una bruma espesa que lo volvía a empapar todo y que no despejada hasta bien entrada la mañana. Cuando finalmente el sol ganaba la batalla, todos aprovechaban para subir a la parte más alta de la bóveda forestal para tomar el sol y secarse un poco. Al principio Jane se sentía torpe, sus pies reblandecidos por la humedad y acostumbrados a unas botas que no había vuelto a ver desde su baño, le torturaron durante unos días hasta que finalmente se endurecieron y pudo avanzar al ritmo de un chimpancé de seis días de edad.

También consiguió asir una liana por primera vez. Afortunadamente había tomado la precaución de hacerlo sobre el estanque y la consecuencia de no poder soportar el peso de su cuerpo con los brazos sólo fue un refrescante chapuzón.

Al mediodía las nubes empezaban a levantarse y era el momento en que toda la tropa bajaba y se dirigían al árbol más cercano cuya fruta hubiese madurado. Jane seguía a Tarzán por la espesura y él la ayudaba en los lugares difíciles. Cuando llegaban al árbol en cuestión, Tarzán hacía un nido sencillo en diez minutos y exhibiendo una agilidad y una fuerza comparables a la de cualquier otro simio recogía fruta y la traía al nido dónde la comían juntos.

Esos momentos eran los más activos del día. Todos los chimpancés querían los mismos frutos que obviamente eran los más maduros, pero en la mayoría de los casos la competencia se resolvía sin problemas. Los mejores se los quedaban Idrís, Shuma un viejo macho y Tarzán. En ocasiones dos chimpancés se querían apropiar del mismo fruto y se ponían agresivos. La primera vez que vio el revuelo que formaron dos de ellos se asustó, pero luego cuando vio que dos hembras se acercaban a ellos y se ofrecían para copular, se quedó de piedra. El efecto fue instantáneo, los dos machos se agarraron a las hembras se las follaron con apresuramiento y evidentes muestras de placer y se largaron dejando el fruto colgando del árbol*.

Pronto Jane se dio cuenta que las hembras controlaban y dirigían al grupo sutilmente por medio del sexo. Cada vez que surgía un problema o había un brote de agresividad ellas intervenían convirtiendo el episodio en una fugaz y vocinglera orgía. Cuando esto ocurría lanzaba una mirada a Tarzán y veía en él un rastro de decepción ya que en el fondo desde joven había sabido que era distinto y nunca podría participar de esas divertidas reuniones de comunidad. En esos momentos Idrís no tardaba en aparecer y lo reconfortaba con una larga sesión de espulgamiento.

La relación entre Tarzán e Idrís era tan íntima que cuando el hombre aprendió la palabra madre y la señaló no tuvo ninguna duda de lo que quería expresar. La vieja mona siempre estaba cerca de él y trataba de protegerle cuando surgía un problema aunque ya no fuese necesario. Esa actitud no pudo dejar de recordarle a su querido padre empeñado en tratar a Jane como si aún tuviera siete años.

Mientras veía a Tarzán interaccionar con sus compañeros de tribu como uno más no podía dejar de preguntarse de dónde podía haber salido.

Kampala era una población pequeña que había crecido en torno a un fuerte que la compañía de África oriental había construido a las orillas del lago Victoria. Al estar a Casi mil doscientos metros de altura el clima no era tan opresivo, aunque en la época de lluvias las calles se convertían en un mar de barro salpicado de pequeñas casas y chozas más o menos ruinosas y atestadas.

El centro de la ciudad lo ocupaban diminutas mansiones ocupadas por funcionarios y militares y el único hotel de la ciudad y por extensión de toda Uganda. Patrick había agradecido la invitación de Lord Farquar para que pasase en su mansión todo el tiempo que quisiese, pero la había declinado amablemente. En pocos días se había dado cuenta de que aún sentía la presencia de Jane en la mansión y no lo podía soportar.

El hotel, sin ser gran cosa, era el mayor edificio de la ciudad por detrás del fuerte, el palacio del gobernador y la iglesia del reverendo Wilkes. Tenía ocho habitaciones y estaba regentado por la viuda del que había sido el primer comandante del fuerte. Como habría hecho su marido, regentaba el establecimiento con mano de hierro y mantenía a sus huéspedes sujetos a una férrea disciplina. Los clientes debían presentarse puntualmente a las comidas y estaba terminantemente prohibido fumar en otro lugar que no fuera el gran salón que había habilitado para ello. Su rostro adusto y curtido por el sol africano reflejaba el fuerte carácter de la mujer, que no tenía ningún reparo en echar la bronca a cualquier inquilino que llegase borracho a altas hora de la noche o que intentase colar una prostituta en su cristiano hogar.

El resultado era que el Hotel Reina Victoria era el único lugar de paz y orden de toda África oriental. Patrick tomó posesión de una amplía habitación en el ala este con vistas al lago Victoria. Con frecuencia se apoyaba en la balaustrada del balcón y se quedaba mirando la ingente masa de agua meditando sobre su futuro sin llegar a ninguna conclusión. Lo único que le causaba algún placer era coger un guía y salir de caza durante todo el día.

Casi siempre daba con algo apetecible que ofrecía a la Sra. Bowen a cambio de la habitación.

En la época de lluvias había poco movimiento y sólo compartía el hotel con un funcionario de agricultura y con la mujer de un sargento que servía en el fuerte. Las veladas nocturnas las compartía con el funcionario, en silencio, con un vaso de ginebra y un puro. Mr. Hart no era muy hablador pero estaba muy bien informado y era un hombre más inteligente de lo que parecía. Con su rostro cuidadosamente afeitado su cuerpo enjuto y sus gafas redondas y pequeñas tenía aspecto de ratón de biblioteca.

Más por educación que por necesitar su compañía Patrick le había invitado esa tarde a acompañarle a una cacería pero el hombre había declinado la oferta alegando que no era un hombre de acción, aunque no dejó de agradecerle la mejora que había sufrido el menú del hotel desde que Patrick estaba alojado.

La tarde era oscura y lluviosa como todas las anteriores, pero eso no detuvo a Patrick que cogió su rifle envuelto en una bolsa de hule y se encontró con Mbasi que le esperaba preparado para marchar a la sabana. El hombre le esperaba pacientemente bajo la lluvia y le guiaba en busca de presas sin hacer preguntas. Mbasi no sabía que lo único que él quería era tener la mente preocupada en cualquier cosa que no fuera Jane y no le importaba. No tenía ni idea de que cada vez que acertaba en el corazón de una pieza él sonreía recordando a los dos facinerosos que había ejecutado en la aldea. Eso le daba un poco de paz, pero al día siguiente tenía que volver a salir de caza, tenía que volver a matar.

Con la práctica y el paso de las semanas había aprendido a seguir un rastro y no necesitaba al pistero, pero lo seguía llevando por precaución ya que en cualquier momento podía ocurrir un imprevisto y un par de manos y ojos de más podían significar la diferencia entre la vida y la muerte. Mbasi se mantenía en un discreto segundo plano, contento con la espléndida paga que Patrick le abonaba al final del día y sólo intervenía para corregir a Patrick las raras veces que éste se equivocaba.

Se dirigieron al oeste alejándose de las orillas pantanosas del lago y se internaron en una pequeña meseta que se elevaba sobre la planicie circundante. El suelo estaba más seco y firme y avanzaron con más rapidez. Patrick no sacó el rifle de su funda hasta que tuvieron a una manada de cebras a la vista. Los dos hombres se quedaron parados mientras los animales miraban en derredor olisqueando el ambiente nerviosos. Afortunadamente la lluvia ahogaba sus ruidos e impedía que su olor llegase hasta los animales por lo que la aproximación fue fácil. Se pararon a unos ciento treinta metros y se tumbó preparado para disparar.

Las cebras parecieron presentir algo ya que levantaron la cabeza y miraron dirección a los hombres. Fue ese el momento que eligió un viejo león solitario para lanzarse sobre los animales desde el lado contrario. El ataque fue fulminante y en unos segundos una cebra estaba pataleando inútilmente en el suelo mientras el león buscaba su garganta con sus mandíbulas.

El resto de los animales huyeron en estampida mientras el viejo león comenzaba a comer el hígado de su víctima. Patrick levantó el rifle y apuntó al león dispuesto a cobrarse ese trofeo pero Mbasi con un toque en el brazo le señaló un tumulto a la izquierda y le dijo por señas que esperara.

De entre la espesa cortina de agua surgieron tres hienas acompañando su llegada con sus típicas risas.

El león levantó la cabeza y rugió con fuerza tratando de intimidarlas, pero estás no se dejaron amilanar y se acercaron al cadáver aún caliente. Ante la irada sorprendida de Patrick vio como tres hienas se atrevían a disputarle la presa a un león de más de doscientos kilos.

-¿Cómo han llegado tan rápido? –pregunto Patrick en un susurro.

-Su olfato es finísimo, y son muy inteligentes bwana. No me extrañaría que hayan estado siguiendo al león para arrebatarle la comida.

-¿No van a esperar a que termine el león? Yo creí que eran unos cobardes carroñeros.

-No bwana, en realidad comen de todo, aunque es verdad que no desdeñan ningún cadáver por podrido que esté, arrebatan la caza a otros depredadores e incluso cazan ellos mismos aprovechando las horas más oscuras de la noche.

Mientras los dos hombres hablaban, las hienas habían flanqueado al león y comenzaron a acosarle aprovechando la superioridad numérica. El león se revolvía e intentaba alcanzar alguna pero los bichos le esquivaban fácilmente. Tras unos diez minutos de acoso y unos cuantos dolorosos mordiscos en los cuartos traseros el león se rindió y abandonó la presa.

Patrick no disparo al león, ya no le parecía un trofeo tan majestuoso. Con un gesto de resignación recogió el arma y acompañado por Mbasi tomo el camino de Kampala.

-Nunca hubiese creído eso de las hienas, todos los libros de zoología que he leído están equivocados.

-Los libros no son útiles Bwana, Mbasi no necesita leer para conocer la naturaleza. –dijo orgulloso. –Las hienas son animales muy inteligentes. En algunos lugares incluso llegan a un acuerdo con los hombres, que les entregan su basura y sus cadáveres a cambio de que no les ataquen a ellos o a su ganado.

-¿Algo así como si fueran perritos? No me lo creo.

-Incluso unos pocos han conseguido domesticarlas con la ayuda de unas pociones secretas.**

-¡Cuentos de viejas! –exclamó Patrick despectivo.

-También hubiese dicho lo mismo de lo que acaba de ver si no hubiese sido usted testigo Bwana. –replicó el guía con una sonrisa dentuda.

Después de tres noches encerrados en el camarote sudando, gimiendo, chupando, mordiendo y acariciando, habían subido a cubierta y estaban disfrutando de la puesta del sol tropical tumbados en sendas hamacas. Avery no se podía imaginar de dónde podía haber salido esa furia sexual pero no recordaba haber disfrutado nunca tanto del sexo. Mili era una amante experta y complaciente y su cuerpo joven y exuberante le hacía olvidar durante sus sesiones de sexo maratonianas la pérdida de Jane, pero el resto del tiempo sólo pensaba en su niña, en los ratos buenos y no tan buenos que le había hecho pasar…

-¿Estás bien, Avery?

-Oh si sólo estaba pensando…

-En Jane, -le interrumpió Mili cogiéndole de la mano y apretándosela con cariño –yo también pienso a menudo en ella. Lo pasábamos tan bien juntas, era todo vitalidad. Pero hay que seguir adelante la vida es demasiado corta y Jane querría que disfrutases de ella al máximo.

-Sí, Jane disfrutaba de todo lo que la vida podía proporcionarle. Sus estallidos de furia eran formidables pero nunca la veía enfadada por mucho tiempo, decía que estar enfadado era una pérdida de tiempo, que no se ganaba nada con ello. –Dijo Avery –Aún recuerdo la rabieta que pilló cuando le dije que te iba a traer para que fueras su dama de compañía. Dos días antes la había pillado en el establo besándose con el mozo de cuadra.

-Entre repentinamente en el establo y allí vi a ese joven rufián metiéndole la lengua hasta el gaznate, sobando a mi niñita y haciéndola jadear de deseo. El chico era mayor de edad y sólo las súplicas de Jane impidieron que llamase a la policía. Aquel día tuve una bochornosa charla sobre el sexo con mi hija. Creo que me aturullé tanto en mi explicación que la pobre salió de la biblioteca más confundida de lo que lo estaba antes de entrar. –Continuó Avery con una sonrisa nostálgica – Afortunadamente tuve la genial idea de traerte a casa. La bronca fue monumental, tengo que decir que en buena parte fue culpa mía, hasta ese momento jamás había impuesto mi voluntad y se lo tomó como un atentado contra su libertad. Lo curioso es que tres días después se acercó a mí y me dio las gracias. Creo que hasta ese momento no se había dado cuenta de lo sola que se sentía en la mansión.

-Me acuerdo perfectamente del día que llegue Hampton house. Me costó ganármela un tiempo pero cuando vio que la diferencia de edad entre nosotras no era un obstáculo y se dio cuenta de que no estaba allí para vigilarla sino para evitar que hiciese algo de lo que pudiese arrepentirse toda la vida, me aceptó y me quiso como a una hermana. Espero que no sufriese mucho. –Dijo Mili compungida –No puedo dejar de pensar en ella, allí sola, en medio de la espesura, rodeada de animales salvajes dispuestos a despedazarla.

-No hables de eso por favor –dijo Avery con la voz entrecortada –hablemos de cosas divertidas. Es la mejor forma de recordarla.

-Lo siento pero estoy tan triste por ella que necesitaba compartirlo…

-Lo sé, lo sé, querida. –dijo apretando su mano cálida y suave y besándosela.

Los labios de Avery se demoraron más de lo normal y bastó el aliento del hombre y el calor de su boca para provocar el deseo de Mili. Él se dio cuenta de cómo el suave bello del brazo de Mili se erizaba y se sintió complacido y excitado a la vez. Con una mirada pícara, Mili metió la mano por debajo de la manta que lo abrigaba de la fresca brisa del ocaso y comenzó a acariciarle el paquete. Avery miró nervioso alrededor pero le dejo hacer a la mujer.

Le abrió los botones y le bajo la bragueta con habilidad y con una sonrisa juguetona comenzó a acariciarle el miembro duro y caliente. Mientras jugaba con el pene de Avery arrancándole roncos suspiros de placer Mili sentía que estaba perdiendo el control. Se estaba enamorando de aquel hombre y eso no había entrado en sus planes, eso no le gustaba. Mientras le pajeaba fantaseaba con tenerle otra vez dentro empujando salvajemente y haciéndola vibrar. Con una mueca de sus labios deseó que ese viaje no terminara nunca. Cuando llegasen a Inglaterra Avery recobraría la cordura y embarazada o no, volverían a ser amo y sirvienta y no estaba segura de poder soportarlo. Lo que le había parecido una buena idea al principio, darle un hijo para poder quedarse en Hampton house como ama de llaves y tener una vida desahogada ahora no le parecía tan buena… Ahora lo quería todo.

Avery tomo el gesto de Mili como una invitación y la besó. La lengua de él interrumpió sus cavilaciones y cogiéndole de la mano le levantó y le guio de nuevo al camarote.sex-shop 6

 

Relato erótico: ” Jane VII” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 27

Sin títuloEl señor Hart estaba disfrutando como siempre de su puro y su coñac vespertinos cuando Patrick entró en el salón con su rifle aún humeante. Lo apoyó abierto y descargado sobre uno de los sofás orejeros y se sirvió una copa.

-Es usted afortunado –dijo el Señor Hart con una sonrisa–la Sra. Bowen ha ido al mercado y eso le libra de una buena reprimenda.

-Sabía que esa vieja bruja no estaba, por eso lo he hecho y haz el favor de tutearme así podré hacer yo lo mismo.

-¿Ha habido suerte hoy?

-Desde luego Philip, mañana habrá estofado de facóquero para comer. –respondió Patrick.

-Estupendo, me muero por algo parecido a unas chuletas de cerdo. –dijo el funcionario abriendo un ejemplar del London Times que sólo había llegado con nueve días de retraso.

-Tengo entendido que conoces a todo el mundo aquí en Kampala –intervino de nuevo Patrick antes de que el hombre se enfrascara en la lectura de la crónica política de la capital.

-Tarde o temprano todos los habitantes de este lugar dejado de la mano de dios necesitan pasar por mi oficina para pagar los impuestos o pedir alguna ayuda gubernamental. ¿Hay algo que desees saber?

-Mi pistero me ha contado una entretenida historia sobre hechizos y brujos y ha despertado mi curiosidad. Me gustaría averiguar un poco más. Este lugar es bastante aburrido y no voy a estar constantemente de caza.

-La verdad es que es un tema fascinante. La religión de esta zona, antes de que viniéramos a enseñarles lo equivocados que estaban, –dijo el funcionario mitad en serio mitad en broma – era una mezcla de animismo e islamismo. Es sorprendente la capacidad que tiene esta gente para asimilar cultos nuevos y adaptarlos a sus creencias.

-Ya lo creo Philip, el caso es que me gustaría tener datos de primera mano. Quizás pueda escribir algo sobre ello cuando vuelva a Londres. ¿Conoces a algún brujo que viva por aquí?

-Tienes suerte, no la conozco personalmente pero el dueño de una plantación me habló de ella. La encontró por medio de uno de sus criados y la contrató para encontrar agua y en dos días tenía tres pozos manando agua a menos de dos metros de profundidad. –dijo Hart apartando el periódico.

-¿Una mujer? –preguntó Patrick extrañado.

-Joven y preciosa, por lo que dijo el hombre. Y con un gran poder según el criado del hacendado.

-¿Sabes algo más de ella?

-Algo sé. –Dijo Philip sacándose las lentes y limpiándolas con un pañuelo no muy limpio -Sé que nació en Etiopia, que escapó de allí cuando era adolescente para evitar la ceremonia de la ablación. Vago por la sabana medio muerta de hambre y sed, pero sobrevivió y llegó a una aldea al norte de Uganda. El viejo hechicero de la tribu reconoció inmediatamente su poder, las bestias y la sabana la habían respetado, así que la acogió bajo su tutela. En pocos años se convirtió en la hechicera más importante de Uganda. Hace un par de años se instaló en Kampala y aprendió el inglés. Sirve tanto a los negros como a nosotros, solo que a nosotros nos cobra diez veces más por sus servicios.

-¿Sabes dónde puedo encontrarla?

-Los negros la adoran y la temen a la vez. Acuden a ella siempre que tienen un problema pero no se acercan a ella ni entablan relación ninguna más allá de la profesional. –continuó Philip. Vive en una pequeña cabaña a unos seiscientos metros de la ciudad en el camino de Nairobi. Allí realiza sus ritos sin que nadie la interrumpa.

-¡Vaya yo que creía que la única mujer temida de Kampala era la señora Bowen! –replicó Patrick dejando la copa vacía y recogiendo el rifle al oír entrar a la dueña del hotel en el edificio…

La cabaña estaba justo donde le había dicho el funcionario. Era más amplia y sólida que las habituales chozas de las afueras de Kampala, estaba hecha a la manera tradicional con arcilla y estiércol pero el tejado era sólido y tenía un par de amplias ventanas cosa inusitada en la vivienda de un nativo.

Antes de que Patrick llamase a la puerta una voz femenina le invitó a entrar en la casa.

-Bienvenido –dijo una mujer con la piel del color del ébano y una belleza felina.

Patrick esperaba que fuese joven, pero no tanto. No podía creer que esa chica de apenas diecinueve años fuese la hechicera más poderosa de los alrededores. Ella notó la duda del hombre en sus ojos e hizo un mohín pero no dijo nada.

El interior de la choza era amplio, tenía dos estancias, la más grande hacía de cocina salón y oficina y estaba separada por lo que debía ser el dormitorio por una cortina de vivos colores. Tenía un hogar con una especie de trébede donde estaba cocinando algo a fuego lento, una mesa con cuatro sillas y un par de cómodos canapés. Los muebles eran cómodos y vistosos, nada que ver con las toscas sillas de madera y los jergones de paja habituales.

Subumba era casi tan alta como el, vestía una túnica y un turbante color índigo que resaltaba sus cuerpo esbelto y grácil. Sus ojos oscuros, almendrados y un poco separados, junto con su nariz pequeña y ancha, sus pómulos salientes y sus labios gruesos y oscuros le daban el aspecto de una pantera esquiva y enigmática.

Sin decir palabra se dio la vuelta , con movimientos elásticos e insinuantes se reclinó sobre el canapé y quitándose las sandalias subió los pies al tapizado mientras invitaba a Patrick a sentarse.

-En que puedo ayudarte –dijo ella en un inglés casi perfecto.

-Dicen que eres una bruja poderosa, -dijo él yendo al grano -¿Es eso cierto?

-Dicen que el Dios del hombre blanco es poderoso, sin embargo, cuando estáis en problemas no recurrís a él, me llamáis a mí. –dijo ella desdeñosa. –El poder es relativo. Dime lo que quieres de mí y te diré si puedo complacerte. –sentenció la joven moviéndose en el canapé haciendo que Patrick se fijase en sus pechos firmes, que se movían libremente sin la prisión de un corsé o un sujetador.

-Quiero domesticar una hiena –dijo él sin tapujos.

La hechicera se le quedo mirándole, un ligerísimo rubor se adivinaba en su suave piel color café. Sin decir nada se le quedó mirando con intensidad unos momentos valorando la situación hasta que finalmente habló.

-Puedo hacerlo, pero no es tan sencillo. Una Hiena no se domestica, se forja una alianza con ella. Tú la modificas a ella, pero ella también te modifica a ti. Ya no serás el mismo, serás un hombre hiena. Se necesita un temple especial para lograrlo, no todo el mundo es capaz. –dijo ella acercando la mano y cogiendo la barbilla perfectamente rasurada del hombre con sus dedos largos y suaves para escrutar su rostro.

-Veo que eres un hombre con el corazón roto… -dijo ella con una voz extraña –Eso está bien. La ausencia de vínculos emocionales hará más fácil la transición.

-¿En qué voy a cambiar? –dijo él sintiéndose desnudo ante aquella mirada.

-No temas, no es nada físico. Ella se llevara la peor parte, la tendrás totalmente dominada y estará bajo tus órdenes. Tus cambios, sin embargo serán más sutiles, pero no dejan de entrañar cierto peligro. Tu olfato y tu vista nocturna mejoraran en incluso si te concentras podrás ver lo que vea tu acólita, pero también reaccionaras de forma más brutal e instintiva a los estímulos que te exciten o te irriten. Si no te controlas puedes cometer actos salvajes, impropios de un ser incivilizado.

-Entiendo los riesgos pero quiero seguir delante de todas formas. –Dijo él sin apenas intimidarse por las palabras de la mujer.- ¿Qué tengo que hacer?

-Lo primero que debes hacer es capturar una hiena. –Dijo ella –una hembra preferiblemente, son más grandes y más seguras de sí mismas, además la atracción entre sexos opuestos ayudará en el proceso.

-De acuerdo, mañana mismo volveré con una.

-¡No! –dijo ella levantando la voz. –Es importante que la captures de la forma adecuada. Las hienas van a comer a los basureros todas las noches. Debes ir allí y ofrecerles comida hasta que te ganes su confianza y logres establecer un vínculo con ella. Una vez lo hayas conseguido impregnarás la comida con una droga que voy a preparar y me la traerás para realizar el resto del ritual.

-De acuerdo, vendré mañana por la poción. –Dijo él echando la mano al bolsillo -¿Una guinea será suficiente por tus servicios?

-De momento bastará –dijo ella acercándose con una sonrisa enigmática para recoger la moneda de las manos del inglés. El aroma de Subumba, una mezcla de sándalo y sudor despertó por un momento en él deseos aletargados desde la desaparición de Jane. Patrick rompió el contacto apresuradamente y salió de la cabaña sacudiendo la cabeza intentando concentrarse en su nuevo objetivo.

Le encantaba moverse por la selva, atravesar la espesura y jugar con los monos. En pocas semanas había conseguido establecer una relación de confianza con los chimpancés. La relación que mantenía con ellos no era tan íntima como la que tenían con Tarzán pero casi. Con los gorilas era diferente. Su tamaño le intimidaba y aunque no temía que la atacasen prefería mantener las distancias.

Una tarde Tarzán desapareció y volvió con pedazos de piel curtida que según le contó había “recogido” en una aldea de pigmeos cercana. Con ayuda de un cuchillo que siempre llevaba consigo el salvaje, Jane recortó una banda alargada de unos veinte centímetros de ancho y otra en forma de reloj de arena.

Aprovechando una ausencia del salvaje, se quitó la ropa sucia y ajada y se colocó la banda en torno a los pechos para sujetarlos y protegerlos de golpes y arañazos y luego se puso la otra pieza en las ingles cerrándola con dos lazos en ambas caderas. El uniforme era escueto pero mucho más práctico y la suave piel evitaba que se le produjesen escoceduras o erupciones.

Al fin las tormentas les dieron una tregua y los chimpancés lo celebraron con una ininterrumpida serie de juegos y gritos. Aquel día incluso Jane se atrevió a participar tímidamente en los juegos. Ahora ya se movía con bastante soltura y no necesitaba la constante ayuda de Tarzán para avanzar aunque aún no podía seguir el ritmo de los más jóvenes. Era ya casi de noche cuando un ligero chasquido puso a toda la tribu en alerta. En dos minutos todos salieron disparados en dirección contraria al origen del ruido y desaparecieron. Jane más curiosa que atemorizada se quedó intentando escudriñar entre la espesura.

En ese momento apareció un gatazo grande y oscuro moviéndose en total silencio. Cuando la detectó, fijo su mirada en la joven y con un rugido se lanzó sobre ella. Jane pegó un grito de pánico y salió corriendo. Atravesaba la espesura con la rapidez que le proporcionaba el miedo, pero la pantera, segura de que iba a cobrar su presa, recortaba la distancia que la separaba poco a poco. Finalmente llegó a un claro y con la fuerza que le daba la desesperación pegó un salto asiéndose a una liana que estaba a más de tres metros de distancia. Esta vez se sujetó sin problemas y aprovechando el impulso aterrizó en la seguridad de los brazos de Tarzán que le esperaba al otro lado del claro.

-Nunca quedar sola en la oscuridad –le dijo Tarzán – la noche ser el reino de Blesa.

-¿Temes a la pantera? –preguntó ella aún temblando en los brazos de él.

-No, Blesa temer a Tarzán –dijo antes de dar un fuerte alarido y golpearse el torso con sus puños como lo hacían habitualmente los gorilas.

La pantera había bajado al claro con la evidente intención de continuar la persecución pero al oír el grito y ver a Tarzán, soltó un rugido de frustración y agachando las orejas huyó internándose en la espesura.

Jane suspiró y se apoyó en el torso del salvaje, el efecto de la adrenalina había pasado y se sentía exhausta. Tarzán la cogió en brazos y ella se dejó llevar apoyando su cabeza, agradecida, en el pecho del hombre .

Cuando llegaron al claro, Tarzán hizo rápidamente un nido y le trajo a Jane un poco de fruta. Jane mordió el jugoso fruto y poco de jugo rezumó escurriendo por su barbilla y su pecho. Tarzán la miró a los ojos, acerco su mano y con su dedo índice recogió varias perlas del dulce líquido de su pecho y se lo llevó a la boca. El suave vello de la joven se erizó inmediatamente.

Jane suspiró quedamente y le devolvió la caricia excitada.

-A Tarzán gustar Jane. –dijo el hombre con una mirada en la que se mezclaba la excitación y la inocencia.

Jane sonrió y metió la mano en el taparrabos de Tarzán acariciando suavemente su polla. El miembro reaccionó instantáneamente y se puso duro entre sus dedos como una piedra.

A partir de ese momento Jane no tuvo ningún control sobre la situación.

De un tirón Tarzán le arrancó la banda que sujetaba, sus pechos. Estos libres rebotaron excitando aún más al salvaje que los magreó con dureza. Jane notó como sus pezones se endurecían y todo su cuerpo se enardecía ante la brusquedad con la que el hombre le estaba tratando.

Con un aullido ronco levantó a Jane en vilo y la tumbó de cara al suelo del nido. Con dos tirones le arrancó el taparrabos y poniéndole el culo en pompa la penetró sin contemplaciones.

Jane gritó y notó como su cuerpo reaccionaba con lujuria ante el maltrato. Sin darle tiempo a colocarse, Tarzán la agarró de las caderas y comenzó a penetrarla con tal fuerza que con cada empujón todo su cuerpo, estremecido de placer, se separaba unos centímetros de la superficie del nido. Los movimientos del hombre se hicieron más rápidos y sus gemidos roncos enmascaraban los más débiles de Jane. En pocos segundos con un último empujón brutal, dejó su polla incrustada en lo más profundo de la vagina eyaculando con fuerza e inundando su coño mientras erguía su torso pegaba un ensordecedor alarido y se golpeaba satisfecho el pecho con los puños.

Antes de que pudiese darse cuenta Tarzán se separó de ella y empezó a correr y a dar saltos desapareciendo en la espesura dando alaridos de satisfacción, mientras ella se quedaba allí tumbada con el sexo rebosante de semen y frustrada por no haber sido capaz de retener al hombre hasta que le llevase al clímax.

Jane se acarició la vulva aún excitada por la salvaje cabalgada de Tarzán. Cerró los ojos y sin cambiar de postura introdujo sus dedos en su coño rebosante con la leche del salvaje. Saco sus dedos y saboreó el semen de Tarzán mientras seguía masturbándose con la otra mano libre. Un sabor intenso a fruta invadió su boca haciendo que se corriese. Jane se acurrucó con una mano en la boca y la otra en su coño mientras todo su cuerpo se agarrotaba con las sucesivas oleadas de placer que la recorrieron.

Cuando abrió los ojos, Idrís la observaba desde una rama unos dos metros por encima de ella y se acariciaba imitando los movimientos de Jane. Tras ella el viejo macho, Shuma, apareció, se acercó y comenzó a copular con ella. En unos pocos minutos Jane se vio rodeada de dos docenas de monos envueltos en una orgía desenfrenada.sex-shop 6

 

Relato erótico: “Jane IX” (POR ALEX BLAME)

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todo queda en familia4Aquel hombre, con su mezcla de ferocidad e inocencia, le volvía loca. Sin títuloAhora se pasaba la mayor parte del día desnuda sólo para exhibirse y provocarle. Y a él le encantaba mirarla. Cuando Jane se movía Tarzán la miraba sin disimulo disfrutando del joven y elástico cuerpo de la mujer esquivando obstáculos o pegando pequeños saltos.

Tarzán no se separaba de ella y constantemente intentaba tocarla o acariciarla, al principio lo rechazaba pero poco a poco se iba excitando hasta que sus instintos más primarios se imponían y hacían el amor apasionadamente. Como con su salvaje familia, cualquier excusa era buena y Jane se veía follando varias veces al día en cualquier sitio y a cualquier hora. A veces Tarzán, en medio de la noche y sin dejar de abrazarla la penetraba y la follaba suavemente, ella se dejaba hacer y simulaba seguir durmiendo, soltando quedos gemidos que le volvían loco hasta que se corría en su interior llenándola con su calor y con su deseo.

La vida en Londres quedaba ahora muy lejos. Sabía que las posibilidades de volver a casa eran muy pocas y apenas pensaba ya en Patrick más que como un querido amigo. Deseaba con todas sus fuerzas que la olvidase y fuese feliz con otra mujer aunque conociendo el carácter ligeramente obsesivo de él, temía que esto nunca ocurriese. A quién echaba más de menos era a su padre. No podía imaginarse lo mucho que debía estar sufriendo. Esperaba que Mili le ayudase e hiciese su pérdida más soportable.

La temporada de lluvias estaba dando sus últimos coletazos. Por la mañana había caído un violento chaparrón pero a mediodía el viento arrastró las nubes lejos hacia el oeste dando paso a una tarde espléndida. Tarzán y Jane estaban jugando en la laguna salpicando a Idris y peleando con dos jóvenes chimpancés cuando en cuestión de segundos se vieron envueltos por un rio de mariposas que ascendían por el arroyo y desaparecía de su vista al remontar la cascada.

-¿Qué significa esto? -preguntó Jane asombrada por el espectáculo.

-Ocurrir todos los años por esta época. -respondió él -las mariposas necesitar campo despejado para poder exhibirse y aparearse y no poder hacerlo en la espesura de la jungla, así que remontar ríos y arroyos hasta que la tierra volverse roca donde arboles no poder crecer. En un pequeño claro juntarse más mariposas que gotas de agua haber en estanque.

Jane se quedó mirando las Mariposas maravillada. Eran bastante grandes y de color anaranjado con las nervaduras de las alas de un vivo color negro. No eran las más bonitas que había visto pero su número y su vuelo vacilante pero decidido la maravillaron.

-¿Queda muy lejos el claro? -Preguntó Jane.

-Si salimos ahora estar allí a media tarde. ¿Querer ir?

-Sí por favor…

La parte más difícil fue sortear la cascada luego se subieron a los arboles hasta que con la altura y la disminución del suelo fértil ralearon tanto que tuvieron que bajar y desplazarse por el suelo. Cada paso que daban y cada arroyo que se juntaba aumentaba el numero de Mariposas hasta que cuando llegaron a lo alto de la loma de piedra era tal la magnitud del numero que se sentía en medio de un torbellino aleteante.

Jane rió y bailó dando vueltas extasiada en medio de aquella nube de colores brillantes, que se le enredaba en el pelo, mientras Tarzán ajeno a todo aquello miraba moverse a la joven embobado. Poco a poco el marasmo fue calmándose a medida que las mariposas se posaban en el suelo para aparearse.

-¿No te parece maravilloso? -dijo Jane tumbándose al lado de Tarzán mientras apartaba un par de parejas de insectos que pretendían usarla como lecho nupcial.

-Sí, tu ser maravillosa -dijo el acariciándole un pecho con su mano callosa.

Jane detectó inmediatamente el deseo en los ojos del salvaje y no le hizo esperar. Incorporándose ligeramente se agarró a su cabellera y le besó dejándose llevar por la lujuria. El hombre reaccionó inmediatamente alargando sus brazos para acariciar su cuerpo pálido y turgente dejando marcas de fuego en su piel.

Con un brusco empujón que hizo levantar el vuelo a varios cientos de mariposas sorprendidas lo tumbó de espaldas y le sacó el taparrabos. Su polla ya estaba erguida y dura.

Con sorpresa Tarzán vio como Jane comenzaba a lamer y a chupar la punta de su polla. El salvaje gimió y se dejo hacer mirando a un cielo poblado de mariposas.

Jane agarró la verga de Tarzán y con suavidad fue metiéndosela poco a poco en la boca hasta que sólo los huevos asomaron de ella. Tarzán excitado comenzó a moverse con suavidad en la garganta de Jane soltando roncos gemidos hasta que ella no pudo más y se separó para coger aire jadeante. Tarzán tiró de Jane y la colocó sobre su regazo besando y recogiendo el hilo de saliva que había quedado conectando la boca de Jane con su polla.

Jane restregó su culo contra la polla que latía hambrienta bajo ella y dejó que el hombre magreara y chupase sus pechos y sus pezones hasta hacerla gritar, pero cuando él intentó penetrarla se separó y con sus labios fue recorriendo el cuerpo del hombre hasta llegar de nuevo a sus ingles. Desoyendo las torpes suplicas de Tarzán le cogió la polla y acariciándosela con suavidad comenzó a chuparle los huevos.

Cuando la respiración del hombre comenzó a hacerse más anhelante Jane levanto la cabeza un momento y le sonrió mientras le golpeaba la polla con sus pechos. Cuando la volvió a bajar se metió la polla en la boca y comenzó a subir y bajar por ella chupando con fuerza, deleitándose en el sabor del miembro de Tarzán que no tardo en correrse llenándole la boca con su semilla.

Cuando terminó se tumbó encima del salvaje exhausta y satisfecha sólo con el placer que había experimentado su hombre. Poco a poco sobre las dos figuras yacentes comenzaron a posarse mariposas buscando el sudor salado que exhalaban sus cuerpos hasta quedar cubiertos totalmente por una capa de insecto bullentes.

Cuando llegó a la cabaña con la hiena, no sabía cómo pero Subumba ya le estaba esperando. Había despegado la habitación principal y sólo persistía el hogar en el que estaba hirviendo el contenido de una olla. En el centro había dibujado una serie de tres círculos unidos en línea cada uno con otros dos círculos concéntricos en du interior. Sobre el suelo había dispuestas en las esquinas cuatro lámparas de aceite que iluminaban la sala con una luz cálida y vacilante.

Patrick depositó la hiena con delicadeza en el suelo y salió fuera para dejar la carretilla. Cuando volvió a entrar, Subumba le estaba esperando más majestuosa que nunca. Totalmente desnuda excepto por un minúsculo taparrabos su cuerpo brillaba con los afeites que se había aplicado como el bronce bruñido. Su pechos grandes y firmes, su fantástica figura en forma de reloj de arena y sus costillas marcándose en cada respiración excitaron a Patrick que casi inmediatamente se sintió culpable por verse seducido por una salvaje.

Subumba sonrió despectivamente al percibir la reacción de Patrick pero no dijo nada y se limitó a acercarse al hogar. Metió una cuchara de madera en la olla y olfateó su contenido haciendo un gesto de satisfacción.

-Acércate -dijo la hechicera con una voz ronca y sensual.

Patrick se aproximó a la olla y la mujer, le cogió la mano izquierda y con un movimiento rápido y fluido le dio un corte rápido en la palma con una daga de hueso. Patrick se quejó e intentó retirar la mano pero ella se la sujetó unos segundos dejando que la sangre escurriese y cayese dentro de la marmita borboteante.

Sin decirle nada mas cogió un pequeño tazón de arcilla y se puso a cantar mientras hacía también un pequeño corte en la pata de la hiena. Recogió la sangre en la taza y la añadió a la pócima.

Sin parar de cantar la salmodia le indicó a Patrick que colocase al animal a un lado del los tres círculos mientras que él se tuvo que tumbar desnudo en el otro.

En pocos minutos los cánticos se volvieron más sincopados y estridentes. Subumba se contorsionaba cubierta de sudor suplicando a los dioses que le ayudara a Patrick a controlar el alma indómita de la hiena.

Subumba cogió de nuevo el tazón de arcilla y bebió un pequeño sorbo. Luego le dio un poco a la hiena que permanecía inconsciente y finalmente le obligó a Patrick a apurar el resto.

El sabor era nauseabundo y el liquido hirviente le quemó la lengua. Con grande dificultades consiguió evitar vomitarlo justo antes de perder el conocimiento.

Patrick nunca supo cuanto tiempo permaneció inconsciente, las pesadillas febriles se sucedían casi sin solución de continuidad sólo interrumpidas por pequeños lapsos de agotada lucidez. Cuando finalmente despertó descubrió a la hiena despierta y alerta olfateándole. Un ruido desvió su atención y Subumba pudo constatar con satisfacción como hombre y animal movían la cabeza en su dirección totalmente sincronizados.

-Ella es Damu. Ahora es tu hermana. Aceptará todas tus órdenes y te será más fiel que cualquier ser humano. Nunca la traiciones y ella nunca lo hará.

Patrick hacia unos segundos que había dejado de escuchar a la hechicera, lo único que oía era el correr de su sangre apresurada y excitada por aquella mujer hermosa y brillante de sudor.

Ante la mirada atenta del animal, Patrick se abalanzó sobre la mujer que no pudo reaccionar sorprendida por lo fulgurante del ataque. La tumbó en el suelo y sujeto sus muñecas por encima de su cabeza. Le dio un beso salvaje y ávido. La mujer abrió la boca y la lengua de Patrick la exploró con violencia. Aún podía saborear el acre aroma de la poción que le había transformado. La mujer se mantuvo dócil y ni siquiera se quejó cuando Patrick le mordió el labio hasta hacerla sangrar.

El sabor de la sangre de la mujer inundó la boca enardeciendo aún más a Patrick que arrancó el taparrabos a Subumba de un tirón y la penetró.

Subumba no pudo reprimir el gemido cuando el miembro duro y caliente se alojó profundamente en su vagina. Con cada salvaje empujón, todo el cuerpo de Subumba se estremecía y ella se agarraba a aquel hombre disfrutando del poder que emanaba aquel hombre blanco que había sido capaz de domar a la jefa de un clan de hienas.

Patrick sentía como su lado animal le dominaba y mientras se follaba a la hechicera, cedía a la necesidad imperiosa de lamer pellizcar y morder su cuerpo. Subumba gemía y gritaba poseída por el mismo frenesí arañándole con sus largas y afiladas uñas.

Con dos últimos embates se corrió en el interior de la mujer, que se apretó contra él al sentir al hombre derramarse en su interior.

Patrick no se paró sino que siguió fallándosela tan duro como antes. Subumba jadeaba y clavaba sus ojos color miel en los de él incomodándole con su seguridad, demostrándole que no le tenía ningún miedo.

Con la polla aún dura y palpitante se separó contrariado. Subumba abrió sus piernas mostrándole su sexo húmedo y congestionado, mirándole sin miedo, con la vista cargada de deseo…

Con un grito de frustración la levantó en el aire y empujando su cuerpo contra la pared separó sus piernas y le hincó la polla en su culo.

Subumba pegó un gritó y todo su cuerpo se estremeció cuando Patrick le metió su miembro duro como la roca en su estrecho ano. Los primeros empujones casi no pudo resistirlos y gruesos lagrimones corrieron por su cara pero poco a poco el dolor empezó a ser acallado por el placer.

En pocos segundos notó como la joven separaba un poco más las piernas y se ponía de puntillas tensando su prodigioso culo. Patrick excitado la agarró por el cuello y sin poder contenerse más se corrió de nuevo en medio de los gemidos y gritos de placer de la mujer que se corrió a su vez al sentir el semen de Patrick inundando su culo.

Cuando finalmente se separó, Subumba se dejó caer jadeante, en posición fetal, acariciándose el pubis con sus manos y vertiendo finos hilillos de semen por sus aberturas.

Sin decir nada más Patrick se vistió y tiró unas monedas al lado de la mujer que yacía desnuda y desmadejada en el suelo y que le miraba con la misma seguridad y majestad con la que le había recibido.

Cuando salió, la luz del sol empezaba a insinuarse por el horizonte. La hiena soltó un corto aullido seguido de una risa. Patrick le dio unas palmadas en la cabeza y se llevó a su nueva amiga a casa.

5 meses después

El día era el típico de principios de verano en Inglaterra, húmedo, plomizo y oscuro, pero a Mili le parecía espléndido, estaba sentada en el comedor principal esperando a Avery para desayunar. Al descubrir su embarazo, Avery se había mostrado encantado y agradecido y no sólo le había proporcionado la seguridad que ella esperaba sino que, totalmente enamorado de ella compartía casi todos los aspectos de su vida con él como si fuese su esposa.

Sabía que nunca podría casarse con él, y sentía una pequeña punzada de insatisfacción pero era realista y se sentía feliz sabiendo que su hijo heredaría todo lo que le rodeaba.

Avery entró en el comedor con gesto serio y una carta en la mano.

-Hola querida. -dijo besando a Mili y acariciando su incipiente barriga.

-¿Qué ocurre querido? ¿Malas noticias?

-Me temo que sí. -dijo tendiéndole la carta a Mili.

Querido Amigo:

Espero que a la recepción de esta misiva te encuentres en buen estado de salud y recuperado en lo posible de la terrible perdida que has sufrido. Todos los días pienso en tu joven hija y rezo por su eterno descanso.

La temporada de lluvias a acabado este año antes de lo normal y creo que nos espera un año de sequia y privaciones, pero en fin no te he escrito para contarte mis problemas. Me dijiste que velara por Patrick y eso he tratado de hacer estos meses aunque confieso que sin demasiado éxito.

A los pocos días de irte tú, Patrick abandonó la mansión y se alojó en un hotel de Kampala, el resto de lo ocurrido lo conozco por medio de el señor Hart un funcionario de Kampala, viejo conocido que se vanagloria de estar al corriente de la vida de casi todos los habitantes de la ciudad.

Según parece Patrick ha abandonado el hotel y vive en una pequeña plantación arruinada a las afueras. No se relaciona con ninguno de los británicos de la colonia y se dedica a recorrer la sabana cazando, acompañado de una hiena gigantesca.

También me dijo que la única persona a la que visita con regularidad es un hechicera, según los nativos, la más poderosa de toda África. Los negros dicen que mantiene relaciones sexuales con ese súcubo.

Soy consciente de todo lo que has sufrido pero me temo que ese joven está perdiendo la razón y creo que tu eres el único que puede convencerle para que deje este ambiente malsano y vuelva a la civilización. Si aún le estimas como a un hijo debes venir y hablar con él.

Sé que es difícil pero creo que un alma está en juego. Espero tu respuesta y ya sabes que mi casa es tu casa.

Tu compañero y amigo:

Lord Farquar

-¿Vas a ir? -preguntó Mili temiendo la respuesta.

-No tengo más remedio, me siento responsable y no pienso consentir otra muerte en mi conciencia.

-Pero, ¿Y el bebe? -dijo Mili aterrada.

-Tú te quedarás y darás a luz aquí. Con un poco de suerte estaré de vuelta antes de que esto ocurra.

-No te vayas, por favor -dijo Mili tirándose a sus pies -tengo un mal presentimiento…

-Basta ya Mili, es mi deber de caballero. Ya lo he decidido y no pienso hablar más de ello, ahora desayunemos de una vez -repuso Avery untando una tostada.

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Relato erótico: “Jane VIII” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 28

Sin títuloJane se despertó al día siguiente con un ligero escozor en su sexo y la sensación de haber traicionado a Patrick. Sabía que estaba en lo más profundo de una selva que apenas conocía. No sabía el camino a casa y las probabilidades de volver a Inglaterra eran remotas, aun así no dejaba de pensar en que Patrick probablemente le seguía siendo fiel.

Tarzán se despertaba con el alba, así que cuando subió a tomar un poco el sol, él ya había conseguido algo de fruta y estaba comiendo un par de plátanos.

Se acercó a ella con una sonrisa y un sospechoso bulto en el taparrabos pero Jane lo rechazó con un gesto cansado. Estaba un poco enfadada con él. No por el hecho de haberla follado. El salvaje no había hecho nada malo. En tal caso ella había sido la zorra infiel, pero la forma tan bruta y egoísta de hacerle el amor le había enojado.

Sin embargo la reacción de Tarzán encogiéndose de hombros, dándole una fruta y quedándose a su lado tranquilamente sin decir nada la desarmó. Como un adolescente timorato fue acercándose poco a poco hasta que le paso un brazo sobre su hombro. La sensación de protección y de calor que le transmitió el salvaje fue tan intensa que no pudo evitar temblar ligeramente.

Para disimular su turbación Jane cogió un pequeño peine, lo único que había salvado de su vida anterior y comenzó a cepillarse su melena.

Tarzán observo a aquella deliciosa criatura atusarse el pelo. El sol de la mañana, aún bajo, arrancaba chispas de aquella melena roja como el fuego de la sabana. La deseaba tanto como la noche anterior. La sensación de poseerla, de unirse a ella, como hacían sus compañeros de tribu entre ellos, le hizo sentirse completo. No había dormido en toda la noche concentrado en el aroma a sexo que había dejado Jane en él y masturbándose varias veces para descargar la intensa excitación que le producía.

Jane notó como Tarzán se acercaba un poco más y le cogía el pequeño peine de las manos. Imitando sus gestos el hombre metió el peine en la melena y tiró hacía abajo. El peine tropezó con un nudo y Jane se quejó al sentir el tirón.

-Más suave Tarzán –dijo ella –con suavidad, poco a poco y cuando encuentres un nudo demasiado fuerte coge de la melena por encima antes de tirar más fuerte.

El hombre no respondió fascinado como estaba por el brillo que adquiría el pelo con las sucesivas pasadas. En pocos minutos le cogió el tranquillo a la tarea y Jane empezó a disfrutar, sintiendo como las manos del hombre dejaban rastros de fuego en su cuello y como los suaves y repetitivos tirones le producían una sensación de placer y serenidad.

Pronto hizo demasiado calor para permanecer allí arriba así que todos bajaron de las copas de los árboles y se pusieron a comer. A medida que avanzaba el día las malas sensaciones de la mañana se fueron disipando hasta quedar totalmente olvidadas. El encuentro con Blesa había terminado con su inseguridad a la hora de moverse por la selva, pero no se lo dijo a Tarzán que seguía acompañándola en su desplazamiento por las lianas abrazándola amorosamente.

Era tarde y el estanque ya estaba casi vacío, solo dos esquivos sitatungas, que desparecieron en cuanto ellos llegaron, estaban bañándose en el agua.

Tarzán se tiró sin ninguna ceremonia mientras que Jane, olvidado todo su pudor se desnudó y se metió poco a poco en el agua. Tarzán, no pudo evitar mirar y quedar hipnotizado al ver como los pezones rosados de Jane se endurecían por efecto del agua fría. Se acercó a Jane dispuesto a follársela como había hecho la noche anterior pero ella escapó nadando con una sonrisa.

Tarzán intentó atraparla, pero la fuerza de él, la suplía ella con una técnica depurada manteniendo las distancias. Cuando finalmente la atrapó, ella se dio rápidamente la vuelta impidiendo que la penetrase por la espalda y colgándose de su cuello le beso.

Tarzán abrió los ojos sorprendido cuando Jane le metió la lengua en la boca.

-Esto es un beso –dijo ella volviendo a besarle.

-A Tarzán gustar beso –dijo introduciendo violentamente la lengua en la boca de Jane hasta dejarla sin respiración.

-Buff ¡No seas bruto! -Dijo ella jadeando -¿recuerdas esta mañana con mi pelo? Pues esto es lo mismo. Si lo haces con suavidad es más placentero.

-Placen…tero. –repitió él besándola esta vez con más suavidad.

El beso fue largo, sus lenguas se acariciaron con suavidad y se exploraron sin tregua. Jane cogió una de las manos de Tarzán y la puso sobre su pecho. El hombre había aprendido la lección y se la estrujó con suavidad, acarició sus pezones y les dio suaves pellizcos haciéndola suspirar y gemir poseída por un deseo irrefrenable.

Cogiéndola en brazos, la llevó hasta la orilla del estanque. Jane se sentó en el borde y cogiendo la cabeza de Tarzán se la guio con suavidad hacia su sexo. El salvaje se sumergió entre sus piernas y le besó su sexo. Jane se mordió los labios y soltó un largo gemido. El hombre siguió acariciando y chupando el sexo de la joven y disfrutando con las contorsiones que provocaba en ella cada vez que descubría una parte especialmente sensible.

Jane sufrió en sus propias carnes lo rápido que aprendía Tarzán. En pocos minutos se encontró gritando y jadeando con todas sus fuerzas con un orgasmo descomunal crispando todos los nervios de su cuerpo.

Tarzán se detuvo y observo con curiosidad y excitación el cuerpo de Jane caliente y jadeante tensarse con el placer. Jane salió del agua y tumbándose en el suave césped de la orilla invitó a Tarzán a acercarse.

El hombre se acercó y siguiendo sus instrucciones se tendió sobre ella. El peso del hombre sobre su cuerpo menudo la excitó de nuevo y cogiendo el miembro duro y caliente del salvaje lo guio hacia su coño. Tarzán, como un alumno aplicado, le metió su polla y se fue abriendo paso lentamente en el húmedo coño de Jane, empujando con suavidad y acompañando sus penetraciones con suaves suspiros.

Con las piernas de Jane entorno a sus caderas Tarzán se deslizaba con deleite en el interior de la joven aprovechando para sobar y chupar los pechos de la joven.

-Más rápido… –dijo Jane jadeando-

Con suavidad Jane tiro del pelo de Tarzán para acercárselo a su boca y lo besó mientras los movimientos se volvían más urgentes. Cuando deshicieron el beso se miraron a los ojos y los movimientos de él se volvieron más rápidos y violentos hasta que eyaculó en su interior.

La sensación de correrse dentro de la mujer mientras ella le miraba y sonreía abrazada a él fue indescriptible y tan excitante que acentuó aún más su deseo. Olvidándose de lo aprendido comenzó a penetrarla rápida y violentamente haciendo saltar el cuerpo de la joven con cada embate, estrujando sus pechos y retorciendo sus pezones haciéndola chillar jadear y gemir a la vez.

Está vez Jane no se quejó, sólo podía gritar descontroladamente mientras él la follaba llevándola al orgasmo y llenando su coño con su leche de nuevo hasta hacerlo rebosar.

Cuando acabó, Tarzán se derrumbó sobre ella sin fuerzas para gritar. Jane se limitó a sonreír disfrutando con el peso del hombre sobre ella y su miembro mermando lentamente en su interior.

Lo primero que hizo Patrick fue alquilar una pequeña plantación en las afueras, lejos de las miradas curiosas de la gente. Sabía que un hombre con una hiena por mascota no debía exponerse en público así que se despidió de la señora Bowen dándole las gracias y prometiéndole que seguiría abasteciendo su cocina regularmente.

La mansión era más pequeña aún que la de Lord Farquar, pero era más que suficiente para él. Además los anteriores inquilinos se habían dedicado a cazar fieras para circos y zoológicos así que había un cercado bastante grande donde podía tener a la hiena sin llamar la atención.

A la noche siguiente de instalarse cogió un trozo de hígado de su última presa y se dirigió al basurero.

Del lugar emanaba una peste inmunda, pero cuando pasaron unos minutos el olor se volvió soportable y cesaron las náuseas. En cuanto encontró un lugar adecuado apagó la linterna y se quedó acuclillado esperando una señal de sus invitadas.

No tuvo que esperar mucho para que apareciese la primera atraída por el olor de la víscera fresca. La noche era oscura y tras acostumbrar sus ojos a la oscuridad apenas podía distinguir las esquivas siluetas de la hienas moviéndose en la distancia.

El no saber cuántos animales había y que era lo que querían, le resultaba desasosegante pero no estaba dispuesto a tirar la toalla tan fácilmente y palmeando el revólver que colgaba de su cadera llamo a los animales para que se acercasen.

El primero en aproximarse fue un joven macho. Le sorprendió su fuerte olor a carne podrida. Pegó un mordisco apresurado al trozo de hígado que Patrick le ofrecía y se largó rápidamente tragando su trofeo antes de que nadie pudiese reclamarlo.

Pasaron los minutos y parecía que no iba a acerarse ninguna hiena más hasta que se acercó por fin una hembra. Iba a coger un buen trozo de carne cuando un soberbio ejemplar le dio un fuerte mordisco en el cuello para ahuyentarla y hacerse con un gran trozo de hígado. Patrick no opuso resistencia y dejo que se llevase toda la pieza. Mientras, la hiena se separó unos pocos metros y devoró su premio con fruición.

Patrick ya sabía lo que quería.

La siguiente semana volvió puntualmente todas las noches al basurero a alimentar a las hienas. Aunque otros ejemplares se acercaban a comer la primera en hacerlo era siempre la gran hembra. Tras uno pocos días era capaz de acariciar su pelo áspero y mugriento mientras la hiena devoraba carne y trituraba huesos como si fuesen palos de cerillas.

La cercanía con esos animales le permitió descubrir que las hembras eran más grandes y fuertes y eran las que mandaban y mantenían la disciplina en el grupo que podía llegar a ser muy grande. También descubrió que veían perfectamente en la oscuridad y tenían un olfato finísimo ya que en cuanto llegaba al basurero tardaban unos pocos minutos en llegar.

Siguiendo las instrucciones de Subumba no le dio un pedazo de carne impregado con la poción que le había dado hasta que estuvo totalmente seguro de que la hiena confiaba en él. El animal olfateó la carne intentando descubrir el origen del extraño olor pero finalmente se lo tragó. En pocos segundos comenzó a tambalearse y en menos de un minuto la hembra estaba inconsciente en el suelo. Patrick desenfundó el revólver y se acercó al cuerpo dormido vigilando la reacción de las otras hienas. Un viejo macho gruño y les enseño los dientes, pero un disparo al aire y la falta de una líder que les guiase provocaron una rápida retirada.

Patrick cogió el cuerpo inerte y se lo echó al hombro, su cuerpo vaciló ante los casi setenta quilos que debía pesar el animal pero aguantó lo suficiente para poder depositarlo en una carretilla que había dejado fuera del vertedero. Con un suspiro de satisfacción empujó la carretilla y se dirigió a la casa de la hechicera.

Cuando Mili puso el pie en su amada Inglaterra lo hizo del brazo de Avery. Una fina llovizna les recibió recordándoles que estaban en casa. El tren resultó tres veces más cómodo y rápido que el africano y demasiado atestado como para tener un compartimento para ellos solos. Una vez en Londres Mili tuvo que mantenerse de nuevo en segundo plano para mantener las formas. El viaje empezaba a convertirse en un sueño lejano.

Pasaron la noche en casa de los Brown, una familia de ricos comerciantes que habían ganado su fortuna con la compañía de las indias y que le habían hecho ganar mucho dinero a Avery. James Brown no había perdido las esperanzas de casar algún día a su hija de mediocre belleza pero tremendamente joven y rica con él y cuando se enteró de la desaparición de Jane le dio su más sincero pésame y le ofreció solapadamente la compañía de su hija para consolarle.

Para alivio de Mili, Avery rechazó agradecido la oferta y se limitó a cenar y pasar la noche en casa de su amigo. Al día siguiente se levantaron pronto por la mañana y envió a Mili con su equipaje por delante a Hampton House mientras él iba a visitar el London Times y hacía todos los preparativos para hacer una discreta ceremonia por su hija desaparecida. Terminó con el tiempo justo para coger el último tren y llegó a la estación del condado de Lansing poco después de medianoche.

Cuando traspaso la puerta Mili le estaba esperando.

-El resto del servicio quería quedarse a esperarle –dijo ella dejando de tutearlo desde el momento que atravesó el umbral –pero les he dicho que entendías que debían levantarse pronto para cumplir sus tareas y agradecerías lo mismo que la recepción fuese mañana por la mañana.

-Has hecho bien –dijo el acariciando su cara –y sigo siendo Avery, para ti he dejado de ser el Conde de Lansing, por lo menos cuando estemos solos.

-El servicio también ha querido expresarte lo mucho que sienten su pérdida. –respondió ella suspirando con alivio –No son capaces de imaginarse Hampton House sin las risas y las carreras de la señorita Jane.

-Lo sé, a mí también se me va a hacer difícil.

-Quizás yo pueda hacer algo para aliviarte mi señor –dijo ella apretándose a Avery y acariciándole con suavidad la bragueta.sex-shop 6

 

Relato erótico: “Jane X” (POR ALEX BLAME)

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todo queda en familia4Esa mañana Jane comió algo de fruta y se marchó a dar un paseo sola. Sin títuloTenía mucho en que pensar. Necesitaba hacer planes. Ahora ya se desplazaba con bastante facilidad por la bóveda forestal y Tarzán la dejó ir sabedor que ella podía arreglárselas.

Todo había empezado hacia tres semanas pero aquella mañana, después de su segunda falta estaba totalmente convencida, se había quedado embarazada. En el fondo se lo esperaba, había estado follando como una gata en celo durante semanas. Lo que le extrañaba es que hubiese tardado tanto en pasar.

No es que le disgustase el hecho de quedarse embarazada, de hecho cuando se dio cuenta se sintió tan feliz que sintió que el corazón no le cabía en el pecho. Le iba a dar un hijo al hombre que amaba.

Pero junto con la alegría también llegó el temor. Una de sus compañeras en la escuela era la hija de una comadrona y las historias que la chica le contaba eran escalofriantes. Naturalmente sabía que en la mayoría de los casos, los partos, aunque dolorosos, no entrañaban un grave peligro para la madre, pero aún así Jane era consciente de la necesidad de que su hijo viniese al mundo con ayuda de alguien experto en el tema.

El problema era como podía planteárselo a Tarzán. El salvaje sólo había visto parir a las monas y estas, por lo que ella había podido ver hasta el momento, no tenían demasiados problemas para dar a luz. No necesitaban ayuda y como mucho en cuatro o cinco horas tenían un monito precioso agarrado a su pecho…

Y esa era otra. Cuando su bebé naciese iba a estar totalmente desvalido un año o dos como mínimo. Realmente no tenía ni idea de cómo podría arreglárselas para que el niño sobreviviera en un lugar tan paradisíaco pero a la vez tan peligroso.

Siguió deambulando sin rumbo fijo durante cerca de una hora sumida en sus pensamientos hasta que unas risas femeninas llamaron su atención. Picada por la curiosidad y por ver otro ser humano después de tanto tiempo se dirigió hacia el lugar de donde provenía el alboroto.

A sus pies una pareja de jóvenes nativos se besaban y charlaban animadamente.

A pesar de que Jane no entendía nada, el lenguaje de la atracción y el sexo era universal y con deleite observó como el hombre fuerte y alto acorralaba a la joven menuda y bonita y le regalaba los oídos con dulces palabras mientras ella se hacía la remolona fingiendo querer escabullirse.

Jane se sintió identificada con la chica y las imágenes del sexo desenfrenado con Tarzán le asaltaron haciendo que un latigazo de excitación azotase sus ingles.

Finalmente la joven se rindió y dándole un largo beso al joven comenzó a acariciar su miembro por encima del taparrabos. El taparrabos comenzó a hincharse hasta alcanzar un tamaño respetable, pero cuando la mujer le quitó la prenda al guerrero, Jane se quedó patidifusa al ver aquel gigantesco miembro.

La joven en cambió no pareció amilanarse y agarró con seguridad aquella gigantesca porra de más de un palmo de longitud y gruesa como una pitón y se la metió en la boca.

Jane no pudo evitar acariciar sus pechos cuando la joven abrió su mandíbula hasta casi desencajarla para dejar entrar semejante miembro. El hombre resopló de placer y le metió la polla hasta el fondo de la boca.

Jane pudo ver horrorizada y excitada al mismo tiempo como la polla del hombre hacía relieve en la delicada garganta de la joven. Después de unos segundos la joven se separó jadeando y con los ojos llorosos comenzó a lamer y chupar la verga del hombre embadurnándola a conciencia con su saliva.

El hombre gemía y agarraba las finas trenzas de la joven empujando suavemente con su pelvis.

Con un ligero tirón obligó a la joven a incorporarse y le dio un largo beso mientras metía la mano entre sus piernas y comenzaba a acariciarle el sexo.

Jane metió a su vez la mano en el taparrabos y se acarició unos segundos antes de quedarse helada por la sorpresa. Al levantar la cabeza hacia el cielo acuciada por el placer vio con preocupación cómo no era la única espectadora. Por encima de ella, a unos treinta metros a su derecha, Blesa observaba a la pareja con curiosidad.

Jane se quedó helada sin saber qué hacer. Si intentaba avisar a los chicos quizás provocase el ataque de la pantera. Probablemente la fiera no se atreviese a atacar a los dos y se retirase aburrida después de un rato. De todas maneras decidió no quitarle el ojo de encima.

Mientras tanto el hombre había acorralado a la mujer contra un árbol besándola y chupando y mordisqueando sus pechos y sus pezones para seguidamente levantarle una pierna y penetrarla. Increíblemente, el hombre fue enterrando poco a poco su polla en el coño de la joven hasta que sólo sobresalieron sus huevos. La mujer suspiro satisfecha y sonrió comenzando a mover sus caderas. El joven no se hizo esperar y empezó a moverse, primero con suavidad, y luego al ver los jadeos y las muestras de placer de la joven con más rapidez y violencia. La joven no tardó en correrse con un grito que hizo huir a monos y pájaros de los alrededores mientras el guerrero seguía bombeando sin piedad.

Tras recuperarse ligeramente la joven apartó al hombre con suavidad lo suficiente para poder darse la vuelta. Durante unos segundos Jane se quedo extasiada viendo el espectáculo de aquella polla gigantesca y la joven desnuda con sus manos apoyadas contra el árbol y moviendo su cuerpo sudoroso y su culo grande y prieto para excitar a aquel hombre. El joven la penetró de nuevo con tal fuerza que los pies de la mujer dejaron de tocar el suelo por un momento. La joven gritó y comenzó a moverse al ritmo de los empeñones del hombre, dando pequeños saltitos para acomodarse a su ritmo.

Con las manos en su sexo y la vista nublada por el placer que sentía Jane apenas vio como el hombre le daba unos últimos y violentos empujones para luego sacar su polla y eyacular gruesos chorreones de semen sobre el cuerpo de la joven que temblaba de placer y excitación.

Cuando se recuperó del orgasmo Jane abrió los ojos y vio como Blesa tensaba su cuerpo y se relamía. Los jóvenes se estaban despidiendo.

Con horror pudo ver que el joven guerrero se iba y la mujer quedaba allí relajada haciendo dibujos con el semen que el hombre había depositado sobre su piel.

Blesa no esperó mucho y cuando estuvo segura de que el hombre no volvería, de dos saltos se plantó ante la joven que quedó inmediatamente paralizada por el miedo.

Movida por un instinto que desconocía, Jane se movió por el ramaje hasta encontrar un sitio adecuado y sin pensárselo pegó un salvaje alarido, agarró una liana y se dejó caer con los pies por delante impactando en el flanco de la pantera con la fuerza de un ariete. El cuerpo entero de Jane vibró y perdió la liana cayendo de espaldas con el choque, pero la pantera salió despedida y chocó contra un árbol a más de tres metros de distancia con un ominoso crujido. Blesa soltó un rugido de dolor y escapó rápidamente con un par de costillas rotas.

Jane se levantó con la espalda dolorida y esperando que no le hubiese ocurrido nada al bebé. La joven la miraba alucinada y después de decir unas palabras inteligibles escapó corriendo.

Jane iba a dejarla marchar pero luego lo pensó mejor y decidió seguirla para saber a dónde iba. La joven era ágil pero Jane había vuelto a subir a los árboles y la seguía sin dificultad. Tras unos minutos la joven se calmó y cambió la carrera por un trote más cómodo.

Cuando llegaron al riachuelo Jane lo reconoció al instante y ya no necesitó seguir por más tiempo a la joven, iba a la aldea de la que había partido meses atrás antes cuando intentaron secuestrarla.

-¡Querido amigo! -exclamó Lord Farquar abrazando a Avery. – No sabes lo que me alegra verte tan recuperado. Lamento haberte arrastrado de nuevo hasta aquí, tan cerca de recuerdos desagradables pero creo que la situación es crítica. Patrick ha desaparecido.

-¿Cómo que ha desaparecido? -preguntó Avery alargándole el equipaje al sirviente y subiéndose a la calesa que había traído Lord Farquar.

-Lamento que no puedas tomarte un merecido descanso tras este largo viaje pero el señor Hart me contó que hace tres días Patrick le abordó y le pregunto cuál era el mejor lugar para abastecerse para una expedición de caza. Al parecer antes de ayer salió sólo, acompañado de la hiena con destino desconocido. Varios negros lo vieron marchar en dirección sur camino de Ibanda.

-¡Ha salido en busca de Jane!

-Eso me temo. -replicó Lord Farquar -me he tomado la libertad de hacer los preparativos necesarios y partiremos mañana con el amanecer hacia Ibanda y luego a Rukungiri. Me temo que pueda perpetrar allí una carnicería si no encuentra lo que busca… sólo tú puedes detenerlo.

Patrick partió con lo imprescindible. Una manta, una mochila con agua, galletas, municiones y su rifle. Con la hiena abriendo camino comenzaban la jornada al atardecer y se desplazaban durante toda la noche. Los sentidos de Patrick eran ahora tan agudos que no necesitaba luz para desplazarse por la sabana y corría sin apenas cansarse durante horas. Antes del amanecer cazaba algún animal con ayuda de Damu, hacia una fogata y se daban un atracón antes de descansar todo el día con la tripa llena.

Tardaron diez días en llegar a Rukungiri. Durante el camino Patrick pensó en Jane. Aunque pareciese absurdo Subumba no la había encontrado en el reino de los muertos. Ella lo había achacado a que era blanca, pero la sospecha de que Jane seguía viva había ido creciendo en el corazón de Patrick y aunque después de poseer la salvaje sensualidad de la hechicera no estaba seguro de lo que sentía por Jane todo lo que le había ocurrido había sido por su causa y necesitaba terminar lo que había comenzado.

Recordaba a Jane como una joven cariñosa y sensual pero no emanaba poder por todos sus poros como Subumba. Cada vez que pensaba en la hechicera recordaba las salvajes sesiones de sexo, los desinhibidos gritos de placer de la joven y las perlas blancas de su semen adornando su cuerpo oscuro y satisfecho. Hasta ese momento no se había planteado lo que iba a hacer si encontraba a Jane con vida pero durante el viaje tuvo tiempo y llegó a la conclusión de que debía romper su compromiso, África se le había metido en la sangre.

Cuando llegó a la aldea una mezcla de temor y devoción rodearon a hombre y hiena. El viejo hechicero se les acercó. La diferencia entre la actitud servil de este y la majestad de Subumba le indicaron que no tenía nada que temer de él.

Ignorando los cánticos del viejo se dirigió a la choza del jefe y le indicó por señas que quería hablar con él. Con una orden y sin quitarle ojo a la afilada sonrisa de la hiena, el jefe hizo traer a un intérprete.

-¿Que desear?-preguntó el jefe temeroso.

-Información -dijo Patrick mientras se sentaba colocando despreocupadamente el rifle en su regazo. -supongo que recordaras quién era, y reconocerás quién soy ahora.

-Se quiñen eres, eres el diablo que viene a castigarnos por nuestros pecados pasados y presentes.

-Pues este diablo -dijo Patrick señalándose -destruirá esta aldea hasta los cimientos si no contestas a mis preguntas con total sinceridad.

-Haré lo que esté en mi mano. -dijo el jefe dando unas palmadas.

En pocos minutos un modesto montón de comida estaba servido en el suelo entre ambos. Las mujeres que lo habían servido se retiraron inmediatamente sin atreverse a mirar a los ojos de ninguno de los dos.

-¿Ha pasado algún hombre blanco por aquí desde que nos fuimos?

-No, ninguno Bwana.

-De acuerdo -dijo satisfecho con el tratamiento que le prodigaba el jefe.

-¿Habéis tenido noticias de la mujer desconocida?

-No pero hace poco tiempo una de nuestras mujeres salió a recolectar miel y volvió con una extraña historia sobre un espíritu del bosque que la había salvado del ataque de una fiera.

-¿Y?

-Dice que el espíritu se le apareció en forma de mujer con la piel blanca como la leche y el pelo del color del fuego.

-Traedme a la mujer, -dijo Patrick- deprisa.

Al poco llego un hombre arrastrando a una joven que evidentemente temblaba de miedo.

-Dime todo lo que sepas y no te pasará nada.

La joven habló durante unos minutos y atemorizada por la hiena fue totalmente sincera hablando de su cita a escondidas y todo lo que ocurrió después. Cuando terminó Patrick se quedó meditando unos segundos y luego cogiendo a la joven por el brazo la saco fuera de la choza.

-Me llevarás al lugar exacto donde ocurrió todo ¿Entendido? -dijo él recogiendo la mochila y saliendo del pueblo con la joven y la hiena.

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Relato erótico: “Jane XII” (POR ALEX BLAME)

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todo queda en familia412

Sin títuloLa luz de la luna se colaba en el claro dando a la escena un aire de irrealidad. Cuando irrumpió en el claro y vio a Jane semidesnuda con el pelo rojo brillante y alborotado le dio un vuelco el corazón y por un momento pensó en volver con ella y olvidar todo lo pasado en los últimos meses. Pero cuando instantes después un hombre de aspecto indómito la abrazó por detrás dispuesto a atravesar con ella el claro colgados de una liana todo se volvió rojo.

Jane lo vio y le dedicó una amplia sonrisa que se convirtió en una mueca de terror cuando Patrick levantó el fusil y apuntó a Tarzán con él.

-¡No! -grito Jane poniéndose delante del salvaje.

Patrick no veía a la joven con la que se había prometido. Sólo veía a un furcia que se había reído de él y que ahora intentaba evitar que matase a aquel salvaje. La hiena reía y enseñaba los dientes sedienta de sangre. Percibía el peligro en Tarzán y animaba a Patrick con sus risas y gimoteos, levantando la cola y erizando su pelaje amenazadora.

Patrick levantó el percutor del rifle y apuntó a la cabeza del salvaje. Procuraría no herir a la joven. La vista de su cuerpo, joven y turgente apenas tapado por un par de bandas de cuero despertó su deseo, pero tampoco estaba dispuesto a que el salvaje se le escapara. Empezó a acariciar el gatillo con su dedo cuando Avery y Lord Farquar penetraron en el claro.

La hiena se giró y enseñó los dientes a los dos intrusos dispuesta a atacarlos. Patrick sintió el peligro y bajando el arma agarró al animal por el pescuezo y la tranquilizó contrariado. Deseaba más mantener con vida a Damu que matar a aquel idiota.

Los dos hombres bajaron las armas poco a poco lanzando miradas preocupadas a hombre y hiena alternativamente.

-Vamos Tarzán -dijo Jane llamando la atención de todos y deslizándose por una liana hasta el suelo del bosque.

Avery que se había olvidado por un momento de la joven se volvió y se dirigió corriendo hacia su hija fundiéndose con ella en un largo abrazo. La alegría de Avery era inconmensurable su hija había vuelto de entre los muertos sana y salva. Sin poder reprimirse la levantó en el aire y dio una pirueta con ella en brazos como hacía siempre que llegaba a casa de vuelta de un lago viaje.

Lord Farquar se acercó renqueando y saludó a la joven efusivamente. No podía explicarse el origen de aquel milagro.

-Y ese hombre ¿Quién es?

-Papá, Henry, este es Tarzán, -dijo ella con un deje de incertidumbre en su voz -él me salvo la vida.

-Encantado joven -dijo Avery ofreciéndole la mano- es un plac…

Sin dejarle terminar Tarzán asió a su padre por las axilas y ante las miradas divertidas de los presentes imitó la pirueta a la perfección.

-…er. -terminó Avery una vez que estuvo de nuevo en el suelo.

-Papá tengo muchas cosas que contarte pero creo que con quién primero tengo que hablar es con Patrick…

Todos se giraron hacia el lugar donde estaba Patrick, pero hombre y hiena habían desaparecido. Jane le llamó un par de veces pero solo los pájaros y los monos contestaron a sus llamadas. Tarzán sintió que aquel hombre no era del todo dueño de sí mismo y aunque no les deseaba ningún mal, el lado salvaje que lo unía a la hiena le azuzaba e intentaba imponerse. No dijo nada pero siguió manteniéndose alerta por si volvía. Si lo hacía, no sería para darles un abrazo.

Con un gesto de tristeza Jane se volvió y sintió como un calor y una alegría inmensos le envolvían al ver a los dos hombres que más amaba en el mundo juntos, sonriendo y mirándola con adoración.

Tarzán se acercó a Lord Farquar dispuesto a repetir el saludo pero este mediante gestos y unas pocas palabras le explicó divertido como saludaba un caballero.

-Papá hay algo más que debes saber. -dijo ella armándose de valor cuando todos se hubieron calmado un poco.

-Dime hija mía.

-Me temo que debo romper mi compromiso con Patrick… Estoy enamorada de Tarzán.

-Tú y ese joven salvaje. ¿Qué sabes de él?

-Lo sé todo -dijo ella un poco a la defensiva- Fue abandonado o se perdió en la selva cuando era pequeño, no lo recuerda. Lo criaron un grupo de chimpancés de la selva no muy lejos de aquí y se ha convertido en el hombre más sabio y dulce que jamás he conocido exceptuándote a ti.

-Interesante -dijo Lord Farquar pensativo sin decir nada.

-Tranquila cariño -dijo Avery al oír el tono de voz de la joven que tanto conocía y que solía preceder a una tormenta.- Si no hubieses roto tú el compromiso lo hubiera hecho yo. Patrick esta cambiado.

-Hombre con hiena ser peligroso, estar en parte dominado por espíritu de animal. Mejor lejos. -sentenció Tarzán.

-Hay algo más, estoy embarazada.

En ese momento Avery se dio cuenta que su joven princesita había crecido y ahora era una mujer, que por cierto, no había visto tan ligera de ropa desde que la había parido su madre.

Las luces del alba les sorprendieron charlando animadamente en el claro. Jane les contó lo que había vivido desde que el ataque de los nativos les hubiese separado, evitando obviamente las escenas más subiditas de tono.

Impacientes por salir de allí tomaron un rápido refrigerio y cogieron el camino de vuelta. Los nativos habían desaparecido pero eso no les inquietó ya que sólo tenían que seguir sus huellas para volver a Rukungiri. A pesar del cansancio la alegría y el frescor de la mañana hicieron que avanzaran a buen paso.

-¿No recuerdas nada de cuando eras pequeño? -preguntó Lord Farquar a Tarzán cuando en un momento dado se quedaron un poco rezagados.

-No, Tarzán no recordar. Primer recuerdo en brazos de Idrís.

-Ajá. ¿Sabes que hace unos diecisiete años…?

-¿Años?

-Mmm, diecisiete temporadas de lluvia.

-Ah, sí, mucho tiempo… -dijo Tarzán.

-El caso es que los Lynney, unos hacendados que tenían una gran plantación al sur de Ibanda, cerca de mi pabellón de caza, salieron a dar un paseo y desaparecieron misteriosamente. Su hijo también desapareció y cuando todo ocurrió tenía entre tres y cinco años, coincide con la edad que debías tener cuando desapareciste…

La conversación se interrumpió por un grito de Jane. Tarzán tan protector como siempre se adelantó de dos saltos y se colocó a lado de Jane dispuesto a repeler cualquier agresión. Pero lo que vio no representaba ninguna amenaza. Bajo un enorme árbol, rodeados de un charco de sangre yacían los cuerpos inertes de los dos nativos salvajemente mutilados por las mandíbulas de una fiera.

Por un momento Tarzán pensó en Blesa pero al ver el fémur del hombre partido en dos por un mordisco como si fuese un palillo le convenció de que sólo podía ser la hiena.

Con un suspiro de tristeza hicieron un pequeño hoyo en la tierra con los pocas herramientas de las que disponían y les dieron sepultura. Era lo único que podían hacer con ellos. Mientras los enterraban, Jane no pudo evitar recordar los besos y el amor con que habían llenado aquel claro la pequeña mujer que yacía bajo tierra y su prohibido amante.

Tras dejar la macabra escena atrás, avivaron el paso con las armas dispuestas y cuando llegaron a Rukungiri las más terribles suposiciones se habían hecho realidad.

En la calle principal, frente a la cabaña del jefe, yacían trece cadáveres más, entre ellos el jefe y el hechicero de la aldea. Los supervivientes se habían reunido en torno a ellos llorando gritando y arañandose la cara en señal de dolor.

Un rápido vistazo a los cadáveres no dejó lugar a dudas. Las heridas de bala y los salvajes mordiscos señalaban claramente a los autores.

Lord Farquar intentó interrogarles con lo poco que sabía de swahili pero ajenos a él repetían una y otra vez “castigo” y “hombre hiena”.

Todos quedaron atónitos. Jane no podía creer que el dulce Patrick fuese capaz de cometer una masacre semejante. Dejaron sobre los cadáveres unas pocas guineas que llevaban encima y abandonaron la aldea con un gran peso sobre los hombros.

Al llegar la noche montaron el campamento bajo una acacia. Tarzán subió al árbol y tras insistir un poco se llevó a Jane a una cómoda percha a unos cuatro metros de altura del suelo.

Tarzán no durmió nada aquella noche alertado por la cercanía del hombre hiena. Se limitó a vigilar y a velar los agitados sueños de Jane.

Patrick se despertó con la luna, con sus ropas salpicadas de sangre. Al principio no recordaba nada, pero poco a poco los flases de la masacre en el pueblo y el asesinato de los dos guías le fueron asaltando con toda crudeza. Se irguió casi presa del pánico. La idea del suicidio se paseó por su mente pero al posar la mano sobre Damu todos los remordimientos desaparecieron. Aquellas gentes eran unos traidores asquerosos y todo lo que había ocurrido era culpa suya. Todos los actos tienen consecuencias. La hiena rio satisfecha y se incorporó estirándose. Patrick imitándola se levantó, se acercó a un arroyo donde sació su sed, se enjuagó un poco las manchas de sangre y comenzó, acompañado de Damu, el largo camino de vuelta a Kampala.

-Arboles sabana ser malos. tener pinchos y hojas pequeñas. Tarzán no poder hacer cama -dijo bajando del árbol cuando el sol despuntaba.

Tarzán se estiró y oteó el paisaje. El repugnante aroma de la hiena y el olor de Patrick ya no se detectaban en el ambiente. Patrick se había marchado. Tarzán pensó en todas esas personas muertas por la locura de un hombre y le entraron ganas de llorar.

-¿Qué vamos a hacer ahora con Patrick? -dijo Avery expresando en voz alta lo que todos estaban pensando.

-No hay mucho que podamos hacer. -respondió Henry mientras cojeaba por la sabana en dirección a Ibanda. -¿Recuerdas cuando el cabo Martins perdió la cabeza en Bengala y exterminó medio pueblo? Esto es algo parecido. Un montón de negros que a nadie le importan, para más inri cazadores de esclavos, mueren en el culo del mundo a manos de un blanco con motivos de sobra para matarlos. Ningún tribunal le condenaría. Sólo podemos rezar para que no lo repita.

El ánimo de Jane era como un tiovivo, por una parte estaba rebosante de alegría porque iba a volver a casa con Tarzán e iba a tener un hijo y por otro no paraba de recordar los cuerpos muertos pulcramente alineados en el suelo de la aldea.

Hablaron poco y caminaron mucho, de forma que al segundo día pudieron llegar a Ibanda. Una vez allí descansaron lo imprescindible y Jane intentó sin éxito hacer dormir a Tarzán en la cama.

Tres días después estaban en la mansión de Lord Farquar. Una vez allí decidieron tomarse un tiempo para aclimatar a Tarzán a la sociedad y enseñarle unas normas básicas de comportamiento antes de partir para Inglaterra.

Su padre decidió que Jane y Tarzán debían dormir separados para mantener las apariencias. Jane no tenía ni idea a que se refería con eso de mantener la apariencias, así que la primera noche, en cuanto tuvo la oportunidad se coló en la habitación de Tarzán. La cama estaba desecha, era obvio que había estado saltando en ella pero él estaba tumbado, totalmente desnudo en el suelo encima de una manta.

Cuando Jane entró sus ojos se iluminaron y antes de que la joven pudiese abrir la boca el hombre se le echó encima.

Esta vez no fue tan fácil. Hasta que hubieron llegado a Kampala la única ropa de Jane había sido la escueta prenda de cuero y un asfixiante capote militar que había traído Lord farquar. Pero ahora llevaba un camisón y un batín de seda color turquesa. Tarzán la besó e intentó acariciar su cuerpo pero terminó liándose con el cinturón del batín.

Jane le devolvió el beso y se quitó la bata dejando a la vista un camisón de seda que se ceñía a su cuerpo mostrando ya una incipiente barriga.

Tarzán la arrinconó contra la pared y agarró sus pechos estrujándolos con fuerza.

-Cuidado bruto. -susurró ella al sentir las manos del hombre en sus pechos aumentados e hipersensibles con el embarazo.

-Tarzán querer hacer amor, querer dar placer a Jane toda la noche.

Jane sonrió excitada, se quitó el camisón antes de que Tarzán se lo arrancara y se quedó desnuda ante él. Tarzán se separó un poco y se quedó quieto acariciando el cuerpo grácil y sinuoso de la joven.

Jane ardía por dentro con sus pechos aun calientes y doloridos por el restregón. Con una seña le dijo a Tarzán que se acercara y guió su boca hasta sus pezones.

Punzantes relámpagos de placer casi doloroso le atravesaron el cuerpo cuando Tarzán rodeó sus pezones con la boca y chupó con fuerza. Jane jadeó, se mordió los labios reprimiendo un grito y se abrazó al cuerpo duro y moreno de Tarzán.

Tarzán levanto la cabeza de los pechos temblorosos de Jane y besándola separó sus piernas y empujándola contra la pared la penetró. Jane notó como la polla dura y caliente resbalaba en su húmedo interior y gimió satisfecha agarrándose con sus piernas a la cintura de Tarzán.

Con cada empujón Tarzán la aprisionaba contra la pared restregando su cuerpo contra ella aplastando sus pechos y su pubis ultrasensibles y asfixiando sus gemidos con largos y húmedos besos.

-Vamos, siéntate en la cama -dijo ella jadeando.

Tarzán obedeció y se sentó con su polla aún dentro de su amada. Jane se agarró al cuello de Tarzán y comenzó a subir y bajar con movimientos cada vez más amplios y violentos. Subía hasta que la polla casi se le salía de su coño y luego se dejaba caer empalándose con el miembro rico y caliente y sintiendo como sus senos pesados se estremecían y bamboleaban aumentando su placer.

Tarzán le agarraba el culo y con sus brazos le ayudaba a subir mientras observaba el cuerpo cremoso de Jane con sus pechos grandes vibrando y bamboleándose con cada penetración. Jane gemía jadeaba y le sonreía con su cara arrebolada y su pelo rojo oscuro pegado a la frente por el sudor.

Con un movimiento brusco Tarzán la levantó en el aire y la tumbó en la cama. Su polla protestó con un espasmo de indignación al sentir que aquel sabroso coño se le escapaba. pero Tarzán no hizo caso y hundió su cara entre las piernas de Jane. El hombre cariñoso y rudo a la vez, comenzó a chupar y mordisquear el clítoris de la joven que no pudo evitar un grito de placer.

Con todo el cuerpo hormigueándole, Jane sintió como los dedos del hombre entraban en su coño y comenzaron a moverse rápidamente hasta que todo el cuerpo de Jane se quedó paralizado por el orgasmo. Tarzán excitado por la vista de aquel cuerpo sudoroso y tenso jadeando y gimiendo siguió acariciando y chupando sin misericordia. Jane notó como sin terminar las oleadas de placer del primer orgasmo se acercaba otro. De nuevo gritó y su cuerpo se combó sudando profusamente. La sensación de placer no fue tan fuerte pero la perseverancia de Tarzán en su vientre hizo que se prolongara. Jane se agitaba apretando su sexo contra la boca de Tarzán y pellizcándose los pezones buscando el contraste y la mezcla de placer y dolor que casi la vuelve loca.

Cuando el segundo orgasmo pasó Jane se tumbó bocarriba unos segundos tomando deliciosas bocanadas de aire. Tarzán estaba de pie ante ella con su cuerpo musculoso y reluciente por el sudor acariciándose el pene mientras la observaba jadear.

Jane le acercó y se metió la polla entre sus pechos pesados y sudorosos. Tarzán empezó a empujar entre ellos. Con cada embate Jane sentía como se agitaban sus tetas arrancándole relámpagos de dolor y placer al mismo tiempo.

Con un último empujón Tarzán se corrió y gruesos chorreones de leche se esparcieron por el cuello y la cara de Jane.

Jadeantes y bañados en sudor se tumbaron en la cama.

-¿Cómo te encuentras? -le preguntó ella cuando sus respiraciones se calmaron.

-Tarzán estar bien.

-¿No echas de menos la selva?

-No tanto como echar de menos a ti si tu no estar conmigo. Tarzán querer a Jane y querer al hijo que crecer dentro de Jane. Gente ser ruidosa gritona y maloliente pero si Jane aguantar Tarzán también poder. No tener miedo.

-¿Ni de casarte?

-Tarzán hacer rito de brujería como tu padre querer para que nuestros espíritus queden unidos para siempre, pero Tarzán saber que no necesitar eso. Tarzán amar a Jane.

Jane no pudo evitar abrazar a aquel hombre. Aquellas palabras valían más para ella que el diamante más grande del mundo.

Con satisfacción notó como la polla de Tarzán volvía a crecer con el contacto de su cuerpo y se preparó para una nueva sesión de sexo.

-Buenos días. -saludo Lord Farquar al ver aparecer a la pareja en el porche agarrados de la mano. -¿Habéis dormido bien?

-Perfectamente, Henry, muchas gracias. Por fin he conseguido que Tarzán duerma en una cama…

-Gracias, por la información querida -dijo el hombre un poco abochornado – pero me temo que ayer no pude evitar oír sus… ejem…

-¡Oh! Lo siento Henry -dijo Jane con una sonrisa avergonzada -¿Mi padre también se enteró?

-No creo el duerme en el otro ala de la casa. Madrugó y marchó temprano a Kampala. Dijo que tenía que ir a correos.

Queridísima Mili:

Espero que os encontréis bien el niño y tu cuando leáis estas frases.

Ardo en deseos de volver a Inglaterra y enterrar mi cuerpo en tus abrazos.

Tengo noticias maravillosas. ¡Jane está viva! y está con nosotros. Le han ocurrido cosas maravillosas durante este tiempo y está deseando contártelas todas. Me ha comentado que te ha echado mucho de menos y que esta desando volver a verte.

Vamos a descansar una semana en Kampala y partiremos para allá. Calculo que estaré en casa con tiempo suficiente para ver nacer a nuestro hijo.

Estoy rodeado de buenas noticias, me siento tan feliz que creo que me va a estallar el corazón.

Tu hombre que te quiere y te echa de menos:

Avery

Una lágrima cayó sobre el papel emborronado un par de palabras. Mili arrugó la carta hasta hacer una pelota y la tiró al fuego con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Ahora que estaba tan cerca, con su hijo a punto de nacer volvía a aparecer Jane y su hijo volvería a ser un pobre bastardo sin ningún derecho. Avery le compraría una modesta casita en la ciudad y le daría un pequeño estipendio para vivir pero se olvidaría de ellos y se dedicaría a cuidar de su adorada hija.

Pero no lo pesaba permitir, no se dejaría vencer sin ofrecer resistencia. Quería un futuro para su hijo.

Patrick no podía dormir. Los recuerdos de la Aldea volvían durante su sueño perturbándolo. Subumba le había dicho que el espíritu de la hiena era muy poderoso y que durante esos momentos había tomado el control.

La joven hechicera en cambio, respiraba suavemente a su lado satisfecha después de haber hecho el amor.

Patrick estiró el brazo y acarició su muslo oscuro y brillante recordando el aplomo con el que se había tomado lo sucedido. Sólo notó un leve gesto de asentimiento al descubrir que Jane estaba viva, debía haberlo supuesto al no descubrirla en el reino de los muertos.

Jane… durante un segundo Patrick pensó que todo volvería a ser igual, pensó que podía recuperar lo perdido, pero ambos habían establecido nuevos vínculos y el de él con Damu era tan fuerte que sólo una poderosa hechicera podía contrarrestarlo.

Miró al techo insomne acariciando a Subumba y buscando un nuevo objetivo en su vida.

Fin del libro 1sex-shop 6

 

Relato erótico: “Intercambio de madres (Parte 1 de 2)” (POR TALIBOS)

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INTERCAMBIO DE MADRES (Parte 1/2):

Sin títuloHace un par de meses, leí una noticia en el periódico que me causó un profundo malestar. En ella se contaba la historia de una mujer, estadounidense, de unos 40 años y relativamente famosa por haber sido animadora en la NBA, que se había declarado culpable del delito por el que estaba siendo juzgada para obtener una reducción de pena. Dos años le cayeron.

¿Su crimen? Haber mantenido relaciones íntimas con un amigo de su hijo, un chaval de 17 años y, por tanto, menor de edad.

Y yo me pregunto… ¿En serio un chico con esa edad es tan inocente como para dejarse “pervertir” por la mujer? O más bien podría decirse que el chico había “triunfado”, obteniendo sexo con una bella mujer (ex-cheerleader, insisto) y, una vez descubierto el pastel, la pobre era la que acababa pagando el pato…

Estoy de acuerdo con que los corruptores de menores, los pederastas y demás, deberían acabar en la cárcel y, después, tirar la llave bien lejos, pero, ¿es así éste caso en particular? ¿En serio somos tan inocentones que pensamos que un chico de 17 años no sabe dónde meterla?

Espero que no juzguen a la animadora yanqui con excesiva dureza porque, si es así, seguramente pensarán que a mí deberían fusilarme.

Por eso me sentí mal al leer la noticia. Porque mi historia… es muchísimo peor.

—————————————-

Todo empezó hace 6 meses… Bueno, no. La verdad es que la cosa venía de antes.

Ahora que lo pienso, lo mejor sería hablarles primero un poco de mí, para ponerles en antecedentes.

Mi nombre es Elvira y soy un poco más joven que la mujer del periódico. Nací en el 80, así que tengo 35 años recién cumplidos. Soy madre de Borja, un chico estupendo, alto, guapo, estudioso, buen deportista… qué les voy a decir, es mi hijo.

El mejor amigo de Borja es Sergio, el origen de todos mis desvelos. También es muy guapo, un poco más bajo que mi Borja, que mide 1,90, también buen estudiante, aunque no tan aficionado a los deportes como su amigo.

Son inseparables desde párvulos y siempre se les ve juntos. Sergio llegó incluso a apuntarse al equipo de baloncesto donde juega Borja, a pesar de que no es lo suyo, sólo para pasar más tiempo con él. Como no se le daba muy bien, dejó el equipo muy pronto pero, como es un chico serio y responsable, consiguió que el entrenador le diera permiso para participar (cuando le apetecía) en la parte física de los entrenamientos.

Los chicos se criaron como hermanos, repartiendo el tiempo entre mi casa y la de Úrsula, la madre de Sergio, madre soltera como yo.

Bueno, decir que soy madre soltera no es del todo correcto, ni tampoco divorciada, pues, en realidad, mi matrimonio fue declarado nulo por un juez, gracias a la intervención de mi tío Elías, el abogado. Les cuento.

En mis años de instituto yo era (supongo que como todas) una jovencita bastante estúpida y con la cabeza llena de pájaros. Eso me llevó a colarme por un compañero, Rogelio, quien, a pesar de su horrible nombre (él también lo odiaba, haciendo que todo el mundo le llamara Charlie), estaba buenísimo, con su pinta de malote y su actitud desafiante. Nos tenía a todas loquitas.

Pero fui yo la que acabó llevándose el gato al agua, logrando que me pidiera para salir empleando algunas técnicas de seducción muy poco sutiles. Me sentí la reina del instituto cuando logré mi objetivo, gozando al sentir cómo las miradas de odio de las demás chicas se clavaban en mi espalda, cuando se descubrió que Charlie estaba saliendo conmigo.

No pasó mucho tiempo de noviazgo antes de que Charlie anunciara que estaba ya “hasta los cojones de tanta paja” así que, temerosa de que me dejara tirada y se fuera con otra que le diera lo que deseaba (candidatas no le iban a faltar) consentí en que se metiera dentro de mis bragas una calurosa tarde primaveral en su dormitorio, donde habíamos quedado para “estudiar”.

No fue bonito, no, no tuve una primera vez placentera y maravillosa como he leído en otras historias; fue bastante sórdido e insatisfactorio. Yo había visto su verga ya muchas veces y la había sopesado manualmente en más de una ocasión (como ya habrán deducido de su comentario anterior), pero, que te metan esa cosa dura y pringosa cuando tú, en el fondo, no estás preparada… boba de mí.

Alguna vez he escuchado la estupidez de que una no puede quedarse preñada cuando lo hace por primera vez. Y un jamón. Chicas, no os lo creáis, que es mentira. Doy fe.

Aún recuerdo a mi padre, descalzo, vestido únicamente con el pantalón del pijama y una camiseta de tirantes, aullando en el salón como un poseso, con el arma reglamentaria de la benemérita en la mano, intentando escapar de la presa que le hacía mi madre, para ir en busca “del hijoputa que le había desgraciado a la niña y volarle los huevos”.

Así, sin comerlo ni beberlo, el pobre Charlie (que lejos de ser el tipo duro que aparentaba, era un ceporro de cuidado) se vio obligado a casarse conmigo, por lo civil, porque el cura del barrio, en cuanto se corrió la voz del bollo que estaba cocinando, se negó en redondo a celebrar la ceremonia para aquellos pecadores.

Con semejantes precedentes, no es de extrañar que mi matrimonio fuera un éxito. En honor a Charlie, hay que reconocerle que aguantó como un campeón casi dos meses cambiando pañales y trabajando de repartidor en el curro que mi padre le había buscado y luego… se quitó de en medio.

Bien pensado, tan ceporro no debía de ser el muchacho, porque lo cierto es que desapareció sin dejar rastro, a pesar de los intentos de mi padre (con la ayuda de la guardia civil, no lo olvidemos) de localizarle para cumplir por fin su amenaza. No sé, quizás se metió en la Legión Extranjera, vete tú a saber.

Los siguientes años fueron bastante jodidos. Vivía en casa de mis padres, con mamá ayudándome en todo lo que podía y papá lo mismo, aunque haciéndose el duro y simulando seguir enfadado conmigo, mientras le pasaba dinero a escondidas a mi madre para que me lo diera a mí, para ayudarme con los gastos.

También me ayudaron mucho mis tíos, Elías y Carmen. Como dije antes, fue mi tío el que logró, unos meses después de la desaparición de Charlie, que mi matrimonio fuese declarado nulo.

Mi tía Carmen me pagó un curso de administrativa por correspondencia y me ayudó a conseguir trabajo como secretaria en una inmobiliaria. Pero pronto me di cuenta de que, como se ganaba dinero de verdad, era con la venta de inmuebles, así que me preparé a conciencia y conseguí que el dueño (caída sugerente de ojos mediante) me pusiera a prueba como vendedora. Y me fue muy bien.

El trabajo se me daba de miedo y pronto empecé a ganar lo suficiente como para abandonar el hogar familiar (aunque no me fui muy lejos, alquilando un piso en el mismo edificio). Ya sé que pensarán que fue una tontería por mi parte, total, mudarme para irme justo al lado, pero mis padres se sintieron mejor viendo que su hija era capaz de abrirse camino por si sola, así que no dudé.

Un par de años más tarde abandoné mi trabajo en la agencia, cambiándola por otra más importante, especializada en viviendas de lujo y la cosa me fue todavía mejor. No hice muchas amistades en el trabajo, pues, a esos niveles, el negocio es bastante competitivo, así que de compañerismo mejor ni hablamos. Como se me daba bastante bien, desperté envidias y recelos, pero a mí me daba exactamente lo mismo, pues yo estaba allí sólo para ganar pasta y darle la mejor vida posible a mi hijo, no para caer simpática.

Reconozco que un poco perra sí que fui, pisándoles ventas a los demás cada vez que me surgía la oportunidad sin cortarme un pelo, exactamente igual que hacían ellos en cuanto podían, no crean, sólo que… a mí se me daba mejor.

Por eso me gané fama de cabrona (merecida) y también de puta (inmerecida), extendiéndose el rumor entre mis compañeros de que no me cortaba a la hora de follarme a un comprador, si con eso conseguía cerrar una venta.

Les juro que eso es del todo falso. Sólo en una ocasión salí con un cliente y fue sencillamente porque nos gustábamos, sin segundas intenciones. Pero la gente se enteró y la fama permaneció.

Me daba igual. Que murmuraran cuanto quisieran. Lo único importante para mí era Borja.

Yo ponía el alma en cada venta, currándomelo de verdad y usando todos los recursos que tenía disponibles. Mi inteligencia, mis conocimientos, mi don de gentes… y sí, por qué no decirlo: mi atractivo físico.

Sé que soy una mujer seductora. Siempre lo he sabido y he procurado sacar el mejor partido de ello. Nadie me censuraría por utilizar mi inteligencia para hacer bien mi trabajo así que: ¿por qué no iba a usar el atributo de mi belleza, si al fin y al cabo también me la había suministrado la naturaleza?

Me consta que soy sexy y he usado esa ventaja tanto como he podido. Unas veces salía bien, como cuando lograbas una venta poniendo de buen humor al cliente, simplemente por llevar un botón de más en la blusa desabrochado y otras veces salía el tiro por la culata, como cuando un imbécil te hacía un bombo a ti en vez de a otra, sólo porque te escogió por ser más guapa que las demás.

Así que veo mi aspecto físico como un factor útil en mi trabajo, una herramienta más y, por supuesto, las herramientas hay que cuidarlas, por lo que acudo al gimnasio al menos dos veces por semana, para mantener los muslos firmes, el culo prieto y las tetas apuntando al frente.

Vale, vale, ya sé que lo que quieren ustedes es que sea un poco más concreta. De acuerdo, les diré que soy de cabello castaño, ojos azules, 1,70 de altura, peso 54 kilos y mis medidas son 94, 61, 90, un poquito tetona, pero no está nada mal ¿eh?

Desde luego, a Sergio sí que le parecía atractiva, eso puedo asegurarlo.

Sergio y Borja. Borja y Sergio. Siempre juntos. Dos de los tres mosqueteros. Siempre por casa, me acostumbré a verle si no como un hijo… al menos como un sobrino muy querido. Y Úrsula veía igual a Borja.

Por el título de la historia, habrán deducido que Úrsula también tiene un papel protagonista en todo esto, ¿verdad? Os hablaré un poco de ella.

Madre soltera, como yo, también se había visto obligada a criar a su hijo casi sola (con la única ayuda de sus padres), pues el tiparraco que la preñó no quiso saber nada de ella (lo que, bien mirado, fue una suerte), por lo que su vida se parecía bastante a la mía, aunque, en su caso, siendo maestra, el sueldo no le daba para demasiadas alegrías, por lo que seguía viviendo en un pequeño apartamento junto a su vástago, mientras que yo había comprado a través de la agencia una preciosa casa mata de enorme patio, junto al parque, abandonando años atrás el edificio en que me crié.

Era por eso (y sobre todo por la piscina que teníamos en dicho patio) que los chicos, de pequeños, preferían estar en nuestra casa antes que en su piso, aunque, a medida que fueron haciéndose mayores, equilibraron los ratos que pasaban en ambos hogares, prácticamente alternando las visitas en casa de uno o del otro.

Úrsula había sufrido una experiencia similar a la mía; chica tonta (un par de años mayor que yo), novio universitario salido y preñez al canto, sólo que sus padres se habían mostrado más comprensivos que los míos, no obligándola a matrimonios glamurosos, encargándose además de criar a Sergio mientras ella lograba terminar magisterio.

Curiosamente y a pesar de los claros paralelismos de nuestras vidas, nunca llegamos a congeniar por completo. Nos apreciábamos, por supuesto y ambas confiábamos la una en la otra a la hora de encomendarnos a nuestros respectivos retoños, pero la amistad no acabó de cuajar.

No sé, quizás fue que, en el fondo, las dos nos sentíamos un poco molestas cuando estábamos juntas, pues sentíamos que, por una vez, las miradas que los hombres nos dedicaban habitualmente se repartían entre dos, en vez de ser sólo para una.

Lo admito. Úrsula está muy buena.

Como he dicho, ya ha cumplido los 37, pero he de reconocer que se conserva muy bien. Sé que también va al gimnasio, aunque no al mismo que yo, cosa que creo es a propósito, pues el mío queda bastante cerca de su casa.

Rubia, tetona y con un culo que hasta yo le he dedicado un par de miradas apreciativas y eso que las mujeres no me atraen en absoluto. No es de extrañar pues, que mi Borja no se conformara en pasar todas las tardes en mi casa y quisiera estar de vez en cuando donde pudiera regalarse la vista con la jamona mamá de su amigo. Menos mal que Úrsula es profesora de primaria, porque, de haber sido maestra de instituto, apuesto a que sus clases, rodeada de mozos en plena pubertad, habrían sido un auténtico espectáculo.

Y Sergio… exactamente igual… pero conmigo.

Como dije antes, los acontecimientos que voy a narrar tuvieron su inicio hace seis meses, pero ya desde mucho antes había observado el franco interés que Sergi sentía hacia mí. Bueno hacia mí exactamente no, más bien hacia mis tetas y mi culo.

Qué quieren que les diga, yo sabía perfectamente que el chico me encontraba atractiva y lo cierto es que jamás le di importancia.

Ya tengo 35 años, sé que todavía soy joven, me mantengo en forma y aún me quedan por delante muchos buenos años; pero, aún así, reconozco que, cuando me miro en el espejo y descubro alguna arruguita aquí o algún centímetro de más allá, me siento un poco mal y el hecho de que un jovenzuelo imberbe, que debía de estar rodeado de guapas jovencitas de instituto, me echara disimuladas miraditas cada vez que podía… me halagaba profundamente.

Aún recuerdo cuando los niños eran pequeños, 7 u 8 años y Úrsula o sus padres los traían a casa para que pasaran la tarde. El pequeño Sergio, que era un torbellino, entraba disparado para abrazarme y darme un beso entre risas. Era un niño abierto y extrovertido, una alegría de chaval…

Pero… cuando llegó la pubertad… los besos y abrazos desaparecieron como por ensalmo y, a cambio… aparecieron los rubores, las miraditas culpables y el azoramiento al hablar. La edad del pavo, vaya.

Yo sabía perfectamente que el pobre chico se me comía con los ojos, más de una vez le sorprendí mirándome el escote, o deleitándose con mi trasero en cuanto me daba la vuelta.

Por cierto, permítanme que haga un inciso; no sé qué les pasa a los hombres, no importa la edad que tengan, se creen que pueden mirar a una mujer con las babas colgando y que nosotras, aquejadas de algún tipo de ceguera selectiva, no nos enteramos de nada.

Sois gilipollas. Nos damos cuenta siempre, lo que ocurre es que no puedes pasarte la vida pegándoles gritos a los tíos que se asoman en tu canalillo y montando broncas con todos. Además, como ya habrán deducido antes, cuando les hablaba de mis “técnicas de venta”, lo justo es reconocer que no me molesta precisamente que me miren.

Y, si el que me mira, es un guapo jovencito… admito que hasta me agrada.

No, no me malinterpreten, no estoy diciendo que fuera provocando al chaval para ponerlo cachondo y sentirme guapa, eso no es verdad. Yo no hacía nada especial para acentuar su interés; simplemente… no le hacía caso.

– Si quiere mirar… que mire – me decía a mí misma.

Sabía que el chico estaba en plena pubertad y era obvio que yo le gustaba, así que… ¿qué tenía de malo si, cuando estaba dándole a la manivela, (seguro que varias veces al día, como mi Borja) tenía en la mente la imagen de mi escote en vez del de la actriz, cantante o compañera de clase de turno? Yo no veía nada de malo en ello.

Y de hecho, nada malo pasó. Los chicos siguieron pasando por casa con tranquilidad, Sergio se mostraba amable y con confianza cuando yo estaba presente, sólo que un poquito más tímido que cuando era un crío y eso era normal ¿no?

Hombre, tampoco voy a decir que no me gustara provocarle un poquito, ya saben, por darle gusto al ego. Pero siempre eran cosas inocentes, como ponerme a tomar el sol en bikini cuando estaban los dos en la piscina, o preguntarles a ambos su opinión sobre cómo me quedaba la minifalda que pensaba llevar por la noche en la cita con el galán de turno, mientras me regocijaba interiormente al leer la franca admiración en los ojos del chico. Ya ven, cosas sin importancia, lo justo para satisfacer mi vanidad.

Hasta el día de la torcedura.

Por si no lo saben, ese día aconteció hace 6 meses, ja, ja, como si no lo hubiese dicho ya. Perdonen la broma, ahora que voy a meterme en materia, me he puesto incomprensiblemente nerviosa.

Ese día empezó con intensidad, con una sorpresa imprevista, pero, contrariamente a lo que esperan si han leído desde el principio, el origen de mi turbación no fue Sergio, sino Borja, mi hijo.

Aunque, supongo que el sobresalto que tuve yo, no tuvo ni punto de comparación con el suyo.

A ver, mamás que tenéis o habéis tenido hijos adolescentes y que estáis leyendo esta historia, estoy segura de que más de una os habréis visto envueltas en situaciones similares.

Me levanté un poco antes de lo habitual, sin que el despertador llegase a sonar y, como todos los días, me di una ducha rápida. Tras hacerlo, me medio vestí y, estúpida de mí, al no haber escuchado a Borja levantarse (como digo, era temprano, aunque yo no era demasiado consciente de ello) fui a buscarle a su cuarto, olvidándome de llamar mientras terminaba de secarme el pelo con una toalla.

Seguro que ya se barruntan el espectáculo que me encontré.

Borja estaba sentado frente a su escritorio, con los boxers bajados hasta los tobillos, aferrando con su mano derecha una bastante respetable erección, agitándola frenéticamente mientras no se perdía detalle de la pareja que follaba despendolada en el monitor de su ordenador.

Bueno, en realidad es más correcto decir que eso estaba haciendo hasta la milésima de segundo precisa en que la tonta de su madre entró en su cuarto sin llamar y le sorprendió en plena paja, pues, en cuanto la puerta se abrió, el pobre chico pegó un bote en su asiento y, a la velocidad de la luz, se agachó y se subió de golpe los calzones, tapándose el asunto como buenamente pudo mientras gritaba enojadísimo:

– ¿Se puede saber qué haces? ¿Es que no sabes llamar?

Yo estaba estupefacta, patidifusa, de pie en el umbral, con una mano aferrada al pomo de la puerta y con la otra sosteniendo la toalla sobre mis húmedos cabellos, paralizada bruscamente en su tarea de secarme el pelo.

– Pe… perdona, Borja – balbuceé – Creí que te habías quedado…

– ¿Te quieres largar ya? – aulló el pobre, colorado como nunca antes le había visto.

– Sí claro, perdona… me voy – dije, reaccionando por fin.

Salí del dormitorio, sintiéndome avergonzada y, en el fondo, un poquito divertida por la situación. En cuanto cerré, se escuchó un golpe sordo contra la puerta y pude imaginarme perfectamente a mi hijo arrojando un cojín hacia donde estaba segundos antes la tonta de su madre.

Poco a poco, fui despertando del shock y entonces le encontré el lado cómico al asunto. Me eché a reír, pero, temiendo que Borja me escuchara y echar así más aceite al fuego, me tapé la boca con la mano para sofocar las carcajadas y regresé a mi cuarto para terminar de vestirme.

– ¿Seré idiota? – me regañé en silencio mientras me miraba al espejo para maquillarme – Desde luego… a quien se le ocurre.

Meneé la cabeza, divertida.

– Por lo menos, el chico está en forma. Quemando energías ya de buena mañana.

Y me reí de nuevo.

Supongo que todas las madres de adolescentes me entenderán; no soy estúpida y desde años atrás era plenamente consciente de que, sin duda, Borja se dedicaba a darle al manubrio siempre que podía; pero, una cosa es saberlo y otra muy distinta enfrentarte con la confirmación visual de que tu hijito anda ya muy… despierto.

Obviamente, había tenido muchos indicios antes, duchas más largas de lo normal, clave en el ordenador para que su mami no pudiera fisgar donde no debía, algún rastro pegajoso en sábanas o ropa interior… pero coño, encontrarse de bruces con tu querido hijo meneándosela… tiene su aquel.

Un rato después, un bastante serio e indignado Borja se reunía conmigo en la cocina, donde le esperaba su desayuno ya preparado. Queriéndome hacer perdonar, le había preparado tortitas, su desayuno favorito y no me había andado con melindres en cuanto a la cantidad.

Cuando entró en la cocina, pude calibrar perfectamente que estaba molesto, pero, sobre todo, avergonzado, así que decidí intentar quitarle hierro al asunto, usando un poquito de humor.

– Toma, cariño – le dije ubicando un gran plato de tortitas frente a él – Tienes que recuperar energías, después de tanto esfuerzo…

Se quedó atónito, mirando a su madre con la boca abierta sin saber qué responder. No aguantando más, me eché a reír y le abracé, besándole el cabello.

– Anda, que… ya te vale – dijo enfurruñado en cuanto le liberé de mi abrazo – Podías llamar a la puerta, leñe. ¿No has oído hablar de la intimidad?

– Perdona, cariño – le dije todavía sonriente – Comprendo que te dé vergüenza que tu madre te pille haciendo esas cosas. Te pido perdón, ya sabes que siempre llamo, pero iba pensando en la reunión de hoy y no me di cuenta…

– Sí, ya, lo que sea. ¿A ti te gustaría que yo entrara en el baño sin llamar cuando te estás duchando?

– Ay, nene – dije juguetona – ¿Es que quieres ver a tu mami desnudita?

– Déjate de bromas – dijo un poco cortado – Que estoy cabreado.

– Y te pido perdón, Borja. Tendré más cuidado de aquí en adelante. Ahora que sé que mi niñito practica ese tipo de… actividades – dije burlona.

– Mamá… – me reconvino él.

– No sé, cariño. Podías colgar una corbata en el pomo de la puerta cuando vayas a ponerte en faena… – seguí con la broma.

– Mamá – dijo él juntando las manos como si rezara – Te lo suplico, déjalo ya. Bastante vergüenza he pasado…

– Vale, vale – concedí – Perdona. Pero no seas tonto, no tienes nada de qué avergonzarte. Es la cosa más natural del mundo. Todo el mundo lo hace. Hasta yo lo hago – admití sin cortarme, tratando de restablecer la confianza.

– Sí, ya lo supongo. Pero, reconoce que es un palo que tu madre te pille… haciendo eso.

– Que sí, que sí. Mea culpa. Lo admito. Te pido mil disculpas.

– Ya está bien. Dejémoslo ya.

– ¿En serio? – dije riendo – ¡Vaya! Y yo que creía que por fin había llegado la hora de tener la charla de las abejitas y las florecitas. ¡Vaya chasco!

– Tranquila, mamá – dijo Borja, mucho más relajado – Esa charla es innecesaria. Soy autodidacta.

– Ja, ja. Muy gracioso. Claro, con tanta Internet, películas y demás, los jóvenes de hoy en día os enteráis de estas cosas bien pronto. Pero ten cuidado, que todo lo que puedes encontrar así son tonterías. Ya sabes, si tienes alguna duda…

– Hablaré con el consejero que nos da las charlas de educación sexual. Gracias, mami.

– ¡Tonto! Lo que digo es que puedes preguntarme lo que quieras.

– ¡Claro! Y aguantar tus cachondeítos hasta que me vaya de casa. Además, mamá, no sé si tú eres la más apropiada para darme una charla sobre planificación familiar y eso, ¿no? – dijo sonriente, guiñándome un ojo.

Yo jamás le había ocultado su origen a mi hijo, ni cómo fue concebido, ni quién era el imbécil de su padre. Él, acostumbrado a ello, no se cortaba en hablar del tema conmigo, bromeando incluso, sin ninguna clase de problemas.

Viendo que empezaba a hacerse tarde, me levanté de la mesa y, tras dejar mi taza en el fregadero, me acerqué de nuevo a mi hijo y volví a abrazarle.

– En eso tienes razón. Y, además, con todos los años que faltan para que me dejes solita. Porque, tú no vas a irte nunca ¿verdad?

– En cuanto cumpla los 18, me piro – respondió él, continuando con una broma que nos traemos desde tiempo atrás.

– De eso nada, monín. Tú te quedas aquí conmigo.

Recogí el bolso y salí de la cocina. Pero, en el último momento, se me ocurrió otra cosa y, volviéndome a asomar desde el umbral le dije:

– Oye, Borja, por cierto. ¿Tú eres virgen? Y no, haberlo hecho con tu manita no cuenta…

Y me largué disparada de allí tras verle enrojecer de nuevo, sin darle tiempo a que me arrojara la tortita que se estaba comiendo, como estaba a punto de hacer.

Como les he dicho, el día empezó con sorpresa. La anécdota no tenía mayor importancia, era una tontería propia de la convivencia, seguro que muchos de ustedes tienen historias similares, pero, esa mañana… no sé que me pasó, pero lo cierto es, que la visión del pene erecto de mi hijo… me perturbó un poco.

No sé. Quizás influyó en mí que llevaba ya algún tiempo sin una cita, pues, últimamente había estado tan liada con el trabajo que había rechazado todos los intentos de acercamiento masculinos, así que llevaba una buena temporada sin sexo (descontando el que me procuraba yo solita, como Borja).

Mientras conducía, rememoraba divertida la anécdota matutina, pero centrándome más de lo apropiado en la erección, que parecía haber quedado grabada en mis retinas, pues bastaba un simple parpadeo para poder verla de nuevo en toda su plenitud.

– Bueno, parece que mi hijo no está nada mal armado – dije en voz alta en la soledad de mi coche.

Por fortuna, pronto llegué a la casa donde estaba citada con mis futuros (así lo esperaba al menos) clientes y pude concentrarme en el trabajo. Se trataba de un matrimonio más o menos de mi quinta, padres de 2 hijos, el mayor de los cuales tendría la edad de Borja. El hecho de que hubieran traído a los chicos a ver la casa, haciéndoles faltar al colegio, me indicó que la venta estaba muy próxima.

Mientras les enseñaba (ya por tercera vez) la vivienda, me fijé en que el chico, el jovencito, literalmente me devoraba con los ojos, lo que me recordó a Sergio. Y a Borja y su…

– Vaya, vaya, amiguito – pensé en silencio mientras el chico me miraba las tetas con disimulo – Mira cuanto quieras guapín, pero no te olvides de decirle a tus papás que la casa te encanta, así podrás verme más veces, cuando quedemos para firmar el contrato, por ejemplo.

Pero claro, no dije nada, limitándome a dedicarle una cálida sonrisa al chico, que le hizo ruborizarse.

– ¡Qué mono! – pensé – Pero, apuesto a que no la tienes tan gorda como mi Borja…

Dejé al chico solazarse la vista cuanto quiso, fingiendo no darme cuenta de nada. Su papi también me dedicó un par de miradas apreciativas, pero con mucho más cuidado, para que no se diera cuenta la parienta.

Yo, experta en esas lides, me había vestido ese día con bastante recato, con falda por debajo de la rodilla y una blusa correctamente abrochada, debajo de una chaqueta a juego con la falda, pues no es buena idea lucir demasiada carne cuando la esposa del comprador le acompaña en la transacción.

Así que, sabiendo cómo manejarme perfectamente en esas situaciones, procuraba estar en todo momento con la mujer, bromeando y charlando con ella, para que viera lo simpática y atenta que era yo y que en modo alguno iba a intentar flirtear con su marido. Y, de paso, al mantenerla distraída, permitía que el buen hombre se regalara la vista como hacía su hijo.

Si sois vendedoras, os voy a dar un consejo: no cabréeis a la mujer tratando de mostraros demasiado simpáticas con el marido. La venta se os cae seguro (obviamente, se aplica lo mismo a los vendedores y las esposas).

Pues bien, la cosa salió a pedir de boca y sellamos el compromiso de compra esa misma mañana.

Contenta porque todo hubiera salido tan bien, decidí tomarme el resto del día libre y, pensando en resarcir un poco a Borja, se me ocurrió llamarle para invitarle a almorzar. Como sabía sus horarios de clase, le di un toque justo durante el último de sus descansos.

– Dime, mamá – resonó su voz en el coche a través del manos libres.

– Hola, tesoro. Te llamo porque he terminado antes de lo que esperaba y he pensado en invitarte a comer. Dile a Sergio que se venga.

– Vaya, pues vienes que ni pintada – dijo mi hijo.

– ¿Por qué?

– Verás. Este idiota ha tropezado antes en un escalón y se ha torcido un tobillo. Me iba a saltar la última hora para ir a casa a por la moto para llevarle, pero si tú vienes a por nosotros, de coña.

– ¿Sergio? – dije preocupada – ¿Qué le ha pasado? ¿Es grave?

– ¡Nah! No es nada. Una torcedura. Pero le duele al apoyar el pié.

– Vale. Quedaos ahí a la hora de salir y yo os recojo.

Una hora más tarde y tras haber aprovechado el rato para llevar el coche a lavar, recogí a los dos jóvenes en la puerta del instituto.

Sergio, efectivamente, iba a la pata coja apoyado en el hombro de mi hijo, que cargaba además con las mochilas de ambos.

– Hola, Elvira – saludó tímidamente Sergio cuando detuve el auto frente a ellos.

– Hola guapo. Qué mala pata, ¿eh? – dije riéndome mientras miraba su pie alzado.

– Muy graciosa mamá – dijo Borja con la voz un poquito tensa por el esfuerzo – Anda, sube atrás, mandril y pon el pie en el asiento, que irás más cómodo.

Ayudado por mi hijo, Borja se ubicó en el asiento trasero, apoyando la espalda en la puerta detrás del pasajero y estirando la pierna sobre el acolchado.

– ¿Y cómo te has apañado? – pregunté mirando hacia atrás, asomándome entre los dos asientos.

– Porque es imbécil – intervino Borja entrando en el coche y saludándome con un beso en la mejilla – Iba mirando lo que no debe y claro…

– ¿Lo que no debe? – pregunté divertida, barruntándome por donde iban los tiros – Adónde irías mirando tú, alma de cántaro, a alguna chica guapa, sin duda.

– Y tanto – continuó con la burla Borja – Celia, que iba hoy en minifalda, venía bajando las escaleras… éste que subía…

– Calla, idiota – farfulló Borja, intentando darle a su amigo un coscorrón.

– No te preocupes. Déjale que se ría. – intervine – Luego, en el almuerzo, te cuento una cosa que ha pasado esta mañana…

– ¡MAMÁ!

Esto es una especie de poder que tenemos todos los padres, no importa lo seguros en si mismos que sean nuestros hijos, todos tenemos la capacidad de avergonzarles a poco que nos lo propongamos.

Y así, entre risas, conduje a los dos jóvenes hasta un restaurante que nos gustaba mucho, donde comimos estupendamente.

Al terminar, me ofrecí a llevar a Sergio a su casa, pero Borja me dijo que habían pensado estudiar un rato, así que era mejor que fuéramos a casa y luego él mismo llevaría a Sergio en la moto.

Pero la cosa no salió así.

………………………………………………

Cuando llegamos, los chicos se ubicaron en el salón, en la mesa grande, con un montón de libros encima, con el aire acondicionado puesto a toda hostia, pues, a pesar de ser un día primaveral, hacía bastante calor.

Yo, que no tenía nada mejor que hacer, pensé que era buena idea relajarme un rato tomado el sol y dándome un bañito en la piscina, así que, tras anunciar mis intenciones, dejé a los chicos liados con sus estudios y, una vez vestida con el bikini, me fui a una de las hamacas, acompañada de un refresco bien frío y de un buen libro.

Y no, no hice lo que están pensando. No me paseé luciendo palmito por el salón, salí al patio directamente por la cristalera del despacho, sin que los chicos me vieran.

Me quedé allí un buen rato, poniéndome morena con calma, con el cuerpo bien embadurnado en aceite solar; no leí mucho, pues enseguida me quedé adormilada, hasta que Borja vino a sacarme del amodorramiento en que me había sumergido.

– Mamá – dijo mientras se acercaba – Tengo un problema…

– Dime, hijo – respondí, quitándome las gafas de sol y mirándole fijamente.

– Acaba de llamarme Paco. Por lo visto el entrenador nos había convocado esta tarde y a él se le ha pasado avisarme. Tengo que salir disparado.

– Vale. ¿Y dónde está el problema?

– Ahora mismo no me da tiempo a llevar a Sergio, pero no pasa nada, él se va a quedar estudiando un rato más y luego vuelvo y le llevo en la moto. Pero, si la cosa se alarga…

– Tú tranquilo – respondí, pillándola al vuelo – Con el pie así no se va a ir andando. Si ves que no vas a poder venir, dame un toque al móvil y yo le llevo.

– ¡Gracias, mamá! – dijo Borja sonriéndome.

– Antes de irte, tráeme mi teléfono que lo he dejado en la mesita. Aquí se está estupendamente y no tengo ganas de moverme.

– Claro.

Un par de minutos después, mi hijo regresó, vestido ya con la ropa de deporte y, tras entregarme mi móvil, me dio un beso de despedida y salió como alma que lleva el diablo.

Yo, sin alterarme lo más mínimo, volví a tumbarme en la hamaca, pero la charla y el saber que probablemente no iba a poder pasarme toda la tarde remoloneando, pues era casi seguro que me iba a tocar hacer de chófer, consiguieron que se me pasara el sueño por completo, con lo que permanecí bien despierta. Y claro, me puse a darle vueltas al coco.

Y, a mi mente, regresaron las intensas imágenes de la mañana.

Releyendo estas líneas, me doy cuenta de que no me he expresado bien y estoy acabando por dar la impresión de que estaba un poquito cachonda por haberle visto la polla A MI HIJO. Y no es así. Estaba un poquito cachonda porque había visto UNA BUENA POLLA y nada más. En ese momento no albergaba en mí ningún tipo de pensamiento incestuoso.

Sacudí la cabeza, tratando de librarme de esas imágenes, pero, como no lo conseguía, pensé que era una buena idea ir a por otro refresco y, de camino, dedicar un par de minutos a actuar como buena anfitriona.

Cogí el pareo que había dejado a un lado y me lo lié a la cintura a modo de falda, caminando de regreso a la casa, fantaseando medio en broma sobre si sorprendería a Sergio haciendo lo mismo que por la mañana su amigo.

Pero qué va, el chico era super aplicado, así que le encontré en el salón bien concentrado en sus libros y nada en su actitud me indicó que hubiera estado haciendo ni pensando nada raro.

Al menos hasta que entré en el salón en bikini.

– Oye, Sergio, me ha dicho Borja que si va a volver tarde, te lleve yo a tu casa.

El chico, que no me había oído llegar, se puso colorado rápidamente cuando alzó la vista y se encontró con la mamá de su amigo, medio desnuda, hablándole como si tal cosa.

– ¿Có… cómo dices? – dijo el chico, mirándome con timidez a los ojos, temeroso de que me hubiera dado cuenta de adónde había mirado primero.

Lo que dije antes. Pensáis que estamos ciegas.

– Que luego te llevo yo a casa, si Borja no viene a tiempo.

– ¡Ah! Sí, bueno, eso me ha dicho. Pero no hace falta que te molestes. Puedo llamar a mi madre o coger el bus…

Sacudí la cabeza. El chico seguía siendo demasiado educado.

– Sergi, hombre, déjate de tonterías. Que hay confianza, leñe. Vas a molestar a tu madre estando yo aquí tirada a la bartola. Yo te llevo luego y punto. Tu madre haría lo mismo si fuera al revés, ¿o no?

– Sí, claro… – dijo el chico, poniendo todo su empeño en seguir mirándome a la cara.

– Pues ya está. Me vuelvo a la piscina. Voy a coger un refresco de la cocina, ¿quieres algo? Que con ese pié, si te entra sed…

– Sí, vale – asintió Sergi, más tranquilo – Te lo agradezco.

– Enseguida te lo traigo.

Como sé perfectamente la marca que le gusta a él, fui a la cocina y cogí dos latas, regresando al salón y dándole una al muchacho.

– Aquí tienes.

– Gracias.

– Oye, se me ocurre que… – dije de pronto – Hace calor. ¿No te apetecería darte un bañito? Si quieres subo a por tu bañador, te cambias y te ayudo a ir a la piscina.

– ¡OH! Gracias, Elvira, pero me queda un rato todavía. Estoy liado con esto – balbuceó el pobre chico, aferrando todos los papeles a la vez, sin acabar de decidirse por ninguno.

– Bueno, como quieras. Me voy… solita… – bromeé – A aburrirme… sin nadie con quien charlar…

Le conozco como si le hubiera parido y sabía perfectamente que bromear era la mejor forma de conseguir que se relajase y se le pasase la vergüenza.

– Vale, vale, Elvira. Tú ganas. – dijo riendo – Mira, tráeme el bañador y dentro de un rato, cuando haya acabado con estos ejercicios, te hago compañía un rato.

– ¡Eso! ¡Compadécete de esta pobre vieja! ¡Eres un buen chico! ¡Tu madre estará orgullosa!

– ¿Vieja tú? – dijo Sergio sin pararse a pensar – ¡No digas tonterías! ¡Ya quisieran las demás estar como tú! ¡Eres guapísima!

Y se quedó callado de golpe, súbitamente azorado por lo que acababa de decir. Yo me sentí igual. No queriendo avergonzarle, decidí que ya estaba bien de juegos.

– Vaya, Sergio, te agradezco el piropo – dije, un poquito turbada, pues era la primera vez en la vida que Sergio me decía algo semejante – Y, ya fuera de bromas, te traigo el bañador y, cuando quieras, me das un toque al móvil y vengo a ayudarte. Si te apetece, claro…

– Vale – asintió.

Así lo hice. Subí al cuarto de Borja y, de un cajón, cogí uno de los bañadores de Sergio, que había dejado en casa para cuando los dos usaban la piscina.

Se lo llevé al salón y, sin intercambiar más que una nerviosa sonrisa, regresé a mi hamaca, dejando al chaval con sus estudios.

Y claro, en cuanto me encontré de nuevo a solas, me puse a darle vueltas al coco, pensando en las palabras que se le habían escapado al chico.

A ver, yo sabía que le gustaba, pero nunca antes se había atrevido a expresarlo abiertamente. Me había dicho guapa en otras ocasiones, claro, como cuando les pedía opinión a mi hijo y a él sobre cómo me quedaba alguna prenda o sobre si estaba bien arreglada para una cita, pero siempre había sido corroborando las palabras de Borja, diciéndolo más bien de compromiso.

Pero, esta vez… le había salido de dentro… había dicho abiertamente que me encontraba atractiva. Estando los dos a solas, que no se nos olvide. Y eso… me ponía nerviosa.

– Jo, vaya día llevo – dije en voz alta, en la soledad de la piscina – Esta mañana pillo a mi hijo en plena faena y ahora consigo que su amigo diga que estoy muy buena.

Me sentía alterada, un poquito turbada por la posibilidad de que el teléfono sonara y Sergio me pidiera que fuera a ayudarle. A medida que los minutos fueron pasando y el móvil seguía mudo, fui sosegándome un poco, pensando que, lo más probable, al chico le dieran corte sus palabras y no se atreviera a venir, lo que me parecía estupendo.

Bueno, del todo no. Una parte de mí sí que quería que aquel teléfono sonara.

Y claro, por culpa de aquel rollo… no podía apartar mis pensamientos de Sergio.

¿Estará estudiando? ¿Estará avergonzado por haber admitido que la madre de su amigo le pone? ¿Pensará venir? ¿Se habrá olvidado del tema?

Como ven, mi cabeza era un auténtico batiburrillo, dándole vueltas a todo lo que se me ocurría, hasta que, de pronto, un pensamiento penetró en mi cabeza acallando todos los demás…

¿Se habrá puesto cachondo? ¿Estará aprovechando que está solo para masturbarse pensando en mí?

No sé cómo se me ocurrió aquello, supongo que el recuerdo del incidente con Borja había provocado que la imagen de jovencitos haciéndose pajas estuviera latente en mi cerebro. Pero, lo cierto es que, a partir de ese instante, sólo pude pensar en si Sergio estaría meneándosela en el salón o no.

Y empecé a fantasear.

– ¿Se estará tocando? – pensaba – ¡Joder, a ver si se me ha ido la mano…! ¿Te imaginas? A lo mejor ahora mismo está en el salón, con los ojos cerrados, dale que te pego mientras piensa en mí.

Sacudí la cabeza, tratando de expulsar esos pensamientos.

– No seas estúpida, Elvi. Sergio es muy buen muchacho. Vale que, en la intimidad de su casa, haga sus cositas, pero seguro que ahora mismo está estudiando tan tranquilo y no está pensando en mí para nada.

Pero no conseguía calmarme.

– ¡Qué tonta eres! – me dije – Si quieres comprobarlo, levántate y ve a mirar. Sí claro, muy buena idea… Y si le pillo en plena paja, como a Borja, ¿entonces qué? ¿Le pido disculpas y espero a que me arroje un cojín? Y a lo mejor… ¿Y si no está en el salón, sino que me está observando desde el despacho, escondido tras la cortina, machacándosela como un mono mientras me mira aquí medio desnuda?

Aquel pensamiento era todavía peor. ¿Y si me estaba espinado? Tragando saliva para armarme de valor, me incorporé sobre la hamaca y, con disimulo, miré hacia la cristalera que comunicaba el patio con mi despacho.

La cortina estaba abierta de par en par. Allí no había nadie.

– ¡Serás gilipollas! – me dije dándome una palmada en la frente – Elvi, necesitas salir por ahí y que te echen un polvo. Se te está yendo la cabeza.

Avergonzada y deseando alejar por fin aquellas ideas, me levanté y me arrojé de cabeza a la piscina, poniéndome a nadar un rato, tratando de dejar de pensar en tonterías.

Hice unos cuantos largos y, cuando empecé a sentirme cansada, decidí salir del agua, pero, en vez de usar la escalerilla, me apoyé en el borde e, impulsándome con los brazos, salí trepando.

Entonces fue cuando le vi. Sergio había venido él solito y estaba echado en otra hamaca, vestido con el bañador y una camiseta, sin mirarme directamente, aunque se veía, por el rubor de sus mejillas, que no se había perdido detalle de mi surgimiento de entre las aguas.

– Estupendo – pensé en silencio – Y encima le das al chico el espectáculo de la tía en bikini chorreando saliendo de la piscina. Como en un anuncio.

Y, por la cara que ponía, se veía que a Sergi le había gustado la publicidad.

Simulando no darme cuenta de nada, caminé hasta mi hamaca y, aferrando la toalla, me sequé, procurando quedar bien tapada por la tela.

– ¿No habíamos quedado en que ibas a llamarme al móvil? – le dije mientras me secaba.

– Lo he hecho – dijo él, mirándome de nuevo – Como no contestabas, he venido yo solo. A la pata coja.

– Perdona – respondí – No lo habré oído por estar en el agua.

– Tranquila. No hay problema. Mientras no apoye el pié, no me duele nada.

– ¿Quieres otro refresco? – le dije de repente, por decir algo – Yo voy a ir a por uno. Con este calor…

– Bueno… vale – asintió.

– Enseguida vuelvo.

Un poquito azorada, regresé a la casa intentando caminar con normalidad. No paraba de repetirme que no debía mirar atrás, pues, si lo hacía y le pillaba mirándome el culo, no sabría ni qué cara ponerle.

Por fin, atravesé la cristalera y, en cuanto estuve segura de que no podía verme, me giré y le espié desde el interior del despacho. Sergio seguía en su hamaca, de espaldas a mí y no parecía haberse movido ni un centímetro.

– Anda, que… menuda película te estás montando – me dije.

Desde luego, me hacía falta echar un polvo como el comer.

Más tranquila, fui al baño (beber tanto refresco es lo que tiene) y después a la cocina a por las latas. Entonces se me ocurrió que, para quitar un poco de hierro al asunto, lo mejor era mostrarse un poco más discreta, así que pillé una camiseta de algodón y me la puse encima del bikini, en un intento de exhibir menos carne.

Se me ocurrió que, quizás Borja, al ver la camiseta, adivinaría el motivo por el que me la había puesto y pasaría vergüenza por ello, pero concluí que mejor que la pasara él a que la pasara yo, como sin duda sucedería si le sorprendía mirándome las tetas cubiertas tan sólo por el bikini.

Me reuní de nuevo con el joven y, tras darle la lata, me eché de nuevo en mi hamaca. No pareció en absoluto sorprendido o avergonzado porque yo hubiera ocultado un poco la mercancía, lo que me serenó un poco.

– Qué bien se está aquí – dijo Sergio tras abrir su refresco.

– Sí que es verdad. Como estamos cerca del parque, no hay coches y esto es muy tranquilo.

– Me encanta venir aquí. Mi casa está bien, pero ésta…

– Se entiende. Con la piscinita…

Sergio me miró, como si fuese a decir algo más. Pero optó por quedarse en silencio, aunque yo sospechaba qué había estado a punto de decir.

– Y cuéntame – dije tratando de cambiar de tema – ¿Cómo te las has apañado para caerte?

– ¿No te lo ha dicho ya Borja? Me he quedado mirando a una chica, me he despistado…

– Ay, todos los tíos sois iguales… – dije riendo.

– Leñe, Elvira, que no hacía nada malo. Me he distraído mirando una chica guapa y he pisado mal un escalón.

– Si es que sólo pensáis en una cosa…

– No digas eso. A cualquiera podría pasarle. Si tú ves a un tío atractivo, ¿no lo miras?

– Vale, vale, tienes razón – admití, tratando de evitar que la conversación siguiera por esos derroteros.

Por fortuna, Sergi no insistió en el tema, así que seguimos hablando tranquilamente durante un rato, de los estudios sobre todo. Pero claro, una adulta hablando con un joven, siempre tiene que acabar por meter la pata.

– Bueno, dime. ¿Y de chicas qué tal? ¿Estás saliendo con alguna?

– ¿Yo? ¡Qué va! – dijo poniéndose súbitamente serio – Las tías no me hacen ni caso.

– ¡Venga ya! – exclamé sin pensar – ¡Eso no me lo creo! ¡Con lo guapo que eres! Buen estudiante, guapetón… ¡Seguro que las tienes haciendo cola!

¿Pero qué estaba diciendo? ¡Me estaba metiendo yo solita en la boca del lobo! Mi cabeza iba por un lado, pero mi boca no le hacía ni puñetero caso, diciendo lo que le daba la gana.

– Gracias – dijo él simplemente – Te agradezco el cumplido, pero sé que lo dices por compromiso, porque soy amigo de Borja…

– ¡Anda, no seas tonto! – exclamé de nuevo sin pensar – Si te digo que eres guapo es porque lo eres. Si yo tuviera quince años menos, te ibas a enter…

Me quedé petrificada. Pero, ¿qué coño me pasaba? ¿Me había vuelto loca? ¿No decía yo que nunca hacía nada para alentar al chico? ¿Y no se me ocurría otra cosa que decirle que me lo montaría con él si fuese un poco más joven?

Por suerte, Sergi, muy inexperto con las mujeres, no entró al trapo y no dio la respuesta obvia a mis palabras, limitándose a ponerse colorado y a beber de su lata en silencio. Le encontré hasta mono.

– No me malinterpretes… – dije azorada, tratando de arreglar el asunto – Lo que digo es que, como mujer que soy, puedo asegurarte que eres un chico atractivo y eso…

Entonces mi teléfono móvil se puso a sonar, mientras yo, mentalmente, le daba las más profundas gracias a quien quiera que fuese. Era Borja.

– Dime cariño – dije poniéndome en pié para charlar, más que nada para apartarme un poco de Sergio, pues su cercanía me ponía nerviosa.

– Hola, mamá. Mira, que al final no hay problema. Sólo era una reunión sobre el calendario. En un rato estoy en casa.

– ¡Uf! Menos mal… – pensé – Me ahorro de llevarle.

Alcé la mirada y miré de reojo a Sergio, pillándole in fraganti deleitándose con la visión de mi cuerpo. Fue entonces cuando fui consciente de mi aspecto: definitivamente, ponerme la camiseta había sido un error.

Al ponérmela sobre el bikini mojado, el algodón se había empapado, transparentando que daba gusto, cosa que, como es bien sabida, resulta tremendamente sexy. Además, la camiseta me llegaba sólo un poco por debajo de la cintura, tapando mis nalgas parcialmente, lo que, sin duda, había permitido al chico gozar de un buen primer plano de mi culo, cuando le di la espalda para hablar por el teléfono.

– Sí, tú sigue echando aceite al fuego… ya verás – pensé, simulando no haber visto la mirada lujuriosa del chaval.

– ¿Qué decías cariño? – dije al teléfono – No te oigo bien.

– Que, si no te importa, que Sergio se quede a cenar y luego le llevo en un momento con la moto.

– Sergio – dije apartando el teléfono – Borja dice que viene para acá. Que te quedes a cenar y luego te alarga él.

– Vale.

Y en eso quedamos.

Nerviosa por la charla con el chico y no queriendo animarle a nada más, me excusé diciendo que iba a darme una ducha antes de ponerme con la cena. Le pregunté si quería que le ayudara a regresar al salón, pero él (para mi alivio), dijo que esperaría allí a Borja.

Cinco minutos después, me encontraba bajo el chorro de agua fría de la ducha del baño de mi dormitorio, tratando de ordenar mis pensamientos. Seguía inquieta, nerviosa, algo se agitaba dentro de mí.

Pero, ¿qué me pasaba ese día? ¡Si no había ocurrido nada! Sergio se había comportado como siempre, educado y tranquilo.

Y total, ¿podía culparle si me había mirado un poco? Era normal ¿cómo no iba a mirar a una tía en bikini por la que se sentía atraído? Y él no había hecho nada más, el resto de la película me la había montado yo solita.

Sus ojos… aún podía sentirlos clavados en mí… mirando mi trasero, que asomaba bajo el borde de la camiseta… desnudándolo, acariciándolo…

¿Es que me estaba volviendo loca?

Muy agitada, pero sabiendo perfectamente cuál era la solución a mis desvelos, decidí que tenía que hacer algo para calmarme. Andaba un poco necesitada, ése era el problema, así que, como había hecho mi hijo por la mañana… tenía que aliviarme un poco.

Me eché sobre la cama, desnuda, empapando la colcha, pues aún estaba medio mojada de la ducha. Pensé en buscar mi consolador en la mesita, pero decidí no hacerlo, pues me apetecía más usar mis inquietos deditos.

Separé los muslos y, como hago siempre, abrí bien los labios vaginales usando dos dedos, pues me gustaba abrirme bien el coñito antes de empezar a masturbarme.

En cuanto mis dedos rozaron la trémula carne, un estremecedor gemido se escapó de mis labios, mientras una oleada de placer recorría mi cuerpo de la cabeza a los pies.

– ¡Joder, qué cachonda estoy! – exclamé, sorprendida por el efecto que había tenido el ligero contacto.

Pero, al escuchar mi propia voz resonando en la habitación, recordé que no estaba sola en casa.

– ¡Leñe! ¿Y si Sergio ha entrado? ¿Me habrá oído desde abajo?

Acojonada, me levanté de un salto de la cama y, completamente desnuda, caminé hasta la ventana, que daba directamente a la piscina. Ocultándome tras la cortina (no fuera el chico a mirar hacia arriba y me pillara en pelotas) me asomé con mucho cuidado, soltando inmediatamente un suspiro de alivio.

– Vaya, ya veo que has sido buen chico y sigues ahí traquilito – dije de nuevo en voz alta.

Efectivamente, Sergio seguía exactamente donde yo le había dejado, tumbado en su hamaca, sólo que, para tomar un poco el sol, se había quitado la camiseta, quedando vestido únicamente con el bañador.

– Vale – me dije – Voy a darme prisita y termino con esto…

Me disponía a regresar a la cama, para reanudar mi sesión masturbatoria, cuando una pícara idea asaltó mi cerebro.

Sin darme cuenta de lo que hacía, volví a asomarme por la ventana y a mirar a Sergi, que seguía tumbado tranquilamente. Me quedé un segundo admirando su torso desnudo, bien formado, apetecible, terso… Y un poco más abajo… el bulto en su bañador… ¿La tendría como Borja?… algo se agitó dentro de mí.

– ¡Qué coño! – exclamé – Él se pasa la vida mirándome el culo, así que… por una vez que mire yo…

Cuando quise darme cuenta, había empezado a masturbarme, allí de pié, junto a la ventana, asomándome al patio con cuidado desde detrás de la cortina, deleitándome con el cuerpo semidesnudo del amigo de mi hijo… haciendo precisamente lo mismo que él había hecho en mis fantasías de un rato antes…

Madre mía, cómo me puse de caliente. Cuando quise darme cuenta estaba literalmente chorreando entre las piernas… mis dedos chapoteaban en mis jugos, que se deslizaban voluptuosamente por la cara interna de mis muslos, haciéndome hervir de placer, sin apartar ni un instante la mirada del cuerpo adolescente de Sergi.

Me mordí los labios con lujuria, tratando de ahogar el grito que pugnaba por escapar de mi garganta, apreté los muslos, atrapando mi mano en medio, sintiéndola con intensidad, mientras mis dedos acariciaban y jugueteaban por todas partes.

Mi otra mano, sin ser apenas consciente de ello, se había aferrado a mis pechos, amasándolos y acariciándolos con lujuria, deleitándose con su dureza, estimulando los sensibles y durísimos pezones, haciéndome gemir de placer.

El orgasmo llegó rápidamente, con intensidad, tanta que me costó horrores no ponerme a gritar como loca. Sentí que las fuerzas me fallaban, así que, instintivamente, me agarré con fuerza de la cortina, arrancando varios ganchos de la barra, aunque, por suerte, los restantes fueron capaces de aguantar mi peso.

La corrida fue bestial, nunca lo había pasado tan bien masturbándome a solas. Entonces, me di cuenta de que, al desprender parcialmente la cortina del riel, ésta ya no me ocultaba. Asustada, me asomé a la ventana, pero, por fortuna, Sergio seguía quietecito, ajeno por completo a que la guarra de la madre de su amigo acababa de hacerse una paja en su honor.

– Te has perdido el espectáculo, amiguito – dije sonriendo tontamente, mientras regresaba a la seguridad del dormitorio – Joder, voy a tener que darme otra ducha.

Era verdad, me había puesto a sudar y olía un poco a transpiración… y a otras cosas.

Cuando acabé por fin de ducharme (otra vez) y, tras vestirme adecuadamente con un pantalón corto (por encima de la rodilla) y una camiseta, regresé al patio, donde me encontré con que mi hijo había vuelto ya.

Más calmada (sobre todo porque nada en el comportamiento de Sergi mostraba que se hubiera siquiera imaginado lo que había pasado en mi cuarto), les dejé tranquilos repasando unos libros (que supongo había traído Borja desde el salón) y me retiré a la cocina a preparar algo de cena.

Como aún era temprano, antes vi un rato la tele, pero me cansé enseguida de hacer zapping, así que acabé por ir a la cocina.

Iba a hacer algo sencillito, un poco de pasta, acompañada de albóndigas, que tenían un poco más de tarea.

Me tomé las cosas con calma, a mi ritmo, sin pensar para nada en los sucesos de la tarde. Se ve que la corrida que me había pegado era justo lo que me hacía falta y una vez aliviada, ya no tenían cabida en mi mente los lúbricos pensamientos de antes.

Puse la radio y, acompañada de música, me puse a hacer bolas de carne con entusiasmo, canturreando las canciones que me gustaban.

– ¡Mamá! – escuché de repente a Borja gritando desde el patio – ¡Ven y échame una mano! ¡Date prisa!

Sorprendida, dejé la albóndiga que estaba haciendo en el plato, junto a sus compañeras y, tras enjuagarme en el fregadero, salí a ver qué pasaba.

– ¡BROOOMMMM! – restalló un trueno en las alturas.

– ¡Leñe! – exclamé sorprendida – ¡Pues no se ha puesto a llover!

Efectivamente, de forma inesperada el tiempo había cambiado y, tras nublarse con rapidez, había empezado a descargar un chaparrón primaveral.

– ¡Mamá, ayuda a Sergi! ¡Yo recojo todos los papeles!

Miré a mi alrededor y me di cuenta de la magnitud del desastre que había acontecido. Por todos los rincones del patio se veían volando hojas de papel, desparramadas por una súbita ráfaga de viento, mientras mi hijo las perseguía desbocado.

Medio riendo, ofrecí mi hombro a Sergio, que también miraba divertido a su amigo. Tras ayudarle a entrar en casa, regresé junto a mi hijo y le socorrí en la caza de los folios fugados.

– ¡Mierda! ¡Joder! – se quejaba Borja – ¡La mitad se han caído en la puta piscina!

Demasiado ocupada persiguiendo hojas voladoras como para regañar a mi hijo por su lenguaje, miré al agua, donde, agitados por el aire y por la lluvia, vi flotando un buen montón de papeles. Enfurruñado, Borja me entregó los que había cogido y, tras descalzarse, se arrojó al agua, pescando tantos como pudo.

Minutos después, Sergio y yo nos partíamos de risa, mientras un muy enfadado Borja (muy enfadado y muy mojado) nos asesinaba con los ojos mientras se secaba como podía con la toalla que le había dado.

– Sí, tú ríete – me espetó mi hijo – Pero ahora te va a tocar a ti llevar el culo de éste hasta su casa. No voy a coger la moto si está lloviendo.

Mierda. Era verdad.

……………………………..

Un rato después de cenar y tras haber recogido la mesa (tarea de la que Sergi se libró en virtud de su lesión) los chicos se pusieron a tratar de ordenar el desastre de papeles mojados.

Yo, por mi parte, me senté en el sofá a leer tranquilamente, acompañada por el sonido de la lluvia repiqueteando en la ventana. Cuando quise darme cuenta, eran más de las once.

– Oye, Sergi – dije, sintiéndome muy perezosa – ¿Por qué no te quedas a dormir?

– Te lo agradezco Elvira, pero mi madre está esperándome. La llamé antes y le dije que luego me llevabais a casa. Además, mañana hay clase, tengo que ducharme, cambiarme de ropa…

Podría haber insistido (no hubiera sido la primera vez que uno cogía prestada ropa del otro), pero no quería quedar como una vaga desnaturalizada, incapaz de mover el culo del sofá una vez aposentada en él, así que lo dejé correr.

– Pues entonces será mejor que nos vayamos ya. Venga, moved el trasero.

Entonces habló Borja y sus sencillas palabras cambiaron para siempre mi destino.

– Mamá, ¿te importa si no os acompaño? Tengo que arreglar este desastre – dijo señalando el montón de hojas empapadas – Y tengo que repetir los deberes para mañana.

– No, claro – asentí – Pero ayuda a tu amigo a llegar al coche. Voy a coger el bolso.

Instantes después, me reunía con los chicos en el garaje. Sergio estaba ya en el asiento del pasajero y, en ese momento, mi hijo le decía algo en voz baja.

– Venga, despedíos que nos vamos. Vuelvo en un rato – le dije a Borja.

– Vale. Nos vemos mañana, capullo – le dijo mi hijo a su amigo.

– En serio, tío. No hace falta que te molestes en venir a por mí. Ya pillaré el bus.

– Calla ya, idiota.

Comprendí que Borja se había ofrecido a llevar a Sergi al insti. Sintiéndome interiormente orgullosa de la amabilidad de mi hijo, accioné el mando a distancia de la puerta y conduje el coche a las calles mojadas. Seguía lloviendo, aunque había bajado bastante la intensidad.

Al encontrarme de nuevo a solas con el chico, encerrados juntos en el reducido espacio del coche, los recuerdos de lo sucedido aquella misma tarde regresaron con fuerza, lo que provocó que me pusiera nerviosa.

Sergi, por su parte, parecía tranquilo, si acaso un poquito más taciturno de lo habitual en él, mirando ensimismado la lluvia a través de su ventanilla.

No queriendo tentar a la suerte, decidí respetar su silencio, dedicándome a conducir (nunca está de más ir atenta cuando llueve), aunque, en el fondo, estaba un poco extrañada porque Sergi no hubiera dicho ni mú.

Pronto averigüé en qué iba pensando.

– ¿Antes dijiste en serio eso de que soy guapo, que debo de ser atractivo para las chicas? – me preguntó inesperadamente, poniendo fin al silencio.

– ¿Cómo? – exclamé un poco sorprendida – Sí, sí claro que lo dije en serio – afirmé rehaciéndome rápidamente – Eres un chico atractivo.

– ¿Lo dices de veras? O es en plan: “le digo que sí para que no se sienta mal”

– A ver, Sergi – dije mirándole muy seria, aprovechando que nos habíamos detenido en un semáforo – No sé lo que les gusta a las chicas de hoy en día… No sé si todas buscan un Cristiano Ronaldo, o qué demonios. Sólo sé que eres un chico atractivo, por supuesto que sí y si alguna chica no piensa así… es que es tonta… o ciega.

Sergi me sonrió cálidamente, mirándome a los ojos por primera vez, lo que acentuó un poquito mi nerviosismo, aunque no sabía por qué. Quizás porque se le veía un tanto más sereno, seguro de sí, como si hubiera tomado una decisión sobre algo.

– Gracias. Significa mucho para mí que digas eso. Pero, entonces, aclárame una cosa… ¿Por qué no ligo? ¿Qué tengo que hacer para que las chicas se fijen en mí?

Le miré, de nuevo, sonriendo al comprender que el pobre chico estaba pidiéndome consejo. Me sentí más tranquila.

– Una pregunta, Sergi… Pero, ¿tú intentas ligar? ¿Le has pedido salir a alguna chica del insti?

Tardó un segundo en contestar.

– Hace un par de años… A Sonia… Me dijo que no… que le gustaba otro…

– ¿Y ya está? ¿Esos son todos los intentos que has hecho?

– Bueno…

– Pues ahí tienes la respuesta. Tú no ligas simplemente… porque no intentas ligar. ¿Qué te crees? ¿Que las chicas van a acudir a caer rendidas a tus pies? ¿Que ellas te van a pedir salir? Sé realista, Sergi, sois adolescentes, tenéis 17 años. Con esa edad, las chicas también son tímidas y sería raro que alguna diera el primer paso. Pero seguro que hay por ahí unas cuantas a las que les encantaría que las invitaras al cine o a dar una vuelta.

– ¿Tú crees?

– Estoy segura. Sonará un poco machista, pero a las mujeres nos gustan los tíos seguros y echados para delante. Y, si alguna te rechaza… no te preocupes, son cosas de la vida. Te aseguro que te esperan un buen número de relaciones fracasadas antes de encontrar la adecuada…

Allí estaba yo, la reina de los consultorios sentimentales, dándole lecciones gracias a mi dilatada experiencia en relaciones (hijo de penalti y matrimonio anulado mediantes), sintiéndome extrañamente eufórica, porque Sergi había acudido a mí para que fuera su confidente, en vez de hablar con su madre. En ese momento, no me acordaba para nada de las miraditas, las pajas en el dormitorio, ni de nada por el estilo.

Pero Sergi sí que se acordaba. Y entonces, hice la pregunta del millón.

– Y dime, ¿no hay por ahí ninguna que te haga tilín?

– Sí, sí que la hay.

Sergi me contestó en tono muy calmado, mirándome fijamente. Sin embargo, tonta de mí, no me di cuenta de lo que allí se cocía por ir concentrada en la calzada. Justo entonces, nos pilló un nuevo semáforo y yo detuve el coche, volviendo mi rostro sonriente hacia él.

– Y, ¿a qué estás esperando? ¡Lánzate, idiota! Habla con esa chica e invítala a sal…

Inesperadamente (o quizás no tanto, si hubiera estado un poco más atenta a las señales), Sergi se abalanzó sobre mí y me besó. Mis ojos se abrieron como platos por la sorpresa, sintiendo cómo sus labios se apretaban contra los míos mientras su lengua, torpe e inexperta, pero increíblemente ansiosa, pugnaba por abrirse paso al interior de mi boca.

En completo estado de shock por la situación, mis manos siguieron aferradas al volante, pues al parecer mi cerebro había olvidado los mecanismos precisos para mover los dedos y soltarlos de allí, mientras el joven seguía besándome con ansia.

Estaba alucinada, con una profunda sensación de irrealidad; sentía como que no estaba allí, sino que me encontraba fuera del coche, observándolo todo, testigo mudo de la lujuria y el deseo del jovencito, viéndolo como si no me estuviera pasando a mí, sino a otra mujer que iba sentada en mi coche…

Y, sin embargo, tengo que reconocer que no era del todo inmune a las atenciones del chico; una pequeña parte de mí había estallado de júbilo cuando Sergi me besó, sintiéndome hermosa, deseada y sí… un poquito lasciva…

De repente, sentí cómo una de sus manos se deslizaba bajo el borde de mi camiseta y subía, acariciando mi piel hasta posarse directamente en mis senos, que fueron acariciados y estrujados con ganas, sin que la barrera del sostén supusiera obstáculo alguno.

Aquello me hizo reaccionar por fin.

– ¡Sergi! – exclamé, liberando por fin mis labios de los suyos – ¿Te has vuelto loco?

Mis manos soltaron por fin el volante, intentando apartar de mí al chico, pero, estorbada por el cinturón de seguridad (él había soltado el suyo, aunque yo no me había dado cuenta de cuándo) y porque, de repente, Sergi parecía tener 4 manos en vez de dos, era incapaz de lograrlo.

Sergio intentaba volver a apoderarse de mis labios, pero eso no le impedía seguir explorando con su insidiosa mano bajo la camiseta, estrujando mis tetas con avidez.

Yo, nerviosísima y sin acabar de creerme que aquello estuviese pasando, intentaba liberarme de su tenaza, pero él era mucho más fuerte, hasta que, a punto de caer presa de la histeria, decidí ponerle punto y final al incidente por las bravas: le abofeteé con fuerza.

Mano de santo. El tortazo resonó con intensidad en el habitáculo y, un instante después, Sergi me miraba incrédulo desde su asiento, frotándose la mejilla con la misma mano que había estado magreando mis pechos segundos antes. Parecía un cachorrillo asustado, incluso me sentí mal por haberle pegado.

– Pero, ¿se puede saber qué te pasa? ¿Cómo se te ocurre hacer eso? – le espeté, tratando de recuperar el control.

– Yo, yo… – balbuceaba el pobre chico – Creí que tú… Como decías que…

– ¿Qué decía? – grité, sintiéndome cada vez más furiosa – ¿Que eres guapo? ¿Y eso te parece suficiente para abalanzarte sobre mí y meterme mano? ¿En qué estabas pensando?

Sergi apartó la mirada, avergonzado, lo que me hizo sentir mejor pues volvía a dominar la situación. Mi corazón, que latía disparado en mi pecho, fue serenándose poco a poco, mientras mi mente intentaba asimilar lo que había pasado.

Y la verdad, es que era muy sencillo. Tanto va el cántaro a la fuente…

– Yo… – dijo el chico, mirándome con ojos de cordero degollado – Lo siento. Te pido perdón.

– Sí, más te vale. ¿Será posible el niñato de las narices? – exclamé, dejando que hablara por mí la ira.

– Te pido mil perdones, Elvira. Entenderé que no quieras volver a verme… – dijo alzando tímidamente los ojos hacia mí – Lo siento…

Y entonces, antes de que acertara a reaccionar, Sergio abrió la puerta del pasajero y salió del coche, cerrando tras de sí y alejándose (cojeando ostensiblemente) en medio de la lluvia. Me quedé con la boca abierta.

– ¡Sergio! – grité, aunque el chico no dio la menor muestra de haberme oído, continuado su renqueante avance por la acera.

Nerviosa, comprobé por el retrovisor que no tenía ningún coche detrás y, con brusquedad, orillé el coche a un lado, montándolo parcialmente sobre el bordillo. Abriendo mi puerta, salí en persecución del chico bajo la lluvia.

– ¡Sergio! – volví a gritar, mientras me acercaba a él a la carrera – ¡Quédate ahí!

Él miró por encima de su hombro y, viendo que yo me aproximaba, intentó sin mucho éxito acelerar el ritmo.

– ¡No! ¡Déjame, te lo suplico! – rugió cuando le alcancé y, sujetándole por un hombro, le obligué a volverse hacia mí.

– ¡No seas loco! ¡Cómo te vas a ir solo, lloviendo y con ese pié! Tu madre me mataría ¡y con razón!

La mención de su madre hizo que el chico se pusiera rígido y me mirara con los ojos desencajados.

– Mi madre… No, por favor, Elvira, te lo ruego… No le digas nada a mi madre… ni a Borja, me moriría de vergüenza…

El chico a medias hablaba, a medias balbuceaba. Parecía estar a punto de echarse a llorar.

– ¿Estás tonto? – dije, tratando de tranquilizarlo – Puedes estar tranquilo, que no le voy a contar a nadie lo que ha pasado. Para mí es suficiente con que veas que has actuado mal y que me prometas que no vas a volver a hacer nada parecido…

– ¡PERO ES QUE NO PUEDO! – gritó desesperado, soltándose de mí con un brusco tirón.

Sorprendida, me quedé mirándolo atónita, allí los dos, bajo la lluvia, mojándonos como imbéciles.

– ¿Es que no ves lo que siento por ti? – me espetó – ¡Estoy enamorado de ti desde hace años! ¡Te quiero! ¡Te deseo! ¡Las demás chicas me importan una mierda, para mí sólo existes tú!

Estaba con la boca abierta. No podía creerme lo que estaba escuchando. Sabía que le gustaba al chico, pero… ¿amor?

– Sergi… cariño – dije, con voz suave, tratando de que recobrara la cordura – No sabes lo que dices…

– ¡Claro que lo sé! ¡Hace años que lo sé! Pero nunca me hice ilusiones. Nunca se me ocurrió intentar nada. Pero hoy, con las cosas que me has dicho… pensé… pensé…

Y se echó a llorar. Sé que hay mujeres a las que ver a un hombre llorando les revuelve las tripas, pero no es mi caso. Me sentí profundamente conmovida y, lo único que se me ocurrió fue… tratar de consolarle.

Cuando quise darme cuenta, le había rodeado con mis brazos y le estaba abrazando, atrayéndole hacia mí. Sergi se resistió sólo un instante, pero enseguida sucumbió y permitió que le abrazara, hundiendo el rostro en mi cuello y deshaciéndose en lágrimas.

Yo, aún profundamente turbada y sin acabar de creerme que aquello estuviera pasando, le dejé desahogarse cuanto quiso, susurrándole al oído que no pasaba nada y acariciándole la nuca suavemente, tratando de calmarle.

Sentí cómo los brazos de Sergio me rodeaban, estrechándome contra si, pero no hice nada para evitarlo, pues sus manos estaban apoyadas castamente en mi espalda, sin hacer nada inapropiado.

Su cuerpo temblaba entre mis brazos, dejando escapar la vergüenza y el miedo que sentía, conmoviéndome hasta el alma.

Conmoviéndome… y algo más. Algo extraño se agitaba dentro de mí… Tener entre mis brazos a un guapo joven… que decía que me amaba… que me deseaba…

Y, desde luego, al menos lo del deseo era verdad, porque pronto empecé a notar cómo algo se endurecía contra mi cadera, demostrando muy a las claras que, aunque el chico estuviese arrepentido, su libido no opinaba lo mismo.

Pensé en apartarme un poco, para separar mi cadera de su dureza, pero me di cuenta de que eso avergonzaría todavía más a Sergio, así que no hice nada, permitiendo que su erección se apretara contra mí sin decir ni pío.

La situación tenía mucho de emotiva, pero también de morbosa y excitante. Allí, bajo la lluvia, tratando de consolar a un joven que acababa de declarárseme, sintiendo cómo su joven masculinidad crecía contra mí…

Deseaba tranquilizarle. Deseaba consolarle. Deseaba… no sé qué. Seguí susurrándole que se calmara, diciéndole que no pasaba nada, que todo estaba bien… Ni siquiera me di cuenta de cuando le di el primer beso. Y luego vino otro y otro y otro. Aferré su rostro lloroso con las manos, empapado de lágrimas y de lluvia y besé sus mejillas, su frente, sus pómulos… y de repente… sus labios.

Tenía la mente en blanco, no era consciente de nada de lo que había a mi alrededor. Mi único deseo era calmarle, consolarle, demostrarle lo feliz que me sentía por lo que me había dicho antes…

¿Feliz? ¡Sí, feliz! Tenía que admitirlo. Su declaración me había llegado al alma y me sorprendí al descubrir lo mucho que me había alterado que aquel jovencito me dijera que me deseaba… y que me amaba.

Al sentir mis labios contra los suyos, Sergi por fin reaccionó. Dando un bufido, me besó con ansia, estrechándome entres sus brazos y apretándome contra si. Su erección se oprimió contra mí con más ganas y por primera vez me pregunté qué secreto encerraría el pantalón de aquel chico. Empezaba a caldearme.

Sus manos empezaron a acariciar mi espalda, recorriendo la empapada tela de la camiseta con deseo, describiendo curvas sinuosas sobre mi espalda, bajando cada vez más…

Cuando por fin sus manos se apoderaron de mi culo, no pude reprimir un gritito de emoción, lo que pareció enardecer todavía más al chaval. Ya rendida a sus caricias, permití que su lengua se introdujera entre mis labios, en busca de la mía, que la aguardaba deseosa.

Nos fundimos en un tórrido beso, ajenos a la lluvia que nos empapaba y al hecho de que estábamos en plena calle, donde, de no ser por el chaparrón, cualquier transeúnte podría haber disfrutado del espectáculo de un jovencito literalmente devorándole la boca a la mamá de su amigo… y al revés.

– Elvira… ¡Oh! – siseaba Sergio – Te deseo tanto… Yo…

– Shhh – siseé poniéndole un dedo en los labios – No hables, no digas nada. No dejes que me pare a pensar en la locura que estamos cometiendo, no…

Y él selló mis labios con los suyos, impidiéndome acabar la frase…

Justo entonces pasó un coche por la calzada, a escasos metros de donde estábamos. Ignoro si los ocupantes nos vieron siquiera, pero, cuando la luz de los faros nos iluminó, fui súbitamente consciente de donde estábamos y de lo que estábamos haciendo.

– No… Sergi… Para – gimoteé, mientras el chico no me hacía ni caso y seguía besándome… – Aquí no… Estamos empapándonos… Y nos van a ver…

– Me da igual – susurró él sin dejar de amasar mis nalgas y de besarme por todas partes.

– No… Aquí no… – repetí – Vamos al coche…

Como pude, logré zafarme de la presa del chico y, agarrando su mano, tiré de él de regreso al coche. El pobre se dejó conducir, cojeando lastimosamente bajo la lluvia, pero con una mirada de éxtasis tal en los ojos que consiguió hacerme estremecer.

Le ayudé a subir al asiento del pasajero y luego tuve que hacer un verdadero alarde de fuerza de voluntad para rodear el coche caminando normalmente, en vez de hacerlo a la carrera, como me pedían mis instintos.

En cuanto me dejé caer en mi asiento, (concediéndome únicamente un segundo para desplazarlo hacia atrás para que el volante no estorbara) Sergi volvió a abalanzarse sobre mí y a estrecharme entre sus brazos, besándome. Esta vez, cuando su mano se perdió bajo mi camiseta y empezó a jugar con mis senos, gemí temblorosamente de placer, dejándole que me metiera mano a su antojo.

Sus manos eran torpes e inexpertas, notaba cómo temblaban sobre mi piel, a medias por la excitación, a medias por el frío por estar empapados. Gemí como una colegiala cuando su mano logró apartar por fin el sostén como pretendía, sin llegar a soltar el broche y sus inquietos dedos encontraron el rígido pezón y lo pellizcaron suavemente…

– No… para – gimoteé, deseando con toda mi alma que no parara.

Por suerte, Sergi no me hizo ni caso y siguió besándome y jugando con mis senos tanto como quiso. Tras un par de minutos de intenso morreo, el chico pensó que no era mala idea subir las apuestas y, apartándose de mí (lo que me obligó a reprimir un bufido de insatisfacción) me miró con ojos ardientes de lujuria…

– Quítate la camiseta – me pidió – Por favor…

No fue una orden. Más bien una súplica. Lo encontré tierno y excitante al mismo tiempo. Sin poder contenerme, mis ojos miraron hacia abajo, deseosos de comprobar el estado en que se encontraba su paquete. Sentí un inmenso regocijo al comprobar que su pantalón parecía a punto de estallar. Y aquello estaba así por mí.

Sergio sonrió al ver la dirección mi mirada e hizo un pequeño gesto levantando ligeramente la pelvis del asiento, exhibiéndose para mí, lo que me encantó. Mordiéndome el labio, para aguantarme las ganas de abalanzarme esta vez yo sobre él, llevé mis manos al borde de la camiseta y empecé a quitármela.

La tela, de algodón, estaba adherida a mí como si fuera una segunda piel por el agua y me resultó extrañamente placentero sentir cómo iba despegándose a medida que tiraba de la prenda. Por fin, me la quité por completo y la dejé a un lado, quedando medio desnuda ante los admirados ojos del chico.

El sujetador, movido por las inquietas manos de Sergio, ocultaba únicamente uno de mis pechos, mientras que el otro, duro y excitado como yo no recordaba hubiera estado nunca antes, apuntaba con descaro hacia mi compañero de viaje.

El pobre, no aguantando más, profirió un gemido y se echó sobre mí, agarrando mis pechos con las manos, mientras yo, deseando dejarle que hiciera lo que le viniera en gana, me echaba hacia atrás, recostándome contra la puerta y permitiendo que el chico se apoderara del enhiesto pezón con sus labios y empezara a chuparlo y lamerlo con desespero…

Se notaba su inexperiencia… se notaba su ansia… pero qué entusiasmo le ponía, Dios mío, qué ganas… enseguida me encontré gimiendo como una perra, sintiendo cómo Sergio literalmente devoraba mi pezón, mientras sus manos, descontroladas, intentaban sobarme los pechos al mismo tiempo que buscaban el cierre del sujetador.

– Espera – siseé – está por detrás.

Sergio, a pesar de lo entregado que estaba a su tarea, la pilló al vuelo y sus manos se perdieron inmediatamente tras mi espalda poniéndose a forcejear con el cierre del sostén sin mucho éxito.

No pude evitar sonreír al percibir su inexperiencia, pues era incapaz de soltar el dichoso broche, aunque eso no quería decir nada, pues he conocido a muchos hombres que, a pesar de sus años, jamás han aprendido a desabrochar un sujetador, especialmente si están cachondos.

– Déjame a mí – susurré.

Y Sergio se incorporó como un resorte, apartándose de mí lo justo para permitirme librarme de la prenda de lencería. Tras quitármela, la dejé junto a la camiseta mojada y fue entonces cuando me di cuenta de que, tras ducharme por la tarde, me había puesto unas braguitas y sostén de encaje, en vez de ropa interior cómoda de algodón, como habría sido lo lógico para estar por casa.

En ese momento, me alegré por ello, pero luego me pregunté si esa elección por mi parte… no encerraba algo más.

Pero en ese momento no tuve tiempo de preguntarme ninguna de estas cosas, pues Sergio, en cuanto tuvo delante mis domingas desnudas, se arrojó sobre ellas como un león y empezó a sobarlas y magrearlas, con tantas ganas que me hizo hasta daño.

Sin embargo, yo no me quejé.

– Así, cariño, así – susurré, mientras me comía las tetas.

Y él, chico obediente, redobló sus esfuerzos sobre ellas, mientras bufaba y resoplaba como un toro.

Pero claro, el chico no se iba a conformar con aquello nada más. Y yo lo sabía. Y lo esperaba. Ahora que por fin tenía a su disposición una hembra dispuesta a enseñarle, el chaval quería aprender más, así que, cuando una de sus manos abandonó mis pechos y se deslizó hacia abajo, tratando de colarse por la cinturilla de mi pantalón, yo no me resistí en absoluto, apretando un poco la barriga para facilitarle el acceso.

Su mano se coló en mis bragas como un huracán, plantándose en mi coño con tantas ganas que di un bote sobre el asiento, cosa que a Sergi le tenía sin cuidado. Sin perder un instante, sus impúdicos dedos empezaron a bucear en la humedad entre mis piernas, palpando y explorando por todas partes, mientras yo tenía que morderme un nudillo para no ponerme a aullar de placer.

– Espera – gimoteé – Más… más despacio… con cuidado…

Y Sergi me obedeció, deteniendo inmediatamente los bruscos movimientos de su mano dentro de mis bragas.

– Hazlo más lentamente – le indiqué – Acaríciame más despacio, con mimo… Así…

Su mano empezó a moverse más delicadamente, palpando y acariciando con más delicadeza, siguiendo las indicaciones que yo le daba.

Sergio alzó entonces la cabeza, clavando sus ojos en los míos. Pude ver que le brillaban intensamente, a pesar de estar iluminados únicamente por la tenue luz de las farolas a través de la lluvia. Supongo que los míos brillaban igual, pues Sergi sonrió, feliz. Me encantó.

– Muy bien… Así… Por ahí – le indicaba yo – Muy bien. Ahí, justo ahí… Un poco más rápido…

Sergi, buen estudiante, era muy aplicado, así que obedecía todas mis indicaciones sin dudar, poniendo en ello todo su entusiasmo, así que pronto me encontré disfrutando enormemente de la paja que me estaba haciendo el chico.

– ¡AAAAAH! – gemí cuando sus dedos rozaron una zona especialmente sensible – Muy bien, cariño… Ahora… Ahora, por ahí… mete un par de dedos, pero no dejes de acariciar… ¡AAAAHHHH!

Sus dedos se enterraron en mi interior, haciéndome bufar y retorcerme de placer. Estaba allí, despatarrada en mi coche, con la espalda apoyada en la puerta del conductor, con las tetas al aire, disfrutando de la mejor paja que me habían hecho en mi vida (mías incluidas). Aquel chico tenía talento…

A esas alturas, Sergi había aprendido ya qué partes de mi entrepierna eran más sensibles, así que, sin esperar más instrucciones, un travieso dedito empezó a juguetear con mi clítoris, que estaba enhiesto como nunca antes.

– ¡NOOOOOOOO! – aullé en el interior de coche – ¡NO TOQUES AHÍIIIIIII!

El orgasmo llegó, arrasador, dejando mi mente momentáneamente en blanco. En el universo no había nada más que el placer, como un fuego abrasador que se desparramaba en mis entrañas. Mi cuerpo temblaba y mis caderas se movían de forma incontrolada, frotándose contra aquellos maravillosos dedos que tanto goce me habían dado. Sin darme cuenta de lo que hacía, había empezado a golpear rítmicamente mi cabeza contra el cristal de la ventanilla, tratando de sofocar las oleadas de placer.

Sergi impidió que siguiera haciéndolo, simplemente atrayéndome hacia si y volviendo a besarme, mientras yo le correspondía con entusiasmo. Rodeé su cuello con mis brazos y le estreché contra mí, hundiendo esta vez yo mi lengua en sus labios, agradeciéndole el éxtasis que me había brindado.

– Elvira – gimió Sergi cuando nuestros labios se separaron, en un tono que me hizo comprender inmediatamente lo que quería.

No me hice de rogar. Sabía de sobras lo que necesitaba el muchacho. Iba a ser buena y agradecida, devolviéndole todo el goce que me había ofrecido. Aunque, bien pensado, en realidad iba a ser mala… muy mala…

– Shsssss – le callé, poniendo de nuevo el dedo en sus labios, como había hecho antes, en la acera, aproximadamente mil años atrás – Déjame a mí.

Con una cara de ilusión que resultaba cómica, Sergi regresó a su asiento y se sentó muy tieso, con la espalda recta, expectante por lo que iba yo a hacer.

Como quiera que su espalda no era lo único tieso en aquel asiento, decidí no hacerle sufrir más e, incorporándome, me arrodillé sobre mi asiento, mirando golosamente el bulto en el pantalón del chico, mientras el pobre admiraba extasiado cómo mis tetas quedaban colgando, gordas y jugosas.

– Vamos a ver qué tenemos por aquí – dije juguetona, llevando mi mano a su entrepierna y palpando el bulto por encima de la tela.

Lo que teníamos allí era un pedazo de polla, dura como un leño, que parecía un cohete a punto de despegar. En cuanto la rocé, Sergi (como había hecho yo antes), dio un brinco sobre el asiento y me miró con ojos suplicantes, implorándome que siguiera y no le dejara así.

Como si yo tuviera intención de parar…

Con habilidad, bajé la cremallera y, en pocos segundos, extraje la orgullosa y durísima verga del chico de su encierro. No pude evitar que el recuerdo del incidente de la mañana se colara en mi mente, constatando que, por lo que había visto, el calibre de las dos armas era más o menos el mismo.

– Joder. Hasta en esto se parecen – musité.

Sin pensármelo más, aferré el rígido instrumento y lo apreté con la mano, ciñéndolo, haciendo que su dueño bufara y se encogiera. Sintiéndome a la par poderosa y excitada, como me pasa siempre que estoy con un hombre, cuando me doy cuenta de que, en ese instante, podría lograr que hiciera lo que me diera la gana, sopesé aquella dura polla con la mano, pajeándola suavemente mientras me deleitaba con su dureza y volumen.

Como Sergi estaba excitadísimo, los jugos preseminales brotaban sin parar, deslizándose por la rígida carne, procurándole a la piel un aspecto brillante bajo la tenue luz de las farolas.

Seguí deslizando la mano habilidosamente, apretando en los lugares apropiados, imprimiendo un ritmo tal, que el chico disfrutaba como un enano, pero sin llegar a precipitar “los acontecimientos”.

Pero Sergi había estado fantástico… y yo deseaba darle su premio.

A esas alturas, me había olvidado de todo, de la diferencia de edad, de que era el amigo de mi hijo, de Úrsula, de mi trabajo, de mi casa… Atrás habían quedado las dudas y la vergüenza. Para mí sólo existía Sergi.

– Déjame a mí – le susurré al oído, para a continuación besarle suavemente – No vas a olvidarte de esta noche en tu vida…

Muy despacio, me incliné hacia su regazo, aproximando lentamente su erección a mi boca. Cuando el chico se dio cuenta de mis intenciones, se puso tenso como un cable, aunque, obviamente, no hizo nada para detenerme. Qué raro, ¿verdad?

Sintiéndome juguetona, lamí el sobreexcitado glande, que se veía hinchadísimo en la penumbra del coche, provocando que Sergi profiriera un gemido que me hizo sonreír.

No queriendo hacerle sufrir más, la agarré con fuerza con la mano y, golosamente, empecé a lamerla por todos lados, mientras mi otra mano jugueteaba con la bolsa de las pelotas, provocando que su dueño se derritiera literalmente en su asiento.

Por fin, me animé a meterme un trozo en la boca, engullendo una buena porción de rabo de un tirón, permitiéndome constatar que, efectivamente, aquella era una de las pollas más notables que había probado (literalmente).

Sin prisa pero sin pausa, comencé un suave sube y baja con la cabeza sobre la entrepierna del chico, absorbiendo en cada viaje una porción de carne mayor. Sentir su dureza entre mis labios me enardecía, poniéndome cachonda al máximo, mientras me afanaba en lograr lo mismo con el chaval.

Pero claro. No sé cómo no me di cuenta. Ni siquiera me paré a pensar que Sergio era muy inexperto y aquel tratamiento cinco estrellas no era apto para cualquiera.

Desde luego, no lo era para un chico de 17 años, virgen y completamente encoñado con la mamá de su amigo.

Ni un minuto duró el pobre. Cuando quise darme cuenta, su polla entró en erupción y un verdadero torrente de semen se desparramó en mi boca, llenándola hasta arriba. Creo que hasta me salió por la nariz.

Sorprendida y medio ahogada, aparté la boca de aquella fuente, tosiendo y dando arcadas por el tremendo lechazo que acababa de llevarme en la garganta.

Casi asfixiada, manoteé con la guantera hasta lograr abrirla y sacar de su interior un paquete de pañuelos, usando uno para escupir todo el semen que pude, plenamente consciente de que buena dosis había ido a hacerle compañía a la cena en mi estómago.

Sergi, sorprendido por la situación, no decía ni mú mientras su polla, como manguera descontrolada, efectuaba los últimos disparos, pringando de leche el asiento, el salpicadero y hasta la alfombrilla del suelo.

– Cof, cof – tosí con los ojos llorosos – ¿Se puede saber qué coño haces? ¿Por qué no avisas?

Le miré un poquito molesta, pues no es una experiencia agradable que te peguen un lechazo inesperado en la boca ¿verdad chicas?

– ¿Qué? – preguntó Sergio, con un aire tan de absoluta inocencia que me desconcertó.

– ¿Cómo que qué? ¡Que avises, joder! – respondí un poco enfadada – ¡Tienes que avisar antes de correrte! ¡Por poco me ahogo!

Sergi me miraba con la boca abierta, sin comprender de qué le estaba yo hablando. Resultaba una estampa bastante curiosa, allí sentado, mirándome sin saber qué decir, con la todavía rezumante chorra fuera del pantalón, empapando su entrepierna.

– Pero, ¿es que no te lo tragas? – preguntó con total seriedad.

– ¿Cómo?

– Sí. En las películas, la chica siempre se lo traga. O se lo echan en la cara…

Entonces comprendí. El chico estaba más verde que una lechuga. No tenía idea de sexo, más allá de lo que había visto en las pelis porno. Era justo lo que le había comentado a Borja por la mañana, que los chicos de ahora aprenden estas cosas donde no deben.

– No, Sergi no – dije sonriendo, mientras se evaporaba mi enfado – Tienes que avisar a la chica. No nos gusta que se corran en nuestra boca así, por las buenas. Vale que algunas lo hacen para complacer al chico, pero es algo de mutuo acuerdo. No así… a traición.

– Lo siento – dijo con aire compungido – Te pido disculpas. No lo sabía. Creía que…

Me eché a reír.

– Anda, que no te queda nada que aprender.

Sonriendo, me incliné hacia él y le besé, sintiéndome bastante feliz, sin acabar de darme cuenta de la locura que acababa de cometer.

– Esto sigue en pié de guerra, ¿eh? – dije señalando su polla que, si bien no completamente erecta, presentaba todavía un volumen más que apetecible.

Y entonces sonó su móvil.

– ¡Mierda! – exclamó el chico – ¡Seguro que es mi madre!

Efectivamente. Era Úrsula, que, siendo ya casi las doce de la noche, llamaba a su retoño para ver dónde narices se había metido.

Consciente de que aquello se había acabado (y pensando por primera vez que quizás fuese mejor así), recogí el sostén y me lo puse como pude, mientras Sergi me miraba con infinita tristeza, mientras improvisaba una excusa para su madre (algo de un pinchazo le dijo).

A continuación, me puse con gran dificultad la camiseta, que era un auténtico pingajo empapado, coloqué bien el asiento y, justo cuando Sergi se despedía de su madre diciéndole que estaría en casa en un par de minutos, arranqué y reanudé la marcha.

Ni siquiera sabría decirles si, en el rato en que estuvimos parados, había pasado algún otro coche a nuestro lado. Así de concentrada estaba en mis “tareas”.

Efectivamente, llegamos al bloque de Sergi poco después. Aunque ya tan sólo lloviznaba, Úrsula estaba esperándole en el portal con un paraguas. Estacioné el coche y, pensando en cómo me sentiría yo si fuese mi hijo el que había tardado tanto en aparecer, me bajé a saludarla y a darle explicaciones.

– Mil disculpas, Úrsula. Si vieras qué mala pata. Hemos pinchado ahí atrás y mira cómo nos hemos puesto con la lluvia cambiando la maldita rueda. Tu Sergio está hecho un tiarrón; ha insistido en ayudarme a pesar de tener el tobillo torcido…

Y menos mal que la lluvia nos había empapado, si no, las manchas pegajosas que había en el pantalón de Sergi hubieran resultado de lo más sospechosas.

Curiosamente. Úrsula no puso mala cara ni nada, sino que me dio las gracias por traer a su hijo y tan sólo le reconvino un poco por no haberla avisado por el móvil.

No sé cómo se tragó aquel cuento. Debía de ser más ingenua de lo que yo creía, pues, a poco que me conociera, sabría perfectamente que yo no tenía ni puñetera idea de cambiar una rueda (para eso está la ayuda en carretera, ¿no?).

Tras rechazar amablemente la invitación de subir para secarme un poco, me despedí, dirigiendo una última mirada a Sergi, que me miraba con una cara de cachorrito que… qué joven que era.

Y entonces me di cuenta. Al verle allí, junto a su madre, preocupada simplemente porque el chico se había retrasado un poco, la realidad de lo que había pasado se abatió sobre mí como una tonelada de ladrillos. Las rodillas me flojearon y me costó horrores volver a meterme en el coche y arrancar, mientras Úrsula abría su portal y llevaba a su hijito de vuelta al calor de su hogar.

Su hijito… el mejor amigo del mío… le había chupado la polla al mejor amigo de mi hijo… Pero, ¿qué coño pasaba conmigo? ¿Estaba enferma? ¿Me había vuelto loca? Pero, ¿cómo se me ocurría?…

Ahora que por fin me encontraba sola, lejos de la lujuria y el desenfreno a que me había arrojado con el adolescente, empezaba a darme cuenta las consecuencias que iba a traer el haberme dejado arrastrar por la locura.

– ¡SERÁS PUTA! – me insulté a mi misma mientras golpeaba el volante con rabia – ¿Cómo has podido hacer eso?

Y lo peor no era la vergüenza y el remordimiento, no… lo peor era que, en realidad, tenía que admitir que seguía cachonda y me lamentaba de no haber dispuesto de más tiempo para haberme quedado con la virginidad del muchacho. Si Úrsula no llega a llamar, probablemente a esas horas estaría con los zapatos apoyados en el techo del coche, recibiendo con entusiasmo la vibrante verga del chico.

Me abofeteé yo misma. Con fuerza, poniéndome la mejilla bien colorada. ¿Qué pasaba conmigo? ¡Era un crío! ¿Qué clase de puta asaltacunas era yo en realidad? ¿Cómo había podido?

Me daba asco de mí misma, me sentía fatal y, el hecho de que, a pesar de todo, siguiera bastante cachonda, me provocaba más asco todavía.

Y Borja… Dios mío… ¿Y si se enteraba? Esos dos se lo contaban todo… ¿Y si Sergio le contaba cómo se la había chupado su madre en el coche? ¿Y si lo contaba en el instituto?

Pero no. Eso era imposible. Sergio no era así. Era un buen chico. Aunque, bien pensado, hasta hacía poco más de una hora, yo jamás hubiera pensado que estuviera tan salido. Lo que, pensando en su edad, tampoco era tan raro…

Pasé con el coche por delante de un bar y estuve a punto de parar para tomarme una copa. O dos. Si no lo hice, fue porque me di cuenta de que, si me plantaba en medio de un bar, con la camiseta mojada transparentando y con un calentón de mil demonios, lo menos que podía pasarme era terminar encerrada en los lavabos con algún maromo que sacara provecho de las ganas que tenía.

Por suerte, la poca cordura que me quedaba se impuso y logré conducir hasta casa.

En cuanto entré, me topé con mi hijo, que me aguardaba un poquito inquieto.

– ¿Cómo has tardado tanto? – me preguntó tras saludarme.

– ¡Oh! Hemos tenido un pinchazo – le mentí sin pensar – Y como los del seguro iban a tardar mucho, la hemos cambiado nosotros. Me voy a dar una ducha y me acuesto, que estoy reventada.

– ¡Ah, vale! Buenas noches.

Ni siquiera me paré a pensar que Borja era perfecto conocedor de cuales eran mis habilidades como mecánica de coches. Sin embargo, no dijo nada, así que no me preocupé más del asunto.

Más adelante descubriría que no se había creído ni una palabra.

CONTINUARÁ

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Relato erótico: “MI DON: Raúl – EL CAMINO AL CIELO ES TORTUOSO.(29)” (POR SAULILLO77)

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cuñada portada3
No habrá descripción, solo una advertencia, SI LO QUE QUIERES ES UN RELATO CORTO Y SEXUAL PARA UNA PAJA, NO ES TU RELATO.Para no haceros perder el tiempo, pero si lo leéis, os prometo disfrutar de una buena historia.

Sin títuloNo se que mierda me pasaba a mis cumpleaños, los 18 los cumplí en la cama de un hospital, los 19 dejando a mi 1º novia y los 20 habían empezado con un desastroso intento de Ana por regalarme a Alicia, rompiendo la pareja de mi mejor amigo y enfadándome de tal manera que abandoné la habitación con Ana , Lara y Alicia desnudas suplicando sexo, la sensación ahora, visto con espacio y tiempo de por medio, es que desaproveché una grandísima oportunidad, como la gente que aparece en los telediarios “un joven se encuentra un maletín con 1 millón de € y la devuelve a su dueño”, sin duda un ejemplo de honradez, carisma y sobriedad, pero os aseguro que ese chico se pasará el resto de su vida soñando con que hubiera hecho con ese dinero, ese era mi caso, después de curarme la mano, (al romper el armario de un puñetazo, era una herida mas importante de lo que pensaba, en el ambulatorio me dieron 5 puntos en el dorso), y hablar con Ana, me di cuenta de que no podíais seguir viviendo todos juntos, después del esfuerzo y el trabajo que me costó esa casa, sin llegar a hacer el año dentro, ya tenia que marcharme, era por el bien de Teo y Alicia, mi forma de vivir con Ana no era compatible con mujeres emparejadas, quería tanto a Alicia y respetaba tanto a Teo que estaba dispuesto a sacrificarme por ellos, e irme de esa casa. Ana y yo lo hablamos , largo y tendido, me quería convencer de que Alicia y y Teo iban a dejarlo, ¿que mas daba irnos?, pero para mi no había vuelta atrás, me creía culpable e iba a evitarlo a toda costa, y si yo me iba Ana dejó claro que me seguiría, pese a que el piso le venia perfecto para las universidad, aunque fuera debajo de un puente o volver a casa de mis padres, lo hablábamos solos, sin que Lara supiera nada, era otra a la que le debíamos devolver su vida, era un mero coño para mi, y quizá imponiendo mi criterio groseramente, decidí que ella también merecía tener una relación normal y debía dejarlo con ella, era demasiado joven para conformarse con las migajas. No se por que pensaba que mi forma de pensar era la correcta y daba igual la opinión de ellos, si Alicia quería dejar a Teo o si Lara quería seguir siendo el perro al que le das las sobras, ¿quien era yo para decidir por ellos?

Pues era el causante, el fallo de base de toda la estructura, mientras las mujeres pudieran verme, oírme o intuir como follaba y como la tenia de grande, era una provocación imposible de evitar, no quiero dármelas de chulo o prepotente, aunque por aquel entonces creo que lo era, pero había un hecho innegable, Alicia era la mujer mas sensata, lista y recta que había conocido, amaba y quería con locura a Teo y le había sido fiel hasta cuando muchos tíos de mejor porte o físico la habían intentado separar de el, Teo era mono y muy divertido, pero físicamente no era nada del otro mundo, un tío normal, y si analizamos la belleza exterior de ambos, Alicia eran un 8, y Teo un 6 raspado. Y si ella, después de todo eso, en menos de 11 meses viviendo juntos, había sucumbido, cualquiera lo haría.

El plan era claro, Ana y Lara se volvían a Granada en unos días a pasar el final del verano con sus familias antes de volver para el inicio de la universidad, para cuando volvieran yo debía encontrar algo donde vivir con Ana, a ser posible no muy lejos de allí por su cercanía a la universidad donde Ana iba a seguir estudiando, también quería seguir manteniendo a mis amigos cerca, evitar la tentación de vivir bajo el mismo techo, pero no cortar de raíz la relación con mis mejores amigos. Aparte debía buscar gente para ocupar la habitación vacía que íbamos a dejar, y así cubrir el piso, aunque de eso se podían ocupar ellos mismos, el piso se vendía solo y habría cientos de estudiantes desando pagar por esa habitación. Pero todo eso era prematuro, nadie sabia nada aun, y así debía ser, hasta que tuviera al menos un principio de idea de lo que demonios fuera ha hacer.

Estudié la 1º opción, volver a casa de mis padres, la idea original al saber que Ana vendría a estudiar a Madrid, pero era inviable, era a las afueras, mas de hora y media en transporte publico a mis amigos y la universidad para Ana, y aunque ahora tenia coche y moto, era un gasto en combustible casi peor, sin nombrar que en casa de mis padre no podríamos follar como ya estabamos acostumbrados, rechazada esa idea, sopesé mirar pisos de 1 dormitorio o estudios por la zona, pero todo se iba de precio y las condiciones eran horribles, la verdad, acostumbrados ya a nuestra gran y cómoda casa, meternos en una caja de zapatos con goteras no nos atraía, Tenia los casi 50.000€ que me quedaban de Madamme, pero si tiraba de ello ¿cuanto duraríamos? ¿y que pasaría cuando terminara el dinero? Ni yo ni Ana queríamos eso, así que me puse a buscar ideas, ¿pisos compartidos solo de chicos?, ¿volver a la prostitución ?, ¿pedir dinero?, todo nos sonaba o muy mal, o rematadamente mal, hice llamadas, sacando la vieja agenda, pero nadie me daba soluciones, hasta mi leona, a la que después de tantos meses llamé para quedar, se presentó con un hombre a la cita, su actual marido, por aquel entonces prometido, me pillo de sorpresa, pero tampoco esperaba que una mujer ya de unos 38 años estuviera en su casa encerrada esperándome de por vida, había hecho su vida como cualquier mujer y tenían planes de casarse pronto, bastante lío tenían como para ayudarnos. Eso si, en un momento a solas me susurró.

-MERCHE: tranquilo, sigo siendo tu leona, lo seré siempre, solo tu me dominas, el solo me hace el amor, tu me follas como jamas el soñaría.- nada que no supiera ya.

La sonreí por cortesía, su mirada echaba fuego al palpar mi polla por encima de la ropa, pero fue fugaz, y yo no estaba para fiestas, llevaba 1 semana follando a desgana, Ana me mataba y hasta Lara se sentía poderosa ante mi, no recuerdo ni si llegué a tirármelas de nuevo juntas. Mi ultima bala, la que seria el suicidio, era llamar a Madamme y que me ayudara en lo que fuera, pero eso conllevaría varias cosas, lo 1º volver a la prostitución, seguro, y lo 2º y peor, sacar a Zeus del abismo donde le dejé, y eso era lo ultimo que quería, pero aun había un halo de esperanza, acudí a la única persona con dinero y recursos que nos podía ayudar, Eleonor, la madre de mis colombianas, era la mujer florero de un magnate millonario, a la que me folle junto a su hija en su día, desde que me las tiré a ambas justo antes de la mudanza, dejándolas una nota, no había tenido contacto con ella, si con Yasmine, que había encontrado un buen chico y según tenia entendido les iba bien. La llamada la pilló por sorpresa, y nos invitó encantada a su casa, a Ana y a mi, la comenté un poco de que iba la historia pero insistió en quedar para vernos, así que quedamos en ir a verla el viernes previo a que Ana se marchara a Granada el lunes, ni tuvimos que coger el coche, la casa de Eleonor estaba a 2 o 3 paradas de metro, no mas de 20 minutos andando como comprobamos al ir. Al subir Ana alucinaba con el edificio, era de alto copete, y nos dirigíamos al ático donde Eleonor vivía, opulencia y clase por donde miraras, al abrir la puerta nos recibió con una sonrisa enorme y pidiéndome un abrazo dándome una serie de besos en la mejilla, totalmente ilusionada, Ana fingió cortesía saludando, al recibir también una serie de halagos protocolarios de Eleonor, Ana sabia mi historia con ella y al verla tenia motivos para andar celosa, seguía siendo una diosa latina, embutida en un vestido azul brillante, ceñidísimo, elástico, que no pasaba de medio muslo y poco escotado para lo que la recordaba, de cóctel casi, totalmente arreglada, incluso demasiado maquillada para mi gusto, y con unos buenos tacones, como si estuviera grabando un anuncio o una telenovela.

-ELEONOR: venga pasen, no se queden ahí como pasmarotes, por favor, que delicia de joven, mire que Yasmine me hablo de usted, pero Ana, sois hermosa y venís preciosa.- su forma de hablar y de tratar a al gente siempre era así de abierta y extrovertida

Tampoco mentía, sabiendo donde íbamos, Ana se puso un traje blanco, con pantalones algo ajustados en su culo pero de campana en las perneras, con un chaqueta abierta a juego, y una de sus blusas rosas chillonas escotadas, con unos buenos tacones, bien peinada, con un ligero maquillaje y un bolso de mano que le daban un aire a hija de famosa, no se si es que no quiso desentonar o pretendió no desmerecerse ante Eleonor, pese a no verla mas que en alguna foto, mis palabras sobre ella siempre fueron de respeto hacia una mujer con clase, elegancia y bien arreglada, puede que hasta la sobre estimara, o que al hablar de ella me brillaran los ojos, Ana no quería ser menos. Las 2 eran un escándalo de bellezas, cada una a su manera, mientras que yo…..bueno, digamos que no iba preparado, en bermudas y una camiseta vieja y zapatillas, siempre he tenido mucho calor y en pleno verano no iba a arreglarme para sudar como un pollo, siempre he sido mas practico que coqueto. Nos hizo pasar hasta pasar al gran salón donde nos sentó ofreciéndonos algo fresco de ver que aceptamos gentilmente, sedientos de la caminata bajo el sol, y sentándose enfrente, cruzándose de piernas y cogiendo una postura tan elegante como sensual, empezamos ha hablar.

-ELEONOR: mírenlos, que parejita mas bonita, agarrados de la mano como primerizos jajaja, ¿que tal les va todo?

-YO: bien, la verdad es que estamos en un momento precioso y la quiero con locura- mirando a Ana a los ojos queriendo hacerla ver que aunque estibaremos allí, con Elonor, en mi cabeza solo estaba ella.- y quiero pensar que ella a mi también, aunque no se por que si soy un desastre.- rieron ambas.

-ANA: es un bobo, pero es mi bobo, le quiero mas cada día, cuando creo que no me puede enseñar mas, me sorprende, y me hace mejor persona.- me la quedé mirando, no parecía una frase hecha, si no algo que realmente sentía, la besé la mano con ternura.

-ELEONOR: ainns que gusto da ver que el amor sigue en este mundo.

-YO: ¿y tu que tal?. No he hablado mucho con Yasmine, y no suelta prenda de tu vida jajajaja.

-ELEONOR: bien, muy contenta por que mi hija por fin tenga a un chico tan amable y tal dulce, es un cielo de hombre y la esta haciendo feliz, – se abrió de ojos mirándome -aunque no quiero decir que…….- me miró y a Ana, sin saber muy bien como seguir, yo la entendí.

-YO: tranquila, Ana sabe todo, y cuando digo todo, es todo lo que ocurrió entre nosotros- Ana asintió con una medio sonrisa mientras Eleonor tenia su risa de cara de póker, le sorprendería que le hubiera hablado de todo, de hecho estaba sentada en el sofá contra la que la folle por 1º vez.

-ELEONOR: bueno, pues sin querer parecer muy atrevida, tu hombre nos dio mucho cariño a las 2 cuando mas lo necesitábamos, y la verdad es que lamentamos mucho su marcha.- vaya forma mas dulce y delicada de decir que me las había follado hasta reventarlas, que fueron tan sodomizadas hasta ser su macho dominándolas con la mirada, y que echaba de menos mi polla abriéndola en 2.

-ANA: jajajaja ya supongo, es muy especial cuando se pone.- se había dado cuenta perfectamente de lo que quería decir.

-YO: la verdad, ha sido un placer volver a verte, pero tengo que ser sincero contigo, no he venido por placer, tenemos una situación delicada donde vivo y necesitamos ayuda para encontrar piso, he intentado mil cosas pero no se a quien mas acudir- siendo en parte cierto, la acentué para dar algo de pena.

-ELEONOR: ¿y puedo saber el motivo?

-ANA: la verdad es que es Raúl el que insiste en irnos de donde estamos, vivimos bien pero han surgido algunos problemas de convivencia con las demás chicas del piso y quiere irse de allí.

-ELEONOR: entiendo.

-YO: no te molestaría si no lo creyera importante, me conoces, solo quiero tener un sitio donde poder hacer mi vida sin molestar a nadie por culpa de mi……….carácter.- me salió esa palabra como podía haber salido cualquier otra, en realidad me refería a mi polla, y ambas lo sabían, pero manteníamos las apariencias.

-ELEONOR: ¿y que se supone que puedo hacer por ustedes?

-YO: no lo se, se que eres una mujer rica y con influencias, quizá si fueras tu quien va buscando el piso y no 2 críos como nosotros, podrías encontrar algo mejor de precio o yo que se, la verdad es que he venido con las manos vacías, estoy desesperado.

-ELEONOR: ay cariño, ojalá pudiera ayudarte, pero estoy atada de manos, no soy rica ni tengo influencias, soy la esposa del hombre rico y con influencias, vivo en este palacio encerrada y atormentada por un esposo que ya ni pasa por casa.

-YO: lo siento, no sabia que hubiera ido a peor.

-ELEONOR: jajaja no se preocupe, son cosas de adultos que gracias a dios ustedes no conocen – me levanté y me arrodillé frente a Elonor, a quien se le humedecían los ojos, tratando de aguantar el tipo.

-YO: ¿sigue saliendo de juerga?

-ELEONOR: si solo fuera eso, antes al menos disimulaba en casa, pero ya ni eso, bebe mucho y se pasa meses sin venir, y cuando viene………..déjenlo, son cosas de mayores.- me dio tanta lastima que la fui a acariciar la cara con dulzura, pero ella reaccionó con un gesto reflejo apartando la cara con susto, había visto demasiadas películas y anuncios contra la violencia domestica, que lo reconocí al instante.

-YO: tranquila, no quería asustarte.- me miró a los ojos a punto de echar a llorar, dándose cuenta de que yo me había dado cuenta.

-ELEONOR: no por favor, perdónenme, ando muy tonta jajaja- quiso disimular, pero ya era tarde, hasta Ana se percató y se sentó a su lado abrazándola.

-YO: Eleonor, se que no es de mi incumbencia, pero dime, ¿te ha puesto la mano encima?

-ELONOR: no……….. por dios……….como se le ocurre, jajaja……… no es así – balbuceaba sin admitirlo, tenia que saber la verdad, saqué al macho que ella recordaba en mi tono de voz.

-YO: ¡¡ELEONOR, MÍRAME Y DIME LA VERDAD!!- me observó como un cachorro al que riñen.

-ELEONOR: no es culpa suya………….- le levanté mordiéndome el puño-……..no se enfade con el, es culpa mía, yo el provoco y le hago enojar – sonaba demasiado irreal y típico como para ser cierto.

-ANA: no entiendo, es como cuando estabas con Raúl, ¿algún azote o cachete de mas?- suspiré por que fuera eso.

-ELEONOR: no, bueno, no es esa forma, Raúl es fuerte y viril, mi marido no lo hace en la cama o para jugar, solo quiere que le respete, y le entiendo.

-YO: una cosa es respeto y otra que te pegue, ¿que te ha hecho?

-ELEONOR: nada, si casi no esta por casa, son solo broncas que tenemos, y yo le enfado por que quiero que este mas conmigo y se comporte mejor, pero el me tacha de mantenida y de estúpida, que donde estaría yo sin el, cuantos hombres me estrían montando por unas monedas en Colombia, si no fuera gracias a el, y tiene razón.

-YO: como vuelvas a justificarle el que te cruza la cara soy yo, ¿como permites que ese mierda te pegue? Si se va de putas y todo.

-ELEONOR: es mi marido, no puedo hacer otra cosa.

-ANA: dejarle.

-ELEONOR: cielo, ya lo he pensado miles de veces, pero mi niña necesita tener una buena vida y solo la tendrá si yo sigo con el.

-YO: pero puedes divorciarte, y sacarle algo de dinero, ¿no?

-ELEONOR: ya lo miré, pero al casarnos me obligó a firmar un acuerdo prematrimonial muy estricto, si yo le dejo no veré un solo €, y todo esta a su nombre.

-YO: pero eso es una locura, si se va meses de casa, se va de fulanas y ahora llega a casa ¡¡y te pega!! ¿Me dices que no se puede hacer nada?

-ELEONOR: ya lo hablé con un abogado pero todos le tiene mucho miedo a mi marido, es muy poderoso y controla transacciones de miles de millones, tiene un ejercito de abogados, y nadie se va a enfrentar a el sin tener algo sólido en la mano con lo que poder presentarse.

-YO: vaya mierda de justicia.

Ana fue la lista y desvió un poco la atención, rebajando la charla, usando el piso como objeto para que se lo enseñara y al distrajera, alucinando con el, la verdad, mientras ellas deambulaban por allí yo estaba sentado en el sofá mirando como Elonor se mantenía entera, con su elegancia y su clase intacta pese a su situación. Eleonor se disculpo cortésmente para ir al baño a retocarse, unas pocas lagrimas habían hecho perder la posición a su rímel, se metió en unos de los baños, dándola algo de tiempo prudencial me metí a buscarla, estaba de pie frente al espejo retocándose con algún tipo de esponja con polvos, se dio prisa en terminar al verme, para que no me percatara de su morado, me acerqué y con cuidado ante su silencio me dejo, desmaquillar todo el ojo, no me equivocaba, es increíble lo que logran las mujeres con esos botes y polvos, tenia todo el contorno del ojo morado ligeramente hinchado, con el aspecto de haberlo estado mucho mas grande, y a simple vista no se le notaba nada, al verlo Ana, que entró detrás de mi, lloró, y yo por poco no reviento otra puerta de armario, me calme y fui fuerte por ellas.

Ahora, tan cerca de ella y siendo algo mas baja que yo, vi si exiguo escote, ahora me preocupaba, así que sin mucho disimulo la bajé uno de los hombros del vestido hasta ver como desde su hombro hasta uno de sus pechos había una marca larga, con un dibujo claro, un cinturón de hombre. La tapé con cuidado y respeto, no se si tenia mas marcas pero con eso era suficiente, mis problemas habían quedado en 2º plano, ni prioridad ahora era ayudar a Eleonor a quitarse a aquel hombre de encima, y con una simple mirada Ana no solo me encendió, si no que me dio su apoyo y consentimiento, le brillaban los ojos de rabia mientras acariciaba la gargantilla que le regalé. Puse a Eleonor mirando al espejo, para que se viera, con el ojo hinchado.

-YO: ¿que necesitas para hundir a ese carbón?- se miraba en el espejo empezando a darse cuenta de lo que ocurría de verdad, ese golpe no era un accidente.

-ELEONOR: no lo se, un abogado con valor.

-YO: le tengo, el padre de Teo es abogado y de los buenos.- nos había llevado el tema de Ana con su profesor y pertenecía a un bufete bastante respetable.

Nos quedamos unas horas mas charlando animándola un poco, distrayéndola, me enteré que Yasmine casi no pisaba esa casa ya, harta de que su madre fuera tan pasiva ante su padre, no se había emancipado por no dejar sola a su madre, pero estaba con el novio todo el día, me contó que se enfada mucho con su padre y una vez tuvo que mediar, lo que entendí fue que recibir golpes, para que su padre no pegara a la hija, no se soportaban y discutían gravemente hasta irse de casa días seguidos mientras su padre estuviera en casa. Eleonor se sentía sola y q el marido volvería en unas semanas a casa, no necesitaba mas, nos despedimos con un saludo y la dije que sabría pronto de mí.

La verdad, ese fin de semana fue raro, hice el amor y folle con Ana, era la despedida antes de su marcha, fueron sesiones ambiguas, los 2 con la mente en Eleonor y su problema, hablando mas que teniendo sexo. Incluso me desahogué con Lara un par de veces como despedida, iba a echar de menos aquellas tetas, y hasta Alicia volvió a intentar meterse por medio al oírme con Lara, entró en la habitación pero la saqué sin un ápice de duda. Pero siendo todo erótico, lo dejo pasar sin narrarlo, no era nada que no lleve 2 relatos contando, y me parece mas entretenida la consiguiente trama.

Según me despedí de Ana en el coche del tío que las fue a buscar el lunes a ella y a Lara, con Ana dejándome claro que me quería y que sin ella no me acostara con nadie, incluso Eleonor estaba vetada por mal que estuviera, algo que pese a que me parecía ridículo recordármelo, me pareció correcto y un bonito detalle. Comencé a maquinar, lo 1º fue hablar con Teo, el cual se vio menos enfadado al verme centrado en otras cosas, y con su padre, el cual conocía el nombre y vivencias del esposo de Eleonor, por seguridad y por lógica todos los nombres y detalles son ficticios e irreconocibles, pero por esos azares del destino, resultaba que el bufete del padre de Teo le tenia ganas al esposo de Eleonor, mas que por otra cosa, por que el era principal activo de la empresa de exportaciones que estaba dejando molestos al resto de exportadores, clientes del bufete. No solo aceptaron llevar el caso, si no que contrataron a un par de asesores de divorcios, ya que su bufete no llevaba esas cosas, le pedí una copia de todos los papeles firmados de Eleonor de su boda y los estuvieron trabajando durante días, el resultado era el esperado, no había por donde meterle mano, todo estaba atado y bien atado, Eleonor no podía dejarle sin tener nada en contra suya, y los abogados no se iban a meter en medio de una guerra de ese tamaño sin tener nada sólido, me trataban como si fuera un crío de 13 años, y si, tenia 20 y era un niñato a sus ojos, pero siempre he parecido mas tonto o lento de lo que soy en realidad, así que pregunté, ”¿que necesitáis?”, “pruebas fehacientes de infidelidades o maltrato, el acuerdo prematrimonial esta tan bien cerrado de su lado, que no se preocuparon del lado de el, es tan simple que podemos usarlo en su contra, si le pillan con otras o pegándola, no solo puede divorciarse de el, si no que le podría arruinar y quedarse con todo su patrimonio y su dinero.”. Me dejaron claro que hasta que no tuvieran esas pruebas no moverían un solo dedo. Todo lo llevé yo y a espaldas de Eleonor, no podían relacionarla directamente viéndola pasar por allí, alguien podía irse de la lengua, es un mal ejemplo, pero las horas de cine y series me habían llevado a aplicar conocimientos ficticios a la vida real, no quería que Elonor “desapareciera” el ida que encontramos pruebas y me llamara diciéndome que tenia algo gordo y al acudir no encontrarla. Lo iba a hacer bien y por lo visto, lo iba a hacer solo, los abogados no ayudarían a encontrar pruebas, y no podían contratar a detectives, podrían venderse a la 1º de cambio o hacer ruido que llegar a los oídos de gente no deseada, prácticamente me insinuaron que me buscara la vida yo solito.

Pues así seria, me fui a la tienda donde compré el boli sepia de Ana cuando me temí que su profesor la tiraba los trastos, y me hice con todo un equipo, grabadoras de vídeo y audio disimuladas en bolígrafos, flores, osos de peluche, cajas de cigarrillos……me dejé una buena pasta pero todo merecía la pena, y la verdad, la sensación de 007 gusta bastante, fui a visitar a Elonor con todo aquello, y sin explicarle demasiado fui colocando las cosas, no quería que supiera mucho, si no podía desmoronarse, sobre actuar o mirar a cámara, y eso, no solo podía echar al traste cualquier intento, si no que podía ponerla en peligro si su marido se daba cuenta. Lo dejé todo listo y preparado para la llegada de su marido al día siguiente, dejando en la habitación de matrimonio, el salón y la cocina, gran parte de los aparatos, pero al final tenia toda la casa cubierta de alguna u otra manera, sobretodo con las cámaras que aparte de gravar, emitían en directo a un PC portátil enlazado, no eran tan pequeñas como podía esperarse de cámaras espía, así que las ubiqué bien alto, el marido no llegaba al 1,78, no las vería encima de un armario o de la nevera. Esa era la parte del maltrato, si se daba quería tenerlo documentado, demasiado trabajo para algo que puede que no pasara, según decía Eleonor, pero un instructor de yudo en su día, me enseñó una frase de marketing que se me quedo grabada, “Ten en cuenta todos los escenarios, y una vez analizados empieza preparándote para el peor, así siempre estarás listo si se da.”, así lo hice.

Ahora tocaba la parte del adulterio, menos sufrida en caso de darse, pero mucho mas complicado de probar, pensé e ideé como ponerle escuchas o videos encima todo el tiempo, peor eso no me aseguraba nada.

1º tendría que serla infiel, que podía no serlo, y estar 3 o 4 días detrás de el sin lograr nada.

2º tener aparatos de vigilancia encima, pensar en como ponérselos y que los llevara todo el tiempo.

3º tenía que recuperarlos sin que se diera cuenta, algo difícil si logras que lleve algo encima.

4º lo peor es que yo no podía saber donde y cuando pasaría como para poder reaccionar, tenia mucho tiempo libre y solo trabajaba los fines de semana por la mañana, pero no podía estar encima siempre, inicialmente por que soy un ser humano, necesito comer o dormir, y principalmente por que el podía reconocerme si me ve mas de 3 o 4 veces.

Soluciones, la mas obvia, darle algún regalo que llevara encima siempre, duplicado, así al darle el cambiazo no lo notaria, o bien meter vigilancia en algo que llevara siempre, aposté por los 2, compré 2 plumas bastante elegantes, a una la llevé a la tienda espía para que la modificaran y le pusieran una grabadora de larga duración con enlace a mi PC, la otra idéntica la guardé. Eleonor me contó que el siempre iba con traje, la ropa podía cambiársela, pero su maletín no, llevaría muchos documentos importantes y siempre llevaba el mismo, incluso esposado a la muñeca, tenia que hacerme con el las horas suficientes como para ponerle algo y devolverlo sin percatarse. Eso era lo “sencillo”, ahora tocaba pensar en como pillarle, el principal problema es que no podía saber cuando seria infiel, hasta que me di cuenta de que si podía, como cuando invité a mis chicas a la fiesta donde Madamme me hizo el examen, si bien no podía controlarle a el, si podía controlar con quien, o al menos tentarle en entornos controlados, solo necesitaba a una mujer dispuesta a ligárselo y tirárselo sin reparos.

Tenia claro que 1º obtendría las pruebas y se las llevaría a los abogados y ellos decidirían si eran suficientes antes de descubrirnos, no podía arriesgar a Eleonor antes de estar seguros, presentarnos en mitad del polvo o cosas así no era una opción. Tenia una larga lista de mujeres a las que podía llamar y pedirles que lo sedujeran, pero todas lo harían si me las follaba, o hasta podía formar a una cualquiera de la calle hasta tenerla tan sumisa que aceptara aquello, pero Ana me dejó claro que nada de sexo para mi, eso complicaba las cosas, necesitaba putas, y no había otra mejor que Madamme para ayudarme, de hecho, si era tan putero y adinerado apostaría un dedo a que ya se conocían .Me debatí internamente, mucho, si quería y precisaba de su ayuda debía de hacerlo como Zeus, ordenando, no pidiendo, pero no quería volver a ser el, así que probé con mensajes de texto, si la llamaba me notaria en la voz que no era el.

-“Te necesito”- un mensaje corto y claro.

-“Soy tuya, ¿que puedo hacer?”- parecía que seguía a mi servicio, ni pregunto nada de mi adiós, ni mi tardanza, ni de mi regreso.

-“Tengo que pillar a un marido poniéndoselos a su mujer, necesito un puta que lo seduzca, se lo folle y se vaya, necesito saber donde y cuando con antelación, y el no debe enterarse de nada,”

-“alguna preferencia respecto a al chica”

-“no lo se, ¿conoces a xxxxxxxx?”

-“si, tengo a su chica preferida, de hecho nos ha llamado para decirnos que estaría por la ciudad y que la preparemos, te avisaré con los detalles”

No me extrañó que estuviera en la cartera de clientes de Madamme, pero si la facilidad con la que obtuve lo que buscaba, como era lo que pretendía, no le di mas vueltas.

Preparando un maleta con todo, me fui a casa de Elonor, y me instalé en la habitación de invitados, nunca la habían usado, y el marido jamas entraba allí, solo tenia que hacer poco ruido y ni se enteraría de que estaba allí, así tenia buena conexión con los dispositivos y me daba margen para intervenir si el marido se pasaba de la raya y llegaba a pegarla demasiado, de hecho Eleonor me dio la llave para que cerrara por dentro y evitar sustos, y otra del piso para poder salir y entrar. Conecté todo y me prepara para el show advirtiendo a Eleonor de que no dijera ni actuara de ningún modo distinto, yo no estaba allí a todos los efectos, para bien o parta mal, si queríamos que saliera bien no podía descubrirme, incluyendo Yasmine , que vendría con el novio a ver a su padre los días que estuviera allí.

Llegó la tarde y Yasmine entró en casa con el novio, yo, pertrechado en la habitación de invitados, veía y oía todo desde las cámaras y los micros, con unos grandes cascos puestos en el portátil que tenia todo conectado, después llegó su padre, con una actitud socarrona y de felicidad, la verdad, me sorprendió la farsa de actuación de Eleonor, saludándole como una esposa devota, a Yasmine le costó disimular mas, se sentaron a charlar de trivialidades con algún amago de bronca entre Yasmine y su padre, sofocada por su madre y el novio, las horas fueron pasado, hasta la hora de cenar, todo iba bien, hasta que a Yasmine le dio por levantarse de la mesa antes de que terminara su padre, que habiendo bebido ya alguna copa de vino de mas, elevaba la voz a cada frase, llevándolo a una discusión que no se pudo calmar, Eleonor trataba de sosegar a su marido y solo lograba enfurecerlo mas, dando golpes en la mesa sobre que el era el hombre y se le iba a respetar, me mordía la lengua y me contenía las ganas de salir y darle de hostias, mi padre me enseñó muchas cosas de la vieja escuela, una de ellas era que el respeto se ganaba, no se imponía, y su forma de tratarlas me ponía muy nervioso.

Al final Yasmine se fue al cuarto con el novio y no se supo de ellos hasta el día siguiente por la mañana, vi como retozaban en la cámara que puse en su cuarto, ver su trasero de nuevo desnudo me animo la noche, pero estaba centrado en Eleonor, seguía charlando acaloradamente con su marido, que estaba harto de llegar a casa y que le trataran así, sin dejar de beber, ahora ya pasando al whisky en el salón, se puso algo sobón con su mujer, la bebida y el hecho de que Eleonor era una belleza y su mujer, le daban completo derecho, pero su forma de tratarla era poco delicada y muy burda, la cogió de la mano y metiendo la otra pro debajo des u vestido la subió al piso de arriba casi a la fuerza rebuznando palabras calientes que no encendían nada. Vi la 1º oportunidad, se había dejado el maletín abajo, pero dude en salir, lo que le dio al marido a pedir a Eleonor que bajara a por el, ciertamente no se separaba de el antes de dormirse, al bajar salí a hurtadillas.

-ELEONOR: ¿que haces?

-YO: necesito el maletín y un par de horas para meterle una cámara y un micro.

-ELEONOR: imposible, lo quiere en la habitación ya.

-YO: súbeselo, pero tienes que lograr distraerlo y que se duerma profundamente, me tienes que dejar margen.

-ELEONOR: ¿y como quiere que lo haga?, si se despierta y le ve, nos mata.

-YO: eres su mujer, algo se te ocurrirá, sube ya antes de que sospeche.

Se llevó el maletín andando con dudas, en el PC vi como lo dejaba en una silla cerca de la puerta, ante la mirada de su marido algo tambaleante ante el alcohol ingerido, Eleonor se rascaba la cabeza pensando, hasta que sin mas se bario el vestido y lo dejo caer ante la mirada atónita de su marido y la mía, se echó encima de su marido y comenzó a besarlo como parecía que no hacían hace tiempo, en la cara de su marido se notaba, pero poco le importó, se centro en acariciar y desvestir de ropa interior a su mujer y haciendo lo mismo comenzaron a follar, de inicio con una mamada de escándalo de ella que se la puso dura, era difícil con la posición y la cámara averiguar el tamaño, por las manos de ella deduje que serian entre 14 o 17 centímetros, me costaba ver el capullo ya que estaba siendo engullido con pasión, de eso pasaron a follar, y allí ya no había otra, era mi oportunidad, Yasmine y el novio dormían cansados de su amor y el maletín estaba sin vigilancia, subí como el rayo hasta pegarme al marco de la puerta, e intuyendo los mayores momentos de pasión en los gemidos que oía, abrí la puerta con cuidado, solo un poco, vi a Eleonor montando a su marido que estaba tumbado en la cama boca arriba disfrutando de su mujer mejoro de lo que recordaría, estando de lado a la cama la puerta, no podía hacer mas sin que me viera, así que esperé, Eleonor ayudo, su cadera era fuego y se recostó en al cama, echándose a su marido encima, ahora, dándome la espalda, llevando el ritmo de su cadera. En un instante abrí la puerta cogí el maletín y cerré despacio, creo que Eleonor me vio, pero me daba igual, aquel hombre estaría ocupado unos minutos al menos, baje a mi habitación y allí comencé el bricolaje del maletín, haciendo un fondo falso imperceptible pegándole una especie de grabadora con membrana muy fina y atornillando en uno de los laterales una mini cámara espía diminuta, disimulada metida dentro del forro de piel, quise darme prisa, pero Eleonor llevó a su marido a correrse antes de lo previsto, y sabiendo que el maletín no estaba, se dedicó a chuparle la polla a su marido mas de 40 minutos hasta volver a ponérsela dura, la bebida y su edad no ayudaban a rápidas recuperaciones, pero lo mantuvo distraído una hora mas, Eleonor lo mato, dejándolo destrozado en el final del 2º polvo, cayó dormido y ya no me preocupe, estaría así hasta el día siguiente, su cara me era familiar, de agotamiento al follar.

Para cuando pasaron unas hora y Eleonor bajo, ya tenia el maletín listo, en peso y forma no se notaba nada, había ensañado y visto muchos tutoriales, se lo di advirtiéndole que lo dejara igual y que no actuara de forma diferente, me dio un beso en la mejilla y luego otro en los labios, casi instintivo.

-YO: toma, regálale esto a tu marido mañana, es un pluma de buena factura, invéntate lo que sea pero logra que la lleve encima – asintió sin entender mucho, estaba algo avergonzada y perdida, pero confiaba en mí.

Nos fuimos a dormir, por ahora no pasaría nada mas, lo hice con los cascos puestos, así que con los primeros ruidos de la mañana, desperté con ellos, Eleonor y su esposo hablaban del espléndido sexo que habían tenido, allí aprovechó para regalarle la pluma, algo que le encantó a su marido, ella se invento un historia bastante creíble de por que le quería tanto y de que esa pluma seria su amuleto, y que no se separara de ella, así al menos una parte de ella le acompañaría siempre. Una vez hecho, el día paso largo, se fueron a comer fuera para celebrar algo, aproveche para comprobar el vídeo y audio del maletín que se llevó consigo, perfecto, yo comí también y volví a mi cueva, por la tarde la verdad es que parecían una familia querida y cordial, pero a la hora de la cena otra discusión, mayor que la noche anterior, llegando a agarrar de malas maneras a Yasmine que gracias a su novio se liberó, siguieron gritándose hasta que Yasmine se fue arriba, pero su padre la siguió, empezando a beber de mas otra vez, tanto la gritó que al final se fueron de casa Yasmine y el novio, llorando y llamándole de todo, eso dejo a Eleonor sola con su maltratador, el cual comenzó a gritarla a ella por no poder hacerlo con la hija, bebiendo e increpando a partes iguales, Eleonor esta vez no se cayó al ser su hija la acusada, elevando el tono también, eso chocó con un macho herido que quiso volver a dominar, de forma grosera y animal se echó encima de Eleonor en el sofá, forzándola a besarlo, Eleonor se resistía pero no poda mas que ceder, yo casi me até mentalmente a la cama para no salir disparado a matarlo, la había bajado las bragas e intentaba follársela sin siquiera bajarse los pantalones, le costó un mundo poder tener una erección por la bebida y por que Eleonor no quería, pero estaba aprisionada, entonces levantó la mano con toda la intención de pegarla, ella reaccionó instintivamente, dejando de forcejear, sintiéndose poderoso gritaba que solo era una zorra mas a la que le gustaba que la pegaran para demostrarle quien mandaba, no podía quitarle razón, eso mismo había usado yo con ella, pero el encuadre era distinto, ella quería ser dominada por mi, ahora estaba siendo violada, bueno, no, forzada a follar o la pegaría, aceptando su destino y sabiendo que yo no podía acudir en su ayuda sin descubrirnos, se colocó y dejó hacer al hombre, que seguía intentando follar sin quitarse la ropa, al final logró penetrar y mal follar, puede que ni 10 minutos, antes de correrse, con gestos torpes y mal llevados, daba azotes en el culo pidiéndola que se moviera, que por que no era la puta de la noche anterior y se la comía un rato, esta se negó increpándole groseramente, pero ahora no hubo amenaza, levantó su mano y la dejó caer sobre la cara de Eleonor, ahora si se quiso quitar de encima a ese hombre gritando pero este solo respondía con continuos amagos de bofetadas, tanto insistió que una la dio de lleno, mientras ella temblaba de miedo, el reía jocoso moviendo su polla flácida como si de verdad la tuviera tiesa, no se a vosotros pero a mi me estaba costando un mundo no salir, ni miraba ya a la pantalla, pero era peor oír a Eleonor suplicar que no la pegara, al otro lado de la puerta y no salir, claro que podría haberlo hecho, pero eso desencadenaría muchas preguntas y lo mas probable que hubiera sido peor para todos a la larga, a eso me aferraba como un clavo ardiendo.

Cuando volví a mirar el marido agarraba del pelo a Eleonor y tiraba de el con violencia, gritándola la zorra que era, muchos términos colombianos que no entendía pero el contexto era claro, la agarró el cuello y la soltó un puñetazo que la dejo medio ida, me arrepentiré toda mi vida de no salir en ese momento y descuartizarlos lentamente, tenia lo que había ido a buscar, nadie que viera esas imágenes podría opinar diferente pero hasta tener el si de los abogados no podía actuar sin generar represalias. El marido siguió jugando ahora con el cuerpo medio inerte de Eleonor hasta que se cansó una hora mas tarde, en la que no dejé de llorar de impotencia, el subió la escalera como pudo totalmente borracho y se quedó dormido en la habitación sin llegar a tumbarse del todo. Salí de inmediato y atendí a Eleonor, hasta que recobró el sentido, echándose a llorar, mas que por lo ocurrido, por verme la cara a mi, no se que pinta tendría pero la mezcla de rabia, odio y vergüenza propia de mi cobardía, me llenaba. Fui a por algo de frío para la hinchazón de la cara, le había dado en el mismo ojo que la ultima vez, que tino tenia el carbón, la dejé mas descansada y serena en el sofá de abajo y volví a mi cueva.

Los siguientes 2 días pasaron igual, Yasmine no regresó y su madre pagaba las consecuencias, fueron los dais mas duros que recordaba, discusiones continuas, golpes, sexo forzado y una violación, clara y contundente, no la voy a relatar, se que por aquí gusta, hasta he leído varias muy excitantes en “no consentido”, pero esta no es de esas violaciones, de esas en que la mujer no quiere, se ve forzada por la fuerza o la situación, pero con el paso de los minutos y la excitación ante lo desconocido, una buena polla, un excelente follador o la necesidad de sexo de ella, disfruta de el polvo, aunque se odie, no amigos, la verdad es mucho mas cruda y brutal que eso. Lo que vi no me excitó, no hubo erotismo ni sensualidad por ningún sitio, era su marido pero no había afecto, amor y complicidad, fueron 90 minutos de una mujer pidiendo clemencia, rota de dolor y humillación, y eso cambió algo dentro de mi ser, algo murió, la decisión de no salir a socorrerla me costó tan poco, que me dolió mas que lo que estaba presenciando.

Ya tenia material de sobra para el maltrato, e igual que me quito el sombrero ante la actitud sobria y serena de Eleonor durante aquello, soportando solo sabiendo que yo estaba con ella, confiando en mi ciegamente, me hierve la sangre de pensar cuanto tiempo podría haber aguantado eso si no llego a intervenir, quizá siempre, esto se puede extrapolar a todas esas mujeres que sufren abusos a diario, peores que estos, y aun así se mantienen calladas. Si odio al maltratador, jamas entenderé a la maltratada sumisa, no hablo de sexo ni de que a un le guste un tío con carácter que la haga sentir segura, o sucia, humillada y le ponga cachonda, hablo de mantener una relación en la que eres un saco de boxeo y poco mas, pero contra toda lógica, lo defiendes.

Dejemos ese tema parte, no es el lugar, llegó la parte del adulterio, al 4º día Madamme me mando un mensaje, les había llamado para concertar una cita, me dio fecha, hora, lugar y acceso, una conferencia de Latinoamérica en un hotel, una de la plantas totalmente reservada para putas, o comúnmente conocida, “zona vip”, a la que tenia acceso, me coló como seguridad de las chicas, había 4 o 5 como yo, no era raro, aunque si el único que no era de Europa del este.

No quiero alardear ni alargar, así que simplemente os diré que salió de cine todo, ni hecho aposta, tan predecible como sencillo, según acabó la conferencia medio salón se subió a las habitaciones y casi como en un supermercado elegían chica y follar a la habitación reservada. El marido había ido solo, tenia preferencia y eligió a la chica que Madamme me mostró en una foto, ya se conocían según noté en su forma de hablar, la chica cogió el maletín y guiñándome un ojo pasaron a la habitación, estaba en el ajo y se iba a ocupar de tener un buen 1º plano. Salí disparado a una habitación reservada a mí, y con el portátil lo vi todo.

La chica no podía ser mas distinta de Eleonor, una rusa de 1,80, rubia platino y exageradamente delgada y sin curvas para mi gusto, aun así tenia su aquel, con 2 bonitos ojos azules y buenas piernas. Casi como de cine, sentó al esposo de cara a la cámara y se arrodilló delante a chuparle la polla con gestos tan hábiles como imperceptibles, lograba que se viera claramente la cara de el bebiendo, su polla y como se la comía, luego le tumbó boca arriba y se metió su miembro medio flácido por el alcohol, estuvo casi 50 minutos follándose una polla floja hasta que le hizo correrse casi por aburrimiento, entonces hábilmente le sacó unas cuantas frases, “eres mejor cada día” “la ultima vez lo hiciste mas largo” ”con esta van 4 veces que lo hacemos” “eres la mas guapa de las 3 que me he tirado el ultimo año”, todas admitiendo mas infidelidades y con mas chicas. La sesión de sexo no duró mas, la chica se vistió preparándose para irse, no comprendía, ni lo hago ahora, como ese capullo podía ponerle los cuernos a la pedazo de diosa latina que tenia en casa, por mal follar 1 hora con un puta sin moverse, sabiendo como follaba Eleonor, es mas sangrante aun.

De vez en cuando dios, el universo o como querías llamarlo nos da un premio, merecido o no, nos da la oportunidad de reivindicarnos o nos da justo lo que necesitamos o queremos, esta fue una de esas veces, cuando la chica salía el se puso en pie y se fue a por ella como un poseso, con la mirada de atacar a Eleonor, usando las mis mismas armas y palabras, de nuevo impotente ante aquello viendo como la chica pasaba de quitárselo con clase a pedir ayuda, hasta que me di cuenta de que podía entrar a partirle al boca, era el gorila que vigila a las chicas ¡¡¡estaba para eso!!!. Me levanté como el diablo y corrí hasta abrir al puerta de golpe pillando a la chica suplicando ayuda ante aquel capullo que la estaba azotando, quizá un gorila normal lo hubiera hecho de otra manera, pero preocupándome de tirar el maletín al suelo para que no se me viera, los separé y con toda mi rabia contenida de varios días cerré el puño y lo estampé en su cara, sujetándole de la pechera, dejándole tonto, el 2º le dejo inconsciente, el 3º provocó que la chica me parara el brazo por miedo a que el 4º lo matara, le había abierto una brecha en la ceja, le partí el labio y le estalle 3 dientes, le rematé dándole una patada en los huevos que lo despertó, para luego hundir mi puño en la boca de su estomago, dejando que cayera al suelo sin aire, dándole el cambiazo de la pluma.

Toda mi educación y adiestramiento en arte marciales de crío, me habían enseñado a no empezar peleas, a no cebarme y a ser honorable con el rival, pero fallé, estrepitosamente, durante esos poco mas de 30 segundos no hubo nada de aquello, solo hubo castigo, dejo en manos de ustedes si hice bien o no, lo que se es que sentí como una losa enorme caía por mi pecho dejando de asfixiarme, una sensación que me acompañó esos días y que en ese momento se desvaneció.

Volví a su casa y recogí todo, tenia mas que suficiente y su esposo saldría de viaje en un par de días, que paso en el hospital, cuando se marchó, magullado con la cara hinchada y morada, con la boca mellada y heridas mal curadas, llevé todo a los abogados, me dijeron que me llamarían en unos días, les di lo principal, cortando horas de vacío o escenas innecesarias, como a Yasmine follando con el novio o a mi correteando por la casa o la paliza, Teo ayudó, era muy bueno con los PC.

Madamme me mandó un par de mensajes diciéndome que ya se ocuparía ella de que a su agencia no le afectara y de que a mi tampoco, por la paliza, por la cual me felicitó, no era la 1º vez que se ponía tonto con las chicas, pero si la ultima.

Lo mejor fue que se llevó el maletín tal que estaba, y si bien tenia un numero de horas de gravado seguido limitadas, cuando se llenaba, me mandaban un mensaje el portátil, yo las veía y si no había nada reiniciaba de nuevo, a las 4º o 5º vezes empezaron a aparecer putas, alcohol y drogas duras, algunas reuniones de alto copete con mandatarios de la zona de centro América, no todas muy licitas , todo copiado y pegado, enviado a los abogados, que a la semana me llamaron frotándose las manos, tenían todo lo necesario, maltratos, abusos, evidencia de infidelidades y delitos varios, incluyendo una sorpresa final, siendo consumidor de drogas duras, llevaba cierta cantidad siempre encima, y eso cambiando de país con la valija diplomática, le podían meter un puro por contrabando de drogas, se pasaron otras 2 semanas preparando el caso, no ya de divorcio, el cual hasta contrataron mas personal especializado como recompensa y agradecimiento, es que tenían material para hundirlo en la miseria de por vida si le llevaban a juicio y se sabia todo aquello.

Pero como es la justicia, mucha de esa información, no referente a Eleonor, acabó en manos de la competencia, que le chantajeó y manipuló desde ese día en adelante como le dio la gana, le daba pánico acabar en una cárcel de algún país del 3º mundo como escarmiento. Así que no se llegó a saber nada de eso, ni hubo juicio ni denuncias, en parte me parecía horrible, pero la verdad, si le arruinaba la vida la competencia, no quedaría nada para Eleonor, así que cuando todo estaba por estallar, le plantó la demanda de divorcio, sonó bastante en medios latinos, con los videos y grabaciones el juicio duro 3 días, aun sin ser consentidas por el, al ser ella consciente, se aceptaron como pruebas.

(Algo que nunca entendí de los juicios, si te gravan matado a alguien, ¿no es una prueba valida por que no sabes que te están grabando?, ”liberemos a ese asesino, pobrecillo, no sabia que había una cámara”…………….justicia. )

Resumiendo, para cuando volvieron Ana y Lara de Granada, regalándome un desahogo descomunal de 1 día entero sin salir de la habitación con ellas 2, después de 1 mes y medio sin follar dejando a Ana otro día completo sin poder moverse y a Lara 1 semana ida, Eleonor era la dueña de todo el patrimonio y dinero de su marido, nunca llegué a saber cuanto exactamente, no me importaba, algunos medios decían que cerca de 200 millones, otros que solo 50, algún medio le sumó le dinero negro escondido en suiza o en paraísos fiscales, algunas ciertas y otras falsas, y la cifra llegaba a los 900 millones. Eso solo en dinero, la “pobre” hombre le dieron una paga mínima al mes, lo que entendían ellos, casi 4.000€ al mes, un sueldazo vamos, pero acostumbrado a su mega vida, una miseria, se llegó a pedir cárcel de mas de 6 años por abusos y lesiones, evitó la cárcel por que cedió todo su patrimonio y bienes a Eleonor. El padre de Teo se esmeró, representándonos pero dejando al mando a una abogada despiadada de divorcios, en dejarle en la absoluta ruina, en quitárselo todo, casi hasta parecía disfrutar humillándolo, a esa abogada le gustaba su trabajo.Al final le quedó al esposo una de las casas que tenían en España, en el norte, creo que en Asturias, lo suficientemente lejos como para obedecer la orden de alejamiento de 10 kilómetros, y otra de las casa en Colombia, donde creo que se fue a vivir, el resto fue a parar a Eleonor.

A saber:

3 casas en Madrid

10 en España.

6 repartidas por todo el mundo, la mayoría en Sudamérica, pero 1 en NY y una mas en Japón.

8 coches de alta gama, 1 yate, una lancha motora, un pequeño avión, y ya por meterlo en medios de locomoción, un par de caballos pura sangre.

Obras de arte por valor de millones, y hasta vendió los derechos de su historia a un canal Colombiano que hizo una película y una telenovela, mas una serie de entrevistas y reportajes a prensa rosa latina.

Literalmente estaba podrida de dinero y lujo, pero todo era secundario, aunque parezca tonto, lo mejor fue volver a ver sonreír de forma sincera a Eleonor, cuando pasó un poco todo el boom, volvimos Ana y yo a su casa, nos recibió Yasmine que se me tiró al cuello abrazándome hasta casi ahogarme, llorando a moco tendido dándome las gracias por todo y dándome una bofetada suave por no decirla nada, sabiendo que iban mal en casa ella no sabia hasta que punto la maltrataba hasta ver los videos del juicio, Yasmine casi odiaba a su madre por aguantar a ese hombre sin saber por que, pero viendo como mientras la forzaba, la sometía amenazando con dejar a su hija en la calle, comprendió su error y volvieron a ser uña y carne. Eleonor le había contado lo que sabia de mi actuación, que no era ni la mitad de lo que paso, las dejé solo los detalles bonitos de la trama, ocultando mi trampa con Madamme, por ejemplo. Detrás de Yasmine su novio agradecido aunque mas comedido y al entrar Eleonor se alejó de un par de abogados que reconocí del juicio, se plantó en mitad del salón con los brazos abiertos y los ojos humedecidos, acudí a su petición encantando rodeando su cuerpo con mis brazos, algo apabullado por su actitud, y unos aplausos fríos de los abogados que me ofrecieron suculentas ofertas para trabajar para ellos como detective, “Lo que has hecho por esta mujer no tiene palabras”, repetían como un slogan barato. Aun así la di un fuerte abrazo rodeando su trasero, la levanté del aire dando una media vuelta con ella sonriendo, para evitar mas lagrimas, ya no merecían la pena, ni aunque fueran de jubilo.

-ELEONOR: eres un ángel, me has salvado la vida y la de mi hija.- la bajé al suelo con suavidad.

-YO: solo he ayudado. – ahora se dirigió a Ana, que permanecía en silencio con su eterna sonrisa, agarrándola de la mano.

-ELEONOR: no sabes la suerte de hombre que tienes, ojalá os vaya todo bien siempre.

-ANA: se perfectamente la suerte que tengo.- sonrío torciendo el gesto, de forma dulce, al mirarme.

-ELEONOR: por favor, pasada y sensatos, estamos con los abogados terminando de aclarar las cosas, es un lío del carajo.

Nos pasamos un par de horas por allí, charlando, hablando y distrayéndolas un poco, Yasmine y Ana hicieron buenas migas subiendo a las habitaciones o saliendo a la terraza a tomar el sol, Ana estaba negra, si de por si, su tono de piel era moreno, y en la piscina en verano se había tostado mas, en Granada se acentuó, el contraste con sus ropas de colores vivos y chillones la hacían hasta………..feo. Mientras Eleonor y yo charlábamos con los abogados de temas ya algo mas distendidos, por lo visto el proceso, aunque rápido en las decisiones, aun llevaría su tiempo, unos 6 o 7 meses hasta tener todo bien resuelto, en los cuales, Eleonor debería vivir en esa casa hasta tener el control de todo el patrimonio.

Ya charlando todos juntos en el salón.

-ELONOR: la verdad, no babes cuanto le aprecio, nos has sacado de un agujero, no se como pagárselo.

-YO: no hace falta, solo hice lo correcto, solo espero que ahora que no tienes a su marido encima, puedas echarnos una mano con el tema de ayudarnos a vivir juntos.- pese a que mi motivación inicial era ayudar, tampoco quería perder la oportunidad de lograr mi objetivo de estar con Ana en una casa sin peligro de romper parejas. No ambicionaba más.

-YASMINE: no sea bobo, puede pedir lo que quiera, ahora somos millonarias jajajaja.- que pronto se arrepentiría de esas palabras.

-YO: muchas gracias, pero solo con un poco de ayuda para encontrar piso nos vale.

-ANA: hombre, tampoco vamos a conformarnos, has hecho mucho por ellas.- me miró teniendo algo en la cabeza, la lejanía de ese tiempo separados no cortó el vinculo mental que nos unía, mirándola a sus grises y verdes ojos intuí que tramaba algo.

-ELEONOR: claro que si, no se ponga tímido ahora después de todo jajajaja, pidan.- los abogados la miraban con risa estudiada pero sus ojos echaban fuego temiéndose lo peor.

-YO: en serio no hace falta…..- Ana saltó y me cortó.

-ANA: quiero una de tus casas.- la miré horrorizado por su atrevimiento.

-ELEONOR: hecho, ¿cual?- miré a Eleonor sorprendido de la facilidad con la que aceptó, a ciegas.

-YASMINE: ¡¡¿mama?!!

-YO: no, esperad….- volvió a cortarme Ana apretándome el brazo queriendo que la dejara hablar.

-ANA: no lo se, solo conozco esta.- su desvergüenza iba a mas.

-YO: calla por dios- la agarré la mano con fuerza, volviendo la cabeza al resto – que no hace falta, esto es una locura…..- ahora me interrumpió Eleonor.

-ELEONOR: pues es vuestra, si Raúl la quiere.- Ana casi da un brincó, a la vez que Yasmine, pero por motivos diametralmente opuestos.

-YO: no.

-ELONOR: si.

-YASMINE: que no.

-ANA: ¿por que?

-ELEONOR: que si.- esto empezaba a marearme, una sonrisa tonta se me escapaba, por la situación de teatro cómico, casi dirigido por guión, y por la fugaz idea de quedarme con esa casa.

No voy a ir de buenazo tontorrón, no lo era, y la idea de pedirle algo así, se me había pasado por la cabeza, joder eran estrepitosamente ricas, un diablillo en mi interior quería pedir sin descanso, sabiendo que Eleonor, quizá, no se negaría a nada, por descabellado que fuera, y por lo tanto, un solo piso no seria problema. Uno de los abogados interrumpió el carrusel de afirmaciones y negaciones.

-ABOGADO1: no puedes.

-ELEONOR: ¿por que no?, ahora es mi dinero y mis propiedades, puedo hacer con ellas lo que quiera.

-ABOGADA1: en realidad, aun no es nada suyo, pese a que su marido renunciara a todo, las propiedades son del estado hasta que se tramiten todos los traspasos y el papeleo, por ahora, como vivíais aquí, solicitamos que este piso fuera “alquilado” por vosotras, para residir durante ese proceso.

-ABOGADO1: por lo tanto, aunque quieras, no puedes alquilar o vender el piso.

-ELOENOR: no voy a hacer ninguna de esas cosas, se lo voy a regalar.

-YO: por dios, pensa lo que dices es demasiado.- quería ser correcto, pero la idea me estaba empezando a gustar.

-YASMINE: si, ya pensaremos otra cosa.

-ELONOR: ¡¡ se acabó!! – soltó con voz autoritaria poniéndose de pie- he estado soportando casi 20 años a ese carbón y en los últimos 9 meses me ha follado, forzado, pegado y violado cuanto le ha dado la gana, amenazando a mi hija y llegando a hacerme plantearme el suicidio, solo lo evitó pensar en dejar sola a mi hija con ese mal nacido…… este chico…….- me señaló con mirada firme- ….este hombre, me ha dado todo, y no hablo de burdo dinero o propiedades superfluas, me ha devuelto las ganas de vivir, de seguir soñando y la esperanza de un futuro mejor para mi y mi familia, aquí y ahora decido yo, se acabó ser la tonta y guapa que solo obedece, ahora mandamos nosotras, hija mía, y si lo 1º que hago, no es agradecérselo como es debido a quien nos ha concedido eso, ¿para que quiero esta libertad? Déjenme ser feliz, déjenme hacerlos felices.

(El discurso esta mejor hilado y mas compacto de lo que ella dijo, y aun así no lograré alcanzar el nivel de emotividad y sinceridad que ella alcanzó).

Se hizo un silencio definitivo en la sala, no había reproche alguno ni argumento posible para ninguno, ni siquiera yo encontré palabras, aunque fuera excesivo, quien era yo para negarla su deseo.

-ELEONOR: ¿que puedo hacer? – mirando a los abogados con ojos altivos y resolutiva.

-ABOGADO1: tienes que vivir en esta casa hasta que se solucione todo, una vez que lo este, puedes hacer con las propiedades lo que quieras.

-ELONOR: pues id preparando todo para que cuando sea así, la casa pase a nombre de Raúl, ¿oyeron?- asintieron los abogados apuntándoselo bien claro.- por descontado puedo invitar a mi casa durante ese tiempo a quien yo quiera, ¿no?

-ABOGADA1: claro, eso no tiene nada que ver.- Eleonor se giró a nosotros, como una modelo de concurso de TV, se cuadró en mitad del salón extendiendo uno de su brazos mientras el otro se apoyaba en su cadera.

-ELEONOR: bien, pues bienvenidos a su casa, si Raúl quiere, solo el puede decidir, tampoco les voy a obligar.

Ana casi atraviesa el techo del saltó de alegría, conteniéndose al momento al verme sentado, mirando fijamente a Eleonor, con una sonrisa de……no se muy bien que, que no se me quitaba.

-YO: no esta bien.- chorrada que me salió sin sentido ni concordancia, no sabia que hacer.

-ELEONOR: no estaba bien que mi marido me pegara y solo tú lograste hacer que lo viera, déjame devolver el favor.

-ANA: vamos amor, piénsalo, es la solución a todo, seguiremos viviendo juntos en una casa, incluso mejor, no molestaremos a nadie de tus amigos y viviríamos muy cerca de ellos, de la Universidad y de tu trabajo.

-YO: pero están Elonor, y Yasmine con su pareja.

-NOVIODE YASMINE: bueno, en realidad……- Yasmine lo mató con la mirada, que no tuviera argumentos en contra no significaba que le gustara la idea, el era un chico callado pero buena gente.

-ELEONOR: es cierto, han planeado un año sabático de viajes por todo el mundo, no pasaran por aquí mucho.

-YO: pero estas tu, no quiero molestarte.- Yasmine y Eleonor me miraron con la misma cara desganada con que lo hizo Ana, las 3 conocían de mi pasado sexual con ellas, y que lo que acaba de decir era un jilipollez, si hasta era probable que Eleonor quisiera volver a mi cama. Agachando la cabeza sin más salida, Ana se arrodilló delante de mi, acariciando mi cabello.

-ANA: amor, no quiero empujarte en una dirección que no quieres, pero estamos aquí, y ahora, por que tu has decidido que no puedes mantenerte en esa casa, por Teo y Alicia.

-YO: pero esto no es real, estas cosas no le pasan a la gente, son sueños, aspiraciones inalcanzables, nunca me planteé esto, siempre supuse que trabajaría toda mi vida para mal vivir.

-ANA: todavía puede pasar eso, no te preocupes- levanté la cabeza sonriente ante su genuina sinceridad catastrofista.- pero buscábamos una salida, la que fuera y se nos ha presentado esta gran oportunidad, tu decides.

No había mas que decir, todo mi ser quiera y desea saltar gritando que si, pero una barrera moral que no entendía me lo impedía, me la jugué, miré a Yasmine que me observaba ansiosa, nos entendimos rápidamente, la pregunté con los ojos, era la mas reacia, había sido su casa mucho tiempo, me escudriñaba con la mirada, con cara de enfado y cruzada de brazos, moviendo una pierna de forma nerviosa y moviendo la lengua dentro de su boca de forma pensativa.

-YASMINE: esta bien, toda tuya, a ver si así olvido lo que hizo el cerdo de mi padre aquí.- levantó los brazos con algo mas de animo dándome su consentimiento con un abrazo, me levanté y la rodeé con los brazos dándola un suave beso en la mejilla, mientras Ana aplaudía ligeramente con las palmas de las manos pegadas a sus labios, mientras reía nerviosa dando pequeños botes de emoción.

-YO: pues ya esta, joder, ahora otra mudanza……. ¿y como se lo explico a mis padres?

CONTINUARA…………
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Relato erótico: “MI DON: Ana y Eleonor – Llegan las fiestas (31)” (POR SAULILLO77)

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portada criada2Veo que lo del prologo se esta haciendo pesado así que lo elimino, cualquiera que quiera seguir la historia puede leer algún relato de los primeros, respecto a los errores ortográficos trato de que no haya muchos pero ya no se que mas hacer, le paso varios correctores, y releo bastante, así que siento si no puedo mejorar mas.

Os agradezco a todos los comentarios positivos y negativos, así mejoro, pero oye, los positivos me suben el ánimo.

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Sin título1Todo cambió a partir de ese instante, conmigo tumbado flotando en el agua, mirando el atardecer en el cielo de Madrid, oyendo de fondo como Ana jugueteaba con una Eleonor que trataba de recomponerse aun del toro bravo que la acababa de destrozar, ambas reían, yo solo pensaba, estaba convencido de que me lo iba a pasar bien con esas 2 fieras, no había impedimento moral, ético o de respeto que lo impidiera o nos molestara en absoluto. Eleonor lo quería, lo había buscado desde que nos pidió que viviéramos juntos, estoy convencido, la idea de tenerla de nuevo, se me pasaba por la cabeza a diario y Ana al notarlo, me lo concedió, queriendo continuar con nuestros juegos.

Pero yo no quería eso, esta vez no, si Lara para mi merecía algo mas, Eleonor por descontado, no era otra cría a la que iba a asuntar si me desbocaba, era un mujer adulta y madura, con un cuerpo de MILF, a la que me había follado durante meses con su hija, si bien era su macho, o así me gritó infinidad de veces durante el resurgimiento del sexo entre nosotros, la relación era diferente, quería que fuera diferente y deseaba que lo fuera, no tenia que ganarse un sitio en mi cama, ya lo tenia. Absorto en mis pensamientos, noté como el nivel del agua variaba, miré a un lado para ver a Ana en el agua, casi sujetando en vilo a Eleonor, ayudándola a caminar hacia la piscina, pese a estar desorientada y confusa, sus tobillos no cedieron nunca ante sus tacones, los cuales dejó a un lado antes de meterse lentamente en la piscina tambaleándose.

-YO: ¿que hacéis?

-ANA: Eleonor esta ardiendo, quiere darse un baño refrescante, y así calmarse un poco.

-ELEONOR: si mi papi, estoy ardiente y me quema todo.- balbuceaba mas que hablar, palabras y expresiones poco refinadas para lo que solía ser.

-YO: ¿y es buena idea meteros en el agua conmigo? – ambas sabían que sus cuerpos húmedos no eran mas que una provocación.

-ANA: se lo he dicho, pero dice que le da igual, de todas formas, yo quiero mas.- la miré atónito, pero luego comprendí,, había estado 1 hora asesinando figuradamente a Eleonor, sin tocar a Ana mas que algún beso fugaz en su trasero, por excitante que fuera, Ana tenia un apetito voraz que no se saciaba mirando.

-YO: me vais a llevar a la tumba, estoy muerto.

-ANA: haberlo pensado antes.- tenia razón.

Antes de darme cuenta tenia a Ana acariciándome la espalda, me había agarrado de los hombros por detrás y me mantenía flotando, soportando mi liviano peso en el agua, ya que fuera de el no podría ni soñando, dándome algún beso en el hombro susurrándome lo caliente que estaba, y lo mucho que le había gustado verme así de “animal” con Eleonor, sabia por mis comentarios que Eleonor no era ninguna boba de coño cerrado, y aun así verme desquiciado abriéndola, admirando en 1º plano la cara de Eleonor le había hecho sentirse………¿orgullosa de mi?. Me dio varias vueltas mientras veía a Eleonor chapotear distraída, realmente su cara roja y congestionada clamaba por enfriar sus ánimos, Ana me arrastró hacia una zona menos profunda, notando como mi peso crecía al acercarnos, una vez allí no me quedó otra que ponerme en pie en el agua, quedando con la cintura aun sumergida, Ana también de pie detrás mía, acariciaba mi basta espalda y mis grandes brazos, desde allí Eleonor no podía verla, mi corpulencia la hacia desaparecer a sus ojos, los cuales se clavaron en mi, de nuevo no quiero presumir, pero la descripción correcta es que parecía, o me veía como un dios griego, esculpido por los amantes del físico perfecto, mi torso marcaba unos pectorales casi antinaturales y el vientre era firme y contundente marcando los músculos bajo al piel, con el agua resbalando por mi torso y mi mirada penetrante. Hechizó a Eleonor, si no lo estaba ya, que fue nadando hasta mi.

Ana pasó los brazos por mi cintura bajando sus manos a mi rabo, que permanecía a la espera, llevaba 3 horas y media follando con 3 corridas, un hombre tiene sus limites, pero aquel descanso de unos 20 minutos en el agua hizo milagros, mientras notaba sus dedos acariciar el largo de mi tronco, con la cara llena de lujuria y pasión de Eleonor, nadando despacio hacia mi, hizo magia, y mas que eso, la sonrisa picarona de Ana tras de mi al verla venir, terminó de ponérmela de nuevo como una estaca, las caricias por debajo del nivel del agua tuvieron que subir hasta por encima de ella, mi polla se erguía orgullosa como un farro en mitad del océano.

-ANA: ves como aun puedes, te subestimas, ¿verdad Eleonor?

-ELEONOR: claro que si preciosa, este hombretón podría derivar edificios con su virilidad.- de golpe no me pareció tan cansada e ida, su mirada brillaba como las de un gato en la noche, su media sonrisa me confirmó una idea en mi cabeza, la risa de Ana la hizo evidente.

No se cuanto ni se desde que momento, pero ambas estaba aliadas, no me atrevo a decir cual fue el instante de su acuerdo, ¿desde que las dejé en la hamaca?, ¿desde que Ana me concedió el ir a por Eleonor?, ¿desde que vivíamos allí? ¿O puede que antes?, incluso antes de mudarnos, que Ana a mis espaldas hubiera maquinado con Eleonor para quedarnos con esa casa a cambió de cederme a su hombre. No lo pregunté a ninguna de las 2, podría decir que me daba igual la respuesta, tenia lo que deseaba en ese momento, pero no era así, la realidad es que temía la respuesta, ¿en que fracción del tiempo me habían embaucado?, si es que lo habían hecho, quizá solo eran imaginaciones mías, prefería pensar eso, y lo mas importante, dejar que lo pensaran ellas, por ahora.

La verdad sea dicha, cuando Eleonor se metió mi miembro en la boca, deje de pensar, y solo acepté que durante un buen rato iba estar ocupado. Ana acariciaba mi pecho y mi vientre, besando mi espalda con esmero, pero palidecía ante las acometidas del cuello de Eleonor, que se alojaba mas de media polla en la boca aguantando las arcadas, haciendo que el agua a su alrededor vibrara a su ritmo, no usaba las manos , las tenia apoyadas en el fondo de la piscina, solo su boca, la cual movía con pasión, me provocaba placer, pero a estas alturas, sin un ritmo de manos continuo, eran solo preliminares, la dejé convencerse de que hacia un buen trabajo, que lo hacia, unos minutos de gloria, en que Ana recorría mi cuerpo con sus manos y sus senos, se fue ladeando hasta quedar a mi lado, allí mis manos invadieron su piel, la pegué a mi y hundí mis dedos en su trasero, buscando su coño ardiente, mientras la besaba con ira contenida, poco le duró la sonrisa en la cara, mis hábiles dedos hurgaron, buscaron y encontraron su clítoris y su punto G, era como buscar un botón en el mando a distancia con los números desgastados de tanto tiempo en la mano, ni lo miras, no hace falta , ya sabes donde están los botones.

Eso encendió a Ana que levantó una pierna y rodeó mi culo con ella, permitiendo que la follara con las falanges, mientras mi otra mano se divertía con uno de sus pechos, el otro apretado contra mi dorso, se frotaba haciéndome sentir el pezón clavándose en mi costado. Estuve así media hora, con Eleonor no logrando nada pese a sus esmeros con la boca, y haciendo que Ana se estremeciera, mirándome fijamente a los ojos, sonriendo con la boca abierta, suspirando al notar como oleadas de sensaciones la llenaban el cuerpo naciendo en su vulva. No paré hasta notarla contraerse para evitar una sacudida que la pariera la columna al correrse, la solté y la di un empujón cariñoso que la hizo hundirse en el agua. Para cuando salió del agua y fijó la vista ya tenia a Eleonor de pie, de espaldas a mi, contra la pared de la piscina, y buscando su coño para martirizarlo.

-ANA: hey, no es justo, me toca a mi.- reí al verla cruzarse de brazos como una niña consentida.

Ni la contesté, solo apreté mi glande hasta ver como se introducía en el coño de Eleonor que temblaba al notar como la iba abriendo de nuevo, aun tenia el coño en carne viva y allí estaba yo otra vez, pero ahora con mas rabia, ya no tenia que convencerla con palabras dulces y juegos mentales, ya era mía, y yo suyo, y ambos nos conocíamos demasiado bien como para andar con estrecheces. La hundí tan dentro de ella que hasta la separé las nalgas para seguir penetrándola esos centímetros finales, Eleonor se puso de puntillas y gritó.

-ELEONOR: ¡¡DIOS MIO, GRACIAS MI SEÑOR, GRACIAS POR ESTA VERGA TAN DESCOMUNAL!!! – me acerqué a su oído levemente, sabiendo de sus devotas palabras cuando follábamos

-YO: dios no te va llenar tu coñito ardiente, el no te va a follar hasta que te desmayes, yo si, a quien debes estar agradecida, es a mi.- mis palabras la hicieron vibrar, se encorvó para besarme, la piel se le enfrió y se puso de gallina ante mi atrevimiento.

-ELEONOR: hazlo.

La pobre se arrepintió enseguida, sin duda en mi determinación, saqué a la bestia, por poco se sale de la piscina los primeros 5 minutos de mis acometidas, al estar medio fuera del agua, no había resistencia, fue diabólico, tenia que agarrarla y volverla a meter en la piscina, no articulaba palabra, solo gemía con la boca abierta en forma de O, dando golpes al césped que rodeaba al piscina con la palma de la mano. Fui alternado sujetarme al bordillo con agarrarme a su tetas, pero el ritmo no bajo, nunca, a los 10 minutos rompió en un orgasmo colosal, se movía tanto que parecía epiléptica, pero aferrando bien los brazos a sus 2 lados no había escapatoria, estaba ligeramente enfadado, lo pagué con ella, al 3º orgasmo, pasados 20 minutos mas, se desvaneció, cayendo redonda medio cuerpo sobre el césped. Ana contemplaba tan gloriosa demostración, como seguía golpeando en su trasero aun en su cuerpo medio inerte, se movía algo pero solo pedía piedad, sin atreverse a mas.

Estaba encendido de nuevo y ya solo me clamaría correrme, en ese estado Raúl era tan peligroso como Zeus, salí del agua ardiendo, tendí mi mano a Ana que la cogió sonriendo, de un tirón no solo la saqué del agua si no que me la monté encima, hábilmente me rodeó con las piernas, besándonos desaforadamente, me di la vuelta y la estampé contra la fría pared de cemento que nos separaba del resto del mundo y de una caída de 60 metros, busqué con ansia su coño y la penetré violentamente, pero Ana solo se mordió el labio de gusto alzando la cabeza, me abrazó y sabiendo que no tenia nada que hacer me dejó atornillarla contra el muro, no es que sacara a la bestia, es que no la había guardado, golpeaba tan fuerte mi pelvis que oía a Ana quejarse del rebote contra la pared, pero no evitó que sus emanaciones me bañaran las piernas según su mente se nublaba, sus ojos se tornaban en blanco, apenas respirando, y yo aun no sentía ganas de correrme en absoluto.

Tuve compasión, y lo digo en serio, la bajé al suelo y la empujé de espaldas a mi, de cara a la pared, la cogí de las manos y las elevé por encima de las cabezas hasta tenerla casi colgando estirada contra la pared, busqué su ano con mi dedos, lo abrí un poco y a continuación la ensarté hasta el fondo, ahora si, sacando un grito que hizo ladrar a algún perro cercano, ¿compasión? Si, si hubiera seguido por el coño hubiera durado 1 hora más, la estrechez y el frote de su ano siempre me acortaban los plazos. Eso no me clamó, solo me volvió aun más loco, sentir como gritaba contra la pared mordiéndose el brazo para acallar un poco sus lamentos, gimiendo desconsolada al notar mi barra ardiente forzarla por detrás hasta derretirla. Sentí como un mordisco en la pierna, pero estaba por correrme y no iba a parar, no pude dedicarle mis 5 minutos finales de frenesí, me dolía la pierna y me encontraba mal, pero no paré hasta levantarla por la pared llenándola de semen, los chorros los sentía llegar al estomago de Ana, que hacia rato no emitía sonidos. Al sacarla vi sangre en mi pene, y a Ana hacerse una bola en el suelo, tiritando y agarrándose el culo como si se le fuera a caer.

Me fui corriendo al baño, cojeando más bien, y vomité varias veces, mareado y con un sudor frío, me calmé, me dio por vestir a las chicas, ambas idas, ponerme algo yo y llamar al samur, me encontraba fatal, y la pinta de ellas no era mejor. Diagnostico, Eleonor deshidratación severa y agotamiento, la que mejor parada salió, Ana igual, sumándole un desgarro anal leve, y yo ruptura en el cuádriceps de 4 centímetros de la pierna izquierda y corte de digestión derivado de un esfuerzo físico extremo. Me eché a llorar al relatárselo a los médicos, dios sabe que no hay que mentirles nunca. Me sentía culpable, y lo era, pero no sabia hasta que punto, Eleonor se recuperó rápido y la dieron el alta el mismo día, me fue a ver y me dio un beso en la mejilla, comportándose como una madre preocupada, pero con una sonrisa de oreja a oreja. A mi con la radiografía, unos sueros, me mandaron masajes, cremas y un par de semanas de reposo hasta que se curara el músculo, con un fuerte vendaje de compresión, fuimos a ver a Ana, tumbada en la cama del hospital, volví a llorar, entré con miedo a su reacción, al verla con un pañal que le habían puesto casi me derrumbo, se giró levemente con la cara adormecida de un ligero sedante que le habían puesto.

-YO: ¿estas bien peque?

-ANA: si, me dicen que no es nada grave, un par de días aquí y para casa, pero que ande con cuidado unas semanas y no fuerce, jajaja- su actitud me tranquilizó.

-YO: os pido perdón, no me supe contener, debí pararlo.

-ELEONOR: no sea bobo, sabíamos donde nos metíamos.

-ANA: claro que si, es un accidente, no pasa nada, no es culpa tuya.- lo era, pero es lo que se suele decir.

-YO: de verdad que lo lamento, me odio a mi mismo, ojalá no tuviera esta monstruosidad de polla. – la enfermera que andaba de fondo soltó una leve carcajada, al tratarme ya cuchicheaban entre ellas sobre mi.

-ANA: no te martirices, en un par de semanas como nuevos, y seguimos donde lo dejamos.

-YO: ¿estas loca?

-ANA: si, lo suficiente como para que me desgarres el culo, y seguir queriéndote.- me pidió un abrazo que no pude negarle.

Volvimos a casa Eleonor y yo, dejando a Ana en observación un par de días mas, la relación era fría y distante, me costó una semana volver a ser yo, una vez que las veía a ambas normales y sonrientes andar por casa como si nada. Obviamente nada de sexo durante 3 semanas, y no es que no quisiéramos, contrataron a una fisio que venia a darme los masajes, pero al final me los daban ellas con sus indicaciones, y mi polla, inactiva varios días seguidos, era un volcán que al mínimo roce salía a pasear, la lesión era tan cerca de la ingle que la fisio insistía en que fuera sin ropa interior y mas de una vez la toalla diminuta que ponía para taparme, iba subiendo según mi empalme, y al final terminaba cediendo, caía y dejaba mi polla dura a su vista, la 1º vez que la vio no se contuvo y me la empezó a chupar, no le importo nada, ni que Ana estuviera delante riéndose de lo mal que la chupaba, casi no le entraba en la boca, era una mujer morena de unos 34 años, algo regordeta, con sus 1,70 de altura andaría por los 79 kilos. Gracias a masturbaciones leves y comidas de polla lentas de parte de las 3 mujeres, Eleonor Ana y la fisio cuando no estaban las otras 2, o estando Ana, me mantenían cuerdo, la habían dado permiso para ello y yo se lo agradecí montándola como a una yegua el ultimo día, no duró ni media hora, con Ana masturbándola de lado mientras la hundía mi polla en su coño cerrado.

Ni nos cobró las ultimas sesiones y se fue feliz dándome su numero de teléfono, lo metí en el cajón del números de todas, las enfermeras que nos atendieron, la chica que traía la compra del super y me vio desnudo pasando por delante de ella, la vecina de enfrente que llamó a la puerta para saber que eran esos gritos y al abrir Eleonor, vio de fondo como me follaba a Ana y a la fisio, las chicas de mi trabajo, la encargada y las otras 2 chicas monas……etc. No se por que los guardaba, no los necesitaba, pero me parecía una falta de respeto hacia ellas no hacerlo, y así mantenía a Ana a raya con los celos.

Durante esas semanas me dio por pensar, sobretodo en la cama, aunque nuestras cosas estaban en la habitación de abajo, dormíamos los 3 en la cama de Eleonor, tiraron la vieja cama de su marido y compramos una cama enorme, de 3×3 metros, nos daba para dormir yo y mi corpulencia, Eleonor y sus curvas, el cuerpo de Ana mas menudo, y aun nos sobraba cama por todos lados. Mas de una noche le tuve que pedir a alguna que me la chupara, dormíamos desnudos por el calor, sin sabanas ni nada, y tener a esas 2 hembras al lado no era bueno para mi, llegaba a salirme de la habitación y darme una chapuzón en la piscina al aire libre a las 4 de la mañana. Como decía, pensaba mucho, al inicio en mi descontrol, Ana aun tenia magulladuras en el culo, la espalda y las tetas, de aplastarla contra aquella pared de cemento. ”Heridas de guerra” decía.Luego mi pensamiento fue cambiando, y volví a caer en que aquellas 2 mujeres se llevaban muy bien, exageradamente bien, y me recordó la sensación de que estaban aliadas, y ahora si me interesaba pensar en ¿desde cuando y con que fin? Podía ser desde hacia poco y con el único fin de follárme a las 2 sin problemas, pero mi instinto, ese que te inculcan las madres, de tener cuidado y andar con pies de plomo, me llamaba, aunque desechaba la idea, Ana era mi amor, mi vida, pero se había convertido en una chica peligrosa, le había enseñado demasiados trucos, Eleonor era candidez en persona, era dulce, amable y agradable, a la vista y al oído, tan buena gente que la idea de que Ana la manipulara a mis espaldas se me pasaba a menudo por la cabeza, ella sola no era nada, pero era muy maleable.

Fui abandonando ideas según me iba recuperando, y volvíamos a follar, 1º con Eleonor, la mas entera, las primeras veces solo estaba quieto y la dejaba hacer, y os lo juro, esa mujer sabia mover las caderas, me sacaba la 1º corrida sin dificultad y la 2º ya era una temeridad, desmontaba exhausta y terminaba el trabajo con la boca, junto a Ana. Aguardamos un tiempo prudencial hasta volver a tener relaciones sexuales con Ana, pero una vez empezadas, su coño era lujuria, y con el paso de los días volvió a abrirse el culo ella sola ante mis reticencias, pero yo era un consolador, estaba quieto y las dejaba hacer.Volvían a estar en forma, y yo no podía con ambas, no en ese estado, di gracias a dios por que terminó el verano y Ana regresó a la universidad, al menos tenia las mañanas para ocuparme en exclusiva de Eleonor, lo cual aprovechaba para ir cogiendo tono, y bien que lo disfrutamos, sin llegar a ser como con Ana, debo reconocer que follar con Eleonor era una delicia, y no solo follábamos, mas de un vez me descubrí haciéndola el amor, parece lo mismo pero no lo es, la formas, las palabras, las caricias y los ritmos eran diferentes, y me gustaba.

En una de esas mañanas ella insistió en que la abriera el culo de nuevo, desde la ultima vez que me la follé antes de irme con Ana, no se lo había abierto nadie, así que se cuadró a 4 patas y la hundí en su Ano, muy sencillo ante una hembra de ese calibre, pese a la inactividad sus caderas abiertas, del embarazo y nacimiento de su hija, no otorgaban menor resistencia, y si mucho placer, clavó las 20 uñas en la cama cuando mi 2º corrida la llenó hasta casi hacerla sacar semen por la boca, estaba recuperando el tono. Esa misma tarde nos acostamos los 3 en la cama, con el cuidado de esas fechas, ellas sin querer tocarme mucho, pero me sentía fuerte, me recosté de lado y acaricié a Ana hasta que mi rabo se perdió entre sus piernas, la estaba follando y a gran velocidad, sus alaridos despertaron a Eleonor, que sonreía ante el regreso de su macho, por 1º vez en un mes me atreví a sacar a la bestia sedienta de carne de su cueva, y acudió encantada a la cita, destrocé a Ana en menos de 40 minutos, lo di todo, del ultimo empujón la saqué de la cama, y sin importarme mucho lo que la ocurría, ataqué a Eleonor, ya abierta de piernas masturbándose, la hundí hasta el fondo de su coño húmedo, y ya no gritaba o se sorprendía, tenia la misma cara de lujuria que ponía Ana, fui perforando sin descanso hasta notarla desvanecerse en un sin fin de orgasmos durante la hora que tardé en correrme en su interior, pero al tumbarme algo cansado deseando acavar, ya tenia a Ana encima de nuevo, frotándose hasta ponérmela dura de nuevo, lo que yo quería y lo que quería mi pene eran cosas diferentes. Sin mucho cuidado, me montó a horcajadas metiéndose mi miembro por el ano, era increíble, era como si haberse roto algún vaso sanguíneo del recto ahora su anal fuera mas sencillo, y lo aprovechó, ella sola me sacó la 2º corrida en media hora, donde esta vez era yo al que le costaba mantener la batalla, tuve que llevar mis manos a su coño y acariciarla bien el clítoris para llevarla al éxtasis. Cuando me creía a salvo con Ana tumbada encima de mi sudando y riendo por igual, Eleonor saco mi polla del culo de Ana y la engulló hasta ponérmela tiesa, “maldita traidora” le gritaba a mi entrepierna, estaba agotado y ella seguía levantándose de la lona. Eleonor empujó a Ana para hacerse sitio y metérsela por el coño, acariciando y tonteando con Ana mientras me follaba ella a mi, yo no podía moverme, solo estaba allí como espectador, toda mi energía se concentraba en mantener mi polla tiesa, y no se cuanto duró, me pareció una eternidad, hasta que Eleonor logró sacarme con gran esfuerzo el 3º de la tarde, me dio lo justo para girarme y tirarlas a la cama juntas, riendo y besándose, saboreando con sus dedos el sabor de los fluidos de sus vaginas, manchadas de emanaciones y semen.

Fue cuando me di cuenta de mi error garrafal y primario, ellas 2 eran demasiado, y si quería continuar con la relación de ambas, no podía volver a ser yo solo, ambas demandaban una capacidad física que yo no tenia, ni en ese momento, ni antes de la lesión, y solo de follar, aunque fuera fuerte y marcara músculo, no aguantaba, a 1 si, incluso a 1 de ellas y a otra no muy entrenada, ¿pero a esas 2 bien entrenadas y fogosas?, imposible.

Pasados 3 meses follando juntos ambas querían tanto de mi que tuve que hacer lo que nunca quise, me odié a mi mismo para siempre y fui al lugar al que me juré que nunca iría…………..a un gimnasio.Ya había ido al de Eli, pero eso fue 1 mes y como recuperación para mi lesión en el pie, aunque entrené de todo menos el pie, ahora acudí a un gim cercano a casa y pagué porque me pusieran a tono, no quería ser una maquina musculosa artificial incapaz de girarse para limpiarse el culo, lo dejé claro, necesitaba resistencia física y ejercicios aeróbicos, centrados en la resistencia, la potencia y la fuerza ya las tenia. Lo 1º que me dijeron es que tocaba correr, odio correr, y mas si es solo por el simple hecho de correr, si lo hacia jugando al fútbol o a algún deporte, me lo pasaba bien, ¿pero correr sin mas? Aburrido y agobiante. Aun así con un grupo por las tardes salíamos a correr, luego hacíamos bici estática y clases de fortalecimiento del músculo, no para hincharlo si no para hacerlo fuerte y elástico, resistente. Cambié algo mi dieta descuidada, no mucho, solo mejoraba los nutrieres y consumía mas calorías de las buenas, las que te dan energía y no las que se pegan a tus venas, no me cuidaba en absoluto hasta ese momento.

Sorprendentemente, al mes y medio de estar allí, mi capacidad física no solo llegó al punto previo, si no que mejoró, era de los mas en forma del gimnasio, con mejores capacidades en resistencia, fortaleza y duración, cuando me empeño en algo soy imparable, había gente mucho mas preparada que llevaba años entrenando, pero no les andaba lejos. Como me advertían, el ejercicio se volvió adictivo, según sabia, el ejercicio físico continuado, genera endorfinas, una de esas sustancias dopantes del cerebro, que te hace sentir feliz y contento. Por lo tanto, yo, el gordo que odiaba correr, que detestaba al capullo de las 6 de la mañana que salía a correr cuando yo volvía de fiesta y se había prometido no ser un payaso de gim nunca, ahora se sentía mal si un día no podía salir a correr o iba al gim. Dejé de ir pasados 3 meses, 1º por que me decían que allí no hacia nada, si no empezaba con trabajo de aparatos y ganar musculatura, lo cual un monitor se afanaba por convencerme, podía seguir con mis rutinas en casa, 2º , por que la ropa ajustada y ceñida del gim no favorecía en nada pasar desapercibido, pese a llevar los slips, era inevitable que se me marcara el pedazo de polla con el movimiento, con mi facilidad de amistades, el monitor se reía conmigo, hacíamos bromas, el nº de mujeres que salían a correr con nosotros había aumentado desde que iba con ellos, el nº de mujeres que cambió su horario para coincidir conmigo era asombroso, incluso 2 monitoras esculpidas por el ejercicio andaban detrás de mi, Ana me acompañaba alguna vez, dejó de ir por que las miradas de todas la ponían encendida de celos, y eso solo envalentonó a unas cuantas que trataron de acostarse conmigo, la mas tímidas me daban su numero, derecho al cajón en casa, “necesito un cajón mas grande” sonreía al meter cada día 2 o 3 papelitos. Las mas osadas se exhibían sin pudor delante de mi, se peleaban por hacer pareja de ejercicios conmigo en los calentamientos o tomar mejores posiciones ante mi mirada, me acompañaban luego en la salida, casi raptándome a tomar café, cuando odio el café, pero no las quería hacer el feo, alguna me caían bien, otras no, pero me regalaban tetas aprisionadas sudorosas o culos envasados al vacío, eran un aperitivo, había un par hasta a las que las metía mano en los ejercicios, claramente además, solo eran juegos para mi, juegos inevitables, por muy enamorado de Ana que estuviera, si te piden ayuda en un tirón en el glúteo de una mujer de 35 años que pasaría por una de 16, metida en una prenda elástica 2 tallas mas pequeña, sin ropa interior y marcando el sudor, y lo que no es el sudor, pues vas y la ayudas. Nunca paso de allí, y eso que ver a una de la monitoras duchándose a ultima hora, cuando iba yo solo, “equivocándose de baño” repetidamente, y seguir acariciando su cuerpo con el agua delante de mi, me daba para mas de una infelicidad, pero me resistía, sabia que lo que tenia en casa era mejor, y mas aun cuando se lo contara, Eleonor se reía, Ana se ponía roja de rabia, y luego en la cama se reafirmaba.

Un monitor me dio una tabla de ejercicios y consejos para seguir en mi casa, salir a correr o en bici, me compré una maravilla de 500€, eso lo podía hacer por la calle, con unas simples series por la mañana, de no mas de 20 minutos, mantenía el tono físico logrado de sobra. No es que ahora fuera una maquina, había cientos en el gim con más músculos que yo, alguno daba grima de lo grande y lo tonto que era. Como repetía, mi físico no cambió casi nada, menos grasa acumulada y músculos mas fibrados, pero de aspecto idéntico, era por dentro, me notaba mas ligero, mas ágil, mas rápido y mas veloz, y todo ello hacia que mis esfuerzos me costaran mucho menos, antes al correr 10 minutos seguidos tenían que llamar a emergencias, ahora podía estar hora y media sin notar demasiado el esfuerzo, o hacer 30 kilómetros en bici, según me dijo el monitor, tenia el molde físico para hacer lo que me diera la gana, supongo que buscaba que me quedara mas tiempo, pero no podía evitar creérmelo, 1,92 de altura, 90 kilos y un índice de grasa corporal rozando el mínimo, ahora me importaban esas cosas, espaldas anchas y fuertes, grandes dorsales, vientre en relieve marcando la tableta como nunca pensé que era posible, unos pectorales descomunales, brazos fuertes y torneados, y lo mejor de todo, mis piernas, los gemelos los tenia que trabajar mas, pero los muslos, eran un obra de arte, grandes, fuertes, tensos y fibrados, de futbolista, de velocista, al andar o correr retumbaban como las tetas de Ana, pechos de adolescente, firmes y bien colocados, que ceden al movimiento lo justo para temblar y recuperar su posición inicial rápidamente. 17 años soportando mi gran peso, y otros 2 años follando sin parar apenas, en 3 meses estaba que podía presentarme a unas Olimpiadas, y no hacer el ridículo, en bastantes disciplinas.

Eso si, me lo guardé, volvíamos a follar como antes, las seguía dejando pensar que me mataban las 2, y aunque era cierto, a partir de la 3º corrida yo me notaba aun con fuerzas, pero me contenía, iba a ser un regalo, ellas me notaban mas contento y feliz, las dudas y miedos si disiparon, había sido un trauma que para Navidades quedó como un recuerdo lejano. No puedo describir todas como merecen, serian mas de 10 relatos, y tampoco una que resumiera todas, podíamos arrancarnos a follar en cualquier momento, cualquier día y entre cualquiera de los 3, Luz, la cocinera – limpiadora, nos pillaba la mitad de los días follando, en la piscina, las habitaciones o la cocina, me había visto el rabo mas veces que mi madre, pero su actitud era jovial y divertida, gastándome bromas sobre mi “cacharro”. Eleonor disfrutaba de las mañanas, tenia ganado ese terreno ante Ana que tenia que irse con cara tediosa a la universidad, entre besos, roces, caricias y sexo podía estar 6 horas con ella en la cama hasta que Ana volvía, allí le dedicaba la tarde a ella mientras Eleonor salía a dar una vuelta, quedaba mucho con mi madre últimamente, le gustaba volver a tener vida social activa. Por las noches era demoledor, con las 2 en la cama, daba igual quien fuera, saltaba un chispa y los 3 cedíamos a la pasión, la bestia, aquel animal arrollador que sentía que podía matar a cualquiera, no era nada para ellas 2, la conocían de sobra y disfrutaban de ella, no recuerdo un día entero de noviembre en que no me follara sus 2 coños, sus 2 anos y sus 2 bocas, cada día.

Vivía en el paraíso, y ellas también, tenían a un hombre que las follaba como un dios, y las trataba con dulzura, amor y cariño, Ana era mi novia, pero miraba recelosa como Eleonor se ganaba mis carantoñas también, era incluso mas dulce y amable que Ana, su forma latina de hablar y moverse me atraía, mas que Ana, era la novedad, supongo, y sentía en mi interior como algo crecía hacia ella, se lo comentaba a Ana, que no muy contenta, lo achacaba a imaginaciones mías y al saber hacer de Eleonor. En una de las noches mas frías de diciembre, acercándonos a Navidades, ya arropados y con prendas de abrigo de noche, después de estar casi 4 horas haciendo el amor con ambas, hablamos de las fiestas, de lo aburridas que serian con solo nosotros, o lo sola que estaría Eleonor en esa casa si nos íbamos a celebrarlo con amigos y familia, con Yasmine fuera dándose un festín de cultura con su novio por medio mundo, las ultimas noticias eran que andaban cruzando China. Así que se me ocurrió, que en vez de celebrarlo cada cual en su casa, las cenas y demás podíamos hacerlo en familia, pero luego montar una fiesta en el ático, Ana accedió, a Eleonor casi le da algo de la ilusión, un fiesta en su casa, casi podía oír sus pensamientos en la cabeza organizándolo todo mientras sonreía.

La idea fue sencilla y fácil de llevar a puerto, Navidades la pasaríamos en casa de mi familia, venían la madre y la abuela de Ana a verla desde Granada, invité a Eleonor a nuestra fiesta familiar a la que acudió encantada, pero fin de año seria la gran noche, la fiesta seria en casa de Eleonor, o mi casa, no sabia como llamarla, la mas grande y ostentosa, Eleonor insistió en que la dejáramos pagar a un servicio que los asistiera toda la noche, y estos insistieron en que para tener la casa lista, la cena no se podía producir allí para darles tiempo a tenerlo preparado, así que con algo de ayuda decidimos hacer la cena de fin de año en la casa de estudiantes, era grande y tenia un salón enorme, allí cabríamos todos de sobra y con una gran cocina, mi madre y alguna otra se animaron a preparar la cena de todos, incluyendo familiares de cada uno de los presentes, mi familia y la de Ana, Eleonor, y los estudiantes, hasta invitamos a Luz, la sirvienta y a su marido e hijos. Después de la cena tocarían las campanas de fin de año y sus 12 uvas tradicionales en España, después un descanso con preparativos y a la 1 de la mañana empezaría la fiesta en casa de Eleonor, ¿que podía salir mal?

Llegó las Navidades y antes de salir hacia casa de mis padres le tuve que pedir a Eleonor que su pusiera algo mas recatado, su escote de vértigo y sus caderas al aire con unas transparencias podrían provocar cosas indeseables, como que mi padre sufriera un ataque, o peor, que mi madre le pillará mirándola y los matara ella misma. Con ir como solía ir siempre, bastaba, pese aprender a amar los placeres de la comodidad más que de la belleza, su forma de vestirse era siempre como para ir a un cóctel de alta alcurnia. La cena fue un escándalo de diversión, por 1º vez en mucho tiempo era Raúl y nada mas, echaba de menos a mi familia, las riñas con mi hermana, las broncas de mi madre y el pasotismo severo de mi padre, lo recuperé en una sola noche, regresando a ser la persona que era antes de la operación, y me gustó la sensación, gastando bromas, riendo, hablando y rememorando. Mi madre se olía la tostada, desde el 1º día al irme a vivir al ático, sospechaba que me follaba a Eleonor, y no solo a Ana, y esa noche lo pudo confirmar, anteriormente os dije que mi madre , como todas, casi desarrollo un detector de mentiras, era tremendamente audaz a la hora de leer entre líneas y ver lo que nadie veía, y las miradas de cariño y afecto de Eleonor y mías no pasaron desapercibidas, en privado me rugió como una leona a su cachorro, solo la sonreía y le decía que era feliz, ¿que mas podía querer para su hijo?. Desde ese día mi madre miró con otros ojos a Eleonor, pero de eso ya os hablaré. Cenamos, reímos, bailamos, jugamos e hicimos el tonto hasta altas horas de la mañana, fui a por churros con chocolate para todos al amanecer, en el coche de Eleonor, bueno, en uno de ellos, ella no tenia carnet y tenia una flota de vehículos impresionante, usábamos un coche alemán grande carisimo y forrado en piel. Nos acostamos a eso de las 8 de la mañana en mi viejo cuarto, mis cosas del piso de estudiantes se quedaron allí, entre otras mi vieja cama, por la propia seguridad de todos, dormí solo en el salón, alejándome lo mas posible de ellas. Por la mañana aparecieron un montón de regalos de la nada, nos gustaba esa sensación y jugábamos a colocarlos mientras el resto dormía, hubo de todo, mi familia me regaló sobretodo ropa, Ana un reloj y Eleonor sin mas me dio las llaves del coche, con los papeles a mi nombre a falta de mi firma. Traté de negarme a recibirlo, pero ya estaba hecho, le habían concedido ya la propiedad de varias casas y coches y me lo regaló, un coche de unos 50.000€, el que me compré con Teo lo tenia el, ya que siempre usábamos el de Eleonor, así que, la di las gracias y la susurré al oído palabras de agradecimiento.

Quedé en ridículo , estaba tratando de no meter mano a los 40.000€ que me quedaban en el banco de Madamme, y mi sueldo no daba para lujos, detalles a mi familia, Ana recibió un juego de pulseras, collar y pendientes de plata, a Eleonor no sabia que darla, con mínimo 50 millones a su disposición, ¿que le das a una mujer así? no se me ocurrió nada mejor que una bonita foto de Ella y su hija, enmarcada en un bello marco, aquella tontería la hizo romper a llorar de felicidad.

Según llegamos a casa, después de comer con la familia, Eleonor se me echó encima y me besó con mayor pasión de la que jamas la había notado, “me has dado el mejor regalo de todos, una familia”, fueron sus ultimas palabras en mas de 4 horas en que me tuve que contener por no desatarme con ella, Ana casi ni participó, no aguantaba la ferocidad de ambos. Ya pasada la tarde y algo mas descansado, dejé a Eleonor en la cama sonriendo pero agotada, aun jadeaba horas después de acabar, retorciéndose entre las sabanas sudorosa. Ana estaba abajo con los morros largos, la di mimos y caricias hasta que sonrió un poco, no le gustaba nada que Eleonor la superara en la cama, pero objetivamente era así, como sospechaba, casi 6 meses de follar con Eleonor a diario la tenían bien entrenada, y siendo sinceros, era mas mujer que Ana, sus caderas y su forma de moverse eran naturales, no aprendidas como Ana, y su aguante era mejor, presentaba batalla mas tiempo y me sacaba erecciones con mayor facilidad. Ana lo sabia y no le gustaba, mas de un berrinche de celos me montó, pero tan cierto era que Eleonor era mejor en la cama, como que yo amaba a Ana solamente, lo de Eleonor era diferente, casi como fraternal, me sentía responsable de ella. Podría haber zanjado el asunto, pero el duelo de divas en la cama me estaba volviendo loco, y con 20 años no las iba a detener, solo gozar.

Fin de año, esa fecha mágica, la noche previa llevé a Ana y Eleonor a la puerta del sol de Madrid, donde cientos de personas se agolpan para hacer un ensayo de las campanadas del día siguiente, gente que estará con sus familias y no podrá hacerlo, ya había ido alguna vez con amigos así que las preparé bien, solo es un ensayo, pero muy peligroso, las risas, los festejos y el alcohol llenaban las calles antes de llegar a la plaza, la sidra corría por todos lados según llegaba la hora y adentrarse en la plaza era criminal, zapatos cómodos, bien abrigadas por el frío y con los objetos de valor metidos por dentro de las prendas. Jamas había visto brillar unos ojos como cuando vi a Eleonor disfrutar de aquel caos, con gente bebida o drogada apretujada una contra otra, controles policiales que no daban a basto, cánticos y gritos, chicas desmayadas sacadas a hombros……….Fuimos las 2 y yo, junto a Teo, Manu, Alicia, Lara y la compañera de piso nuevo, la canaria Naira, que alucina tanto o mas. Suelo coger el rol de guardaespaldas, no bebo y soy muy corpulento, además me gusta, así que saqué de encima algún borracho que se pasaba de la raya apretándose contra alguna de mis acompañantes, a uno le retorcí la muñeca, estaba metiéndole yo la mano en el culo a Ana cuando otra mano que no era mía se puso encima de mis dedos, un beso de Ana me templó los nervios al darse cuenta de cómo giraba la mano de aquel viejo verde, que se reía a la vez que se le endurecía el rostro del dolor, bebido pero listo al elegir un culo que palpar, pese a mis recomendaciones, Ana iba con un abrigo corto y una falda elástica ceñida a media pierna y unas medias térmicas, con el roce de la gente, y mas de la gente resabida, se le subía constantemente la falda. Al llegar a casa pasada la media noche dejé a Eleonor abajo, se había pasado con el alcohol, el tramo del garaje a casa la llevé en brazos al no poder andar con sus tacones, ni sin ellos, al dejarla en el sofá se quedó frita a los pocos minutos.

Ana andaba juguetona, con su rival fuera de juego tendría toda la noche para ella, y asi fue, me dedicó un leve baile erótico, verla quitarse esa falda me volcó el corazón, no se por que, la había follado y visto desnuda mas tiempo que vestida, pero verla desnudarse me excitaba. Me levanté a por ella, la cogí con firmeza pero ternura y la fui besando hasta arrinconarla contra una pared, mis manos recorrieron todo su cuerpo desnudándola la poco ropa que quedaba, besando la piel según aparecía, su vientre se erizó al sentir mis labios, casi ni recordaba el tiempo que no lo usaba con ella, me arrodillé entre sus muslos y ella levantó un pierna pasándomela por encima del hombro, dejándome su coño ofrecido, fue un placer sentir y oler su calor, apenas lo rocé tembló y río nerviosa, según mi boca iba rozando y chupando sus labios mayores, su cuerpo se retorcía como anguila, me agarró del pelo como si fueran las crines de un caballo y movía su cadera levemente para dejarme mejor posición, mi lengua curiosa rebuscó hasta encontrar el clítoris hinchándose, trabajé su piel con cuidado casi ceremonial, y eso solo encendía mas a Ana, que gemía de gusto, lo sabia la veía revolverse el pelo de pasión y darme pequeños tirones de mi cabello cuando la excitaba demasiado cortándola la respiración, se repitió un par de veces hasta que mis dedos empezaron a hurgar en ella, eso la volvió loca y se corrió a los minutos. Me fui elevando por su cuerpo desnudo besando cada zona, cuando llegué a su pecho, mamé de sus pezones como si fuera un recién nacido, Ana se apoyó en la pared y me rodeó con las piernas cuando subí todo mi cuerpo para besar su labios jadeantes, quedando colgada de mi, como me gustaba, su mirada era deseo, sus ojos destellaban aquel verde escondido en ellos, suena tópico pero fue su mirada la que provocó mi erección, golpeando su trasero como pidiendo paso, fue ella misma la que hizo fuerza para elevarse y dejarla paso en su interior, tan abierto lo tenia que no hacia falta dirigir, se dejó caer levemente para sentir como la llenaba despacio, gemía mirando al cielo, besándome casi recordando que yo estaba allí cambien de vez en cuando. No me movía, su cintura y sus brazos lo hacían todo, alternaba cabalgar al mejor estilo, con giros de cadera, su 2º y 3º orgasmo casi me la sacan de encima. Ahora me apoyé yo contra la pared y moví mi cintura, pidiendo mi turno, Ana no cedía, reía burlona, volví a arremeter, sacándola un grito de placer, al 3º arreón Ana se quedó quieta con los ojos en blanco mordiéndose el labio.

Era mi señal, ataque con todo, no tenia reparo alguno ya con sacar a la bestia y desatarla, muchas veces, antes de mi paso por el gim, la bestia salía escaldada de aquellas 2 mujeres, pero ahora solo estaba 1 y el animal era mas fuete que antes, su solo inicio hizo que Ana me abofeteara sonoramente sacándome una sonrisa ante su poco daño, mirando como Ana ponía la boca de forma extraña, sacando los labios haciendo el mono, mientras me miraba fijamente respirando al ritmo de mis acometidas. Yo apretaba laos labios para generar más tracción y velocidad. Ana desistió de su ejercicio de aguante a los 10 minutos, y se dejó llevar al paraíso, se corrió mas de 5 veces , 2 de ellas como una fuente antes de desistir de aquello, podía notar su suplica en los ojos antes de correrme, pero le di la pequeña sorpresa, subí el listón al máximo con mis músculos trabajados y la rematé 5 minutos finales en que creo que se desmayó y volvió en si de la impresión, sus pechos ya no podían seguir la inercia de mi cadera, casa uno botaba al son que podía, los chorros de semen elevaron a Ana sobre los cielos, gritando y maldiciendo, abriéndose de brazos contra la pared arañando la pintura. Agarré a Ana que reía alterada, sin fuerzas, la dejé en la cama con suavidad, mirándome con los ojos abiertos, sorprendida, hasta yo lo estaba, en mi 1º corrida había destrozado a Ana, algo nada, nada, nada fácil. Su pelvis se contraía con espasmos que la hacían recordar mi verga en ella.

Eleonor entró en la habitación, totalmente borracha con solo un zapato en la mano y una teta fuera, pidiendo su turno, no quería, estaba muy borracha, hasta me dijo que no se me olvidara el condón, cuando llevaba meses follándomela a pelo de mil maneras, la di un par de besos mientras la desvestía, y la ponía uno de sus picardías, en invierno Ana volvió a sus corpiños elásticos, el edredón y yo era suficiente calor hasta para una friolera como ella, mientras que Eleonor y sus corpiños de alto encaje la hacían la competencia, generalmente por que solía llevar el corpiño solamente. Nos dormimos profundamente, por la mañana comimos algo y planeamos el día, me dijeron que después de media noche querían ir a casa antes que yo para darme una sorpresa, accedí antes de marcharme, me fui con mi traje, el de Eric, me lo había probado y me quedaba horriblemente mal ajustado, así que llamé a Eli que se alegró de oír mi voz y me dio el numero de Paula, la ayudante de Eric con grandes pechos, que se pasaría por el taller para echarle un ojo. Las avisé a ambas de mi flirteo previo con Pau, fue llegar, verla fuera del taller y saber que iba a pasar algo, estabamos a 4 grados en la capital, a las afueras donde estaba el taller a unos 0 grados con viento frío y sin rastro del sol, y aun así acudió al coche con un escote grotesco, embutidas las 2 tetas en un cuero que soportaba de milagro, y al andar detrás de ella un pantalón ceñido de piel, contoneándose gustosa, había perdido algún kilo sobrante, seguía quedando mas que quitar pero estaba mejor de lo que la recordaba y sus enormes tetas me llamaban, la muy ”tímida” abría una puerta y se quedaba en mitad del marco para obligarme a pasar por delante de ella rozándola, a la 3º me quedé plantado notando sus pechos en mi vientre, levantó su mirada enrojecida mordiéndose el labio al notar mi polla flácida sin slips marcándose en su muslos.

-YO: ¿hemos venido a arreglarme el traje o a follar?- se sonrojó aun más, su mirada brillaba en la oscuridad del taller.

-PAU: lo que tu quieras.- muy lejos quedaba ya nuestro 1º encuentro, analizándola fríamente como me enseñó Eli, como seguía haciendo en mi mente aunque sin llevarlo a cabo, solo por diversión, ahora no tenia a un chiquillo avergonzado delante, si no un hombre capaz y viril.

-YO: solo he venido por el traje- me agaché a besar sus labios apretándola aun mas contra el marco de la puerta – y puede que me folle tus tetas, pero no pasaremos de ahí, soy un hombre comprometido.- se le torció la vista desilusionada, podía pensar que quizá si me calentaba mucho, o usaba alguna treta………… pero mis ojos y mi voz no temblaban, era un témpano de hielo que la hizo comprender que no había mas.

Me desnudé por completo, dejado mi esbelto y trabajado cuerpo ante ella, casi olía su coño rezumar al verme, me tomó las medidas siendo lo mas profesional que pudo, aprendió de Eric a coger bien las medidas, Eric estaba de gira por medio mundo, desde que mi traje le devolvió al 1º plano en la fiesta de Eli, no paraba de trabajar. Pau, uso el viejo turco de pegarse las tetas juntando los brazos ante mi, botando, para calentarme, pero no hubo respuesta, mas que una leve sonrisa de mi parte. Mas triste, cogió las medidas y se fue con el traje a arreglarlo, cuando volvió y me lo puso casi me caigo al suelo, era un guante otra vez, como el día que lo estrené, pero aun mejor, yo era mejor, tenia mejor cuerpo y mas atractivo, el traje lo hacia ver, solo con verme sentí orgullo de mi y mi trabajo en el gim, tan agradecido estaba que cuando me lo quité empotré a Pau contra el suelo y la rompí al ropa para comerme las tetas, reía sin parar ante mi ferocidad, eran los pechos mas grandes que había tenido nunca en las manos, eran mas grandes aun que los de Lara, pero al ser mas mayores y de mas edad ella, caían, tumbada no se notaba nada, metí mi polla tiesa entre ellos después de jugar unos minutos con ellos, y literalmente me follé sus tetas, le daba golpes con el glande en la barbilla, por mucho que apartara el rostro, seguí un buen rato acelerando hasta correrme, todo el semen fue a su cara, sentí poder sobre ella en su mirada, que suplicaba sexo, y me aproveché.

-YO: vas coger las medidas de hoy y vas a hacer unos cuantos trajes más para mí, diferentes pero del mismo estilo, dile a Eric que son para mí, o no le digas nada, tu sabrás, pero si no me cobras nada puede que cuando los recoja te folle como dios manda.- sintió casi como un perro obediente.

Me vestí cogí el traje y me fui dejando a Pau limpiándose la cara, me fui a comer a casa de mis padres, así al acabar les llevaría a la casa de estudiantes, llevando a la familia y las cosas que utilizaría mi madre para la cena. Además, yo no bebo, era mejor opción para retener a mi padre, que si bebía, y que no cogiera el coche, nunca bebió de más, pero los controles de alcoholemia son estrictos. Mi madre y mi hermana fueron vestidas normal, pero con bolsas y maletas con ropa y maquillajes para la fiesta, mi padre salió como siempre, la verdad, siempre ha estado arreglado con cualquier tontería que se pusiera encima, y marchamos hacia la casa de estudiantes, otro ático, pero esta vez menos lujoso, estaba lleno de gente, casi no se podía pasar, entre grupos de amigos y familiares, saludos risas y conversaciones, hasta las 7 de la tarde, allí mi madre , como no, cogió la batuta de la cocina y nos sacó a patadas de allí a todos menos a alguna madre que también quería colaborar, acatando sin saberlo el oficio de ayudante de cocina, la forma de hablar y comportarse de mi madre en esas cosas eran irrevocables, ella mandaba, sabia hacerlo de forma cómica y cariñosa, pero lograba que se hiciera lo que ella quería. Fue llegando mas gente aunque ni sabíamos donde los íbamos a meter, a la hora de la cena casi 40 personas, no se como entramos todos en el salón, creo que mi madre tiró un muro o algo, no era posible, pero así era, apretados como sardinas, pero la mesa puesta y todos sentados, Ana se fue con Alicia y Lara, yo con los chicos y Eleonor con el grupo de madres, casi ni nos cruzamos en toda la noche, mas que alguna mirada fugaz, o algún beso robado a Ana lejos de miradas curiosas, su familia estaba allí y no sabían nada de lo nuestro. La cena una bendición que saco aplausos a las cocineras, aquello le hacia sentir mas orgullo a mi madre de lo que hubiera sentido al verme sacarme un doctorado. Reímos, vibramos, charlamos comimos hasta reventar, llegando a la hora final, las 12, con sus campanadas en la TV, tragando y atragantándose con las uvas, los gritos, los petardos y fuegos artificiales de las calles, sentí unas ganas enormes de romper una mesa y cruzar el salón para besar a Ana, que me miró sabiéndolo, y mi madre nos miró a ambos pidiendo cautela. Nos hicimos fotos, nos dimos saludos, algún beso de mas y recogimos la cocina entre varios, charlé con Teo, las cosas iban mejor con Alicia, pero seguían sin ser como antes, la relación entre Alicia y el nunca volvería a ser igual, y ahora lo sabían.

Las mujeres desaparecieron, todas encerradas en grupos en los cuartos con baño, dándose duchas rápidas, vistiéndose y maquillándose, Ana y Eleonor se despidieron cortésmente antes de irse, las salí a despedir al ascensor, donde besé a Ana con ternura y a Eleonor con pasión, ambas se quejaron, les iba a estropear el maquillaje y el peinado que se habían ido a hacer a una esteticista aquella mañana. Al volver mi madre tuvo que limpiarme el carmín de la cara antes de generar preguntas, esperé con calma que un baño se quedara libre, queda feo, pero había comido demasiado y tenia unas ganas de ir al baño a hacer aguas mayores increíbles, evacué y me di una ducha limpiadora. ”Casualente” 5 de las chicas mas monas y solteras del grupo entraron descuidadamente cuando me duchaba o me estaba secando desnudo, la 1º me asusté, la 2º increpé, a partir de ahí solo me dejaba comer con los ojos, la helena mayor de Alicia, la estudiante de canarias, la madre de Teo, la hija de Luz la sirvienta y otra señora que no se quien era, alguna tía o cuñada de alguien que conocía, 3 me pillaron desnudo con el rabo fuera y las otras se quedaron mirando mi cuerpo, mientras me tapaba, descaradamente, no recuerdo el orden. Solo se que al salir de allí tenia un par mas de números y notitas en mi ropa, la que me sorprendió no fue la de la canaria, si no la de la hermana de Alicia, una chica que ya apareció en la mudanza, Mara, una mujer 5 años mayor que yo, habíamos tenido mucho trato en el pasado, pero era una persona seria, mandona, algo borde y desagradable de carácter, quizá por eso salía con nosotros los amigos de su hermana pequeña, por que no tenia amigos de su edad, nuestra relación siempre había sido un desastre, yo era abierto, atrevido, grotesco y evidente, mientras que ella era una mujer cauta, vergonzosa e introvertida, eso chocaba contra mi forma de ver la vida, creo que nos caíamos bien, pero jamas pensé que se interesaría por mi. Ahora tenia una nota suya diciendo que la llamara cuando quisiera charlar, si, ya………….charlar. Guardé las notas para llevarlas al cajón rebosante de mi cuarto, y me vestí con el traje, volvió a sonar la puerta, me giré pensando en quien seria esta vez, pero al ir sonar la puerta me calmé, era mi madre preguntando cuanto tardaría, que estaban todos listos ya, que cabrones, metiendo prisa, apenas llevaba 10 minutos en el baño, y alguna se había tirado 50 minutos repeinandose. Mi madre me vio con el traje a medio poner y se quedó maravillada por como me quedaba, os comenté, creo, que había sido costurera.

-MADRE: avísame cuando vayas a salir, quiero hacerte unas fotos.- salió disparada riéndose, siempre hacia eso, quería tener documentado cada detalle relevante de nuestras vidas.

Avise con tiempo, y sabiendo que mi madre ya habría dado la noticia, y estarían todos o esperando mi salida o con cámaras en la mano, salí de golpe con pose de modelo, sacando las carcajadas de todos, comencé a andar exagerando los movimientos y poniendo poses de afeminadas, abrochando y desabrochando la chaqueta del traje, había risas si, pero mas de 1 de 2 y de 3 mujeres aplaudían con la boca abierta y alguna se mordía el labio o se relamía, me fijé en Mara, la hermana de Alicia, la cogí la mano y la besé con caballerosidad ante los vítores de Manu y Teo, ella reía por fuera pero sus ojos castaños echaban chispas. Antaño tal ejemplo de desvergüenza y tontería, la hubiera hastiado, pero ahora le encantaba, que falsa es la gente dios mío.

Salimos a tropel a las calles, los petardos y los fuegos artificiales asustaban a la gente, los gritos y cánticos que salían de las casas llenaban el corazón de felicidad, que absurdo que un cambio de dígito en el calendario mueva tanto, las calles abarrotadas de gente vestida de fiesta acudiendo a citas y locales, algún coche pitando de jolgorio, mirando como alguna chica de nuestro grupo, o de otros, iba demasiado atractiva para ir por la calle cerca de la 1 de la mañana del 1 de enero, a 1 o 2 grados, con mini faldas, escotes y de mas vestidos, que por no arrugar, iban sin abrigo, le cedí mi abrigo a la canaria, su cuerpo acostumbrado al calor tropical de su tierra y su vestido amarillo con la espalda al aire la estaban haciendo tiritar aunque no le faltaban 2 o 3 muchachos que la daban su calor. Hice lo propio con ni chaqueta, se la iba a dejar a Alicia que estaba en una situación similar, pero Teo respondió antes, creo que como correspondía, asi que mi chaqueta fue a parar a Lara, dios, la echaba de menos, mas sus palabras afiladas que sus pechos, iba con un traje azul cielo sin sujetador y estaba por matar a alguien clavándole sus pezones. Mi madre iba bien arreglada y con su abrigo, pese a que muchas se pusieron a un lado de mi brazo para cogerme y ayudar a estabilizarse con sus tacones y protegiéndose del viento, mi madre no me soltó del otro brazo, me dio una colleja soltando un par de quejidos con sorna para sacar unas sonrisas al resto, diciéndome que me iba a coger un resfriado o algo, pero sabia que yo siempre he sido de sangre caliente, emanaba calor en mitad de aquella noche fría, con el abrigo ya sudaba, y aunque notaba el aire en mi cara y mis manos, sin la chaqueta aguantaba bien.

Eramos como unos 30 en el grupo, Ana y Eleonor se adelantaron, y varios familiares se fueron a casa después de las 12, entre ellos la familia de Ana, algo por lo que di gracias a los cielos, podría besarla cuanto quisiera en la fiesta. Al llegar a su casa nos esperaba una serie de mayordomos o algo así, se encargaron de recoger prendas y bolsos, organizándonos para subir en grupos al ático, los conocía, les había visto trabajar unos días antes por casa, los 4 ascensores grandes no daban abasto, yo me quedé el ultimo cuidando de que todos entraran, guardando mi abrigo y recogiendo la chaqueta con las gracias de Lara, que la olfateaba mirando con ojos pícaros y sacando pecho, últimamente se le había pasado el susto de su estreno anal tan brutal, y me llamaba o se ponía cariñosa cuando iba al piso.

Al subir con mi madre y un par mas de personas en el ultimo grupo, mi madre me beso en la mejilla y me pidió que me comportara, era mi casa le repliqué, por eso mismo, sentenció ella. Al, llegar arriba había un jaleo enorme en el pasillo, gente riendo y charlando mientras un camarero servia copas de champan o sidra, todos iban pasando por la puerta de la casa, abierta de par en par, con Eleonor a un lado saludando a todos y un gorila de 2 metros al otro, no sabia que hacia allí, seguridad, pero nos conocíamos todos, o eso creía, me asombré al ver como Eleonor mandaba sacar de allí a unos 4 o 5 chicos, que yo no conocía, y por lo visto nadie de allí, habían visto fiesta, gente pasar y no tendrían mejor plan que intentar colarse, al menos se llevaron una copa de sidra fría. Todos entraron ante los saludos de Eleonor con una sonrisa enorme, forzada o no, parecía real, estaba ilusionada con aquella multitud en su casa y la alegría se percibía en su mirada. Los últimos en entrar éramos mi madre y yo, al gorila le dijo que éramos tan jefes de la fiesta como ella y que nos hicieran caso en todo. Nos dio paso, con mi madre agradeciéndole el esfuerzo con la fiesta y ella agradeciendo por su hijo, yo, entró por puerta dejando a mi madre en manos de alguna amiga suya, y salió entornando la puerta, se giró sobre si misma y me miró.

-ELEONOR: ¿que? ¿Te gusta? – se dio una vuelta sobre si misma sonriendo dejando que el vuelo hipnotizara al gorila, preguntaba por su vestido..

Cambié la pose rígida por mi yo real, la abracé y besé con pasión, me apartó rápido riendo, retocándose el borde de los labios, no era para menos, si normalmente iba vestida de fiesta de forma elegante y con clase, esa noche podría haber seducido a Zeus, su peinado y su maquillaje algo sobrecargado ya los había visto en al cena, un ligero recogido del pelo desde la frente hasta su nunca, con un broche fino y brillante, dejando caer todo el pelo alisado por lo hombros y su espalda, se lo estaba dejando largo, me gustaba así y ella lo sabia, con 2 hilos de cabellos cayendo por cada uno de sus lados de la cara, algo ondulados, un carmín rojo intenso, una sombra de ojos negra y mas maquillaje del que necesitaba, parecía de porcelana. El vestido era un conjunto blanco, palabra de honor, no había tela hasta sus pecho, allí una línea recta marcaba todo el vestido hasta los brazos, una ligera curva en el escote, con una mangas recortadas dejando los hombros al aire que iban hasta sus muñecas, con unas alas uniendo las mangas con el vestido, que en si, era un tubo blanco que en la piernas se ensanchaba con una ligera obertura en una pierna izquierda, dejando ver la pantorrilla, un vuelo muy natural y algo de cola del vestido, con unas medias lunas de tela trasparente en las costillas dejando ver los costados, con la tela opaca tapando sus senos, la parte central de su vientre y volviendo a ensancharse en la cintura, con unos tacones blancos como la nieve virgen.

Entré a ver la casa detrás de ella, no pudiendo apartar la vista de su cintura, el vestido se ajustaba a su cadera que casi ponía notar la línea del hilo del tanga hundido en la carne, llevaba tanga, sin duda, se le ceñía al culo que no había otra opción, o se le marcarían las bragas de forma horrenda. Lo único que me apartó la vista de ella fue un saludo de Manu, atacando una mesa con canapés de gambas y aperitivos, sonreí y comenzó la música, fuerte y atronadora, la tuvieron que bajar para poder oírnos entre nosotros, recorrí la casa entera saludando y charlando con la gente, pero no veía a Ana, repasé todo las estancias de abajo, incluida la piscina, la habían techado y puesto una hoguera para calentar la zona siendo climatizada el agua, ni en la cocina, ni en el cuarto, donde pillé a una camarera tirándose a un muchacho que no reconocí. Solo me quedaba el piso de arriba, estaba cerrado con un hombre en lo alto de las escaleras, menos grande que el de la puerta pero con una mierda intimidante, subí con la firmeza que las palabras de Eleonor me dieron, pero cuando subía me frenó.

-GORILA: no se puede pasar arriba.

-YO: si, perdona, soy Raúl, vivo aquí y………- me miró extrañado.

-GORILA: ¿eres tu Raúl?, ¿el novio de Ana?- asentí.- lo siento, veras, la señorita Ana esta en el cuarto grande, y ha dicho que no pase nadie, incluido usted, sobretodo usted, recalcó.- me sorprendí.

-YO: ¿ha dicho por que?, ¿se encuentra mal?- el tipo me sonrió.

-GORILA: tranquilo esta bien, creo que quiere dar una sorpresa a todos.- respiré aliviado.

Bajé mirando de reojo la puerta del dormitorio, tratando de adivinar que pretendía, se me ocurrían ideas, quizá algún vestido nuevo, o a lo mejor un numerito con baile, tal vez hasta una canción dedicada….no, Ana era muy vergonzosa para eso, solo a mi se me ocurrirán tales cosas y mas aun realizarlas, así que disipé las ideas y bajé a disfrutar de la compañía, encontré en Manu un buen apoyo para conversar y reír, veía a Lara, Alicia, Mara (su hermana), incluso a Naira o la hija de la sirvienta, todas juntas, vestidas con ropas elegantes y provocativas, y a un coro de chicos a los que a la mitad ni conocía, acechándolas, me extrañó no ver a Teo pero la rato apareció de la nada, algo tocado ya de la bebida, fui a charlar con el y se le notaba, quería disimular, inútil, con toda la ropa movida y despeinado, como si llevara días de fiesta, con el aliento apestando al alcohol con el habla lenta y ronca. Desistí por que en ese estado daba igual que le dijera, y le llevé con Alicia para que le echara un ojo, a su vez busqué a Eleonor que charlaba animadamente con un grupo de madres y padres, ellas sonreían, alguna por la bebida la fiesta o por cortesía, otras con una sonrisa falsa que denotaba ira, sin duda la que provocaba que sus maridos se la comieran con los ojos, aun con sus esposas delante, gracias a dios mi padre se fue a la piscina y encontró a un par de hombres adultos con los que charlar, si mi madre lo viera babeando le montaba un numero, le importaba lo mismo que a mi que el resto mirara una escena, nada. Charlé con ellos distrayéndoles un rato, los mayores de 35 años se me dan genial desde siempre, y no se por que, pero es así, algún roce o caricia se me escapaba hacia Eleonor, pero poco mas.

Eran ya casi las 2 de la mañana y la fiesta estaba en todo lo alto, me preocupaba la tardanza de Ana, que no bajaba, pero el DJ comenzó a poner músicas de baile y ante la soledad, casi todas las mujeres de la casa pedían bailes, en grupos como carne en el super, deseando que algún hombre las sacara a bailar, cualquiera, me di cuenta de mi torpeza, igual que muchos chicos allí, yo antes no me hubiera dado cuenta, las miraría sonrojado o disimuladamente apreciando su belleza, pero sin atreverme a decirlas nada por mero pánico, y ahora, mirándolas y analizándolas, me parecía violentamente obvio que aquellas mujeres iban en busca de un hombre, y que aceptarían a cualquiera con tal de dejar el banquillo, y separarlas del grupo de solteronas. Aun así la 1º a la que invité fue a mi madre, se lo debía, y andaba por la cocina mandando al organizador del catering como se debían hacer las cosas, mi señora madre nació con alma de general, sonrió y aceptó el baile encantada, haciendo el bobo a cada cual mas, y llamando al resto de gente a animarse a bailar, solo hacen falta un par de locos haciendo el ridículo, para que el resto lo haga, en el fondo todos desean bailar, pero a mucha gente le da vergüenza que la vean haciendo el tonto, pero si ya lo están haciendo otros, como que se desinhiben. Al rato Eleonor pido paso y mi madre se lo concedió, antes de alejarse abracé y levanté medio palmo del suelo a mi madre dándola besos en la mejilla, es una señora algo rechoncha pero no me costó nada, se alejó roja de la risa y con mirada de orgullo. El baile con Eleonor parecía igual de inocente que el de mi madre, pero no lo era, para nada, nuestros ojos conectaban y saltaban chispas, mi mano en su espalda en algún movimiento lento acariciaba, no solo se posaba, y bajaba peligrosamente cerca de su trasero, sus senos elevados como montañas se hundían en mi pecho, y mas de una vez una de sus piernas se metía entre las mías rozándose con picardía sobre mi polla.

-ELEONOR: jamas te podré agradecer tanto, mira la casa, esta viva.

-YO: como no te estés quieta me lo vas a agradecer antes de lo que piensas.

-ELEONOR: con mucho gusto sacaría a todos a empujones para que me hicieras tuya.- su mirada era fuego, rocé su mejilla con mis labios en busca de su oído.

-YO: si sigues acariciado con tu pierna no habrá tiempo de sacarles antes de que te ensarte con mi verga.- se estremeció cerrando los ojos, por algún motivo que dijera “verga”, palabra que me pegó, en vez de cualquier otra, la encendía muchísimo, eso unido a que mi amenaza no era en vano, o quizá si, pero ella realmente creía que me la follaría delante de todos y me daría igual.

Por suerte el baile acabó antes de que se me pusiera dura, ya la tenia despertándose y marcándose levemente en el traje, algo que no paso desapercibido para muchas que hicieron cola para ir detrás de la otra mientras bailaba con ellas, no le negué a nadie el baile, solo a Alicia, y el contoneo de Mara, su hermana, fue el mas caliente de todos, se puso de espaldas y me pasó su buen culo por toda la polla, riendo asombrada, la chica seria y brusca estaba caliente como una gata en celo, casi podía oírla maullar pidiendo que sexo, las canciones se volvían mas juveniles y movidas, el horrible reggeton hizo aparición y con el los bailes subidos de tono. Yo estaba harto de crías acaloradas, quería a mi novia, me eché a un lado y hablé con Alicia, para disculparme por no cederla el baile, me miró como si no la hubiera molestado, restándole al asunto, pero estaba triste, Teo estaba borracho de nuevo y pasaba de ella, o peor, cuando la hacia caso se ponía muy tonto, casi tenia lagrimas en los ojos, y la hice reír un poco con tonterías.

Charlando con ella la pista de baile se animó Eleonor y otras chicas estaban dándolo todo, habían montado una especie de pasillo y desfilaban a cada cual mas sexy y provocativa, los tíos aplaudían a la que le gustara mas, los senos de Lara y Eleonor fueron de los mas aclamado, Mara se movía bien pero no tenia tantas curvas y la canaria dio un recital de belleza paseándose, todos reían y disfrutaban de ese espectáculo, había una porra o una especia de jurado que ponía notas, hasta que de repente se hizo el silencio, solo sonaba la música de fondo y todos se callaron salvo alguna risa o voz que se fue apagando, se daban la vuelta para mirar la escalera a mi espalda, me giré sin comprender nada hasta que vi a Ana en lo alto de la escalera, ayudada del gorila a bajar el 1º escalón, mientras con la otra mano se sujetaba a la barandilla. No era para menos, la imagen debió de aturdir a más de uno, a mí no, me resultaba familiar.

Ana iba preciosa, como en la cena, un peinado completamente liso, con la raya a un lado dejándole un hombro al aire y un flequillo ligeramente ondulado que el cubría medio rostro hasta terminar con un leve recogido detrás de la oreja, un ligero maquillaje, sobretodo en los ojos, una sombra oscura con ligeros verdes esmeralda que resaltaban sus ojos, y pintalabios rojo gránate, tan oscuro que solo de cerca apreciabas el rojo, iba con la pulsera, el collar y los pendientes de plata que le había regalado en Navidades, y pese a no pegar mucho, la gargantilla que no se quitaba nunca, unos tacones negros altos, de los que ella odiaba pero que la estilizaban de una manera insuperable, y lo mejor, el vestido, era el de las 3 V que se compró en el retiro de fin de semana a la sierra, aquel negro ceñido y ajustado, tan atrevido que rozaba lo estrambótico, pero solo lo rozaba. Un escote en forma de V que bajaba hasta el ombligo dejando ver sus pechos en gran parte, otra V de sus hombros al inicio de las caderas por la espada y otra V invertida desde la cintura izquierda que llegaba a medio muslo donde se abría todavía mas con un vuelo hasta el tobillo derecho, aprecié unas ligeras medias, pero sin sujetador, ni lo necesitaba ni el vestido lo permitía, brillando los bordes de las V con destellos plateados.

Era la definición de la belleza, la sensualidad, el atrevimiento y la piel tersa y juvenil, la miraba atónito, desde el retiro a la sierra no se lo había vuelto a ver, le daba mucha vergüenza que la vieran así en publico, y casi me había olvidado de el, pero allí estaba, delante de todos, con el puesto y con algún sonoro “ohhh” de fondo, sabiendo que todos la miraban, saludó con la mano sonriendo tratando de que el rubor no se apoderara de ella, trató de bajar el 2º escalón pero casi se tropieza, soltó la mano del gorila y se cogió con clase el vuelo del vestido para seguir bajando aferrándose bien a la barandilla y con el sonido del golpe de los tacones retumbando por encima de la música, que hasta parecía haber bajado el volumen hipnotizada por el movimiento de los senos de Ana botando dentro del vestido, amenazando fugarse del interior de la tela. Recuperé el sentido antes que nadie, mirándola y riéndome al observarla bajar y como todos la miraban como si fuera una alienígena, creo recordar que sonó un copa rompiéndose en el suelo, muy teatral. Acudí a recoger a mi dama en los escalones finales teniendo que apartar a algún mirón de más, Ana me localizó y sonrío abrumada, extendí mi mano para ayudarla a bajar al suelo y una vez allí hinqué una rodilla ante ella.

-YO: mi señora.- sonrío ante mi gesto galante.

-ANA: mi señor- se inclinó levemente en una reverencia.

-YO: me temo que hoy vuestra belleza no es solo mía.- me levanté clavándole los ojos en los suyos- no podría soportar tamaña carga.- sonrío abriendo la boca.

-ANA: ambos sabemos que eso no es cierto, pero se agradece el cumplido.

-YO: ¿si tuvierais el honor de concederme este baile?

-ANA: como gustéis.- ¿como podía ser tan perfecta de pillar al vuelo el tono de la edad media y continuar la broma?, aquella mujer era un regalo del cielo.

Levanté mi brazo para ofrecérselo de apoyo, agarró con firmeza y se sujetó la cola del vestido, acudimos al centro de la pista, donde todos aun nos miraban, silbé y el DJ, con el que ya había hablado antes, puso una canción, la del baile de la bella y la bestia, me parecía la mas adecuada, y entre alguna voz de ternura y risas, bailamos lentamente bien agarrados como si fuéramos príncipe y princesa, el resto se nos fue uniendo perdiendo letalmente el estado de hipnosis en el que parecían haber entrado.

-YO: sabes, había un concurso de belleza entre las chicas.

-ANA: ¿si? ¿Y quien ha ganado?

-YO: no lo se, cuando has bajado tu se ha ido todo a la porra.- sonreí ante lo irrisorio del asunto, y ella conmigo, daba igual que todas estuvieran arregladas y vestidas de formas finas elegantes y sensuales, Ana las había pasado por encima como un tren de mercancías a un coche de juegue.- ¿por que has tardado tanto?

-ANA: llevo vestida así desde la 1, no me atrevía a salir, ¿que van a decir de mí?- se acurrucó sobre mi pecho

-YO: los hombres entre si dirán que eras la mas guapa de la fiesta, eso como poco y siendo educados, a sus mujeres les dirán que no eras para tanto si no quieren dormir en el sofá hoy, las mujeres te criticaran indistintamente, vas a darlas conversación durante días, y alguna te odia ahora mismo. ¿Te importa?

-ANA: ahora que estoy contigo, no.- la besé tiernamente, olía a coco, como siempre, y sus labios sabían mejor que nunca.

Al separarme de ella se rió nerviosa perdiendo el paso, y me paso los dedos por los labios limpiándome el carmín, la noche fue avanzando y ahora con Ana a mi lado, fuimos dando tumbos por toda la sala, hablando y charlando con todos, mi madre nos mataba con la mirada, a Ana con solo verla así, y a mi cada vez que la besaba o la acariciaba entre mis brazos, temía que alguien se fuera de la lengua. Las bebidas, la comida y los bailes fueron haciendo mella, la gente estaba a otros asuntos y una vez comprendido que yo esa noche no estaba disponible, las mujeres fueron cediendo antes los chicos que les parecían mas monos, casi todos se fueron de allí del brazo de alguien del sexo opuesto, algunos quisieron follar en la habitación pero ya estaba ocupada por otra pareja, incluso había una pareja follando en la cama y otra en el baño. Todas menos alguna, Lara entre ellas, que andaba danzando con Naira, la estudiante canaria, hasta que esta se fue con un amigo de Manu, Lara se quedó allí, perdida, obrando a mi alrededor, podía percibir el olor vainilla en ella, el que cuando era mi juegue la dije que se pusiera, sin duda Lara iba detrás mía de nuevo y ya le debía dar igual que la destrozara el culo la ultima vez. Hasta mi hermana, algo puritana, se fue con una especie de amigo – novio suyo al que invitó. La casa se vaciaba pasadas las 6 de la mañana, había un servicio de coches y choferes abajo contratados por Eleonor para llevar a la gente a sus casas y evitar problemas de multas o alguna gresca que se suelen producir por esas fechas de madrugada. Yo mismo llevé a mis padres a casa a las 4 y media o así, al despedirme mi madre me pidió que hablara con ella al día siguiente, no sabía por que. Al regresar Eleonor andaba sentada en el sofá riendo al hablar con un hombre que iba detrás de ella, le tenia dándole un masaje en los pies, al verme mi guiñó un ojo, Ana estaba en la parte de arriba apoyada en la barandilla mirando como había quedado la casa y como un par de camareros recogían todo, subí con ella y la di un beso en el hombro para saludarla, estaba cruzada de brazos frotándose, en el piso de arriba hacia algo mas de frío, así que le puse mi chaqueta, la envolvió como un manto cálido y la olió como si la transportara a un lugar maravilloso, me apoyé con cuidado en la barandilla colocándome detrás de ella, mirando como limpiaban.

-YO: ha sido una buena fiesta.

-ANA: si, ojalá fuera así siempre.

-YO: ¿todos los dios 31 de diciembre y 1 de enero?, seria divertido.

-ANA: no bobo, hablo de la gente, parece feliz, aunque no lo sean.

-YO: yo lo soy, contigo.- sonrió levemente.- ¿y tu?

-ANA: pues claro que si, pero a veces pienso que es demasiado bonito, y que se va a romper en cualquier momento, Eleonor me dice que así era su marido antes, y mírala ahora, encamada con un chaval que podría ser su hijo.

-YO: no soy como su marido.

-ANA: nadie lo es al principio.- se giró agarrándome la cara.- te quiero, pero jamas me hagas daño así, por favor.- su mirada era sincera, pero no entendía sus palabras, no comprendía por que ahora tenia esos pensamientos, jamas le había dado motivos.

-YO: jamas te haría daño, te quiero y si tu me quieres no tienes nada que temer de mi.- sonrió aliviada.

-ANA: lo se.- me besó con ternura, nos interrumpió un camarero.

-CAMARERO: disculpe, al parecer hay una pareja en el cuarto de abajo aun y tenemos que limpiar, no queremos entrometernos, usted podría…….. – pedía clemencia, su cara estaba cansada y agotada, deseando irse a casa, accedí a bajar para solucionar aquello.

Al entrar vi a una pareja en la oscuridad follando, hablaba pero no me hacían caso, encendió al luz y vi a Teo, del susto apagué la luz gritando disculpas, cerré la puerta, al parecer Alicia no estaba tan triste como para no follarse a Teo de esa manera, sonreí aliviado cuando al ir a coger las escaleras vi aparecer a Alicia por la puerta de la entrada, me quedé helado, si venia de la calle Teo no se la estaba follando a ella, acudí a su encuentro blanco como la leche.

-ALICIA: hola, perdona que vuelva, pero es que no encuentro a Teo, me fui antes que el, no quiera irse y todavía no ha vuelto, va muy borracho y temo que el pase algo, ¿le has visto?- se me rompía el corazón de oír su verdadera preocupación por su novio sabiendo que este estaba teniendo sexo con alguna en la habitación de unos metros mas allá.

-YO: si, creo que andaba por aquí, le he visto en alguna habitación, mira arriba- no la mentía, pero no quería decirla toda la verdad y necesita tiempo para pensar.

Subió y habló con Ana, revisando las habitaciones, yo respiré profundamente y entre en la habitación de abajo, una de las chicas de la fiesta se estaba colocando el vestido de pie, iba tan bebida que ni se dio cuenta de mi presencia al pasar a mi lado para irse, no la reconocí, creo que era la hija de alguna amiga de Eleonor, Teo se quedó tumbado boca arriba medio vestido y con la polla fuera manchada de semen, una ira contenida me llenaba, podía montarle un polla sacarle a rastras y evidenciar su infidelidad ante Alicia, pero eso solo causaría dolor, le vestí con algo de su ayuda, no mucha, mientras el me repetía que no dijera nada, al borde del coma etílico. Salí y me aseguré de que la muchacha se había ido, avisé a Alicia de que le había encontrado bien y a salvo, dormido abajo, respiró aliviada y viendo su estado le dejó allí dormir la mona, estaba enfadada con el. Se volvía a casa, la acompañé, no podía dejarla irse sola a esas horas y en coche no era nada, estaba muy enfadada y pese a beber, totalmente lucida. Dirigí la conversación un poco, para que viera que si no era feliz lo dejaran, con lagrimas en los ojos me dijo que tenia razón y que lo iban a hablar cuando se recuperara, la di un fuerte abrazo y la vi entrar en casa ante de volver, mi intención era ir directo a por Teo y darle de bofetadas hasta que se despertara, pero borracho no me haría caso alguno, cerré la puerta de abajo y le dejé dormir hasta el día siguiente, para que no se fuera sin hablar conmigo.

Con todo ya recogido y limpio, todos los trabajadores se fueron, dejando para el día siguiente lo que quedaba por colocar, Ana y Eleonor estaban en el piso de arriba sentadas en el sofá que había entre las habitaciones, Ana aun arropada por mi chaqueta y adormilada, Eleonor abrazándola como una madre, me sonrió al verme.

-ELEONOR: la niña esta muy dormida y cansada.

-YO: habrá que llevarla a la cama.- la cogí de un brazo y la levanté sin mucho esfuerzo, se abrazó a mi cuello.

Con cuidado la llevé a una de las habitaciones pequeñas y la desvestí con cuidado, tapándola con las sabanas, al ir a quitarle mi chaqueta se aferró a ella como si le fuera la vida en ello, algo tocada por la bebida, la dejé así, al salir Eleonor me miraba como si fuera un padre acostando a su hija.

-ELEONOR: ahora ya no queda nadie más que usted y yo.- algo bebida pero mucho mas lucida de lo que me quería hacer ver, puso sus manos en su caderas en jarra riendo, mientras encorvaba le pecho de forma sensual.

-YO: si, es una pena, yo aun tengo engrías para más fiesta.- avanzaba hacia ella con paso firme y lento.

-ELEONOR: pues si usted aguanta, yo mas, ¿que le parece si bajamos a proseguir el baile donde lo dejamos?- señaló el salón.

-YO: que es mucho trabajo bajar a bailar con usted, solo para volver a subir a meterte mi verga hasta las entrañas.- la rodeé con mis brazos ante su cara de ofensa falsa.

-EEONOR: oiga, que yo soy una señora, no soy tan fácil.

-YO: como usted quiera – besé su cuello lentamente, mientras ella me rodeaba el cuello con los brazos, apretando nuestros cuerpos hasta sentir como sus pechos se elevaban sobre mi cuerpo y mi polla palpitaba en sus muslos.

-ELEONOR: no sea malo, concédame ese deseo.

-YO: solo por que eres tu, y por lo bien que follas.- la susurré al oído.- solo pensar en ti me eriza la piel.- halagos vacíos, no tanto, pero no los decía por que los sintiera, si no por calentarla.

De un giró la agarré y la subí encima mía en brazos, como había llevado a Ana a la cama, bajé las escaleras con ella así viéndola reír ante mi poderío, besándome con pasión. La dejé posarse levemente en el suelo y tarareando alguna canción comenzamos a movernos, sus dos manos encogidas entre nuestros pechos y su cabeza recostada contra mi barbilla, conmigo abrazándola por completo con mi cuerpo y mis brazos, acariciando su espalda con suavidad, pasamos no menos de 10 minutos así, hasta que levantó la vista y me miró con un brillo especial en los ojos.

-ELEONOR: ¿como puede ser que este tan locamente enamorada de ti? – la pregunta me pilló desprevenido, nadie había hablado de amor entre nosotros.

-YO: ¿me quieres?- pregunté por ganar segundos.

-ELEORNO: ¿no es evidente?

-YO: yo creía que solo eran juegos, pasión y lujuria.- mentí.

-ELEONOR: para mi no, ya no, te quiero, estoy perdidamente enamorada, y me duele que no te hayas dado cuenta, pero mas aun que me lo permita yo.

-YO: siento si esto se me ha ido de las manos, ¿pero por que no te no puedes permitir?

-ELEONOR: por que te saco mucha edad mi niño, soy una mujer adulta y madura, debería estar con hombres de mi edad, prepararme una vida larga con ellos, no ser tu perra.

-YO: no eres mi perra.

-ELEONOR: ya, eso dices, ¿pero me quieres?- me pillo sin respuesta de nuevo.

-YO: claro que te quiero.- me miró sin creerme.

-ELEONRO: quizá me tengas aprecio o cariño, pero no me amas, no como a Ana, ¿verdad?- el silencio la dio la razón.

-YO: no puedo evitar sentirme atraído por ti, mi pequeña reina, pero mí corazón es de Ana, es suyo, y si bien puedo compartir mi cuerpo con las 2, no puedo hacer lo mismo con mi amor.- sollozaba ante la sinceridad cruda de mis palabras.

-ELEONOR: y es por eso que me odio, por saber que nunca me amaras así, y seguir en este juego cruel.- se alzó para besarme.- por que la amas así y a mi no, hago el amor mejor que ella, lo sabes.

-YO: es cierto, pero tú eres más mujer que ella, apenas una veinteañera, y te ha costado mucho trabajo superarla.

-ELEONRO: pero soy mejor, ¿acaso eso no es suficiente?.

-YO: no, mi colombiana, quizá si no la hubiera conocido a ella antes, quizá si en otra vida hubiéramos coincido, pero no estamos en un mundo perfecto, no puedo ofrecerte algo que no es tuyo, ni tu puedes pedirme que te lo de, sabiendo que no te pertenece.

Nos miramos a los ojos, quería trasmitir firmeza pero me dominaban las emociones, no quería perderla, pero tampoco darla esperanzas, la saqué una lagrima que corría su rímel, sonrió al sentirse vulnerable, de golpe me besó de nuevo, repetidas veces, tantas que ya eran besos largos y pasionales con lengua y agarrándonos las cabezas para no alejarnos mucho el uno del otro, las cremalleras sonaron, sus manos acariciaban mi slips por encima y la mías bajaban por su espalda junto al cierre del vestido, nos fuimos calentando hasta que de un tirón le rompí las alas del vestido blanco para bajárselo y comerme sus maravillosas tetas y sus pezones como postes de carretera, rompió a reír.

-ELEORNOR: que bruto eres, acabas de romper un vestido de 10.000€- la miré con desidia mientras me sacaba un pecho de la boca.

-YO: ¿si quieres paro?- rió asintiendo que de parar nada, rasgué el vestido aun mas ferozmente hasta arrancárselo de encima, quedó solo con un tanga diminuto color carne y los tacones, y el vestido hecho jirones en el suelo.

Ella me besó apasionadamente mientras me desvestía, mis manos se fueron directas a su senos los pellizcaba con agilidad, se separó lo justo para dejarme cierta libertad para desnudarme por completo.

-ELEONOR: vamos a darnos un baño.

De forma erótica se giró y movió su culo ante mi mirada, con obscenidad se agachó para quitarse el tanga, solo llevar los slips por los tobillo evití que la ensartara allí mismo, la tenia como una piedra y esta vez no me iba a contener en absoluto, se soltó el pelo dejándolo caer para que bamboleara con sus andares, se paró en el borde de la piscina y torció un poco la mirada llamándome a su encuentro. Sin dejar mas de un segundo la abracé por detrás, besando su cuello y sus hombros, mi polla ya sobresalía entre sus muslos como si fuera ella la que tenia pene, abriendo sus labios mayores y sacándola un gemido al notar mis manos en sus senos, la quise ensartar allí mismo, pero la di la vuelta, lamí sus pezones hasta que imploro sexo, la subí encima mía a horcajadas y la penetré con suavidad, pero sin cesar hasta hundirme en ella por completo, besándonos fui andando hasta la zona de la escalera y fui metiéndonos en el agua con cuidado, hasta tener medio cuerpo hundido, allí ella misma se movía follándome, girando sus caderas y agarrándome la cara para ganar apoyo, su ritmo era lo máximo que el agua le permitía, y bastó con 20 minutos para llegar al orgasmos que buscaba, uno dulce y cálido, mis manos repasaban todo su cuerpo, incluyendo meter mis dedos en su ano, a los 15 minutos el 2º orgasmo la hizo temblar y dejar de moverse, no podía mas, allí empecé yo apoyándome contra la pared de la piscina mi pelvis inició movimientos lentos y amplios que se tornaban mas rápido con cada ida y vuelta, besando y mordiendo su cuello, ella solo clamaba a dios con cada eclosión de sensaciones en su interior, entre medias respiraba bocanadas de aire, clavándome las uñas largas y adornadas en la espalda, 10 minutos después me corrí sintiendo como me vaciaba. Esto no había sido mas que el principio, Eleonor se desmontó y besó mi pecho con clama, acariciando mis músculos, bajando su boca hasta hundirse en el agua y chupármela debajo del agua, no estaba muy por debajo así que salía de vez en cuando a coger aire para seguir un buen ritmo, una vez dura de nuevo, se volvió a montar encima mía de cara rodeándome con las piernas y ensartándose sola, volví a acelerar sacando a la bestia de forma simultanea, arrollé como un toro bravo, en media hora tuvo mas de 5 orgasmos brutales cada uno mas animal que el anterior me hizo sangre en la espalda con sus uñas mientras bramaba obscenidades, se movía convulsa perdiendo el ritmo de las embestidas pero gozando como loca, echándose hacia atrás y volviendo a recaer sobre mi besándome de forma desordenada, mas de 20 minutos así hasta volver a correrme haciéndola gritar como un cochinillo.

Se bajó y nado con torpeza hasta el bordillo se sujetó tratando de salir elevándose, un grave error, me dejó su trasero totalmente ofrecido, según me acercaba estaba a una altura perfecta para follárme su ano, hundí mi cara entre sus nalgas, separándolas y lamiendo el ano metiendo 1,2,3,4 dedos consecutivamente hasta tenerla lista, ella quería pedir clemencia pero no la deseaba, al sentir mi rabo abriéndola el culo gritó tanto que me asustó, solo su cólera pidiendo que siguiera me saco del susto, la fui metiendo tan lentamente por la presión que pensé que se desmayaba, pero mordiéndose el puño aguantó hasta tenerla dentro, luego solo fue arrancar la moto y darla con todo. Ya por la 3º corrida, antes estaría medio muerto, pero ahora, estaba tan fresco, me follé su culo hasta hacerlo estar rojo de los golpes de mi pelvis y los azotes que la daba, el agua salpicaba, la acariciaba el coño metiéndola la mano entre las piernas, ella golpeaba el césped con rabia al sentirse superada por un animal indómito, tras 2 orgasmos anales se desvaneció cediendo terreno hasta ser un trozo de carne mas que suspiraba entre estocadas, al ir a correrme mi ira me llenó y la agarré de la tetas poniéndola de pie y acelerando hasta casi sacarnos de la piscina a golpes de cintura, Eleonor se reactivó ante aquello unos instantes lo justo para sentir como mi semen caliente se derramaba en su recto. Sus manos temblorosas buscaron mi nuca.

-ELEONOR: no hay mujer que pueda con usted, es la perfección hecha amante, me da igual que no me ames, mientras me haga el amor así.

-ANA: eso, puedo prometértelo siempre.- tenía fuerzas y energías para más, lo sabia, y Eleonor lo notaba, su cuerpo y sus gestos eran de temor a otra ronda más.

En brazos la saqué del agua, apenas podía caminar, la subí en brazos a la cama y allí la acosté, fui a mirar a Ana que dormía como un tronco, y baje a beber algo y comer de las sobras de los canapés, al volver a la habitación Eleonor estaba de rodillas en la cama mirándome lujuriosa.

-YO: ¿aun quieres más?

-ELEONOR: todo lo que mi hombre pueda darme.- asentí ante tal gesto, ella se agacho quedando a 4 patas llamándome con el dedo.- hacia menos de 10 minutos estaba rota y ya estaba en pie.

Me tumbé en la cama y me puse encima totalmente estirada, me encanta esa posición, sentir sus pechos aplastados contra mi y mi verga creciendo entre sus piernas, cuando estuvo tiesa se abrió de piernas cabalgándome y se elevó para meterse la polla hasta el fondo, casi se corre de nuevo solo al sentir eso, apoyada en mi pecho quiso moverse pero su cuerpo no le respondía mas de 2 minutos seguidos, la tumbé sobre mi besándola, levanté la cadera plantando los pies, en la posición mil veces estudiada, Eleonor me miró acongojada, y desate el infierno, mi polla entraba y salía en su totalidad sin parar de acelerar, oía el sonido de mis testículos golpeando de forma constante, se le arqueó la espalda de tal forma que podía notar el pelo de su cabeza rozándome los muslos, luego caía rendida a mi pecho con todo el pelo a un lado agrandemos de la mandíbula, besando cuando su cuerpo se lo permitía, pero cada pocos minutos se corría de forma grosera, la posición inclinada hacia que sus fluido cayeran por mi pelvis y pecho, apenas se rozaba el clítoris rompía en otro orgasmo, lo sabia y aun asi repetía, era insaciable, llegó un punto en que pensé que no podría con ella, pero era la 4º corrida de la noche, tarde casi 1 hora en venirme y al notarlo di el resto, todo, quería probarme, ver hasta donde me daba el ejercicio del gim. Del espasmo que la dio casi sale disparada contra la pared de la cabeza de la cama, a tuve que sujetar rodeándola con los bazos con fuerza para que no saliera rebotada, eso solo la mató aun mas, recibiendo en estático un sin fin de penetraciones, el orgasmo que tuvo se dividió en varios seguidos y cayó redonda ante mi, solo sus ojos demostraban que aun estaba allí, eso y su boca abierta como para meter una bola de bolos. Al estallar en su interior el semen inundó su interior haciéndome notar como caía caliente por mi tronco. Al salirme de ella una fuente de semen y fluidos salió de ella, que parecía hacer fuerza para sacar todo aquello de dentó, a la 4º convulsión se cayo de bruces a mi lado, respirando de milagro y durmiéndose al instante. La di un beso en la frente y me fui a la cama con Ana, acostándome a su lado abrazándome de forma subconsciente.

Me despertó el sonido de la puerta, Ana seguía dormiría como una marmota, y al levantarme vi a Eleonor acostada igual de dormida, bajé a abrir, eran los de la fiesta que venían a recoger los últimos trastos, les abrí, subieron varios hombres y una mujer que se echó a reír al verme, estaba desnudo y con mi empalme mañanero, joder, no me había dado cuenta, en esa casa ir desnudo era lo normal para mi, me fui a poner algo, y abrí la puerta de la habitación de abajo, donde estaba Teo aun dormido en la misma posición en que le dejamos Alicia y yo, me enfadé de golpe al recordar su infidelidad, le quise despertar pero si seguía borracho era inútil, le dejé allí y fui a la cocina a comer algo, cerca de la 1 de la tarde, mientras los operarios recogían los equipos de música y las mesas la chica limpiaba y organizaba la cocina, me miraba de reojo, solo me había puesto unos pantalones cortos, mi cuerpo la atraía y haber visto mi polla que ahora se marcaba en la pernera de la prenda flácida después de acudir al baño, la hacia sonrojarse, me animé a charlar un poco con ellos, hasta ayudándolos. Sacando una mesa vi a Teo salir de la habitación con una resaca enorme, me disculpé con los operarios y me fui a por el, le agarré del brazo y le arrastré a la piscina.

-YO: ¿se puede saber que coño haces?- me miró cegado por la luz del día, ubicándose.

-TEO: hola tío, ¿que pasa?- le sacudí del brazo.

-YO: ¿que pasa? Que ayer le pillé follándose a una desconocida, mientras Alicia te buscaba preocupada.- se abrió de ojos sorprendido.

-TEO: dios, ¿que dices, volvió? suéltame.- ordenaba confuso.

-YO: ¿no te acuerdas? Lo mismo es eso, ibas tan borracho que no podías ni ponente en pie.- tiró de su brazo apartándose de mí.

-TEO: ¡y a ti que coño te importa!

-YO: me importa por que es mi casa, mi fiesta, eres mi amigo y ella tu novia, la tuve que engañar para que no te pillara.

-TEO: no te lo pedí.

-YO: no hacia falta, ¿o acaso querías que te pillara?- callaba enfurecido.- ¡te estoy hablando!, ¿es que no te acuerdas de lo que te dije cuando me mude aquí?

-TEO: si eres mi amigo ten la puta boca cerrada.

-YO: la tender pero no por ti, si no por ella, esto la destrozaría, se acabó, vas a cortar con ella.

-TEO: déjame en paz, no te incumbe.

-YO: lo harás, o ella se enterara de todo, y no me causa placer, pero lo haré.

-TEO: ¿me harías eso a mi?- casi suplicó, sabia que mi determinación en estos asuntos era firme.

-YO: te lo has hecho tu solo, el Teo que yo conocía no es el borracho resacoso que tengo delante, jamas engañaría a Alicia con una cualquiera y menos me pediría que lo ocultara, no eres ni la sombra de quien eras.- su mirada irradiaba odio.

-TEO: mientes, es solo una excusa, amas a Alicia y me la quieres arrebatar, siempre lo he sabido.- se echó encima mía enfurecido, le solté una bofetada que le pillo desprevenido y le hizo tambalearse.

-YO: si hubiera querido hace meses que estaría tirándomela delante de tus narices, pero me fui de esa puta casa para alejarme de ti y de ella, por el respeto que te tenia y que has perdido, me fui para que pudierais ser felices de nuevo ¿y así me lo pagas? ¡¿Acusándome?! – agachó la cabeza sabiendo lo cierto de mis palabras.

-TEO: tío, perdóname, no la digas nada, por favor, mejoraré, no se que me paso.- me agarró del brazo implorando.

-YO: te di la oportunidad cuando me fui del piso, te lo advertí, te dije que si no cambiabas me la llevaría, y no lo has hecho, sigues igual, no te entiendo, ¿que se supone que ha hecho ella para merecerse tu desdén?

-TEO: tu, tu eres lo que la pasó, maldito el día en que nos mudamos, desde entonces no puedo evitar los celos, ella te mira y te desea, lo se, y yo no se que hacer, me odia y yo a ella, por que no lo hablamos pero lo sabemos.

-YO: pues la solución es simple, déjala, si os sentís así es inútil prolongar la agonía, ya fuero yo u otro no podéis seguir así, por que os hacéis daño. .- nos sentamos en la tumbonas.

La conversación se calmó un poco, Teo lloró ante mí, la había querido mucho pero ya no sentía eso, incluso antes de la mudanza sabia que las cosas no iban bien, esperaban que irse a vivir juntos lo arreglaría, pero solo lo estropeo. Me vestí y le acompañe a casa, no se de donde, pero por toda la casa encontré papeles con números de teléfono y notas para mi, las 4 camareras, de casi todas las solteras de la fiesta, de algunas con novio y de 1 casada, hasta una del cocinero que se encargo del catering, todas al cajón. Me despedí de Teo con un fuerte abrazo, y me fui a casa de mis padres, con algo de resaca comimos algo y reímos por la fiesta, mi hermana llegó cambien sobre esa hora de donde fuera que paso la noche, ya era mayorcita para saber lo que hacia, la tarde paso con todo echándose una siesta menos mi madre y yo que nos quedamos charlando en el salón como me pidió de noche.

-YO: ¿y por que querías hablar conmigo?

-MADRE: nada, es solo que……….¿como te va con la nueva casa?- eso no parecía demasiado importante.

-YO: mama, ¿dime que quieres?.

-MADRE: es solo que, ayer hablando con Eleonor y luego con Ana, en grupo o a solas, no se, las vi raras.- sacudí la cabeza.

-YO: ¿raras? ¿Que quieres decir?

-MADRE: no lo se, quizá no sea nada, es solo que me dio una sensación rara, no me fío de ellas.

-YO: pero si es Ana, mi novia y Eleonor tu amiga, no pueden ser más dulces y cariñosas.

-MADRE: lo se, y por eso te lo digo ahora, algo las pasa, comentarios o ciertas miradas, he visto algo en sus ojos que no me gusta, traman alguna cosa.- reí sonoramente.

-YO: no vas a lograr alejarlas de mi mama, no con esta tontería.- me cogió de la mano y me miró fijamente.

-MADRE: no es eso cariño, no habla una madre frustrada por que su hijo no la hace caso, te habla una madre preocupada por su hijo, esas traman algo y tu eres demasiado bueno como para verlo.

La negué mil veces y ella se mostraba igual de preocupada, le resté al asunto antes de irme, me beso en la mejilla abrazándome con cariño, antes de despedirse recordando sus palabras. El viaje de vuelta lo pasé con el debate mental, mi madre se equivocaba, Ana era dulce y cariñosa, me amaba, y yo a ella, podía tener una picardía inculcada por mi, pero poco mas, Eleonor era aun mas mansa, un corderillo fácil de manipular, ninguna tenia motivos para ocultarme nada, casi me reía solo al negarme esa idea, pero algo en mi anterior se revolvía, a lo largo de toda mi infancia, mi madre nos ha advertido a todos, mi padre, mi hermana y a mi, sobre cosas o personas, y nunca, nunca jamas había fallado, su detector de mentiras y su radar protector me había demostrado palpablemente que si ella decía peligro, tenias que estar atento.

CONTINUARA………………..

 

Relato erótico: “Diario de George Geldof – 3” (POR AMORBOSO)

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verano inolvidable2Diario de George Geldof – 3

Sin títuloCuando me aparté de la cerradura, Desireé entendió que había terminado, se levantó, me tomó de la mano y me llevó a mi habitación. Allí me recostó sobre la cama, se desnudó y se puso a mi lado, siguiendo con su tarea anterior, es decir, chupando mi pene.

Ahora, con toda mi atención dedicada a ello, pude sentir lo que eran unos labios chupando, una lengua lamiendo y una mano acariciando mis testículos.

La sentía entrar y salir de su boca con una suavidad que nunca hubiese podido imaginar. Cuando llegaba a la punta, me daba unos lengüetazos en la punta que me hacían ver el cielo, para volver a introducírsela hasta dentro totalmente.

Yo gemía despacito disfrutando de esas nuevas sensaciones.

Se colocó sobre mí, a caballo y metió mi pene en su hendidura, comenzando a frotarse contra él. Yo notaba que entraba y salía de ella, así como el calorcito que emanaba. Al mismo tiempo, notaba cómo mis testículos se iban humedeciendo.

-¿Te estás haciendo pis? –le pregunté bajito.

– No, ¿por qué?

– Porque desde tu hendidura cae algo que moja mis testículos.

-¿Testículos?, llámelos huevos, mi hendidura se llama coño y su pene se llama polla. –eso me aclaró mejor el vocabulario que había escuchado anteriormente.

– Es mi flujo. Cuando las mujeres estamos excitadas, generamos este líquido para facilitar la penetración. A muchos hombres les gusta lamerlo. ¿Quiere probarlo? –yo negué con la cabeza.

Ella seguía moviéndose, alternando movimientos circulares con otros arriba y abajo, mientras me decía.

– ¡MMMMMMMM! ¡Cómo roza mi clítoris! Lo tengo ya como un garbanzo

– ¡AAAAAHHHHHH! –decía a mi oído- ¡Estoy apunto de explotar! Acarícieme las tetas y fróteme los pezones!

Procedí a hacer lo que me indicaba, según recordaba cómo lo habían hecho mi padre y mi hermano, hasta que:

-¡ASIII, ASIII, ME CORRRO! ¡MMMMMMMM! ¡AAAAAAGGGGGG! –cayendo sobre mi.

Se recostó a mi lado y me dijo:

-Ha sido uno de los orgasmos más morboso e intenso que he tenido. ¿Quiere que siga con usted, señorito?

-Ahora preferiría que no, la tengo un poco irritada.

-Si, será lo mejor, además, todavía es usted demasiado joven para llegar a tener un orgasmo. A partir de ahora, cuando el señor desee que pasemos un rato juntos, solamente tiene que hacerme una señal, y yo sabré lo que desea.-(¿Señal? ¿Mi hermano?)- Pero será mejor que nos juntemos en mi habitación, a la hora en la que sus padres descansan tras la comida.

– Si – asentí yo. Las habitaciones de los criados estaban en un piso bajo la buhardilla, por lo que era el sitio más alejado de todas las habitaciones.

Dicho esto, me dio un suave beso en los labios, se vistió y se fue. Yo me limpie los labios con la sábana y me dormí al instante.

Al día siguiente me desperté tarde, pero me encontraba feliz. Enseguida me vino a la cabeza la noche anterior y empecé a sentir la curiosidad de repetir otra vez.

En el desayuno, le hice una seña a Desireé, a la que respondió con un gesto de asentimiento. Después de eso, ya no recuerdo lo que pasó hasta después de la comida de medio día, cuando mis padres se retiraron a descansar. Fue entonces cuando me llamó y la seguí hasta su habitación.

Una vez metidos en ella, procedió a desnudarse completamente, permitiéndome comprobar cómo era a la luz del sol. Era una joven de unos 16-17 años, sus tetas eran puntiagudas y tiesas, no como las de mi madre, redondeadas y algo caídas. Su culo era muy redondo con los dos cachetes sobresaliendo. Las piernas normales, más delgadas que las de mi madre, y tan separadas en las ingles que mostraba (toda la hendidura) todo el coño con un montón de pelo, aunque mucho menos que mi madre.

-¿Le gusta mi cuerpo? -me preguntó mientras se contoneaba y pasaba sus manos por todas partes.

-Si. –le dije. Para que iba a decirle que no me decía nada, que solamente estaba allí por el gustito que había sentido cuando me la chupaba. Y que, además, no podía incluirla en mis juegos.

-¿Ha estado ya con alguna chica? –me preguntó.

-No, con ninguna, si no tenemos en cuenta lo de anoche.

-Pues no se preocupe, que yo le enseñaré.

Se acercó a mí y se arrodilló delante para estar a mi altura y comenzó a quitarme la ropa. Empezó a quitarme los zapatos y las medias. Soltó mis pantalones, que cayeron al suelo y los retiró de mis pies. Desabrochó mi camisa, la abrió y, mientras me la quitaba, comenzó a darme besos por mi pecho, y sobre todo, a darme lengüetazos en las tetillas. Ese tratamiento que me estaba dando……, empezaba a gustarme.

Siguió bajándome los calzones, de los que saltó mi pene polla totalmente tiesa y retirándolos, mientras me decía:

-¡Vaya, qué tenemos aquí! ¡Si hasta parece que se alegra de verme!

Yo creo que me sonrojé.

-Lo primero –me dijo- vamos a besarnos. ¿Sabe besar en la boca?

-No, no me gusta, me da asco

-Bueno, seguramente más adelante le parecerá otra cosa y tendrá más interés. Entonces le enseñare cómo excitar a una mujer. Yo te le iré diciendo y usted lo va haciendo.

-¡Pero a mi me gusta que me la chupes!

-Eso después. Para disfrutar con una mujer y que haga lo que usted quieras, tiene que excitarla primero, y luego podrá pedirle casi cualquier cosa.

-Valeee.-dije no muy convencido.

-Acérquese y vaya dándome besitos por el cuello, como se los da a su madre en la cara o a las señoras que vienen en la mano.

Yo comencé a darle besos, mientras ella me corregía cuando no lo hacía bien.

-Lámame y chúpeme el lóbulo de la oreja.

Tampoco me gustaba, pero ya lanzado, no me importó.

-Tome mis tetas con las manos, acarícielas y amáselas mientras sigue besándome.

Yo no sabía como acariciarlas, ni lo que era amasarlas pero ella me enseño.

-Vaya bajando con sus besos y chúpeme los pezones, acarícielos con la lengua…

-Chúpese bien el dedo medio ….

-Ahora páselo con suavidad por mi coño. Manténgalo siempre húmedo. Nunca se lo ponga a una mujer ahí si está seco y más si ella no está excitada.

Le pasaba el dedo muy suavemente, sin dejar de acariciar y chupar su teta y pezón. A ella debía gustarle, porque emitía algún que otro gemido.

Noté que conforme iba pasando el dedo la carne se separaba y ella gemía más. Yo me lo chupaba y volvía a la carga.

De repente, noté que en la parte superior había aparecido un botoncito, como uno de los pezones.

-¿Tienes otro pezón aquí?

-No, eso es el clítoris –me dijo entre tomas de aire mientras lo frotaba-, trátelo con cuidado, es uno de los puntos que más excita a una mujer.

Estuvimos mucho rato con estas enseñanzas. Nos acostamos en su cama. Me hizo repetir muchas de las acciones, hasta que me dijo:

-Chúpeme el coño y lama mi clítoris.

Yo, que en ese momento me encontraba chupando un pezón, me aparté y dije:

-Puagggg, que asco. Ni hablar. Me da mucho asco.

-Es algo que tendrá que aprender, no es nada malo y a las mujeres nos gusta mucho. Además, si quiere que se la chupe, tendrá que hacer lo mismo conmigo.

Así que no me quedó más remedio que hacerlo. Primero empecé a pasarle la puntita de la lengua por el clítoris, dando pequeños toques. Como no pasaba nada (sólo que ella gemía), empecé a bajarla, agitándola como me había enseñado con los pezones. Entonces empecé a notar un sabor extraño pero no desagradable, por lo que seguí recorriendo su coño de arriba abajo y de abajo arriba.

Hubo un momento que me pidió que metiese la lengua, pero no debió de gustarle mucho, porque me pedía ¡más adentro! Y yo ya no podía más, así que cambió de táctica y me pidió que chupara el clítoris y que metiera el dedo medio en el coño, con la yema hacia arriba y que frotase la parte superior.

Cuando lo hice, comenzó a gemir y a moverse como una poseída hasta que noté que soltaba una fuerte cantidad de flujo y dejaba de moverse, como si se hubiese quedado muerta, pero respirando fuerte..

Cuando volvió en si, me dijo:

-Ahora le toca a usted.

Y sin más, tomó mi (pen) polla y empezó a chuparla, acariciarla, lamerla, sin abandonar a mis (testi) huevos, que también fueron atendidos. (Tachados en el original)

A mi esto me gustaba, y recordando las escenas con mi hermano, le pedí que se colocase encima mío para comerle el coño otra vez, para lo que le faltó tiempo, por lo que, al momento, yo estaba lamiendo su coño y metiendo dedos en él y ella chupando mi polla y huevos con mucho interés, mientras me pedía que le diese fuertes palmadas en el culo.

Ya se me estaba haciendo largo y ella se había corrido (esto me lo explicó sobre la marcha) dos veces, cuando propuso cambiar de posición, tras aceptar por mi parte, se puso de rodillas, a cuatro patas y me pidió que se la metiera por el culo.

-¿Por el culo? –dije yo.

-Si, -me respondió- es lo bastante pequeña para no hacerme daño y lo suficiente para darme placer.

-¡No me gusta! – dije yo – me parece asqueroso.

-¡Todo le parece asqueroso y no le gusta!. ¡Si sigue así, tendrá que buscarse otra, y dudo que le aguante! ¡Estas cosas nos gustan a todas y también tendrá que hacerlo!

Así que no me quedó más remedio que ocultar mi vergüenza por tenerla tan pequeña y, de rodillas tras ella, meter mi polla en su culo, a pesar del asco que me daba, y empezar un suave meneo.

Ella se adapto a mis vaivenes y empezamos un mete-saca muy placentero para ambos, ya que los dos gemíamos casi a la par, hasta que ella debió tener un orgasmo, porque tras un fuerte gemido, quedó tumbada, dejándome con la polla al aire, toda tiesa.

-¡No puedo más! –me dijo- Dejémoslo para otro día.

-Como quieras, -dije yo- Yo también estoy cansado.

Se vistió, me ayudó a vestirme y que no se me notase nada y me acompañó hasta el cuarto de juegos, donde un rato después entró mi madre toda sofocada y pidiendo que le trajesen una jarra de agua.

El tiempo fue pasando. Cuando pasaban unos cuantos días volvíamos a quedar, aprovechando para enseñarme todo a cerca del cuerpo femenino y el masculino, en lo relativo a las relaciones sexuales. Con ella me convertí en un experto.

Desde los diez años, mi madre me cambió la habitación en el otro ala de la casa, donde se alojaban las visitas de hombres solteros cuando venían y tenían que hacer noche. Esto significaba que, habitualmente, no había nadie que nos oyese o pudiera darse cuenta de lo que ocurría, lo cual favoreció en mucho nuestra relación, ya que prácticamente, Desireé venía cada noche a “enseñarme” o a practicar cosas nuevas que oía del resto de la servidumbre, entre otras, el beso al que anteriormente me había negado y que me encantó.

Cuando tenía doce años aproximadamente, una de las veces en las que estábamos disfrutando de nuestra intimidad, se produjo un cambio importante en mi fisiología.

Ella estaba boca arriba sobre la cama, con el culo levantado con almohadas, con mi polla metida en su culo, el pulgar en su clítoris y dos dedos en su coño.

Yo entraba y salía, primero despacio, pero poco a poco, empezó a gustarme más, hasta que empecé un ataque frenético, mientras movía mis dedos al mismo tiempo, que incrementaba mi placer.

Ella gemía cada vez más fuerte. Me di cuenta que tuvo dos orgasmos, hasta que, de repente noté una extraña sensación que me recorría el cuerpo y se concentraba en mi polla, hasta que, de repente, sentí que algo se avecinaba. Empecé a temblar y una sensación como de mil hormigas corriendo por mi uretra y me fuera a orinar, llenó mi pene.

Lancé un largo gemido y caí sobre ella, permaneciendo un rato hasta que se calmó mi respiración.

Aparté la cabeza de Desireé nervioso, y ella me dijo:

– ¿Qué te ocurre?

– ¡He sentido una sensación muy rara pero agradable en mi pene!

– ¡No lo habías sentido antes!

– No, es la primera vez. –Y le expliqué mis sensaciones.

– Eso que has tenido es un orgasmo, y si tú quieres, en los próximos días tendrás muchos más.

– Pero no ha salido esa cosa blanca que les sale a los mayores

– Todavía tardarás un tiempo, pero ya saldrá. Tendrás que tener cuidado para no dejar a ninguna embarazada. Te convendrá terminar la boca o en el culo siempre que puedas.

– Yo encantado, pero …. Ya que estamos, ¿Podríamos volver a repetirlo? ………

**********************

Al mismo tiempo, las familias más importantes de la zona, e incluso las menos importantes, siempre que tuvieran hijas casaderas, empezaron a visitar a mis padres con más frecuencia, a raíz que las noticias que llegaban desde Londres informando de la carrera que mi hermano estaba haciendo allí, además de que se le auguraba un buen futuro en política y se comentaban las estrechas relaciones que mantenía con el rey y altos dignatarios de la corte.

Una de ellas eran los condes de Dankworth, con dos hijas: Mary Anne y Claudine, de 20 y 18 años respectivamente.

Por aquel tiempo yo sólo pensaba en disfrutar de las nuevas sensaciones que mi cuerpo me proporcionaba. Si no estaba con Desireé, buscaba un lugar apartado para disfrutar a solas, porque ya sabía que agarrando mi polla con la mano y dándole un movimiento de vaivén, crecía mi excitación y llegaba a un orgasmo. Así conseguía unos cuatro o cinco diarios.

Cuando venían, mi madre me tenía encargado entretener a las niñas, lo cual me obligaba a participar de sus juegos, ya que los míos no les gustaban. Además de dar grandes paseos alrededor de la casa. Me desagradan esas visitas, ya que no podía dedicarme a mi actividad relajante.

Cuando se iban, hacía la señal a Desireé y nos íbamos a mi habitación, donde empezaba con una mamada y terminaba con una enculada, solo para calmarme. Luego, por la noche, terminaba lo empezado hasta quedar ambos satisfechos.

Uno de los días de visita de los condes de Dankworth y sus hijas, mientras intentaba entretenerlas en el jardín, rogando para que se marcharan pronto y poder irme a disfrutar un rato, Mary Anne me preguntó:

-¿Ves mucho a tu hermano?

-Algunos domingos y las pocas veces que se toma un par de días de descanso. –le contesté.

-¿Y cuando viene, le hablas de nosotras?

-No. ¿Por qué habría de hacerlo?

-Pues, porque nos gustaría hablar con él también cuando venga, y así divertirnos todos juntos.

-¡No creo que tenga mucho interés! Cuando viene sólo habla de la vida de Londres, se interesa por las fincas y poco más.

-Bueno……. Verás ……… Es que ….. ¿Nos guardarías un secreto?

– Pues si, ¿Cuál es?

Después de hacerme prometer mil cosas y hacer cientos de tonterías, me dijo.

-Verás … a mi hermana y a mi nos gusta tu hermano.

-¿Y qué?

-Que nos gustaría que le hablases bien de nosotras.

(-Porqué tienen que ir detrás de mi hermano, teniéndome a mi aquí. A ver qué les puedo sacar. –pensé) y le dije:

-¿Porqué tendría que hacerlo? ¿Qué saco yo con eso?

-No sé…. Lo que quieras ….. ¿Qué … quieres?

Después de pensarlo un rato y varias veces a punto de decirlo, lo solté a bocajarro mientras el corazón se me salía por la boca de los nervios:

-Quiero que cuando vengáis nos vayamos a un sitio apartado, y pueda disfrutar de vuestros cuerpos desnudos.

-¡¡¡¡ Queeeeee!!!

-Lo que habéis oído. Eso o nada. –me atreví a decir. Y menos mal, porque ya no me salían más palabras.

-¡¡¡Eres un cerdo!!! ¡¡¡Se lo diremos a nuestros padres!!! ¡¡¡Grosero!!! ¡¡¡Pervertido!!! ….

Yo me di media vuelta (mas para que no viesen lo rojo y avergonzado que estaba) y me alejé hacia una casita de aperos cercana, donde me metí para ocultar mi vergüenza, mientras veía que ellas se dirigían a la casa.

Allí esperé a que viniesen mi padre y el de ellas a matarme. Pasó el tiempo y nadie vino, sin embargo al cabo de un buen rato, oí que montaban en el coche y que los caballos se ponían en marcha. Volví a la casa a cuya puerta todavía estaban mis padres y oí a mi madre que decía George, lávate y ponte ropa limpia para cenar, y se metieron dentro.

-De momento, no ha pasado nada.-me dije con un gran suspiro.

**********************

Al jueves siguiente, hicieron una nueva visita, pero yo, que los esperaba, vi a tiempo el carruaje y me refugié en las caballerizas, donde me puse a cepillar a mi caballo.

Cada una por separado buscó el momento de encontrase a solas conmigo para tratar de negociar. En cuanto vino la primera y me dijo “Podemos hablar …”, sola, sin los padres, me dije “Sigue interesada. No ha dicho nada”. Así que volví a jugármela y les dije que tenían que ponerse de acuerdo y venir las dos para exponerles la situación conjuntamente. Pero como ya era tarde, lo dejábamos para el próximo día, y que anunciasen que nos iríamos a merendar a la fuente. (fue lo primero que se me ocurrió, y parece que no fue una mala idea). Ambas aceptaron y se marcharon. Mientras yo me calmaba con Desireé, a la cual, con la excitación, no conté nada en ese momento, y luego pensé, egoístamente, ¿Y si no le gusta y me rechaza? ¿Y si lo de las hermanas no funciona? ¿Con qué me quedaba yo? Por tanto, decidí seguir sin contárselo.

Yo tuve varios días para pensar en mi propuesta concreta y qué era lo que les iba a exigir, llevándolas a donde quería pero sin forzarlas para que no se echasen atrás.

Volvieron a la semana siguiente y tal y como habíamos quedado, nos prepararon en la cocina una cesta con merienda y en las caballerizas un caballo muy tranquilo, con un coche descubierto, en el que nos subimos los tres y partimos camino de una fuente no muy lejana

Realmente no era una fuente, sino un pequeño salto de agua de un riachuelo, que con los años había formado un pequeño remanso, poco profundo, donde íbamos a bañarnos mi hermano y yo, a cuyo alrededor había crecido una alfombra de hierba blanda.

Durante todo el camino solamente hablamos del camino, del paisaje, de cómo era el lugar, su tranquilidad, su soledad, etc.. Cuando llegamos, bajé y ayudé a bajar a ellas, bajé también la comida, ellas extendieron una manta y colocaron un mantelito, comenzando a sacar la comida a base de pollo frío y similares, elogiando la buena pinta que tenía todo.

Nos sentamos, ellas una a cada lado mío, y les dije:

-Bueno, ya que estamos aquí, asumo que habéis aceptado mi propuesta. ¿Es así?

-Lo hemos hablado, y si tú nos das tu palabra de hablar con tu hermano a nuestro favor, ahora nos desnudaremos para ti.

-No lo habéis entendido. Lo que yo quiero es que vengáis a verme todas las semanas, nos vendremos aquí o a otro lugar, incluso en habitaciones de la casa, os desnudareis y permaneceréis desnudas hasta que nos vayamos, mientras tanto, os preocupareis de darme placer de todas las formas posibles y me dejareis disfrutar de vuestros cuerpos a mi gusto, mirando, tocando o como quiera. Yo, a cambio, hablaré muy bien de vosotras, sin exagerar para no levantar sospechas, y si accede, concertaría una cita con vosotras.

-Pero nosotras no podemos aceptar eso, queremos permanecer vírgenes hasta el matrimonio.

-Como podréis comprobar, hay muchas formas de disfrutar y permanecer vírgenes. –(Ya veremos), pensé yo- Pero no es necesario que vosotras disfrutéis si no queréis, basta con que lo haga yo.

Sin dar más tiempo a reflexionar, le dije:

-¡Venga, desnudaos deprisa, que no tenemos todo el día! ¡Vamos! ¡Vamos!

Ellas se miraron y comenzaron a descalzarse y quitarse las medias.

-Desnudaos siempre de pie. Quiero veros bien.

Ambas se levantaron y siguieron desnudándose. Iban a la par, se quitaron las faldas, seguidamente las enaguas, los corpiños, con los que tuvieron que ayudarse mutuamente, quedándose con una camisola y unas bragas. En este punto se detuvieron, totalmente rojas.

-¿A qué esperáis? –les dije- ¡Desnudas ya!

-Nos da mucha vergüenza.

-¿Queréis mi ayuda o no?

Como puestas de acuerdo, se quitaron la camisola. De inmediato, pude ver las tetas de Mary Ann, grandes, duras y tiesas, con unos pezones sobresalientes, mientras que Claudine presentaba un par de tetas más pequeñas, casi nacientes todavía, pero también con unos pezones sobresalientes y gordos.

Tras alguna duda y una mirada mía, procedieron a quitarse las bragas y quedar desnudas ante mí. Las examiné a conciencia, no en vano me había aprendido el cuerpo de una mujer hasta saber la ubicación de cada uno de sus poros.

Las dos eran preciosas, Mary Anne, la mayor, con 20 años, tenía los pechos grandes y puntiagudos, con un poquito de relleno, que le daba un tamaño y aspecto muy apetecibles, con los pezones sobresalientes, como deseosos de ser chupados. Rubia, de labios finos, con muy poco bello en el pubis y un par de piernas largas y delgadas, terminadas con un culo redondeado.

Claudine, la menor, con 18 años, tenía los pechos más pequeños, pero también en punta. Era rubia y de labios finos también, menos bello en el pubis y también con un buen par de piernas, pero su culo, totalmente redondeado, era espectacular.

-Sentaos a mi lado. –les dije, siguiendo cuando lo hicieron- y desnudadme.

Ellas empezaron, una a quitarme la camisa, y la otra los zapatos y medias, entre ambas, quitaron mis pantalones y calzones, dejando al aire mi polla.

Pude observar entre ellas una mirada, que luego volvió sobre mi polla. No dijeron nada, pero imaginé que sería por su pobre tamaño,

-No os preocupéis, con este tamaño ha sido capaz de dar mucho placer.

Ellas no dijeron nada, por lo que las agarré por los hombres y las acerqué a mí.

-¿Os apetece un baño?

-Si -dijeron a la par. Creo que más por evitar mi atención hacia ellas que por el verdadero interés de bañarse.

Nos metimos en el agua, que a pesar de ser verano, se notaba algo fría, y me acerqué a ellas con el fin de hacerles aguadillas, hasta que entraron al juego y estuvimos un buen rato jugando y disfrutando.

Yo procuraba acercarme a ellas y frotarles los pezones, acariciarles las tetas, tocar y acariciar su cuerpo, etc., con la intención de ir excitándolas. Cosa que poco a poco fui consiguiendo.

El agua realmente nos llegaba solamente a medio muslo y el fondo era de arena, por lo que resultaba muy agradable estar allí, y cuando me echaba encima de alguna, no se hundía hasta ahogarse.

En un momento dado, me puse de pie y le dije a Claudine:

¿Por qué no me la chupas?

-No se hacerlo, no lo he hecho nunca. Además me da mucho asco.

-Me da igual, métetela en la boca, que yo te enseñaré, o ¿quieres que terminemos aquí?

-No, no, no. Te la chuparé. –Y se aproximó a mí, se arrodilló en el fondo y se metió mi polla en la boca.

Tuve que darle unas instrucciones de cómo chupar y lamer la polla y los huevos, pero fue una buena alumna y enseguida estaba dándome una mamada como una experta.

Una ve estuvo lista, llamé a Mary Anne y presionándola contra mi costado, comencé a besarla mientras estrujaba sus pechos y acariciaba los pezones. Bajé mi mano hasta su coño totalmente empapado y no sólo por el agua de la fuente, donde hice un recorrido con mi dedo, no hice mención de meterlo, pero al pasar sobre su clítoris le hice unos movimientos circulares por encima de la piel que la hicieron cerrar los ojos y tomar aire.

Mientras Claudine seguía con mi polla en la boca, chupando y lamiendo según mis indicaciones, ayudada de vez en cuando también por mi mano sobre su cabeza que marcaba el ritmo cuando se despistaba.

Bajé mi boca a sus pezones y comencé a darles toques con la lengua, a chuparlos y acariciarlos, mientras la mano que la sujetaba contra mi, dejaba de ser necesaria para ese menester y la bajaba a su culo y metiéndola entre sus cachetes, acariciaba el ano.

Pronto empezó a gemir, sobre todo cuando pasaba mi mano acariciando su raja y hacía giros sobre su clítoris, que ya asomaba entre los labios.

Mientras tanto, la labor de Claudine hacía su efecto y estaba sintiendo acercarse mi orgasmo, por lo que aceleré mi ritmo sobre el coño de Mary Anne, metiendo el dedo entre los labios vaginales y recorriendo arriba y abajo, desde la entrada hasta el clítoris y viceversa.

Empezó a gemir y jadear cada vez más fuerte.

-¡mmmmm! ¡mmMMM! ¡MMMMMMM! ¡AAAAAAAAAA! -gritó mientras se convulsionaba.

En ese momento, retiré mi mano y la puse sobre la cabeza de Claudine y mientras la presionaba contra mi cuerpo, descargué toda mi leche en su garganta.

-¡AAAAAAAAAAAAAA! Trágatelo todo. Así, así, ¡OOOOOHHHHH!, que gusto….

A ella le dieron arcadas, por lo que retiré mi polla, que solamente había aflojado un poco, y le cerré la boca diciendo con voz fuerte:

-¡No se te ocurra escupirlo!

Ella me miró casi con miedo, pero no soltó nada.

-Ahora te toca a ti Mary Anne. Chúpamela hasta que me corra..

-¡Pero yo no quiero que me hagas eso!

-¡¡¡Tu harás lo que te diga, o nos vamos a casa y nos olvidamos de todo!!!

Se arrodilló delante de mí, tomó mi polla con la mano y se la metió en la boca. Todavía tendría el sabor a la saliva de su hermana y a los restos de mi corrida, por lo que se la sacó y echó un poco de agua sobre ella, para empezar a pasarle la lengua como había explicado a su hermana, y hacerme una mamada en condiciones.

Yo llamé a Claudine a mi lado, y, como había hecho con su hermana, comencé a besarla y acariciarla, ella, después de lo que había visto, estaba más receptiva y preparada. Sus pezones se pusieron duros inmediatamente. Los tenía grandes y gruesos, más que su hermana teniendo más pecho.

Los acaricié, chupé, mordí, haciéndola soltar fuertes gemidos de placer. Se retorcía frotándose contra mí, lo que me hizo buscar confirmación a mis sospechas, bajando mi mano a su coño y encontrando un auténtico río de flujo y un clítoris hinchado, a punto de reventar.

Prácticamente no tuve que hacer nada. Solamente con pasar mi mano por encima y darle una vuelta sobre el clítoris, se corrió en un estruendoso orgasmo.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! ¡MMMMMMM! ¡MMMM! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! No pares, no pares. ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!.

Eso casi me puso al borde del orgasmo. Tuve que sujetarla porque se le doblaban las piernas. Al mirar a su hermana, vi te tenía una mano metida en el agua, y estaba acariciando su chocho. Le metí la polla hasta adentro, sujetando su cabeza y le dije:

-Ahora solo tienes que darme placer a mi.

Ella retiró su mano y me acarició los huevos, mientras chupaba y lamía mi glande y masturbaba con la otra mano.

Yo volví a Claudine, que se recuperaba lentamente. Volví a besarla y acariciarla despacio. Acaricié su ano y probé su estrechez haciendo algo de presión, lo que la hizo soltar un breve gemido. Volví a sus pechos, sus pezones, su cuerpo. Todo fue recorrido o por mi boca o por mi mano.

Cuando volví a bajar a su coño, lo encontré receptivo, había vuelto a excitarse, señal de que quería más.

Como yo no tenía prisa, ya que acababa de correrme y no iba a llegar tan pronto, me dediqué a pasar mi mano por enciman de su coño, presionando ligeramente, mientras seguía con el resto de mis atenciones para con ella y corrigiendo a su vez, los movimientos de su hermana.

No tardando mucho rato, noté que se encontraba al borde del orgasmo, por lo que flojé en mis caricias, sólo para mantenerla en ese estado y yo, que también me encontraba cerca, apuré a la hermana para que acelerara la mamada. Teniendo que repetir, al momento, la escena anterior. Aceleré mis caricias sobre el coño de Claudine hasta que se corrió de nuevo.

-¡MMMMMMMMMMM! Más, más. ¡MMMMMMM! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Su orgasmo debió de ser más fuerte que el anterior, porque todavía le fallaron más las piernas y yo, casi le meto el dedo en su ano mientras la sujetaba.

Con la otra mano, sujeté la cabeza de Mary Anne y le follé dos o tres veces la boca, corriéndome nuevamente

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! Trágatelo tú también. Verás como, a partir de ahora, te gusta más ¡MMMMMMMMMMM!

-Cuando termine, le dije:

-Chúpala bien y déjala limpia.

Ella lo hizo, y tras terminar, tomó agua con la mano y me la lavó.

Tras esto, salimos del agua, dejamos que nuestros cuerpos se secaran, mientras dábamos buena cuenta de las viandas que nos habían puesto, mientras hablábamos de tonterías. Más tarde, nos vestimos, recogimos todo y nos pusimos en camino de regreso a casa.

Ambas iban sonrientes, sentadas una a cada lado mío, hasta que se pusieron serias y me preguntó Mary Anne:

-¿Lo hemos hecho bien? ¿Te ha gustado?

-Ha estado bien, pero os falta mucho que aprender para satisfacer bien a un hombre. ¿Y vosotras? ¿Lo habéis pasado bien?

Se miraron y pusieron coloradas a la vez y respondieron al unísono.

-Mucho.

-¿Habías llegado antes al orgasmo?

-Yo no, nunca. –dijo Mary Anne.

-Yo tampoco –dijo Claudine.

-¿Ni siquiera os habéis masturbado? –ambas negaron con la cabeza.

-¿Porqué no os levantáis las faldas y me enseñáis el coño?

Su color se acentuó del rojo al marrón.

-Nnnnnooo pppppodemos hacer eso. Nnno pppuedes pedírnoslo..

-¿Cómo que no podéis? Después de lo de esta tarde. ¿Cómo que no puedo? Entra dentro de mis exigencias.

Empezaron a subirse los ropajes hasta llegar a sus bragas. Les pedí que se las bajaran y abriesen las piernas, mientras sujetaban la ropa.

Sujeté las riendas con mis piernas (al fin y al cabo, el caballo conocía el camino) y puse una mano en cada coño, acariciándolas suavemente.

Cuando ya estábamos llegando, y con las manos totalmente mojadas pero sin haberlas hecho correrse, les dije que se colocasen bien todo, cosa que hicieron, no sin soltar un bufido de desagrado, a lo que les dije:

-El que disfruta soy yo, vuestro placer tendréis que ganarlo y pedirlo.

La verdad es que estaba más caliente que el hierro en la fragua.

Cuando llegamos a casa, sus padres ya esperaban para marchase. Bajé del carruaje y les di mi mano para ayudar a bajar a ambas, mientras ellas iban hacia sus padres, yo entregaba las riendas a un criado. Al volverme, desde mi posición lateral, observé un gesto extraño en la cara de la madre, como de interrogación, que fue respondido por Mary Anne con una leve afirmación de cabeza. Me pareció extraño, pero no le di importancia.

En la puerta me encontré con Desireé, a la que hice la seña de costumbre.

Esa noche, como todas, la estaba follando duro por el coño, y ella, entre gemidos, me hacía preguntas, sólo para tomarme el pelo, aunque nunca se puede saber con una mujer.

-¡MMMMM! ¿Qué pasa? ¡MMMMM! ¿No te han follado lo suficiente las hermanitas? ¡MMMMM!

-¡AAAAHHHH! No, solo me han hecho un par de mamadas, ya ves lo desanimado que vengo. ¡AAAHHH!. –Ella lo tomó como yo quería, como una mentira de broma, que a su vez, la ponía más y más caliente..

-¡MMMMM! ¡Pues no te las han debido hacer muy bien…..!

-¡AAAHHH! Es que nadie las hace como tú.

Se la saqué, me di la vuelta para meterle la polla en la boca y comerle el coño a la vez, hasta que terminamos con un tremendo orgasmo cada uno.

Ese viernes vino mi hermano. Después de los abrazos, saludos, etc. con toda la familia, busqué el momento más oportuno para hablar con él.

Le conté todo lo que me había pasado con las hermanas, lo que pretendían, lo que habíamos hecho, lo que observé con su madre, etc.

El me felicitó por lo bien que había llevado el asunto y aprovechó todo el tiempo que pudimos estar juntos para explicarme cosas que debía saber y lo que tenía que hacer.

En un momento dado me dijo:

-Eres muy espabilado para tu edad, más que cualquiera que conozco, incluso mayores que tú. Además estás tan alto como yo. ¿Cuánto mides?

-Unos 5 pies y 9 pulgadas (175cm) aproximadamente.

-Desde luego, también eres mucho más alto de lo normal. Te has hecho un hombre ya.

Por las noches, se iba a la taberna del pueblo cercano a beber con los amigos. A mí no me quería llevar porque decía que era muy joven para beber. Yo me iba a la cama con Desireé y follábamos como locos, luego se iba a su habitación y yo me dormía como un bendito.

Más tarde me enteré de que, cuando mi hermano volvía a altas horas de la madrugada, algo bebido, pasaba por la habitación de ella y también follaban a gusto.

Mi hermano se marchó y llegó el siguiente día de visita. Cuando llegó el carruaje, salimos a recibirlos, como siempre, mis padres y yo.

La primera en bajar fue la madre, que vino directa hacia nosotros, besó a mi madre, puso la mano para el beso de mi padre y, girándose hacia mí, tomó un pellizco de mi mejilla diciendo:

-¡Cada día estás más alto y más guapo!

Yo puse cara de desagrado, por lo que mi madre saltó inmediatamente.

-Si, se nos está haciendo mayor y ya parece que no le gustan las caricias infantiles.

-Habrá que buscar otras caricias que le gusten más.-Dijo la madre sonriendo, y creo que con algo de picardía.

Tras ella bajaron sus hijas, seguidas del marido. Ellas también besaron a mi madre y dieron la mano para que las besásemos mi padre y yo. Por su parte, su padre besó la mano de mi madre y estrechó las nuestras. Inmediatamente, la madre dijo:

-Bueno, basta de tanto saludo, que ya nos conocemos. George, ¿porqué no llevas a las niñas de merienda, como la semana pasada, que dijeron que lo habíais pasado muy bien?

-Si, señora, nos iremos ahora.

-No vengáis muy tarde, que luego se nos hace de noche en el camino.

-No, señora, no se preocupe.

El coche estaba preparado, así como la merienda, una manta grande que me había preocupado de esconder antes y alguna cosa más. Nos montamos como siempre, yo en medio de las dos y partimos hacia la fuente del bosque.

Cuando la casa estaba ya algo lejos, Mary Anne dijo:

-¿No te apetece nada?

-Bueno, ya que lo dices…. Sácame la polla y chúpamela.

Ella, con algo de desilusión en la cara, abrió mis pantalones y sacó la polla de los calzones, que ya estaba tiesa de las ganas que tenía.

Se la metió toda en la boca, para luego cerrar los labios entorno al tronco e ir sacándola despacio, hasta que solamente le quedó el glande dentro, al que empezó a pasarle la lengua por el borde y darle suaves chupadas, para volver a meterla y repetir la operación. Parece que recordaba las lecciones.

-Y yo, ¿no quieres algo de mí también? –dijo Claudine

-Por supuesto, bésame y acaríciame.

A lo que ella se puso de inmediato. Me besaba mientras me abría la camisa y acariciaba mis pezones, mientras decía.

-¡MMMM! ¿No quieres nada más?

Yo veía que estaban con ganas de que les hiciese lo mismo del otro día, pero preferí dejarlas con las ganas.

-De momento, no, sigue con lo que estás.

Poco rato después, anuncié a Mary Anne:

-Me voy a correr. Prepárate a tragarte todo si no te quieres arrepentir luego.

Ella afirmó con la cabeza, sin sacársela de la boca y acelerando el ritmo.

Eso hizo acelerar mi orgasmo y me derramé en lo más profundo de su garganta.

Ella tragó todo y me la dejó totalmente limpia.

-Sigue chupando hasta que te avise.-Le dije, y así seguimos el camino

Les fui contando que mi hermano había venido el fin de semana y que le había contado que ellas nos habían visitado. Que estaban muy guapas. Que él me había preguntado qué habíamos hecho y yo le había dicho que jugar y pasear alrededor de la casa. Que eran muy amables y todo lo que mi hermano me había dicho que les dijera.

Ellas escuchaban sin dejar su labor, aunque sus labios de estiraban en una sonrisa que querían ocultar.

Con esto, llegamos a la fuente, las ayudé a bajar y les dije que bajasen la comida y extendiesen el mantel. Mientras, yo, bajaba un par de sacos rellenos de paja que había preparado, tomaba la manta guardada y la extendía a pocos pasos, habiendo colocado debajo los sacos a una distancia determinada. De la cesta de la comida, extraje dos botellines, que dejé sobre la manta mientras me sentaba en ella para ver las evoluciones de las hermanas.

Ellas, que en ningún momento perdieron de vista lo que yo hacía, habían terminado también, y quedaron de pié esperando mis órdenes.

-Desnudaos ya. –les dije.

Ellas se quitaron sus vestidos y …. ¡Oh! ¡Sorpresa!. No llevaban nada más debajo.

-¿Y esto? ¿A qué fin?

– Es para desnudarnos y, sobre todo, vestirnos más rápido, no sea que aparezca alguien y nos pille desnudas.

-Je, je, je, je. Me parece muy bien.- Ahora entendía el interés por hace algo durante el viaje.

-Quiero que os acostéis una junto a la otra, con el culo sobre el bulto de la manta y las piernas bien abiertas.

Así lo hicieron, quedando acostadas juntas, con la cabeza a la altura de las rodillas de la otra.

-A vuestro lado tenéis un botellín de aceite, untaros los dedos y empezad a lubricar y meterlos en el ano de la otra. Primero lubricáis y luego metéis los dedos, primero uno hasta hacer sitio, luego dos, tres, así sucesivamente, hasta que entren tres o cuatro dedos con facilidad.

Tras algunos ajustes iniciales, ambas metieron el dedo índice en el ano de la otra, comenzando un movimiento circular, a la vez que de entrada y salida. Yo me desnudé, me arrodillé con una pierna a cada lado de la cabeza de Claudine y metí mi polla en su boca. Ella lo entendió enseguida, empezando una suave mamada. Me incliné sobre ella y me puse a lamer su coño.

Enseguida empezaron los gemidos, ahogados por mi polla.

-¡MMMMMMMMMMMMMM! ¡SIDDDDDDDD! ¡MMMMMMM!.

Su hermana me miraba deseosa, por lo que, después de un rato en esa posición, me levanté y me coloqué sobre ella igual que con su hermana. Me encontré con un coño totalmente empapado y deseoso, por lo que empezó a gemir más, de lo caliente que estaba:

-¡MMMMMMMMMMMMMMMMMM! ¡AMMMMAMMMM! ¡SIMMM! ¡SIMMMM!

Al poco tuvo su primer orgasmo de la tarde. Hubiese berreado como una cerda si no hubiese tenido mi polla en la boca. Dejo de mover el dedo dentro del ano de su hermana, quedando como ida.

Yo volví a cambiar de hermana y seguir con lo mío, mientras Mary Anne volvía en si y reanudaba su labor a instigación mía.

Claudine también estaba muy excitada, y metí mi dedo en su coño hasta encontrar su himen. Entonces comencé a frotar la zona junto a él, a lo que ella respondió sacándose mi polla de la boca y dando gritos de placer.

Enseguida me levanté y dándole dos bofetadas le dije:

-¡Que sea la última vez que dejas de chupar mi polla sin que yo te lo mande! ¡Estás aquí para mi disfrute, no para el tuyo, ya que fuisteis vosotras las que así lo quisisteis!

Volví a mi posición y seguí un rato más, hasta que noté que se encontraba cerca de su orgasmo, entonces, cambié de posición con la hermana, que ya se encontraba recuperada, volviendo a empezar el proceso.

Al poco rato, ya estaba excitada otra vez, gimiendo ante mis caricias y lametazos, entonces le metí el dedo como a su hermana, sintiéndola moverse en busca de su placer. Entonces volví a cambiar.

Así estuve hasta que ya no podía más, las penetraciones anales de los dedos iban en aumento. Cada una soportaba ya tres dedos dentro de su culo y parecía que les estaba gustando, así que, aprovechando que estaba sobre Mary Anne aceleré mis lamidas y chupadas sobre el clítoris y aumenté el movimiento de mi dedo en su interior. Al momento se le desencadenó un monumental orgasmo, que llenó mi cara y mi mano de su flujo.

-¡MMMMMMMMMMMM! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH! –dijo soltando mi polla. Esperé a que se relajara y cambié a su hermana que estaba expectante.

Volví a empezar a calentar a Claudine nuevamente, cosa que necesitaba poco, porque se mantenía caliente solamente de ver la corrida de su hermana y la manipulación de su ano. Repetí el proceso con ella, hasta que la sentí llegar a su potente orgasmo, aprovechando para dejar de contenerme, ya que no podía más, y correrme dentro de su boca, al tiempo que ella se convulsionaba

Después de esto, permanecimos unos minutos recostados sobre la manta, hasta que nos recuperamos totalmente. Ellas se levantaron primero y fueron a la fuente a lavarse, al verlas frotarse el cuerpo con el agua, me acerqué a ellas y les pedí que me lavaran la polla y los huevos, lo que parece que hicieron muy gustosas. Yo aproveché para comprobar la dilatación de sus anos.

-La próxima vez, haréis esto antes de venir, porque quiero estrenar vuestros culitos. Además, os interesará repetirlo durante la semana, para estar mejor preparadas.

-Lo que tu digas.-dijeron a la vez.

Salimos del agua y fuimos a merendar y, con el hambre que da el ejercicio, pronto terminamos con las viandas.

Nos vestimos y regresamos a casa. Por el camino les pregunté:

-¿Os ha gustado?

-¡¡¡Siii, mucho!!! –dijeron.

-¿Y todavía seguís interesadas en mi hermano? ¿No os gustaría seguir conmigo?

-¡¡Imposible!! .dijo Mary Anne- ¡Si hacemos eso, nuestra madre nos mata!

-¡¡Nos advirtió que hiciésemos lo que fuese para que una de nosotras se casara con él!! –dijo Claudine.

-¡¡Eso no deberías haberlo dicho!!-dijo su hermana

-Es igual, -dije yo- ¿Y una vez que mi hermano elija, la otra querrá seguir conmigo?

-Será imposible, mi madre ya tiene pensado quien será el candidato para la otra.

Yo me callé. No supe qué decir. Al fin y al cabo, mi interés por ellas era para follármelas e informar a mi hermano, no tenía pensado ni mucho menos casarme con ellas.

Llegamos a la casa, las ayudé a bajar y me fijé en la madre y ellas, la madre volvió a hacer el gesto interrogante y ambas sonrieron. Estaba claro. Como había insinuado mi hermano, la madre era la que las dirigía y a la que informaban de todo.

Agradezco las críticas constructivas y de apoyo, y no echaré en saco roto las destructivas. Gracias por vuestras valoraciones. Sugerencias en privado a:

amorboso@hotmail.com

 

Relato erótico: “QUIEN SERA LA MEJOR LA MADRE O LAS HIJAS” (PUBLICADO POR JIHNM).

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2QUIEN SERA LA MEJOR

LA MADRE O LAS HIJAS.

 

Sin títuloEra el año de 1981, un año muy violento para Centro América, dos países hermanos sufrían en carne propia un estado de guerra interna, producto de una revolución sandinista y el otro de una lucha fratricida en el país más pequeño de américa central.

Una cadena de televisión de Sudamérica, me contrato para cubrir los acontecimientos que se estaban desarrollando en esos países.

Estaba bien pagado en dólares, y hay que decirlo la televisión es un mundo apasionante, porque la rutina no existe, ya que todos los días se viven historias diferentes y es muy parecido al arte, porque todo es creatividad y tú tienes que imaginarte como se presentara la noticia, desde el principio hasta su final, además te codeas con la gente que maneja el poder detrás de un escritorio y eres bien recibido y a veces hasta cobras, porque salgan diciendo, una serie de mentiras y pendejadas y a ese servicio se le conoce como relaciones públicas.

Otro de los privilegios de la profesión, es que tu micrófono y tu cámara, te abren puertas que para muchos, solo sueñan con entrar.

Dicho de otra manera, el militar tiene poder a través de su uniforme, el político detrás de su curul o escritorio, el religioso por la sotana o la biblia en la mano y por último el periodista con sus herramientas de trabajo.

Todo lo anterior significaba, que cuando uno se movía en busca de la noticia, por lo general y no todas las veces, eres bien recibido cuando llegas a cubrir algún evento noticioso, y te vuelves el centro de la atención, porque muchos se creen importantes que hasta pagarían de cualquier forma por salir en pantalla.

Hice toda esta introducción, para darles una idea del porque y cómo sucedieron las cosas, en este relato, ahora entremos de lleno en la trama.

Me encontraba en mi oficina, cuando recibí una llamada del secretario de prensa, comunicándome que una enorme cantidad de personas se encontraban en una de las fronteras y que funcionarios del gobierno como también embajadores de gobiernos amigos llegarían al lugar para ser testigos de la marea de gente que en calidad de refugiados y otros como sobrevivientes de atrocidades  venían huyendo de sus perseguidores,

 Pedían asilo para entrar al país.

Busque a mi camarógrafo y tomamos una camioneta Toyota de doble tracción, que nos servía para movilizarnos por cualquier carretera.

Tras varias horas de jornada llegamos a nuestro destino, hicimos tomas, entrevistas y tratamos de buscar el interés humano para trasladarlo al público y para el final los representantes del gobierno nos dieron, logística, información y alimentos que también eran servidos a las delegaciones diplomáticas.

Estando en la frontera, y caminando a la par de mi camarógrafo le pido que caminemos en medio de la gente para captar en sus rostros, el  sufrimiento que vivió esa población al salir huyendo de su país,

En medio de esa cantidad de personas algo me impresiono de gran manera, la vi de espaldas y ante mis ojos vi, el cuerpo más curvilíneo y hermoso que se podía esperar de una mujer.

 Tenía el pelo muy largo de color castaño y su piel blanca. Vestía unos sensuales pantaloncitos cortos, con una blusa manga larga y su estatura cuando mucho 1.65 mts.

Además note como que temblaba porque la temperatura se sentía muy baja en esa hora y apenas comenzaba la noche.

Me acerque donde ella y al llamarla diciéndole señorita, se da la media vuelta y una cara de niña de lo más preciosa, me sonríe al verme,

¿Cómo te llamas?

KARLA

¿Qué edad tienes?

Voy a cumplir 17 el próximo mes

¿Estás sola?

No, estoy con mi madre y mi hermana, que andan buscando comida, ya que no hemos comido nada desde ayer,

¿Tienes frio verdad, estas temblando?

Mucho y no tengo suéter.

Era lindísima con una inocencia que te robaba el corazón con solo verla y escucharla.

Sígueme al carro y te daré algo de comer y creo que mi abrigo te servirá para el frio.

Íbamos en camino cuando se escucho

¿Karla adónde vas?

Eran la madre y la hermana.

Mama él es el periodista que vino a ver qué nos pasa.

Yo solo me reí  y me presente con ellas.

Yo soy Héctor y él es Luis mi camarógrafo, y queríamos ayudar a su hija con algo de comer y un abrigo para el frio.

Su madre, con lo mal vestida que andaba no parecía gran cosa, porque usaba unos pantalones que no eran de su talla y se cubría el pelo con una especie de gorro en punta, pero su cara era de rasgos finos, y una estatura de 1.70 mts,

Por su parte la hermana, estaba más desarrollada pero igual de preciosa y era la más alta de todas, y un cuerpazo, que mostraba un redondo y escultural trasero en unos jeans todo sucios

´Por favor síganme, nuestro carro que está a unos quinientos metros y luego veremos qué puedo hacer por ustedes.

Nos siguieron y les dije que subieran al automóvil por el frio, y les fui a buscar raciones de comida que habían sobrado en las oficinas de la aduana.

Muy amables me dieron lo que les pedí, incluyendo algunas bebidas para ayudar a digerir los alimentos, que realmente eran deliciosos.

Volví con ellas y verdaderamente devoraron lo que les lleve y al terminar  pedí que me contaran su historia.

Su odisea comienza así, según lo que me conto la madre.

Eran una familia, que tenían una buena posición económica ya que su esposo y padre de las niñas había sido un coronel activo de las fuerzas armadas que se encargaba de la contra inteligencia y además especialista en lucha contra insurgentes y era el que tenía a su cargo el interrogatorio y el destino de todo aquel que caía en su jurisdicción.

En una revuelta en la pequeña ciudad donde habitaban, todos los elementos del gobierno, fueron asesinados por las tropas rebeldes.

El coronel fue de los últimos en caer y fue colgado en uno de los arboles más altos del parque central de la ciudad.

El odio hacia la persona del coronel no tenía límites, porque era conocido como el principal responsable de muchas muertes y desaparecidos en la zona, como también de las peores atrocidades en sus interrogatorios, cuando una persona estaba en sus manos.

La venganza del pueblo fue salvaje y a su mujer e hijas tuvieron que salir huyendo, solo con lo que tenían puesto y hasta tuvieron que disfrazarse, para no ser reconocidas y huir con la multitud que salió en veloz carrera con rumbo desconocido, hasta llegar a la frontera.

Durante la fuga, recibieron ayuda de almas caritativas pero también habían soplones que deseaban una recompensa por descubrirlas ante sus perseguidores.

Tuvieron que esconderse y viajar de noche, algunas veces en automóvil y otras simplemente a pie.

Nos contó que su marido no tenía familiares en el país y que realmente ella creía que era un mercenario que trabajaba para el gobierno de turno.

Nos dijo también, que ella conoció a su marido en un país de sur américa, cuando este llego a estudiar a una de las academias de su nación. Ahí se conocieron y el la trajo a centro américa donde nacieron sus hijas.

Además nos explicó, que sentían mucho miedo de ser reconocidas, porque la vida de sus hijas como la de ella, estarían en gran peligro porque dentro de los exiliados venían familiares de insurgentes y eso les provocaba una enorme inseguridad y no sabían que hacer para seguir adelante o ese lugar se convertiría en su trágico final.

Realmente su historia me conmovió y me atreví a decirles que yo sería su amigo y protector y que las llevaría conmigo, y trataría que la pasaran más o menos, mientras se mejoraba la situación en su lugar de origen.

Me vieron al rostro con mucho agradecimiento y no se cansaban de darme las gracias por la ayuda que les estaba ofreciendo.

Fui a buscar al coronel que tenía el mando en esa región fronteriza y amablemente le expuse mi deseo de ayudar a esas mujeres y que yo me haría cargo y responsable por ellas y que deseaba llevármelas a la capital en vista de que su seguridad estaba en riesgo por ser hijas y esposa de un  coronel  que fue asesinado en una zona próxima donde se presentaron las contingencias.

El coronel al darse cuenta que eran familia de un ex compañero de armas, me dio todas las facilidades y me asigno un oficial para que aligerara los trámites para su ingreso legal al país.

Se hicieron todos los arreglos y con ellas abordo, iniciamos nuestro regreso.

Durante los primeros kilómetros confirme los nombres de las tres.

Katia la madre

Karen la hija mayor y

Karla, la más tierna y menor de las hijas.

Después de unos minutos se durmieron, como si no lo hubieran hecho en días y despertaron hasta llegar a ciudad capital.

Llegamos en la madrugada y las lleve a mi departamento para luego irme a la oficina y editar  las tomas  y pegarnos al satélite para enviar la información.

Quiero aclarar que el trabajo de corresponsal, no significa que tengas que reportear todos los días, el trabajo se hace cuando hay una noticia, que pueda trascender a nivel mundial o es muy importante para la región, donde se viven los hechos.

Regrese a mi condominio, pero al entrar me fui directamente a mi habitación donde dormían en un profundo sueño y no quise despertarlas por lo que me quede en el sofá.

Cuando me desperté, ellas velaban mi descanso y me sentí apenado por lo tarde y porque sabía que no habían comido.

Como solo traían lo que tenían puesto era imperativo comprarles una muda de ropa y les dije.

Vamos a organizarnos, y por favor hagan una lista para el súper mercado, para víveres y todo lo que falte en la cocina para la preparación de la comida, y recuerden que hay que llenar el refrigerador para que no falte nada, postres, carnes y todo tipo de vegetales y bebidas.

También necesitamos una cama para usar la segunda habitación, Otra cosa es que necesitan ropa  y algunos accesorios que es propio de mujeres, les daré mi llave para que saquen copia y puedan entrar y salir cuando yo esté ausente.

Vamos a ir al banco para darles dinero y ustedes hacen las compras y como el departamento está muy cerca del centro comercial compren lo más necesario y lo demás lo compramos por la tarde, como es la cama.

Pero primero vamos a desayunar y comprar su ropa.

Retire dinero, y les entregue una buena suma y les dije que lo supieran administrar.

El dinero lo iba a recuperar y con bastante ganancia y me fui a la secretaria de prensa para pedir ayuda al ministro, consistente en una donación para realizar el proyecto humanitario de proteger una familia, que venía huyendo de la guerra.

Las autoridades al saber que yo era el protagonista del cuidado de esas mujeres, me asignaron una partida de fondos para los próximos tres meses, con la promesa de que ellos me seguirían ayudando  con toda seguridad para no desamparar a esa gente.

Por otro lado hice varias llamadas a empresarios solicitando ayuda en especies  y de todos, recibí notas especiales para entregarlas en los almacenes de su propiedad y que me fueran entregados los  artículos de acuerdo a las cantidades apuntadas en las mismas.

Eso es parte del poder que ofrece la profesión cuando hay credibilidad o hay el respaldo de un medio de información muy importante.

Cuando regrese para ir a comprar la cama, me estaban esperando modestamente vestidas con pantalones jeans y camisas y me di cuenta que la madre también era un espectáculo con un soberano trasero sumando a eso, una cara con un poco de maquillaje, que la hacía lucir realmente atractiva.

Nos organizamos, me prepararon la cena que resulto apetitosa y les dije que al día siguiente tendríamos otra jornada de compras y que se prepararan porque compraríamos un guardarropa completo para cada una.

La más alegre era la pequeña Karla, que se acercó a mí para abrazarme y darme las gracias a nombre de todas ellas.

Fuimos de tiendas y todas me llegaban a modelar para ver si me agradaba lo que estaban escogiendo.

Terminamos y regresamos a casa.

Yo tuve que salir y les aconseje que fueran al cine, porque habían unos multicines muy cerca y yo me fui de juerga a buscar los colegas para enterarme de las últimas novedades.

Al regresar me encontré a Katia despierta que me estaba esperando a media noche por si se me ofrecía algo, porque eso era lo que hacía cuando su marido salía por las noches, ya que algunas veces regresaba con hambre.

Insistió por ofrecerme algo, y de tanto, le pedí unos huevos a la ranchera.

Mientras comía me relato su vida de casada, diciéndome que la pasión entre ellos había terminado, y que si seguía con él era simplemente por las hijas, pero que su matrimonio hacía tiempo que había acabado.

Me conto que su marido la conoció cuando ella hacia vida nocturna como vedette en su país, y que al principio lo que la atrajo de su persona, es que se miraba muy importante, porque siempre andaba acompañado de altos oficiales de las fuerzas armadas.

Gastaba mucho dinero y daba excelentes propinas, y cuando la empezó a enamorar le obsequiaba costosos regalos.

También me explico que una vedette, no era una prostituta sino que una bella mujer, que monta un show de baile, en poca ropa.

Con el tiempo descubrió que su marido era un verdadero déspota en la casa y que sometía a sus hijas a duros castigos especialmente si fraternizaban con cualquier muchacho de la vecindad porque era extremadamente celoso.

Es por eso del comportamiento de sus hijas, que no se sentían tan adoloridas por la muerte de su padre, en verdad lo querían, pero ahora se sienten con más libertad y no tienen que ocultar sus deseos o su forma de ser.

Me decía que de dos años atrás ella estaba pensando en abandonarlo y que sus hijas la animaban a hacerlo, pero por temor al poder que tenía, tuvo miedo de provocarlo y que le hiciera un daño.

Se acercó a mí y me dio un beso muy cerca de los labios para hacerme la siguiente promesa.

Héctor, usted es el hombre de nuestra familia y de parte de todas nosotras, cualquier cosa que usted desee solo tiene que pedirla que nosotras estaremos para atenderlo.

Mi hija Karla lo adora porque siempre está hablando de usted, de lo guapo y varonil que luce como hombre.

Por su parte Karen, dice que usted es  el hombre perfecto para casarse con ella y esas declaraciones hacen que se produzca una riña de niñas enamoradas del mismo hombre.

De mi parte, desde hace tiempo que nadie me hace la corte, y todavía tengo mucho que ofrecer  y como muestra me dio un beso en la boca que me dejo con las ganas locas de cogerla en ese instante.

Pasaron los días, las semanas y de pronto se cumplió el mes de su estadía en mi casa.

Terminaba el mes de febrero, y las oleadas de calor se hacían presentes en el ambiente con temperaturas que llegaban en promedio a los 35 grados Celsius y el único cuarto que tenía aire acondicionado era el mío.

 Cierta mañana entro mi preciosa Karla, con una taza de café como es mi costumbre de tomar en las mañanas y se puso a hacerme cosquillas para que me levantara, me senté en la cama para tomarlo y ella se tiro en mi cama, y aspiraba fuertemente las sabanas porque decía que mi olor lo sentía en ellas.

De repente se levantó y se puso de pie frente a mí y me pregunto.

Héctor tengo un fuerte dolor aquí y se levantó la falda enseñándome su ropa interior blanca y se podía ver muy fácil ese pequeño chochito con escaso bello y se observaba el canal que la seda hacia dentro de sus labios vaginales y tomo una de mis manos para que palpara su entrepierna.

Mi verga inmediatamente cobro una erección salvaje, que para mí era muy difícil de disimular y que me duro todo el día y era peor cuando estaba cerca de mí.

Sus provocaciones siguieron y lo máximo fue, cuando estábamos cenando que se sentó a la par mío y bajo su mano y busco mi bragueta y me estuvo sobando la tranca por encima de la tela,  por momentos la apretaba para calcular sus dimensiones y me miraba con  una sonrisa maliciosa, como preguntándome si me gustaba.

Me fui de farra otra vez y cuando regreso, Katia me estaba esperando despierta, esa noche estaba vestida con un minúsculo pantaloncito y una camiseta de algodón producto de la gran ola de calor que se movía en el interior del departamento.

Vestida así, observe que tenía unos pechos muy redondos y de gran volumen, que se miraban impresionantes porque no usaba sujetador y aun así  lucían excepcionalmente firmes sobresaliendo la punta de sus pezones.

Su trasero era divino, con unas curvas y unos glúteos que daban cuenta de lo perfectos que eran debido al ejercicio de largas horas de baile, lo mismo que sus robustas y largas piernas y todo ese cuerpo serbia de base, a una cara tan bella que confirmaba lo dicho por ella con respecto a su trabajo como vedette en su juventud.

Me ofreció que me apetecía y le conteste que una cerveza.

Me la trajo con un vaso, y ella se sentó frente a mí tomándose un refresco de cola.

Sabes una cosa Katia…

Tu hija Karla, ha pasado todo el día provocándome y recuerda que soy hombre y no sé hasta cuando pueda soportar.

Ella me quedo viendo y me dijo, yo perdí mi virginidad a los 16 y fue muy dolorosa, que pase mucho tiempo odiando al maldito por el daño que me causo.

Mi hija está en esa etapa, cuando está descubriendo todo su potencial de mujer y te ha elegido a ti para que le enseñes el camino, para hacerse una mujer completa.

Prefiero que seas tú y no que se tope con un energúmeno, como me tocó a mí.

Karen y yo, vimos tu cara y tu reacción y no dijimos nada, pero sabíamos que algo estaba sucediendo porque Karla tenía su mano abajo y la estiraba para tocarte.

Por favor trátala con ternura y no hables de esta plática con ella porque la podría acomplejar o dañarla psicológicamente.

¿Pero a poco, no es bellísima mi hija? ¿O es que no te gusta?

Si pudieras leer mis pensamientos. Sabrías de mis deseos por ti y tus hijas.

Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla y se despidió sonriendo empinando su cuerpo para que viera su trasero en su máxima expresión al caminar.

Pasaron dos días y la ola de calor aumento de intensidad y cuando regrese muy noche de la oficina encontré nuevamente a Katia y me dijo que las muchachas no aguantaban el calor y se durmieron en mi cama.

Llegue hasta mi habitación y Katia las quiso despertar y le dije que no lo hiciera, por lo que me quite la ropa y me quede en bóxer y le dije a Katia que se quedara pero que no cabríamos los cuatro en la cama y ella escogió traer una almohada y tirarse al suelo muy cerca de mi lado.

Karen estaba en el extremo y vestía un pantaloncito igual a la madre y Karla quedo en el medio de nosotros vistiendo un coqueto camisón de jersey hasta la media pierna que apenas enseñaba sus preciosas nalgas.

Me dispuse a dormir y solo habían pasado una media hora cuando sentí la mano de Karla acariciando totalmente mi verga y la apretaba y  deslizaba su mano de arriba abajo como si estuviera masturbándome, acerco su pequeña boca y me dio un beso que duro una eternidad, para luego darse la espalda y acercar su trasero para pegarlo completamente a mí y jalar mi verga para colocarla entre sus piernas muy cerca de su chochito, usando los dedos de su mano para pegarlo lo más posible a su virginal entrada.

Lentamente se movía para provocar que mi glande hiciera fricción contra su clítoris que estaba protegido por una delgada y fina tela.

Pasamos como 20 minutos en esa deliciosa y erótica situación y fue cuando sus dedos separaron la  diminuta y delicada barrera de la tela y mi glande nadaba en esa conchita que estaba inundada a lo máximo de sus fluidos,

Karla trato de exponer más su bellísimo trasero arqueando su espalda , trataba como desesperada por sentir mi verga dentro de ella, le acaricie el pelo y quedamente le dije al oído que este no era el momento.

Me di la media vuelta y  pude ver a Katia que estaba en el  suelo a través de la  penumbra, que se estaba riendo y  acerco su mano para tocarme los labios   y llevar mi mano cerca de sus boca y chuparme uno de mis dedos para luego acercar uno de sus pechos para que se los tocara.

Parecía una tortura y solo me levante para ir al baño que estaba en el corredor y me di una ducha y al salir estaba Katia esperándome y solo se hinco ante mí y me pego una mamada que me hizo estallar en menos de tres minutos, para luego decirme…

Tenía unos deseos enormes de hacer esto  desde hace días, y es que tienes una tranca amorcito, que todas la hemos visto cuando estas vestido en tu bóxer por la mañana.

Ahora regresemos que Karla no se ha dormido por estar esperándote.

Me acosté nuevamente y Karla se acercó a mí para besarme de la deliciosa forma que solo ella podía hacerlo, luego se apretó lo más que pudo contra mí y busco conciliar el sueño.

Mientras tanto Karen que se hacia la dormida había estado observándonos a su hermana y  a mí en ese trance erótico, a la media luz de la penumbra.

Su mirada la tenía clavada en mis ojos y desabrocho el botón de su pantaloncito y levantando la pelvis se lo quito y metió su mano dentro de su braga como si estuviera masturbándose.

Con señas me indico que le extendiera mi mano y subió  su pelvis lo más que pudo para que estuviera a mi alcance y al no lograrlo se pegó más a su hermana y solo lograba ver en su rostro la promesa de mañana confirmándolo con señas, que la próxima noche seria de ella.

Pase la noche casi en vela, pero al final logre tomarme aunque fueran 4 horas y me levante más relajado, pero sintiendo los besos de Karla que me había traído el café.

Quiso desnudarme y la aparte y le dije…

Esto te voy hacer en la noche y le baje el jean que estaba usando y busque su chochito y lo descubrí y pase mi lengua por el varias veces hasta que casi se cae al sentir por primera vez ese tipo de emociones.

Cuando Salí, fui al comedor, y Karen y Katia me miraban pícaramente, como si hubieran sido cómplices de lo que pasó la noche anterior.

Llame a Katia y le pedí que me acompañara al centro comercial, para hacer un retiro en el banco y tuvieran suficiente dinero para sus gastos.

Íbamos saliendo cuando sus hijas dijeron que querían acompañarnos.

Cuando entramos al banco, me aparte con Katia y le murmure al oído, quiero que te compres la ropa interior más sexy, que esta noche llego a tu habitación, para que no me pase lo mismo que anoche.

Y lanzo una carcajada tapándose la boca.

Esa mañana me entere que habría una cumbre de presidentes y la misma se iba a realizar en un famoso balneario en el sur de México y toda la tarde pase acreditando mis credenciales para asistir al evento, y fui invitado a viajar en el avión presidencial,  dentro de la comitiva de prensa que lo iba a acompañar.

Llegue temprano al departamento para preparar mi equipaje y como estaban tristes por mi partida que duraría dos días, las invite a uno de los mejores restaurantes de la capital y luego al casino para que se entretuvieran en las traga perras, con el inconveniente que no querían dejar entrar a Karla por ser menor de edad y tuve que llamar al gerente quien me conocía muy bien y nos autorizó el paso y además nos obsequió una cortesía monetaria para que jugaran las damas.

Quiero agregar que las tres lucían como verdaderas bellezas y realmente era difícil escoger, pero yo siempre me quedaba con mi Karla, porque era la que no se apartaba de mí.

Regresamos al departamento y Katia se fue con sus hijas a su habitación y al cabo de media hora entraron Karla y Karen y peleándose por quien iba a estar a mi lado decidí que yo estaría en medio.

Como siempre Karla se pegó a mí y al  cabo de 15 minutos las dos quedaron en solo ropa interior,

Por primera vez siento los senos de Karla pegados contra mi pecho que decido  besarlos y tocarlos y realmente son extraordinarios con un volumen como si fueran de una mujer adulta, cuando aún les falta que desarrollar por su tierna edad

Por su parte Karen me aprisiona por la espalda y me quiere dar la media vuelta para darme un beso.

Llego donde ella y le doy un beso largo y le digo que en media hora  estaré con ella.

Se da la media vuelta y se hace al rincón contra la pared.

Karla me vuelve agarrar la verga como masturbándome y se baja la braga para que me monte en ella y coloca mi tranca en su mera entrada y se frota el clítoris  y empieza a subir y bajar su pelvis con un movimiento con mucho compas en su cintura y me jala contra ella porque se muere de las ganas de tenerla adentro.

En ese momento ya he perdido mi control y trato de meterla con un empujón. Pero ella al sentirlo retira su vagina diciéndome quedamente al oído que le duele.

Recupero mi lucidez, y bajo mis labios besando sus ojos, sus labios, su cuello, cada uno de esas deliciosas tetas para terminar hundiéndome en su pelvis que esta escasamente poblada ,continuo hasta llegar a la pequeña cereza, y la comienzo a besar, chupar y a rodearla en círculos con mi lengua.

Después de varios minutos suelta una pequeña vocecita con un tierno gemido …YAAAAAAAA

 Anunciándome que ha logrado su primer orgasmo.

 

Me levanto y voy al  baño a lavarme y untarme un poco de loción y regreso y veo a mi Karla como que ha encontrado el sendero a un sueño profundo

Busco mi lugar y Karen está esperándome, nos besamos apasionadamente y sus manos fueron a buscar el instrumento que todas querían tocar y que las tenía locas de deseo por sentir las notas que las harían calar hasta llegar al ansiado orgasmo.

Al igual que Karla, coloco mi verga muy cerca de su concha, pero no anduvo con muchos preámbulos y en un santiamén se quitó el panty  he hizo que me montara en ella y coloco mi tranca en la entrada de su virtuosa vulva.

Me imploraba que la hiciera mujer pero le pedí que se esperara porque deseaba disfrutar al máximo su virginidad.

Ella no estaba complacida con mi decisión y en un arrebato por la lujuria y el deseo, se montó encima de mí y quiso sentarse en ella para conseguir penetrarse por sí sola.

Te voy hacer una promesa, que tu primera noche como mujer, va a ser como nunca la has soñado.

Y decidí bajar al pozo para que ella también tuviera su orgasmo.

Les di tiempo suficiente para que se durmieran y Salí en dirección a buscar a KATIA,

Entre a su habitación y prendí la luz y  al verla tendida sobre la cama con una prenda de lencería de lo más sensual y erótico.

Me acerque a ella diciéndole…

En verdad ahora comprendo a tu difunto marido

, Porque en realidad  eres un espectáculo para la vista, el solo verte en poca ropa.

Katia, que ganas de cogerte tengo.

Ven aquí mi amor.

¿A cuál de mis hijas le hiciste el amor?

A ninguna cariño, las dos son vírgenes y quiero que su primera noche sea  algo especial.

Pero yo, quiero hacerte mi mujer, deseo tener mi verga en lo más profundo de ti.

Me acosté a su lado y la bese con toda la furia y pasión  resultante de la enorme excitación que sus hijas habían provocado en todo mí ser.

Palpe sus tetas, y su volumen y dureza me indicaron que eran grandiosas las libere del sujetador y eran perfectamente redondas y su pezones eran una delicia al mamarlos porque daban ganas de morderlos y entre más los acariciaba más erectos se exhibían.

Le miraba esos bellos ojos color miel, como también sus pequeños y delgados labios y una nariz perfecta de una belleza estética, que la hacían ver con rasgos de una  mujer, de la vieja Europa.

Ya no me podía contener y baje hasta su pelvis y deslice la sensual braga y un delicioso aroma de su concha llego hasta mi nariz, al mismo tiempo una fragancia de una loción muy dulce se impregnaba en toda ella.

Localice su delicado botón y lo acaricie y chupe con mis labios y mi lengua entro en acción lambiéndola  a la velocidad que me imponían sus movimientos de pelvis.

Tras unos breves minutos se llevo sus dedos a la boca para taparla y unos sordos gemidos salieron de su interior…

UUUUUUUUUUUUUMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM

Mi lujuria y deseo por esa mujer estaban en lo máximo y solo me acomode e introduje mi verga, hasta el fondo que pude alcanzar.

Amorcito, que riata más grande y hermosa tienes, es más grande que la de mi marido y solo se le parece al maldito que me desvirgo,

Métala mi amor, máteme con ella, que rico coges Héctor,  dios mío me vas hacer correr, más rápido amor, mas, mas, mas ahora

SSSSSSSSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Y casi al mismo tiempo explote dentro de ella.

Estábamos completamente sudados, y me gano el deseo de lamer el sudor que había en sus tetas y mis dedos detectaron la gran cantidad de semen que salía y brotaba de su concha.

La tome de la mano y nos metimos al baño para ducharnos y estando parados bajo el agua, la pegue fuertemente contra mi pecho y le acariciaba sus nalgas, en ese momento le pido…

Eres hermosa y bella, en la completa extensión de las palabras,

Tu cuerpo es perfecto y todo él es una visión para recordar, pero lo más espectacular es tu trasero y lo quiero hacer mío.

No me pida eso Héctor, usted está igual a mi marido que por negarme se enojaba conmigo.

Está bien Katia, no voy a insistir más, al fin que solo cumples conmigo por agradecimiento y porque necesitabas que alguien te recordara que también eres mujer.

Me di la vuelta en dirección a la puerta, cuando ella se me tiro al cuello y me dijo…

Si es cierto que necesitaba que alguien me recordara que soy mujer,

Pero también necesitaba sentirme segura, admirada y deseada y sentir algo más importante que creí que ya lo había olvidado como es enamorarme de un hombre.

Mi marido me conquisto con dinero y yo creí que podría lograr amarlo, pero ese día nunca llego y solo la costumbre y el temor hicieron que lo aguantara tantos años.

Pero ahora te tengo a ti, solo con lo que me hiciste sentir hace un rato, casi tocaba el cielo de felicidad.

Hace varias noches te dije que tú eras el hombre de la casa y de la familia y que pidieras, que nosotras estábamos para atenderte.

Así que puedes tomarme cuando quieras que yo seré feliz si tú lo estas.

La bese tiernamente en los labios por un largo rato a la vez acariciando su precioso trasero y le propongo lo siguiente.

Como fuiste vedette, coloca un pie en mi hombro.

Fácilmente lo puso y pregunto…

¿Algo más?

Y aproveche para meterle la verga.

Al sentirse penetrada lanzo su cabeza hacia atrás y proclamando al aire…

Héctor mi vida       haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagggggggg

La levante totalmente y me senté en la taza del inodoro y ella se enrosco en mi cintura y la tenía penetrada hasta el fondo y hacia palpitar mi verga dentro de ella. Que hacía que su locura aumentara y me comiera a besos, la mantuve así por un buen rato.

Para luego enterrarle el dedo medio en el ano y cuando iba por la mitad me empezó a jinetear logrando su tercer orgasmo de la noche.

Me quedo viendo con una mirada de alegría para luego mostrarse muy coqueta y dijo…

Que felices vas hacer a mis hijas con esa verga mi vida y ahora con lo que acabo de sentir mi culito es tuyo cuando quieras.

Salimos del baño y sus hijas nos estaban esperando y nos abrazamos los cuatro.

Nos fuimos a dormir y mis dos tiernas jamás se separaron de mi lado.

Ala mañana siguiente me levante a las 7am. Ya que el vuelo nuestro partía al medio día y había que preparar el equipo y la logística en México

La primera en llegar a saludarme con el café como siempre era mi adorada Karla.

Luego me fui al comedor y mis otras dos mujeres me esperaban con el desayuno servido y me recibían con un ardoroso beso.

Llame al encargado del condominio y le dije que necesitaba otro aire en la segunda habitación o que me consiguiera otro departamento con una central de aire y cualquier decisión quien tomaría la decisión final en mi ausencia seria mi familia, cuando dije esa frase, las tres se me tiraron para abrasarme y besarme.

Le di a Katia dinero, que eran parte de los viáticos que el gobierno me había asignado, y el número de la central oficial, que ellos tratarían de localizarme en caso de cualquier urgencia.

Como también hable en privado con cada una, tocándoles el chochito a excepción de Katia que le acariciaba el trasero y que los cuidaran para mi regreso en dos días.

Cumplida mi misión en México,

Hicimos el viaje de regreso tocando tierra  a las 5 pm, hicimos nuestro trabajo en la oficina, para luego conectarnos al satélite y enviar el reportaje.

Mi llegada al departamento fue como a las 10 de la noche y cuando abrí la puerta. Las tres se me tiraron encima para besarme y preguntarme si traía hambre, les conteste que sí y se pusieron a cocinarme a excepción de Karla que nunca se apartaba de mi lado.

Ya en la mesa comiendo, me preguntaban qué había pasado en México y yo les contaba la historia, las anécdotas y el volverse amigo de grandes personalidades como políticos, militares y colegas de la prensa internacional.

Ya para terminar de comer, mi pequeña Karla me lanza un comentario que casi hizo que me atragantara.

Dice mi madre, que ningún hombre la ha hecho sentirse tan feliz como tú lo hiciste la noche antes que te fueras.

Me quede sin palabras y esta vez fue Karen, quien me aclaro el comentario acercándose por mi espalda y dándome un tierno beso en la mejilla, me dijo…

Entre nosotras no hay secretos, porque además de ser nuestra madre, es también nuestra hermana mayor.

Nos pusimos a reír, pero Katia, lo hacía con carcajadas y con un movimiento afirmativo de su cabeza, me confirmaba  lo dicho por Karen.

¿QUIEN ES MEJOR, MI MADRE O UNA DE NOSOTRAS?

No puedo contestar esa pregunta, porque, solo he estado con Katia

Pero si les puedo decir que tiene un trasero y hace el amor como una real hembra,

Por parte de Karen es el vivo retrato de la madre que tiene un trasero y unas tetas pero corregido y aumentado y esos ojos color miel que son la marca registrada de todas mis mujeres.

Y yo, y yo, preguntaba Karla.

La miraba tiernamente  a los ojos y le conteste…

Tú, eres mi consentida, por ser la más pequeña y como dice el refrán la esencia no viene en barriles, viene en pequeños frascos y además son muy pero muy caros.

Tienes un trasero tan redondo y perfecto en sus curvas, al igual tus piernas y todo está repartido en una forma asombrosa que eres una maravilla cuando te veo desnuda.

Feliz y loca por mis palabras me colmo de besos por toda mi cara.

Katia se me acerco  acariciándome  y con un beso en la boca me dijo al oído…

Gracias por hacernos feliz a mí y a mis hijas.

Por su parte Karen hizo lo mismo con la diferencia que al susurrarme al oído dijo…

Nos contó mi madre que la volviste loca como ningún hombre lo había hecho, yo quiero lo mismo esta noche.

Miramos un rato televisión y de pronto de  nuevo  fue Karla la quien tomó el control remoto apagando el televisor y llamando a su madre le pidió que se desnudara como lo hacía cuando era vedette.

Busco  una música que por lo visto ya la habían usado para ensayar y marco play en la casetera.

Y una música de lo más erótica se dejó escuchar como lo es…

 “Je t’ aime… moi non plus”

Realmente la piel se me puso como de gallina y el show comenzó.

La cadencia de su cuerpo al ritmo de la música y lo sensual al desnudarse, más una ropa interior de lo más sexy me hizo ver una vez más, que Katia, cuando joven, fue de esas mujeres que paraban el tráfico y para comprobarlo solo tenía que ver a Karen.

Cuando termino, solo me levante del sofá y fui a darle un beso con todos los deseos de hacerla mía en ese lugar.  

Quedamente la escuche decir…

Cuando te suelten mis hijas, te acuerdas de mí, todavía tengo un regalo para vos.

Les pregunte si habían arreglado el problema del aire y me contestaron que sí, y pensé que por esa noche me dejarían descansar por el largo viaje.

Me fui a mi habitación y me quite la ropa.

 Estaba por apagar la luz, cuando entraron mis amores y me rasque la cabeza por lo que me esperaba.

Deje la luz encendida y camine a la cama y me tendí en medio de ellas dos y se pegaron una a cada lado utilizando mis brazos y mi pecho como almohada.

Y poco a poco sus manos iniciaron su labor en dirección de mi tranca, y en lo que termino esta frase, mostraba una enorme erección dentro de mi pequeño pantaloncillo, me lo quitaron y Karla se acercó para conocerlo a plena luz y abarcándolo con su pequeña mano dijo…

Que grande y gorda es.

Aspiro fuertemente para reconocer su olor y acerco su boca para darle un tierno beso en la punta del glande.

Bésalo más mi cielo.

Karen al  escuchar mi suplica, quiso tocarlo también y acerco sus labios y parecía que lo mordía con ellos.

De un momento a otro, ya lo chupaban y lambian y me hacían sentir su lengua alrededor y la calidez de su boca cuando trataban de disfrutar de él.

Al ver que pronto me harían explotar, llame a Karla, para besarle sus deliciosos senos.

El estado de excitación de mi criatura estaba al máximo, sus gemidos eran una súplica por llegar al orgasmo y fue entonces que le pedí que se sentara en mi boca.

Abrió las piernas para exponer su preciosa vagina en mi cara y al mismo tiempo separaba la tela que la cubría, esperando con ansia que mi lengua hiciera contacto con su clítoris.

Su chochito rebosaba de humedad y mi lengua como si fuera una serpiente con una veloz mordida se apodero de su solitaria presa y lo masacro a chupones y lambidas.

Esta vez, ya no reprimió sus quejidos y con un sonoro lamento me anunciaba su llegada al éxtasi             SSSSSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII  AAAAAAMMMMOOOOOOORRRRRRRRRR.

Y tiro su cuerpo hacia delante cubriendo totalmente mi cara  con su pelvis, la cual sufría de fuertes contracciones de su corrida al clímax.

 

Quedo casi desfallecida y le ordene que me dejara solo con Karen.

Alegremente se despidió de mí con un beso y salió por la puerta.

Aparte a Karen de mi verga y ella trato de montarse sobre mí  pero fue cuando, con un beso muy largo le anuncie que esa noche seria mi mujer, pero con la condición que tendría que darme el mismo regalo que Katia, porque ella era el mejor trasero de la familia.

Muy alegre me dijo que sí, porque además ella quería que yo supiera que su cuerpo y su corazón eran de mi propiedad.

Le quite el sostén y por primera vez pude ver esa enormes tetas en toda su majestuosidad.

Seguidamente la puse en cuatro y deslice lentamente su braga y en la medida que lo iba haciendo mis labios y mi lengua nunca se despegaron de sus nalgas, para  degustar cada rincón de ese hermoso y portentoso trasero.

Le di la vuelta y la acosté abriendo sus piernas, para conocer la virginal entrada que mi verga tenía que tocar para poder entrar.

Me quede observando su inmaculado chocho, y  lo único que estaba a la vista era su rosado botón, que parecía un soldado firme custodiando la puerta sellada.

Lo bese y lo chupe para limpiarlo de los jugos que lo bañaban y fui colocando mi tranca para acariciarlo con mi glande, ante la mirada curiosa y preocupada de mi Karen, que no sabía cuándo se llevaría a cabo el asalto al interior de su lugar más resguardado de su cuerpo.

Tras restregar ni verga contra su vulva por varios minutos, hice varios empujones para puntear su puerta, mientras mi Karen colocaba sus manos en mi cintura y me hacia la advertencia que fuera gentil y que lo hiciera despacio, midiendo su dolor que no fuera mucho.

Cuando la vi que estaba más relajada, di un fuerte empujón y una mueca de dolor se dibujó en su cara y lágrimas se desprendían de sus ojos y bese sus labios para acallar su llanto y me mantuve inmóvil por varios minutos, para que ella se acostumbrara al dolor y pudiera soportar la estocada final.

Al cabo de un rato, le pregunte si todavía le dolía y me contesto que solo un poquito.

La saque y le enseñe la cabeza de mi verga cubierta de su sangre y se sonrió y fue cuando le dije que ya era mi mujer y me beso tiernamente con sus manos en mi rostro.

Volví a colocar mi verga nuevamente a la altura del mismo lugar  volví a esperar que se relajara y se la clave hasta el fondo, me quede inmóvil, pero esta vez sus brazos me abrazaban  hasta tocar mi espalda y con suaves movimientos entraba y salía de esa concha que ya mi tranca recorría en toda propiedad.

Pase un corto tiempo en esa labor, cuando sus cantos de placer aparecieron surcando el ambiente.

Imprimí velocidad a mis movimientos de cintura y frases de gozo y placer se dejaron escuchar de su boca.

QUE RICO Y DIVINO LO QUE SIENTO AMOR…

AHORA SI SOY TU MUJER… CON RAZON A MI MADRE LA TIENES LOCA…QUE RICA VERGA TIENES AMORCITO…

MAS RAPIDO AMOR…  YA SIENTO QUE ME VOY A CORRER…MAS RAPIDO… MASS…MMMAASSS…  MMMMMAAAASSSSSSSS

SSSSSSSSSSLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL.

Su orgasmo fue sonoro y las contracciones apretando mi verga, fueron el mejor premio de agradecimiento, que podía recibir mi verga, por un trabajo bien hecho.

Llena de felicidad me besaba por todas partes, en especial a mi pancho, (que todavía estaba erguido a más no poder), por todas las sensaciones que acababa de descubrir y sentir al convertirse en plena mujer.

¿Te gusto mi reina?

Héctor eres divino, me encanto y solo sentí dolor al principio pero después casi me volviste loca de placer.

Quiero más amor.

Recuerda que Katia me está esperando, ve a llamarla mientras voy al baño y me ducho.

Se despidió con mil besos y salió a buscar a la madre.

Cuando Salí del baño, me sorprendí que no encontré a Katia y espere a que apareciera.

Pasaron como cinco o más minutos y mi preciosa vedette apareció ante mí.

Desde que me vio, se lanzó sobre mí y me besaba dándome las gracias por lo feliz que había hecho a su hija en su primera vez.

Karen nos contó todo, como la trataste, lo delicado que fuiste y sobre todo lo contenta por no haber sufrido.

Porque nos confesó que sentía un terrible miedo de pasar por la misma experiencia dolorosa que yo pase.

Se quedó a dormir, pero su deseo por ti es insaciable, pero la más contenta es Karla, porque ahora que sabe lo que paso con Karen, dice que su miedo, también ha desaparecido y como ella es tu consentida, la trataras a ella como tu verdadera reina y que por eso la dejaste para el final.

Katia mi vida, estoy que exploto, porque me contuve durante toda la noche, para no terminar dentro de Karen, por temor a embarazarla.

Y solo se puso a reír.

Te cuento, que yo a las niñas, les compre las pastillas  contra el embarazo, que yo usaba, así que puedes correrte dentro de ellas sin ningún temor.

Y hasta ahora me lo dices, que tengo este gran dolor de huevos.

Y nos reímos a carcajadas.

Esta noche no te voy a cobrar mi regalo. Porque tengo mi propio plan contigo.

Mañana te daré dinero suficiente, para que vayan las tres al salón de belleza, se compran la mejor ropa interior y la ropa más sexy para que puedan usarla para una noche especial, pero Mañana concéntrate en Karla, porque le hago el amor por primera vez, o me mata.

Trata de vestirla de color blanco como, lo angelical que representa para mí.

Después de esa platica, le hice el amor como un loco y ella respondió de una forma magistral, articulando su esfínter que casi ella sola hizo todo el trabajo, de ordeñarme hasta la última gota.

Eran las ocho de la mañana, y la primera en entrar a mi habitación era Karla con mi taza de café.

Irradiaba de encanto y sensualidad, y su primera acción después de servirlo, fue sentarse en mi pierna y recostar su cabeza en mi cuello y garganta y decirme con una voz muy romántica que hoy, sería mi mujer.

 

Tomados de la mano nos sentamos en el comedor y Karen que traía mi desayuno, se sentó también a mi lado, dándome un tierno beso y con una sonrisa y una mirada me daba a entender lo feliz que estaba por lo de la noche anterior.

Después de salir del banco, me acerque a Karla para decirle que pasaría por ella a las seis de la tarde.

Cuando regrese y la vi, quede con la boca abierta.

Vestía un una licra de algodón muy pegada al cuerpo que hacían resaltar sus hermosa tetas coronadas con la punta de sus pezones que se erguían y eran remarcados claramente por la tela.

Su trasero era como una obra de arte, en el  que se podía apreciar la elegancia y la belleza de sus curvas en un culito respingón que solo verlo era un regalo a la vista de cualquiera.

Una estrecha cintura, la curva de sus caderas y unas piernas gruesas  en perfecta armonía a sus demás atributos,

Mas unos zapatos blancos de tacón alto, hacían que su caminar fuera elegante y majestuoso.

Su cara angelical, estaba adornada por una larga cabellera rubia que le llegaba al nacimiento de sus caderas.

Su maquillaje era sencillo y natural, sobresaliendo su recta y delicada nariz, unos tiernos labios remarcados en un color rosa y sus ojos color miel, La hacían verse como una niña que va a su fiesta de quince años.

La lleve a comer a uno de los mejores restaurantes, para después ir a una de las mejores discotecas de la ciudad.

A las dos horas de estar ahí, me pidió que nos fuéramos porque se sentía toda mojada de solo estar pensando que pronto estaría conmigo en la cama y que la haría mi mujer.

Tenía un serio problema en mis manos y ese también es producto que da la fama al salir en pantalla, que todo mundo te conoce.

Aunque quería llevarla al mejor hotel y pedir la mejor habitación, no podía hacerlo porque me reconocerían entrando con esta preciosura de mujer que aparentaba menor edad a la que tenía y hay que recordar que tu peor enemigo es tu compañero de profesión y más cuando son del sexo opuesto y te suben a sus crónicas de chismes.

Cambiando de idea la lleve a un motel y pedí la mejor habitación al cabo que solo estaríamos unas horas en ese lugar.

Al solo entrar,  me empujo a la cama y me beso apasionadamente como diciéndome que se quería fundir a mí, para no separarse nunca.

La acariciaba por todo el cuerpo, pero su trasero y sus tetas eran una sensibilidad, para recordar por toda una vida.

Se paró a la par de la cama y su vestido cayó al suelo, mostrándome una lencería blanca, que un fetichista de ese tipo de prendas, las hubiera guardado como la mejor pieza de su colección privada, por haber pertenecido a un ángel hecho mujer.

Se abalanzo sobre mi pecho y en una forma muy coqueta me pregunto…

Katia dijo que verme así te encantaría.

¿Es cierto?

Esto que te voy a decir, será un secreto entre los dos, porque si ellas lo supieran, les causaría un resentimiento que las tendría molestas contra mí.

Pero mi amor es solo para ti, tu eres la dueña de mi corazón, amo a tu madre y hermana, pero nunca como te amo a ti.

De la forma más tierna y cariñosa me beso y en una total entrega demando…

Hazme tuya mi amor.

La desnude lentamente, y sus redondos pechos estaban erectos y firmes y sus pezones eran su mayor debilidad que cuando coloque la punta de mi lengua en ellos, pude notar como su piel se erizaba y los botones de sus tetas cobraban una grandeza y firmeza para soportar mis lamidos y chupones en ese sector tan sensible.

Mi mano busco su virginal chochito, y mis dedos fueron recibidos con un completo baño por su abundante humedad.

Baje por su pelvis buscado su coñito, una tenue mata de bellos muy pequeños sobresalían de esa parte de su cuerpo, su rajita era bellísima con unos pequeños labios muy rosados, que al entreabrirlos,  su humedad era bastante notoria y su botoncito se mantenía firme, para no ahogarse por lo inundado que se encontraba el canal.

Su fragancia era la misma loción que usaba su madre, pero con la diferencia que su conchita transpiraba un olor fresco, suave y limpio, como cuando uno sube a un automóvil nuevo, por primera vez.

Saque mi lengua para acariciar mi  botón preferido y tras varios chupones mi tierna me toma del cabello y me aprieta contra su concha y ha tenido su primer orgasmo de la noche.

.Me levanto de la cama para quitarme la ropa y al hacerlo me sonrió con ella y me explica  que desde que se levantó, en lo único que ha pensado es en el hacer el amor conmigo y por eso estaba tan caliente, que solo sintió mi lengua y se corrió en el instante.

Con la verga en su máxima erección, me recuesto sobre la cama y la  atraigo hacia mí y la obligo a sentarse en mis huevos, quedando la punta de mi glande muy cerca de su coñito que ya se siente ansioso por estar dentro de él, como dueño de su gruta inexplorada, que pronto entrara a ser parte de su legítima propiedad.

Muy cariñosa me acerca sus labios para que se los bese y mis manos la abrazan para hacer un lento recorrido por su espalda hasta bajar a sus caderas y sentir la curva de sus nalgas para sentirlas en toda su perfección.

Acaricio sus delicados pechos extremadamente redondos y la graciosidad de sus pezones que me los brinda como un regalo para mi especial deleite.

Con la ayuda de mi mano derecha agarro mi verga que se ha convertido en un verdadero fierro y le pido que sea ella la que se siente sobre él y logre medir el grado de penetración que quiera lograr para no sentirme culpable al momento de su dolor cuando mi verga cruce el umbral de su virginal túnel que conduce a las profundidades del éxtasis.

Una de sus piernas la levanta para apoyar en ella uno de sus brazos y que además le sirva para levantar su cuerpo y con una de sus delicadas manos dirigí mi verga a su virginal entrada.

Por uno o dos minutos restriega mi glande por todo su chochito y con una mirada de decisión y valor se sienta sobre él, lanzando un pequeño gemido de dolor, pero también ha logrado que mi glande cruce la frágil barrera, y un cálido, jugoso y apretado recibimiento se cierna por todo el.

Mi tierna Karla, persiste con su mueca de dolor y para ayudarla a soportarlo mis manos van en su auxilio tomando sus pezones para acariciarlos y tomando más valor por efecto de mis caricias se decide y se lo ensarta totalmente dentro de ella y con lágrimas en su rostro baja su cabeza para descansar sobre mi pecho, yo quiero alcanzar sus labios pero casi no puedo y solo logro secar sus lágrimas que brotan de sus ojos con los besos de mis labios.

Después de varios minutos se incorpora y con leves movimientos mi verga se desliza en un ir y venir sintiéndose el amo y señor de esa gruta recién descubierta.

Sus facciones en su cara comienzan a cambiar y u gemido con canto de placer inundan la habitación, la niña temerosa ha desaparecido y una majestuosa hembra con hambre de sexo aparece en escena es una gata salvaje su ritmo  cobra velocidad, mi asombro es enorme al ver el cambio que ha tenido lugar al reconocer que una potranca de pura sangre ha venido a sustituir a una inocente criatura, muy atrás a quedado la niña y una putita se empieza a manifestar y entra en acción pellizcándose ella sola  sus  redondas tetas y sus pezones se exhiben en su máxima grandiosidad.

Su concha se revuelca contra el tronco de mi verga y pelvis buscando la máxima frotación contra su clítoris, sus caderas y cintura, se mueven en una increíble sincronía que en verdad la convierten por derecho propio en la reina de todas las putas habidas y por haber.

 Su maestría es natural, al igual de cualquier artista  y solo le falta un poco más de practica y estará lista para  hacer su obra maestra en la cama.

El manejo de su cadera y cintura me tienen anonadado y en un momento de locura me hace explotar y al mismo tiempo como queriendo ordeñarme su esfínter entra a escena con fuertes contracciones y en un acto de mucha técnica alcanza el orgasmo lanzando un quejido único que será su carta de presentación de aquí en adelante…

PPAAAAAAAAAAAAAAAPPPYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY

Medio muerto por la fuerte descarga, me levanto y quedo viendo perplejo a aquella inocente que de la noche a la mañana se había convertido sin lugar a dudas en la única mujer que me había vencido con mucha ventaja en quien aguantaba más en la cama y me di cuenta que esa niña era una verdadera artista a la hora de hacer el sexo.

Me fui al baño para recapitular en todo lo que había sucedido y lo primero que pensé es que tal vez por mi excitación sumado a lo frágil que se miraba, eso dio como resultado que me sacara de concentración y me provocara el orgasmo.

 

Tenía que repetirlo para satisfacer mi ego  y pedí unos tragos y

Emparedados mientras recuperaba fuerzas y esperaba mi segunda oportunidad.

 

CONTINUARA

 

JIHNM

  • : En medio de esa cantidad de personas algo me impresiono de gran manera, la vi de espaldas y ante mis ojos vi, el cuerpo más curvilíneo y hermoso que se podía esperar de una mujer. Tenía el pelo muy largo de color castaño y su piel blanca. Vestía unos sensuales pantaloncitos cortos, con una blusa manga larga y su estatura cuando mucho 1.65 mts. Además note como que temblaba porque la temperatura se sentía muy baja en esa hora y apenas comenzaba la noche. Me acerque donde ella y al llamarla diciéndole señorita, se da la media vuelta y una cara de niña de lo más preciosa, me sonríe al verme, ¿Cómo te llamas? KARLA ¿Qué edad tienes? Voy a cumplir 17 el próximo mes ¿Estás sola? No, estoy con mi madre y mi hermana, que andan buscando comida, ya que no hemos comido nada desde ayer,
 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo – Parte 10” (POR ADRIANAV)

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indefensa1PARTE 10

La aceptación

sin-tituloLentamente abrí los ojos y por un instante perdí la noción de dónde estaba. Por unos segundos pensé que todo había sido una fantasía y estaba todavía en la aldea. Pero la visión del cuarto a medida que lo recorría con la vista y la sensación de que los músculos de mis piernas y la cintura habían trabajado extraordinariamente, me devolvió la hermosa sensación que descubría la verdadera realidad vivida la noche anterior hasta caer agotada y dormir profundamente.

Las sábanas revueltas que solo tapaban apenas mi cintura y nada más, la camiseta, mi ropa interior en el piso y el muñeco que miraba hacia el suelo desordenadamente sentado en la silla del dormitorio, era el sensual fiel testimonio de lo que habíamos hecho durante casi toda la noche. Pero él ya no estaba en mi cama. Probablemente estaría en el gimnasio.

No tenía ganas de levantarme todavía. Decidí hacer un repaso de lo sucedido anoche. Me dispuse revivirlo con las imágenes que habían quedado grabadas en mi mente y que de solo pensarlo causaban cosquilleo entre mis piernas otra vez. Y por esa misma sensación de cosquilleo, sorprendiéndome se me hizo presente algo que antes no me había percatado. ¡Situaciones anteriores con él tenían mucho en común con el estado pasional que vivimos la noche anterior!

Estas demostraciones de su parte, las había tenido en varias ocasiones desde muy pequeña, y por la inocencia de la edad en ese momento no me daba cuenta de qué era ese alboroto que hacía sentir en mi cuerpo y me hacía responder con impulsivas acciones. Sobre todo cuando jugaba conmigo revolcándonos en la cama o en cualquier otro lugar. Esas sensaciones que sentía en sus abrazos o cuando yo me le trepaba encima. Sin darme cuenta, por retorcerme en la cama con estos pensamientos, estaba destapada y mi desnudez estaba totalmente expuesta tal como me había dejado el tío Sergio al retirarse, segregando ese flujo característico que me aparecía en cantidades últimamente al internarme en pensamientos sexuales.

Escuché pasos por la escalera y sonreí retorciéndome con un poco de coquetería ante la expectativa de verlo aparecer otra vez allí. Pero quien apareció en la puerta abierta de mi cuarto era mi madre.

– Hola hijita… -y recorriendo la vista por toda la habitación continuó:

– ¡Vaya! Tal parece que aquí ha habido una batalla campal…

– Hola mami -dije poniéndome nerviosa y buscando taparme las piernas solo llegué a cubrirme hasta la cintura.

– Si te has dormido así no dudo que tu tío también te haya visto así.

Por ponerme nerviosa no se me ocurrió otra cosa que reírme tímidamente.

Las costumbres en mi casa siempre fueron de una familia sin prejuicios tontos. Mis padres nunca limitaron mi forma de vida. Yo andaba por la casa en bombachas desde muy niña y sin nada más. Cuando nos bañábamos, después entraba a la casa desnuda y me vestía delante de mi padre, mi madre o mis hermanos. Y ellos hacían lo mismo. O sea que, por costumbre no me asustaba la desnudez ni me hacía sentir comprometida.

– Sé que tu no tienes vergüenza de ello porque en casa no nos preocupa ese tema, pero los hombres aunque sean familia son hombres y se calientan al ver una mujer desnuda tan linda como tu, porque ya estas a la altura de cualquier mujer merecedora. Ya no eres una niñita y debes asegurarte de lo que te da deseos.

– Si mamá. Pero el tío me parece tiene las mismas costumbres que nosotros.

– Me lo imagino. ¿Tu ya sabes lo que es sexo?

– Si.

– ¿Y lo has tenido con alguien?

sin-tituloNo esperaba una pregunta como esa. No me animaba a decir eso, pero era el momento de poder hablarlo con ella. Sino, ¿quién mejor que ella?

Se dio cuenta que no me animaba.

– No tengas vergüenza de hablarlo conmigo hija. Yo a tu edad también tuve algo y sé lo feo que es no poder charlar con alguien de ello. Vamos, anímate!

– Bueno… sssih… mami.

Entonces decidió meterse en la cama conmigo a charlar, pero cuando avanzaba hacia cama me di cuenta de las manchas de esperma que se veían claramente y tiré una sábana para taparla. Estaba casi segura que ella lo había visto. Pero contrario a lo que pensé que podía reaccionar, me sonrió y se acostó al lado mío.

Yo me puse a mirar el techo y sentía que ella me miraba de lado en la almohada, como esperando que me decidiera a mirarla a los ojos para seguir conversando. Me aguanté lo más que pude en esa posición hasta que finalmente la miré. Lo que pasó fue insólito. Nos empezamos a reír a carcajadas.

– No llegaste a tiempo… -me dijo riéndose.

– No mami. Perdóname!

– Ja, ja, jaaa, no fuiste tan rápida. Jua, ja, jaja… Ya, ya mi amor, ya. Perdóname que no me aguante seria como debería de ser, pero me hiciste tentar y no puedo parar… -y como sin poder controlar la risa siguió de tal forma que me hizo continuar riendo también. Acariciándome el pelo sin dejar de reírse agregó:

– No te preocupes mi cielo, conmigo puedes decir lo que quieras. Piensa que yo te quiero ayudar. Mami no quiere oponerse a tu crecimiento con moralidades hipócritas.

– ¿De veras? ¿No te sientes mal por mi?

– No mi amor, para nada. Y tampoco con el patán de tu tío… Pero lo que más importa es que haya sido natural. ¿tu… lo… permitiste? -las palabras eran dichas con pausas.

– Si mami.

– ¿Te gusta estar así con él?

– Mucho.

– Uy hija. Es un buen hombre, pero es familia lo cual complica un poco las cosas para la moralidad de una sociedad que se conduce y además bastante mayor… no te gusta alguien de tu edad?

– No mami.

– Pero si todavía no has tenido relación con alguien de tu edad como puedes saberlo?

– Si tuve.

– ¿Me vas a decir quien o prefieres no decírmelo?

– Con Julián mami. Pero es niño un tonto y no tuvimos “todo”.

– Bueno. Es muy jovencito. Pero, ¿qué quieres decir con no tuvimos “todo”?

– Eso mami. Que no sentí así… como debe de ser… no sé como explicártelo.

– ¿No te penetró?

– Eso!

– ¿Entonces todavía estabas virgen?

– Este… no…

– ¿Acaso hubo alguien más?

– Si.

– ¿Mayor?

– Si.

– Dime. ¿Quién?

Dudé antes de decir quien. No sé si debía, pero mi madre me abría la puerta dándome la confianza necesaria para que pudiera decir las cosas como eran.

– Te lo digo pero no te enojes con él.

– No niña. Te prometo que voy a respetar tus decisiones, si es que fueron tuyas. – Arturo.

– Me lo imaginé!

– ¿Por?

– Porque no has sido la única mi amor. Lo conozco muy bien y cuando te dejamos a cargo de ellos, no pensé que todavía estabas deseando algo así.

– ¿Porqué dices que no fui la única? ¿Conoces alguien mas que se lo hizo?

– Si… -y luego de una larga pausa continuó – “A mi”.

– ¿Cojiste con Arturo? -le pregunté sorprendida por haberlo dicho con todas las palabras.

– Si. Pero tu padre no lo sabe ok?

– Claro mami. No voy a decir nada.

– Durante mucho tiempo me decía cosas y me rozaba cada vez que tenía una oportunidad. Siempre buscaba una oportunidad para hacerme sentir deseada. Y un día que Rosa se quedó en la ciudad con un amiguito que tienen allí, mientras tu padre y ustedes dormían y yo terminaba de arreglar la cocina, Arturo entró y al ver que no había nadie alrededor me abrazó por detrás y no me aguanté. Le permití restregarse contra mi y yo lo ayudé. Estaba con ganas de que me lo hiciera y allí mismo en casa me levantó la falda y recostada contra el fogón me lo hizo por primera vez. Pero esto nadie lo sabe ok? Tiene que ser nuestro secreto.

– Claro mami. ¿Hubo mas veces?

Hubo un silencio total. Yo no quería hacerla sentir mal, pero como me había tenido mucha confianza para decirme algo así es que le lancé la pregunta. Quería darle la misma oportunidad que me estaba dando a mi. Por eso de la confianza y tranquilidad de poder hablarlo con alguien como ella me había dicho.

– Si hija, si. Cada vez que Rosa se quedaba en la ciudad con el amigo de ellos, nos juntábamos a escondidas. ¿Y tu? ¿Cómo fue? ¿Cuándo?

– Hace poco. Cuando ustedes se fueron a la ciudad a buscar el documento.

– Oh… -se sorprendió- ¿Y Rosa?

– La primera vez dormía, luego se unió.

– ¿Y cómo fue? ¿Mas de una vez?

Y le relaté la historia tal cual sucedieron los hechos hasta que ellos llegaron de regreso de la ciudad. Inclusive le conté lo de Luis Eduardo. Me escuchó con mucha atención sin la más mínima reacción de contrariedad.

Cuando aprendí la palabra promiscuidad, recién en ese momento me di cuenta de que en la villa donde crecí, eso era algo normal. Por esa razón no era mal visto y habían muchas relaciones libres entre familiares. De la misma forma no era inaceptable ni escandalosa la sexualidad entre vecinos. Pero si venía algún extranjero, se tomaban mucho cuidado y no era aceptado de esa forma hasta que no estuviera integrado en nuestra sociedad. Con estas costumbres arraigadas, mi madre no se escandalizaba con lo que había descubierto en mi dormitorio.

Pero de todas formas me habló a modo de consejo de cómo tenía que tener cuidado de todo lo que podía entorpecer mi felicidad. En eso estábamos cuando de pronto apareció el tío por la puerta con el pantalón pijama y sin camiseta. Venía un poco sudado de hacer gimnasia.

– Oh, perdón. No sabía que estabas aquí -le dijo a mi madre mirando mi desnudez como queriendo darse vuelta para salir de la habitación. Y mi madre se le adelantó:

– No, Sergio no. No te asustes. ¡ven! -dijo golpeando la cama con la mano por sobre mi, indicándole que se sentara de mi otro lado.

Me subí las sábanas solo hasta la cintura porque se habían enganchado enredadas en los pies de la cama.

Entonces él contestó:

– ¿De veras?

– Si. Vente con nosotras que hablábamos de algo importante.

– Hola mi linda. ¿Amaneciste bien? -me dijo.

– Si… -dije bajando un poco la vista porque me daba un poco de vergüenza estar desnuda con él y mi madre juntos. Aunque ella lo aprobara todavía sentía algo de incomodidad. Se recostó de mi otro lado como si fuera lo más natural del mundo y pasándome un brazo por debajo del cuello le dijo a mi madre:

– He pasado mucha soledad desde que llegué a este país. Tenía necesidad de ustedes y tener finalmente a esta niña aquí es lo más lindo que me puede haber pasado recuperando mi felicidad.

Y mi madre, sin cambiar su humor me daba a entender de que aceptaba mi desnudez ante su hermano. Y le dijo:

– Me alegro que te sientas así. Ella me ha sorprendido con lo adulto de sus pensamientos y me expresó que está dispuesta a ayudarte en lo que sea y estoy de acuerdo que así sea.

Me giré abrazándolo. Mis tetitas se apoyaron en su pecho y le pasé una pierna por encima dandole un “piquito” de beso tímido pero agradecido. No sé de dónde ni cómo reaccioné así, pero me sentía segura con mi madre delante por haber hablado de nuestros secretos. Entonces escondiendo mi cabeza en su tórax me animé a decir:

– ¡Es que mi tío es un queso! ¡Y yo lo adoro mami!

Sergio me abrazó y mirándome me regaló una sonrisa enorme.

– Ustedes dos, en lugar de parecer tío y sobrina, ¡parecen novios!

Y nos reímos todos a la vez.

– Vaya que me gustaría que lo fuéramos! Pero aquí en este país podría ser un escándalo de que este viejito y esta niña tuvieran una relación de ese tipo.

– ¿Porqué? Sabes bien que nuestras costumbres no nos limitan en esto.

– ¿De veras no te molestaría que mantengamos nuestras costumbres y me enrollara con Andreita?

– No. ¿No crees que ya hubiera saltado tirándome de los pelos después de entrar a este cuarto tan desordenado y darme cuenta de lo que ha pasado aquí mismo donde estoy ahora?

Mi tío puso cara de sorprendido. No se esperaba esas palabras de mi madre.

– ¿No crees que también podría estar llorando a gritos de ver a mi hija en brazos de mi propio hermano prácticamente desnuda como esta ahora?

– Lo sé. Me apasiona esta niña. Y su desnudez es torturante para mi. Está tan hermosa!

Y mi madre, mirándole el bulto que había crecido en su pantalón pijama le dijo:

– Si, ya me doy cuenta de cuánto te apasiona.

– Y bueno… Si. Ella me pone así… Pero para mí es muy importante lo que tu pienses también Andreita. ¿Te molesta que yo te esté abrazando desnudita adelante de tu madre?

– No. Me gusta mucho -le dije mimosa sin quitarle mi cara de su pecho.

Él me acariciaba la espalda.

– Lo que les dije. Parecen dos bobitos.

– ¿De verdad lo apruebas? -preguntó mi tío a mamá.

– Si. Me gusta que ella se sienta tan segura con su tío. Sé que tu no la vas a lastimar porque la quieres mucho y bien.

– ¿Ves? -me dijo levantándome el mentón y nos miramos a los ojos.

Le sonreí y me dio un besito en los labios. Se lo devolví con la lengua.

– ¿Te gusta estar así con tu tío, hija?

– Me encanta mami! -le dije mimosa y volviendo a aplastar mi boca contra la suya iniciando una lucha de lenguas muy húmedas. Me monté sobre una de sus piernas y le di un par de fricciones con la pelvis.

– Bueno, entonces los dejo solos y me voy a preparar algo -dijo mi madre- ¿qué les preparo para desayunar?

– Huevos revueltos y jamón. ¿Tu quieres mi chiquita? -preguntó Sergio.

– Si. ¿Y tostadas? -me animé a preguntar mirándola sonriente.

Ella se adelantó un poco en la cama y se me acercó a darme un beso en la frente acariciándome la espalda también.

– Mi niña se está convirtiendo en mujer. Y con el hombre que más confío. A ti te tengo mucha confianza y sé que no la vas hacer sufrir.

Suficiente. Me estaba autorizando a estar en brazos de él, y me sentí más aliviada ante la tranquilidad con que mi madre se adaptaba a este ambiente de solidaridad y confianza conmigo y el tío Sergio. Ella veía con naturalidad mi desnudez pegada a mi tío que ya estaba excitado y con el bulto empinado duro contra mi pierna. Me dejaba sola para que me encargara de él. Mi pelvis seguía la danza sobre esa pierna que me estaba poniendo a circular la sangre a toda velocidad.

– De lo que hablamos y lo que ha pasado aquí, tu padre no puede enterarse de nada por ahora hasta que ustedes dos esten seguros. ¿Entendido?

– Siiii… -coincidimos los dos al decirlo y nos empezamos a reír. Ella también y siguió camino.

Ni bien desapareció por la puerta, tío Sergio y yo nos enredamos en un beso extremadamente sensual. Su mano fue a parar a uno de mis pechos que hacía rato estaba delatando mi estado de calenturienta por el crecimiento de los pezones al sentir a Sergio tan cerca. Mis gruesos y largos pezones querían ser atendidos. La pija de Sergio se asomó por entre el hueco de la bragueta del pijama y se la rodee con mi mano sin dejar de besarlo. Me tiré encima de él a lo largo con las piernas abiertas y guié ese pedazo de carne endurecida que tanto deseaba en ese momento hasta la entrada de mi conchita. La cabeza me penetró quedando rodeada por los labios un poco inflamados de mi vulva. Así con su pija apenas adentro, empezamos a jugar moviendo las caderas. Me excitaba tenerla así.

– ¿Te la meto mi amor? -dijo poniendo su manos en mis nalgas para aferrarse a ellas en el momento de penetrarme hasta el fondo.

– Siiihhh… dije gimiendo.

Y cuando me preparaba para empujar mi vientre y hacerlo realidad, sentí a mi madre otra vez entrar al dormitorio y quedé congelada sin saber qué hacer. La cama estaba frente a la puerta. Seguro que me estaba viendo penetrada por esa gruesa verga con mis piernas bien abiertas dandole a sus ojos un amplio panorama de lo que sucedía. Entonces di vuelta mi cara por sobre mi hombro y me quedé mirándola como pidiendo disculpas con mi expresión. Pero solo dijo:

– ¡Ustedes no pierden el tiempo! A ver tortolitos… pueden hacer una pausa para decirme si quieren que les haga café solamente o con leche.

– Con leche -dijo mi tío sin soltarme las nalgas.

– Ya veo -dijo mi madre con sarcasmo y volvió a irse mientras nos decía en alta voz: “Les doy veinte minutos…!”

Tío Sergio y yo nos miramos y como si fuera algo natural no esperó a que mi madre se fuera. Me la empujó hasta hacerla desaparecer dentro de mi.

– Andreita… que caliente estas mi niña!

La sacó y girándome se subió sobre mi metiéndomela otra vez de una sola estocada.

Miré por encima de su hombro y me percaté que la puerta estaba abierta. Mi madre y yo nos sonreímos pero no por mucho porque abrí la boca para gemir cuando me la empujaba otra vez con fuerza y perdí la atención totalmente concentrándome en lo que Sergio me hacía sentir. Estaba empalada por el miembro de mi tío que me llenaba estirándome toda la vagina para poder estar dentro de mi! Todo parecía una escena surrealista. Pero no lo era.

Entonces él me arrancó otro fuerte gemido que no pude disimular y comencé a mover las caderas buscando más placer.

– Qué rica tienes la conchita mi amor -me decía- todavía la tienes tan apretadita que me vas a sacar la leche muy pronto.

– …aha…! -decía yo con desesperación para que se siguiera moviendo así porque me estaba por venir un orgasmo!

Peleamos con los movimientos de caderas y pegando con violencia un sexo contra el otro. Sentía sus testículos pegando en mis nalgas.

– Mi chiquita, te voy a dar la leche ya!

– Siiii…. yo también!!!

Habíamos durado poco haciendo el amor. Ya no podíamos esperar más!

Y grité con un gemido insoportablemente ronco desde lo más profundo de mi garganta a la vez que sentía los azotes de su verga muy adentro mío derramando esperma sin parar. El calor por dentro me hacía feliz! Y sin dejar de moverse fue bajando la frecuencia de sus empellones. Yo me calmé, pero el ruidito que causaban nuestros sexos friccionándonos ensopados era delicioso de escucharlo. El olor a sexo, ahora más fuerte, cerraba el final de una cojida que no esperaba, de una calentura que no había sido planeada. Entonces recordé a mi madre y miré. Pero ya no estaba.

 

Relato erótico “Joder Que puta es la guerra (2) Bosnia” (POR JAVIET)

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UNA EMBARAZADA2BOSNIA-ERZEGOVINA.   DICIEMBRE 1993 MISION  UNPROFOR.  AGRUPACION “MADRID”  CERCA DE SALAKOVAC.                                                                                                                                                                                                                El soldado José reyes, se bamboleaba como sus otros siete compañeros dentro del BMR mientras avanzaban hacia el pueblo, nuestro protagonista pensaba que estarían mejor en cualquier otra zona, hacia unos días una mina había matado a un capitán de su misma agrupación, por allí cerca y el estaba entre los efectivos que fueron de refuerzo, había sido tremendamente duro verlo, pero lo peor es que con las minas nunca se sabe, aunque limpiaron la zona podía haber muchas más por allí cerca.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      Se detuvieron, el cabo Lucas grito: – ¡vamos nenes, fuera y de prisita! El jefe quiere un perímetro seguro, asegurad la calle. Todos excepto el conductor y el artillero salieron del vehículo, se dispersaron por la calle con los cetme en la mano apuntando a su alrededor, ellos eran el vehículo de cabeza, entraron en el pueblo un Land Rover y tres camiones Ebro 3050 de dos ejes con otro BMR detrás cerrando el convoy, apenas detenerse todo el mundo salió de los vehículos y tomaron el pueblo.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            Los habitantes del lugar se habían escondido, hacía tiempo que desconfiaban de cualquier militar que viesen, pero poco a poco fueron asomando al ver las banderas y los cascos azules, alguien dijo “espajnolo” y varios hombres mayores mujeres fueron acercándose, el teniente “listillo” seguido del intérprete se encaro al que parecía el alcalde del lugar, diciéndole que preparase a su gente pues se les distribuiría ayuda humanitaria por ordenes de la comandancia, el alcalde sonrió y gritó la buena noticia a sus conciudadanos, estos enseguida salieron de las casas y se acercaron al convoy, allí formaron una ordenada fila.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     Los soldados se distribuyeron rápido, la dotación del primer BMR se mantuvo de centinelas en el perímetro del pueblo, la del segundo y los conductores distribuyeron los paquetes de ayuda, entre la población (harina arroz legumbres etc.) otro grupito se arremolinaba cerca del médico que intentaba ayudar a los paisanos, pronto se dieron cuenta de que había demasiados refugiados en el pueblo y la ayuda no llegaría para todos, al menos no con la necesaria abundancia que esperaban,                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

El soldado legionario José reyes, se acercó a Paco López y le dio un codazo diciendo: – Mira cuantas tías, los maridos y novios matándose por ahí y ellas aquí solitas. Paco contestó: – No tan solitas, casi todas tienen algún crio. A lo que José repuso: – Esas son las mejores, tranqui tío que hoy mojas. En el convoy no eran más de treinta soldados, en el pueblo había unas 500 personas y la ayuda que llevaban iría un poco justa para todos, el truco que sabia jose se lo había dicho un veterano que lo usaba habitualmente, antes de salir de la base pasaba por el economato, cargaba un macuto con varias latas de fabada, lentejas y albóndigas baratas, al ser de uso personal no entraban en la distribución de ayuda, él y varios más las usaban para intercambios “personales” con las aborígenes mas potables. Si un compañero protestaba le decían que el podía hacer lo mismo que ellos pero repartir su comida gratis, nadie se lo impedía solo le decían: – Eres libre de hacer el tonto cuanto quieras, te vaciaras los bolsillos por compasión, mientras a nosotros nos vacían los huevos.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        Cuando acabaron con la distribución ya eran las 18:30, el teniente llamo a la base y le autorizaron a acampar en el pueblo, pues la vuelta a la base por aquellos caminos donde se sospechaba había minas era peligrosa, en seguida se montaron algunas tiendas de campaña cerca de la salida del pueblo y estacionaron allí los vehículos, se distribuyeron las guardias y el resto del personal preparó una abundante cena a la que se invito al alcalde y a cuantos se fueran acercando, uno de los legionarios sacó una guitarra y comenzaron a cantar, mas paisanos se acercaron al oír la música, entre ellos Olga y Nadia con sus hijos, ellas sabían que con los legionarios se podían hacer ciertos tratos y la música solía ser la mejor señal.

Olga se fijó en José un mocetón moreno, de pelo negro y de cara atractiva, era grande y fuerte, se hubiera liado con el de todas formas pues estaba caliente, llevaba mucho tiempo sin nadie a su lado desde que su marido se fuera a pegar tiros, lo que iba a hacer puede que no estuviera bien pero ella y su hijo tenían hambre, el legionario le devolvió la mirada y se acerco a esa chica de unos 22 años rubia y delgada, era maja sin ser muy guapa, lo mejor eran sus ojazos verdes y sus anchas caderas, pecho normal ni grande ni chico, hablando de chicos llevaba uno de un año más o menos en los brazos, llegó a su lado y empezaron a hablar sin apenas entenderse, mas por señas que por las palabras llegaron a un acuerdo, Olga le pasó el niño a su amiga y siguió al legionario a una de las tiendas de campaña, una vez dentro la regaló el macuto todo para ella, una lata de fabada otra de lentejas y otras dos de albóndigas, un brik de un litro de zumo de naranja completó su provisión de vitaminas, ella puso el macuto aparte y se abalanzó hacia el besándole apasionadamente.

Se desvistieron entre besos y manoseos, metiéndose en el saco de dormir del soldado pues hacia bastante frio, sus cuerpos se frotaron y José le acaricio los pechos, chupo sus gruesos pezones notando el sabor de la leche materna, no se detuvo allí pues con sus manos la acariciaba el cuerpo, llegó a su vientre y metió su mano entre sus piernas, el coñito de Olga tenía una buena mata de pelo ya húmeda de flujo vaginal, el supo que ella no fingía su calentura y la introdujo dos dedos con facilidad sin dejar de chupar los pezones de la rubia, ella por su parte le abrazaba contra su cuerpo, suspirando de placer sintiendo sus dedos dentro de ella y la boca mamándola, estaba tan caliente que se corrió casi enseguida tras menos de un minuto de sentir los dedos dentro suyo, gimió en voz alta y le abrazó aun mas fuerte contra su cuerpo mientras sus caderas temblaban de placer.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    Olga se fue reponiendo tras su orgasmo, apartó las manos de José de su coñito y aun con la respiración agitada se subió sobre su cuerpo, le besó en la boca con furia, con mucha pasión sus lenguas se enredaban mientras ella notaba la erecta verga del soldado rondándola los empapados labios del coñito, José bajó las manos y sujetó los cachetes del culo de Olga empujándolos hacia su miembro al mismo tiempo que de un caderazo entraba en su empapado sexo, ella de la impresión le mordió en la lengua al sentirse llena del gordo miembro de José, le miro a los ojos y siguió besándola mientras se dejaba llevar por el ritmo que él la daba, empujaba con sus manos el culo y la impulsaba con las caderas a continuación, sintiendo el calor de sus tetas en el pecho, al mismo tiempo Olga mecía las caderas a los lados para aumentar el placer que sentía, la penetración se fue haciendo mas rápida e intensa ella gemía sin parar y se dejo llevar por la pasión del momento, se corrió otra vez y se dejo caer sobre José sin fuerzas sintiendo estremecimientos de gusto que la recorrían todo el cuerpo, su cuerpo temblaba y aquello ayudó a José que sin dejar de follarla con ganas se noto llegar al orgasmo, buscó la boca de ella y la beso con ganas mientras la llenaba de esperma caliente, Olga sintió una corrida abundante noto varios chorros en su interior, se estremecía al mismo tiempo que él y siguió besándolo con cariño.

Al rato salieron de la tienda de campaña, ella recogió a su hijo y su amiga Nadia le dejo al suyo y se fue con otro soldado, José vio como Paco se alejaba con la amiga de Olga dejándola sola con aquellos niños, él se acerco a ella viendo que el interprete estaba cerca, se sentó a su lado y con su ayuda comenzaron a hablar, se gustaban. Al día siguiente se separaron, ella quedo en el pueblo y él se fue en el convoy en el bolsillo llevaba un papel con la dirección de Olga, ella se quedo con la dirección de él, durante un tiempo se escribieron e incluso se vieron otras veces, luego el volvió a España.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                Madrid primavera del 2002, José recibe una llamada, es la embajada ellos están aquí, – por fin. Exclama nuestro protagonista, sale de su casa y coge su coche, va al aeropuerto y espera ansioso, al rato llega el avión y por la salida de vuelos internacionales ve llegar a tres personas, dos niños de 10 y 8 años con su madre la delgada rubia de ojazos verdes, Olga.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  Los datos de la historia son ciertos, 8330 Españoles sirvieron en bosnia, 22 miembros de las fuerzas armadas y una intérprete murieron allí en acto de servicio desde 1992 a 1995, vaya por todos estos héroes casi olvidados un emocionado saludo, el resto de los personajes y hechos de la historia son ficticios. Cuidaros, un saludo.
Para escribirme: javiet201010@gmail.com

 
 

Relato erótico: “Mi venganza 5 final” (POR AMORBOSO)

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dueno-inesperado-1Recuperado mi ánimo, me dispuse a entrenar a Carla.

sin-tituloDurante el día la dejaba en el esqueleto que había preparado para ella, desnuda y a cuatro patas. Compré un plug anal en forma de rabo de perro que llevaba puesto todo el tiempo, solamente se le quitaba para usarla.

Habiba tenía orden de acariciar su coño cada poco rato, pero en ningún caso dejar que obtuviera un orgasmo, cosa que cumplía escrupulosamente.

Cuando regresaba por las tardes, sus muslos estaban pringosos de flujo. No menos que los de Habiba, que también disfrutaba con ello. Así que, lo primero que tenía que hacer era soltarla, ponerla de espaldas, hacer que Habiba se colocase a cuatro patas sobre ella para que le pudiese comer el coño y yo me colocaba detrás para follarla por el coño o el culo, mientras nos chupaba y lamía desde abajo.

Cuando Habiba estaba satisfecha, porque yo me aguantaba mi corrida gracias a un retardante, ya que si no, no hubiese podido resistirlo, nos limpiaba los restos y, después de ponerle la correa, la llevaba al garaje donde entrenaba mi nueva vena sádica.

El primer día solamente tenía las cuerdas para colgarla y una mesa vieja de cocina. Me las arreglé con eso. Vendé sus ojos, la hice sentar sobre la mesa y até sus muñecas y tobillos a sendas cuerdas al techo,

-¿Qué vas a hacerme, amo? –Me dijo

-Ahora me apetece depilar ese coño descuidado que tienes, luego comprobaré la elasticidad de tus pezones, coño y culo.

Ella no sabía en qué consistía aquello, pero ya se imaginó que no sería agradable.

Y efectivamente, no lo sería. Tomé cinta adhesiva de la conocida como “cinta americana” y fui cortando trozos que pegaba sobre su coño o pubis, según me interesaba. Presionaba bien para que pegase y lo retiraba despacio. Como se puso a gritar, tuve que utilizar uno para taparle la boca.

-No hace falta que grites, te voy a dejar el coño como el de una niña recién nacida. Verás como al final me lo agradeces.

Seguía emitiendo sonidos ininteligibles, pero lo peor era que lo mucho que se movía, que me impedía trabajar a gusto.

Cuando ya no quedaba nada, le dije:

-Ahora un poco de masaje para que quede bien suavecito. –Y procedí a darle con masaje de afeitar.

-MMPPPPPFFFFFF. –Fue lo que ella me dijo, pero no la entendí.

Ese día no seguí con más. Para el siguiente, esperé a conseguir una silla ginecológica especial para estos casos. Si embargo, le di instrucciones para que estuviese siempre perfectamente depilada. Para ello, todas las mañanas tendría un tiempo de intimidad para lavarse y preparar su cuerpo para mí.

Cuando obtuve la silla volví a llevarla. Se dejaba hacer con docilidad, las palizas previas la habían ablandado bastante, así que la até con las piernas bien abiertas, vendé sus ojos y coloqué la bola en su boca para no oírla.

-Como quedamos ayer, vamos a probar tu elasticidad vaginal.

Su respiración se aceleró. Yo me puse unos guantes, tomé un tubo de lubricante, deposité una buena cantidad en mis dedos y le unté la entrada del coño y todo lo que pude meter los dedos.

Comprobé que le entraban perfectamente primero dos Añadí un tercero, un cuarto y al final, probé con todos los dedos juntos en forma de piña.

Poco a poco fui forzando su dilatación hasta conseguir meter la mano entera y que pasase de la entrada hasta la muñeca.

Cerré el puño e hice movimientos de entrada salida, hasta que me di cuenta de que había demasiada humedad en su coño y que ella había quedado como en trance. Después de tres horas, lo que había conseguido es hacerle alcanzar el orgasmo más fuerte de su vida.

Visto que mis aptitudes como amo, castigador o vengador eran bastante pobres, conclusión a la que llegué viendo los últimos acontecimientos con Carla y las malas caras y modos de Habiba, unido, además, que esto no terminaba de satisfacerme, decidí hacer lo mismo que las grandes empresas: externalizar trabajos.

Hablé con El Fajina para llevarla a uno de los clubes a su cargo, con lo que estuvo encantado y pronto llegamos a un acuerdo. Me indicó donde ir y con quién hablar y quedamos que la llevaría y recogería todos los días. El único requisito que puse fue que no debía alcanzar el orgasmo nunca.

A partir de ese día, después de atendernos, y la mandaba lavarse y pintarse como una puta.

Al principio tenía que retocarle el maquillaje a bofetadas, pero pronto aprendió cómo me gustaba.

Luego la hacía vestirse con una minifalda y una camiseta que habían sido recortadas y ajustadas convenientemente por Habiba, y unos zapatos con los tacones más largos que pude encontrar, con los que completaba la imagen de puta.

Una vez preparada, la hacía ir andando hasta la salida de la urbanización, que se encontraba aproximadamente a un km., y esperarme en la parada del autobús que hay allí, donde iba yo a recogerla unos minutos después para llevarla al trabajo.

El primer día se negó a salir a la calle así vestida.

-No puedo salir así. Todo el mundo en la urbanización me conoce, ¡Qué van a decir de mí!

-Que eres una puta. Lo que has sido siempre. Como soy un blando, no te voy a obligar. A cambio, desnúdate y ve al garaje.

Até sus muñecas a sendas cuerdas al techo y sus tobillos a los enganches del suelo, dejándola en posición de “X”.

Tomé mi fusta preparada al efecto con una tira de 50 cm. de cuero en la punta y me puse a repartir golpes sin medida por todo su cuerpo. Tetas, culo y coño incluidos. En principio, temí que nos oyesen los vecinos, pero Habiba tenía orden de avisarme si se oía demasiado y no ocurrió. Cuando toda su piel estaba roja, incluso con algunas marcas de sangre, le dije.

-Vaya. Se me había olvidado que para que los correctivos surtan efecto, debes de ser consciente de ello. Volvamos a empezar. Te voy a dar 25 golpes con la fusta. Deberás contarlos y darme las gracias. ¿Lo has entendido?

-No, amo. Más no. Haré todo lo que me digas, pero más no. –Dijo llorando a lágrima viva.

-¿No lo has entendido? Bien, te lo repetiré otra vez.

-por favor. –decía bajito.

ZASSS

-AAAAAGGGGG.

-Te daré 25 golpes como este y tú los contarás y me darás las gracias. ¿Lo has entendido ya?

Afirmó con la cabeza.

ZASSS

-AAAAAGGGGG.

-No te he oído. ¿Lo has entendido?

-SSsi, amo.

-Bien, eso está bien.

ZASSS

-AAAAAGGGGG.

Un golpe sobre una de sus tetas.

-Uno, gracias amo.

ZASSS

-AAAAAGGGGG.

Otro golpe de abajo arriba en su coño.

-Dos, gracias amo.

-Vale, vale, vale. Paremos un momento. No te he explicado porqué te estoy castigando. ¿O lo sabes ya?

-Por no salir a la calle vestida de puta.

-No, no, no. Te castigo por no obedecerme. Cuando yo de diga algo, tu lo harás sin pensar en más. Tu único pensamiento será agradarme a mí. ¿Entendido?

-Si amo.

-Entonces, volvamos a empezar desde el primero.

ZASSS

-AAAAAGGGGG.

Un golpe sobre una de sus tetas.

-Uno, gracias amo.

ZASSS …

Al día siguiente, misma escena, pero esta vez salió corriendo para que la viese la mínima cantidad de gente posible, pero corriendo con esos taconazos sin estar acostumbrada, tubo dos caídas en las que se magulló piernas y brazos. Varias vecinas salieron a auxiliarla, pero las rechazó muerta de vergüenza.

Desde donde estaba, pude escuchar a dos de ellas.

-Te as dado cuenta. Va con el coño al aire, y esa falda ni siquiera se lo tapa.

-Y las tetas. ¿Qué me dices de las tetas? Sueltas también, como cualquier guarra.

-No, si ya sabía yo que esta tenía que ser una puta. Desde que se separó del marido…

Dejé que esperase un buen rato, mientras le pitaban los vehículos que pasaban y los que entraban o salían se quedaban mirando.

Cuando la recogí, me aparté a un cañaveral que había al lado de la urbanización, la hice salir y apoyar las manos en el capó del coche, me saqué el cinturón y le dije:

-Por querer esconder lo guarra que eres, has estropeado es cuerpo que es mío, y eso solamente puedo hacerlo yo. Te voy a dar diez correazos y si mueves las manos del capó, volveremos a empezar.

Y así lo hice. Levanté su falda y le di los correazos de rigor, tras lo cual, la llevé al trabajo.

Al día siguiente, lo sabía toda la urbanización. A la hora de salir, hombres y mujeres la observaban desde los porches, ventanas o desde la propia calle, donde la esperaban paseando disimuladamente.

Al tercer día, había dos vehículos detenidos en la parada, haciéndole proposiciones, mientras ella ocultaba su vergüenza vuelta de espaldas a ellos.

-¿Qué ocurre? –Pregunté tras detener mi auto y bajar de él.

-A ver si tienes más suerte que nosotros. No hay forma de sacarle cuanto cobra por dejarse follar o chuparla. –Dijo uno de ellos.

-20 por mamada de diez minutos y 50 por follarla por cualquier agujero en media hora.

Llegamos a un acuerdo y la hice subir al primer vehículo, que se metió en el huerto cercano, al abrigo del cañaveral. A los diez minutos volvieron, cambió de coche y realizó otro trabajo de diez minutos. La llevé a casa para que se lavase y de nuevo salimos para dejarla en su centro de trabajo

Al día siguiente, fui preparado con una garrafa de agua y toallitas húmedas y secas. Al llegar había un solo vehículo, pero fui informado que tras el cañaveral, había ocho más esperando.

Esta vez hubo todo tipo de servicios, incluido un matrimonio al que tuvo que atender a ambos. A todos les insistía en que la puta no debía correrse, que cuando la viesen excitada le retorciesen los pezones o el clítoris o hiciesen cualquier cosa para evitarlo.

Casi todos nos conocían, pues eran vecinos desde que fuimos a vivir de recién casados y todos tenían en común: las ganas de follársela desde que llegamos.

Así todos los días. Siempre había alguien dispuesto a follarla por el coño o el culo, cuando no eran varios.

Llegó un momento que se resignó a ello y ya no la avergonzaba ni lo que le decían ni lo que le hacían los que hasta entonces habían sido sus vecinos.

En el club, bailaba desnuda hasta la madrugada, en varios pases, cosa que no se le daba mal, tenía estilo para calentar a los hombres y alguna que otra mujer. El problema era que con sus grandes tacones y los movimientos sensuales, se le dañaban los pies y se le hacían heridas que luego yo desinfectaba con alcohol y curaba con pomadas calmantes.

Entre pase y pase, tenía que atender a la numerosa clientela del local, la mayoría presentes por verla a ella y poder follarla. Pues la fama había corrido y el hecho de follarla sin permitir que se corra, daba un valor añadido al morbo del sexo con ella.

Por otra parte, pronto estuvo instalado el sistema de cámaras con control remoto que compró El Fajina, por lo que quedamos en mi casa una mañana para instalarle la app en su teléfono y explicarle el funcionamiento.

Una vez instalada y configurada (yo también la tenía en el mío), tomamos una dirección al azar de las que correspondían a uno de sus centros especiales para clientes especiales, y rápidamente apareció la habitación vista con una toma lateral, en la que había una mujer acostada boca arriba sobre una mesa, bien sujeta e inmovilizado su cuerpo con bandas de lona, los pies en alto en unos apoyos de tipo ginecológico, la boca sellada con una bola y cinta adhesiva sobre ella, con las piernas abiertas hasta el dolor.

Frente a su coño un hombre con bata de médico, sostenía en sus manos una pistolita que no veía yo desde que era muy niño. Consiste en una pistola en plástico con un alambre rígido y grueso envuelto en un muelle, que recorre desde el cañón al percutor.

Tirando del alambre hacia atrás, se carga. En el extremo del cañón se ponía un tapón de corcho atado con un hilo para no perderlo y al presionar el gatillo el tapón salía disparado alcanzando una distancia de un par de metros o lo que llegase el hilo de sujeción. Si colocabas un objeto a esa distancia, se podía hacer tiro al blanco.

Cambiando la imagen a la cámara que se encontraba a espaldas de él, observamos que el caballero se entretenía en disparar tapones de corcho dentro del coño de ella. Que luego recogía con su mano envuelta en guante de látex.

Me dio un ataque de risa que no podía decirle nada. Solo señalaba la imagen y me volvía a dar otro ataque. Intentaba hablar, señalaba y un nuevo ataque.

-Puedes reírte, -me dijo El Fajina- pero este es nuestro mejor cliente y el que más paga. 10.000 euros esa sesión (eso me cortó la risa de repente) Hemos tenido suerte en la primera vista.

-¿Y paga eso por darle con corchitos en el coño?

-El amigo es un auténtico sádico. Los corchitos que tú dices, llevan en la punta un pincho untado en un producto altamente urticante, y los clava directamente en el cuello del útero. El guante no está lubricado, también está untado de urticante, con lo que le está dejando el coño en carne viva.

-Después de esto tendrá que pasar un mes hospitalizada, sin poder trabajar, teniendo que ser atendida por médicos y personal especializado. Por eso es tan caro.

-Pero en los hospitales hay que declarar lo que ha pasado. –dije yo.

-No, para eso tenemos nuestro propio servicio médico y hospital.

-Carla tiene que probar eso.

-Lo probará. Mañana llévala allí en lugar de al club.

Y así fue. Al día siguiente empezó en el nuevo lugar. Al principio fueron sesiones suaves: pinzas en pezones y clítoris, retiradas a latigazos, enemas y cosas parecidas, pero al ver que respondía bien, a los pocos días ya le tenían preparado algo especial. Su primera noche especial, según me anunciaron.

Me preparé en mi dormitorio como para ver un estreno de cine porno. Unas bebidas a mano, llevé mi televisor de 55 pulgadas con conexión a Internet al pie de la cama, unos grandes almohadones a mi espalda, Habiba entre mis piernas, ambos desnudos, los controles en mis manos y una tremenda curiosidad.

Me conecté con el televisor a la cámara de su habitación y enseguida apareció la imagen como si estuviese allí mismo, mirando por una ventana viendo lo que le hacía. Al mismo tiempo indiqué a Habiba que empezase a chupármela despacito.

El sujeto, un hombre de mediana edad, calvo y totalmente depilado, desnudo completamente, estaba preparando lo que iba a utilizar cuando ella entró en la habitación.

Esta estaba vacía, a excepción de una plataforma de un metro cuadrado aproximadamente y 25 cms. de alta, en uno de cuyos lados había un poste vertical de unos dos metros de altura, al parecer, muy bien sujeto. Al lado, una mesa de tipo quirófano, donde él preparaba el instrumental y otra mesa vacía un poco más alejada, con una silla delante.

Se acercó a recibirla y la acompañó hasta la tarima, donde la hizo subir. La colocó de espaldas al poste, sujetándola a él mediante un cinturón especial con un tensor que la dejó totalmente pegada a medio cuerpo.

Habiba se esmeraba en recorrer mi polla con su lengua, subiendo y bajando en un lento recorrido con lametones en el borde del glande y frenillo.

-MMMMMM. Juega más despacio, que tenemos mucho tiempo. –Le dije mientras volvía mi atención al televisor.

Seguidamente, tomó una cuerda ya preparada con un lazo en un extremo. Sujetó sus muñecas con ella y fue subiendo por sus brazos dándole vueltas y tensando, para que sus brazos quedasen fuertemente pegados entre si. Llegó hasta sus codos que ya no permitían más y procedió a anudarla. Otra cuerda más pequeña fijó su cuello al poste con tres vueltas y un buen nudo en la parte trasera.

Entre sus piernas, colocó un tubo con un ajuste a mitad y con un pie o base ancha metálica para mantenerlo recto, sin caerse al suelo por un extremo y para poder poner los pies de ella sobre esa base. En el otro lado, un pene pequeño, con tope par impedir su entrada total, que a su vez encajó en su coño, ajustando el tope a los labios del coño. Un cable que salía por la parte inferior, fue llevado a una caja que había en la mesa de material y conectado.

Ella quedó totalmente recta, con los pechos sobresalientes y casi sin movimiento.

Repasó las sujeciones y nudos, comprobando la firmeza de todo y procedió a presionar sobre los hombros de ella. Al bajarse unos milímetros, una descarga eléctrica partió de su coño y bajó por sus piernas, haciéndola temblar y emitir un grito inhumano

-AAAAAAYYYYYYYYYY

Satisfecho, le colocó una mordaza de bola en la boca y volvió a la mesa del instrumental. Él, en ningún momento abrió la boca para decir nada.

Sabía que ella tenía que estar callada siempre, bajo amenaza de castigos terribles.

Mi polla estaba dura como una piedra hice que Habiba se diese la vuelta y, de espaldas a mi, se la metiese en el coño, inclinándose hacia delante hasta quedar acostada boca abajo, con sus piernas a ambos lados míos y la polla bien metida en su coño. En esa posición le iba pidiendo suaves movimientos o que se detuviese, según me interesase para no correrme.

Ella me hacía movimientos circulares con su coño o presiones cuando se detenía, en una deliciosa tortura que me mantenía en la gloria.

Volviendo a la pantalla, el sujeto se había puesto unos guantes de látex y tomado una fina aguja de unos 25 cm., que sumergió en un líquido y procedió a clavarla verticalmente, sin prisa, con bastante precisión, desde el borde superior de la aureola hasta hacerla salir junto al borde inferior. Luego la ajustó para que quedase el mismo trozo visible por arriba que por abajo.

Cuando la aguja empezó a penetrar en su pecho, ella empezó a hacer movimientos, que hicieron que se disparasen las descargas de su coño, haciéndola emitir ruidos, que de no ser por la bola, serían horribles. Eso hacía que cada poco tiempo, se viese obligado a parar por las convulsiones que la sacudían entre el dolor y las descargas.

Cuando la tuvo toda pasada espero un momento para que ella se relajase.

Seguidamente, tomó otra e hizo la misma operación con el otro pecho.

Yo ensalivé bien mi dedo medio y se lo metí a Habiba por el culo. Empecé también a jugar metiéndolo y sacándolo, al tiempo que presionaba la pared de separación con mi polla y reforzaba el efecto placentero de los movimientos de ella.

En el televisor, seguía metiéndole agujas, entre convulsiones y dolores. En este momento, estaba con una horizontal, de lado a lado, formando una cruz. Cuando tuvo ambos pechos, comenzó a colocar otras dos más equidistantes en cada cuadrante superior, hasta completar 6 agujas por pecho.

-Amo, necesito correrme. –Me dijo Habiba. Al parecer, sus movimientos y mi dedo le estaban causando grandes efectos

Intensifiqué mis movimientos en su ano, haciéndola gemir de gusto:

-MMMMMMMM Siiii

La empujé un poco hacia delante, con el fin de hacer sitio para que un dedo de mi otra mano entrase entre nosotros y alcanzase su clítoris.

Estaba hinchado como nunca. Unos pequeños golpecitos con la yema de mi dedo, la colocaron en el disparadero:

-AH. AH. AH. AH.

Y apoyándolo sobre él, comencé a darle vueltas en círculo por encima.

-SIIII. Me corroooo. Siiii. No pareeee…

Tuvo un orgasmo prolongado que la dejó adormecida.

Tiré de sus piernas hacia mí para volver a encajársela nuevamente hasta el fondo y esperé a que se recuperase para que continuara con su labor.

En el televisor, estaba terminando de unir las agujas con unos cables que también terminaban en el aparato de la mesa.

Al tiempo que Habiba comenzaba a moverse nuevamente, el tipo desató la cuerda del cuello y soltó el poste desde una palanca en la base, levantándolo, sacándolo de los brazos y dejándolo a un lado.

Seguidamente, se colocó una especie de zapatillas de goma, tomó un mando a distancia, se situó tras ella y sin más, clavó su dura polla en el ano de la mujer. Sus movimientos volvieron a disparar las descargas sobre ella, que, con sus convulsiones, terminó de empalarse.

A partir de ese momento, cuando ella se detenía y cesaban las descargas en su coño, accionaba el mando, el cual hacía que recibiese descargas en las tetas a través de las agujas, lo que hacía que se moviese nuevamente.

Yo empecé a desear correrme, y así se lo hice saber a Habiba, que intensificó sus movimientos y presiones.

El grito de placer en el televisor por cuenta del tipo, lanzó mi orgasmo también en el coño de Habiba.

-AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH

Mientras mi polla llenaba su coño, Habiba también alcanzó su orgasmo. Metió su mano hasta su clítoris y empezó a frotarlo, alcanzando también la base de mi polla.

-PPPPPFFFFFFFFFFFSSSSSSSSS. MMMMMMMMMMMMMM .

Cuando nos recuperamos, la hice ponerse a mi lado y prestamos un momento de atención a la pantalla. El tipo, al que no le había bajado la erección, había retirado la picana del coño y había colocado la mesa vacía delante, la había hecho inclinarse sobre ella forzando los brazos hacia arriba y se la estaba follando por el coño

Apagué el televisor y nos quedamos dormidos, uno en brazos del otro, como casi todos los días.

Durante la siguiente semana, quedó en el hospital recuperándose.

En días sucesivos, solamente le encargaron trabajos suaves, algunos lésbicos, recibió una buena sesión de azotes e incluso un grupo de ocho amigos se montaron un concurso tipo gang bang para ver quién la reventaba a pollazos, donde estuvieron horas dándole por todos sus agujeros para terminar en un bukkake sobre su cara.

Algún tiempo después, fui avisado de un nuevo trabajo muy especial.

Tras prepararlo todo y con mi polla ya en el coño de Habiba, me dispuse a ver de qué se trataba.

Esta vez ya estaba colocada sobre una camilla tipo ginecológico, donde los apoyos para pies podían separarse a voluntad. En este caso estaba abierta totalmente, con las rodillas hacia atrás y el culo ligeramente fuera del borde de la mesa, lo que dejaba su coño totalmente expuesto. En la boca llevaba una enorme bola negra. Los brazos atados a sendos lados de una barra que cruzaba bajo la mesa a la altura de su cabeza.

A su lado, una mesa con material diverso, igual o similar a la de la otra vez y otra vacía, con una silla a su lado.

En este caso, el tipo estaba vestido, y se cubría con una bata blanca, tipo médico y guantes de látex.

Tomó de la mesita un tubo de goma con algo en los extremos, que luego pude ver que eran un succionador para el clítoris en un lado y una llavecita y un objeto para hacer el vacío en el otro.

Lo primero que hizo fue separar los labios del coño y empezar a lamer y chupar el clítoris, que no tardó en estar erecto mientras ella soltaba gemidos ahogados por la bola de su boca.

Mis instrucciones de no dejarla correrse y darle plantas estimulantes se seguían con precisión, entre otras cosas, porque eso hacía que estuviese caliente y lubricada casi constantemente, lo que facilitaba mucho su uso a los clientes, que lo agradecían con un mayor número de solicitudes de servicios.

Una vez conseguida la máxima erección, colocó el succionador y manejó el bombín de vacío hasta que no dio más de si. En el otro extremo, el clítoris había doblado su tamaño.

Mientras hacía efecto, se dedicó a meterle el dedo medio en el coño y moverlo despacio. Debía estar atacando su punto G, porque su cuerpo se arqueaba y movía lo poco que le dejaban las fijaciones.

Si se excitaba mucho, cambiaba para metérselo por el ano, solo o en compañía de otros dedos.

Una vez que el clítoris ya no dilataba más, manipuló la base del succionador que debió dejar algún tipo de anillo para impedir que recuperase su tamaño normal, que la cámara no me permitió ver, para luego abrir la espita y retirar el aparato.

Después, tomó una aguja gruesa y hueca, de las de poner inyecciones y un rollo de alambre de cobre, del tipo utilizado en los bobinados de los motores eléctricos del que cortó un largo trozo, en uno de cuyos extremos hizo una filigrana en forma de T. Ambas cosas las dejó sobre el suave vientre de ella, que la hicieron estremecerse levemente.

A continuación, echó líquido con un pulverizador, que debía ser desinfectante, mojando bien toda la zona, la aguja y el alambre.

Seguidamente, tomó un globo con formato polla, con la parte para hincharlo de una longitud de unos 20 cm., que fue metiendo en su lubricado coño, ayudándose de un palito empujador, hasta que solamente quedó fuera la parte para hincharlo.

Entonces, tomó los labios del coño, los emparejó por el borde y tomó un pellizco justo bajo el clítoris sobresaliente.

Mientras lo sujetaba con una mano, tomó la aguja con la otra y la clavó por un lado, sin prisa, hasta que salió por el otro, entonces, tomó el alambre, encajó la punta que había dejado lisa en el hueco delantero de la aguja y procedió a moverla hacia atrás, al tiempo que metía el alambre en sustitución. Cuando el alambre salió por el otro lado, tiró de él hasta que la T hizo tope y no pudo meter más.

Los puños apretados, marcando los nudillos blancos eran señal de que le estaba causando dolor.

A continuación, repitió la escena como cosa de un centímetro escaso más abajo, volviendo a meter la punta y pasando todo el alambre de nuevo, ajustando bien.

Repitió una tercera vez, creando una especie de apretada costura en forma de muelle.

Para la cuarta vez, colocó el tuvo de hinchar pegado a la tercera, y, si anteriormente había estado clavando la aguja de derecha a izquierda, esta vez lo hizo de izquierda a derecha, dejando una separación ajustada al tubo.

Siguió cosiendo hasta que ya no pudo más, y con la punta sobrante la metió por entre los labios hasta la parte superior, donde dobló la punta y cortó el resto.

Volvió a pulverizar líquido y limpiar con unos algodones. Se metió el clítoris en la boca, lo chupó y lamió un momento. Seguidamente, procedió a hinchar el globo hasta que la tensión de los alambres amenazaba con rasgar la carne, Momento en el que puso una pinza de presión para que no se saliese el aire.

Entonces se quitó la bata tranquilamente, y procedió a desnudarse, dejando la ropa cuidadosamente plegada sobre la silla. Cuando terminó, retiró la bola de la boca y volvió a situarse entre sus piernas.

A todo esto, yo me había corrido una vez en el coño de Habiba y ella no se cuantas más, pero seguía con su trabajo y yo totalmente empalmado.

En la pantalla se oía despacito la voz llorosa de ella:

-Por favor, no más. No más, por favor.

El se escupió en la punta de su polla, se la enfiló al culo y de un solo empujón le metió la mitad.

-AAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYY –Fue el alarido de ella al sentir la entrada.

-No, por favor, me matas. No, no. Me duele todo. Me estás deshaciendo.

Él, sin hacer caso, continuó metiéndole polla hasta que la tuvo toda dentro, comenzando a moverse lentamente entrando y saliendo, al mismo tiempo que movía el clítoris en círculos, cogido con las yemas de todos los dedos de la mano juntas, como si se tratase del joystick de un ordenador.

-FFFFFFFFFFFFFFF –Resoplaba el tipo. El gusto debía ser tremendo, a la estrechez natural del ano (aunque ya lo tuviese muy dilatado) se añadía la presión interna originada por el globo.

-Por favor, no más, me está deshaciendo el coño. Me duele mucho. AAAAAAYYYYYYY.

Estos gritos y quejas excitaban cada vez más al sujeto, que iba acelerando los movimientos poco a poco.

Al mismo tiempo, yo forzaba a Habiba a moverse también más rápido a base de palmadas en su culo.

Al final, el tipo soltó un fuerte gemido, empotrando la polla hasta lo más profundo y se corrió en su culo.

-AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH SIIIIIIIIIIIIIII Cómo aprietas. Me estas ordeñando como no lo han hecho nunca.

Tras unos minutos en el culo, la sacó, se dirigió a la cabecera haciendo bajar un trozo, lo que hizo que su cabeza quedase colgando.

En esa posición solamente tuvo que acercarse para metérsela en la boca hasta tenerla bien limpia.

Tras esto, volvió a vestirse con tranquilidad, se situó de nuevo entre las piernas y quitó la sujeción del globo, que se desinfló como un fuerte suspiro, seguidamente, con una tenacilla fue cortando el alambre por el medio y retirándolo a base de tirar de una de las puntas.

Una vez quitado, junto con el globo, manipuló el clítoris para quitar la presión de la base, lo que originó un nuevo y terrible grito de ella y la corrida de Habiba y mía.

Volvió a echar desinfectante y limpió la abundante sangre de las heridas, y se marchó.

Nosotros, apagamos todo y nos volvimos a dormir tranquilamente.

Muchas más cosas bastante menos interesantes pasaron en los siguientes días y meses, pero como en casi todo, los clientes quieren cosas nuevas y ella fue perdiendo interés, hasta el punto de que ni siquiera yo me conecto ya para verla. Me limito a recibir las notificaciones de ingreso de beneficios en los distintos bancos mundiales que tenía previsto, ya que esta gente se mueve por todo el mundo, sobre todo en paraísos fiscales. No porque tuviese interés en defraudar a la hacienda pública (?), sino por la dificultad de explicar los ingresos tan atípicos.

Hace poco, recibí la oferta de 500 mil euros por eliminarle los labios mayores, capricho de un cliente que le gustan las mujeres así. Dado el bajo rendimiento que estaba obteniendo últimamente, acepté gustoso. Eso ha hecho que otros clientes vuelvan a interesarse por ella y que hayan subido ligeramente los ingresos. Pero ya me da igual.

Como decía un viejo chiste, “no me queda ni gotita de rencor”. Mi vida está rehecha, soy feliz, me he quitado la espina que tenía clavada con ella y… me sobra dinero. Habiba también está más feliz. Se ha hecho a la idea de que soy totalmente suyo y notaba yo que no veía bien que disfrutase con la otra, aunque lo soportaba con su amor.

¡Ah, se me olvidaba! Habiba está embarazada y apunto de cumplir.

Gracias por haberme leído y por vuestros comentarios. Se que en el transcurso de esta historia han quedado algunos flecos sueltos que no se si darán para mucho si algún día los continúo. De momento, me voy a dedicar a mi mujer y mi hijo o hija, que no hemos querido saber qué era.

Ver Perfiles de CHICAS que les ha gustado este relato

 

Relato erótico: “Women in trouble 05 – Joder con el perrete” (POR TALIBOS)

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WOMEN IN TROUBLE 05: JODER CON EL PERRETE

– Toc, toc – los golpes resonaron suavemente en la puerta del dormitorio.

La bella mujer que yacía en la cama alzó la vista, nerviosa al oír la llamada, mientras sentía cómo la pasión la azotaba. Vestida únicamente con un insinuante camisón de raso, que a duras penas lograba ocultar sus numerosos encantos, la chica hizo esperar al visitante unos segundos, regocijándose con la impaciencia que de buen seguro debía de sentir.

– Toc, toc, toc – resonaron nuevamente los golpes, más apremiantes esta vez.

La joven sonrió con lascivia al escucharlos y aún se recreó unos instantes más alargando la agonía del visitante, gozando mientras imaginaba lo que iba a pasar a continuación, antes de dar permiso para pasar.

– Adelante – dijo simplemente, mientras sentía cómo la excitación se extendía por su cuerpo, estremeciéndola y haciéndola que ronronear como una gatita.

La puerta se abrió de inmediato y en el umbral apareció el guapo jardinero que estaba esperando. El hombre iba vestido con botas y pantalón de trabajo, cubriendo su torso con una sucia camiseta sin mangas, bien ceñida, que delineaba perfectamente su musculado cuerpo, lo que hizo que la joven se relamiera en silencio de pura expectación.

– Señorita – dijo el atractivo joven con timidez al ver a la hambrienta hembra medio desnuda tumbada en la cama – Ya he terminado los encargos que me hizo. Venía a ver si necesitaba usted algo más.

– Pasa, Abel, pasa. Has terminado muy rápido – dijo la mujer deslizándose voluptuosamente en el lecho, procurando que el camisón dejara bien a la vista sus firmes y torneadas piernas.

– Gracias señorita – dijo el hombre, dando un paso hacia el interior mientras tragaba saliva – ¿Se le ofrece algo más?

– Bueno… Había pensado – dijo la mujer simulando estar sopesando algo – ¿Se te da bien la fontanería?

– Sí, claro, señorita. Se me da muy bien “desatascar cañerías” – musitó Abel con una sonrisa jocosa en el rostro.

– ¿De veras? Y supongo que para hacerlo usarás… tus herramientas.

La sonrisa masculina se hizo más amplia.

– Pues verá, señorita Sabrina. Tengo sólo una herramienta, pero con ella me las apaño perfectamente.

– ¿Sólo una? – siseó la chica con tono sugerente – Debe de ser una herramienta increíble si te sirve para todo.

– ¿Quiere usted verla?

– ¿La llevas encima? – preguntó la chica, fingiendo sorpresa.

– No voy a ninguna parte sin ella.

Y, sin pensárselo más, el joven penetró en la habitación hasta quedar junto a la cama en la que seguía tumbada la guapa mujer. Sin cortarse un pelo, se abrió la bragueta y, con un gesto habilidoso, extrajo su polla semierecta, luciéndola con descaro ante los atónitos ojos de la fémina, que ni tan siquiera pestañeaban.

Sin poderlo evitar, Sabrina se relamió de gusto al ver el rabo de su compañero y cómo éste iba endureciéndose a toda velocidad. Le encantaban aquellos juegos.

– Pero, ¿cómo te atreves? – exclamó la mujer en tono de falsa indignación – ¡Eres un sinvergüenza! ¡Guárdate eso inmediatamente!

– ¿No había usted dicho que quería ver mi herramienta? Si me deja, con esto le desatasco las cañerías en un segundo – replicó Abel sin perder un ápice la compostura y acercando con descaro su pene hacia donde yacía la joven.

– ¡Aparta eso de mí! – chilló Sabrina, siguiendo con el juego – ¡Gritaré y mi marido vendrá!

– Tu marido es un idiota y no me preocupa lo más mínimo. Además, ¿cómo vas a gritar con la boca llena?

Abel, con completa confianza, apoyó una rodilla en el colchón y aproximó su erección al rostro de la chica, que no se apartó ni un milímetro, con los ojos clavados en la poderosa lanza que se le aproximaba. Apoyando una mano en su nuca, el hombre acercó la cabeza de la mujer a su erección, hasta que ésta quedó apretada contra los carnosos labios femeninos, mientras su dueña los mantenía apretados, fingiendo estar escandalizada por todo aquello

– ¡Voy a gritar! ¡Sal de aquí de inmegfllhlhlh!

Grave error. En cuanto abrió la boca para protestar, el hombre cumplió su amenaza y de un habilidoso golpe de cadera, hundió su herramienta en la boca de la joven, ahogando eficazmente sus reniegos.

Sin dejar de empujar, Abel embutió su ya completamente erecta verga en la garganta de su compañera y, aunque a ésta se le saltaron las lágrimas por la súbita intrusión, lo cierto es que no hizo ademán alguno por resistirse o intentar expulsar la tremenda ración de carne.

– ¡Ghlhlgllll mpuffff! – gorgoteó la chica, medio asfixiada – ¡Saclfffffg!

– Sí, sí, lo que tú digas. Ahora chúpala con cuidado. Y presta atención a los dientes, que la última vez me la arañaste.

Con lentitud, el hombre echó hacia atrás las caderas, extrayendo su rabo totalmente pringoso por la saliva de la chica. Ésta, ahogando un gemido de frustración por verse separada de su trofeo, intentó retenerla apretando con fuerza los labios, provocando un gruñido de placer en el afortunado caballero.

– Joder, nena, cada día lo haces mejor. Cómo me pones.

Sonriendo, la mujer permitió por fin que la polla saliera por completo de su boca. Sin embargo, no renunció a ella, aferrándola con firmeza con la mano, pajeándola libidinosamente, mientras la acariciaba y lamía por todas partes con su serpenteante lengua.

– Así que vas a desatascarme las cañerías, ¿eh? Eres un fontanerito muy perverso… – dijo Sabrina, con su mejor voz de niña mala.

– Te las voy a dejar como nuevas – respondió Abel con un gruñido.

Bruscamente, el joven retiró su verga echando el culo para atrás, provocando que ésta escapara de entre los de dedos de la mujer, resbalando gracias a que estaba llena de babas.

Con fuerza, la aferró por los tobillos y la arrastró hacia si por encima del colchón, mientras ella profería un gritito a medias de sorpresa, a medias de excitación.

– ¡Socorro! ¡Por favor, ayuda! – gemía la joven – ¡El jardinero va a violarme! ¡Ayuda!

– Vaya si voy a violarte. Varias veces – jadeó el joven, resoplando como un toro – Te la voy a meter hasta las orejas.

Manejándola a su antojo, aunque sin que ella hiciera el menor esfuerzo por resistirse, Abel colocó a Sabrina a cuatro patas sobre el colchón, subiéndole de inmediato el camisón hasta el cuello, con violencia, dejando expuesto el cuerpazo de la hembra.

Sus pechos, rotundos y plenos, colgaban como fruta madura y él tuvo que resistir como pudo el deseo de abalanzarse sobre ellos y devorarlos. Aunque, en realidad, en ese momento tenía otra idea en mente. A ver si ese día sí lo conseguía.

Con un rugido, se abalanzó sobre la formidable grupa de Sabrina, empezando a amasar, chupar y morder las espectaculares nalgas de la muchacha, haciendo que ella diera quedos grititos de excitación, mientras reía esforzándose por mantener la postura y no derrumbarse sobre el colchón.

– ¡Ay, coño, Abel, no seas bestia! – protestó la joven, entre risas – Que luego me dejas el culo todo lleno de morados. ¡Ay, no muerdas, mamón!

Pero Abel no le hacía ni puñetero caso, magreando la grupa de la chica con completo descontrol. Cuando sus insidiosas manos separaron los turgentes mofletes del soberbio culo, se mordió los labios, admirando el sublime espectáculo que escondían.

La sensual rajita de Sabrina estaba, como siempre, literalmente hecha agua, con los labios hinchados, incitadores y deliciosos. Pero no era eso lo que buscaba Abel. Su objetivo era otro, pero sabía perfectamente que, si quería obtener su premio, tenía que llevar a la mujer más allá del punto de no retorno.

Sujetando las nalgas con ambas manos y manteniéndolas separadas, el hombre deslizó el rostro entre las prietas carnes y, con ansia, empezó a devorar la rezumante rajita, provocando que su dueña se derritiese de placer.

– ¡Joder, Abi, así, cómemelo, cariño! ¡Méteme la lengua hasta el fondo! – gimoteó la joven, arrasada por el gozo, saliéndose del papel sin darse cuenta.

Abel, sin perder el ritmo y sabiendo perfectamente cómo pulsar los resortes de la hembra, aplicó todo su arte en poner la caldera literalmente en ebullición. Descuidadamente, como el que no quiere la cosa, empezó a deslizar la lengua por toda la raja del culo, llevándola hacia arriba para juguetear con la punta en la bien apretadita entrada del ano de la chica.

Ella, disfrutando del tratamiento oral de primera categoría, no acertó a esgrimir protesta alguna, lo que fue enardeciendo el ánimo del macho, que veía más próxima su meta, por lo que se animó incluso a deslizar un bien ensalivado dedito en el interior del esfínter de la mujer, sin que ella profiriera más que un perturbador gemido de placer.

– Esta vez sí que es la mía – pensó Abel para sí, mientras redoblaba sus esfuerzos en volver loca de placer a la muchacha.

El hombre, ilusionado por la perspectiva que se le presentaba, no escatimó esfuerzos en darle gusto a la contoneante mujer, que gemía y relinchaba cual yegua en celo, sin poder reunir suficiente sentido para comprender el botín que pretendía conquistar su amante.

Éste, cada vez más excitado y embrutecido, sentía cómo su polla era un auténtico cohete a punto de despegar de entre sus piernas, costándole horrores mantener a la bestia sujeta, pues sabía que, si permitía que se desbocara, Sabrina podría cabrearse y poner punto y final al show. No sería la primera vez.

Decidido pues a llevar su plan hasta el final, Abel aplicó todo su arte y experiencia a proporcionarle placer oral a su bella compañera, que gemía y gritaba como posesa, mordisqueando las sábanas con tal fruición, que más tarde tendrían que tirarlas llenas de agujeros.

– Ya tiene el motor en marcha – musitó Abel para sí – Ahora, a darle con todo.

Moviéndose muy despacio, sin dejar de juguetear con sus dedos en el mojado coñito de la chica y con un dedo bailarín bien enterrado en el cálido y acogedor culito, el hombre se las apañó para incorporarse detrás de Sabrina, que de inmediato percibió que el macho se disponía por fin a empitonarla.

– Sí, cariño – gimió la chica tras escupir un trozo de tela arrancada de la cama – ¡Fóllame ya! ¡Métemela hasta el fondo! ¡Estoy hirviendo!

– Y más que vas a hervir – musitó el hombre en voz baja.

Obedeciendo las instrucciones de su compañera, el hombre dejó de jugar en su entrepierna y se dispuso a meterla por fin en caliente. Sólo que, en su cabeza, la idea que rondaba no era simplemente penetrarla, sino que, esa tarde, aspiraba al premio gordo.

– Vamos allá – pensó Abel, mientras extraía el dedo del culo de la muchacha, lo que produjo un divertido “pop”, como si una botella hubiera sido descorchada – Joder, si tiene que tenerlo apretado…

Sin hacer movimientos bruscos, temeroso de espantar a la potra antes de montarla, Abel aproximó su durísima verga a la desprevenida grupa de la chica, disponiéndose a ejecutar una maniobra de ataque relámpago a la retaguardia indefensa.

– Y déjate de tonterías – dijo Sabrina de repente, echándole un jarro de agua fría – Ni se te ocurra ninguna estupidez. Ya te he dicho mil veces que por el culo no. Eso duele.

Ahí estaba. Ya le habían jodido el invento otra vez. Su gozo en un pozo. Y pensar que había estado tan cerca… Abatido, miró la colorada cabezota de su polla, que parecía a punto de explotar, ubicada a escasos centímetros del cerrado ano de la chica.

Por un loco momento, Abel se imaginó a sí mismo embistiendo con ganas el apretadito agujero, atacándolo con su ariete y derribando las defensas de Sabrina con su ímpetu masculino. Casi podía sentir cómo los músculos del violado culo se cerraban alrededor de su carne tumefacta, haciéndole rugir de placer. Sería tan fácil… sólo tendría que echarse encima de ella, someterla con su peso y empujar…

– Claro – pensó el hombre en silencio – Y luego, como poco el divorcio. Conociendo a Sabrina, me sacaría hasta los ojos.

Así que, aceptando su destino como inevitable, Abel penetró a su esposa vaginalmente, de forma harto placentera, haciéndola rebuznar de placer.

La cabalgata que siguió a continuación fue de las que hacen época, con el jinete usando los negros cabellos de su esposa como riendas, mientras le azotaba las nalgas con ímpetu, mientras ella le gritaba al cabrón del jardinero que la follara con más ganas.

– Algún día – pensaba Abel para sí mientras empitonaba una y otra vez el dulce coño de su esposa….- Algún día…

—————————————-

Una hora después, la fogosa pareja dormitaba agotada en el revoltijo de sábanas que había quedado en la cama. La almohada yacía en el suelo, despedida de una patada y ambos descansaban casi desnudos, tratando de recuperar las fuerzas.

Sabrina se cubría únicamente con un exiguo fragmento de camisón, que había quedado destrozado por el ímpetu de su marido, mientras que él, con el torso visiblemente arañado por las lujuriosas uñas de su esposa, únicamente conservaba los calcetines de trabajo, estando el resto de su ropa desperdigada por la habitación. Una bota había volado incluso hasta el pasillo, donde esperaba, solitaria, que alguien la recogiera.

– Menudo polvazo, cariño – susurró la joven dando un suave beso en los labios de su marido – Está bien el rollo éste de los juegos de rol. La próxima vez escoges tú, ¿no? Si quieres, me compro el disfraz ese que vimos de enfermera…

—————————————

Agotado y satisfecho, Abel contemplaba en silencio a su esposa, que dormía con la cabeza apoyada en su pecho. Se sentía afortunado por haber encontrado una pareja con la que se complementaba tan bien. Aunque no siempre había sido fácil.

Meses atrás, Abel y Sabrina que formaban una joven pareja con tres años de matrimonio a sus espaldas, empezaron a darse cuenta de que su vida sexual se estaba volviendo un tanto monótona. Aconsejados por amigos, decidieron ponerle un poco de picante a su relación, así que empezaron a probar cosas nuevas.

Tras visitar un par de locales de intercambio de parejas, comprendieron que ese rollo no les iba, pues a ninguno de los dos les gustaba ver a su cónyuge con otra persona, ya que los celos estropeaban la experiencia.

Dándole vueltas al asunto y, como no acababan de encontrar algo que les satisficiera a ambos, acabaron por adoptar una solución de compromiso.

Cada dos fines de semana, uno de ellos se convertía en el rey y el otro tenía que cumplir con los deseos del primero. Eso sí, ninguno estaba obligado a hacer algo que no quisiera, con lo que, aunque se abrieron de esta forma a nuevas y muy variadas experiencias, nunca traspasaban los límites marcados.

Playas nudistas, porno, juguetes, bondage, algo de exhibicionismo… eran una pareja moderna y abierta y probaban todo aquello que les apetecía, sin más complejos. Eran conscientes de que no experimentaban a fondo ninguna de estas disciplinas, quedándose un poco en la superficie, pero eso no les importaba, pues lo que buscaban era evitar que el sexo y su relación se volvieran algo repetitivo y con esos juegos lo conseguían.

A Sabrina parecían gustarle los juegos de teatro, donde cada uno de ellos adoptaba un papel, fingiendo ser quienes no eran. Así, por ejemplo, Abel se había encontrado ligando con ella en el bar de un hotel, donde simularon no conocerse de nada (aquella noche disfrutó bastante sintiendo las miradas de envidia de los hombres del local, especialmente por lo espectacularmente sexy que se había vestido Sabrina).

En los últimos meses, Abel había sido bombero, piloto de aviación, soldado, policía y un sinfín de fetiches que, al parecer, ponían al rojo el sistema de su compañera.

A él, en cambio, aunque sin hacerle ascos en absoluto a disfrazar a Sabrina de azafata o colegiala, le iba un poco más el medio audiovisual. En la caja fuerte de su hogar se escondían multitud de grabaciones de ellos dos practicando sus juegos y a Abel le gustaba mucho verlas en compañía de su esposa, para prender así la mecha y acabar echando uno de sus polvos de campeonato.

La única espinita que tenía clavada era la negativa de su esposa al sexo anal. Y claro, culo veo, culo quiero, cuanto más empeño ponía ella en negarle el ojete, más se obsesionaba él con la idea de torpedearle la popa, por lo que más de una discusión habían tenido sobre el tema.

Y lo peor era que ella admitía que no era virgen por ahí, sino que, años atrás, le había entregado el bollo a un imbécil con el que estuvo saliendo en la universidad. El tipo (al que Abel pensaba romperle la cara si algún día se lo cruzaba) por lo visto no fue demasiado delicado en la perforación, con lo que Sabrina quedó traumatizada y convirtió su trasero en reserva protegida (hasta una solicitud a la UNESCO envió y todo) y se negaba en redondo a que esa zona fuera horadada de nuevo.

Abel amaba a su esposa y el hecho de que no se dejara sodomizar no iba a cambiar eso en absoluto (sobre todo, teniendo en cuenta el sinfín de cosas que SI se dejaba hacer), pero, aún así, no podía evitar fantasear en cómo sería darle un buen puntazo al tremendo culo que en aquel momento admiraba a gusto en el silencio de la habitación.

– Bueno – pensó para sí mientras miraba la fuente de sus anhelos – Por lo menos no pone pegas a chupármela. No como la puta de…

Abel se perdió en sus pensamientos, rememorando antiguas andanzas con novias del pasado, que, como tenía que admitir, no le llegaban a la suela del zapato a su mujer.

Lentamente, el hombre fue quedándose adormilado, con lo que la feliz pareja se pasó el resto de la tarde del sábado durmiendo abrazados, hasta que el hambre y la sed les despertó ya bien entrada la noche.

Fue un buen fin de semana.

————————————————

Durante los siguientes días se vieron poco, pues Sabrina tuvo que ir a Sevilla para asistir a una serie de conferencias, mientras que Abel estaba ocupadísimo dando clase en el instituto a las futuras generaciones que iban a regir los destinos del país, o como él solía decir, apacentando al rebaño de cabestros que le habían tocado en suerte.

Sabrina regresó el viernes y, como hacían siempre, esa misma tarde planearon el numerito que celebrarían una semana después. Siempre lo hacían así, un fin de semana descansaban (lo que no quería decir que no follaran, sino que no hacían nada especial) y al siguiente cumplían la fantasía de uno de ellos, por turno, para no pelearse.

– ¿Entonces qué? – preguntó Sabrina mirando a su esposo por encima de su humeante taza de café – ¿Me pillo el disfraz de enfermera?

Abel la miró, sonriente, solazándose durante un instante con la imagen mental de su bella mujer disfrazada de enfermera sexy.

– No, nena, me apetece otra cosa.

– Pues tú dirás.

– Creo que vamos a probar un poquito de bondage.

– ¿Otra vez vas a atarme? – dijo ella frunciendo el ceño – No te pases ni un pelo, Baldomero, que después me toca a mí…

– Tranquila, nena, no voy a hacerte daño. Los latigazos y los hierros al rojo los dejamos para otro día.

Sabrina le sacó la lengua a su marido, en respuesta a las burlas de éste.

– Quiero, por una vez, ser yo el que mande, tenerte dominada y hacer lo que me plazca.

– Ya, claro, porque yo soy una marimandona de cuidado y siempre impongo mi santa voluntad – dijo Sabrina un tanto molesta.

– Pues no vas muy desencaminada – continuó bromeando su marido, guiñándole un ojo – A ver Sabri, ya en serio, date cuenta de que la mayor parte de las veces hacemos lo que tú quieres. El rollo de los disfraces es divertido, pero a mí tampoco es que me vuelva loco. Eres tú la que se lo pasa bomba vistiéndose de colegiala putilla, de maestra putilla, de azafata put…

– Ya, ya lo pillo – le interrumpió su mujer – Aunque no te recuerdo quejándote mientras te follabas a la colegiala en la mesa de la cocina ¿verdad?

– Mujer… – dijo Abel encogiéndose de hombros – Es que la colegiala estaba buenísima.

Ambos se echaron a reír.

– ¿Y no será… – dijo Sabrina con expresión suspicaz – …que quieres tenerme atada para poder hacer… lo que tú ya sabes?

– No te entiendo – dijo Abel, haciéndose el sueco.

– Abel, ya hemos hablado mil veces del tema – dijo Sabrina, poniéndose seria – El anal es tabú. Ya sabes que fue una mala experiencia y que no quiero hacerlo de nuevo.

– Sí, ya, con otro – pensó Abel para sí.

– Coño, Sabri, qué cojones te piensas – fue lo que dijo en cambio – ¿Crees que voy a atarte y luego a sodomizarte a lo bestia?

– No sé, no sé… – dijo burlona la mujer.

– La verdad es que no sería mal plan – bromeó su marido – Pero claro, luego tendría que soltarte…

– Exacto – concluyó Sabrina, apuntando a su esposo con un dedo.

——————————————

Los días pasaron con monotonía, ambos jóvenes inmersos en sus trabajos, contentándose con pasar juntos un rato por las noches. A veces salían a cenar, a veces veían una película, procurando siempre compartir el tiempo que pasaban a solas con actividades que les gustaran a los dos (incluyendo el sexo, por supuesto).

Pero lo cierto era que, desde que habían empezado con sus juegos sexuales, ambos esperaban con gran expectación a que llegara el sábado y pudieran ponerlos en práctica, aguardando con ansia descubrir qué habría planeado su pareja para disfrutar del fin de semana.

El viernes, Abel estaba ya casi en el punto de ebullición, deseando regresar a casa y ponerse a preparar lo que necesitaría al día siguiente para su juerga con Sabrina. Había dedicado las tardes a buscar información en la red, intentando encontrar cosas que no hubieran probado aún y que no fueran demasiado complicadas. Como solía hacer, había aprovechado una tarde para desmarcarse e ir al sex shop del que eran clientes, para hacerse con un par de accesorios que le apetecía probar.

Estaba dándole vueltas a lo que iba a hacer con Sabrina el fin de semana, sentado en la sala de profesores, cuando apareció Julián, un compañero de trabajo, de los veteranos y que, como siempre, venía a pedir un favor.

– Hola tío, menos mal que te pillo – dijo el tipo saludando a su colega.

– Por puta mala suerte – pensó en silencio el joven, aunque lo que hizo fue dedicarle una sonrisa amistosa a su compañero.

– Necesito un favorcillo.

– Ya me lo esperaba – pensó Abel sin decir ni mú una vez más.

– ¿Podríais quedaros el finde con Rocco? Mi mujer y yo nos vamos a un hotel y el cabrón de mi cuñado nos ha fallado a última hora.

– Claro, tío, no es problema – dijo Abel, más tranquilo, al ver que el favor no era ninguna putada.

No era la primera vez que Julián les pedía que se quedaran con Rocco, un gran danés cruzado con caballo, más parecido a un búfalo que a un perro. El animal era realmente imponente, aunque lo cierto era, como decía su dueño, que todo lo que tenía de grande lo tenía de tonto.

El pobre bicho no podía ser más bueno y en todas las veces en que Abel lo había visto, jamás lo había escuchado gruñir o ladrar. El chucho tenía una pachorra de campeonato.

– Perdona por pedírtelo tan de repente, pero es que…

– Tranqui, Julián, que ya sabes que Rocco me cae de puta madre. Y a Sabrina también. Total, si basta con soltarlo en el jardín, echarle pienso y luego recoger su mierda con una pala bien grande – bromeó Abel – El pobre no da ni un ruido.

Era verdad. La primera vez que Julián le pidió que le cuidara el perro, Sabrina se encerró en el cuarto al ver llegar a su marido con semejante mastodonte. Pero, en cuanto vio que el animal era más inofensivo que un peluche, acabó por cogerle cariño.

– No teníais planes, ¿verdad? – insistió Julián – Si ibais a salir o algo, busco a otro.

– Que no, hombre, que no pasa nada. Este finde toca tranquilidad en casa – dijo Abel, mientras se hacía un cuadro mental de su linda esposa encadenada a la cama – No hay problema.

Y aunque lo hubiera. ¿Qué iba a hacer? Julián era el jefe de estudios y Abel hacía tiempo perseguía una plaza para la que le vendría muy bien su recomendación. Así que, sumando dos y dos…

– ¿Te viene bien que te lo lleve a las cuatro?.

– Perfecto. Así me da tiempo a buscar la pala gigante en el garaje – se rió Abel.

– Buena idea. Si quieres te presto un pequeño bulldozer que tengo en casa. Viene de puta madre para estas cosas – siguió Julián con la broma.

– No te creas…

Mientras conducía hacia casa, Abel llamó a su esposa por el manos libres y le anunció que tenían invitados a pasar el finde. Sabrina, que sabía perfectamente lo conveniente de estar a buenas con el jefe, no protestó por tener que bregar un par de días con la bestia, sobre todo porque ya sabía que el perro más tranquilo no podía ser.

Con puntualidad inglesa, Julián se presentó en casa de la pareja a la hora convenida, llevando de la correa (aunque más bien parecía que el llevado era él) al monumental Rocco, el gran danés de pelo moteado, que olisqueaba el suelo de la cocina poniendo cara de “yo he estado aquí antes”.

Tras deshacerse en agradecimientos que la pareja se apresuró a interrumpir, Julián les dejó a su cargo al tremendo perrazo, junto con un enorme saco de pienso perruno para alimentar al leviatán.

– Te acuerdas del las normas, ¿no? – preguntó el dueño antes de dejar a Rocco con la pareja.

– Sí claro. No mojarlo, no darle de comer después de medianoche… y que no le diera la luz del sol, ¿no?

– Friki… – dijo Julián poniendo los ojos en blanco mientras salía.

– Sí, debo de serlo – asintió Abel – Pero tú lo has pillado, ¿verdad? Ja, ja.

– Ya. Bueno, lo recojo el domingo por la tarde, ¿ok?

– Perfecto.

Abel, al que le encantaban los perros, enseguida salió al jardín para jugar con él un rato, pero Rocco, tras ir en busca de la pelotita de goma un par de veces, le demostró al hombre que no tenía mucha ganas de juegos, con el sencillo sistema de tumbarse en el césped con una pata cubriendo la pelota de goma y mirando al humano como diciendo: “Si tienes huevos ven a por ella y la tiras”.

Abel desistió y dejó al perro tranquilo, reuniéndose con su mujer.

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El sábado pasó sin incidentes. Abel fue el encargado de sacar a pasear a Rocco, que por fortuna era tranquilo y no llevaba al hombre a rastras. La gente les miraba medio nerviosa medio admirada al ver pasar al enorme perrazo, acompañado de un hombre que podría ir cabalgando sobre él sin problemas.

Por si las moscas y aunque Rocco parecía de lo más afable, nadie se acercó a preguntar si podía acariciarlo y, de hecho, más de uno se cambiaba de acera en cuanto veía venir de frente al novillo, lo que parecía divertir mucho a Rocco y a Abel, que miraban sonrientes y orgullosos a los que huían.

Eso sí, Abel se rió menos cuando a Rocco le dio un apretón y, tras dar una par de vueltas, plantó un zurullo del tamaño del peñón de Gibraltar en medio de la acera, teniendo que recogerlo el pobre con una bolsita que amenazaba con ser insuficiente.

– Tendría que haber traído un saco – musitó para sí Abel, poniendo cara de asco – Y también la maldita pala. Aunque bueno, por lo menos no tienes cagaleras.

Ese último comentario hizo que Abel recordara algo que podía ser importante, aunque no estaba seguro de qué. Una idea empezó a zumbar en su mente.

Meneando la cabeza, continuó con su tarea de recoger mierda de dinosaurio.

En fin. Todo fuera por el ascenso.

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Un poco antes de la hora del almuerzo empezó a llover, así que Sabrina, apiadándose del chucho, lo dejó entrar en la casa, con lo que la comida fue de lo más amena.

El perro, en cuanto olió los filetes, pensó que el pienso se lo podían ir metiendo donde les cupiera, que él prefería la ternera, así que, apoyando su monumental cabezón en el muslo de uno de sus cuidadores, no lo quitaba hasta que recibía un buen pedazo de carne que masticaba con desgana, como sintiéndose ofendido porque la ración hubiera sido tan pequeña.

Eso sí, como era un perro demócrata y creía en la igualdad, tras coaccionar a uno de sus anfitriones se desplazaba hasta donde estaba el otro, para que ambos miembros de la pareja pudieran disfrutar del honor de alimentarle, alternándolos a ambos, para que ninguno se sintiera abandonado.

Entre risas, el feliz matrimonio comió lo que pudo, bromeando sobre qué le parecería a Rocco si a ellos se les ocurriera meter la cabeza en su plato. Mejor no averiguarlo.

Por la tarde, los tres vieron una peli, de esas fantásticas que echan en Antena 3 intercalada entre los anuncios. Sí, ya saben, una de esas que compran en al peso en Escandinavia y que siempre se llaman, “No sé qué mortal”, “No sé cuantos al límite” y que, en realidad, podrían denominarse todas como “Mojón infumable”, que es lo que, al parecer, piensan los directivos de la cadena que nos interesan a los españoles.

Como la película les importaba un pimiento y como a Rocco le daba igual, la parejita no dejó de hacerse carantoñas en el sofá, mientras no dejaban de pensar en lo que iban a hacer luego y lo bien que iban a pasarlo con sus juegos.

Abel se burlaba de su esposa, diciéndole que la iba a colgar del techo y a darle con un látigo, a lo que ella respondía que se atreviera, que Rocco era muy amigo de ella y que, a una orden suya, se comería sus cojones.

– Puede – dijo Abel sonriendo – Pero, si eso pasara, tú te quedarías atadita colgando del techo, ja, ja.

– Ya bajaría, ya… – respondió su mujer, sonriendo enigmáticamente.

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La hora había llegado. La pareja llevaba ya un buen rato enrollándose en el sofá, besándose y acariciándose con pasión progresiva. Aunque ninguno lo admitía, ambos estaban deseando que la cosa fuera a mayores, pues los dos habían descubierto que disfrutaban muchísimo con sus jueguecitos de fin de semana.

Rocco seguía tumbado, sin hacer ni puñetero caso a la pareja que se morreaba a su lado, mirando distraído a la tele.

Olvidándose del perro, el matrimonio decidió ponerse en marcha y, subiendo al piso de arriba, entraron al dormitorio, donde, un rato antes, Abel lo había dejado todo dispuesto.

A Sabrina no le sorprendió ver que su esposo había ubicado el trípode con la cámara de vídeo apuntando a la cama, para grabar una de sus famosas películas privadas. A saber lo que tenía en mente.

– ¿Y eso qué es? – preguntó la joven al ver una extraña barra metálica de color negro con grilletes en los extremos.

– ¡A callar! – le respondió bruscamente su marido – ¡A partir de este momento soy tu amo, y no voy a consentir la más mínima desobediencia!

Para reforzar el contenido de sus palabras, Abel propinó un sonoro azote en la carnosa grupa de su esposa, lo que le hizo dar un respingo de sorpresa. Lejos de sentirse molesta por la rudeza de su esposo, Sabrina percibió que estaba cada vez más cachonda y lasciva.

– Sí, amo – dijo la chica sonriendo pícaramente, entrando de lleno en el juego – He sido una niña mala.

– Y tanto que lo has sido. ¿Y sabes lo que se le hace a las niñas malas?

– ¿El qué? – preguntó ella sonriendo con picardía, aunque tenía bastante clara la respuesta.

– Se las castiga…

Instantes después y tras haber puesto en marcha la cámara, Abel se hallaba sentado en la cama con su mujer acostada boca abajo en su regazo. El joven, admirando nuevamente la carnosa fuente de sus desvelos, le había bajado a su esposa las bragas hasta medio muslo y, muy diligentemente, le azotaba las nalgas con la palma de la mano, alternado un golpe en cada cachete, sin demasiada fuerza, eso sí, lo justo para que la carne adquiriera un saludable tono rojizo, pero sin llegar a causar verdadero dolor.

– ¡Ay! – gemía Sabrina, sintiéndose inexplicablemente cachonda por estar recibiendo unos azotes – ¡Amo, te juro que seré buena! ¡No me pegues más!

– ¡Silencio! – le espetó Abel dándole un poco más fuerte – ¡Si vuelves a protestar te daré veinte más! ¡Te voy a dar hasta ponerte el culo en carne viva!

Al oír esto, Sabrina volvió la cabeza y dijo con voz muy seria.

– A ver si se te va a ir la mano y luego te doy yo.

– ¡Nah, no seas tonta! Y sígueme el rollo que así es más divertido.

– Ya, ya veo cómo te diviertes. Ya noto algo bien duro aquí debajo.

Era verdad. Abel se había puesto bastante a tono azotando el soberbio trasero de Sabrina. No era la primera vez que le daba unos azotes, pero siempre lo había hecho en medio del frenesí del sexo, nunca de esa manera, como si se tratara de un castigo.

Y lo cierto era que aquello le ponía.

– ¡Plas! – resonó un nuevo golpe – ¡Ni una palabra más! ¡Sólo hablarás cuando yo te lo diga!

Sabrina sonrió para sus adentros, divertida porque a su esposo le pusiera tan caliente vapulearle el culo. Notaba perfectamente cómo su erección se apretaba contra su estómago y tenía que reconocer que se le había puesto durísima. Al parecer, a su querido maridito lo estimulaba canearle el pandero y, a fuerza de ser sincera, debía de reconocer que ella estaba disfrutando también.

– ¡Eres una golfa! – le espetó su marido – ¡Te estás poniendo cachonda mientras te castigo!

Y, para refrendar sus palabras, el joven hundió bruscamente una mano entre los muslos de su esposa, apoderándose con rudeza de su tierno coñito que, efectivamente, había empezado a mojarse.

– ¡No, por favor, Amo, no me toque ahí! – gimió Sabrina, bastante estimulada por el inesperado ataque – ¡Me da mucha vergüenza que vea lo mojada que estoy!

Con un gruñido, Abel siguió explorando entre las piernas de su esposa. Ella, divertida y excitada, pataleaba simulando intentar librarse del la pérfida zarpa, pero la verdad era que se lo estaba pasando muy bien.

Habitualmente, Abel no se prodigaba acariciando con las manos esa zona (prefería el oral) pero, esa tarde, estaba haciéndole una soberbia paja mientras la sostenía en su regazo con el culo en pompa.

– ¡Coooooño! – gimió Sabrina para sí – ¡Parece que ha aprendido cosas nuevas!

Pero su torrente de pensamientos fue interrumpido cuando los pícaros dedos de su esposo penetraron más profundamente en su cuerpo, haciéndola boquear de placer. Si seguían así, se iba a correr como una burra.

Pero, de repente, todo acabó.

– ¡Ponte de pie, zorra!

Ya habían hablado de los insultos durante el sexo. A ambos les ponía decirle guarradas al otro, así que no se cortaban.

Ahogando un gruñido de frustración por haberse quedado tan próxima al orgasmo, pero decidida a continuar dentro de su papel, Sabrina se incorporó como pudo hasta quedar de pie frente a su esposo.

Sus bragas, que seguían a medio muslo, se deslizaron por sus piernas hasta quedar enredadas en sus tobillos, con lo que quedó completamente desnuda de cintura para abajo. Sin poder evitarlo, echó un disimulado vistazo al pantalón de su pareja, constatando la tremenda empalmada que llevaba. Le encantaba ver cómo se excitaba gracias a ella.

– Y dentro de poco todo eso será para mí – canturreó Sabrina mentalmente, deseosa de averiguar qué iba a hacer su marido a continuación.

Abel se quedó mirándola unos instantes en silencio, deleitándose con la sensualidad que rezumaba su esposa. Sabía perfectamente que estaba muy excitada (conocía hasta el último centímetro de su piel) y que se había quedado al borde del orgasmo. Justo como él quería.

– Quítate la camiseta.

Sabrina lo hizo de inmediato, quedando desnuda por completo. Sintió un escalofrío al sentir el roce de la tela sobre sus erectos pezones, lo que sólo consiguió excitarla más aún.

– Ponte a cuatro patas en la cama – le ordenó entonces Abel.

Sabrina dudó un segundo, pero acabó obedeciendo, pues, al fin y al cabo, ese día le tocaba a él dar las órdenes y, en el fondo, ella sabía que Abel jamás haría nada sin su consentimiento, así que acabó adoptando la postura solicitada, sintiendo cómo sus pechos tiraban de ella hacia abajo.

– Pega la cara al colchón – dijo entonces Abel – Y echa las manos para atrás.

– ¿Para qué? – No pudo menos que preguntar, incumpliendo un poco las normas.

– Vamos a probar estos grilletes para inmovilizarte – dijo el hombre, enseñándole el instrumento en el que se había fijado al entrar – Y tranquila, que esto te va a gustar, no estoy pensando nada raro.

Extrañada, pero confiada en que no se tratara de un ardid, Sabrina se inclinó hasta que su rostro quedó apoyado sobre la cama. Cuando llevó las manos hacia atrás, sintió cómo su marido las aferraba y empezaba a ajustarle los grilletes.

– ¿Ves cómo funciona esto, nena? – dijo Abel – La barra lleva dos juegos de grilletes, uno para las muñecas y otro para los tobillos. Así quedarás sujeta con las manos pegadas a los pies sin poder moverte y las piernas separadas.

– Y con el culo en pompa – dijo ella, un tanto escamada.

– Ya te he dicho que no estoy pensando nada raro. Lo que quiero es probar esto.

Como pudo (pues ya tenía los dos grilletes de un lado cerrados) Sabrina alzó la cara y vio lo que su marido sostenía. Era un pequeño bote de cristal.

– ¿Y eso qué es? – preguntó con curiosidad.

– Un afrodisíaco. Me lo vendieron en el sex shop. Por lo visto, si lo untas en las zonas erógenas esta sustancia las estimula y las excita. Quiero ver si es verdad que funciona. A ver si soy capaz de ponerte tan caliente como para hacerte suplicar que te folle. Me han dicho que esto tarda un poco en hacer efecto, pero que es infalible.

– O sea, que vas a atarme y a untarme eso…

– Exacto. A ver si podemos ponerte en ebullición.

– Pues no va a costarte mucho – pensó Sabrina en silencio – Estoy ya como una moto.

Dejando el frasco sobre la mesita de noche, Abel acabó de cerrarle los grilletes a su esposa, dejándola inmovilizada sobre la cama. Mirando su culo indefenso, Abel tuvo que tragar saliva y apretar los dientes para resistir la tentación.

– Y ahora te voy a poner esto.

No era la primera vez que jugaban con la mordaza. Una bolita de goma roja sujeta con correas para evitar que cerrara la boca. Con dificultad, pues Sabrina no podía levantar la cabeza por estar atada, Abel logró colocársela, ahogando así cualquier posibilidad de protesta.

Eso no preocupaba a Sabrina, pues se sentía perfectamente capaz de echarle la bronca a su marido únicamente con el fuego de sus ojos. No sería la primera vez. Así que, como se le ocurriera algo malo…

– Vale. Ya estás lista – dijo Abel dando un paso atrás para admirar su obra – Para hacer un cuadro, ja, ja.

– ¡Vehgteh af lah mierfdah! – aulló su mujer, con la mordaza impidiéndole articular palabra.

– Y ahora… vamos a probar ese potingue.

Con una sonrisilla en los labios. Abel recogió el bote de cristal y lo abrió. Sabrina, completamente inmovilizada, no podía ver las maniobras de su esposo, que estaba detrás de ella, pero enseguida percibió un delicioso aroma a frutas que le gustó.

– ¡Vaya! – pensó – ¡Me va a saber el coño a frambuesa!

Sin dejar de sonreír y deseando ver si aquel potingue servía para lo que él esperaba, Abel introdujo los dedos dentro del tarro y sacó un buen pegote de su contenido. Apoyando una rodilla en la cama, se aproximó a la expuesta grupa de su esposa y, con delicadeza, empezó a extenderlo entre los muslos entreabiertos, untando con una generosa capa la ya bastante húmeda vagina, mezclando los jugos femeninos con el afrodisíaco.

El olor a frutas se hizo más intenso, mientras que las caricias de las manos de su esposo se hicieron más profundas, extendiendo la sustancia que iba a volverla loca no sólo por los labios externos, sino introduciendo una buena dosis en el interior de su cuerpo. Si aquello funcionaba, iba a ponerse en órbita.

– Bueno, ya está – escuchó que decía Abel cuando estuvo satisfecho – Ahora sólo hay que esperar a que esto haga efecto. A ver si funciona o es un timo. Según me dijeron, deberías ponerte cachonda perdida y ser capaz de cualquier cosa con tal de que calmen tus ansias. Veremos si es verdad.

Y, disponiéndose a dejar que la cosa se pusiera en marcha, Abel aprovechó para desnudarse, procurando, eso sí, que su erección quedara bien a la vista de su compañera, que, como no podía mover la cabeza, sólo miraba en una dirección.

– Te ves muy sexy así atada – dijo Abel mientras acercaba una silla y se sentaba donde Sabrina pudiera verle – Creo que vamos a repetir esto otro día.

Como el que no quiere la cosa, Abel empezó a acariciarse el falo muy lentamente, lo justo para mantener el riego de sangre y que la erección no menguara. Tampoco es que le hiciera mucha falta, pues el ver a su querida Sabrina allí atada e indefensa le excitaba muchísimo.

– Bueno, a ver si esta cosa funciona – pensó Sabrina para sí – De momento no noto nada especial. Aunque me da igual; como dentro de dos minutos la cosa no se active, fingiré que me vuelvo loca de calentura y que me folle de una vez.

Calmada por tener un plan de acción en mente, Sabrina concentró sus sentidos en el mejunje que le habían untado, a ver si era cierto que la estimulaba. Pasaron un par de minutos sin experimentar nada extraño, con lo que la chica empezó a pensar que Iván, el tipo del sex shop, le había dado el timo de la estampita a su marido.

– ¡Mierda! – exclamó Abel de repente – ¿Eso es mi teléfono? ¡Joder!

Y se levantó de golpe de la silla, dirigiéndose bruscamente a la puerta del dormitorio.

– ¿Dhfonde vjhaaff? – chilló Sabrina al ver que la dejaba sola.

– ¿No oyes mi móvil? ¡Nadie me llama a estas horas si no es algo importante! Voy un segundo a ver quién es. Vuelvo enseguida.

Y, sin darle tiempo a su mujer de asesinarle con la mirada, salió rápidamente de la habitación, dejando la puerta entreabierta.

Sabrina estaba atónita, no podía creerse que la hubiera dejado allí tirada.

Bueno, tirada no, más bien atada como una morcilla y sin poder moverse.

Mujer de mente fría, enseguida empezó a calmarse, haciéndose cargo de la situación. Sin duda, con la empalmada que llevaba y las ganas de follar que debía tener, Abel despacharía con rapidez a quien quiera que fuese y volvería de inmediato. Nada de qué preocuparse.

Pero los minutos pasaron. Y Abel no volvía.

– ¿Dónde se habrá metido este gilipollas? – pensaba la inmovilizada mujer – Si no fuera por el calentón que llevo, lo mandaba a la mierda y que se quedara con las ganas.

Estaba sopesando la idea de ponerle fin a todo aquel numerito, cuando su oído captó el inconfundible sonido de las bisagras chirriando quedamente.

Sin poder moverse, Sabrina se esforzó por mirar de reojo hacia la puerta, para hacerle ver a su marido que toda aquella espera estaba mosqueándola, pero el ángulo no era el apropiado, resultándole imposible ver la entrada.

– Venga, capullo, ven de una vez – rezongó para sus adentros.

Pero Abel no aparecía en su campo de visión. Enfadada, Sabrina podía imaginar perfectamente a Abel, de pie a sus espaldas, observando divertido su obra.

Consciente de que estaba cabreándose cada vez más, Sabrina intentó calmarse, porque si no, iba a acabar poniéndose histérica y no le apetecía concluir la noche de sábado con una pelea apocalíptica con su esposo.

Así que, cerrando los ojos, respiró profundamente tratando de recobrar la calma, repitiéndose a sí misma de que todo aquello era parte del jueguecito que Abel se traía entre manos y que, si participaba en ello de buen grado, disfrutaría mucho más.

Durante un par de minutos, fue logrando serenarse, respirando hondo y relajando los músculos. A pesar de todo, seguía con el oído bien atento para percibir la menor señal del regreso de su marido.

Sin embargo, cuando por fin notó algo, no fue un ruido como esperaba sino que, sorpresivamente, recibió en pleno rostro una intensa vaharada, como si acabaran de soplarle directamente en la cara.

Dando un respingo por la sorpresa (tanto como le permitieron sus ataduras), Sabrina abrió los ojos, topándose de bruces con el descomunal hocico de Rocco, que la observaba a escasos centímetros de su cara, dándole un susto morrocotudo.

– ¡COÑO! – exclamó Sabrina contra la mordaza, los ojos como platos – ¡SERÁ POSIBLE EL PUTO PERRO! ¿QUÉ COÑO HACE AHÍ?

Aunque, lo único que se le entendió, fue algo así como “ONOCRAPOSBBEUTO EDROOÑOCEQUI?”

Rocco, al ver la furia que sustituyó a la sorpresa refulgiendo en la mirada de la mujer, apartó muy sabiamente la cabezota de la cama, poniendo una distancia prudencial de por medio, pues había visto a la parca amenazando desde los enloquecidos ojos de la hembra.

– ¡AFBEHHLLLL! – aulló con rabia Sabrina contra la mordaza – ¡FHENDENAUTAFEEEEEZ”

Rocco la miraba sorprendido, sin entender ni un pijo de lo que decía y eso que, habitualmente, se le daba bastante bien interpretar las palabras de los humanos. Para luego no hacerles ni puñetero caso, claro.

Nerviosa, aunque comprendiendo que no servía de nada ponerse a pegar gritos por culpa de la mordaza, Sabrina intentó recuperar la calma, volviendo a respirar con normalidad.

A esas alturas, ya estaba más que decidida a ponerle fin a la noche del sábado, ya no le apetecía follar ni hostias, así que, cuando Abel regresara, le obligaría a soltarla y si se quedaba con las ganas… que le dieran mucho por el saco. Para eso le había dado Dios manos a los hombres.

Un poco más tranquila, Sabrina clavó sus ojos en el formidable perrazo, que la observaba en silencio, sentado muy tieso sobre sus cuartos traseros, sin mover siquiera un músculo.

– A saber lo que está pensando Rocco ahora mismo – pensó la mujer – Seguro que opina que estamos los dos locos.

No iba muy desencaminada.

Más sosegada ahora que había decidido pegarle la gran bronca a su marido, Sabrina miró al enorme animal. Éste seguía sentado, muy erguido, mirándola sin moverse, con la sonrosada lengua colgando entre los dientes y jadeando ligeramente.

– ¿Qué hace ahí? – se preguntó Sabrina – ¿Por qué no se va? Si aquí no hay comida ni nada y esa es la única razón para que este puñetero perro menee el culo…

Desde su forzada posición, Sabrina miró a Rocco a los ojos. Entonces notó cómo sus aletas nasales se movían, como si el perro estuviera olisqueando algo.

– ¿Será que le atrae el olor a sexo? – Se preguntó la mujer con inquietud – No puede ser, ¿verdad? Las feromonas humanas no atraen a los perros ¿no?

Lo cierto era que no tenía ni puta idea, pero, en cuanto el perturbador pensamiento se hizo hueco en su mente, empezó a recordar los escabrosos vídeos que había visto alguna vez en internet, de mujeres haciéndoselo con perros.

– ¡Nah! Es imposible – se dijo Sabrina – A un perro deben atraerle las perras. Por eso están siempre oliéndose el culo, para encontrar hembras en celo…

La inquietud se acrecentó de repente, al darse cuenta de que ella, en ese momento, encajaba a la perfección en la definición de hembra en celo.

– No, no puede ser – repitió la mente de Sabrina con cada vez menos seguridad – Es una estupidez. Deja ya de pensar tonterías y céntrate en las patadas que le vas a dar en el culo a tu marido cuando regrese.

De repente, Rocco se movió, inclinándose hacia la cama. Lo que hizo fue apoyar su cabezota en el colchón justo frente a los aterrorizados ojos de Sabrina, con lo que mujer y perro quedaron cara a hocico.

– ¡OCCO! ¡UERHA!¡ÁRGATE! – berreó Sabrina, descompuesta.

Pero el perro, sin inmutarse, siguió mirándola directamente a los ojos, olfateando de nuevo.

Cuando el perro sacó su gigantesca lengua y le cruzó la cara con un sonoro y húmedo lametón, Sabrina estuvo a punto de perder el control de sus esfínteres y hacérselo encima. A pesar de estar sujeta por los grilletes, todo su cuerpo tembló de la cabeza a los pies, al borde del infarto.

– ¡Ay, madre, que me está probando! ¡La madre que lo parió, se ha quedado con hambre y se me va a zampar! ¡Abeeeeeeeel! – aulló la pobre chica con medio colapso encima.

Pero Rocco no pretendía nada de esto, sino que, tras saludar a su simpática anfitriona con un buen lametazo, continuó olisqueando en busca del origen del agradable olorcillo que le había atraído al interior de la habitación. Se apartó de la cama olfateando un poco por la habitación, mientras Sabrina amenazaba con romperse el pescuezo en su intento de no perder de vista al animal.

– Bueno – se decía Rocco mientras tanto – Si la mujer no protesta, supongo que no pasa nada por buscar qué es lo que huele tan bien. ¡Uy, espera, que me pica un huevo!

Efectivamente, un inesperado escozor había surgido en la entrepierna de Rocco (nada extraño, a todos los machos nos pasa). No estando dotado de dedos con los que rascarse (lo que, bien mirado, es una putada) el pobre perro hizo lo que siempre hacen los de su especie: se dio un par de buenos lametones en las pelotas.

Sabrina lo observaba aterrada.

– ¡Míralo! ¡El cabronazo! ¡Se la está estimulando! ¡Está intentando que se le empalme! ¡Este cabrón me quiere montar!

Acojonada, Sabrina se hizo cargo de la situación. Estaba atada en la cama, incapaz de moverse, con el culo apuntando al techo. Y mientras, un perro del tamaño de un Seiscientos con las puertas abiertas, se chupeteaba los cojones para empalmarse y así montarse una juerga de aquí te espero con la estúpida que se retorcía en la cama cagándose en los muertos de su marido.

– ¿Qué le pasa a esta mujer? – rezongaba Rocco para sus adentros mientras se aliviaba el escozor – Le va a dar un síncope. ¿Será que también huele lo que yo? Pues que lo hubiera pensado antes de portarse mal y así su dueño no le habría puesto el bozal.

– ¡AHBBBEEEELLLLL! – gritaba la pobre chica, a punto de ponerse a llorar.

A Sabrina la cabeza le daba vueltas, se sentía mareada y enferma. Ya se veía montada por el perro, que, dada su actual indefensión, podía follársela a gusto sin que ella pudiera mover un músculo para evitarlo.

– ¡Y el perro se llama Rocco! ¡A saber por qué el imbécil de Julián le ha puesto ese nombre a este monstruo! ¡Espero que no sea por lo que estoy pensando!

Sí. Estaba pensando en lo mismo que todos ustedes. Guarrones.

– ¡Abel, por favor, ven ya, te lo suplico! Si me sacas de aquí te prometo que no me voy a enfadar ni nada, sacamos al perro a la calle y luego hacemos lo que quieras!

Mientras tanto, Rocco, que ya se había aliviado el picor, empezó a deambular por el cuarto, olisqueando. Habitualmente, cuando hacía eso, su dueño (pensando que se disponía a plantar un pino) le regañaba, pero, como en esa ocasión nadie le decía nada, el perro seguía a lo suyo.

– Padre nuestro que estás en los cielos… – rezaba la asustada mujer, viendo de reojo como el perro deambulaba por el cuarto y se acercaba perturbadoramente a la cama.

Efectivamente, el olfato de Rocco lo atraía hacia donde estaba la mujer. Al principio no se había atrevido a subirse a la cama, pues era una lección que tenía bien aprendida de casa, pero, como aquello olía tan bien y nadie le decía que no, el perro fue ganando confianza.

– ¡Ay, madre mía, que viene! – gimoteaba la mujer – Que ya está dispuesto. No tiene cara de ir a pensárselo más. Me va a pegar una estocada en todo lo alto y, lo mejor, es que va a quedar todo grabado en vídeo. Seguro que el cabrón de mi marido lo sube luego a Internet, aunque de ésta me divorcio, vaya si me divorcio, le voy a sacar hasta el tuétano….

La mente de Sabrina, azotaba por el pánico, empezaba a divagar, mientras que, como si fueran flashes, veía imágenes en su mente de sí misma siendo montada por el bueno de Rocco.

– ¿Y si luego se le hincha y se queda enganchado? – se preguntó la aterrorizada fémina – ¡He oído que eso les pasa a los perros! ¡Ay, Dios mío! ¿Y si luego me tienen que llevar a urgencias enganchada al puñetero perro? ¡ABEEEEEEEEL!

De repente, la cama se agitó, con lo que el corazón de Sabrina se detuvo durante un instante. Aterrorizada, dobló el cuello tanto como pudo para mirar hacia atrás, constatando que el perro había subido sus patas delanteras a la cama, quedando justo detrás de ella, peligrosamente cerca de su trasero indefenso.

– Ave María purísima… – rezaba la pobre chica, a punto de echarse a llorar.

Le resultaba imposible girar la cabeza lo suficiente para ver qué estaba tramando Rocco a sus espaldas, lo que, en cierta manera, resultaba todavía peor. Lo único que escuchaba eran los sonoros olfateos del perro, que parecía estar buscando algo.

– Ay, mi madre. ¿Será verdad que puede oler que estaba cachonda? ¿Se habrá puesto caliente por eso? Ay, Dios mío, que me monta, ¡el puñetero perro me va a montar!

De pronto, sintió el cálido aliento del perro husmeando en su entrepierna. Dando un gritito, Sabrina apretó el culo con tanto ímpetu que a punto estuvo de caerse de cabeza por el otro lado de la cama. A esas alturas, ya se veía convertida en la concubina del jodido perro.

Entonces Rocco le dio un lametón, con lo que la mordaza fue lo único que impidió que el corazón se le saliera por la boca. Asustada, la chica gritó llamando a su marido, tan fuerte que empezó a ver estrellitas y la vista empezó a nublársele, a escasos segundos del desmayo.

Rocco, que por fin había encontrado lo que buscaba y en vista de que nadie le regañaba ni le prohibía hacer lo que le daba la gana, pegó un nuevo lametón, más intenso esta vez, deleitándose con el delicioso sabor que había en el trasero de la chica, recorriendo con su áspera lengua la raja del culo femenino desde la vagina hasta el comienzo de la espalda.

– ¡Está bueno esto! – se dijo Rocco entusiasmado – ¡Si llego a saber que esto sabía tan bien, lo hubiera probado mucho antes!

Gozoso por el descubrimiento, el perro dio un par de sonoros lametones en la entrepierna de la hembra, que se había quedado rígida como un palo, como si le hubiera dado un pasmo.

– ¿Se puede saber qué cojones pasa aquí? – resonó la asombrada voz de Abel, que acababa de regresar al cuarto.

El hombre se quedó con la boca abierta. Sobre la cama, con los ojos llorosos, su esposa seguía inmovilizada por completo, justo como él esperaba. Sin embargo, no se esperaba tanto encontrarse al perro de su jefe propinándole vigorosos lametones en el culo, recorriendo con evidente placer la raja de su esposa de arriba abajo.

En cuanto escuchó la voz de su esposo, Sabrina recobró de golpe las fuerzas y, agitándose como posesa, empezó a berrear contra la mordaza, mentándole a su marido a su padre, a su madre y a todos sus ancestros de al menos seis generaciones.

Reaccionando por fin, Abel se abalanzó hacia la cama y, aferrando a Rocco por el collar, tiró de él, apartándolo de su esposa.

Por fortuna, el perro no se resistió y se dejó retirar, relamiéndose el hocico, degustando el exquisito manjar que acababa de catar.

– ¡Míralo, el muy cabrón! – dijo una llorosa Sabrina para si – ¡Se ve que le ha gustado!

Abel llevó al perro a un rincón, dándole la orden de que se sentara. Rocco, como siempre, interpretó la orden como le pareció y se tumbó en vez de sentarse, aunque Abel no pensaba quejarse.

Rápidamente, regresó junto a su mujer, que forcejeaba con furia, con el peligroso brillo que él tan bien conocía refulgiendo en su mirada. Y lo hacía con más intensidad que nunca.

– Espera que te quite esto – dijo el hombre mientras soltaba la mordaza – ¡Ya está!

Sabrina escupió la bola de goma con rabia, completamente empapada de saliva y volvió la cabeza hacia el imbécil de su marido, que la miraba con una estúpida sonrisa en el rostro que acrecentó todavía más su furia.

– ¿Se puede saber qué estabais haciendo? – preguntó el hombre con una risilla.

– ¡SUÉLTAME, MALDITO GILIPOLLAS! ¡A QUIEN SE LE OCURRE DEJARME AQUÍ TANTO RATO! ¡UN POCO MÁS Y ME VIOLA EL PUTO PERRO! ¡TE VAS A CAGAR LA QUE TE VA A CAER ENCIMA!…

Abel dejó que su mujer se desahogara durante un rato, soltando improperios a tal velocidad que las palabras se confundían unas con otras y perdían su sentido. Consciente de que era lo mejor para su propia seguridad, Abel no hizo ademán alguno de liberar a su esposa, aunque ésta, inmersa en una interminable retahíla de insultos, ni siquiera se dio cuenta de ello, contentándose con ponerle de vuelta y media.

– Venga, mujer, no te pongas así, que no ha sido para tanto… – dijo Abel cuando notó que Sabrina empezaba a perder las fuerzas y ya no chillaba con tantas ganas.

– ¿CÓMO?

– En realidad, no he tardado mucho. Y, al fin y al cabo, no ha pasado nada. He vuelto antes de que el perro te hiciera nada.

– ¿CÓMO QUE NADA? ¡ME HA DADO UN MONTÓN DE LAMETONES EN EL COÑO!

– ¿Y qué tal? ¿Te ha gustado?

Sabrina se quedó sin habla. No podía creerse lo que acababa de escuchar. Por primera vez en su matrimonio, su marido la había dejado sin saber qué decir.

Rocco los miraba divertido, pensando que aquellos dos estaban como cencerros. Ni siquiera Toby, el Yorkshire del vecino con la manía de tirarse cada dos por tres por el balcón (menos mal que vivía en un primero) estaba peor que estos.

– Porque, si te soy sincero – continuó Abel para congoja de su esposa – Al verte así, con el perro… Se me ha ocurrido que podríamos…

– ¡¿ES QUE TE HAS VUELTO LOCO?! – aulló Sabrina, al comprender las intenciones de su esposo.

– Venga, Sabri, no te pongas así. Si quieres, le doy un baño al perro y luego…

– ¡Suéltame de inmediato, mamón! ¡No sigas por ahí que te la corto! ¡Dejaré a Lorena Bobbitt a la altura de Teresa de Calcuta!

– Coño, Sabrina, que hoy es mi turno de ser el rey. Y tampoco es para tanto…

Tratando de serenarse y ocultar sus ansias de cometer un homicidio, Sabrina serenó el tono, tratando de parecer razonable.

– Abel, ya basta de bromas, ¿vale? Ya te has reído bastante. Vale que hoy es tu turno y que tengo que hacer lo que tú digas, pero dentro de ciertos límites, ¿no? No me puedo creer que estés sugiriendo siquiera esa locura.

– ¡Coño, nena, es que siempre estamos igual! – exclamó Abel, enfurruñado – ¡Joder! ¿Acaso te crees que yo quería ponerme el maldito disfraz de animadora? ¡A mí no me gusta travestirme, pero como a la señora le hacía gracia!

– ¡NO COMPARES TENER QUE VESTIRSE DE TÍA A QUE TE DÉ POR EL CULO UN PERRO!

– ¿Por el culo? Yo no he dicho nada de que te dé por el culo…

– No, ya. Es una forma de hablar…

El ambiente se enrareció. De repente, Sabrina comprendió las intenciones de su esposo. Se volvieron cristalinas. El problema era que ella seguía atada y él tenía el control. Parecía que, por una vez, iba a tener que ceder. Tampoco era tan grave, llevaba un tiempo pensando en dejarle salirse con la suya. El pobre tenía tantas ganas…

– Ya veo por dónde vas, mamón – dijo la mujer, resignada, cuando las últimas piezas del puzzle encajaron en su sitio.

Abel se puso en tensión. No podía creerse que aquello fuera a salirle bien. Tratando de de disimular su impaciencia, fingió no entender a qué se refería su esposa.

– ¿Qué quieres decir? – preguntó.

– No te hagas el tonto conmigo. Ya sé lo que quieres.

– ¿Cómo?

– Anal. ¿Verdad?

Abel casi pega un salto por la emoción. Allí estaba lo que llevaba años deseando. Tan cerca, que casi lo rozaba con la yema de los dedos. Pero tenía que mantener la calma. No precipitarse.

– ¿Insinúas que me dejarás… hacerlo si no te pido que hagas nada con Rocco?

– No digas más tonterías, Abel. Los dos sabemos que no vas a dejar que el perro me haga nada…

– No estés tan segura. Tiene su morbo grabarte en vídeo montándotelo con un perrazo…

– Eres idiota – dijo la mujer, vencida – Anda, saca a ese bicho de aquí. No quiero que me mire.

– Entonces… ¿Puedo sodomizarte? – preguntó Abel dominando a duras penas la ilusión.

– Pero sólo esta vez…

Trompetas celestiales. Los poderosos acordes del “Himno a la alegría” resonaron en la cabeza de Abel, que sintió cómo se inflamaba su pecho y le embargaba la emoción. Flotando en una nube, el hombre caminó adonde reposaba el perro y, aferrándolo de nuevo por el collar, trató de ponerlo en pie.

Divertida y un poco menos enfadada gracias a la expresión de atontamiento que había en la cara de su marido, Sabrina le observó mientras forcejeaba con el mastodonte, que debía de haber encontrado un sitio cómodo, pues no se movía ni un milímetro. O quizás fuera que quería asientos de primera fila para el espectáculo.

– ¡Joder, Sabri, el puñetero perro no se mueve! ¿Qué más da que se quede aquí? – exclamó Abel, tratando de controlar el nerviosismo.

– De eso nada. Después de lo que ha hecho el muy cabrito, no quiero tenerle ahí mirando…

Entonces Abel se incorporó de un brinco, como si se hubiera acordado de algo. Rodeó la cama hasta salir del campo de visión de su mujer para regresar enseguida junto al perro. Inclinándose, le dijo algo al oído al animal y debió de ser muy interesante para Rocco, pues éste se levantó de inmediato y se dejó conducir fuera del cuarto con completa mansedumbre.

Abel regresó como un rayo, cerrando la puerta tras de sí, con una estúpida sonrisa de oreja a oreja. De haber podido, Sabrina habría meneado la cabeza, mientras observaba, a medias inquieta, a medias divertida, que el pene de su marido volvía a estar como una estaca, señal inequívoca de las ganas que tenía de que aquello pasase.

– Al final, se ha salido con la suya – pensó la mujer en silencio.

Aunque, como tenía que reconocer, tampoco a ella le importaba demasiado. Más que nada, se había negado siempre al sexo anal… porque él se moría de ganas.

Y la mujer sabe que ella debe mandar siempre. Para eso es más lista que el hombre (Nota del autor: verdad como un templo).

– Tú tranquila, cariño, que lo tengo todo preparado – dijo Abel con entusiasmo mientras rebuscaba en un armario – ¿Recuerdas que compré esto hace tiempo?

Sabrina sabía lo que buscaba. Un bote de vaselina.

Segundos después, Abel se arrodillaba sobre el colchón, situándose a popa de su esposa y, con la ilusión de un crío, procedió a embadurnar a su esposa, preparando su ano para la inminente penetración.

– Joder, nena – siseó Abel cuando el área quedó lista – No sabes cuánto he soñado con este momento…

– Acaba rápido, mamón – le espetó su esposa, tensándose nuevamente.

– Shhh. Tú tranquila cariño, que ni te vas a enterar.

Pero vaya si se enteró. Cuando notó la punta del rabo de su esposo apoyada en su ojete, la pobre chica, a pesar de estar dispuesta e intentando permanecer relajada, no pudo evitar ponerse en tensión, apretando el culo.

Abel le susurraba que estuviera tranquila, acariciándole el pelo, mientras ejercía una firme presión con su erección en la indefensa retaguardia, mientras Sabrina se afanaba en relajar el músculo para facilitar la penetración.

Con un sutil golpe de cadera, Abel logró abrirse por fin paso en el ano conyugal, haciendo que su esposa diera un gritito de dolor que le puso más cachondo todavía. Sabrina, boqueando por la intrusión, apretó el culo sin querer, ciñendo la cabeza de la polla de su esposo, que gimoteó de gusto al sentir cómo el esfínter apretaba deliciosamente su endurecida carne.

– Ve despacio, nene. Ten cuidado, por favor – gimoteaba una nerviosísima Sabrina, mientras sentía cómo el intruso iba abriéndose paulatinamente paso en sus entrañas.

– La, lalalalalalalalalalalala – tarareaba mentalmente Abel, aferrado a las caderas de su esposa, mientras sentía cómo el Enterprise iba entrando poco a poco en puerto seguro.

Finalmente, el torpedo encajó hasta el fondo de la cañería y los testículos de Abel quedaron apretados contra el trasero de su esposa. Creyó que iba a llorar de alegría.

En ese momento, la puerta del dormitorio, que había quedado mal cerrada, se entreabrió y la gorda cabezota de Rocco asomó de nuevo al cuarto, observando con la lengua colgando cómo el bueno de Abel le daba por el culo a su esposa, que seguía atada.

Olfateando el ambiente, Rocco comprendió que allí dentro no había más de lo que le gustaba y, girando la cabeza, miró con tristeza el bote de mermelada vacío que había en el pasillo, con el que el bueno de Abel lo había atraído fuera minutos antes. Volvió a mirar dentro, viendo la cara del hombre brillando de entusiasmo.

– Estos humanos están locos – pensó Rocco para sí – La que lían con tal de echar un polvo.

…………………………………….

Ya era lunes por la mañana. Abel, feliz y relajado, se solazaba en la sala de profesores tomando una caliente taza de café, que, por una vez, le sabía delicioso, en vez de como habitualmente, cuando le parecía un pegote de lodo grumoso sacado directamente del infierno.

– ¡Anda, que ya te vale capullo! – resonó de repente la voz de Julián mientras le daba un capirotazo en la cabeza a su compañero.

– Ho… hola Julián – dijo Abel, sorprendido – ¿Qué te pasa?

– ¿Cómo que qué me pasa? ¡Eres un capullo! ¡Anda que no te lo he dicho veces! No le des a Rocco nada dulce, que luego se va por las patas abajo…

– Hostia tío, perdona. No me acordé de decírtelo ayer cuando lo recogiste. El muy cabrito se las ingenió para coger un tarro de mermelada de la mesa del desayuno. No sé cómo se las apañó para abrirlo, pero, cuando lo encontré, se lo había zampado entero.

– No, si me lo creo. ¡No veas la que ha formado esta mañana cuando lo he sacado a pasear! ¡Ha hecho “Pfffffftt” y ha rociado tres metros de acera de mierda! ¡He tenido que llamar a los bomberos para que vinieran con la manguera! ¡Puto perro cabrón!

– Venga, tío, no insultes al pobre Rocco. Es un perro buenísimo – dijo Abel, con una estúpida sonrisilla bailando en los labios.

——————————-

Un par de días después, una mujer embozada en una gabardina y ocultando su rostro tras unas enormes gafas de sol entraba en un conocido sex shop de la ciudad.

A pesar de que iba de incógnito, Iván, el dueño, la conocía por ser cliente habitual, así que se acercó a saludar.

– Hola, Sabrina – dijo el hombre con simpatía – Así que esta semana vienes tú. ¿Qué es lo que necesitas?

La mujer se lo dijo.

Minutos después, en su propio despacho, donde Iván solía atender a los clientes habituales, el hombre enseñaba a la mujer un muestrario de los artículo solicitados.

– Éste – dijo Sabrina sin dudar, señalando un consolador de látex de casi medio metro de largo y el grosor de una botella de litro de agua mineral.

– ¿Éste? – exclamó Iván admirado – Sabrina, quizás esto sea pasarse un poco. Este cacharro está pensado para profesionales. El sexo anal con este bicho quizás sea demasiado para ti.

– ¡Oh, tranquilo! Si yo no voy a probarlo. El próximo fin de semana, me toca mandar a mí…

Sí. Al siguiente fin de semana le tocaba mandar a ella y, desde que había mirado en el móvil de su marido y descubierto que no había recibido llamada alguna el sábado por la noche, había dedicado muchas horas a decidir qué iban a hacer la vez siguiente.

Y se le habían ocurrido un par de cosas…

———————

¿Y Rocco? En su casa, tumbado a la bartola en el salón, rememorando el hartón de mermelada que se había pegado días atrás. Se había cagado vivo, pero había merecido la pena.

– Ojalá mi amo me lleve pronto a casa de estos dos – pensaba el perro – Allí me divierto más que aquí.

FIN

Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un e-mail a:

ernestalibos@hotmail.com

 

Relato erótico: “Las revistas de mi primo (Parte 3 de 4)” (POR TALIBOS)

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LAS REVISTAS DE MI PRIMO (parte 3/4):

Pero no sabía cómo hacerlo. A ver, estaba claro que yo le gustaba a Diego y que él me gustaba a mí. Pero ahí terminaba todo, mi experiencia en las artes de la seducción era nula. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía animarle a que se atreviera a dar el paso? ¿Le besaba? ¿Me arrojaba en sus brazos?

El día anterior no me había ido mal, quizás debería seguir de esa manera…

Y, una vez más, mi propia inexperiencia acudió en mi socorro.

Tras acabar con los platos, subí los escalones de dos en dos, nerviosa y excitada a partes iguales. Tras recuperar la revista de debajo de la cama (efectivamente, acabó por caerse entre el colchón y la pared), me presenté ante la puerta de mi primo en tiempo record.

– Pasa – se escuchó su voz, tras mi llamada.

Muy nerviosa, pero con ganas de marcha, entré una vez más en el dormitorio de mi primo. Éste me esperaba echado en su cama, en bañador y camiseta, leyendo tranquilamente una novela. Apenas si me miró cuando entré, enfrascado como estaba en la lectura, lo que me sorprendió un poco.

– Ya sabes donde están, ¿no? – dijo, aparentando indiferencia – Mira por los libros y coge la que quieras.

Su actitud me cabreó. Leñe, ¿yo tanto darle vueltas a la cabeza y él pasaba de mí? ¡De eso nada!

Entendí que era su forma de enfrentarse a la situación. Se sentía tentado, por supuesto, pero, al fin y al cabo, yo era su prima, así que estaba intentando resistirse a sus impulsos.

Y un jamón. Tenía que hacer algo para evitar que me echara de allí. Tenía que decir algo.

Y entonces, como dije antes, mi falta de experiencia fue la llave para salirme con la mía.

– Oye, primo – hablé, diciendo lo primero que se me pasó por la cabeza – ¿Sabes que esta revista está toda pegoteada? Se te debe haber caído algo encima…

Mientras decía esto, me aproximé a la cama, mostrándole la revista. Él alzó la mirada, extrañado y yo le enseñé las hojas pegadas. Entonces algo en su expresión cambió, se puso muy colorado y se incorporó en la cama, avergonzado.

– ¡Oh, Dios, perdona, Paula! ¡Mierda! ¿Cómo no me di cuenta? – exclamó, mientras me arrebataba la revista de las manos – ¡Joder, qué vergüenza! ¡No me acordaba de que esto estaba así!

– Pero, ¿qué te pasa? – exclamé sorprendida – Si no tiene importan…

Y la comprensión explotó en mi mente como un flash. Su vergüenza fue el detonante. Me quedé con la boca abierta. ¿Sería estúpida? ¡No me extrañaba que Clara se hubiera carcajeado de mí la noche anterior! ¡Mira que no comprender por qué estaban pegadas las hojas!

Diego, todo aturrullado, se puso en pie con la revista en la mano, mirando a todos lados en busca de un lugar donde deshacerse de ella. Obviamente, no podía simplemente echarla a la papelera, pero tampoco quería devolverla a su escondite, supongo que por lo que yo pudiera pensar.

Acabó por meterla en un cajón de su mesa, bajo unos libros, mientras me miraba azorado.

– ¡Ah! – dije, sonriendo – Me parece que ya comprendo con qué sustancia “pegaste” las hojas.

– Vale, Clara, disculpa. Te juro que no me acordaba de que eso estaba así. No te la habría dado entonces.

– No sé – dije, zalamera – A lo mejor es que querías que yo supiera lo que haces con esas revistas.

Diego no dijo nada.

– Total, tú ya sabes perfectamente lo que hago yo con ellas. Pero a ti… no te he visto hacerlo…

– Claraaaa… – dijo él, con tono amenazante.

– Venga, no te enfades. Como tú dijiste, es algo muy normal. No tiene importancia…

Entonces nos interrumpieron. Desde abajo, resonó la voz de mi tía llamando a Diego dando berridos. No nos sorprendió mucho, pues mi tía solía llamarnos a voces a todos.

– Voy a ver qué quiere mi madre…

Pareció que Diego iba a aprovechar para librarse de mí. Pero de eso nada, monada.

– Vale. Vete. Yo te espero aquí mientras escojo otra revista.

Noté que el pobre trataba de pensar una excusa para hacerme salir, pero, entre que no se le ocurrió nada y que su madre volvió a chillar, no tuvo más remedio que salir, dejándome a solas en su cuarto.

Bien. La cosa no iba mal. Incluso agradecí aquella interrupción, para tener más tiempo para trazar un plan. Ya lo admitía abiertamente, quería seducir a mi primo, pero aún no sabía muy bien cómo.

El tema del semen en la revista era un buen sistema. Así hablaríamos de sexo y le pondría nervioso. Ahora tenía que seducirle. ¿Pero cómo?

Entonces vi mi reflejo en el espejo del armario de Diego. Estaba muy morena y creo que bastante atractiva con la camiseta de algodón. Al llegarme a medio muslo, daba la apariencia de que no llevaba nada debajo. Me acordé de la vez anterior, cuando Diego vio mis pezones marcados en ella y en cómo se había quedado mirándome.

¡Claro! ¡Eso era! Tenía que atacar a fondo. Valor y al toro.

Una vez con un plan en mente, me puse en marcha de inmediato. Me quité con rapidez la camiseta y en menos de un segundo, me libré de los shorts y el bikini.

Por supuesto, mi idea no era esperarle en pelota picada (todavía me faltaban arrestos para eso), además de que, si me encontraba desnuda, quizás escapara despavorido.

Lo que hice, fue volver a ponerme la camiseta, simulando que nada había cambiado.

Pero quedaba el problema de la ropa tirada en el suelo. ¿Dónde la escondía? Porque, si al entrar la veía allí tirada, comprendería que estaba desnuda, lo que supondría el mismo problema.

Se me ocurrió esconderla en el armario, pero entonces pensé que, si la cosa salía mal y acababa echándome de allí, no podría recuperarla. Así que lo que hice fue dar una carrera hasta mi cuarto y, tras arrojar las prendas encima de mi cama, regresar volando al de Diego.

No hubiera hecho falta correr tanto, sin embargo, pues mi primo tardó casi 10 minutos en regresar. Durante ese rato, estuve esperándole, cada vez más nerviosa y sí, lo reconozco, cada vez más excitada.

El sentirme desnuda bajo la camiseta, hacía que me sintiera un poquito lasciva y, el saber que Diego, si todo iba a bien, iba a verme sin ella… me tenía a punto de ebullición. Iba a ser el primer chico que me viera desnuda.

Aunque, bien pensado, ¿no me había visto ya el día anterior? Si conseguía que lo admitiera…

Coloqué la silla más cerca de su cama y me senté, con las piernas moviéndose inquietas de puro nerviosismo.

Por fin regresó mi primo. Su madre le había llamado para que resolviera una duda con las mates que estudiaba Clara y se había entretenido ayudándola.

En cuanto entró, me di cuenta de que experimentaba alivio al encontrarme allí esperándole. Eso me encantó.

Sin decir nada, cerró de nuevo la puerta, regresando a su cama, sentándose en el borde, con los pies en el suelo, justo enfrente de mí.

– ¿Has escogido ya? – preguntó.

– ¿El qué? ¿La revista? No, no he querido tocar tus cosas.

Mentira podrida. Lo que había pasado era que me había olvidado de las revistas por completo.

– Además, prefiero que me recomiendes tú una. Una que no lleve… premio.

El rostro de Diego se ensombreció, comprendí que el incidente de las manchas seguía dándole vergüenza.

– Venga, primo, no pongas esa cara – dije, un poco arrepentida – Que es normal. No sé cómo no me di cuenta de lo que era. Debes pensar que soy tonta.

Buen giro en la conversación. Al decir eso le obligaba a rebatirlo.

– No, Paula, claro que no eres tonta. No tienes mucha experiencia… y ya está. El estúpido fui yo; me da vergüenza el haberte dado una revista pringada de eso…

– De semen – sentencié.

– Sí, de semen – admitió él, alzando la mirada – Es un poco… asqueroso.

Bien. La cosa marchaba. No me había pedido que me fuera.

– Que no – insistí – Te digo que no es para tanto. Además, piénsalo, ni siquiera sabía lo que era hasta hace un momento.

– Bueno. Eso es verdad. Mejor, supongo.

Nos quedamos los dos callados un instante.

– Entonces – dije, echándole narices – Cuando te masturbas… ¿Qué haces? ¿Echas la leche encima de la foto?

– Joder, Paula. Vaya cosas preguntas…

– Leñe, Diego, a estas alturas no nos vamos a asustar. Ya somos mayorcitos. Yo quiero aprender y tú dijiste…

– Vale, vale – me interrumpió – Pues sí. Eso fue lo que hice. Total, no vayas a creer que lo hago siempre. Eso fue una vez que… bueno, me entusiasmé demasiado y no tenía ningún pañuelo a mano…

– ¿Un pañuelo? ¡Ah, claro! ¡Lo usas para limpiar la leche!

– Te estás volviendo una señorita de lo más distinguida – bromeó – Pues sí. Eso es lo que hago. Resulta de lo más práctico tener pañuelos de papel a mano cuando… ya sabes. Así no montas ningún estropicio.

– O sea… – continué presionando – Que, cuando te corres… ¿Es como en las fotos? ¿Te sale disparado un chorro de semen y lo pones todo perdido?

Diego se rió, supongo que por mi evidente falta de conocimientos. Por suerte, no se molestó y continuó con la charla informativa.

– A ver, Paula, ya te dije cuando te presté la primera revista, que no todo lo que sale ahí es real. El porno no es un buen material para aprender sobre sexo, porque todo está exagerado para resultar morboso, pero luego, la realidad, no es exactamente así.

– No te entiendo.

– Digo que no creas todo lo que ves en esas revistas, porque no son más que fantasías. Y no me refiero sólo a las historias que cuentan… sino a la práctica del sexo en si.

– ¿Por ejemplo? – pregunté, bastante interesada.

– Lo que acabas de decir del chorro de semen. En el porno, aparece como si los hombres siempre tuviéramos espectaculares eyaculaciones, con litros de esperma disparados a diestro y siniestro. Esto no es así. Tendríamos que tener los testículos como balones de playa para almacenar tanto líquido.

– Comprendo – asentí.

– Unas veces echamos más, otras menos. Varía en función del nivel de excitación y, sobre todo, del tiempo que haga de nuestra anterior eyaculación. Si han pasado varios días desde la última vez que te corriste… echas más.

– Es lógico.

Juro que no me di cuenta. Lo hice sin querer. Lo cierto es que, una vez empezamos a hablar, se convirtió en una charla didáctica bastante interesante, que captó por completo mi atención, olvidándome un poco de mi intención de seducir a Diego.

Como digo, sin darme cuenta por estar atenta a lo que me explicaba, cambié de posición en la silla, descruzando las piernas y moviéndome un poco sobre el asiento. Al hacerlo, la camiseta se me subió inadvertidamente unos centímetros.

Diego, como hombre que es (todos hacen lo mismo) echó una rápida mirada a mis muslos desnudos, sólo que, al mirar por el hueco que dejaba la camiseta, debió atisbar durante un segundo que su primita… iba sin bragas.

Su discurso se interrumpió en medio de lo que estaba diciendo y su boca se entreabrió en una muda expresión de asombro. Yo me di cuenta de inmediato de la dirección de su mirada y, a pesar de todos mis planes de seducción, me entró una vergüenza del copón, volviendo a cruzar las piernas con rapidez.

En cuanto lo hice, Diego comprendió que le había pillado mirando, con lo que se ruborizó más todavía. Azorada, dejé pasar la oportunidad de atacar (aprovechando que ya sabía que iba desnuda) y simulé que nada había pasado.

Eso sí, me puse más cachonda todavía.

– O sea, que en esas revisas exageran… – dije, intentando retomar el hilo.

– Eh… Sí, sí, eso – dijo Diego, aprovechando la escapatoria que le brindaba – No te creas lo que pasa en ellas. Ni tampoco las historias. En la vida real esas cosas no pasan.

– Sí. Ya lo supongo. Ya imaginaba que la chica esa de la revista de ayer, la de las tres pollas a la vez, no hará eso todos los días…

Mi primo enrojeció todavía más al escucharme decir ordinarieces.

– Y entonces – continué – ¿Cómo hacen lo del semen? Porque es verdad que algunos parecen echar litros…

– Bueno… en realidad no lo sé. Pero supongo que usarán algún tipo de crema o algo así…

– A mí me parece que usan leche condensada – afirmé – Además, viendo cómo algunas de las chicas se lo tragan con cara de estar comiendo algo delicioso… Me pregunto a qué sabrá en realidad – dije, mirando a Diego con expresión pícara.

– No… no sé – dijo él, con un hilo de voz.

– ¿En serio? ¿Ninguna de las chicas con la que has estado lo ha probado? Pues yo siento curiosidad. Me gustaría hacerlo.

Diego se removió, inquieto. Esta vez fue él el que cruzó las piernas. Eché una rápida mirada a su entrepierna y me di cuenta de que estaba formándose un sospechoso bulto en su bañador, que él trataba de ocultar. Entre la charla subida de tono y el haber descubierto que su prima iba desnuda, habían logrado que el soldadito de Diego empezara a despertar.

Y yo iba a lograr que se pusiera bien firme.

Así que, sintiéndome cada vez más segura de mí misma… volví a descruzar las piernas. Muy lentamente esta vez. A lo Sharon Stone (me adelanté un par de años).

Aunque trató de resistirse, Diego no pudo evitar volver a mirar mis muslos. La camiseta tapaba esta vez el espectáculo estrella del show, pero, aún así, sus ojos permanecieron clavados en mí unos instantes.

Me sentía exultante. Sabía que estaba muy cerca de conseguir mi objetivo. Sólo tenía que tirar de la cuerda un poquito más.

– ¿Qué miras? – le solté sin pensármelo más.

– ¿Yo? Na… nada…

– ¿De veras? Porque a mí me parece que estás intentando mirar debajo de mi camiseta…

– Paula, por favor…. – casi suplicó – Sería mejor que te fueras…

– ¿Seguro que quieres que me vaya? ¿No prefieres que te enseñe lo que llevo debajo?

El pobre se quedó callado. Se percibía su lucha interna. Por un lado estaban sus convicciones morales y por otro sus instintos. Y yo iba a inclinar la balanza a mi favor.

– Porque… a mí no me importa. Si quieres, te dejo echar un vistazo.

– Paula… – dijo, con voz suplicante.

– Venga – susurré suavemente – Si a mí no me importa… estás deseándolo…

Diego no decía nada, mirándome fijamente, sin pestañear…

– Pídemelo – insistí – Además, sería lo justo, ¿no? Yo te vi a ti el otro día…

– Paula – continuó resistiendo Diego – Esto ya se ha salido de madre. Te pido que te vayas, por favor. No me obligues a echarte.

Mirándolo en perspectiva y con la experiencia que después me han dado los años, hay que reconocer que mi primo era todo un caballero. Aguantó todo lo que pudo.

– Y te toqué… – dije, ignorando sus protestas – Dime, ¿te gustó que te tocara? Admítelo, di que sí… Por eso no dijiste nada, ¿verdad? Por eso te hiciste el dormido, porque te gustaba que te tocara la polla…

Diego gimió, derrotado. Yo me sentía jubilosa y lasciva. Ni muerta iba a marcharme de allí. Deseaba a mi primo y lo iba a conseguir.

– Reconócelo – continué mi tarea de serpiente pecaminosa – Te sientes tentado, ¿verdad? Por eso me espiaste ayer mientras me duchaba, ¿no es cierto? Estuviste mirándome desde la puerta… seguro que te masturbaste mientras lo hacías…

– Paula, por favor – casi lloró el pobre.

– Si quieres, yo puedo hacer lo mismo. ¿Quieres ver cómo me toco?

– No… no.

Diego decía que no, pero sus ojos, su boca, todo su ser decían que sí. Y yo lo sabía… Había logrado llevarle justo a donde yo quería. Me sentía a punto de estallar de pura excitación.

Muy lentamente, agarré la fina camiseta con los dedos y tiré de ella hacia arriba, descubriendo por completo mis muslos desnudos. Diego me miraba, sin pestañear, los ojos clavados en mi piel, tanto en la morena de las piernas como en la pálida de la zona que había protegido el bañador, sin atreverse ya a protestar.

Despacio, recreándome con su mirada, fui separando los muslos, para que pudiera deleitarse contemplando el tesoro oculto. Me sentí hermosa, deseada y sí… poderosa. Nunca había estado tan excitada. Ni siquiera la noche anterior con Clara.

– ¿Te gusta mi coñito? – dije con voz de niña mala – Dime, ¿te gusta?

Y su cabeza asintió, sin que él pudiera controlarla. Su boca no dijo nada, pero el ver cómo asentía, me volvió loca de calentura.

– ¿Quieres ver cómo me acaricio? – pregunté, manteniendo la camiseta subida con una mano, mientras la otra abría con cuidado los labios de mi vagina, como había visto hacer en las fotos de las revistas.

Nuevo asentimiento silencioso.

– Como quieras – susurré.

Cachonda perdida, empecé a masturbarme muy lentamente, despatarrada en la silla de mi primo, mientras él me miraba hipnotizado.

Sentir su mirada sobre mí, fue la experiencia más erótica que había tenido hasta entonces, no puedo describirlo con palabras.

Con delicadeza, fui acariciando la ardiente carne entre mis muslos, disfrutando hasta el último instante de aquella situación.

Pero yo quería más.

– Yo también quiero verte a ti – siseé, sin dejar de masturbarme – Quiero ver otra vez tu polla…

Pensé que Diego iba a resistirse una vez más, pues dudó un instante ante mis palabras. Pero qué va, ya se había arrojado de cabeza a la situación.

Una vez decidido, se bajó el bañador hasta los tobillos, con lo que su pene, erecto y amoratado, apareció, vibrante entre sus piernas, apuntando al techo con descaro. Un escalofrío recorrió mi columna cuando lo vi.

Allí estaba otra vez. Mi primera polla.

– Tócate tú también – le ordené.

Y Diego obedeció. Sin perder un segundo, su mano se apoderó de su tieso instrumento y empezó a deslizarse a buen ritmo sobre él. Esta vez fui yo la que se quedó mirando, viendo cómo su mano se movía arriba y abajo, provocando que Diego gruñera de placer.

Ya había visto aquello en las revistas, pero verlo en directo era muy distinto. Me apetecía mucho ser yo la que ocupara su lugar.

Y, si me apetecía, ¿por qué no iba a darme el capricho?

Dejé de masturbarme y me puse en pié, acercándome a la cama. Diego se sobresaltó un poco, pero no dejó de meneársela mientras me miraba.

Yo me quedé de pie, en silencio, mirando desde arriba cómo la polla de mi primo era vigorosamente masturbada. Di un paso adelante, acercándome a él y coloqué un pie entre los suyos, de forma que su rodilla quedaba justo en medio de mis piernas.

Él pareció ir a echarse atrás, apartándose de mí, pero yo le detuve poniendo una mano en su hombro.

Nos miramos a los ojos. Yo desvié la mirada hacia abajo, obligándole a hacer lo mismo. La camiseta se me había bajado, tapándome de nuevo hasta medio muslo. La dejé así.

– Sigue – ordené.

Y él obedeció, sin protestar, sin resistirse. Me sentí jubilosa, al ver cómo el chico reanudaba la paja. Comprendí que, en ese momento, él haría lo que yo quisiera.

Como dije al principio, ese verano aprendí muchas cosas.

Seguimos así unos instantes, yo de pie, mirando sin perderme detalle de cómo Diego se masturbaba, con él sentado frente a mí, mirando mis muslos. Y yo quería más. Quería tocarle, sí, deseaba volver a sentir el tacto de su verga en mi mano, pero, sobre todo, anhelaba que él me tocara a mí, sentir cómo sus dedos acariciaban mi carne.

Recordando lo que había hecho Clara la noche anterior, me decidí a imitarla. Inclinándome, aferré la muñeca de Diego con la mano, deteniendo la paja. Él me miró a los ojos, inquisitivo, pero yo aclaré de inmediato sus dudas, tirando de su mano hacia mí.

No se resistió. Ya era mío por completo.

Atrayendo su mano, hice que la posara en mi muslo desnudo. La sentí ardiendo sobre mi piel. No me extrañó, yo también estaba que hervía.

Muy despacio, la mano de Diego fue moviéndose hacia arriba, acariciando la suavidad de mi muslo, haciéndome estremecer de placer.

Cuando llegó al borde de la camiseta, no se detuvo, sino que siguió subiendo por mi pierna, sin que la tela supusiera el menor obstáculo, acariciándome de una forma que me volvía loca. Era la primera vez que un hombre me tocaba.

Por fin, su mano llegó a mi cadera, entreteniéndose un poco en acariciar mi trasero. Pero no era eso lo que yo quería; me moría de ganas porque retomara el trabajo justo donde yo lo había dejado.

– No… – susurré excitada – Ahora tócame tú…

Y volvió a obedecer. Moviendo su mano muy despacio sobre mi piel, dibujando estelas de fuego sobre mi cuerpo, la llevó hasta mi ardiente coñito. Cuando sus dedos me rozaron ahí, creí que iba a desmayarme de puro placer.

La noche anterior había sido algo increíble con Clara, pero, que te tocara un hombre, sentir sus fuertes manos acariciándote delicadamente… habrá muchas que no estén de acuerdo conmigo, pero, para mí, no hay nada igual.

Diego empezó a masturbarme, a acariciarme dulcemente entre las piernas. Yo me mordía los labios, disfrutando el enorme placer que me estaba dando. Tuve que esforzarme en mantener las piernas abiertas, para permitirle llegar a mi intimidad, pues mi impulso era apretarlas para atraparle y no dejarle salir de ahí jamás.

– Paula… – susurró entonces Diego.

Abrí los ojos y le miré. Su mirada se desvió entonces hacia abajo, haciéndome comprender.

No queriendo hacerle sufrir más, me agaché un poco, abriendo todavía más las piernas. Así pude inclinarme y agarrar su erecto pene con la mano, haciéndole gemir de placer.

En cuanto la sentí entre los dedos, apreté, sopesándola y admirándome de su dureza. No podía comprender cómo una parte del cuerpo humano, fláccida en su estado habitual, pudiera endurecerse tanto. Me encantaba.

Imitando sus movimientos, empecé a mover la mano arriba y abajo sobre la dura estaca. Era mi primera vez, así que no tenía idea de si estaba haciéndolo bien, aunque, a tenor de los gemidos y gruñidos que Diego profería, no debía dárseme mal la cosa.

Estuvimos así unos minutos, los ojos cerrados, masturbándonos el uno al otro. De pronto, sentí que la polla de Diego se ponía incluso más dura, dando incluso un bote en mi mano.

– Paula, Paula – gimoteaba mi primo.

Comprendí que iba a correrse, así que abrí los ojos, para no perderme detalle de la primera eyaculación masculina que iba a provocar. Bueno, la primera que provocaba activamente…

En efecto, tal y como esperaba la polla de Diego entró en erupción. No pude evitar dar un gritito de sorpresa cuando el primer disparo de semen salió volando, impactando en mi muslo.

Me quedé atónita, alucinada viendo cómo aquella picha vomitaba semen a raudales. Tras la primera andanada, siguieron varios más, aunque menos espectaculares. Como yo no solté la manguera en ningún momento, pronto mi mano quedó completamente embadurnada de semen, sintiendo cómo la cálida esencia de mi primo se deslizaba por mi piel.

Por fin, aquella cosa dejó de expulsar líquido. Seguía bastante dura en mi mano, aunque percibí que se había ablandado un poco. Pensé que era normal, pues si no se bajaba aquello así, los chicos irían a todas horas con el rabo tieso.

Con curiosidad, solté la polla y acerqué la chorreante mano a mi cara, para ver aquella viscosa sustancia de cerca. Era blancuzca, caliente y pegajosa, tal y como me había imaginado.

– Me has mentido, cabrito – dije, sin dejar de mirar la crema.

– ¿Yo? – exclamó Diego, extrañado.

– Sí, me dijiste que, cuando os corréis, no echáis litros, como en las revistas, pero tú te has corrido un montón.

– Es cierto – dijo él, sonriendo – Pero también te dije que la cantidad dependía de lo excitado que estuviera el chico. Y yo no había estado tan excitado en mi vida.

Me encantó que dijera aquello. Y me dio un poco de vergüenza también. Para disimular, volví al ataque.

– ¿Y por qué te has parado? – le espeté – Yo bien que te he hecho terminar.

Diego me miró, sonriendo de oreja a oreja. Sus prejuicios y tabúes habían quedado completamente olvidados.

– Es verdad. He sido muy desconsiderado. No me he preocupado de tu placer personal.

– Así es – dije, muy digna.

– Sabes que, como nos pillen, nos matan a los dos, ¿no?

– Sí – reí – Sí que es verdad.

– Pues procura no gritar.

Y, de repente, Diego se abalanzó sobre mí. Yo di un gritito de sorpresa y, cuando quise darme cuenta, me encontré tumbada boca arriba sobre el colchón, con Diego quitándome a tirones la camiseta, dejándome completamente desnuda sobre la cama.

Mi primer impulso fue cubrirme, tanto los senos como la vagina. Pero, dándome inmediatamente cuenta de lo ridículo de aquello, aparté las manos y quedé totalmente expuesta a la lujuriosa mirada de mi primo.

– Eres hermosa – dijo él, tras recrearse admirándome unos segundos – No puedo creer lo bonita que te has vuelto.

Me sentí enrojecer, avergonzada, sintiéndome inmensamente feliz por sus palabras.

Diego se inclinó, colocando su cuerpo sobre el mío, pero no echándose encima, sino apoyando las manos en el colchón. Su rostro quedó muy cerca del mío, mirándonos mutuamente a los ojos. Por fin, acercó su cara y, muy tiernamente, me besó con pasión en la boca.

Mi primer beso. De acuerdo que fue con mi primo, pero todavía lo recuerdo con cariño. Fue maravilloso y emocionante.

Vale que minutos antes había estado con toda la desvergüenza haciéndole una paja mientras él hacía lo mismo conmigo, pero, lo cierto es que fue en ese momento cuando más vergüenza pasé, mientras me besaba dulcemente en los labios, con su cuerpo peligrosamente cerca del mío.

En ese momento, dejó de besarme. Yo estuve a punto de protestar, pidiéndole que siguiera, pero entonces me besó en la mejilla. Luego en la frente. En el cuello esta vez.

Diego siguió besándome, suavemente, con delicadeza, casi haciéndome cosquillas. Empezó a bajar. Besó mi esternón, mis hombros, mis brazos… después vinieron mis pechos, mis pezones… cada beso hacía que me sintiera más y más excitada… si aquello era el sexo, no iba a parar de practicarlo hasta el día que me muriera.

Siguió bajando, mi estómago, mi ingle… a medida que se aproximaba a mi vagina, yo sentía que me derretía de placer. Sin darme cuenta, separé los muslos, ofreciéndole mi vagina en bandeja, muriéndome de ganas por sentir su roce entre las piernas.

No se hizo de rogar. De pronto, sentí el calor de su aliento en mi sexo. Tuve que volver a morderme los labios para no ponerme a gritar. Cuando su rostro se hundió entre mis muslos, un estremecedor gemido escapó de mis labios, mis uñas se clavaron en las sábanas, arrancándolas de la cama. Mis piernas se abrieron por completo, brindándole mi intimidad a Diego, entregándosela como ofrenda. Nunca antes había sentido tanto placer.

– Sí, Diego… sí, sigue así, por favor, no pares…

No me daba cuenta ni de lo que decía. Mi mente estaba en blanco, como si hubiera abandonado mi cuerpo, porque en él sólo tenía cabida el placer.

Diego sabía lo que se hacía. Los años me han enseñado que sabía cómo comerlo. Se le daba de puta madre, vaya.

Pero el pobre estaba también loco de calentura, y ya no podía más.

– Paulita – siseó, apartando la boca de mi coño – Prima, te juro que estoy a punto de reventar…

– Vale – asentí – Si eres tú, estoy preparada.

Y lo estaba. Vaya si lo estaba. De hecho, estaba que me moría porque me follara. Necesitaba saber qué se sentía con una verga dentro, porque, si lo que había experimentado hasta el momento era tan bueno, ¿cómo sería follar de verdad?

– No, Paula, eso no puede ser…

– ¿Cómo que no? – exclamé sorprendida.

No podía creérmelo, a esas alturas, Diego seguía resistiéndose. Pero no era así.

– No tengo condones – dijo con sencillez.

– Bueno, pues sin condón – dije sin pensar.

– No, Paula, eso no. Imagínate que pasa como con Manoli, ¿qué íbamos a hacer?

Me quedé callada. ¡Mierda! ¡Tenía razón! Si me quedaba embarazada de mi primo, más nos valía a los dos tirarnos de un puente.

– Esta tarde iré a comprar – dijo Diego – Si quieres mañana…

– ¡Sí! – exclamé con entusiasmo – ¡Mañana lo haremos!

– Pero ahora… – gimoteó el chico.

– ¿Ahora?

– Bueno… – dijo, armándose de valor – ¿Me la chuparías?

Vaya. Allí estaba. Lo de las fotos de las revistas. Y pensar que la primera vez que lo vi me dio asco. Ahora, después de tantas fotos de mamadas y con el calentón que llevaba encima, no iba a decir que no.

– Vale. Pero primero tienes que acabar – dije señalando a mi coñito, que seguía hirviendo entre mis piernas abiertas.

– Podemos hacerlo a la vez.

Comprendí de inmediato a qué se refería. Lo había visto en las revistas. Iba a aprender una cosa nueva. El 69, aunque entonces no supe que se llamaba así.

Ambos nos movimos en el colchón, rozándonos. Me quedé mirando divertida la picha de Diego, que volvía a estar tiesa como una estaca, dando bandazos a un lado y a otro mientras mi primo se acomodaba.

Enseguida fue él el que quedó tumbado sobre el colchón, mientras yo me daba la vuelta y me sentaba sobre su pecho. En cuanto lo hice, sus manos se apoderaron de mis nalgas dándome un fuerte estrujón, que me hizo dar un gritito de sorpresa.

Noté cómo sus manos separaban mis glúteos, para poder deleitarse así fisgoneando aquello que ocultaban.

– ¡Ay, quieto, no seas guarro! – protesté, mientras él seguía amasando mi culito.

– Le dijo la sartén al cazo… – respondió Diego.

De repente, mi primo me aferró por las caderas y, tirando de mi cuerpo, me obligó a echar el culo hacia atrás, acercándolo a su cara. Volví a gritar y a reír, sorprendida, aunque enseguida empecé a gemir, pues Diego no tardó ni un segundo en volver a hundir la cara entre mis muslos, con lo que su inquieta lengua volvió a acariciar mi intimidad.

Estaba cachondísima, chorreando a más no poder. De hecho, al deslizar el trasero por el torso de mi primo, lo había pringado todo con mis jugos. Diego no se quejó.

Tras disfrutar unos segundos de la comida que me estaba haciendo Diego, recordé por qué habíamos adoptado esa postura, así que abrí los ojos.

Allí estaba, esperándome, tiesa como un palo y dura como una roca. Con la cabeza brillante, mojada y, desprendiendo un peculiar olorcillo que, incluso a día de hoy, sigue excitándome terriblemente.

Volví a agarrarla, pajeándola suavemente. Noté que a Diego le gustaba, pues gimió como un cachorrillo sin despegar la boca de mi coño.

Tardé un poco en decidirme. No acababa de atreverme. Pero comprendí que no era justo, al fin y al cabo Diego estaba haciéndomelo a mí. Además, todas aquellas mujeres de las revistas no podían estar equivocadas, ¿verdad?

Tímidamente, saqué la lengua y, muy despacio, la acerqué al erecto falo. Cuando por fin lo lamí lentamente, el cuerpo de Diego se estremeció bajo el mío, lo que me hizo sonreír.

No estaba mal. No era para nada asqueroso. Si me apuran, admitiré incluso que me gustó el sabor, un poco salado, por el sudor, pero también… algo más.

Con más confianza, empecé a chuparla muy despacio, haciendo gruñir a Diego bajo mi cuerpo. Más segura, fui incrementando el ritmo, deslizando mi lengua por su dureza, empapándola con mi saliva de arriba abajo.

No me dediqué a sus huevos, en cambio, limitándome a acariciarlos un poco, pues los tenía bastante peludos y me dio asco cuando un pelo se me coló en la boca.

Tras expulsar el rizado cabello, decidí averiguar qué se sentía metiéndosela en la boca. Así que, ni corta ni perezosa, deslicé un buen trozo de tumefacta carne entre mis labios, mientras no dejaba de juguetear con la lengua sobre ella.

Aquello encantó a Diego, que, dando un bufido, levantó las caderas del colchón, provocando que la dosis de rabo en mi boca fuera mayor que la recomendada por 9 de cada 10 médicos.

Que me llegó hasta la tráquea, vaya.

Dando una arcada, aparté la cabeza, con los ojos llorosos. Me había llevado un pollazo en toda la campanilla. Sin poder contenerme, empecé a toser, tratando de recobrar el aliento. Diego, que comprendió lo que había pasado, dejó de lado el sexo oral y empezó a pedirme disculpas, muy compungido.

– No pasa nada – le tranquilicé, cuando sofoqué las arcadas – Pero ten más cuidado.

– Claro.

– ¿Lo estaba haciendo bien? – le pregunté.

– De puta madre – respondió él, de inmediato.

Tras reírme por su entusiasmo, volví a reanudar la mamada. No estaba mal la cosa. Me gustaba sentir lo dura que se le ponía al chupársela. Dando un gemido, Diego reanudó también su tarea, devolviéndome centuplicado el placer que yo le estaba dando.

Seguimos con la posturita durante un par de minutos más, hasta que Diego, de repente, me anunció que iba a correrse de nuevo.

Después de la experiencia de minutos antes, no me sentí capaz de recibir la corrida de mi primo directamente en la boca (aunque ganas no me faltaban), porque temía acabar echando la pota. Así que la saqué y seguí pajeándola con la mano, incrementando el ritmo, logrando que mi primo eyaculara poco después.

Diego gemía y gruñía contra mi coño, mientras su polla volvía a expulsar una buena ración de semen. Esta vez no hubo ningún disparo espectacular, sino que el blanco líquido empezó a brotar de la punta a borbotones, como un manantial, resbalando por el tronco y pringando de nuevo mi mano, que seguía empuñándola.

Cuando el semen dejó de manar, volví a mirarme la mano, como había hecho antes, familiarizándome con la esencia masculina. Entonces, sin pensármelo más, la acerqué a la boca y, sacando la lengua, le di una pequeña probada.

No sabía mal, era suave pero intenso. Con los años descubrí que el sabor del semen es diferente en cada hombre (depende mucho de su dieta), y el de Diego realmente me agradó. De hecho, más de una vez he pensado que, si la leche de mi primo hubiera sabido a rayos, esa primera experiencia me habría marcado de forma que unos cuantos tíos se habrían quedado con las ganas de correrse en mi boca.

No hizo falta ni decírselo. Diego sabía que no me había corrido. Aún no entiendo por qué, aunque supongo que mi resistencia había aumentado debido a todas las pajas que me hacía últimamente. El chico reanudó las lamidas en mi sexo, aplicándole a demás un tratamiento dactilar que me hizo gemir de gozo.

Cuando me metió dos dedos en la vagina, me costó horrores no ponerme a gritar, experimentando un placer indescriptible. Entonces, un tanto enloquecida y fuera de control, le ordené:

– ¡En el culo! ¡Méteme también un dedo en el culo!

Mi anterior experiencia con la masturbación anal había sido muy satisfactoria y quería disfrutarlo de nuevo, así que, cuando Diego obedeció e introdujo uno de sus dedos en mi ano, tuve que apretar el rostro contra el colchón para ahogar los berridos de placer.

Y por fin me corrí. Fue el orgasmo más intenso que jamás había tenido. Increíble. Mi cuerpo temblaba, descontrolado, como si tuviera un ataque epiléptico. Diego mantuvo sus dedos dentro de mí, dos en mi vagina y uno en mi recto, acariciándome y estimulándome por dentro, consiguiendo alargar el orgasmo.

Vencida, me derrumbé sobre su cuerpo, con un brazo colgando fuera de la cama, medio desmayada. Tras un par de minutos recuperando el resuello, Diego se las apañó para salir de debajo de mí y, tumbándose a mi lado, empezó a acariciarme el cabello y a darme tiernos besitos en la cara, hombros y espalda. Fue lo más próximo que he estado a ronronear como una gatita en toda mi vida.

Permanecimos un rato más así, charlando en voz baja. Él me decía que estábamos locos, que no pensaba que iba a ser capaz de aquello, pero sin dejar de acariciarme. A mí me daba igual, había nacido una nueva yo, más segura de mí misma y decidida a conseguir aquello que quería.

Así que le dije que no se olvidara de comprar los condones, porque, al día siguiente, íbamos a follar, los hubiera comprado o no.

Me di cuenta de que debía ser tarde, así que, tras besar de nuevo a mi primo, me puse la camiseta y salí. Eso sí, antes de hacerlo, cogí un libro al azar de la estantería y, tras comprobar que contenía una revista que aún no había leído, se la enseñé a Diego guiñándole un ojo con picardía y me marché.

Tras cerrar la puerta, me quedé unos instantes con la espalda apoyada, asumiendo todo lo que acababa de pasar. Una sonrisa estúpida se dibujó en mi rostro.

Había descubierto el sexo y me parecía la cosa más maravillosa de la vida. Me sentía más viva que nunca antes. A partir de ese momento iban a acabarse los melindres y las tonterías. Iba a pasármelo bien.

E iba a continuar esa misma noche. Iba a enseñarle a Clara un par de trucos que había aprendido.

Sonriente, me aparté de la puerta y entré a mi cuarto. Al hacerlo, me encontré con que Clara ya estaba allí, sentada en su cama, la espalda apoyada en la pared y una expresión muy seria en el rostro.

Me llevé un buen susto al verla. No esperaba que hubiera nadie en la habitación.

– ¡Ostras, Clara! – exclamé – Pero, ¿qué haces aquí? ¿No tenías que estudiar?

– La hora de estudio ya ha pasado – dijo ella, señalando el reloj de la mesita – Mi madre ya se ha ido a la farmacia.

– ¡Ah! Jo, perdona… Se me ha ido el santo al cielo…

Ella siguió mirándome, con aspecto severo. Me sentía muy nerviosa.

– ¿Qué estabas haciendo? – preguntó.

– ¿Yo? Bueno… ya sabes… Hablando con Diego…

Y entonces lo preguntó. Sin tapujos. Directa al cuello.

– ¿Te has acostado con él?

Me quedé mirándola boquiabierta. Miré a otro lado, asombrada y fue cuando me di cuenta de que mi ropa estaba encima de la cama. Clara sabía perfectamente que iba desnuda bajo la camiseta.

Me sentía mal y ese mismo malestar me cabreó. ¿Por qué tenía yo que darle explicaciones? ¿No iba a hacer lo que me diera la gana? Y, al fin y al cabo, ¿no había sido ella la que empezó aquella historia, insistiendo en que nos coláramos en el cuarto de su hermano?

– ¿Y a ti que te importa? – le solté, enfadada.

Clara se sorprendió. Yo no era normalmente tan directa.

– ¿Te has acostado con él o no? – insistió.

– No es que sea asunto tuyo. Pero no, no lo he hecho.

Clara pareció relajarse un tanto con mis palabras.

– Sólo le he chupado la polla y él me ha comido el coño – le espeté con rabia – Mañana, cuando haya comprado condones, sí que vamos a follar.

Le solté aquello para herirla, pues me había cabreado mucho su actitud. ¿No era yo la cría? ¿La mojigata? Si ella era tan valiente, ¿por qué se escandalizaba tanto?

– Eres una puta – me soltó.

– Pues, ¿anda que tú? ¡Colándote en el cuarto de tu hermano para sobarle la polla!

Los ojos de Clara llamearon. Por un instante, pareció estar a punto de arrojarse sobre mí y enzarzarnos en una pelea. Pero no lo hizo. Apartando la mirada, enfadada, se levantó de la cama y se largó del cuarto sin mirarme siquiera.

Yo, cabreada igualmente, recogí mi ropa y me metí en el baño para darme una ducha. El agua no sólo limpió mi cuerpo, librándolo de sudor y de otras sustancias, sino que también tuvo la virtud de despejar mi mente. Me quedé un buen rato en la bañera y, conforme los minutos pasaban, me sentía cada vez más culpable y arrepentida por cómo había tratado a Clara.

Lamentando lo que había pasado, bajé en su busca tras vestirme, con intención de disculparme y hacer las paces, pero me encontré con que mi prima se había marchado, dejándome en casa.

Bastante confusa, regresé al piso superior en busca de Diego, no para explicarle lo que había pasado, sino porque pensé que su presencia me haría sentir mejor.

Sin embargo, mi primo tampoco estaba. Supuse que habría salido a comprar los condones, tal y como había prometido. Era lógico por otra parte, pues, no pudiendo ir a la farmacia del pueblo a buscar los preservativos (sólo de pensar en el corte que pasaría si se le ocurría ir a comprarle las gomas a su madre, me entraba la risa floja), sin duda tendría que ir a otra localidad.

Para asegurarme, me asomé al garaje, comprobando que, efectivamente, el coche de mi tía no estaba allí.

Resignada, regresé al salón y, tras sopesar un rato la idea de irme a la piscina, me di cuenta de que no me apetecía hacerlo a solas, así que me puse a ver la tele.

Meses antes, habían empezado a emitir las cadenas privadas, así que en España disfrutábamos ya (es un decir) de una gama más amplia de cadenas de televisión, así que me pasé la tarde haciendo zapping.

Aburriéndome como una ostra, vaya.

Clara regresó horas después, escasos minutos antes de que lo hiciera su madre, lo que nos ahorró engorrosas explicaciones de por qué no habíamos pasado la tarde juntas como hacíamos siempre.

Aún así, mi tía se dio cuenta de que andábamos mosqueadas, aunque, tras hacer un par de intentonas de averiguar qué sucedía, se dio cuenta de que no estaba el horno para bollos y no insistió.

Yo estaba deseando quedarme a solas con Clara para disculparme, pero ella parecía pretender justo lo contrario, por lo que, en vez de retirarnos pronto al cuarto para charlar, insistió en ver una peli que echaban por la tele.

No queriendo desairarla todavía más dejándola sola con su madre, hice de tripas corazón y me quedé con ellas, aunque la película no me interesaba lo más mínimo, por lo que se me hizo larguísima, mientras no dejaba de darle vueltas a cuál sería la mejor manera de pedirle perdón a Clara.

Entonces regresó Diego, saludándonos amablemente mientras su madre le indicaba que le había guardado la cena en el horno. Alcé la vista y nuestros ojos se encontraron, haciéndome comprender que, efectivamente, había comprado los preservativos. Se me hizo un nudo en la garganta.

Clara, que no era tonta, también captó esa mirada y comprendió su significado, así que, aún más enfurruñada, disimuló su enfado concentrándose en la pantalla.

Cuando por fin acabó, me puse el camisón y, tras lavarme los dientes, entré al dormitorio donde ya estaba Clara.

Mi prima, aún cabreada, estaba en su cama, arropada hasta el cuello con la sábana, dándome la espalda y fingiendo dormir.

Tras cerrar la puerta, me senté en mi cama, con los pies en el suelo y me quedé mirándola en silencio unos instantes, con la esperanza de que se animara a hablar. No lo hizo.

Suspirando, comprendí que tendría que dar yo el primer paso.

– Clara, perdóname por lo de antes. Fui muy grosera contigo y me enfadé sin motivo alguno. Me siento fatal por lo que te dije.

Clara se agitó bajo las sábanas, pero no se dio la vuelta para mirarme, persistiendo en su silencio. No iba a ponérmelo fácil.

– Clara, venga, mírame – supliqué – Sé que no tengo excusa por lo que te dije… estaba muy alterada y me cabreé…

Súbitamente, Clara se incorporó sobre el colchón, quedando sentada, lo que me provocó un buen sobresalto.

– No seas idiota – dijo secamente – No estoy enfadada por lo que dijiste. Estoy enfadada por lo que has hecho.

– ¿Y qué he hecho? – pregunté estúpidamente.

– ¿Te parece poco? ¡Has estado haciendo guarradas con mi hermano a diario! ¡Y no contenta con eso, vas acostarte con él! ¡Es tu primo!

Leñe. Bueno, vale, visto así…

Miré a Clara, un poco avergonzada, pero más tranquila ahora que por fin me hablaba. Conociéndola como la conocía, sabía que la cosa era peor si se encerraba en si misma y te negaba la palabra.

De todas formas, su expresión dura y sus ojos echando chispas me hicieron ver que era mejor que fuera con pies de plomo.

– Tienes razón – admití – Es verdad. He estado haciendo esas cosas con tu hermano. Aunque, por si sirve de algo, te diré que hoy ha sido la primera vez que ha pasado. Todo lo que te conté es verdad.

Algo en su expresión cambió, suavizándose un tanto. Le agradaba comprobar que, al menos, no le había mentido.

– Y sí, es una locura. Pero tienes que entender que yo no busqué esto. Empezamos charlando sobre sexo y poco a poco… Joder, Clara, Diego me gusta y yo le gusto. Y, bueno, estoy decidida a que mi primera vez sea con él.

Clara me miró fijamente, creo que un poco sorprendida porque me mostrara tan firme y segura de mí misma.

– ¡Pero es tu primo! – insistió – ¿Cómo vas a acostarte con él? ¡Es incesto!

Me tomé un segundo para respirar, antes de darle la respuesta obvia.

– Clara, por favor, no te tomes a mal lo que voy a decirte – tanteé – Pero, recuerda que anoche hice esas mismas cosas contigo… y tú también eres mi prima.

Sus pupilas se dilataron por la sorpresa y su boca se abrió con una expresión de asombro que era casi cómica. Comprendí que no se había parado a pensar en ello.

Finalmente, la tensión de sus hombros se relajó y Clara, sabiéndose vencida, se tumbó de nuevo en la cama dando un suspiro.

– Leches, pues es verdad – dijo, mirando al techo – Es tan incesto lo que haces con él, como lo que haces conmigo.

– Jo, tía, no digas eso. No sé por qué, pero no me gusta esa palabra – dije – A mí me gusta Diego y estoy explorando con él y aprendiendo cosas nuevas. Y sí, voy a tener sexo con él. Le quiero mucho y me parece la persona óptima para iniciarme.

Clara me miró sin decir nada.

– Pero también te quiero mucho a ti y también me gustas. Y, si quieres, puedo enseñarte las cosas que aprendo con tu hermano…

– Ji, ji, ji – rió mi prima, olvidado por fin el enfado – Parece que no lo pasaste nada mal anoche, ¿eh?

– Ya sabes que no. Lo pasé divinamente. Y mejor que espero pasarlo… – dije, sonriendo pícaramente.

– ¿En serio? – dijo mi prima poniendo cara de sorpresa – ¿Y qué habías pensado?

Sonriendo, alcé la sábana que cubría su juvenil cuerpo y, tras recorrerlo de arriba a abajo con la mirada, deleitándome con sus núbiles curvas, me deslicé a su lado en el colchón, besándola tiernamente.

————————–

– ¿Seremos lesbianas? – me preguntó mi sudorosa prima, mientras jadeábamos abrazadas a oscuras en su cama, intentando recuperar el aliento.

– No, no lo creo – afirmé tras pensármelo un poco – A mí me gustan los chicos. Y nunca he pensado en ninguna chica de esa forma. Si no fuera porque eres tú… creo que no habría hecho nada de esto.

– ¿Nada de esto? – rió mi prima – ¿A qué te refieres?

Las dos nos echamos a reír. ¿Que a qué me refería? Pues no sé, a cómo le había practicado sexo oral un rato antes imitando lo que Diego había hecho conmigo. O a cómo ella me había devuelto el favor provocándome un tremendo orgasmo… O quizás fuera a cuando habíamos frotado nuestros coñitos el uno contra el otro, intercambiando nuestros jugos, como vimos en la revista, lo que había resultado una experiencia mucho más placentera de lo que esperaba. Supongo que me refería a eso.

Más calmada, ahora que por fin habíamos hecho las paces, obedecí la petición de mi prima y le conté todo lo que había pasado esa tarde en el dormitorio de Diego.

Clara me escuchó con atención, riéndose de vez en cuando, aunque yo percibía perfectamente que estaba muy interesada en lo que estaba oyendo. Mientras hablaba, seguíamos abrazadas la una a la otra, nuestros cuerpos desnudos apretados bajo las sábanas, sin importarnos que hiciera calor. Me sentía feliz y relajada.

– O sea, que mañana va a ser el gran día – dijo mi prima cuando terminé el escabroso relato de mis andanzas en el cuarto de su hermano.

– Sí. Supongo que sí – asentí – ¿Te sientes molesta por eso?

– No sé – dijo Clara tras meditarlo un segundo – Sé que tienes razón, que al fin y al cabo es sólo sexo y que Diego es un buen chico y te tratará bien. Pero no sé, en el fondo, hay algo que me incomoda…

– Chica, pues no será el tema de que seamos familia. Porque hace dos minutos… no te molestaba tanto.

– Sí. Bueno, quizás no… No sé – dijo ella, confusa – Quizás no sea el tema del incesto lo que me preocupa… No sé cómo explicártelo…

Entonces una pequeña lucecita se iluminó en mi cabeza.

– ¿No estarás celosa?

Clara se incorporó, mirándome fijamente. La luz de la luna que entraba por la ventana, refulgió en sus ojos que me observaban brillantes.

– Pues no sé – admitió con calma, para mi sorpresa – Puede que sea eso.

– ¡Clara! – exclamé.

– No, no me malinterpretes – continuó – No me refiero a que esté enamorada de Diego… Ni de ti… No es nada de eso.

– ¡Ah!

– Me refiero a que… no sé. Os veo a ambos como cosa mía. Tú eres mi mejor amiga, a la que quiero muchísimo… Y Diego, aunque de vez en cuando nos peleemos, es un hermano maravilloso. Y no sé, siento como si… me estuvierais excluyendo de algo… Es una locura.

– No, no creo que lo sea – asentí – Puede que tengas razón. Tú y yo siempre nos lo contamos todo, pero yo… he tratado de mantener el secreto de lo que pasaba con Diego. Si no me hubieras pillado, es posible que no te lo hubiera contado nunca. Y eso no está bien…

– Sí. Creo que es eso.

– Te prometo, que nunca más volveré a ocultarte nada. Mañana te contaré todo lo que pase.

– ¡Ah! Vale – dijo mi prima, sonriendo en la oscuridad.

Pero, aunque estábamos medio a oscuras, me di cuenta de que la sonrisa de Clara no era la de siempre.

CONTINUARÁ

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